Está en la página 1de 1

ALEGRÍA, OPTIMISMO Y DEPORTIVIDAD

1. La alegría es una virtud muy propia del cristiano. Estamos alegres cuando nos
portamos como Dios quiere. Y Dios, como un buen padre, quiere que sus hijos estén alegres. La
alegría no se tiene cuando se está bien comido, bien bebido, bien descansado y disfrutando del
plan más apetecible. La alegría es la consecuencia de hacer lo que Dios quiere: ser muy buenos
cristianos. Si no, ¿cómo te explicas que haya gente que esté sufriendo mucho, o a punto de
morir, y estén alegres y con mucha paz?

Debemos ser optimistas, ver las cosas de modo positivo (Coca Cola medio llena y no
medio vacía), superar las dificultades con alegría, sin tener la sensación de que nos encontramos
con la Muralla china en cada cosa que hacemos.

2. Sólo “arrastran” las personas alegres, con buen humor. Y Jesús tendría una alegría
contagiosa. Si no, es imposible explicar cómo le seguía tanta gente, cómo se le acercaban los
niños, etc., por muy novedosa que fuera la doctrina que explicara.

3. Esta mañana –cuenta el filósofo francés Gustave Thibon– me topé con un buen
hombre con el ceño fruncido.

¿Qué ocurre? –le pregunté– ¿Está usted enfermo, tiene algún disgusto?

Mostrándome el periódico que acababa de leer, me dijo: “¿No ve usted que el mundo va
de mal en peor? Cien víctimas de la carretera en el fin de semana, crímenes repugnantes, niños
martirizados, por no hablar de las guerras…”.

Eso es cierto, qué duda cabe –le respondí–. Pero piense usted que también hay muchos
países que no están en guerra; que millones de conductores han regresado sanos; la cantidad de
niños a quienes sus padres quieren, y se convencerá de que el bien lleva ventaja sobre el mal.

4. La alegría y el optimismo hay que vivirlas siempre. No depende de que estemos


cansados o nos haya salido mal un examen. Sonreír después de contarnos un chiste lo hace
cualquiera.

Ser “deportista” con nuestros fallos. Es decir, las cosas que nos salen mal no nos ponen
tristes, al contrario, nos deben servir para volver a intentarlo. La victoria sabe mejor cuanto más
cuesta.

5. Sonreír siempre, incluso después de que nuestro equipo preferido haya perdido por
goleada contra el equipo de más rivalidad. No debemos ir con cara de perro por la vida.

Dios quiere que, poco a poco, intentemos ser mejores. Y sabe que nos cuesta. No
desanimarnos ante nuestros errores. Sacar todos los días en el examen de conciencia un propó-
sito para el día siguiente, con el talante de un buen deportista.

También podría gustarte