recibiendo todo tipo de estímulos que sumados a nuestras experiencias vividas han llenado la mente de toda clase de prejuicios. Estos prejuicios nos inducen a actuar siguiendo determinados patrones y por supuesto obteniendo ciertos resultados, muchas veces en contra de lo que realmente queremos. La palabra prejuicio viene de prejuzgar, pero veamos qué significa exactamente según el diccionario:
Prejuzgar: “Acción o efecto de juzgar las cosas
antes de tiempo o sin tener cabal conocimiento de ellas”.
Juzgamos basados en creencias que
consideramos nuestras pero que en realidad no son más que ideas obtenidas sobre la base de esos estímulos impuestos desde nuestra niñez. Los mismos no nos pertenecen ni nos definen como personas y, entender eso, es el primer paso para librarse de ellos. Es sorprendente cuanta gente, ante una dificultad de carácter, se dice a sí misma “yo soy así, qué va a hacer”, creen, firmemente, que su carácter es fijo a tal punto que es imposible de cambiar. Sin embargo se puede aseverar que todo absolutamente (incluido el ser humano) está en constante cambio, acaso no nacemos, crecemos, envejecemos y finalmente morimos. ¿Por qué pensamos entonces que nuestra mente y, particularmente, nuestro carácter no se rigen por la misma regla? Si en realidad todo se encuentra en constante cambio debemos asumir que nuestra mente también, por lo tanto, tenemos el poder de cambiar rasgos del carácter que a simple vista parecen inamovibles. Indudablemente surge la pregunta: ¿cómo puedo cambiar?, ¿qué debo hacer? Para lograr un cambio verdadero y sustentable en el tiempo, es decir que sea para siempre o al menos hasta que queramos cambiar nuevamente, debemos comenzar por estudiar nuestro pasado con un ojo crítico centrado en observar que clase de estímulos nos han sido presentados y en que patrones de conducta los hemos transformado. Una vez que sabemos cuáles son nuestros patrones actuales de conducta y de donde provienen, podemos trabajar en cambiarlos, simplemente modificando nuestros pensamientos, diálogos internos y acciones de manera consciente. Podemos cambiar, solo debemos primero saber por qué, exactamente, hacemos lo que hacemos y luego decidir remplazarlo por lo nuevo que deseamos realizar. Es nuestra elección. Depende solo de nosotros… ¿qué vamos a hacer?
Continuando con la búsqueda de nuestro
Propósito, examinaremos los dones desde diferentes ópticas, que nos permitirán tener una mayor comprensión facilitándonos descubrirlos y desarrollarlos en pos de alcanzar nuestro propósito de vida; ese es el tema del próximo capítulo.