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Ver No Es Hablar
Ver No Es Hablar
arte y representación 39
ver no es hablar*
Cinco apuntes para una reflexión, con una posdata
Miguel Morey
Imagen Louis Le Brocquy
hacerse el recuento de todas las palabras por La vista nos retiene dentro de los límites de un diferencia es minúscula, pero muy importan-
las cuales se sugiere que, para decir lo cierto, es horizonte. La percepción es la sabiduría arrai- te. Para Blanchot todo pasaba por una relación
necesario pensar según la medida del ojo gada al suelo, tendida hacia la abertura: es de la determinación [hablar] y de lo indeter-
[M. Blanchot, op. cit.]. campesina en el sentido propio, plantada en la minado puro [ver]. Para Foucault –y aquí él es
tierra y formando nexo entre el límite inmóvil kantiano y no cartesiano [como lo es Blanchot
Pero si hablar no es ver, ¿qué cosa puede
y el horizonte aparentemente sin límite –pacto en esta ocasión]– todo pasa por una relación
ser entonces la verdad?
seguro de donde viene la paz. El habla es la gue- de la determinación y de lo determinable, te-
rra y locura ante la mirada. El habla terrible va niendo los dos una forma propia. Hay una for-
3 Según cuentan los cuentos más solventes, más allá de todo límite e incluso hasta lo ilimi- ma de lo determinable no menos que una forma
en un principio, las palabras, las palabras tado del todo: toma la cosa por donde ésta no se de la determinación. La luz es la forma de lo
de las que aún cabe memoria, las palabras toma, no se ve, no se verá nunca; transgrede las determinable, tanto como el lenguaje es la for-
que decían la verdad pertenecieron a los leyes, se libera de la orientación, desorienta. ma de la determinación. Lo enunciable es una
poetas. Sus palabras daban a ver lo que na- –En esta libertad, hay facilidad. El len- forma, pero lo visible también es una forma.
die jamás había visto, lo que ninguno que guaje hace como si pudiéramos ver la cosa por Aquí es cuando Foucault está obligado a
no estuviera poseído por las Musas podría todos lados. añadir e inversamente, y el e inversamen-
ver: el tortuoso trasiego terrenal de los –Y entonces comienza la perversión. El ha- te no es una pequeña adición, es una trans-
dioses; flechas inmóviles en el aire sobre- bla ya no se presenta como un habla, sino como formación [G. Deleuze, Sobre Leibniz, curso
volando olas que nunca acaban de romper; una vista liberada de las limitaciones de la vis- 1982/83].
un mar que tiene el color del vino; el dolor, ta. No una manera de decir, sino una manera
la cólera, y el buen o mal corazón de todos trascendente de ver. La «idea», primero as- Tomando la heterogeneidad radical en-
aquellos antiguos héroes. Todo cuanto de- pecto privilegiado, se convierte en el privilegio tre hablar y ver como punto de partida,
bía entrar en la cuenta de un buen cuento. de lo que permanece bajo el aspecto. El novelis- lo que Blanchot señala es la errancia so-
Ahí las palabras y las cosas comenza- ta levanta los tejados y entrega su personaje a berana del hablar. Hablar es hablar, nos
ron a emparejarse en un modo que reco- la mirada penetrante. Su equivocación es la de dice, eso es todo. Hablo, simplemente.
nocemos como específico, de otro modo. tomar el lenguaje por una visión, pero absoluta. Lo propio de Foucault es mostrarnos la
Tenemos todavía esas palabras, podemos –¿Usted quiere que no se hable como se ve? pertinencia del envés de esta proposición, su
imaginárnoslo. –Al menos quisiera que no se dé en el len- reversibilidad: hablar no es ver, como ver no
El modo como las palabras de la Trage- guaje una vista subrepticiamente corregida, es hablar. Ver es ver, tampoco tiene porqué
dia dan a ver es otro, mucho más comple- hipócritamente extendida, mentirosa [M. ser nada más, tampoco debe ser nada más1.
jo. Allí vemos la presencia del dolor y de Blanchot, op. cit.]. Si pensáramos en la tarea complemen-
la cólera a la vez que escuchamos sus pa- taria a esa que en Blanchot establece el ca-
labras. Estamos en su presencia, por más Así define Blanchot su tarea: liberar al rácter autorreferencial del lenguaje de la li-
que se trate de una representación. Y ade- lenguaje de su equívoco óptico. Explorar el teratura, esto es, si la pensáramos aplicán-
más, se nos sigue dando a ver lo que sólo espacio literario como el propio de aquello dola al plano de lo visual, ¿cómo imaginar
puede verse mediante las palabras, como a que pertenece únicamente a la palabra, eso una mirada liberada de su equívoco verbal?
menudo hace el Coro, o lo que sólo uno ha que sólo puede ser dicho, lo que sólo existe ¿Cómo encarar la exploración del espacio
visto, como hace el mensajero que entra en porque queda dicho. visual en lo que tiene de específico, el es-
escena con su relato. pacio de lo que sólo puede ser visto, de lo
Según la leyenda, Homero, el gran artista que sólo existe porque es visto, liberado de
apolíneo, era ciego. Como también es ciego 4. Sin duda, podríamos caracterizar así este toda palabra?
el vidente Tiresias o como lo será el mismo tópico nuestro contemporáneo que tene- ¿Existe este espacio, de modo semejante
Edipo. Se diría que la palabra de la Filoso- mos bien sabido. Y sin embargo las palabras a como existe la literatura?
fía establece una relación entre el hablar y de Deleuze al respecto ponen seriamente en
el ver que también ronda las figuras de la duda que eso que creíamos tener bien sabi-
ceguera. Para Platón podemos hablar en do esté lo suficientemente pensado. Escu- 5 Sin duda todos lamentamos por lo general
la medida en que hemos visto (y ése es el chémosle. no poder escuchar ya los primeros compa-
fundamento del logos), y hablamos tan sólo ses de Así habló Zaratustra o La Cabalgata de
para poder reencontrarnos con el auténtico Blanchot puede decir: hablar no es ver, pero no las Walkirias sin que se nos entrometan las
ver (y éste es el fundamento del diálogo). puede decir: e inversamente. No puede decir: imágenes fílmicas correspondientes, una y
Pero este ver sólo es accesible mediante el ver no es hablar. Porque él sólo ha concebido otra vez. De modo análogo, podríamos decir
juego de las palabras. Y se trata de un ver una forma: la determinación, la forma de la que la reacción ante todo intento por velar
interior, que nos ciega ante las cosas tal y determinación, la forma de la espontaneidad con palabras lo que se da a ver, la reacción
como meramente son para hacérnoslas de la palabra. Y la palabra está relacionada en contra de cualquier modo de estar obli-
ver como un pálido reflejo de un modelo con la determinación. Entonces, el ver o bien gados a ver en lo que se ve simplemente el
invisible, pero enunciable. Lo invisible se deslizará en lo indeterminado, o bien sólo correlato ilustrativo de lo que se dice, y nada
es la condición de posibilidad de la visión será una especie de estado preparatorio para más, también esta reacción contraria es un
misma, y cegarnos contemplando el sol el el ejercicio de la palabra. Es necesario ver la tropismo nuestro, contemporáneo.
destino superior de nuestra mirada. Como diferencia con Foucault. Para Foucault hay Que es cierto que también en la otra
es sabido, ahí comienza toda una historia. dos formas: la forma de lo visible y la forma dirección de la frase hay constancia de un
El grito de Blanchot ante esta complicidad de lo enunciable. Contrariamente a Blanchot, lento devenir, que prolifera en este sen-
ilumina su consigna, hablar no es ver, así. Foucault ha dado una forma a lo visible. La tido. Suele decirse que la invención de la
1 En su formulación tópica, tal como Foucault la enuncia no reside jamás en lo que se dice, y por bien que se el que ellas resplandecen no es el que despliega la vista,
con ocasión de su análisis de Las Meninas, reza como quiera hacer ver, por medio de imágenes, de metáforas, sino el que definen las sucesiones de la sintaxis»
sigue: «Por bien que se diga lo que se ha visto, lo visto de comparaciones, lo que se está diciendo, el lugar en [M. Foucault, Les mots et les choses, 1966].
en su necesaria inadecuación, enfrentán- Probablemente, como decía Blanchot al más aburrida de ella. Me refiero a lo que los
dose al idealismo banal que prescribe su principio de estas líneas, ver sea olvidarse filósofos analíticos anglosajones denomi-
correspondencia. A un lado, historias que de hablar. El que calla ve, del mismo modo naron «performativo». Suele decirse que,
no se ven; del otro, espacios y tiempos sin a como en el fondo es la ceguera siempre a diferencia de las expresiones constatati-
historia, en un devenir paralelo que parece quien habla. Probablemente, como adver- vas (las que hacen constar algo que puede
contener tanta o más verdad que el mundo tía también al principio Deleuze, el pen- ser verdadero o falso), las expresiones per-
mismo. Y como ejemplo nos cita a Syberbeg, samiento sea el habitante nómada de esa formativas son aquellas que, más allá de lo
los Straub o la Duras, exploradores, pione- distancia que separa hablar y ver. verdadero y lo falso, hacen algo a la vez que
ros tal vez. Es la apuesta de Robert Wilson lo dicen y con sólo decirlo. Cuando alguien
también, en el teatro, en la ópera incluso... con autoridad para ello dice «Se abre la se-
Resistencia, esperanza. El envite de 6 Una apostilla final. Existen determinadas sión» comienza a existir algo, la sesión, que
Deleuze es político. Y si guardamos un mi- formas de habla con las que se hace patente sólo existe en virtud de lo dicho. Y eso que
nuto de silencio, por nosotros mismos, y que lo que existe sólo existe porque queda la frase hace que conste es además algo que,
pensamos en lo que hace un spot publici- dicho, y que sin embargo no pertenecen a como tal, no se deja ver. Porque se trata de
tario, un logotipo, o una marca con la rela- la literatura sino que forman parte de nues- una relación entre el hablar y el ver muy di-
ción entre hablar y ver, quedará bien claro tra vida más común y, a menudo, a la parte ferente de la que se establece cuando se dice
cuál es ese envite. «Esto es una mesa». En el extremo, ideal-
mente, en el interior de ese espacio que
media entre el «Se abre la sesión» y el «Se
levanta la sesión», todo cuanto puede verse
allí pertenece al lenguaje y sólo al lenguaje.
Y será así en la medida en que todo trans-
curra conforme a lo previsto. Dicho a la vi-
ceversa, lo único que realmente podrá verse
allí es lo que se cuela a través de los poros,
de las fracturas del lenguaje. Si podemos
ver algo, si nos fijamos en algo será porque
nos hemos distraído de la sesión, porque
nos hemos ausentado en una interrupción
del curso del lenguaje, bien porque nos ha-
yamos perdido, bien porque lo que venía
diciéndose resultaba demasiado predecible.
Una réplica de Foucault a los teóricos
del asunto podría servir aquí de compendio
amable de lo dicho hasta ahora, un poco a
la manera oriental, con el buen humor de
las arcaicas artimañas sapienciales zen, por
ejemplo. E igualmente sin esperar respues-
ta. Decía Foucault: una afirmación como
«Te amo», ¿es un performativo? Probable-
mente no tenga el aspecto, el aire de familia
propio a los performativos, no parece dar el
tipo. Y sin embargo es evidente que dicien-
do tal cosa se hace algo, se comienza a amar
de otra manera.
Pero, si de amor hablamos, el espacio
que se abre tras la frase, tanto por imprede-
cible como por imprevisible, todos sabemos
que es completamente otro.