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Los aspectos emocionales fueron siendo dejados de lado al no poder ser cuantificados por
dicho método (pesar, medir y analizar, lo que perciben los sentidos). El tratamiento de la
enfermedad estaría entonces dirigido a erradicar el componente visible que se presenta en el
cuerpo, tal como se procede ante un desperfecto mecánico. El resultado ha derivado en una
visión no integral del paciente, visión reduccionista, que muchas veces, cuando la enfermedad
es irreversible, puede conducir al abandono del paciente.
La asistencia directa del paciente internado se viene realizando desde hace muchos
años en las instituciones médicas. Existe una importante can tidad de Interconsultores que
vienen trabajando desde hace años, con diversa suerte en cuanto a sus logros y con
enorme dificultad para mantener una continuidad en su experiencia, me refiero a los temas
vinculados a la difícil articulación entre la medicina y las ciencias humanas, cuando la práctica
se realiza a nivel corporativo.
Son muchos los profesionales que intervienen durante el desarrollo de una enfermedad, pero
no siempre hay conciencia entre los que participan que están formando parte de un equipo.
El cuerpo enfermo del paciente entra en contacto con otro cuerpo, al que se llama
precisamente "cuerpo médico" y que puede funcionar tan patológicamente como aquel. La
enfermedad, entonces, va a desarrollarse en el seno de este cuerpo médico, con las
dificultades que pueden surgir cuando dicho cuerpo no funciona adecuadamente, sin cumplir el
rol de sostén, una especie de tejido conectivo que puede tener fallas en su cometido.
Lo que estoy planteando es, que los distintos miembros de un equipo médico, además de sus
funciones específicas, tienen otra, y es de formar parte de un conjunto que a su vez produce
efectos, lo quieran o no sus componentes. La toma de conciencia de los profesionales de esta
situación se vuelve fundamental, no sólo por los efectos iatrogénicos que puedan producirse,
sino para aprovechar el efecto beneficioso que un buen sostén tiene en momentos de crisis.
Formar parte de un equipo implica no sólo realizar la tarea específica que corresponde, sino
colaborar a constituirlo. Este cuerpo no es un receptáculo pasivo, sino todo lo contrario, tiene
vida y por lo tanto cumple funciones activas. El trabajo, tanto teórico como práctico con el
paciente o con dicho cuerpo médico, tendrá como uno de sus objetivos, hacer de lo diverso
algo útil y evitar sus distorsiones. Se trata de constituir lo que podríamos llamar el “sostén
elaborativo de la enfermedad”
La Interconsulta es uno de los instrumentos con que contamos para ello. Se intenta constituir o
reconstituir un sistema mediador que está fracasando.
El terapeuta (tanatólogo/psicólogo) también forma parte de dicho cuerpo cuando es consultado.
Concebirse como separado de él, puede traer serios perjuicios para dicho funcionamiento.
Nuestra práctica pretende desarrollarse con el paciente, con el médico y además entre ambos,
es decir en el contexto que influye en el curso de la enfermedad, tratando de constituir un
verdadero "aparato mediador" activo y que cumpla las funciones de continente o barrera de
protección.
Este objetivo del Interconsultor, trabajando en los diversos enlaces, cumple una función de
sostén, síntesis e integración.
Se podría decir que la interconsulta es la constitución de un espacio o continente que actúa
como elemento mediador entre la enfermedad y el espacio médico.
Tenemos por el lado del paciente su realidad corporal, aquello de lo que no puede apartarse, lo
que desborda su psiquismo y que impide toda elaboración. Del otro lado la medicina, con su
gran técnica, sus grandes posibilidades terapéuticas. Pero entre ambos hay un espacio, una
frontera que va a impedir todo contacto, todo intercambio. Va a dejar de lado la subjetividad del
paciente.
En las últimas décadas, interculturalidad en salud o salud intercultural, han sido conceptos
indistintamente utilizados para designar al conjunto de acciones y políticas que tienden a
conocer e incorporar la cultura del paciente en el proceso de atención de salud.
El concepto de cultura aplicado al campo de la salud constituye otro de los ejes neurálgicos en
el análisis de los factores sociales involucrados en cualquier proceso de salud y enfermedad. A
través del reconocimiento de las diferencias y similitudes culturales entre profesionales y
pacientes es posible comprender, por ejemplo, el nivel y carácter de las expectativas que cada
cual tiene del proceso, las percepciones de salud y enfermedad representadas en la interacción
médico-paciente, los patrones con que se evalúa la calidad y resultado de la acciones médicas,
y el despliegue de diversas conductas frente a la enfermedad.
El intento por proyectar esta visión Interdisciplinaria a las Ciencias Médicas, particularmente al
abordaje integral de pacientes con diagnósticos graves o irreversibles nos implica en una
posición que tiene por objeto generar un sistema de conocimientos multidimensional para
abordar la complejidad de las enfermedades y la implicancia emocional, familiar, social e
histórica en cada individuo en su particularidad.
Vivir implica flujo, transformación, intercambio regulado entre un ser vivo capaz de especificar
su forma de estar en el mundo y su entorno.
Esta propuesta no diluye la exigencia de una ética médica sino que la contextualiza y la
concibe en la interacción de todos los actores sociales; a la vez que exige del "enfermo" no una
actitud "paciente" ni pasiva, sino una participación activa en el cuidado de su salud.
En las últimas décadas se han levantado una lluvia de críticas y cuestionamientos al punto de
vista mecanicista que nos han ido mostrando que pensar la vida sin la humanidad supone
contenerla dentro de unos cauces que ella misma se ocupa siempre de rebalsar. Para
comenzar nuestra exploración hacia la complejidad resulta imprescindible comenzar
devolviéndole la “vida”, la “humanidad” a la biología, aunque esto resulte paradójico.-