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La autonomía

de la Sociología

Epistemología
de la Sociología

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La autonomía científica de la
Sociología
En el marco de esta problematización que venimos realizando en relación
con el estatus epistemológico de las ciencias sociales, debemos
preguntarnos ahora por la autonomía epistemológica de la sociología
específicamente. Para ello, debemos repasar qué entendemos por esta
disciplina y cuál sería su objeto de estudio. En primer lugar, si se aborda
cualquier manual de sociología, como el de Macionis y Plummer (1999), nos
encontrarnos con aquella diáfana y célebre definición donde se determina
formalmente que la sociología es “el estudio sistemático, riguroso y
científico de la sociedad” (p. 4).

Incluso más allá de las diferentes posiciones teóricas y políticas, se puede


fácilmente avizorar un vértice de coincidencia entre los más destacados
sociólogos contemporáneos que siguen sosteniendo que el objeto de la
sociología no es otra cosa que el estudio de la sociedad. Andrés de Francisco
(1997), nos dice que “la sociología representa el nacimiento de una nueva
ciencia autónoma de la sociedad, autónoma básicamente por su
autodeclarada independencia respecto a la tradicional ciencia política y
filosofía moral” (p. 14).

Dubet (2013) plantea que para definir la sociología lo más sencillo es decir
que esta ciencia estudia la sociedad. El mismo autor aclara que “esta
definición es legítima porque designa un objeto y, habida cuenta de que toda
ciencia tiene un objeto, la sociología puede ser entonces una ciencia”
(Dubet, 2013, p. 19). Podemos nombrar a Berger (1976) quien dice que “el
sociólogo es una persona que se interesa por comprender la sociedad de una
manera disciplinada. La naturaleza de esta disciplina es científica” (p. 32).
También es el caso de Giddens (2001) que plantea como tarea primaria de
la sociología “la explicación de la producción y reproducción de la sociedad
como el resultado logrado de un obrar humano” (p. 19).

Con más precisión, se vuelve necesario preguntarse en el marco de la


reflexión sociológica por el lazo que vincula el individuo con la sociedad. Juan
A. Roche Cárcel (2009) considera que “la filosofía consiste, básicamente, en
preguntarse acerca de las cuestiones esenciales y perenne que aquejan a la
humanidad… Por su parte la sociología debe preguntarse acerca de la
sociedad humana y del papel del individuo en ella” (p. 16).

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Por su lado, Giddens propone que

la sociología se concibió como un intento de entender los


trascendentales cambios ocurridos en las sociedades
humanas en los dos o tres últimos siglos. Estos cambios no
sólo se han producido a gran escala, sino que también han
tenido lugar en los ámbitos los íntimos y personales de la vida
de las personas. (2001, p. 54).

Norbert Elías (1999) complejiza esto para decirnos que “la comprensión de
las tareas de la sociología, del que usualmente se designa como su
«objeto»… [se da] por el concepto de «sociedad» y la relación de uno mismo
con la «sociedad»” (p. 15). Goulner (1979), en la misma línea, nos dice que
si para el sociólogo la “tarea principal es investigar al hombre en la sociedad,
¿no debería entonces verse y referirse a sí mismo de la sociedad?” (p. 31).
Así, podemos establecer que la sociología contemporánea sigue
distinguiendo como objeto específico y preciso de la sociología a la sociedad.

Ahora bien, en segundo lugar, el discurso sociológico se inscribe como una


reflexión sobre la modernidad, de allí que “la sociología es una disciplina
generalizada que se ocupa principalmente de la modernidad: del carácter y
la dinámica de las sociedades modernas o industrializadas” (Giddens, 2001,
p. 14). O bien, como destaca Niklas Luhmann (2011): “buena parte de los
trabajos sociológicos que pretenden proporcionar una descripción de la
sociedad moderna encuentran mayormente su especificidad en la
contingencia” (p. 173). De este modo, la reflexión sociológica toma como
objeto de reflexión no solo a las sociedades, sino también a la forma en que
estas se constituyen como un fenómeno propio de la modernidad y será en
este eje donde se vuelve posible distinguirla de configuraciones sociales
previas.

En tercer lugar, podemos percibir además el acuerdo según el cual la


sociología se configura como tal, en cuanto perspectiva que distingue una
forma de comprender la realidad social. Como Berger (1976) lo plantea, “la
sociología no es una práctica, sino un intento por comprender” (p. 16). Así,
para él, el enfoque sociológico consiste en ver lo general en lo particular, es
decir, en poder identificar pautas generales en la experiencia social de las
personas. Entonces, para Berger, se trata de aprender a ver cómo la
sociedad influye en nuestras acciones. Para ello, la perspectiva sociológica
implicaría dar un paso atrás y ver las cosas desde un ángulo diferente, es
decir, extrañarnos de lo que nos es familiar (Macionis y Plummer, 1999).

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Incluso en su invitación a la sociología, Berger (1976) nos dirá que el primer
enunciado de la sociología es que “las cosas no son lo que parecen” (p. 16).
Como Macionis y Plummer (1999) recalcan, la perspectiva sociológica se
funda en el cuestionamiento de una voluntad autónoma y autoconsciente
de los individuos de decidir hacer lo que hacen. De este modo, parece del
todo aceptado que, finalmente, aprender a pensar sociológicamente
significa cultivar la imaginación. Giddens (2010) define como imaginación a
la tarea propia de un pensar sociológico. Por lo tanto, se llega a acordar que
el trabajo sociológico depende de lo que el autor norteamericano Wright
Mills (1997) denominó con la célebre expresión de imaginación sociológica.
Así, nos dirá que:

La imaginación sociológica nos permite captar la historia y la


biografía y la relación entre ambas dentro de la sociedad. Esa
es su tarea y su promesa. Reconocer esa tarea y esa promesa
es la señal del analista social clásico… Y es la señal de todo lo
mejor de los estudios contemporáneos del hombre la
sociedad. (Pp. 25-26).

Por último, en cuarto lugar, debemos reconocer cómo el perspectivismo


propio de la disciplina deviene en una pluralidad de formas de pensar
sociológicamente, tal como Lista (2000) lo propone:

En otras palabras, hay diversas maneras de pensar


sociológicamente, diversos estilos y objetivos cognoscitivos,
porque diversas cosmovisiones, las que a partir de supuestos
diferentes (sobre la realidad social y cómo se constituye,
sobre el individuo y sobre cómo es su relación con la
sociedad, sobre cómo se conoce y para que se conoce, etc.)
llegan, obviamente a resultados diferentes. Todo esto porque
se parte de distintas perspectivas para ver la realidad. (P. 98).

Por lo tanto, tenemos que acordar en que la sociedad, como invención


política o social, será el punto de vista que habilita la forma de un pensar
sociológico. Más allá de los sociólogos naturalistas que ven en la sociedad
una realidad objetiva, se vuelve sencillo demostrar que esta es al menos el
eje de análisis que permite pensar sociológicamente. Por lo tanto, la
sociedad sigue siendo la pregunta irrenunciable de la sociología, aquella que
define su mirar plural y crítico. La sociedad como problema propio de la
sociología y de nuestro tiempo será nuestra perspectiva al mismo tiempo
que aquello sobre lo que se indaga. Wright Mills (1997) enumera del

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siguiente modo, por ejemplo, toda una serie de preguntas fundantes de la
disciplina con su eje puesto en la sociedad:

1) ¿cuál es la estructura de esta sociedad particular en su


conjunto? ¿cuáles son sus componentes esenciales, y cómo
se relacionan entre sí?… ¿Cuál es, dentro de ella, el
significado de todo rasgo particular para su continuidad o
para su cambio?

2) ¿qué lugar ocupa esta sociedad en historia humana?


¿cuál es el mecanismo por el que está cambiando?

3) ¿qué variedades de hombres y mujeres prevalece en


ahora en esta sociedad y en este periodo? (P. 26).

Sin embargo, aunque parecería que la idea de sociedad constituye la


pregunta que define a la sociología, como un contrasentido paradójico, la
teoría sociológica contemporánea ha instituido un progresivo eclipse de la
noción de sociedad. Entonces, nos interrogamos por la sociedad en tanto
resulta una noción que pareciera estar puesta en tela de juicio por los
discursos científicos, políticos y sociales. Incluso, muchos de los sociólogos
que recién hemos mencionado consideran que la sociedad y, junto a ella, la
sociología están cayendo en “una situación de lamentable decadencia,
incluso disolución” (Giddens, 2001, p. 15). En un contexto de crisis de las
grandes teorías sociológicas y de las grandes explicaciones de lo social, el
concepto de sociedad aparece desdibujado, puesto entre paréntesis y
atrapado en una nebulosa que si bien buscaría abarcarlo todo, termina sin
poder explicar la inabordable emergencia de lo social. Se dirá así que “la
sociedad es una construcción, un «espejismo», en el mejor de los casos una
ilusión y una manera entre otras de representar el mundo, un mito y un
espectro que hay que quitarse de encima” (Dubet, 2013, pp. 111-112).

Tomando la expresión eclipse de la idea de sociedad de François Dubet y


Martuccelli (1999), con esta se busca aludir al agotamiento de aquella forma
de representación de la vida social construida por el pensamiento
sociológico clásico, que hoy parece disipada en la inmanencia de una
realidad tan contingente que ya no podría sostenerse ningún planteamiento
sólido sobre lo social. De este modo, lo que se termina sería aquella
representación clásica de la vida social que se había constituido desde
mediados del siglo XIX hasta mediados del siglo XX. Como resultado de tal
eclipse, “el concepto [de sociedad] ha perdido sus límites
(institucionalmente) trazados por la tradición sociológica” (Bauman, 2006,
p. 31). El repliegue de la idea de sociedad aparece hoy de manera más

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evidente bajo el sentimiento de verse inmerso en una permanente crisis
indefinida de la sociedad industrial y salarial, del movimiento obrero y de las
identidades populares, de las instituciones y de las culturas. La idea de
sociedad, si sobrevive, ya no existe más que bajo la forma de la nostalgia de
un pasado, por lo que el mundo contemporáneo acaba por ser “descripto en
términos de una unidad perdida, bajo el ángulo de un mundo que se deshace
y del cual nadie percibe el sentido” (Dubet y Martuccelli, 1999, p. 53).

Por su parte, como bien lo plantea Pablo de Marinis (2005), “las sociologías
actuales suelen ser bastante modestas, es decir, solo toman por ambición
realizar su tarea refinando sus procedimientos y sus teorías, construyendo
nuevos campos de indagación e identificando con claridad los sujetos de
investigación, evitando caer en las viejas y tramposas cuestiones de la
totalidad, la causalidad, la determinación o la verdad” (p. 2). Sin embargo, a
diferencia de ellas,

la sociología clásica… todavía se permitía lanzar definiciones


fuertes, canónicas, acerca de la naturaleza del individuo
socializado, acerca de las notas distintivas de la sociedad que
empezaba a socializarlo bajo nuevas formas, y acerca del
cambio histórico fundamental que barrió con las formas
tradicionales de la vida colectiva y abrió paso a las sociedades
modernas. (Marinis, 2005, p. 2).

En este sentido, resulta importante remarcar la pregunta de Marinis


respecto de

por qué las proposiciones de la sociología clásica acerca de la


sociedad (ese todo de interdependencias estabilizadas y
normalizadas) pudieron formularse precisamente en un
momento histórico en el que las sociedades europeas
mostraban imágenes que bastante poco (o nada) tenían que
ver con la solidaria integración de los desemejantes. (2005, p.
12).

Como afirma Ipola (1992), actuaron “no tanto para dar a lo social
consistencia teórica, sino más bien para deplorar su evanescencia empírica”
(p. 100).

Tal interrogación pareciera rebotarnos hoy en el marco contemporáneo de


la contingencia, la globalización, la liquidez y la evanescencia imaginaria de

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lo social, como si acaso la sociedad moderna de aquellos sociólogos no
hubiera sido siempre un eje problemático para pensar en tanto
configuración desgarrada por la lucha de clases y la explotación, afectada
por diversas patologías sociales como la anomia, la despersonalización o el
individualismo. La sociedad no era un arreglo que daba sentido al mundo,
sino una interrogación pensada en la oscuridad u opacidad:

Señalan los padres fundadores, esa opacidad expresa el


dinamismo de una época en que las ilusiones naufragan ante
la imposibilidad de evaluar con precisión las bondades y
maldades del mundo (Weber, 1998), dibujando un horizonte
que instituye la sensación de perderse en el infinito
(Durkheim, 1997). (Aronson, 2011, pp. 17-18).

Por ello, tal como veremos a lo largo de las próximas lecturas, analizaremos
el recorrido histórico y el mapa de la sociología actual de cómo se ha ido
construyendo y reconstruyendo esta pregunta por la sociedad y sus diversos,
plurales y críticos modos de abordarlo.

Referencias bibliográficas

7
Aronson, P. (2011). La sociología interrogada. De las certezas clásicas a las
ambivalencias contemporáneas. Buenos Aires, AR: Biblos.

Bauman, Z. (2006). La sociedad sitiada. Buenos Aires, AR: FCE.


Berger, P. (1976). Introducción a la sociología. Una perspectiva humanística.
MX: Limusa.

Dubet, F. (2013). El trabajo de las sociedades. Buenos Aires, AR: Amorrortu.

Dubet, F y Martuccelli, D,. (1999). En la escuela: sociología de la experiencia


escolar. España: Losada.

Elías, N. (1999). Sociología fundamental. Barcelona, AR: Gedisa.

Francisco, A. de (1997). Sociología y cambio social. Barcelona, ES: Ariel.

Giddens, A. (2001). En defensa de la sociología. Madrid, ES: Alianza.


Giddens, A. (2010). Sociología (6.a ed.). Madrid, ES: Alianza.

Goulner, A. (1979). Crisis de la sociología occidental. Buenos Aires, AR:


Amorrortu.

Ipola, E. de (1992). La democracia en el amanecer de la sociología. Sociedad,


1(1).

Lista, C. (2000). Los paradigmas de análisis sociológico. Córdoba, AR:


Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, Universidad Nacional de Córdoba.

Luhmann, N. (2011). Las consecuencias perversas de la modernidad.


Modernidad, contingencia y riesgo. Barcelona, ES: Anthropos.

Macionis, J. y Plummer, K. (1999). Sociología. Madrid, ES: Prentice Hall.

Marinis, P. de (2005). 16 comentarios sobre la(s) sociología(s) y la(s)


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http://www.ehu.eus/ojs/index.php/papelesCEIC/article/viewFile/12103/11
025

Mills, W. C. (1997). La imaginación sociológica. MX: FCE.

Roche Cárcel, J. (2009). La sociedad evanescente. Barcelona, ES: Anthropos.

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