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Un juicio de valor, es la opinión que da una persona sobre si algo está bien o está mal.

Estos juicios están basados en los valores personales que tiene el sujeto que emite el
juicio y que generalmente forman parte de los valores que comparte con su grupo de
pertenencia.

A su vez, los valores personales nos proporcionan un conjunto de referencias internas


para guiarnos en aquello que está bien, lo que es beneficioso, útil, deseable, aquello que
guía hacia lo que es constructivo en vez de a lo destructivo. Son los bastiones de
nuestras creencias ideológicas, sociales y religiosas e incluso nos orientan hacia lo que
es bello.

Cimentados en una sólida base de valores personales, los juicios de valor generan
conductas y nos ayudan a tomar decisiones tanto en el día a día como en momentos
puntuales que pueden cambiar el rumbo de nuestras vidas.

Eso sí, hay que tener cuidado porque podemos errar a la hora de emitir juicios.

Decía una amiga mía:

“En los detalles simples se conoce la calidad, educación y valores de las personas”
Muchas veces los juicios de valor que hacemos pueden dañar la autoestima de las
personas.

Según el sociólogo Morris Massey, hay tres periodos fundamentales en la vida de los
seres humanos donde se desarrollan los valores, y estos son:

 El primero abarca hasta la edad de siete años, en las que según el Massey
somos como esponjas, absorbiéndolo todo y aceptando la mayoría de los
valores como verdaderos, en especial si provienen de nuestros padres. La
creencia ciega de las creencias en este periodo puede llevar, según el
autor, a la creación de traumas y problemas de profunda índole. Lo crítico
de este periodo es adquirir la idea del bien y del mal, de lo bueno y de lo
malo.
 El segundo periodo se sitúa entre los ocho y trece años. Es esta época,
copiamos lo que hacen los otros, desde nuestros padres a los amigos. Más
que la aceptación incondicional del periodo anterior, somos muy
influenciables por otros chicos o profesores que parecen saberlo todo.
 El tercer periodo abarca desde los trece a los veintiún años. Somos muy
receptivos a las influencias que ejercen nuestros amigos y los medios de
comunicación.

Según esta teoría, las edades tempranas en que se asumen la mayoría de los valores y la
gran cantidad de años que nos llevan acompañando, se entiende lo difícil que es
cambiarlos, pero no por ello es imposible.
Algunas personas llegan a identificarse tan profundamente con sus valores y creencias
que piensan que ellos son los valores y las creencias. Que forman parte de su identidad.
¡Nada más lejos de la realidad!

Nosotros somos seres que tenemos la virtud de poder elegir. Podemos elegir aquello en
que creemos y podemos elegir por nosotros mismos unos valores siempre que creamos
que son más correctos, más auténticos y que nos guían de forma más certera por el
camino del autoconocimiento.

Muchas veces me preguntas cómo llegar a tener un buen autoconocimiento y siempre


recomiendo una terapia centrada en aquellos aspectos que te ayuden a ser más
conscientes de ti, a trabajar tus heridas emociones, comprender y gestionar tus
emociones con en fin de estar más conectadas con tu esencia y convertirte en la persona
que quieres ser.

Desde la psicología se trata de ayudar a cambiar la relación de las personas con su


experiencia interna para que no entren en juicios de valor rígidos y absolutistas. Si
tienes dudas sobre cuándo acudir a los psicólogos aquí tienes un texto que te puede
aclarar algunas dudas.

Cuando acudir al psicólogo

Los trabajos de investigación y desarrollo del doctor Jon Kabat-Zinn en mindfulness


le han llevado a definir esta técnica como prestar atención al momento presente, sin
juzgar. Extraídos del Zen presenta los siguientes elementos:

 No juzgar. Implica abandonar la tendencia a categorizar y a juzgar la


experiencia como buena o mala y a reaccionar mecánicamente a la
etiqueta que hemos puesto de vez de la experiencia en si misma.
 Paciencia. Significa que seamos capaces de respetar el curso natural de
los acontecimientos y de los eventos internos, sin pretender precipitarlos,
ni forzarlos. Esto consiste en estar abierto a cada momento sabiendo que
las cosas se descubren cuando tocan.
 Mente de principiante. Se trata de permanecer libre de expectativas
basadas en experiencias previas. Ser conscientes de que con frecuencia
nuestros pensamientos y creencias sobre lo que ya sabemos impiden ver
las cosas tal y como son.
 Confianza. Se refiere a responsabilizarnos de ser nosotros mismos y
aprender a escuchar nuestro propio ser y a tener confianza en él.
 No esforzarse. Significa abandonar el esfuerzo por conseguir resultados.
Con la práctica regular de la consciencia plena, encaminada hacia los
propios objetivos, el resultado se producirá por sí mismo.
 Aceptación. Significa ver las cosas como son en el presente. Supone
aceptarnos como somos antes de pretender cambiar. Habitualmente la
aceptación es el paso final de un proceso emocional intenso en el que
primero negamos lo que ocurre, después nos llenamos de ira y finalmente
ya vencidos logramos aceptarlo. Este proceso tan costoso puede cambiarse
por el cultivo intencional de la aceptación. No se trata de que nos tenga
que gustar todo, o de adoptar una postura pasiva, sino de llegar a la
voluntad de ver las cosas como son.

En definitiva, al formular un juicio de valor, estamos dando por buenas y por malas
muchas cosas. Ponemos y nos ponemos etiquetas difíciles de quitar. Tomamos
decisiones en función de dichos juicios y a veces estás decisiones conllevan sufrimiento,
para nosotros y para otros.

Es por ello que debemos adiestrar la mente para que esté atenta ante las connotaciones
negativas y hostiles de nuestros juicios, para preguntarnos por la veracidad de las
creencias y valores sobre las que están fundados nuestros juicios de valor. De esta forma
lograremos ser más críticos con nosotros mismos y tendremos una mente más flexible,
pero sobretodo habremos sido nosotros mismos los que hayamos buscado las verdades
sobre las que transita el camino de nuestra vida.

Paula Cañeque – Psicóloga en Las Palmas

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valor y de su impacto en nuestras interpretaciones.

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