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Los procesos de apropiación del lenguaje.

Fernando Baralo
Noviembre 2016

Clase 7:

Los procesos de apropiación del lenguaje.

Les propongo recorrer algunos de los caminos posibles para pensar la


apropiación del lenguaje. Para transitar ese recorrido haremos pie
fundamentalmente en la estructura de diálogo, en ubicar diferencias
esenciales entre palabra – lengua – lenguaje, y por último pensaremos
algunas cuestiones referidas a la temática de la apropiación.

Allá vamos…

Vamos a comenzar con la conceptualización de la estructura de diálogo.


No sin antes aclarar que la palabra diálogo se utiliza muchas veces en
sentido liviano, o meramente descriptivo asimilándolo en ocasiones a
una conversación, o también en algunas prácticas clínicas se denomina
diálogo a un “intercambio” verbal donde un adulto le hace preguntas a
un niño, o busca a través de un hablar “relajado” unas determinadas
respuestas. No cualquier cosa es diálogo. Mucho menos pensar la
situación de diálogo como una estructura.

Se trata de una estructura compuesta por dos lugares (descriptivamente


dos). El lugar del que habla y el lugar del que escucha. Estos lugares no
son fijos, debe haber entre ellos alternancia; y los identificamos
siguiendo a E. Benveniste con los pronombres personales “yo” para el
lugar del hablante y “tú” (o “vos”) para el lugar del escuchante.
Agregamos que esta estructura se juega en un campo lingüístico.

La identificación de los lugares o polos de la estructura dialógica con los


pronombres personales (yo y vos) deriva de un análisis profundo de lo
que ordinariamente se engloba dentro de los pronombres personales
yo, tú, él.

Es E. Benveniste quién plantea que la correlación de persona sólo existe


entre los pronombres “yo” y “vos” y está ausente en “él”. La tercera
persona es aquello que está excluido de la situación de alocución.

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Este punto es vital para comenzar a pensar en procesos de apropiación.


La correlación de persona alude a la cuestión gramatical, los pronombres
identifican a la persona gramatical. Quién se enuncia en un lugar de
hablante (yo) constituye diseña un escuchante ,un lugar de interlocutor
(vos) a quién va dirigido su hablar. La tercera persona gramatical (él-
ella) es aquello de lo que se habla.

Veamos un ejemplo sencillo:

Vayamos por un momento a un patio de un jardín de infantes, o a


cualquier plaza y escuchemos a una maestra o a una abuela

“la seño le ata la zapatilla Julián”

o “la abu le ata la zapatilla a la nena”

Obsérvese la diferencia contundente con

“yo te ato la zapatilla a vos”

En los dos primeros ejemplos la “seño” o la “abu” incluso Julián es


aquello de lo que se habla. Pero no hay una tensión, una polaridad entre
ese que se planta diciendo “yo te ato a vos” y aquel que escucha ese
enunciado dirigido, dedicado, exclusivo.

Por otro lado es interesante el análisis del pronombre personal “yo”


desde el punto de vista lingüístico, en términos de referencia. Mientras
que otras palabras se refieren de un modo constante y objetivo a una
determinada noción, supongamos la palabra “mesa”, el pronombre
personal “yo” no constituye una clase de referencia, debido a que no
hay "objeto" definible como “yo” al que pudieran remitir idénticamente
distintas instancias. “Yo” tiene su propia referencia, y corresponde cada
vez a un ser único, planteado como tal. “Yo” significa "la persona que
enuncia la presente instancia de discurso que contiene yo".

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Continuando con el mismo autor y avanzando sobre su


conceptualización central nos encontramos con que: "La conciencia de sí
no es posible más que si se experimenta por contraste. No empleo yo
sino dirigiéndome a alguien que será en mi alocución un tú (vos). Es esta
condición de diálogo la que es constitutiva de la persona, pues implica en
reciprocidad que me torne tú (vos) en la alocución de aquel que por su
lado se designa por yo”.

“El lenguaje no es posible sino porque cada locutor se pone como sujeto
y remite a sí mismo como “yo” con su discurso. En virtud de
ello, “yo” plantéa otra persona, la que, exterior y todo a "mí", se vuelve
mi eco al que digo tú (vos) y que me dice tú (vos) .La polaridad de las
personas, tal es en el lenguaje la condición fundamental. Polaridad por lo
demás muy singular en sí, y que presenta un tipo de oposición cuyo
equivalente no aparece en parte alguna, fuera del lenguaje. Esta
polaridad no significa igualdad ni simetría: "ego" (yo) tiene siempre una
posición de trascendencia con respecto a tú (vos); no obstante, ninguno
de los dos términos es concebible sin el otro; son complementarios, pero
según una oposición "interior, exterior", y al mismo tiempo son
reversibles. Búsquese un paralelo a esto; no se hallará. Única es la
condición del hombre en el lenguaje."

Brevemente, les propongo pensar el camino que recorre un niño-a para


poder enunciarse como “yo”. El camino de la adquisición de los
pronombres personales suele ser: nombrarse como lo nombran
(utilizando su nombre) o “el nene-a”, por lo general se progresa al uso
de un pronombre personal posesivo “mió”, “mí” hasta una vez
alcanzado un entrecruzamiento entre adquisición lingüística y
constitución subjetiva se arriba a poder decir “yo”, a sentirse
representado en esa palabra.

Palabra, lengua y lenguaje.

Después de Saussure, cien años después, parecería difícil que estos


términos pudieran seguir confundiéndose, mezclándose, o siendo
aludidos de modo indiscriminado, tomados unos por otros en un modo
confuso. Pero aun sucede. Por eso propongo detenernos a pensar sobre
los conceptos básicos y necesarios para deslindarlos.

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Vamos a habar de la palabra, y no podemos situarla fuera de la lengua,


mucho menos fuera del lenguaje. Veamos un ejemplo relativamente
sencillo para establecer algunas comparaciones.

Supongamos un billete de 10 australes, como el de la imagen siguiente:

Este billete tuvo curso legal durante en el año 1985 en la Rep. Arg. Luego
de un proceso hiperinflacionario pasó a ser una simple pieza de museo,
algo cuyo valor no tiene ninguna coincidencia con lo que predica su
escritura. A saber, no forma parte del sistema de dinero corriente en
nuestro país, podrá tener valor de recuerdo, de testimonio, de lo que
fuera, pero no cotiza respecto al dólar, ni a otra moneda, no es de curso
legal, está fuera del uso colectivo, si alguien pretendiera comprar una
mercadería y pagar con este billete como mínimo lo tratarían de
estafador.

Podríamos establecer una analogía entre un billete cualquiera y una


palabra.

Así como el billete cobra su valor de las relaciones con otros billetes – el
de uno está en relación con el de diez, con el de cien, con el de mil, se
necesita para llegar a cien juntar cien billetes de uno, etc – del mismo
modo las palabras están en relación a otras palabras que conforman un
sistema. Tenemos una idea bastante clara sobre que significa la palabra
“frío”, pero a poco que empecemos a indagar e interpelar su significado
nos veremos con otras tales como “caliente”, “tibio” etc.

Siguiendo con este ejemplo podemos afirmar que la lengua es el sistema


del cual las palabras forman parte, así como los billetes forman parte del
sistema del dinero. Pero no forman parte al estilo de un conjunto de
elementos metidos todos en la misma bolsa, juntados, reunidos, sino
que lo hacen a través de un ordenamiento particular, eso es lo que nos
lleva a hablar de sistema, ya que cada uno de los elementos que lo
componen está en relación con los demás, su valor se desprende de esas
relaciones.

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Ferdinand de Saussurre, dictó seminarios en los que avanzó


notablemente sobre la conceptualización lingüística. Fueron sus alumnos
los que recopilaron sus explicaciones y las publicaron. Saussure
planteaba el concepto de sistema. Concepto que hoy podemos pensar
como Estructura.

La lengua es entonces un sistema de signos, apoyado en una convención


cultural. Es un tesoro de palabras, un repertorio de palabras y reglas de
combinación. Es un código en el sentido de que porta leyes. No es
posible hablar de cualquier manera, no es aceptable por ejemplo la
incoordinación de genero y/o número: (ej: “los vacas”, “el toalla”, etc).

Al decir que es una convención cultural decimos que su carácter es


eminentemente social. No depende de las voluntades individuales.

El habla en cambio, tiene un carácter individual. En el habla se actualiza


la lengua, se hace acto la lengua, toma cuerpo en el decir singular de un
hablante la convención cultural. Esa entidad abstracta que es la lengua,
que está por sobre todos los hablantes de una comunidad, que a la vez
enlaza a una comunidad, se vuelve por así decir “palpable” se vuelve un
hecho cuando alguien habla. Se actualiza literalmente se hace acto.

Planteado de este modo – estrictamente Sausureano – difícilmente


pueda confundirse lengua y habla, pero nos queda todavía hablar de
lenguaje. (En realidad hasta aquí no hemos hecho ninguna otra cosa).

Permítaseme otra analogía.

Un juego de naipes que los niños aprenden muy tempranamente,


habitualmente enseñado por los abuelos, se denomina “culo sucio”. Es
un juego bastante simple, y que en su versión inicial consiste en retirar
una a una todas las cartas del mazo, hasta encontrar el uno de oro.

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Aquel que a su turno levante esta carta será acusado de padecer lo que
el juego con su nombre insinúa.

A las cartas le podemos corresponder las palabras, al mazo completo la


lengua, al juego el lenguaje.

Al decir que al juego le corresponde el lenguaje, digo que por sobre


cualquier otra consideración, es el lenguaje el que nos permite
desarrollar diversos sentidos, decir de distintas maneras, otorgar a una
misma palabra diversos valores, decir de un referente variadas cosas,
discurrir apareciendo y desapareciendo en los enunciados, ocultar y dar
a ver puntos de vista, enunciar nuestras voces y nuestros colores en el
estilo, las formas, la voz, el cuerpo y las palabras.

Es en el lenguaje y no fuera de él que accedemos a la lengua para


adquirirla y apropiárnosla, es en y por el lenguaje que hablamos usando
la lengua.

El gran juego es el lenguaje porque sin él no hay ninguno.

¿Y desde qué lugar se habla?

Desde el lugar del hablante, que primariamente definíamos como el


lugar de la estructura dialógica representado por el pronombre personal
"yo". Lo cual no significa que el que habla lo haga desde un lugar
pensado como una unidad, como un bloque sin fisuras, compacto,
indivisible. Siguiendo a Bajtím y a Ducrot (inscribiendo el concepto de
ruptura de la unicidad del sujeto hablante) podemos expresar que el que
habla puede ser autor de lo que dice, a veces simple locutor, o que
también en ocasiones se filtran en su enunciados puntos de vista, voces,
otras voces, de otras generaciones que lo precedieron, otros sentidos...
Entonces, tenemos un lugar (desde donde se habla) pero ¿cuántos
lugares contiene ese lugar? Y tenemos otro lugar necesario, el lugar
desde donde se escucha, que primariamente reconocíamos como el
lugar del "tú" (vos) y que siguiendo a Bajtím y a Ducrot podríamos llamar
lugar del alocutario (a quién efectivamente va dirigido) o
de oyente (simple oidor de lo dicho, no necesariamente destinatario)

Lugares desde donde se habla ¿con palabras?

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Al respecto Bajtím afirma:

“La lengua materna, su vocabulario y su estructura gramatical, no


los conocemos por los diccionarios y manuales de gramática, sino por
los enunciados concretos que escuchamos y repetimos en la
comunicación discursiva efectiva con las personas que nos rodean.

Las formas de la lengua las asumimos tan sólo en las formas de los
enunciados y junto con ellas. Las formas de la lengua y las formas típicas
de los enunciados llegan a nuestra experiencia y a nuestra conciencia
conjuntamente y en una estrecha relación mutua. Aprender a hablar
quiere decir aprender a construir los enunciados (porque hablamos con
los enunciados y no mediante oraciones, y menos aún por palabras
separadas). Los géneros discursivos organizan nuestro discurso casi de
la misma manera como lo organizan las formas gramaticales
(sintáctica). Aprendemos a plasmar nuestro discurso en formas
genéricas, y al oír el discurso ajeno, adivinamos su género desde las
primeras palabras, calculamos su aproximado volumen (o la extensión
aproximada de la totalidad discursiva) , su determinada composición,
prevemos su final, o sea que desde el principio percibimos la totalidad
discursiva que posteriormente se especifica en el proceso del discurso. Si
no existieran los géneros discursivos y si no los domináramos, si
tuviéramos que irlos creando cada vez dentro del proceso discursivo,
libremente y por primera vez cada enunciado, la comunicación
discursiva habría sido casi imposible,.

Las formas genéricas en las que plasmamos nuestro discurso .por


supuesto difieren de un modo considerable de las formas lingüísticas en
el sentido de su estabilidad y obligatoriedad (normatividad) para con el
hablante. En general, las formas genéricas son mucho más ágiles,
elásticas y libres en comparación con las formas lingüísticas. En este
sentido, la variedad de los géneros discursivos, es muy grande. Toda una
serie de los géneros más comunes en la vida cotidiana son tan
estandarizados que la voluntad discursiva individual del hablante se
manifiesta únicamente en la selección de un determinado género y en la
entonación expresiva. Así son, por ejemplo; los breves géneros
cotidianos de los saludos, despedidas, felicitaciones, deseos de toda
clase, preguntas acerca de la salud, de los negocios, etc. La variedad de
estos géneros se determina por la situación discursiva, por la posición

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social y las relaciones personales entre los participantes de la


comunicación.”

Lugares desde donde se habla, no estrictamente con palabras, sino con


enunciados. El enunciado es un hecho histórico, es pronunciado en un
momento y un lugar determinados, tiene un locutor, un autor, y voces
que le imprimen sentidos, dirección.

Pero también tenemos lugares desde donde se escucha

"En efecto, el oyente, al percibir y comprender el significado (lingüístico)


del discurso, simultáneamente toma con respecto a éste una activa
postura de respuesta: está o no está de acuerdo con el discurso (total o
parcialmente), lo completa, lo aplica, se prepara para una acción, etc.; y
la postura de respuesta del oyente está en formación a lo largo de todo
el proceso de audición y comprensión desde el principio, a veces, a
partir de las primeras palabras del hablante. Toda comprensión de un
discurso vivo, de un enunciado viviente, tiene un carácter de respuesta
(a pesar de que el grado de participación puede ser muy variado); toda
comprensión está preñada de respuesta y de una u otra manera la
genera : el oyente se convierte en hablante. Una comprensión pasiva
del discurso percibido es tan solo un momento abstracto de la
comprensión total y activa que implica una respuesta, y se actualiza en
Ia consiguiente respuesta en voz alta. Claro, no siempre tiene lugar una
respuesta inmediata en voz alta; la comprensión activa del oyente puede
traducirse en una acción inmediata (en el caso de una orden, podría
tratarse del cumplimiento) , puede asimismo quedar por un tiempo
como una comprensión silenciosa (algunos de los géneros discursivos
están orientados precisamente hacia este tipo de comprensión , por
ejemplo Ios géneros Iíricos), pero ésta, por decirlo así, es una
comprensión de respuesta de acción retardada : tarde o temprano lo
escuchado y lo comprendido activamente resurgirá en los discursos
posteriores o en la conducta del oyente."

Es importante pensar también que el hablante cuenta con una activa


comprensión llena de respuesta, no busca una comprensión pasiva,
busca aprobación, participación, objeción. Busca reconocimiento.

Finalmente me gustaría introducir una última cuestión para pensar.

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Hay elementos del lenguaje que son trascendentes a la palabra. Que van
más allá. Como la entonación. Por un lado les propongo pensar en las
tonadas. Sólo para tomar el territorio argentino podemos observar que
en Córdoba, en Tucumán, en Jujuy, en Mendoza, dicen que en Bs As
todos hablamos con una entonación propia, diferente diversa de la que
otros hablantes aun en territorios a veces no tan distantes. Sin duda hay
en la entonación una impronta socio cultural.

¿Qué pasa con los niños que hablan en Bs. As. “español neutro”?

Cómo llegaron a “neutralizar” ,¿qué cosa? ¿para hablar como


extranjeros? ¿ajenos? .

Tal vez los elementos teóricos planteados hoy nos ayuden a aproximar
una respuesta.

Bibliografía:

Bajtim, M. M. Estética de la creación verbal. Ed. Siglo XXI 1981.

Benveniste, E. Problemas de lingüística general I y II. Ed. Siglo XXI. Bs. As. 1977.

Ducrot, O. Todorov, T. Diccionario enciclopédico de las ciencias del lenguaje. Ed. Siglo
XXI. Bs. As. 1974.

Saussure, F. Curso de lingüística general. Ed. Losada. 1945.

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