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AMOR AL PAPA Y A LA IGLESIA NIVEL III

1. La Iglesia ha sido fundada por Nuestro Señor Jesucristo y su misión es continuar


la obra de Cristo en el mundo. La Iglesia es el nuevo pueblo de Dios que está regido por el
Papa y los Obispos, que conducen a los fieles cristianos a la salvación bajo la acción del
Espíritu Santo.

La única Iglesia verdadera es la Romana. Cristo no fundó varias. Y esta Iglesia tiene
varias notas: Una, Santa, Católica y Apostólica. Es Una porque hay una fe, de Sacramentos y
de gobierno. Es Santa porque su Fundador es santo, su doctrina y sus Sacramentos son santos
y santifica a las almas. Es Católica porque es universal y está destinada a todos los hombres
y se extiende por toda la tierra. Es universal en cuanto al tiempo, al espacio y a la doctrina.
Es Apostólica porque está fundada sobre San Pedro y los demás Apóstoles y en ella se
conserva sin interrupción la sucesión apostólica.

2. El Papa es el sucesor de San Pedro, Vicario de Cristo y Pastor de la Iglesia


universal. El Romano Pontífice hace las veces de Cristo en la tierra. Tiene la misión de
gobernar la Iglesia Católica.

Los poderes supremos dados por Jesucristo a San Pedro son para bien de toda la
Iglesia. Como ha de durar hasta el fin de los tiempos, esos poderes se transmitirán a los
sucesores de San Pedro en la sede de Roma a lo largo de la historia. A los Papas, como a
todos los hombres, les llega inexorablemente la muerte, pero la institución del Primado de la
Iglesia permanecerá hasta el fin de los tiempos.

3. El Papa no puede equivocarse cuando define doctrinas de fe y de moral como


Maestro supremo de toda la Iglesia. Dios ha otorgado al Papa el don de la infalibilidad para
que todos estemos ciertos y seguros de la verdad que la Iglesia enseña. Si una persona no
creyese en las solemnes definiciones del Papa pecaría contra la fe, y si persistiese
obstinadamente en esa incredulidad, ya no sería católico, sino hereje. Hay que obedecer al
Papa y seguir sus enseñanzas.

En el año 1244, ante la inminente llegada de las tropas imperiales de Federico II a


Roma, el Papa Inocencio IV decidió abandonar la Ciudad Eterna. Un Obispo le dijo: “En el
nombre de Dios, ¿vais a abandonar Roma, Santo Padre? ¿Qué será de la Iglesia?” Y el Papa
le respondió: “La Iglesia está donde se encuentra Pedro”, “Ubi Petrus, ibi Ecclesia, ibi Deus”
(donde está Pedro, está la Iglesia, está Dios).

4. Nuestro amor al Papa –“el dulce Cristo en la tierra”, según expresión de Santa
Catalina de Siena– no puede reducirse a algo sentimental. Debe concretarse en obras, tales
como: a) la oración y el sacrificio por su persona; b) la obediencia rendida; c) escucharle,
porque su Magisterio es el verdadero, es la doctrina de Cristo; d) ser propagadores de su
enseñanza, para que llegue a todos los pueblos, y la luz de Cristo ilumine a todos los
hombres.

Un Obispo africano preguntó a Pío XII: “Santidad, ¿duerme bien por las noches?”
Pío XII contestó: “Pues sí, duermo bien. Pero... ¿por qué me lo pregunta?” Y el Obispo le
dice: “Mire, Santo Padre, cuando era pequeño teníamos en casa una mujer que cuidaba de
nosotros, y nos hacía rezar un Avemaría cada noche “por el Papa de Roma para que pueda
dormir tranquilo a pesar de sus muchas preocupaciones”. Desde entones la he rezado
siempre y, la verdad, sentía cierta curiosidad por saber si daba resultado”.

5. Pedimos a Santa María, Madre de la Iglesia, que aumente siempre en nosotros el


amor a la Iglesia y al Romano Pontífice.

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