No son posibles los grandes cambios en el destino de la
humanidad hasta que tenga lugar un gran cambio en la constitución fundamental de su modo de pensar J. S. Mill
Este curso es la culminación de varios años de
trabajo e investigación surgidos a partir de un hecho que marcó mi vida, una situación límite que me llevó a replantearme hasta la propia existencia y derivó en una búsqueda de sentido y trascendencia. La presente obra está dirigida a todas aquellas personas que desean tener una vida diferente, con un verdadero sentido, dejar un aporte significativo al mundo y a la vez alcanzar la plenitud y la felicidad. Lo que estudiaremos no es de carácter popular con simples consejos. No encontraremos fórmulas ni recetas, puesto que, desde mi punto de vista y apoyado en mis investigaciones, tales planteos no funcionan. En su lugar hallaremos principios universales que nos iniciarán por un camino de descubrimiento rico en posibilidades y plagado de dicha en cada paso. Estos principios literalmente tienen el potencial de transformar nuestra vida y la de todos aquellos que de alguna manera están ligados a nosotros.
La felicidad
Desde los albores de la humanidad el hombre
desea por sobre todas las cosas alcanzar la felicidad. Los demás deseos -salud, riqueza, poder, belleza, incluso amor- son solo deseados por pensar que nos proveerán esa felicidad. Sin embargo, si todos deseamos lo mismo, ¿por qué llevamos vidas tan diferentes? Esta pregunta me ha obsesionado a tal punto que pasé los últimos años investigando su respuesta y desarrollé lo que posteriormente denominé la Ley del Propósito. La mayoría de nosotros padecemos lo que algunos denominan ansiedad ontológica y que otros gustan llamar angustia existencial. Básicamente es el sentimiento de que la vida carece de sentido, donde nos preguntamos: ¿para qué vivimos?, ¿cuál es el fin?, y no encontramos ninguna respuesta que nos brinde consuelo. La vida, simplemente no vale la pena, porque nada parece tener sentido, todo produce la sensación de que se trata de una serie de sucesos, desafortunados algunos y agradables otros, que no alcanzan a llenar ese vacío interior, esa necesidad de sentir que somos importantes por algo, porque todo tiene un propósito. Luego nos preguntamos por qué no logramos todo lo que nos proponemos y por qué no vivimos una vida plena y feliz. Cuando somos adolescentes vivimos ignorantes, llenos de esperanza y plagados de sueños, pero al llegar la adultez y con ella la madurez, tarde o temprano nos enfrentamos a un duro cuestionamiento interno:
¿Esto es todo? ¿Hay algo más? ¿Mi vida tiene algún sentido?
Más aún cuando llegamos a la vejez, sintiendo
que se nos escapa la vida, surgen preguntas aun más duras, porque tienen un tinte de reclamo:
¿Se me pasó la vida?
¿Dónde está la felicidad que he estado esperando? ¿Qué he dejado para las futuras generaciones? ¿Cuál fue mi aporte al mundo? ¿Por qué no he hecho nada con mi vida? ¿La he desperdiciado?
Triste sería que la respuesta inevitable fuera que
sí, que hemos desperdiciado nuestra vida y que nos vamos de ella con las manos vacías, debido a que pasamos la mayor parte buscando cosas sin importancia como dinero, lujo, posesiones, poder, prestigio, sensaciones, todas externas, olvidando que la verdadera felicidad nace de una búsqueda interna y nada tiene que ver con lo exterior. Paradójicamente cuando nos centramos en nuestro interior y nos desprendemos de los resultados materiales estos aparecen como una especie de efecto colateral, el corolario de un trabajo bien hecho y de una vida correctamente orientada. La felicidad proviene de tener un propósito, un fin que rija nuestra vida, que dé validez a todas nuestras acciones, que nos brinde el gozo de estar cumpliendo una misión importante, que nos beneficiará a nosotros pero fundamentalmente, que beneficiará a los demás. Cuando una persona tiene algo importante que ofrecer al mundo, se siente necesaria y esa es una de las mayores fuentes de felicidad, el saber que lo que uno hace es vital para otros. La clase de gozo que produce ese sentimiento no se encuentra en ninguna otra cosa. Tarde o temprano (más tarde que temprano) nos damos cuenta de que luego de cada éxito en la obtención de cosas externas, el descontento regresa, simplemente porque seguimos sintiéndonos infelices y es entonces cuando entendemos que redoblar los esfuerzos por conseguir más, no traerá ningún resultado. Aprendemos que las posesiones externas no aportan ni un “gramo” a la felicidad, solo hacen más soportable la falta de sentido en su vida. Con esto no quiero decir que no sea bueno lograr metas materiales; por el contrario, cuando encontramos el verdadero sentido a nuestra vida y nos disponemos a seguirlo sin importar los resultados externos estos aparecen de la nada y con gran ímpetu, y seremos feliz por vivir con propósito y no por los éxitos. Es más, incluso disfrutaremos de ellos porque tendremos la sensación de que nos los hemos ganado y los sentiremos como un premio bien merecido por nuestro aporte a la sociedad. Encontré que la mayoría de las personas llegamos a un punto de nuestra existencia en el que sentimos una profunda insatisfacción porque nos percatamos que hemos malgastado nuestra vida, la cual ha transcurrido sin un significado que la valide. A medida que pasan los años esa insatisfacción se incrementa al sentir que se nos acaba el tiempo y aún no hemos hecho nada que verdaderamente valga la pena. Entonces me pregunté:
¿Por qué hay tantas personas viviendo una vida sin
sentido, trabajando en lugares que odian, soportando rutinas que no desean, levantándose por la mañana sin ánimo de iniciar su jornada y acostándose a dormir por la noche con la amarga sensación de haber desaprovechado otro día más? ¿Por qué el ser humano parece estar siempre insatisfecho? ¿Por qué a pesar de obtener lo que quiere, igualmente siempre quiere más? ¿Por qué pareciera que nada logra conformarlo? ¿Por qué hay quienes aparentemente lo tienen todo y aun así no son felices? ¿Por qué algunos parecen ser felices y llevar una vida plena mientras que a los demás les sucede todo lo contrario?
Y finalmente lo que más resonó en mi mente, lo que me
motivó a escribir este curso:
¿Por qué algunas personas logran todo lo que se
proponen, viviendo con plenitud y felicidad, mientras las demás no? ¿Tiene esto alguna relación con el sentido de nuestra vida?
Existe un camino
Lo que descubrí, cambió por completo mi vida:
encontré que efectivamente existe un camino, un modo, mediante el cual todos podemos pasar de una vida de mediocridad y aburrimiento a una vida de grandeza, trascendencia y gozo logrando lo que nos propongamos. Ese camino es la Ley del Propósito y seguirlo implica salir del determinismo y comenzar a hacernos cargo de nuestra propia vida pasando a ser actores principales en lugar de meros espectadores. Si lo pensamos bien, hay tantas cosas sobre las cuales no podemos influir -como el lugar y la fecha de nacimiento, la época en la cual vivimos, los padres que tenemos, nuestra inteligencia natural- que resulta común para la mayoría de nosotros creer en un destino prefijado y ajeno a nuestro control basándonos en la convicción de que este se encuentra inmediatamente sujeto a factores o fuerzas externas.
La finitud de la vida
Las personas que atravesaron situaciones
extremas o cercanas a la muerte suelen manifestar que después de esa experiencia se han sentido profundamente felices admirando algo tan simple como el canto de un pájaro o una hermosa puesta de sol. Esto nos hace concluir que lo que nos hace ver y sentir las cosas de modo diferente es la consciencia de la finitud de nuestra vida, porque cambia nuestras prioridades y nos da el espacio para disfrutar principalmente el momento presente, el aquí y ahora. Quienes viven una vida plena y llena de dicha manifiestan que los momentos más felices son cuando su mente y su cuerpo han llegado hasta el extremo en su esfuerzo por conseguir una meta, difícil y verdaderamente valiosa. Cuando les ha quedado la sensación de que han hecho que suceda, siendo ciento por ciento responsables y artífices de su propio logro. Hace algunos años experimenté una situación extrema donde me encontré cara a cara con la muerte y además padecí ciertos infortunios que me llevaron a replantearme la vida derivando en el descubrimiento de mis dones y el significado de mi vida. A partir de entonces todo cambió significativamente, soy feliz, sumamente productivo y estoy viviendo mis sueños o mejor dicho mucho más de lo que siempre soñé.
La investigación
Con el fin de respaldar mis ideas comencé una
investigación bibliográfica descubriendo que la clave para la felicidad y el logro de los sueños era tener un propósito de vida, un sentido significativo y elevado que validara todas nuestras acciones, algo que diera significado al hecho de estar simplemente vivos. Se comprobó que solo se accede al conocimiento de nuestro propósito de vida si antes descubrimos cual es nuestro verdadero don, aquello que nos hace únicos y nos equipara para realizar cosas verdaderamente extraordinarias. Comprendimos que todos nacemos con uno a más dones naturales que nos dotan para un propósito específico y que la mayoría no los conocemos porque no realizamos las actividades que los convocan. Aunque se ha escrito mucho sobre los dones, no se lo ha enfocado como pretende este curso, siempre ha sido para especialistas en recursos humanos y pensando en el mundo empresarial, bajo el nombre de “talento”. También hay algunos otros, (no tantos) sobre el propósito o el significado de la vida, pero nuevamente enfocados de manera totalmente diferente, con un tinte netamente religioso o puramente filosófico sin aplicación real. Este curso trata sobre los dones y el propósito en la vida para todas las personas, sin distinción alguna y con un sentido definitivamente práctico. Lo que este curso pretende, es demostrar que hay otra clase de vida, si tan solo nos centramos en descubrir nuestro verdadero don, desarrollarlo y aplicarlo de manera de seguir nuestro propósito otorgándonos un significado que nos hará profundamente felices y nos permitirá alcanzar todo, absolutamente todo lo que nos propongamos.
La Ley del Propósito
Se trata de una ley universal que va a funcionar
más allá de si creemos o no en ella, si trabajamos siguiéndola o simplemente nos desentendemos de su existencia. Es como la Ley de la Gravedad, si uno se sube a un edificio de diez pisos y se lanza al vacío inevitablemente va a caerse. Cualquier análisis que queramos hacer la respuesta va a ser siempre la misma, caeremos, porque la ley de la gravedad está ahí y aunque no creamos en ella, va a actuar sobre nosotros. La Ley del Propósito (al igual que otras leyes) está regida por principios que son:
Universales, (aplicables a cualquier persona).
Atemporales, (no pierden vigencia con el correr del tiempo). Irrefutables, (no se puede negar su fiabilidad).
Podemos creer en ellos o no, guiarnos por ellos o
desentendernos de los mismos, pero esos principios igual van a estar ahí y van a actuar en nuestra vida. A estos principios debemos reconocerlos para poder aprovecharlos al máximo y dejarnos guiar por ellos. Para conocer estos principios debemos comenzar por preguntarnos: ¿por qué? Como le sucedió a Newton cuando descubrió la ley de la gravedad: miles de personas vieron como caían las manzanas de los árboles sin embargo una sola persona (Newton) se pregunto el por qué. Lo mismo tiene que sucedernos a nosotros, podemos tener cientos de infortunios, también cientos de aciertos y sobre todo cuando tengamos problemas debemos hacernos la misma pregunta que Newton: ¿por qué?, ¿por qué me están sucediendo las cosas?, ¿por qué tengo todas estas desventuras? Cuando nos preguntamos el por qué de la situación, automáticamente abrimos un canal de pensamiento nuevo, una renovada forma de analizar nuestra vida. Esta nueva realidad nos permite comprender las verdaderas causas que nos llevaron a que sucedieran. Nos permiten llegar a tomar la punta del ovillo que luego de desenredarlo desembocará en conocer cuál es el propósito de esas desventuras. Estaremos en el primer paso, por el camino de conocer cuál es el verdadero propósito de nuestra vida, porque esas desventuras, todas esas situaciones que hemos tenido que pasar sucedieron por algo, para ayudarnos a darnos cuenta cuál es nuestra razón de ser, el motivo de nuestra existencia, y descubrir qué es lo que en realidad venimos a hacer. Estos principios universales, atemporales e irrefutables, conforman en su conjunto una sinergia tan poderosa que puede transformar nuestra vida, y el resultado de esa poderosa sinergia es la Ley del Propósito. Para seguir los principios de la ley del propósito debemos comenzar por actuar con sabiduría, lo cual significa dejarnos guiar completamente y vivir nuestra vida basada en ellos. Este es el primer paso. Podemos dejarnos guiar por estos principios o podemos guiarnos por otros de dudosa fiabilidad, que no son de comprobada eficacia basados más en remedios rápidos o en situaciones mágicas que en leyes naturales. La naturaleza lo domina realmente todo, de manera que no podemos ignorar sus leyes y no tenemos otra opción, debemos seguirlas nos guste o no, se trata de algo realmente inevitable. Lo mismo sucede con la ley del propósito, podemos seguir sus principios o no, pero no podemos evitar sus consecuencias, los sigamos o no, estos principios están ahí y van a actuar sobre nuestra vida.
El modelo desarrollado
Se desarrolló un modelo teórico/conceptual
apoyado en hechos comprobados por la experiencia y expresado de una forma sencilla para ser entendido por todos. Este modelo presenta la forma que podemos utilizar como guía para descubrir y desarrollar nuestros dones y así poder entender cuál es el sentido de nuestra vida, cuál es el propósito que debemos seguir para alcanzar nuestra realización personal consiguiendo todo lo que nos propusimos y logrando nuestra felicidad.
Este modelo está estructurado siguiendo un
orden lógico que nos conducirá desde lo general a lo particular y desde lo básico a lo más avanzado:
En la introducción, comenzaremos a pensar en la
problemática del desconocimiento de nuestros dones naturales y la falta de propósito en la vida, buscando brindar un marco de referencia para reflexionar.
En la primera parte intentaremos descubrir nuestros
dones y el propósito de nuestra vida. Veremos cómo podemos descubrir nuestro verdadero don, desarrollarlo y finalmente utilizarlo encontrando el sentido de la vida.
En la segunda parte nos centraremos en los
complementos de la Ley del Propósito indispensables sin los cuales conocer nuestro don no será suficiente para lograr alcanzar el propósito de vida y lograr todo lo que nos propongamos.
En la tercera y última parte, pondremos a la Ley del
Propósito en acción, analizaremos y formularemos las conclusiones del curso.
Antes de ingresar al tema, en la primera parte del
curso, quiero decirle que una vez que hayamos encontrado nuestro don y seguido el propósito de vida seremos personas más completas y evolucionadas, simplemente viviremos otra clase de vida dónde todo parecerá estar a nuestro alcance, donde los logros superarán hasta nuestras más altas expectativas. Recuerde que no se trata de hacer algún dinero extra o perder algunos kilos de más, sino de encontrarle sentido a nuestra vida y alcanzar la felicidad logrando todo lo que nos propongamos, ciertamente algo que realmente vale la pena.