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CBA

arte y representación 39

ver no es hablar*
Cinco apuntes para una reflexión, con una posdata
Miguel Morey
Imagen Louis Le Brocquy

Ver, tal vez sea olvidarse de hablar...


Maurice Blanchot, L´Entretien infini, 1969.

Ver es pensar, hablar es pensar, pero pensar


se hace en el intersticio, en la disyunción
entre ver y hablar.
Gilles Deleuze, Foucault, 1986.

1 Hablar presupone, de alguna manera, la


ausencia de aquello de lo que se habla.
Incluso cuando se habla de algo que está
ante los ojos, hablamos precisamente por-
que presuponemos que hay algo ahí que se
da a ver que el otro no ve, algo que sólo el
hablar alcanzará a manifestar, pero a ma-
nifestar tan sólo como una ausencia en la
mirada del otro.
Y sin embargo, cuando somos nosotros
quienes escuchamos, nos reconforta que se
nos descubra esa ausencia en el momento
mismo en el que queda colmada mediante
una palabra.
¿Por qué?
Tal vez sea esto lo que el hablar tiene de
específico, de insustituible. Lo que hace
que no sea ni grito ni arrullo, ni risa ni
llanto, sino todo a la vez, y seguro también
que muchas cosas más.
Cuando hablamos, hablamos de aquello
que alguien no ve o de aquello que sólo uno
ha visto. Y muy a menudo no dejamos de ha-
blar de lo que no puede verse.
De la verdad, por ejemplo.

2 ¿Qué sería de la verdad sin las palabras?


¿Cómo la entenderíamos sin ellas? ¿Cómo
llamar verdad a la verdad, entonces?
Lo queramos o no, pertenecemos a una
colección de tópicos que nos son contem-
poráneos. En buena medida, son ellos los
que nos dan que pensar. Nos preocupa
saber de dónde provienen, adónde nos
llevan... El tópico que reza «hablar no es
ver» es uno de estos tópicos nuestros, lo
queramos o no. Y, lo queramos o no, afecta
profundamente a la idea que hoy podemos
hacernos de eso que es la verdad.
Su formulación canónica es la siguiente: Human Image, 1996, óleo sobre lienzo, 116 x 89 cm (AR674)

No sé si lo que estoy diciendo dice algo. Sin em-


bargo, es simple. Hablar, no es ver. Hablar libe-
ra al pensamiento de esa exigencia óptica, que,
* La obra de Miguel Morey, Catedrático de la Universidad fos Ángel Gabilondo e Ignacio Castro en torno a Pequeñas
dentro de la tradición occidental, somete desde
de Barcelona, se mueve con una sabia combinación de doctrinas de la soledad (México, Sexto Piso, 2007) , su úl-
milenios nuestra aproximación a las cosas y solidez conceptual, precisión y claridad en el escarpado tima colección de ensayos–, nos dejó este texto inédito.
nos invita a pensar bajo garantía de luz o bajo terreno de la hermenéutica contemporánea. A su paso Las imágenes que acompañan el texto se reproducen por
amenaza de ausencia de luz. Sin duda puede por el CBA –donde mantuvo un coloquio con los filóso- cortesía de Pierre le Brocquy.

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hacerse el recuento de todas las palabras por La vista nos retiene dentro de los límites de un diferencia es minúscula, pero muy importan-
las cuales se sugiere que, para decir lo cierto, es horizonte. La percepción es la sabiduría arrai- te. Para Blanchot todo pasaba por una relación
necesario pensar según la medida del ojo gada al suelo, tendida hacia la abertura: es de la determinación [hablar] y de lo indeter-
[M. Blanchot, op. cit.]. campesina en el sentido propio, plantada en la minado puro [ver]. Para Foucault –y aquí él es
tierra y formando nexo entre el límite inmóvil kantiano y no cartesiano [como lo es Blanchot
Pero si hablar no es ver, ¿qué cosa puede
y el horizonte aparentemente sin límite –pacto en esta ocasión]– todo pasa por una relación
ser entonces la verdad?
seguro de donde viene la paz. El habla es la gue- de la determinación y de lo determinable, te-
rra y locura ante la mirada. El habla terrible va niendo los dos una forma propia. Hay una for-
3 Según cuentan los cuentos más solventes, más allá de todo límite e incluso hasta lo ilimi- ma de lo determinable no menos que una forma
en un principio, las palabras, las palabras tado del todo: toma la cosa por donde ésta no se de la determinación. La luz es la forma de lo
de las que aún cabe memoria, las palabras toma, no se ve, no se verá nunca; transgrede las determinable, tanto como el lenguaje es la for-
que decían la verdad pertenecieron a los leyes, se libera de la orientación, desorienta. ma de la determinación. Lo enunciable es una
poetas. Sus palabras daban a ver lo que na- –En esta libertad, hay facilidad. El len- forma, pero lo visible también es una forma.
die jamás había visto, lo que ninguno que guaje hace como si pudiéramos ver la cosa por Aquí es cuando Foucault está obligado a
no estuviera poseído por las Musas podría todos lados. añadir e inversamente, y el e inversamen-
ver: el tortuoso trasiego terrenal de los –Y entonces comienza la perversión. El ha- te no es una pequeña adición, es una trans-
dioses; flechas inmóviles en el aire sobre- bla ya no se presenta como un habla, sino como formación [G. Deleuze, Sobre Leibniz, curso
volando olas que nunca acaban de romper; una vista liberada de las limitaciones de la vis- 1982/83].
un mar que tiene el color del vino; el dolor, ta. No una manera de decir, sino una manera
la cólera, y el buen o mal corazón de todos trascendente de ver. La «idea», primero as- Tomando la heterogeneidad radical en-
aquellos antiguos héroes. Todo cuanto de- pecto privilegiado, se convierte en el privilegio tre hablar y ver como punto de partida,
bía entrar en la cuenta de un buen cuento. de lo que permanece bajo el aspecto. El novelis- lo que Blanchot señala es la errancia so-
Ahí las palabras y las cosas comenza- ta levanta los tejados y entrega su personaje a berana del hablar. Hablar es hablar, nos
ron a emparejarse en un modo que reco- la mirada penetrante. Su equivocación es la de dice, eso es todo. Hablo, simplemente.
nocemos como específico, de otro modo. tomar el lenguaje por una visión, pero absoluta. Lo propio de Foucault es mostrarnos la
Tenemos todavía esas palabras, podemos –¿Usted quiere que no se hable como se ve? pertinencia del envés de esta proposición, su
imaginárnoslo. –Al menos quisiera que no se dé en el len- reversibilidad: hablar no es ver, como ver no
El modo como las palabras de la Trage- guaje una vista subrepticiamente corregida, es hablar. Ver es ver, tampoco tiene porqué
dia dan a ver es otro, mucho más comple- hipócritamente extendida, mentirosa [M. ser nada más, tampoco debe ser nada más1.
jo. Allí vemos la presencia del dolor y de Blanchot, op. cit.]. Si pensáramos en la tarea complemen-
la cólera a la vez que escuchamos sus pa- taria a esa que en Blanchot establece el ca-
labras. Estamos en su presencia, por más Así define Blanchot su tarea: liberar al rácter autorreferencial del lenguaje de la li-
que se trate de una representación. Y ade- lenguaje de su equívoco óptico. Explorar el teratura, esto es, si la pensáramos aplicán-
más, se nos sigue dando a ver lo que sólo espacio literario como el propio de aquello dola al plano de lo visual, ¿cómo imaginar
puede verse mediante las palabras, como a que pertenece únicamente a la palabra, eso una mirada liberada de su equívoco verbal?
menudo hace el Coro, o lo que sólo uno ha que sólo puede ser dicho, lo que sólo existe ¿Cómo encarar la exploración del espacio
visto, como hace el mensajero que entra en porque queda dicho. visual en lo que tiene de específico, el es-
escena con su relato. pacio de lo que sólo puede ser visto, de lo
Según la leyenda, Homero, el gran artista que sólo existe porque es visto, liberado de
apolíneo, era ciego. Como también es ciego 4. Sin duda, podríamos caracterizar así este toda palabra?
el vidente Tiresias o como lo será el mismo tópico nuestro contemporáneo que tene- ¿Existe este espacio, de modo semejante
Edipo. Se diría que la palabra de la Filoso- mos bien sabido. Y sin embargo las palabras a como existe la literatura?
fía establece una relación entre el hablar y de Deleuze al respecto ponen seriamente en
el ver que también ronda las figuras de la duda que eso que creíamos tener bien sabi-
ceguera. Para Platón podemos hablar en do esté lo suficientemente pensado. Escu- 5 Sin duda todos lamentamos por lo general
la medida en que hemos visto (y ése es el chémosle. no poder escuchar ya los primeros compa-
fundamento del logos), y hablamos tan sólo ses de Así habló Zaratustra o La Cabalgata de
para poder reencontrarnos con el auténtico Blanchot puede decir: hablar no es ver, pero no las Walkirias sin que se nos entrometan las
ver (y éste es el fundamento del diálogo). puede decir: e inversamente. No puede decir: imágenes fílmicas correspondientes, una y
Pero este ver sólo es accesible mediante el ver no es hablar. Porque él sólo ha concebido otra vez. De modo análogo, podríamos decir
juego de las palabras. Y se trata de un ver una forma: la determinación, la forma de la que la reacción ante todo intento por velar
interior, que nos ciega ante las cosas tal y determinación, la forma de la espontaneidad con palabras lo que se da a ver, la reacción
como meramente son para hacérnoslas de la palabra. Y la palabra está relacionada en contra de cualquier modo de estar obli-
ver como un pálido reflejo de un modelo con la determinación. Entonces, el ver o bien gados a ver en lo que se ve simplemente el
invisible, pero enunciable. Lo invisible se deslizará en lo indeterminado, o bien sólo correlato ilustrativo de lo que se dice, y nada
es la condición de posibilidad de la visión será una especie de estado preparatorio para más, también esta reacción contraria es un
misma, y cegarnos contemplando el sol el el ejercicio de la palabra. Es necesario ver la tropismo nuestro, contemporáneo.
destino superior de nuestra mirada. Como diferencia con Foucault. Para Foucault hay Que es cierto que también en la otra
es sabido, ahí comienza toda una historia. dos formas: la forma de lo visible y la forma dirección de la frase hay constancia de un
El grito de Blanchot ante esta complicidad de lo enunciable. Contrariamente a Blanchot, lento devenir, que prolifera en este sen-
ilumina su consigna, hablar no es ver, así. Foucault ha dado una forma a lo visible. La tido. Suele decirse que la invención de la

1 En su formulación tópica, tal como Foucault la enuncia no reside jamás en lo que se dice, y por bien que se el que ellas resplandecen no es el que despliega la vista,
con ocasión de su análisis de Las Meninas, reza como quiera hacer ver, por medio de imágenes, de metáforas, sino el que definen las sucesiones de la sintaxis»
sigue: «Por bien que se diga lo que se ha visto, lo visto de comparaciones, lo que se está diciendo, el lugar en [M. Foucault, Les mots et les choses, 1966].

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fotografía alteró profundamente la tes de previsión de nuestro lenguaje,


relación entre el ver y el dar a ver, y demasiado a menudo parece avanzar
abrió una falla definitiva en todos los en dirección contraria a la que le in-
ámbitos para los que esta relación dican sus orígenes. El nacimiento del
resulta pertinente, desde el domi- cine es el nacimiento de la imagen en
nio del conocimiento científico al movimiento, por supuesto. Pero tam-
de las artes plásticas. La ciencia se bién es el nacimiento de una nueva
verá obligada a asumir, hasta unas relación entre el hablar y el ver, que
últimas consecuencias imposibles de comienza con el mismo cine. Si Edi-
prever, que la escala crea el fenóme- son no se adelantó a Lumière con su
no, al tiempo que la pintura deberá kinetoscopio es, en buena medida,
comenzar a escuchar cómo, ante los porque estaba fundamentalmente in-
lienzos, las buenas gentes se pregun- teresado en conseguir la sincroniza-
tan: ¿Esto qué representa? ¿Esto qué ción entre imagen y sonido. Y es cier-
quiere decir? Lo sabemos. Lamenta- to que el primer cine es mudo, pero,
blemente no siempre se tiene pre- ya en los primeros tiempos, además
sente que el momento fuerte de este del pianista solía haber en la sala un
proceso probablemente sea la apari- locutor que explicaba las imágenes.
ción de la fotografía instantánea, la Se recordará el lamento de Artaud al
invención de la película de emulsión respecto, entre muchos otros: ¿por
rápida. Lo que la célebre foto de Ro- qué el cine tiene que contar histo-
bert Capa, «Muerte de miliciano», rias, por qué tiene que hacernos ver
nos da a ver es lo que nadie ha visto, aquello mismo que se puede contar?
lo que sólo se hará visible a través de Incluso Deleuze, tan decididamente
ella, en ella. Y ninguna palabra puede poco partidario de entender semio-
velarlo porque no cabía represen- lógicamente el cine, como si fuera
tación alguna de ello antes de que un lenguaje, cuando se enfrenta con
existiera, no tenía modelo. No estaba el problema del montaje, no puede
previsto. Ni siquiera habría podido explicarlo sino como una lingüistiza-
ser meramente visto, hubiera quien ción de lo visible, como una sintaxis.
hubiera aquel 5 de septiembre del 36 Sus tres piezas maestras, el plano
en Cerro Muriano. Nadie vio nunca general, el medio y el primer plano
aquella fracción de segundo, y me- (paisaje, bodegón y retrato, para la
nos que nadie el mismo Capa, según pintura) serán así respectivamente
sus propias declaraciones además. Es el nombre (imagen percepción), el
como si hubiera nacido un nuevo ojo. verbo (imagen acción) y el adjetivo
La relación entre el modelo y la copia, (imagen afección), los elementos
la relación entre la imagen o el signo básicos de la frase en esta nueva ver-
y su referente van a encontrar así su balización de lo visible. ¿De nuevo
punto específico de vértigo, y la no- en el mismo sitio, aunque sea de otra
ción de verdad una abertura abisal. manera?
Incluso alguien tan sagaz como La respuesta que nos da Deleuze
Benjamin olvida tener en cuenta esa no es de índole estética sino que tiene
diferencia: que si la imagen automá- que ver con lo que podríamos llamar
tica nos encara con nuestro incons- Human Image, 1996, óleo sobre lienzo, 116 x 89 cm (AR 666) la política de la verdad de una cultura.
ciente óptico, si la imagen automática Tras la conversión en espuria propa-
tiende a la experiencia de choque, es ganda de estas imágenes verbalizadas,
en virtud de ese ojo instantáneo. Del por obra de Goebbels y Hollywood
mismo modo que cuando contrapone en la Segunda Guerra Mundial, co-
esos retratos que, pese al ojo automá- mienzan a surgir líneas críticas con-
tico que los creó, conservan todavía tra la narrativización de lo fílmico.
el aura está hablando de fotografía Como un signo de resistencia, como
de pose, prevista. Es la instantánea la una esperanza. Al cine de acción se
que permite determinar cronofoto- le contrapone un cine videncia, con
gráficamente todos los elementos del el neorrealismo italiano (1948), la
galope del caballo y captar ese instan- Nouvelle Vague (1958) o el nuevo
te de vuelo con todas sus patas recogi- cine alemán (1968). Son películas
das en el vientre, lo nunca visto; como que hay que ver, que ya no se dejan
igualmente es la instantánea la que contar. Porque se trata de películas
hará posible el nacimiento del cine, que van renunciando poco a poco a
otra forma de lo nunca visto también. todo emparejamiento ilustrativo en-
Y sin embargo, el destino del cine tre lo que se ve y lo que se dice, a toda
ha sido bien curioso. Surgido de esa voluntad de redundancia, ahondando
posibilidad de captar lo que sólo pue- en la autonomía de los dos canales,
de ser visto, más allá de los horizon- el auditivo y el visual. Ahondando

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en su necesaria inadecuación, enfrentán- Probablemente, como decía Blanchot al más aburrida de ella. Me refiero a lo que los
dose al idealismo banal que prescribe su principio de estas líneas, ver sea olvidarse filósofos analíticos anglosajones denomi-
correspondencia. A un lado, historias que de hablar. El que calla ve, del mismo modo naron «performativo». Suele decirse que,
no se ven; del otro, espacios y tiempos sin a como en el fondo es la ceguera siempre a diferencia de las expresiones constatati-
historia, en un devenir paralelo que parece quien habla. Probablemente, como adver- vas (las que hacen constar algo que puede
contener tanta o más verdad que el mundo tía también al principio Deleuze, el pen- ser verdadero o falso), las expresiones per-
mismo. Y como ejemplo nos cita a Syberbeg, samiento sea el habitante nómada de esa formativas son aquellas que, más allá de lo
los Straub o la Duras, exploradores, pione- distancia que separa hablar y ver. verdadero y lo falso, hacen algo a la vez que
ros tal vez. Es la apuesta de Robert Wilson lo dicen y con sólo decirlo. Cuando alguien
también, en el teatro, en la ópera incluso... con autoridad para ello dice «Se abre la se-
Resistencia, esperanza. El envite de 6 Una apostilla final. Existen determinadas sión» comienza a existir algo, la sesión, que
Deleuze es político. Y si guardamos un mi- formas de habla con las que se hace patente sólo existe en virtud de lo dicho. Y eso que
nuto de silencio, por nosotros mismos, y que lo que existe sólo existe porque queda la frase hace que conste es además algo que,
pensamos en lo que hace un spot publici- dicho, y que sin embargo no pertenecen a como tal, no se deja ver. Porque se trata de
tario, un logotipo, o una marca con la rela- la literatura sino que forman parte de nues- una relación entre el hablar y el ver muy di-
ción entre hablar y ver, quedará bien claro tra vida más común y, a menudo, a la parte ferente de la que se establece cuando se dice
cuál es ese envite. «Esto es una mesa». En el extremo, ideal-
mente, en el interior de ese espacio que
media entre el «Se abre la sesión» y el «Se
levanta la sesión», todo cuanto puede verse
allí pertenece al lenguaje y sólo al lenguaje.
Y será así en la medida en que todo trans-
curra conforme a lo previsto. Dicho a la vi-
ceversa, lo único que realmente podrá verse
allí es lo que se cuela a través de los poros,
de las fracturas del lenguaje. Si podemos
ver algo, si nos fijamos en algo será porque
nos hemos distraído de la sesión, porque
nos hemos ausentado en una interrupción
del curso del lenguaje, bien porque nos ha-
yamos perdido, bien porque lo que venía
diciéndose resultaba demasiado predecible.
Una réplica de Foucault a los teóricos
del asunto podría servir aquí de compendio
amable de lo dicho hasta ahora, un poco a
la manera oriental, con el buen humor de
las arcaicas artimañas sapienciales zen, por
ejemplo. E igualmente sin esperar respues-
ta. Decía Foucault: una afirmación como
«Te amo», ¿es un performativo? Probable-
mente no tenga el aspecto, el aire de familia
propio a los performativos, no parece dar el
tipo. Y sin embargo es evidente que dicien-
do tal cosa se hace algo, se comienza a amar
de otra manera.
Pero, si de amor hablamos, el espacio
que se abre tras la frase, tanto por imprede-
cible como por imprevisible, todos sabemos
que es completamente otro.

Human Image, 1996, óleo sobre lienzo,


116 x 89 cm (AR677)

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