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DOMINGO 23 DE ABRIL DE 2000

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Líderes religiosas

Santa
igualdad

Daniela PASTRANA

¿Mujeres sacerdotes? Nosotros no estaremos cuando eso suceda, dicen los especialistas.
Pero en varias iglesias no católicas, el papel de líderes ya no está -desde hace décadas-
reservado a los varones. "En estos días de Jubileo, ¿pedirá perdón el Papa a las
mujeres?", pregunta Graciela Alvarez, primera mujer obispa de América Latina de la
Iglesia metodista. Rebeca Montemayor, quien en marzo pasado se convirtió en la
primera pastora bautista ordenada en México, acepta que el camino hacia "una
verdadera teología incluyente" es largo aún: "Parece una utopía, pero yo no puedo creer
(las mujeres ya no podemos creer) en una Palabra de Dios que me denigra, que me
humilla"

E n el origen fue una frase pagana: "Nada hay más degenerado que amar la propia
esposa como si fuera mujer adúltera".

El principio del estoico Séneca, llamado para encargarse de la educación de Nerón en el


año 50 d.C., fue retomado años después por la Iglesia católica.

Jerónimo, para quien "los sentimientos de placer sensual que se experimentan en los
abrazos con las prostitutas son condenables con la esposa", difundió en la Edad Media
una frase que se atribuye al papa Sixto II: "Quien ama con demasiado ardor a su mujer
es un adúltero".

Y Agustín, el teólogo más influyente del catolicismo -aún en nuestros días-, y feroz
combatiente del placer sexual y la anticoncepción, sostuvo en su Contra Fausto: "Si se
descartan los hijos, los esposos no son más que vergonzantes amantes, las esposas son
prostitutas, los lechos conyugales son burdeles y los suegros son los chulos".
Para los críticos de la Iglesia católica, el aborrecimiento del placer sexual de sus más
dignos representantes y la errónea interpretación de la Biblia a partir de este repudio son
ejes centrales en la propagación del machismo y el desprecio a las mujeres.

La obispa Graciela Alvarez juega con la ironía: "En estos días de Jubileo, ¿pedirá
perdón el Papa a las mujeres?"

En su oficina de la Iglesia metodista, la primera mujer obispa en México y América


Latina esboza las dificultades de acceso de las mujeres a la jerarquía religiosa, espacio
dominado por los hombres.

"Se acepta la participación de las mujeres en la Iglesia como su espacio natural, pero no
en puestos de liderazgo; aun entre los protestantes es difícil asumirlo", lamenta.

Y no duda en aceptar: hay una responsabilidad histórica del catolicismo en la


interpretación equivocada de la Biblia.

Coincide Rebeca Montemayor, quien en marzo pasado se convirtió en la primera


pastora bautista -otra de las congregaciones evangélicas- ordenada en México

Maestra en teología y coordinadora de un diplomado en estudios de la mujer en la


Comunidad Teológica de México, Montemayor es apasionada defensora de la teología
feminista, corriente que estudia la Biblia desde una perspectiva de género.

"Las mujeres siempre han estado presentes en la Iglesia cristiana, algunas de manera
muy importante, pero cuando se institucionaliza, es como si de repente hubieran dejado
de existir".

Las pastoras en México

En México y en general en el protestantismo, la delantera la llevan las mujeres


pentecostales, dice Carlos Martínez García, estudioso de asuntos religiosos.

"Las pentecostales son las que revitalizan el papel de la mujer -sostiene-. En México,
desde hace unos 80 años hay pastoras pentecostales y en el mundo han estado en
importantes movimientos de los marginados. Encuentras en su historia mujeres clave
porque es una incorporación no excepcional, sino cotidiana".

En México, sigue Martínez García, de todas las denominaciones evangélicas hay


misioneras mujeres desde el siglo XIX.

"Hay muchos casos: Melinda Rankin, quien hizo un trabajo importante de 20 años en
los estados del norte de México. O la Iglesia de la Fe Apostólica de Cristo Jesús,
fundada por una mujer a principios de siglo. Y las Asambleas de Dios, que es la
denominación más grande, también fue fundada por mujeres".

Pero ser activista no es igual que ser líder.

Y en ese punto, reconocen las religiosas, aun las iglesias protestantes llevan retraso en el
país.
Apenas en 1980 la Iglesia metodista acordó que las mujeres fueran ordenadas. Los
anglicanos lo hicieron hace cuatro años, y los presbiterianos todavía no lo aceptan.
Rebeca reconoce que su ordenamiento -entre los bautistas no hay jerarquías
episcopales- es un "logro muy local" en su congregación.

"Las iglesias hemos estado caminando por procesos diferentes -explica la pastora-. Y en
México, como en otros países donde todavía no hay esta consagración de las mujeres, lo
que ha prevalecido es la tradición de una interpretación bíblica muy patriarcal,
digámosle así, porque en realidad es machista".

Para Graciela Alvarez, quien fue elegida obispa hace seis años (ganó en nueve rondas
de votación frente a 12 candidatos hombres) y hace dos años logró la reelección en el
cargo, no debe menospreciarse el impulso de las propias mujeres.

"Las iglesias están formadas por mujeres, en las bases son las participantes más activas,
sólo falta el reconocimiento. Y yo creo que vamos bien, con pasos lentos, pero firmes".

El pecado de la Iglesia y el perdón de las mujeres

"Quien repudia a su mujer sorprendida en adulterio y se casa con otra, no hay que
equipararlo con aquellos que repudian a sus mujeres por otra razón distinta al adulterio
y se casan de nuevo" (Agustín, De fide et operibus 19, 35).

Para los detractores del catolicismo, ese es el pecado de los católicos: usar la Palabra de
Dios en detrimento de las mujeres.

Tan burdo, acepta Alvarez, como el papel que se les ha dado a la Virgen (buena) y la
Magdalena (mala).

"Hay distintas interpretaciones y ellos (los jerarcas católicos) las usan a su


conveniencia".

El teólogo Hans Küng, quien simplemente sostiene que "Dios no puede ser
monopolizado por el sexo masculino", señala que para que la Iglesia católica llegue a
ser Iglesia de todos deben estar representadas las mujeres en todos los órganos de
decisión".

Dice Küng: "Por mucho tiempo se ha desacreditado y difamado a la mujeres en la


Iglesia católica, en la teoría y en la práctica, al mismo tiempo que se les ha utilizado. Ha
llegado la hora de garantizar a la mujer en la Iglesia la dignidad que se merece y el lugar
jurídico y social que le corresponde".

Pero es más fácil decirlo... y no sólo por la oposición de los hombres.

"Si piensas en la comunidad te diré que un 90% acepta el trabajo de una mujer, pero no
el liderazgo -reconoce Graciela Alvarez-, y a veces, duele decirlo, las mayores
resistencias vienen de las mismas mujeres".
Para la obispa, hay diferencias marcadas en la forma de conducir entre hombre y
mujeres.

"Cuando una mujer conduce, es más transparente, más abierta, más sensible, más clara".

Así de simple, define: "(Las mujeres) somos más sensatas, más fuertes... y más
valientes". Pero también apunta la paradoja: "Somos más duras para juzgar a las propias
mujeres".

Rebeca Montemayor matiza:

"Son sensibilidades distintas. Las mujeres tenemos respuestas distintas en creatividad,


diría yo, una espiritualidad más creativa. Pero más bien somos un complemento".

Para la pastora, lo importante no es que se vea como competencia, sino como


complementariedad. Aunque también reconoce que muchas de las limitaciones parten
de las propias mujeres.

"Es extraño que la mujer asuma ese protagonismo (el de ejercer un liderazgo). Muchas
no se asumen como tales porque por tradición no pueden ser pastoras, aunque en los
hechos lo sean. Así que las primeras que tenemos que romper ese círculo somos
nosotras. Ellos no lo van a hacer. Nos falta subir el siguiente escalón, punto".

***

Benedita da Silva es negra, protestante y pertenece a un partido de oposición en Brasil


(Partido de los Trabajadores). Aun así, fue dos veces diputada federal y ahora es la
primera senadora negra en ese país, con un trabajo intenso hacia las minorías.
¿Y por qué no?, ¿quién nos lo impide?, parecen resumir las religiosas. Da Silva -quien
en una entrevista se definió como "tres veces marginada"- es un referente forzado de la
lucha por la reivindicación de las mujeres. Pero hay más datos.

En un estudio sobre la transformación del machismo a partir de la conversión al


protestantismo, en Colombia, rea-lizado entre 1982 y 1983, Elizabeth Brusco
(Universidad de Texas) concluye:

"El protestantismo colombiano reforma los roles de género y eleva el estatus femenino.
Esta promoción de los intereses femeninos no es sólo de una forma práctica y sencilla,
sino también como un potencial antídoto contra el machismo". (Virginia Garrad-Burnett
y David Stoll, Re-thinking Protestantism in Latin America, Temple University Press,
1993).

Brusco también apunta una derivación de ese cambio de roles que suena muy común:
mientras el rol de la mujer es redefinido y tiene más libertad en términos de trabajo,
educación y participación política, el rol masculino no se ajusta automáticamente a esa
situación. El resultado: las mujeres terminan trabajando doble turno.
-Cuesta creer que la modificación de los roles ocurra en un corto tiempo -se plantea a
las religiosas.

-No es tan fácil -acepta Alvarez-. Para empezar, a las mujeres nos cuesta más trabajo
todo. Absolutamente todo. Y no porque no lo sepamos hacer, sino porque se nos exige
más... Como mujer no puedes fallar. Eso es triste, pero no puedes equivocarte, porque
entonces salen con el: "ah, tenías que ser mujer".

El punto permite una anotación de Montemayor:

"Las mujeres estamos en un proceso construido por nosotras y ellos (los hombres) no
van al mismo paso. Hay algo muy ecuménico en esto porque la lucha es de católicas y
evangélicas, solteras y casadas. Eso nos une".

Para Rebeca, madre de dos niñas y esposa del pastor Javier Ulloa (ordenado en 1983), el
punto es fundamental, porque pareciera que el desarrollo profesional limita la
posibilidad de un desarrollo personal. Pone su caso de ejemplo.

"Hay muchas mujeres pastoras que son solteras. O al contrario, hay mujeres casadas que
son pastoras en el sentido simbólico, pero difícilmente llegan a la ordenación. Y si no
fuera por el apoyo de mi compañero, difícilmente yo como casada sería ordenada. Y es
por eso que tenemos que seguir buscando una comunidad de iguales entre hombres y
mujeres, una verdadera teología incluyente. Parece una utopía, pero yo no puedo creer -
las mujeres ya no podemos creer- en una Palabra de Dios que me denigra, que me
humilla".

¿Desarrollo profesional versus amor, familia, pareja?

Parece que es ahí donde estamos, admite la obispa Graciela Alvarez, quien no ve tan
mal su estado de soltería.

"En cierto modo me ha ayudado a ejercer mejor el ministerio, me da libertad -dice


sonriente-. Claro que creo que podría hacer el trabajo casada, pero lo cierto es que a
pesar del discurso libertario (los hombres) prefieren tenerlas (a sus parejas) en la casa.
Es un nuevo rol, que todavía no logramos definir".

Pese a todo, la obispa se muestra optimista de los avances.

"Muchas cosas van cambiando. Hay muchas mujeres, no sólo en la vida secular, que
están listas para ocupar puestos de dirección y liderazgo. Y cada vez más la sociedad
está lista para vivir esta nueva etapa, que no es fácil, porque trae siglos de tradición en
contra. Pero yo veo por ejemplo a la jefa de Gobierno del DF (Rosario Robles); todos la
critican, pero qué responsabilidad tiene, y lo está haciendo. El reto que tenemos ahora es
que el espacio ganado no se pierda".

¿Y las católicas?
"No lo vamos a ver nosotros", resume Carlos Martínez García a la pregunta de si algún
día habrá mujeres sacerdotes.

Menos aún -dicen los críticos del catolicismo- porque la posición de Juan Pablo II no
deja duda de su línea agustiniana de repudio al placer sexual, con todas sus
derivaciones.

Dos botones, del libro de Uta Ranke-Heinemann.

En su escrito "A todos los sacerdotes de la Iglesia", dado a conocer el jueves santo de
1979, Juan Pablo II hace referencia a un celibato por el reino de los cielos, con toda la
lógica agustiniana.

Y aunque ha aceptado en los esposos un cierto afán de placer sexual al permitir en la


Familiaris consortio (1981) la continencia periódica como método de control natal, no
es tan benévolo con otros métodos anticonceptivos. El Papa -define la teóloga- "piensa
que el servicio que los esposos prestan a la vida no consiste ya en engendrar hijos, sino
en contenerse".*

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EUNUCOS Y CELIBATO

"La subordinación de la mujer al varón es un postulado de los teólogos que se ha


mantenido a lo largo de toda la historia de la Iglesia y que la Iglesia machista de hoy
todavía dogmatiza como la voluntad de Dios. La Iglesia machista no ha entendido nunca
que la realidad de la Iglesia se fundamenta conjuntamente sobre la calidad humana y
solidaridad entre el varón y la mujer... hace tiempo que ha cambiado su catolicidad por
un arrogante sexismo. Esta Iglesia de varones ha degenerado en un cristianismo
atrofiado. La fe cristiana ha quedado congelada en el credo del celibato".

La dura crítica es de Uta Ranke-Heinemann, profesora de historia de la religión en la


Universidad de Essen, quien en 1970 fue la primera mujer que llegó a una cátedra de
teología católica, pero también la primera retirada de la clase por su interpretación de la
virginidad de María.

En su libro Eunucos por el reino de los cielos. La Iglesia católica y la sexualidad,


publicado por Editorial Trotta en 1998, plantea la aversión al placer como principio de
la equivocada interpretación católica de la Biblia.

Esta aversión -dice la autora- "tuvo también consecuencias en la imagen que los
teólogos se formaron del resto de las mujeres. Si exceptuamos aquellas que dedican su
vida a la búsqueda de la propia santificación a través de la virtud de la virginidad, a las
demás hay que colocarlas en un plano de inferioridad porque no sirven más que para
traer hijos al mundo..."
En la interpretación católica -sostiene-, el proceso hacia una "significación pesimista de
la sexualidad" (el acto sexual visto como una falta de continencia, una caída en el
placer) se presenta como la columna que se asienta el celibato y que se interpreta como
la palabra de Jesús sobre el tema.

En este punto es lapidaria: el catolicismo ha desfigurado la obra Jesús, quien se presenta


"incapaz de expresar la cercanía y la misericordia de Dios hacia los hombres porque se
ha hecho de él un Cristo asexuado y hostil al placer, un vigilante del dormitorio y un
inspector de las relaciones maritales..."

***

Curiosamente, el celibato católico tiene raíces paganas. Según los estudiosos, muchos
sacerdotes paganos se castraron en Babilonia, Líbano, Fenicia, Chipre, Siria, Efeso y
Egipto, ante el miedo a las divinidades. Entre los católicos, en cambio, cuando comenzó
a propagarse la idea del celibato la mayoría de los hombres eran casados. Fue a partir
del año 1139 que los sacerdotes ya no pudieron casarse pues se impuso la obligatoriedad
del celibato.

Hans Küng, también destituido de su cátedra de teología por criticar a la Iglesia,


sostiene que hay una dependencia mutua entre la prohibición del matrimonio para los
varones ordenados y la prohibición de la ordenación para las mujeres:

"El celibato ministerial de los sacerdotes conduce en la práctica muchas veces a una
relación tensa y anormal entre sacerdotes y mujeres: a éstas se les considera a menudo
sólo como objeto sexual o tentación para los sacerdotes". (Hans Küng, "La mujer en la
Iglesia: dieciséis tesis", en Mantener la Esperanza. Escritos para la reforma de la Iglesia,
Ed. Trotta, 1993).

Pero, ¿qué tan real es esta práctica?

Una encuesta difundida en 1974 entre aspirantes al sacerdocio citada por Ranke-
Heinemann ofreció datos reveladores: El 52% consideró necesario suprimir la
obligación; el 27% opinó que debía pensarse la propuesta; 11% dijo que no era
necesario, y sólo para el 9% resultaba impensable.

Estos datos, y los ofrecidos por la Asociación de Sacerdotes Católicos y sus Esposas
(fundada en 1984), en el sentido de que 80 mil sacerdotes en el mundo han dado la
espalda al celibato y solicitado la dispensa de sus votos, lleva a la autora a concluir que:
"el celibato ha llegado a ser una ficción y la respiración artificial papal tampoco va a
conseguir salvar al paciente".

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