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La importancia de la Interconsulta en las instituciones médicas

Conferencia dictada en el III Congreso Internacional de Tanatología

México DF – Octubre 2008

Lic. Marcelo Esteban Gatto*

El pensamiento científico y su método experimental han producido indiscutibles progresos en la


medicina. Lo paradójico es que, al tratar de conocer cada vez más al cuerpo y las
enfermedades, merced a la metodología científica, el hombre vaya quedando cada vez más
reducido a un objeto de estudio.

Los aspectos emocionales fueron siendo dejados de lado al no poder ser cuantificados por
dicho método (pesar, medir y analizar, lo que perciben los sentidos). El tratamiento de la
enfermedad estaría entonces dirigido a erradicar el componente visible que se presenta en el
cuerpo, tal como se procede ante un desperfecto mecánico. El resultado ha derivado en una
visión no integral del paciente, visión reduccionista, que muchas veces, cuando la enfermedad
es irreversible, puede conducir al abandono del paciente.

La asistencia directa del paciente internado se viene realizando desde hace muchos
años en las instituciones médicas. Existe una importante can tidad de Interconsultores que
vienen trabajando desde hace años, con diversa suerte en cuanto a sus logros y con
enorme dificultad para mantener una continuidad en su experiencia, me refiero a los temas
vinculados a la difícil articulación entre la medicina y las ciencias humanas, cuando la práctica
se realiza a nivel corporativo.

La posibilidad de realizar la Interconsulta depende primeramente de la forma y claridad de


la inserción institucional. Debemos tener presente que las Instituciones hospitalarias son
esencialmente un territorio médico, por lo cual las disciplinas que traten de rescatar la
subjetividad del enfermo, lo hace en condición de visitante. Este hecho puede producir
variaciones en la forma de realizar la tarea y en la de cómo se puede sentir cada uno al
ponerla en práctica. Son muchas las variables en juego y compleja su forma de incidencia.

Durante la internación la enfermedad se despliega en un complejo sistema que contiene por lo


menos tres factores: el paciente con su historia, su vida familiar, su funcionamiento psíquico, el
médico y/o el equipo tratante y las reglas institucionales. Cada uno de estos factores interviene
de diversos modos.
El Interconsultor aborda el caso con un esquema referencial (psicológico/tanatológico) distinto
al medico; está en condiciones de ampliar su intervención incluyendo también datos
provenientes de la interacción del paciente con el personal médico, de estos entre sí, con la
familia, con la institución, con otros pacientes, etc.

Son muchos los profesionales que intervienen durante el desarrollo de una enfermedad, pero
no siempre hay conciencia entre los que participan que están formando parte de un equipo.
El cuerpo enfermo del paciente entra en contacto con otro cuerpo, al que se llama
precisamente "cuerpo médico" y que puede funcionar tan patológicamente como aquel. La
enfermedad, entonces, va a desarrollarse en el seno de este cuerpo médico, con las
dificultades que pueden surgir cuando dicho cuerpo no funciona adecuadamente, sin cumplir el
rol de sostén, una especie de tejido conectivo que puede tener fallas en su cometido.

Lo que estoy planteando es, que los distintos miembros de un equipo médico, además de sus
funciones específicas, tienen otra, y es de formar parte de un conjunto que a su vez produce
efectos, lo quieran o no sus componentes. La toma de conciencia de los profesionales de esta
situación se vuelve fundamental, no sólo por los efectos iatrogénicos que puedan producirse,
sino para aprovechar el efecto beneficioso que un buen sostén tiene en momentos de crisis.

Formar parte de un equipo implica no sólo realizar la tarea específica que corresponde, sino
colaborar a constituirlo. Este cuerpo no es un receptáculo pasivo, sino todo lo contrario, tiene
vida y por lo tanto cumple funciones activas. El trabajo, tanto teórico como práctico con el
paciente o con dicho cuerpo médico, tendrá como uno de sus objetivos, hacer de lo diverso
algo útil y evitar sus distorsiones. Se trata de constituir lo que podríamos llamar el “sostén
elaborativo de la enfermedad”

La Interconsulta es uno de los instrumentos con que contamos para ello. Se intenta constituir o
reconstituir un sistema mediador que está fracasando.
El terapeuta (tanatólogo/psicólogo) también forma parte de dicho cuerpo cuando es consultado.
Concebirse como separado de él, puede traer serios perjuicios para dicho funcionamiento.
Nuestra práctica pretende desarrollarse con el paciente, con el médico y además entre ambos,
es decir en el contexto que influye en el curso de la enfermedad, tratando de constituir un
verdadero "aparato mediador" activo y que cumpla las funciones de continente o barrera de
protección.

Este objetivo del Interconsultor, trabajando en los diversos enlaces, cumple una función de
sostén, síntesis e integración.
Se podría decir que la interconsulta es la constitución de un espacio o continente que actúa
como elemento mediador entre la enfermedad y el espacio médico.

Tenemos por el lado del paciente su realidad corporal, aquello de lo que no puede apartarse, lo
que desborda su psiquismo y que impide toda elaboración. Del otro lado la medicina, con su
gran técnica, sus grandes posibilidades terapéuticas. Pero entre ambos hay un espacio, una
frontera que va a impedir todo contacto, todo intercambio. Va a dejar de lado la subjetividad del
paciente.

Es el tanatólogo, el psicólogo, el profesional que aborde la dimensión emocional del paciente


quien debe estar preparado para instrumentar la interconsulta.

Por otro lado, la cuestión de la pertinencia cultural en el proceso de atención en salud es un


fenómeno que requiere un especial cuidado. Este fenómeno trasciende lo exclusivamente
étnico pues implica valorar la diversidad biológica, cultural y social del ser humano como un
factor importante en todo proceso de salud y enfermedad. El respeto a esta diversidad tiene
larga trayectoria en países cuyas altas tasas de inmigración han generado contextos de gran
diversidad étnica y cultural; pero es una deuda pendiente en casi toda Latinoamérica, situación
que pone a los equipos de salud en el imperativo de desarrollar estrategias que faciliten la
relación médico-paciente.

En las últimas décadas, interculturalidad en salud o salud intercultural, han sido conceptos
indistintamente utilizados para designar al conjunto de acciones y políticas que tienden a
conocer e incorporar la cultura del paciente en el proceso de atención de salud.

El concepto de cultura aplicado al campo de la salud constituye otro de los ejes neurálgicos en
el análisis de los factores sociales involucrados en cualquier proceso de salud y enfermedad. A
través del reconocimiento de las diferencias y similitudes culturales entre profesionales y
pacientes es posible comprender, por ejemplo, el nivel y carácter de las expectativas que cada
cual tiene del proceso, las percepciones de salud y enfermedad representadas en la interacción
médico-paciente, los patrones con que se evalúa la calidad y resultado de la acciones médicas,
y el despliegue de diversas conductas frente a la enfermedad.

Otro objetivo de los Interconsultores es el de mejorar los procesos de comunicación entre


pacientes y profesionales, fenómeno que no sólo involucra al lenguaje como acto comunicativo
sino también al conocimiento de los protocolos de relación cultural y social de los pacientes.

En un contexto de salud intercultural, ambos ejes conceptuales, no debieran parecer ajenos o


extraños a la práctica médica, ni tampoco implicar una carga para el profesional de salud dado
que se fundamentan en los actuales principios de bioética médica expresado en el respeto a la
autonomía de los pacientes y a su derecho a decidir libre e informadamente en el marco de la
cultura propia.

El intento por proyectar esta visión Interdisciplinaria a las Ciencias Médicas, particularmente al
abordaje integral de pacientes con diagnósticos graves o irreversibles nos implica en una
posición que tiene por objeto generar un sistema de conocimientos multidimensional para
abordar la complejidad de las enfermedades y la implicancia emocional, familiar, social e
histórica en cada individuo en su particularidad.

El entendimiento del diálogo que implica la Interdisciplina es acorde con el pensamiento


científico contemporáneo, que cuestiona el determinismo y la existencia de una verdad única
como absoluta; y subrayo en ese orden de ideas, la importancia de tomar conciencia de la
existencia de una mayor diversidad, teniendo en cuenta muy especialmente la repercusión que
se produce, como consecuencia de dicha interacción, en cada disciplina.

El cáncer, el SIDA, las enfermedades coronarias y renales, etc., tienen implicancias


Interdisciplinarias muy amplias, dado que sus abordajes concentran en si mismos una
complejidad tributaria del enfoque multidisciplinario, pero en donde las consideraciones de cada
discurso científico, por la naturaleza de su objeto, resultan ajenas para el otro, y las
conclusiones son tan excluyentes que, al desconocerse la diversidad, surge un dogmatismo
que inhabilita el intercambio que promueve la comprensión y las conclusiones
interdisciplinarias.

Vivir implica flujo, transformación, intercambio regulado entre un ser vivo capaz de especificar
su forma de estar en el mundo y su entorno.

Las concepciones dinámicas no se detienen en el pensamiento de la corporalidad y nos dan la


oportunidad de concebir la salud como una relación del hombre con su entorno. No es el
cuerpo el que enferma sino el ser humano. Más aún, la persona humana dotada de emoción y
conciencia, afectiva y capaz de conocer, imaginativa, social e integrando redes, es la que
enferma o sana, la que vive o muere. Y esta “persona humana” no pertenece al campo de la
biología solamente, sino que adviene y deviene “sujeto”.

Esta propuesta no diluye la exigencia de una ética médica sino que la contextualiza y la
concibe en la interacción de todos los actores sociales; a la vez que exige del "enfermo" no una
actitud "paciente" ni pasiva, sino una participación activa en el cuidado de su salud.

En las últimas décadas se han levantado una lluvia de críticas y cuestionamientos al punto de
vista mecanicista que nos han ido mostrando que pensar la vida sin la humanidad supone
contenerla dentro de unos cauces que ella misma se ocupa siempre de rebalsar. Para
comenzar nuestra exploración hacia la complejidad resulta imprescindible comenzar
devolviéndole la “vida”, la “humanidad” a la biología, aunque esto resulte paradójico.-

*Lic. Marcelo E. Gatto


Psicólogo del Servicio de Salud Mental del Hospital de Oncología “María Curie”
(Buenos Aires – Argentina)
Director del Portal www.psicooncologia.org

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