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Sor Ruth Schönenberger: "Sería simplemente natural que las mujeres fuéramos sacerdotes"
"La imagen y el concepto actual del sacerdocio necesita revisarse a fondo urgentemente"
La priora de una de las órdenes religiosas más grandes y más importantes de Alemania ha
cuestionado públicamente que la Iglesia católica solo admita a hombres al sacerdocio. "Sería
simplemente natural que las mujeres fueran sacerdotes y no puedo entender las razones que
se dan acerca de por qué no", ha declarado sor Ruth Schönenberger, responsable del convento
de las Hermanas Benedictinas Misioneras de Tutzing.
"Me sorprende que la presencia de Cristo haya sido reducida al sexo masculino", afirmó la
religiosa en una entrevista con la web de los obispos alemanes, katholisch.de, y recogida por
La Croix. "Aquí en Tutzing, nosotras también tenemos teólogas altamente cualificadas: la única
cosa que las falta es la ordenación sacerdotal, nada más", añadió Schönenberger, de 68 años y
priora de Tutzing desde 2015.
La monja -superiora de setenta religiosas en Tutzing y dos otros conventos benedictinos más-
dejó claro que los criterios para acceder a las órdenes sagradas no deben basarse en el sexo
del candidato, sino que a los hombres y mujeres se les debe tratar por igual. "La imagen y el
concepto actual del sacerdocio necesita revisarse a fondo urgentemente", explicó
Schönenberger, quien se mostró "sorprendida" de que los sacerdotes "no protesten más"
contra "fenómenos actuales" como los escándalos de abusos, "dado que les involucran".
Para la religiosa, "el punto hasta el que existe en todo el mundo el desequilibrio de poder es
verdaderamente alarmante, como también lo es el hecho de que no hayamos aprendido a
luchar contra él de forma más efectiva. Es algo contra lo que tenemos que emplearnos a
fondo". Pero no bastan gestos diseñados para "reconfortarnos de alguna forma a nosotras -
por ejemplo, prometiendo estudiar la cuestión de las diaconisas".
Y es que este desequilibrio de poder y exclusión de las mujeres del sacerdocio es algo que
afecta todos los días a las monjas de Tutzing, como también explicó Schönenberger.
"Experimentamos ejemplos concretos de subordinación día tras día", lamentó la religiosa. "Si
nosotras, como grupo de mujeres religiosas, queremos celebrar la Eucaristía juntas, tenemos
que organizar que un hombre venga a celebrarla, todos los días. Él está en el altar y lidera la
celebración. A nosotras no nos dejan", precisó la monja, quien añadió que las hermanas hablan
a menudo del asunto y piensan "buscar formas [de celebrar la Eucaristía] que nos convengan y
desarrollar [formas] nuevas".
Las declaraciones de Schönenberger reflejan el sentir de un número de religiosas
germanófonas, después de que la priora del convento benedictino de Fahr (Suiza), sor Irene
Gassman, promoviera el mes pasado la iniciativa "La oración de los jueves", en el marco de la
cual benedictinos alrededor del mundo oran todas las semanas por una mayor igualdad de
género en la Iglesia. Y como se pregunta Schönenberger: "¿Por qué no orar por la igualdad de
género en la Iglesia? Es sumamente importante que todas las discusiones sobre reformas se
ofrezcan a Dios".
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3. Otra cosa es la definición de pastor entre los protestantes
o los evangélicos. Es normal que, entre ellos, la función se
abra tanto a las mujeres como a los hombres.
La Reforma protestante no reconoce la ordenación de obispos,
sacerdotes y diáconos como un sacramento. Para ellos sólo existe el
sacerdocio común a todos los cristianos, en base a su bautismo. Se trata
sólo, en consecuencia, de un reparto de tareas según los talentos de
cada uno y las necesidades de la comunidad.
Entre las funciones, la de pastor es importante. Requiere una
formación apropiada y está acompañada por una bendición. Pero el
pastor recibe su misión del “consejo presbiteral”, es decir, de los fieles.
El pastor no está investido, por tanto, del simbolismo conyugal, con el
que el sacerdote representa a Cristo Esposo de la Iglesia.
Desde esta perspectiva, sería absurdo negar a las mujeres la posibilidad
de ser pastoras. Igual que sería absurdo, en la Iglesia católica, negar a
las mujeres que sean catequistas, directoras de colegio o profesoras de
teología.
Hay que entender bien que la cuestión planteada no concierne a la
disciplina eclesiástica. Es una cuestión fundamental sobre
los ministerios en la Iglesia y sobre lo que Cristo ha querido al
instituir a los apóstoles y al prometerles que estaría con ellos hasta el
fin del mundo.
4. La perspectiva de la ordenación de mujeres es
especialmente actual, en un momento en que se intentan
confundir los sexos en un solo género.
Nuestra época tiende a uniformar las funciones sociales, sin distinción
de sexo. Este es el principio de la paridad, que quizás algún día habrá
que aplicar en los dos sentidos, obligando a la magistratura, la
enseñanza y la salud a contratar a tantos hombres como mujeres.
Pero algunas corrientes de la cultura actual van mucho más
lejosnegando toda especificidad masculina o femenina,
incluso la biológica, fundiendo a uno y otro en un único
género e instituyendo la equivalencia entre las uniones
homosexuales y las heterosexuales.
Desde estas perspectivas, negar la ordenación a una persona
perteneciente al “género” humano se convertirá rápidamente en un
crimen y puede esperarse que un día la Iglesia católica vaya a juicio
ante un tribunal europeo por discriminación.
La Iglesia católica cree, al contrario, que la distinción de masculino
y de femenino es un tema de estructura, vital, lleno de
sentidopara toda la humanidad.
Por eso, recuerda incansablemente el versículo del Génesis, que no
concierte sólo a los judíos o a los cristianos, sino a toda la humanidad:
“Hombre y mujer los creó”.
Suprimiendo el simbolismo conyugal vinculado al ministerio del
sacerdote, la Iglesia católica avalaría una ideología ruinosa para la
humanidad. No lo hará.
5. La situación de las mujeres en la Iglesia está destinada a
evolucionar. Pero valdría más no obstinarse en un callejón
sin salida.
¿Es satisfactoria la situación actual de las mujeres en la Iglesia
católica? La mayoría de ellas respondería que “no”.
Ejercen responsabilidades reales, en las parroquias, en las diócesis,
incluyendo funciones antes consideradas como más bien masculinas,
como las finanzas y la gestión. Pero tienen la impresión de enfrentarse,
al final, un día u otro, al autoritarismo de los clérigos.
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Hay por tanto todavía mucho camino por recorrer para descubrir una
verdadera complementariedad. Juan Pablo II escribió mucho sobre
este tema, en particular en la encíclica La dignidad de la mujer.
La sociedad civil no es un modelo en este sentido. Desde hace mucho
tiempo, se oye decir que las mujeres harían las cosas “de otro
modo”: todavía no se ha manifestado así.
El pasaje de la epístola a los Efesios sobre el matrimonio empieza con
estas palabras: “Sed sumisos los unos a los otros”. El mismo Hijo de
Dios no ha reivindicado nada (Filipenses 2,6).
Pero la Iglesia católica haría un gran servicio a la sociedad si mostrara
cómo la aceptación de las diferencias pide humildad pero
aporta alegría.