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Representación “por” cosa o palabra1

Saúl Paciuk

Vivimos en el seno de un rumiar espontáneo que satura nuestra vigilia y no nos abandona en el sueño,
casi sin palabras, informes, que “absorbe” las solicitaciones externas, que es algo del suelo de lo que
llamamos psiquismo.
Un fondo que se pierde si se queda sin palabras, pero que si se pone en palabras, no logra evitar un dejo
de falta, correspondencia plena entre lo dicho y ese rumiar. Tal es, por ejemplo, el caso del relato del
sueño.
Ese rumiar espontáneo no transcurre caprichosamente, sino que plantea y revisa, una y otra vez, los
asuntos que son nuestros motivos, nuestras pre-ocupaciones, en un incesante giro en torno de lo mismo.
Porque puede hallarse que sigue un curso que sigue a la unidad, es que ese rumiar puede ser visto como
un discurrir, pese a los desconciertos e incoherencias: desde Freud, ellas se pueden entender como
manifestaciones de un mundo latente, secreto, en el interior de nosotros mismos; de un mundo
organizado a cuya lógica particular obedecerían los absurdos de su manifestación. Un mundo que
habría que sacar de su clandestinidad, volviéndolo capaz de conciencia, hablable.
Por que la calidad de conciente de todo discurrir, le viene de ser puesto en palabras, vuelto materia de
soliloquio o de coloquio. Aunque no todo el campo del rumiar sea hablable y parte de él encuentre una
barrera (represión/resistencia) que marca la frontera de lo conciente, de aquello a lo que la palabra no
logra acceder directo sino a través del rodeo de la asociación y la interpretación.
¿Qué significación tiene este énfasis en la palabra y no en las ideas y los conceptos?

Representación “de” representación “por”

Este trabajo retoma algunos temas considerados por el autor en Conocimiento por el psicoanálisis.
(Rev. De la Soc. Colombiana de Psi. Vol. 13, N° 3).
El psicoanálisis ocurre entre palabras2 y las palabras están en el corazón de la respuesta a la pregunta
acerca de cómo lo inconsciente deviene conciente, o de cómo se hace el conocimiento por el
psicoanálisis, en la medida en que sea válido analogar ambas preguntas.
El cómo puede preguntar por la mecánica del hacer conciente, o por la situación en que ello ocurre.
Pues bien, ocurre que en la situación analítica (lo que no quiere decir que no pueda ocurrir en otras), en
una en la que alguien habla, “asocia libremente”, en presencia de otro que a su vez asocia y, en
ocasiones también habla, suponiéndose que no ocurren otras acciones ni dramatizaciones3.
La mecánica, por su parte, también remite al hablar: el análisis se hace hablando y hace conciente
asociando e interpretando, esto es, enlazando contenidos psíquicos inconscientes con palabras, oídas o
dichas, concientes (o concientizables). Más precisamente, “interpolando miembros intermedios
1 Artículo publicado en Revista Relaciones. N° 61. Septiembre de 1989. México.
2 “analizar y analizarse es tomar parte en una tarea que se realiza en el campo del lenguaje”. Sostiene Marta Nieto (De la
técnica analítica y las palabras. Rev. Urug. De Psico. T. XII. N° 3, 1970) Link al artículo:
https://drive.google.com/file/d/0BwzujbfBWr5ocFlBLU9HSGdYY3M/view?usp=sharing
3 Tal como lo pide Freud: “nada ocurre entre ellos excepto que hablan uno del otro”.

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preconcientes”, las “representaciones verbales”4. La interpolación describiría tanto las asociaciones que
va haciendo el analizado y que ponen sobre el tapete su rumiar, como la interpretación (que propone
palabras) de ese rumiar.
Freud habló de “Representaciones de palabra” y llamó a los asuntos nombrados por éstas,
“representación de cosa”.
Tales términos traducen los alemanes Sachvorstellung, Dingvorstellung, y Wortvostellung, pero la
equivalencia es bastante problemática. La traducción francesa es similar, y en castellano se ha agregado
recientemente otra, “representación palabra” y “representación cosa”, combinaciones que resultan
forzadas y para nada explícitas.
Lo de representación “de” lleva a pensar en posesión y, en ese sentido, muchos han entendido que se
trata de pertenencias, partes de la cosa, emisiones, trazas o huellas. ( ) bien el “de” puede entenderse
mostrando la cosa objeto de la representación, con una función de etiqueta.
El caso de la “Representación de palabra” parece ser claro en cuanto a su dificultad. No se habla de una
representación que representa a la palabra, se trata de una palabra misma vista en tanto representación
de la cosa que nombra.
La falta de equivalencia lleva a veces a utilizar los términos en alemán. ¿Pero esta correspondencia
puede llamar la atención y el uso de palabras de otro idioma la cancela? Para nada: cada idioma recorta
los asuntos a su manera y esta manera es intransferible, lo que hace que toda equivalencia sea siempre
parcial. (Después de todo, lo mismo hace la palabra frente a la cosa; recorta desde su peculiar punto de
vista acerca de cuál es el asunto en el que la cosa se inmiscuye). Y si el lector conociera el recorte que
hace el alemán, pues conoce alemán y no necesita traducción.
Como posibilidad expresiva quizás más satisfactoria, proponemos hablar de representación por cosa
(RC) y de representación por palabra (RP), entendiendo la preposición “por” en el sentido de “por
medio de”, “hecho de” (hecho de palabra).

La representación hace visible las relaciones

El “por” podría dar cuenta de los rasgos centrales de la representación; dice que algo encomienda a otra
cosa (o una palabra) la tarea de representarlo, y señala el momento como se ejerce esa representación,
poniéndose en lugar de. Además, a esta preposición le son propios los sentidos de sustitución y
equivalencia (firme por él, toma a su maestro por su padre) hablando en nombre de.
El “por” recogería además, fecunda tensión que surge entre lo representado y su representante; por el
“por”, la representación y la cosa dejan de entenderse como identificadas, consustanciadas, la
representación por cosa o por palabra deja de ser solidaria con “la cosa” representada.
Ahora bien, si se trata de las RC, de representaciones y no de cosas, la palabra viene a representar una
representación.
Pero ¿es que la cosa requiere siempre la palabra? La cosa podría mostrarse por ella misma, ella podría
ser lo que mejor la podría presentar. Pero no es así, ella, por sí misma, no nos ofrece un acceso acabado
sino siempre parcial, apenas alguna forma de fragmento, tal como lo hace su imagen desde una
4 En varios textos Freud plantea el tema. De entre ellos me refiero especialmente aquí a dos: “Lo inconsciente”, de 1915,
y sobre todo “El Yo y el Ello” de 1923. A éste pertenecen las citas.

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perspectiva. Nos muestra una cara por vez, que se convierte en su señal, tan pronto se van insinuando
otras caras.
Pero además de la cosa que se muestra por sí no tenemos más que una indicación elemental y no
conocemos nada, no sabemos “qué” es, apenas sabemos que ella “es”. Freud señala esta pobreza de la
presencia inmediata; lo visual solo proporciona el “material concreto de las ideas y no llegan a tener
expresión visual las relaciones que caracterizan a las ideas”5.
Retengamos esto, que empezamos a saber de la cosa recién cuando se hacen visibles sus relaciones con
otras cosas, cuando la cosa logra establecer puentes, vecindades, simpatías y anticipaciones con otras
cosas con las que se codea (próximas, semejantes, contrarias, etc.) o cuando la cosa puede pasar a ser
entendida como siendo “al modo de” otras cosas. La cosa primera adquiere existencia, realidad, en el
mismo movimiento por el cual arrastra consigo otras cosas, y pasa a representar cosas y éstas a
representar a aquella.
Es decir, se establece una especie de mutualidad por la cual cada cosa aparece en tanto entra en un
circuito de relaciones, aparece por aquello de esa cosa que entra, que es pertinente a ese circuito,
dejando un “resto” afuera, como lo presuntamente mi-pertinente.
Esto se hace presente de la cosa, instaura de otro modo la dialéctica de ausencia y presencia: habla
tanto de lo que la cosa muestra, como de lo que queda ausente en esta mostración actual. Algo que
también está en la palabra que nombra: habla en nombre de, puede nombrar y así presentar a la cosa
nombrada, hace que ella diga “presente”; pero también subraya su ausencia, el que la palabra está solo
en lugar de, que ella toma su lugar porque la cosa no está y dejó su nombre para que la represente, y
quizás para que la hable.
Lo que es decir que la cosa, para decir algo, debe restringirse, recortarse, señalar lo que de ella es
pertinente en un contexto. Porque ella, en su existencia maciza, no pasaría de ser un “algo”, informe
como lo es el sueño que no es hablado. La palabra, el nombre, es precisamente, lo que mejor realiza ese
recorte, lo que dice “qué” cosa de la cosa importa en una situación. Entonces, más que ser una etiqueta
adherida a la cosa, la palabra descentra la cosa, la ubica en un contexto.
Ahora bien ¿Qué inspira la elección del recorte entre los posibles? Es el deseo que se muestra como
realizado lo que justifica cada recorte, lo que muestra cómo ese recorte particular pertenece a la historia
del sujeto.

Un enlace que no es fácil

El enlace RC-RP parecería una operación simple, más simple aún porque se dice que el nombre es
convencional y bastaría apelar a algún recuerdo mítico que bautizó algo y a partir de allí su nombre
sería propio de ese algo, al menos mientras la convención subsista.
Pero bien miradas, las cosas parecen no ser tan fáciles y claras y se puede barruntar que aquella sea una
descripción excesivamente sumaria, que entre cosa y palabra exista un vínculo bien complejo, porque
en buena medida al poner en palabras se opera un cambio sustancial en la propia cosa nombrada.

5 Es bien conocida la circunstancia en que Freud descubre esta suplantación: el juego del carretel que realiza su nieto en
ausencia de su madre al que acompaña con vocalizaciones. Un artículo de Adriana Pengler en que se toca el tema:
https://drive.google.com/file/d/0BwzujbfBWr5oelNNbWpnZVBTV1E/view?usp=sharing

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En efecto, “antes” del enlace con la palabra, la cosa es plena de puras virtualidades, como lo es el sueño
“antes” de volverlo relato, y no es más que eso. Por lo que la cosa y la palabra vienen a definirse a un
mismo tiempo, y la cosa no antecede a la palabra que la representa.
La palabra nombra y al nombrar, define a la cosa, dice lo que ella es, lo que de ella es pertinente ahora,
en vista de lo que pasa. Esto supone un corte en que la complejidad, la multivocidad de la cosa, es
partida, poniendo de este lado lo que la palabra revela como pertinente en el asunto y dejando de lado
lo demás. Lo que hace aquí la palabra es coagular la informidad y fijarla en una de sus posibles
concreciones: hace un juicio (ur-teilen), opera un escisión, y por este recorta y separa lo que sería
relevante, crea la cosa. Este congelamiento y recorte, presencia y ausencia, parece ser lo que es tenido
en vista cuando hallamos insatisfactorio el relato del sueño comparado con su presunto contenido en el
momento de ser soñado6.
En lugar de agregado entonces, deberíamos hablar de una transformación (e incluso, de un remplazo)
de la cosa por la palabra, ya nunca será lo que era, si es que puede decirse que antes era. La puesta en
palabras no solo lo indica, etiqueta, sino que hace una “representación” de la cosa.
Esta representación por la palabra puede ser entendida como nombre más o menos aislado, con una
correspondencia biunívoca entre la cosa y la palabra.
Es comprensible que el hablar se pueda ver como enlace de palabras y cosas; sería lo que se hace, por
ejemplo, al identificar nombrando. La palabra que nombra (o un grupo de ellas), en definitiva, una
cierta fórmula motriz, audible o no, puede ser una especie de etiqueta que señala de modo preciso un
cierto objeto, y que tiene lugar en el marco de un universo de nombres y de referencias inventariado
por el diccionario. Aquí la palabra es signo de la cosa a la que esa palabra parece pertenecer, y ella
realiza el milagro de decir de que se trata, de presentarla, y en el mismo acto y al mismo tiempo,
enmudecer, dejar de oírse ella misma en beneficio de la cosa nombrada. Presenta a la cosa dejándose
oír, y se ausenta en ese mismo acto, para que hable la cosa.
Tendríamos así una palabra hablada7, que se desvanece, que no tiene peso propio, que vale apenas
como sonido, la que etiqueta indica y calla.
Pero además tenemos una palabra hablante, que representa a la cosa, pero lo hace con una voz que le es
propia y no se confunde con la de la cosa de la que habla: la recorta. Esta palabra no es una mera
pertenencia de la cosa, su adhesión es todavía menor, porque la palabra tanto como dice a la cosa, la
excede, la dice hablando de otras cosas y también de sí misma, resta y también agrega lo que es de
cosecha de la palabra, su propio contenido. Y además, habla a otro, comunica con un mundo y con
gente.
Entre hablado y hablante, la palabra también puede valer como cosa. Cuando ella solo habla de sí,
cuando vale como sonoridad y ya no importa lo que pueda significar, ella pasa a oírse como cosa entre
otras cosas, y puede entrar en un juego sonoro sin sentido, unida a otras vocalizaciones, relacionándose
con ellas, con valencias tales como la rima.
No deja de ser curioso, que una misma vocalización pueda vivir en varios registros tales como:
presentarse a sí misma, hablar de una cosa que no es ella, hablar de un mundo.

6 En alemán, en cierta medida, juicio y escisión se equivalen. Y para Melanie Klein, la escisión es la operación más
recurrida cuando se trata de alcanzar un grado notable de claridad.
7 En la “Fenomenología de la Percepción” (Capítulo “El Cógito”) Merleau-Ponty utiliza los términos hablante-hablada
para distinguir dos momentos de la palabra. Tomo de allí las expresiones, pero con matiz ligeramente diferente.

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Hasta alcanzar la “cosa en sí”

Lo distinto de las representaciones es, precisamente, que ellas traen consigo un mundo de relaciones. Y
es esta pléyade de representaciones que hablan de relaciones que es el discurrir, lo que remite a “la
cosa”, inconsciente que está más allá de cada RC concreta, que es lo que la RC representa, y que
contiene, plegado, y que se hace necesario desplegar en el trabajo analítico por el trabajo de RC con
RP, en una cadena de representaciones.
¿Cómo son sus eslabones? Lo que representa a la “cosa” son representaciones por cosa que la
recuerdan, sumarias indicaciones que recuperan una presencia que es del sujeto a la cosa y de la cosa al
sujeto, y que son tanto objetos como temas, asuntos, preocupaciones. Un objeto, un olor, un gesto, un
color, una luz, todo puede ser una pista, el arranque de un hablar de “la cosa”, y este hablar es
desarrollar su contenido: mostrar sus relacionamientos. De modo que a la vez que pasamos de una cosa
a otra, estamos siempre frente a la misma “cosa”. Lástima que a pesar de tanta información, no
sepamos claramente y de inmediato qué es esta “cosa” última de que se trata, y que debamos esperar
todo un largo merodeo para -apenas- vislumbrarla, tras mucho hablar acerca de ella. La cadena de
mediaciones o bien parece no tener fin, o bien terminaría en una presunta “cosa en sí” (quizás al modo
kantiano) más allá de las palabras, inefable a la que las representaciones tanto nos acerca como nos
tiene a distancia. Porque, se dice, una misma fábula admite diferentes relatos, cada uno de los cuales
pone de relieve un aspecto y silencia otros, y la fábula queda como el universo de lo contable, una
especie de cosa quizá incognoscible que está tras la apariencia y es su soporte
A esta forma de entender puede contraponerse otras según la cual los varios relatos posibles no son
excluyentes, cada uno no es ajeno a los otros. Si el relato es dicho para que el auditor se haga “su”
representación del asunto, en este decir ya está implícito que quien escucha conforma su versión de la
fábula y el diálogo nace de esta divergencia. Las otras versiones de la fábula no son abstractas o
potenciales, ni están esperando ser habladas: más bien ellas son actuales y las realiza el interlocutor, el
cual, como lo enseñó el conocimiento de la identificación proyectiva, también puede animar
“directivas” implícitas en el relato del hablante, como si fuera “hechura” de éste 8. Lo cual hace del
hablar, un asunto de comunicación.

Etiqueta, descripción, fantasía.

Como lo que nombra la palabra hablada o muestra la imagen no es de por sí claro, se la tomo como
símbolo. Y quien oye la palabra, recurre a un código de traducción establecido, una simbólica, que
aclara que quiere decir, sin necesidad de escuchar más a quien la pronunció.
Lo que no basta para volverla hablante. El nombre, esta palabra solitaria, no llega lejos, porque lo que
ella contiene más bien no se comprende si no se ancla en un contexto propio, y el recurrir a unoi
general, como lo hace la simbología, no ayuda. De allí que se le deba interrogar y se le pida que
explique lo que implica, que deje de ser tan muda como es una imagen sin las palabras que hablan de
ella, que la rodean y desentrañan. La descripción ejemplificaría este segundo nivel, el de la
escenificación, porque la cosa nombrada no está sola y suspendida en el aire, tiene un contexto, arrastra
consigo otras cosas, tiene compañía.

8 La identificación proyectiva sería la vía para tal “hechizo”, según lo descubre Melanie Klein en “sobre identificación”.
Un desarrollo del tema puede hallarse en “Actuar, hablar, identificar” (Paciuk, Rev. Urug. De Psic. N° 56). Link al
artículo: https://drive.google.com/file/d/0BwzujbfBWr5oUmFsaHhQeGxfTjQ/view?usp=sharing

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Pero no es suficiente. Porque la escena que se describe no está congelada, tiene un pasado, es el
desenlace de algo, apunta a algo o busca evitarlo, ha tenido o no presencias anteriores en la vida del
sujeto. El relato, el cuento, se hace entonces la forma que toma la palabra, relato que en psicoanálisis
recibe el nombre de fantasía, una “representación”, en el sentido teatral del término, en el que importa
acentuar que ya no importa la arqueología, el recuerdo, sino que lo contado pudo ser algo que no tuvo
otra realidad que la aspiración. Y en este cuento, menta un mundo, el llamado “mundo interno” del que
habla Melanie Klein9.
La palabra solo se hace hablante cuando habla de relaciones, cundo, como palabra aislada o como
relato, comunica, desde que aclara de que se trata, o da su contexto, o cuenta su historia. Este carácter
organizador de la palabra es evidente, cuando la cosa de la que se trata se presenta como nueva o poco
nítida; en estos casos se “busca” hasta optar por un nombre como plausible, basado en algunos detalles.
A partir de ese momento la cosa empieza a mostrar una organización que antes no era vista, y a medida
que se descubren estos rasgos de unidad, más se va confirmando lo apropiado de la palabra pro-puesta.
Esto es precisamente lo que hace la interpretación, al menos en el marco del psicoanálisis. Ella pro-
pone una fantasía que da una forma al rumiar informe del analizado y a partir de esta palabra tentativa,
él se estructura de modo tal que, en el mejor de los casos, esa fantasía se ve confirmada por su
enriquecimiento con detalles y ampliaciones.
Al parecer por la palabra la cosa que nos interesa aparece por sus relaciones y así es como mejor
trasciende su singularidad y su actualidad, se integra a un mundo y a una vida. Es entonces la
protagonista de un cuento, de una fantasía que habla también de su historia, de dónde es que viene y
para dónde es que va.
El cuento, el relato, la fantasía, lejos ya del mero nombrar hacen de la RP y de la RC, el recuerdo de
una cierta cosa que estaría más allá de las RC que la representan, siendo las RP las que delimitan lo que
queda a un lado y al otro, allá y acá.
Al menos en lo que hace al psicoanálisis, la familia que integra el “como sí”, la metáfora y el mito,
constituyen los modos de discurrir de lo real, mundano o psicológico, a lo que el propio Freud ya
apuntó con su célebre “los instintos son nuestra mitología”.

La palabra hablante comunica

No habría modo de salir de cierta tensión entre cosa y palabra. Si la cosa se presenta por sí, por su
imagen o por su mero nombre, es muda. Si ella es lo que es, es porque está representada.
Pero si es representada, de algún modo se nos escapa: porque este mediador que es la palabra recorta,
tergiversa y agrega.
El de la representación es un problema que cobra vuelo en el mundo moderno a partir de la vida social,
en la que la representación resulta también ineludible.

9 Esta progresión -nombre, descripción, relato- señala momentos de cambios en la técnica y la teoría psicoanalítica, desde
la asociación de palabras hasta el tomar la fantasía como la unidad de lo mental, reuniendo en un cuento a actores,
trama, relación, defensas, impulsos. Estas fantasías configuran el “mundo interno”, la visión de la interioridad como
mundo poblado por personajes que “viven su vida” (y no como juego de fuerzas, ideas y afectos) que propone Melanie
Klein. Este mundo interno guarda complejas relaciones con el que pasa a definirse como mundo externo.

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¿Cuánta abnegación podrá tener el representante en su tarea?
¿Algo así no habrá de contaminarla?
Por cierto que sí, agrega algo que le pertenece solo a él y no a la cosa. Lo que hace su tarea más
compleja e importante es, precisamente, lo que pone de sí.
Podemos resumir esta tarea diciendo que la palabra como representante, comunica, y es necesario dejar
resonar este término para visualizar su riqueza.
El analizado habla en un esfuerzo por darse a conocer a sí mismo su rumiar, por expresarse y por
hacerlo en palabras; y este acto se confunde con el intento de manifestarse a otro, de modo que se
comunica consigo mismo y con otro(s).
Puede hacerlo porque las palabras comunican, porque aún el mero nombre, al decir de qué se trata está
diciendo a qué clase de cosas pertenece el asunto de que se habla, y con ello destaca la comunidad de lo
actual con el pasado -con otras presentaciones de lo mismo en la vida del sujeto- y con el mundo,
porque dice que esto del sujeto es de la misma clase de todo lo que se puede llamar del mismo modo. A
lo cual Freud, ya apuntó cuando en el final de la “histeria” señala que “adelantamos mucho si
conseguimos transformar su miseria histérica en un infortunio corriente”, es decir, común,
comunicable.
A esta fuente de tensión se le puede sumar otra, la palabra puede estar tentada de romper sus anclajes
en la cosa y de ser validada solo en el contexto del discurso, entonces ya no se habla, sino que se juega
con las palabras, y el hablar corre el riesgo de ser mero ingenio, palabra vacía.
Pero no hay aquí algo así como una diferencia de esencias: nada dice cuál palabra es vacía o plena
antes de ser arrojada, de ser pronunciada, de arriesgarse a ser. Y es plena por ser representación, por
hablar de lo que no es ella misma.
Una alternativa igualmente falsa se plantea en torno a la representación, cuando se la considera
empobrecida frente a la “cosa” que representa. Si bien la recorta, también le aporta lo que la hace llegar
a ser lo que es y así la saca de sus mutismos forzosos 10. Sería difícil aquí hacer un balance de pérdidas y
ganancias, sobre todo porque la cosa no tiene alternativas reales: o es representada o... ¿Qué?
Separado de su representación por cosa o por palabra, el saber de la cosa es ilusorio e inconsciente. En
cambio, saber por su representación, es saber de ella en situación y en el marco de su historia, es saber
de su modo de darse, de su presencia a nosotros y de cómo nos hace sentir en su presencia. Por su
representación y por lo que “su” representación deja afuera, obligando al rodeo asociativo.
Freud cambió la visión de esta “cosa”. Dejó de ser lo inefable en cuyo nombre desacredita la
representación; lo tenido en vista pasó a ser el intersticio entre representaciones, lo que deja el cerco
represión/resistencia. Es decir, la articulación del problema, de “lo otro” (la cosa) con el problema “del
otro”. Lo cual invita a buscar la oportunidad de retomar la reflexión.

10 En filosofía, sobre todo en los cartesianos, hallamos este concepto de la representación (que entienden como idea y no
como palabra, y que a veces aparece también así en Freud), como expresión de un contacto imperfecto, fallido, con la
cosa, ya que el espíritu solo conoce ideas, las que aún pueden surgir en ausencia de la cosa, como en el sueño, al modo
de la percepción o de la intencionalidad de la conciencia que sostiene la Fenomenología. En el presente artículo, se
sostiene que las representaciones conforman a la cosa, no son gratuitas ni sus emisiones.

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