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y-despues/
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La cuarta premisa sostiene que nuestros discursos no pueden
sustraerse de sus condiciones de posibilidad: nuestros análisis,
nuestras propuestas, nuestras críticas, se inscriben en las condiciones
que la geografía y el tiempo histórico ejercen sobre nosotros. Siendo
así, resulta imposible soslayar la pandemia desatada al comenzar el
año 2020, experiencia inédita para todas las generaciones que habitan
los distintos lugares del planeta. Se trata de una irrupción que produjo
desorientación, no solo del sentido común, sino también de los
gobiernos y de cientistas sociales y políticos, quienes plantearon con
certeza absoluta –y también antagónica– aquello que no podían
fundamentar empíricamente: que se trataba de una gripe más
(Agamben, 2020), que el virus mataría al capitalismo y el socialismo
sería inexorable (Zizek, 2020), que la pospandemia asistiría a la
profundización del capitalismo (Han, 2020). Todo ello, al mismo tiempo
que el virus enviaba a sus casas a más de tres mil millones de personas
en el mundo.
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De cualquier modo, lo seguro es que habrá un tiempo de pospandemia,
sin demasiado lugar para vaticinios exóticos, y que desde ya requiere,
en cambio, pensar qué sociedad y qué Estado queremos y podemos,
desde nuestros lugares, colaborar a construir. Cuando menciono
“desde nuestros lugares”, me ubico en el campo de la intervención
social, entendido como la conflictiva intersección de tres esferas de la
vida social: los procesos de reproducción cotidiana de la existencia; los
procesos estatales de distribución secundaria del ingreso –que siendo
estatal, pero permea al conjunto de la sociedad–; y los sujetos que –
dada su posición en el espacio social– tienen dificultades para afrontar
la reproducción cotidiana de su existencia por sus propios medios
(Aquín, 2013). Las dificultades no refieren solamente al orden
económico o material, son también afectivas, de información, de
capacitación y vinculares, entre otras.
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que se atraviesa. Al decir de García Linera (2020), los Estados son las
únicas instituciones que han tenido la fuerza moral, cultural y
organizativa para improvisar medidas de protección o reforzar antiguas
medidas.
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¿Estamos mal pero vamos bien?
Podría conjeturarse, por tanto, que están dadas las condiciones para la
constitución de una suerte de nuevo sentido común, fragmentario,
quizá temporario, quizá no puesto en palabras, o puesto en palabras
propias del sentido común. A modo de ejemplo: ¿quién podría hoy
sostener la necesidad de privatizar el sistema de salud? ¿Quién
sustentaría una posición que propicie reducir el presupuesto destinado
a Ciencia y Técnica? Otro ejemplo: una buena porción de nuestra
población se pregunta qué hubiera sido de nosotros y nosotras si la
pandemia se desataba durante el gobierno de Cambiemos.
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De manera que a la pregunta del subtítulo podríamos responder
diciendo que podremos “ir bien” si interventoras e interventores
sociales y políticos que trabajan en la construcción de mayor simetría
en las posibilidades de ser, se proponen consolidar algunos contenidos
hoy débilmente presentes en el seno de la sociedad. En esta
perspectiva, las políticas sociales juegan un papel de gran relevancia y
encarnan en sujetos concretos que tienen una autonomía relativa para
definir su direccionalidad y condicionar los efectos que tales políticas
imprimen en la subjetividad.
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y que pueden ser individuos, grupos, instituciones e incluso prácticas.
Junto a estos procesos existen otros que no son de tipo material, pero
que también producen y reproducen la dominación: se trata de los
sistemas discursivos, las representaciones sociales, ciertas
cosmovisiones que naturalizan las relaciones sociales, económicas y
culturales vigentes. En ocasiones, estas operaciones, prácticas y
sistemas perceptivos generan distinciones que asignan atributos a las
personas dentro de ciertos esquemas de jerarquías, y que terminan
siendo percibidas como “normales”. De modo que la intervención de
las y los agentes sociales y políticos, tanto en la esfera público-estatal
como público-societal, es orientada por las políticas sociales que, tanto
en su intencionalidad como en el mecanismo de construcción, están
condicionadas por el tipo de Estado, el modelo de desarrollo y las
visiones de sujeto y de sociedad que desde estos modelos se plantea.
Pero también por los modos concretos de percepción, conocimiento y
asunción de estos modelos y de las demandas públicas por parte de
quienes implementan las políticas, y que sostienen determinadas
posiciones y disposiciones frente a tales políticas. Por lo que –en
términos weberianos– quienes implementan y encarnan los objetivos
de las políticas sociales también están “condenados a elegir”. Ello es
así porque están en posición de otorgar un lenguaje y un significado a
las necesidades, de interpretarlas, de construir un discurso sobre las
mismas y de propiciar –o no– la distribución de satisfactores, de definir
–o no– una perspectiva de derechos en su intervención, de mantener
el viejo principio del merecimiento o de abrir caminos hacia una
sociedad más justa. Dado que el Estado define los lineamientos y
objetivos de las políticas sociales, son sus agentes quienes –a nivel
público-estatal o público-societal– facilitan u obstaculizan el encuentro
de los sujetos con los objetos de su necesidad, y quienes propician
interpretaciones que naturalizan o que cuestionan la desigualdad.
Síntesis y propuesta
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efectos en el modo y la calidad de la atención de necesidades de
poblaciones específicas. Se trata de procesos de confrontación y
negociación que cristalizan en políticas sociales, que por ello mismo
pueden ser consideradas como expresión de relaciones de fuerza en
los procesos de lucha por las necesidades, en tanto pueden
considerarse como una forma particular de vínculos sociales entre las
instituciones que facilitan –o restringen– el acceso a bienes y servicios
necesarios para asegurar la reproducción social.
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Siendo adecuado en los momentos que vivimos enfatizar en las
políticas de cuidado, es deseable, mirando hacia la pospandemia,
trabajar hacia la diversificación de las voces que interpretan las
necesidades y que están dispuestas a otorgarles legitimidad; caminar
hacia la constitución de una nueva estatalidad, capaz de poner nuevas
estrategias y nuevas palabras allí donde se presentan nuevas
situaciones. Este no es un problema instrumental, sino
fundamentalmente político, en el que habita la necesidad de eficacia
en la prestación de servicios, pero también la capacidad de resolver los
conflictos en pro de las mayorías, propiciando la desmercantilización
de los servicios, de modo de generar posibilidades a través de las
cuales la población pueda ganarse la vida sin depender directamente
del mercado; y ampliando el campo de los derechos sociales, tanto en
titularidades como en provisiones. A propósito de estos conceptos,
Dahrendorf (1993) designa como titularidad al conjunto de derechos
reconocidos, es decir, aquel conjunto de bienes cuya demanda y acceso
están legitimados; y define como provisión a los bienes tanto
materiales como no materiales sobre los que se ejerce dicha
titularidad. La ampliación de derechos sociales se expresa a través de
la transferencia de bienes –monetarios o de otra índole– a la población
más desfavorecida.
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En el camino ineludible de elegir, propongo definirnos –aun
reconociendo el conjunto de condicionantes que rodean a la
implementación de las políticas sociales– por una mediación activa
orientada hacia la dimensión comunitaria del Estado, reponiendo y
garantizando derechos, ampliando el acceso a la información y a la
participación. En definitiva –y parafraseando a Diego Tatián (Página
12, 15-9-2014)– pensar y actuar las políticas sociales como un trabajo
colectivo orientado a disminuir privilegios en favor de la ampliación de
derechos, y a una sostenida producción de igualdad –que es, por
definición, inagotable– colaborando de este modo a dotar de realidad
a las libertades, que de otro modo no lo serían, o lo serían para unos
pocos.
Referencias bibliográficas
Fraser N (1991): “La lucha por las necesidades. Esbozo de una teoría
crítica socialista-feminista de la cultura política del capitalismo
tardío”. Debate Feminista, 3. México.
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Santos B de S (2020): La cruel pedagogía del virus. Buenos Aires,
CLACSO.
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