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su tiempo libre?

Además de dotarlo de instrumentos mecánicos que lo


rodean de comodidad y confort, ¿lo ha enriquecido íntimamente como
para permitirle gozar de la vida, al menos como lo hacían las antiguas
humanidades clásicas?
Miremos algunos de sus ejemplos. Un señor o un muchacho han
viajado por Europa o los Estados Unidos uno, dos, varios meses. Pre­
guntémosles sus impresiones. Por lo general, se reducen al precio de los
hoteles o de las monedas, al costo de la vida y de la nafta, a algunas
opiniones sobre la comida o sobre las “boites” o sobre la elegancia o
inelegancia de las mujeres. ¿Museos, monumentos, estilos arquitectó­
nicos, literatura, teatro? No hubo tiempo ahora; en el próximo viaje será.
Recuerdo que un día pregunté cándidamente a un joven amigo que
partiera hacia España por un mes si había podido visitar algo más que
Madrid y sus vecinas Salamanca, Toledo, Avila y Segovia. Entornando
los ojos con modestia, me respondió: “Bueno, a España la visité toda.
Además, vi Italia, Francia, Suiza, Portugal y parte de Alemania”. Por
supuesto, preferí no continuar el diálogo.
La mitología cuenta de Midas, rey de Frigia, que al implorar, mo­
vido por su codicia, y recibir de Baco el don de convertir en oro cuanto
tocara, moría por ello mismo de hambre en medio de inmensas riquezas.
¡Cuántos Midas contemporáneos agonizan en medio de riquezas acumu­
ladas a costa de un empobrecimiento de su interioridad que les impide
luego gozarlas! ¿Será ésta la contextura espiritual definitiva del hombre
contemporáneo? Pienso que, si no se revierten las tendencias, se corre
al menos peligro de que lo sea.
Sobre el horizonte de nuestra cultura ya aparecen las caravanas
mecanizadas de los nuevos bárbaros, estridentes, duros, crueles, arro­
gantes, vacíos, inhumanos. Por eso cuando ellos consumen la destrucción
de nuestras artes y de nuestro estilo de vida, cuando arrasen al par con
la gracia de nuestras torres y nuestros templos y con la honda y rica
humanidad de nuestra cultura, recordemos el sabio consejo de Haecker
y como lo hizo Eneas con sus penates en medio de la devastación de la
Troya en llamas, rescatemos en primer lugar la Cruz, emblema de
nuestra Fe y de nuestra cultura, y después lo que cada uno ame con
más ardor: pero no olvidemos a nuestro Virgilio o a nuestro Cervantes
o a nuestro “Martín Fierro”, que caben en un bolsillo de la chaqueta.

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SAN MARTIN Y EL LIBERALISMO
O -.e l . H éc to r J u a n P ic c in a l i

Segunda Parte: SAN MARTIN CONTRA E L LIBERALISMO

Introducción
Los documentos sanmartinianos emitidos a lo largo del año 1816,
prueban que San Martín inició su desprendimiento de las teorías libe­
rales por considerarlas en pugna con la realidad concreta que se vivía.
Estudiando la vida de San Martín en España y en las Provincias Unidas
del Río de la Plata —que se ha reflejado sintéticamente en la Primera
Parte de este trabajo: ver Revista Gladius N9 7—, se puede ver que San
Martín, por el contrario a lo que se ha sugerido erróneamente, no era
ni un teorizador, ni un filósofo, ni siquiera un político, aunque tenía
la virtud insigne del político: la prudenciax. Reaccionaba ante los
acontecimientos a medida que se desarrollaban, y sabía ver claro en
medio de la confusión que producían las acciones de los hombres y las
distorsiones de las ideologías en boga que contrariaban el orden natural
y la Ley de Dios. Para definir su pensamiento político hay que confor­
mar la situación que vivía en cada momento, reconstruir el escenario,
leyendo bien y con lealtad lo que él escribió con toda franqueza.
Al finalizar la Primera Parte de este trabajo, transcribí la carta que
San Martin envió a Tomás Guido el 28 de enero de 1816, cuyo núcleo
central repito para recordar: "Un curso me da cada vez que veo estas

* Este trabajo consta de cuatro partes: I: San Martín ante el liberalismo en


Revista Gladius N? 7. II: la que se expone aquí, que se completará en el número
siguiente. III: los liberales contra San Martín. IV: San Martín se libró del
liberalismo.
1 “San Martín, cuya capacidad política era apenas inferior a su genio estra­
tégico. El Gran Capitán, uno de los emancipadores que tuvo más porvenir en la
cabeza, y que anunciaba con años de anticipación lo hacedero para realizarlo al
pie de la letra”, de Julio Irazusta. Balance de siglo y medio. Bs. As., 1983, p. 23.

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teorías de libertad, seguridad individual, ídem de propiedad, libertad
de imprenta, etc., etc., qué seguridad puede haber cuando me falta el
d in e r o para mantener mis atenciones y hombres para hacer soldados.
Cree Ud. que las respetan; estas bellezas sólo están reservadas para los
pueblos que tienen cimientos sólidos y no para los que ni aún saben
leer y escribir, ni gozan de la tranquilidad que da la observancia de las
leyes. No hay que cansarnos, cuantos gobiernen serán despreciados y
removidos ínterin los pueblos subsistan bajo tales bases: yo aseguro a
Ud. (y esto sin vanidad) que si yo no existiera en esta Provincia, ya
hubieran hecho los San bardos (sic) que las demás; pues todo el mundo
es país” 2.
Repito sólo lo esencial de mi comentario de la Primera Parte: ‘ Con
las libertades del liberalismo se caía en la quiebra de la autoridad / . . . /
San Martín, por tanto, descubrió bien temprano^que el liberalismo im­
portado no le servía a la Patria para ser Nación .
Bregó para crear las mejores condiciones políticas para triunfar en
la guerra de la emancipación. Desde fines de 1815, San Maitin iinpu so
la reunión del Congreso en Tucumán: “¡Cuando se juntan y dan princi­
pio a sus sesiones!”, le escribió a Godoy Cruz, diputado por Mendoza,
el 24 de enero de 1816 3. El gran objetivo sanmartiniano era la decla­
ración de la Independencia que daría sentido a la guerra en defensa
de la soberanía contra Fernando VII y contra todos los que se opusieran
a la nueva Nación. Su argumentación es impecable: sin soberanía de­
clarada no hay sino usurpación. “ ¡Hasta cuándo esperamos [paraJ de­
clarar nuestra Independencia! -exclam a en carta a Godoy Cruz, también
desde Mendoza, el 12 de abril de 1816— no le parece a Ud. una cosa
bien ridicula, acuñar moneda, tener el pabellón y cucarda^ nacional,
y por último hacer la guerra al Soberano de quien en el día se cree
dependemos, qué nos falta más que decirlo. Por otra parte, ¿que rela­
ciones podemos emprender cuando estamos a pupilo? Los enemigos (y
con mucha razón) nos tratan de insurgentes, pues nos declaramos vasa­
llos. Esté Ud. seguro que nadie nos auxiliará en tal situación, y por otra
parte el sistema ganaría un 50 por 100 con tal paso, animo que para
los hombres de coraje se han hecho las empresas -vam os claros, mi
amigo, si no se hace, el Congreso es nulo en todas sus partes, poique
reasumiendo éste la soberanía [sin declarar la independencia], es una
usurpación que se hace al que se cree verdadero, es decir, a Fernan-
dito” 4.

2 Archivo General de la Nación (en lo sucesivo, AGN) VII-16-1-1. “Todo


el mundo es país” : expresión que se usa para disculpar el vicio o defecto que se
pone a un determinado lugar, no siendo particular en el, sino común en todas
partes (Diccionario Enciclopédico Hispanoamericano. Montaner y Simón. Barce­
lona, España, 1856).
3 Instituto Nacional SanMartiniano. Documentos para la historia del Liber­
tador General San Martín (en lo sucesivo DH LGSM ), tomo III, p. 189.
4 DHLGSM, T. III, p. 320.

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Para hacer la guerra con éxito era necesario que todo se subordina­
ra a sus necesidades, que se unificaran todos los esfuerzos para ser
mas tuertes. Por eso escribió a Godoy Cruz el 24 de febrero de 1816-
Me muero cada vez que oigo hablar de federación: ¿no sería más con­
veniente transplantar la Capital a otro punto, cortando por este medio
las justas quejas de las provincias?”. Aunque éstas tenían razón en sus
quejas ante la dominante Buenos Aires, San Martín veía que: .. si
con todas las provincias y sus recursos somos débiles, qué nos sucederá
aislada cada una de ellas, agregue Ud. a esto la rivalidad de vecindad
y los intereses encontrados de todas ellas, y concluirá Ud. que todo se
volverá una leonera, cuyo tercero en discordia será el enemigo. . 5.
Como se ve, el enfoque de San Martín no es filosófico en contra del
sistema orgánico de la federación, sino que es estratégico: la explotación
y conducción de los recursos de guerra reclamaban centralización: era
la realidad y no teorías.

Con su talento y capacidad profesional penetró hondo en las causas


de los fiacasos militares, y aleccionó a sus amigos con responsabilidades
políticas para que comprendieran la necesidad de contar con auténticos
conductoies militares para obtener la victoria en la guerra, oficiales
experimentados, expertos pero también virtuosos, porque enrostra a los
generales del momento su orgullo, es decir, la soberbia, preconizando,
por contrario sensu, la humildad, principio y fin de todas las virtudes.
Uds. se molerán en proporcionar medios para salvar el país —escribió
a Godoy Cruz el 24 de abril de 1816—°, como se fatigarán en averiguar
las causas primitivas de nuestras desgracias, pues sepa Ud. que éstas
penden (hablo de lo militar) en que no tenemos un solo hombre capaz de
ponerse al frente de un Ejército [...]. Hagamos justicia a nuestra igno­
rancia, y que el orgullo no nos precipite en el abismo”. Lo mismo dijo
a Guido en carta del 19 de enero de 1816, refiriéndose a SipeSipe y
agregando un ejemplo aleccionador: . . . Pero mi amigo, ¿a qué atribuye
d. estos íepetidos contrastes? Yo creo que es a la confianza ilimitada,
o por mejor decir, a nuestro orgullo” 7. En cambio, en esta misma carta,
ei demuestra que ha estudiado al detalle las posibilidades del enemigo
que esta en Chile y da una magnífica lección de estrategia operacional,
y así puede terminar escribiendo: “¡Hay tranquilidad! Hay juicio. Dios
nos ayude”. A pesar de haber previsto todo, con humildad pide la ayuda
«c- w,S’ P °r<lue recordaría las palabras de Nuestro Señor lesucristo:
oin Mi nada podéis hacer”.

El Congreso de Tucumán por fin se reunió el 24 de marzo de 1816


v amo que las provincias juraran el reconocimiento de que represen-

° DHLGSM, T. III, p. 243.


® DHLGSM, T. III, p. 346.
7 AGN, VII-16-1-1.

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taba la soberanía nacional, remitiendo la siguiente formula de jura­
mento 8:
“ ¿Reconocéis representada en la Asamblea General Constituyente la auto­
ridad Soberana de las Provincias Unidas del Río de la Plata?
Sí reconozco.
’’¿Juráis reconocer fielmente todas sus determinaciones y mandarlas cum­
plir y ejecutar? ¿No reconocer otras autoridades sino las que emanen de su
soberanía? ¿Conservar y sostener la libertad, integridad y prosperidad de las
Provincias Unidas del Río de la Plata, la Santa Religión Católica Apostólica
Romana y todo en la parte que os comprenda?
Sí juro.
’’Si así lo hicieseis Dios os ayude y si no El y la Patria os lo demande
y haga cargo” .
Esta fórmula demuestra que el propósito del Congreso no era el
liberalismo, sino sujetarse a la Iglesia Católica fundada por N. S. Jesu­
cristo, emancipándose de los nefastos borbones y de toda otra domina­
ción extranjera, como terminaría por declarar el 9 de julio de 1816. Por
eso, Nicolás Avellaneda dijo que este Congreso “se halla definido por
estos dos rasgos fundamentales. Era patriota y era religioso, en el sen­
tido más riguroso de la palabra; es decir, católico, como ninguna otra
asamblea argentina”. Los congresales de Tucumán eran miembros au­
ténticos del cuerpo místico de Cristo y públicos sostenedores de la reli­
gión católica” 9, por lo que “se emanciparon de su rey, tomando todas
las precauciones para no emanciparse de su Dios y de su culto . . . Que­
rían conciliar la vieja religión con la nueva patria 10.

Reunido, pues, el Congreso, le pareció oportuno a San Martín hacer


conocer su plan estratégico continental en sendas cartas a Godoy Cruz
y a Guido, el 12 y 14 de mayo de 1816, y a Pueyrredón —recién nom­
brado Director Supremo por el Congreso de Tucumán— el 18 de mayo
de 181611. Incluía primero la hazaña sin par de “atravesar estos in­
mensos montes” —tan difícil que no lo dejaba dormir a San M artín12--,
para reconquistar Chile, y ejecutar a continuación una vasta maniobra
de ejércitos convergentes para recuperar el Alto Perú, y finalmente con­
quistar Lima. Como lo he demostrado exhaustivamente en otro traba­
jo 13, no era aquel famoso plan inventado por Vicente Fidel López en
1881, en supuesta carta apócrifa a Nicolás Rodríguez Peña, que lamen­
tablemente para la verdad histórica ha tenido tanta difusión 14.

s DHLGSM, T. III, p. 285.


9 R. P. Cayetano Bruno SDB. Historia Argentina. Bs. As., 1977.
10 Nicolás Avellaneda. Escritos y discursos. Bs. As., 1910.
11 DHLGSM, T. III, pp. 397, 419 y 471. AGN VH-16-1-1, carta de San
Martín a Guido del 14 de mayo de 1816.
12 AGN VII-16-1-1, carta de San Martín a Guido del 14 de junio de 1816.
38 Cnel. Héctor Juan Piccinali. El verdadero plan estratégico continental de
San Martín no es el conocido que surge de una carta apócrifa. Revista Militar,
julio de 1987.
14 Bartolomé Mitre. Historia de San Martín. Bs. As., 1977, T. I, pp. 171/2,

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SAN MARTIN CONTRA E L LIBERALISMO
EN LA ORGANIZACION D E LA NACION

El documento clave del pensamiento político de San Martín en este


momento concreto de la lucha por la Independencia es la carta a Tomás
Godoy Cruz que le envió el 24 de mayo de 1816 15. A través de ésta,
procuraba que se estableciera la fundamentación política para dicha
guerra, es decir, daba su opinión de cómo organizar la Nación para
sustentar el desarrollo del plan estratégico continental. Su empeño, en
este momento histórico, buscaba obtener bases políticas sólidas que le
permitieran hacer la guerra con objetivos claros e institucionales que
respaldaran las operaciones que estaba por emprender. San Martín se­
guía colocado en el plano de la conducción militar, porque sabía que
en este campo era insustituible, porque no había generales con la ne­
cesaria capacidad y además sumaban a su ignorancia, el orgullo, como
lo expresó claramente en los documentos mencionados más arriba. Pero
su talento político natural le hacía ver claro en el panorama total de lo
que hoy se llama estrategia general y que abarca los campos político,
diplomático, económico, psicológico y militar.
Procuró inculcar su pensamiento a Tomás Godoy Cruz, joven doctor
de 25 años de edad, bachiller en filosofía y graduado en sagrados cá­
nones y leyes, a través de quien San Martín influía en el Congreso de
Tucumán. Antes que nada, lo presionó fuertemente para declarar la
independencia: “Veo lo que Ud. me dice sobre el punto de la indepen­
dencia [que] no es soplar y hacer botellas: yo respondo a Ud. que mil
veces me parece más fácil hacerla que el que haya un solo americano
que haga una sola”. Enseguida empezó a orientarlo con humildad: “Ya
sabe Ud. que de muy poco entiendo pero de política menos que de nada,
pero como escribo a un amigo de toda mi confianza me aventuraré a
esparcir un poco de erudición gabinetina: cuidado que yo no escribo
más que para mi amigo”.
Si yo fuese Diputado me aventuraría a hacer al Congreso las si­
guientes observaciones. Y para el efecto haría mi introducción de este
modo, propio de mis verdaderos sentimientos. Soberano Señor. . . Un
americano republicano por principios e inclinación, pero que sacrifica
estas mismas por el bien de su suelo, hace al Congreso presente”. Esta
advertencia previa se refiere a una novedad en los sistemas políticos
integrales de organización de las naciones: la “república” que estaba
en el centro del llamado “liberalismo”. Recurrimos (como en la Primera
Parte de este trabajo) otra vez a la definición descriptiva e histórica
del Padre Castellini que nos enseña que, como resultado de las obras
de los empiristas ingleses, de Rousseau, de la ilustración y el enciclo­
pedismo, estalló la revolución francesa, y poco después de iniciada la

15 DHLGSM, T. III, p. 451.

-69
Convención adoptó por primera vez el título de “república”, idea iné­
dita, ya que en la época no existía ningún entusiasmo por otra forma
de gobierno fuera de la monárquica. Recién en ese momento se unió
lo republicano con el liberalismo. Sin embargo, su existencia fue bien
efímera, ya que a poco andar, en 1804, la República Francesa fue sus­
tituida por el bonapartismo, despotismo con formas monárquicas. El
término tuvo poca popularidad aunque quedó que la “república” era
el sistema político donde gobiernan muchos, ya de los principales, ya
de éstos y de la clase popular conjuntamente. Por otra parte, en 1816,
los Estados Unidos de Norteamérica no gravitaban en el mundo, y tam­
poco su régimen político, que aún estaba en plena iniciación.

Pero el liberalismo importado que los jóvenes patriotas profesaban


en la época, había transformado el sistema político republicano en un
mito que, como tal, tendió a adquirir un carácter fanático, impropio de
una forma de gobierno puramente instrumental. En cambio, San Mar­
tín había estudiado la situación concreta de las Provincias Unidas del
Río de la Plata en ese momento, y había llegado a la conclusión que
el sistema republicano era inconveniente para la causa de la indepen­
dencia. Talvez porque entendería que al joven liberal Godoy Cruz le
chocaría si expresaba sus convicciones directamente, le advirtió que él
era “un americano republicano por principios e inclinación, pero que
sacrificaba estas mismas por el bien de su suelo”. Por tanto, en este
año de 1816, en San Martín existía sólo una adhesión teórica al libe­
ralismo, pero no creía que sus premisas fueran adecuadas al bien co­
mún “de su suelo”, las Provincias Unidas del Río de la Plata. En el
fondo de lo que escribía ahora, campeaban sus conceptos en contra de
las libertades del liberalismo en nuestra Patria, ya vertidos en su carta
a Guido del 28 de enero de 1816, hacía cuatro meses solamente (que
he transcripto al final de la Primera Parte y al principio de esta Se­
gunda Parte), porque según lo expresó, eran un obstáculo para lograr
la independencia. Como se puede apreciar, San Martín entendió con
claridad muy temprano lo que el Padre Castelíini resumió: “Y después
me puse a investigar por qué el Liberalismo que proclamaba la libertad
—y en algunos, de buena fe— acabó por arruinar la Libertad, paradójico
resultado” 16.
Después de esta introducción, San Martín haría presente al Congre­
so, como artículo P?, el objetivo político general que fijó con toda cla­
ridad y precisión: “1? —Los Americanos o Provincias Unidas no han
tenido otro objeto en su Revolución que la emancipación del mando de
fierro español, y pertenecer a una Nación”. La idea nacional daba sen­
tido a la emancipación, ya que formar una Nación era el resultado natu­
ral sucesorio de una entidad política preexistente: el Virreinato del Río

10 R. P. Leonardo Castellani. Esencia del liberalismo. Ed. Dictio. Bs. As.,


1976, p. 134.

- 70 -
de la Plata. Era la gran oportunidad para el nuevo proyecto, para poder
“salir de ésto” : el imperio español que se desmoronaba en Europa podía
resurgir en Sudamérica a partir de la Patria Grande, de las Provincias
Unidas del Río de la Plata, herederas del Virreinato del mismo nombre,
genial creación geopolítica del insigne Capitán General Don Pedro de
Cevallos, la más grande del universo en su época, más de siete millones
de kilómetros cuadrados, con puertos sobre el Atlántico y el Pacífico,
el nuevo imperio que se proponía el futuro Libertador.
Pero para que hubiera Nación se necesitaba que existiese la causa
eficiente de una nación, es decir, la autoridad 17, que debía emanar de
un gobierno sólido y estable. Por tanto, San Martín empezó a analizar
los obstáculos para constituir una república, la forma de gobierno que
preconizaba el liberalismo: “2° — ¿Podremos constituirnos República sin
una oposición formal del Brasil (pues a la verdad no es muy buena
vecina para un país monárquico); sin artes, ciencias, agricultura, pobla­
ción, y con una extensión de territorios que con más propiedad pueden
llamarse desiertos?”. La transliteración de la primera parte de este ar­
tículo 2°, escrito al correr de la pluma, sería: el constituirnos en repú­
blica provocaría la oposición en form a de Brasil. A San Martín le preocu­
paba la probable actitud agresiva de Portugal, porque preveía que
nuestro enemigo secular trataría de sacar el más suculento partido po­
sible, cuando las Provincias Unidas estuvieran empeñadas con la masa
de sus fuerzas militares en la lucha por la reconquista de Chile y el
Alto Perú. Como tantas veces lo había intentado, procuraría apoderarse
del Paraguay, las Misiones orientales del Río Uruguay y la Provincia
Oriental, como ocurrió desde el siglo xvn cada vez que hubo una crisis
en el Plata. La adopción de la república como forma de gobierno en
las Provincias Unidas, podía contribuir a debilitar la monarquía portu­
guesa, y por ello, resultar el pretexto para invadir los territorios argen­
tinos, como avizoraba San Martín en su argumentación contra la repú­
blica, escribiendo: “pues a la verdad [una república] no es muy buena
vecina para un país monárquico”.

Además, planteó el interrogante de si nuestro país podía constituirse


en república, careciendo de los medios necesarios para consolidar la
ocupación d el territorio “sin artes, ciencias, agricultura, población y con
una extensión de territorios que con más propiedad pueden llamarse
desiertos”. En el artículo 3? de su carta San Martín continuó desarro­
llando en forma de preguntas las razones por las cuales no creía que
pudiera organizarse una república: “3° —¿Sí por la maldita educación
recibida no repugna a mucha parte de los patriotas un sistema de go­
bierno puramente popular, persuadiéndose tiene éste una tendencia a
destruir nuestra Religión?”. ¿Cuál era “la maldita educación recibida”
que hacía que muchos patriotas sintieran repugnancia hacia un “siste­

17 Ibídem nota rfi 16 precedente, p. 88.

71 -
ma de gobierno puramente popular persuadiéndose tiene éste una ten­
dencia a destruir nuestra Religión”?
San Martín debió incluirse entre esa ‘ mucha parte de los patriotas ’.
Se trataba de la educación recibida en materia política, que él calificó
de “maldita”, es decir, de muy mala. Educación es ejemplo, también
en esta materia: ¿cuáles fueron los grandes cuadros de la situación po­
lítica que le tocó vivir a San Martín? Su experiencia personal en la
Península y la de sus padres allí y en América, han sido descriptas en
la Primera Parte de este trabajo (ver Revista Gladius N° 7). En resu­
men, recordemos que San Martín se topó con el absolutismo ilustrado
de los Borbones españoles, importado de Inglaterra y de Francia, pri­
mer jalón del liberalismo. Vio a una dinastía que quiso romper con las
tradiciones culturales que habían hecho grande a España, cuando res­
pondieron a la misión evangelizadora que Dios Nuestro Señor asigno
para el Imperio iberoamericano por las acendradas convicciones cató­
licas y al heroísmo militar del pueblo español. L a masonería y el enci­
clopedismo infiltrados en la Corte borbónica, especialmente desde Fer­
nando VI, habían debilitado la defensa de la religión y de los dominios,
que culminaron con la expulsión de los jesuítas, y la entrega de Río
Grande, las Misiones Orientales y la Colonia del Sacramento por Car­
los III, a pesar de los resonantes triunfos militares del gran Cevallos.
Cuando San Martín ya tenía 15 años de edad, ascendió a 2° Sub­
teniente y luego a Teniente luchando en la guerra contra la revolución
francesa entre 1793 y 1795. Presenció la abolición de la monarquía y la
proclamación de la república. El rey fue enviado al cadalso y en no­
viembre de 1793 se suprimió en Francia la Religión Católica y contra
ella se consumaron las más grandes ignominias y blasfemias, profanán­
dose los templos y fomentándose públicamente el paganismo y el ateís­
mo. La persecución a la Iglesia fue implacable, aún después del con­
cordato entre Napoleón y el Papa Pío VII, con el que se inauguró una
era de sujeción despótica de la Iglesia al Estado revolucionario, llamado
bonapartismo. Este sólo era el principio de “la maldita educación reci­
bida”. Después le tuvo que doler la España del pésimo Carlos IV, de
su frívola mujer María Luisa y del inepto favorito Godoy, quienes alia­
dos con la revolución francesa en guerra con Inglaterra, fueron vencidos
decisivamente en Trafalgar el 21 de octubre de 1805, obteniendo los
británicos el dominio del mar y con ello la posibilidad de la hegemonía
mundial, arrebatando América al imperio español.
Pero en el Río de la Plata, los ingleses fueron derrotados en las
gloriosas jornadas de la Reconquista y Defensa de Buenos Aires en 1806
y 1807, que fue cuando se creó el Ejército Argentino y con él, nació
la Patria, en mayo de 1810, como fruto de un pronunciamiento militar
conducido magistralmente por el Coronel Saavedra, como lo demostró
fehacientemente Roberto H. M arfany18. El liberalismo inglés llegó al

1S Roberto H. Marfany. El pronunciamiento de mayo. Bs. As., 1958.

-72
Rio de la Plata detrás de las invasiones rechazadas, buscando la liber­
tad de comercio para ellos, que concretaron cuando el Virrey Cisneros
en 1809 abrió el puerto de Buenos Aires a los comerciantes británicos
con lo cual se deterioró a las industrias del interior de la Patria Grande,
se drenó el oro del país hasta agotarlo, y se arruinó el comercio local
que a poco andar pasó a ser dominado por los ingleses. El liberalismo
fue para Inglaterra un ardid de guerra para penetrar y establecer un
imperio económico-financiero mundial.

El otro engendro de la revolución francesa, Napoleón, se apoderó


del trono español, y contra esta dominación impía y sangrienta, se libró
la guerra de la independencia española, en la que San Martín se jugó
entero. En 1811, destruido el Ejército hispano, ya no había esperanzas
en los Borbones ineptos prisioneros de Napoleón, que ocupaba toda
la Península. Entonces fue cuando San Martín volvió a su tierra natal
para independizarla de Napoleón y de los nefastos Borbones, e intentar
concretar la gran oportunidad del nuevo imperio americano indepen­
diente. Pero cuando llegó a Buenos Aires, en lugar de ese alto ideal,
se encontró con objetivos políticos insignificantes, la seudoconducción
estratégica de arrogantes aficionados como Rivadavia, y por tanto, es­
tancadas las operaciones militares, y a los ingleses, simulando apoyar
a los^ criollos, apoderándose del comercio porteño y rioplatenser San
Martín, entonces, acaudilló el golpe de estado del 8 de octubre de 1812,
intentando un cambio sustancial, más no pudo controlar la Asamblea
del año xni de la que se apoderó Alvear y que fue sólo un caduco re­
medo de las Cortes de Cádiz (como lo expliqué en la Primera Parte)
mostrando solo una marcada tendencia a destruir nuestra Religión” a
través de las leyes y decretos para regular el régimen y disciplina de
la Iglesia, disposiciones substancialmente írritas. En cambio, nada se
hizo para definir la independencia ni la organización política. El libe­
ralismo, cuyas expresiones constituían en el Río de la Plata “la maldita
educación recibida”, había traído una mezcla de anarquía y tiranía, es
decir, el desgobierno. Sobre esto mismo trataba el artículo 4? de San
Martm, sumando hechos de la realidad en contra de la república: “Sí
en el fermento horrendo de pasiones existentes, choque de partidos in­
destructibles; y mezquinas rivalidades, no solamente provinciales sino
de pueblo a pueblo, podemos constituirnos nación”. Se entiende, bajo
un régimen republicano, donde toda autoridad debía proceder expresa­
mente de la “voluntad general” manifestada por el sufragio universal,
según la declaración de los derechos de 1789, núcleo central del libe­
ralismo, que por tanto estaba en contra también de los medios compul­
sivos que era indispensable ejercitar para salvar a la Patria, como lo
expresó en el artículo siguiente: “5° —Si los medios violentos a que es
preciso recurrir para salvarnos tendrán o no los resultados que se pro­
ponen los buenos americanos, y si se podrán o no realizar, contrastando
el egoísmo de los pudientes”.

- 73 -
Terminó así con los artículos y a continuación se refirió a los hechos
que configuraban la situación, empezando con un balance: “Seis años
de revolución, y los enemigos victoriosos por todas partes nos oprimen:
falta de jefes militares y nuestra desunión son las causales ¡y se podrán
remediar!”. Así levantó la voz con la confianza que le daba su indo­
mable voluntad de vencer. Pero enseguida, en párrafo aparte, hizo una
advertencia, que desgraciadamente fue una profecía: “Puede demos­
trarse que no podemos hacer una guerra de orden por más tiempo que
el de dos años por falta de numerario. Y si sigue la contienda, no nos
resta otro arbitrio que recurrir a la guerra de montonera y en este caso
sería hacérnosla a nosotros mismos”. San Martín pudo hacer la guerra
regular (o “de orden” como él la llamó aquí) en Chile y Perú, pero
no pudo concretar su plan estratégico continental, porque el Ejército
destinado a operar en el Alto Perú, se diluyó al intentar Pueyrredón
lanzarlo contra el Litoral y Córdoba, protegido por Artigas, quien de­
fendió solo con sus propios medios la Provincia Oriental contra los
invasores portugueses, de los que fueron sus aliados los directoriales de
Buenos Aires —inclinemos la cabeza de vergüenza por los que traiciona­
ron a la Nación—, como se verá en el trabajo especial sobre este tema.
La guerra de montonera que, como dijo San Martín, era “hacérnosla a
nosotros mismos”, hizo crisis en 1820 con la pérdida irreparable de
Artigas y de los compatriotas orientales, y, en 1821, con la infausta
muerte de Güemes, nos arrebataron las provincias del Alto Perú. ¡Ay!
¡Qué desgracia más grande para la Patria!
Con respecto a los ingleses, por su diagnóstico basado en experien­
cia directa, no tuvo hesitación alguna al escribir: “Ya está decidido el
problema de la Inglaterra: nada hay que esperar de ella”. Creo que
nadie hizo nunca en la época un juicio tan contundente sobre la men­
tira de que Inglaterra prestó ayuda al proceso emancipador; lo que hizo
fue pingües negocios en nuestro perjuicio, desde 1809, inundando la
plaza rioplatense de mercaderías que antes se fabricaban aquí con lo
que se destruyó nuestra industria, se llevó nuestro oro y arruinó el
comercio. San Martín lo sabía muy bien porque intentó obtener la co­
laboración británica con resultado negativo y le constaba que en el
puerto de Buenos Aires sólo podía comprarse algunas armas a los in­
gleses, en cantidades mínimas, en forma subrepticia, con altos precios
usurarios, pagados en oro contante y sonante, como lo he ejemplificado
en mi libro “Vida de San Martín en Buenos Aires”, página 238, bajo el
título “Inglaterra no ayudó nada en nuestra guerra por la independen­
cia”. De todo esto, quedaba bien claro, que la libertad de comercio
era un error que obstaculizaba nuestra capacidad de emanciparnos.
“Nada había que esperar de ella”, de Inglaterra y de su liberalismo,
que según el análisis del Padre Castellani, “en el plano empírico era
una invención de la oligarquía inglesa y su posterior imperialismo, des-

- 74 -
pues adoptada por toda la burguesía europea, cuya meta era el Di­
nero” 19.
Con esto último, San Martín terminó de explicar las condiciones
políticas que eran necesarias para respaldar el esfuerzo de guerra. En
el siguiente párrafo de esta carta, va a fijar las responsabilidades del
Congreso en adoptar las medidas indispensables descriptas anteriormen­
te, empezando por el primer paso que era la declaración de la indepen­
dencia con que empezó esta carta y escribió en el artículo 1° que ya
se ha transcripto, señalando en forma terminante el tiempo disponible:
“Ahora bien, ¿cuál es el medio de salvarnos? Yo los sé, pero [si] el
Congreso los aplicará como tan interesado en el bien de estos pueblos
resta saber, que si los tales medios no se toman en todo este año [1816],
no encuentro (según mi tosca política) remedio alguno = se acabó”. El
sabía que para lograr la emancipación, el Congreso debía adoptar las
medidas que explicitó en esta misma carta: rechazar la república del
liberalismo, y elegir el gobierno unipersonal fuerte, como le había dicho
a Guido en la carta del 28 de enero de 1816 que se transcribió en la
Primera Parte (ver Gladius N ° 7, pág, 111) que en parte repito: “. . . , en
tiempos de revolución no hay más medio para continuarla que el que
mande diga hágase, y que esto se ejecute tuerto o derecho, y si no hay
para cada uno de ellos un cañón de a 24 que les haga seguir el camino
derecho todo se pierde”. Ya conocía los recursos de la Patria que, si
eran bien manejados, bastarían para la empresa.
El peligro de los portugueses para la integridad nacional de las
Provincias Unidas, estará siempre presente en su mente y en su corazón:
este tema será tratado más adelante en un trabajo aparte, ya que nunca
fue encarado a fondo. No obstante, cabe señalar ahora que en esta
carta del 24 de mayo de 1816 que analizamos, San Martín pide a Dios
la unión del Paraguay y la Banda Oriental que, aunque lo tranquiliza­
ría mucho, le asigna pocas posibilidades de que se concrete: “Mucho
me ha tranquilizado lo que Ud. me dice acerca de la probabilidad de la
unión del Paraguay y Banda Oriental: Dios lo haga, pero yo apostaría
un brazo a que no se verifica, y aseguro a Ud. por mi honor que me
alegraría perderlo: el tiempo por testigo”. El sabía bien que nada se
había hecho para unir a las provincias desde Buenos Aires; al contrario,
se había intentado conquistarlas por las armas, como si fueran el ene­
migo, y no los compatriotas de la Patria Grande. Tratará de modificarlo
en forma diametralmente contraria, influyendo sobre el nuevo Director
Supremo Pueyrredón, directamente y por medio de los amigos de la
nueva Logia Lautaro que Guido, por la constante indicación de San
Martín, estaba organizando en Buenos Aires, como se desprende de las
cartas que le envió desde Mendoza, especialmente desde el 6 de abril
de 1816 20, encubriendo la organización política secreta con la designa­

19 Ibídem nota n'-1 16, p. 147.


20 AGN VII-16-1-1.

75 -
ción de “establecimiento de educación” o “de matemáticas”, al que
consideró la base para promover el bien del país (carta a Guido del
21 de agosto de 1816). Asimismo, era valiosa la íntima relación que
tenía con dos personajes de gran influencia en Buenos Aires: su padre
político Antonio José de Escalada, presidente de la Junta de Observa­
ción que, desde la caída de Alvear en 1815, vigilaba las decisiones del
Director interino; y su tío político Francisco Antonio de Escalada, Al­
calde de 1er. Voto del Cabildo de Buenos Aires, quien en esos momentos
constituía, junto con Miguel de Irigoyen, la Comisión Gubernativa que
detentaba la autoridad nacional en la Capital.
Singular importancia política y estratégica tuvo, pues, la entrevista
de San Martín con Juan Martín de Pueyrredón, que se acordó realizar
en Córdoba entre el 10 y 12 de julio de 1816, según la carta del Director
del 6 de junio de 1816 21. San Martín viajó desde Mendoza el 30 de
junio de 1819. “El 9 llegamos a ésta —escribió Godoy Cruz el 16 de
julio de 1816— nuestro viaje muy penoso por los fríos excesivos / . . . / .
Es increíble lo mortificado que estoy con la demora del Director / . . . / .
Ha dado el Congreso el golpe magistral con la declaración de la inde­
pendencia . . . ” 2223. Pueyrredón llegó recién el 21 de julio de 1816 a la
tard e2S, es decir, San Martín lo esperó durante doce días para la reunión
que empezó esa misma noche del 21 de julio y terminó el 23 24. Los te­
mas tratados pueden deducirse de los documentos recibidos y emitidos
por ambos durante y después del encuentro, a saber:
1. Conato de sublevación en el Ejército de los Andes (este tenia fue motivo
de un trabajo especial cuyo resumen publicó el diario “L a Prensa” el 15
de mayo de 1987 con el título: “El punto final del general San Martín” ).
2. Apoyo al plan estratégico continental de San Martín.
3. Inmediata retirada del Ejército de Buenos Aires invasor de Santa Fe.
4. Invasión portuguesa a la Provincia Oriental y Misiones Orientales del
Río Uruguay, y la paz con José Artigas.
5. L a monarquía con un Inca a la cabeza y la Regencia unipersonal de
Pueyrredón.
6. L a conducción política superior por la nueva Logia Lautaro.
7. E l traslado del Congreso a Buenos Aires y del Poder Ejecutivo a Córdoba.

Todos estos temas se desarrollan en trabajos aparte del presente,


excepto los tres últimos que siguen a continuación.

21 DHLGSM, T. III, p. 471.


22 DHLGSM, T. IV, p. 7.
23 AGN X-9-5-7. La fecha cierta de la llegada de Pueyrredón a Córdoba
para la entrevista con San Martín que aquí se consigna e s un dato inédito qu e se
d e v e la por prim era vez en la h istoriografía argentina. Surge del oficio que Puey-
wedón dirigió^ a J a Comisión Gubernativa de Buenos Aires el 22 de julio de 1816,
donde expreso: . . . A muy corta distancia de esta ciudad me entregó ayer tarde
el Capitán Don Miguel García la comunicación de V. E. del 12 del corriente. . . . ” .
4j DHLGSM, T. IV, p. 13. Carta de San Martín a Godoy Cruz con la firma
j pie de J ’ueyrredon, de la que se infiere que la reunión terminó el 23 de julio
de 1816: . . . en dos días con sus noches hemos transado todo” .

- 76 -
San Martín escribió desde Córdoba a Tomás Godoy Cruz el 22 de
julio de 1816, con Pueyrredón a su lado quien también firmó al pie de
la carta, sobre “lo admirable que me parece el plan de un Inca a la
cabeza, las ventajas son geométricas —quiere decir: simple, exacto, de
formas puras que San Martín ensalza como buenas—, pero por la Patria
les suplico no nos metan una regencia de personas, en el momento que
pase de una, todo se paraliza y nos lleva el Diablo. Al efecto no hay
más que variar de nombre a nuestro Director y quede un Regente; esto
es lo seguro para que salgamos a puerto de salvación” 24. Lo que sugi­
rió en la carta del 24 de mayo de 1816 contra la república del liberalis­
mo, que se ha comentado, surgió en ésta: San Martín quería la monar­
quía cristiana original de América, a tono con el sistema político de la
Santa Alianza que dominaba en Europa. Pero el verdadero poder lo
tendría el Regente y la Logia Lautaro, una dictadura, para nada sería
la monarquía del liberalismo. El fortalecimiento de la autoridad central
era una exigencia básica para el esfuerzo de guerra.

Por eso mismo le escribió a Godoy Cruz el 12 de agosto de 1816:


.. Efectivamente nuestra entrevista con Pueyrredón ha proporcionado
grandes ventajas a la causa, todos los obstáculos se han removido, y
en todo se procederá con firmeza, y unión, yo espero que nuestras osci­
laciones ya cesaron / . . . / . He visto el oficio que pasa al Cabildo sobre
la dinastía de los Incas; todos los juiciosos entran gustosos en el plan:
las razones que Ud. apunta son las más convenientes /■ ■ ■ / *"’■ Está
contento con el nuevo Director, pero en carta íntima a Guido, el 16 de
agosto de 1816, pide a Dios por su actuación pacificadora en el orden
interno: “PD. —Acabo de recibir la de Ud. del 2, sea mil veces enhora­
buena por el feliz recibimiento del Director, Dios haga seá el iris de la
unión y tranquilidad / . . . / ”. En otra del 21 del misino mes, agregó:
“ / . . . / estoy bien seguro que no solamente promoverá el bien del país,
sino su base cual es el establecimiento de educación pública” Jf*. Aludía
a la nueva Logia Lautaro, porque la de 1812 fue destruida por Alvear.
Y no era masonería, como he demostrado exhaustivamente.

En esos momentos, San Martín escribió a Godoy Cruz el 15 de


agosto de 1816, sobre el intento de practicar uno de los mitos del libe­
ralismo: la voluntad general que, según Rousseau, es soberana e infa­
lible: “. . . Don Manuel Molina [—Alcalde de 1er. Voto del Cabildo de
Mendoza—] me manifestó el juiciosísimo oficio de Ud. sobre la consulta
de los Incas: me dijo que se había dispuesto tener un Cabildo abierto
para consultar la voluntad del pueblo, le contesté que no me parecía
lo más acertado y que en todo caso lo mejor sena citar a su casa por
esquelas de particular convite a aquellos sujetos de consejo, en efecto
nsí lo verificó, y entre los citados fue el Doctor Vera; este echo el resto
lili •

25 DHLGSM, T. IV, p. 577.


26 AGN VII-16-1-1.

- 77 -
de su erdución en opinión contraria, y no obstante que la más general
estaba por la afirmativa de las razones de Ud., suscribieron esto, puede
servir a Ud. de régimen para obrar sin traba alguna en el supuesto de
que ustedes todos tendrían más presente los intereses del pueblo, y
despreciarán ciertas teorías que sólo pueden verificarse en pueblos de
otra contextura bien diferente del nuestro. Por ésta activamos lo posible
para prepararnos: Dios ponga tiento —[sinónimo de pulso, prudencia]—
en nuestras manos / . . . / 27. Así le mostró San Martín a su joven amigo
como la mayoría^ podía frustrar una buena iniciativa, instándolo a obrar
sin traba alguna , ya que los diputados “tendrían más presente los in­
tereses del pueblo’ que los mismos interesados, atados a teorías que
ellos debían despreciar por ser de aplicación a otros pueblos distintos
y en otras circunstancias. Talentoso y sensato, San Martín supo ver que
el liberalismo no nos servía, que había que desechar esas teorías que
hacían necesario “al politiquero” como intermedio obligatorio entre el
poder y la ‘voluntad soberana’ del pueblo” - a l decir del Padre Caste-
llani, que lo define de este modo: “El politiquero es mal estadista por
definición, por su función misma. Depositar el delicado y tremendo
instrumento necesario a la sociedad humana y peligroso al que lo ma-
neja, en manos de un sacamuelas, un embustero, un embaucador, un
histrión vanidoso vacuno, es cosa de locos” 28. Valga para este caso:
el 17 de diciembre de 1816, Pueyrredón le escribió a San Martín entre
numerosos asuntos, lo siguiente: “A propósito de Vera: con mucha ge­
neralidad se desconfía de Vera; sírvale a Ud. de gobierno para su ma­
nejo” 29. Por todas estas cosas, San Martín pedía a Dios que pusiera
“tiento en nuestras manos”, como hemos visto.

El otro tema político que San Martín trató en Córdoba y que tiene
que ver con el liberalismo, es el del papel del Congreso de Tucumán
con respecto al Poder Ejecutivo y a las provincias. Como hemos visto
en la Primera Parte en Gladius N ° 7, San Martín impulsó la reunión
del Congreso, ya que era el elemento idóneo para representar a la Na-

, . DHLGSM, T. IV, p. 576. Esta carta de San Martín a Godoy Cruz y la


de la n? 25 precedente, fueron robadas por el Cnel. José Moldes, diputado por
balta al Congreso rechazado por éste. Anteriormente, ya San Martín previno a
Godoy Cruz en carta del 12 de octubre de 1816 (T. IV, p. 364): “Estoy seguro
que si Moldes entra en el Congreso, se disuelve antes de dos meses. El Infierno
no puede abortar un hombre más malvado, yo no lo he tratado pero tengo docu­
mentos en mi poder de su perversidad: en conclusión éste es hombre enemigo de
todo lo que es honrado y prudente” . Sobre el robo de las cartas, San Martín
escribió a Godoy Cruz el 25 de octubre de 1816: “Mi amigo muy querido: no ha
dejado de mcomodarme la exposición que me hace Ud. en la suya sobre el incidente
de las dos cartas interceptadas y encontradas en poder del célebre Moldes: qué
duro es que al cabo de seis años de revolución existan (y lo más extraño con cré­
an ») estos malvados en la buena sociedad; en fin, yo espero que el atentado come­
tido no lo deje el Congreso impune, y en mi opinión Ud. debe agitar la cosa hasta
el extremo .
28 Ibídem nota n? 16, pp. 155/156.
29 DHLGSM, T. IV, p. 519.

- 78 -
ción en su justa demanda para emanciparse “del mundo de fierro espa­
ñol” como llamó a la tiranía borbónica. En julio de 1816, el Congreso
había dado satisfacción a lo que San Martín esperaba de él: asumió la
soberanía nacional (en lugar del Rey y de cualquier otra dominación
extranjera) y juró conservar la libertad e integridad de las Provincias
Unidas del Río de la Plata y la Santa Religión Católica Apostólica Ro­
mana, declaró la independencia de Sudamérica, designó al Director Su­
premo, un poder ejecutivo personal fuerte, y estaba tratando de esta­
blecer una monarquía. También había incorporado a diputados del Alto
Perú y procuraba integrar al litoral argentino, Santa Fe, la Banda Orien­
tal y el Paraguay, mediante un comisionado, el diputado R. P. Corro.
Finalmente, consagró la bandera de la Patria, oficializando la que ha­
bía creado el General Belgrano, azul celeste y blanca. Brindaba, pues
el respaldo moral y político indispensable para las operaciones militares
del plan estratégico continental que San Martín estaba por emprender.
Por la nobleza de estos logros, él quería que el Congreso continuara
funcionando para alcanzar los objetivos que le señaló a Godoy Cruz
en su carta del 24 de mayo de 1816 que se ha analizado más arriba.
Es decir, que estableciera la forma de gobierno más idónea para las
circunstancias, desechando la república del liberalismo por contraria a
nuestra Religión, arbitrando los medios para que se afianzara la autori­
dad, sin tiranía y sin anarquía, esto es, sancionar la Ley con mayúscula,
como la definió el Padre Castellani: “Ley significa un algo que este
por encim a d e la voluntad y aún d e la cab eza d e los hom bres, en el
sentido que diremos ahora. En los dos extremos de la corrupción polí­
tica predomina sobre la Ley la voluntad de los hombres: en la Tiranía,
la de Uno; y en la Anarquía, la de M uchos / . . . / . Baste^ decir ahora
que cuando nuestros abuelos el siglo pasado hablaban de 1 estancar Icís
leyes’ / . . . / . Lo que querían era que la Ley’ se mirase de otra manera;
querían en suma que fuera obedecida; / . . . / Para lo cual era necesario
que la Ley promulgada fuera justa, pareja y prudente; o sea, de acuerdo
a las costumbres y ‘d erivada d e la razón en orden a l bien común —o
derivada de Dios en Definitiva, ‘fuente d e toda razón y justicia’ : ‘de
los cielos’, como dijo el de Aquino. Más para que la Ley salga realmen­
te Ley —lo cual no es soplar y hacer botellas—, Ley justa, pareja y pru­
dente, comúnmente se requiere que no salga del mate de uno solo, sino
que se junten varios mates buenos . . . y si es posible, todos 30.
Esto explica la decepción de San Martín ante la posibilidad que el
Congreso se disolviera, el 10 de septiembre de 1816, en carta a Godoy
Cruz: “Mi amigo el más querido: su última del 26 del pasado ha llena­
do mi corazón de la mayor amargura: si como Ud. me asegura esta
pronta la disolución del Congreso y ésta se verifica, todo esta perdido,
por lo tanto mi resolución está tomada, pues cuando me propuse derra­
mar mi sangre por los intereses de nuestra causa, fue en el concepto de

30 Ibídem nota n? 16, p. 161 a 163.

- 79 -
hacer su defensa con honor y como un militar, pero jamás me envolveré
en la anarquía y desórdenes que son necesarios, y que deben manchar
los párrafos (sic) de nuestra revolución. No hay remedio mi amigo, el
país se va a envolver en las mayores desgracias con el doble sentimiento
de que los principales agentes de ellas sean los Padres [—es decir, los
congresales—] en quien confiaron los pueblos su fortuna y Honor; esto
está demasiadamente conocido, y ahora se convencerá Ud. más y más
de mis reflexiones acerca de lo imposible que yo creía fuésemos capaces
de mandarnos a nosotros mismos: en fin, hagan Uds. los buenos cuantos
esfuerzos quepan en lo humano para evitar tamaño mal, repitiendo a
Ud. que si el Congreso se deshace yo me voy en el momento a mendi­
gar a otro país, antes que ser testigo de su deshonor y suerte” 81.

Pero los Padres —para San Martín, los mates para Castellani— del
Congreso, necesitaban tiempo e información correcta para concretar
las Leyes fundamentales y no distraerse con cuestiones de ejecución que
debía dejar al Director Supremo. “Si el Congreso quita a los Tenientes
Gobernadores —escribía San Martín a Godoy Cruz el 15 de agosto de
1816—el diablo se entienda con los pueblos” 32. Tanto San Martín como
Pueyrredón tenían experiencia sobre la influencia negativa que un cuer­
po colegiado podía ejercer sobre el Poder Ejecutivo diluyendo y demo­
rando un accionar congruente, orientado y rápido, que era vital para
apoyar el esfuerzo de guerra, consolidar el frente interno y conjurar
los peligros exteriores. Por tanto, había que separar al Congreso del
Director ubicándolos en lugares distintos, aunque no demasiado distan­
tes. En este sentido, el Congreso debía realizar un gran esfuerzo inte-
grador para incorporar el litoral rioplatense a su seno, y para ello Buenos
Aires le permitiría establecer buenos contactos con los caudillos, espe­
cialmente con Artigas. Allí también el Congreso podía informarse más
rápidamente que en Tucumán de lo que sucedía en Portugal y en
Europa.

Como hemos visto en la Introducción, San Martín reconocía “las


justas quejas de las provincias” contra la centralización de Buenos Aires
que acaparaba la Aduana y pretendía dominar por la fuerza de las
armas. Pero la federación no le parecía factible porque perjudicaría el
esfuerzo de guerra que tenía la más alta prioridad porque sin triunfo
no habría independencia. En cambio, pensó: “¿No sería más conveniente
transplantar la Capital a otro punto, cortando por este medio las justas
quejas de las Provincias?”. Por esto, el 12 de agosto de 1816 escribió
a Godoy Cruz: “Muy reservado. Nada se adelantará para el restableci­
miento del orden y tranquilidad si no se quita de Córdoba [de] las
diseñciones. Crea Ud. mi amigo que en los pocos días de mi permanen­
cia en esta ciudad me he convencido de la necesidad de dar un corte,

si DHLGSM, T. IV, p. 146.


32 DHLGSM, T. IV, p. 577.

- 80 -
pues de lo contrarío todo se lo lleva el diablo: en mi opinión el modo
de arrancar la hidra33 es estableciendo su asiento en ella el Supremo
Director, si así no se hace todo peligra / . . . / ” 34• Pueyrredon, en la
entrevista de Córdoba, quedó en que se instalaría en ésta y el Congreso
se trasladaría a Buenos Aires, pero una vez que llegó aquí no se movio
más aunque reconoció que su presencia era indispensable tanto en Cor­
doba como en Santa Fe (carta a San Martín del F? de septiembre de
18163S36, tratando de justificar su inacción por la invasión portuguesa,
y en las opiniones de sus amigos de la nueva Logia Lautaro que San
Martín había recreado en Buenos Aires. En cambio, San Martín impulso
dichas ubicaciones hasta que Guido lo convenció de lo contrario, como
surge de la carta a éste que envió el Y- de noviembre de 1816: Veo
que es fundada su reflexión sobre la venida del Congreso a Buenos Aires.
En este correo escribo a los diputados de esta Provincia sobre el par­
ticular: ellos son los que más han contribuido a su traslación, pero tue
porque así lo acordamos con Pueyrredón en Córdoba, y bajo este su-
puesto Ies escribí; si dicho amigo me hubiera escrito después las (hri-
cultades que se presentaban lo hubiera hecho. En fin veremos si pee do
suspender su ida [del Congreso] a esa, y que queden en Cordoba .
En realidad, el Congreso sesionó en Tucumán hasta el l 9 de febrero de
1817 y reinició sus reuniones en Buenos Aires el 12 de mayo de 1817,
cada vez más alejado de las provincias y sometido a la influencia por­
teña. Pero para entonces, San Martín se había cubierto de gloria en la
campaña de los Andes, única en la Historia Militar del mundo, y estaba
consolidando la independencia de Chile. Tanto en este p a ís com o en e l
Perú, continuó concretando organizaciones políticas contra el liberalis­
mo cuyo análisis, por su extensión, merece otro capítulo aparte, aunque
integrando esta Segun d a P an e d e “ San M artín y el liberalism o , que por
tanto, continuará.

33 Hidra- referencia a la hidra de Lerna que era, según la fábula, una


serpiente monstruosa de siete cabezas, que volvían a crecer a< medida que las cor­
taban si no las derribaban todas de un solo tajo. L a destrucción de dicho monstruo
fue uno de los supuestos doce trabajos de Hércules. En política suele compararse;
con frecuencia dicho monstruo con los disturbios que agitan un Estado: combatir
la hidra de la anarquía.
34 DHLGSM, T. IV, p. 577.
»5 DHLGSM, T. IV, p. 109.
36 AGN VII-16-1-1.

- 81 -
Por Él han sido creados los ángeles, los hombres, el universo entero (cf.
Jn, 1,3) . Ideal de Dios, es también el Ideal de los ángeles y de los hom­
bres” 28.
Cristo se nos muestra así como el Ideal supremo y más noble. Quien
permanece en este Ideal permanece en Dios, y Dios en él. Asimismo,
quien permanece fiel a su ideal concreto, a su vocación, permanece en
Cristo, y Cristo en él. Porque todo ideal auténtico responde a un llamado
suyo que es la vocación personal.
Nadie más calificada que M aría Santísim a para ayudamos a per­
seguir perseverantemente nuestros ideales, más aún si Cristo es nuestro
supremo Ideal. Como lo dijimos más arriba, Nuestra Señora fue el molde
donde Él se formó; de manera semejante lo será para nosotros. Dice
S. Alfonso M ana de Ligorio que la Virgen “cual águila real, siempre
tenía los ojos clavados en el Sol divino” 29. Ya que Cristo es “el Sol
que nace de lo alto” (Le. 1,78) para iluminar nuestras vidas y dar ener­
gía a nuestros corazones, María es la más indicada para hacerlo presente
en nuestros ideales. Y así “como el águila incita a su nidada” (Dt. 3,11),
del mismo modo Ella nos alienta a ser fieles a nuestros ideales.
Quizás el mejor epitafio para culminar nuestra vida podría ser aque­
lla frase de ese gran idealista que fue S. Pablo: “He combatido el buen
combate, he terminado mi carrera” (2 Tim. 4,7). He luchado hasta el
fin por mi ideal. “Ahora, Señor, puedes ya dejar ir a tu siervo en paz”
(Le. 2,29).

28 T eología d e la perfección cristiana P .l, c.3.


28 L a s glorias d e M aría P. II, c.2.

- 72 -
SAN MARTÍN Y EL LIBERALISMO *

C o r o n e l H éc to r J u a n P ic c in a l i

SAN MARTIN CONTRA E L LIBERALISM O EN CH ILE

* Este trabajo consta de varias partes: I»; San Martín ante el liberalismo, en
Gladius N »7; II»: San Martín contra el liberalismo en la organización de la Nación,
en Gladius N? 10 - La que se expone aquí; San Martin contra el liberalismo en Chile
y Perú; IV»: Los liberales contra San Martín; V»: San Martín se libró del liberalismo.

San Martín exigió para Chile un sistema político antiliberal.


Las instrucciones reservadas para la campaña de Chile que firmó
Pueyrredón como Director Supremo de las Provincias Unidas del Sud
el 24 de diciembre de 1816 \ establecían para este país un sistema polí­
tico que estaba bien en las antípodas del liberalismo que se difundía
sobre el mundo cristiano haciendo de la libertad una idolatría, tanto,
que intentaba por medios sutiles liberarse de Dios, separar lo temporal
del orden sobrenatural trascendente. Para los patriotas dirigentes “La
consolidación de la independencia de la América de los Reyes de España,,
sus sucesores y Metrópoli, y la gloria a que aspiran en esta grande obra
las Provincias Unidas del Sud son los únicos móviles, a que debe atri­
buirse el impulso de la campaña”. Estaban bien lejos de la actual men­
talidad liberal que, al decir de Alberto Caturelli, “le causa horror admi­
tir que es sacro todo el orden temporal en cuanto ha sido asumido por
Cristo y que tal orden natural no se cura ni se salva sino por Él 2. En

1 Instituto Nac. Sanmartiniano. Documentos para la Historia del Libertador


General San Martín (en lo sucesivo DH LG SM ). Tomo IV. Pág. 5bl.
2 Alberto Caturelli. Examen crítico del liberalismo como concepción oei
mundo. Gladius 3, Pág. 65.

“ G lad iu s N ? 12 - Año 4”

— 73 —
las aludidas “Instrucciones.. . ”, el artículo 1? de las subtituladas “Ramo
Político y Gubernativo expresaba: “La religión dominante será un sa­
grado de que no se permitirá hablar sino en su elogio; y cualquier in­
fractor de este precepto será castigado como promotor de la discordia
en un país religioso”.

Las^ imposiciones del ordenamiento político estaban bien determi­


nadas:^ 6° Luego que la Capital de Chile se encuentre libre de la
opresión de los enemigos, y a cubierto de las invasiones, nombrará el
Gral. provisionalmente un Ayuntamiento, incluyendo en él cuantos indi­
viduos sea posible de los que lo componían por la última elección/ . . ./ .
7° Nombrará el Gral. igualmente con la misma calidad de provisorio
un Presidente que reúna en sí la dirección ejecutiva/ . . . / . 12? El General
influirá cuanto esté de su parte para que entretanto todos los ángulos del
Reyno no, esten absolutamente libres de los enemigos exteriores, no se
convoque a Congreso, obrando la autoridad ejecutiva con toda la am­
plitud de facultades necesarias para concluir la guerra con éxito favo­
rable’ . Por tanto, no tenían aquí cabida para nada los tres mitos del
liberalismo: la soberanía del pueblo, la infalibilidad de la voluntad ge­
neral y el gobierno por asambleas.

¿Como atribuir estas, instrucciones a San Martín si fueron enviadas


desde Rueños Aires y firmadas por el Director Supremo? Es que en
carta a Tomás Godoy Cruz del 2 de agosto de 1817 3, San Martín develó
haber impuesto la forma de gobierno en Chile: “/ . . . / : pero al caso
de díscolos, Ud. sabe que estos diablos hubieran arruinado la causa
si felizmente o por mejor decir (la suerte de la América) no hubiese
hombres al frente de sus negocios cuya buena comportación la libertase
de las garras de estos malvados: ésta es una de las razones que he tenido
y Ud. sabe para exigir con tanto empeño una forma de gobierno pronta,
segura y bajo bases permanentes, de modo que contenga las pasiones
violentas y no pueda haber las oscilaciones que son tan comunes en
tiempo de revolución”. Pero hay más: antes del 17 de enero de 1817
había propuesto nombrar a O’Higgins como Director Supremo de
Chile, como lo prueba este oficio dirigido a San Martín por el Secre­
tario de Guerra de Buenos Aires y rubricado por Pueyrredón: “Reser­
vadísimo. Las reflexiones que V.E. ha expuesto al Director Supremo en
apoyo de la necesidad de nombrar al Brigadier Don Bernardo de O’Hig­
gins en clase de Presidente o Director Provisional del Estado de Chile,
luego que sea desocupada por el enemigo la capital de Santiago ha
persuadido a S.E. de la utilidad de este paso, así por recaer en una per­
sona de méritos distinguidos, como por remover con su elección, toda
sospecha de opresión por parte de las armas de estas provincias, cuya
idea han pretendido hacer valer algunos malvados con notoria injuria
ele la liberalidad de S.E. con cuya última resolución queda sin efecto

3 DHLGSM. Tomo VI. Pág. 132.


el artículo de las instrucciones reservadas en cuanto dejaba al arbitrio
del Ayuntamiento de aquella capital la elección de la autoridad suprema
provisoria. Dios guarde a V.E. muchos años. Buenos Aires, enero 17
de 1817. (Fdo.) Juan Florencio Terrada” 45.
Por lo visto, San Martín ni siquiera aceptó la elección por el Ayun­
tamiento: él impondría por su sola autoridad de caudillo americano no
sólo a O’Higgins como Director Supremo, sino también la independen­
cia de Chile, sin Congreso ni asamblea alguna. La forma de gobierno
impuesta era una dictadura militar unipersonal. Pero rodeaban a .OHig-
gins un consejo secreto, la llamada Logia Lautarina, que había fundado
San Martín en Mendoza para evitar las disensiones y partidos, mante­
niendo la unidad y una firme conducción política y estratégica para
consolidar la emancipación sudamericana. L a desconfianza de San
Martín, basada en la experiencia vivida y bien conocida, se manifestó
en este párrafo de la carta que escribió a Guido el 5 de enero de 1817,
con un pie en el estribo al iniciar la victoriosa Campaña de los Andes:
. .No crea Ud. que voy fiado en el carácter y patriotismo de los chi­
lenos, éste lo tantearé y si no corresponde a lo que han prometido me
andaré con pies de pl omo. . San Martín no ha perdido el tiempo,
conoce a los hombres: no cree en el ideal liberal de Rousseau de que el
hombre es naturalmente bueno” y solamente dándole libertad se vuel­
ven todos buenitos, ‘iguales’ y fraternos”. Cabe aquí agregar las acla­
raciones del Padre Castellani: “Un ideal que es irrealizable no es her­
moso. .. ni feo: es nada. El ideal liberal es el ideal de la isla de Jauja,
donde se atan los perros con longaniza y las viñas crecen solas y pro­
ducen el vino ya embotellado, y la uva de mesa en cajones. . . para los
liberales” 6. Para corroborar la opinión de San Martín contra el pro­
cedimiento liberal del gobierno por asambleas, valen estos párrafos de
la carta citada precedentemente: “El Director me escribe sobre el Re­
glamento del Congreso: los Doctores se han empeñado en que todo el
país se lo lleve el diablo: repito lo que en mi carta anterior que nosotros
no somos capaces de constituirnos en Nación por nuestros vicios e ig­
norancia, y que es preciso recurramos a algún demonio extranjero que
nos salve”, exclamó despechado.
Para evitar todo esto, San Martín creó la Logia Lautaro en Buenos
Aires y la Lautarina en Chile que, como lo he demostrado en mi libro
“Vida de San Martín en Buenos Aires”, eran exclusivamente socieda­
des políticas criollas, independientes de la masonería internacional que
en Hispanoamérica dirigían los ingleses al servicio de sus intereses y
del Imperio y de la soberbia británica con la herejía protestante que
se propuso siempre destruir a la Iglesia Católica fundada por Nuestro

4 DHLGSM. Tomo V. Pág. 85. (Se usaba “liberalidad” como sinónimo de


generosidad” ). l r ,vT\ i m u n t
5 Archivo General de la Nación (en lo sucesivo: AGN) ' il-ib-r-1.
6 Leonardo Castellani. Las parábolas de Cristo. Bs. As., 1960. Pag. 304.

- 75 -
Señor Jesucristo. Los estatutos de la Logia Lautarina fueron publica­
dos por Benjamín Vicuña Mackena, célebre historiador chileno, en su
Vida del Capitán General Don Bernardo O’Higgins (1861): como es
de suponer, la alta finalidad de la Logia no era otra que la independen­
cia sudamericana.
Pero en particular, algo disgustaba a San Martín en Chile. El 22
de julio de 1817 le escribió a Tomás Godoy Cruz: “ . . . : por otra parte
Ud. no puede calcular la violencia que me hago en habitar este país:
en medio de sus bellezas encantadoras, todo me repugna de él: los
hombres en especial son de un carácter que no confronta con mis prin­
cipios, / . . . / ” 7 ¿Cuáles eran los principios sanmartinianos? En primer
término, la humildad, principio y fundamento de todas las virtudes cris­
tianas, tan arraigada en San Martín que, después de realizar la hazaña
sin par en la historia militar del mundo —cruzar las cuatro cordilleras
más anchas y de las más altas del globo con la masa del Ejército de
los Andes, y empeñarlo de inmediato en batalla después del desemboque
triunfando en Chacabuco (12 de febrero de 1817)— le escribió a Tomás
Godoy el 29 de febrero de 1817: “ . . . Creo que ahora debemos tener
mas circunspección y mirar el porvenir, no nos ensoberbezcam os con la s
glorias , y aprovechemos la ocasión de fijar la suerte del país de un modo
sólido y tranquilo” 8.
Se instituyó un sistema para que los chilenos participaran en la de­
claración de la independencia de la Patria. Se abrieron dos libros al
cuidado de los inspectores en todos los cuarteles de las ciudades, secun­
dados por dos alcaldes de los barrios. Uno de ellos se destinó para
Suscripción de los ciudadanos que votan por la necesidad de que el
gobierno declare prontamente la independencia del Estado Chileno”.
El otro libro que contenga la proposición negativa” 9. El decreto lle­
vaba fecha de 13 de noviembre de 1817. Los libros quedaron quince
días a disposición del público. No hubo ningún voto negativo, como
era de suponer. ¿Acaso era eso la expresión de la soberanía y voluntad
popular que proclamó el liberalismo y la revolución francesa? —No.
Pero respondía a conceptos muy superiores que expresó Santo Tomás
de Aquino: El poder es más suave y más estable cuando todos tienen
parte en él, según la medida de su capacidad” 10.

La dictadura militar impuesta por San Martín en Chile e implantada por


O’Higgins no admitió partidos ni oposición alguna.
No entran en el tema que aquí me ocupa las vicisitudes de la cam­
paña de Chile contra el enemigo realista, al principio constantemente
reforzado por mar desde el Perú, que tuvo sus momentos culminantes

7 DHLGSM. Tomo VI. Pàg. 48.


q Tomo v - P»g- 286- Subrayado por el autor de este trabajo.
‘ DHLGSM. Tomo VI. Pàg. 334.
M Leonardo Castellani. Lugones. Pàg. 101.

- 76 -
en la derrota parcial en Cancha Rayada el 19 de marzo de 1818, y el
triunfo decisivo de San Martín en la batalla de Maipu sobre la masa
de las fuerzas realistas el 5 de abril de 1818, aunque la persecución y
resistencia enemiga en el sur de Chile se prolongó hasta febrero de 1819.

La situación política de Chile estaba descripta en las “Instrucciones


reservadas” mencionadas más arriba: “2? Siendo notoria la división en
que se hallaba Chile por dos partidos poderosos antes de la entrada
de las tropas del Rey, presididos a saber, el uno por la familia de íos
Carrera, y el otro por la casa de los Larraines, se procurará extinguir
la semilla del desorden con proclamas imparciales, sin justificar a nin­
guno de ambos, ni permitir se renueven las causas de aquel choque fatal.
3“ El General tendrá presente que el primero de los dichos partidos con­
taba con el afecto de la plebe, y que sus procedimientos, aunque nada
honestos y juiciosos, investían un carácter más firme contra los espa­
ñoles; y que al segundo pertenecían la nobleza, vecinos de caudal, y
gran parte del clero secular y regular.. . ”. La solución de San Martín
después de Chacabuco, ejecutada por O’Higgins, fue suprimir toda
actividad política, especialmente de los liberales que seguían a los
hermanos Carrera, quienes precisamente en esos días de febrero de 1817
habían llegado a Buenos Aires con una flotilla de cinco buques adqui­
ridos en los Estados Unidos de Norteamérica, no dudándose que los
emplearían para restablecer su poder político en Chile que acababa de
ser reconquistado por San Martín con el Ejército de los Andes. De
inmediato, O’Higgins, como Director Supremio de Chile ofició a San
Martín el 24 de febrero de 1817 exigiendo medidas sobre los partidarios
carrerinos: “Excelentísimo Señor. El principio desorganizador del cuer­
po político aún se halla en nuestro seno. Los Carrera y sus secuaces
minan sorda, pero incesantemente contra la autoridad del Gobierno, que
el pueblo ha constituido. V.E. ha visto las cartas interceptadas escritas
desde Mendoza, y Buenos Aires, que descubren abiertamente el inicuo
plan de restituir a Chile la anarquía, y desorden, que lo abandonó en
otro tiempo al furor peninsular. Llegó el de decidirse a un sistema
metódico que afiance la independencia civil, y nacional del país, cuya
obra estando en contradicción con la presencia de los díscolos, es in­
dispensable alejar éstos para cimentarla. Interpelo a V.E. para que
se sirva comunicar órdenes al Gobernador Intendente de la Provincia
dé Cuyo, a fin de que salgan desterrados a la Capital de Buenos Aires
los individuos de la lista inclusa a disposición del Supremo Gobierno
de aquellas provincias, a quien con esta fecha escribo lo conveniente” 11.

El 25 de marzo de 1817, San Martín escribió a O’Higgins mien­


tras viajaba a Buenos Aires, desde la posta de Cañada de Lucas ( en el
sud de Córdoba): “Mi amado amigo: Va la orden para la salida de
Soler: no le afloje Ud., y haga que en el momento se ponga en marcha,

11 DHLGSM. Tomo V. Pág. 260.

- 77 -
previniendo a los jefes estén ojo alerta. En Men.doza he sabido con
certeza sus grandes relaciones con los Carrera y sus partidarios, pues
me constaba estaba en comunicación con Manzano y Rodríguez, cuyas
cartas iban por conducto de su m u jer./.. . / ” 12. Ambos, Juan Esteban
Manzano y Carlos Rodríguez, figuraban en la “Nómina de personas ra­
dicadas en Mendoza y en San Juan, que deben ser desterradas a Bue­
nos Aires” 13.

La dictadura militar debía ser eso, dura, no blanda, no aceptaba


oposición alguna en lo intemo para poder ser fuertes frente al enemigo
exterior.

Manuel Rodríguez, legendario espía durante la “guerra de zapa”


(acción psicológica y espionaje) que condujo magistralmente San Martín
durante la ocupación realista de Chile, era otro problema. Patriota pero
díscolo, fue una preocupación constante. San Martín lo respetaba y le
tenía simpatía, pero era un rival de cuidado. El 18 de mayo de 1817,
cuando O’Higgins se encontraba en campaña contra los realistas de Tal-
cahuano y San Martín acababa de llegar de Buenos Aires, tras breve esta­
día después de Chacabuco, éste le escribió extensamente, incluyendo el
siguiente párrafo: “Al día siguiente de mi llegada se me presentó Ma­
nuel Rodríguez: no me pareció decoroso ponerlo en arresto, y más
cuando consecuente a lo que me escribió, le aseguré su persona hasta
tanto Ud. resolviese. El me ha hecho las mayores protestas de su sin­
ceridad y deseos de demostrara Ud. su buena comportación. Yo no soy
garante de sus palabras, pero soy de opinión que hagamos de él ladrón
liel. Si Ud. es de la misma yo estaré a la mira de sus operaciones, y a la
primera que haga, le damos el golpe en términos que no lo sienta. Con­
tésteme sobre este particular, pues en el ínterin le he mandado salga
fuera de ésta y se mantenga oculto hasta su resolución” 14. Desde Con­
cepción, el 5 de junio O’Higgins contestó: “Manuel Rodríguez es bicho
de mucha cuenta. Él ha despreciado tres mil pesos de contado y mil
anualmente en países extranjeros, porque está en sus cálculos que puede
importarle mucho más el quedarse. Convengo con Ud. que se haga la
última prueba, pero en negocios que su importancia no sean de dema­
siada consideración, haciéndolo Ud. salir a luz, luego descubrirá sus
proyectos y, si son perjudiciales, se le aplicará el remedio” 15. En esta
etapa, antes de Maipú, San Martín favoreció a Rodríguez como le dijo
a O’Higgins: “Santiago y junio 23 de 1817. Mi amigo amado: recibí
la de Ud. del 5. Queda Manuel Rodríguez agregado al Estado Mayor
del Ejército, con su grado —Teniente Coronel de Infantería—. Yo vigi­
laré su conducta, que creo no tardará mucho en descubrirse, pero tiem­

12 Archivo Nacional. Archivo de Don Bernardo O’Higgins. Santiago de Chile


(en lo sucesivo: Archivo O’Higgins). Tomo VI. Pág. 164.
13 DHLGSM. Tomo V. Pág. 25.7.
14 Archivo O’Higgings. Tomo VIII. Pág. 168.
15 DHLGSM. Tomo V. Pág. 473.

- 78 -
ble, porqué hago con él una completa alcaldada si me da el menor
motivo” 16. A San Martín le repugnaba hacer una “alcaldada” que, según
utl diccionario de la época, era una “acción imprudente e inconsiderada
que ejecuta un alcalde, abusando de la autoridad que ejerce” 17.
El 21 de julio de 1817, San Martín desde Santiago volvió a escribir
a O’Higgins que estaba en Concepción preparando el asalto a Talca-
huano: “/ . . . / L o s díscolos siguen minando: pero Ud. verá qué golpe
se les da. / . . ./¿Qué le parece a Ud. Manuel Rodríguez? No le ha aco­
modado la diputación de Buenos Aires; pero le acomodará otro destino*
en la India, si es que sale pronto un buque para aquel destino en bre­
ves días, / . . ./E s bicho malo, y mañana se le dará el golpe de gracia” 18..
O’Higgins le explicó el 27 de julio de 1817: “/ . . . /E se pueblo —el
chileno— requiere palo d e ciego, es muy revolucionario, pero luego que-
suena el chicote, no hay quien chiste” 19. Y el 11 de agosto de 1817,.
aún no enterado de lo que ocurría en Cuyo que se referirá mas abajo,
animó a San Martín a apretar: “/ . . ./H ace muy bien de separar a Ma­
nuel Rodríguez: es imposible sacar el menor partido de él en parte
alguna. Acabe Ud. de un golpe con los díscolos. L a menor contem­
plación la atribuirán a debilidad” 20.
L a dictadura unipersonal de O’Higgins sufrió algunas alteracio­
nes con motivo de su alejamiento de Santiago para conducir las opera­
ciones sobre Talcahuano. En mayo de 1817 delegó en el Coronel Mayor
Hilarión de la Quintana —tío político de San Martín— quien, oriental y
sobrepasado por el cargo, renunció, no admitiendo San Martín las ins­
tancias de todos para que asumiera él. Por esto, se formó con tres chi­
lenos una Junta delegada presidida por el Coronel Luis de la Cruz, en
cuyo tiempo se produjo el complot de los hermanos Carrera, de los.
cuales Luis y Juan José fueron detenidos cuando, en viaje desde Bue­
nos Aires, estaban por cruzar 1a, cordillera para intentar derrocar a O Hig-
gins y asesinar a San Martín. Luis fue aprehendido en Mendoza el 5
de agosto de 1817 21, y Juan José Carrera en la posta de Barrancas (cerca
del río Cuarto) el 10 de agosto de 1817. Luzuriaga, gobernador de Cu­
yo, escribió desde Mendoza a San Martín el 13 de agosto de 1817 para
que se previniera “de un inglés alto, flaco, de semblante agrio; que según
quiere acordarse —el informante del complot Juan Felipe Cárdenas—
parece le faltan unos dientes; no sabe la clase o carrera en que paso a
Chile, ni su nombre, pero que lo vio en Buenos Aires y cree que aún fue
con encargo de asesinar a Ud. cuando le avisasen” 22. Asombra la mag­
nanimidad del caritativo caballero cristiano ante la grave amenaza y avie-

16 Archivo O’Higgins. Tomo VIII. Pág. 172.


17 Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano. Barcelona. 1858.
18 Archivo O’Higgins. Tomo VIII. Pág. 174/175..
19 DHLGSM. Tomo VI. Pág. 64. Subrayado por O’Higgins.
20 DHLGSM. Tomo VI. Pág. 102.
21 DHLGSM. Tomo VI. Pág. 94.
22 DHLGSM. Tomo VI. Pág. 108.

- 79 -
intención, porque San Martin en el mismo oficio de Luzuriaga, puso
de puño y leña: “Recomendar a Luzuriaga tráte con consideración a
Luis Carrera”. Con la misma sencillez, le informó a O’Higgins de la
conspiración, pero marcando con claridad las consecuencias: “Santiago
y agosto 16 de 1817. Mi amado amigo: / . . ./.Ya le dirán a Ud. en la
precisión que los díscolos nos han puesto: estos hombres no quieren otra
cosa que la ruina del país” 23.
P ’Higgmgs, en su contestación del P de septiembre de 1817, fue
terminante: “/ . . ./Mucho rigor mi amigo con los malvados, salgan del
país para siempre y a grandes distancias, antes que por segunda vez
nos envuelvan en ruina y confusión./.. . / ” 24. Y en la siguiente carta,
el y de septiembre de 1817, señala para los culpables el terrible castigo:
Mi mas amado amigo: su apreciable última llega a mis manos: nada
extraño es lo que Ud. me dice acerca de los Carrera, siempre han sido
lo mismo y solo variarán con la muerte, mientras no la reciban, fluctuará
el país en incesantes convulsiones, porque es siempre mayor el número
de los malos que de los buenos. Si la suerte ahora nos favorece con
descubrir sus negros planes y asegurar sus personas, puede ser que en
otra ocasión se canse la fortuna y no quede a los alcances del Gobierno
apagar el fuego ni menos prender a los malvados. Un ejemplar castigo
y pronto es el único remedio que puede cortar tan grave mal. Desapa-
iezcan de entre nosotros los tres inicuos Carrera, júzgueseles y mueran
pues lo merecen más que los mayores enemigos de la A m érica;/.. . / ” 25.
Todos estos hechos justificaban ampliamente el pensamiento político
antihberal que preconizó y exigió San Martín, como lo expresó en la
carta que envío a Tomás Godoy Cruz el 20 de agosto de 1817, trans­
cripta en lo esencial en el tercer párrafo de este trabajo, tan importante
como si fuera la conclusión de las ideas concretas que expuso en la que
le remitió al mismo Godoy Cruz el 24 de mayo de 1816, comentada ex­
tensamente en el trabajo “San Martín contra el liberalismo en la orga­
nización de la Nación” (ver Gladius N1? 11).

Después de Maipú la dictadura implantada en Chile


se endureció aim más.

_ No se admitió oposición alguna. Basado en su experiencia con los


chilenos, O Higgins fue inexorable en esto. El espíritu caritativo de
San Martin se unió a su sentido de la justicia, intercediendo por la liber­
a r r 5 Io.s ? ’^ P €'nticIos cómplices de los Carrera que obtuvo el 20 de
octubre de 1817 2e. Cuando llegó de Mendoza la causa de los hermanos
Luis y Juan José, el 18 de enero de 1818, la Junta de Gobierno se la
paso a San Martin para que fueran juzgados en Consejo de Guerra.

“3 O’Higgings. Tomo VIII. Pág. 172.


“4 DHLGSM. Tomo VI. Pá<* Í 77
DHLGSM. Tomo VI. Pág. 197
26 DHLGSM. Tomo VI. Pág. 270.

-80
Desde su Cuartel General de las Tablas (15 km. al sur de Valparaíso)
donde estaba instruyendo al Ejército para la campaña de Maipú, con­
testó de inmediato.. Su excusación es un modelo de justicia sensatez:
no podía ser juez y parte, siendo tan notorio las desavenencias graves
que suscitaron los Carrera en 1814 en Mendoza con motivo de la pérdida
de Chile y la energía con que San Martín terminó la cuestión de raíz.
Con respecto a los jefes del Ejército que podían integrar el Consejo,
explicó muy bien que era de conocimiento publico la animadversión de
los Coroneles Mayores por estos individuos2'. Las actuaciones se rea­
brieron en Mendoza al comprobarse una nueva conjuración de los cau­
santes el 25 de febrero de 1818, siempre con la intención de invadir
Chile, en momentos en que el Ejército Unido argentino-chileno estaba
empeñado en operaciones decisivas contra fuerzas realistas equivalentes
en número, es decir, en un momento crítico para la suerte de la inde­
pendencia sudamericana. Poco más tarde, como es sabido, las armas de
la Patria fueron derrotadas parcialmente en Cancha Rayada, en la noche
aciaga del 19 de marzo de 1818; en Santiago de Chile el pánico se
apoderó de los pusilánimes y acomodaticios que emprendieron veloz
huida a Mendoza: entre ellos, el oportunista Bernardo Monteagudo,
quien llegó cuando el Gobernador de Cuyo, Luzuriaga, decidió
con el proceso de los Carrera para eliminar un factor mas de demudad
y perturbación ante la grave situación de los patriotas en Chile, y paso
a dictamen de tres letrados, uno de ellos Monteagudo, quienes aconse­
jaron decidir la sentencia y ejecutarla 28.
Pero el genio del Gran Capitán de los Andes y su indómita noluntad
de vencer dieron un magnífico fruto en la batalla del 5 de abru de
1818, cuyo primer parte decía: “Exmo. Señor: Acabamos de triuntar
completamente del audaz Osorio y sus secuaces en el llano de Maipo:
desde la una hasta las seis de la tarde se ha dado la batalla, que «m
aventurar podemos decir afianza la libertad de America -9. Mientras
se festejaba en Santiago la victoria, la señora de Juan José Carrera
pidió su libertad a San Martín, quien con grandeza de alma intercedió
de este modo: “Excmo. Señor: Silos cortos servicios que tengo rendidos
a Chile merecen alguna consideración, los interpongo para suplicar a
V.E. se sirva mandar se sobresea en la causa que se sigue a los señores
Carrera. Estos sujetos podrán ser tal vez algún día útiles a la Patria,
y V.E. tendrá la satisfacción de haber empleado su clemencia umenüo-
la en beneficio público. Dios guarde a V.E. (Fdo.) José de San Martin .
D ’Higgins aceptó de inmediato, aunque le asigno la responsabi d ^
futura sí la Patria peligrase por ello, y terminó oficiando a t a m ^
11 de abril de 1818 para que “se aplique toda indulgencia a ambo .

JHLGSM . Tomo VII. Pag. 59.


28 3HLGSM. Tomo VII. Pag. 164 a 166
29 laceta de Buenos Aires. Edicion facsimilar. Tomo V. Pag. -ibi.
30 Irchivo O’Higgins.
31 THLGSM. Tomo VII. Pag. 179.

81 -
El 9 de abril de 1818, el Gobernador de Cuyo se enteró de la gran,
victoria de Maipú. Este mismo día ofició al Director Supremo de Chile:
Exmo. Señor: Ayer a las 5 de la tarde fueron pasados por las armas ero
la forma ordenada Don Juan José y Don Luis Carrera a consecuencia
del fallo definitivo que pronuncié en la causa que les he seguido pór
conjuración y atentado contra el orden y autoridades constituidas.. .” 32..
La generosa meditación de San Martín había llegado tarde.
El 13 de abril de 1818 San Martin salió para Mendoza y en seguida
viajó a Buenos Aires, donde entró el 12 de mayo de 1818, eludiendo las
demostraciones preparadas. Mientras tanto, en Santiago de Chile, O’Hig-
gins era enfrentado por Manuel Rodríguez, que había tenido desta­
cada actuación entre Cancha Rayada y Maipú levantando la moral y
reuniendo medios, pero también presionando al Presidente de la Junta
de Gobierno Coronel Luis de la Cruz, intentando sustituirlo. O Higgins
désbarato de inmediato la oposición promovida por Rodríguez. El 25
de abril de 1818 informó como Director Supremo de Chile a Antonio.
González Balcarce, que estaba a cargo del Ejército Unido en ausencia
de San Martín, como General en Jefe sustituto, lo siguiente: “Por co­
municación del Exmo. Señor Capitán General Don José de San Martín,
y del Gobernador Intendente de la Provincia de Cuyo, he sido infor­
mado d eq u e él Doctor D. Bernardo Vera, Auditor de Guerra del Ejér­
cito Unido, ha tratado, en consorcio de D. Manuel Rodríguez, de in­
traducir el desorden y confusión en este Estado. Por tanto es indis­
pensable que V.S. se sirva mandar poner en arresto e incomunicación
al expresado Vera, haciéndole embargar sus pa p e le s / . .. /” 32. El 28
de abril de 1818,, Balcarce escribió una carta a San Martín donde le
decía: “El cotudo —clara referencia a Vera y Pintado que sufría de
bocio q coto , como se le decía en la época— está enjaulado, desde la
llegada del ultimo correo, y esta tarde sale para Mendoza a cargo de
uno de los Corvalanes, recomendados de Ud. No es fácil averiguar cuál
era el plan proyectado; pero es indubitable que trabajaban en el desqui-
cio del orden establecido, y que por consiguiente es medida indispen­
sable, dispersarlos, y sacarlos del centro de los demás complotados, a
los que se han conocido por autores principales. Manuel Rodríguez aún
permanece aquí, estoy deseando y clamando que salga cuanto antes:
se asegura que se hará, aunque todo camina con grande calma. Los
que se titulaban representantes del pueblo también han sido despa­
rramados, de modo que han cesado todas las pretensiones y quedamos
en tranquilidad 33. El 22 de mayo de 1818, Balcarce volvió sobre el
tema éñ otra carta a San Martín aún en Buenos Aires: “Nuestro Alvarado
que ha marchado con su Batallón a situarse en Quillota, se ha llevado
a Manuel Rodríguez, para que esté en mayor proximidad para embar­

32 DHLGSM. Tomo VII. Pág. 163.


32 bis DHLGSM. Tomo VII. Pág. 276.
33 DHLGSM. Tomo VII. Pág. 270.

- 82 -
carse, en la primera oportunidad que se presente” 34. El final del drama
de este revolucionario opositor estaba próximo: en carta del 27 de mayo
de 1818, O’Higgins refería las conexiones de Vera y Rodríguez con el
Teniente Coronel Cramer, y le anoticiaba la muerte de Rodríguez, que
Guido le explicó el 2 de junio de 1818 sabiendo que le dolería a^ San
Martín, como se desprende de las expresiones de su amigo íntimo:
“Siento decir a Ud. que a los tres días de haber salido de esta Capital
el Batallón de Cazadores de los Andes para Quillota, conduciendo preso
a Manuel Rodríguez, dio cuenta Alvarado que habiéndose separado
con el oficial y un cabo que lo conducía con el pretexto de ver no se a
quien, arrancó Rodríguez un cuchillo, y tiró una cuchillada al oficial,
que puesto en defensa usó de una pistola y lo mató de un tiro. Este
suceso dio margen a mil interpretaciones que se van serenando. El
oficial queda en prisión y se le sigue un riguroso sumario 3o. San Martin
contestó el 23 de junio de 1818, se lamentó, pero en cuatro trazos hizo
un retrato del patriota perdido: “Me ha sido muy sensible la muerte de
Manuel Rodríguez. Su carácter anunciaba un fin trágico; sus talentos
pudieron haber sido muy útiles a su Patria, con un poco de más
juicio” 36.
Durante la ausencia de San Martín de Chile, O’Higgins reunió una
comisión encargada de redactar un Código Constitucional provisorio. El
decreto del 18 de mayo de 1818 expresó claramente la repugnancia^ de
San Martín por los congresos y asambleas propias del liberalismo: La
reunión del Congreso Nacional dará Constitución a los pueblos: pero
esta grande obra, no puede serlo del momento presente, porque en la
precipitación de tan delicados nombramientos, va envuelto el principio
de su ruina” 37. L a comisión se expidió el 8 de agosto de 1818, O Hig-
gings aprobó el trabajo e hizo publicar por bando la Constitución Pro­
visoria abriendo en las ciudades dos libros para que los ciudadanos vo­
taran, en un libro a favor y en el otro en contra, durante quince días,
no registrándose ningún voto negativo. La única variante novedosa fue
la formación de un Senado Conservador de cinco miembros elegidos
por el Director Supremo que debía prestar su acuerdo para las cues­
tiones más importantes, “atribuciones que se vieron limitadas en el
hecho por la autoridad moral del Director Supremo, pero dieron oca­
sión a conflictos diversos” 37. Esta ley fundamental fue jurada el 23 de
octubre de 1818. Era en sumá una forma de suavizar las apariencias
de la férrea dictadura militar necesaria para consolidar la independencia
sudamericana y proyectarla al Perú. Lo que quedó bien claro fue la
supremacía de Nuestro Señor Jesucristo, que el liberalismo no aceptaba.
De los cinco títulos que integraban la Constitución, el II consagraba
como religión del Estado la “Católica, Apostólica, Romana , siendo su 54

54 DHLGSM. Tomo VII. Pág. 364.


■'¡o DHLGSM. Tomo VII. Pág. 424,
36 AGN VH-16-1-1. , f.
37 Eugenio Orrego Vicuña. O’Higgins. Bs. As., 1957. Pág. 162 a 164.

- 83 -
“protección, conservación, pureza e inviolabilidad” “uno de los prime­
ros deberes de los jefes de la sociedad que '-rió permitirán jamás otro
culto público, ni doctrina contraria a la de Jesucristo” 3S.

E l empréstito de quinientos mil pesos para la Expedición Libertadora


al Perú y la renuncia de San Martín
Después de la resonante victoria de Maipú, el 13 de abril de 1818,
como se ha visto, San Martín viajó a Mendoza llegando el 20 del mismo
mes para una brevísima estadía ya que enseguida galopó fuerte hasta
Buenos Aires arribando el 12 de mayo de 1818, sin avisar para eludir
lo.s homenajes populares, tan ajenos a su carácter humilde y austero. El
objeto principal del viaje fue explicado por San Martín en carta a Guido
del 23 de junio de 1818: / . . . / S e ha nombrado.una Comisión para
hacer exigibles quinientos mil pesos. . . ; dicha cantidad es en auxilio
de los gastos que se originen en las Expediciones ulteriores del Ejército
U n id o ./.. ,/P.D. El empréstito de 500.000 pesos está realizado: hágase
por ese Estado otro esfuerzo y la cosa es hecha: sobre todo auméntese
la fuerza lo menos hasta nueve mil hombres pues de lo contrario nada
se podra hacer. . . 39. Contento, emprendió el regreso para Mendoza el
4 de julio de 1818 con su mujer María de los Remedios de Escalada y
su hijita Mercedes, su infante mendocina, cómo él la llamaba. Llegaron
a su ínsula cuyana , Mendoza, el 20 del mismo mes 40, con la intención
de ir a Chile no bien la cordillera diera paso. El 2 de agosto de 1818
le escribió a O’Higgins: “Mi amado amigo y co m p añ ero :/.../. He
escrito a Ud. sobre seis mil caballos que deben estar prontos: si ese
Estado no se halla en disposición de comprarlos, lo verificaremos de los
quinientos mil pesos que deben venir de Buenos Aires, si a Ud. le parece,
siempre que esta cantidad no nos haga falta para las operaciones ulte­
riores que tenemos que emprender” 41.
De improviso, apareció la noticia insólita en un oficio de Puey-
rredon a San Martin del 22 de agosto de 1818, es decir, no en una carta
como tantas anteriores, sino en una comunicación oficial dirigida al
Exilio. Señor Don José de San Martín, General en Jefe de los Ejércitos
Unidos en Chile, refrendada por el Ministro de Hacienda Esteban
Agustín Gascón, y enviada por extraordinario: “/ . . ./puede afirmarse a
V.E. que el empréstito de los 500.000 pesos sancionado, apenas se hará
exequible —se entiende, asequible— en una tercera parte, y con la len­
titud que da mérito la escasez de num erario./.. . / hay un fundado mo­
tivo para suspender todo cálculo que se apoye en la existencia de los
expresados fondos/. . . /absolutamente omita el giro de letras contra esta
T esorería... . ¿Cuales eran las causas para anular algo resuelto como

"s Ibídem nota N? 37 precedente, Pág. 164.


39 AGN VII-16-1-1.
40 DHLGSM. Tomo VIII. Pág. 70.
41 Archivo O’Higgins. Tomo VIII. Pág. 179,

- 84 -
factible hacía menos de un mes antes?: Los comerciantes porteños se
resistieron a prestar, pero sobre todo, “no ha podido embarazar el Go­
bierno el monopolio que han establecido los comerciantes ingleses para
aprovecharse de la ansiedad de los prestamistas a cubrir el desembolso
de sus principales en el día tan interesantes en sus manos, sujetándose
por esto en los principios para reducir a dinero sus documentos de pago
a la pérdida de un 10 p. % que hoy han elevado aquellos individuos
hasta un 20 en cuyo favor hace tiempo refluyen los provechos de la
industria nacional, causando por este motivo la estagnación de nume­
rario que increíblemente ha decrecido en las arcas del Estado” '•
Había en Buenos Aires en ese entonces unos tres mil quinientos ingleses
con cuarenta casas de comercio que dominaban esta plaza y, desde
aquí, sujetaban a todo el país 43.
Tres días después, el 25 de agosto de 1818, Pueyrredón envió una
carta personal al “Amigo de todo mi afecto”, donde como simple “ama­
teur” que era, balbuceó sin convicción un cambio diametral en el plan
estratégico: “Si Pezuela no hiciera esfuerzos para continuar la guerra
en Chile era concluido su imperio: debemos pues contarlo así y prepa­
rarnos para hacer un movimiento por tierra, luego que podamos cor­
tarlos por la mar” . . . Y después de dar algunas vueltas, hizo referencia
al oficio anterior: “No hay remedio amigo mío; no se sacan de aqm
los 500.000 pesos, aunque llene la cárcel de capitalistas. Los ingleses
se han resistido absolutamente; y Staples —el seudocónsul británico— me
aseguró ayer, que iba a persuadirlos a que diesen algo voluntariamen­
te” 44. El 2 de septiembre de 18.18 volvió a escribir otra carta a San
Martín: “ ¡Ah mi amigo! ¡en cuántas amarguras nos hemos metido con
el maldito empréstito! hasta aquí no se han sacado más que 87.000 pesos
de los españoles: los ingleses se han resistido abiertamente: y de 141.000
que les cupieron no han entregado más que 6.700.. ,” 45. Ésta es una
prueba documental más de la falsedad histórica que se ha inculcado a
los argentinos: que ingleses ayudaron en nuestra guerra de la inde­
pendencia.
• EJ verdadero plan estratégico continental que San Martín escribió
en las cartas a Godoy Cruz y á Guido del 12 y 14 de mayo de 1816
—del que me he ocupado en detalle en otro trabajo46—, exigía un
mávimn esfuerzo de todos los rioplatenses, como lo expresó con energía
y g rS e jo en aquellas cartas tan similares: “ . .. ¿ Y quién hace zapatos
me dirá Ud.? Andemos con ojotas: más vale esto que nos cuelguen, y
peor que ésto, el perder el honor nacional; y el pan ¿quién lo hace en

42 DHLGSM- Tomo VII. Pág. 159/161.


43 4 \V'iIde. Buenos Aires desde setenta anos atras. Bs. As., 1971. Pag. 85.
44 nHLGSM - Tomo VIII. Pág. 171................ s ; :
45 r r n r r s M . Tomo VII. Pág. 226/230. , , ,
46 Héctor Juan Piccinali. El verdadero plan estratégico continental de
San Martín no es el conocido, que surge deuda carta apócrifa. Revista Militar N<? 716.
Bs. As., 1987.

- 85 -
Buenos Aires?; las mujeres, y si no comamos .carne solamente. Amigo
mío, si queremos salvarnos es preciso graneles sacrificios” 47. Y al ir
terminando la de su íntimo Guido, le dijo: “Hasta aquí llegó mi gran
plan: ojalá tuviéramos un Cromwell o un Robospierre, que lo reali­
zase/ . . . / ”. Es decir, que para implementar su plan, que era en verdad
grande, se necesitaba un dictador, un hombre de gran energía y habi­
lidad política en la conducción de la guerra. San Martín tenía gran fe
en la Patria, porque terminó ese párrafo pidiendo que el fuerte con­
ductor necesario, “a costa de algunos menos diese la libertad y esplendor
de que es tan fácil —eso es, que tanto facilita— nuestro suelo” 48.
Peí o Pueyrredón aflojo ante los ingleses y San Martín presentó su
renuncia oficialmente y, además, le envió una carta personal, que en lo
esencial decía: Todo buen ciudadano tiene una obligación de sacrifi­
carse por la libertad de su país: así lo iba yo a hacer en inteligencia de
que el Ejército de los Andes tuviese que operar fuera de Chile, y que
tal cual opinión que había adquirido influiría en el buen éxito; pero
habiendo variado el plan de operaciones, no creo ya de importancia mi
presencia; por lo tanto ruego a Ud. por nuestra amistad, y por la misma
I atria, admita la renuncia que le hago, y me deje cuidar un poco de
mi salud para poder reponerla algún tanto. En todo tiempo de peligro
estoy pronto a marchar al punto que Ud. me diga, bajo este supuesto,
y el de la absoluta imposibilidad de encargarme en el día de mando
a.guno por las razones expuestas, espero que ha vuelta de correo venga
conseguida mi solicitud” 49*.

El 7 de septiembre de 1818, San Martín le confió a Guido sus sen­


timientos: / . . . / M u y Reservado. Incluyo a Ud. copia del oficio de
nuestro Pueyrredón que recibí hace tres días; juzgue Ud. la impresión
que habrá causado en mi corazón su contenido. Él, como Jefe del E s­
tado y como amigo y a presencia de los Secretarios sancionó el auxilio
de los 500.000 pesos para el Ejército; en esta confianza yo marchaba
a hacer el ultimo sacrificio volviendo a encargarme de su mando que
me es odioso, pero habiendo recibido avisos de un amigo de Buenos
Aires en que se me aseguraba este resultado suspendí mi marcha a ésa.
Ayer he hecho al Director la renuncia del mando del Ejército del que
no me volveré a encargar jamás: yo no quiero ser el juguete de nadie,
y sobre todo quiero cubrir mi honor” r>0.

También Pueyrredón le escribió a San Martín el 16 de septiembre


de 1818, en forma personal. L a renuncia del héroe de los Andes y de
Chile lo había conmovido y provocó en él una saludable reacción:
/ . . ./¿Como se quedaría Ud., cuando recibió mi comunicación sobre

47 DHLGSM. Tomo III. Pág. 395/96.


48 AGN VII-16-1-1.
49 DHLGSM. Tomo VIII. Pág. 245/46
o0 AGN VII-16-1-1.

— 86 —
suspensión de libramientos? Aseguro a Ud., que no sé como no me he
vuelto loco, cuando vi cumplirse los tres plazos dados para el empréstito;
y que no había entrado la sexta parte en cajas: los ingleses se desen­
tendieron absolutamente; y a su ejemplo lo hacían todos los demás
comerciantes. Mi espíritu tocaba ya el termino de mi desesperación,
porque preveía el trastorno que debían padecer nuestras operaciones
militares: pero yo encontré el remedio en mi misma desesperación; y
hoy puedo asegurar a Ud., que se hará efectivo el empréstito; y que
puede empezar a librar contra este Gobierno las cantidades que en­
cuentre en Mendoza o Chile, en la seguridad de que serán cubiertas:
prevengo sí a Ud. que no gire sus libranzas a menos de 8 a 10 días
vistas, para nuestra mayor comodidad. He echado a un lado toda con­
sideración con los que no tienen ninguna con nuestra situación apu­
rada; y mañana se intim ará a l com ercio inglés, que el que no hubiere
cubierto en los 14 d ías restantes de este m es la cantidad que le hubiese
cab id o, será em bargado y rem atado en su s efectos h asta cubiirla, y
ad e m ás cerrada su casa, y expulso d el país. Estoy cierto que no daran
lugar a ello; y el dinero se juntará, aunque se lo lleve todo el demonio.
En esta confianza y seguridad, aproveche Ud. amigo querido el primer
momento de bonanza, para pasar la Cordillera, y vamos a ver si comple­
tamos la seguridad del país, y la gloria propia de U d . / . . . /. Por lo
demás, dejémonos de renuncias, que si fue disculpable la de Ud. por
las circunstancias, no lo es ya, habiendo variado: y porque también juro
a Ud. por mi vida y por los deberes de nuestra amistad, que si Ud.
llegase a obstinarse en pedirlo, en el acto haré yo lo mismo; y se vendrá
por tierra toda nuestra obra: tenemos aun algo que sacrificar, y es
preciso hacerlo” 31.

Eos masones de Buenos Aires en contra de la independencia del Perú


y a favor de los intereses ingleses.
L a enérgica reacción de Pueyrredón contra los ingleses y su inti­
mación perentoria movilizó a la logia masónica de rito escoces de Bue­
nos Aires, dependiente de la corona británica y defensora de los intere­
ses particulares de los comerciantes súbditos del imperio que dominaban
la plaza porteña. Cabe recordar que, en sus revelaciones a Mitre, Jóse
Matías Zapiola distinguió bien que la Logia Lautaro no era masónica -
y para demostrarlo señaló las cabezas títeres de la masonería: Manue
Guillermo Pinto, venerable de la logia masónica inglesa, es decir, su
aparente autoridad máxima, v lo indicó porque Pinto era también miem
bro de la Logia Lautaro. San Martín lo había integrado en esta porque
Pinto mandaba la artillería de Buenos Aires y lo necesitaba para lacmtar
el golpe de estado del 8 de octubre de 1812 que encabezó para e51

51 DHLGSM. Tomo VIII. Pag. 294/96. Buenos Aires. Bs.


32 Coronel Héctor Juan Piccinali. Vida de San M arta en masónica. Pág. .81.
As., 1984. Capítulo III: L a Logia Lautaro de San Martin no era

- 87 -
™ J a ‘T -7 * d? mlnado, p0r blvadavia, personaje nefastó para la Patria
naciente. Zapiola aclaro también que Julián Alvarez era de la logia
masónica aunque no integró la Logia Lautaro. Éste y Pinto son los
maS0DeS Í? gleSeS, (todos lo eran) iban a usar en una
jugada a fondo, una intriga destinada a anular el empréstito de 500.000
pesos que su avaricia resistía. Consistió en intentar que no sé realizara
¿ S r í * ? d PCTU: tan ? mple COm° eSO- Como se ve> la “ »depeü-
dencia de Sudamenca no les interesaba a estos hijos de la “pérfida

j. Entroi en escena el oficial naval británico que estaba en ese momento


C'?ite i o L mverS de, Suerra inglesas que controlaban el Río de la
Jrlata desde 1806 y oficialmente desde 1809, denominado “el comodoro
de estación en el Plata” y cuya principal misión era informar al Gobierno
mgies y detender el comercio y a los comerciantes ingleses. Era otra
IKTV6' ? í n í 1816i Guillermo Bowles, que San Martín conocido en
d n S - J ie7ndT Gobe.rnador Intendente de Cuyo, le escribió desde Metf-
oza el 7 de septiembre de 1816 una carta cuyo extracto Bowles se
enAnno0 & f T Gobierno’ Y en k que San Martín, al parecer
p tono confidencial (ya que carecemos del documento original) se
E a,r de ^ df SOrganlzacÍón y ja r q u í a reinantes que justificaban la
dictadura que el ejercía en Cuyo ya que -según la síntesis de Bowles-
era poi fortuna, la única provincia, y tropas que mantienen el orden
y se han libertado del contagio general..., pero crea Ud. que me ha
costado esfuerzos sobrenaturales para conseguirlo, va empleando ún
ngoi extraordinarioi (que mis paisanos llaman crueldad v desDOtismo),
ya halagando, etc.; ■ Después de la hazaña del cruce' de los Andes
a vlcto” a d<; Chacabuco, San Martín le escribió el 22 de febrero de
1817 invitándolo a reunirse con él en Chile.

llar S f n f e ' T 10 T ?! ríg° r f ( ntífico que me empeño en desarro-


lar estos trabajos historíeos, debo aclarar que, como testimonios, estas
presuntas cartas de San Martín extractadas por Bowles son dudosas ya
que no se disponen de los originales ni aun borradores del remitente,
lodo lo que se dice en esos documentos debe ser signado con un inte­
rrogante »cerca de su veracidad y exactitud. Continuando con la su­
puesta carta del 22 de febrero de 1817 mencionada precedentemente
fue citada por Bowles en su informe del 9 de abril de 1817 como
copia pero al agregarla, la denominó “Extract of a letter from ”
o sea Extracto de una carta d e .. . ”, es decir, que no era, o podía'no
ser, copia exacta. Según dicho informe del 9 de abril de 1817 Bowles
eludió el encuentro con San Martín: “En la primera oportunidad le.
haré saber que mi visita al Río de la Plata en la actualidad es imposible
y supongo que no necesito asegurar a Vuestra Señoría, que tanto en

. l ®f\R icardo Piceirilli. San Martín y la política de los pueblos. Bs. As., 1957.
Apéndice documental.

-88
ésta como en otras ocasiones, evitaré cuidadosamente toda interferencia
nolítica no autorizada por vuestras instrucciones”. Al parecer, se infiere
de éstas expresiones que Bowles no debía meterse en asuntos dé alta
política o estrategia general, a cuyo nivel actuaba el General San Martin.
En un informe posterior del 24 de mayo de 1817, Bowles menciono que
San Martín, al no encontrarlo en Buenos Aires, le dejo una carta te­
chada el 17 de abril de 1817 que agregó al informe como Extracto... ,
uno de cuyos párrafos llama mucho la atención: Mi amigo muy apre
dable: he tenido el gran sentimiento de que mi penoso y dilatado-viaje
haya sido inútil, pues mi principal objeto no era otro que el de abrazarlo
V repetir nuestras antiguas conferencias en beneficio de estos países: la
suerte así lo ha dispuesto, y no resta otro arbitrio que conformarse con
ella”. Da la impresión de que Bowles era un presuntuoso y soberbio,
que quería darse importancia, apareciendo ante el Almirantazgo ti­
tánico, que recibía sus informes, con una influencia decisiva sobre e
General San Martín, incluso como superior a éste. Por mas que desta­
camos que la virtud de la humildad, caracterizaba ciertamente a San
Martín, v aún considerando la cortesía, resulta difícilmente aceptable
que el héroe de los Andes, de Chacabuco y de la independencia de
Chile, haya dicho que hizo el viaje desde Santiago a Buenos Aires solo
para verlo a Bowles, un oscuro marino inglés que no había hecho ni
h aría- nada importante, sino informar con poca exactitud ( según puede
leerse en sus informes) y violar las cartas que el pseudodiplomafico del
Gobierno rioplatense Manuel José García le confiaba en Rio e Janeiro
para llevarlas a Buenos Aires, y que, dicho sea de pasó, su contenido
revela que el tal García era un traidor, o mejor dicho, un pasado al ene­
migo portugués que había invadido la Provincia Oriental y las Misiones
guaraníes 54. Bowles debió ser un típico inglés de clase alta: buenos
trajes, buenas maneras, apariencia de hombre de bien: un gentleman ,
un mentiroso.
Porque no podía ser esa la razón del viaje de San Martin a Buenos
Aires en marzo de 1817. Por lo pronto, Staples, el seudoconsul ingles
(ya que no estaba acreditado oficialmente como tal, con lo que el Go­
bierno británico eludía reconocer la independencia argentina, pero si­
mulaba hacerlo), informó a su superior Hamilton el 11 de abnl de 181 .
“Tengo el honor de informarle que el 30 del mes próximo pasado,
Gruí San Martín llegó de Chile. El fin de este viaje, en cuanto a lo
qué yo hé podido saber, es llevar a cabo los preparativos necesario^ para
avanzar sobre Lima, para lo cual pide mcdios de transporte .
coincidente con lo que San Martín le escribió desde
O’Higgins el 8 de abril de 1817: “/ . . . / L a gran dificultad es el arma-

54 Carlos A. Goñi Demarchi, José Nicolás Scala y ^ H j s t o ^ ^ I è ^Bs


carta comprometedora de Manuel José García. Revota N u ^ r a ¿Ustoria Bs'
As. 1981 R. Piccirilli. Argentinos en Río de Janeiro. Bs. As., 196».
ss Ibidem nota N ° 53, Pag. 425.

- 89 -
a ! i buq,ues,: • ••■ Pero h° y quedará este punto principal acor­
dado del modo mas firm e./.. ./H an marchad®'para ésa varios buques •
algunos llcyan armamento/.. ./Pueyrredón está corriente en to d o A no
dude Ud. que daremos el golpe a L im a"56. Por lo tanto, es falso íoA ie
supuestamente expresaba la carta del 17 de abril de 1817 que Bowles
sóíoÍCn A 0m0iqUe f n ^ artín atrÍbu^6 SU viale de Chile a Buenos Aires
solo para verlo a el. Asimismo, todos estos informes y extractos de
contar en ? U6den considera(|Ios como testimonios fidedignos sin
A “ “ ! originales en castellano, a los que se suma los posibles
•erroies de traducción al ingles y de éste al castellano07.

San Martin sabía perfectamente que la misión principal de Bowles


e i n f Í S T ' al G° blerno “ glés,y 9ue éste tenía la hegemonía mundial,
e influía decisivamente sobre la corona española, y que los intereses
económicos privaban en la política británica. Para San Martín, Bowles
era uno de los pocos interlocutores válidos del Gobierno inglés en estas
arttudes, e hizo todo lo posible para procurar el apoyo británico a la
Martí tA 'l indePe“ dencia sudamericana, aunque la guerra que San
rme í L w la que llbrar Para conquistarla resultaba inconveniente para
n A ,Í t n Tp PUí 6ra usufmctuar el comercio mundial sin traba? de
P eSt° f R e v i s t ó en Valparaíso con Bowles en febrero
D r e m ^ A r r ^ T T A u - ^ 1^ ’ y, Ie entreSó un oficio del Director Su-
fn T ir Cí o ^ HlggíDS) al Ministro de Relaciones Exteriores
g es Vizconde Castlereagh, solicitando la mediación del Príncipe Re-
S é A A g' atena en la guerra con los realistas, que San Martín acom-
pano también con una breve nota, precisamente en momentos que se
preparaba para la campaña de Chile, que procuraba el aniquilamiento
A in ,r CA A A A ° son a Lo Iogró con el triunfo notable de
V A abn d<V?8118, y enseguida, seis días después, San Martín
Casdereagh’ Pero esta vez él mismo, solicitando
C I A R Í A 011! ! f P<3 5 egf nte Para consolidar la independencia al-
‘ • Una vef lograda la emancipación, se produciría la pacifi-
cacion que quena el comercio inglés: San Martín así se lo dio a entender
11A n T 'nis ÍR B0W f CUand,° SG encontró con éste en Buenos Aires, en
Martí ‘‘l1818’J ° r ° qUf 6! 1marili ° informó el 10 de este mes que San
Martin lejos de sugerirle ideas de conquista o ambiciones personales
b; ; " / an Io1" he?h° apareeer para él más claramente la necesidad de
ír:i f«A 3 S 11dareenca ° . Si éste era el objeto de Inglaterra, San Martín
trataba de mostrarlo con consonancia con los intereses de la indepen­
dencia sudamericana, que hasta ese momento sólo podían lograrse por
la guerra, a menos que Inglaterra interpusiese su poderosa influencia
en Em'°Pa Para ,0grar por la política la anhelada emancipación. Por

-t “ v“ O’Híggins. TomoVIII.Pág. 165.


-o Ipidem Nota No 53precedente.
I'8 Ibidem Nota 53.
59 Ibídem Nota N<? 53.

- 90 ^
esto en el ánimo de San Martín tuvo que g r i t a r las noticnas que
Pueyrredón le informó en carta del 10 de julio de 1818 que recibió du­
r ó t e su viaje de regreso a Mendoza: “/ . . ./H e tenido comunicaciones
de París hasta el 28 de abril último,/. . . /me dice Rivadavia que la
España sucumbe al peso de su miseria. El duque de San Carlos, emba
iador de España en Londres, escribe a Rivadavia instándolo a que vay<
a aquella corte para tratar de asuntos de la mayor importancia a nu ­
tra América./. . ./Corría muy válido en las cortes de París, Viena y otras
del continente, que Fernando había resuelto conciliar el decoro de su
l i o n a con la independencia de estas Provincias U n t ó « ^ T s e l o T
ellas como soberano independiente a don Francisco de Paula y#se sos
pecha que tales son las proposiciones del de San Carlos./ . . . /

Éstas son las circunstancias que nos permitirán comprender el ardid


que va a jugar el Comodoro Bowles para proteger a lo s comerciantes
ingleses de Buenos Aires procurando evitar los fuertes desembolse* a
que los obligaban las necesidades financieras de la expedición al Pera,
que Pueyrredón trató de satisfacer con gran energía para obtener lo
500.000 pesos indispensables.
El 7 de octubre de 1818, San Martín en una carta desde Mendoza
a Guido (Diputado del Gobierno argentino en Chile) que estaba en
Santiago, le decía entre otras cosas: “Bowles me escribe reservadamen­
te: sabe con evidencia por un conducto muy respetable de Inglaterra
que los españoles reconocen la independencia de Chile y Provincias
Unidas con tal que no se metan en nada con Lima; que esta negociación
la seguía con actividad Rivadavia, y que el cree que todo el ano
entrante estaremos constituidos y tranquilos. Dios lo haga asi por e
bien de la América” Como se ve, la condición era no invadir Lima:
de esta manera, por vía indirecta, los ingleses no tendrían que prestar
los 500.000 pesos. Pero San Martín no dio mayor credibilidad por e
momento a la versión de Bowles -probablemente inventada sobre la
carta de Rivadavia citada más arriba, ya que los agieses normalment
violaban la correspondencia que sus barcos transportaban-. San Martin
prefirió rogar a Dios para que se hiciera, pero continuar con sus planes,
como se desprende de la primera parte de esta misma carta: Al
consecuente a mi renuncia, se ha vuelto a decretar el auxi
500.000 pesos para el Ejército de los Andes: ya tengo en mi p _
algunas libranzas contra individuos de ésa que remitiré a Lemos e
Correo entrante/.. ./todo esto ha mejorado mi salud, y solo espero u
poco de más tiempo para que venga todo el dinero y marcharme a e^a
aunque sea muriéndome: ahora tal cual se puede trabajar, de lo
trario sería uno ir a ser víctima de la necesidad .

eo Museo Mitre. Documentos del .Archivo del Gral. Pueyrredón. Tomo IV.
«i AGN VII-16-1-1.

— 91 —
donar 7a0narV
aonar lgleFlSS
la partida. E l .12 nde
Í anoctubre
f T T de 1818-*llegó aíu§ar antes e^l m
Mendoza aban-
a só n
Juhan Alvarez portador de una carta del Coronel Manuel Pinto -masón
jefe deí otro ambos dependientes de la corona británica-, donde tra
taba de impu sar a San Martín “a admitir la pesada carga del Gobierno
t T T kS UnÍdaS 611 Buenos Aires. Estaba c t o q u í si
que pÍntónA W taba’ " T f T ® h exPedición al Perú. El panorama
la LdTbdidad d e% SU m laS. eXpl'CSÍOnes de Powles, aumentaron
¿O c tu b re de1 Al af f o m e n t ó a Guido en carta del 12
v vo creo A u " ' ^ 10)uordc se nos despeja por todas partes,
y yo creo que debemos aprovechar esta coyuntura de la racha favo-

no“ - ql l S7diaan0S P-eS! ev


S1guien ntamPf
1.3 dea octubre
d6Íar tranquil°
de 1818, el
le País y caoO’Hig-
escribió JS -
- v f t r a í " ' /P ° r mi ?flC1° vera U d la cometón dada el Dr. Gómez
Valentín—para que este se presente al Congreso de Soberanos y demás
naciones, a fin de establecer nuestra independencia. Los pliegos 7ue
venían para Ud. osbre este particular, se vio precisado Alvarez^ que­
marlos, para que no cayeran en manos de las montoneras de Santa Fe
quienes lo despojaron de todo el dinero y armas que traía: la repre­
sentación de ambos Estados debía ser una gran fuerza en el citado
Congreso de Soberanos” 68. Cómo se ve, las consecuencias del engaño
un renreseei¡d° f COm° d® nieve Por(lue ° ’Higgms también designó
un representante especial, como enteró el 21 de octubre de 1818 a San
G eneral^ f ueyrred6n: “Info™ ado por comunicación del
General San Martin de la comisión que traía de V.E. D. Julián Alvarez
he resuelto nombrar por Enviado de este Gobierno al Congreso de
Soberanos de Europa, que está próximo a reunirse en Aix-la-Chapelle
a mi Ministro de Estado D. Antonio José de Irisarri, que partirá inme­
diatamente a evacuar este encargo” 84. La mentira descarada de Búwles
y k ignorancia infatuada de Rivadavia, les hizo creer ingenuamente que
d-i ° Congreso recibirían la independencia las Provincias Unidas
y Chile, y la entronización de un rey para cada uno de los países, siem­
pre que no se atacara al Perú. En esos momentos en que los ingleses
y sus subordinados, los masones de Buenos Aires, montaban la colosal
r Z ^ J i T \°A Uhie de 1818S S? reunió un Congreso en Aquisgrán (Aix-la-
Chapelle) donde se trato el ingreso de Francia a la cuádruple alianza
^Inglaterra, Rusia, Austria y Prusia) y otros temas, pero nada de España
y America. Gómez e Irisarri llegaron a París y Londres y nada encon-
tigrón.

No paro allí la cosa. El 24 de septiembre de 1818, Puerredón des­


pacho otra carta referente al panorama que le pintó Bowles y qué le

2CpáKS157Íd°
As., 1882. Pág. 157. 7 Span° ‘ Papeles del Brigaúier General Tomás \_ r U lU U . JD b ,

« I -^tC¿ ívo O’Higgins. Tomo VIII. Pág. ISO.


64 DHLGSM. Tomo IX. Pág. 54.

- 92 -
presentaban los masones de Buenos Aires testaferros de los comer­
ciantes ingleses, con estas palabras: / . . ./M uy pon to sabra TJd el
nuevo teatro que se presenta a nuestros negocios públicos. Por el deb
variarse, o al menos suspenderse nuestras principales disposiciones res­
pecto a Lima. Ud. es de indispensable, de forzosa, de absoluta nece­
sidad a este grande interés de nuestro país: él sólo va a terminar la guerra
y asegurar nuestra independencia de toda otra nación extranjera. n
él haremos, que al momento evacúen los portugueses el territorio Orien­
tal. Por fin son incalculables de pronto todos los bienes que disfrutara
nuestro país por un medio tan lisonjero./. . . /E s de toda necesidad, a
para nuestras miras ulteriores, que concluyamos con Talcahuano me
parecen muy bien las disposiciones que se toman. Muy conveniente s e a
la presencia de Ud. en Chile, para dar impulso a las cosas; peio debe
Ud quedar expedito dentro de dos, o dos y medio meses, para venir a
completar los deseos de sus amigos; y a asegurar para siempre la inde­
pendencia de las Provincias Unidas, y nuestra quietud y d e s e c o , que
a la verdad bien la necesitamos, después de tantos afanes y de tantas
perradas en nuestros primeros años” 6u. De esto surge c aro que
Martín debía ser el Director Supremo y que no se haría ^ guen-a a
Lima. Pueyrredón fue, pues, instrumento de la maniobra de los ingle
para paralizar la expedición al Perú y zafarse de financiar el «ed ito a
lo que se les sumó ahora el peligro de que las fuerzas navales patriot s
bloquearan Lima, según consta en carta de Guido a San U a x t i n d e l ~
octubre de 1818: “Por la copia que incluyo a Ud. del oficio que paso
a nuestro Pueyrredón verá Ud. los pasos que he dado para que se en­
torpezca el comercio inglés con los Puertos de Lima, a cuya entrada
se manifestó dispuesto el V irrey ...” 66. Si no se hacia k e x p e d ic
al Perú, se perdía la reconquista del Alto Perú y se mantenía la vul
labilidad de Chile ante una invasión por mar proveniente del Virreinato
del Perú. Una prueba más, pero muy importante de que los ingleses
no sólo no ayudaron a la guerra de la independencia sudamericana,
sino que intentaron con engaños paralizar las operaciones contra pe ­
nando VII Fue una gigantesca comedia montada por los ingleses y u
masonería en el escenario rioplatense y sudamericano, con la trama
de la inmoralidad ínsita en el liberalismo He aquí un yiempío de
que decía el Padre Castellani: “Que el liberalismo ha sido el sistema
económico y político del capitalismo/. ./, eso es de L esté
lo que no es tan fácil de ver son las condiciones de posibilidad de este
sistema ( . . . ) consistentes en una profunda subversión de a ,
O ccidente;/.. . / Es preciso saber ver que la mora ha
la religión liberal creó su moral propia, trastornan o pr Tjn„ canqdad
moral cristiana: es menester que la gente se entere de • ]íacjón
de pecados y crímenes dejaron de serlo (como la usu , P°

es DHLGSM. Tomo VIII. Pág. 329/30.


ee DHLGSM. Tomo IX. Pág. 3.

- 93 -
subdola y las estafas “financieras” para empegar) y otros cobraron im­
portancia desmesurada” 67.
Apartándose de los cantos de sirena, firme en sus objetivos de in­
dependizar el Alto y Bajo Perú, San Martín dejó su familia en Mendoza,
cruzó de nuevo la cordillera de los Andes silenciosamente, y el 29 de
octubre de 1818 llegó al Cuartel General del Ejército Unido en Santiago
de Chile. En la Orden del Día del 2 de noviembre de 1818 saludó a
sus hombres: “Tengo la satisfacción de haberme vuelto a unir a mis
compañeros de arm as/.. ./estoy muy satisfecho de la comportación y
honradez que han tenido los Ejércitos hermanos, con ella darem os fin
a la gran de obra d e la libertad que hem os em prendido la que espero sea
concluida en el año 19” 68. Pero las nuevas peripecias que lo esperaban^
por su magnitud e interés merecen capítulo aparte.

(C on tin uará)

540 LeOnardo Castellani. Notas a caballo de un país en crisis. Bs. As., 1974,
68 DHLGSM. Tomo IX. Pág. 85.

-9 4
¿QUÉ SON LOS ESTADOS UNIDOS?

G u il l e r m o G u ey d a n d e R o u ssel

INTRODUCCIÓN

En este estudio expondré el papel de las sociedades secretas en la


formación de los Estados Unidos de Norteamérica. Estas investigaciones
permitirán al lector atento comparar el origen, la historia e incluso el
futuro de la gran República del Norte y de las naciones de America
del Sur.
Siendo esta historia relativamente reciente en comparación con la
historia de las naciones europeas, es posible conocer sus actores y sus
gestas con toda objetividad, sin recurrir a leyendas.
Para conocer el papel de la franc-masonería, es menester consultar
sus archivos, pero ellos no están al alcance de los profanos. Existen, sin
embargo, diccionarios masónicos, el mas importante de los cuales es el
Internationales Freim aurer Lexikon, cuyo principal autor, Lennhoff, era
dignatario de la Gran Logia de Viena y Gran Comendador del Supiemo
Consejo del Rito Escocés Antiguo y Aceptado. Estos diccionarios cons­
tituyen para el historiador la clave de todos los acontecimientos im­
portantes de estos dos últimos siglos, porque la identidad secreta de un
hombre político tiene más influencia sobre su conducta, sus actos y sus
discursos que su nacionalidad, su raza o su religión: recibiendo la Ini­
ciación” y obligándose a guardar su secreto, el hombre se convierte en
el instrumento de un demonio y sus menores actos toman una significa­
ción y un alcance cuyo origen escapa al público.

Noticia bibliográfica de Benjamín Franklin.


Uno de los principales fundadores de los Estados Unidos fue^ Ben­
jamín Franklin (1706-1790). Los historiadores acostumbran considerar

“ G lad iu s N9 12 - Año 4 ”

— 95 —
Y sin em bargo
hubo tiem pos d e goces y de fiestas.
H oy cam inas tediosa por tu casa
que se te hace una celda
y eres un raro huésped que suspira
por fáb u las secretas

A ti te hablo, m ujer de m i ribera.


R ecuerda que el m isterio está en las llam as
que arden cuando regresas.
C uando arrullan los tordos
y cantan las sirenas.

N o escuches m ás los salm os


d e esa m úsica ciega
q u e te arrastra m uy lejos de tu nido
y te miente en la oferta.

H ay un hueco en tu s brazos insepultos


don d e orillan la s venas.
L lén alo con un niño sonrosado
d e piel caliente y lágrim as d e seda.

Porque en un tiem po, esto era una fiesta.

C recerán lentam ente en tu piel las ad e lfa s


y los ángeles buenos te hilarán acederas.
Á ngeles santos, án geles d e la acequis:
por la m ujer d e hoy alcen un ruego
y ténganla despierta.

— &4 —
SAN MARTÍN Y EL LIBERALISMO
C n e l . H écto r J u a n P ic c in a l i

Este trabajo consta de varias partes: I: San Martín ante el libe­


ralismo, en Gladius N? 7; II: San Martín contra el liberalismo en
la organización de la Nación, en Gladius N? 10; II: San Martín
contra el liberalismo en Chile, en Gladius N? 12; IV: la que aquí
se expone; V: Los liberales contra San Martín; VI: San Martín
se libró del liberalismo.

SAN MARTIN IMPLANTÓ EN E L PERÚ E L MEJOR


RÉGIMEN POLITICO CONTRARIO AL LIBERALISMO

Los esfuerzos de San Martín para realizar la independencia americana


Como hemos visto en GLADIUS N ° 12, firme en sus objetivos de
independizar el Alto y Bajo Perú, San Martín dejó su familia en Men­
doza, cruzó de nuevo la cordillera de los Andes silenciosamente, y el
29 de octubre de 1818 llegó al Cuartel General del Ejército Unido en
Santiago de Chile. En la Orden del Día del 2 de noviembre de 1818
saludó a sus hombres: “Tengo la satisfacción de haberme vuelto a unir
a mis compañeros de arm as/.. . /estoy muy satisfecho de la comporta­
ción y honradez que han tenido los Ejércitos hermanos, con ella d are­
m os fin a la gran de obra de la libertad que hem os em prendido la que
espero sea concluida en el año 19” Pero en 1819, en lugar de con­
cluirla, San Martín debió continuar bregando para concretar el plan
estratégico continental que realizaría la independencia sudamericana.
Las peripecias de este año, en detalle, las expongo en otro trabajo 2,
pero aquí daré una síntesis para que se comprenda los adversos y crí­
ticos cambios políticos que debió enfrentar San Martín antes de la Ex­
pedición Libertadora al Perú.

1 Instituto Nacional Sanmartiniano. Documentos para la Historia del Liber­


tador General San Martín (en lo sucesivo, D H LG SM ), T. IX, p. 85.
2 Cnl. Héctor Juan Piccinali. San Martín, Santa Fe y la invasión portuguesa
a las Misiones y a la Provincia Oriental. Revista Militar, (en prensa).

Gladius N? 14 - Año 5

- 95 -
Estos graves inconvenientes surgieron de la invasión portuguesa a
las Misiones guaraníes y a la P r o v in c ia Oriental, ante la vergonzosa in­
diferencia de Pueyrredón que llegó a la traidora alianza con el enemigo,
en contra del General Artigas que quería defender la integridad de las
Provincias Unidas del Río de la Plata, en tanto el Director prosiguió in­
tentando dominar a Santa Fe por la fuerza para debilitar al Caudillo
oriental. Pueyrredón perdió de vista completamente la conducción es­
tratégica de la guerra por la independencia en Sudamérica, mientras los
informes que llegaban de España parecían cubrir con gruesos nubarrones
el Atlántico, con la amenaza constante de una expedición española que
se preparaba en la Península para hacer estallar la tormenta en el Río de
la Plata. En las intrigas aparecía relampagueando agorera la mano sola­
pada de la masonería de rito escocés, cabeza del liberalismo, que sólo
buscaba hacer prevalecer los intereses de los comerciantes británicos de
Buenos Aires. Los verdaderos amigos solidarios con los altos ideales san-
martinianos estaban en Chile: eran Tomás Guido, Diputado del Gobier­
no de Buenos Aires en Santiago, y el General Bernardo O’Higgins, Direc­
tor Supremo de Chile.
Sin embargo, cuando llegó para organizar la expedición al Perú, se
encontró con que el empréstito prometido por Pueyrredón se realizaba
con grandes dificultades, y éste sugería recurrir al Gobierno chileno 3.
Sobre ésto, San Martín ofició al Director de las Peías. Unidas el 15 de
diciembre de 1818: “Exmo. Señor: Yo me veo en la disgustosa precisión
de manifestar a V. E. que el Ejército de los Andes en Chile, está muy
próximo a ser disuelto, y anonadado por la miseria, / . . . / El Estado de
Chile, Señor Exmo. se halla en una positiva bancarrota, en una destitu­
ción absoluta, y sin recursos ni en la esperanza. Él tiene empeñadas, y
aun consumidas sus rentas del año entrante: / . . . / Y por tanto que no
tenga por importuna la insistencia con que le reclamo las cantidades
que tengo pedidas, y ese Supremo Gobierno sancionado, si no es dable
este auxilio Señor Exmo. salvemos al menos el Ejército, repase los Andes
en la coyuntura más favorable que pudiera brindar la fortuna para la
gloriosa conclusión de nuestra empresa; / . . . / 4 El 12 de enero de 1819,
en oficio al Director Supremo de las Pcias Unidas, San Martín expuso
“la verdadera situación en que se halla el Ejército de los Andes, así como
la conducta de este Gobierno /el de Chile/ con respecto al plan de ata­
que sobre el alto Perú (bajo) , / . . . / Desde el mes de agosto hasta la fecha
no ha sido auxiliado el Ejército de los Andes con un solo real / . . . / desde
el momento en que la Escuadra de este Estado ha tomado la superiori­
dad en el mar Pacífico, se han creído que los brazos del Ejército de los
Andes no le son ya necesarios, pues se cuentan y con razón, libres de
todo ataque, / . . . / . Las circunstancias anteriormente expuestas, me han
decidido para no perder el Ejército, a tomar el partido de acantonarlo

3 DHLGSM, T. IX, p. 271.


4 DHLGSM, T. IX, pp. 373-374.

- 96 -
en la villa de Sta. Rosa sacándolo de esta Capital, el que se compone
de los Batallones 8, 7, 11, 2 Escuadrones de Cazadores a Caballo, v el
3er. Batallón de Artillería. Esta situación es más propia para esperar
los resultados de la contestación de V. E. la que espero sea a la mayor
brevedad.” 65

Al mismo tiempo, presionó sobre el Gobierno de Chile. El 12 de


enero de 1819, por medio de Guido —su primo e íntimo amigo— en su
carácter de Diputado del Directorio de Buenos Aires, pero como oficio
“Muy reservado”, para que pudiera verlo la Logia Lautarina: “En fin,
la conducta de este Gobierno /e l de Chile/ está manifiestamente clara
de que su objeto es no sólo que no se verifique la Expedición proyectada,
sino la de desprenderse del Ejército de los Andes poniéndonos en un
estado de desesperación tal que tengamos que pasar la cordillera o com­
prometernos a disgustos de la mayor trascendencia.” 6 La exhortación
al Director Supremo O’Higgins fue impresionante: “No podría respon­
der a la confianza que V. E. ha hecho poniendo el Ejército de este Estado
bajo mi mando: yo soy responsable a V. E. y a la Nación Chilena de mis
operaciones. Los ojos de la América o por mejor decir los del mundo
están pendientes sobre la decisión en la presente contienda con los Espa­
ñoles con respecto a la Expedición del alto Perú. Todos aguardan sus
resultados, y saben que el Gral. San Martín es quien está nombrado para
decidirlo. Tengo que hablar a V. E. como un caballero, porque conozco
lo es por todos títulos, así como lo hago al Gobierno de las Pcias. Unidas
con igual fecha: ante la causa de América está mi honor: yo no tendré
Patria sin él, y no puedo sacrificar un Don tan precioso por cuanto existe
en la tierra: hablo a V. E. con el mayor respeto, pero con la franqueza
que en mi situación lo haría V. E. / . . . / Estoy penetrado de las escaseces
que afligen al Estado, y deque V. E. hace todos los esfuerzos imaginables
para remediarlos, pero esto no salva mi responsabilidad pública. / . . . /
Espero que V.E. tenga la bondad de decirme si ese Estado se halla én
disposición de aprontarme los efectos que tengo pedidos, y en qué
tiempo; en inteligencia que por la morosidad que veo en los trabajos
de maestranza es imposible, sino se le auxilia muy eficazmente sean
realizables en tiempo alguno. V.E. tendrá la bondad de dispensar me
tome la libertad de pedirle estas explicaciones que no tienen otro objeto
que la felicidad a la causa de América, y poner a cubierto mi honor y
crédito.” 7

Tampoco el Ejército Auxiliar del Perú se reorganizaba en Tucu-


mán para la maniobra convergente por el Alto Perú prevista en el
plan de San Martín. Por el contrario, el Director había ordenado al

5 DHLGSM, T. X, pp. 175-176. Sta. Rosa de los Andes, a 65 Km. N. de San­


tiago, en el camino a Mendoza.
« DHLGSM, T. X, p. 177.
7 DHLGSM, T. X, pp. 180-181.

97 -
General Belgrano bajar con estas fuerzas para empeñarlas contra Santa
Fe, en la guerra civil desatada por Pueyrredón a fines de noviembre
de 1818, ante el fracaso de la invasión del Gral. Juan Ramón Balcarce,
que tuvo que retirarse sobre Rosario, aunque arreó 4.000 cabezas de
ganado y causó estragos mucho más severos que el que esos habitantes ja­
más sufrieron de los indios, hasta la destrucción de casi todas las casas de
la Villa del Rosario 8. Pueyrredón obtuvo el 12 de diciembre de 1818
dos meses de licencia (por una herida accidental en su mano derecha).
Al igual que en 1816, se lavó las manos como Poncio Pilato, pero esta
vez las tenía tintas en sangre de sus hermanos santafesinos. Cabe in­
clinar aquí la cabeza de vergüenza, porque mientras Pueyrredón des­
truía a sus compatriotas, mantenía amistosas relaciones con los por­
tugueses desde que invadieron la Banda Oriental en 18179. Peor aún,
acordó con los enemigos portugueses acciones combinadas contra los
entrerrianos, como se desprende de la carta que Rondeau, —sustituto de
aquél durante la licencia—, dirigió el 2 de febrero de 1819 al Gral.
Lecor, Barón de la Laguna, General en Jefe de las tropas portuguesas
de ocupación de nuestra Pcia. Oriental10*.
La campaña al Sud de Chile contra los realistas había terminado
con el triunfo patriota. San Martín ordenó la reunión del Ejército de
los Andes entre Curimón y Sta. Rosa de los Andes, dejándolo a cargo
interinamente del coronel Juan Gregorio de Las Heras, hasta la llegada
desde Talca del General en Jefe del Ejército del Sud y sustituto del
de los Andes, brigadier Antonio González Balcarce y pidió, el 14 de
enero de 1819, licencia para pasar a Mendoza. A fines de este mes
de enero, preparó un plan de operaciones para una expedición al Perú
de 2.500 a 3.000 hombres para hostilizar a los realistas desde la costa
del Pacífico, y explicó el modo de opera,! al Gobierno de Chile y a
G uido 11. El 14 de febrero de 1819 se puso en marcha a Mendoza
p ara conjurar la crisis contra la guerra de la independencia su dam e­
ricana 12.

Antes de salir, se enteró de la sublevación en San Luis de los


prisioneros españoles de Chacabuco y Maipú que fueron aniquilados
por la guarnición y su Teniente Gobernador Coronel Vicente Dupuy a la
cabeza. El 13 de febrero de 1819 le hizo vehementes recomendaciones
a O’Higgins para la seguridad, escribiéndole desde Curimón (5 km. SE
de San Felipe y 70 N de Santiago): “ . . . es menester emplear en estos
momentos la energía más constante”. Intuye ramificaciones del epi­

8 Doctor Manuel Cervera. Historia de la Ciudad y Provincia de Santa Fe.


T. IL p. 454.
9 Archivo General de la Nación (en lo sucesivo: AGN), X-l-6-11.
10 Federico Ibarguren. Mayo en ascuas. Bs. As., 1961: transcribe el docu­
mento en pág. 155.
n DHLGSM, T. X, pp. 188 a 191, 356, 357.
DHLGSM, T. X, pp. 356, 364, 365.

- 98-
sodio de San Luis en Chile y Peías. Unidas: “Ojo al charaui y preve­
nirse con toda actividad.” No se equivocó. Desde Uspallata le volvió
a escribir el 18 de febrero de 1819: “ .. .los portugueses, Alvear y Ca­
rrera están metidos en este negocio.”, confirmaban las últimas* noti­
cias 13.

San Martín intervino para detener la guerra civil contra Artigas desatada
por Pueyrredón traidoramente aliado con el enemigo portugués
Al abarcar en su mente y en su corazón todo el panorama de la
gravísima crisis que estallaba a principios de 1819, San Martín había ido
a Mendoza para intentar conjurarla, y poder llevar a cabo el plan estra­
tégico continental cuya ejecución se desmoronaba ante la inepcia de
Pueyrredón. San Martín probablemente no sabía que éste había reasu­
mido el mando el 13 de febrero de 1819, cuando se dirigió al Director
Supremo el 23 de este mismo mes: “Exmo. Señor: Cuarenta días de
interrupción de comunicaciones con esta Capital y las noticias que tengo
recibidas tanto de Córdoba, como de la Villa del Río 4C- sobre la
situación crítica en que se hallaba el Ejército de Observación sobre
Santa Fe, igualmente que la insurrección de los españoles europeos en
San Luis, y a¡ más de ésto la marcha del Ejército del Perú con su General
en Jefe para la Pcia. de Córdoba, sin que de ella haya tenido el menor
antecedente oficial de V.E. ni del Gral. Belgrano, variando por estas
circunstancias todo el plan de operaciones formado, me han obligado
a ponerme en marcha, a fin de combinar con aquel Gral. las operaciones
subsecuentes, a cuyo efecto mañana lo verifico hasta encontrarme con
él, de cuya entrevista daré a V.E. parte por cuantos medios me sean
imaginables.” 14. Al día siguiente, 24 de febrero de 1819, le escribió
a Belgrano en términos similares, pero agregó: “ .. .y combinar con
su acuerdo los medios más útiles al bien y felicidad de la causa ame­
ricana; al efecto mañana me pongo en marcha: el oficial Caparroz, o
las noticias que adquiera en el camino, me decidirán la ruta que debo
seguir hasta encontrar a V.E. El Supremo Director de Chile me co­
munica con fecha 18 del presente haber nombrado una comisión me­
diadora que ha recaído en las personas del Coronel D. Luis de la
Cruz, y el Señor Regidor D. Salvador de la Cabareda: su objeto es
interponer los respetos y buenos deseos de aquel Gobierno para transar
la guerra de Santa Fe y Buenos Aires: estos señores deberán llegar de
un momento a otro con sus respectivos diplomas, lo que comunico a
V.E. para su inteligencia.” 15
Sendas cartas salieron para Santiago de Chile el 23 de febrero
de 1819. A Guido: “Mucho me ha gustado el paso de la comisión me­

13 Archivo Nacional de Chile. Archivo de Don Bernardo O’Higgins. T. VIII,


Doc. 122-123.
14 DHLGSM, T. X, p. 364.
13 DHLGSM, T. X, pp. 365, 366.

99 -
diadora nombrada por ese Estado: ésta puede contribuir mucho al
objeto de paz que nos proponemos.” 16/A O’Higgins le dijo también:
“Me ha gustado infinito la comisión mediadora nombrada por ese
Estado. Ésta puede sacar más partido que ninguno de nosotros. Yo la
espero en San Luis para donde parto mañana por la mañana. Se han
tomado las medidas para que no haya detención en su viaje, como son
las de tener coche preparado y caballos en U spallata./. . . / Remedios
me encarga mil cosas para mi señora su madre y hermana: pienso que
marche para Buenos Aires en el momento que las montoneras lo per­
mitan, pues está visto que si continúa en este país va a ser su sepul­
tura.” 17 Como se ve, tuvo que llevar la cruz de la enfermedad grave
del amor de su vida, y de la obligada separación.
El 26 de febrero de 1819, San Martín le escribió a Estanislao López
una carta donde reafirmó sus aspiraciones más altas: independencia,
paz y unión interior. Le anunció que el gobierno de Chile había nom-
grado una comisión mediadora y que él le avisaría de su llegada. ‘ Yo
espero que conociendo mis sinceros deseos, me haga el gusto de con­
testarme por un oficial de confianza, en la inteligencia que bajo la
garantía de su palabra, no tendré el menor inconveniente en presentarme
en el punto que Ud. me indique para que tratemos sobre los particula­
res que llevo expuestos.” 18 San Martín creía que la belicosidad partía
de los santafesinos pero ignoraba que apenas recibido del mando, a
mediados de febrero de 1819, Pueyrredón había lanzado sobre Santa
Fe otro Ejército de Buenos Aires a órdenes de Viamonte, fuerte de
1964 hombres 19, que penetró hasta el Río Carearañá: era la 4? invasión
de Santa Fe por Buenos Aires desde 1815. Para impedir que López
fuera reforzado por Artigas, Pueyrredón acordó el 20 de febrero de
1819 con el Gral. portugués Lecor, Barón de la Laguna, el cierre de
los puertos del Plata a la navegación del Uruguay, excepto para los
buques de guerra de las Peías. Unidas y los de la escuadra portuguesa,
¡parece increíble!: pero los documentos están en el Archivo General de
la Nación 20. San Martín se había adelantado a San Luis, donde recibió
la carta deGuido del 25 de febrero de 1819: “ . . . el carácter que se le da
a la guerra en las últimas Gazetas promete pocos medios de termina­
ción convencional: parece más bien que las armas deben decidir la
cuestión.” 21
Ante la indefensión de Cuyo, San Martín en marcha a San Luis,
desde Rodeo del Medio, a 22 km. al SE de Mendoza, el 27 de febrero de

i8 AGN VII-16-1-1.
17 Archivo de O’Higgins. T. VIII, Doc. 124.
18 DHLGSM, T. XI, pp. 191, 192. Belgrano avisó a San Martín en carta del
5 de marzo de 1819 que el oficio no fue entregado: “no hemos creído oportuno
remitirlo” en T. XI, p. 258.
i» AGN X-3-8-6.
20 AGN X-l-6-11.
21 DHLGSM, T. XI, p. 185.

100 -
1819, envió al Coronel Las Heras la siguiente orden: “Inmediatamente
que V.S. reciba éste, hará poner en marcha para la Ciudad de Mendoza
los dos Escuadrones de Cazadores a Caballo, pidiendo a ese Gobierno
los auxilios necesarios para poderlo verificar.” 23 Desde San Luis, es­
cribió a Guido el 9 de marzo de 1819: por lo que veo esta guerra
nos va a concluir, y sólo tengo esperanzas en la comisión de Chile y
mis buenos deseos puedan apagarla, pues de lo contrario, aunque salga­
mos victoriosos, el resultado será perder los bravos, aniquilar todo
género de recursos, aumentar mutuamente la odiosidad, dilatar la cam-
paña/del Perú/y al fin si viene la expedición española ser presa de
nuestras desaveniencias; .. ,” 23. Pero el 21 de marzo de 1819, la comi­
sión mediadora que había alcanzado San Luis, ofició a San Martín —que
había vuelto a Mendoza— que el Director Pueyrredón la había recha­
zado por considerarla “degradante para este Gobierno; y da al caudillo
de los orientales una importancia que él mismo debe desconocer por
su situación apresurada.” 24. L a ceguera de Pueyrredón era terrible:
sólo quería, por soberbia, sacrificios de la vida de sus compatriotas, en
una guerra estéril y estúpida, cuya inspiración era ciertamente diabólica.
Vuestro padre es el Diablo —dijo N.S. Jesucristo a los fariseos— el cual
fue homicida desde el principio” (Juan 8,44).

Con la misma fecha, 11 de marzo de 1819, envió Pueyrredón carta


y nota oficial a San Martín en rechazo frontal de la mediación chilena.
La carta destilaba ironía y sofismas, productos de la soberbia. Para ver
con claridad su flagrante error, debemos volver a la pregunta que for­
muló San Martín en carta a Guido del 6 de abril de 1816, tres años
antes: “Mi lancero: Por la de Ud. del 24 veo que lo de Santa Fe va de
mal en peor, pero hasta ahora ni Ud., ni nadie dicen qué es lo que
quieren”. 2B. Lo que querían los porteños pero no lo decían, era dominar
a Santa Fe y aplastar sus ideales de ser una provincia como Córdoba,
Cuyo, Salta, etc. ¿Por qué no? Porque Artigas apoyaba con justicia a
los santafecinos y, en cambio, los porteños por odio al caudillo prefe­
rían a los portugueses que se habían apoderado de dos provincias argen­
tinas (Misiones y la Banda Oriental), en contra de Artigas que defendía
la independencia sudamericana. Porque éste era el bien común anhe­
lado, la “emancipación del mando de fierro español, y pertenecer a una
Nación”, como escribió San Martín a Godoy Cruz el 24 de mayo de
18162e. Para obtenerla era necesario la guerra contra los realistas y
y contra los portugueses, no contra Artigas, ni contra los santafesinos.
Más grave aún. En marzo de 1819, la ciudad de Santa Fe, una pobla­
ción de 4.500 habitantes, 15 cuadras de largo adosadas a un brazo del

33 DHLGSM, T. XI, p. 199.


23 AGN VII-16-1-1.
24 DHLGSM, T. XII, p. 98.
25 AGN VII-16-1-1.
36 DHLGSM, T. III, p. 451. Ver GLADIUS N? 11.

- 101 -
Paraná, por 5 cuadras de ancho, había sido sometida durante tres años
a seis invasiones con Ejércitos del orden de más de 2.000 hombres que
arrasaron con todo, y vejaron a sus compatriotas, hombres y mujeres
que defendía su pago. Parafraseando a nuestro santo Fray Mamerto
Esquiú diremos con dolor que, “como el Señor preguntaba a Caín
por su hermano: ¿Ubi est Abel frater tuus? (Gen, IV, 9) .. .¡Ah! bien
puede cubrir nuestras frentes un sombrío y feroz silencio . . . ” 27.
Porque fue un crimen de lesa patria, diabólico homicidio, porque
en lugar del amor entre hermanos, privó el odio, en lugar de la caridad,
la soberbia. En la misma carta a Guido ya mencionada del 6 de abril
de 1816, San Martín mostró la comprensión del problema de Santa Fe
y sus limpios sentimientos de patriota y hombre de bien: “yo no soy
de opinión de emplear la fuerza, pues cad a go ta de san gre am ericana
q u e se vierte me llega al corazón” . Después de tres años, tuvo que
volver a repetir estas mismas palabras de auténtica piedad cristiana,
con mayor razón aún, en las cartas que les envió a José Artigas y a
Estanislao López el 13 de marzo de 1819 28 con la comisión mediadora
chilena rechazada por Pueyrredón. El único que vio claro fue San
Martín ya que, si bien nunca conoció personalmente a Artigas, sabía
bien desde 1812 de sus altos ideales patrióticos a través del Capellán de
ambos, Padre Gabriel Enríquez de la Peña, nexo inicial entre los dos
proceres como lo he demostrado en mi libro “Vida de San Martín en
Buenos Aires”.
Pero los santafesinos, endurecidos por el infortunio, habían encon­
trado a su caudillo. A principios de abril, San Martín pudo enterarse que
la vanguardia de Viamonte —500 hombres al mando de Hortiguera—,
cuando se dedicaba al saqueo de Coronda, sin respetar ni siquiera la
Capilla, fue atacada por el gobernador Estanislao López y aniquilada,
tomándole además 1.000 caballos. E l 16 de marzo de 1819 se presentó
López en el Carcarañá ante el grueso del Ejército de Buenos Aires sin ser
sentido: aprisionó las avanzadas y le arrebató 2.000 caballos. Viamonte
se retiró al Rosario el 1° de abril de 1819, donde se atrincheró, rodeado por
los santafecinos. El general Belgrano, con los restos del Ejército Auxilia­
dor del Perú, unos 1.500 hombres, se movía muy lentamente entre las
postas de Zanjóníy Barrancas (unas 50 leguas al SE de Córdoba): “Yo ca­
mino como la tortuga;/. . . /pero hay pecho para todo, y venga lo que
viniere, arriba está Quien las endereza.”, escribió a San Martín el 29 de
marzo de 1819 29. La firme fe de Belgrano le permitió acertar: la Divina
Providencia intervino para detener la guerra fraticida. “L a sabia carta
de U d ./ .. ./se la remitía conlos oficios del Senado/de Chile/ y de O’Hig-
gins y mis reflexiones a Pueyrredón pero el oficial que las conducía cayó
en manos de los de Santa Fe, los que viendo el interés de su contesto/

27 Fray Mamerto Esquiú. Sermones patrióticos. Bs. As., 1968, p. 88.


28 DHLGSM, T. XII, pp. 13 a 16.
29 DHLGSM, T. XII, pp. 132, 133.

- 10 2 -
contestación/ las remitieron a Viamonte y éste al G obierno/.. . / ” —ex­
plicó San Martín en carta a Guido del 21 de abril de 1819, refiriéndose a
documentos contrarios al repaso a Cuyo del Ejército de los Andes y “a
la necesidad de una prontísima transacción con los disidentes” 3°. Sobre
ésto escribió Pueyrredón a San Martín el 9 de abril de 1819: “/ . ■ ./L a
ocasión de remitir las comunicaciones/se refería a dichos documentos/
promovió la de un armisticio que se celebró entre Viamonte y López,
/ . . . / ” 303132, el 12 de abril de 1819, estipulando: retiro de las tropas de
Buenos Aires del territorio de Santa Fe y Entre Ríos; expeditas las
comunicaciones hacia el interior; colaboración para perseguir ladrones.
Los sufrimientos de los santafecinos estaban fructificando, con la ayuda
de Dios: “Dios, que gobierna soberanamente al mundo según un plan
establecido desde toda la eternidad, ha permitido estas vicisitudes a
fin de hacer resplandecer su gloria y sacar de mi mal pasajero un bien
duradero.” 3a.
El 15 de abril de 1819, Pueyrredón ordenó al Comandante en Jefe
de los Ejércitos Unidos, Gral. San Martín, el repaso a Cuyo del Ejército
de los Andes y su inmediata marcha a Tucumán donde serían recibidos
por el coronel mayor Francisco de la Cruz, 21? del Gral. Belgrano33345. E l
24 de abril de 1819, en carta a Guido, San Martín comentó: “/ . . ./h a
tenido un modo sumamente político de separarme del mando del Ejér­
cito:” 84. El insólito relevo de San Martín era la venganza de Pueyrredón
por la intervención de éste en la paz con Santa Fe y Artigas, coronada
por el armisticio citado más arriba, donde la correspondencia de San
Martín favorable a la paz con los santafecinos sirvió de punta del hilo
que condujo la Divina Providencia para llegar finalmente a lo que
deseaba el corazón caritativo del héroe de los Andes y su amor por los
compatriotas. E l 25 de abril de 1819, presentó su renuncia: “/ . . ./ruego
a_ V.E.
» QPt
me conceda mí retiro a esta Provincia/Cuyo/sin
'
sueldo al-
guno .

L a ciudadela de América
La guerra fraticida desatada por el Directorio contra los compa­
triotas y su traidora alianza con los enemigos portugueses, desgastó
a Buenos Aires, que ya no fue más la base de operaciones de la guerra
por la independencia sudamericana.
Entonces, San Martín buscó restablecer la voluntad independista
en Chile y en Cuyo. El 31 de abril de 1819, desde Mendoza, escribió
a O’Higgins: “/ . . ./U d. verá no ha sido admitida la mediación de los

30 AGN VII-16-1-1; y DHLGSM, T. XII, p. 60.


31 DHLGSM, T. XII, p. 183.
32 Guillermo Gueydan de Roussel. .Verdad y mitos. Bs. As., 1987, p. 21.
33 DHLGSM, T. X II, pp. 210 a 212.
34 AGN VII-16-1-1.
35 DHLGSM, T, **XH, p. 149.

- 103 -
diputados de ese G obierno./.. ./en una palabra mi amigo, estoy viendo
y palpando que sólo en Chile se puede form ar la cin dadela d e la A m é­
rica, siempre que todos los amigos tengan la energía suficiente para
verificarlo./. . . / L a A m érica parece que tiene un D ios tutelar que la
auxilia en su s m ayores apuros.” 36 Ya en 1816 había dicho que “Chile
naturalmente es un castillo”3637* cuya reconquista “necesita esfuerzos y
yo veo que las atenciones inmediatas hacen olvidar la ciudadela de la
América” 3S. Era la base de operaciones para lanzar la continuación
de la guerra por la emancipación continental, sabiendo que Dios ayu­
daba. Lo mismo diría nuestro santo Fray Mamerto Esquiú mirando esos
años con la perspectiva evangélica e histórica: “Si, Dios mismo había
preparado entre nosotros los dos grandes elementos de una poderosa
nacionalidad: paz interior y la vida del municipio, con el alma de la
completa verdad religiosa, merced a la atonía y desastres de nuestra
madre la España. Las diversas nacionalidades de la América española
fueron, pues, obra de la ley de la historia y de la Divina Providencia:
Domino Deo nostro justitia,” 39.

Como último acto inamistoso, Pueyrredón rubricó el oficio que le


concedía sólo un mes de licencia para reparar su salud, en lugar del
retiro que San Martín pidió 40. Ante la evidente desconsideración, el
21 de junio de 1819, presentó la renuncia a los empleos que tenía en
las Provincias Unidas y solicitó permiso para pasar a prestar servicios
en Chile, “en el que soy Brigadier”, empleando en forma correcta pero
no sin cierta ironía, las iniciales S.A. (Su Alteza) para referirse al Direc­
tor Supremo Pueyrredón, tratamiento que en España se daba a los Re­
gentes del Reino y al Consejo de Regencia en 1810, y que se había
incluido en la Constitución de 1819. Para darle más énfasis a la renuncia
y recordar que había vuelto a América para luchar por “su emancipa­
ción del Gobierno Tiránico de la Península”, San Martín explicó las
causas de su llegada a Buenos Aires en 1812, que reproduje en GLADIUS
N? 7, pág. 89 4I. Pueyrredón renunció y se hizo cargo Rondeau el 10
de junio de 1819 como Director Supremo. El 10 de julio de 1819 con­
testó a la renuncia de San Martín del 21 de junio, dándole la licencia
“por el período que V.E. estime oportuno a su total recuperación” 42.
Ante las muestras de adhesión, San Martín reaccionó inmediatamente:
“/ . . ./que el sacrificio de mi vida está pronto a hacerse en beneficio de
la causa,/. . . /Mendoza, 26 de julio de 1819.” 43

36 Archivo de O’Higgins. T. XIII, Doc. 128 (subrayado por m í).


37 Museo Mitre. Oficio de San Martín al Director Supremo del Estado, del
29 de febrero de 1816.
33 AGN VII-16-1-1.
39 Fray Mamerto Esquió. Sermones patrióticos. Bs. As., 1968, pp. 87, 88.
*o DHLGSM, T. XIII, p. 207.
41 DHLGSM, T. XIII, p. 248.
42 DHLGSM, T. X m , p. 307.
« DHLGSM, T. XIII, pp. 249, 250.

- 104 -
En cuanto San Martín se enteró de la salida de Pueyrredón, consi­
deró eliminado el obstáculo para tratar de influir en la pacificación de
Santa Fe y en las buenas relaciones con Artigas. Recurrió a sus borra­
dores de la carta que intentó remitir el 13 de marzo de 1819 con la
comisión mediadora chilena rechazada por Pueyrredón, y envió el 8
de julio de 1819 a Estanislao López una carta similar a las anteriores,
aprovechando el viaje de su tío el Coronel Hilarión de la Quintana a
Buenos Aires, quien la remitió desde el camino 44, siendo probable que
llegara a influir en el gobierno de Santa F e 45.
A fines de agosto de 1819, mientras San Martín preparaba la caba­
llería en Mendoza (3 Esc. de Caz. a Cab.) y en San Luis (3 Esc. G C ) y
remontaba el Batallón N? 1 de Caz de los Andes en San Ju an 46, reci­
bió una carta de Guido desde Santiago, 28 de agosto de 1819, donde
le informaba que se había cerrado “la contrata celebrada con este
gobierno por Peña, Sarratea y Soler sobre la habilitación y transporte
de los cuatro mil hombres al Perú.”47. La ciudadela de América se
consolidaba.

L a masonería de Buenos Aires insistía en impedir la expedición al Perú


y aniquilar a Artigas
Los rumores sobre una expedición española sobre el Río de la Plata
eran esparcidos permanentemente. A mediados de 1819, tras la renuncia
de Pueyrredón, le llegaron a San Martín, en Mendoza, cartas de per­
sonajes de Buenos Aires, instándolo a viajar a la Capital como salvador
del país: el Director Supremo Rondeau (10 de julio y 11 de agosto de
1819), Tomás Godoy Cruz (16 julio 1819), Miguel de Riglos (18 de
julio de 1819), coronel Guillermo Pinto, venerable de la masonería de
rito escocés (9 y 24 de julio 1819), Miguel Zañartú, ministro de Chile
en Buenos Aires (26 de julio 1819), Juan Thwaites, comerciante inglés,
(9 y 10 de julio 1819), etc. Era el mismo planteo que vimos en el
trabajo anterior: si San Martín se hacía cargo del Directorio, no se
haría la expedición al Perú.
Una carta de Rondeau, dio ocasión para que San Martín explayara
su opinión sobre el “gobierno por asambleas” uno de los principios bá­
sicos del liberalismo, en carta del 27 de agosto de 1819: “¿Con que al
fin el congreso empieza a dar algunas facultades al gobierno para que
pueda proporcionar arbitrios? Compañero mío no hay que cansarnos:
si en las actuales circunstancias el Poder Ejecutivo no está revestido
de unas facultades ilimitadas, y sin que tenga la menor traba, el país
se pierde irremisiblemente; los enemigos que nos van a atacar no se

44 DHLGSM, T. XIII, p. 296.


46 DHLGSM, T. XIII, p. 341.
46 DHLGSM, T. XIV, p. 52.
47 DHLGSM, T. JOV, p. 56.

- 105 -
contienen con libertad de imprenta, seguridad individual, Ídem de pro­
piedad, estatutos, reglamentos y constituciones: las bayonetas y sables
son las que tienen que rechazarlos, y asegurar aquellos dones precio­
sos para mejor época; en el día compañero querido no puede haber otra
ley que la que inspire al que manda el peligro en que nos halla­
mos/ . . . / ” 48
Las traiciones e intrigas, y las inspecciones y exploraciones que
realizó a gran galope, minaron su salud: fístula con hemorroides en-
gangrenadas en julio; su úlcera gástrica crónica; en agosto, con reuma­
tismo inflamatorio, por consejo del Doctor Guillermo Colesberry, debió
dedicarse a reponerse, con seriedad. El 4 de septiembre de 1819, pre­
sentó su renuncia al mando del Ejército, “para de este modo dedicarme
a la conservación de mi vida expuesta a su fin si así no lo hago. Ruego
a V.E. tenga la bondad de admitir en beneficio del Estado los sueldos
que me corresponde por mi grado, pues teniendo con qué subsistir có­
modamente me son innecesarios.” 49
El masón Coronel Pinto, volvió a escribir a San Martín el 5 de no­
viembre de 1819, incitándolo “a bajar con las fuerzas que pueda y con
la velocidad que le sea dable, y hallándose Ud. de General de todos
los Ejércitos autorizado plenamente por el Gobierno Supremo para obrar
como lo creyese más conveniente convidar con cuantas disposiciones
Ud. quisiese a Artigas y a los santafesinos para transar nuestras dife­
rencias”. Como el Gobierno Central no era merecedor de la confianza
de los caudillos del litoral, recurrían a San Martín para que se hiciera
cargo del desquicio en que habían caído los directoriales y los comer­
ciantes ingleses, la masonería de rito escocés de Buenos Aires, cuyo
venerable testaferro era Pinto. A éstos no les convenía que, como pa­
trióticamente exigía Artigas, el Gobierno de Buenos Aires declarara la
guerra a los portugueses, porque éstos bloquearían con su escuadra el
Río de la Plata y sus grandes afluentes, con la consiguiente paralización
o, por lo menos, disminución del comercio con Inglaterra. Ante esta
perspectiva, los ingleses tenían dos caminos: o presionar sobre el rey
Juan VI para que evacuaran la Peía. Oriental y las Misiones, asunto
difícil de lograr, o presionar sobre el Directorio para eliminar a Artigas
que defendía la independencia y la integridad nacional haciendo la
guerra a los portugueses. Optaron por esto último que parecía más
fácil porque coincidía con el afán de dominación de Buenos Aires sobre
las provincias, política del Directorio, apoyado por los comerciantes,
de donde surgió la constitución unitaria de 1819.
L a masonería también lo acusaba: “han divulgado y hecho creer
a los descontentos y a los sencillos que Ud. está decidido (sic) del Go-

48 DHLGSM, T. XIV, p. 53.


49 DHLGSM, T. XIII, p. 253.

- 106 -
bierno, que desconfía de sus amigos, y que Ud. no bajará con su ejercito
en precaución de que no se le arme una emboscada para perderle.” No
era temor de los porteños: San Martín tenía una gran causa, que no
era la de Buenos Aires, sino de Sudamérica, y ya había dicho que
jamás desenvainaría su espada para luchar contra sus compatriotas.
Pero el masón proseguía con sus diabólicas incitaciones: “Añada Ud.
aún que la expedición española aunque demorada no está desistida/. . . /
Ni el prepararnos para resistirlas, ni el proyecto de expedición a Lima,
ni ninguna otra cosa de provecho pueden intentarse sin allanar antes
el territorio de Santa F e ,/ .. ./Todo está paralizado, todo está sin vida,
y todos los ojos están puestos en Ud. para que agregue este nuevo im­
portante servicio a la Patria.” 50 San Martín sabía muy bien que ésta
era una proposición deshonrosa del masón Pinto sometido a los ingleses
que nada querían dar y sí sacarnos todo cuanto pudieran. Había que
despreciarlas, dándole la espalda, como hizo San Martín.

San Martín no incurrió en 1820 en la famosa “desobediencia”


que se le atribuye
Las órdenes del Director Supremo de las Provincias Unidas en 13
de octubre, 16 de octubre, 10 de noviembre y 18 de diciembre de
1819 51, tenían por objeto que la División del Ejército de los Andes —que
se encontraba en San Juan (BICazadores de los Andes Nl? 1, 800 hom­
bres), en Mendoza (RCazCab, 3 Esc, 500 hombres, y Div de Artillería,
116 hombres) y en San Luis (RGranaderos a Caballo, 3 Esc, 600 hom­
bres) 52, menos las tropas necesarias para la seguridad de Cuyo, mar­
charon rápidamente a la provincia de Buenos Aires para combatir con­
tra las fuerzas de Santa Fe, Entre Ríos y Banda Oriental, al mando del
Gral. Artigas.

Pero el Gral. San Martín venía bregando reiteradamente desde


principios de 1816 para que Buenos Aires no atacara a Santa Fe, como
hemos visto más arriba: “/ . . . / yo no soy de opinión de emplear la
fuerza, pues cada gota de sangre americana que se vierte me llega al
corazón,/. . . / ”, escribió a Guido el 6 de abril de 1816. La triste reali­
dad fue que, desde Í815, Santa Fe fue invadida y saqueada por seis
ejércitos, las últimas tres veces entre noviembre de 1818 y febrero
de 1819, por orden del Directorio de Buenos Aires, para dominarla y
privarla del apoyo del Gral. Artigas, que defendía las Misiones guara­
níes y la Pcia. Oriental desde que fueron usurpadas por los portugueses,
con la complicidad primero y luego con la traidora alianza de los D i­
rectores Pueyrredón y Rondeau.

80 DHLGSM, T. XIV, pp. 315, 316.


si DHLGSM, T. XIV, pp. 190, 207, 337; y T. XV, p. 190,
«a DHLGSM, T. XIV, p. 205.

-1 0 7 -

■i
En cambio, San Martín mantuvo siempre los objetivos de la guerra
por la independencia sudamericana contra los realistas posesionados
del Alto Perú y del Virreinato de Lima, cuando aquellos Directores Su-
premos actuaban como Caínes contra sus compatriotas. El 26 de fe­
brero de 1819 le escribió a López: “el que escribe a Ud. no quiere otra
cosa que la emancipación absoluta del Gobierno Español” 5345S*57. Al mismo
gobernador santafesino y al Gral. Artigas le escribió el 13 de marzo de
1819: “mi sable jamás se sacará de la vaina por opiniones políticas
como éstas no sean en favor de los españoles y de su dependencia” 04.

En un trabajo especial me he referido extensamente al verdadero


plan estratégico continental de San Martín 55, cuya ejecución fue acor­
dada con Pueyrredón en la entrevista de Córdoba, del 21 al 23 de julio
de 1816. Este plan preveía que, una vez reconquistado Chile, el Ejér­
cito de los Andes estaba destinado a operar desde Chile por mar sobre
las costas peruanas en maniobra convergente con el Ejército Auxiliador
del Perú, que debía reorganizarse en Tucumán para penetrar en el Alto
Perú y reunirse con el de los Andes en Cuzco, y desde aquí emprender
la embestida final sobre Lima. San Martín hizo todo lo posible para
mantener las tropas del Ejército de los Andes que llevó a Cuyo, pre­
parándolas para lanzarlas desde Chile contra el poder realista en el
Perú, cuando Pueyrredón desbarató el plan estratégico continental por
la emancipación, ya que, después de retirar del frente del Alto Perú
al Ejército Auxiliador del Perú para empeñarlo contra Córdoba y Santa
Fe, ahora Rondeau procuraba hacer lo mismo con las fuerzas acanto­
nadas en Cuyo. De permitirlo, San Martín sabía que perdería parte
importante del Ejército de los Andes, cuya función era combatir contra
el enemigo exterior. Así lo escribió a Guido el 18 de octubre de 1819:
“ si la división de tropas existente en Cuyo se mueve sobre los santa-
fesinos todo es perdido.” “6. Para evitarlo, hizo lo que su conciencia
le dictó, y se lo anunció a O’Higgins en carta del 9 de noviembre de
1819: “No pierda Ud. un solo momento en avisarme el resultado de
Cochrane para que sin perder un solo momento marchar con toda la
división a ésa, excepto un escuadrón de granaderos que dejaré en San
Luis para resguardo de la provincia. Se va a cargar sobre mí una res­
ponsabilidad terrible, pero si no se emprende la expedición al Peni
todo se lo lleva el Diablo.” a7 El 31 de enero de 1820 en carta a Tomás
Godoy Cruz, expresó: “En fin mi amigo mi partido está tomado: “voy
a hacer el último esfuerzo en beneficio de la América/. . . / ” 08 Así,
asumió toda la responsabilidad ante Dios y ante la historia.

53 DHLGSM, T. XI, p. 191.


54 DHLGSM, T. XH, pp. 13 y 14.
05 Círculo Militar Argentino. Revista Militar. Enero-abril de 1987.
03 DHLGSM, T. XIV, p. 233.
57 Archivo de O’Higgins. T. VIII, Doc. 132.
08 DHLGSM, T. XV, p. 150.

- 10 8 -
Cabe aquí iluminar nuestro enfoque sobre la obediencia con el
aporte de ilustres filósofos cristianos. El Padre Leonardo Castellani, es­
cribiendo sobre “el pensamiento y la acción”, decía: “Santo Tomás/de
Aquino/ precisa incisivamente estas fronteras de la ley cuando habla
de la obediencia religiosa, la más rigurosa que existe. Es cierto que el
religioso debe acatar el mandato jerárquico a ciegas, ‘perinde ac ca­
dáver’, como dicen que dijo Loyola; pero ningún hombre está dispensado
de guiar su vida con sus propias luces ni puede obrar jamás si su in­
telecto no le pinta su acción en línea con la razón. Ningún voto del
mundo puede dispensar a un hombre de tener conciencia propia, porque
en eso justamente consiste ser hombre.” ñ9. San Martín, pues, obró
como hombre cabal, no como un autómata, cumpliendo con la obli­
gación de razonar pensando en el bien común, que fue perdido de vista
por los que tenían los altos cargos en Buenos Aires. Obró como dijo
Santo Tomás de Aquino que debía obrar un hombre: “Es que cada
cual está obligado a examinar sus actos propios a la luz de la ciencia
que Dios le dio, sea natural, sea adquirida, sea infusa. Porque todo
hombre está obligado a obrar según razón.” 59 Esto es lo más impor­
tante y justifica ampliamente la actitud de San Martín. Existiendo, por
tanto, cau sa plenam ente justificad a, no hubo desobediencia. Lamenta­
blemente, la historiografía en boga ha copiado la desafortunada frase
con que Mitre tituló uno de los capítulos de su obra sobre el Liberta­
dor: “La desobediencia de San Martín”, sin que nadie averiguara si
hubo realmente desobediencia, que nunca es tal habiendo causa jus­
tificada, como he probado. El historiador tiene la obligación de inter­
pretar los hechos, no rotularlos indiscriminadamente.
Supongamos que San Martín, en contra de sus propias conviccio­
nes y quebrando su deber de conciencia, hubiera optado por la obe­
diencia ciega, es decir, por lo que Mitre, a contrario sensu, parece pre­
dicar al llamar el gesto de San Martín “desobediencia” a secas, olvi­
dando que “La verdadera obediencia no puede dispensar jamás de
tener conciencia. Hay caso en que el súbdito tiene el deber de decir al
superior: ‘aquí estamos los dos haciendo barro’, y decírselo con la energía
con que San Pablo se lo dijo a San Pedro, ‘in faciem ei restiti’ como
dice el impetuoso tarsense”. Así escribió el Padre Castellani, quien, en­
tre otras cosas, agregó al referirse a la “pasividad total abdicadora de
la personalidad” que “representa la corrupción de la virtud de la obe­
diencia, corrupción que no es imposible. L a tentación de abdicar de
la conciencia moral y volverse un autómata sin miedo y sin riesgos y
una planta con patas, por inhumana que parezca, es un hecho.” 59
Veamos qué pudo haber pasado, si San Martín hubiera obedecido
como un autómata. En este caso, Mitre, en lugar de aquel malhadado
título hubiera podido colocar: “La obediencia ciega de San Martín”.

59 Leonardo Castellani. Seis ensayos y tres cartas. Bs. As., 1978, p. 32.

- 109 -
Está comprobado que San Martín a fines de 1819 y principios de 1820,
fue atacado de un terrible reumatismo que trató de curar bañándose
probablemente en las fuentes minerales de Puente del Inca, o la sul­
furosa termal de Villavicencio, u otras que existían en Mendoza. No
obtuvo resultados según lo escribió a O’Higgins el 9 de noviembre de
1819: “Antes de ayer he regresado de los baños en los mismos términos
que fui.'’ 60 El 15 de diciembre de 1819, le contestó Guido: “L a última
de Ud. me ha dado un rato pésimo. La salud de Ud. me interesa más
que la mía. Si se restablece, abandónelo todo para tomar los baños de
Cauquenes, pues no debe perderse la presente estación.” 61 El 7 de
diciembre de 1819 San Martín ofició al Gobierno: “el nuevo ataque
que mi salud ha padecido me obliga y con parecer de los facultativos
a tomar los baños de Cauquenes.” 61 El 8 de enero de 1820, el Gobierno
contestó a su última renuncia al mando del Ejército, en estos términos:
Si el Gobierno Supremo de estas Pcias. no accedió a las continuas re­
clamaciones que V.E. indica en nota 26 de diciembre último, dejó siem­
pre a su arbitrio la elección del temperamento, tiempo y medios que
estimare oportuno al restablecimiento de su salud, sin hacer lugar a la
dimisión del mando del Ejército de los Andes, cuya organización y
triunfos son debido a su celo, actividad, opinión y conocimientos mi­
litares. Estas mismas razones influyen hoy en la resolución de conceder
a V.E. su pase a los baños de Cauquenes, y cuidar exclusivamente de
su convalescencia y entera reposición, bajo aquella calidad y con la
investidura de Capitán Gral. y en Jefe del citado Ejército, ya sea reu­
nido o seccionado/.. . / ” '6263. Inmediatamente San Martín cruzó la cor­
dillera en una camilla que hizo construir Alvarado 6S, llevada por 60
soldados turnándose, y en el primer camino, al terminar la senda de
la montaña, tenía el coche que le había enviado Guido: “Tendrá Ud.
la calesa y todo pronto” (carta del 15 de diciembre de 1819) 04. La
Orden del Día del Cuartel General del Ejército de los Andes del 15
de enero de 1829, reflejó la esperanza de pronta curación de su Co­
mandante, en el “santo y seña” : “El Ángel tutelar de América - Nos
conserve el Gral.” 65

De manera que San Martín, enfermo, no estaba en condiciones de


cumplir la orden de marchar “sin pérdida de tiempo” impartida por
Rondeau desde el Arroyo del Medio el 18 de diciembre de 1819, quien,
ante la evidencia que “por desgracia no se halle en aptitud de marchar
por no permitirlo su salud quebrantada”, “he resuelto”/ . . . /qué para
no perder instante en asunto de tan privilegiada importancia encargue

60 Archivo de O’Higgins. T. VIII, doc. 132.


61 DHLGSM, T. XV, p. 59. Baños de Cauquenes: a 20 km. ESE de Rancagua.
62 DHLGSM, T. XV, p. 125.
68 Biblioteca de Mayo. T. II, p. 1952.
64 DHLGSM, T. XV, p. 61.
63 DHLGSM, T. XV, P. 130.

- 110 -
el mando y breve movimiento de esta división expedicionaria al Coro­
nel D. Rudeeindo Alvarado o al de igual clase D. Mariano Necochea
a quien recomendará con todo encarecimiento la mayor actividad y efi­
cacia en el cumplimiento de esta pro vid en cia;/.../” 68. Asumido el
mando por cualquiera de ellos, había que dejar en Cuyo para cuidar el
orden, no menos de la tercera parte de esos efectivos. L a situación de
esta División fue descripta por San Martín en carta a O’Higgins del 9
de noviembre de 1819: “Tengo la orden de marchar a la Capital con
toda la caballería e infantería que pueda montar; pero me parece im­
posible poderlo realizar tanto por la flacura de los animales, como por
la falta de numerario, pues los auxilios que me han remitido en letras
han sido protestadas por este comercio, siendo así que venían de co­
merciantes ingleses.” 67 San Martín había recurrido a los gobernadores
de San Luis y de Córdoba, quienes contestaron que por la sequía se
hacía muy difícil abastecer caballos y ganado vacuno en buen estado
como para una larga marcha (oficios del Gobernador Castro del 28 de
noviembre de 1819) 8S. Se sumaba a estas dificultades, que más de la
mitad de la fuerza estaba formada por reclutas como reiteró San Martín
a Rondeau el 16 de noviembre de 1819, careciendo de oficiales para
instruirlos: “Tengo dicho a V.E. la falta notable que hace en el Regi­
miento de Granaderos a Caballo los Jefes de él que se hallan en ésa.
Este Cuerpo en el día tiene más de cuatrocientos sesenta reclu tas/... / 69
En estas condiciones, es lógico que la capacidad combativa de estas
fuerzas hubiera disminuido después de marchar más de 250 leguas
(1.250 km.) en malos caballos y mal alimentados. Se sumaría al des­
gaste de las caballadas y cansancio de tropas bisoñas, la retirada a
Córdoba del Ejército Auxiliador del Perú que, muy reducido, se había
sublevado el 9 de enero de 1820, por lo que, era presumible que antes
de llegar al Arroyo del Medio, la División de Cuyo hubiera tenido que
combatir por lo menos con las guerrillas de Estanislao López y Fran­
cisco Ramírez, bien montadas, si tenemos en cuenta que, cuando Ra­
mírez se replegó al Norte del Arroyo del Medio el 15 de noviembre
de 1819, arreó unos 5.000 caballos desde San Antonio de Areco, can­
tidad estimada por el brigadier Martín Rodríguez desde San Nicolás.
De este modo, llegada la División al Arroyo del Medio, no hubiera
sido ninguna fuerza imponente capaz de gravitar decisivamente en el
combate, cuando se encontraran bajo el mando de Rondeau cuya inep­
titud como conductor de tropas ha sido sancionada por la historia mi­
litar argentina ya que, después de su victoria en el Cerrito (31 Dic.
1812) , sólo mostró pasividad en el sitio de Montevideo, y la derrota de
Sipe-Sipe (29 Nov. 1814). Por tanto, el aporte de las tropas de San

e« DHLGSM, T. XV, p. 68.


67 Archivo de O’Higgins. T. VIH, Doc. 132.
es DHLGSM, T. XV, pp. 26 a 29.
69 DHLGSM, T. XIV, p. 324.

-1 1 1
Martin nada aseguraba que pudiera revertirse la victoria que Ramírez,
en ocho minutos de combate, obtuvo sobre las tropas de Buenos Aires
en Cepeda el 1° de febrero de 1820.

San Martín implantó en el Perú el mejor régimen político,


contrario ai liberalismo
A mediados de 1820, San Martin consiguió reunir en Valparaíso
algo más de 4.000 hombres, 3.000 de infantería, 650 jinetes y 31 piezas
de artillería de campaña. Así, en la tarde del 20 de agosto de 1820 zarpó
a Expedición Libertadora al Perú en 8 buques de guerra, 16 transpor­
tes y 11 lanchas cañoneras. Iban y a conquistar el Virreinato de Lima
enfrentando al Ejército realista del Perú que totalizaba más de 23.000
hombres, distribuidos en un amplío frente, desde el Alto Perú a Gua­
yaquil: una empresa quijotesca a la altura moral del General San Martín.
El que se ejecutaría no era el plan estratégico continental de 1816,
sino por el momento sólo la maniobra del ala izquierda para jaquear a
los realistas aprovechando la superioridad naval y la mayor movilidad
que ésta le otorgaba. Sin embargo, San Martín no perdió de vista la
reconquista del Alto Perú. Cuando se enteró que el Gral. Juan Bautista
Bustos había sublevado los restos del Ejército Auxiliador del Perú en
Arequito y retiro sus tropas a Córdoba donde se proclamó Gobernador,
expresando que el movimiento del 8 de enero de 1820 tenía por objeto
salvar la Patria de la desastrosa guerra intestina”, y llevar adelante
„ ° ° ra majestuosa de nuestra independencia” para lo cual se proponía
convertir las armas contra los tiranos que ocupan el Perú” 70, no perdió
un instante: de inmediato envió a Córdoba al Secretario del Ejército
l o a ^ ¡ - - C h i l e n o , D. Dionisio Vizcarra, quien llegó a Córdoba
el 9 de abril de 1820, “para tratar conmigo el importante asunto de mi
cooperación simultánea con la próxima campaña que va Ud. a em­
prender , como decía el oficio de Bustos a San Martín, colaboración que
se concreto en la subordinación al, Gral. Güemes de 400 veteranos de
cabaUena a ordenes del Teniente Coronel Alejandro Heredía, a pesar
de la escasez de recursos. Además, por su sola autoridad de caudillo
argentino, San Martín nombró a Güemes General en Jefe del Ejército
en Observación,, el 8 de mayo de 1820 7:1.
L a Expedición de San Martín desembarcó el 8 de setiembre de
1820 y condujo operaciones magistrales con sus pocos efectivos, que
culminaron con la retirada de Lima por la masa de las fuerzas realistas.
L a entrada de las tropas patriotas en la Capital —cuya población se
estimaba de 70 a 80.000 almas— preparada por los sacerdotes y reli­
giosos, fue también un triunfo de la verdadera religión católica contra

I? £ ,aqílí“ Pérez- San Martín y Bustos. L a Plata, 1951.


‘ Comisión ejecutiva pro monumento al Grl. Güemes en Bs. As. San Martín
y Quemes. Bs. As., 1967, p. 19.

- 112 -
el liberalismo español, como lo ha probado el Padre Cayetano Bruno73.
No sólo ésto, también veremos cómo, por don de Dios, a través de la
formación católica del General San Martín, se implantó en el Perú el
mejor régimen político, contrario al libeialismo.

El enfoque teológico y filosófico supera al historiador. Debemos


recurrir al Doctor Angélico que se preocupó hondamente para llegar a
concretar la teoría del mejor régimen político. Según M. Demongeot,
que ha estudiado a fondo este tema; Existe un texto en el cual, con
preferencia sobre los demás, Santo Tomas ha expresado este pensamiento
de una manera particularmente precisa y completa, y que reviste por
esto una importancia muy especial para la inteligencia de la cuestión.
Es el texto en el que está contenida su teoría d el régim en m ixto ; teoría
célebre, objeto de numerosos comentarios y considerada generalmente
como una de las piezas maestras de su doctrina política. lS Nada es
más sencillo para un claro y sintético entendimiento del asunto, que
recurrir a la pluma del ilustre escritor, teólogo y filosofo argentino Pa­
dre Leonardo Castellani: “Santo Tomás enseña que eso, un buen go­
bierno, desciende del cielo, que es un don de Dios a un pueblo y poi
cierto de los más grandes, lo mismo que la buena muerte y la buena
boda, de acuerdo al refrán que dice: “ Casam iento y m ortaja, d el cielo
b aja”, pero que dentro del esfuerzo cooperante o autodisponente del
hombre, el mejor camino para conseguir ese ideal gobierno del pueblo
(gobierno p ara el pueblo) es: E l gobierno d e uno solo (monarquía).
C on participación d e los pocos m ejores (aristocracia)^ Y el consenti­
m iento y cooperación de todos, en la m ed ida de lo posible y d e la c a­
p a cid a d d e c a d a uno (república). Esto es lo que llama Santo Tomas
régim en mixto, que teóricamente es el mas perfecto, advirtíendo el teó­
logo inmediatamente que en la práctica ese gobierno es un ideal a per­
seguir, un límite, y que cada pueblo se labra en cada momento^ his­
tórico el gobierno que puede, puesto que en concreto el mejor regimen
de un pueblo es el que dicho pueblo aquí y ahora puede soportar o
sostener, como la materia su forma.” 74 En su estudio sobre Lugones.
Castellani volvió sobre la cuestión, agregando algunas precisiones wte-
resantes: “ ...P rá c tic a m e n te el mejor gobierno es el que participa de
las tres formas clásicas en un sabio equilibrio: monarquía, aristocracia
y “república” —no “democracia”, que en la lengua de Santo Tomas es
“demagogia” : como lo es por cierto la rusoniana actual—; o sea, con las
palabras del Santo Doctor, “el poder es m ás suave y m ás estable cuando
T O D O S tienen parte en él, según —¡atención!— la m edida de su c a ­
p a cid a d ”. De modo que los que no tienen ninguna capacidad de go-

72 Cayetano Bruno, SDB. E l clero abrió a San Martín las puertas de Lima.
Revista Universitas, N? 74, Bs. As., 1985. , „ „ vf j ■ i
78 yi. Demongeot. E l mejor regimen político según Santo Tomas. Maona,
1959, pp. 11, 12.
74 Ibidem nota N¿ 59 precedente, pp. 38, 39.

- 113 -
bemar, ninguna injerencia en el gobierno; los que tienen poca, poco-
y así gradualmente hasta la cúspide del poder.” 75 “Santo Tomás hizo
el esquema del mejor régimen en las actuales circunstancias del hombre
caído, no teóricamente y en el aire, como Locke y Rousseau; y allí re­
comendó, como se dijo, la elección. ¿Cuál elección? El gobierno es más
suave y mas estable -d ice él— cuando el pueblo elige a los príncipes o
magnates -n o dice a los monarcas”, que en su tiempo eran heredita­
rios, y eso el no rechazó- “a los príncipes secundum virtutem, que sean
virtuosos o cap aces; p ara lo cual naturalm ente d eb e conocerlos • y -p r o ­
sigue— cuando tam bién ellos, los electores, pueden ser elegidos; que es
lo que llam am os aristocracia ab ierta ; o sea, donde p u e d a entrar quien­
quiera tenga m éritos aunque no d e sopetón y él sólo, sino en el seno
a e su fam ilia; por una elevación o ascenso social prudente de la s fam i­
lia s y 110 d e los singulares sueltos ” 78

Pues bien, éste es el régimen que implantó San Martín en el Perú.


En primer lugar, el gobierno de uno solo (monarquía): “Quedan uni­
dos desde hoy en mi persona el mando supremo político y militar, bajo
el titulo de Protector.” 77 Era contrario al liberalismo porque repudió
as asambleas o congresos, como dice el mismo decreto: “la experiencia
de diez años de revolución en Venezuela, Cundinamarca, Chile y Pro­
vincias Unidas del Río de la Plata, me ha hecho conocer los males que
ha ocasionado la convocación intempestivas de congresos, cuando aún
subsistían enemigos en aquellos países: primero es asegurar la indepen-
dencia, después se pensará en establecer la libertad sólidamente.” Y
en oficio al Director de Chile, el 6 de agosto de 1821 explicaba: “Des­
truir para siempre el dominio español en el Perú,y poner a los pueblos
en el ejercicio moderado de sus derechos, es el objeto esencial de la
expedición libertadora. Mas, es necesario purgar esta tierra de tiranía
y ocupar sus hijos en salvar su patria, antes que se consagren en bellas
eorias, y que se de tiempo a los opresores para reparar sus quebrantos
L - - n ai la glít>ria' TaI s,ería la consecuencia necesaria de la convoca-
tona de asambleas populares o de colegios electo rales,/.../” 78
Pero lo más importante de la actitud de San Martín, es su clara
definición de total sujeción a Dios Nuestro Señor en la única relimón

í'í Jje° nar á ° Castellani. Lugones. Bs. As., 1976, p. 101.


‘ Piiúem nota N? 75, precedente, pp. 97, 98
.1 Biblioteca de Mayo. T. XVII, p. 15358. Es muy probable que San Martín
al asumir el mando supremo en el Perú, haya adoptado el título de Protector como
N n T a10 ? ? i mWe 611 Biglaterra en 1653 cuando también recibió el mando absoluto
No hay duda que conocía bien la historia de este personaje, porque en la c^rta
. ™ y a Güilo el 14 de mayo de 1816, desde Mendoza (AGN VII-16-1-1) donde
le explico el plan estratégico continental, lo citó de este modo- “ Hasta aaúí Ueeó
refiriéndose^ ™ CromweU o un Robespierre que lo reábrase ..
t í y " Í t 4 ¿ Í T S : s energia que CromweI1 desplegó en la conducción p ° Ií:
7S Biblioteca de Mayo. T. XVII, pp.15357/59.

114 -
verdadera. El 8 de octubre de 1821 se juró en Lima el Estatuto Pro­
visional dado por el Protector del Perú, cuya Sección Primera esta­
blecía: “Art. r ;) L a religión católica, apostólica romana es la religión
del Estado: el Gobierno reconoce como uno de sus primeros deberes
el mantenerla y conservarla por todos los medios que estén al alcance
de la prudencia humana. Cualquiera que ataque en público o priva­
damente sus dogmas y principios, será castigado con severidad a ^pro­
porción del escándalo que hubiese d a d o ./.. ./Art. 3- Nadie podra ser
funcionario público, si no profesa la religión del Estado.
La aristocracia, o el compartir el poder con los pocos mejores, se
concretó en el Consejo de Estado “compuesto de doce individuos: a
saber, los tres Ministros de Estado, el Presidente de la Camal a d
Justicia, el General en Jefe del Ejército Unido, el Jefe del Estado Ma­
yor General del Perú, el Teniente General Conde de Valle-Oselle, el
Deán de esta Santa Iglesia, el Mariscal de Campo Marques^ de Tone-
Tagle, el Conde de la Vega y el Conde de Torre-Velarde. Sus fun­
ciones eran: “dar su dictamen al Gobierno en los casos de difícil deli­
beración, examinar los grandes planes de reforma que Tuviese en con
templación el Protector, hacer sobre ellos las observaciones que mejor
consulten al bien público, y proponer los que sean ventajosos a la pros­
peridad del país.” 7980
Para afianzar y dar permanencia a la clase aristocrática, y procurar
su integración con las familias cuyos miembros descollaban por sus vir­
tudes militares y cívicas, se oreó la Orden del Sol, dividida mi tres clases.
Fundadores, Beneméritos y Asociados, que ocupaban desde las mas
grandes dignidades del Estado y de las Fuerzas Armadas, y preferencia
en los empleos y ascensos, de acuerdo con su categoría. Las prerroga­
tivas eran hereditarias y los descendientes recibirían una educ;icion es­
merada. La Orden se colocó bajo el patrocinio tutelar de Santa Rosa
de Lima “en cuya festividad se celebrará todos los años una función
solemne en la Iglesia de Santo Domingo”, establecía el Estatuto.
El consentimiento y cooperación de todos, en la medida de lo
posible y de la capacidad de cada uno, o sea la república, se hacia en
las municipalidades.
En noviembre de 1821, San Martín reunió al Consejo de Estado y
se resolvió establecer una monarquía en el Perú, enviándose una comi­
sión a Europa con ese fin. En carta a OHiggms asi lo explico el L i­
bertador el 30 de noviembre de 1821:“/ . . . /Al fin (y por si acaso, o bien
dejo de existir o dejar este empleo) he resuelto mandar a García del
Río v Paroissien a negociar no sólo el reconocimiento de la mdependen-

79 Instituto Nacional Sanmartiniano .La conducción política del General San


Martín durante el Protectorado del Perú. T. II, p. 16. .
80 Ibídein nota N? 79 precedente.' T, II, p. 17, sección 4-.

115 -
cia dé este país, sino dejar puestas las bases del Gobierno futuro que
debe regir. Estos sujetos marcharán a Inglaterra, y desde allí se^ún
el aspecto que tomen los negocios, procederán a la península; a su paso
por esa instruirán a Ud. verbalmente de mis deseos, si ellos convienen
con los de Ud. y los intereses de Chile, podrían ir dos diputados por ese
Estado, que unidos con los de éste, harían mucho mayor peso en la
balanza política, e influiría mucho más en la felicidad futura de ambos
Estados. Estoy persuadido de que mis miras serán de la aprobación
de Ud., porque creo estará Ud. convencido de la imposibilidad de erigir
estos países en repúblicas. Al fin yo no deseo otra cosa que el estable­
cimiento del gobierno que se forme sea análogo a las circunstancias del
día, evitando por este medio los horrores de la anarquía. ¿Con cuánto
placer no veré en el rincón en que pienso meterme constituida la Amé­
rica bajo una base sólida y estable? Repito por último, que García
plum a” « Ud‘ verbalmente sobre Planes que no me es posible fiar a la

, ^ s^os dos grandes amigos no se volverían a ver personalmente sino


mas de un año más tarde, en circunstancias harto azarosas, soportando
la venganza de los liberales que agraviaba a los que habían asumido
noblemente su responsabilidad de caballeros cristianos por la indepen-
sudamericana. Porque, como escribió el gran Leopoldo Lugones:
o hay mas que un modo de ser, y es ser lo que uno es. Así lo dejó
asentado nuestro Gran Capitán, bien dijérase que a espada; aquél que
como un numen infundió a la patria la animación inmortal en el sopló
de la gloria. Un militar, señores míos, un militar devoto de la Virgen
í^demencfa”^ 2 L ° C° ntrari° del teó lo go liberal; objeto expreso de° su

Pero esto lo veremos más adelante, porque continuará.

81 Archivo de O’Higgins. Toma VIII, Doc. 137.


S2 Ibídem nota N? 75 precedente, p. 84.

- 116 -
LA EVANESCENTE ESPIRITUALIDAD
PROGRESISTA *

P. C a r lo s M. B u e l a

Es bien sabido que, en estos últimos tiempos, el progresismo cris­


tiano no sólo atacó la cristiandad, sino, aun, el mismo cristianismo. No
hubo dogma que no fuese negado, olvidado, deformado o minusvalorado,
de allí que cayese fatalmente la espiritualidad. Por obra y desgracia de
autores progresistas se ha volatilizado, incluso en ciertos conventos y
seminarios, la recia espiritualidad cristiana.
Hoy no se quiere la lucha contra el mundo malo, la lucha contra
el demonio, la lucha contra la carne. Hoy no se quiere pasar por las
purificaciones activas y pasivas, del sentido y del espíritu. Hoy para
muchos son malas palabras: mortificación y penitencia, ¡y ni hablemos
de ayunos, vigilias, cilicios y disciplinas! Hoy muchos niegan el pe­
cado grave personal; a lo más, sólo habra, por un lado, el pecado de las
estructuras, y, por otro, pecado será pisar una flor . Hoy se rechazan
los exámenes de conciencia, general y particular, y se huye de la direc­
ción espiritual seria. Hoy se quiere la resurrección pero sin pasar por
la pasión. Ya decía San Juan de la Cruz: .. .Si en algún tiempo le
persuadiere alguno, sea o no prelado, doctrina de anchura y mas alivio,
no le crea ni abrace aunque se la confirme con milagros, sino penitencia
y más penitencia y desasimiento de todas las cosas. Y jamas, si quiere
llegar a poseer a Cristo, le busque sin la cruz h
Hoy ya no hay que huir de las ocasiones de pecado; para algunos
el famoso “compromiso” consiste en ponerse voluntariamente en ellas;
no hay películas malas, ni conversaciones, bailes, tocamientos, miradas,
deseos y pensamientos malos. Hoy no hay que hacer discernimiento de

* Texto de la ponencia presentada al Tercer Congreso Católico Argentino


de Filosofía v XVII Coloquio lnteramericano de Filosofta, realizado del 8 al 10 de
noviembre dé 1985 en San Antonio de Arredondo (Córdoba!.
1 Obras completas, Ed. BAC, Madrid, 1982, p. 895.

- 117 -
“la Iglesia vive ífttegramente en los individuos, en los santos. Ellos
son la Igle sia.. .’,56.
Por eso la historia religiosa de la Revolución es más una historia
espiritual que una historia eclesiástica. De ahí que sea difícil de ha­
cer. En los tiempos de persecución, la gente casi no se manifiesta,
escribe poco, y si escribe sus escritos se pierden. Después, una vez
terminada la persecución, no les gusta evocar el recuerdo de esos
días negros. Tanto que, contrariamente al dicho, son los pueblos des­
venturados los que no tienen historia.
Reconstruir la historia espiritual de Francia durante la Revolución
será por tanto un trabajo largo y penoso. Será un trabajo ingrato
y con pocos consuelos. Sin embargo habra que aplicaise a ello. Poi -
que no es todo describir la resistencia, es preciso también comprende!
la fuerza que la animó.
(Trad. del P. Alfredo Sáenz)

56 Palabras del P. Couturier, extraídas de su diario y escritas el 22 de


junio de 1951, incluidas por el P. Bruckberger en su libro A u d iab le le p ere Bruckl

-7 4
SAN MARTÍN Y EL LIBERALISMO
Por el Coronel H éc to r J u a n P ic c in a l i

Este trabajo cosnta de varias partes: I. San Martín ante el


liberalismo, en GLADIUS n<? 7; II. San Martín contra el libe­
ralismo en la organización de la Nación, en GLADIUS iri 10;
III. San Martín contra el liberalismo en Chile, en GLADIUS
n- 12; IV. San Martin implantó en el Perú el mejor régimen po­
lítico contrario al liberalismo; V. L a que aquí se expone; VI. San
Martín se libró del liberalismo.

LOS LIBERALES CONTRA SAN MARTIN

Los caudillos federales argentinos defendieron


la “ciudadela de América”

San Martín llamó a Chile la “ciu d ad ela d e A m érica ”, es decir, la


base de operaciones para la independencia sudamericana, como expuse
en la parte IV de este trabajo, publicada en GLADIUS n? 14, cuyos
conceptos fundamentales reproduzco aquí: “La guerra fratricida desa­
tada por el Directorio contra los compatriotas y su traidora alianza con
los enemigos portugueses, desgastó a Buenos Aires, que ya no fue más
la base de operaciones de la guerra por la independencia sudamerica­
na. Entonces, San Martín buscó restablecer la voluntad independista
en Chile y en Cuyo. El 31 de abril de 1819, desde Mendoza, escribió
a O’Higgins:
“/ . . . / Ud. verá no ha sido admitida la mediación de los diputados
de ese Gobierno. / . . . / En una palabra mi amigo, estoy viendo y palpando
que sólo en Chile se p u ede form ar la ciu dadela de la Am érica, siempre
que todos los amigos tengan la energía suficiente para verificarlo. / . . . /
L a A m érica parece qu e tiene un D io s tutelar que la auxilia en sus m ayores
apu ros’ 1. Ya en 1816 había dicho que “ C hile naturalm ente e s un c a sti­
llo 2 cuya reconquista “ necesita esfuerzos y yo veo qu e las atenciones
inm ediatas hacen olvidar la ciu dadela d e A m érica” 3 Era la base de ope­
raciones paia lanzar la continuación de la guerra por la emancipación con­
tinental, sabiendo que Dios ayudaba.” 123

1 Archivo Nacional de Chile. Archivo de Don Bernardo O’Higgins (en lo


sucesivo: Arch. O’Higgins) T. VIII, Doc. 128.
2 Museo Mitre. Oficio de San Martín al Director Supremo del Estado, del
29 de febrero de 1816.
3 Archivo General de la Nación (en lo sucesivo, AGN) VII-16-1-1. Doc. 9,

- 75 -
El repaso a Chile de la División del Ejército de los Andes que
se encontraba en Cuyo, se produjo sin lucha, a pesar de que fue su­
blevado el Regimiento N1? 1 de Cazadores de los Andes (800 hom­
bres ) en San Juan el 9 de enero de 1820, por el Capitán retirado Ma­
riano Mendizábal en complicidad con el Teniente Francisco Solano
Corro y los suboficiales, deteniéndose a todos los oficiales, parte de
los cuales fueron asesinados posteriormente por una soldadesca des­
quiciada que terminó por disolver el Regimiento4. San Martín se en­
teró más tarde de este grave hecho, puesto que cruzó la cordillera
para ir a Santiago y luego a los baños de Cauquenes, antes del 10
de enero de 1820, según se desprende de la carta del Gobernador de
Cuyo, Luzuriaga, a Guido el 15 de enero de 1820567, habiendo dejado
a cargo de la División al Coronel Rudecindo Alvarado. El Cabildo
de Santiago de Chile le pidió a San Martín el 11 de enero de 1820
que aceptara una demostración pública a su llegada a la Capital, la
que se produjo antes del 15 de enero de 1820 en que firmó un borra­
dor sobre los efectivos necesarios para expedicionar sobre el Perú que
encabezó con estas reflexiones:
“ Sería inútil tratar d e probar la n ecesidad d e expedicionar sobre el Perú
cuando todos los am an tes d e la cau sa están convencidos que d e no hacerlo
la suerte de la A m érica está expuesta si no a sucum bir por lo m enos a qu e
se form e en su seno la m ás horrenda an arqu ía; cerciorado d e e sa verdad,
m e resuelvo a p esar d e l estado d e m i salu d a m an dar la expedición que sé
proyecta bajo las condiciones siguientes qu e creo precisas p ara esperar un
resultado favorab le.” 6.

Al enterarse de la renuncia de Luzuriaga y que el Cabildo de


Mendoza se había hecho cargo del gobierno, ofició a éste el 27 de
enero de 1820 desde el Cuartel General de Santiago de Chile:
“/ . . . / no dudan do que V. S. considerará a la fuerza d e los A ndes
acan ton ada en esa Provincia no solam ente el antem ural d el desorden, sino
qu e oportunam ente será un instrum ento m uy principal d e nuestros futuros
triunfos en la s p lay as qu e ocupan nuestros irreconciliables enem igos, / . .

El 28 de enero de 1820 fue nombrado por el Gobierno de Chile


“General en Jefe del Ejército Expedicionario, libertador del Perú” 89.
A Tomás Godoy Cruz, que estaba en Mendoza, le escribió:
“En fin m i A m igo m i partido está tom ado: voy a hacer el últim o e s­
fuerzo en beneficio d e la A m érica, si este no p u ede realizarse por la conti­
n uación d e los desórdenes y an arqpía, abandon aré el p aís, pues m i alm a
no tiene un tem ple suficiente p ara p resen ciar su ru in a." 9.

4 Documentos para la Historia del Libertador General San Martín (en lo


sucesivo: DHLGSM ), T. 15, p. 181.
5 Carlos Guido y Spano. Papeles del General Tomás Guido, p. 309 y sig.
6 DHLGSM, T. XV, p. 129.
7 DHLGSM, T. XV, p. 139.
8 DHLGSM, T. XV, p. 145.
9 DHLGSM, T. XV, p. 150.

76 -
Podría decir como el Cid Campeador: “Por n ecesidad batallo / y
una vez pu esto en m i silla / ¡S e v a ensanchando C astilla / delante
d e mi caballo!”. Para San Martín, Castilla es su América, donde el
caballero cristiano se juega por la justicia de la causa.
En la misma carta a Godoy Cruz le dijo: “N o es mi opinión que
se rom pan las hostilidades contra San Ju an : esto sería aum en tar los
m ales” pero dispuso la protección de Mendoza, hasta que ésta arbi­
trara sus propios medios, según expresó en oficio al Cabildo-Goberna­
dor del 30 de enero de 1820:
“ M as entretanto como la presen cia d e la fu erza d e L ín ea, no sólo p ro ­
tegerá las disposiciones d e V. S. p ara m antener e l orden d e la Provincia y
a los vecinos p acíficos y honrados d e ese pueblo, sino qu e contendrá las
pretensiones d e los so ld ad os am otinados d e San Ju an , ordeno con esta fe ­
ch a al C om an dante General d e la D ivisión d e los A ndes Coronel D on Ru-
decindo Á lvarado, su sp en da su m archa ordenada p ara ésta, y qu ed e en esa
Provincia Ínterin varíen las am enazantes circunstancias del d ía.” 10.

Los tres Escuadrones del Regimiento de Cazadores a Caballo al


mando de su Comandante el Coronel Necochea se adelantó a Chile
en la primera quincena de febrero de 1820 y el Regimiento de Gra­
naderos a Caballo se estacionó en Luján de Cuyo (3 leguas al Sud
de Mendoza), según se desprende de la carta que desde este lugar
le envió a San Martín el Coronel Alvarado, en 14 de febrero de 1820 n .
El 18 de este mes, éste, con los Granaderos a Caballo, salió para Chile,
según le informó a San Martín el Teniente Coronel Domingo de To­
rres desde Mendoza el 23 de febrero de 182010112. “Pasé la cordillera
—escribió Alvarado en su ‘Memoria Histórica’ 13— a mediados de mar-
zo (sic), por el Portillo, camino más corto a Rancagua, donde el Ejér­
cito se hallaba acantonado.” Efectivamente así era, habiendo prece­
dido el movimiento por la siguiente proclama:
“ Soldad os: E l destino d e vuestros herm anos del Perú v a a decidirse
por el esfuerzo d e vuestras bayon etas: a ellas m erecerán su L ib e rta d en
breves d ía s; para hacerlo con m ás acierto he dispuesto m archem os todos
al Cantón d e R an cagu a en don d e instruidos todos d e nuestros deb eres y
obligaciones asegurem os m ás firm em ente la victoria.

“ O s am a com o siem pre vuestro C om pañero y G eneral San M aitín .”


(Inserta en la Orden General del 15 de febrero de 1820) 14.

El 20 de febrero de 1820, San Martín estaba en los Baños de


Cauquenes, a 4 leguas Este Sudeste de Rancagua, muy próximo pues,
a este lugar, aunque el 28 de febrero de 1820 le escribió a Guido:

10 DHLGSM, T. XV, p. 148.


11 DHLGSM, T. XV, p. 168.
12 DHLGSM, T. XV, p. 179.
D Biblioteca de Mayo, T. II, p. 1953.
W DHLGSM, T. XV, p. 172.

- 77 -
“/ . . . / H oy h ace 8 d ía s qu e ignoro absolutam ente lo q u e p asa por
ésa : / . . . / Extrajudicialm ente he sabido la lleg ad a d e A lvarado, d éle U d
mis m em orias, y d ígam e si ha tenido algun a novedad en su s m archas. / . . . /
N a d a s é si h ab rá salido el Ejército p a r a el C an tón y si todo a esta fec h a e s­
tará facilitado para su m archa.” 15.

Con el repaso de la División del Ejército de los Andes que estaba


en Cuyo, excepto las tropas sublevadas de San Juan, quedó bien claro
en hechos concretos, que San Martín, como lo había anunciado re­
petidamente, no participaría en la guerra civil desatada por el Go­
bierno Directorial dando respuesta inmediata favorable al requeri­
miento que Artigas le formuló en oficio del 27 de diciembre de 1819:
“Exmo Señor. Los pueblos de la Banda Occidental del Paraná están
alarmados por la seguridad de sus intereses, los de la Nación contra el
poder directorial. Yo estoy resuelto a protegerlo, mientras no desaparezca
esa pérfida coalición con la Corte del Brasil, y los Pueblos se crean en se­
guridad a decidir de su suerte. V.E. creóme inexorable por este deber,
que llena toda la cordialidad de mis votos. Queda en manos de V.E. la
resolución del problema.
Tengo el honor de saludar a V.E. con mi más afecuosa considera­
ción. Cuartel General en Sta. María, 27 de diciembre de 19. Fdo José
Artigas.” 16.

Era cierto lo que Artigas expresó: que San Martín tenía parte
importante en la resolución del problema de los Pueblos del Litoral
contra el Directorio y los portugueses invasores aliados: si sumaba sus
fuerzas a éstos podía destruir parte de la Nación. En cambio, si no
intervenía, como lo hizo, permitía a los Pueblos decidir de su suerte.
Los hechos que San Martín condujo con sabiduría y prudencia ejem­
plares, no desmintieron jamás su clara posición de no luchar contra
sus hermanos compatriotas, ni aún contra sus subordinados amotina­
dos en San Juan. San Martín y Artigas, como el Cid Campeador —cu­
yo poema he citado más arriba—, batallaban por necesidad para ayu­
dar a sus hermanos sudamericanos a emanciparse de los decadentes
Borbones y de toda dominación extranjera, intuyendo que esto era
grato a Dios; nunca para hacer matar por afán de dominación ni por
soberbia, como los masones que atizaban la lucha fratricida. Ambos
eran aristócratas, en la alta significación que le dio el insigne filó­
sofo y teólogo Padre Castellani: “Sólo el aristócrata ama al pueblo,
porque el aristócrata necesita del pueblo, no para ser su sanguijuela
como el demagogo, sino para ser su cabeza; y en todo amor hay
una necesidad, como enseñó Platón en el Convite / . . . / ¿Cómo no
va a necesitar del pueblo un real aristócrata, si es la form a del pue­
blo y la forma no puede existir sin la materia?” 15617.

15 AGN VII-16-1-1, Doc. 138.


16 DHLGSM, T. XV. pp. 77-78.
17 P. Leonardo Castellani. Decíamos ayer, Bs. As., 1968, pp. 187, 188.

- 78 -
San Martín nunca perdió de vista la reconquista del Alto Perú,
importante patrimonio heredado por las Provincias Unidas del Río de
la Plata del Virreinato del mismo nombre. Como hemos visto en
GLADIUS n<? 14, página 112, cuando se enteró que el General Juan
Bautista Bustos había sublevado el Ejército Auxiliador del Perú, re­
tirando sus restos a Córdoba donde se proclamó Gobernador, expre­
sando que tenía por objeto “salvar a la Patria de la desastrosa guerra
intestina”, y llevar adelante “la obra majestuosa de nuestra indepen­
dencia” para lo cual se proponía “convertir las armas contra los ti­
ranos que ocupan el Perú”, San Martín intentó hacerlo participar en
la maniobra estratégica, enviando de inmediato al Secretario del Ejér­
cito Expedicionario al Perú, quien se presentó en Córdoba con un
oficio de fecha 16 de febrero de 1820, cuyo primer párrafo expresaba:
“ D ebiendo la E scu ad ra d a r a la vela indefectiblem ente en todo m ayo
con el E jército Expedicionario al Perú, según decreto d el Gobierno Su pre­
mo d e este E stad o , sancionado por el Exm o. Senado, he creído consecuente
con un concepto d e patriotism o d e los Pueblos y d e V.S., d eb er inform ar­
les d e esta resolución firm e e invariable. P ara ello, y que les m anifieste
circunstanciadam ente el cúm ulo d e p eligros que nos am enazan, si no a p ro ­
vecham os d e los m om entos (tal vez los últim os d e una esperanza probable)
qu e nos quedan, envío cerca d e V.S. con el carácter d e D iputado por mí,
a l Secretario d el E jército D on D ionisio Vizcarra. E l m an ifestará a V.S.
la im portancia su m a d e que será a la c au sa general, u n a cooperación vigo­
rosa d e todas las fuerzas p osibles d e esas p arte s con la s expedicionarias. de
ésta. Y le observará tam bién los resultados infalibles que debem os prom e­
tem os, d e nuestros m ovim ientos com binados. L a proporción de desem barcar
en el punto q u e se quiera, d a a las fuerzas por la m ar la aptitud d e prin­
cipiar y em peñar las Iw stilidades. J . . . / En el plan general en que están
com pu tadas, las prob ab ilidad es respectivas d e las d o s p artes beligerantes,
la su m a d e p oder qu e p ueden prestar V.S. y los Pueblos, nos d a la casi
evidencia del suceso: sin su concurrencia se m ultiplican en un triple la s pro­
h ab ilid ades d e los enem igos.” 18. AGM-X-4-4-2.

En carta a Guido del 3 de marzo de 1820 también desde los Ba­


ños de Cauquenes, le decía, esperanzado: “/ . . . / verem os que m e di­
cen Bustos y el Je fe de los O rientales.” 1
81920. Con el primero mantendrá
permanente comunicación; con Artigas, sólo se enterará de la circular
que envió el 18 de febrero de 1820 a las Provincias y Pueblos que
hubieran
“/ . . ../ sacudido el yugo opresor, y que en medio de las grandes com­
plicaciones se hayan revestido de dignidad para recobrar sus derechos, fi­
jar su economía interior, y deliberar de los intereses generales.” 20.

Sería la última conexión con la Argentinidad del gran caudillo


oriental quien, durante el primer semestre de 1820 lucharía contra su

18 AGN, X-4-4-2.
19 AGN, VII-16-1-1, Doc. 140.
20 DHLGSM, T. XV, p. 172, y Archivo del Brigadier General Juan Facundo
Quiroga, T. I, p. 127.

- 79 -
subordinado Ramírez, desviado de sus ideales artiguistas por los ene­
migos masones Sarratea, Alvear y Carrera, aliados con los invasores
portugueses, hasta lograr la derrota y prisión de Artigas en el Para­
guay. Pero la semilla sembrada por el fundador del federalismo ar­
gentino estaba dando sus frutos: en la carta a Guido citada prece­
dentemente, San Martín consignó:
r . H e recibido com unicaciones d e l C abildo d e M endoza y San
L u is qu e m e comunican h aber sido invitados por B u stos p ara la remisión
a e m d ip u tad o facu ltad o p ara tratar sobre la federación y Gobierno d e
la s Provincias: m e piden mi p arecer p ara resolver sobre el particular- hoy
quedaran contestados.” 21. 3

Desde Mendoza, donde estaba destacado por el General San Mar­


tin para tratar con los amotinados de San Juan, el Teniente Coronel
Domingo de Torres le envió el 28 de febrero de 1820, un pliego “del
General en Jefe de los Entrerrianos”, cuya copia remitió a Guido:
“Cuartel Federal e el Pilar, Febrero 20 de 1820.
El voto general de la Nación ha sido al fin oído por el pueblo de
ii líenos Aires, que bajo la protección del Ejército Exterior y de las armas
ederales, ha depuesto al Congreso y Directorio nombrando interinamente
de Goberandor y Capitán General de la Provincia al señor Manuel de
Sarratea; / . . . / El 18 del corriente firmamos con el señor General
Soler un armisticio por tres días, que seguramente será reemplazado por
una paz imperturbable que aleje para siempre de nosotros los días de san­
gre y amargura: en federación las Provincias, la Patria libre de monstruos
sera independiente y feliz. Dios guarde a V.S. muchos años.

Fdo Francisco Ramírez


’ Es copia del original. Torres.
”Es copia. San Martín.” 22.

La caita con que la remitió pintaba con expresivos trazos la nue­


va situación:
“ B añ os d e C au qu en es, 7 d e m arzo d e 1820.
, .i am ado am igo: incluyo a U d la s com unicaciones qu e h e tenido d e
M endoza: p or ellas verá U d. qu e todo el teatro está m udado, y qu e Buen os
Aires^ en traba en la federación ; en fin verem os lo q u e sale d e esta torti-

Efectivamente, la escenografía había sido cambiada: el telón de


fondo ya no eran ni el Directorio ni el Congreso que habían desapa­
recido, las Provincias habían recobrado su autonomía a través de los

« AGN, VII-16-1-1, Doc. 140.


22 Carlos Guido Spano. Papeles del General Guido, p. 327
23 AGN, VII-16-1-1, Doc. 142.

80 -
Cabildos que representaban a los Pueblos. Había nuevos argumentos
y nuevos roles. Era necesario armonizar la voluntad política para
llevar adelante la guerra de la independencia de Sudamérica y recrear
el plan estratégico continental. Lo primero era dar base política só­
lida al Ejército de los Andes que había quedado en el aire. Según
escribió en la carta a Guido citada precedentemente del 7 de marzo
de 1820, se retiró el sábado 11 de marzo de 1820 de los Baños de
Cauquenes,
“ p ara R an cagu a en donde perm aneceré lo preciso p ara p a sa r revista al E jé r­
cito y en seguida p asa r a é sa S a n t i a g o de Chile— a ver si se p uede activar
los aprestos d e expedición / . . . / ” 23.

El 26 de marzo de 1820 desde Santiago, comunicó al Jefe del E s­


tado Mayor del Ejército de los Andes, Coronel Mayor Gregorio de Las
Heras, lo siguiente:
“ E l Congreso y D irector Suprem o d e las Provincias U nidas no existen:
d e estas autoridades em anaba la m ía d e General en Je fe d el Ejército de
los A ndes, y d e consiguiente creo d e m i deber y obligación él m anifestarlo
a l cuerpo d e oficiales del E jército, p ara qu e ellos por sí, y bajo su espon ­
tán ea voluntad nom bren un General en Je fe qu e d e b a m an darlos y d irigir­
los, y salvar por este m edio los riesgos qu e am enazan a la libertad d e A m é­
rica. M e atrevo a afirm ar qu e é sta se consolidará no obstante las críticas
circunstancias en que nos hallam os, si conserva (com o no d u do ) las virtudes
qu e h asta a q u í le han distinguido: p ara conseguir este feliz efecto, deberán
observarse los artículos siguientes: (a q u í s e d e tallab a la form a d e efectuar
la elección).
” E stoy bien cerciorado d el honor y patriotism o q u e adorn a a todo ofi­
cial d e l Ejército d e los A ndes: sin em bargo, como Je fe qu e he sido d e él,
y com o com pañero, m e tomo la libertad d e recordarles que d e la íntim a
unión d e nuestros sentim ientos, p en de la libertad d e A m érica d el Sur.”
“A todos es bien conocido el estado deplorable d e m i salu d: éste me
im posibilita el entregarm e con la contracción q u e es indispensable en los
trab ajos q u e d em an da el em pleo, pero no d e ayud ar con m is cortas luces y
m i persona en cualquier situación en q u e m e halle.”
“ Santiago d e Chile, 26 d e m arzo d e 1820. F do. Jo sé d e San M artín.” 24.

El 2 de abril de 1820, Las Heras reunió a todos los oficiales y


abrió el sobre, dando lectura al oficio precedente, resolviéndose por
unanimidad, como consta en el acta que se labró:
/ . . . / que la autoridad que recibió el señor General para hacer la
guerra a los españoles y adelantar la felicidad del país, no ha caducado
ni puede caducar, porque su origen que es la salud del pueblo, es inmu­
table. En esta inteligencia, si por algún accidente o circunstancia inespe­
rada, faltase por muerte o enfermedad el actual, debe seguirse en la suce­
sión de mando, el Jefe que continúe en el próximo inmediato grado, del
mismo Ejército de los Andes. Y para constancia lo firmaron un oficial
más antiguo de cada clase de todos los cuerpos, y todos los señores Jefes.” 25.245

24 Biblioteca de Mayo, T. XVI, 1* Parte, p. 14140.


25 Ibídem precedente, p. 14141.

- 81 -
L a maniobra sobre el Alto Perú, ante la ausencia de un comando
unificado era problemática. Pero la presencia de Bustos en Córdoba
con sus declaraciones de colaboración e influencia para lograrla en
Tucumán y el patriotismo probado de Güemes en Salta, aseguraban
poder llegar a lanzar una operación en el Alto Perú como aspiraba
San Martín, según lo expuso Bustos en oficio a dichas Provincias en
5 de marzo de 1820 26.

El plan imponía mantener la base de operaciones que era Chile,


asegurándola contra toda perturbación. Los enemigos estaban en ese
momento tratando de dominar Cuyo, aunque aún no se había conso­
lidado un poder político firme, por lo que San Martín trabajaba para
obtener gobiernos adictos. La incógnita era la influencia de José Mi­
guel Carrera sobre Buenos Aires, el Litoral, Córdoba y Cuyo, porque
éste era el verdadero enemigo de “la ciudadela de América”. ¿Cómo
había logrado tal poder? Se necesita recordar lo expuesto en GLA-
DIUS n° 12, páginas 81 y 82, referente al fusilamiento de los herma­
nos Juan José y Luis Carrera, y la generosa mediación de San Mar­
tín para evitarlo, que llegó tarde. Durante la estadía de San Martín
en Buenos Aires que se extendió del 12 de mayo al 14 de julio de¡
1818, José Miguel Carrera estaba en Montevideo con una imprenta
portátil que había comprado en los EE.UU. La noticia del fusila­
miento de sus hermanos produjo una honda conmoción en su apa­
sionado carácter y una ola de odio y deseos de venganza, lo invadió
y lanzó a través de sus prensas una incendiaria proclama titulada “A
los habitantes libres de los pueblos de Chile”, seguida de una cam­
paña panfletaria. En junio de 1818, ante la presencia de San Martín
en Buenos Aires, reprodujo la parte más virulenta de aquel libelo:

“¿En dónde están nuestros hermanos, nuestros compañeros Juan José y


Luis Carrera? ¿Cuál la suerte, cuál el destino de estos ciudadanos ilus­
tr e s... perecieron en el patíbulo como criminales el día 8 de abril. ¡Día
funesto y espantoso en los fastos de Chile! Pueyrredón, San Martín, O’Hig-
gins: ved aquí sus bárbaros asesinos.. . Después que los Can-era han s'do
asesinados porque gemía la opresión de su patria, porque aspiraba a su in­
dependencia, nadie puede pronunciar impunemente el nombre de Libertad.
Están decretados los destinos de Chile. ¡Una provincia oscura de la capital
del Río de la Plata!. .. Compatriotas: ¡Qué mueran los tiranos para que
la patria sea libre e independiente! Ya no tiene Chile otros enemigos que
esos viles opresores. Sepultadlos en las cavernas más profundas de los An­
des, para que sus cuerpos inmundos sirvan de pasto a las fieras carnívoras
de su especie, y vuestra justa cólera dé escarmiento a los ambiciosos y a
los malvados. Yo secundaré vuestros esfuerzos gloriosos desde cualquier
distancias a donde me lleve el destino. La sangre de los Cañera pide ven­
ganza. ¡Venganza compatriotas! ¡Odio eterno a los déspotas de Sud Amé­
rica! José Miguel Carrera.” 27.

26 Luis Güemes. Güemes documentado, T. 9, p. 459.


27 Joaquín Pérez. San Martín y José Miguel Carrera, La Plata, 1954, p. 92.

- 82 -
Desde entonces todo el accionar de Carrera estará signado por la
venganza, apetito desordenado provocado por la ira 2829, a la que es
aplicable las palabras de Nuestro Señor Jesucristo en el Sermón de
la Montaña.

“Habéis oído que se dijo a los antiguos: No matarás; y el que mate


será reo de juicio capital.. . Pero Yo os digo: todo el que se irrite con su
hermano, será reo de Juicio; y el que lo llame ‘idiota’ será reo de Sine­
drio; y el que lo llame ‘loco’ será reo de la ‘gehenna del fuego’, es decir,
—aclaró el Padre Castellani 79_ del infierno” . —Agregando: “Con esta im­
petuosa declaración comienza Cristo la corrección de la Ley farisaica. ¿Pe­
na de muerte al que trate a otro de ‘loco’? ¿No es exagerar un poco/ ¿De­
masiada delicadeza? Se puede matar con la lengua: con una calumnia, con
una difamación, con una contumelia; y el que lo hace con la lengua no
es menos homicida que el que lo hace con las manos; ni menos digno del
castigo de los homicidas. Se puede llamar ‘loco’ a uno ligeramente y aun
tal vez amistosamente; pero la contumelia, el insulto grave lanzado a la
cara, no menos que la calumnia puede ser pecado mortal porque puede te­
ner efectos mortales; y por de pronto, rompe la convivencia, lo cual es grave.
Los moralistas estoicos decían: ‘No hagas caso de las lenguas de los hom­
bres, déjalos que digan lo que quieran; con la lengua no se puede rom­
per ningún hueso. . .’. Son cuentos: con la lengua se pueden ocasionar da­
ños enormes y permanentes, irreparables a veces; y se puede romper un
corazón. Ojo con las ‘palabras irreparables’.”

Santo Tomás de Aquino en su Suma Teológica3031 dijo que “el


odio es el máximo pecado entre los cometidos contra el prójimo.” ¿Y
la venganza? El Doctor Angélico, da la respuesta exacta para este
caso:

“ La venganza se ejerce por un mal penal impuesto al culpable, en


la cual se debe tener en cuenta la intención de quien la ejerce. Y así, si
busca el mal del culpable y se alegra de él, esto es absolutamente ilícito,
porque gozarse del mal del prójimo es odio, opuesto a la caridad que de­
bemos tener para con todos los hombres. No vale excusarse con que el
otro antes le infligió a él injustamente un mal, como tampoco es excusable
odiar a quien nos odia. L a razón de todo esto es que no podemos pecar
contra quien primero nos ha inferido un mal, pues esto es lo que prohibe
el Apóstol cuando dice: ‘No te dejes vencer del mal, antes vence al mal
con el bien’.” 31.

L a proclama de Carrera no fue sino el principio de todos los


males que producirá durante sus luctuosas andanzas por tierra argen­
tina desde junio de 1818 a agosto de 1821. Ante la campaña panile -
taria que llevó a cabo Carrera con su imprenta desde Montevideo,

28 Antonio Royo Marín, O.P., Teología moral para seglares, Madrid. 1973.
p. 214.
29 p. Leonardo Castellani. El Evangelio de Jesucristo, Bs. As., 1967, pp. 267,
268.
30 Santo Tomás de Aquino. Suma Teológica, T. VIII, 2-2 q. 34, II 5, p. 1009,
Ed. B.A.C., Madrid, 1959.
31 Ibídem precedente, T. IX, 2-2 q. 108, a. 1, p. 479.

- 83 -
Pueyrredón apeló a su aliado contra Artigas, el General Lecor, Co­
mandante del Ejército portugués invasor de la Provincia Oriental, pero
éste era amigo de Carrera y nada obtuvo. Entonces, reclamó ante
la Corte de Río por medio del delegado Manuel José García, cuya
complicidad con la invasión portuguesa dábale cierto predicamento
ante el R ey 32. Así, llegó la orden y Carrera salió de Montevideo el
l 9 de julio de 1819.
Carrera tenía una rara habilidad para influir sobre las personas,
y estableció una relación con Francisco Ramírez, a quien ofreció los
servicios de su imprenta que logró sacar de Montevideo. Artigas ad­
virtió a Ramírez sobre Carrera como espía y dispuso que fuera de­
tenido (“se lo asegure” ), pero Ramírez le contestó que necesitaba de
la ‘Imprenta Federal de Entre Ríos” —como pasó a llamarse— en la
campaña contra Buenos Aires. Lo más notable fue que reprodujo y
difundió la carta de Rondeau a Lecor del 2 de febrero de 1819 —cuan­
do reemplazó transitoriamente al Director Pueyrredón herido en una
mano por accidente— para acordar una maniobra convergente sobre
Entre Ríos en combinación con los portugueses invasores, traidora in­
tención que fue reiterada por el mismo Rondeau ya nombrado Director
Supremo en carta a Manuel José García, y que está en el Archivo Ge­
neral de la Nación33. El conocimiento de estos hechos decidieron a
Estanislao López a entrar en la guerra contra Buenos Aires, según
lo dijo.
La confianza de Ramírez en Carrera fue creciendo rápidamente,
unida también a la de López, tanto que se le encargó, junto a Cosme
Maciel, la misión de convencer a Bustos para que se uniera a la ofen­
siva de ambos caudillos contra Buenos Aires, negándose el cordobés.
No obstante, el l 9 de febrero de 1820, Francisco Ramírez derrotó a
Rondeau en la Cañada de Cepeda, con una carga fulminante que
destruyó en contados minutos la caballería de Buenos Aires, tras la
que huyó el último Director Supremo, dejando la infantería entre las
carretas del parque al mando del Coronel Mayor Juan Ramón Bal-
carce, mientras volaban los chasquis con los partes de la victoria, a
Santa Fe, Entre Ríos y a Artigas que hacía diez días había tenido la
desgracia de que sus fuerzas, al mando del Coronel Andrés Latorre,
fueran derrotadas completamente por los portugueses en Tacuarembó,
el 22 de enero de 1820. Dominada la campaña y la ciudad de Bue­
nos Aires por las huestes entrerrianas y santafecinas, el Cabildo nom­
bró a Sarratea Gobernador Provisional de la Provincia, y el 23 de
febrero de 1820 se firmó el tratado del Pilar que establecía la Re­
pública, la federación y la reunión de un Congreso de las provincias
en San Lorenzo, Santa F e 34. Nada decía sobre la guerra contra los
portugueses ni sobre el Protector de los Pueblos Libres, quien fue

32 AGN, X-í-6-10.
33 AGN, X-l-6-10.
34 Gaceta de Buenos Aires, Ed. facsimilar, T. VI, pp. 81 a 85.

- 84 -
llamado sólo el Capitán General de la Banda Oriental, a quien se
invitaba a entablar relaciones con las otras provincias. Ramírez vic­
torioso, con sus inexpertos 34 años de edad, confiaba en sus adula­
dores Sarratea, Alvear y Carrera, enemigos del gran caudillo argen­
tino Artigas.
Ante el panorama que ofrecía el país, Carrera estaba en posición
de poder llevar adelante sus maquinaciones de venganza contra San
Martín y O’Higgins: “la ciudadela de América del Sud” peligraba...
Formó un pequeño ejército de 600 hombres ayudado por Sarratea, con
oficiales, suboficiales y soldados chilenos que estaban en Buenos Aires,
y estableció su campamento en la Chacarita, donde lo secundaba el
Coronel chileno José María Benavente, eximio sableador, su brazo
derecho. Sus actividades se ven muy claramente a través de la co­
rrespondencia con O’Higgins del diputado de Chile ante el Gobierno
argentino Miguel Zañartú. En carta del 4 de marzo de 1820, le es­
cribía:
“Amigo mío amado: Ya me hallo en mundo diverso de aquél a que
fui enviado. Yo vine cerca del Gobierno supremo de las Provincias Uni­
das, y ahora, como por encanto mágico, me veo, no en la capital del Sud,
sino en una Provincia devastada y desunida de las otras. / . . . / dió a Ca­
rrera, mediador de la paz, una importancia cual Ud no puede concebir.
Vive en casa de Sarratea disfrutando el cortejo y adulaciones de todo el
pueblo; y tomando en los negocios una mano que muchos lo miran como
un secreto gobernante. Ni podía ser de otro modo, porque como desde
la primera hasta la última autoridad se ha puesto al gusto de los montone­
ros a quienes gobernaba Carrera, / . . . / Ahora está trabajando para que
vuelva Alvear / . . , / ” 35,

El 21 de marzo de 1820, Zañartú volvió sobre el candente tema:


“/ . . . / Yo he tenido en mis manos diez o doce papeletas dadas por Be­
navente, como comandante de la división, a soldados que vienen a la ciu­
dad desde su campamento a enganchar a otros, o a diligencias del cuerpo.
Pasan delante de sus antiguos jefes y por los cuarteles de donde se han
deseitado el día anterior, invitando a sus camaradas para ir a Chile, y pro­
metiendo a unos buenas pagas, a otros un grado, etc. Esta audacia ha
aumentado favorablemente en la clase militar la prevención que hay con­
tra Carrera y en el menor trastorno esté Ud seguro que no inquietará más.
/ . . . / Este es uno de los riesgos que amenaza a Carrera y a Sarratea. Es­
te último previéndolo, está aumentando la fuerza del primero para apoyarse
en él. / . . . / Yo le tengo espías en su propia casa. Una de ellas ipe avisa
en este momento que el motivo de dos grandes convites / . . . / ha sido su
próxima partida a Santa Fe, que debe verificarse pasado mañana.” 36.

El trastorno que Zañartú preveía terminaría con Carrera, fue su


apoyo a Alvear que intentó un golpe de Estado para que el Gober­
nador Sarratea lo nombrara a él Comandante del Ejército. Fracasado 356

35 Archivo de O’Higgins, T. VI, pp. 198, 199.


36 Archivo de O’Higgins, T. VI, pp. 201 a 203.

- 85 -
el golpe, Alvear pidió a Carrera que protegiese la salida de la ciudad,
lo que éste hizo interponiéndose entre las tropas del Coronel Do­
mingo Freneh que iban a detener a Alvear, y sus seguidores37.! Ter­
ció también desde Pilar, Francisco Ramírez en oficio a Sarratea de
dos fojas donde le pidió protección para el General Alvear y su nu­
merosa comitiva. El 2 de abril de 1820 volvió a oficiar Ramírez desde
San Antonio de Areco, donde se interesaba por la amnistía a Alvear
y ' oficiales que lo acompañaban. De paso, le dio a Sarratea “ocho
días de plazo para el exacto cumplimiento del tratado del Pilar (cláu­
sulas secretas), el envío de armas y demás artículos de guerra que
me pertenecen, bien sea por mar o por tierra” 3839.
Carrera no sólo perdió la oportunidad que Alvear pudo haberle
brindado, sino que en su retirada a Santa Fe sus montoneros saquea­
ron todo lo que encontraron a su paso, y esto produjo un fuerte ren­
cor de los porteños que se reflejó en los periódicos, especialmente
“El Año Veinte” y el n° 5 del “Desengañador Gauchi-político” del
Padre Fray Francisco de Paula Castañeda, con su aguda pluma siem­
pre al servicio de las causas nobles, fustigaron acremente a Carrera
y a Sarratea que lo sostenía. Carrera llegó al Río Carcarañá, en cuya
boca estableció su campamento. San Martín, bien informado desde
Buenos Aires por sus parientes y por Zañartú, reclamó enérgicamente
al Gobierno de Sarratea en un extenso oficio de fecha 13 de abril de
1820:
“ Se han recibido avisos positivos d e qu e D on Jo sé M iguel Carrera
levanta a la vista d e V.S. y d e ese heroico p ueblo, una división d e tropas
destin adas a p asar los A ndes e introducir la an arqu ía en este E stad o , p ara
d esq uiciar si es posible el p oder preparado contra los enem igos d e la A m é­
rica y saciar un espíritu d e venganza. E sta ocurrencia qu e a toda luz d eb e
estim arse como un triunfo de los españoles, no ha podido menos qu e llam ar
la atención d e este Gobierno p ara inutilizar los esfuerzos d e ese genio de
la discordia, retardándose a sí los aprestos expedicionarios con perjuicio g e ­
neral, pero inevitable en la s circunstancias actuales. Si yo pud iese dividir
m is afecciones personales d e los deberes de m i destino público, yo pondría
süencio a esto, por m á s q u e fu e se como lo soy el blanco d e las insidias d e
ese funesto aventurero, h asta qu e un suceso decidiese la suerte d e am bos,
pero C arrera intenta la ruina d e un E jército q u e m ás d e una vez ha sal­
vado a la Patria, la p rop agació n d e la gu erra civil, y sobre todo la disolu­
ción d e los vínculos d e alian za y am istad q u e m otivos d e utilidadr ecíproca
han consagrado entre esa provincia y los pueb lo s d e C hile.” 39.
*

Desde Montevideo, donde se refugió al ser expulsado por Sarra­


tea el 10 de abril de 1820, Zañartú escribió una larga carta a O’Higgins
el 20 de mayo de 1820, de la que destaco esta frase: “Se dice que
Carrera tiene ganado el cuerpo de tropas de San Juan”. Esto era

37 Archivo de O’Higgins, T. VI, pp. 205 a 207.


38 AGN, X-10-4-4.
39 Documentos del Archivo de San Martín (en lo sucesivo: Doc. Arch.-SM),
T. III. p. 665.

- 8 6 -
cierto: Corro había depuesto a Mendizábal el 21 de marzo de 1820,
colocó de Gobernador a José Ignacio Fernández Maradona, y envió
un emisario a Carrera para ofrecer sus tropas, la mayor parte chilenas,
para cruzar a Chile y deponer a San Martín y O’Higgins. Carrera no
perdió un minuto en aceptar el ofrecimiento el 24 de abril de 1820,
y obtuvo de Ramírez 100 hombres más para el proyecto, sobre el que
escribió al Teniente Coronel Alejandro Heredia, segundo de Bustos, a
quien envió al Capitán Tomás Urra con una carta suya y otra de
López, emisario que llegó a Córdoba el 5 de mayo de 1820 4°.
Pero Carrera ignoraba que San Martín mantenía una continua
coordinación y correspondencia con Bustos a quien precisamente en
esos días le escribió tres cartas4041. Las dos primeras muy breves:
“ E stan do ya a concluirse los preparativos d e la Expedición L ib e r ta ­
dora ¡del Perú, qu e se realizará con segu rid ad por todo el m es presente,
he creído d e m i obligación noticiarlo a V .S. a fin d e que partiendo desd e
este seguro concepto, p u e d a adoptar la actitud qu e convenga a su p atrio ­
tismo y honor. D ios gu arde a V.S. m s.as. Santiago d e Chile, 2 d e m ayo
d e 1820. F d o : Jo sé d e San M artín .........................................................................
Sr Coronel M ayor D on Ju a n B au tista Bustos, G ral en Je fe del E jé r­
cito A uxiliar d e l Perú y G obernador Intendente d e C órdob a.”
“Doy a V.S. las gracias por la comunicación de 21 del próximo an­
terior, en que refiriéndose a las últimas noticias de Tucumán de 9 del mis­
mo, me instruye del avance de una partida de caballería del enemigo so­
bre el pueblo de Uquía; esperando que V.S. se dignará continuar con estos
avisos que convienen tanto al concepto que debe dirigir mis operaciones.
Dios guarde a V.S. ms. as. Santiago de Chile, 3 de mayo de 1820. Fdo.
José de San Martín.”

La de 8 de mayo de 1820, más extensa, San Martín la encabezó


así:
“En esta fecha he recibido la comunicación de V.E. de 14 del p.pdo.
abril, con la copia del oficio incitativo del Muy Ilustre Cabildo de Salta
al señor Gobernador de Tucumán, reclamando auxilios para la resistencia
contra el enemigo común y la contestación de ella inserta del Teniente G o­
bernador y M.I. Cabildo de Santiago. = Aseguro a V.S. que al leer este
último documento sentí conmoverse mi ánimo y abrirse a la esperanza / . . . / ”

L a colaboración de Bustos se concretó en la subordinación al Gral.


Güemes de 400 veteranos de caballería a órdenes del Teniente Coro­
nel Alejandro Heredia, a pesar de la escasez de recursos. Además,
por su sola autoridad de caudillo argentino, San Martín nombró a
Güemes General en Jefe del Ejército en Observación, el 8 de mayo
de 1820 42.
En consecuencia, el emisario de Carrera, Urra, fue expulsado
por Bustos, con plazo de seis horas para salir de la ciudad y tres

40 Ibídem nota n9 27, p. 155 a 168.


41 AGN, X-4-4-2.
42 Ibídem noto n9 6 precedente, T. 10, p. 17.

- 87 -
días de la Provincia de Córdoba43; el Gobernador de ésta reconvino
al de San Juan por su ofrecimiento a Carrera, y le aconsejó rechazar
a Urra. Bustos fue el primer caudillo federal que se definió por de­
fender “la ciudadela de América” para la empresa sanmartiniana de
independencia.
Mientras tanto, en Buenos Aires, el 1° de mayo de 1820 se dio
a conocer por bando la nueva Junta de Representantes constituida por
directoriales quienes, al día siguiente, aceptaron la renuncia de Sa-
rratea y designaron Gobernador a Ildefonso Ramos Mejía (Alcalde
2':’ Voto del Cabildo). El 26 de mayo de 1820, se nombró Coman­
dante de Armas al General Miguel Soler, quien el 15 de junio de 1820
no aceptó ser reemplazado por el Brigadier Martín Rodríguez, porque
aquél retuvo el mando del Ejército acantonado en Luján, se hizo nom­
brar Gobernador y Capitán General de la Provincia, renunciando la
Junta de Representantes. El 20 de junio de 1820 renunció Ramos Me­
jía y reasumió el Cabildo, hasta que el 23 de junio de 1820 entro
pomposamente en Buenos Aires Soler y tomó posesión44.
Estos cambios dieron pretexto para que a mediados de junio E.
López, Alvear y Carrera con 1.300 hombres invadieran la Provincia
de Buenos Aires. Era una nueva oportunidad para el encumbramien­
to de Alvear y consiguiente fortalecimiento de los proyectos de Ca­
rrera sobre Chile. Soler salió a Luján y Dorrego quedó a cargo de
la defensa de la ciudad como Comandante de Armas sustituto. Soler
fue completamente derrotado en el combate de la Cañada de la Cruz,
algo más de tres leguas al Noroeste de la Villa de Luján, donde la
Caballería Cívica huyó, y se rindió el Regimiento de negros Caza­
dores sin abrir el fuego. Era el momento culminante del poderío de
Carrera, porque el P de julio de 1820 hizo elegir en Luján, por una
Junta adicta, a Alvear, como Gobernador y Capitán General de la
Provincia. El Cabildo de Buenos Aires envió una diputación que fue
insultada por Alvear, al parecer bien borracho45.
Dorrego fue nombrado Gobernador interino y dispuso hábiles me­
didas de defensa contando con los Cívicos de Infantería que rescató
del combate el Teniente Coronel Pagóla, a los que se sumaron las
milicias del Sud que trajo Martín Rodríguez y los Colorados del Mon­
te- de Juan Manuel de Rosas. La población, temerosa de que Alvear
tuviera el poder, apoyó con cuantos medios disponía. Dorrego de­
nunció públicamente los saqueos sistemáticos de los invasores en toda
la campaña, incluyendo el robo sacrilego de la corona de la Virgen
de Luján. Ante la gravedad de las perspectivas, aumentó el entu­
siasmo por la defensa que resultó inexpugnable y el 10 de julio de
1820, los atacantes empezaron a retirarse a Santa Fe, volviendo a sa-

43 AGN, Colección Celesia.


44 Biblioteca de Mayo. Juan Manuel Beruti. Memorias curiosas, T. IV, PP-
3924-5.
45 Ibídem anterior, pp. 3927-8.

- 88 -
quear todos los pueblos de la costa y del camino, hasta que Alvear y
Carrera se establecieron en San Nicolás. López se alejó hacia Santa
Fe. La masonería de Buenos Aires, los ingleses y portugueses enemi­
gos de la Nación y de la independencia, apoyaban a Carrera. He
aquí el testimonio de Zañartú; en carta a 0 ‘Higgins del 23 de julio
de 1820, desde Montevideo, escribía:
“Ud esté cierto que toda la máquina la mueven los portugueses, que
ellos son los que secretamente atizan la discordia, auxilian a Carrera y a
Alvear, y a todos los enemigos del orden establecido. Los masones todos
casi están en esta combinación, y el infame Julián Alvarez es el primero
como Venerable; sigue Díaz Vélez, que fue el instrumento inmediato de
que se sirvió toda la Logia para infundir el miedo al Congreso y demás
hombres débiles. Yo creo que todos los masones están convenidos a ven­
gar la muerte de Luis Carrera, que era hermano. / . . . / Los ingleses de
Buenos Aires que, como todos los de su nación, son los dueños de cuanto
poseen los portugueses, agitan sus planes de un modo escandaloso. El
Comodoro —se trata del Comodoro de Estación en el Plata Hardy,- sucesor
de Bowles'*6— y todo su séquito es un partidario empecinado de Carrera
y Alvear. Mucho cuidado con estas ramificaciones. Ud. sabe cuán exten­
dida está en el ejército la masonería / . . . / ” 47.

He aquí desenmascarada la trama de la conspiración diabólica


contra la independencia sudamericana por la masonería, cabeza del
liberalismo en todo el mundo, especialmente a partir de la revolución
francesa de 1789 urdida para la destrucción de la Iglesia Católica fun­
dada por Nuestro Señor Jesucristo, cuyo designio para Sudamérica lo
vio claro, con la claridad de los videntes, nuestro santo Fray Mamerto
Esquió, según podemos leer: “A Dios, pues, la gloria, y a nosotros sólo
la confusión de nuestro rostro en el grande hecho de la independencia
americana” 4S.
Ante las tinieblas del caos y el desorden desatados por la maso­
nería y el liberalismo, San Martín iluminó la escena dantesca antes
de su partida para el Perú, el 22 de julio de 1820, con la proclama
“A los habitantes de las Provincias del Río de la Plata”, de la que
extractamos sólo dos párrafos:

/ . . . / C om patriotas: os hablo con la fran qu eza d e un soldado. Si d ó ­


ciles a la experiencia d e diez años d e conflictos, no d a is a vuestros deseos
u na dirección m ás prudente, tem o q u e can sado s d e la an arqu ía su sp iréis al
fin p o r la opresión y recib áis él yugo d e l prim er aventurero feliz qu e se
presente, quien lejos d e fija r vuestros destinos, no hará m ás qu e prolongar
vuestra incertidum bre.”
“/ . . . / ¡P rovincias d el R ío d e la P lata! el d ía m ás célebre d e vuestra
revolución está próxim o a am anecer. V oy a d a r la últim a resp u esta a m is 467*

46 Héctor Ratto. Los comodoros británicos de estación en el Plata, Bs As


1945, p. 95.
47 Arch. O liiggins, T. VI, p. 212.
- ‘ :. 4® Fray Mamerto Esquió. Sermones patrióticos, p. 89; y P. Leonardo Caste­
llani. Seis ensayos y tres cartas, Bs. As., 1978, p. 170.

- 89 -
calum niadores: yo no puedo hacer m ás qu e com prom eter m i existencia y
mi honor por la cau sa d e m i p aís; y se a cual fuere m i suerte en la cam ­
p añ a d e l Perú, p rob aré qu e desd e qu e volví a m i patria, su independencia
ha sido el único pensam iento qu e m e h a ocup ado; y que no he tenido m ás
am bición q u e la d e m erecer e l odio d e los ingratos y el aprecio d e los
hom bres virtuosos.”
“ C u aite l G eneral en V alparaíso, julio 22 d e 1820. F d o : Jo sé de M ar­
tín.” 4950.

No se olvidó de estimular a Bustos que pronto protagonizaría la


defensa de “la ciudadela de Sudamérica” contra Carrera, el compin­
che del “aventurero feliz” Alvear. Éstas fueron las últimas palabras
del oficio de San Martín a Bustos:
“/ . . . / L a cam pañ a qu e vam os a abrir dem an da nuestros últim os sa ­
crificios y una m archa firm e a través d e las n ecesidades, y d e todo ob s­
táculo, y yo espero que V.S. h ará cuanto le se a p osible p ara corresponder
a sus virtuosos sentimientos. D io s gu arde a V.S. m s.as. C uartel G eneral
en V alparaíso, 31 d e julio de 1820. F do. Jo sé d e San M artín.” SO.

Mientras tanto, en Buenos Aires, el Coronel Dorrego, inspirado


por su instinto guerrero, decidió perseguir a los invasores de su pro­
vincia, y con un ardid los sorprendió, atacando a San Nicolás en la
madrugada del 2 de agosto de 1820, destruyendo a las tropas de Ca­
rrera en cuatro horas de combate. Éste se encontraba con Alvear y
López, esperando una reunión con Dorrego que los engañó, hasta que
el último se dio cuenta y envió a Alvear a avisar a los carrerinos, pero
éste se puso a dormir en el camino. Por ello, López quiso fusilarlo,
pero Carrera consiguió cambiar la sentencia por la expulsión a Mon­
tevideo. Para los propósitos perversos de Carrera fue una verdadera
catástrofe. Además, Dorrego consiguió dispersar en el Arroyo de Pa­
vón a 500 hombres de López el 12 de agosto de 182051.
Pero Carrera ignoraba lo que San Martín supo antes de darse a
la vela para el Perú: que el 2 de agosto de 1820 las fuerzas de Men­
doza dispersaron a los restos del Regimiento N° 1 de Cazadores de
los Andes, y el autotitulado “coronel” Corro y su segundo mendo-
cino Francisco Aldao, seguidores de Carrera, huyeron, con las tropas
que le quedaron, a La Rioja. En Cuyo, los partidarios de San Martín
se afianzaron con la elección de Tomás Godoy Cruz como Gobernador
de Mendoza en los primeros días de agosto de 1820, ya que San Juan
y San Luis estaban también en manos amigas, que cuidarían la base
de operaciones de Chile52 Así, con las espaldas cubiertas, en la tarde
del 20 de agosto de 1820 zarpó la Expedición Libertadora al Perú,

49 Doc. Arch. SM, T. VII, p. 214.


50 AGN, X-4-4-2.
51 Ibídem nota n° 27, p. 213 a 218.
52 Damián Hudson. Recuerdos históricos de la Pcia. de Cuyo, Bs. As., 1898,
T. 1?, Capítulos XIX a XXIV.

-9 0
4.000 hombres (3.000 de infantería, 650 jinetes y 31 piezas de arti­
llería) en 8 buques de guerra, 16 transportes y 11 lanchas cañoneras.
Iban a conquistar el Virreinato de Lima enfrentando al Ejército realis­
ta del Perú, que totalizaba más de 23.000 hombres, distribuidos en
un amplio frente, desde el Alto Perú a Guayaquil: una empresa qui­
jotesca a la altura moral del General San Martín.
La lucha prosiguió contra los partidarios de Carrera. Corro y
Francisco Aldao entraron en La Rioja con la anuencia del Gobernador
Francisco Ortiz de Ocampo, quien ordenó al Comandante de los Lla­
nos, Sargento Mayor Juan Facundo Quiroga, la recolección de gana­
dos para apoyar a los invasores: el 7 de septiembre de 1820 a Aldao,
reiteradas el 16 del mismo m es53. En defensa de la ’la cindadela’’
de San Martín, el Comandante Quiroga, depuso al Gobernador Ocam­
po y tomó prisionero a su hermano el Coronel Domingo Ocampo y
sus seguidores el 1° de octubre de 182054, y atacó y destruyó a las
tropas de Aldao el 15 de octubre de 182055 y enseguida se eligió Go­
bernador a Nicolás Dávila el 27 de octubre de 1820S6. El Comandan­
te Juan Facundo Quiroga recibió felicitaciones por la patriótica acción
del Gobernador de San Juan, el 29 de octubre de 1820, de Güemes
el 1*? de noviembre de 1820, del Gobernador de San Luis el 5 de
noviembre de 1820 y del de Mendoza el 24 de noviembre de 182057.
Dorrego, que se había desprendido de su infantería, enfrentó con
sólo 600 montados a los mil jinetes de Estanislao López en El Ga­
monal, el 2 de septiembre de 1820, y fue completamente derrotado,
pero López se mantuvo en el Arroyo del Medio, a pesar de las inci­
taciones de Carrera para invadir nuevamente. Éste, que no cejó en
sus aviesas intenciones sobre Chile, obtuvo una alianza con los indios
para atacar al Sudoeste de Buenos Aires para procurarse caballos y
vacunos, aprovechando que el Gobernador Martín Rodríguez —nom­
brado el 28 de septiembre de 1820 por la Junta de Representantes
formada por directoriales—, fue resistido por el Coronel Manuel Pa­
góla con el 2‘- Tercio de Cívicos. Rodríguez requirió a los Colorados
del Monte, milicianos del Sud que mandaba Juan Manuel de Rosas,
“un joven agauchado de 25 años, perteneciente a una de las mejores
familias de la ciudad” 58. El 5 de octubre de 1820 la sublevación fue
sofocada. Ya se sabía que Carrera impulsaba los malones de arau­
canos, no sólo contra Buenos Aires, sino también contra Córdoba, San
Luis y Mendoza, y el repudio contra el engendro fue general.
El 24 de noviembre de 1820 se firmó en la Estancia de Benegas,
próxima al Arroyo del Medio, el tratado de paz entre Santa Fe v

53 Arch. del Br. Gral. J. F. Quiroga, T. I, pp. 210 a 218.


54 Ibídem nota precedente, p. 230.
55 Ibídem nota precedentes, p. 231.
56 Ibídem nota precedente, pp. 60-61.
57 Ibídem nota precedente, pp. 232. 233, 235 y 240, respectivamente.
58 Julio Irazusta. Ensayos históricos, Bs. As., 1952. El año XX, p. 55.

91 -
Buenos Aires. Rosas intervino para comprometer la entrega a Santa
Fe de 25.000 cabezas de ganado, fundándolo en “estrellar los ruines
designios de don José Miguel Carrera, a quien convenía el manteni­
miento de la guerra” y “de hacer propietarios en la campaña de Santa
Fe y dar ocupación a sus habitantes” para que esta provincia fuera
“una columna del orden” 5960.
Carrera dejó su familia en Rosario al amparo de E. López y se
internó en el desierto con sus 130 hombres en dirección a Melincué
(más de 20 leguas (10Q km) el Oeste de Pergamino). López avisó
a los Gobernadores de Buenos Aires y de Mendoza, la salida y el
rumbo de Carrera. Este se reunió con los indios en el Norte de Bue­
nos Aires, y en la madrugada del 1° de diciembre de 1820, durante
tres días, atacaron la Guardia del Salto (unas 35 leguas, 175 km al
Oeste Noroeste de Buenos Aires), que fue sometida a un feroz sa­
queo implacable, que incluyó la iglesia, fueron asesinados todos los
hombres, se llevaron todas las mujeres (250) y numerosos niños como
esclavosé0. Carrera intentó justificar su criminal conducta personal
y la de sus hombres, que no tiene atenuantes. Ningún cristiano
hubiera participado en las atrocidades: sólo los que estaban al ser­
vicio del demonio. El Gobernador de Buenos Aires, persiguió a C a­
rrera sin éxito: estaba ya muy lejos.
Efectivamente, el depredador apareció el 24 de febrero de 1821
por el Río Quinto, cerca de San Luis. Bustos salió al encuentro y
sorprendió a la banda durmiendo la siesta sin seguridad alguna el 9
de marzo de 1821 en El Chaján (45 km al Noroeste del actual Mer­
cedes, San Luis, llamado entonces Las Pulgas), pero los veteranos e
indios de Carrera, combatieron con furor infernal toda la tarde y fi­
nalmente consiguiendo derrotar y perseguir a Bustos, alzándose con
un considerable botín y 1500 caballos. Avanzaron entonces sobre San
Luis de la Punta, llegando al ya mencionado Las Pulgas (Mercedes
actual) el 11 de marzo de 1821, enfrentándolos 700 bisoños jinetes
púntanos al mando del Coronel Luis Videla, que se desbandaron a la
primera carga a fondo de los forajidos, entrando Carrera en San Luis,
abandonada por el Gobernador José Santos Ortiz61. Estaba cada vez
más cerca de Chile, pero fue llamado por su amigo Francisco Ramí­
rez desde Santa Fe.
Artigas había desaprobado el tratado del Pilar (23 de febrero de
1820) porque nada decía de la defensa nacional contra los invasores
portugueses, y desconocía su condición de Protector de los Pueblos
Libres; y reconvino a Ramírez quien, el 25 de mayo de 1820, replicó
a la nota del Artigas con las ideas que le insufló Sarratea, obsecuente
de los ingleses y subordinado de la logia de los orientales armada por

59 Carlos Ibarguren. Juan Manuel de Rosas, Bs. As., 1972, pp. 67-68.
60 Cdo. Gral. Ej., Dirección de Estudios Históricos. Política seguida con el
aborigen, Bs. As., 1974, p. 213,
61 Ibídem nota precedente, p. 242.

- 92 -
los portugueses con los traidores, es decir por el enemigo de la Ar-
gentinidad, que defendía Artigas, contra quien empezó a combatir Ra­
mírez en junio de 1820 en una absurda guerra fratricida que sólo fa­
voreció a los enemigos de la Patria, ya que Artigas, finalmente derro­
tado, tuvo que abandonar a sus Pueblos en septiembre de 1820, para
ser prisionero del Paraguay aliado de Brasil62. Contra éste quiso Ra­
mírez volverse, arrebatando las banderas de Artigas, pero para ello
necesitaba el armamento que le debía Sarratea, y decidió obligar a
Buenos Aires a entregárselo, pero éste había hecho la paz con Santa
Fe, y Estanislao López no lo autorizó a pasar por su provincia.
Entonces, Ramírez invadió Santa Fe con 1.000 lanceros, derrotó
a las fuerzas de Buenos Aires al mando del Coronel Aráoz de La-
madrid el 8 de mayo de 1821 en Barrancas, y el 13 a los santafecinos
del Comandante Orrego. La infantería entrerriana conducida por Lu­
cio Mansilla desembarcó para ocupar a la ciudad de Santa Fe inde­
fensa, pero inexplicablemente defeccionó. Mansilla: reembarcó sus
tropas y volvió a la Bajada del Paraná. Ramírez quedó con 700 hom­
bres en Barrancas. Atacado por casi 3.000 efectivos por Lamadrid,
logró triunfar el 24 de mayo de 1821, pero el 26 al oscurecer cargó
imprudentemente en Coronda contra las mejores tropas de López, que­
dándole sólo 400 lanceros con los que fue al encuentro de Carrera,
uniéndose en el Paso de Ferreira (sobre el Río Tercero) a 16 leguas
al Noroeste de Fraile Muerto (hoy Bell Ville), sumando entre am­
bos unos 1.000 hombres. En Cruz Alta, en donde el Río Tercero toma
el nombre de Carcarañá, atacaron la posición fortificada y artillada
por Bustos, siendo rechazados con fuertes pérdidas, especialmente para
Ramírez. Pero los intereses de ambos divergían: Ramírez quería vol­
ver a Entre Ríos y Carrera a Cuyo: se separaron. Ramírez siguió ha­
cia el Norte de Córdoba. En Río Seco, el 10 de julio de 1821, una
patrulla santafesina apresó a la concubina brasileña de Ramírez, Del-
fina, aquél volvió grupas para rescatarla y recibió un pistoletazo que
lo m ató63.
A Carrera le quedaban unos 400 jinetes y otras tantas mujeres.
Al sud de Río Cuarto se encontró con 900 mendocinos del Coronel
Bruno Morón: el combate resultó indeciso, con fuertes pérdidas para
ambos. Carrera entró nuevamente en San Luis de la Punta, pero nada
encontró y salió para San Juan el 21 de agosto de 1821 por la sierra
del Gigante, un desierto, mientras se cerraba el cerco estratégico: por
el Norte por el Comandante Juan Facundo Quiroga, en el extremo
Sud de La Rioja; al Este con Bustos y Lamadrid que se aproximaban;
al Sudoeste 700 mendocinos al mando del Capitán Manuel Olazábal;
y al Noroeste, en San Juan, 500 milicianos que conducía el Coronel
José María Pérez de Urdininea. Carrera el 28 de agosto de 1821 al-

62 José M. Traibel. Breviario artiguista, Montevideo, 1951, pp. 89 a 95 y 200.


63 Leoncio Gianelo. Historia de Entre Bíos, Paraná, 1951, pp. 262, 263.

93 -
canzó el Río San Juan y el 30 la Punta del Médano (a mitad de ca­
mino entre San Juan y Mendoza), con sólo 200 hombres que cargaron
dos veces a los 750 cuyanos, sin éxito y se dispersaron. Carrera y Be-
navente fueron entregados por los oficiales; el primero fue fusilado
en Mendoza64, sin pena ni gloria. Su prepotencia quiso llevar todo
por delante para satisfacer sus deseos de venganza.
En su soberbia, pisoteó los derechos de Dios sobre las criaturas,
logrando disponer de éstas a su arbitrio, tentándolas para servir sus
aviesos propósitos, como el Demonio intentó tentar al propio Señor,
a N. S. Jesucristo. La masonería, cabeza de la herejía que es el libe­
ralismo por idolatrar la libertad, fue el cauce que le facilitó su per­
verso accionar destructivo. Pero los designios de Dios sobre la in­
dependencia sudamericana no pudieron ser torcidos por este instru­
mento del Diablo: la libertad de los caudillos federales argentinos,
bien usada para el bien común, posibilitó la defensa de la base de
operaciones sanmartiniana en 1821.
Mientras los caudillos federales argentinos defendían bravamente
“la ciudadela de Sudamérica”, San Martín, después de conducir ope­
raciones magistrales con sus escasos efectivos, en justa guerra, había
conquistado Lima y declarado el 28 de julio de 1821, la independen­
cia del Perú, llevado por la Divina Providencia y bajo el Patrocinio
de Santa Rosa de Lima.

Los periódicos liberales de Buenos Aires en contra


del General San Martín
Mientras San Martín desarrollaba en el Perú las operaciones mi­
litares para destruir el baluarte realista, en la Provincia de Buenos
Aires el Gobernador, Brigadier Martín Rodríguez, que había asumido
el 26 de septiembre de 1820, logró consolidar su poder a fines de
octubre de 1820, como hemos visto, con la ayuda de los directoriales
y de Juan Manuel de Rosas. “Deseoso el Gobernador —afirmó el emi­
nente historiador Guillermo Gallardo—, de desentenderse de los ne­
gocios de la administración pública y el gobierno, para los que no
sentía vocación, y poder, así, dedicarse a las campañas militares con­
tra los indios, pensó en nombrar colaboradores capaces de desempe­
ñarse con eficacia sin necesidad de una dirección inmediata. Plan­
teada en esos términos la cuestión de la elección de los ministros, la
M asonería se los designó: don Berrvardino R ivadavia y don M anuel
G arcía, dice Antonio R. Zúñiga en obra publicada oficialmente por la
Masonería argentina. Aun cuando dicha obra está llena de afirma­
ciones de este tipo sin que se mencione documento alguno que les
dé autenticidad, he recogido este aserto por cuanto la conducta toda
de aquellos dos ministros le acuerda, por lo menos, verosimilitud” 65.

64 Ibídem nota n" 60 precedente, pp 270 y subs.


65 Guillermo Gallardo. La política religiosa de Rivadavia, Bs. As., 1962, p. 219.

94 -
Cuando San Martín volvió de España el 9 de marzo de 1812, se
encontró que las Provincias Unidas del Río de la Plata eran gober­
nadas por un Triunvirato dominado por Rivadavia, quien aún retuvo
entonces la Secretaría de Guerra, la de Gobierno y la de Hacienda,
al mismo tiempo, lo que le dio un marcado predominio. De acuerdo
con su “incorregible arrogancia”, al decir de Vicente Fidel López, el
trato con San Martín habrá tenido la pomposa solemnidad y la rígida
seriedad con que trataba de subrayar su propia importancia, que esta
vez, la primera en su vida, era auténtica y real, ya que, a pesar de
no tener carrera, ni formación militar o intelectual, ni siquiera capa­
cidad comercial —como afirmó Mariano Moreno—, ni haber figurado
en la Revolución hasta entonces, y aun sin poseer el don de la elo­
cuencia, influía decisivamente en el Triunvirato. Su incapacidad e
incoherencia resultó altamente perjudicial para la conducción de la
guerra de la independencia, tanto en la Banda Oriental como en las
provincias del Norte, sumándose a la desastrosa situación económica
y financiera. Por ello, San Martín acaudilló el golpe de estado del
8 de octubre de 1812, contra Rivadavia 66. En 1815 fue enviado por
Alvear, a la sazón Director Supremo, a pedir perdón a Fernando VII
por la guerra de la independencia. Nada pudo hacer pero pasó cinco
años en Europa, traspasada de liberalismo y masonería, bajo la pre­
ponderancia británica. Acababa de llegar, cuando fue nombrado por
el Gobernador Martín Rodríguez, Ministro de Gobierno y Relaciones
Exteriores el 19 de julio de 1821.
Posteriormente, el 8 de agosto de 1821, Manuel José García, asu­
mía el Ministerio de Hacienda. Era el mismo que, desempeñándose
como delegado del Gobierno de las Provincias Unidas ante la Corte
de Río de Janeiro, impulsó traidoramente la invasión de la Provincia
Oriental y los pueblos de guaraníes de las Misiones jesuíticas. Am ­
bos, llam ados e l gru po m inisterial, acometieron lo que llamaron “refor­
mas” —a la manera de los protestantes— en todos los sectores de la
vida pública, destruyendo las instituciones fundamentales y tradicio­
nales: los Cabildos, el Ejército Nacional y la Iglesia Católica, mien­
tras entregaban el manejo de la economía a los ingleses quienes, unos
3.500, se habían apoderado del comercio de Buenos Aires.
Rivadavia fue armando una batería de periódicos para apoyar su
masónica política. La idea era influir en la sociedad porteña según
la descripción que certeramente hace ese famoso compendio de bue­
na doctrina católica del Padre Vilariño, S.J.:

“Casi más que los libros influyen los periódicos en las ideas y con­
ductas de los hombres. Poco a poco el periódico se infiltra en el lector
y lo asimila así mismo. Dime que periódicos lees y te diré lo que eres.
Si tu periódico es de malas ideas, tendrás malas ideas. Si tu periódico

66 Cnl. Héctor Juan Piccina]! Vida de San Martín en Buenos Aires, Bs. As.,
1983, p. 133.

-95
es de buenas ideas, serás de buenas ideas. Si tu periódico es de ideas me­
dianas, tibias, cobardes, tú serás de las mismas ideas. No digas: yo sólo
leo las noticias. Porque ya sabes que en las noticias está muchas veces el
peor veneno. Los periódicos, por medio de las noticias, dan o quitan la
fama a quien quieren, desprestigian o ensalzan a personas e instituciones,
y educan o deseducan al pueblo.” 6768.

Fueron escritos, en su mayor parte, por un mismo grupo de redac­


tores, que a la vez eran funcionarios del Gobierno, especialmente de
la secretaría de Rivadavia, a cuyo despotismo servían, resultando a la
postre, en instrumentos de la dominación inglesa. Desde estos perió­
dicos se hizo una campaña sistemática para desprestigiar al General
San Martín, a quien se atacó por lo general solapadamente: se quiso
destruir la imagen gloriosa del defensor de la independencia sudame­
ricana en forma indirecta, sutil y mañosa, destilando insidias y false­
dades disimuladas. Era el sistema de las medias verdades, de las qtié
Nuestro Señor Jesucristo acusó a los fariseos hipócritas, cuando dijo
a sus discípulos: “Guardaos, os digo, del fermento de los fariseos y
saduceos. Entonces cayeron en la cuenta de que no les había dicho
que se guardasen del fermento del pan, sino de la doctrina de los fa­
riseos y saduceos.” (Mateo, 16, 11-12), porque, como explicó el Padre
Castellani: “La ‘levadura d e los fariseos’ consiste en la palabrita que
hace levantar toda la masa, pero para volverla agria y venenosa; es
también un vientito sutil. El fariseo no miente del todo ordinaria­
mente, se contenta por decir media verdad y callar la otra. / . . . / Esas
medias verdades que son a veces peores que mentiras, penetran y fer­
mentan la mente colectiva, contaminando imperceptiblemente incluso
los ánimos buenos y bienintencionados, que las repiten inocentemente
/ . . . / ” é8.
E l A rgos de B uen os Aires, periódico bisemanal, empezó el sábado
12 de mayo de 1821, con la noticia de la llegada de Rivadavia de
Europa. Fue fundado por Santiago Wilde, inglés, contador del Mi­
nisterio de Hacienda, siendo su colaborador Ignacio Núñez, quien te­
nía el cargo de Oficial 1° de la Secretaría de Gobierno y Relaciones
Exteriores (desde el 5 de febrero de 1821 )69. Ambos habían estado
juntos en 1812 como Administrador y Secretario, respectivamente, de
la Lotería Nacional, cuando Rivadavia dominaba en el Triunvirato,
coom se ha dicho más arriba. Pertenecían a la masonería de rito es­
cocés dependiente de la corona inglesa. Los artículos eran anónimos
y aun la dirección del periódico; salía algunos martes y los sábados,
hasta que el último número de esta primera época apareció el sábado
24 de noviembre de 1821, por falta de suscriptores, anunciando que

67 P. Remigio Vilariño. El caballero cristiano. Bilbao, 1931, pp. 375-6.


68 P. Leonardo Castellani. El Evangelio de Jesucristo, Bs. As., 1977, p. 275.
69 José Antonio Wilde. Buenos Aires desde 70 años atrás, p. 216; y Biblio­
teca de Mayo, T. I, p. 200. Las referencias a El Argos se transcriben de la edi­
ción facsimilar, AGN, Colección Celesia.

96 -
“En la imprenta se han depositado todas las comunicaciones que no
han podido insertarse, inclusas las que tratan de E l Patriota con refe.
rencia al General San Martín, para que los interesados las recojan”
Sobre la guerra de la independencia del Perú sólo se hizo referencia
una sola vez en el n° 25 del 29 de septiembre de 18217-, en esta forma;
“El 27 del presente a las cinco de la tarde se celezró un solemne 2V
Deurn en acción de gracias al T o do Poderoso, por la libertad del Perú
La confirmación de esta noticia por las comunicaciones oficiales de Chile
y de L im a, no ha hecho la más grande impresión en estos habitantes pero
sólo porque ya la había producido la primera noticia de que jamás duda,
ron. Ha habido músicas en las casas del Gobierno y de la Municipalidad
En la noche de este mismo día se reunió extraordinariamente la sala de
representantes. A las ocho pasaron a ella los señores R iüadavia, C ruz y
G arcía que están a la cabeza de los Ministerios. Felicitaron en nombre del
Gobierno a la representación de Buenos Aires. El primer ministro propuso
con la autoridad del Gobierno una am n istía general. Éste ha sido un me.
dio maestro para hacer que el suceso de Lima form e tam bién época en
Buenos Aires. Después de una incomunicación tan dilatada no ha podido
menos que leerse con grande interés la del General San M artín al Gobier­
no de la Provincia; y con mucho mayor la carta confidencial a su señor
padre político. Es visto que ni el aumento de las glorias, ni el de la repu­
tación alteran los principios políticos del General San M artín. Él sólo as­
pira a proporcionarse en recompensa un retiro lejos del tumulto del mundo.
Ciertamente de este modo él se alejará de los tumultos, pero el mundo ja­
más se alejará de él.”

He aquí una muestra de las medias verdades que, como hemos


visto Jesucristo enrostró a los fariseos porque la gacetilla es incom­
pleta y tendenciosa. Nada se dijo de lo principal: que San Martín el
9 de julio de 1821, después de magistrales operaciones militares con
que compensó su inferioridad numérica, tomó Lima después de obli­
gar al enemigo a evacuarla; y que el 28 de julio de 1821 hizo pro­
clamar y jurar la independencia del Perú, dando un golpe político
formidable a la dominación española en América. La crónica tiende
sólo a destacar lo que el gobierno de Rivadavia hizo ese día en Bue­
nos Aires que, excepto el Tedéum, nada tenía que ver sino remotamente
con el grande y memorable acontecimiento que debía festejarse como
tal. Más aún, la propuesta amnistía era un asunto completamente aje­
no a aquel fausto hecho, y más bien una cortina de humo para ta­
parlo, y permitir la alabanza al “primer ministro“ llamándola ’’medio
maestro”. Después de reprochar indirectamente “una incomunicación
tan dilatada”, sólo se mencionó de San Martín su humildad, virtud
que tenía en grado eminente por cierto, pero que no le impidió asu­
mir plenamente sus altas responsabilidades creando los planes y los
medios para dar la independencia a Sudamérica en largas y gloriosas
jornadas. Para esto, el demasiado discreto elogio era insuficiente.
Pero la mayor virulencia contra San Martín fue en la segunda
etapa de E l Argos de Buenos Aires, que se inició el sábado 19 de

70 AGN. Colección Celesia . El Argos de Buenos Aires. Edición facsimilar.

- 97 -
enero de 1822 como órgano de la Sociedad Literaria, fundada el 29
de diciembre de 1821, en la casa de Julián Segundo de Agüero, sa­
cerdote que apostató, estrecho colaborador de Rivadavia. Los redac­
tores eran los mismos del año anterior, ya citados, a los que se agre­
garon Manuel Moreno, Esteban de Lúea, el deán Funes, Felipe Seni-
llosa, Vicente López, Antonio Sáenz y Domingo Olivera71. Apa­
recía los miércoles y sábados y la tirada era de unos 200 a 300 ejem­
plares, según los suscriptores, que eran los personajes principales de
la política y del comercio, y algunas familias.
En el N ? 11 d el 23 de febrero de 1822, E l A rgos difundió noticias
sobre disensiones políticas entre los jefes de los Ejércitos del Perú.
Recoge rumores de que habían sido desterrados Necochea, Ramallo,
Heras (Coronel colombiano Comandante del Ratallón Numancia pa­
sado a San Martín), pero apuntó, con insidiosa dialéctica, que final­
mente se habían transado las diferencias entre el General Las Heras,
que tiene la opinión del Ejército; y el Exmo Protector, que es respal­
dado por el pueblo”. ¿De dónde sacaba El Argos estas noticias? El
General O’Higgins en carta del 13 de marzo de 1822 le decía a San
Martín que la logia masónica porteña se comunicaba con Lima para
que algunos “hagan el oficio de Judas” 72.
En el N ° 18 del 20 d e m arzo d e 1822, señalaba desavenencias en­
tre Las Heras y San Martín, y la salida del primero para Chile.
En cambio, ningún comentario favorable provocó en el A7Í> 23 de
E l A rgos d el 6 de ab ril de 1822 la noticia de que el “Teniente Co­
ronel O’Brien” (sic, era Coronel) traía del Perú varias banderas re­
cuperadas por el Ejército de los Andes, para ser colocadas dos en el
templo de San Francisco en Mendoza, una para San Juan y otra para
San Luis. Si bien mencionó El Argos que Buenos Aires recibiría dos
españolas y otra de la Patria tomada por el enemigo en Vilcapugio,
no comentó para nada el oficio que envió San Martín: “Es muy justo
ofrecer este monumento de gloria a aquellos pueblos que han con­
tribuido a los progresos de la causa pública con energía, decisión y
constancia; y ocupando entre ellos un lugar tan distinguido la ilus­
tre Buenos Aires, tengo el honor de ofrecer a V.E. con el Coronel
Juan O’Brien, las mencionadas banderas y tres estandartes, que su­
plico a V.E. se sirva aceptar como un tributo de consideración que
le presentan las tropas de mi mando” 73. E l A rgos se limitó a decir
que esto probaba que Lima fue tomada por “el señor San Martín”
(sic), ¡extraña expresión ya que el hecho había ocurrido hacía meses!
En el N ° 29 d el sáb ad o 27 de abril de 1822, se escribió sobre la
Orden del Sol que fue sancionada por San Martín después del Esta­
tuto, como hemos visto en GLADIUS n? 14. La noticia sobre el me-

71 Biblioteca de Mayo, T. X, p. 9978.


72 Doc. Arch. SM, T. V.
73 Doc. Arch. SM, T. VII.

-9 8 -
jor régimen político que San Martín adoptó en el Perú, no había me­
recido comentario alguno cuando se mencionó en el N ° 6 d el m iércoles
6 de febrero d e 1822. En cambio, la Orden del Sol motivó por lo
menos una descolorida mención sobre sus miembros, empleando tér­
minos estudiadamente inexpresivos, y una solapada oposición al ca­
rácter de la sociedad honorífica.
Por esos días apareció otra publicación de los mismos redactores
de El Argos: una revista mensual: L a A beja Argentina, cuyo n9 1
salió el 15 de abril de 1822. El propósito era mostrar cómo debería
ser la sociedad bajo el liberalismo y la influencia que llamaban “de
las luces”, la independencia americana, las ciencias, el comercio, el
crédito público, variedades y noticias de América y Europa. Se es­
trenaron en este primer número con noticias de origen desconocido:
Bolívar iba a auxiliar las operaciones de San Martín en el Perú; esta
novedad hubiera alegrado a San Martín que fue a Guayaquil para
lograr ese auxilio, pero ¿cómo lo pudo saber La Abeja Argentina, ya
que el viaje del 8 de febrero de 1822 de San Martín a Guayaquil se
frustró, y San Martín nunco obtuvo auxilio alguno de Bolívar?
En GLADIUS n9 14, página 115, se explicó que en noviembre
de 1821, San Martín, como Protector del Perú, reunió el Consejo de
Estado y quedó resuelto establecer una monarquía en el Perú, en­
viándose una Comisión a Europa constituida por García del Río y
Paroissien, quienes recibieron sus instrucciones el 24 de diciembre de
1821, llegando a Santiago de Chile en marzo de 1822, a Mendoza el
24 de este mes y el 20 de abril de 1822 arribaban a Buenos Aires.
La noticia apareció en E l A rgos N ° 29 d el sáb ad o 27 de ab ril de 1822,
como restándole importancia a los representantes de San Martín: “Pa­
rece que el 24 los SS. comisionados han saludado al Gobernador en
la Fortaleza” / . . . / “Nada sé dice sobre si han iniciado conferencias
sobre esta misión diplom ática... Nada se sabe sobre é s t o ...”. Sólo
surgen de la crónica inferencias: “Se habla de pactos para hostilizar
al enemigo por el Perú bajo, porque aquí se tropieza con la desorga­
nización existente en las Provincias y la falta de un poder común: se
habla de crearlo pero es incompatible con el progreso de Buenos Aíres,
y del manifiesto del Gobierno de ésta contrario por inoportuno, la
reunión de un Congreso G eneral... El Argos cree que los resultados
de esta comisión no han de poder tener consecuencias para la reorga­
nización de Buenos A ir e s...” y otras expresiones incoherentes desti­
nadas a confundir sobre la misión monárquica, como para que nadie
se enterara, hasta ocultan los nombres de los comisionados, ya que
recién aparecen en E l Argos 30 d el m iércoles l 9 d e mayo de 1822.
En el siguiente 31 d el sáb ad o 4 d e mayo de 1822, se pudo
leer la crónica del Mensaje de Rivadavia a la Legislatura del l 9 de
mayo de 1822, con referencia al pedido de ayuda militar que San Mar­
tín había hecho por medio del General Toribio de Luzuriaga que, a
este efecto, ya estaba en Buenos Aires. Rivadavia dijo con todo des-

- 99 -
paipajo que Buenos Aires ya había hecho más de lo que había po­
dido por aquellos pueblos, y había llegado a conquistar su indepen­
dencia, siendo justo que probasen merecerla los que proclamaban al
presente su cooperación”. En su soberbia parecía ignorar que San
Martin había reconquistado Chile, y desde allí lanzado su Expedición
Libertadora al Perú, colocando así una masa importante de fuerzas
sobre la retaguardia del Ejército realista del Alto Perú que, en estas
condiciones, no podía avanzar sobre las demás Provincias Unidas, y
tanto él era el que había conquistado la independencia de Buenos
Aires y de las demás provincias que estaban libres de enemigo. Por
ello, era justo el pedido de ayuda de San Martín.
Mientras Rivadavia destruía las órdenes religiosas y se apoderaba
de sus bienes, desmilitarizaba al Ejército Nacional, y demolía los
Cabildos, llegó a las Provincias Unidas una nueva importante misión
del Teniente Coronel peruano Gutiérrez de la Fuente enviada por
San Martin para estructurar la reconquista del Alto Perú, y finalmente
llego el mismo San Martín después de renunciar al mando en el Perú,
con lo que arreciaron los ataques de los liberales contra el lib erta­
dor, reforzados por dos nuevos periódicos El Centinela, mordaz y
enconado, y El Correo de las Provincias74. Todo esto, por su magni­
tud e interés, merece capítulo aparte, con el que continuará.

74 Biblioteca de Mayo, T. VI a IX.

- 100 -
LA PROFECÍA DE SAN MARTÍN SOBRE ROSAS

C ohonel H éctor J uan P ic c in a li

En 1862, a los 69 años, El Brigadier General Don Juan Manuel


de Rosas agregó a su testamento:
"M i cadáver será sepultado en el cementerò católico de Southampton,
hasta que en mi Patria se reconozca y acuerde por el Gobierno la justicia
debida a mis servicios” 1.
A esta altura de los estudios históricos documentados por una
generación de eminentes historiadores, entre los que no es posible
dejar de citar a Adolfo Saldías y a Julio Irazusta, lian quedado reco­
nocidos los altos servicios de Rosas a la Nación, por lo que se impuso
la repatriación de sus restos como un acto de estricta justicia. Esto
fue profetizado por el General San Hartín.

Rosas procuró integrar la Argentinidad a pesar


de la grave situación que encontró al asumir el mando
Rosas exaltó la Religión Católica recibida y restauró los obje­
tivos políticos quo nuestros antepasados rioplatenses conformaron des­
de la fundación de sus ciudades hasta el Virreinato del Río de la
Plata, en la época la creación geopolítica mas formidable del planeta,
con más de siete millones de kilómetros cuadrados con playas sobre
ambos océanos, que heredó la Junta de Mayo, y que nunca perdió de
vista San Martín en el verdadero plan estratégico continental desco­
nocido por la mayoría de los argentinos, ya que no es el de la carta
apócrifa a Rodríguez Peña que inventó Vicente Fidel López. Al asu­
mir el Gobierno, Rosas se encontró con una Argentina recortada por
la pérdida de provincias enteras y la mitad de la población, con el
territorio interior que quedaba en guerra civil y ocupado por los in­
dios. Rosas intentó lo que el talentoso San Martín advirtió había que
hacer: (
“Las agitaciones en 19 años de ensayos en husca de una libertad que
no ha existido, y más que todo, las difíciles circunstantias en las que se ha­
lla en el día nuestro país, hacen clamar a lo general de los hombres / . . . /
por un gobierno vigoroso; en una palabra, militar, porque el que se ahoga
no repara en lo que se agarra. Igualmente convienen ( y en esto, todos)1

1 Antonio Dellepiane. Rosas en el ostracismo. Bs. As., 1945.

- 101 -
que para que el país pueda existir, es de absoluta necesidad que uno de los
dos partidos en cuestión desaparezca; / . . . / la situación de nuestro país es
tal, que al hombre que lo mande no le queda otra alternativa que el de
apoyarse sobre una facción, o renunciar al mando2;

Bajo el gobierno de Rosas, la Nación poco a poco fue pacificada


y unida por el Pacto Federal (4 de enero de 1831), y entonces, el
General Rosas, basado en el plan del primer Virrey del Río de la
Plata, el ilustre Teniente General Don Pedro de Cevallos, realizó la
primera campaña victoriosa contra los indios (1833/34) llegando al
actual Neuquén y sur del Río Negro, destruyendo el poder de los
nómades y rescatando más de setecientos cautivos blancos con su sola
División Izquierda, Después, continuó con su política de alianzas con
los indios, con los que practicó una vigilancia y diplomacia admi­
rables.

La epopeya nacional para mantener la independencia de la Patria.


Pero las grandes potencias mundiales Francia e Inglaterra anda­
ban repartiéndose el mundo, y enfocaron hacia el estratégico Río de
la Plata y sus grandes afluentes, donde pronto encontraron aliados
en los unitarios, que fueron fulminados por el General San Martín
en su famoso anatema;
. . / pero lo que no puedo concebir es el que haya americanos que
por un indigno espíritu de partido se unan al extranjero para humillar a su
Patria y reducirla a una condición peor que la que sufríamos en tiempos de
la dominación española; una tal felonía ni el sepulcro la puede hacer des-
; aparecer" 3.

A esta larga contienda crucial, se unió la estrategia del General


Rosas para recuperar por la diplomacia o por la guerra las provincias
perdidas; el Alto Perú, Paraguay, las Siete Misiones Orientales del
Río Uruguay y la Provincia Oriental. Todas las provincias argentinas
participaron de una u otra forma. Veamos algo de un documento del
Gobernador de Salta, Evaristo Uriburu, del 2 de junio de 1938:
“/ . . . / la determinación infame, violenta y mal premeditada de los
agentes de la Francia que han decretado sin causa ni derecho suficiente el
bloqueo del puerto de Buenos Aires y litoral de la República, con otros
actos de hostilidad apoyados en la fuerza, no producen más en el ánimo de
los pueblos de la Confederación que el efecto de ser un justo móvil que agita
sus sentimientos de celoso patriotismo, para reanimar cada vez más su entu­
siasmo heroico por la conservación, y decoro al respecto de su soberanía.
La Provincia de Salta por sí no se arredra / . . . / . La América la vió antes
expulsar su energía el poder de la dominación de la España; y hoy lo ha
visto también repetir con mayor gloria otra escena igual contra el tirano
usurpador del Perú y Bolivia. Así, recapacitando hechos tan ilustres tam­

2 Ar chivo General de la Nación. VII-16-1-1-, Documento N9 173: Carta de


San Martín a Guido, desde Montevideo, 6 de abril de 1829.
1 Museo Histórico Nacional. San Martin, su correspondencia. Bs. As. 1911,
pág. 128.

- 102 -
poco teme retrotraer cuando se trata de cooperar al sostén de los derechos,
libertad e independencia de la Nación a que pertenece. E i existir bien podrá
terminar el imperio del destino, pero nq su honra y espíritu nacional. El
Infrascripto Gobernador de Salta a mérito de lo que deja expuesto, aprueba
y ratfiica la conducta política del Gobierno encargado de las Relaciones
Exteriores; tributando a V. E. las más distinguidas consideraciones de su
estima. Dios guarde a Ud. muchos años“ 4.
Con razón Julio Irazusta llamó a esta etapa de nuestra historia:
“la Epopeya nacional’ y la “Segunda guerra de la independencia sin
ayuda de nadie”, excepto la de Dios, que San Martín calificó: “/ . . . /
esta contienda, en mi opinión, es de tanta trascendencia como la de
nuestra emancipación de la España” 456*. Porque a pesar de tan gran­
des enemigos, la Argentina, bajo la conducción de Rosas, logró un
resonante triunfo. Por ello, el Libertador le legó en su testamento su
sable glorioso:
“/ . . . / como una prueba de la satisfacción que como argentino he te­
nido al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la República con­
tra las injustas pretensiones de los extranjeros que trataban de humillarla” .
Lo notable es que en su corrwpondencia íntima con su gran amigo
Tomás Guido, se desborda aún más la confianza del General San
Martín en Rosas. Veamos sólo algunos párrafos:
“Grand Bourg 20 de octubre de 1845: / . . . / Ud. sabe que yo no per­
tenezco a ningún partido: me equivoco, yo soy del Partido Americano. Así
es que no puedo mirar sin el mayor sentimiento los insultos que se hacen
a la América. Ahora más que nunca siento que el estado deplorable de mi
salud no me permita ir a tomar una paite activa en defensa de los derechos
sagrados de nuestra Patria. / . . . / ”.
“Grand Bourg, 26 de septiembre de 1846: / . . . / De todos modos, me
asiste una confianza segura, de que a pesar de la desproporción de fuerzas
y recursos, el General Rosas triunfará de todos los obstáculos” .
“París, 27 dé diciembre de 1847: / . . . / de todos modos yo estoy bien
tranquilo en cuanto a las exigencias injustas que pueden tener estos dos
Gabinetes, porque todas ellas se estrellarán contra la firmeza de nuestro
Don Juan Manuel; por el contrario, mis temores en el día son el que esta
firmeza se lleve más allá de lo razonable” 6.

El impresionante mensaje de Rosas a la Legislatura de Buenos Aires


del 27 de diciembre de 1849
El mensaje es impresionante por su extraordinaria extensión de
240 páginas, equivalente a la suma de todos los que envió en los ocho
años anteriores, y por los notables hechos que expone. Antes que
todo, Rosas testimonió su amor a Dios, explicando que, ante la mag­
nitud grandiosa de la misericordia del Señor, dobló su rodilla rin­
diendo reverente tributo al Altísimo con humilde gratitud. El docu­

4 Archivo General de la Nación. X-10-4-4.


5 Ibídem nota N'-1 3, pág. 134.
6 Archivo General de la Nacióin. VII-6-1-1, Documentos N9 238, 240, y
244, respectivamente.

-1 0 3
mentó es un trasunto de la indomable energía de Rosas, quien no
dejó pasar nada de fondo ni de forma en las tratativas diplomáticas,
que pudiera menoscabar a los sudamericanos. No acreditó diplomá­
ticos sin el debido exequátur, y reclamó por las usurpadas Islas Mal­
vinas, obligando a Lord Palmerston a retractarse por sus mentiras.
Adoptó medidas para solucionar las intromisiones chilenas y británi­
cas en el Estrecho de Magallanes. Con ser todo esto de gran relieve,
nada supera a la exposición de la firma de la Convención Southern-
Arana, que reivindicó el honor y la independencia nacional, y que
marcó el momento culminante de la vida del gran político que fue
Rosas. Seguiría esta pauta Francia. Del mismo modo, Rosas no se
dejó pisar el poncho por ningún potentado de la tierra: ni por los
Estados Unidos de Norteamírica, ni por Austria; expulsó al represen­
tante de Cerdeña, cuyo Rey era el duque de Saboya, Víctor Manuel
II, con Cavour como primer ministro, desde Turin, cueva de revolu­
cionarios masones en guerra para destruir a la Iglesia de Roma. Ro­
sas estaba junto al Papa Pío IX, perseguido en Italia por el libera­
lismo y la masonería impía y sangrienta. También defendió a los sud­
americanos contra sus enemigos, pero no trepidó en marcar los errores
de Chile, olivia y Venezuela. Buscó integrar al Paraguay y no se
arredró ante la suma de conflictos con Brasil.
Cristo reinaba en la Confederación Argentina. En el interior, pre­
valecía el orden y la armonía, merced a la vigilancia, firmeza y jus­
ticia del Brigadier General Don Juan Manuel de Rosas, y su cons­
tante persuasión sobre los caudillos. Por esto, y mucho más que no
cabe en esta brevísima síntesis, el mensaje resultaba un voluminoso
libro verdaderamente impresionante.

San Martín profetizó el justo reconocimiento


de todo argentino a Rosas
Según el gran teólogo argentino Padre Leonardo Castellani, el
profetismo puede ser sobrenatural y natural”. “Existe”, pues, “la pro­
fe cía natural, la cual estudió con atención Santo Tomás [de Aquino];
/ . . . / . Psicológicamente parece consistir en una inmersión tan honda
de la vida del profeta en lo presente que lo habilita a proyectar las
líneas directrices a lo futuro” 7.
La profecía fue escrita con motivo del mensaje de Rosas a la
Legislatura de Buenos Aires el 27 de diciembre de 1849, que incluye
importantísimos acontecimientos eu sus 240 páginas, extensión inu­
sitada equivalente a la suma de todos los mensajes anteriores desde
1840 a 1848. L a profecía está en el último párrafo de la postrera
carta que San Martín le envió a Rosas el 6 de mayo de 1850, tres me-

7 Leonardo Castellani, Seis ensayos y tres cartas, Bs. As., 197S, págs. 120,

104 -
ses antes de morir, donde expresó que se hizo leer dos veces dicho
mensaje, ya que por sus cataratas no podía hacerlo por sí mismo.
No se trata de que agradeciera el homenaje que le rindiera Rosas en
el mensaje, porque éste lo venía haciendo todos los años, desde hacía
exactamente una década. No. Lo conmovedor es que San Martín
haya escuchado dos veces este extensísimo documento, que por ello
palpó hondamente la realidad que ya conocía, e inmerso en ésta, pro­
fetizara naturalmente lo que hoy se ha cumplido entre nosotros al
repatriarse los restos de Rosas el 30 de septiembre de 1989, concre­
tándose así lo que San Martín dictara como párrafo final de esta car­
ta, que he subrayado:
“Boulogne, 6 de mayo de 1850.
_Exmo. Gobernador y Capitán General Don Juan Manuel de Rosas.
“ Mi respetado general y amigo:
No es mi ánimo quitar a Ud. con una larga carta, el precioso tiempo
que emplea en beneficio de nuestra Patria.
El objeto de esto es la de tributar a Ud. mis más sinceros agradeci­
mientos al ver la constancia con que se empeña en honrar la memoria de
este viejo amigo, como lo acaba de verificar en su importante mensaje del
2-7 de diciembre pasado; mensaje que por segunda vez me he hecho leer,
y que como argentino me llena de verdadero orgullo, al ver la prosperidad,
la paz interior, el orden y el honor restablecidos en nuestra querida Patria;'
y todos estos progresos efectuados en medio de circunstancias tan difíciles,
en que pocos Estados se habrán hallado.
Por tantos bienes realizados, yo felicito a Ud. muy sinceramente, como
igualmente a toda la Confederación Argentina.
“Que goce Ud. de salud completa, y qu e al term inar su v id a pú b lica
se a colm ado d e l justo reconocim iento d e todo argentino, son los votos q u e
hace y hará siem pre en favor d e U d. su apasionado am igo y com patriota.

“Fdo.: José de San Martín” 8.8

8 Ibídem, Nota N9 3, pág. 143.


121
.
SAN MARTIN Y EL LIBERALISMO
C n e l . H écto r J ü a n P ic c in a l i

Este trabajo consta de varias partes: I. San Martín ante el libe­


ralismo, en Gladius N9 7; II. San Martín contra el liberalismo
en la organización de la Nación, en Gladius N ° 10; III. San Martín
contra el liberalismo en Chile, en Gladius N9 12; IV. San Martín
implantó en el Perú el mejor régimen político contrario al libera­
lismo; en Gladius N9 14; V. Los liberales contra San Martín, en
Gladius N9 16; VI. L a que aquí se expone, continuación de V.;
VII. San Martín se libró del liberalismo.

LOS LIBER A LES CONTRA SAN MARTIN (Continuación)

Los periódicos liberales de Buenos Aires en contra


del General San Martín (Continuación)

Como hemos visto en G la d iu s N9 16, mientras Rivadavia destruía


las órdenes religiosas y se apoderaba de sus bienes, desmilitarizaba el
Ejército Nacional, y demolía los Cabildos, San Martín hacía la guerra
en el Perú también para reconquistar las provincias argentinas del Alto
P erú l. Por la disolución del Ejército Auxiliador del Perú el 8 de enero
de 1820, primero, y más tarde por la muerte de Güemes (17 de junio
de 1821) —¡qué desgracia tan grande para la Patria!—, la operación
desde Jujuy sobre el Alto Perú no pudo concretarse. Pero San Martín
nunca la perdió de vista: ese fue el motivo de buscar el apoyo de
Buenos Aires apelando al Gobernador, General Martín Rodríguez, pri­
mero con la misión del General Toribio de Luzuriaga (abril de 1821).
Pero Martín Rodríguez tenía el bastón mas no mandaba, y en su men­
saje a la Legislatura del l 9 de mayo de 1822, —cuya crónica figuraba
en el Argos N9 31 del sábado 4 de mayo de 1822—, Rivadavia dijo con
todo desparpajo, ante la presencia de los nuevos enviados por San

1 Cnl. Héctor Juan Piccinali. El verdadero plan estratégico continental de


San Martín, no es el conocido, que surge de una carta apócrifa. Revista Militar
N9 176. Bs. As., enero-abril de 1987.

45 -
Martín (García del Río y Paroissien) “que Buenos Aires ya había
hecho más de lo que había podido por aquellos, y había llegado a
conquistar su independencia, siendo justo que probasen merecerla los
que reclamaban al presente su cooperación”. En su soberbia, parecía
ignorar los sacrificios que venia realizando los pueblos altoperuanos
desde 1809 por la independencia, con su sangre y su pobreza. En su
egoísmo e incompetencia, no alcanzaba a entender que San Martín,
después de reconquistar Chile y asegurar el flanco de las provincias
mas importantes del Río de la Plata, al invadir el bajo Perú, se había
colocado con la Expedición Libertadora al Perú sobre la retaguardia
del ejército realista del Alto Perú, y de esta manera el General San
Martin era el que realmente había conquistado la independencia de
Buenos Aires, y de las demás Provincias Unidas de abajo, que estaban
ahora libres del enemigo realista del Alto Perú porque éste tenía ahora
a San Martin sobre sus espaldas, no pudiendo con este peligro cierto
detrás, seguir avanzando hacia el Sud.

García del Río y Paroissien estuvieron en Buenos Aires hasta el


P? de junio de 1822, por lo que pudieron leer El Argos N ° 33 del 11
de mayo de 1822 que difundía íntegra la proclama del general realista
Olañeta, enemigo de la Patria en el Alto Perú, donde hacía acción
psicológica contra San Martin imputándole falsamente el manejo do­
loso de los supuestos caudales de Lima, de lo que el antipatriótico
Argos se hacia eco como si fuese una noticia verídica. De estos en­
viados de San Martín, se ocupó El Argos N9 39 del sábado P? de junio
de 1822, informando con el tipo de letra más chiquito posible que
salían para Inglaterra habiendo concluido su comisión acerca del Go­
bierno de la Provincia” 2

A pesar de que Rivadavia se sentía ajeno a la guerra que se li­


braba en el ámbito de las Provincias Unidas, escondiendo la cabeza
como el avestruz, San Martín preparaba, a mediados de 1822, una vasta
operación de ejércitos convergentes con la masa de las fuerzas por
Puertos Intermedios al mando del General Alvarado, combinado con
un ataque frontal del General Arenales desde el Norte sobre Jauja, y
por el Alto Perú una División de 500 a 1.000 hombres al mando del
General Bustos (Gobernador de Córdoba) o del Coronel José María
Perez de Urdinmea (Gobernador de San Juan) con el apoyo de todas
las Provincias argentinas. Para ello, San Martín envió desde Lima al
Teniente Coronel Peruano Antonio Gutiérrez de la Fuente, en mayo
de 1822, quien entrevisto a Bustos y éste lo impulsó a ir a Buenos
Aires a conseguir cincuenta mil pesos, armamento y equipo, aunque
no tema instrucciones de San Martin. Llegó a las siete de la noche
del lunes 29 de julio de 1822 3, y entonces pudo leer El Argos N9 54

2 El Argos de Buenos Aires, Edición facsimilar.


3 Academia Nacional de la Historia. El “Diario” y documentos de la m isión
sanmartmiana de Gutiérrez de la Fuente (1822). Tomo I, Bs. As., 1978.

- 46 -
del miércoles 24 de julio de 1822 y darse cuenta que todo Buenos Aires
estaba enterado de su cometido por dos cartas particulares de-Men­
doza del 3 y 4 de julio de 1822 que el periódico reprodujo, y que en el
N9 55 del sábado 27 de julio de 1822 se había atacado ra Bustos por
haber disuelto el Congreso de la Provincia de Córdoba: “ .. .se vea en
ésta un paso retrógrado disolviendo hasta el menor simulacro de li­
bertad”, comentó insidiosamente el entrometido cronista. Mal presa­
gio para que Gutiérrez de la Fuente encontrara apoyo a la expedición
que encabezaría Bustos. El recién llegado siguió atentamente El Ar­
gos, como detalla en su “Diario”, sabiendo que era el periódico oficial.
Pronto se enteraría que Rivadavia acababa de estrenar uan nueva
pieza de grueso calibre para tirar contra la Iglesia Católica y tratar
de destruirla. El domingo 28 de julio de 1982 apareció el 1 de El
Centinela”, sin indicación alguna de editor responsable, finalizando con
la referencia siguiente:
“AVISO. —Este periódico saldrá en la mañana de cada domingo, a real
cada número con pliego y medio impreso. —Se vende a toda hora en la
administración del papel sellado, plaza de la Victoria/actual plaza de NIayo,
mitad Oeste/, en la vereda de la extinguida municipalidad/el Cabildo de
Buenos Aires, destruido por Rivadavia/. Se admiten suscriptores por tres
meses y más, con la rebaja en favor de éstos de un dos por ^ciento sobre
el precio ordinario de un real por pliego y medio. —También se admite
toda clase de artículos comunicados con firma o sin ella; pero en la inte­
ligencia que se preferirán todos aquellos que traten especialmente de las
cuestiones públicas del día. / . . . / Imprenta de los expósitos.

Los redactores de este periódico fueron Ignacio Núñez, el mismo


de El Argos (que en su curriculum dice que era el primer redactor) ,
y J u an Cruz Varela, empleados en la secretaría de ^Rivadavia 4567. El pro­
pósito de estos papeles era apoyar las reformas , asi llamadas a la
manera de los protestantes herejes, destinadas a destruir a la Iglesia,
al Ejército Nacional y la economía del interior del país, emprendidos
por el masón Rivadavia, logrando sus maldecidos objetivos. Aniquilo
las órdenes religiosas de Buenos Aires, y robo sus bienes, enfrentado
por Fray Francisco de Paula Castañeda desde los periódicos que escri­
bía a pluma limpia: “María retazos”, “L a Guardia vendida <Por el cen­
tinela”, “L a traición descubierta por el oficial de día” y L a Verdad
desnuda” que aparecieron hasta que Rivadavia lo hizo desterrar al de­
sierto, a la guardia de Kakel Huincul (actual Maipú, Pcia. de Bs, As.) .
Pues bien, en ese primer número de El Centinela ya se anunció
el fracaso de la misión Gutiérrez de la Fuente encomendada por San
Martín, como se puede leer:

4 Biblioteca de Mayo. Tomo IX, V parte, p. 7935.


5 Biblioteca de Mayo. Tomo I.
6 Biblioteca de Mayo. Tomo IX, V parte, p. 7641.
7 P. Cayetano Bruno SDB. Historia de la Iglesia en la Argentana. Tomo VIII,
p. 534.

- 47 -
/< . . / E s indudable la noticia que ha publicado El Argos del Miércoles-
tenemos en el territorio de las Provincias Unidas un enviado del Gobierno
del Perú que viene particularmente encargado de mover la organización
del Alto p “rú El 1 7 ^ p ara.°.perar Potosí sobre los enemigos
el Gnrnn 1 M E1 ®nyiado comisiones, según cartas particulares, para
el Coronel Mayor Bustos, y para los Tenientes Coroneles Urdininea y Here-
dia que deben encargarse del mando del Ejército luego que Buenos Abes
largue un parque y algunos dineros. Esto último tiene grandes dificultades
en las circunstancias que esta provincia debe por su propia c o l a c i ó n
emplear los fondos públicos y los instrumentos de la guerra en afirmar al
menos la frontera del Sud, ya que no es posible hacerse lo mismo con la del
Norte para librar totalmente la campaña de las incursiones de los bárbaros
Ademas, Buenos Aires tiene al frente, en Montevideo, un enemigo que es
necesario empujar o cuando menos contener/ . . 8

Como se ve, la gacetilla develaba con singular irresponsabilidad


siendo un órgano del Gobierno, toda la operación que naturalmente
debía ser secreta, basándose en las cartas de Mendoza surgidas del
oficio que San Martin envió al Gobernador Pedro Molina y en las co­
mbinaciones que Gutiérrez de la Fuente dirigió al Gobierno de Bue­
nos Aires desde al í enviándolo o .... ___ .
„ „ i ., i c , , ., , “i “ “ i vruuuy w uz, que mciuia la cir-
feeb L n S TMa m, ^ k Provincia y un oficio a Martín Rodríguez,
d e í S ? 611 L,lma el de may ° de 1822- Grave infidencia de los
r S n t l i dC 6S? j. documentos> especialmente de Rivadavia que
deS la t ba -°S perl° dlC0S’ con el agravante que descontaba el fracaso
l lap “ 1S1° n sanmartmiana, como para que el enemigo realista del

loe oA las.Sravej falIas cometidas a sabiendas contra la seguridad de


las operaciones de_ guerra en el Perú, se agregó la llegada de un cónsul
d®í g °b ierno español peninsular, anunciada en El Argos N? 56 del miér-
3 d e aeosto ¡ í í s S ^ si§uiente edición N9 57 del sábado
d® g t de 1822> clu® el Gobierno presentó a la Junta de Represen­
tantes un proyecto que lo autorizaba: ”
l'/'„V ^ Pí a ineg0CÍar COn el enemig°> tratando con este objeto pacíficamente
5 ^ ■>» *>■“ *•»'* ¿ « “ S

En tanto, se daba largas al pedido sanmartiniano, nombrándose una


comisión, como propuso el presidente de la Junta, contradiciéndose
/ . . ./q u e el asunto que se proponía era de urgencia, y que de su breve
de , aCIert° ’ y P° r tant0 que le Pereda se nombrase una Tunta
de seis individuos para que mvestigase el caso y con su parecer la pasasen
a la representación que lo disponía.” v m pasasen

Pero el ataque principal se produjo en El Argos N? 58 del miér-


exn re^'de/ S<í-t0 ^ 18j 2' Sin encabezamiento, ni titular alguno, la
expresión displicente y despectiva de la referencia reflejaba la ani­

8 Biblioteca d e M ayo. Tom o IX , 1» p arte, p . 7934.

- 48 -
madversión del Gobierno al General San Martín en la persona de su
enviado, y del hijo del Gobernador de Córdoba, doctor Francisco Ig­
nacio Bustos:
“El enviado de Lima teniente coronel D. N . Fuentes y el de Córdoba
D. N. Bustos parece que han entrado en conferencias sobre los objetos de
su misión.”

Reproduciendo una “carta de Córdoba” sobre la expedición, volvía


contra ambos generales abultando exhorbitantemente el monto de cin­
cuenta mil pesos que se pedían, en esta forma:
“/ . . . / p e r o que acaso Buenos Aires se negará a dar los 300 mil pesos
necesarios, por ser él/Bustos/ nombrado por San Martín para general; y en
este caso no es el culpable/no Bustos, sino San Martín/ porque por su
parte ha estado pronto.”
Se infló el monto para que pareciera desmedido, aclarándose que
si se negaban era porque Bustos fue nombrado general por San Martín,
lo que implicaba el directo repudio al Libertador, una afrenta a su ca­
lidad de auténtico caudillo de la guerra por la independencia suda­
mericana, con la finalidad evidente de dificultar la magna lucha, de­
nostarlo e intentar desprestigiarlo. Enseguida emprendía el vilipendio
del General Bustos con groseras ironías y medias verdades para desai­
rarlo desvergonzadamente. El artículo era de tan baja ralea que el
Teniente Coronel Gutiérrez de la Fuente anotó en su Diario:
“/ . . . / q u e su expresión, insultante y cálculos extravagantes que formaban
me incomodaron bastante. Se me renovó el dolor de estómago con la
indisposición que experimenté.”

San Martín se imaginó la negativa del Gobierno de Buenos Aires,


conociendo a las personas que lo integraban* y por eso no indicó a su
enviado ir hasta allí. Pero como requirió de esta Provincia por oficios
algún dinero y armamento, Bustos impulsó al peruano a buscar ese
apoyo personalmente en la antigua Capital, ya que el Gobierno pro­
vincial usufructuaba la Aduana Nacional.
El ataque de El Argos N9 58 fue tan virulento que el doctor Bus­
tos, delegado del General, su padre, presentó una nota al Gobernador
de Buenos Aires, el 10 de agosto de 1822, sabiendo que el periódico era
suyo, haciendo referencia de las palabras
“/ . . . / m á s ofensivas, e insultos los más groseros directamente contra el
señor Gobernador de Córdoba, e indirectamente contra Su Excelencia el
Protector del Perú.”
Ese mismo sábado 10 de agosto de 1822, El Argos N ° 59, restaba
importancia al asunto y se remitiía al “Diario de Sesiones de la Junta
de Representantes” que empezó a aparecer. Pero al día siguiente do­
mingo salió El Centinela NT<? 3 con un comentario antipatriótico sobre
las Provincias del Alto Perú, escribiendo con egoísmo que su recon­
quista ha sido a pura pérdida del resto de las Provincias Unidas, en
especial financieramente, olvidando que la plata venía del Potosí, omi­
sión deliberada para crear un clima desfavorablé a la gestión de Gu­

— 49 —
tiérrez de la Fuente. Entre las “Noticias” insertaba el parte del ene­
migo realista:
“Existe en Buenos Aires el detallado por el general español D. José Oan-
terac al virrey La Sema de las ventajas que reportó su ejército sobre el de
Lima en la ciudad de lea la noche del 7 de abril de este año; y aún cuando
no ha llegado a nuestras manos, sabemos con seguridad que el enemigo
da como ventaja de esta acción 1.000 prisioneros, 100 heridos, 50 oficiales,
2 banderas, 4 piezas de artillería, 2.000 fusiles, y la imprenta de la división
de Lima. Se nos refiere que este parte tiene la singular ocurrencia de
afirmar que este suceso ‘h a fijad o la suerte d e l Perú’ en favor de España.”
Esta derrota, que San Martín citó en su oficio al Gobernador Mar­
tín Rodríguez9, nada decidió en el plano estratégico, pero impulsó la
operación sobre Puertos Intermedios para la que San Martín requería
la división argentina que promovía Gutiérrez de la Fuente, ya que
estaba en juego la libertad de las provincias hermanas del Alto Perú,
El parte del enemigo fue citado ese domingo 11 de agosto de 1822,
con insidia tendiente a negar el apoyo que San Martín pedía. Para
mayor confusión, la crónica unía este pedido para hacer la guerra a
los realistas sin explicarlo, junto con el proyecto de Rivadavia para
hacer la paz en el Perú, como se puede ver:
“ C uerpo L egislativo
En la sesión del dos del presente agosto se leyó en la Sala de Re­
presentantes el siguiente proyecto de ley pasado por la autoridad ejecutiva
con dos notas oficiales, una del Exmo. Sr. Protector del Perú, y otra del
Sr. Gobernador de Córdoba.

Queda autorizado el gobierno para negociar la cesación de la guerra
del Perú, poniéndose previamente de acuerdo con los pueblos de la antigua
unión, y con los Estados de Chile y Lima.
29
Queda autorizado el gobierno para adoptar todas las medidas pacíficas
que juzgue conducentes a restablecer la tranquilidad y el orden en los
pueblos de la antigua unión, que se hallen agitados por disenciones civiles.
39
Se habilita al gobierno para gastar en estos objetos hasta la cantidad
de 30.000 por ahora.”

Comprobamos con repugnancia la diabólica jugada de Rivadavia


en contra de San Martín y de la independencia sudamericana, porque
el proyecto no se refería a ésta sino que salía al cruce de la guerra
que se libraba sin importarle la suerte de las provincias hermanas del
Alto y el bajo Perú, intentando traidoramente torcer la consecución
de los altos objetivos políticos de emancipación por los que se luchaba,
para mezquinar miserablemente medios que le sobraban y procurar
entorpecer la cooperación de las otras provincias, neutralizando el
proyecto de San Martín.

9 Archivo General de la Nación. VII-1-6-2.

- 50 -
Dicho sea de paso, en ese mismo número de El Centinela se hacía
referencia a la llamada “reforma eclesiástica” que se iba a presentar a
la Junta de Representantes, cuando ya Rivadavia y su grupo de após­
tatas se habían incautado (el 1° de julio de 1822) de los hospitales de
Santa Catalina y de La Residencia10 y de los bienes de la Virgen de
Lujan, y se inventariaron todas las propiedades de las órdenes religiosas
prohibiendo su venta, en preparación del robo sacrilego e ilegal. Este
hecho inaudito en contra de la Iglesia Católica marcaba el comienzo
de la tiranía de los liberales bajo las directivas de los protestantes in­
gleses, para descatolizar la Nación Argentina. Cuánta razón tenía Fray
Castañeda cuando escribía irónicamente que “la guardia había sido
vendida por el centinela” traidor que dejaba pasar al enemigo.
Con respecto a la misión Gutiérrez de la Fuente, E l Argos N,? 61
del sábado 17 de agosto de 1822, consignó solamente que el 14 de
este mes:
“se tomó en consideración las notas del General San Martín y del Coronel
(sic) Bustos, con el proyecto que a consecuencia presentó el Gobierno;
y después de una detenida discusión quedó pendiente para la próxima
sesión.”
De este modo silenció el insensato ex-abrupto del ministro de Ha­
cienda Manuel José García —el mismo traidor delegado en la Corte de
Río de Janeiro desde 1815 donde impulsó la invasión portuguesa de la
Banda Oriental y las Misiones— que dijo “que era útil que permenecie-
sen los enemigos en el Perú”, lo que provocó una sensación de estupor
por la Sala, “mucho más —escribió de la Fuente— cuando deseó per­
suadir que él cortaría la guerra con pasos políticos mejor que la gue­
rra”. En esta postura lo acompañó el sacerdote apóstata Julián Segun­
do de Agüero y el canónigo cómplice José Valentín Gómez, en tanto
el Doctor Esteban Agustín Gascón expuso brillantemente en dos opor­
tunidades
“y los destruyó con razones incontestables, manifestando que la extrava­
gancia de asegurar que recibía ventajas el país con la existencia de los ene­
migos en el Perú, acaso no había ciudadano que no la conociese, pues sólo
imaginariamente y por los esfuerzos de una rivalidad hacia el General San
Martín, se podía proferir y asentar tal principio y que se escandalizaba de
oí r l o / . , ./volviendo a pedir la palabra descifró brillantemente la Justicia,
necesidad y utilidad que resultaba de admitir todo lo que pedía y solicitaba
el General San Martín. Agüero quiso esforzarse/en contra, se entiende/y
luego tomó la expresión el doctor Juan José/Paso, quien hizo sensible a la
Sala: que supuesto que se ponían tantas imposibilidades para formar la
expedición que pedía el General San Martín, era también inútil que se
hiciesen gastos para pacificaciones políticas.” U
La sesión se suspendió. El domingo 18 de agosto de 1822 apareció
El Centinela NT<? 14 apoyando la llamada “reforma militar” destinada a
desmilitarizar a los oficiales del Ejército Nacional, de la que me ocupo

W Guillermo Gallardo. L a política religiosa de Rivadavia. Bs. As., 1962, p. 79.


11 Ibídem nota N9 3 precedente, p. 209.

51 -
extensamente en otro trabajo n , que era una muestra del pacifismo
suicida del Gobierno de Rivadavia cuando la Patria estaba en peligro
de guerra con los realistas que ocupaban cinco provincias en el Norte
de la Unión, y los portugueses que se habían apoderado de la Provincia
Oriental y las Misiones. Las insensateces que se exponían procuraban
que en Buenos Aires se perdiera la vocación de grandeza y de heroís­
mo. Por este libelo, las autoridades lanzaban increíbles expresiones
blasfemas contra Dios e insultos directos al Papa. Este desastroso pe­
riódico, terminaba por anunciar que en la sesión del 16 de agosto de
1822 la Sala de Representantes aprobó el “proyecto de paz” con el
enemigo, es decir, se había traicionado al Ejército patriota que se
batía en el Perú y que pedía ser apoyado. Habían renegado de Dios
y de la Patria que es, comoafirmó Jordán Bruno Genta 121314, lo más
próximo al hombre verdadero después de Dios.
El vergonzoso engendro también se refirió a los agravios de El
Argos contra los Generales San Martín y Bustos:
Sabemos por notoriedad, que el enviado del gobierno de Córdoba,
secretario del mismo, D. Francisco Ignacio Bustos, se ha quejado formal­
mente a la autoridad ejecutiva contra el N? 58 del Argos que la Sociedad
Literaria publica semanalmente. También es general la noticia de que
por el Ministerio deRelaciones Exteriores/a cargo de Rivadavia/se le ha
contestado de oficio que la autoridad sin embargo de sentir altamente la
ofensa que aquel periódico ha inferido al Gobierno de Córdoba, las leyes
existentes y generalmente reconocidas por todos los pueblos, le prohíben
dar entrada a semejante acusación ni a ninguna otra que diga relación a
violar la libertad de imprenta.”

Esto era simplemente darle carácter sagrado a los que escriben


en un periódico, era la idolatría de la libertad, típica del liberalismo
que hace de ella un fin absoluto, un endiosamiento prohibido por Dios.
Es obvio que la prensa no puede tener el carácter sagrado que se pre­
tendía arrogarle. En cambio, escribió el Padre Castellani:
“Tienen una misión sagrada todos cuantos enseñen, aunque sólo enseñen
verdades d e hecho (información) y ella es la impartición de la Verdad;
y en el momento que han renunciado a la verdad, han prostituido esa mi­
sión; se han convertido en cosas no ya inoperantes como pretendían sino
adulteradas o sea inmorales, y de una inmoralidad invisible y gravísima. Sin
una cosa prostituida, abierta al soborno, y a la traición y a toda infamia.”
El mentado Ministro de Relaciones Exteriores, Rivadavia, no acep­
taba intervenir porque él mismo, como superior de los redactores, era
el instigador de los agravios, procediendo hipócritamente, ya que por
esos días regresaba de casi un año de destierro en Kakel Huincul ( ac­
tual M aipú), guardia avanzada en el desierto, el Padre Fray Francisco
de Paula Castañeda, perseguido por el déspota liberal, por escribir de­
fendiendo a la Iglesia Católica en los periódicos que he citado m ás

12 Cnl. Héctor Juan Piccinali San Martín ante la desmilitarización del Ejér­
cito Nacional por Rivadavia. Bs. As., 1986.
13 Jordán Bruno Genta. Guerra contrarrevolucionaria. Bs. As., 1977, p. 23.
14 P. Leonardo Castellani. Decíamos ayer. . . Bs. As., 1968, pp. 64, 65.

- 52 -
arriba. Precisamente el lunes 9 de septiembre de 1822, en el N° 1 de
la hoja que tituló “La Guardia vendida por el Centinela y la traición
descubierta por el Oficial de día”, con el subtítulo: “ ¡Auxilio! ¡Auxilio!
¡Auxilio! La Patria está en peligro”, el Padre Francisco Castañeda lan­
zó su anatema: “ ¡Maldito sea El Centinela! ¡Dios me perdone! Este
Centinela. . . será algún demonio/ — / ” Así siguió el cabal sacerdote
su combate periodístico, hasta que el 25 de octubre de 1822 fue nueva­
mente detenido y enviado a Kakel Huincul. Recordamos lo escrito al
respecto por el Padre Castellani:
. . / L a segunda falsía de hecho que se trae la taimada libertad d e pren sa
es la tan conocida que anda en coplas (“ La libertad de prensa^— proclamo
en alta voz — y muera quien no prensa — igual que prenso yo” ) y consiste
en que esa libertad, como un crique, se mueve cierto en una dirección
hasta por demás, pero no en la dirección contraria, o sea que es una libertad
dirigida y monopolizada —despareja hasta frisar lo inicuo / . . . / 151 6
Era, como hemos visto, el libertinaje de escribir y publicar men­
tiras, tal como lo describe el Padre Castellani en su largo estudio:
“/ . . . / deben concluir que es imposible seguir permitiendo en nombre de
cualquier libertad, la mentira, la calumnia, la venalidad y la propaganda
sofística a todo ente que posea una rotativa o bobinas, vengan de donde
vengan. Un gobierno se suicida si eso cree, porque se pone al margen de
la moral y aún paladinamente en contra de ella.” 16
Esto era lo que precisamente se hacía en la época en que reinaba
Rivadavia que ejerció la tiranía con el pretexto de la libertad, un ardid
de guerra que aprendió con los ingleses, inventores del liberalismo
como elemento de dominación solapada y penetración protestantizante.
El jueves 22 de agosto de 1822, bien temprano, el Teniente Coronel
Gutiérrez de la Fuente estaba leyendo El Argos N ° 62 del día anterior
—según escribió en su Diario— sobre el reclamo del Doctor Bustos por
el agravio contra su padre y el General San Martín del ya citado mas
arriba Argos N ° 68, diciendo ahora que el Gobierno “le ha dado res­
puesta en que se conciliaba la sensibilidad con el respeto que se debe
a las leyes del país” y que podía exponer “sin reserva su opinión y la
general del público” que atribuían la actitud del Doctor Bustos a su
desconocimiento de la libertad de prensa que existía en Buenos Aires.
Sobre esto cabe señalar con el Padre Castellani en su clarificador
estudio filosófico en que ya antes me he apoyado:
“Opinión es una afirmación no cierta, basada en argumentos válidos mas
no evidentes, opuestos a otros argumentos también válidos. / . . . / Opinión
no es cualquier afirmación lanzada al abe porque sí, por charlatanismo o
temeridad de botarate: eso es macaneo. No confundamos, pues, el derecho
de opinar y el derecho de macanear, que es lo que hizo el liberalismo. / .. . /
Quede, pues, solemnemente fijo que la libertad d e expresar su s opiniones
en el sentido sacro que el liberal dio a esta forma no existe. / . . . / En suma,
se monta y arma un grande y completo aparato de hacer opinar a la gente

15 Ibídem nota N ° 14 precedente, p. 67.


16 Ibídem nota N9 14 precedente, p. 77.

— 53 —
en este sentido y no estotro y ¡a eso se llamada libertad de opinión! Ese
aparato responde a un pilotaje invisible y está fuera de todo control n a A n d
político o no político. Maquina de rellenar mates, la han llamado los
franceses, y es máquina digna de consideración atenta.” VI

, este sentido, reparemos que para unas doscientas personas que


leían periódicos, Rivadavia tenia ya tres, y pronto, como veremos, dis­
pondría aún de dos más. La gente se va asimilando a lo que le presen­
tan, aunque sean mentiras: Mentid, que algo queda”, dijo el blasfemo
Voltaire. ^ 1

mismo ejemplar de El Argos se podía leer que se había apro­


bado la contratación de un empréstito en Inglaterra por 3 a 5 millones
de pesos. Era el principio de la maniobra que terminó en el escándalo
financiero más grande del siglo xrx: el llamado empréstito Baring Bro­
thers por un millón de libras de esterlinas (cinco millones de pesos
argentinos), donde el grupo de Rivadavia se embolsó de coima Í60.000
libras (800.000 pesos), y se estafó a la Nación que nunca recibió un
centavo, pero tuvo que pagarlo con intereses, logrando saldarlo recién
80 años más tarde 1718.
El liberalismo es pecado 19201que clama al Cielo, y para probarlo en
nuestro caso basta expresar la larga lista de los crímenes que esta ideo-
,§la P®rversa Perpetro en la Argentina. “Por sus frutos los conoce­
réis , dijo Nuestro Señor Jesucristo. De la larga lista que detalló el
Padre Castellani, son imputables a la época rivadaviana:
] í eTaíísmo ^“ tiló a la Nación de su territorio nacional histórico.
<< í “ keralismo empequeñeció a la Iglesia en la Argentina.
^El liberalismo nos enfeudó al extranjero.
El liberalismo rompió la concordia y creó la división espiritual de los
argentinos. ’ 20

Gutiérrez de la Fuente le urgía salir de Buenos Aires cuanto


antes, donde nada había conseguido, para volver a Córdoba a continuar
su demorada gestión, pero Rivadavia no le entregaba el pasaporte, por
lo que el 22 de agosto de 1822 fue a verlo, y le dijo: “ya sé que en
nada se accede a lo que pide Su Excelencia el Protector”. Rivadavia
le contestó con una mentira descarada, intentando justificar su manio­
bra obstruccionista de la urgente misión que cumplía el enviado de
San Martín:
“Señor, en mí no consiste su demora y conozco la justicia con que exige
Ud. su pronta marcha, lo cual lo llena a Ud. de honor, pero ya he dicho
ayer en mi oficio, que no desperdiciaré un solo momento para participarle
resolución del Gobierno, que aún está pensando el cómo servir
a Ud. 21

17 Ibídem nota N9 14 precedente, pp. 66 a 71.


, ^ t>nl. Héctor Juan Piccinali. Las Malvinas y la influencia británica a través
de la historia argentina. Bs. As., 1983.
79 Félix Sardá y Salvany. El liberalismo es pecado. Bs As., 1977
20 Ibídem nota N<? 14 precedente, p. 73.
21 Ibídem nota N ? 3 precedente, pp. 212, 213.

-5 4
El Teniente Coronel peruano aún creyó que Rivadavia era un
hombre de honor como él. Al día siguiente escribió en su Diario:
“23. Amanecí bien malo con el resfriado y algo descompuesto del estómago,
pues no me recibió bien el temperamento de este país. Casi siempre estoy
incómodo y mucho más con la demora que no sabia a que atribuirla. 22
Este día, 23 de agosto de 1822, estalló un motín en Buenos Aires
que fue sofocado, al parecer acaudillado por Gregorio Tagle, oficiales
y milicianos, en defensa de la Religión Católica, contra el traidor tra­
tado con España y por no auxiliar al General San Martín. D e la Fuen­
te asistió a la Sala de Representantes y anoto en su Diario.
“ / . . . / T o d o esto lo habló Rivadavia/el complot/parado;>en la tribuna,
echando espuma por la boca y del modo más acalorado. 22324
Al día siguiente, sábado, apareció El Argos N9 63, refiriendo que
en una carta de Mendoza se reproducía todo el plan que San Martin
iba a aplicar en las operaciones militares a desarrollarse en el Perú,
tal como San Martín le escribió en oficio al Gobernador Martin Ro­
dríguez. Como en El Centinela N9 1 ya citado, se volvía a vulnerar,
en forma flagrante, el secreto militar. Con el domingo 25 de agosto de
1822 lamentablemente volvió El Centinela N9 5 con lo que ^llamaba
"‘reforma eclesiástica” : cierre de las casas de las órdenes religiosas por
orden del Gobierno; con el proyecto del empréstito coimero y estafa­
dor; con un cuento blasfemo sobre el Papa, y el frustrado motm.
El lunes 26 de agosto de 1822, el Teniente Coronel Gutiérrez de
la Fuente, aún sin pasaporte, por fin descubrió la artera treta de Riva­
davia para demorar y si era posible frustrar el proyecto de San Martin,
escribiendo en su Diario:
“2S. Convencido que el Gobierno me quería embromar con algún fin par­
ticular, me resolví verlo personalmente al señor Rodríguez/el Gobernador
que gobernaba poco y que le dijo:/llamare al ministro para que hoy mismo
y entre mañana se le despache a Ud. sin otra d e m o ra /.^ . / En este día
salió un papel nuevo D oñ a M aría R e tazo s/d e l Padre Castañeda/, que hizo
mucho ruido y se leía en corrillos por las calles.” 24
Sin embargo, recién el 29 de agosto de 1822 recibió el pasaporte
pasado el mediodía, y de la Fuente pudo irse el l 9 de septiembre. Asi
se pudo librar de leer en El Centinela N9 7 del domingo 8 de septiem­
bre de 1822, transcripciones de los tres primeros números de E l Patriota
de Montevideo que reproducía en el N9 1 parte de El Argos N9 58,
donde, como se ha visto, se lanzó el ataque principal contra el General
San Martín, repitiendo lo que allí se escribió: “que tal v ez Buenos A ires
se n egará a auxiliar a Bustos por ser éste nom brado por el G eneral San
M artín ”. Creo que la ingenuidad culpable del Teniente Coronel Gu­
tiérrez de la Fuente al aceptar ser demorado durante más de un mes

22 Ibídem nota N9 3 precedente, p. 213.


23 Ibídem nota N9 3 precedente, p. 213.
24 Ibídem nota N? 3 precedente, p. 216.

- 55 -
por el taimado Rivadavia, a pesar de la urgentísima misión que llevaba,
bien mereció el despreciativo recuerdo que en este número le dedicó’
El CentinelaN 9 7: El día primero de este mes salió en retirada el
enviado del Perú .
El Centinela N9 8 del 15 de septiembre de 1822 seguía lanzando
mentiras contra la Iglesia Católica, acusando a sus miembros de fana-
ismo (que es la idolatría de una secta, por lo que nunca deberá lla­
marse asi el fervor religioso o devoción dentro de la Iglesia fundada
por el mismo Jesucristo), disparates sobre el origen de los monjes, etc.
También proseguía su campaña contra el General San Martín sobre
Í w un-!?S ,caf as ,de Cblle sobre un papel extraordinario; “que está
. ,U1 ,° e P an bal° cual el General San Martín requería la coope­
ración de mil hombres por parte de estas provincias. / ..., / Estos he­
chos nos relevan de la necesidad de justificar el decreto de paz pasado
por la Sala de Representantes".
Con un artículo a favor de Inglaterra y en contra de Felipe II El
Centinela N9 10 del domingo £9 de septiembre de 1822, proseguía
mostrando su anglofilia e hispanofobia, propias del protestantismo y
contrarias a la tradición argentina. Anunciaba la reunión del Congreso
Constituyente del Perú, criticando que se hubieran excluido las pro­
vincias del Alto Perú. Como se sabe, éstas siempre integraron las Pro­
vincias Unidas ael Río de la Plata, herederas del Virreinato del mismo
nombre: no era solo ignorancia, sino desprecio por los compatriotas del
interior, a los que los argentinos patriotas debemos amor de hermanos.
Este periódico anti-argentino, continuó atacando a la Iglesia Cató­
lica con calumnias sobre “el despotismo clerical”, insertaba detalle de
la ley apostata que se preparaba, mientras el Gobierno continuaba in­
cautándose de todas sus pertenencias y despotricaba contra los monjes
También volyio contra San Martín El Centinela N9 13 del domingo 20
A? ” ?tuj?re. de 1822’ Pa <lue al mencionar el regreso “del señor San
Martin de la entrevista con Bolívar”, y con el sistema mañoso que usa­
ban, agrego: u
r í ™ Caf PartíCUÍar “ Uy reciente de ChiIe dice lú e ya había temores
e q u e el congreso no se reuniese en Lima, y que tras de esto se seguirían
bf taií® fueí t6S para sofocar Ias aspiraciones populares
que se habían desplegado en la ausencia del Sr. Protector.”
Ya hemos visto más arriba que el gobierno de Rivadavia dijo que
la libertad de imprenta estaba por encima de todo, aún sobre sus pro­
pias facultades, cuando se trató de defender El Argos N9 58 que él
regenteaba con sus secretarios, por haber agraviado a los Generales San
Martin y Bustos. La falsía de Rivadavia se hizo patente a través de
,2 S números dominicales 14, 15 y 16 de El Centinela que, bajo el título
Jmcios de imprenta , registró la persecución al Padre Fray Francisco
de Paula Castañeda por sus escritos en “La Guardia vendida por el
Centinela y en La Verdad desnuda”. Cabe recordar al respecto las
lucidas reflexiones del Padre Castellani, en el estudio al que ya hemos
hecho referencia: .

56-
“ Mucho antes que los señores liberales del sigo XIX, cabezas entera­
mente humosas, hubiesen inventado sus fórmulas ambiguas de libertad de
opinar y de libertad de prensa y de esto y lo más allá, existía en muestra
raza una fórmula mucho más recortada, breve y limpia de. _la. libertad
española y cristiana, que decía simplemente: ¡L e y p areja! Todavía se la
oye sonar en la criollidad con la fuerza de un taco y la ley de una onza
de oro. Esa es la fórmula católica, qué con fina filosofía ni siquiera dice
¡leu igual!, porque sabe que no hay ley igual en el mundo este de cosas
desiguales, sino ley proporcion ada, puesto que un varón y una mujer, por
ejemplo, no son ni deben ser iguales pero por eso mismo son ambos hijos
de Dios, hermanos de Cristo y cuando se eligen bien forman una pare¡a.
Lo que le pasó al Padre Castañeda frente al soberbio Rivadavia,
fue considerado por Chesterton que decía que la libertad moderna
consiste en que le puedes decir perro a Dios, pero guárdate bien de
llamarlo p e n o al Comisario” ^
El N? 16 de El Centinela del domingo 10 de noviembre de 1822,
incluía un poema kilométrico “Sobre la libertad de la prensa que
firmó El Centinela y que Don Marcelino Menéndez y Pelayo atribuyo
a Tuan Cruz Varela, imitador del poeta español Manuel J. de Quintana,
“a quién el áutor va siguiendo paso a paso —escribió Menéndez y Pelayo
siendo el escollo inevitable de esta poesía el caer en estilo de preámbulo
de ley o de artículo de fondo, y si el gran Quintana no acertó siempre
a salvarse de la plaga de los lugares comunes filosóficos y humanitarios,
calcúlese lo que habrá acontecido a sus imitadores.. . 2 7
Era en realidad un hipócrita artículo de fondo del secretario de
Rivadavia para disimular malamente la torpe persecución del Padre
Castañeda, con que se intentaba precozmente silenciar a la única voz
que se unió a la del Padre Fray Cayetano Rodríguez que poco después
falleció, no sin dejar varios números de “El Oficial de día .
D e im proviso llegó la in esperad a noticia bom ba de la renuncia de
San M artín como Protector d el Perú, quien habiendo instalado el Con­
greso soberano, dejó el territorio por m ar hacia V alparaíso. La. edición
mensual de la revista L a Abeja Argentina N ° 8 da la noticia el viernes
15 de noviembre de 1822, en forma breve y correcta. Al día siguiente,
sábado 16, El Argos N9 87, consignó:
“Perú. Lima. 20 de septiembre. Los siguientes dociunentos pertenecen
a la posteridad y aunque han sido ya impresos, los editores de El Argos
no pueden menos que darle una lugar, en sus páginas.
“ Proclam a d el G en eral San M artín.
Presencié la declaración de la independencia de los Estados de Chile
y el Perú- existe en mi poder el estandarte que trajo Pizarro para esclavizar
al Imperio de los Incas, y he dejado de ser hombre público; he aquí re­
compensados con usura diez años de revolución y guerra.
Mis promesas para con los pueblos, en que he hecho la guerra, están
cumplidas: hacer su independencia y dejar a su voluntad la elección de
sus gobiernos.275*

25 Ibídem nota N9 14 precedente, p. 68.


25 Ibídem nota N9 14 precedente, p. 68. . _
27 Biblioteca de Mayo.. Tomo XVII, 2» parte, p. 15654.

— 57 —
L a presencia de un militar afortunado (por más desprendimiento que
tenga) es temible a los Estados que de nuevo se constituyen; por otra
parte: ya estoy aburrido de oír decir que quiero hacerme soberano. Sin
embargo, siempre estaré pronto a hacer el último sacrificio por la libertad
del país, pero en clase de simple particular y no m ás.
En cuanto a mi conducta pública, mis compatriotas (como en lo
general de las cosas) dividirán sus opiniones: los hijos de éstos darán el
verdadero fallo.
Peruanos: os dejo establecida la representación nacional, si depositáis
devorar ^ confianza’ cantad el triunfo: si no, la anarquía os va a

r ,. . ac,erto presida a vuestros destinos, y que éstos os colmen de


leliqidad y paz.
Pueblo Libre y septiembre 20 de 1822 .” 28
A continuación El Argos transcribió los oficios del Congreso Cons-
ütuyente del Perú, nombrando a San Martín “generalísimo de las a rm a ;
del.Perú y por otro, comunicándole:
Excelentísimo Señor. — El Soberano Congreso, considerando que la primera
obligación de un pueblo libre es la gratitud y reconocimiento de los autores
de su existencia política y de su felicidad; y convencido que al fuerte brazo
de Vuestra Excelencia debe la tierra del Sol este incomparable bien: ha
decretado una acción de gracias a Vuestra Excelencia, cuyo testimonio de­
berá elevarle una comisión de su seno./ . . . / Dios guarde a V.E. muchos
anos. Sala del Congreso, Lima, septiembre 20 de 1822.” 29
También se incluyo el oficio de San Martín al Congreso del Perú
agradeciéndole el nombramiento de generalísim o, pero aceptando sólo
el titulo, y ofreciéndose a defender su libertad como un ciudadano.
No se hizo ningún comentario directo al Libertador, pero los ama-
nuenses de Rivadavia no pudieron dejar de hacer una referencia sola­
pada e insidiosa contra San Martín, aunque bastante estúpida como se
vera, aprovechando la crónica de la obra “El buen gobernador” que
se dio en el Teatro de Comedios en esos días, escribiendo esto: “El
titulo probablemente habrá inducido a la compañía a damos esta co-
media (si asi se puede llamar) que en la función de San Martín le
parecería venir al caso; no la presenció sin embargo ‘el buen gober­
nador . Dada la noticia mayor en este número de El Argos, se intentó
con ninguna gracia llamar “la función de San Martín” a su renuncia­
miento, y a Martín Rodríguez, el buen gobernador, quien no fue al
teatro. ^
Al día siguiente, domingo 17 de noviembre de 1822 salió El Cen­
tinela N • 17, reproduciendo en primera página la proclama transcripta
mas arriba bajo una alegoría guerrera, a la que siguió un comentario
para restarle méritos a las virtudes humanas de San Martín y Bolívar
con el necio argumento de que son el resultado de un seudo dogma
abstracto; ° 23

23 Ibídem nota N9 27 precedente, p. 15651.


29 íd. anterior.

- 58 -
‘‘/ . . • / P o r más que reconozcamos como reconocemos en estos dos guerre­
ros, ios más dichosos en la revolución del mundo nuevo, calidades, senti­
mientos y propensiones sumamente honrosas, no nos es lícito concederles
el mérito de deberse a ellas estos dos rasgos tan raros como sublimes: ellos
no pueden ser ya propiamente sino un triunfo de la U BE TA D POSITIVA.
Fijado este principio, que es para nosotros como un dogma, no debemos
entrar a balancear el valor o el mérito relativo.
Ahí está el dogma liberal, el pensamiento irracional y corrompido
por la idolatría de la libertad, el becerro de oro que los liberales colo­
caban como valor absoluto, en lugar de Dios, que es precisamente la
causa eficiente de las virtudes humanas, como explico Santo lomas de
Aquino 30.
Antes de proseguir exponiendo los ataques que los periódicos libe­
rales de Buenos Aires, regenteados por Rivadavia, lanzaron contra San
Martín, demostrando su pertinaz ensañamiento, creo conveniente refe­
rirme a las causas íntimas de su renunciamiento del 20 de septiembie
de 1822 y a las vicisitudes de su estadía en Chile, hasta que se pub í-
caron en Buenos Aires las noticias sobre aquel trascendental aconteci­
miento, entre los día 15 a 18 de noviembre de 1822, como hemos visto
precedentemente.

Causas íntimas del renunciamiento de San Martín en el Perú;


regreso y estadía en Chile.
San Martín se embarcó el 14 de julio de 1822 para navegar hasta
Guayaquil y conferenciar allí con el General Simón Bolívar, tal como
lo escribió ese día al General O’Higgins:
“ Mi amigo y compañero: En este momento me voy a embarcar para tener
una entrevista con el General Bolívar, a tratar de la terminación ^de la
campaña. L as ocurrencias de ésta se las dirá nuestro Cruz/se refiere al
General chileno Luis de la Cruz/.” 31
En cuanto llegó se enteró que Bolívar se había apoderado por la
fuerza de Guayaquil y, en consecuencia, la entrevista fue muy breve:
dos conferencias a solas, la primera de una hora y media el día de su
llegada a Guayaquil (26 de julio de 1822), y la segunda al día siguien-
te, de cuatro horas, banquete y baile; en total, menos de cuarenta
horas32.
En la goleta Macedonia navegó rumbo al Callao, arribando el 20
de agosto de 1822, con las novedades que relató en carta a O’Higgins:

30 RP. Raphael Sineux, OP. Compendio de la Suma Teológica de Santo To-


más de Aquino, Primera parte. México, 1976, p. 214.
31 Archivo de Don Bernardo O’Higgins. Tomo VIII, Sgo. de Chile, 1951,
Doc. 139. , , „ x, ,
32 José Pacífico Otero. Historia del Libertador Don José de San Martin.
Tomo 6, pp. 194 a 196.

- 59 -
“Lima, 25 de agosto de 1822.
“ Señor do n Bernardo O’H iggins.
“ Com pañero y am igo: A m i regreso d e G u ay aq uil m e h a entregado nues­
tro C ruz su s apreciab les d e 4, 9 y 11 d e julio y 3 d e agosto. M ucho he
celebrado h aya salido U d. felizm ente d e su congreso, así como se com ­
p on ga todo él d e hom bres honrados.
“A mi llegad a a ésta m e encontré con la rem oción d e M onteagudo. Su
carácter lo h a precipitado. Yo lo hubiera se p arad o p a r a u n a legación, pero
Torre T ag le m e su p licó carias veces lo d e jase p o r no h aber quién lo
reem plazase. T o do se h a tran quilizado con m i llegada.
“ V a a llegar la ép oca por qu e tanto h e suspirado. E l 1 5 o 16 d e l entrante
voy a instalar el congreso. E l siguiente d ía m e em b arcaré p a r a go zar d e
la tran quilidad qu e tanto necesito; e s regular p a se a Buen os A ires a ver
a m i ch iquilla; si m e dejan vivir en el cam po con quietud, perm aneceré,
si no m e m archaré a la B a n d a Oriental.
“ S e ha reforzado el E jército con cu atro batallon es y tres escuadrones. T res
d e los prim eros son d e C olom bia: el total d e l E jército se com pone en
e l d ía d e m ás d e on ce m il veteranos.
“ E l éxito d e la cam pañ a, q u e a l m ando d e R udecindo y A renales se va
a em prender, no d e ja la m enor d u d a d e su éxito. U d. m e reconvendrá por
no concluir la ob ra em pezad a; U d. tiene m uch a razón, pero m ás ten go yo,
créam e, am igo m ío, y a estoy cansando d e qu e m e llam en tirano, qu e en
to d as p artes quiero ser rey, em perador y h asta dem onio; p or otra parte,
m i salu d está m uy deteriorada, el tem peram ento d e este p aís m e lleva a
la tu m b a; en fin, m i juventud fu e sacrificad a a l servicio d e los españoles,
m i ed a d m edia a l d e m i patria, creo q u e tengo derecho d e dispon er d e
m i vejez.
“ L a expedición a Interm edios sald rá d e l 12 a l 1 5 fu erte d e 4 .3 0 0 hom bres
escogidos. A renales d e b e am en azar d e frente a los d e la sierra p ara qu e
R udecindo no se a atacad o por to d as la s fu e rzas q u e ellos podrán reunir.
L a división d e L an za, fuerte d e 9 0 0 hom bres arm ados, d e b e cooperar a
este movim iento gen eral; es im posible tener un m al suceso . / . . . / 33

Como hemos leído en su Proclama, oficios del Congreso Constitu­


yente, y contestación de San Martín a éste, transcriptos más arriba, el
20 de septiembre de 1822, el Protector del Perú cesó como tal y entregó
el mando al Congreso, retirándose con el General Tomás Guido, su
íntimo amigo, a la quinta La Magdalena, situada en los suburbios de
Lima. A las 9 de la noche, sorprendió a Guido con la noticia de que
unas horas más tarde se embarcaría en Ancón para Valparaíso (Chile).
Sobre este hecho imborrable de su vida, Guido escribió un testimonio
único donde relata la conversación con San Martín en esos cruciales
momentos en que éste develó, en la mayor intimidad, las causas, su
pensamiento y los sentimientos que lo llevaron a adoptar una decisión
de gran importancia para la independencia de Sudamérica y para su
vida. He aquí lo principal:
/ . .. /Por fin, termine mi caluroso desahogo, pidiéndole encarecidamente
desistiese de un viaje tan funesto, y recordándole que el Ejército Argentino
y Chileno conducido por él al Perú bajo augurios felices, realizados hasta
entonces conforme a nuestras esperanzas, había venido firmemente de­
cidido a libertar al Perú del yugo colonial, y que esta noble misión quedaría

33 Ibidem nota N9 31 precedente, Documento 140.


incompleta, si en vez de organizar la república la abandonaba delante de
sus enemigos armados.
“ —T o do eso lo he m editado con detenim iento, repuso é l General, visible­
m ente conm ovido, —n o desconozco ni los intereses d e A m érica, ni m is
im periosos deberes, y m e devora e l p esar d e aban don ar cam arad as qu e
quiero como a hijos, y a los generosos patriotas qu e m e han ay ud ado en
m is afan es; pero no p o d ría dem orarm e un solo d ía sin com plicar m i situa­
ción: m e m archo. N ad ie, am igo, m e a p e a rá d e la convicción en qu e estoy,
d e que m i presen cia en el Perú acarrearía peores d e sgracias q u e m i se p a ­
ración. A sí m e lo p resag ia el juicio qu e he form ado d e lo qu e p a sa dentro
y fu e ra d e este p aís. T en g a U d. p o r cierto q u e p o r m uchos m otivos no
p u ed o ya m antenerm e en m i puesto, sino b ajo condiciones deciduiam en te
contrarias a m is sentim ientos y a m is convicciones m ás firm es. V oy a
decirlo: u n a d e ellas e s la inexcusable n ecesidad a q u e m e han estrechado,
si he d e sostener el honor d e l E jército y su disciplin a, d e fu silar algunos
je fe s; y m e fa lta el valor p ara hacerlo con com pañeros d e arm as que m e
han segu id o en los d ía s prósperos y adversos.’
“Al oir al general dominado por tal id e a ,/ .../ le interrumpí diciéndole
me permitiese oponerme a sus apreciaciones./. . . / que los jefes a que alu­
d í a ,/ .. ./podían en todo caso ser inmediatamente alejados/. . . /que el Ge­
neral contaba con la adhesión de los soldados y la lealtad de bravos jefes
y oficiales cuyos nombre le indiqué.”
“ —Bien, prosiguió el General, —aprecio los sentim ientos qu e acaloran a
U d., - p e r o en re alid ad existe u na dificultad m ayor, q u e no p odría yo ven­
cer sino a expen sas d e la suerte d e l p aís y d e m i propio crédito y a tal
co sa no m e resuelvo. L o diré a U d. sin doblez. B olívar y yo no cabem os
en el P erú: he p en etrado su s m iras arro jad as; he com prendido su desab ri­
m iento p or la gloria qu e p u d ie ra caberm e en la prosecución d e la cam paña.
É l no excusará m edios, p or a u d ace s qu e fuesen, p ara pen etrar en esta
rep ú b lica segu id o d e su s tro p as; y q u iza entonces no m e se ria d a d o evitar
un conflicto a qu e la fatalid a d p u d ie ra llevam os, dan do a sí a l m undo un
hum illante escán dalo. L o s d esp ojo s d e l triunfo d e cualquier lad o a q u e
se inclinase la fortuna, los recogeríam os convenidos en instrum entos de
p asion es m ezquinas. N o seré yo, m i am igo, quien d e je ta l le g ad o a m i
p atria, y preferiría perecer, antes d e hacer alarde d e laureles recogidos^ a
sem ejante p recio: ¡e so no! entre s i p u e d e el G eneral Bolívar, aprovechán ­
d o se d e m i ausen cia; s i lograse afian zar en el Perú lo q u e hem os gan ad o,
y alg o m ás, m e d aré p or satisfech o; su victoria s e n a d e cualquier m odo,
victoria am erican a.” . .
“En vano me esforcé sin medida en borrar en el animo^ del General las im­
presiones que le precipitaban a una fatídica abnegación. Él resistía repi­
tiendo: “ —N o, no se rá San M artín quien contribuya con su conducta a
d ar un d ía siqu iera d e zam b ra a l enem igo, contribuyendo a fran quearle el
p asó p ara sac iar su venganza.’ 34

A la diez, de la noche salió al trote para Ancón (puerto 30 km. al


N. de Lima) donde se embarcó en el bergantín “Belgrano” que, a las 2
de la mañana del 21 de septiembre de 1822, se hizo a la vela, después
de escribir una breve pero emotiva carta a su gran amigo Guido.
Llegó a Valparaíso el 12 de octubre de 1822, siendo recibido por su
amigo el Gobernador de la plaza, Ignacio Zenteno, en cuya casa se
alojó, e hizo enarbolar la bandera chilena en honor de su huésped.34

34 Grl. Tomás Guido. El General San Martín; su retirada del Perú. L a Revis­
ta de Buenos Aires.

- 61 -
El 15 del mismo mes, salió para Santiago3536, donde se quedó muy poco
en el palacio directorial, con O’Higgins, ya que su quebrantada salud
requería ir a los baños termales de Calquenes (próximo a Rancagua,
unas 30 leguas al Sud de Santiago). El 31 de octubre de 1822 O’Higgins
le envió unas cariñosas líneas:
“Celebro infinito la mejoría de Ud. que me indica su apreciable de 26 del
que expira. Ciertamente el sosiego y esas aguas maravillosas le darán una
nueva existencia..”
“Aquí tiene Ud. esta casa, para que venga a descansar y con ello dará
un placer a mi familia. También le dejo a Ud. la chacra del Conventillo
que, aunque no está adornada como Ud. merece, tiene comodidades de
campo y disfruta de las de ciudad por estar en ella misma. También he
encargado a mi edecán don Domingo Artiaga que componga una casa que
he conseguido a media cuadra de la plaza y enfrente de las monjas que
fueron de este nombre para que tenga ese desahogo más si le agradase.
Haré todo empeño para no detenerme en el puerto más de ocho días/Val-
paraíso/y volver luego a gozar de su compañía.” 36

La estadía en los baños de Cauquenes se prolongó casi un mes.


Esto lo sabemos bien por el "Diario” del Teniente Coronel Antonio
Gutiérrez de la Fuente, quien precisamente llegó a Santiago el 10 de
noviembre de 1822, de regreso de la comisión que San Martín le ordenó
a las Provincias Unidas del Río de la Plata, como hemos visto antes.
Extraigo de sus anotaciones las que nos interesan sobre.el Libertador:
/Dom ingo/10/de noviembre de 1822./. ../ M e / alojé en casa de don José
Cavero y Salazar, diputado del Perú, sujeto muy amable, que me hizo mu­
cho cariño. Aquí supe que el Protector venía sobre Santiago. Efectivamente
a las doce de la noche supe que había llegado y alojado en el Conventillo,
quinta que era del Director O’Higgins. Dormí con ánimo de irlo a ver
muy temprano.
/L u n e s/ll./d e noviembre de 1822/Mandé por caballo, fui a verlo al Pro­
tector, tuve mucho gusto de encontrarlo tan gordo. E l me recibió con los
brazos abiertos. Hablé mucho con él. Allí comí y pasé todo el día y que­
dando citado para el día siguiente, me retiré a mi posada.”
/M artes/12./de noviembre de 1822/Temprano estuve con él, hablamos
mucho, luego me mandó llevar al señor Cavero para que almorzáramos y
después tratamos largo sobre asuntos de mi comisión. Quedamos conformes
en hacer un propio o escribir por el correo, facultando a Urdininea para que
negociase cincuenta mil pesos con el inglés que se había franqueado./. . . /

Siempre dispuesto a reconquistar las Provincias argentinas del Alto


Perú, San Martín junto con el Teniente Coronel Gutiérrez de la Fuente
preparó rápidamente ese mismo día 13 de noviembre de 1822, los ofi­
cios y comunicaciones para alentar y sustentar la expedición del Coro­
nel José María Pérez de Urdininea, que extractamos a continuación,
empezando por la autorización a éste para negociar el préstamo:

35 “El Director (O’Higgins) la había enviado un coche del Gobierno para su


traslado a la ciudad, junto con una escolta militar encabezada por el General
Don Joaquín Prieto.” (Jaime Eyzaguirre. O’Higgins. Sgo. de Chile, 1950, p. 364).
36 Comisión del Centenario. Documentos del Archivo de San Martín. Tomo V,
P- 518.

- 62 -
“ Santiago de Chile, 14 de noviembre de 1822.
D ebien do encam inarse a la m ayor brevedad, en auxilio d e la s fu e rzas
d e l Perú, una D ivisión com puesta a l m enos d e 5 0 0 veteranos al m ando d e l
señor Coronel D on Jo sé M aría/P ére z de /U rd in in e a, y facu ltad o el referido
señor p ara solicitar y n egociar él préstam o d e 50 .0 0 0 pesos, aplicab les a la s
p recisas im pensas d e la expedición. E l señor do n R udecindo A lvarado,
G eneral en Je fe d e l E jército d é l Perú, prestará, d e sd e luego, su garan tía,
a fin d e responder d e la satisfacción d e este crédito. A cuyo efecto se hacen
con esta fec h a a dich o señor G eneral los m ás serios en cargos y se le com u­
nican las correspondientes órdenes p a r a q u e la can tid ad se a inviolablem ente
satisfech a a los p lazos qu e se estipulen; y p ara qu e se observen religiosa­
m ente los contratos q u e p or el indicado señor U rdininea se form alicen.
F d o .: Jo sé d e San M artín.” 37

Además, se le adjuntó a Urdininea la certificación que firmo el


doctor José Cavero y Salazar, como Ministro Plenipotenciario y enviado
extraordinario del Perú ante el Gobierno de Chile, “reclamando los
intereses del Gobierno que representa” y “para la debida confianza’ 373839.
Pero lo más importante fue la estimulante carta de San Martín:
“ Santiago d e C h üe, 14 d e noviem bre d e 1822. —Señor D on Jo sé M aría
Pérez d e U rdininea. — M i carísim o am igo: Im puesto con individualidad por
el Teniente Coronel D on Antonio G utiérrez d e la F uen te sobre su com isión,
y m uy particularm ente sob re él extraordinario em peño e interés que U d.
se tom a en la em presa d e la próxim a cam pañ a p ara la destrucción d e nues­
tro com ún enem igo, no he p odido m enos q u e ratificar lleno d e júbilo el
acertado concepto qu e ten ía y a form ado d e su honradez, opinión, pericia,
desem peñ o y dem ás apreciab les cu alid ad es qu e le caracterizan: en este
concepto m e lleno d e confianza asegurándom e m ejor en m is ideas. Yo creo
firm em ente qu e a l cab o d e algu n a actividad por estar en m ovim iento con
los 5 0 0 hom bres qu e d e b e tener a su s órdenes a fin es d e diciem bre p reci­
sam ente, nos llenarem os d e n uevas glorias, confundirem os la tiranía, hare­
m os ver a l m undo entero nuestros esfuerzos y tendrem os el gusto d e darnos
un fuerte ab razo a l fin d e n uestra obra. P ara este caso incluyo a U d. d o s
p o d e r e s /.../
" A diós querido am igo y com pañero: el C ielo p roteja con su m ano
poderosa su em presa y nos colm e d e la gloria qu e deseam os y a sí vivam os
tranquilos todos, y en particular su m as afectísim o paisan o Q. B. S. M.
F d o .: Jo sé d e San M artín.” 39

A Ambrosio Lezica, comerciante amigo de Buenos Aires, le remitió


copia de la carta precedente e instrucciones para que le facilitara a
Urdininea “vestuario, arm am ento, e t c ”, “precediendo an tes una razón
individual y circunstanciada de cuanto se invirtiese, p a ra que todo se a
cubierto a su debid o tiem po” 40. Todo se completó al día siguiente:
/ . . ,/Jueves/14./de noviembre de 1822./.. ./Almorcé con S.E. (San Mar­
tín) en el Conventillo, firmó todas las comunicaciones que debían marchar
para la otra banda/de los Andes/y se franquearon en el correo/.. . /

37 Archivo General de la Nación. VII-1-6-2.


38 Damián Hudson. Recuerdos históricos sobre la Provincia de Cuyo. Tomo
Primero. Bs. As., 1898, p. 475.
39 Ibídem nota N9 38 precedente, p. 477.
40 Ibídem nota N9 36 precedente, Tomo VII, pp. 90/91.

- 63 -
/V iernes/l5./de noviembre de 1 8 2 2 / .../M e fui al Conventillo a hablar
con S.E. (San Martín) para que me franquease mil pesos para cubrir mis
compromisos y empeños en que había quedado en la otra banda. Me pro­
metió hacerlo. Allí almorcé, hablamos mucho sobre materias de gobierno,
situación del Perú y particularidades de mi com isión./.. . /
El mismo 15 de noviembre de 1822, San Martín le escribió a
O’Higgins:
“Cuanto deseo verle a Ud, libre de los disgustos del día, y de regreso,
concluido todo con felicidad; así lo espero con tanta mayor ansia cuanto
pienso pasar con Ud. ratos hermosísimos en esta casa la más hermosa para
mi gusto que hay en Chile.”
“Adiós amigo, hasta la tumba lo será suyo su
San Martín. 41

El Diario de Gutiérrez de la Fuente proseguía dándonos detalles


sobre la vida de San Martín en esos días:
/Lunes/18./de noviembre de 1 822/.. ./S alí de casa a las doce a visitar
al General Las H e ra s./.. ./M e encontré con el Protector en la calle, que
andaba en calesa/carruaje de dos o cuatro ruedas/. .. /
/M artes/19./de noviembre de 1822./. ../v in o un temblor tan furioso y ex­
traordinario que no podía estar uno de pie firme, sino balanceando como si
estuviese embarcado. Corrimos al patio. No se oía en la calle más que
gritos, llantos y pedir misericordia. El temblor no duró más que tres minu­
tos y cayeron varias casas, muchos mojinetes/caballete del tejado/y en ge­
neral las tejas de las aletas. Hizo, en fin, estragos ruinosos. Se llevó repi­
tiendo toda la noche, aunque suaves. La gente andaba en trisagios/himno
en honor de la Santísima Trinidad/por las calles, y ganado el campo y
favorecerse de la plaza. Por diez ocasiones acometieron los temblores. Na­
die durmió en la c iu d a d ./ .../
/Miércoles/20./de noviembre de 1 8 2 2 / .../Con un calor insufrible fui a
ver al Protector, a tratar de mi viaje. Lo encontré algo sorprendido por
los temblores y me convidó con una botella de cerveza y luego me despachó
con irnos papeles donde el señor C av ero./.. . /L os temblores aún continua­
ban, repitiendo cada cuarto de hora y lo más cada media hora. A las cinco
monté a caballo, volví donde el Protector, que dormía la siesta. Despertó,
hablamos y quedó corriente para el día siguiente, que prometí volver tem­
prano. Me retiré a las seis. Los temblores seguían y en este día se contaron
más de doscientos. Las calles/las/encontré llenas de gentes que cargaban
con colchones y aún con muebles para el campo; y mucha dirigida por los
Padres, con Santos Cristos, rezando vías sacras y trisagios. Los templos
todos abiertos y con Su Majestad/el Santísimo Sacramento/descubierta.
Todo imponía al hombre más in m o ra l/.../.
/Jueves/21/de noviembre de 1822/. Me fui temprano a caballo al Conven­
tillo y en cuarto despachamos mi asunto con S.E,/San Martín/. Los tem­
blores seguían en su misma fuerza. Las gentes salían al campo. La ciudad
enteramente abandonada. Tuvimos noticias de la fatal ruina de Valparaíso,
Quillota y Aconcagua y algo de M ilipilla./. . . /
/Viernes/22./de noviembre de 1822/__ a la tarde me fui al Conventillo.
Allí me estuve hasta las nueve de la noche con la familia del Supremo/
Director, O’Higgins y la mujer del General Borgoño./.. . /
/Sábado/23./de noviembre de 1822./Seguía temblando. Me fui donde el
Protector para que me despachase. Efectivamente se puso a escribir, al-41

41 Ibidem nota N9 31 precedente, Documento 141.

- 64 -
morcé allí con toda la familia del Director/Q’Higgins y la madama del
señor Borgoño; concluyó la correspondencia, hablamos largo. Salí con de­
terminación de marchar a Intermedios/Perú/. 4243
No bien se fue Gutiérrez de la Fuente para Valparaíso, San Martin
recayó de su úlcera gástrica y tuvo un copioso vómito de sangre.que
hizo peligrar su vida. Esto no fue todo: enseguida quedó postrado en
cama con fiebre tifoidea durante dos meses. El Coronel D’Albe que lo
visitó escribió el 1® de diciembre de 1822 al .General Zenteno que
estaba en Valparaíso:
“El General San Martín está muy malo de chavalongo (fiebre tifoidea) y
de peligro, aunque dicen que hoy está más aliviado. No he podido verlo,
porque nadie entra en su cuarto sino el señor Director/O’Higgins/ y el
Padre Bauzá/Capellán personal de San Martín desde Mendoza/que se queda
todo el día.”
D ’Albe volvió a escribir a Zenteno el 5 de diciembre de 1822: “ El
General San Martín está mejor. No he podido verlo todavía. Espero que
será esta noche. Ha hecho una buena escapada.” 43
Recién empezaba su eonvalescencia, cuando le tocó presenciar la
oposición a su querido amigo O’Higgins, por parte de la masonería
que se había introducido en la sociedad chilena, especialmente en los
liberales o “pipiólos”, en tanto el grupo conservador o “pelucón” le
achacaba haber dejado hacer a los masones, aunque no de haber par­
ticipado en su acción44. El 2 de diciembre de 1822 se insurreccionó
la ciudad de Concepción (500km Sud de Santiago), reuniéndose una
asamblea de título popular, pero formada de conservadores, a la que
el General Ramón Freire apoyó con el Ejército del Sud. Tanto éste
como la Asamblea escribieron a San Martín “rogándole que interpu­
siese sus buenos oficios ante O’Higgins para moverle a renunciar al
mando y evitar así los horrores de la guerra civil” 45. San Martín llamó
a la reflexión a la asamblea:
“ Sólo podré decirles, com o am igo, y am igo lleno d e experiencia, que
recuerden Jos servicios d e l D irector d e Chile, e l concepto bien m erecido
qu e tiene ante la s naciones y el juicio q u e éstas form arán d e estas de sav e­
nencias. V uestras Señorías, com o yo, conocen su desinterés, su despren di­
m iento y, m as q u e todo, su d o cilid ad ; a sí e s q u e no d u d o s e p reste a todo
cuanto, p u e d a hacer sin com prom eter su honor y su s deb eres como prim er
m agistrado d e Chile. V uestras Señorías son las d e qu e han d e proporcionar
los m edios d e qu e se desplieguen aqu ellas virtudes, pero d e un m odo digno
y sin qu e la s pasiones precipiten a la an arqu ía.’
Con Freire fue aún más explícito: “ U sted conoce el carácter d e
O ’H iggin s: él es lleno d e do cilid ad cuando se em plean los m edios su aves;
por la inversa, e s ten az cuando se trata d e em plear las am enazas. É stas
son la s qu e U d. u sa en su carta, no deján dole otra alternativa q u e su se p a ­
ración d el m ando con deshonor y h asta ahora sin m ás reclam ación qu e sólo
l a d e U d., p u e s aún la Ju n ta d e Represen tan tes d e e sa Provincia sólo exige

42 Ibídem nota N? 3, pp. 244 a 248.


43 Ibídem nota N° 32, pp. 292, 293.
44 Jaime Eyzaguirre. L a Logia Lautarina. Sgo. de Chile, 1973, pp. 12, 13.
45 Ibídem nota NT<? 35, p. 367.

- 65-
un congreso general. . . Yo conjuro a Ud., por lo más sagrado, termine feliz­
mente estas diferencias; sirva la sincera amistad que siempre le he profesado
y nuestros derechos como viejos compañeros de armas.” 46
Fue el último servicio que prestó a Chile. El 26 de enero de 1823
salió para Mendoza, con el ayudante designado por 0 ?Higgins Teniente
Coronel Luis Pérez, y los arrieros que llevaban su equipaje. El 29 del
mismo mes alcanzaba la cumbre de los Andes en El Portillo, donde lo
esperaba su querido Sargento Mayor Manuel Olazábal que desde Ca­
dete del Regimiento de Granaderos a Caballo en Buenos Aires, lo si­
guió en la Campaña de los Andes y de Chile, cubriéndose de gloria en
Chacabuco, Cancha Rayada, Maipú, y las tres campañas al Sud de
Chile, llegando hasta el Arauco, más allá del Bío-bío. Su relato del
encuentro es emocionante y nos hace sentir como si hubiéramos estado
allí:
“/•••/E fectivam en te, era el Gran Capitán./. . ./C abalgaba una hermosa
muía zaina/. . . / U n riquísimo guarapón (sombrero de ala grande) de paja
de Guayaquil cubría aquella hermosa cabeza en que había germinado la
libertad de un mundo / . . . / El chamal (poncho) chileno cubría aquel cuerpo
de granito, endurecido en el vivac desde sus primeros años. Vestía un
chaquetón y pantalón de paño azul, zapatones y polainas, y guantes de
ante amarillos. Su semblante, decaído por demás/. . ./Cuando se acercó,
Olazábal se precipitó hacia él y lo abrazó por la cin tu ra/.. ./E l general le
tendió el brazo izquierdo sobre la cabeza y, lleno de emoción, sólo pudo
decirle: —¡hijo! Un momento después, invitado a descansar y tomar un
poco de té o café, aceptó, y ayudándolo a bajar de la muía, se sentó sobre
una montura que le sirvió como los magníficos sofás de los palacios que
había conquistado. Mientras se cebaba un mate de café, que prefirió, y le
preguntaba por la familia, dijo: —“ ¡Qué diablos, me ha fatigado esta su­
bida!”. 47

San Martín en Mendoza y el principio de “el último lugar” del Evangelio


de Jesucristo.
San Martín, siguió relatando Manuel Olazábal, continuó la marcha
el 29 de enero de 1823:
“/.../sosteniéndolo, montó en la muía, y emprendieron el descenso de
los Andes, en que se fatigó bastante por la posición inclinada hacia adelante
de la cabalgadura. En el Manzano pasaron la noche en donde durmió bajo
un pabellón de ponchos que se improvisó. Al día siguiente llegaron a la
estancia de don Juan Francisco Delgado, en el Totoral./. . . /E n aquella
estancia estuvieron tres días más, en cuyo tiempo fue notable el restableci­
miento de su salud. El día 2 de febrero/de 1823/se pusieron en camino
para la ciudad de Mendoza, despachando antes, de regreso, al oficial chileno
que venía en su compañía, y fueron a dormir a la Estacada. El 3 de ma­
drugada continuaron su marcha para la ciudad, e iban hablando indistin­
tamente cuando de pronto le dijo el General: —¿Ud. recuerda qué día es
hoy?. —En este momento, no señor —le contestó—. Pues este día en 1813,
poco más o menos a estas horas, Ud. sabe que el Regimiento hacía su pri-

4* Ibídem nota N? 35, p. 318.


47 Memorias del Coronel Manuel Olazábal. Bs. As., 1942, pp. 113/119.

- 66 -
mer ensayo en San Lorenzo que no habrán olvidado los matuchos ni yo
tampoco, porque me vi bien apurado.”
“El General, enemigo como siempre de manifestaciones públicas, bur­
ló la vigilancia del gobierno y pueblo que lo esperaban, y fue, sin ser
sentido, a bajarse en la casa habitación de la distinguida señora doña Josefa
Huidobro, donde fue constantemente cumplimentado y obsequiado por aque­
lla digna ciudad.” 48

Esta señora, muy amiga de Remedios, de bastante edad, era la


Condesa de los Ríos, viuda del Teniente General Pascual Ruiz Huido­
bro, Gobernador de Montevideo en 1806 y 1807, cuando las derrotadas
invasiones inglesas. Poco después, San Martín se retiró a su chacra
de Barriales, a unas 8 leguas de Mendoza. Enterado de la renuncia de
O’Higgins y su reemplazo por el General Ramón Freire, el 9 de febrero
de 1823 le escribió esta carta:
“ Señor Don Bernardo O’Higgins.
Compañero y amigo amado: Millones de millones de enhorabuenas por su
separación del mando. Los que sean verdaderos amigos de Ud. se las darán
muy repetidas. S í, mi amigo, ahora es cuando gozará Ud. de la paz, etc.
y tranquilidad, y sin necesidad de formar cada día nuevos ingratos goce
Ud. de la calma que le proporcionará la memoria de haber trabajado por él
bien de su patria."
“Estoy con cuidado por la salud de Rosita/hermana de O’Higgins/. Hágame
él gusto de no privarme de sus noticias.’'
“ Sigo reponiéndome, pero la fatiga aunque disminuida me incomoda bas­
tante.”
“A fines de éste pienso pasar a Buenos Aires, aprovechando la seguridad
que proporciona una expedición que sale de aquel punto contra los indios.”
“Adiós mi amigo, hasta la muerte lo será suyo su
José de San Martín.” 49
El renunciamiento de San Martín en el Perú, la carta explicatoria
de esta actitud que le envió a O’Higgins el 25 de agosto de 1822 (que
se ha transcripto) y la precedente, demuestran que San Martín había
resuelto seguir el mandato de Nuestro Señor Jesucristo:
“ Cuando seas invitado, ve y siéntate en el postrer lugar, para que, cuando
venga el que te invitó, te diga: Amigo, sube más arriba. Entonces tendrás
gran honor en presencia de todos los comensales, porque el que se ensalza
será humillado y el que se humilla será ensalzado.” (Lucas 14, 10-11).
Este principio, llamado “d e l últim o lu g ar ” por el eminente Padre
Leonardo Castellani, nos permiten ubicar la actitud de San Martín
dentro de la doctrina cristiana, a través de las reflexiones que hizo el
gran teólogo argentino:
/ . . . /L a Iglesia Medioeval creó la Caballería (la Iglesia Medioeval y las
damas) y dio otra aplicación nueva al principio del "último lugar’. Los
caballeros andantes andaban por allí protegiendo a los débiles, y deshacien­
do tuertos, para favorecer el favor de su dama. ¿Qué hacía un caballero
cuando le hacían a él mismo un tuerto? Se hacía a sí mismo un tuerto48

48 Ibídem nota N9 47 precedente.


4? Ibídem nota N9 31, Doc. 143.

- 67 -
mayor. ¿Eso no es idiotez? No, Chesterton dice que la ley del caballero
es castigar la injusticia que le hacen a él, haciéndose otra mayor. Eso es
literalmente ‘irse a l últim o lu g a r , y ‘poner la otra m ejilla’, como aconsejó
Cristo. Al Cid Campeador el Rey Alfonso lo desterró por un año; él se
desterró por cuatro años; arrojó a los moros de Valencia, se creó un reino
cristiano para él; y después volvió a Burgos y se lo echó a los pies del rey
injusto.” 50
El Cid Campeador, pues, fue como el padre del General San Mar­
tín. Éste en América, como aquél en Castilla, batallaron sólo por ne­
cesidad;
“Por necesidad batallo
y una vez puesto en mi silla
¡Se va ensanchando Castilla —América—
delante de mi caballo!
San Martín, como el Cid Campeador a su Rey, pudo decir: “Por un
año me destierras/yo me destierro por cuatro”. Porque cuando estaba
en vías de consolidar la emancipación de Sudamérica, se cruzó en su
camino Bolívar quien trató injustamente a San Martín, despreciando
la alianza y la hermandad que éste le ofreció, transformándose en
cambio en su rival. También fueron injustos con él varios de sus com­
pañeros de armas, a quienes enseñó con el ejemplo y brindó las opor­
tunidades de gloriarse en una guerra noble, y le dieron la espalda por
futilezas personales. Finalmente, Buenos Aires, por treinta dineros co­
mo Judas, y por fratricidio demoníaco como Caín, dejó de apoyar la
epopeya que había impulsado virilmente, mientras que en 1822 se
negaba a reconquistar a sus hermanas las provincias del Alto Perú.
Ante la flagrante injusticia, San Martín decidió desterrarse del teatro
de sus hazañas, para “irse a l últim o lugar” , según el principio divino
que proclamó Nuestro Señor Jesucristo.

Los periódicos liberales de Buenos Aires prosiguieron sus ataques


contra el General San Martín
Desde el 19 de noviembre de 1822, en que apareció “E l C orreo
d e las Provincias” eran ya cuatro los periódicos de Rivadavia que se
vendían en la tienda de Ochagavía, en la vereda ancha, como se lla­
maba a la vereda de la recova nueva sobre la Plaza de la Victoria/con­
tra los ingleses/, al costado y frente al Cabildo de Buenos Aires (actual
calle Hipólito Yrigoyen entre Bolívar y Defensa). Su redactor era For­
tunato Lemoine, un instrumento más de Rivadavia y sus secuaces libe­
rales, aunque no figuraba como tal: ya sabemos que todas esas hojas
eran anónimas. Lemoine había nacido en Chuquisaca a finés del si­
glo xvnx, de profesión agrimensor, amigo de Monteagudo, y enemigo
de Güemes y de los Gorriti, según se verá. El N ° 1 dio la nótieia de
que se había firmado en San Luis el 30 de octubre de 1822 un con­

50 P. Leonardo Castellani. El Evangelio de Jesucristo. Bs. As., 1977, p. 334.

- 68 -
trato entre el Teniente Coronel Gutiérrez de la Fuente y Godofredo
Poygnard, del comercio de Salta, apoderado del irlandés Ricardo Orr,
para un préstamo de cien mil pesos/cantidad inflada: antes vimos qué
fue por 50.000 pesos/ “para la expedición que promueve el Protector
del Perú contra el enemigo común, por 16 meses al 6 % que se pagará
en la ciudad de La Paz”. El Correo consideraba absurdo el proyecto,
de acuerdo con el egoísmo de Rivadavía.
El sabado 21 de diciembre de 1822, El Argos N ° 97 incluía una
noticia de Mendoza: Esperamos la llegada de los Generales San Mar­
tín y Las Heras, presencia lisonjera para Mendoza”. Al día siguiente,
El Centinela N<? 22 confinaba a San Martín al rincón de los trastos
viejos:
Sabed señores que el General San Martín siempre será considerado y res­
petado en Buenos Aires como un instrumento poderoso de la independencia
de la Patria: algo más, nosotros miraremos siempre a este general como una
antigüedad preciosa de la revolución y su espada adornará nuestro museo.”
Prosiguió El Centinela en el N ° 23 del 29 de diciembre de 1822
con un ataque directo a San Martín criticando el apoyo logrado y las
ordenes impartidas a la División destinada a cooperar en la reconquista
del Alto Perú, oponiéndole que “El Gobierno tiene capacidad bastante
—parece dictado por Rivadavia— para terminar la guerra sin el concur­
so extraordinario de la espada”. Esto era pacifismo, y el pacifismo
durante una guerra, como la que aún se libraba, era y será siempre
traición a la Patria.
Se iniciaba 1823. El N° 4 de El Correo de las Provincias del 1?
de enero de 1823 traía el contrato completo del préstamo para la expe­
dición al Alto Perú que se firmó en San Juan el 30 de noviembre de
1822 entre el Coronel José María Pérez de Urdininea y Godofredo
Poygnard. El Argos N® 3 del 8 de enero de 1823 reprodujo el Diario
de Sesiones del Congreso del Perú del 20 de septiembre de 1822, y
critico que el Congreso hubiera asumido los tres poderes, llamó a San
Martin dictador y al Congreso “un aborto político de todas las pasiones
reunidas al no tener constitución”. Transcribió el decreto de honores
a San Martín:
“AVISO OFICIAL”
“El Soberano Congreso constituyente ha resuelto que S.E. el Generalísimo
de las armas del Perú, D. José de San Martín se distinga con el dictado de
FUNDADOR D E LA LIBERTAD D E L PERÜ; que conserve el uso de la
banda bicolor, distintivo que fue del Supremo Jefe del Estado; que en
todo el territorio de la nación se le hagan los mismos honores que el
poder ejecutivo; que se le levante una estatua, poniendo en su pedestal
las inscripciones alusivas al objeto que la motiva, concluida que sea la
guerra; colocándose en el entretanto su busto en la Biblioteca Nacional;
que goce del sueldo que anteriormente disfrutaba; y que a semejanza de
Wassington se le asigne una pensión vitalicia cuyo arreglo se ha pasado
a una comisión.” (Lima, 20 de setiembre de 1822).
En vista de este decreto, La Abeja Argentina N<? 10 del 15 de
enero de 1823 comentó que Washington nunca recibió la pensión vita­

- 69 -
licia y lo alabó desmedidamente, sin decir una palabra sobre San Mar­
tín. Este mismo día que era miércoles, salió El Argos N ° 5 con la
noticia de la caída de O’Higgins y prisión de San Martín en Chile,
aunque en el N° 6 siguiente del sábado 18 de enero de 1823, desmintió
como “falsísima” la detención de San Martín.
El Correo de las Provincias N9 6 del 23 de enero de 1823, insulto
con despiadado encono al custodio de la Patria, al General Martin
Miguel de Güemes, muerto con las armas en la mano en su defensa.
Con repugnancia transcribo parte porque sino no se creería:
“ Salta. El entierro del zancarrón/hueso grande y descamado/ de Güemes
ha producido diferencias entre los gauchos, el populacho de^ la ciudad y
aún los comerciantes que terminaron por tirarse balazos/ . . . / ”
Este engendro se refiere, con taimada saña, al traslado, con todos
honores, de los restos del héroe argentino General Güemes de la C a­
pilla del Chamical a la antigua Catedral de Salta, el 14 de noviembre
de 1822, cuando gobernaba el Doctor José Ignacio Gorriti. Seguía una
venenosa carta de “un vecino de Salta” que atacaba e insultaba a los
partidarios de Güemes y Gorriti. El odio de los renegados se desa­
taba no sólo contra San Martín sino también contra Güemes, aún
después de muerto. Pero hay más en el mismo libelo: con presuntas
noticias de San Juan, Mendoza, Tucumán, Salta y Córdoba pronostica
el fracaso de la expedición de Urdinea:
“ Ni el nombre del General San Martín, con el que se ha querido darle
importancia, podía librarla nunca de la suerte que ha tenido: en fin, este
es un negocio concluido.’
En cambio, la llegada del Comisionado de Colombia (el delegado
de Bolívar) y del General Gregorio de Las Heras fue saludada calu­
rosamente en El Argos N9 8 del sábado 25 de enero de 1823, y al día
siguiente siguió El Centinela N9 26 del domingo 26 de enero de 1823
con loas a Las Heras quien, a fines de 1821, dio la espalda a San
Martín, por haber recibido menos de lo que esperaba, en un reparto
de 500.000 pesos 51. Al suponerlos enemigos de San Martín, los enco­
miaban. Por el contrario, El Argos N9 10 del sábado 1° de febrero de
1823 está a favor del General Freire, en contra de O’Higgins, a quien
solapadamente llamaba tirano y afecto a las riquezas y placeres: un
tiro por elevación para su íntimo amigo San Martín. Asimismo, El
Argos N9 15 del miércoles 19 de febrero de 1823 se derrama en un
larguísimo ditirambo sobre Bolívar, con estos subtítulos: “Valor y cons-
tancia-Su alma sin ambición-Su modestia-Su desinterés y liberalidad”.
En tanto, El Correo de las Provincias N9 10 del 20 de febrero de 1823
trae a colación la Campaña de los Andes con solapada acusación contra
San Martín y O’Higgins de haber libertado primero la provincia de
Santiago y no la de Concepción lo que hubiera sido más fácil —arguye
falsamente— si se hubiera deseado. Mientras anunciaba la llegada del
General San Martín a Mendoza el l 9 ó 2 de febrero de 1823, fustigaba

51 Ibídem nota N ? 31, carta del 31 de diciembre de 1821.

- 70 -
al General Bustos a quien atribuía mentirosamente su intención de
auxiliar a O’Higgins frente a la rebelión de Freire. De la peregrina idea
de iniciar la campaña de los Andes por Concepción, se hizo eco tam­
bién El Centinela N"? 30 del domingo 23 de febrero de 1823, acusando
insensatamente a los que llamó “grandes hombres de la revolución”
por el plan que estos caraduras llamaron “horrible” y cuya ejecución
es conocida por los historiadores militares de todo el mundo como la
hazaña más grande que se conoce en todo el orbe.
Con la llegada de San Martín a Mendoza, el 4 de febrero de
1823, la campaña de desprestigio desatada por Rivadavia contra él
alcanzó su máxima intensidad. El Argos N? 17 del 26 de febrero de
1823 reprodujo la proclama de Freire contra O’Higgins, con un co­
mentario infamante contra éste. El Correo de las Provincias que salió
el jueves 27 de febrero de 1823, se sumó al ataque a O’Higgins y se
lanzo a fondo contra los que llamó “Directores de América”, dirigién­
dose especialmente contra San Martín. También El Centinela N<?31
del domingo 2 de marzo de 1823 golpeaba contra Zañartú, enviado de
^ Higgins en Buenos Aires y amigo de San Martín, despachándose a
gusto contra los tiranos”, y llegó al colmo de considerar al terremoto
de Chile “el presagio feliz del establecimiento de la libertad entre los
hijos del Arauco’ . Al mismo tiempo, en su afán de lastimosa obse­
cuencia por los ingleses protestantes, Juan Cruz Varela o Ignacio Nú-
ñez, qué más da quien fuese, tuvo la osad ía de llam ar aparato su pers­
ticioso a las cerem onias d e Sem ana Santa. Cuesta creer que Rivadavia
y sus secuaces hubieran sido criados en la Religión Católica.
Pero este ejemplar del libelo no podía dejar tampoco a San Mar­
tin; el articulo fue titulado “El VI° Rey”, simulaba hacerse eco de un
“rumor” que corría en Buenos Aires y en Chile:
“/ . ../E s te rumor era que en la capital del Perú desde el año de 1822,
por 4 * vez en la América Meridional, se había concebido el famoso proyecto
de sentar en la ciudad de los reyes, uno llamado constitucional, que al fin
imperase sobre el Perú, sobre Chile, y sobre las Provincias del Rio de la
Plata; pero sea que este hecho careciese de datos positivos, sea que las
ideas y los principios de los hombres en Buenos Aires les coloquen en
aptitud de no creerse en peligro, por ningún amago de la manía aristocrá­
tica, ni de la tiranía m ilitar, sea por lo que fuere, no se ha dado mayor
ascenso al rumor, o más bien ha sido recibido con la misma indiferencia,
o con todo aquel aire de desprecio que son capaces los argentinos de ofrecer
a cualquier proposición que tienda, o a volverles al dominio de los Borbones,
o a privarles el goce a que han arribado, por entre puros peligros, de un
sistema de gobierno ilustrado y liberal.”
La vil falacia fue lanzada veladamente: que San Martín deseara
volver al dominio de los Borbones, contra los que había luchado a la
cabeza de la guerra de la independencia. ¿Cuántos leían El Centinela?
Desde que empezó este año de 1823 tenía sólo 88 suscriptores, gracias
a Dios. Lamentablemente, San Martín era una persona muy sensible y
le dolían estas cosas por más rastreras que fuesen. Con el poder y el
dinero del Estado era fácil para la deliberada actitud negativa de Ri­
vadavia tirar contra San Martín con todas las baterías a su disposición.

- 71 -
El Correo de las Provincias N ° 12 del 6 de marzo de 1823 se dedicó
a la expedición que mandaba el Coronel Urdininea, finalizando con
un fuerte ataque contra San Martín por tomarse atribuciones que ya
no tenía como simple ciudadano privado. ¿Acaso no tenía derecho
como caudillo americano a impulsar por todos los medios la reconquista
de las provincias argentinas del Alto Perú? Dos días después, el
sábado 8 de marzo de 1823, seguía el ataque persecutorio a San Martín
en El Argos N9 20 que reproducía el Diario de Sesiones del Congreso
de Lima sobre finanzas públicas, incluyendo infundios e ironías sobre
los procedimientos que atribuían al “fundador de la libertad” .
No había tema en estas hojas, todas las veces que salían, cuyo
principal objetivo no fuera denostar y desprestigiar al General San
Martín. El Centinela N® 33 del domingo 9 de marzo de 1823, es decir,
que salió al día siguiente del Argos precedente, dio cuenta que se re­
cibió un escrito anónimo: “Compendio histórico de la vida del General
San Martín. Tomo I. Continuará en Tomo 29. Capital de los Libres
(antes de los Reyes)”. Debió ser favorable a San Martín, porque se
criticó al autor “que parece ignorar lo que ocurrió en las Provincias
del Río de la Plata, aunque parece escrito por un hombre libre’ ”.
Esta situación fue descripta por San Martín a sus amigos, varias
veces, siendo quizá la síntesis mínima a esta altura del relato la que
escribió al Brigadier General Juan Manuel de Rosas, desde Grand
Bourg, cerca de París, el 5 de agosto de 1838:
“ Sep arado voluntariam ente d e todo m ando público , el año 2 3 , y retirado
en m i ch acra d e M endoza, siguiendo p or inclinación u na v id a retirada,
creía que este sistem a, y m ás q u e todo, m i vida p ú b lica en el espacio d e
diez años, m e pondrían a cubierto con m is com patriotas d e toda id e a de
am bición a tod a especie d e m an do; m e eq u ivo qu é en m i cálculo —a los
d o s m eses d e m i llegad a a M endoza, él gobierno que, en a q u ella época,
m an dab a en Buenos Aires, no sólo m e form ó un bloqueo d e espías, entre
ellos a uno d e m is sirvientes, sino q u e m e hizo u n a gu erra poco noble en
los p ap ele s p úb licos d e su devoción, tratando a l m ism o tiem po d e hacerm e
sospechoso a los d e m ás gobiernos d e las provincias; p or otra p arte, los de
la oposición, hom bres a quien es en general no conocía ni aún d e vista,
hacían circular la ab su rd a id e a q u e m i regreso d e l Perú no ten ía otro objeto
qu e el d e derrib ar la adm inistración d e Buenos A ires, y p a r a corroborar
estas id e as m ostraban (con una im pudencia poco común) cartas qu e ellos
suponían les escribía.” 52

Esta acción psicológica perversa fue seguida por amenazas de vio­


lencia física y escándalo público, que afecto gravemente su vida fami­
liar y personal, obligándolo a recurrir a estratagemas para poder lle­
gar a dar el último adiós al amor de su vida, y a continuar aplicando
cada vez más el principio que fijó Nuestro Señor Jesucristo, de “irse al
último lugar”, al injusto ostracismo donde continuó la persecución. Pero
todo esto merece capítulo aparte, por lo que continuará.

52 Museo Histórico Nacional. San Martín, su correspondencia 1823-1850


Bs. As., 1911, p. 124.

- 72 -
EL SENTIDO HUMANO Y
CRISTIANO DEL CAMPO
G u il l e r m o G u ey d a n de R o u sse l

Los acontecimientos decisivos de la historia, desde la Creación


hasta el Juicio Final, han sido y serán siempre el efecto de una inter­
vención divina. Tal intervención se concreta personalmente o por
medio de los hombres. Por esta razón la historia merece ser llamada
G esta D ei p er homines.

Dios y el campo
Hay un lugar sobre la tierra donde el Creador interviene con pre­
ferencia: es el jardín o, de manera general, el campo. En el Jardín
del Edén Dios se manifestó como Creador y Juez; en el Huerto de los
Olivos dio comienzo a los momentos culminantes de la obra de la Re­
dención o re-creación del hombre. Luego Jesucristo y su divina Ma­
dre eligieron principalmente el campo como lugar privilegiado de sus
revelaciones privadas, sea la Colina de Tepeyac, Le Salette, Lujan, la
Cova de Iris, y los testigos de dichas apariciones fueron siempre cam­
pesinos. L a naturaleza que ha sufrido tanto por el pecado de Adán
y que sigue sufriendo cada vez que el hombre viola las leyes eternas
de la creación merece de algún modo este privilegio. Ahora bien, to­
das esas apariciones cuyo teatro ha sido el campo, han ejercido una
influencia decisiva sobre la historia, sea enderezando su curso, sea anun­
ciando acontecimientos futuros. De Ronald podía escribir con razón;
“Es en el seno de la naturaleza y no en las bibliotecas de los sabios
donde hay que buscar las leyes inmutables que el Autor de la natu­
raleza y el Padre del género humano dio a las sociedades como fun­
damento de su existencia” l.

Visión sobrenatural de la naturaleza


En el Sermón de la Montaña, donde se exponen los fundamentos
de la Ciudad de Dios y las consecuencias de su rechazo, Nuestro Señor

1 T eorías d e l Poder, Lib. III, Cap. VIII.

- 73 -
al hombre, pero contando siempre con el hombre como su agen­
te o causa instrumental.
La Gracia opera por su virtud, obra por su propia virtud,
pero exige del hombre ser operada por él. E s como una medi­
cina que sólo surte efecto en aquellos que la toman por su de­
cisión o que la reciben de otros. Lo que cura es la medicina,
por supuesto, no el acto que realiza quien la toma, pero es in­
dispensable que se tome para que cure.
La gracia de la “paciencia en aguantarla” es la que pedimos
para nuestros lectores, que tuvieron que aguantarse esta nota
sobre la Fe, de la que esperamos se sigan dos gracias: la del
aumento de su Fe y la de perdonarnos la poca gracia que tuvi­
mos al escribirla.

TEXTO CLÁSICO

“ No crea nadie que le basta la lectura sin la


“ unción, la especulación sin la devoción, la inves-
“ tigación sin la admiración, la circunspección sin el
“ regocijo, la pericia sin la piedad, la ciencia sin la
“ caridad, la inteligencia sin la humildad, el estudio
“ sin la gracia divina, el espejo sin la sabiduría ins-
“ pirada por Dios”.

San BUENAVENTURA, “Itinerarium^


mentis in Deum”, n. 4.

— 96 —
SAN MARTÍN Y EL LIBERALISMO
C n el. H éctor J u a n P ic c in a l i

E sta tra b a jo co n sta de v a rias p a rte s: I. S an M artin ante el


liberalism o, en G l a d i u s N" 7; S an M artín con tra el lib era­
lism o en la organización de la nación, en G l a d i u s N9 10;
I II. S an M artín con tra el liberalism o en Chile, en G l a d i u s
N 9 12; IV. S an M artín im plantó en el P erú el m e jo r régi­
m en político contrario al liberalism o, en G l a d i u s N9 14; V.
L o s liberales con tra S an M artín, en G l a d i u s N 9 16; V I. Con­
tinuación de V., en G l a d i u s N9 17; V II. L a que aqu í se ex­
pone, continuación de V. y V I.; V II. S an M artín se libró
del liberalism o.

LOS LIBERALES CONTRA SAN MARTÍN (Continuación)


Como hemos visto en G l a d i u s N? 17, de vuelta del Perú, des­
pués de pasar en Chile (desde el 12 de octubre de 1822) tres
meses de amargas vicisitudes, San Martín llegó a Mendoza el 3
de febrero de 1823, convaleciente de una gravísima fiebre tnoi-
dea. Allí estaba entre amigos: se alojó en la casa de Doña Josefa
de Ruiz Huidobro, Condesa de los Ríos, viuda del General que
fuera Gobernador de Montevideo en 1806, rodeado por el Li­
cenciado Manuel Ignacio Molina, tío del Gobernador Pedro Mo­
lina, Domingo y Manuel Corvalán, y el Sargento Mayor Manuel
Olazábal, por quien San Martín sintió siempre paternal cariño,
v que lo había recibido en la cumbre de la Cordillera de los An­
des, de lo que dejó una emotiva semblanza en sus Memorias,
reproducida en lo esencial en G l a d i u s N? 17. Trasladado a su
chacra de los Barriales, a unas ocho leguas de la ciudad, pudo
reponer su quebrantada salud, y como se ha explicado en G l a ­
d iu s N? 17, desterrarse del teatro de sus hazañas, para irse al
últim o lu g ar’’, según el principio divino que proclamó Nuestro
Señor Jesucristo.
Sin embargo, sus enemigos acechaban desde Buenos Aires.
E l carácter rencoroso de Rivadavia se exacerbó ante el temor
que le debió producir la llegada de San Martín a Mendoza. En
lo s trabajos publicados en G l a d i u s N“ 16 y 17, se ha mostrado
que desde los periódicos que aquél regentaba, y que San Martín
llam ab a al u so de la época “ los p apeles p ú b lico s” , fue atacad o
d irecta o indirectam ente, quedándole tan grab ad a e sta p ersecu ­
ción, que la d escribió v arias veces a su s am igos. E n tre e sta s
carta s, la sín tesis m ínim a e stá en la que S a n M artín escribió al
B rigad ier General Ju a n M anuel de R o sas, desde G rand Bou re
cerca de P arís, el 5 de agosto de 1838:
/ . . . / S e p a r a d o v o lu n t a r ia m e n t e d e t o d o m a n d o p ú b lic o , e l a ñ o 23, y
r e t ir a d o en m i c h a c r a d e M e n d o z a , s ig u ie n d o p o r in c lin a c ió n u n a vi-
d a r e t ir a d a , c r e ía q u e e s t e s i s t e m a , y m á s q u e to d o , m i v id a p ú b l ic a
en e l e s p a c io d e d ie z a ñ o s , m e p o n d r ía n a c u b ie r t o c o n m i s c o m p a ­
t r i o t a s d e t o d a id e a d e a m b ic ió n a t o d a e s p e c ie d e m a n d o ; m e e q u i­
v o q u é en m i c á lc u lo — a lo s d o s m e s e s d e m i l l e g a d a a M e n d o z a e l
G o b ie r n o q u e , en a q u e l l a é p o c a m a n d a b a e n B u e n o s A ir e s, n o s ó lo
m e f o r m ó u n b lo q u e o d e e s p í a s , e n tr e e llo s a u n o d e m is s ir v ie n t e s ,
s in o q u e m e h iz o u n a g u e r r a p o c o n o b le en lo s p a p e l e s p ú b l ic o s d e
su, d e v o c ió n , t r a t a n d o a l m i s m o t ie m p o d e h a c e r m e s o s p e c h o s o a l o s
d e m a s g o b ie r n o s d e l a s P r o v i n c ia s ; p o r o t r a p a r t e , lo s d e l a o p o s i ­
c ió n , h o m b r e s a q u ie n e s en g e n e r a l n o c o n o c ía n i a ú n d e v is t a , h a-
c ia n c i r c u l a r la a b s u r d a id e a q u e m i r e g r e s o d e l P e r ú n o te n ía o t r o
o b je t o q u e e l d e d e r r i b a r la a d m in is t r a c i ó n d e B u e n o s A ir e s, y p a r a
c o r r o b o r a r e s t a id e a m o s t r a b a n (c o n u n a im p u d e n c ia p o c o c o m ú n )
c a r t a s q u e e l l o s s u p o n í a n le s e s c r i b í a / . . i
E n M endoza, red actab a el periódico “ E l V erdadero Am igo
. “>a^s .> Joven de 26 añ os Ju a n C risóstom o Lafinur, secreta­
rio de R ivadavia en la logia m asón ica V a le p e r2, y controlaba la
zona de Cuyo respecto al esp io n aje y la acción psicológica, ju n to
con el nuevo G obernador de S a n Ju an , del C arril, quien envió
una carta al G obernador de M endoza que le fue m o stra d a a S a n
M artín p o r el m ism o destin atario “ en la q u e s e a c o n s e ja b a to ­
m a s e n t o d a s la s m e d id a s n e c e s a r ia s p a r a e v ita r t a m a ñ o g o lp e ” 3v
el su pu esto golpe de S a n M artín en Cuyo.
E n este sentido, en el N? .2 de E l Centinela del dom ingo 9
de m arzo de 1823, a la in sid iosa crítica que cité al final de la V í.
p arte de este trab a jo , en G l a d i u s N? 17, se volvía a a b rir el fuego
con tra San M artín con este rum or escrito p o r Ju a n Cruz V arela
o Ignacio Núñez, lo m ism o da, p a r a cap tar la b a ja catad u ra
m oral del que fuese:
S e aseg u ra p o r todo B uen os Aires, que en una c a sa p articu lar se
e sta fab rican d o un considerable núm ero de u n iform es com pletos,
p a ra enviarlos fu e ra de la Provincia, con el ob jeto de servir a la o r­
ganización de un nuevo ejército, cuyo destin o se ocu lta y no se cal­
cula bien. S e a firm a que e sto s un iform es deben d irigirse a M endoza;
pero es difícil creer que sean co n tratad os p o r el gobierno de aq u ella
Provincia, cuando es notorio que su falta de re c u rso s le ha im pedido

i o m 1T>Mu«S e 0 i S Íf tórÍ^ N acional. S an M artín, su correspon den cia 1823-


1850, B s. As., 1911, p. 124.
«2 J VÜ°n Iraz^ s t a -^Influencia económ ica britán ica en el Río de la Plata.
B s. As., 1963, p. 41 y F ran cisco H ipólito Uzal. L o s enem igos de S an M artín.
B s. As., 1975, p. 150.
3 Archivo G eneral de la N ación. VII-16-1-1, D ocum ento 175.
p en etrar lo s cam p o s de los b á rb a ro s p a ra ob rar en com binación co n
S a n ta Pe y B uen os A ires, y ad q u irir p rim ero su p ro p ia segu rid ad, o
m ás bien la de su pueblo. T am bién e s difícil p e rsu ad irse que aquel
gobierno consienta que algún en cargado extran jero levante so b re su s
m ism as b a rb a s un e jé rc ito /. . ./M en os podem os creer que h ay a en
M endoza un p articu lar que de p uro p atrio ta, q u iera invertir de su s
fon do s 50 ó 100 m il p e so s en uniform es, p a ra sa tisfa c e r lo s d eseo s de
alguno, q u e n o e s t é c o n t e n t o n o te n ie n d o m e r c e n a r i o s o. s u s ó r d e n e s .
E s dudoso tam bién encon trar un solo je fe que se a cap az de hacer
e sta s erogaciones; al m enos en tal caso tendríam os derecho a p re ­
guntar ¿de dónde sacó su im porte? ¿quién le dio? ¿Cóm o lo obtuvo?
¿con qué fines lo em plea de este m odo? ¿E n qué c arác te r, etc., etc.,
etc.” 4
Los autores de estos libelos se dieron un breve resuello
hasta el m ié r c o le s 12 d e m a r z o d e 1823 e n q u e s a lió E l A rg o s
N? 21 comentando su redactor de todo ese año, el Deán Funes,
—como consignó en su Autobiografía—, otro artículo sobre con­
fiscaciones a los españoles durante el gobierno de San Martin
como Protector del Perú, diciendo que los argumentos esgrimi­
dos en su momento fueron “más bien pretextos para fomentar la
avaricia del Príncipe o de un tirano” , tiro directo contra San
Martín. Al día siguiente, se unió E l C o r r e o d e la s P r o v in c ia s d e l
ju e v e s 13 d e m a r z o d e 1823, c r itic a n d o a U rd in in e a p o r q u e le
c o n te s t ó a B u s t o s honrosamente “ que nada, nada es capaz de
hacerlo retroceder de sus compromisos con los Generales Alva-
rado y San Martín.”
Llegó el domingo 16 de marzo de 1823 y con él apareció El
Centinela Nv 33 con su intriga sobre los vestuarios para Men­
doza:
“ E n n uestro núm ero an terior e x t r a ñ a m o s que en u n a c a sa p articu lar
de esta ciudad se estuviesen construyendo v estu ario s m ilitares, cu­
yo costo, destino, y ob jeto no adivin ábam os. Pero el 11 del corriente
ha publicado el S v . D . J o s é M a te o B e r d e j a u n a m an ifestación del
negocio que actualm ente lo ocupa, en la que ex p resa se r a p o d e r a d o
de lo s señ ores S an M artín y U rdininea p a ra con tratar, b a ]0 l a s g a ­
r a n t í a s d e l g o b ie r n o d e l P e r ú , con to d o s lo s p articu lares, que quie­
ran p re sta r lo s o b je to s n ecesario s p a ra verificar la expedición, sob re
cuya inoportunidad, o im posibilidad, ha inculcado decididam ente E l
C o r r e o d e l a s P r o v in c ia s , y o tro s que no som o s E l C o r r e o . Asi es
que el S r . a p o d e r a d o dice que le h a sid o fácil encon trar quien le
fran quee algu n as su m as p a ra tan lau d able ob jeto, y con ellas h a
em prendido la construcción de v e s t u a r i o s m i l it a r e s . T odo esto tiene
algo de e x t r a ñ o ; p ero e s m á s e x t r a ñ o que el S r. B e rd e ja e x t r a ñ a s e
que la p olicía lo hiciere c o m p a re c e r/. . . / ” 5
E ra natural la actitud de Berdeja, ya que la expedición de
Urdininea al Alto Perú era de público conocimiento por obra de
estos mismos papeles que ahora fingían desconocerla. Lo que
pasa que estaban contra la defensa de la Patria, contra San

4 B ib lio teca de M ayo. Tom o IX , 2» p „ p. 8432.


s Ibíd em N 9 4 precedente, p. 8449/50.

— 99
Martín. Dicho sea de paso, unas líneas m ás abajo denigraban a
los monjes destituidos por Rivadavia llamándolos “ víctimas de
una superstición anticuada” . Pero no había tregua: el jueves si­
guiente 20 de marzo de 1823, este pasquín fue relevado en el
ataque por El Correo de las Provincias N? 14, que se lanzó ahora
contra O’Higgins por buscar establecer las necesarias relaciones
que todo católico debe tener con la Santa Sede, enviando a Roma
al Padre Cienfuegos, cuando San Martín era la figura principal
en Chile. Menos mal que reprodujo noticias sobre el Coronel
Urdininea quien pasó por Santiago del Estero y llegó a Tucumán
donde encontró buena disposición para la expedición.
Dos días después, El Argos N? 24 del sábado 22 de marzo de
1823 traía noticias inquietantes: el 19 de marzo de 1823, entre
las 7 y 9 de la mañana, se sublevaron en Los Tapiales los Coro­
neles Bauzá, Viera y Miguel Aráoz, pero fueron derrotados por
el Batallón de Infantería N? 1 en la Plaza de la Victoria. El Co­
rreo de las Provincias del jueves santo 27 de marzo de 1823,
daba detalles de la rebelión que fue contra la reforma religiosa
de Rivadavia, tan protestantizante como la de Inglaterra, e igual
a ésta en el despojo e intento de destrucción de la Iglesia Cató­
lica. El Centinela N? 34 del domingo de Pascua, 30 de marzo de
1823, intentó disimular la gravedad de los hechos con alabanzas
a Rivadavia como gran ministro de Relaciones Exteriores, con­
traponiéndolo al complot encabezado por el Dr. Tagle, débil y
fácilmente sofocado.
El jueves 3 de abril de 1823 abrió el mes El Correo publi­
cando una proclama de Cochrane en contra de O’Higgins, tiro
también contra San Martín su íntimo amigo, ambos asociados
en la gran empresa libertadora del Perú. También daba noticias
detractaras de la Expedición al Alto Perú ideada y lanzada por
San Martín, como se ha visto en G l a d i u s N? 17:
“ C atam arca, 18 de febrero de 1823. L a Expedición al Perú ha qu edado
reducida a 100 hom bres m an d ad os por Urdininea. E s tá cam p ad a
(sic ) a 22 legu as de este pueblo com iéndose la s cien vacas con que
ha auxiliado este d istrito. M ientras la au sen cia de su general que
m archo a L estero (sic, p or San tiago del E ste r o ) en b u sc a de auxi­
lios, la tro p a intentó h acer un a r e v o lu c ió n /.../. A fortunadam ente
fue p illad o uno de lo s cinco cabezas, y so fo cad o el m ovim iento.”
Como se ha constatado antes, el redactor Lemoine estaba
en contra de esta expedición, y por lo visto también contra San
Martin.
El Argos N? 28 del sábado 5 de abril de 1823 publicó una
carta anónima supuestamente enviada desde Lima, comentando
su contenido referente al Gobierno de San Martín con estas pa­
labras tendenciosas;
p o r ello se ad v ertirá el estad o difícil en que se h allab a e sta ciu d ad
an ,®s , a ú ltim a c atástro fe .” y siguió con la su p u e sta c arta : “L a
salid a del P rotector /S a n M artín, se entiende/, com pletó el d esord en

100 —
en que se h allab a ésto, y creo que m uy tard e se verá libre el p a ís
de la an arq u ía que la am enaza: so b re todo el E jé rc ito nunca h ab ía
esp erad o que su general lo abandonase, y que olvidase con tan ta
facilidad lo s co m p ro m isos solem n es que tan rápidam ente tom ó s o ­
b re sí.”
E l anónimo, sospechoso de haber sido escrito por los m is­
mos taimados redactores, hablaba en contra del Congreso Cons­
tituyente —igual que Rivadavia para las Provincias Unidas ¡oh
casualidad!— y pestes del Triunvirato que en el Perú presidía
el General La Mar, subordinado y amigo de San Martín.
E l domingo 6 de abril de 1823 le tocó el turno a El Centi­
nela N? 35 donde, ante pedidos de auxilios para terminar la
guerra de la independencia de Chile y Perú, sólo se mencionan
“ negociaciones que ya se han resuelto encarar’’, mediante el
pacifismo liberal por medios ilustrados, filantrópicos y huma­
nos” , jerga típicamente masónica empleada para desarmarse
frente al enemigo, porque el “pacifismo” es la corrupción de la
paz genuina que debe basarse en la justicia y el respeto por la
soberanía.
El General Alvarado, a quien San Martín dejó al frente del
Ejército en el Perú, había fracasado en su operación sobre
Puertos intermedios, siendo derrotado en Torata y Moquegua,
el 19 y 21 de enero de 1823. El Argos N? 29 del miércoles 6 de
abril de 1823 aprovechó esta noticia para lanzar sarcasm os que­
riendo desprestigiar a San Martín, con una supuesta relación
“que cuando las tropas de Alvarado llegaron a Tacna pregunta­
ron sus moradores dónde estaba San Martín. Qué grande es la
fuerza de la opinión.” fue la malévola conclusión del pasquín.
Y para marcar la derrota, como si fuera un periódico del ene­
migo, al día siguiente, el Correo de las Pcias. N? 17 del 10 de
abril de 1823 reproducía el parte del General realista Canterac
sobre la acción de Moquegua. Además, insertaba parte de lina
carta que una persona de Buenos Aires cuyo nombre no se de­
cía, envió a Santiago de Chile a Zañartú quien, como se ha
visto antes, fue el Diputado del Gobierno de Chile ante el Di­
rector Supremo de las Provincias Unidas, íntimo de O Higgins,
la carta se “extravió” caído éste del poder, es decir, probable­
mente fue incautada por el nuevo gobierno de Freíre, ya que lo
natural hubiera sido dársela o enviársela a Zañartú que residía
entonces en Santiago, y no enviarla para ser publicada con este
pretexto burdo, con simulada firma:
“ E s t a he recibido, y com o el contenido no es p a ra mí, su plico a U ds.
la den a l público p a ra inteligencia del in teresado. —F irm ad o /n o dice
p or quien /— S an tiago 1? de m arzo de 1823.” (A sí tran scrip to en el
N ° 17 del C orreo ).
En lo que nos interesa, la carta sirvió para desmentir a E l
Argos N? 6 del 23 de enero de 1823 en diatriba contra el editor
del Correo, es decir, para una pelea entre los mismos masones,

— 101 —
aunque decía que “ le pasé al Deán Funes, que corre desde el 1?
de enero con el Argos”, lo que es toda una novedad. La supuesta
carta, después de despacharse a gusto contra el depuesto O’
Higgins, incluía el consabido ataque a San Martín:
“ L a célebre c a rta que ex tractam o s sigu e hablando del pretendido
odio que se tiene aquí al G eneral S a n M artín probándolo con que su
nom bre no ap arece en ninguna de la s calle s de e sta ciu dad que nue­
vam ente han sido b a u tiza d a s: p ero este h om bre im bécil se h ab ría
gu ard ad o de d ar e sta fútil p ru eb a de su ase rto s i h u biera advertido
que no se ha p uesto a ninguna calle el nom bre de un h om bre que
aun exista vivo. Por o tra p arte en B uen os A ires ah o ra se odian los
m alo s principios, la s m ala s id eas, el m al sistem a, la tiran ía y el des­
p otism o; y el G eneral S an M artín debe conten tarse con su con­
ciencia.”
Pero el Argos N? 31 del miércoles 16 de abril de 1823 insertó
documentación de suma importancia para medir la magnitud del
daño moral con que querían destruir al gran patriota y eminente
argentino, padre de la Patria. E sta edición reproducía una pre­
sentación de San Martín que se publicó en Mendoza en E l Ver­
dadero Amigo del País N? 23 —periódico al que me referí más
arriba:
“Oficio del G eneral S a n M artín a la Ju n ta G ubernativa del Perú:
“Exm o. señor. E l periódico titulado L a A beja R epublican a e stá en m i
pod er: ante la ley m e p resen to contra su a u to r; de V.E. reclam o la
ju stificació n de su s a se rto s o su castig o .”
“Cuando finalicé m i carrera m e p rop u se no co n testar a los tiro s de
los enem igos que todo hom bre público p o r ju stific a d o que sea, se
su scita especialm ente en revolución; pero el au tor de la A beja m e ha
hecho q u ebran tar este p ro p ó sito ; él a ta c a lo m ás sag rad o que el hom ­
bre p o see; me he acord ad o que soy padre, y que el honor e s la única
herencia que d ejo a m is h ijo s, sí señor, la única que les tran sm ite el
que ha sido árb itro ab solu to del destino y fo rtu n a de gran des E s ­
tad o s.”
“Perm ítam e V.E. una reflexión que no d e ja rá de p e sa r en su consi­
deración, a sa b e r: que el nom bre del G eneral S an M artín, h a sido
m ás considerado p or los enem igos de la independencia, que p o r m u­
chos de los am erican os a quienes ha arran cad o las viles cadenas que
arrastra b a n . D ios guarde a V.E. m uchos años. M endoza y febrero
28 de 1823. Jo s é de S a n M artin.”
“E x m o señ or Ju n ta gubern ativa del Perú.”
En este mismo número de E l Argos N? 31, también apare­
ció esto:
“ Lim a. P or lo s p ap eles p ú blicos de e sta C apital ad vertim os que la
m em oria del señ o r S an M artín no h a m erecido h acerse allí invulne­
rab le p a ra to d o s a p e sa r de h ab er sid o su libertad or. S ab e m o s que
L a A beja R epublicana m a ltra ta su nom bre sin piedad. N o so tro s no
estam o s en el fondo de lo s m otiv os que pueden h ab er d ad o lu gar a
lo s tiro s in flam ad o s de e sta acre cen sura; p ero tenem os a la v ista el
rem itido que en resarcim ien to de este ag rav io in se rta el M ercurio
M ercantil Político literario de aq uella ciudad, en calid ad de docu­
m ento h istórico lo d am o s al público.”
“ R em itido.”
“ S r. E d ito r del C orreo M ercantil. Muy señ o r m ío: en el N ° 4 de sú
periódico de ayer 22 que com o am anuen se del señ or F isc a l D r. D.

— 102 —
M ariano Álvarez acabo de recibir, ha insertado Ud. la representación
del General en Jefe de los Cuerpos del Ejército del Centro al Supre­
mo Gobierno: En ella se dice que el asom bro que el infam e libelo
publicado en la Abeja Republicana del 11 de este m es ha causado a
cuantos han tenido la gloria de pertenecer al E jército Libertador, no
es menos que por las abominables im posturas de ese papel que por
el silencio de los fiscales de estado y de cuantos son encargados de
velar por la reputación de los que por tantos títulos merecen la
gratitud de los peruanos. Para satisfacción del General en Jefe y
Je fe s del Ejército tenga Ud. la bondad de insertar también en su
periódico la denuncia que con fecha anterior a la representación pa­
só el fiscal al mismo Suprem o Gobierno por medio de la respectiva
Secretaría que es como sig u e :”
“ E n el N 9 5 del 11 del que rige, del periódico titu lado la A beja, se
b lasfe m a co n tra el E xm o. señ o r Jo sé de S an M artín. E l P erú lo
reconoce com o fu n d ad or de su lib ertad y no puede p erm itirse ni to ­
le rarse que se le insulte con d egrad ación y p erju icio de la gratitu d
general del E sta d o . E s su sc ita r p artid o s y pon er en riesgo la tran ­
quilid ad pública. L o s G en erales y J e fe s de lo s E jé rc ito s que nos sir ­
ven son h ech uras su y as, y sin caer en la in fam e n o ta de in gratos, no
pueden d e ja r de sen tir y ofen derse de la s in ju rias que tan inconside-
rantem ente se infieren y cu alesq u iera de ellos puede ac arre ar al
E sta d o fa ta le s consecuencias. E l tal im p reso p arece p u es p o r e so s
m otiv os subversivo. Póngalo Ud. en consideración de la Su p rem a
Ju n ta G ubernativa p a ra que si lo ju z g a conveniente lo m ande p a sa r
a la Ju n ta C on servad ora de la L ib ertad de Im pren ta, p a ra que cali­
ficándolo com o es debido p u eda proced erse. D ios guarde a Ud. m u­
chos años. L im a y enero 16 de 1823. M ariano Álvarez. S eñ or S e ­
cretario de Gobierno y R elaciones E x terio res.”
Ese domingo del 20 de abril de 1823, El Centinela N? 37 ata­
có a San Martín directamente por su réplica al gobierno perua­
no, arrogándose el papel de juez, de juez inicuo, como en la
parábola de Cristo: “En cierta ciudad había un juez, que ni
tenía temor de Dios, ni respeto a hombre alguno.” (San Lucas
18, 1 y 2):
“ / . . . / E l Centinela, p u es rep ru eb a altam ente la conducta del au tor
del rem itido de la A beja peruana, y se com place en la que han ob­
servad o lo s je fe s del E jé rc ito del Centro en aqu el E sta d o . Pero el
C entinela ocupa el lu gar de la ju stic ia, y p o r n ad a p a sa que no se a
conform e a lo s p rin c ip io s./. . . / S i la s p a la b ra s sign ifican lo que dicen,
el G eneral S a n M artín se engañó al estam p ar e sta s ú lt im a s ./.. ./E s t o
es m uy serio: y el Centinela sen tiría que el G eneral S an M artín no
conviniera en que, si alguna vez h a tenido poder, ha sid o solam ente
p orque se le h ab ía dado, y que en consecuencia no pudo ja m á s se r
árb itro ab soluto de la fo rtu n a de gran des estad o s, s i esto h a de
entenderse a sí no m á s com o su en a. / . . . / ”
Más adelante agregó un ataque indirecto a San Martín, con
referencia a la patriótica expedición de Urdininea para recon­
quistar el Alto Perú, recordando la entrada del Ejército Liber­
tador en Lima para auxiliar a los peruanos que querían liber­
tarla de los realistas, terminando por llamar “ tirano” a San
Martín en forma solapada:
“ L a en trad a del E jé rc ito L ib ertad o r se hizo entre m il ap lau so s en la
cap ital del Perú; m a s luego que lo s je fe s del E jé rc ito y h om bres ex­

— 103 —
trañ o s a los in tereses locales, tom aron la resp on sab ilid ad de la
cau sa, lo s lim eños llam aro n u su rp ad o res a lo s au xiliares, y lo s auxi­
liare s p or esto llam aron in grato s a los lim eños. T od os tenían ra­
zón. L o s unos no querían exponer el fru to de su s tr a b a jo s en m a­
n o s de h om bres que no h acían u n a m an ifestación term inante de su
p atriotism o. L o s o tro s no lo d esp legab an p orqu e con sid eraban que
el auxilio tenía tendencia a q u itar un os tiran o s extrañ os p a ra entro­
nizar a o tro s.”
Volvió El Centinela N? 39 del domingo 27 de abril de 1823
con la f a la c ia q u e n o h a b ía m á s g u e r r a p o r la in d e p e n d e n c ia y
q u e n o d e b ía h a b e r m á s e s p ír it u o s i s t e m a m ilita r . Era el “pa­
cifismo”, la corrupción del concepto de la paz entre las nacio­
nes, donde están siempre las duras realidades y los peligros que
acechan al débil, frente a los poderosos de la tierra que ya
dominaban a los rivadavianos: q u e r ía n h a c e r d e s a p a r e c e r la
id e a d e l p e lig r o n a c io n a l cuando el enemigo estaba en el Río de
la Plata y en el Alto Perú; querían debilitar militarmente al país,
castrarlo de su capacidad de lucha, para entregarlo inerme a
los grandes poderes mundiales. Quien conoce la historia argen­
tina habrá visto repetida esta maniobra en 1828, en 1852, en
1982 y en 1984, últimos testimonios que están a la vista, de los
que somos todos testigos, desgraciadamente.
Que toda esta propaganda insidiosa estaba dirigida por Ri-
vadavia se reflejó en el Mensaje del Gobierno a la Sala de Re­
presentantes que sanó La Abeja Argentina N? 13 del 15 de mayo
de 1823, donde aquél afirmó “ que en el Perú se derrama la san­
gre humana sin sentido alguno.” En su crasa ignorancia sobre
política, estrategia y guerra, creía que la solución la obtendría
en Buenos Aires: su insensatez no tiene límites. E sta falta de
sentido de la realidad de Rivadavia, contrastaba con las expre­
siones que en esos mismos días San Martín le hacía llegar al
Coronel Juan Facundo Quiroga quien, fracasadas las tratativas
de paz ante el ataque a Los Llanos durante su ausencia, por par­
te del Gobernador Dávila, se preparaba para la lucha. El Go­
bierno de Mendoza resolvió mediar y comisionó para ello al
Coronel Manuel Corvalán, quien llevó también una carta de San
Martín al caudillo riojano, donde campea su amor por los com­
patriotas y su sentido cabal de la defensa nacional, como se
puede ver:
“ S e ñ o r D o n F a c u n d o Q u ir o g a .”
“ M e n d o s a y m a y o 3 d e 1823.”
“ M u y s e ñ o r m ío y a p r e c i a b l e p a i s a n o : S e q u e e s V .S ./ V u e s t r a S e ñ o -
r ía /u n bu en p a tr io ta y u n h o m b re d e c o r a je ; e s t a s d o s c irc u n sta n ­
c i a s m e h a n d e c id id o a e s c r i b i r l e lle n o d e t o d a c o n f ia n z a s in m á s
o b je t o q u e e l d e l b ie n g e n e r a l.”
“ S é e s t á V .S . p r ó x i m o a b a t i r s e c o n e l G o b e r n a d o r d e L a R i o j a , y o
ig n o r o l o s m o t iv o s q u e h a n d a d o c a u s a a e s t e p r ó x i m o r o m p im ie n t o ,
lo m is m o m e s u c e d e c u á l d e lo s d o s p a r t i d o s e s e l q u e tie n e l a j u s ­
tic ia , p e r o s e a n c u a l e s fu e r e n l a s c a u s a s y o s ó lo m e c iñ o a lo p r in ­
c ip a l, é s t o e s a l a s a n g r e p r e c i o s a d e n u e s t r o s p a i s a n o s q u e s e v a a
v e r t e r , a l c r é d it o d e n u e s t r a r e v o lu c ió n s a n t a , y a l a s c o n s e c u e n c ia s

— 104 —
fa ta les que la libertad de n uestro P aís v a a experim entar, tanto m ás
en la s circun stan cias críticas en que n os h allam os p o r los co n trastes
de n u estros E jé rc ito s, los que exigen im periosam en te ah o ra m ás que
nunca una gran concentración de unión íntim a, s i es que querem os
se r verdaderam ente lib res.”
“E s ta verídica exposición h ará en V.S. la im presión m ás ju sta , ella
le m overá a un a tran sacción con el G obernador de L a R io ja cu y as
b ases serán el honor y la a m ista d ; si m i paisan o, yo lo exijo de V.S.
y no m e n egará un a g rac ia que el reconocim iento aco m p añ ará h asta
el sepu lcro a este su m ás afectísim o p aisan o y seguro serv id o r
QBSM.
Jo sé de S an M artín” 6
La respuesta no se tazo esperar y fue digna del destinatario:
“ E xm o. S r. G eneral D. Jo s é de S a n M artín.”
“ L lan os de L a R io ja, m ayo 12 de 1823.”
“ M i venerado je fe y de todo m i resp eto: ”
“ H e tenido el honor de recib ir su resp etab le com unicación de 3 d e l
presente, la que tengo el p lacer de co n testar dándole rep etid as g ra­
c ia s p o r exp resion es con que m e trata, a p e sa r de m i dem érito.”
“ E l señ o r Coronel d ip u tad o D. M anuel Corvalán, in stru irá a V .E. d e l
ardiente deseo y desprendim iento con que m e p re sto a su s in sinua­
ciones.”
“S o y con la efusión de m i corazón, su m á s obediente subdito, q u e
con distinción le ap re c ia y s.m .b.
Ju a n Facu ndo Q uiroga. 67
Mientras San Martín exponía con verdad la realidad de la
crítica situación en la guerra de la independencia, como se ve
m ás arriba en la carta a Juan Facundo Quiroga, en El Centine­
la N? 40 del domingo 11 de mayo de 1823 se reproducía el Men­
saje de Rivadavia al inaugurar las sesiones de la Legislatura:
—“La paz se ha conservado en todas las naciones del continente
americano” . ¡Qué mentira m ás burda! ¡Quién podría creerlo
cuando las Provincias del Alto Perú gemían bajo el dominio es­
pañol! ¡Qué caradura! Y agregaba este otro desatino: “La causa
de España viene a ser en esta ocasión la de los pueblos libres
de la tierra.”, decía ésto porque la Liga de los Reyes europeos
estaba en contra del liberalismo que momentáneamente regía
en la Península.
Sin embargo, la operación montada por San Martin para la
reconquista del Alto Perú, a pesar de la oposición de Rivadavia
y sus secuaces, progresaba. E l Argos N? 40 del sábado 17 de
mayo de 1823 incluía:
“ SALTA. Por c a rta s de e sta ciu d ad se sab e que el G eneral U rdininea
tiene y a en e sta Provincia, 200 h om bres escogido s y virtu osos, y que
su Gobierno va a h acer un esfuerzo p a ra en gro sar e sta V an gu ard ia."
Pero también se podía leer:
“ M ontevideo. E stá n lo s d elegado s esp añ o les que vienen a p rop on er
un arm isticio p o r diez añ o s.”

6 Archivo del B rigad ier G eneral Ju a n Facundo Q uiroga. V I P arte, D o­


cum ento N9 917.
7 Ibíd em N9 1 precedente, p. 178.

— 105 —
El 25 de mayo de 1823 salió un número especial de El Gen
tinela N? 44 con un poema que terminaba: “A los trece años aue
en él se gritaron ¡Libertad, libertad! la conquistaron.” Podía
atribuirse a Juan Cruz Varela estos versos mentirosos que no
deberían ser tenidos en cuenta por su pobreza lírica, pero que
iniciaban una antitradición que aún hoy perdura entre los ar­
gentinos por esa prédica antipatriótica: que no importaba de­
fender ni la Provincia Oriental, ni las Misiones guaraníes, ni el
Paraguay, ni las Provincias del Alto Perú, que bien sabemos for­
maban parte entrañable de las Provincias Unidas del Río de la
Plata que éstas heredaron del Virreinato del mismo nombre y
jurisdicción.
El Argos N? 44 del 31 de mayo de 1823 traía noticias del
Perú: Bolívar, desde su Cuartel General en Cuenca, el 9 de sep­
tiembre de 1822 se dirigía a los Ministros de Relaciones Exterio­
res del Perú y de Chile, por medio de su Secretario J. G. Pérez,
diciendo que el Protector del Perú /por supuesto, San Martín/
en la entrevista de Guayaquil no manifestó temor por la suerte
del Perú. Bolívar —agregaba el oficio transcripto— “ se propo­
ne mandar al Perú cuatro mil hombres siempre que el Gobierno
del Perú acepte la oferta, refuerzo que no m arch a inm ediata­
m ente porque no estab a p rep arad o y p orque tam poco se ha pe­
dido p o r p arte de S.E . el P rotecto r.” Al respecto, conviene re­
cordar el testimonio de Guido, transcripto en G l a d i u s N? 17, pá­
gina 61. *
En plena guerra, pues, por la independencia americana, El
Centinela N? 45 del 1? de junio de 1823 consignó el desembarco
el 23 de mayo de 1823 de los comisionados del Gobierno E spa­
ñol Antonio Luis Pereira y Luis de la Robla, en Buenos Aires,
quienes se presentaron al Gobernador delegado/Rivadavia/ al
día siguiente 24. Los números siguientes de E l Argos y El Cen­
tinela se dedicaron a las tratativas con los enviados del gobierno
peninsular que culminaron en el proyecto de ley incluido en El
Centinela N? 50 del 6 de julio de 1823 para ratificar el convenio
del 4 de julio de 1823 que fue aprobado y que decía, en lo
esencial:
Art. 1° A lo s 60 d ía s c esarán la s h ostilid ad es p o r m ar y p o r tierra
“ Art. 2» — E l G eneral de la s F u erzas de S u M aje stad C atólica en el
Perú g u ard ará la s p o sesio n es que ocupe.
/ . . ./A rt. 1 1 ./.. ./ E l G obierno de B uen os A ires n egociará con los Go­
biernos de Chile, del Perú y d em ás de la s P rovin cias U nidas del R ío
de la Plata, la accesión a la convención.”
El documento de 12 artículos fue firmado por los comisio­
nados españoles y por Rivadavia. No contenía ni una palabra
sobre el reconocimiento de la independencia. Por el Art. 2? se
entregaban al enemigo de las Provincias del Alto Perú. En reali­
dad, no serviría para nada, pero demostraba la traición a la Pa­
tria y a San Martín que luchaba por ella. Unos días después,
E l Argos N? 56 del sábado 12 de julio de 1823, hacía conocer que

— 106 —

«
España acababa de ser invadida por los franceses /(lo s cien
mil hijos de San Luis)/ para imponer el absolutismo en la Pe­
nínsula, alcanzando a conquistar Burgos, Vitoria y Logroño, en
una primera embestida, terminando después de apoderarse de
todo el territorio español, para que Fernando VII implantara
un gobierno absoluto. Mientras esto ocurría en España, E l
Argos N? 58 del 19 de julio de 1823, hacía conocer que la Junta
de Representantes de Buenos Aires había sancionado la conven­
ción de paz, un ridículo convenio con un gobierno inexistente
ya, caído estrepitosamente.

Por qué San Martín no pudo dar el último adiós a su esposa y


amiga, Remedios de Escalada.
Apenas llegado a Mendoza, San Martín ya deseaba ir a
Buenos Aires a encontrarse con su esposa Remedios de Esca­
lada, ansioso de verla, después de tan larga ausencia obligada
por la enfermedad de ésta primero, y la Expedición Libertadora
al Perú, después. A los seis días de su arribo a la capital cuy ana,
el 9 de febrero de 1823 le escribió a O’Higgins animándolo por
su caída, pero consignando:
. /S ig o reponiéndom e, pero la fa tig a aunque dism inuida me in­
com oda b a s ta n te ” , , .
“A fines de éste pienso p a sa r a B u en os Aires, aprovech ando la segu­
rid ad que p rop orcion a un a expedición que sale de aqu el punto con­
tra los in d ios . / . . . / ” 89
Pero no pudo hacerlo, por lo que explicó también a O’Kig-
gins el 1? de marzo de 1823:
“ / . . . / M i salu d sigue ach acosa, lo que m e ha p rivado de m arch ar a
B u en os A ires, p or Otra p arte yo no sé qué p artid o tom ar, pero si es
cierto el tratam ien to que se dice su fre Ud. furo, aunque se p a com er
tierra, aban d on ar la A m érica p a ra siem p re./ . . . / ” 8
Además, empezaron a sumarse las preocupaciones^ para dis­
poner del dinero que se le debía, porque como se verá, lo nece­
sitaba para ir a Buenos Aires:
“¡ . . . / U d . sab e vendí a Peña, ¡ s e refería a N ico lás R odríguez P eñ a/
a cuatro añ os de plazo, la ch ácara que tengo en é sa / —en San tiago
de Chile, com o escribió en e sta c a rta a O’H iggins el 1? de ab ril de
1823—/, com o no h abía traíd o de L im a m ás que ciento veinte onzas
contando con ese dinero, giré con tra su ap od erad o W alker dos m il
p eso s y ni siq u iera m e con testa. T rato últim am ente de red on d ear
m is asu n to s p a ra m archarm e a B u en os A ires y p a g a r algun os g a s to s
en ésta/M en d o za/ y le digo p a r a cuándo p od ré g ira r con tra él lo s
veintidós m il p e so s que m e re stab a del valor de la Chácara, su con-
. testación ha sido, serle im posible p agarm e por el e stad o de su s ne­
gocios, y que sólo m e devolverá la ch ácara b ajo las tran saccion es del

8 Archivo N acion al de Chile. Archivo de Don B ern ard o O’H iggins. T o­


m o V III, D ocum ento 143.
9 Ibídem nota N" 8 precedente, Docum ento N'1144.

— 107 —
honor y la amistad,. Calcula Ud. el trastorn o que de eso se m e siaue
la im p osib ilid ad de p od er realizar en el e stad o en que se h alla Chite
la venta de e sa fin c a; a sí que p a r a no p e rd e rla m an do a un suietn
a e sa a que la reciba, y ver si puede venderla en lo que quieran d a r ”
. ./M i salu d sigue regular, aunque la fa tig a no se m e quiere aik-
tar, pero e sta no aum enta. Luego que regrese el m ayordom o oue
morado a recib irse de la ch ácara m e pon d ré en m arch a p a ra Buenos
Aires, en donde esp eraré la determ inación de donde se rá su destino
p a ra que p ase m o s ju n to s algun a te m p o ra d a./.. , / ” io ’

_ M 28 y 30 de abril de 1823, San Martín le volvió a escribir a


O Higgms, con estas novedades (transcriptas de la última carta):
¿ ' v Á f ln an H d? am i90: E s bien sin gu lar lo que m e sucede y no dudo
lo m ism o, es decir, están p e rsu ad id o s que h em os ro-
hado a troche y moche, a sí e s que se m e ha v resen tad a HifrmVvn
q u e \ T h ^ ü i t e elAMaV° r’ tio ? e S an M artin / llorándom e m iserias y
Q
que lo habilite. A si que m e he visto en la n ecesidad de decirle le
h/f? ? lua d^ do a Y d - encargad o el cobro de unos reales y que de ellos
(le he dado c a rta ) le en tregaría la m itad / /”
e^ toy, satisfech o Ínterin esté Ud. en Chile. Váyase, m i am igo
f Z Sf P I 101 Que veo ni su honradez, ni serv icio s lo pon drán a cu­
bierto de aten tados. E l m ism o Gobierno no p o d rá defenderlo de
in sultos y m as vale la m uerte que tal pad ecer.”
D ígam e Ud. donde va, yo le ofrezco verlo dentro de 8 o 10 m eses
y olvidarnos de que existen h om bres.” ’
J . . . /E sto y viviendo de p restad o , pero tengo doce leguas de ésta
S * m íT c o m r ; , í c “ " “ * * ‘íI m m * to pueden

l a i ° s ! si supieran n uestra situ ación algo m ás tendrían que admi-


rCLTTtrQS l

, .Los Que hoy lo sabemos, realmente admiramos su legen-


Í S n 5 n n ? n S adA-y 10 pr.e sentamos como modelo para todos los
? U dlscrecion y su pundonor le permitían que, en
medio de estas graves preocupaciones presentara ante los ex­
traños la imagen que un viajero inglés, Roberto Proctor —que
paso por Mendoza entre el 8 y el 14 de abril de 1823— descri­
bió de este modo:
Como tenía cartas p ara este hombre célebre, tuve oportunidad de
Sparticularmente
c m ™ S ertan!fnte nUnCa COntemPlé
cuando conversaba P io n e s másdel
de acontecimientos animadas
pasado-
y aunque se felicitaba de su retiro en Mendoza, imaginé ve/inquie-
tud de espíritu en su mirada, que solamente esperaba oportunidad
propicia para volver a salir con su acostumbrada energía. Llevaba
vida muy tranquila, residiendo habitualmente en una propiedad suya
a ocho leguas de la ciudad, que estaba mejorando rápidamente Pa-
ÍSü? ape.gado a Mendoza como los habitantes lo eran a él; y
rrera t i * t » 1“ 88* fu? - el Punto donde comenzó su brillante ca­
rrera, érale el m as quendo. Por la tarde, con frecuencia venía a
nuestras reuniones y nos divertía mucho con cantidad de anécdotas

10 Ibidem nota 8, Documento 145.


11 Ibidem nota N<* 8, Documento 147.

— 108 —
interesantes que tenía m anera fácil de narrar, anim ada por su rostro
fuertemente expresivo.” 12*
Así como lo hemos visto m ás arriba intervenir en evitar se
derramara sangre de compatriotas y qué en cambio se apoyara
la guerra por la independencia, en mayo de 1823, también acom­
pañaba las iniciativas para mejorar la urbanización de Mendo­
za, que amaba como para quedarse allí toda su vida, como lo
prueba este fragmento de una carta que envío el 4 de jumo de
1823 al Gobernador Pedro Molina:
“Con el m ayor p lacer contribuiré con m is co rto s conocim ientos a la
delincación de la Villa-nueva que V.S. m e h onra d en o m in an d o ^ S an
M artín; nadie m ás in teresad o en su fom ento que el m ism o que la ha
destinado a p a sa r el resto de su s d ía s ./ . ■ ■ /
Sin embargo, quería volver a Buenos Aires, como se ha vis­
to más arriba preocupado por la salud de Remedios, muy en­
ferma en la Capital:
“ / . . ./M a s ign ora Ud. p o r ventura que en el a ñ o 2 3 J J 1™ "
Guido m ucho d espués en c a rta del 6 de ab ril de 1829-~
ceder a las in stan cias de m i m u jer de venir a “ ^ m o a to 3 >
reso lví en m ayo venir a B u en os A ires, se f^ ro n
cam ino p a ra prenderm e com o un facineroso, ¿ o q u e no r j ^ u a r o
p o r el p iad oso aviso que se me dio p o r un individuo de la m ism a
ad m in istración / . . . / " 141
5
No fue por temor, sino por el escándalo, como explicó en la
misma carta: .
“ / . . . / Y d espués no quiere Ud. que ponga a cubierto, no m i m da
(porque la se d esp reciar) pero si de un u ltraje que ech aría un bo
sobre m i vida p ú b lic a ? /. . . / ” 14
En julio de 1823, su corazón conmovido se estremeció al
recibir la triste carta del Almirante Blanco Encalada, desde
Buenos Aires, el 30 de junio de 1823:
Su aflicción creció sabiendo que su esposa clamaba por ver­
lo. ¿Qué hacer? _
“/ /Conocí que m i posición era fa lsa —escribió un ano d esp u és a
Vicente Chilavert —y que a la gu erra de plu m a que se me
no podía oponer otra que e sta m ism a arm a, p a ra m i desconocida,
en lucha tan desigual m e decidí a aban d on ar m i fortificación y ad o p ­
tar otro siste m a de o p e ra c io n e s./. . . / ” 16
Fértil en ardides en la guerra “ de zapa” que lo hizo famoso
en la Campaña de los Andes, San Martín intentó neutralizar la
acción sicológica enemiga escribiendo una carta a Guido que

12 Roberto Proctor. Narración del viaje por la cordillera de los An­


d e s . .. Bs. As., 1919, p. 50. .
n Colección Dr. Enrique Ruiz Gumazu.
14 AGN VII-16-1-1, documento 175
15 Documentos del Archivo de San Martín, Tomo V III, p. I7á.
16 Ibídem nota N9 1, p. 148.

109
sabía sería abierta de inmediato por los agentes de Rivadavia
en Mendoza.
“/.../C o n f in a d o en m i hacienda de M endoza, y sin m ás relacionen
que' con algunos vecinos que venían a visitarm e —-expuso en carta
a O H iggins el 20 de octubre de 1827 —n ad a de esto b astó p a ra tran-
QuilizciT la descon fiada adnainistvación de B u en os A ires/ ella m e cer-
có de e sp ía s; m i correspon dencia e ra ab ierta con g r o s e r ía ;/.. , / ” n
Destinada a ser leída por el enemigo, fue una extensa carta
la que envió a Guido el 31 de julio de 1823; San Martín tocó
doce temas distintos que rodearon los dos párrafos claves des­
tinados a desarmar las prevenciones y temores de Rivadavia y
dar rápida vía libre a su viaje para llegar al lado de Remedios
a saber:
/ . . . /A penas convalesciente en Chile vi p o r los p ap eles p ú b licos de
B u en os Atres y conocidam ente m in isteriales que no era bien m irad a
m i venida a e sta s p rov in cias; e stas dem ostracion es p o r p arte del Go­
bierno fue la señ al de reunión de los descontentos, de los asp iran tes
y de los m alvados, co n trarios siem p re a toda ad m in istració n : cartas
anónim os, y aún tener el atrevim iento de m an darm e dipu tacion es ’
todo con el o b jeto de ponerm e a l frente del p artid o de oposición y
h o n ra rm e con el glo rioso título (p o r fin de m i c a rrera) de corifeo
revolucionario; a p e sa r de m i conducta con e sta canalla, no hacen
o tra c o sa en B u en os A ires que h acer valer m i am istad , que e stán en
correspon dencia segu id a conm igo y que sólo yo debo libertad a la
r e ^ l r L m % ° ? resión se halla, otro tanto m e sucede con
respecto a l Perú, p u es el ultim o correo m e h a co stad o 29 p e so s todo
u J ae Z C ^ ° ü an óm m os> V c a rta s; Ud. sab e que R ivad avia no e s
un am igo m ío —a p e sa r de esto sólo p ic aro s con sum ados no s e r á n
impaces de e sta r satisfec h o s de su adm in istración, la m e jo r que se
h a conocido en A m érica: ah o ra bien ¿q u é h aría Ud. en m i c a so ?: vo
no he encontrado otro a rb itrio que el de m i sep aración de A m érica
p o r un p a r de anos, h asta que G obiernos só lid o s y e stab le s no la
hagan habitable—; a sí es que he solicitad o del Presidente del Perú
Trinititnlrr, pe^ s l ó n 9 ue se m e h a señ alad o en é sa se m e p agu e en
In glaterra. R em edios quedaba sin esp eran zas de vid a — si esto s é
verifica m e llevaré a la chiquita p a ra pon erla en un colegio / . .. / 18
La noticia de las expresiones de San Martín favorables a
Rivadavia al abrirse clandestinamente la carta en Mendoza lle­
go rápidamente a Buenos Aires, como era de presumir. La con­
signa cambió en la campaña periodística contra San Martín: El
solo cesó de inmediato sus ataques,, sino que en su
N° ^ ,<?el satedo g de agosto de 1823, reprodujo una nota del
periódico de Lafinur desde Mendoza encomiástica para el Li­
bertador. El Centinela, durante dos meses lo atacó sólo él 14 de
septiembre de 1823: el odio sectario de su redactor Juan Cruz
Varela, sirvió para advertir que el cese de hostilidades era tem­
porario. Pero el citado artículo de Lafinur probaba que, a prin-

” Archivo de O’H iggins. Tom o IX , docum ento 14.


4 u ICard° Levene. E l genio político de S an M artín. B s. As., 1970, p,

— 110 —
Cipios de agosto de 1823, las condiciones para el viaje de San
Martín a Buenos Aires eran m ás propicias. E l ardid había te­
nido su efecto, aunque tardío, como lo temió San Martin: su
mujer falleció el 2 de agosto de 1823; el 10 de este mes, el aun
n o estaba enterado 19.
Cuando lo supo, ya no había urgencias para viajar. Con
s u corazón contrito, San Martín decidió desquitarse de los que
mediante el bloqueo, impidieron dar a su Remeditos el abrazo
póstumo. No era nuestro héroe un romántico Romeo: no cabía
en él ninguna desesperación, se nutría de las virtudes cristianas,
tenía Fe en Dios y en su divina Voluntad, y lo serenaba su E s­
peranza de encontrar a ‘‘su esposa y amiga en el Cielo.
Urgía enmendar los elogios a Rivadavia que había fraguado
antes como recurso extremo. Pocos días después, el 17 de sep­
tiembre de 1823, volvió escribir a Guido otra carta donde asu­
mió como propias las ideas y el programa de la oposición a Ki-
vadavia en este párrafo:
./N a d a digo a Ud. de B uen os A ires; tem o un trasto rn o en aqu e­
lla ad m in istración ; n uestros pueblos, am igo mío, no están en sazón
p a ra d arles d em asiad as libertad es: un m ando puram ente M ilitar es,
él sólo, capaz de sac arn o s del p an tan o . / . . . / 20
La sorpresa habrá sido grande para el grupo de Rivadavia
cuando espiaron esta carta, pero la lección fue dictada: les de­
mostró a los liberales que, aunque no quería, también podía
encabezar la oposición y que, en este caso, temblaran. De esta
manera, queda claro que fue un ardid de guerra el que empleo
San Martín al simular que aprobaba la conducta de Rivadavia,
en la extraña carta a Guido del 31 de julio de 1823, la única
que contrasta con sus siempre lapidarios conceptos sobre este
nefasto personaje.
Conocemos las violentas represalias contra San Martín pre­
paradas por Rivadavia ante las expresiones de la carta tr a n s c r i­
ta precedentemente, porque el Coronel Manuel Olazabal las ha
estampado en sus Memorias:
“/ ./P o r el m es de octubre (1823) el co rre ísta C apitán retirad o
Don M anuel G uevara, que llegab a de B u en os Aires, p u so en m an os
del G eneral un a com unicación del G obernador d e S a n ta Pe, D on E s ­
tan islao López, que le h ab ía sid o en tregada p o r u n oficial santafe-
cino b a io la m á s se ria resp o n sab ilid ad en la p o sta de la C andelaria.
Al d ía siguiente, cuando entró O lazábal a visitarlo , y se sentó,
el G eneral tom ó un p ap el so b re la m esa y dándoselo le d ijo : — ¡Lea

ÜCÍ’! López d esp ués de la s sign ificativ as m u e stras de a lta adm iración
y resp ecto h acia el G eneral, le d ecía: “ S é de u n a m an era positiva,
p o r m is agentes en B uen os Aires, que a la llegada de V .E. a aquella

19 ja c in to R. Y aben. E fem érid es san m artin ian as. Bsi. As., 1978,• P- 180
20 C arlos Ibarguren . S an M artín íntim o. B s. As., 1950, p. ó¿¿,

— 111 —
C apital, se rá m an d ad o ju z g a r p o r el Gobierno p o r un co n sejo d e
gu erra de oficiales generales, p o r h ab er desobedecido s u s órdenes
haciendo la g lo rio sa cam pañ a a Chile, no in vadir a S a n ta Pe y
expedición lib ertad o ra del Perú. ’
“ P a ra evitar este escán d alo in audito, y en m an ifestación de m i
gratitu d y del pueblo que p resid o, p o r h ab erse negado V ,E. tan p a­
trióticam ente en 1820 a con currir a d erram ar san gre de herm anos
con lo s cuerpos del E jé rc ito de lo s Andes que se h allaban en la p ro ’
vincia de Cuyo, siento el honor de a seg u ra r a V .E. que a su solo
aviso e staré con la provincia en m a sa a e sp e rar a V E . en el D es­
m ochado, p a ra llevarlo en triunfo h a sta la p la za de la V ictoria.
“ S i V.E. no acep tase esto, fácil m e se rá hacerlo conducir con
to d a segu rid ad p o r E n tre R ío s h a sta M ontevideo, etc.”
Al devolverle la com unicación, vio su ro stro com pletam ente d e­
m udado, y aq uella voz de trueno que se oyó siem p re victoriosa en
los cam p o s de b atalla, d esfallecida. E n segu id a d ijo : “ N o puedo
creer tal proced er en el gran pueblo de B u en os Aires. Iré, pero iré
sólo, com o he cruzado el Pacífico, y estoy entre m is m endocinos
Pero, si la fata lid ad a sí lo quiere, yo d aré p o r re sp u e sta m i sab le, l a
libertad de un m undo, el estan d arte de Pizarro, y la s b an d eras que
flotan en la C atedral, co n q u istad as con aq u ellas a rm a s que no quise
teñir con san gre argentina. ¡N o! ¡B uen os A ires e s la cuna de la li­
b e rta d !/. . . / ” 21
San Martín llamó a Remedios no sólo esposa sino también
amiga, y así lo hizo grabar sobre su lápida, pero antes lo había
escrito a su subordinado y amigo el General peruano José Ri-
vadeneira, como se desprende de la contestación de éste el 8 de
octubre de 1823:
“/ . . . / M i am ad o am igo : E n su ap reciab le del 20 últim o del agosto, m e
com unica la m uerte de su e sp o sa ; me es m uy sensible haya Ud. p er­
dido una am iga irrep arab le p o r su s v ir tu d e s / . . . / ” 22

El encuentro de San Martín y Estanislao López


en el Rosario de 1823.
Resuelto a ir a Europa con su hijita, San Martín inició su
viaje a Buenos Aires solo, el 20 de noviembre de 1823, llegando
el 4 de diciembre de 1823. Doce días después de su arribo, es
decir, el 16 de diciembre de 1823, escribió a Mendoza, a su amigo
Manuel Molina, sobre las peripecias del trayecto:
“/■ . . / M i am igo m uy querido: el 4 llegué felizm ente aunque con He-
m o ras y rodeos, p u es las p o sta s de las ju risd iccion es de S an ta F e y
B u en os Aires, se hallaban enteram ente ab an d on ad as, p or el tem or de
los b árb aro s los que han com etido en a m b as ju risd iccion es h orrores
inauditos, y creo que continuarán en su s depredaciones ínterin to d as
la s Provincias no hagan un esfuerzo sim u ltá n e o /. . 7 " 23
E s que en septiembre de 1823, un malón de ranqueles ha­
bíase abatido sobre la campaña del Rosario, especialmente en213

21 Coronel M anuel de O lazábal. M em orias. B s. As., 1942 p. 123


22 Ibíd em n o ta N 9 1, p. 272.
23 J u s t a D ose de Zem borain. Cinco c a rta s del G eneral S an M artín
B s. As., 1950, p. 16.

— 112 —
la zona del Arroyo Pavón, donde inclusive habían logrado de­
rrotar los escasos efectivos que le pudo oponer el Gobierno de
Santa Fe. En octubre de 1823 fueron los puelches que incen­
diaron y saquearon las postas y estancias al Oeste de la Guardia
de Luján 2425. En estas condiciones desfavorables, San Martín de­
bió galopar m ás al Norte y llegar al Rosario, donde se encontró
con el General Estanislao López, y esto creo que es una primi­
cia para los historiadores santafecinos que surge textualmente
de la carta que San Martín le escribió a Guido desde Bruselas,
el 8 de abril de 1828 en la que, confirmando la agresiva actitud
de Rivadavia contra él, le dijo:
“N o he recibido la c a rta que m e dice Ud. le ha dicho el Dr. T agle m e
ha escrito. E n ella p arece duda Ud. de los plan es que él ha dicho a
Ud. h abía fo rm ad o la p a sa d a ad m in istración con tra este m alh ech or
y enem igo de la A m érica. N o am igo m ío; no debe Ud. du d ar un so lo
m om ento. A fortunadam ente una p ia d o sa alm a de la m ism a adm in is­
tración m e avisó a tiem po fDios se lo pague) y esto m e sirvió p a ra
precaverm e. M as, diré a Ud. que d espués de haber p asad o el chu­
basco, y a m i regreso a B uen os A ires p a ra em b arcarm e p a ra E u ro p a ,
López en el R o sario m e con juró a que no en trara en la C apital Ar­
gentina. ¡M as aqu í de Don Q uijote! yo creí que era de m i honor e l
no retroceder, y a l fin e sta arriesg o n a m e salió bien pues no se m e­
tieron con este p obre sacristán . T odo esto se lo cuento a Ud. b a jo
la reserv a n e c e sa ria . . . ” 25
Su fina intuición de gran político auténtico, le permitió al
General López, reconocer temprano las virtudes sanmartinianas
y el valor de sus altos objetivos de independencia, tanto que,
en su carta del 2 de septiembre de 1822 que le envió, lo llamó
con admiración el “primer genio” de la causa am ericana26 Fácil
es imaginar su alegría cuando a fin de noviembre de 1823, se
encontró con el General San Martín en el Rosario, donde lo
“ conjuró a que no entrara en la Capital Argentina” . López podía
medir, por propia experiencia y por los informes que tenía de
sólo un par de meses antes, el daño que Rivadavia y sus secua­
ces preparaban contra el héroe argentino y americano. Sus sú­
plicas insistentes a San Martín revelan su noble afán de impedir
que el Padre de la Patria sufriera menoscabo alguno. López
sintió que debía defenderlo como se debe defender el ser na­
cional rioplatense. Y eso que el gran caudillo santafecino no leyó
nunca la carta de San Martín a Guido del 6 de abril de 1816,
donde escribió:
“Mi L an cero: p or la de Ud. del 24 veo que lo de S an ta Fe va de m al
en peor, pero h asta ah o ra ni Ud. ni nadie dicen qué es lo que quie­
ren; yo no soy de opinión de em p lear la fuerza, pu es cad a gota d e

24 Cdo. en Jefe del Ejército. Dirección de Estudios H istóricos. Política


seguida con el aborigen. Tomo III, 491 y 495.
25 AGN VII-16-1-1, documento 167.
26 Universidad Nacional del Litoral. Universidad N'-' 90. Andrés A Ro~
verano. San M artín y Estanislao López. Santa Fe, 1978, pp. 63 y 68.

— 113
san gre am erican a que se vierte me llega a l corazón; p o r lo tanto, ya
, que h an salid o e sa s tro p as sería de p arece r no hiciesen la m enor hos-
tilidad h asta e sp e rar la resolución del C ongreso.” 27
Sin embargo, como lo demostró en su carta de octubre de
1823 que se ha transcripto en lo esencial más arriba, el General
Estanislao López supo penetrar hondamente en la magnanimi­
dad de San Martín para ver el grande amor de éste por sus com­
patriotas. Amor con amor se paga. Y así López siguió también
las reglas de la caballería que San Martín acuñó en el N? 11 de
su Código de Honor que obliga al caballero oficial “ a socorrer
en acción de guerra a un compañero suyo que se halle en peligro
pudiendo verificarlo.” 28 Pero López comprendió que no podía
ni debía detener a Don Quijote —como San Martín se llamó a sí
mismo en este lance— en su última aventura en tierra argentina.
Se cumplió entonces lo que cantaría Rubén Darío en versos que,
siendo para el Rey de los hidalgos, caben muy bien a nuestro
Gran Capitán: “ Noble peregrino de los peregrinos, / que santi­
ficaste todos los caminos / con el paso augusto de tu heroici­
d a d / . . . / ” 29.03

L a vuelta de San Martín a Buenos Aires, después de más


de cinco años de ausencia, y su breve estadía
Sólo, pues, entró San Martín en Buenos Aires, el jueves 4
de diciembre de 1823. Lo primero fue buscar a su hijita de siete
años que estaba con su abuela, Doña Tom asa de la Quintana de
Escalada, y la encontró como la describe doce días después en
carta a su íntimo amigo de Mendoza, el Licenciado Manuel
Molina:
“/ . . . / H e encontrado a m i h ija buena, estoy m uy contento con la
docilidad que m an ifiesta a p e sa r de la d em asiad a condescendencia
con que ha sid o educada p o r su ab u ela . / . . . / ” *0
Lo m ás seguro es que se hubiera alojado en la casa de la
esquina opuesta a la iglesia de Nuestra Señora de la Merced
(actual San Martín [de Tours] y Cangallo), ya que la mitad de
aquélla le pertenecía por herencia de Remedios, siendo que su
padre, Don Antonio José de Escalada, había fallecido el 16 de
noviembre de 1821. San Martín visitó la testamentería la sema­
na siguiente, el miércoles 10 de diciembre de 1823, y convino
concurrir a notificarse oportunamente del trámite sucesorio,
como consta en é ste31. Rindió homenaje al único amor de su

27 AGN VII-16-1-1, docum ento 9.


28 D ocum entos p a ra la H isto ria del L ib ertad or G eneral S a n M artín.
T om o II, p. 71.
29 Rubén D arío. C antos de vid a y esperanza. B s. As., 1940. L etan ía de
n u estro señ o r Don Q uijote. P ág. X X X IX .
30 ib íd em n o ta N9 23.
31 AGN. T estam ento N9 5590.

— 114
vida haciendo colocar una placa en su tumba: “Aquí yace Re­
medios de Escalada, esposa y amiga del General San Martín” .
El Centinela N? 72, del domingo 7 de diciembre de 1823,
que fue gracias a Dios el último número, no se animó a atacar­
lo, sino que asentó su hipocresía bajo el titular “ Noticia”, de
este modo:
“La circunstancia de cerrar este papel nos priva de la satisfacción
que tendríamos de anunciar detalladamente el arribo a Buenos Ai­
res en la sem ana vencida, del señor General Don Jo sé de San M ar­
tín, después de su larga y distinguida carrera por Chile y el Perú,
pero esperam os que nuestros coescritores no desatenderán este de­
ber, y muy especialmente el Argos que se ocupa de dar noticias de
im portancia.”

Efectivamente, El Argos en su N? 99 del jueves 11 de diciem­


bre de 1823, la dio cumplidamente como se puede leer:
“Tenemos la satisfacción de anunciar al público el arribo a esta C a­
p ital del General Don Jo sé de San Martín el día 4 de este m es Sin
traicionar los deberes de patriota, no hay quien pueda m ostrarse
indiferente a la presencia de un héroe que ha coronado la nación de
tantos triunfos y laureles. Su alm a m ás grande que la fortuna echó
en olvido su persona para acordarse de la nuestra; y por un camino
erizado de peligros elevó nuestra reputación y gloria nacional a un
grado fuera de los cálculos de la esperanza. No es dudable que
nuestros nobles conciudadanos le tributen las señales de gratitud
que corresponden al beneficio. E l Argos, por su parte, después de
celebrar como se debe su feliz arribo, n ad a tiene que ofrecerle d e
los bienes de la fo rtu n a, pero le ofrece de los suyos, quiere decir, en
reconocimiento y voluntad.”

En la carta ya citada a Manuel Molina más arriba, del 16


de diciembre de 1823, San Martín le confió la desavenencia con
su suegra bien explicable dadas las circunstancias, que San
Martín describió con claridad:
H e encontrado a m i h ija buena, estoy m uy contento con la
docilidad que m an ifiesta a p e sa r de la d em asiad a condescendencia
con que h a sid o ed u cad a p o r su abuela. E s ta no quiere se p a ra rse d e
ella lo que m e o b ligará a tener que em plear algun a violencia, y. tal.
vez rom p er con un a señ ora a quien p o r o tra p arte m e.m erece con­
sideración, pero creo no puede tenerse la m enor condescendencia
cuando se tra ta de la educación de uná h ija.”
“P a ra m ediados del entrante sald ré de é sta yo av isaré a Ud. m i d es­
tino.”

Su reconocimiento a la generosa noble anciana la Coñdesa


de los Ríos, Doña María Josefa de Ruiz Huidobro, que tantas
muestras de cariño había tenido hacia Remedios y hacia él, se
tradujo en obra concreta de caridad, como se desprende del
párrafo de la misma cárta¡que seguía:
“T enga Ud. la bondad de decirm e el dinero que tengo en su poder,
p a ra con concepto a lo que re sta d a r órdenes a fin de d e ja r aseg u ­
ra d a la pensión de m i señ o ra D oña M aría Jo se fa .” -.

— 115 —
“ ¡Qué diré a Ud. p a ra m i señ o ra Doña M arg a rita /la m u jer de Ma­
nuel M olin a/! S írv a se Ud. d arla a m i nom bre un ap retad o abrazo, y
ase g u ra rla de m i m á s sin cera a m ista d .”
“Adiós m i m ejo r am igo, se a cu al fu era m i situ ación y la d istan cia
que nos sep are, se rá siem p re su eterno am igo.
J . de S an M artín.” 32
El 4 de enero de 1824 desembarcaron los miembros de la
misión pontificia presidida por Monseñor Juan Muzi nombrado
vicario apostólico en Chile y Buenos Aires. La misión Muzi
resultó de un pedido del Director Supremo de Chile O’Higgins,
de acuerdo con San Martín, enviando para ello a Roma al Ca­
nónigo José Ignacio Cienfuegos. Monseñor Muzi llegó acompa­
ñado por el Padre José María Conde de Mastai Ferretti, quien
después fue el Papa Pío IX. En sus Memorias Curiosas, Juan
Manuel Beruti estampó: “Todo el pueblo fue a visitarlo, ricos
y pobres; pero el Gobierno no usó con él de las distinciones
que correspondían a su alta dignidad y carácter.” 323 E s más, el
Gobernador no sólo no recibió al Vicario, sino que, sin motivo
alguno, le prohibió administrar el Sacramento de la Confirma­
ción que la gente le requería en número creciente. Monseñor
Muzi y su comitiva se hospedó en la fonda de Los Tres Reyes
(en la esquina de 25 de Mayo y Las Torres, hoy Rivadavia), en
lugar de hacerlo en casa religiosa o principal. E s que el provisor
a cargo del obispado de Buenos Aires —vacante desde la muerte
del Obispo Lué en 1812— era el presbítero Mariano Zavaleta, cu­
ya conducta en el cargo fue calificada por Guillermo Gallardo co­
mo “teñida de obsecuente servilismo”, y por Monseñor Muzi en
su informe al Secretario de Estado del Vaticano: “ es un vil sir­
viente del Gobierno secular”, en el que también estampó rotun­
damente: “A excepción de unos pocos, la máxima parte de la
población quiere mantenerse católica, apostólica romano, como
solemnemente lo protesta.” 3435
Así también sentía San Martín, y lo demostró visitando dos
veces a Monseñor Muzi, a manera de desagravio de toda la N a­
ción, ya que era su auténtico representante, y no ese grupito
extranjerizante de Rivadavia y sus secuaces. El futuro Pío IX
lo asentó en su “Diario de viaje” :
“ S a n M artín se h ab ía p resen tad o el 8 de enero sin d iv isa /e s decir,
sin uniform e, de civ il/, p ero sin e n tra r tam p oco en la h abitación del
V icario, quizá p o r h allar a te sta d a de gente la an tesala. Volvió a la
m añ an a siguiente y, recibido p o r el V icario, le hizo la s m ás co rd ia­
les m an ifestacion es ”. 33

32 ib íd em n o ta N7 23, p p . 16 a 18.
33 B ib lio teca de M ayo. T om o IV , p. 3971.
34 p . Cayetano B run o. H isto ria de la Ig lesia en la Argentina. Tom o
I X , p . 55; y G uillerm o G allardo. L a p o lítica religiosa de R ivadavia. B s. As.,
1962, p. 192.
35 p . Cayetano B run o. H isto ria d e la Ig le sia en la Argentina. T om o
I X , p. 52.

116 —
También el otro agregado a la misión, el abate José Sallusti,
profesor de teología en el seminario de San Lorenzo in Lucina
de Roma, quien escribió la historia de la misión apostólica de
Monseñor Muzi, recordó las dos visitas de San Martín, con es­
tas palabras:
“E l célebre General de Ejército San Martín, que había reconquistado
todas aquellas provincias, Chile y gran parte del Perú del dominio
de España, depuesta la grandeza de su gloria, dos veces se presentó
a Monseñor en traje privado p ara saludarlo y felicitarlo por su
llegada.” 36

La misión Muzi del Papa León X II, salió de Buenos Aires


para Mendoza el 16 de enero de 1824 en carroza:
“ / . . . / e n t r e una gran multitud de pueblo, que sentía vivamente las
extravagancias de su gobierno, y m anifestaba a los enviados de la
Santa Sede la m ás sincera adhesión”/y vieron en las paredes/“las
sátiras de la gente embravecida por habérsele negado la confirm a­
ción siendo la m ás significativa: Muera el hereje”/ . . . / ” 37

Así como no se animaba a atacar a San Martín estando pre­


sente, El Argos N? 3 del sábado 17 de enero de 1824, salida ya la
misión Muzi, pretendió desconocer el carácter de los enviados
papales, en la forma solapada y truhanesca que se ha visto.
El 16 de enero de 1824 San Martín escribió a Manuel Molina
a Mendoza una cariñosa carta de la que extraigo este párrafo:
“/ . . . ¡M e h abla Ud. con d isgu sto sob re m i m archa, p ero en ella he
con sultado evitar un rom pim iento con m i suegra, y ed u car a m i h ija.
Por o tra parte, yo espero que este v iaje no sea inútil a los in tereses
de n u estra P atria, pues tra b a ja ré en a firm a r su independencia y
bien estar todo lo que m e reste de m i existencia, en fin yo regresaré
en el m om ento en que crea hay algún peligro evidente."
“A fines de éste m e em barcaré, an tes le d aré m is n o ticias . / .. / ” 38

La idea de independizarnos de la tutela de los extranjeros


contraria al bien común de la Patria, la lleva en su mente y en
su corazón, jugando toda su vida desde 1808 por ese ideal, que
sostendrá como vemos lo que le reste de existencia.
Durante su estadía en Buenos Aires, había visto despreciar
por Rivadavia y sus secuaces lo m ás alto, la Iglesia Católica
creada por Nuestro Señor Jesucristo, intentando destruirla.
También presenció con dolor el desmantelamiento del Ejército
Nacional, a través de su desmilitarización por Rivadavia, de lo
que me he ocupado en detalle en otro trabajo 39. Asistió al acto
final de este drama crucial, porque aún la Patria estaba rodeada 367

36 ibídem nota N? 35.


37 ibídem nota N9 35, p. 56.
3* Ibídem nota N9 23, pp. 20, 21.
® Coronel Héctor Ju an Piccinali. San Martín ante la desmilitarización
del Ejército Nacional por Rivadavia. Bs. As., 1986.

117 —
de enemigos, varios en el Gobierno que el 31 de diciembre de
1823, apoyándose en el Art. 2? de la ley de cierre de la mal
llamada “ reforma militar” , dio de baja a casi todos los oficiales
que aún estaban en actividad en ese momento y que habían par­
ticipado en las operaciones contra los indios en ese año 1823. A
la cabeza de la lista llamada del 1er. tiempo, figuraba el Coronel
Mayor Juan Gregorio de las Heras, quien estaba en el Alto Perú,
como Comisionado del Gobierno de Buenos Aires, para promo­
ver el tratado de paz ante los jefes realistas, que fracasó. Las
Heras tuvo oportunidad de ayudar a la última expedición lan­
zada por San Martín sobre el Alto Perú para reconquistarlo, al
mando como sabemos del Coronel Pérez de Urdininea, que había
llegado ya a Salta.
San Martín no se prestó al manoseo de Rivadavia: conservó
el grado de Brigadier de los Ejércitos de la Patria, sancionado
por el Congreso Nacional, el 20 de abril de 181840, sin subordi­
narse a ningún ejército provincial, ni cobrar sueldo alguno de
las Provincias Unidas ya inexistentes como tales. E l 31 de enero
de 1824 se le extendió un pasaporte, donde no se mencionaba
ningún título ni grado militar, sólo la edad como de 45 años,
nacido en las “Misiones del Paraguay y domiciliado en Mendoza
(Chile)” (sic) según informe del Prefecto de E l H avre41423. E l 10
de febrero de 1824 aún desde Buenos Aires le escribió al Coro­
nel Federico Brandsen, quien estaba en el Perú:
./C o m p ad re y am igo q u erid o :”
“D entro de un a h ora p a rto p a ra E u ro p a con el o b jeto de acom p añ ar
a m i h ija, p a ra pon erla en un colegio en aqu el p aís y re g re saré a
n u estra P atria en todo el p resen te año, o an tes s i lo s soberan os de
E u ro p a intentan dispon er de n u estra suerte. E n aqu el destino y cir­
cu n stan cias en que m e halle, es y se rá su m e jo r am igo y com padre
Jo sé de S an M artín”
“ Un m illón de c o sa s a m i señ o ra su e sp o sa y o tro s tan tos besos a
m i ahijad o. - V a le .” 42 : ¡ •
Efectivamente, San Martín se embarcó ese 10 de febrero de
1824 en el navio francés “ Le Bayonnais” que llegó al puesto del
Havre el 23 de abril de 1824, después de 72 días de navegación,
presentando el pasaporte ya citado según la comunicación del
prefecto maritimo.de aquel puerto al director de la policía del
Reino de Francia que decía:
“ E l señ o r J o s é de S an M artín, viniendo de B u en os A ires, h a d esem ­
b a rca d o en este p uerto el 23 de este m es, p o rtad o r de un p a sa p o rte
expedido p o r el M inisterio de A suntos E x tra n je ro s p a ra p resen tar en
I n g l a t e r r a . / 43

40 Archivo G eneral de la N ación. T o m as de razón. Pág. 831.


41 Jo sé P. Otero. H sitoria del Libertador Don Jo sé de San Martín. Bs~
As., 1978. Tomo V II, pp. 46, 47.
42 Ibíd em n o ta Nv 1, p. 145.
43 ib íd em nota N- 41.

—■ 118 —
El Ministerio del Interior de Francia pasó al Em bajador de
este país en Londres la noticia precedente y describiendo lo in­
formado por el prefecto del Havre sobre el pasaporte de San
Martín, agregando que a su llegada al Reino ha tomado el título
de Generalísimo del Estado Peruano, Capitán General de la Re­
pública de Chile, General de las Provincias Unidas de América.
Asimismo, San Martín le escribió el 24 de abril de 1824 a Manuel
Molina desde ese puerto, como dijo en su carta a éste enviada
desde Londres el 17 de mayo de 1824:
“Mi m ejo r am igo : desde F ran cia escrib í a Ud. cre& T n fech a 24 del
p asad o. A los p o co s d ías m e volví a em b arcar y llegam os a é sta el 7.
Mí p rim er cuidado ha sid o p on er a la niña en un colegio que p o r el
buen pie en que e stá m ontado creo ad elan tará en su educación.”
“Com o el G obierno In glés es el que p o r su s fu erzas m arítim as debe
tener una influencia m ás d irecta en n uestro futuro, m i o b jeto prin­
cipal se ha dirigido a averigu ar la opinión del pueblo y m inisterio
con resp ecto a la A m érica, é sta es tan un iform e que p od em os e star
bien segu ro s que la S ta. Alianza no tendrá la m enor intervención en
n u estros d estin os: tal es la term inante declaración que ha hecho la
In g laterra a los E sta d o s E u ro p eo s, de consiguiente repito lo que en
m i anterior, es decir, que sólo de los am erican os y de su ju icio so
p roced er pende la felicid ad de n u estra P atria.”
“E l in terés de n u estra E m ancipación se h a m ultiplicado en p rop o r­
ción de los gran des em p réstitos que acab an de levan tarse en ésta,
en favo r del Perú, C olom bia y M éjico.”
“ T odos m e preguntan con a n sia cuando se verificará la Unión de
n u estras Provincias, y el nom bram iento de un Gobierno Central, este
p a so es in dispen sable pues la reconcentración de ellas nos d aría no
Sólo m ás resp etab ilid ad sino que nos piondría en e stad o de s e r pron ­
tam ente reconocida n u estra Independencia.”
“ L a E sp a ñ a se h alla en el E sta d o m ás esp an to so de p ob reza y an ar­
q u ía: diez m il h om bres m ás de tro p as fran ce sas han entrado en el
m es p a sa d o y se cree sigan o tro s tantos. E n fin, no hay la m enor
esp eran za de que aquel d esgraciad o p aís se tranquilice.”
“Creo perm an eceré p o r E u ro p a m enos tiem po del que p en sab a;
conozco las v en tajas que p resen ta pero no satisface n ni m i carácter,
ni m is d eseos de vivir en Am érica. P or o tra parte, el in terés es el
gran agente que m ueve a lo general de e sta s gentes. S i Ud. recibe
un convite p e rsu ád ase que algún o b jeto político o de especulación
es el que lo dá, a sí es que en lo general se vive en un aislam iento
que es in sufrible p a ra n u estras c o stu m b re s./. : , / ” 44

Como se puede apreciar, San Martín apenas llegado a Ingla­


terra ya tenía deseos de volverse a su Patria, siendo la situación
general que describió, enteramente favorable para que pudiera
hacerlo. Pero la persecución de los liberales porteños que lo
había fustigado sin tregua, como se ha visto, desde el regreso del
Perú, influirá para demorar la vuelta tan deseada. El 1? de ene­
ro de 1825, le escribió a su joven amigo Vicente Chilavert desde
Bruselas una carta de la que extraigo lo esencial para este
trabajo: 4

44 Ibídem nota N9 23, pp. 23 a 25.

— 119 —
■iíBSP'
I P' ' ''« ^

“ / . . . / A m i regreso del Perú (y no a m i retirad a, com o dice el ‘Ar­


g o s’) yo no trepidé en a d o p tar un p lan que a l m ism o tiem po que
liso n jeab a m i inclinación p on ía a cubierto de toda duda m is deseos
de gozar un a vida tran q uila que diez añ os de revolución y de gu erra
m e h acían d esear con anhelo; consiguiente a él, establecí m i cu artel
general en m i ch acra de M endoza, y p a ra h acer m ás inexpugnable
m i posición, co rté to d a com unicación (excepto con m i fam ilia, yo
m e prop o n ía en m i atrincheram iento dedicarm e a los encantos de
una vida agricu lto r a y a la educación de m i h ija ); pero ¡v a n as espe­
ran z as! E n m edio de esto s p lan es liso n jeros, he aqu í que el esp an ­
to so “Centinela” prin cip ia a h ostilizarm e; su s carn ívo ras falan ges se
d estacan y bloquean m i p acífico retiro. En ton ces fu e cuando se m e
m an ifestó un a verd ad que no h ab ía previsto, a sab e r: que yo h abía
figu rad o d em asiad o en la revolución p a ra que m e d e jase n vivir en
tranquilidad. Conocí que m i posición e ra fa ls a y que la gu erra de
p lu m a que se m e hacía, yo no p o d ía oponer o tra que e sta m ism a
arm a, p a ra m í d escon ocida; en lucha tan d esigu al m e decidí a aban ­
d on ar m i fo rtificación y ad o p tar otro siste m a de operaciones H e
aq u í m i p rim er p lan destruid o .”
“H e tenido el honor de a tra v e sa r en com pañía de Ud. el b o rrasco so
A tlántico /s e refería a su vuelta a B u en os Aires en 1812/: sin trep id ar
m e entrego nuevam ente a su s caprichos, creyendo que en su s in ­
son d ables agu as se ah o garán las innobles p asion es de los enem igos
de un viejo p a trio ta ; pero, con tra to d a esperanza, el “A rgo s" de
B u en os A ires se p resen ta sosteniendo los ataq u e s de su “con ciliador”
herm ano el “Centinela", y p rotegid o de E o lo y N eptuno atrav ie sa el
Océano, y en el m es de las tem p estad es a rrib a a este h em isferio con
la declaración de una nueva guerra.”
“Aquí m e tiene Ud., señ or p aisan o, sin sab e r qué p artid o to m ar.”
“E n m i retiro de M endoza yo prom ovía una federación m ilitar de
provincias. Vengo a E u ro p a, y a l m es de m i llegada un agente del
Gobierno de B u en os A ires en P arís (que sin duda algun a concurre
a los co n se jo s p riv ad o s del M inisterio fran cé s) escribe que uno u
otro am erican o residente en Londres, tratan de llevar (m etido en
un bolsillo) a un reyecito p a ra con él fo rm ar un gobierno m ilitar en
A m érica. H e aq u í indicado a l G eneral S an M artín, que com o edu­
cado en los cu arteles debe haberle a le ja d o la oportunidad de e stu d iar
otro siste m a m ás ad ecuad o a la verd ad era voluntad y a las necesi­
d ad es p o sitiv as de los p ueblos ( “A rgo s" 16 de octu bre) /d e 1824/. P or
lo expuesto no sé ya qué línea de conducta seguir, p u es h asta la de
sep ararm e de la s gran d es cap itales y vivir obscurecido en ésta, no
ponen a cubierto de los repetidos ataq u e s a un G eneral que, p or lo
m enos, no ha hecho d erram ar lágrim as a su P atria; m e he extendido
m ás de lo que p ensaba, pero séam e perm itido un corto desahogo a
2.500 leguas del suelo que he servido con los m ejo re s d eseos.”
“ Ya tiene Ud. reconocida n u estra independencia p o r la In g late rra;
la o b ra es concluida, y los am erican os com enzarán ah ora el fru to de
su s tra b a jo s y sac rific io s y si doce añ os de revolución nos han
enseñado a obedecer, sí, señor, a obedecer, pues sin e sta circunstan­
cia no se puede sa b e r m an d ar.”
“A fin es de éste, p a sa ré a In g laterra a ver a m i h ija ; sólo perm ane­
ceré diez o quince d ías, pues tem o se in terprete m i v i a j e . /. . . / 4 5
Efectivamente, los ataques de El Argos a San Martín con­
tinuaban, especialmente desde que había llegado a Londres Ri-45

45 Ibídem nota N9 1, pp. 147, 148.

— 120 —
vadavia con su secretario Ignacio Núñez, desde los primeros días
de septiembre de 1824 en misión diplomática, es decir, por cuen­
ta del Estado, para cobrar su parte en la venta del contrato de
préstamo a Baring Brothers —la estafa m ás grande en América
del siglo xix contra los argentinos—; constituir con los ingleses
la sociedad para explotar las minas de Famatina, a espaldas de
los riojanos propietarios de éstas en plena producción; y prepa­
rar el tratado comercial con Inglaterra, por el que ambos reci­
birían una comisión de 1.000 y 500 libras, respectivamente.
Aprovecharon para enviar insidiosas noticias, continuando con
su pérfida campaña para desprestigiar al General San Martín, a
quien le perturbaban estas calumnias por la delicadeza de su
sentido del honor, procurando siempre eludir un escándalo que
perjudicara la causa de la independencia de América.
San Martín se refería en la precedente carta a Chilavert, a
dos artículos aparecidos en El Argos N? 83 del miércoles 13 de
octubre de 1824 y continuados en el N? 84 del sábado 16 de
octubre de 1824, redactados en Londres por Ignacio Núñez y en­
viados con la “ importante correspondencia” que llegó el 7 de
octubre de 1824 en el Bergantín de Guerra de S.M. Británica
Plover, según anunció el N? 82 del sábado 9 de octubre de 1824.
En el N? 83 se transcribió una inventada “ Instrucción del Go­
bierno de Francia para establecer formas monárquicas entre los
nuevos estados” . El resto de la larga tirada era tal como la sin­
tetizó con ironía San Martín, centro del alevoso ataque.
En Londres también estaba otro enemigo de San Martín,
Carlos de Alvear, ministro del Gobierno de Buenos Aires ante
los Estados Unidos de Norteamérica, enviado por Rivadavia con
su secretario Tomás de Iriarte vía Inglaterra, adonde llegaron
en junio de 1824, a la zaga de San Martín. En la capital inglesa
permanecían aún García del Río y Diego Paroissien, leales ami­
gos, enviados por San Martín cuando era Protector del Perú en
1821. E stas circunstancias hacían presumible algunos inciden­
tes, que sumados a la situación en Buenos Aires, influyeron so­
bre el destino del Libertador, pero estos hechos y los comenta­
rios de su correspondencia, hacen necesario un capítulo aparte,
por lo que continuará.

— 121
51. Antequera Parrili: cit. por Zelikson (ver N9 39).
52. La Nación. Editorial: Sentencia sobre trasplantes de órganos. 9 de
marzo de 1989.
53. Anzoátegui, M.: Problem as penales de los trasplantes cardíacos. Rev.
La Ley, T. 135:16-14.
54. Terán Lom as, R.: Derecho Penal. Ed. Astrea, T. 1, 1980.
55. Terán Lom as, R.: Los trasplantes de órganos ante el Derecho Penal.
J. A. 745, 1974.
56. Terán Lom as, R.: La ley 21.541 sobre trasplantes. J. A. Serie contem­
poránea. III: 639, 1977.
57. Salmini, C.; Segovia, A.: Trasplantes de órganos. Rev. de Derecho Pe­
nal y Criminología. Ed. La Ley, 1, 1969.
58. Santos Cifuentes, cit. por do Pico (ver N9 38).
59. Vidal Taquini, C.: La muerte real y la muerte clínica. Rev. L a Ley,
1066, T. 1980-C.
60. Mazzei, E. S.: La deontología m édica en la época actual. Rev. Asoc.
Méd. Arg. Vol. 90, 7:177, 1977.
61. S o sa Alvarez, A.: La persona de la tercera y cuarta edad sin espe­
ranzas de vida. Rev. Paraguaya de Geriatría y Gerontología, T. 2, 8:31,
1989.
62. Laplaza, F.: Trasplante de órganos. Conferencia. Hospital Policial B.
Churruca, setiembre de 1979.
63. La Nación. Congregación p ara la Doctrina de la Fe. 27 de jim io 1980.
64. Rovira, R.: La Nación. La ciencia y su s cauces éticos. 13 de marzo
de 1987.
65. Jonsen, A.: Aspectos éticos del trasplante de órganos. Salud Mundial.
OMS, pág. 21, junio de 1988.
66. Drago, M. J.: La Nación, 2 de diciembre de 1951.
67. Carranza Casares, C. A.: E l médico ante la muerte. latría, 49-170:31,
1978.
68. San Martín, H. A. M.: Vida y muerte. Actualización de tratam ientos.
Medicina Forense, año X X X II, 403. Diciembre 1977. Roche.
69. L a Nación: Sobre los trasplantes. 28 de noviembre de 1980.
70. La Nación: 2 8de m ayo de 1987.

— 120 —
SAN MARTIN Y EL LIBERALISMO
P or el C o r o n e l H é c t o r J u a n P x c c in a l i

Este trab aio consta de varias partes: I. S a n M artín ante


K b e S S o e n Gladirn m 7; n a . ” '
liberalism o en la organización de la nación, en criaaiub
N °610- I II S a n M artín contra el liberalism o en Chile, en
o ia d iu s N ° 12; IV. S an M artín im plantó en el Perú el
m ejor régim en político contrario a l liberalismo, en G la-
dius N<? 14; V. Los liberaies contra S a n M artin 'su G J
riins N? 16- VI. Continuación de V., e n to „„1
VII Continuación de VI., en G ladius N? 19,
aouí se exnone; IX . Continuación de VIH.

SAN MARTIN SE LIBRÓ DEL LIBERALISMO

L a persecución liberal contra


San Martín continuó en Europa
Como se ha visto en GLADIUS N? 19, San Martín ya se en-

d d Río 7 e l b e d a n o de San Martin, Justo Ruímo, estaban en

e T IiS e ia T n ese

i T as cartas de Paroissien a San Martín que se citan y transcriben


en este trab ajo fueron encontradas y fotocopiadas poí ^ tri° 10el 4r_
M aguirre en el Archivo. de&J a m e s ’ ^ f a t l r r a y d o n a to s_ al
S S B á S S S S í^ A S S S A p e^ an ecieñ d t)1h asta - t í publicación,
inéditas-ocumentos p ara la historia del Libertador General San Martín,
en lo sucesivo DHLGSM, Tomo I, págs. 161 a 255.

— 121 —
momento, Luis XV III, Borbón primo del rey de España Fer­
nando VII. Hacía más de un año que se había destruido a los
oficiales españoles liberales, después que la Península fue inva­
dida por el Ejército francés llamado los “ Cien Mil H ijos de San
Luis” (enero de 1823). Allí, pues, mandaban los franceses abso­
lutistas como escribió Chateaubriand:
“ ‘Meteos bien en la cabeza que sois el rey de E spañ a y que tenéis
que r e m a r , escribía Chateaubriand, m inistro de Asuntos Exte-
rlores de Luis X V III, el 17 de enero de 1824. L a carta no estab a
dirigida a Fernando VII, sino al em bajador T alaru, que con el
G eneral de Bourm ont —que m an d ab a las fuerzas ocupantes—
seria el verdadero árbitro de la política españ ola durante algunos
anos. / . . . / Se h a calculado que m ás de cien mil españoles, vícti­
m as de las ‘comisiones de purificación’, perdieron sus empleos
sus bienes o sus grados” 3.

Como se recordará (ver GLADIUS N? 14, pág. 115), García


del Río y Paroissien fueron enviados como diplomáticos a Lon­
dres, por San Martín cuando era Protector del Perú en noviem­
bre de 1821, para negociar el reconocimiento de la independen­
cia del Perú y gestionar un empréstito, y secretamente buscar
un rey para Sudamérica.
En la carta que San Martín escribió desde Londres el 17
de mayo de 1824 a su amigo mendocino el Licenciado Manuel
Molina (reproducida en GLADIUS N? 19), consta que llegó a
esa ciudad el 7 de ese mismo mes con su hijita Mercedes To­
masa, de siete años, a quien colocó en un buen colegio, en Hamp-
stead (Londres), donde pagaba de 120 a 130 libras (600 a 650
pesos argentinos al cambio de ese momento) an uales4. San
Martín alquiló una casa en Londres, como escribió en su carta
a Paroissien del 12 de junio de 1824:
“7 . . . / Su sobrino de Ud. me h a tom ado una c a sa en P ark Place -
Regents P ark - New R oad N? 12. Estoy con com odidad y en buena
situación. / . . . / ” 5.

E sta casa, que hoy existe como 23 Park Road N.W.l, tenía
la ventaja de estar no muy distante del colegio donde vivía pu­
pila Merceditas, a unos 2 km. En la carta precedente, también
informó a su amigo:
“L a s noticias recibidas del Perú son la s m ás favorables, parece
indudable el que L a Sern a y C anterac h an tran sad o con Bolívar.
S i es así puede asegurarse la to ta l em ancipación de to da la
Am érica” 5.

3 Jo sé Ram ón Alonso. H istoria política del E jército Español. Ma­


drid, 1974, pág. 164.
4 R. A. Humphreys. Liberation in South America. The career of
Jam es Paroissien. London, 1952. Diario de Paroissien, 2 de agosto de
1824.5
5 Ib id em nota N? 1 precedente.

— 122 —
Aún a la distancia, la independencia sudamericana le hacía
compartir el optimismo de la información. Precisamente en
esos días recibió una carta del General Agustín de Itúrbide,
quien estaba de incógnito en Londres, y que deseaba una entre­
vista secreta con San Martín, según expresaba6. Itúrbide había
proclamado la independencia del “ Imperio Mejicano” el 28 de
septiembre de 1821, sobre el plan de las llamadas “ tres garan­
tías” : unión, religión e independencia; que resultó un buen plan
pero una, monarquía efímera que encabezó el mismo Itúrbide
como emperador, depuesto en mayo de 1822 por un movimiento
revolucionario, y desterrado.
El 9 de agosto de 1824 se despidió por carta de Paroissien,
quien estaba por entonces en Carnfield, una casa de campo de
Derbyshire (170 km N.O. de Londres), hogar de su prometida
Isabella W ilson7*. Siempre pendiente de las noticias sudame­
ricanas, San Martín le decía:
“Londres, y agosto 9 de 1824” .
“Mi querido am igo: desde su salid a n a d a h a ocurrido de p a r­
ticular: el paquete de Ja m a ic a h a llegado pero n ad a h a traído
de la confirm ación en pro, ni en contra de la b a talla d ad a por
Bolívar. E sta se espera de un día a otro” . _ _
“ Hoy parto p a ra Escocia. Yo estaré de regreso a fines del
presente, p a ra cuya época pienso encontrarlo. / . . . / ” 7.
Fue a visitar a su amigo de Cádiz el Conde de Fife quien,
antes de que San Martín regresara a Londres le dejó estas lí­
neas que traducían su admiración por nuestro héroe:
“Al Exmo. Sr. D. Jo sé de S a n M artín, conquistador de las liber­
tades de América, y digno modelo del prim er hombre m ilitar y
filósofo Jo rge W ashington”.
“Querido am igo: .,
“Tengo el placer de escribir dos líneas p ara dar una expresión
de m i am istad a usted —an tes de m archar— deseando muy feliz
viaje y un pronto regreso —asegurando— que nadie desea tanto
tener el gusto de verle sano y bueno, que su m ás apasionado y
sincero am igo F ife ” ».

El 22 de septiembre de 1824, Paroissien anotó en su “ diario”


que acompañó a San Martín a posar para el retratista John
Jackson, retrato que no se encuentra en la iconografía conocida.
Pero en esos días ya estaba en Londres Rivadavia con su se­
cretario Ignacio Núñez. Fácil es deducir que de ambos ema­
naba la información aviesa que reprodujo E l Argos N? 83 del
miércoles 13 de octubre de 1824 en Buenos Aires, y que motivo
los comentarios que hizo San Martín a Chilavert en su carta

6 Museo Histórico Nacional. San Martín, su correspondencia. 1823-


1850. B s. As., 1911, pág. 332.
i Ibíd em N9 1 precedente.
» Ibíd em N9 6 precedente, pág. 309.

— 123 —
del 1? de enero de 1825, ya reproducida en GLADIUS N? 19 que
recuerdo:
/ . . . / En mi retiro de Mendoza yo prom ovía u n a federación m i­
litar de provincias (sic/debió ir entre com illas/). Vengo a Eu­
ropa, y a l m es de m i llegada un agente del gobierno de Buenos
Aires en P arís (que sin duda alguna concurre a los consejos
privados del m inisterio fran cés) /repárese en la iron ía/ escribe
que uno u otro am ericano residente en Londres, tra ta n de llevar
(m etido en un bolsillo) a un reyecito p a ra con él form ar un
gobierno m ilitar en América. He aquí indicado al General San
M artin, que como educado en los cuarteles debe haberle alejado
la oportunidad de estudiar otro sistem a m ás adecuado a la ver­
dadera voluntad y a las necesidades positivas de los pueblos
( ‘Argos’ 16 de octubre) /d e 1824, N9 84, continuación del artículo
del N? 83/. Por lo expuesto no sé y a qué línea de conducta se ­
guir, pues h asta la dp separarm e de la s grandes capitales y vivir
oscurecido en ésta /B ru selas/, no ponen a cubierto de los repe­
tidos ataques a un General que, por lo menos, no h a hecho
derram ar lágrim as a su P atria; / . . . / ” 9.

San Martín continuaba cumpliendo el principio de “ el úl­


tim o lu g ar” del Evangelio de Jesucristo expuesto por el gran
teólogo argentino Padre Castellani, que he desarrollado en GLA­
DIUS N? 17 (pág. 66), pero hasta allí era perseguido por la ca­
lumnia que desataba su odio contra el que no había hecho de­
rramar lágrimas a su Patria, sino que había impulsado y hecho
triunfar el noble ideal en la epopeya por la independencia. A
través de las experiencias recogidas y de los sufrimientos pa­
decidos, San Martín se fue liberando del liberalismo que corroía
el cuerpo social hispanoamericano, oponiéndose en los hechos
a sus nocivas premisas, lo que desató contra él la persecución
de los liberales, causantes también de las luchas fratricidas y
desquiciadoras de la disciplina social quebrantada que ahora era
urgente restaurar, como escribió en aquella carta a Chilavert,
con todas las letras, desde “ el último lugar” en la pequeña Bru­
selas, el 1? de enero de 1825:
“ Y a tiene Ud. reconocida n uestra independencia por la Inglate-
rra ; la obra es_ concluida, yos am ericanos com enzarán ahora
el íru to de sus trab ajo s y sacrificios: esto es, si tenemos juicio
y SI doce anos de revolución nos h an enseñado a obedecer, sí,
señor, a obedecer, pues sin esta circunstancia no se puede saber
m an dar” io.

En esta misma carta, esbozó el principio del “ o b rar bien”


que él había practicado intensamente, y que recomendaba como
regla de conducta para el hombre de bien y el conductor, en
med10 de la corrupción que produjo el liberalismo atentando
contra el orden y la justicia, como lo explicó:

m 6 Precedente, pág. 148.


Ibidem N9 6 precedente, pág. 149.

— 124 —
“Todo cálculo en revolución es erróneo; los principios adm itidos
como axiom as son, por lo menos, reducidos a problem as. L a s
acciones m ás virtuosas son tergiversadas y los desprendim ientos
m ás palpables s o n . actos de m iras secundarias: así es que no
puede form arse un plan seguro, y a l hom bre ju sto no le queda
otro recurso, en medio de las convulsiones de los Estados, _que
proponerse por p arte de su conducta OBRAR BIEN : la experien­
cia m e h a dem ostrado que é sta es el an cla de esperanza en las
tem pestades políticas; / . . . / ” U.
Poco después, el 4 de febrero de 1825, en carta a su amigo
mendocino Manuel Molina, volvió sobre este principio, comple­
tándolo:
. / Desde Buenos Aires me habían escrito /sobre/ los m ovi­
m ientos ocurridos en ésa de abril y julio: ¿Qué quiere Ud. que
le diga, m i querido amigo, sino que la s revoluciones son su m ejor
escuela p ara los hombres y los pueblos? El honrado, el verdadero
patriota, en e sta fuerte calen tura debe proponerse por norte de
sus operaciones OBRAR BIEN. S i h a cumplido este sagrado de­
ber, puede contar con la tranquilidad de su conciencia sin que
las personalidades, la s facciones o las divergencias de opiniones,
puedan arran carle este bien inapreciable. Por lo dem ás, no espe­
re otra recom pensa de lo general de sus contemporáneos. / . . . / ” *2-
Este es un limpio pensamiento cristiano, ya que Nuestro
Señor Jesucristo no se cansa de repetirnos a través del Evan­
gelio que debemos obrar bien, en la misma dirección que que­
remos obren los demás hacia nosotros:
“De m an era que todo cuanto queráis que los hombres os h agan
a vosotros hacedlo asim ism o vosotros a ellos; porque ésta es la
ley y los p rofetas” (S a n Mateo, 7, 12).
Así expresó Cristo la regla de oro: la m ás alta expresión
del altruismo cristiano. Poner a los otros en nuestro lugar, tra­
tarlos siempre y en todo como querríamos ser tratados noso­
tros, es práctica rara y difícil, porque supone la supresión del
egoísmo. Para aspirar a conseguirla es menester grabar pro­
fundamente en nuestro espíritu esta convicción, fundada en la
fe: que Dios nos tratará de la misma manera que nosotros ha­
yamos tratado a los demás. San Agustín aseveró que “Todo
lo que la ley prescribe y predican los profetas se sintetiza en
el precepto de la caridad” .
¡Vaya si San Martín tenía un corazón caritativo! Porque la
persecución era implacable, ya que lo que San Martín aconse­
jaba en la carta a Molina, obrar bien, tenía el siguiente telón de
fúhdo, como explicó a continuación de lo transcripto m ás arriba:
“Me he extendido un poco sobre este particular por cuanto he
recibido cartas en que se m e asegura que en Buenos Aires se h a 12

11 Ibídem. N9 6, pág. 147.


12 Ju sta Dose de Zemborain. Cinco C artas del General San Martin.
B s. As., 1950, págs. 26 y 36.

— 125 —
form ado un complot sin otro objeto que el de desopinar a l Gene­
ral San M artín, que en su viaje a Europa (esto se h a escrito a las
provincias, aun por person ajes que están en alto puesto) no ha
tenido otro objeto que el de negociar con el Gobierno Francés
(lástim a que no h ayan dicho, el Español) un a te sta coronada y
absoluta p a ra Am érica; que dicho General se h abía ofrecido con
ocho m il hombres de tropas extran jeras verificar este plan y
obligar a los pueblos a adm itirlo, y p a ra corroborar esta verdad
el General Alvear m e h ab ía consultado en un convite en Londres
al haber yo m anifestado públicam ente esta opinión. En conclu­
sión, otros m il absurdos de este tam año. Ahora bien, mi am igo:
este complot es de patriotas /quiso decir: no del enemigo re alista /
y form ado contra un G eneral que por lo menos no h a hecho
derram ar lágrim as a su P atria, y bien, qué arbitrio contra esta
persecución encarnizada sino el consuelo de un a conciencia tra n ­
quila y despreciar (como lo hago) estos hombres, oprobio de su
P atria” 13 / . . . / .
Cabe recordar que el 9 de mayo de 1824 se había hecho
cargo de la Gobernación de Buenos Aires, el General Juan Gre­
gorio de Las Heras. El Ministro de Gobierno y Relaciones Ex­
teriores era Manuel José García, que fue delegado del Gobierno
de la,s Provincias Unidas en Río de Janeiro desde 1815 a 1821
existiendo pruebas firmes sobre su traición a la Patria y ser­
vicio a la Corte portuguesa durante la preparación y desarrollo
de la invasión y usurpación de los territorios rioplatenses de
la Provincial Oriental y Misiones de una y otra banda del Río
Uruguay. Acababa de dejar el Ministerio de Hacienda para re­
emplazar a Rivadavia durante su viaje a Londres ya citado. De
este individuo se podía esperar cualquier cosa, excepto patrio­
tismo.
El 9 de enero de 1825, San Martín le escribió a Paroissien:
“M ándeme üd. los Argos que hablen de mi pues de Buenos Aires
m e escriben m e sacuden sin m isericordia”.
Para dar una idea, E l Argos N? 35 del sábado 15 de mayo
de 1824:
“ Chile. 5 de abril. Hom enaje a la b atalla de Maipú en el teatro
de Santiago. Entre todos fueron aplaudidos con entusiasm o —u n a
fam a coronando de laureles esta inscripción: AL INMORTAL MI­
NISTRO RIVADAVIA. Es muy debido hom enaje. / / MANUEL
RODRIGUEZ SALVO A LA PATRIA” .
Conviene recordar al respecto que cuando el General San
Martín se cubrió de gloria con el triunfo de las armas de la
Patria en Maipú, Rivadavia estaba paseando en Europa en mi­
sión oficial y no quería volver a pesar de los ruegos de su mujer
que había quedado en Buenos Aires, y no teniendo ya nada que
hacer. Con respecto a Manuel Rodríguez puede consultarse mi
trabajo en GLADIUS N? 12 .

13 Ibídem N ? 12 precedente, p á g s. 26 y 37.

— 126 —
:®?PSSSIK

En la carta citada m ás arriba para Paroissien, San Martín


siempre en Bruselas le avisó también: “ A fines del entrante
pien so hacer una v isita a M ercedes” . Así lo hizo, ya que aquél
anotó en su “ Diario” que el 13 de marzo de 1825 San Martín
retornó a Londres, consignando un encuentro con Rivadavia el
22 de marzo de 1825, y lo siguiente:
“Fu i llam ado durante la cena, por un a n ota de S a n M artín en la
que m e pedía que fu era a l instante. Obedecí el llam ado y m e
encontré que e ra p a ra pedirme que fu era el portador de una n ota
de desafío a R ivadavia a quien S an M artín ju zgaba conveniente
castig ar por el rudo com portam iento que h abía tenido p a ra con
él la noche anterior”. Al parecer Paroissien estuvo presente por­
que agregó: “Yo creía ciertam ente que h ab ía estado m uy descor­
tés, pero todos esperaban este comportam iento por parte de R i­
vadavia, y disuadí a S an M artín de ese paso ta n precipitado.
Afortunadam ente, G arcía del Río llegó enseguida y triunfam os
en disuadirlo y hacerle abandonar tan d isp aratad a idea” w.
La provocación revela la audacia producto de la infatuada
soberbia, bien conocida en la historia, de Rivadavia, que lo llevó
a dañar con palabras y quizá con gestos, al caballero cristiano
educado entre nobles señores y que tanto bien había hecho a
la Patria. San Martín quiso castigarlo y planteó ante sus ami­
gos desafiarlo para llegar a un duelo en el que con seguridad
Rivadavia llevaría las de perder, tanto si fuera a pistola o a
arm a blanca, ya que en ambas, como era notorio, San Martín
era un experto. Esto significaría para Rivadavia el deshonor
si no aceptaba; la muerte, o heridas, como mínimo, si no rehuía
el lance. San Martín se exponía así a contrariar la voluntad
del Padre Eterno, que nos ordena en el quinto mandamiento
no matar, y sobre el particular, la doctrina católica nos impone
no desafiar, ni aceptar desafíos, ni siquiera cooperar o interve­
nir en duelos. E s decir, hubiera caído en pecado mortal. El
caso se parece un poco a la parábola de Nuestro Señor Jesu­
cristo sobre “los hijos diferentes” :
“Un hombre ten ía dos hijos, y llam ando al prim ero, le dijo:
—Hijo, ve hoy a tra b a ja r en m i viña; Y él respondió: —No quie­
ro. Pero después, arrepentido, fue. Llam ando al segundo le dijo
lo mismo. Y respondiendo él, dijo: —Voy, Señor; m as no fue.
¿C uál de los dos hizo la voluntad del padre? —El primero, di­
jeron ellos” (S a n M ateo 21, 28-31).
San Martín fue tentado por la actitud provocativa de Riva­
davia, pero sus buenos amigos, y sobre todo su temor por el
escándalo en perjuicio de la independencia sudamericana que
siempre procuró evitar, lo llevó a aceptar el consejo de éstos.
E ra una cruz m ás que tuvo que soportar, pero hizo la voluntad

w Ibid em Ns 4 y R. A. Humphreys. San Martín y Paroissien. Lon­


dres, 1824-5. San Martín, hom enaje de la Academia Nacional de la H isto­
ria en el centenario dç su muerte. B s. As., 1851, T. I, pág. 94.

— 127 —
del Padre, como el primero de los hijos de la parábola de Cristo,
cuya actitud, similar a la de San Martín, nos recomienda el
Padre Castellani, quien escribió con rudeza criolla: “ No tene­
mos m ás remedio que putear un poco, y después ir y hacer Su
voluntad” 15.
La Providencia, sin embargo, se ocupó que Rivadavia tu­
viera su castigo, en lo que más le dolía, por su afán desmedido
de figuración y poder: Canning, el primer ministro inglés, no lo
recibió como plenipotenciario, sin darle ninguna explicación.
Tuvo que recurrir a Baring (miembro de los Comunes) para
encontrar alguna. El Argos N? 94 del sábado 8 de octubre de
1825, sangraba por la herida:
“Los Editores. L a opinión pública está inquieta porque a R iva­
davia no lo recibieron como enviado extraordinario y plenipo­
tenciario. Cómo no le explicaron la razón, R ivadavia recurrió a
B arin g quien llegó a la conclusión que era porque fue nombrado
/por R ivadavia m ism o/ ante Inglaterra y Francia, y Canning lo
rechazó, ya que In glaterra sólo aceptaba un m inistro entero.
Estarem os en cam pañ a p a ra defender el honor” .

Finalmente, debemos considerar que la actitud de San Mar­


tín no fue contradictoria con su propósito de o b ra r el bien, pro­
pio de la doctrina cristiana, como nos dejó escrito la quinta­
esencia del patriotismo y del apostolado católico, nuestra gran
maestro Jordán Bruno Genta, quien nos dejó escrito:
“Claro está que Je sú s no se can sa de repetirnos que debemos
obrar siem pre el bien, incluso con nuestros enemigos que procu­
ran nuestro m al; también que no debemos ja m á s responder a la
in justicia con la in justicia; pero esto no significa que el cris­
tiano no deba resistir ni reaccionar frente a la agresión in ju sta
en contra de Dios, de la Patria, de los suyos, de sus am igos o de
su propia persona. Por el contrario, debe estar siem pre dispuesto
y provisto p a ra defender con viril energía a todo aquello que
es sagrado o digno de ser am ado, reverenciado y respetado” .
“U na cosa es no obrar m al ni con in justicia; otra cosa es
no defender h asta la m uerte una cau sa ju sta por la cual es el
bien m ayor arriesgarlo todo” 16.

La educación de su hija Mercedes __


San Martín vivía en Bruselas desde setiembre de 1824, mien­
tras su hija de ocho años estaba, como se ha visto, en Londres,
en el colegio inglés de Hampstead para que aprendiera el idio­
ma. Así lo explicó a su amigo de Mendoza Manuel Molina en la
carta ya citada del 4 de febrero de 1825:

15 Leonardo Castellani Th. D. L as parábolas de Cristo, Bs. As., 1960,


pág. 308.
16 Jo rd án B. Genta. Opción política del cristiano. B s. As., 1973,
pág. 29.

128 —
“/-■ ■ / Yo títo en ésta ha siete meses, lo barato del país, y más
que todo mi inclinación a vivir fuera de las grandes capitales
me han decidido a esta elección; para septiembre próximo
traerme a Mercedes, pues para este tiempo ya estará corriente
en el inglés” 17*.
En sus cartas a Paroissien se revela su soledad, y se tra­
duce que estar en “el último lugar” implicaba un sacrificio, aun­
que no lo decía. E l 1? de noviembre de 1824 le escribió:
“/ . . . / Mi amado amigo: un resfriado con honores de una grave
enfermedad, me ha tenido doce días en cama: ayer para mi más
pronta convalescencia me han entregado la de Ud. del 27 del
pasado”.
"A la verdad estaba incomodado por su silencio y mucho
más por la jugarreta de haberse marchado de ésta antes del
día que Ud. me había prefijado; yo creía que para borrar tan­
tas iniquidades su regreso a Inglaterra sería por ésta, pero des­
graciadamente veo que Ud. se fue por Calais. Pero creo no faltará
a su palabra de venir a verme y pasar el resto del invierno en ésta
para enero próximo”.
“ / . . . / Tenía pronto mi retrato para que Ud. lo hiciese llegar
a Mercedes, creyendo pasaría a Ud. por ésta, pero me valdré del
primer inglés que pase a Londres”.
“Al Capitán Heywood, su señora, su hija amabilísima, a toda
esta su cariñosa familia, déle Ud. mis mas sinceros afectos y a
mi Mercedes un abrazo, y yo espero, el que Ud. con toda impar­
cialidad me diga sus defectos y los progresos que hace en su
educación: yo impongo a Ud. la precisa obligación de que la vea
todas las semanas una vez, yo le seré muy reconocido a este
favor5’.
“/ . . . / Adiós, a pesar de las perradas que me ha hecho es y
será siempre su mejor amigo
J. de San Martín” 18.
El 27 de noviembre de 1824 le volvió a escribir a Paroissien
donde se nota que Bruselas estaba alejada del camino directo
entre París y Londres que aquel hacía rehuyendo desviarse.
San Martín pensaba con razón que Merceditas debía extrañar
mucho a su abuela, buscando una forma de mitigar esta ausen­
cia, por lo que encargó:
“Amigo el más ingrato: con que al fin se ha marchado Ud. de
París sin pasar por ésta a ver a su viejo General, Está bien yo
tomaré una venganza espantosa de su indiferencia, pues ni si­
quiera me anuncia su partida la que hasta ahora ignoraría a no
ser por García del Río que me la avisa. El mismo me dice debe
Ud. volver a fin del entrante, en este caso, véngase por ésta y
marcharemos juntos”.
“Encargo a Mercedes escriba todos los Paquetes /barcos de la
carrera/ a su Abuela. Dele Ud. dirección a esta carta bajo cu­
bierta de Doña Tomasa de la Quintana y Escalada; ruego a Ud.
al mismo tiempo visite a la amable familia del Capitán Heywood

17 Ibldern N-’ 12 precedente, págs. 28 y 37.


i» Ibídem N9 1.

129 —
dándom e noticias dé la salud de la niña, el progreso que hace en
su s estudios, asim ism o si se h a docilizado su carácter / . . . / ” 19-02
Pronto recibió la contestación de su amigo Paroissien que
comentó en la que San Martín escribió a éste el 13 de diciem­
bre de 1824:
“Mi am ado am igo: la de Ud. del 30 del p asado la he recibido y
celebro su llegad a a ésa”.
“Muy agradecido estoy a la v isita que Ud. h a hecho a M er­
cedes, y sobre todo los detalles que m e d á de su carácter, y ade­
lan tam ien tos; yo no dudo que los esm eros de la Sra. de Heywood,
y sobre todo, de su m aestra, borrarán los defectos de su prim era
educación. Por esto es que cad a día me felicito m ás y m ás de mi
resolución de sep ararla del lado de su abuela, sin cuyo paso estoy
seguro que e sta niñ a hubiera sido bien desgraciada” .
“ / . . . / Mi vida es uniform e y tranquila, las noches la empleo en
el teatro, y los d ías se reparten entre el paseo y la lectura: des­
pués de la vida ag ita d a de América, necesitaba gozar de paz por
algún tiem po / . . . / ” 20.
Las buenas noticias sobre Mercedes que le ha dado Parois­
sien, y la tranquilidad que disfrutaba, le permitieron un breve so­
laz, que se quebró algo menos de un mes después, al sentirse
aislado de las personas que lo querían y respetaban, y recibir
las noticias de los ataques de El Argos de Buenos Aires que ya
hemos visto en sus comentarios a Vicente Chilavert en carta del
1? de enero de 1825 y a Manuel Molina el 4 de febrero de 1825.
Su preocupación era permanentemente su pequeña hija reedu­
cándose, por tanto, con algún sacrificio que él también sufría.
La incertidumbre y el aislamiento produjeron esta ansiosa car­
ta a Paroissien, el 9 de enero de 1825:
“Mi querido am igo :: con é sta van tres desde la llegada de Ud.
a Inglaterra, y no he tenido contestación: este silencio me a d ­
m ira. M ás diré, m e tiene de m alditísim o humor, que se aum enta
con el que guard an la c a sa de m i am igo el C apitán Heywood a
quien he escrito dos c a rta s en el p asad o diciembre. Algunas ve­
ces reflexiono si el criado que lleva m is ca rta s a l Correo, y que
es necesario el fran quearlas, no la s h ab rá cobrado p a ra quedarse
con el im porte. O tras: si le h ab rá sucedido algo a Mercedes, y
tan to Ud. como la s S ras. de Heywood no quieren darm e u n a m ala
nueva. Por Dios m i am igo sáquem e Ud. de e sta incertidumbre,
poniéndome cuatro solas p alab ras” .
“M ándeme Ud. los Argos que hablen de m i pues de Buenos
Aires m e escriben m e sacuden sin m isericordia / . . . / ” .

19 ib ld em N9 1; y Héctor R. Ratto. Los comodoros británicos de


estación en el Plata. B s. As., 1945. E l Capitán Pedro Heywood se desem ­
peñó como tal en 1811; y desde fines de septiembre de 1812 h asta julio
de 1813, cuando San Martín vivía en Buenos Aires. Según el distinguido
historiador naval, el Capitán Heywood era "quiquilloso en extremo pero
caballeresco”, un m arino profesional “enemigo de actuar en asuntos que
no fueran resorte exclusivo del servicio naval”. Debió tener una exce­
lente fam ilia, ya que San Martín le confió a su pequeña h ija en Londres.
20 ib íd em N9 1.

— 130 —
“A fines del entrante pienso hacer una visita a Mercedes”.
“Creo que todos se han dado la palabra para no contestarme.
En octubre escribí a Hall, Bowles y Lord Fife, y no he tenido
de ellos ni una letra”.
“Esta va por conducto de De-Lisle, pues no sé cómo dirigir
a Ud. mis cartas a ésa, las anteriores han ido sólo a su nombre,
sin designar casa ni calle”.
“Adiós mi amigo, no pierda un momento en contestar a su
San Martín” 21.
E stos son los momentos en que sentía nostalgia de la Patria
y deseaba regresar, escribiendo a Manuel Molina en la carta ya
varias veces citada del 4 de febrero de 1825:
“A pesar de mis deseos de regresar a mi retiro, creo que perma­
neceré dos años o tres más por ésta para que Merceditas reciba
las bases de una regular educación, ella hace rápidos progresos
tanto en el inglés como en la música y dibujo; yo no puedo resol­
verme a dejarla no obstante que la familia respetable que la cui­
da, la ama como a hija propia” 22.
Algo similar le escribió a O’Higgins el 3 de febrero de 1825:
“/ . . . / Desde fines del año pasado me he establecido en ésta. Lo
barato del país y la libertad que se disfruta me han decidido a
fijar mi residencia aquí hasta que finalice la educación de la
niña, que regresaré a América para meterme y concluir mis días
en mi chácara, separado de todo lo que sea cargo público, y si es
posible, de la sociedad de los hombres / . . . / ” 23.
Como se ha visto anteriormente, San Martín llegó a Lon­
dres para visitar a Merceditas el 13 de marzo de 1825, quedán­
dose hasta fines de este mes, lapso en el que ocurrió el incidente
con el infatuado Rivadavia que se ha relatado m ás arriba. Ape­
nas arribó a Bruselas, empezó a preparar una reunión con su
hermana María Elena y su hermano Justo Rufino, para que co­
nocieran a Merceditas y verlos después de tantos años. Así
lo decía en esta carta a Paroissien del 12 de abril de 1825:
“Mi querido amigo: el 30 del pasado llegué felizmente a Ostende
/puerto y playa poco más de 100 km O.N.O. de Bruselas/ pero
tuve que esperar al maldito Talbot que no llegó hasta el 3. El 4
arribé a ésta pero con un tal constipado /resfrío o catarro/ que me
ha tenido en cama hasta antes de ayer”.
“He tenido carta de mi hermana la que no llegará a ésta
hasta mediados de junio”.
“He encontrado y tomado una casa cómoda, que está sobre
el Canal, en ella tiene Ud. su habitación preparada”.
“En julio podremos emprender nuestro viaje, este es el tiem­
po propio de los Baños de Spa /baños termales en las Ardenas,
a 115 Km. E.S.E. de Bruselas/”.
“Diga Ud. a García /del Río/ que la tenga ésta por suya y
ojalá se resolviese siquiera por un par de meses a dejar las gran­
des capitales y venir con Ud.”.213

21 Ibídem N9 1.
22 Ibídem N9 12, págs. 27 y 37.
23 Archivo de O’Higgins. T. IX, pág. 74.

— 131 —
“Adiós mi buen amigo; avíseme en el momento de llegar los
detalles de la Batalla de Guamangilla /Ayacucho/, dé mis me­
morias a nuestro García y sea siempre tan feliz como lo desea
su amigo. J. de San Martín” 2425.
La casa que había alquilado San Martín en Bruselas es la
que se recuerda actualmente con una gran placa en el fren ^
en la Rué de la Fiancée, frente al Canal, como la describió San
Martín. Desde allí, pues, volvió a escribir a Paroissien con más
detalles sobre la reunión de la familia y acerca de la educación
de Merceditas, el 6 de mayo de 1825:
“Mi querido amigo: no he contestado antes a la de Ud. en razón
de que había escrito a García, y por otra parte no había nada
de particular que decirle”.
He recibido una carta de la amable señorita Jolliffe en que
me dice lo siguiente: ‘Dijo a mamá el General Paroissien el do­
mingo que estuvo aquí que Ud. quiere llevar a Bruselas a Merce­
des para las vacaciones; también que era menester buscar una
criada para acompañarla. ¿Quiere Ud. que alquile una persona
para ir con ella? Sabemos de una mujer muy recomendable y
capaz de encargarse de la niña durante el tiempo de su ausencia.
Mamá estimará infinito que Ud. dé la contestación sobre este
particular’ ".
“Uno de mis primeros objetos, después de el de que Mercedes
conozca a su tía, es el de que en el tiempo que permanezca en
ésta no hable otro idioma que el español, y yo estoy seguro que
al mes volverá a poseerlo como antes; si viene en la compañía
de una criada inglesa, no consigo este objeto. Para remediar esta
falta yo he tomado una criada española, la que dejaré en Ostende
para que la acompañe en el viaje; esta criada ha servido seis
años al Duque de San Lorenzo y es una mujer de mucha razón.
Por lo que respecta a las pocas horas de travesía en el Paquete
/paquebote, barco/ Ud. asegure que haya una mujer en él que
pueda cuidarla”.
“Justo /Justo Rufino, su hermano/ va a encontrar a mi her­
mana a Bayona /puerto francés próximo a la frontera con Es­
paña, sobre la Bahía de Vizcaya/, estará en Bruselas a más tar­
dar el 15 de junio”.
“Como mi repetición de viajes a Inglaterra sena interpre­
tado por mis buenos /sic, debió ir entre comillas/ paisanos a
asuntos políticos, y sobre este particular me han criticado los
papeles públicos, mi objeto es el que se ignore mi marcha a ésa,
al efecto si donde Ud. habita hay proporción para dos o tres días
que es lo más que yo permaneceré en ésa para traer a Mercedes,
yo seré bien satisfecho, y si no me iré a un hotel de los menos
frecuentados, sobre este particular avíseme Ud. sin demora, y el
paraje adonde debo dirigirme y adonde poder encontrar a Ud. a
mi llegada”. . .
“Yo partiré de ésta a principios de junio, para poder estar
de regreso antes del 15 para recibir a mi hermana / . . . / ”
Su hermana María Elena era la primogénita de la familia
del Capitán Don Juan de San Martín y Gregoria Matorras, na­

24 ibídern N» 1.
25 Ibídem N» 1.

132 —
cida en La Calera de las Vacas (Banda Oriental, próxima al
actual Carmelo), el 19 de agosto de 1772, es decir, que tenía a
la sazón 52 años, casada con Rafael González dé Menchaca, fun­
cionario de la Corte Real, con el que tuvo una hija, Petronila 26.
Durante el resto del año 1825 hay un vacío en la correspon­
dencia de San Martín. Su vida transcurrió siempre en Bruselas
viviendo con su hermano Justo Rufino, y después de la reunión
familiar con María Elena, se concentró en la educación de Mer­
cedes, ya de 9 años, en un colegio de la ciudad. Para ella com­
puso las muy conocidas “Máximas para mi hija”, en ese mismo
1825, normas que San Martín debía seguir para lograr de su
hijita tan amada, una mujer que obrara el bien, como nos man­
dó Nuestro Señor Jesucristo, y San Martín, como se ha visto,
repetía en sus cartas. Las recordaré para los que no las co­
nozcan o hayan olvidado:
“Máximas para mi hija”. “1825”
“Humanizar el carácter y hacerlo sensible aún con los in­
sectos que no perjudican. - Sterne /27289/ ha dicho a una mosca
abriéndole la ventana para que saliese: —Anda, pobre animal,
el mundo es demasiado grande para nosotros dos”.
“2? Inspirarla amor a la verdad, y odio a la mentira”.
“39 Inspirarla una gran confianza y amistad, pero uniendo
el respeto”.
“49 Estimular en Mercedes la caridad con los pobres”.
“59 Respeto sobr.e la propiedad ajena”.
“69 Acostumbrarla a guardar un secreto”.
“79 Inspirarla sentimientos de indulgencia hacia todas las
religiones”.
“89 Dulzura con los criados, pobres y viejos”.
“99 Que hable poco y lo preciso”.
“109 Acostumbrarla a estar formal en la mesa”.
“119 Amor al aseo y desprecio al lujo”.
“Inspirarla amor por la Patria y por la L ib e rta d ” 28.

La pérdida de las Provincias Argentinas del Alto Perú


San Martín, como se ha visto, en carta a Paroissien del 9
de enero de 1825, le pedía:
“Mándeme üd. los Argos que hablen de mí pues de Buenos Aires
me escriben me sacuden sin misericordia. Vengan en términos
que se vea son impresos, para evitar el gran porte si vienen
cerrados” 29.

26 DHLGSM T. I, págs. 93, 290 y testamento ológrafo del General


San Martín.
27 Lorenzo Sterne: célebre escritor inglés. Nació en Clommel (Ir­
landa). Murió en Londres en 1708. Sus obras principales son: Tristam
Shandy, Viaje sentimental, Cartas a sus amigos, y Cartas a Eloísa, todas
traducidas al francés entre 1775 y 1840.
28 DHLGSM T. I, págs. 412-414.
29 Ibidem N « 1. * ‘

— 133 —
Lo m ás infamante contra San Martín fue E l Argos N? 83
del miércoles 13 de octubre de 1824, bajo el título EUROPA Y
AMERICA, empezaba con una inventada “ instrucción del Go­
bierno de Francia para establecer formas monárquicas entre
los nuevos Estados". Seguía, con un subtítulo: “ La escena,
en LONDRES” :
“/ . . . / que la m ism a instrucción supone ser la opinión de los m i­
nistros de dichos Gobiernos residentes en Londres / . . . / pero los
pueblos opinan contra estas form as/m onárquicas Que el
ler. Congreso N acional del Perú h a revocado públicam ente los
poderes que esos m ism os m inistros residentes en Londres /G arcía
del Río y Paroissien / recibieron del Protectorado /S a n M artín/
p a ra ten tar la transportación de un m on arca” / . . . / Que el G o­
bierno actu al de Chile a cab a de poner un veto poderoso a un a
constitución aristocrática /O ’H iggins/ que ahora dos años pudo
abrirse paso por entre las ideas liberales”.

El ataque directo a San Martín estaba en E l Argos N? 84


del sábado 16 de octubre de 1824, que continuaba el asunto de
la instrucción francesa, tratando de deducir por descarte a
quién iba dirigida la inventada instrucción, entre los que esta­
ban en Londres:
“/ . . . / L a instrucción parece no comprender al Sr. Alvear de Bue­
nos Aires, por estar en tránsito. Tam poco comprende al señor
R ivadavia, porque recién llegó, ni el señor E gañ a de Chile, porque
no estaba. El Sr. R iva Agüero /enem igo de S a n M artín/ del Perú,
fue clasificado como cabeza del partido m ás republicano de Lim a,
y adem ás que no es fácil que se suscriba por la conveniencia de
los sistem as m ilitares, que tiene un a lección práctica y reciente
de que si tales sistem as son los m ás propios p a ra d a r de palos
a los pueblos, tam bién tienen u n a capacidad acreditada de a p a ­
lear a los gobiernos”. /Subrayado por los autores del libelo: R iva­
davia y Núñez /Ataque a S an M artín/.
“El Sr. S a n M artín de Buenos Aires debe ser igualm ente ex­
cluido; acaso pueda sospecharse de este señor m ás adhesión al
sistem a m ilitar, porque su carrera hecha* siem pre entre los ejé r­
citos, debe haberle alejad o la oportunidad de estudiar otro siste­
m a m ás adecuado a la verdadera voluntad y a las necesidades
positivas de los pueblos; pero nos consta que / . . . / después de su
retirad a del Perú / . . . / se prenunció respecto de las instituciones
liberales / . . . / como un a obra enteram ente de acuerdo con sus
deseos y principios. / . . . / No nos queda pues, sino el Sr. Itúrbide
de M éjico / . . . / ”.
Para desenmascarar este último infundio sobre San Martín,
conviene consultar en GLADIUS N? 19 los pormenores de la
vida de San Martín en Mendoza y Buenos Aires durante 1823
y principios de 1824.
Estos eran parte de los ataques que los liberales lanzaban
contra San Martín en Buenos Aires durante su estadía en Euro­
pa y que motivaron, como se ha visto, sus comentarios en las
cartas a Vicente Chilavert y a Manuel Molina, el 1? de enero y
el 4 de febrero de 1825, respectivamente. Pero el 23 de diciem-

— 134 —
bré de 1824, apareció en Buenos Aires un periódico semanal
cuyos redactores fueron: Valentín Alsina, el Ministro Manuel
José García, y el cura apóstata Julián Segundo de Agüero que,
sin embargo, conservaba su canonjía en la Catedral de Buenos
Aires. Se llamó El Nacional y en el N? 1 de su inauguración,
expuso que se proponía tratar el problema de la reunión del
Cuerpo Nacional. Sus redactores, como se sabe, eran secuaces
de Rivadavia. En el N? 2 publicó el Proyecto de Ley fundamen­
tal para una constitución unitaria30.
E l Nacional N? 3 del 6 de enero de 1825, inició sus ataques
a San Martín, solapadamente:
“ / . . . / y si aún hay uno u otro, o desesperado o estúpido, que
aspire, y aún trab aje p a ra ver establecidas entre nosotros las
form as m onárquicas, la opinión pública la m arca con su execra­
ción, o con su desprecio: en térm inos que ni S a n Bernardino ni
S an M artín tendrían bastan te poder o influjo, o p a ra seducir,
o p a ra forzar al pueblo a que retroceda en sus principios” .

A continuación atacaba a la Iglesia Católica de todo el país,


diciendo que hemos sido educados “bajo el bárbaro e inhuma­
no influjo de la Inquisición” .
Esto es parte de la “ leyenda negra” inventada por los libe­
rales para justificar que hayan protestantizado a la sociedad
argentina con la falacia de una religión inventada por los hom­
bres para eludir en la tierra la vindicta contra sus pecados.
Pero a Dios no se lo engaña, ni tampoco a los que, siguiendo el
ejemplo de Cristo, tienen amor por la verdad. El eminente Pa­
dre Castellani nos ilustra al respecto:
“El pecado a los ojos de Dios es diferente que a los ojos de los
hom bres; el pecado no parece cosa muy im portante, e incluso
a veces los pecados son los ‘negocios’, como en el caso de los
prestam istas, cuyo negocio es la u sura; los politiqueros, cuyo
negocio es la m en tira; y los periodistas adulones, cuyo negocio
es la prostitución de la p alab ra h um ana; pero es una ofensa di­
recta p a ra Dios, creador y vengador del orden, comendador y
legislador de lo Justo. Lim pieza In fin ita”. / . . . / 31.

El Argos N? 113 del sábado 22 de enero de 1825: E l Cuerpo


Nacional se transformó en Congreso Nacional de las Provincias
Unidas del Río de la Plata; y el N? 114 del lunes 24 de enero
de 1825 da noticias de un gran triunfo en Guamanguilla; el N? 6
de E l Nacional del jueves 27 de enero de 1825 anunciaba que
el Congreso sancionó la Ley por la que se declaraba Constitu­
yente y dejaba las Relaciones Exteriores al Gobierno de Buenos
Aires hasta la elección del Poder Ejecutivo Nacional. E l Argos

30 Biblioteca de Mayo, T. X, pág. 9300.


31 Leonardo Castellani. E l Evangelio de Jesucristo. B s. As., 1977,
pág. 351.

— 135 —
N? 116 del sábado 29 de enero de 1825 repetía esto mismo. Al
día siguiente domingo salió el N? 117 como extraordinario de­
dicando una página entera para dar a saber que el viernes 28
del corriente el señor Wóodbine Parish acreditó haber sido nom­
brado por el Gobierno inglés para negociar un tratado de amis­
tad y comercio con el de las Provincias Unidas del Río de
Plata.
El Argos N? 120 del miércoles 9 de febrero de 1825 traía la
capitulación del General Canterac después de la batalla de Aya-
cucho el 9 de diciembre de 1824 y la proclama del General Ola-
ñeta, realista pero que continuaba la guerra desde Oruro (Alto
Perú), en tanto, desde San Juan, se anunciaba la reelección de
del Carril para 1825 y 26, cuyo mensaje entró en E l Argos
N? 122 del 16 de febrero de 1825, plagado de liberalismo, como
proclamar la libertad de cultos, al estilo de la reforma protes-
tantizante para destruir a la Iglesia Católica que había em­
prendido Rivadavia en Buenos Aires y que remedó Lucio Man-
silla en Entre Ríos, según E l Argos N? 123 del sábado 19 de
febrero de 1825. Esto era lo que querían los ingleses para pe­
netrarnos mediante el tratado del 2 de febrero de 1825 que pu­
blicó El Argos N? 125 del sábado 26 de febrero de 1825 que in­
cluía, en síntesis: Art. 1?: Perpetua amistad y recíproca libertad
de comercio. / . . . / Art. 3?: No se impondrán otros y mayores
derechos a la importación. / . . . / Art. 12?: Libertad de cultos.
Mientras tanto, el 24 de febrero de 1825 aparecía El Na­
cional N? 10 con cartas y gacetas recibidas de Inglaterra, desta­
cando la siguiente:
“Rivadavia ha logrado que se establezca en Londres una sociedad
con el fondo de 5 millones de pesos, cuyo objeto sea el estableci­
miento de bancos de rescate en las provincias que tengan minas,
auxiliar a los mineros y explotarlas directamente”. (Las acciones
ya corrían con un premio del 15 %).
E ra el principio de la maniobra que intentó Rivadavia para
robarle a La Rioja las minas de Famatina.
En el N? 140 de El Argos del 16 de abril de 1825 se incluyó
la proclama de Olañeta desde Potosí y la noticia de que el Ge­
neral Arenales, Gobernador de Salta, se aprestaba urgentemente
para marchar a apurar la ofensiva sobre los últimos opresores
de las Provincias del Río de la Plata. En el número siguiente
del 20 de abril de 1825 se daba la llegada de Alvear a Buenos
Aires y la creación del Ejército Nacional. E l Argos N? 143 del
miércoles 27 de abril de 1825 además de consignar que el Ge­
neral Arenales apresuraba sus marchas sobre Tilcara, daba cuen­
ta que el Coronel Pérez de Urdininea, enviado por el General
San Martín en 1822/23 había llegado por fin al Alto Perú, des­
pués de dos años, y derrotado a fines de marzo de 1825 a las

— 136 —
guarniciones de Tarija y Mojos. E l Argos N? 125 del 2 de mayo
de 1825 fue un número extraordinario para incluir:
“Proclama por Bando del General Arenales el 8 de abril de 1825.
Por un parte del General Urdininea que decía ‘En circunstancias
en que marchábamos sobre Tumusca en auxilio del Coronel Carlos
Medina-Celi, ahora que son las doce de la noche, acabo de recibir
un parte de dicho Señor que a las siete de la noche de este día
triunfaron completamente 300 valientes chicheños contra 700 ene­
migos serviles, en el punto de Tumusca. No se sabe aún el número
de muertos y heridos, excepto el General Olañeta, que fue el pri­
mero que mordió la tierra; más, en el campo de batalla 200 y tan­
tos prisioneros, incluso 20 oficiales. El fuego se inició a las tres
de la tarde y se concluyó a la hora indicada. También se tonjaron
todos los bagajes de guerra y numeroso cargamento de Olañeta.
Sírvase pasar inmediatamente esta noticia tan interesante como
plausible, al señor Capitán General de la Provincia de Salta,
mientras yo lo hago con el detalle de tan brillante acción que
me ha prometido pasar el señor Jefe victorioso Don Carlos Me­
dina-Celi. Dios guarde a Ud. muchos años. Inmediaciones de
Cotagaita, 1? de abril de 1825. Fdo. José María Pérez de Urdininea.
Al Señor Coronel Comandante Principal de las Avanzadas
Coronel Don Domingo Iriarte”.
“Retransmite este último desde Tupiza, 3 de abril de 1825
a las 5 de la mañana, al Gobernador de Salta”. .
“Arenales además informa que el General Sucre alcanzo Po­
tosí y que restan sólo débiles fracciones de Valdez. La Patria es
libre: las Provincias del Alto Perú están en libertad. Fdo. Teodoro
Sánchez de Bustamante, Gobernador interino de Salta”.
En el N? 147 de E l Argos del viernes 6 de mayo de 1825 se
puede ver quiénes son los responsables de la pérdida de las
Provincias argentinas del Alto Perú: desde La Paz, Sucre emi­
tió un decreto para usurpar estas provincias, dejándolas depen­
dientes del Ejército Libertador “mientras una asamblea de di­
putados de ellas m ism as delibere de su suerte” (20 de febrero
de 1825). Desde Buenos Aires, el Ministro de Gobierno y Rela­
ciones Exteriores, a cargo de las nacionales, el conocido traidor
Manuel José García, envió el 6 de febrero de 1825 instrucciones
al Gobernador de Salta General Arenales donde expresó: “Que
la base de todo convenio debe ser la disolución del ejército es­
pañol, y la libertad completa de las Provincias para disponer
como m ejor le conviniere a su suerte” . Sin embargo, hubo un
conato para recuperarlas, no muy confiable quizá: E l Nacional
N? 21 del 12 de mayo de 1825 publicó que se enviaba “una Le­
gación al Perú para: felicitar a Bolívar e invitar a las Provin­
cias del Alto Perú que siempre han pertenecido a las de la
unión rioplatense, para enviar sus representantes al Congreso
General Constituyente que se halla ya instalado” .
Precisamente en estos momentos claves para la suerte del
Norte argentino, Buenos Aires debía enfocar los acontecimientos
para recuperar la Provincia Oriental, ya que el 1? de abril de
1825 habían salido de San Isidro los fam osos 33 Orientales para
iniciar la campaña. Por eso El Argos N? 150 del 14 de mayo de
1825 difundía que el Gobernador Las Heras propuso al Congreso
establecer la protección de fronteras en la línea del Río Uruguay
ante la guerra que había estallado en la Banda Oriental, apro­
bando el Congreso y facilitando la recluta en las provincias.
El Argos N? 157 del 8 de junio de 1825 transcribió el B c ^ m
de la División Expedicionaria al Perú: “ Salta, mayo 2 de 1825.
La División al mando del General Arenales llegó a Potosí, invi­
tado por Sucre” . Se establece el correo con el Alto Perú el 19
de mayo de 1825. E l N? 161 de El Argos dijo que Sucre agra­
deció a la División Expedicionaria el 15 de abril de 1825. Pero
ésta regresó^ a Nazareno (300 km S. de Potosí) a órdenes del
Coronel José María Paz el 19 de abril de 1825, mientras Arenales
seguía a Charcas. Nada se decía del decreto de Sucre que lo
dejaba las manos libres para usurpar las provincias argentinas.
En vano declamará el N? 162 de El Argos del 25 de jimio de 1825:
“Las cuatro Provincias del Alto Perú pertenecen al territorio
argentino. La legación argentina (Carlos Alvear, José Miguel Díaz
Vélez y Domingo Oro) que salió el 9 de mayo de 1825 debe pro­
mover que la Asamblea de Diputados que convocó Sucre envíe
sus diputados al Congreso General Constituyente de las Provin­
cias Unidas del Río de la Plata”.
Ninguno de esos mediocres que han enviado podrá lograrlo.
E stas Provincias argentinas se perdieron cuando Rivadavia por
su miopía política y estratégica, y su pequeñez moral, por en­
vidia y odio a San Martín, no quiso apoyar a la Expedición del
Coronel Urdininea que promovía San Martín a través de la mi­
sión Gutiérrez de la Puente, como se ha visto en GLADIUS
Nos. 17 y 19 (mayo a noviembre de 1822).
En ese mismo número de El Argos se consignaba que una
División del Ejército brasileño había ocupado la Provincia Ar­
gentina de Chiquitos en el Alto Perú, con su característico opor­
tunismo, aprovechando cualquier momento de debilidad de los
rioplatenses. E l 30 de junio de 1825, en el N? 172 de E l Argos
llegaba la noticia demoledora de nuestro Alto Perú: “Bolívar
mantiene lo resuelto por Sucre a quien deja a cargo de las Pro­
vincias del Alto Perú que no reconocerán otro centro de auto­
ridad” .
La llamada libertad de cultos impulsada por los liberales
atentaba contra la unidad de los argentinos y contra la Iglesia
Católica, como se puede ver en el N? 184 de El Argos del 3 de
septiembre de 1825: E l Gobernador de San Juan del Carril fue
depuesto por la “ reforma eclesiástica” protestantizante. Este
número reprodujo una blasfemia del Times de Londres sobre
una beatificación del Papa. Este ejemplar llevó un suplemento
con la resolución del Congreso aceptando la incorporación de
la Provincia Oriental. E l Argos N? 193 del 5 de octubre de 1825,

— 138 —
trae como editorial una oración protestante para el Presidente
y Ministros de las Provincias Unidas, y un artículo contra el
Papa.
La pérdida de las Provincias argentinas del Alto Perú estaba
consumada: El Argos N? 197 del 19 de octubre de 1825 traía la
noticia que “ La Asamblea General de la ‘República Bolívar’ fijó
la bandera de este nuevo Estado” . Dirigiéndose al periódico El
Sol del Cuzco, editado por Bolívar, E l Nacional N? 30 de Buenos
Aires del 20 de octubre de 1825, aduló a Bolívar usurpador de
nuestras Provincias del Alto Perú y atacó a San Martín en esta
forma:
‘7 . .. / Las provincias argentinas últimamente han tenido Gene­
rales de popularidad, de mérito y de saber. / . .. / En aquellas feli­
ces circunstancias se halló el General San Martín cuando, des­
pués de constantes y felices victorias, ocupó la Capital de los
Reyes; ¡circunstancias tan felices, como perdidas! ¡Circunstancias
que no se aprovecharon como se pudo en favor de la nación
peruana! / . . . / ”.
Mientras este periódico de Rivadavia denostaba al Liberta­
dor San Martín —el nefasto personaje con su secretario Núñez
llegaba a Buenos Aires el 21 de octubre de 1825—, iban apare­
ciendo los números de El Argos con las noticias que señalo:
N<? 199 del 26 de octubre de 1825: “Es indispensable hacer la gue­
rra al Gobierno del Brasil por justicia, conveniencia, precaución,
venganza:. . . ”
N'J 200 del 29 de octubre de 1825: “Tarija se une a Bolivia”.
N? 201 del 2 de noviembre de 1825: “Contrato de un empréstito de­
cretado por el Congreso por 9 a 10 millones de pesos”.
N9 208 del 19 de noviembre de 1825: “El 22 de octubre de
1825 tomó posesión como Presidente de Potosí el Coronel José
María Pérez de Urdininea, que ascenderá a General de Brigada”.
N? 210 del 26 de noviembre de 1825: “Bolívar vendió a los
ingleses las minas de Potosí por un millón de pesos”.
Así fueron entregadas las Provincias Argentinas del Alto
Perú y las minas de Potosí por los liberales.

Para San Martín el gobierno republicano (liberal)


era irrealizable e incapaz de éxito en América
Llegamos así a 1826. A grandes rasgos, el desarrollo de los
sucesos en las Provincias Unidas del Río de la Plata empezaron
el 3 de enero de 1826 cuando el Gobernador de Buenos Aires,
General Las Heras, encargado de las relaciones exteriores, con­
vocó a las arm as contra el Imperio del Brasil a argentinos y
orientales. Con el pretexto del reclutamiento, en Tucumán, el
Coronel Aráoz de Lamadrid se apoderó del gobierno de esta
Provincia. E l 6 de febrero de 1826 el Congreso instituyó la
Presidencia de la República, e inflado con m ás diputados libe­
rales por Buenos Aires, nombró Presidente Permanente a Ri-

— 139 —
vadavia quien despidió a Las Heras y se apoderó de la mayor
parte de Buenos Aires como Capital de la República.
E l 18 de marzo de 1826, el primer ministro inglés Canning
escribía al embajador en Río de Janeiro (con jurisdicción sobre
el Río de la Plata, etc.) Lord John Ponsonby:
“/ • • • / Se ha sugerido como V. E. está ya enterado, que Montevir
deo, o toda la Banda Oriental, con Montevideo por capital, podría
ser erigida en un estado separado e independiente / . . . / ” 32.
El 26 de mayo de 1826 Ponsonby desde Río de Janeiro le
contestó a Canning:
“/ • • • / Expuse la proposición hecha por el gobierno de Buenos
Aires: la insinuación de hacer de la Banda Oriental un estado
independiente, teniendo a Montevideo por Capital, y la esperanza
de mi gobierno de que el gobierno brasileño, haría alguna propo­
sición propia, a fin de iniciar las negociaciones de paz, si es que
la proposición y la insinuación enunciadas no les fueran satis­
factorias. / . . . / ” 33,
E l Congreso sancionó el 19 de julio de 1826, una constitu­
ción unitaria que fue rechazada por las Provincias, empezando
por Bustos en Córdoba. E l General Juan Facundo Quiroga con
el lema “Religión o Muerte”, el 27 de octubre de 1826, aniquiló
en Tucumán a Lamadrid, desbaratando la Liga Unitaria del Nor­
te, apoyada por Rivadavia con arm as y dinero. En Tucumán, Ca-
tamarca, San Juan y Mendoza, se establecieron gobiernos fede­
rales.
A través de las cartas que San Martín le envió al General
Müler, que estaba en Europa, en abril, mayo, jimio, octubre y
noviembre de 1826, se desprende que durante este año seguía en
Bruselas, viviendo con su hija Mercedes, de diez años, y su her­
mano Justo Rufino. Fue en estos momentos de la vida de San
Martín que expuso su pensamiento político a través de la co­
rrespondencia con su íntimo amigo el General Tomás Guido que
se reanudó. La primera carta es la del 18 de diciembre de 1826
que contestó la de Guido del 30 de agosto de 1826, donde éste
había relatado Sus choques con Bolívar, y le enrostró a San
Martín su salida del Perú, a lo que éste replicó en dicha c a rta 34
quedmido en resumen de todo esto dos cuestiones importantes:
la primera, la opinión que se formó sobre Bolívar: “ una ligereza
extrema, inconsecuencia con su s principios, y una vanidad pue-
ril"-, y, segundo, su aseveración sobre los juicios históricos: “ lo
general de los hombres juzgar^ del pasado según la verdadera

. .. .32. Luís Aiberto de Herrera. La misión Ponsonby. La diplomacia


británica y la independencia del Uruguay. Bs. As., 1974, páe. 13.
33 Ibídem N» 32 precedente, pág. 15.
3« Archivo General de la Nación. VII-16-1-1, documentos 159 y 160.

— 140 —
ju stic ia y lo presen te segú n su s in tereses” . Su escepticismo es
terminante en cuanto a las personas en general, pero
“yo estoy seguro que los honrados me harán la justicia que yo
me creo merecedor. En cuanto a que la historia se verá en traba­
jos para cohonestar mi separación del Perú, yo diré a Ud. con
Lebrún: /citó cuatro versos en francés/. Sin embargo de estos
principios y del desprecio que yo puedo tener por la historia,
porque conozco que las pasiones, el espíritu de partido, y el
sórdido interés, son en general los agentes que mueven a los
escritores”,
Así describió San Martín precisamente a los que lo denos­
taban en los periódicos liberales de Rivadavia. Sin embargo,
continuó:
“yo no puedo prescindir de que tengo una hija, y amigos (aun­
que pocos) a quien debo satisfacer por estos objetos, y no por
lo que se llama gloria, es que he trabajado dos años consecutivos
en hacer extractos y arreglar documentos que acrediten, no mi
justificación, pero sí los hechos y motivos sobre que se ha fundado
mi conducta en el tiempo que he tenido la desgracia de ser hom­
bre público, si amigo mío la desgracia porque estoy convencido
de que —SERAS LO QUE HAY QUE SER SI NO ERES NADA”.
Los hechos y motivos en que se ha fundado su conducta
como hombre público, se han analizado a lo largo de esta serie
publicada en GLADIUS. San Martín no pudo ser nunca lo que
no era. É l era un noble español nacido en América, un militar
que, como todo buen hidalgo de los siglos xvx y xvn, “ recibía
en su niñez, adolescencia y juventud, una educación tan dura,
disciplinada y espinosa, que el pueblo reconocía de buena gana
su superioridad”, al decir de Ramiro de M aeztu35367. No pudo ser
otro que él mismo: el conductor militar que amaba a Dios y a
la Virgen Santísima; que amaba a sus compatriotas tanto, que
escribió a Guido desde Mendoza el 6 de abril de 1816, con mo­
tivo de los aprestos de Buenos Aires para invadir a Santa Fe:
“/ . . . / yo no soy de opinión de emplear la fuerza, pues cada gota
de sangre americana que se vierte me llega al corazón, por lo
tanto ya que han salido esas tropas sería de parecer no se hiciese
la menor hostilidad / . . . / ” 36.
San Martín cumplía el mandato de Cristo de am ar también
a los enemigos, sólo posible con la ayuda de Dios, como lo de­
mostró en San Lorenzo, después del combate, con el canje de
14 prisioneros realistas heridos por el único patriota que cap­
turó el enemigo, el gravemente accidentado Teniente Manuel
Díaz Vélez que se desbarrancó en la carga final del combate;
y la entrega de reses para los enemigos V; y aún ante los suble­

35 Ramiro de Maeztu. Defensa de la hispanidad. Bs. As., 1952, pág. 15.


36 ibidem N9 34 precedente, documento 9.
37 Cnel. Héctor Juan Piccinali. Vida de San Martín en Buenos Aires.
Bs. As., 1984, pág. 259.

— 141 —
vados del Batallón de Cazadores N? 1 en San Juan, en 1820, que
prohibió atacar:
“No es mi opinión que se rompan las hostilidades contra San
Juan: esto sería aumentar los males / . . . / ” 38.
San Martín amaba a su Patria, la tierra heredada de los
padres, el Virreinato del Río de la Plata, que siempre buscó res­
tituir completo, para cuya independencia elucubró el plan estra­
tégico continental en 1816 que incluía la reconquista de las Pro­
vincias del Alto Perú, como lo he probado en otro trab ajo 383940.
Muy poco después, el 6 de enero de 1827 en carta a Guido,
expresó San Martín que el gobierno republicano (liberal) era
irrealizable e incapaz de éxito en América:
“/ . . . / Ud. no debe haberse olvidado de las infinitas veces que
hemos hablado sobre que la gran crisis se experimentaría al con­
cluirse la guerra de la independencia: ella era indispensable visto
el atraso y elementos de que se compone la masa de nuestra
población, huérfanos de Leyes fundamentales, y por agregado
las pasiones individuales y locales que la revolución ha hecho
nacer. Estos males hubiéranse remediado en mucha parte, si los
hombres que han podido influir, hubieran tenido, 19, un poco
menos de ambición, y moderación, y 29, conocido que para de­
fender la causa de la independencia no se necesita otra cosa
que un orgullo nacional, (que lo poseen hasta los más estúpidos
salvajes) pero que para defender la libertad se necesitan ciuda­
danos, no de café, sino de instrucción y elevación de alma, ca­
paces de sentir el intrínseco (y no arbitrario) valor de los bienes
que proporciona un gobierno representativo. Cinco años ha esta­
do Ud. a mi lado: Ud. más que nadie debe haber conocido mi
odio a todo lo que es lujo y distinciones; en fin, a todo lo que
es aristocracia. Por inclinación y principios amo el gobierno re­
publicano, y nadie, nadie lo es más que yo, pero mi afección
particular no me ha impedido el ver que este género de gobierno
no era realizable en la antigua América española, porque carece
de todos los principios que lo constituyen, y porque tendría que
sufrir una espantosa anarquía, que sería lo de menos, si se con­
siguieran resultados; pero que la experiencia de los siglos nos de­
muestra que sus consecuencias son las de caer bajo el yugo de un
déspota: traslado al tiempo” '«).
Con respecto a lo que San Martín llama gobierno republi­
cano, conviene recordar que durante la revolución francesa de
1789, poco antes de haber guillotinado al Rey Luis XVI, la Con­
vención adoptó por primera vez el título de república, idea no­
vedosa ya que hasta entonces no existía ningún entusiasmo por
otra forma de gobierno que la monarquía. Aunque su existen­
cia fue efímera, ya que Napoleón se coronó emperador en 1804,

38 DHLGSM T. XV, pág. 150.


39 Círculo Militar Argentino. Revista Militar N? 716, enero-abril 1987,
Cnl. Héctor Juan Piccinali. El verdadero plan estratégico continental
de San Martín no es el conocido, que surge de una carta apócrifa, pág. 38.
40 Ibídem N9 34 precedente, documento 161.

— 142 —
impregnó de liberalismo al mundo. Por eso, es oportuno aquí
recordar la definición sobre el liberalismo del gran teólogo Pa­
dre Castellani quien la llamó “ descriptiva e histórica” y que se
ha transcripto en parte en esta serie, pero interrumpida para
mantenerla a la altura de los momentos históricos que se han
tratado:
“Liberalismo es un gran movimiento de rebelión anti tradiciona-
lista y reformista de la sociedad, que parte de los libros de los
empiristas y deístas ingleses, se formula en Rousseau, es divul­
gado por la Ilustración o el enciclopedismo francés; informa a la
Revolución Francesa a poco de comenzada; es inseminado por
las armas napoleónicas, se impone más o menos en Europa —y
aquí— a mitad del siglo pasado / . . . / ” 4142.
E l liberalismo había hecho en el siglo xix un mito del go­
bierno republicano, y la presión intelectual era tremenda, tanto,
que hemos visto todo lo que San Martín tuvo que escribir para
no ser considerado un “hereje” de esta nueva seudoreligión, y
afrontar la realidad de su inaplicabilidad práctica. Sin em bargo,
es evidente que S a n M artín, m erced a su carácter independien­
te y a su gran talento natural, h abía logrado lib erarse del libe­
ralism o en gran parte, a l sin cerarse consigo m ism o y con su
am igo, en momentos en que el liberalismo se imponía en el
mundo. San Martín había pensado en profundidad y sintetizado
exitosamente sus razones que nosotros podemos ampliar con un
enfoque teológico, ya que gracias al admirable trabajo del Padre
Alfredo Sáenz nos alumbramos con un contemporáneo de la
época, el Cardenal Pie, a cuya “lucidez y coraje al servicio de la
Verdad”, recurrimos, con las limitaciones propias de este tra­
bajo.
En el párrafo de la carta transcripto m ás arriba, San Martín
se refirió al atraso de la m asa de la población y su orfandad
en Leyes fundamentales, cuya explicación nos da el Cardenal
Pie:
“El Estado naturalista y liberal hipertrofiado no sólo destruye
la sociedad, al arrebatarle su religación fundamental, sino tam­
bién a las personas que le están sometidas y que han quedado
como apoyadas sobre arena movediza. Los ‘principios’ que antes
presidían el quehacer de la sociedad, han sido suplidos por las
‘opiniones’ que son, en cuanto a origen, los actos más ínfimos de
la razón humana, y en cuanto a la conducta que determinan,
las reglas más mudables, inciertas y sin norte” 42.
Con respecto a las pasiones desatadas, ambiciones desme­
didas e inmoderación que marcó San Martín, nos aclara el Car­
denal Pie:

41 Leonardo Castellani. Lugones. Esencia del liberalismo. Nueva


crítica literaria. Bs. As., 1976, pág. 137.
42 P. Alfredo Sáenz. El Cardenal Pie. Lucidez y Coraje al servicio
de la Verdad. Bs. As., 1987, pág. 322.

143 —
“El hombre moderno, producto del naturalismo reinante, es un
hombre descuajado, esclavo del egoísmo y la codicia, sujeto a la
sed del dinero, de los empleos, honores y placeres. Tales males
no son sino la consecuencia de otro mal, que es su principio, a
saber, el menosprecio y olvido de la doctrina/católica/,
historia nos muestra como todos los criminales errore- - la
herejía del siglo X V I y de la falsa filosofía del siglo X V in , amal­
gamados y combinados con los principios más avanzados de la
Revolución y de la anarquía, y reducidos a un cuerpo de ense­
ñanza pública, se convirtieron, durante cuarenta anos /del si­
glo X IX /, en triste pasto de casi todas las inteligencias” « .
Otra de las causas que para San Martín hacían irrealizable
el gobierno republicano en la América española, era la falta de
ciudadanos de instrucción y elevación de alma, no “ de café” (es
decir, charlatanes), que supieran comprender a un gobierno re­
presentativo que defendiera la libertad. E l Cardenal Pie, nos
ilustra al respecto:
“El liberalismo, diremos con San Agustín en su epístola 101, es
la palabra favorita de los que son esclavos de toda suerte de
pasiones. ¿Qué decir pues a esos hombres, alimentados de iniqui­
dad y de impiedad, y que se glorian de haber sido educados
liberalmente, sino lo que está escrito en un libro eminentemente
liberal: Si el Hijo os libra, entonces seréis verdaderamente ubres ¿
En efecto, es Jesucristo y su Iglesia quienes nos hacen reconocer
lo aue hay de verdad en los principios calificados de liberales
por hombres que no han sido llamados a la libertad; porque tales
principios en nada están conformes con la libertad sino en lo que
tienen de conformes con la verdad; por ello el mismo Hijo ae
Dios ha dicho: Y la verdad os hará libres” « .
Para San Martín, al carecerse de todos los principios que
lo constituyen, el sistema del gobierno liberal no es realizable
y llevaba a la anarquía y ésta al despotismo. E l Cardenal Pie
comparte el desenlace del drama del liberalismo, de cuyas ver­
dades, extraigo:
“El poder político no procede originariamente de abajo, de la
voluntad de algún hombre, o de un hecho histórico, o de un
pacto social, ni depende del sufragio de las multitudes. Es cierto
que tales instancias pueden contribuir exteriormente al naci­
miento y concreción de un poder determinado, pero lejos de
constituir su origen metafísico, a lo más actúan proveyendo la
materia. Por eso decía el Apóstol: ‘No hay autoridad sino bajo
Dios, y las que existen, por Dios han sido establecidas (Rom.
13 1 ) 45
“La autoridad creada no tiene derecho a la obediencia, a la
sumisión, al respeto, sino porque proviene de Dios. Cuando el
derecho de Dios desaparece, no queda sino el derecho del hom­
bre; y el hombre nunca tarda nada en encamarse en el poder,
en el Estado, en el César. Tal es el fin de la aventura. Desdé el
momento en que la sociedad y el Estado se niegan a reconocer

« ibidern N9 42 precedente.
44 ibídem N9 42 precedente, pág. 308.
45 ibidem N9 42, pág. 312.

— 144
una instancia superior, comienzan a hacerse tiránicos. Él Estado
liberal no puede sino encaminarse decididamente hacia el tota­
litarismo w.
San Martín comentó en la misma carta del 6 de enero de
1827, lo que Guido escribió sobre las andanzas de Carlos de
Alvear:
¿Con que la política de Don Carlos es la misma, mismísima que
desplegó en el tiempo de su directorio, y ainda mais se le ha
confiado el mando de todas las fuerzas disponibles del Estado?
¡Gran Dios! Echad una mirada de misericordia sobre las Pro­
vincias Unidas. Sí amigo mío, toda la protección del Ser Suore-
mo se necesita para que ellas no se arrepientan de tal elección”.
Ante tan grave error político, contrario al bien común, San
Martín pedía la asistencia de Dios. El Cardenal Pie pudo res­
ponderle:
A una sociedad semejante, viciada de raíz, que de propósito
ignora a Dios, Dios le responderá con esa pena del tallón que
es una de las grandes leyes del gobierno de su providencia. EL
poder que como tal desconoce a Dios, será como tal desconocido
por Dios: Si alguien ignora, será ignorado’ (1 Cr. 14, 38). Ahora
bien, ser ignorado de Dios es la desgracia suma, la derrelicción
absoluta. No en otros términos será formulada la sentencia de
io oJcna reProbaclon: ‘No os conozco, no sé de dónde sois* (Le.
13, 25). Pie es taxativo: ‘Los guías y los oráculos de los pueblos
se obstinaron en dirigir a Dios estas palabras tan imprudentes
como impías: ‘Retírate lejos de nosotros, no queremos la ciencia
de tus vías’ (Job 21, 14). Y he aquí que Dios, cansado de sus
desdenes, le tomo la palabra. No diré que se retiró, porque en­
tonces el resultado hubiera sido algo más que el oscurecimiento,
la enfermedad, el desastre — No, Dios no se retiró, se mantiene
solamente alejado de nosotros. Ello es bastante para que todo
se tambalee, para que todo entre en disolución. Dios es el prin­
cipio de toda cohesión, como la Iglesia nos lo recuerda cada día
en la oración pública: Rerum Deus tenax vigor. En Él, en su Hijo
que envió a la tierra, reside la consistencia universal de las cosas’
Omnia In Ipso constant (Col. 1, 1). Fuera de Él, todo se hace
impotencia, confusión, anarquía” *?.
En la misma carta a Guido del 6 de enero de 1827, San Mar­
tín explicó por qué no ofreció sus servicios cuando se declaró
la guerra al Imperio del Brasil, y lo que es m ás importante para
este trabajo, expresó francamente su adhesión por la monar­
quía, contraponiéndola al gobierno republicano liberal. He aquí
sus palabras:
“Me sorprende lo que le h a dicho M anuel Escalada de haberse
extraviado la solicitud que hice a mediados de abril de m s, y
tí este extravio ha sido en la Secretaria del Gobierno o en su
poder; esta es la prim era noticia que tengo después de las repe­

* Ibidem N* 42, págs. 319, 320.


47 Ibidem N* 42, págs. 321, 322.

— 145
tidas veces que le he suplicado me dijese cuál había sido la con­
testación dada por el Gobierno, pues él no me ha escrito. Con­
fieso que el inesperado silencio de mi hermano tanto mas sor­
prendente cuanto le había recomendado este encargo muy par­
ticularmente, no sólo me ha causado una fuerte admiración, sino
que creía que el no contestar el Gobierno mi solicitud de ’’ n-
cia, era con el objeto de hacerme un grosero desaire y vetando
en esta persuasión, es que cuando se declaró la guerra, no me
pareció regular ofrecer mis servicios por temor de exponerme a
un nuevo insulto. En fin, ya es demasiado tarde para ofrecer
mis servicios; por otra parte, yo estoy seguro que si diese este
naso se creería sospechoso, tanto más, cuanto el empeño que se
ha puesto en hacer creer que el General San Martin no ha tenido
otro objeto en su viaje a Europa que el de intrigar a fin de esta­
blecer monarquías en América. Los miserables que han hecho
circular tan indignas imposturas, no conocen que los sentimien­
tos que francamente he manifestado sobre este particular, nada
tiene que ver con los respetos que se deben a la mayoridad de la
nación, por la cual me sacrificaría gustoso a pesar de la diver­
gencia de mi opinión con las que profesa esta mayoridad
En mi trabajo publicado en GLADIUS N? 14, titulado San
Martín implantó en el Perú el m ejor régimen político, contrario
al liberalismo” demostré que San Martín había aplicado el lla­
mado régimen mixto de Santo Tomás de Aquino y cité la clarí­
sima síntesis del Padre Castellani: “E l gobierno de uno solo
(monarquía). Con participación de los pocos m ejores (aristo­
cracia). Y el consentimiento y cooperación de todos en la me­
dida de lo posible y de la capacidad de cada uno (república)” .
E ra una convicción firme este régimen para la inteligencia y
experiencia de San Martín, que chocaba contra las^ ideas en
boga del liberalismo, que, como bien decía San Martín, habían
invadido las mentes de la mayoría, del modo que el Cardenal
Pie denominó categóricamente: “ La plaga del liberalismo es
propiamente la plaga de las sociedades actuales” 4849. Por su con­
vicción política, San Martín se sentía presionado y perseguido
por lo que se había hecho una seudoreligión, como explicó el
Padre Castellani:
“El sistema democrático es legítimo, lo han dicho todos los filó­
sofos políticos; aunque es el más flojo de los tres sistemas legí­
timos; pero no es ni necesario, ni el más excelente; como implica
eso de que ‘lo pide el progreso y la justicia’; lo pide a veces la
‘circunstancia’ y nada más. Aquí ha mostrado la oreja la reli­
giosidad’ liberal: la democracia es un ‘dogma’, es lo mejor, lo
necesario, lo santo. El que se le oponga es un malvado, un mons­
truo. Aquí está el error filosófico y teológico, que a mi me con­
cierne como doctor sacro. Estos liberales que abominan tanto la
Inquisición lo hacen porque ellos se la han apropiado, el que no
es ‘democrático’ es hereje; y debe mirir” 50.

48 ibídem N9 34, documento 161 v.


49 ibldem N9 42, págs. 311, 312.
so Ibíáem N9 15, págs. 305, 306.

— 146 —
Apreciación de San Martín sobre la guerra
para reconquistar la Provincia Oriental
En la larga carta a Guido del 6 de enero de 1827 que se ha
considerado, también incluyó este tema. San Martín explicó que
terminada la guerra de la independencia contra los realistas,
era justa justísima, remarcó— la cooperación con los orien­
tales para lograr sacudir el yugo portugués, pero debía consi­
derarse que la superioridad naval lusitana produciría el bloqueo
del Río de la Plata y que éste era decisivo para la vida nacio­
nal. E stas fueron sus palabras:
“Veo lo que Ud. me dice de la disidencia de algunas Provincias
con el Gobierno general y Congreso. Sin más antecedente que
la cooperación prestada por el Ejecutivo (sin duda con anuencia
del Legislativo) a los orientales juzgué que estas dos autoridades
no estaban sólidamente cimentadas. Me explicaré. Yo no puedo
nacer la injusticia tanto a los hombres que se hallan al frente
de la administración, como a los que componen el Congreso, en
suponerles una falta de precisión o cálculo, para ignorar que la
cooperación que se prestaba a los orientales (cooperación justa
justísima si Ud. quiere, pero que no era llegado el tiempo de’
darla, y que estaba en contradicción con una sana política) había
necesariamente de empeñar una guerra con el Brasil y cuyos
resultados no podían menos que sernos funestos por cualquier
punto de vista que se mire; que el bloqueo del Río sería la pri­
mera consecuencia de esta guerra, y que obstruido el único canal
de nuestra existencia, y sin medios para impedirlo, no nos podía
quedar otra alternativa que la de una paz vergonzosa, aún que
quiero conceder el triunfo de nuestras fuerzas terrestres. Supues-
to este conocimiento yo no lie podido atribuir a otra causa el
rompimiento que al temor de los gritones de la Capital, manifes­
tada la debilidad de la Autoridad, puede asegurarse en ninguna
consideración y respeto, base sobre el cual reposa el Gobierno
Republicano”.
San Martín no consideró aquí la influencia británica omní­
moda sobre Rivadavia y sus secuaces, porque su nobleza no
podía concebir tal subordinación a los intereses extraños. Co­
mo lo hemos visto m ás arriba, Canning y Ponsonby se proponían
ía independencia de la Provincia Oriental, segregándola de las
Provincias Unidas. E ra evidente que se quería evitar que Bue­
nos Aires tuviera el total dominio del Río de la Plata que le co­
rrespondía legítimamente. En enero de 1828, Ponsonby explí­
cito la misma idea que presidía sus instrucciones de 1826:
“Estando la posesión de la Banda Oriental, a la cual eventual-
mente se liga la posesión permanente del Plata, en manos de la
República del Plata, esto podría, en parte, ser una defensa contra
el peligro citado /el Imperio del Brasil aliado con Francia/.../
Sin embargo, yo no creo que a Buenos Aires se pudiera confiar
con segundad el dominio del Río de la Plata. / . . . / Parece qué
los intereses y la seguridad del comercio británico serían grande­
mente aumentados por la existencia de un Estado que debido a
su posición, podría impedir los males posibles y en el que los
intereses / . . . / tuviesen, como el primero de los objetivos nacio­

147 —
nales e individuales, cultivar una amistad firme con Inglaterra
/ . ./ Tal Estado creo que seria una Banda Oriental mdepen
d i e n t e ” 51.

Como se puede leer en la siguiente carta de San Martín a


Guido del 13 de febrero de 1827, Rivadavia había cumplido ?
pie de la letra las órdenes de los ingleses, proponiendo la *«»z
al Imperio del Brasil mediante la independencia de la Provincia
Oriental:
“Veo por la de Ud. se habían hecho por ese Gobierno proposicio­
nes de Has balo la base de la independencia de la Banda Orien­
tal* si ella es aceptada, aliviará por el pronto la critica situación
i S w o “ 'reitere » 1» A rse n W , mase! ¡K,rve,ur
le presenta nada favorable. No nos hagamos ilusiones, ia inde
pendencia de la banda oriental, es en mi opinión «ul™e™ca’ j)*1
más razón que porque carece de bases Para £ £arán
»mación al Brasil, y porque sus mismos dcs“ d®?e*
buscar un apoyo, y que esta en el orden sea en el mas fuerte,
„ este case se presentan dificultades inmensas para la orga-
Uaeión**de esa R e J ú S /la Argentina/, ya débil por las mas
ricas y pobladas provincias que se le han separado, como^oir su
localidad /por ubicación/ que la condena a
menos pensado el único canal de su prosperidad, por el bloqueo
de su Río”.
San Martín, como se ve, pensaba con patriotismo e inteli-
genciaen el bien de la República Argentina, que por acción del
incapaz y nefasto Rivadavia y los liberales entreguistas, per J a
S mitad7 de su población y de su territorio, y el domimo del
Río de la Plata que incuestionablemente le pertenece y que era
vital para su desarrollo. A través de las cartas de Guidojy las
aue él le envió, y en su nutrida correspondencia con O Higgins,
Miller y después con Juan Manuel de Rosas, podremos presen­
ciar cómo San Martín siguió librándose del liberalismo, empe­
zando por su vuelta por el Plata al fin de 1828 y principios d
1829, pero todo ello necesita capítulo aparte, por lo que conti­
nuará.

si Ibídem N * 3 2 , p á g s . 188 a 190.


ELOCUENCIA Y SABIDURÍA EN EL “ DE DOCTRINA
CHRISTIANA“ DE SAN AGUSTÍN
C e c il ia I . A v e n a t t i de P alum bo

Elocuencia pagana y patrística latina

fps í f Í ^ T ° , V1SÍÓn patr.i?tica latina reconoce entre sus vertien-


i L f w f í ! Ia concf pcion ciceroniana de la h um am tas cuyo
Í ch^ bre perfecto es el orator. En éste se concilian pa-
ñuencfa r i í í n n f ’ ° \ a ü ?. y rati0 > retórica y filosofía. E sta con-
¡ Í 2 S L S contemPlacion y expresión, de pensamiento y buen
í f “ ’ pllca que la hum anitas haya traspuesto el marco del
forum para convertirse en un modo de vida. Este a r s bene vi-
i» dlcendt se Proyecta desde la Roma clásica hacia
mo ia , f r StÍtUyé^ 0Se en 61 fundamento del humanis­
mo occidental, del que se hizo eco fiel el Renacimiento y Barro­
co español de impronta cristiana. Entre los múltiples ejemplos
bástenos citar a Fray Luis de León quien pedía que:
“el estilo del decir se asemejase al sentir, v las palabras y las
cosas fuesen conformes” i. 1 y las
y a Francisco de Quevedo, quien en un sentido elogio a otro es­
critor encomiaba un equilibrio por el cual estaban:
asistidas ,las palabras, que ni a la verdad le
a ta adorno, m ellas con la demasía embarazan a la verdad” 2.
ar“ onía entre la reaIidad y el buen hablar configura^
\ f lai\ Ml? hel “le point esentiel de rhumanisme cicé-
roruen . No se trata de un mero artificio del decir persuasivo,
menos aun de una pura retórica vacía de contenido ni de un
juego elegante de palabras halagüeñas. El cultivo del arte su-
orariíír r ? ¿ n ° CUenC1K- ~ ° bjet0 Primordial en la formación del
tSio n r í u H ^ o 56! UblCE ? ara Cicerón en un Plano ético-meta-
fisicO: Cultivar la elocuencia es, de este modo, cultivar la propia
esencia, es ponerse en camino hacia la perfección del ser.

„ , ' León- Lilis de: L o s nom bres de C risto En sus O bras C o m p le t a s


4 e Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1957,1.1, p.492.
F n ¡,o g° - « <■ « * ■

149
y actitudes subjetivas en el recepor. La interpretación valorati-
va de estas actitudes es clarísima para nosotros (y no solo para
nosotros): ellas consisten en un radical empobrecimiento y em­
botamiento de la capacidad intelectual y afectiva. E l bien o
el mal, lo verdadero o lo falso, lo bello o lo feo, todo adopta
idéntico perfil de superficialidad e intrascendencia: no hay con­
ciencia de la contradicción entre los extremos, porque el rec
so a la pura sensibilidad, unido a la proliferación informat: .,
ha hecho perder en el hombre actual la conciencia del ser, úni­
co “lugar” en que la conciencia se adhiere a la verdad y rechaza
el error.
K« # #

Caiga la semilla donde deba caer. Alguien, algún respon­


sable de la educación católica, puede todavía recoger estas ideas.
Ellas no son nuestras, sino las del propio Magisterio pontificio,
recordadas no hace mucho por un reconocido maestro tom ista6.
Sólo un replanteo de los p re su p u e sto s de la comunicación
humana que hoy pervierten el mensaje “sapiencial”, puede ha­
cer efectiva la prédica del maestro y del “comunicador” cató­
lico. Sin duda es posible que una metodología de este tipo
constriña a la educación católica en reductos limitados, abo­
cados a la ignorancia o a la hostilidad del medio. Y que, así,
induzca un descenso cuantitativo de receptividad. Pero, de to­
dos modos, ese descenso es ya un hecho, malgrado los intentos
realizados para evitarlo y que se han efectuado habitualmente
a costa de exigencias cualitativas de auto-identidad. Lo aquí pro­
puesto como “ reconversión escolástica” del método será, al me­
nos, un intento distinto para paliar la crisis de la educación ca­
tólica. E s el momento de probar si no será más conducente
para el logro del objetivo “ abarcar menos para apretar m ás”
que pretender dar batalla flotando sobre la cresta de la ola de
la cultura contemporánea.

6 Entrevistado por la revista Esquiú en junio del año pasado (Es-


qutú XXXI, tí> 1570) expresó Joseph Pieper refiriéndose al futuro de la
Universidad: “Si yo hiciese una propuesta para la reforma de la Universi­
dad hoy en día, sería la de reinstitucionalizar el viejo método medieval de
la disputatio como un elemento obligatorio de la vida universitaria ( )
disputatio es mi sugerencia para la renovación de la universidad”. No
podramos haber dado con un aval de mayor jerarquía y más inequívoco
en relación con la propuesta aquí presentada. Sólo hay que lamentar que
i2 l£ 0rina sm?*lar a Quien esto escribe) se haya vista Pieper obligado a
hasta^ste m í e n t ? 1 “P° r suPuesto> nadie ha aceptado mi sugerencia
SAN MARTÍN Y EL LIBERALISMO

Cn el. H écto r J uan P ic c in a l i

Partes que comprende este trabajo: I. San Martín ante el


liberalismo, en GLADIUS N9 7; II. San Martín contra el
liberalismo en la organización de la Nación, en GLADIUS
N9 10; III. San Martín contra el liberalismo en Chile, en
GLADIUS N9 12; IV. San Martín implantó en el Perú el
mejor régimen político contrario al liberalismo, en GLA­
DIUS N9 14; V. Los liberales contra San Martín, en GLA­
DIUS N9 16; VI. y VII. Continuación de V., en GLADIUS
Nos. 17 y 19; VIII. San Martín se libró del liberalismo, en
GLADIUS N9 20; IX. La que aquí se expone continuación
de VIII.

SAN MARTIN SE LIBRÓ DEL LIBERALISMO


(Continuación de GLADIUS N° 20)

L a guerra contra el Imperio del Brasil bajo Rivadavia


Desde agosto de 1826, San Martín mantuvo una nutrida co­
rrespondencia con el General Miller, inglés que fue su valiente
y capaz subordinado en el Perú, y que estaba escribiendo sus
memorias sobre la guerra de la independencia sudamericana,
por lo que requirió la cooperación de San Martín sobre los he­
chos en los que no había participado Miller personalmente.
San Martín se brindó con su habitual generosidad, y a través
de sus contestaciones surge la verdadera historia de estos glo­
riosos sucesos. Las clarificadoras respuestas del héroe, inclu­
yendo el famoso retrato donde posó para el artista belga Madou,
y la litografía, se extendieron hasta 1828, mientras en el Río
de la Plata se desarrollaba la nefasta administración de Riva­
davia, y la guerra contra el Imperio del Brasil por la Provincia
Oriental y las Misiones guaraníes, cuyas noticias recibía San
Martín desde Bruselas con el consiguiente atraso.
La guerra contra los portugueses estuvo signada por la pre­
sión constante del gobierno británico a través de su embajador
en Río de Janeiro Lord Ponsonby, quien llegó como mediador
a Buenos Aires el 26 de agosto de 1826, resuelto a imponer la
paz sobre la base de la segregación de la Provincia Oriental de

— 51 —
U?3das para que se transformara en un estado
rv ^ S !^ 1^16]146 sa^ . lte de Inglaterra (como surge de su corres-
en o fa S u s N ^ I o * ^ 3^ ^ aceptó de entrada como se ha visto
rifo finaf ^ desqmciadas por el grupo de Rivadavia, impe-
?^nno^y 4-debíClamente a la ?uerra empeñada. Ya se ha nr
onado antes el tristemente célebre empréstito con Baring I ,-
..J !,’ sol° sirvió para que Rivadavia y sus secuales embol-
ninmir^13 cuantiosa coima y los comerciantes ingleses hicieran
mnn!r> y se g Hros negocios. Para dar una idea, recuerdo que el
m S S L ? l ° lver p o r,!a Provincia de Buenos Aires era de un
o sen 7 nffnnn,í^ f esteI lm as. pero ésta percibiría sólo el 70 %,
sión 1 2 K ! ? raS‘ ? grupo de Rivadavia cobró por su comi-
nprn i ? 0; 000 hbra® y la escribanía Newton de Londres, 30.000,
Sor 1« J en? ° en L° ndres el contrato a Baring Brothers
S r in S hf tOS m° n1tos’ es decir, por 850.000 libras, rete­
j í ? banca por adelantado dos años de intereses y amor-
£ r “ len se restaron a ias 700.000 libras, por 130.000
5 70 non i S f d° para el Gobierno de Buenos Aires sólo
2 ' ! ° í hb as’ cuya mayor Parte fue recibida en letras de cam-
comerciantes ingleses de la plaza porteña, y una ín­
fima parte en metálico. La garantía era la tierra pública que
quedo embargada. Las obras públicas pretextadas no se hicie­
ron; en cambio, se creó un banco de emisión cuyos billetes se
esvalorizaron de inmediato, manejado por británicos quienes
discriminaron los beneficiarios de los créditos que se otorga­
ron. Para eludir su quiebra, se refundió en un Banco Nacional
creado por el Congreso rivadaviano donde la mayoría de las
acciones seguían en manos inglesas y, para mayor dependencia,
el Congreso por ley del 20 de mayo de 1826 suprimió la teso­
rería nacional, para entregarla a este Banco 2. Cuando Ponson-
oy liego a Buenos Aires como mediador informó al primer mi-
rustro británico Canning el 20 de octubre de 1826 que “los bille
tes, ahora, en Buenos Aires están al cambio de 120 % de pér­
dida contra el oro en barras” 3.
E l triunfo del Almirante Brown el 9 de febrero de 1827 en
Juncal —que desbarató el bloqueo de la flota brasileña numéri­
camente superior—, y el del Ejército Argentino en la batalla de
Ituzamgó el 20 de febrero de 1827 al mando de Alvear, quien
apenas iniciada, detuvo la persecución del enemigo, no fueron
suficientes para alcanzar una decisión favorable sobre los impe-

1 Luis Alberto de Herrera. La misión Fonsonby. Bs. As., 1974


tic L Irazusta. influencia económica británica en el Río de la Plata.
B a rin g ” . S ’ a s ., S t Í T a S ^ X - i f l í ^ ' ^ TCrdad SObre * e m p réstlto
3 Ibldem N o ta N9 1, precedente, p p . 71-72.

— 52 —
ríales. Rivadavia envió a Río de Janeiro a su adláter, el cono­
cido traidor Manuel José García, ahora entregado totalmente a
Ponsonby. García llegó a la capital brasileña el 10 de mayo
de 1827, y firmó una convención preliminar de paz dictada por
el enemigo derrotado donde no sólo aceptaba que la Banda
Oriental se entregara al Imperio del Brasil, sino que se desar­
maría la isla Martín García, se declaraba la libre navegación del
Río de la Plata, y aún se debía pagar una indemnización a
los comerciantes brasileños en compensación por las perdidas
provocadas por los corsarios argentinos. E s decir, una imposi­
ción sólo aceptable para la perversión m ás degradada.
Mientras tanto, Brown volvió a triunfar en el combate na­
val de Los Pozos el 11 de junio de 1827 frente a Buenos Aires,
ante la vista de los entusiasmados porteños, conmovidos de pa­
triotismo viendo al ínclito héroe naval rechazar con cuatro
buques argentinos a treinta naves portuguesas. Diez días des­
pués, el 21 de junto de 1827, cuando llegó el felón García en la
goleta de Su M ajestad Británica Herón junto con los plenipo­
tenciarios del Emperador brasileño, las noticias de la infamia
acordada cayó como un balde de agua fría sobre los que sen­
tían triunfantes. Rivadavia no pudo menos que repudiar la con­
vención, pero la envió al Congreso el 28 de jumo de 1827 siendo
rechazada por éste, ese mismo día, renunciando de inmediato
Rivadavia a la Presidencia de la República. E l Congreso eligió
a Vicente López y Planes, el famoso autor del Himno Nacional,
como Presidente Provisorio.
’ Poco a poco, y bastante después de las ocurrencias San
Martín se fue enterando de estos hechos ^ X S aue se
su opinión sobre la independencia de la Banda Oriental que se
ha transcripto en Gladius N? 20. Resalta también la s jns -
tez de sus predicciones después de los triunfos de Jirncal e Itu
zaingó, que vertió en la carta a Guido el 21 de junio de 182 .
“ 1 / La pronta salida del Correo no me da lugar a extenderme
p ara contestar a la suya del 11 de m arzo /1827/, en la que me comu­
nica nuestros triunfos de Ituzaingó y Uruguay /Juncal/.
victorias pueden contribuir a acelerar la conclusión de la deseada
paz Sin em bargo diré a Ud francamente que no viendo en ninguna
de las dos el carácter de decisivas, temo, y mucho, gwe sí eZ Empe­
rador conoce (como debe) el estado de nuestros recursos pecunia­
rios v m ás que todo el de nuestras Provincias, se resista a con­
cluirla, y sin m ás que prolongar un año m ás la guerra nos Ppno?
en situación muy crítica, 1? por la falta de recursos y anarquía de
los Pueblos que deben cooperar a sostener la guerra, 2» P o rg ú e la s
operaciones de nuestro E jército serán parau sad as en el momento
míe tenga que operar en un país quebrado, en cuyo intervalo no
se descuidarán los enemigos en reponer con aum ento las pérdidas
que han sufrido, 3? porque todo E jército que como el nuestro se ve
en la necesidad de vivir a costa del país m ultiplica su s enemigos
por mucha que sea la disciplina que se le haga guardar, que lo
dificulto mandando Alvear, 4? porque separándose cada dia m ás
/de la fuente/ de su s recursos, y no reemplazándose las pérdidas
que nuestro E jército ha sufrido, como él del arm am ento v enseres
que ha inutilizado, se verá en la necesidad de hacer (si puede) una
peligrosísim a retirada, y en este caso, p ara que los contingentes
de tas Provincias en disidencia que están en el E jército tomen el
es ™ttural) del que las domina, y todo concluya en
tragedia. No nos hagam os ilusiones que pueden perjudicar los inte­
reses sagrados del País. / . . . . / ” 4. y « a im e
Prosiguiendo el análisis, San Martín extrajo las consecuer
cías lógicas de la situación, sin olvidar a la Divina Providencia
/ . . . / E n conclusión si la influencia del Gabinete Británico unida
ct , l% ^ Carl a Sltu7ación en que se encuentra el Portugal, no deciden
al Em perador a la paz, m is cortas luces no alcanzan a ver remedio
a nuestra situación, a menos que no venga en nuestro auxilio una
de aquellas caprichosas vicisitudes de la suerte, que tanto han con-
Til} U l í ° - %n Guerra de la Independencia a sacam o s del abismo.
¿olí m S r ' DoI L Tom^s_ *lue el telescopio con que m iro los sucesos
está sumamente em panado; ojalá sea así, pero en el Ínterin , con-
a d a g io " / ^ ¡s ^ cam isa 710 se me Pe9a al cuerpo, como dice el

Sobre Bolívar, agregaba en ésta, a lo ya transcripto en Gla-


dius N? 19, lo siguiente:
“No me ha tom ado de sorp resa el movimiento de Lima, y la aboli-
ción de la Constitución Boliviana, como tampoco la conducta que
el General Bolívar ha tenido en el Perú. Tenga Ud presente la opi­
nión (que a mi regreso de Guayaquil) le dije había form ado de este
General. Desgraciadamente p ara la América no he tenido que recti­
ficarla. He ofrecido a Ud en la prim era oportunidad escribirle cosas
que le asom brarán: esta expresión parece aventurada al decirla a
un hombre que como Ud ha visto tanto en nuestra Revolución En
fin, yo estoy firmemente persuadido que la pasión de m andar es
la m as dominante que tiene el hombre, y que se necesita una filo­
sofía cuasi sobrenatural p ara resistir a su s alicientes.”
“No puedo dudar de las san as intenciones del General Bolívar en
perjudicar mi m emoria pero yo sería un m al caballero, si abusase
de la situación en que se halla, (y que estoy seguro em peorará aún
por su carácter), p ara publicar secretos que Ud sólo sab rá v sólo
verán la luz después que deje de existir.” 6
Aquí afloran patentes las virtudes de San Martín, el caba­
llero cristiano que^había escrito “no nos ensoberbezcamos” des­
pués de la campaña m ás grande de la historia militar del mun­
do, la de los Andes, y del triunfo decisivo de Chacabuco (ver
Gladius N? 12, p. 76), que humildemente cumplía el mandato
de Nuestro Señor Jesucristo “ del último lugar” (ver Gladius
N? 17 pp. 67 y 68), y que sabía mortificar su lengua para no per-

4 Archivo General de la Nación (en lo sucesivo AGN) VII-16-1-1


Documento 165.
_ „ 45* Nota N9 4 precedente, Doc. 165 v. La expresión “la camisa
no se me pega al cuerpo” significaba: estar lleno de zozobra y temor por
algún nesgo que amenace. 1
6 Ibídem N o ta N 9 4 precedente, D oc. 165 v. y 166.
jüdicar al caído, prueba de prudencia pocas veces vista, sobre
todo en la correspondencia íntima.
Con respecto a Chile, deploraba con expresión caritativa su
inestabilidad política;
¡Pobre y desgraciado p a ís! qué lejos de m antenerse siquiera
estacionario, va hacia atrás com o el cangrejo.’

L a vuelta de San M artín al Río de la Plata

San Martín pensaba regresar a su Patria en 1829. Así le


anunció a Guido en la extensa carta del 6 de enero de 1827, que
se ha comentado en parte m ás arriba sobre otros temas.
“/ / Ya se ve como el contenido de m is interminables cartas ro­
lan sobre la m aldita política, cosa que tenia olvidada desde m i sa­
lida de América, nada le he dicho de lo que me pertenece. Comen­
zaré por mi chiquilla: cada día m e felicito m as y m as de mi deter­
minación de conducirla a Europa, y haberla arrancado del lado de
Doña T om asa: esta señora /su suegra/ con su excesivo carino me
la había resabiado (como dicen los paisanos) en términos que era
un diablotín. L a mutación que se ha operado en su carácter es tan
sorprendente como sus progresos en él dibujo. E l ingles y francés
■ le son tan fam iliares como el castellano; en fin, yo espero que ella
será una regular jóven. E n cuanto a mi, sólo diré a Ud que paso
en la opinión de estas buenas gentes por un hombre raro, y obscuro,
v en parte por razón pues no trato con persona viviente, porque
hablándole la verdad, de resultas de la revolución, he tomado un
tedio al trato de los hombres que yo conozco toca en ridiculo. Vivo
en una casita de cam po a tres cuadras de la ciudad en compañía de
un hermano /Justo Rufino/ mío (pues la niña esta en un colegio).
L as TticLñcLUCLS son ocupadas en la cultura, de un pequeño jardín, y
en m i taller de carpintería; a la tarde en paseo, y las noches en
hacer apuntes, y leer libros alegres, y papeles públicos /periódicos/.
He aquí mi vida. Me dirá Ud que es /so y / feliz, así debía ser, pero
m i alm a siente un vacío, ausente de m i Patria, yo estoy seguro no
dudará Ud, si le aseguro que prefiero m i chácara de Mendoza a
todas las com odidades y ventajas que proporciona la culta Europa,
y sobre todo este país, que por la liberalidad de su gobierno, y
seguridad que en él se goza, lo hace el punto de reunión de un in­
menso número de extranjeros, como igualmente por lo barato ae
él. E n prueba de ello baste decir a Ud que m i casa com puesta de
nueve piezas perfectam ente tapizadas todas ellas, y un jardín lin­
dísimo de m ás de una cuadra, pago anualmente 1000 francos, es
decir 200 pesos, y en proporción todo lo demás. E n cuanto a mis
planes futuros son los siguientes: dentro de dos años (tiempo que
creo suficiente p ara que los proyectos que me suponen se hayan
disipado y el necesario p ara que se complete la educación de mi
hija) pienso ponerme en m archa p ara Buenos Aires en compañía de
mi chiquilla; si me dejan gozar de la vida con tranquilidad, sentaré
m i cuartel general un año en la costa del Paraná porque me gusta
mucho y otro año en Mendoza; y hasta que la edad me im pida via­
ja r seguiré este plan. Ahora bien, si no quieren dejarm e gozar del

i Ibidem N ota N9 4 precedente, Doc. 166.


sosiego que apetezco, pues yo no pido ni sueldo ni recom pensa en
prem io de los servicios que he prestado a la América, sino el que
no se acuerden de m i persona p ara nada. S i m i amigo, yo no ape­
tezco otra cosa, porque un hombre como yo que no tiene caprichos,
„1 °’ & come muy frugalmente, es m uy poderoso con los
5000 pesos que me reditúa m i casa de Buenos Aires. Pues como
iba diciendo, si no quieren dejarm e tranquilo en mi país, en e
caso venderé lo que tengo en él, y me vendré a m orir en un rin .
de ésta, quedándoleé el consuelo a m is enemigos de haber acibarado
los últim os días de m i vejez. He aquí fijado irrevocablemente el
plan que he trazado, y que deseo m erezca la aprobación del señor
Don Tomás. / . . . / " &

Sin embargo, el desgobierno de Rivadavia había desquicia­


do la economía rioplatense, como se ha visto m ás arriba, y
depreciado abruptamente la renta de la casa de San Martín en
Buenos Aires, como le escribió a O’Higgins el 20 de octubre
de 1827, desde Bruselas:
“/ . . . / Al fin, querido amigo, he tenido la satisfacción de recibir la
apreciable de Ud de 12 de enero del cortiente año, después de cerca
de tres que carecía de su s cartas. Mi adm iración no es poca a l ver
me dice Ud no haber recibido m ás cartas m ías que una desde el
Havre de G racia9 y otra de B ruselas de 3 de febrero de 1825, es
decir, que se han extraviado, o p o r m ejor decir, han escam oteado
ocho o diez cartas m ás que le tengo escritas desde mi salida de
América; esto no m e sorprende, pues m e consta que en todo el
tiempo de la adm inistración de Rivadavia, m i correspondencia ha
sufrido una revista inquisitorial la m ás completa. Yo he m irado
esta conducta con él desprecio que se merecen su s autores.”
“Mucho celebro la resolución que Ud ha tomado de retirarse con
su fam ilia a su hacienda de Montalván 10; / . . . / ”

Aquí San Martín continuó haciendo referencia a su situa­


ción similar a su regreso del Perú en 1823 bajo la inquina de
Rivadavia y al espionaje a que fue sometido por éste, que
ya se ha transcripto en Gladius N? 19, p. 110. Después refirió
a O’Higgins su situación financiera a esa fecha:
“/. .. / Voy a hablar a Ud de mi situación: ella es bien triste en e l
día: a mi llegada a E uropa puse en los fondos del em préstito del
Perú, no sólo los quince mil pesos que se me habían librado a cuen­
ta de m i pensión, sino seis mil pesos m ás de m i dinero, p ara con
su s réditos, unido a lo que m e producía m i casa en Buenos Aires,
poder sostenerm e en este p aís h asta la conclusión de la educación
de mi hija. E l Perú suspendió él pago de los dividendos; m i renta
de la finca de Buenos Aires es nominal, pues con la circulación del
papel moneda y la guerra con él B rasil está el cam bio sobre Londres 8910

8 Ibídem Nota N’ 4 precedente, Doc. 161 v. y 162.


9 Se llamaba El Havre de Gracia por haber en las mmBrtiawnnwt
una capilla bajo la advocación de N. S. de Gracia.
10 La hacienda de Montalván y Cuiba (en el valle de Cañete, al Sur
de lama) era propiedad.de O’Higgins, que el Gobierno del Protector San
Martin le había concedido en reconocimiento de sus esfuerzos oor la in­
dependencia del Perú.

— 56 —
a 16 peniques, en lugar de 50 a que estaba anteriormente; en tan
triste situación, y p ara sostenerm e obscuramente, he tenido que
vender a un vil precio los veintiún m il pesos expuestos, no quedán­
dome en el día recurso alguno p ara subsistir, ni m ás arbitrio que
la pensión de nueve m il pesos anuales que me tiene señalado el
Congreso del Perú. Como Ud verá por el ajuste, que en copia le
incluyo, resulta debérseme por fin de diciembre del presente año
treinta y tres mil pesos; no se me oscurece la situación en que se
hallará esa República, y sería en m í una fa lta de consideración exi­
gir m is atraso s; yo rem ediaría m is necesidades con cuatro m il pe­
so s anuales sin m olestar por m ás a ese Gobierno, Ínterin Ud vea se
halla en apuros, a cuyo objeto le adjunto poder / . . . / ”

En esta misma carta refirmó lo que ya había confiado a


Guido sobre sus planes futuros de regresar al Río de la Plata
para quedarse, siempre que pudiera lograr el deseado sosiego,
su “último lugar”, si no ..
“Yo pienso perm anecer en E uropa dos años m ás, tiempo que creo
necsario p ara concluir la educación de mi h ija; si p ara este tiempo
las Provincias Unidas se hallan tranquilas, regresaré a m i país, para
retirarm e a mi Tebaida de Mendoza; si no, permaneceré en Europa
todo el tiempo que la pensión del Perú se me pagare y con ella pue­
da sostenerme, pues de lo contrario, por alborotada que se hálle mi
Patria, la necesidad m e obligará a ir a ella."

En seguida se refirió a la injusta actitud de Rivadavia y su


desastroso gobierno, que fue un obstáculo para sus deseos
de cumplir en la defensa de la Patria en peligro:
“Ya habrá Ud sabido la renuncia de Rivadavia; su adm inistración
ha sido desastrosa, y sólo ha contribuido a dividir los ánim os; él
me ha hecho una guerra de zapa, sin otro objeto que m inar mi
opinión, suponiendo que m i viaje a E u ro p a no ha tenido otro objeto
que el de establecer gobiernos en América; yo he despreciado tanto
su s groseras im posturas, como su innoble persona. Con un hombre
como éste al frente de la administración, no creía necesario ofrecer
m is servicios en la actual guerra contra el Brasil, y por el convenci­
miento de que hubieran sido despreciados; con el cambio de adm i­
nistración he creído de m i deber el hacerlo, en la clase que el Go­
bierno de Buenos Aires tenga a bien em plearm e; si son admitidos,
me em barcaré sin pérdida de tiempo, lo que avisaré a Ud. / . . . /

Sobre esto último siempre desde Bruselas le escribió a Mi­


nar el 6 de noviembre de 1827 y el 7 de diciembre de 1827 al
nuevo Presidente Provisorio, Vicente López y Planes, con quien
tenia vieja amistad:
"/. .. / Com patriota y señor de todo m i aprecio:
“Como la experiencia me ha dem ostrado que las ventajas que pro-
pOTciouct el mundo no son otvus que sinsuboves continuost es por
eso que estoy muy distante de felicitarle por su elección a la Pre­
sidencia de esa República, pero sí lo haré a nuestra Patria, por las
ventajas que ella puede reportar."

u Archivo Nacional de Chile - Archivo de Don Bernardo O’Higgins


<en lo sucesivo A. O’H .), Tomo IX , Doc. 14, pp. 42 a 44.
“En el que incluyo ofrezco m is servicios en la justa, aunque im­
política guerra en que se halla em peñada nuestra P atria.”
“Triunfe de su mando, son los votos de su antiguo amigo
Jo sé de San Martín.” 12
S u fino criterio político le hacía ver que la guerra había
sido empeñada en las peores condiciones políticas y militares,
sin la m ás mínima preparación. A Guido también le escribió
el 8 de abril de 1828 esperando la paz, que al parecer se logra­
ría pronto, como lo expresó en la que le envió el 20 de iulio
de 1828:
“/ : ■ ■ / ¡Con Que al fin parece ya indudable la paz! Los papeles pú­
blicos habían anunciado las negociaciones entabladas por el Brasil,
y bajo la mediación de la Inglaterra, pero nada decían de las bases
sobre la cual se trataba, m as por carta de Riglos del 4 de abril he
visto ser la independencia de la banda oriental, y ninguna indem­
nización por nuestra parte. E n nuestra situación, es decir, sin un
gobierno central, y teniendo que gravitar todo el peso de la guerra
sobre Buenos Aires /el 12 de agosto de 1827 Dorrego fue elegido
Gobernador de esta Provincia por la Ju n ta de Representantes y las
Provincias le encargaron las relaciones exteriores/ aniquilado ya
todos sus recursos y crédito, es en mi opinión ventajosa, pues aun­
que la independencia de la banda oriental sea una pérdida sensible
p ara las Provincias de la, Unión, resulta una gran ventaja el qui-
tam os del contacto brasileño , contacto Que dejaba un Germen de
guerra en permanencia. / . . . / ”
Sentía la pérdida de la Provincia Oriental, pero deslizó algún
consuelo en la mejora de la situación estratégica emergente de
un “estado tapón”. Anunció luego concretamente su regreso a
fines de 1828 por no poder subsistir:
“/ . . . / Creo tendré el gusto de ver a Ud a fines del presente año, a
menos que él cambio de esa plaza no suba en términos de poder
permanecer en E uropa h asta la conclusión de la educación de m i
niña, pues me es absolutam ente im posible poder subsistir por m ás
tiempo, no pudiendo percibir que el tercio de lo que me produce
mi finca. E sta circunstancia me altera todo mi plan, pues tendré
que separarm e de m i hija, siendo doloroso no concluyese su edu­
cación habiendo ya hecho el viaje con este objeto; al efecto mi her­
mano Ju sto quedará a su cuidado, y éste lo acom pañará a ésa d e n ­
tro de dos años, tiempo que creo suficiente para finalizar su edu­
cación. / . . . / ” 13
Efectivamente, San Martín se embarcó con destino al Río
de la Plata en el buque inglés Countess of Chichester en el
puerto de Palmouth (375 km OSO de Londres, en el extremo SO
de Inglaterra), el 21 de noviembre de 1828, según le escribió a
Miller este d ía 14. Lo hizo como José de Matorras, usando el
apellido de su madre, Gregoria Matorras, para evitar repercu­
siones políticas, creyendo que podría mantener su privacidad.

1Ar„ ^ Museo H istórico Nacional. San Martín, su correspondencia 1823-


1850. B s. As., 1911, p. 116.
13 Ibídem, Nota N'-’ 4, Doc. 170.
14 Ibídem Nota N? 12 precedente, pp. 89 y 90.

— 58
Pero ya en viaje, los acontecimientos de Buenos Aires 16 sor­
prendieron como él mismo lo relató a Manuel de Olazábal; a su
llegada a la Capital porteña, a bordo, donde éste lo visitó, ya
que San Martín no desembarcó: “Yo supe en Río de Janeiro la
revolución encabezada por Lavalle. En Montevideo el fusila­
miento del Gobernador Dorrego.” 15 ¿Qué había pasado?
Dispongo de un informe de un espectador próximo a los
sucesos y muy interesado en ellos, el del cónsul inglés Wood-
bine Parish, que debe reputarse como muy veraz porque con­
formará el cuadro de la situación rioplatense para su superior
el Ministro de Relaciones Exteriores británico, Lord Aberdeen,
sobre asuntos en una zona de gran importancia política y estra­
tégica para el Imperio:
“ Np 37”
“Al Muy Honorable
Conde de Aberdeen.”
Buenos Aires, m artes 2 de diciembre de 1828.”

“Aprovecho la oportunidad. Que me brinda la partida de un barco


mercante, que zarpará hoy, por la tarde, de esta rada, y puede lle­
gar a Inglaterra antes que el buque correo p ara inform ar breve­
mente a V il. sobre las circunstancias de un movimiento revolucio­
nario acaecido ayer, en esta ciudad, y que ha derribado al Gobierno
del General Dorrego.” .
“Amplia información posee V.E. acerca del violento estado de ani­
m osidad que existe en Buenos Aires entre los partidarios del señor
Rivadavia (o unitarios, como los llam an) y el partido Federalista,
que eligió a Dorrego, como su jefe y consiguió exaltarlo al poder,
después que Rivadavia renunciara a la Presidencia, en el m es de
julio de 1827.” . .
“Parece que los jefes del E jército en la Banda Oriental resolvieron
hacer una tentativa de restablecer al anterior Gobierno, a su retom o
a Buenos Aires. La m ayor parte de las tropas Que desem barcaron
en la sem ana última, fue destinada a la ejecución del citado plan.”
“E l Gobernador estaba en conocimiento de ésto, y así me lo dijo,
pero advirtiendo a la vez, que confiaba en que el partido de Rivada­
via, el cual se había proclam ado a sí m ismo, como “ am igo del buen
orden ", nunca apoyaría un m ovim iento m ilitar o un acto de violencia
contra un gobierno legalmente constituido, como era el suyo, y, en
un todo de acuerdo, con las instituciones políticas del país. Sus
M inistros participaban con m ayor intensidad aún, de dicha creen­
cia, y descuidaron tom ar las enérgicas m edidas necesarias para con­
ju rar los acontecimientos que sobrevendrían. Su obligación debió
ser arrestar a los principales conspiradores durante las tres noches
sucesivas en que estos complotaron p ara derribar al Gobierno.”
“ Sin embargo, el domingo p or la tarde, el Gobernador recibió in­
formaciones que lo indujeron a enviar a su edecán al General La-
valle, comandante de las tropas que acababan de desem barcar, para
ordenarle comparecer de inmediato en el Fuerte, sede del Gobierno.
E l General Lavalle, suponiendo que el complot habría de ser des­
cubierto, respondió que no perdería tiempo en ver personalmente a

: is Coronel Manuel de Olazábal. H istoria Argentina. Episodios de la


Guerra de la Independencia. Gualeguaychú, 1863. Museo Mitre, 36-1-23 bis.
S u Excelencia, y que lo haría al frente de su s tropas. E l Goberna­
dor recibid este m ensaje como una declaración de hostilidades, y
reunió enseguida una fuerza como de seiscientos hombres, con’ la
cual creyó poder resistir cualquier ataque arm ado contra el Go­
bierno.”
“L a noche transcurrió en preparativos de am bas partes, halMnrin^
el General Dorrego dispuesto aparentemente a defender el Fuerte
h asta el final. Sin embargo, al rom per el día, el General Lavalle
había ocupado las plazas y avenidas hacia dicho punto, con una
fuerza regular de alrededor de dos m il quinientos hombres, y al
descubrir el Gobernador que su posición no podría sostenerse ante
fuerzas tan superiores, desprovisto, adem ás, como se hallaba, de
provisiones p ara abastecer a su s hombres, escapó del fuerte, por
im a poterna, p ara buscar, según dijo, auxilios en el interior del país.”
Los m inistros, Generales Guido y Balcarce, permanecieron en la
Fortaleza, pero, poco después de la partida del Gobernador, se di­
rigieron al General Lavalle, p ara ofrecer su rendición ante las auto­
ridades que designase la Ju n ta de Representantes de la Provincia
E l General rehusóse a reconocer la validez de dicho cuerpo, pero
aceptó convocar de inmediato a los vecinos acreditados de la ciu­
dad p ara designar un gobierno p rovision al, y los m inistros, después
de algunas discusiones al respecto, aceptaron abrir las puertas de
la Fortaleza a las autoridades que, de tal modo, se nombrasen.”
“Acto seguido, se proclam ó un bando en tal sentido, y a la una de
la tarde se celebró un acto popular (del cual fueron prim eros ac­
tores los partidarios de Rivadavia) en una de las iglesias de la ciu­
dad, y allí fue elegido el General Lavalle, gobernador provisional
/...q u ie n / asum ió, en consecuencia, ayer por la tarde, / . . . / ”
“H asta el momento, esta revolución se ha efectuado sin derram a­
miento de sangre, pero los am igos del General Dorrego confían en
que éste intentará retom ar el poder y podrá levantar en el interior
del país un partido lo suficientemente fuerte como para asegurar
su propósito.”
“/ . . . / E ste último, abandonó la ciudad solo y disfrazado, para unir­
se, según se cree con la m ilicia gaucha de Don Manuel R osas el
m as form idable conductor de la gente de la cam paña, quien, m ás
de una vez, y en ocasiones parecidas, se ha posesionado de esta ciu­
dad, a la cabeza de su s partidarios. S i éste resolviese apoyar a Do­
rrego contra el E jército —y se halla en condiciones de poder reunir
furezas suficientes como p ara intentarlo— mucho me temo que nos
tocará asistir a una cruenta lucha civil.” / . . . / ” 16
Como se ha visto, al llegar el barco a Río de Janeiro, el 15
de enero de 1829, San Martín se enteró de la revolución de La-
valle del 1? de diciembre de 1828 descripta precedentemente.
E l embajador inglés en esa ciudad, Ponsonby, informó también
a Aberdeen el 29 de diciembre de 1828, sobre la conspiración
que conocía en detalle:
“/ • • • / Hace largo tiem po ya, tuve conocimiento de los designios de
los Generales Alvear y Lavalle y de que Rivadavia actuaba con ellos
de acuerdo (no parece que hubiera tom ado una parte decisiva en
los sucesos). Escribí, m ás de una vez, al señor Parish, al General
Guido, y a un am igo particular del señor Dorrego, enterándolos de

T ^ r,rt!L °4 ic? ia de* Archivo Público Británico (Public Record Office) 401,
d^estTtrSfnfortncía: f <?reiSnJ Offioe <F O > 6/23. (Traducido por el autor
ae este trabajo de las fotocopias en el Archivo del Dr. Roberto H. M arfany)
lo que pasaba e incitándolos a tomar precauciones. Don Julián Se­
gundo de Agüero es el hombre de más peso entre todos los conspi­
radores- es un sacerdote y era primer ministro cuando Rivadavia
era Presidente de la República. Tiene alguna instrucción, habla
bien y tiene grandes relaciones de familia, pero confieso que yo
poco le temería en tiempos azarosos. Alvear, tanto como soldado
y como hombre, es inferior al desdén. El General Lavalle tiene la
reputación de ser un bravo soldado, pero se le tiene por débil y
vanidoso. Tengo el honor, etc. / . . . / 17
Al llegar a Montevideo el 5 de febrero de 1829, San Mar­
tín supo del fusilamiento de Dorrego por Lavalle, y decidió
desembarcar allí, pero no pudo hacerlo, por causas que le expli­
có m ás tarde a Guido en carta desde esa ciudad el 19 de marzo
de 1829:
“/ . . . / Me dice Ud le interesa saber el motivo por el que no desem­
barqué en Montevideo cuando él Paquete /paquebote/ jondeó en
este puerto. Voy a satisfacerlo. N uestra llegada a Montevideo fue
a la una de la noche. A las cinco de la m añana desem barcó el Ca­
pitán con dos p asajeros m ás. A uno de ellos le encargué me m an­
dase un bote p ara desem barcar yo con m i criado y mi equipaje.
E l español Sánchez, a quien le había hecho el encargo del bote me
rem ite uno pero tan pequeño que no podía caber mi equipaje. Pago
a los m arineros del pequeño bote p ara que regresen y me remitan
otro mayor p ara poder desem barcar con m is efectos . E l Capitán
del Paquete /paquebote/ regresa y le suplico suspenda la vela hasta
tanto llegue el bote grande que había m andado buscar, m as éste
no apareció: al fin el Capitán m e hizo presente que habiendo aguar­
dado cerca de una hora le era im posible hacerlo por m ás tiempo,
y mucho m ás estando en las inmediaciones del navio inglés el Gan­
ges, cuyo Comandante le podía hacer un fuerte cargo. No tuve m ás
arbitrio que seguir mi viaje a Buenos Aires, etc., etc., etc. Ya está
Ud satisfecho, y dejem os que cada uno glose este pasaje de^ mi vida
como lo han hecho con diferentes otros a su antojo. / . . . / ” 18
Por estas simples razones que nadie podía explicarse, San
Martín estaba en la rada de Buenos Aires el viernes 6 de febre­
ro de 1829, donde, sin desembarcar, envió esta carta al Doctor
Jo sé Miguel Díaz Vélez, Ministro Secretario General de la Pro­
vincia de Buenos Aires, que decía:
“/ . . . / Mi apreciable am igo: A los cinco años ju sto s de separación
del país, he regresado a él con el firm e plan de concluir en el re­
tiro de m i vida privada; m as p ara ésto contaba con la tranquilidad
completa que me suponía debía gozar nuestro país, pues sin este
requisito sabía muy bien que todo hom bre que ha figurado en revo-
otro m ayor p ara poder desem barcar con m is efectos. E l Capitán
que quiera seguir en el choque de las opiniones. Asi es que en vista
del estado en que se encuentra nuestro país, y, por otra parte, no
perteneciendo ni debiendo pertenecer a ninguno de los partidos en
cuestión, he resuelto p ara conseguir este objeto p a sa r a Montevideo,
desde cuyo punto dirigiré mis votos por el pronto restablecimiento
de la concordia. / . . . / ” 19

u Ibídem Nota N« 1, Tomo II, p. 282.


i* Ibídem Nota N« 4, Doc. 171.
19 Ibídem Nota N’ 12, pp. 149, 150.
Al día siguiente, lo -visitó su querido ex cadete y oficial, el
entonces Teniente Coronel Manuel de Olazábal, quien en 1863,
recordó su emotiva entrevista:
“L a tarde del día en que llegó, lo supe por m i amigo el Sargento
Mayor Don Pedro Alvarez Condarco /no Jo sé Antonio, sino su her-
m an menor, artillero/, con quien quedé de acuerdo en que de m a­
ñana tem prano iríam os al paquete /paquebote/, a tener el placer de
abrazarlo. E sa noche avisé al General Tom ás Guido y me dio una
carta p ara el General San Martín. Mi am igo Condarco no faltó a
buscarm e y nos pusim os en camino p ara el muelle, comprando al
p asar por el m ercado un cajoncito de duraznos p ara llevarle. N os
em barcam os en una ballenera, y como a cincuenta varas del paquete
vim os aparecer, recostado en la borda, al General San M artín con
la vista fija hacia nosotros. ¡No es posible explicar las em ociones
de m i corazón al poner el pie en la cubierta del paquete! B asta
decir que, cuando el General exclamó ¡H ijo! y me estrechó en sus
brazos, m is ojos se llenaron de copiosas lágrim as. No fue él insen­
sible -a esta dem ostración de mi hondo y respetuoso amor, pues
también su s o jo s se arrasaron en lágrim as.”
“E l General había engordado bastante. S u cabeza había encanecido,
sus o jo s siem pre centelleantes; su aspecto nada había perdido de
cuando se presentaba ante su s legiones p ara conducirlas a la vic­
toria. Vestía un levitón de zaraza 20 que le llegaba h asta cerca de
los tobillos y estaba con zapatillas. Le dije que llevaba una carta
del General Guido, y m e contestó: 'vam os a ia cám ara’, en que la
leyó, y después con semblante pesaroso me dijo: ‘Yo supe en Río
de Janeiro la revolución encabezada por Lavalle; en Montevideo, el
fusilamiento del Gobernador Dorrego; entonces m e decidí venir has­
ta balizas, perm anecer en el paquete y por nada desem barcar, ha­
ciendo desde aquí algunos asuntos que tenía que arreglar, y regresar
a Europa. ¡Mi sable, nó, jam ás se desenvainará en guerras ci­
viles!’ ” 21

Este día, sábado 7 de febrero de 1829, recibió la contes­


tación a la carta que San Martín le envió a Díaz Vélez —trans­
cripta en lo esencial m ás arriba—, donde éste demostraba el
odio que sentía por sus adversarios, como se puede leer:
“/ . . . / aquí no hay partidos, si no se quiere ennoblecer con este
nombre a la chusm a y a las hordas salvajes. / . . . / ” 22

Los unitarios retomaron los ataques liberales


contra San Martín
Mientras San Martín viajaba al Río de la Plata, el 2 de ene­
ro de 1829 había desembarcado en Buenos Aires, la 2? División
del Ejército Nacional, procedente de la Banda Oriental, al man­
do del General José María Paz, quien fue nombrado por Lavalle
Ministro de Guerra del Estado de Buenos Aires y Comandante
en Jefe dé las Fuerzas de la Capital. Lavalle había delegado el201

20 Zaraza: tela de algodón m uy ancha y fina, p ara días calurosos.


21 Ibld em Nota N9 15 precedente.
22 ib id em Nota N9 12, p. 151.

— 62 —
mando como Gobernador en el Almirante Brown, mientras per­
seguía a los opositores e implantaba el terror en la campaña
de Buenos Aires, aunque los paisanos transformados en guerri
lleros, desesperaban a los jefes del Ejército Nacional.
El domingo 4 de febrero de 1829 salió el N? 223 del perió­
dico El Tiempo, donde se pudo leer:
“E l 24 de enero /d e 1829/ ha aparecido en San ta Fe el prim er nú­
m ero de un nuevo periódico, escrito por el Padre Castañeda y titu­
lado “ B u en os A ires cautiva, y la N ación A rgentina d e cap itad a ” . Por
supuesto que todo él es un tejido de insultos y calum nias contra
nuestro Gobierno. La noticia m ás im portante y exacta de cuantas
contiene es que los señores D. Bernardino Rivadavia, D. Ju lián S.
Agüero y D. Valentín Gómez son los redactores de E l Tiempo. E l
padre está adelantado en el conocimientos de las cosas. / . . . / ” 23

En realidad, los periodistas eran Juan Cruz y Florencio Vá­


rela, aunque no se podía negar la influencia de los acusados
por el Padre Castañeda, en vista de los antecedentes y pro­
banzas deslizadas a lo largo de estos trabajos, a quienes siem­
pre enfrentó valientemente el Padre, inspirado para luchar con­
tra los enemigos de la Iglesia y de la causa nacional. De mane­
ra que estaban en esos papeles los enemigos de San Martín,
quienes en el N? 227 del lunes 9 de febrero de 1829, se ocupa­
ron de éste, recién llegado, con estas pacíficas expresiones:
“H a fondeado el sábado en las balizas exteriores el paquete de Su
M ajestad Británica Condesa de Chichester; salió de Falmouth el 21
de noviembre, del Janeiro el 15 de enero y de Montevideo el 30. Con­
duce a su bordo al General de la República Don Jo sé de San Martín
que volvía al seno de su Patria, a p a sa r sus días en el sosiego de
la vida privada, después de cinco años de ausencia. E ste General
ha pedido desde a bordo su pasaporte p ara Montevideo, donde pien­
sa p asar algún tiempo, h asta que se arreglen nuestros negocios do­
m ésticos. E stam os inform ados que el Gobierno le ha concedido el
pasaporte.”

Ese mismo día, Paz le escribió a Lavalle:


“B s. As. Febrero 9 de 1829. A las 4 de la tarde.”
“Mi querido Lavalle: / . . . / Otro incidente tengo que contar a Ud.
E ste es la llegada del General S an M artín. E l 6 por la noche ancló
en las balizas exteriores el paquete inglés que lo conduce; el 7 es­
cribió a Díaz Vélez diciéndole que había vuelto al país pensando ha­
llarlo quieto y tranquilo, pero que los últim os sucesos que había
sabido en el Janeiro, lo obligaban a pedir los pasaportes para Mon­
tevideo donde quiere estacionarse m ientras duren nuestras desave­
nencias: Díaz Vélez le ha contestado convincentemente accediendo
a su insinuación y remitiéndole el pasaporte."
“E l h asta la fecha no ha desem barcado, y por el tenor y espíritu
de su carta es de esperar que no lo hará. Sin embargo calcule Ud
las consecuencias de una aparición tan repentina. E s probable

23 Hemeroteca del AGN, válido p ara todas las referencias sobre pe­
riódicos.

— 63
que la oposición desahuciada, desesperada por falta de un conductor
que la guíe se fije en este hombre, y le haga propuestas seductoras—
ellas nada valdrán si el General San M artín quiere como dice no
pertenecer a partidos, y servir a los verdaderos intereses del país
y si nuestros com pañeros son como es de esperar consecuentes a
su s prim eros p aso s: pero si esto no sucede nos costará m ás tra ­
bajo el cumplimiento de la obra que hemos principiado.” / . . . / 2 4

iP ?1?10 se lee’ Paz advirtió que la sola presencia de San Mar­


tin había creado un nuevo inconveniente para los planes de do­
minación del comando unitario que eran: 1?) Destruir con
Lavalle y el Ejército Nacional la oposición federal en la Pro­
vincia de Buenos Aires hasta aniquilarla; 2?) Atacar a Santa
Fe para destruir a Estanislao López y dominarla; 3?) Apode­
rarse de Córdoba con la División de Paz, y 4?) Abrir la ofensiva
contra las provincias interiores.
Para neutralizar a San Martín, surgió una nueva campaña
de los liberales para desprestigiarlo, que se inició en el N? 228
de El Tiempo, editado el 10 de febrero de 1829, para arrojar
sospechas sobre el desprecio de San Martín por su Patria y sus
compatriotas, del que extracto:

Vista general de Montevideo tomada desde la bahía.

— 64
LA IG L E S IA M A Y O R D E M O N TEVID EO ,
en la época en que San Martín v isitó Montevideo y a la que concurría lo s dom ingos y días
festivos a oír m isa.

“ S i se reflexiona con detención sobre la conducta observada por


el General San Martín desde que llegó el último paquete no podrá
desconocerse que ella es extraordinaria; / . . . / B aste decir que es
im posible que el General San M artín llegase a nuestras balizas sin
estar perfectamente impuesto de lo ocurrido en Buenos Aires desde
el l 9 de diciembre. E n el Janeiro se im pondría de los principales
sucesos, y en Montevideo de todos los porm enores y consecuencias,
y del estado actual del p aís: no nos parece por lo tanto, que sean
las circunstancias políticas de hoy, consideradas en general, las
que hayan decidido al señor San M artín a regresar a Montevideo
desde nuestro puerto sin siquiera desem barcarse. E l ha recibido a
bordo m uchas visitas de su s am igos; se habrá impuesto por consi­
guiente de que en el día no se sostiene otra lucha en Buenos Aires
que la del orden contra la anarquía, y tam poco ignorará que en este
p aís no hay h om bres p rec iso s /en bastardilla/, de lo que acaso, en
su larga ausencia, no haya tenido proporción de juzgar con exac­
titud. / . . . / ”
Al día siguiente, miércoles 11 de febrero de 1829, anunció
que “El Tiempo publicará mañana unas cuatro palabras diri­
gidas a este General por unos argen tin os” . Efectivamente, el
jueves 12 de febrero de 1829, en una larga tirada en forma de
carta abierta que lo atacaba directamente, de la que extraigo
p ara dar una idea de la insidiosa argumentación, que llamaron
desfachatadamente “ cuatro palabras” , siendo un escrito de más
d é 800 palabras:
“General com patriota: / . . . / es raro que, cuando estábam os por
alcanzar la dicha de que perm anecieseis entre nosotros, hayais en-24

24 AGN VII-1-3-5.

— 65
contrado el país indigno de habitarlo, y regreséis sin vem os. / . . . /
m ientras a n osotros/ el cuidado de nuestra propia suerte nos im­
pone la necesidad del coraje sublim e de habitar la patria a que
pertenecemos, / . . . / Tal es nuestra suerte, General: y por otra p ar­
te, ¿adónde iríam os huyendo de nuestra patria, que la ignominia y
el desdoro que publicásem os de ella no nos cotejasen tam bién?
¿Como partir de las riberas del Río de la Plata gritando a todo el
mundo que no hay en su s m árgenes un solo punto habitable? / . . . /
creed que, antes de im itar vuestro ejem plo, preferirán con orgullo
perecer en la tormenta, / . . . / porque es una inconsecuencia preten­
der conservar una reputación cualquiera, menospreciando a los
que nos ayudaron a alcanzarla y al objeto m ism o que la ilustró
/ . . . / Adiós, General com patriota, no olvidéis, cuando os m erezca­
m os el favor de un recuerdo, que a ningún hombre, por grande que
su m érito sea, le es perm itido divorciarse con la patria; y mucho
m ás si, con presunción orgullosa, de la que no os acusam os, Ge­
neral, pretende tener toda la razón de su parte, concediendo a su
sola opinión todos los derechos de la verdad. Os saludan, General,
con la m ayor consideración. Unos Argentinos.”

E l mismo día jueves 12 de febrero de 1829, otro pasquín


de los unitarios, E l Pampero, descargaba también este alevoso
ataque bien directo intentando desprestigiar al Libertador;
“Am bigüedades:"
“E n esta clase reputam os el arribo inesperado a estas playas del
General San M artín sobre lo que sólo diremos a m ás de lo que ha
expuesto nuestro coescritor E l Tiempo. Que este General ha ve­
nido a su país a los cinco años de ausencia /en bastardilla/, PERO
D ESPU ES DE HABER SABIDO QUE S E HAN HECHO LAS PA­
C ES CON E L EMPERADOR D EL BRASIL, /en m ayúsculas/.”

Eran los liberales secuaces de Rivadavia que de nuevo es­


taban en el poder y repetían sus denuestos infames como hemos
visto lo hacían desde 1821 (Gladius N? 16, 17, 19 y 20). Pero
San Martín hacía tres días que estaba en Montevideo, según el
periódico de esta ciudad La Gaceta Mercantil del martes 10 de
febrero de 1829:
“Ayer por la m añana zarpó de las balizas interiores el bergantín de
guerra nacional General Rondeau y a la s 2 de la tarde recibió a su
bordo al señor General San M artín que se hallaba en el Paquete
Inglés ‘Condesa de Chichester’, p ara conducirlo a Montevideo.” 25

San Martín se alojó en la pensión de Carreras, situada en


la Plaza Mayor de Montevideo. “ La finca era una de las mejores
que existían en el paraje. Constaba de dos pisos . . . ” 2526 E l Ge­
neral Rondeau era el Gobernador Provisorio de la Banda Orien­
tal, que estaba en plena organización institucional, impulsadlos
por el cónsul inglés Woodbine Parish, como surge de su corres­
pondencia (ver Nota N? 16).

25 T ranscripta de E l Tiempo del 11 de febrero de 1828.


26 Plácido Abad. E l General San M artín en Montevideo. 1829. Mon­
tevideo, 1923, pp. 59, 60.
L a represión sanguinaria de Lavalle en Buenos Aires
A estos ataques incruentos contra el Padre de la Patria, los
unitarios rivadavianos sumaron una sangrienta represión, don­
de asumieron el papel de Caínes de sus hermanos porteños. En
el Fuerte Federación (hoy Junín), el 13 de febrero de 1829, el
Coronel Isidoro Suárez, quien respondía a Lavalle, derrotó a las
milicias del Comandante Molina y Mayor Mesa en Las Palmi­
tas. Mesa fue fusilado en el Retiro. Se contaban por miles los
asesinatos cometidos por las tropas de los Coroneles Rauch,
Estom ba y Juan Apóstol Martínez, también a órdenes de La-
valle 27. Temiendo una conspiración, se ordenó la prisión el 24
de febrero de 1829 de Victorio García de Zúñiga, Juan José y
Tomás de Anchorena, los Generales Juan Ramón Balcarce y En­
rique Martínez, y los Coroneles Tomás Iriarte y Nicolás Martí­
nez Fontes, después deportados a Colonia del Sacramento, Car­
men de Patagones y Montevideo, según consta en los periódicos
de ambas bandas del Río de la Plata; a esta última ciudad lle­
garon el 10 de marzo de 1829, los militares citados precedente­
mente —menos Martínez Fontes— y el Doctor Manuel H. de
Aguirre28.

27 Alberto Ezcurra Medrano. L as otras tablas de sangre. B s. As.,


1952, cita en la p. 39 los siguientes testim onios: “E l año de gobierno de
los unitarios m ilitares —dice Elíseo F. Lestrade— se caracteriza, para la
demografía, como año aciago, pues no se vuelve a producir en lo sucesivo
el hecho de m orir m ayor número que el de nacidos. E n efecto, en 1829
mueren en la ciudad de Buenos Aires 883 personas m ás de las que nacen;
m ientras que en 1840 y 1842, los años trágicos de la dictadura rosista,
el aumento vegetativo de la población es de 1.180 y 730 alm as, respectiva­
mente. S i esto ocurría en la ciudad, la cam paña bonaerense no era m ás
favorecida. E l Coronel Estom ba, hombre cuya exaltación concluyó en
locura, y que había sido enviado p or Lavalle p ara unitarizar la provincia,
la recorría fusilando federales. Acerca de sus procedim ientos nos ilustra
Manuel Bilbao cuando dice que dicho Coronel ‘recorría la cam paña do­
m inado de un furor tal que las ejecuciones las ordenaba a cañón, po­
niendo a las víctim as en la boca de las piezas y disparando con ellas’.
Así m urió Segura, m ayordom o de la estancia ‘L as Vívoras’, de los An­
chorena, ‘por el delito de ignorar la situación de cierta partida federal’.
A otros ciudadanos, p or el m ism o delito, lo s m ata a hachazos por su s
m ism as m anos. E l fusilamiento a cañón, p or otra parte, no era proce­
dimiento exclusivo de Estom ba. He aquí el caso referido por Am old y
otros, y citado por Gálvez, del Coronel Ju an Apóstol Martínez, quien
‘hace atar a la boca de un cañón a un paisano, que m uere hecho pedazos,
y cavar sus propias fo sa s a varios prisioneros’. Tías tropas m andadas por
Rauch —dice m ás adelante Gálvez— m atan a los hom bres que encuentran
en las calles de los Pueblitos. Calcúlase que m ás de m il hom bres apa-
recén asesinados. Sólo en el caserío llam ado L a s Perdices dejan siete
fusilados. E n la ciudad, en una tienda de la Recova, un oficial unitario
desenvuelve un papel y, sacando una o re ja humana, dice que es del manco
Castro, y que tendrán igual suerte la s de otros federales. A una criatura
de siete años la m atan porque lleva una divisa.’ ”
28 ibídern Nota N» 26, p. 90.

— 67 —
La Convención Nacional, reunida en Santa Fe desde el 25
de septiembre de 1828, al día siguiente había aprobado el tra­
tado de paz con Brasil; condenó en diciembre de 1829 el levan­
tamiento de Lavalle, y el 20 de febrero de 1829 nombró al Gene­
ral Estanislao López como Comandante en Jefe de las Fuerzas
de la República. Este designó 2? Jefe del Ejército Nacional al
Coronel Juan Manuel de Rosas el 13 de marzo de 1829.
La situación én Buenos Aires fue descripta por el distin­
guido patriota Julián de Gregorio Espinosa en carta del 7 de
marzo de 1829 a su íntimo amigo el General oriental Fructuoso
Rivera, quien acababa de ser nombrado por Rondeau Inspec­
tor y Jefe del Estado Mayor General del Ejército, y que envió
el 16 de ese mes aprovechando el viaje a Montevideo del amigo
de ambos, el Coronel Manuel de Escalada, cuñado de San Mar­
tín, donde escribió:
“/ . . . / Hasta hoy ha estado suspensa esta carta porque ha ido re­
tardándose la salida de nuestro amigo D. Manuel Escalada. / . . . / Ya
habrás conocido y tratado al General San Martín, a quien hacía
tiempo que su madre política le esperaba con alojamiento en su
casa, pues ella mismo me lo dijo, demostrándome el placer que
esperaba recibir; / . .. / .
“/ • • •/ San Martín ha Mecho lo que debió hacer; / . . . / ”
“El concepto para con este Gobierno debes hacerte cargo cuál será,
siendo mi opinión la de juzgar el movimiento del 1’ de diciembre
como el paso más anárquico, ilegal, desmoralizador de las tropas,
origen de los males en que estamos envueltos, causa de la muerte
de más de mil personas / . . . / El país está envuelto en sangre, como
ya te lo dije en mi anterior; y venganza, y sangre, y muerte, sólo
es lo que se respira. / . . . / y aunque en los periódicos verás tratar
a los federales de indecentes, canallas, y la escoria del pueblo, crée­
me, Fructuoso, que no es así, y no te doy más prueba que observes
quienes son los sujetos que con tanta tiranía ha expulsado de esta
ciudad al Gobierno sin dispensarles la menor consideración para el
arreglo de sus particulares, / . . . / "
El estado de la campaña es el más fatal. No quiero detenerme én
referirte los crecidos destrozos de las estancias porque sería de nun­
ca acabar, y me contraeré a hablarte de las armas. Lavalle, después
que el Ejercito arrancó de San José de Flores el día 4 del corriente,
dicen que le pasó revista de mil trescientas plazas, el día 10/de
marzo de 1829/, en el Tala 50 leguas de aquí con dirección a Santa
Fe, Córdoba, etc. Antes de ayer /4 de marzo de 1829/ han salido
embarcados setecientos hombres del 2, 4 y 5 de infantería, que deben
arribar a San Nicolás, para donde iba a salir ayer por tierra D
José María Paz a recibirse de ellos / .. ./ . Luego que el Ejército
puso sus miras en el norte, se dejó sentir en la campaña del Sud
una gran reunión que se ha estrellado en las guardias del Monte
Lobos, y aün corre que en la de Salto, y Ranchos / . . . / ” 29
Junto con esta carta, Manuel de Escalada, probablemente
llevo una de Guido para San Martín, que seguía en Montevideo,

R iv Jf Z^oo°n ™ G?rc?a. El retomo de San Martín y la mediación de


® ^ AGN' M° n to ld “ ’

— 68
a la que éste contestó el 19 de marzo de 1829, día de San José,
su Santo Patrono, con estas palabras:
“Señor Don Tomás Guido.”
“Montevideo y marzo 19 de 1829.”
“Mi querido amigo: Se me queja Ud de mi silencio, ahora bien, que
quiere Ud que le diga, que estoy bueno, que estoy aburrido, y que
siento los males de nuestra Patria. Estos son lugares comunes a los
que Ud ni yo damos importancia. Hablarle de política, ni las cir­
cunstancias del día son para ello, ni yo me atrevería a hacerlo en
la situación en que Ud se halla, porque la expresión más inocente
podría ser interpretada con perjuicio de Ud.”
“Me dice Ud le interesa saber el motivo por qué no desembarque
en Montevideo cuando el paquete fondeó en este puerto / . . . / ” Ya
transcripto más arriba en este trabajo/.
“Qué diré a Ud de su carta última del 12 /de marzo de 1829/. Solo
el que ella parece dictada por un rico y gotoso viejo, tal es el mal­
humor con que ella está escrita y todo ello ¡por qué! dice Ud le han
dicho que este pecador quiere regresar a Europa: pero figúrese Ud
por un momento que así sea, cree Ud que lo haría sin satisfacerlo,
es decir, sin darle las razones que me impulsaban para ello; en cuan­
to a la objeción que Ud me dice de la opinión pública.. .confesemos
mi amigo que hay muy pocos hombres sobre la tierra cuyos sufra­
gios y opinión sean dignos de ser solicitados. En fin mi querido
amigo yo hablaré a Ud con extensión en la próxima semana sobre
este particular. / . . . / ”
“/ . . . / Que la Corte Celestial lo saque con toda felicidad de la pre­
sente chamusquina son por ahora los sinceros votos de su invaria­
ble amigo. „
T r io S a n TV/Tartin 30

Mientras tanto, Lavalle continuaba atizando la guerra civil:


invadió Santa Fe llegando a Rosario el 26 de mayo de 1829.
La estrategia del General Estanislao López consistió en atraer a
Lavalle hacia el Chaco, rodeándolo con guerrillas y alejarlo de
su base de operaciones para desgastarlo. Lavalle, tozudamente,
siguió avanzando. Guiado por un baquiano fue engañado por
el santafesino, cayendo en un potrero repleto del pasto vene­
noso mío-mío y perdió 600 caballos en una noche. Se retiró
entonces a la posta de Desmochado, unos 100 km al Oeste de
Rosario, cerca del límite con Córdoba, y el 3 de abril de 1829
se encontró con Paz, estableciendo su cuartel general sobre el
Arroyo Saladillo (Córdoba), afluente del Río Carcarañá, al No­
roeste de Desmochado. Allí se enteraron que el 28 de marzo
de 1829, el Comandante General de la campaña del Sur de la
Provincia de Buenos Aires, Coronel Federico Rauch, con 640
hombres, fue completamente derrotado por efectivos similares
federales al mando del Coronel Miguel Miranda, en Las Vizca­
cheras (4 leguas al Sud de Los Cerrillos), al Sud del Río S a­
lado. Rauch y el Coronel Nicolás Medina murieron, quedando
sólo 100 sobrevivientes, muchos heridos, que a órdenes del Co­

so Ibtdem Nota N9 4, Doc. 171, 172.


Tonel Anacleto Medina, se replegaron a Chascomús, continuando
enseguida la retirada a la Capital31. También se enteraron que
el Comandante General de la frontera del Sud, Coronel Ramón
Estomba, había destruido sus tropas en continuos movimientos
sin sentido, hasta que los oficiales comprendieron que estaba
loco 32.
E l 4 de abril de 1829, Lavalle ofició al General San Martín:
“Cuartel General en el Saladillo, abril 4 de 1829.”
“Mi estimado General:
“Los señores Coronel D. Eduardo Trolé y D. Juan Andrés Gelly, sa­
len en este momento de mi Cuartel General para Montevideo, y los
he autorizado para que hablen a Ud en mi nombre”
“Quiera Ud dignarse oirlos, General, y admitir los sentimientos de es­
timación y respeto de su muy atento y obediente servidor, Q.SM.B.”
"Juan Lavalle” 33
E sta carta fue la consecuencia de que, a esa fecha, habien­
do fracasado en Buenos Aires y en Santa Pe, Lavalle tenía con­
ciencia de su debilidad política, estratégica y táctica frente a los
federales. Los hombres que envió a San Martín eran de su con­
fianza y tenían escasas relaciones con San Martín. Juan Andrés
Gelly era paraguayo, nacido en Asunción. Se educó en Buenos
Aires, en el Colegio de San Carlos. Participó activamente en el
pronunciamiento militar del 25 de mayo de 1810, y en 1813 se
radicó en La Capital. Pertenecía al grupo de Rivadavia, acom­
pañando a Lavalle en la revolución del 1? de diciembre de 1828,
siendo su secretario y jefe de policía34. El Coronel Domingo
Eduardo Trolé era francés, oficial de Ingenieros del ejército de
Napoleón; vino al Río de la Plata en compañía de Cramer y
de Brandsen, entre 1816 y 1817. En 1826 tuvo a su cargo la fá­
brica de municiones de Buenos Aires, participando después en

31 Gaceta Mercantil N9 1599.


32 El Coronel Estomba admiraba a Demóstenes, aunque jamás se
destacó cómo orador. En su campamento de Dolores (Pcia. Bs. As.),
en marzo de 1829, redactó y pintó con su propia mano, un cartelón que
hizo fijar en lugar público, en que informaba a la población: “Desde
ahora, para siempre, hasta la muerte y más allá de la muerte, dejo el
insignificante nombre de Ramón y me llamaré Demóstenes Estomba.”
E sto causó estupor en los jefes y oficiales, y dio la clave de ciertos actos
extraños del Coronel. Arrancado el papel, fue enviado inmediatamente
por el Coronel Anacleto Medina al Gral. Paz. La noticia de que el Co­
mandante de la Campaña del Sur había llegado enfermo a Buenos Aires,
conmovió a los unitarios. Al dar la noticia, la hoja unitaria El Pampero
del 21 de marzo de 1829, procuró atenuar el efecto deprimente. (Datos
extraídos de la publicación del Museo Histórico de la Municipalidad de
Bahía Blanca: El Coronel Ramón Estomba. Fundador de Bahía Blanca.
Datos biográficos recopilados por Antonio Crespi Valls. Bahía Blanca,
1954. pp. 120 a 122).
33 Ibídem Nota N9 12, pp. 152, 153.
34 San Martín. Homenaje de la Academia Nacional de la Historia
en el Centenario de su muerte (1850-1950) Bs. As., 1951, p. 248.

— 70
lá guerra contra el Imperio del Brasil como Comandante de la
Compañía de Ingenieros; se distinguió en Ituzaingó y la Cam­
paña de Misiones con el General Fructuoso Rivera, con quien
permaneció cuando volvieron a Canelones (30 km Norte de Mon­
tevideo), desempeñándose en este campamento como Coman­
dante de Artillería. El 10 de febrero de 1829 regresó al Ejército
de Lavalle con una carta donde Rivera contestaba otra de éste,
al parecer ofreciendo su mediación en la guerra civil y su apo­
yo, sin concretar n a d a 35.
Después de enviar la precitada carta a San Martín, Lavalle
apresuró su retirada sobre Buenos Aires, siendo hostilizado
por los gauchos en Pergamino, Rojas, Arrecifes, Salto y Mer­
cedes. En la Matanza logró rechazar unos 400 efectivos fede­
rales el 16 de abril de 1829, “no habiendo habido prisioneros
por no haberse dado cuartel, pues todos los que cayeron fueron
pasados a cuchillo” 36. Finalmente instaló su Cuartel General en
los Santos Lugares. Tras él marchaban las fuerzas de E. López
y Rosas, quien hizo circular una proclama: “Vamos por segun­
da vez (se refería a octubre de 1820) . . . a restaurar las leyes . . . ”

San M artín demostró en sus cartas del 5 y 6 de abril


de 1829 que se había librado del liberalism o
Mientras los delegados de Lavalle viajaban a Montevideo,
San Martín desde esta ciudad escribió sendas cartas a sus ínti­
mos amigos O’Higgins y Guido, el 5 y 6 de abril de 1829, res­
pectivamente, casi con las m ismas palabras en lo m ás medular
de estos fundamentales documentos, que expresan la definición
de San Martín contra el liberalismo, y que demuestran que se
había librado definitivamente de éste para ver la dura realidad.
E s evidente que San Martín había copiado en la carta a Guido
del 6 de abril de 1829, lo que escribió a O’Higgins el día ante­
rior, completándolo con m ás pormenores, por lo que transcri­
biré la que recibió Guido, agregando algunos párrafos de la que
envió a O’Higgins que resultarán pertinentes para la compren­
sión histórica. A Guido, pues, explicó primero la razón de su
llegada al Plata:
“M ontevideo, 6 de ab ril de 1829.”
“M i querido am igo : d ije a Ud en m i an terio r que en el c a so de re­
g re sa r a E u ro p a, no lo v e rificaría sin exponer an tes la s razones que
m e im p u lsab an a d a r este p aso , y p o r este m edio sa tisfa c e r a Ud y
a l corto núm ero de m is a m ig o s: e ste c a so e s llegado y p a so a cum ­
p lir m i p ro m esa.”
“E l e stad o de m is in tereses, e s decir, la depredación del p ap el m o­
n ed a de B u en o s A ires, no m e p erm itían p o r m á s tiem po vivir en
E u ro p a con lo s réd ito s d e m i finca, lo s que, aunque alcanzan a

35 AGN VII-1-3-5; e ibídem Nota N9 26, p. 114.


36 Biblioteca de Mayo. Tomo IV. Juan Manuel Beruti. Memorias cu­
riosas, p. 4017.
, , mir „„»os p u estos en el continente quedaban reduci-
f L ^ n r e í c a S i o a m enos de 1500; a s í e s que m e reso lví a re g re sa r
n ?Snní<i con el o b jeto de p a sa r en M endoza los d os an os que ju zgo
‘n ec esario s1p a ra la conclusión de la educación de m i h ija V ag itar
Tnr la m ay or inm ediación el co bro de algu n a p a rte de m i pensión
deZ Perú y a l m ism o tiem po h acer el ensayo de s i con los cinco
daños d e ’ ausen cia y un a vid a re tirad a p od ía desim p resion ar a lo
general de m is conciudadanos que to d a m i '^ o d o s ^ S í
a vivir y m o rir tranquilam ente en el sen o de m i P atria. T o d as e sto s
p lan es se los llevó el D iablo p o r las ocu rren cias
ah o ra a l punto capital, es decir, el de m i regreso a E u ro p a.
En párrafo continuo, San Martín desenmascaró la falacia
del liberalismo demostrando así que había comprendido la ra
de ^ e s t í o s males y había logrado a & r de la
vente de las ideas que habían inficionado las cabezas de mu
chos de sus contemporáneos:
“ Tas aaitacio n es en 19 añ os de ensayos en b u sca de u n a libertad
S u d o . , m ás su s U f o ja s f fe
que se h alla en el d ía n u estro P aís, hacen cl? ^ aJ rJ t ¿ t f n v s u lu ­
los h om bres (que ven su s fo rtu n as a l borde del precipicio, V J UJ
tu ra suerte cu bierta de un a fu n esta in certidu m bre), no p o r un i cam-
M™en los p rin cipios que n os rigen (y que en m i opinión es donde
e stá el verdadero m al),’’
Todo lo contrario: no se quería repudiar la seudoreligión
de la Libertad como valor abosluto, colocada como panacea,
por arriba de la doctrina cristiana del amor
sino atacar a los compatriotas para obligarlos a aceptar el
bierno de los reformistas protestantizantes y co n ¡;rari° s aAJ 31®
rnmún de los argentinos. E stas eran las condiciones en que los
í S e f q u e r í a T p o n e r l o al frente del Gobierno para eliminar
L íos federales, y desde luego San Martín anticipo a sus amigos
su contundente respuesta, prosiguiendo asi.
“ *inn p or un aobierno vigoroso, en un a p alab ra, m ilitar, porqu e el
a u T s i á h o q a no re p a ra en lo que se a g a rra , R í m e n t e convienen
5L. pn osto to d o s) que p a ra que el p aís p u e d a existir, es de ab so lu ta
n ecesidad q u e u n o d e los p a rtid o s en cuestión d esap arezca; al
resp ecto s e r r a t a de b u sc ar un salvad or, que reuniendo a l Prestigio
Ap la victo ria él concepto de la s p rovin cias, y m ás que todo un
brazo vigoroso salve la P a tria de los m ales que j a am enazan: la
om nión p rese n ta este can d id ato : él es el G eneral S an M artin. P ara
estab lecer e sta aserción, yo no m e fu ndo en el num ero de c a rta s
aue he recibido de p erso n as de resp e to de ésa, y de o tra s que en
% ta m e han h ab lad o so b re este particu lar, yo apoyo m i opinión en
t o S t e t ó o s del día. A hora bien, p artien do del Principio de
se r ab solutam en te necesario el que d e sap arezca uno _de Z o s d o s
p artid o s contendientes, p o r se r incom patible la p resen cia de a rre o s
a m ia tran quilid ad pública, ¿ se r á p osib le se a yo el escogzdo pam
se r el verdugo de m is conciudadanos, y cu al o tro Sila^ cJ J r a m i
P atria de p roscrip cion es? NO, ja m á s , ja m á s, m il veces pre/enre
envolverm e en los m ales que la am enazan que se r yo el m strum ent
de tam añ o s h o rrores." 37

37 ib íd em N ota N? 4, Doc. 173.


San Martín, el caballero cristiano, se opuso siempre a
la violencia contra sus compatriotas, ni aún cuando peligrase la
alta empresa de la guerra de la emancipación, como se ha visto
a lo largo de esta serie de trabajos; no podría ser él quien
encabezara la destrucción de los propios hermanos. ¿No había
escrito antes a E. López y a Artigas, por ventura, y vuelto a
repetir ahora a Manuel de Olazábal, que su sable jam ás se des­
envainaría por cuestiones políticas?
San Martín, que cumplía el mandato de Cristo de amar aun
a los enemigos, ¿podría usar de clemencia como deseaba des­
pués que los liberales unitarios habían fusilado a Dorrego el
pasado 13 de diciembre de 1828? ¿No acababa de ser fusilado
el Mayor Manuel Meza en la Plaza de Mayo los primeros días
de marzo de 1829, por el gobierno liberal? Por esto, San Mar­
tín proseguía mostrando la cruel realidad y preguntaba si po­
dría imponer su magnanimidad, como debía:
“P o r o tra parte, d esp u és del carácte r san gu inario con que se han
pron unciado los p artid o s, ¿m e se ría perm itid o p o r el que quedase
vencedor, u sa r de un a clem encia que e stá en m is principios, en
el in terés de n u estro suelo, y en la opinión de los G obiernos extran ­
je r o s ? ¿O se m e ob ligaría a se r él agente de p asio n es e x altad as que
no co n sulta o tro p rin cip io que él de la venganza ? M i am igo, v am os
c laro s: la situ ación de n u estro p a ís es tal, que 'e l h om bre que lo
m ande no le queda o tra altern ativ a que el de ap o y arse so b re una
facción, o renun ciar a l m ando. E s to últim o es lo que yo h ago : añ os
hace que Ud m e conoce con inm ediación, y le co n sta lo indócil que
soy p a ra su sc rib ir a ningún p a rtid o ; y que m is operaciones han
sid o h ija s de m i e sc a sa razón y del co n sejo am isto so de m is am i­
gos. N o fa lta rá algún C atón que afirm e tener la P a tria un derecho
de exigir de su s h ijo s todo género de sa c rific io s; yo resp on d eré que
ésto com o todo, tiene su s lím ites: que a ella se deben sac rific ar
su s in tereses y vida, pero no su honor y p rin cip ios.” 38

Así expresó San Martín el libre albedrío del alma que Dios
le dio, casi con las m ismas palabras de Calderón de la Barca
en “E l Alcalde de Zalamea” : “ Al Rey la hacienda y la vida / se
ha de dar; pero el honor / es patrimonio del alma, / y el alma
sólo es de Dios” 3839. Era todo lo contrario al liberalismo que
desconoce los derechos de Dios y termina por negar en los he­
chos la libertad del hombre, como ocurría concretamente entre
los rioplatenses, cuyas vicisitudes reflejaban los lúcidos aser­
tos del Cardenal Pie al describir el desemboque del desorden
liberal:
“ / . . . / T al es el fin de la aventura. D esde el m om ento en que la
socied ad y el E sta d o se niegan a reconocer u n a in stan cia superior,

38 ib id e m Nota N« 4, Doc. 174.


39 Calderón de la Barca. El Alcalde de Zalamea. Jornada 2, escena
XVIII.

— 73
com ienzan a h acerse tirán icos. E l E s ta d o liberal no puede sirio
encam inarse decididam ente h ac ia el to talitarism o .” 40
No se equivocó San Martín al entrever que la tarea política
no sería tan difícil ya que todos deseaban tranquilidad después
de las convulsiones. Pero lo m ás importante en esta parte de la
carta es que acusó a los liberales de ser los responsables del
caos político: Rivadavia y sus secuaces, con “su s locas te o rías”
estaban inmovilizando a los hombres de bien para el servicio
da la Patria, engañando al heroico pueblo que siguiendo a su
verdadero caudillo militar había conquistado su independencia,
y la del cono Sur de América, no para que los demagogos y
masones al servicio de los británicos, desmembraran la Patria
heredada, separando y dividiendo a los compatriotas en países
artificiales, intrínsecamente débiles, fáciles de dominar por las
grandes potencias, como se infiere de las apasionadas palabras
del héroe de los Andes:
“L a H istoria, y m ás que todo la experiencia de n u e stra revolución,
m e han d em o strad o que ja m á s se puede m an d ar con m ás segu rid ad
a los p ueblos que lo s d os p rim ero s añ os d esp u és de u n a gran crisis.
T al es la situ ación en que q u ed ará el de B u en o s Aires, que él no
exigirá del que lo m an de (d esp u és d e la p resen te lu ch a) que tran­
quilidad. S i sen tim ientos m enos n obles de los que p oseo en favo r
de n uestro suelo fu esen él n orte que m e dirigiesen, ap rovech aría de
e sta coyuntura, p a r a en gañ ar a e se heroico pero d esgraciad o pueblo
com o lo han hecho un os cu an tos dem agogos, que con su s locas teo­
ría s lo han p recip itad o en lo s m ales que lo afligen, y dadole el
pern icioso ejem p lo de calu m n ias y p e rse g u ir a los h om bres de bien
con el innoble ob jeto de in u tilizarlos p a r a su p a ís.”
En el choque con los liberales, San Martín se ha ido libran­
do de ’’las lo cas te o rías” que sutilmente lo habían envuelto
como a la m ayoría de sus contemporáneos. El estaba viviendo
lo que el Cardenal Pie describió en uno de sus magníficos ser­
mones:
“E l Nabucodonosor de nuestra época es el genio revolucionario, tal
como nos lo muestra todos los días una prensa cada vez más audaz
en su impiedad. No porque sea impersonal y cosmopolita, el nuevo
amo resulta menos formidable. Nada admite que pueda sustraerse
a su tiránica dictadura. Su proyecto altivamente programado con­
siste en el sometimiento de la tierra entera a su imperio. /. .. / No
someterse a él es violar su derecho, y ha jurado ‘defenderse’ contra
cualquier objetor que no acepte sus proposiciones y sus mentiras...
Bajo el golpe del miedo o de la fascinación, reyes y naciones en­
teras se sometieron a este gigante temible, esperando así ser trata­
dos con alguna consideración... En todos los lugares donde ha
prevalecido, el despotismo revolucionario destruyó, subvirtió todo, re­
bajó todo a su nivel igualitario, absorbió todo en su autocracia cen-
tralizadora: religión, propiedad sagrada y profana, autoridad pa­
terna, corporaciones, leyes, costumbres, franquicias, libertades, nada
ha respetado...” « 40

40 P- Alfredo Sáenz. El Cardenal Pie. Bs. As., 1987, pp. 319, 320.
« Ib íd em Nota N» 40, precedente, p. 320.

74 —
Como consecuencia de la subversión reinante provocada
por “las locas teorías”, San Martín, ante la realidad acuciante,
saca sus conclusiones para inferir su misión histórica:
“D espués de lo que dejo expuesto ¿cu ál es el p artid o que m e re sta ?
M i p resen cia en el p a ís en e sta s circu n stan cias le jo s de s e r ú til no
es m ás que e m b arazo sa: p a r a los unos, o b jeto de continua descon­
fianza, p a ra otros, de e sp e ram o s que deben se r fr u stra d a s; y p a ra
mí, de d isg u sto s p erm an en tes; p o r lo tanto, he resu elto lo sig u ie n te ”
“ He realizado 5000 p e so s en m etálico, y con el sac rific io que puede
Ud ver p o r el cam bio del día, con ellos y lo que m e reditúen m is
bienes pienso p a sa r al lado de m i h ija los dos añ os que ju zgo ne­
ce sario s p a r a com p letar su educación. Finalizado este tiem po re­
g resa ré a l p a ís en su com pañía, bien resignado a seg u ir la su e rte
a que se halle destin ad o; en este interm edio no fa lta rá n h om bres
que aprovech án dose de la s lecciones que la experiencia les ofrece,
pongan la tierra a cubierto de los m ales que experim enta. E s ta es
m i esperanza, sin ella y sin el sueño (com o dice un filó so fo ) los
vivientes racio n ales d e ja rían de e xistir ”42
A esta altura de la transcripción de la carta a Guido, debo
hacer notar que con respecto a la que escribió a O'Higgins el
día anterior, hay diferencias menores que aclaran el punto de
vista de San Martín. Si bien en la que envió al chileno, no figu­
ra la elegante referencia calderoniana, en cambio concretó a
los que le tenían desconfianza y a los que cifraban sus espe­
ranzas en él, con estas palabras:
“ / . . . f m i p resen cia en el p a ís en e sta s afligentes circu n stan cias le­
jo s de serle de algu n a utilidad, no e s m ás que em b arazosa, p a r a la
p resen te ad m in istració n o b je to de continua desconfianza, p a ra los
fed erales de esp eran zas q ue no deben s e r realizad as, y p a r a m í de
continuos d isg u sto s / . . . / ” 4
243
Entre los federales esperanzados estaba su querido amigo
Guido, a quien no deseaba defraudar sino convencer sobre la
conveniencia de que debía volverse a Europa para continuar
cumpliendo con su misión histórica de héroe de la independen­
cia y jam ás ser el verdugo de sus compatriotás. Por eso se
explayó de esta manera:
“Yo no dudo que Ud en con trará m il razon es p a r a re b atir la s que
dejo exp u estas, p ero Ud convendrá conm igo en que lo s h om bres no
están de acu erd o entre sí, que so b re la s cu atro p rim e ras re g las de
la
"N o he querido h ablarle u n a s o la p a la b ra so b re m i e sp a n to sa aver­
sión a todo m ando político: ¿Q ué re su lta d a s fav o rab le s p odían es­
p e ra rse entrando a l ejercicio de un em pleo, con la m ism a repu g­
nancia que u n a jo ven recibe la s ca ric ias de un lascivo y a sq u e ro so
an cian o? P o r o tra p a rte ¿C ree Ud que tan fácilm en te se h aya bo­
rrad o de m i m em o ria lo s h on rosos títu lo s de ladrón y am b icioso

42 ib íd em Nota N? 4, Doc. 174 v. Al final de este párrafo, hay una


clara referencia a Calderón de la Barca, cuyo pensamiento filosófico re­
sulta muy caracterizado en su inmortal obra “La vida es sueño”.
43 ib íd em Nota N» 11, Doc. 15, p. 47.

75 —
con que tan gratuitam en te m e han favorecido los p u eblos (q u e en
unión de m is com pañ eros de a rm a s) h em os lib e rtad o ? Yo he es­
tado, estoy, y estaré, en la firm e convicción de que to d a la g ratitu d
que se debe e sp e rar de lo s pueblos en revolución, es solam ente e l
que no sean in g ra to s; p ero con fesem os que e s necesario tener toda
la filo so fía de un Séneca, o la im pudencia de un m alvado, p a r a se r
indeferente a la calu m n ia: esto últim o es de la m enor im portancia,
p a ra mí, pues sino soy á rb itro de olvidar las in ju rias porqu e pende
de m i m em oria, a l m enos he apren dido a p erd o n arlas, p orqu e e s te
acto depende de m i corazón. / . . . / ”

La referencia a Séneca no es casual. Este era un español


que explicó muy bien las antiguas virtudes de la estirpe que
San Martín exhibió gallardamente, como modelo de fortaleza,
para quien caben como anillo al dedo la descripción del antiguo
filósofo:
“/ . . . / así tampoco trastorna el ánimo del varón fuerte la avenida
de las adversidades, siempre se queda en su ser; y todo lo que le
sucede lo convierte en propia sustancia, porque es más poderoso que
todas las cosas externas.” 44
Por esto, y porque tenía la gracia de la fe, San Martín cum­
plía el mandato evangélico de perdonar setenta veces siete, a lo
que agregó un gesto de humildad, dicho en la intimidad de una
carta a un amigo del alma:
“S i no fu ese a Ud, a Goyo Góm ez, o a O’H iggins, con quienes tengo
lo que se llam a un a sin cera am istad , y que conocen m i carácter, yo
no m e aven tu raría a e scrib ir con la fran qu eza que lo he hecho, p u e s
se creería o un exceso de orgullo, suponiéndom e ab solu tam en te ne­
cesario a l p aís, o a u n a san d ez co n su m ad a con só lo im agin arlo;
pero sup on gam o s en que los d ato s en que m e apoyo p a r a p e rsu a­
dirm e se p ie n sa en m í p a r a m an d ar (y el que tengo m ás segu ro e s
el de h ab er recibido v a ria s c a rta s de enem igos d eclarad os m ío s) no
sean m á s que sueñ o s de m i im aginación, pregunto, m i p resen cia en
el p a ís d esp u és del p resen te sacudim ien to ¿n o in sp ira ría desconfian­
z a s a l que lo m an d are? Ud d irá que tengo d a d as rep etid as p ru eb as
de que no lo deseo. Ahora bien ¿creerá Ud s i se lo asegu ro p or m i
honor que a m i llegad a a M endoza del regre so del P erú se crey ó
que m i o b jeto e ra el de h acer u n a revolución p a r a ap od erarm e d e l
m ando de la Provincia de Cuyo, y que se m e enseñó u n a c a rta d el
G obernador de S a n Ju a n C arril, en la que a c o n se ja b a s e tom asen
to d as la s m ed id as n ec esarias p a r a evitar tam año golpe? P o r fo r­
tu n a del h ijo de m i m adre, que el G obern ador de M endoza en aqu e­
lla ép oca e ra un h om bre honrado y m uy m i am igo, que de lo con­
trario, ta l vez m e hubieran hecho h acer u n au to de fe. M as ignora
Ud p o r ven tura que en él año 23, cuando p o r ceder a las in stan cias
de m i m u je r de venir a d arle el últim o ad iós, reso lv í en m ayo venir
a B u en o s Aires, se a p o staro n p a rtid a s en el cam ino p a ra prenderm e
com o a un facineroso, lo que no realizaron p o r él p iad o so av iso que
se m e dio p o r un individuo de la m ism a adm inistración, y en q u é
época, en la que ningún gobierno de la revolución h a tenido m ay or
p o p u larid ad y fijeza, y d esp u és de e sto s d ato s no quiere Ud q u e

44 S én eca. De la D ivina P roviden cia. M adrid, 1873.


p on ga a cubierto (no á e m i vida p o r que la sé d esp reciar) p e ro si
de un u ltra je que ech arla un bo rrón so b re m i vid a pública. / . . . / ” «

San Martín ha demostrado que no tenía ambiciones de


mando, pero seguía decidido a luchar por la independencia
de las naciones que había fundado. La defensa del Perú en gue­
rra contra Colombia lo conmovió e iría a ayudar si era llamado,
aunque en la carta a O’Higgins —que estaba en Perú— inme­
diatamente anterior a ésta, del 5 de abril de 1829, queda claro
que las noticias que tenía eran escasas:
“Cora la incom unicación a b so lu ta de B u en os A ires con el re sto de
la s Provincias e interceptación de to d os los correos, ign oram os p o r
é sta lo que p a sa en el Perú, só lo se h a dicho h ab erse roto la s h os­
tilidades co n tra Colom bia, y que de re su lta s de un com bate naval,
él bravo V icealm irante G uise h ab ía sid o m uerto. T am bién se h a
asegu rad o h aber m archado L a M ar a p on erse a la cabeza del E jé r ­
cito. D ios le dé un com pleto acierto p a r a cim en tar la p az y m an­
tener el orden y la tran quilidad.” &

Antes, en esta misma carta a O’Higgins —que estoy inter­


calando— había expresado su espontáneo deseo de luchar por
la defensa del Perú, al que Colombia intentaba dominar:
“Con qué placer, m i buen am igo, en lu gar de re g re sa r a E u ro p a,
m e em b arc aría p a r a el Perú, a ofrecerle m is serv icio s en la ju stí­
sim a gu erra que sostiene, pero cóm o doy este p a so aven turado sin
s e r llam ado, yo estoy segu ro que L a M ar, L u n a P izarra y o tro s hom ­
b res de este tem ple, no lo d e sa p ro b aría n ; pero los m alvad o s que
p o r d esgracia abu nd an p o r to d as p artes, no g ritarían interpretando
m is buenos d eseos a m ira s am b ic io sas y p roy ectos de soberan ía de
acuerdo con algún G abinete extran jero , y p o r e ste m edio p on er en
com prom iso a e sa ad m in istració n con m i p resen cia repentina.”47

Esto mismo repitió a Guido terminando su carta del 6 de


abril de 1829:
“D ije a Ud en m i an terio r que no h ab ía sid o llam ado del Perú, y
ah o ra añado, que si m i repentina p resen cia en aqu el p aís no com pro­
m etiese la ad m in istració n actu al, dando m argen a los m alvad o s a
m iras am b icio sas, o planes de m on arqu ía en com binación con algún
gobierno extran jero (pues p o r lo respectivo a L a M ar, estoy seguro
no lo d esap ro b aría) esté Ud seguro que en lu gar de^ re g re sa r a
E u ro p a iría p o r d os añ o s a p resta rles m is co rto s servicios, no p a ra
m an d ar en Jefe, p ero s í com o un G eneral su b alte rn o : de tod os m o­
d os si se m e llam a m arch aré sin detenerm e p o r el C abo /de Hornos/
y Ud se rá el prim ero que lo sep a.” 48

Mientras tanto, un hombre tan famoso por sus hazañas, en


una ciudad pequeña como Montevideo, excitaba la curiosidad 4567

45 Las circunstancias de estos hechos fueron tratados en esta serie


de trabajos en GLADIUS N9 19, bajo el título “Los liberales contra San
Martin”.
46 jb íd e m Nota N9 11, Doc. 15, p. 48.
47 ib íd em Nota N9 11, Doc. 15, p. 47.
43 ib íd em Nota N9 4, Doc. 175 v.
de su gente que lo atendía con cordial hospitalidad. Francisco
A. Gómez, dé una distinguida familia oriental que vivía próxima
a la pensión de San Martín, entonces un joven, recordaba:
“E ra San Martín muy religioso. Lo vi varias veces en la M atriz,
sobre todo en las m isas de los domingos, donde concurríamos in-
faltablemente.” 4950

Desde Montevideo, San M artín regresó a Europa t


“al último lu gar”, siguiendo la doctrina de Cristo
Las cartas del 5 y 6 de abril de 1829, que acabo de exponer
en lo esencial, demuestran que San Martín repudiaba a los libe­
rales, ahora llamados unitarios, que se habían adueñado del
poder “p a ra engañar a ese heroico pero d esgraciad o pueblo,
com o lo han hecho unos cuantos dem agogos que con su s lo ca s
teorías lo han precipitad o en los m ales que lo afligen ” (carta
a O’Higgins). Mas especialmente en la carta a Guido, San Mar­
tín afirmaba lo que volvería a repetir otras veces: “ en los prin ­
cipios que n os rigen es donde e stá el verdadero m a l” . Estosi
principios eran los del liberalismo, que habían provocado el
caos religioso, político, económico y social, particularmente en
América, como se ha explicado a lo largo de esta serie de tra­
bajos. Tan talentoso para ver la realidad, San Martín había con­
seguido librarse del liberalismo, pero tenía conciencia de sus
propias capacidades políticas, y terminantemente no aceptaba
ni justificaba la guerra entre hermanos.
Como lo escribió en las cartas transcriptas m ás arriba, su
suerte estaba echada: cumpliría con el mandato de Cristo
de “ irse al último lugar”, doctrina católica que he tratado en
Gladius N? 17: regresaría a Europa, y eventualmente podría ir
al Perú. Con respecto a esto último, más que una realidad, pa­
reció ser una expresión de deseos, una ilusión pasajera, ya que
dos días después de escribirlo, el 8 de abril de 1829, solicitó al
General Rondeau su pasaporte que le fue expedido de inme­
diato, en estos términos:
“E l Gobernador Provisorio del E stad o de Montevideo. Por cuanto
p asa h asta la ciudad de B ruselas, Capital del Reino de los Países
B ajo s, el señor General Don Jo sé de San M artín ciudadano de las
Provincias Unidas del Río de la Plata con un criado. Por tanto: se
previene a los individuos su jeto s a este Gobierno no le pongan el
menor impedimento, antes le prestaran todo auxilio; y a los que
no lo son se les ruega y suplica que a sí lo verifiquen. Dado en la
Aguada de Montevideo a 9 de abril de 1829. (Fdo.) Jo sé Rondeau.” so

Mientras Lavalle, desde Santa Fe, casi sin caballos, se reti­


raba apresuradamente, perseguido por Estanislao López, al en-

49 Ibidem. N ota N9 26, p. 95.


50 ib id e m N ota N9 26, p. 124.

78 —
trar an la Provincia cic Buenos Aires, toda la campana Norte
de ésta se declaró en su contra, en tanto sus delegados el i 2 de
abril de 1829 llegaban a Montevideo para la entrevista con San
Martín que se celebró el 14. Este mismo día, San Martín escri­
bió a Lavalle la carta que transcribo a continuación, donde,
como se puede apreciar, 1© daba un consejo de la mejor inspi­
ración cristiana y que, desgraciadamente para nuestra Patria,
Lavalle no siguió:
“Montevideo y abril U de 1829.”
‘^ S r S r í s T ^ o l é y Don Juan Andrés Gelly me han e n v e g ad o la
de Ud del 4 del corriente; ellos le dirán cuál ha sido
nuestra conferencia; por mi parte, siento decir a XJd que los medios
“ m e han propuesto no me parecen tendrán las consecuencias
que Ud se propone para terminar los males que afligen a nuestra
“S in ^ tr o ^derecho que el de haber sido su compañero de
permítame Ud, General, la haga una sola reflexión a saber, —que
aunque los hombres en general juzgan de lo pasado según su. ver­
dadera justicia, y de lo presente según sus intereses, e?z Za situa­
ción que Ud se halla, una sola víctima que pueda economizar a su
país le servirá de un consuelo inalterable, sea cual fuere el r e s u l ­
tado de la contienda en que se halla Ud empeñado, porque esta sa­
tisfacción no depende de los demás, sino de uno mismo
“Admita Ud los sentimientos de estimación con que en todos tiem­
pos lo ha distinguido su afectísimo servidor, que besa su mano,
* Trinó rio R n n M a r t í n s*

Al día siguiente de la entrevista, el 15 de abril de 1829,


regresó a Buenos Aires el Coronel Trolé llevando esta carta de
San Martín y las de Gelly y Manuel de Escalada informando a
Lavalle parcialmente. La más interesante es la de Gelly.
“ / . . . / Mi querido General y amigo: Apenas pudim os llegar a ésta
el 12 y nos encontram os con que el General estaba ya, d o s o tres
hacía, con su pasaporte p ara Europa, y esperando el prim er Paquete
que debe llegar de Buenos Aires de un momento a rtro . t o ^ em­
bargo, era necesario acercarm e, no sólo p or si la partida estaba de­
cidida, e irrevocablemente resuelta, sino tam bién porque todo debía
tentarlo, estando persuadido que en el estado presente de nuestros
negocios era la Arca de salvam ento: leyó con atención la carta de
Ud v me oyó con la m ism a en presencia de m i compañero, y de Ma­
nuel se empeñó una discusión larga y sostenida, el p ara justificar
su resistencia! y nosotros p a ra empeñarlo a ceder: todo ha sido inú­
til Yo no entraré a detallarle a Ud las razones que objetó: ellas
no son tan fuertes como plausibles: estaban reducidas a que siendo
conocida su opinión, de que el p aís no h allaría ja m a s quietud, li­
bertad nacional, ni prosperidad sólida, sin la adm isión de una di­
n astía llevaba en esta sola circunstancia un motivo de oposición
eme le’ destruiría tarde o tem prano. Que en toda su vida publica
había m anifestado francamente e sta opinión, porque la creía de la
m eior buena fe la única conveniente y practicable en el país, pero
que las ideas en contrario estaban en boga, form aban por consi-

si ibidem N o ta N« 12, p . 153.


guíente la m ayoría y que él nunca podía resolverse a d i e z m a r a su s
conciudadanos p ara obligarlos a la adopción de su sistem a, en que
vendrían necesariamente a parar, aunque tarde y después de mil
desgracias. Que el partido que hoy hacía oposición al Gobierno ha­
bía solicitado antes su cooperación; que conducido de los m ism os
principios, y movido adem ás por el afecto personal que profesaba
a Ud, y dem ás Jefes, a quienes no podía m irar con indiferencia a
p esar de su s extravíos juveniles, había desechado sus ofertas, y que
estaba resuelto a regresar al Janeiro, y desde allí a E u ropa para
alejarse de un teatro, a que estaba ligado por tantos vínculos y cu­
yas desgracias le afectaban tanto.”
"D espués de tres horas de debates me retiré llevando conmigo al­
guna esperanza; que posteriormente se ha disipado del todo y mi
compañero regresa llevándole a Ud esta noticia, que en las circuns­
tancias en que los supongo sólo servirá para aum entar su s con­
flictos. / . . . / " 5 2

Así aparece reflejada la opinión de San Martín y su cortés


argumentación rechazando la propuesta concreta de Lavalle que
San Martín describió con toda precisión pocos días después,
el 19 de abril de 1829, en carta a O’Higgins donde le dijo:
“/ • • • / D esp ués de e sc rita é sta recibo la del G en eral Lavalle, que
rem ito en copia, con m i con testación /am b as ya tran scriptas aquí
m ás arriba/, su o b jeto e ra que yo m e e n c arg ase del m ando del E jé r ­
cito y P rovin cia de B u en os Aires, y tra n sase con la s d em ás p ro ­
vincias, a fin de g ara n tir p o r m i p a rte y el de los d e trá s gobern a­
d ores / a / lo s a u to res del m ovim iento del V de diciem bre; p e ro Ud
con ocerá que en el estad o de exaltación a que han llegado la s p a sio ­
nes, e ra ab solutam en te im p osib le reunir los p a rtid o s en cuestión
sin qwe quede otro arb itrio que el exterm inio de uno de ellos. P or
o tra parte, lo s au to res del m ovim iento del P son R ivad avia y su s
satélites, y a Ud le co n sta lo s in m ensos m ales que e sto s h om bres
han hecho, no só lo a este p a ís sin o a l re sto de la A m érica con su
in fern al conducta. S i m i a lm a fu ese tan d espreciable com o la s su ­
yas, yo ap rovech aría e sta ocasió n p a ra vengarm e de las p ersecu ­
ciones que m i honor h a su frid o de esto s h om b res; pero es n ecesario
ensenarles la diferencia que hay de un hom bre de bien a un m alvado.”
“D igo a Ud en la m ía d el 5, que p a r a él p róxim o p aqu ete de m ayo
m e m arc h aría a E u ro p a, p ero lo verificaré en él que sale a finés
de este.”
“A diós o tra vez, p o r siem pre su in variable S an M artin.” 53

En esta carta, San Martín desembozó la tram a oculta de la


anarquía que estaba desintegrando a la Nación, por cuya
independencia luchó incansablemente en la década decisiva,
cuando encabezó el Ejército de la Patria naciente. Los respon­
sables del desastre eran los reformistas liberales, “Rivadavia y
sus satélites” como los marcó a fuego, un grupo de protestan-
tizantes (doctores, militares sin ideales ni talento, y curas
apóstatas) cómplices que habían procurado destruir a la Igle­
sia Católica y al Ejército, logrando que la Nación perdiera la523

52 a g n VII-l-3-5.
53 Ibíd em N ota N9 11, Doc. 16, pp. 49, 50.
mitad de su territorio y de su población (las Provincias del Alto
Perú, las Misiones guaraníes orientales y la Provincia Oriental).
Importando “ sus locas teorías” —escribió, como se ha visto—
habían causado “inmensos males no sólo a este país, sino al
resto de América con su infernal conducta” .
Su sangrienta revolución del 1? de diciembre de 1829 había
exacerbado de tal manera “las pasiones” que para restaurar la
unión nacional, no quedaba “otro arbitrio que el exterminio de
uno” de los partidos. Como estaban perdiendo la batalla, y
carecían de sustento político, porque toda la gente de bien los
repudiaba, habían intentado colocarse a la sombra de San Mar­
tín, para eludir el castigo de sus crímenes por todos los autén­
ticos caudillos argentinos. San Martín mismo deseaba castigar
a esos malvados enemigos de la Patria, cuyo honor intentaron
mancillar persiguiéndolo como hemos visto en “ Los liberales
contra San Martín” en Gladius N? 16, 17 y 19. Pero San Martín
les enseñó con su conducta ejemplar “ la diferencia entre un
hombre de bien y un malvado” . La primera lección fue darles
el ejemplo de “irse al último lugar”, siguiendo la doctrina de
Nuestro Señor Jesucristo (ver Gladius N° 17, p. 66). Pero aún
antes de partir debió eludir a quienes querían usarlo para sus
propios intereses y no los de la Patria, como lo explicó a Guido
en la carta que le escribió el 19 de abril de 1829:
“Mi querido am igo : D ije a XJd en m i anterior, dirigid a p o r él C ab a­
llero D u arte d a Ponte, M inistro del B r a s il c e rca del Perú, que an tes
de m arch ar le escrib irla m i últim a de e sto s d e sg raciad o s p a íse s: en
aqu ella fech a 6 / de ab ril de 1829, tran scrip ta m ás a r r ib a / m e a b s ­
tuve de decir algo a cerc a de m i fa ls a posición en este E sta d o , a
p e sa r de lo que Ud m e decía en la su y a del 12 de m arzo /de 1829/,
que p a ra convencerm e de la n ecesidad de q uedarm e en el p aís,
m e ’decía Ud lo siguien te: “¿P ero no ju z g a Ud ase g u ra d a su inde­
pendencia y tran q u ilid ad p erso n al perm aneciendo en M ontevideo?
No m i buen am igo, —no creí ja m á s — so b re ésto se ría e n trar en
largo s detalles, pero b aste decir a Ud que no se tra ta b a ele n ad a
m enos que de ponerm e a m í de tercero en d isco rd ia, entre los p a r ­
tid o s de L av alleja, y Fru ctu o so R ivera, p o r consiguiente, a q u í m e
tenía Ud m etido entre d o s fu egos. E n fin so b re e ste p artic u lar im ­
p o n d rá Ud / lo s / p o rm e n o r/es/ M ariano E sc a la d a e H ilarión ¡d e
la Quintana/. Yo h ubiera esp erad o h a sta el p aqu ete de m ayo, con
el fin de ver lo s resu ltad o s, y a l m ism o tiem po a rre g la r m is nego­
cios pero las circun stan cias m e hacen a rra n c a r dentro de d os días.
Confiese Ud o p o r lo m enos convenga en que yo soy u n a p lan ta
que no puede vivir en el p a ís s i este no ad qu iere un g rad o de tran ­
quilidad capaz de que yo p u ed a e sta r tran qu ilo b a jo la protección
no de lós hom bres, p ero s i de la s L eyes.”
“Ñ o se olvide Ud de e scrib ir cuando ten ga un ra to desocupado a
su v iejo am igo, p rom étam elo en s u p rim e ra c a rta que lo hará.
“Adiós, Ja m á s, ja m á s /sic / d e ja r á de se r s u sincero am igo
J o s é de S a n M artín” 54.

54 Ibidem N o ta N * 4, D oc. 178.


San Martín quiso conformar con estas cariñosas palabras
a su amigo del alma, sabiendo bien que Guido no compartía
su decisión de “ irse al último lugar”, no sólo porque creía que
el héroe de los Andes aún debía actuar en su Patria, sino que
también le dolía desprenderse de su querido amigo a quien
deseaba tenerlo cerca aunque fuera de espectador. Pero San
Martín sabía bien cuál era su deber: en Europa, aún en el des­
tierro voluntario, quizá podía prestar nuevos servicios a la Pa­
tria, como en realidad ocurrió.
Mas, antes de irse, pudo dar una lección a un escurridizo y
sinuoso personaje, que podía definirse como el perfecto opor­
tunista, que no trepidó en traicionar a su Patria sirviendo en
las filas del enemigo portugués invasor y luego volvió con los
patriotas luchando contra sus antiguos amos, que cambiaba de
bando como de camisa, y que tuvo el atrevimiento de escribir
esta carta abusando de la cortesía y amistad que le brindó el
caballero sin tacha:
“San ta Lucía /85 km NorNoroeste de Montevideo/, abril 25 de 1829.”
“ General y am igo :”
“H abría recibido una satisfacción con saber de Ud si esta noticia
no viniese acom pañada de otra que m e afecta en todos sentidos.”
“R egresa Ud a Europa, cuando todos le creíam os deseoso de vivir
en América. ¿Qué puede inferirse de aquí sino que a Ud, o la Patria
ya no le inspira interés o que ha desesperado de su salud? Cual­
quiera de las dos co sas es un m al que p ara m í agrava mucho el de
la ausencia; pero Ud lo quiere, a Ud le conviene, sea para bien. En
cualquier destino, tenga Ud presente m i nombre, m i am istad y po­
sición, cuando ésta puede serle útil en algo.”
“Yo haré otro tanto, y en la soledad del Cuareim /550 km Ñor Nor­
oeste de Montevideo, frente al actual Monte C asero s/ me ocuparé
gustoso en darle inform es del estado y progreso de su país nativo.”
“ Servidor y amigo, Q .B.SM .
Fructuoso Rivera” 55

San Martín le contestó en forma contundente y sincera, en


una carta donde sintetizó muy bien sus convicciones y que resul­
ta un ejemplo digno de ser aprovechando por los politiqueros
y ambiciosos que, con tal de detentar el poder y dar rienda
suelta a su hedonismo, carecen de responsabilidad para admitir
sus limitaciones, ocupando, sin estar capacitados, posiciones
políticas en perjuicio del bien común:
“M ontevideo, ab ril de 1829.”
“G eneral y a m igo :”
“A ntes de p a rtir, deseo sa c a r a Ud de un erro r, que m e se ría m uy
sen sible no d isip arlo —m e explicaré. E n su ap reciab le del 15, m e
dice Ud (h ab lan d o con relación a m i regreso a E u ro p a ) lo siguiente:
—¿Q ué puede in ferirse d e este p aso , o que la P a tria no m e in sp ira
y a in terés o que d e se sp e ra de s u sa lu d ? —L a p rim e ra h ip ótesis m e
ofen de; h ab lo a Ud con franqueza, G en eral; la segu n d a no existe

55 Ibidem N o ta N » 12, p . 154.


—lo d em ostraré. Un solo c aso p o d ía llegar en que yo descon fiase
de la salu d del p aís, esto es, cuando viese u n a c a si a b so lu ta m a­
yoría en él p o r som eterse, o tra vez, a l in fam e yugo de los españ oles.
Ud conoce, com o yo, que e sto e s tan im p osib le com o que se som e­
tan n u estros an tiguos a m o s a n o so tro s: m ás o m enos m a le s; m ás
o m enos p ro g reso s en la s fo rtu n a s p a rtic u la re s; m ás o m en os ad e­
lan to s en n u estra am bición ; he aq u í lo que re su lta rá de n u estras
d isen sio n es; es verd ad que la s consecuencias m á s frecuentes de la
an arq u ía son la s de p ro d u cir un tirano, que, com o Fran cia, h aga
su frir a l p a ís los m ales que experim enta e l que él dom in a; m as
aún en este c a so tam p oco d esco n fiaría de su salu d, porq u e su s m a ­
les estarían su je to s a la duración de la vid a de un so lo h om bre.”
“D espués de lo expuesto, queda pendiente el p o r q u é m e voy, siendo
a sí que ninguna de tos d o s razo n es que Ud cree, son la s cau sale s
de m i regreso a E u ro p a. V arias tengo, p ero las d os p rin cip ales son
la s que m e han decidido a priv arm e del consuelo de p o r ah o ra e star
en m i P atria —la prim era, no m an d ar; la segunda, la convicción de
no p od er h ab itar m i p aís, com o p articu lar, en tiem pos de convulsión,
sin m ezclarm e en divisiones. E n el p rim er caso, no se p e rsu a d a
Ud que son tan afligen tes circun stan cias en que se h alla la P atria
las que m e hacen no desearlo, p ersu ad id o p o r la experiencia, que
ja m á s se puede gob ern ar a los p u eb los con m á s seg u rid ad que d es­
pués de u n a gran crisis, p ero e s la certeza de que m i c arácte r no
es p ro p io p a r a el desem peño de ningún m ando político; y en el se ­
gundo, el que habiendo figu rad o en n u estra revolución, siem pre
seré un fo co en que los p a rtid o s creerán en con trar un apoyo, com o
m e lo h a acred itad o la experiencia a m i regreso del P erú y en las
a c tu ale s circun stan cias.”
“H e aquí, en extracto, General, los m otivos que m e im p u lsan a con­
finarm e de m i suelo, p orq u e firm e e in alterab le en m i resolución
de no m an d ar ja m á s, m i p resen cia en él p a ís e s em b arazosa. S i
éste cree algún día, que com o un so ld ad o le puedo s e r ú til en una
gu erra e x tran jera (nunca con tra m is co m p atrio tas), yo lo serviré
con la lealtad con que siem p re lo he hecho, no sólo com o General,
sino en cualquier clase in ferio r en que m e ocu p e; s i no lo hiciese,
yo no seria digno de se r am erican o.”
“/ . . . / P.D. — A cepto g ratísim o ofrecim iento que m e hace Ud, de
d arm e n oticias de los p ro g reso s de m i p a ís nativo_ —él m erece la
consideración de los h om bres de bien, porq u e su s h ijo s son, en p ro ­
porción de su hum anidad, b rav os y p a trio ta s .” 56

La posdata estaba dedicada a sus hermanos guaraníes que


tanto amó y tuvo junto a él en el Regimiento de Granaderos a
Caballo, como lo he registrado en detalle en mi libro "Vida de
San Martín en Buenos Aires” , en el Capítulo "E l honor de los
Granaderos y los guaraníes en Buenos Aires” , a quienes, por
tanto, conocía muy bien y sabía que eran hombres buenos, “ de
humanidad”, como escribió, “ bravos y patriotas”.
A San Martín le costó mucho desprenderse de su Patria
para volver “ al último lugar” , como lo trasluce tan elocuente­
mente esta carta a Guido del 27 de abril de 1829:
“M i querido am igo : sin contestación, a m i últim a, sólo tom o la plu­
m a p a ra decirle ad iós, p u es el p aqu ete se e sp e ra hoy.”

56 ibídem N o ta N9 12, p p . 154 a 156.


La casa con techo de teja a la portuguesa, de dos ventanas e s la au^ hahit-n
San Martin en 1829, se hallaba situada m la calle la r a n d í e n t r e ^ L a l n g ó
y Juan C. Gómez.

“ Yo no sé si es la incertidum bre en que d e jo a l p a ís y m is p o co s


am igos, u o tro s m otivos que no penetro, ello es que tengo un peso
so b re m i corazón que no só lo m e ab ru m a sin o que ja m á s he sen ­
tido con tan ta violencia.”
“ TJd sab e la estrech a am istad que m e h a unido y une a Goyo G óm ez
d esd e m i llegad a a A m érica, creo e s excu sad o recom endárselo cono­
ciendo su honradez.”
"R uego a Ud no se olvide escribirm e el desenlace de e sta crisis
D ios h aga se a feliz, y que le sirv a a ese pu eblo de lección p a ra lo
sucesivo»
A diós m i am igo, que se a feliz e s cuanto le d e se a su invariable
J o s é de S a n M artin ” 57
En los primeros días de mayo de 1829, San Martín se em­
barco para E u rop a58, para iniciar otros tramos de su vida en
que demostraría que había conseguido librarse del liberalismo
las locas teorías” contrarias a la Religión Católica, que iban
contra el ser nacional y contra el heroísmo, que con sus men­
tiras, sinuosidades y disimulos inventados por los masones que
son sus corifeos, como de las costumbres perversas que procu­
raron cambiar las raíces históricas de la Patria, eran la antítesis
de la impronta sanmartiniana. Pero esto se develaría en las
relaciones de San Martín con los nuevos gobernantes america­
nos, especialmente con Juan Manuel de Rosas, mereciendo ca­
pitulo aparte, por lo que continuará. 57

57 Ibid em N ota N9 4, Doc 180


5« AGN VTI-1-3-5.

— 84 —
LA CONQUISTA DE LA OPINIÓN PUBLICA FRANCESA
POR PARTE DE INGLATERRA EN EL SIGLO XVIII

G u il l e r m o G u ey d a n de R o u ssel

La historia de los pueblos no es solamente una sucesión de


batallas y de conquistas territoriales. Hay otra categoría de he­
chos históricos menos aparentes, menos fáciles de registrar, y
sin embargo tan decisivos como aquélla: la conquista de ios
espíritus y la conquista de los corazones. E stas conquistas se
manifiestan mediante las revoluciones.
La mayoría de los historiadores y de los hombres de Estado
continentales creyeron durante mucho tiempo, y creen todavia
hoy, que las revoluciones son fenómenos de política interior y
que sólo las guerras entre naciones suscitan problemas de orden
internacional. Para ellos, la revolución es la culminación de la
guerra civil, así como las modificaciones territoriales son el re­
sultado de la guerra extranjera. E stas maneras de ver eran
valederas antes del despertar del mesianismo universal y de la
noción de revolución mundial del siglo x v i i i . Pero hoy están
en contradicción con los hechos: las revoluciones contemporá­
neas son acontecimientos internacionales.
Ni los príncipes, ni los prelados, ni siquiera los pueblos son
los que hacen las revoluciones de nuestros días. La revolución,
artículo de salón, de sacristía o de forum, ha pasado a otras
manos: se ha convertido en el monopolio exclusivo del impe­
rialismo mundial. Príncipes, prelados o pueblos no son an o sus
ejecutores. Sólo las guerras son actualmente hechos nacionales.
L a revolución estrictamente nacional en sus causas y en sus
efectos no es ya una revolución de nuestros días.
La primera nación occidental que comprendió esta evolu­
ción de la revolución nacional hacia la revolución mundial fue
Inglaterra. Desde hace aproximadamente dos siglos, esta nación
no hace la guerra aisladamente; la hace hacer por otro; se con­
tenta con conquistar los espíritus y los corazones, o, dicho de
otra forma, dirige la revolución en provecho propio. ¿En que
época Inglaterra conquistó la opinión pública francesa? ¿Cua­
les fueron sus instrumentos y sus métodos de conquista?
SAN MARTÍN Y ROSAS

P or el C o r o n el H écto r J u a n P ic c in a l i

En esta sección, se han publicado en GLADIUS: I. San M ar­


tín ante el liberalism o: en GLADIUS N? 7; II. San Martín
contra el liberalism o en la organización de la Nación, en
GLADIUS N« 10; III. San M artín contra el liberalism o en
Chile, en GLADIUS N« 12; IV. San M artín implantó en el
Perú el m ejor régimen político contrario al liberalism o, en
GLADIUS N? 14; V. Los liberales contra San Martín, en
GLADIUS N * 16: VI. y VII., continuación de V. en GLADIUS
N? 17 y 19; V III. San M artín se libró del liberalism o, en
GLADIUS N? 20; IX . Continuación de VIII., en GLADIUS N'1
21; X . L a que aquí se expone, continuación de GLADIUS
N<? 21.

SAN MARTÍN SE LIBRÓ DEL LIBERALISMO


(Continuación de GLADIUS 20 y 21)

Los opiniones de San Martín sobre los sucesos que


condujeron al primer gobierno de Rosas
Con “un peso sobre mi corazón que no sólo me abruma
sino que jam ás he sentido con tanta violencia”, como le escri­
bió a Guido, según se ha visto en GLADIUS N? 21, el 27 de
abril de 1829, San Martín inició su navegación de vuelta a Euro­
pa. Mientras Lavalle se retiraba desde Santa Fe sobre Buenos
Aires donde fue derrotado el 26 de abril de 1829 por R osas y
Estanislao López en el Puente de Márquez. Rivadavia y sus
secuaces ya habían huido a la Banda Oriental y el primero a
Europa. E. López volvió a Santa Fe, dejando a Rosas la solu­
ción final de la guerra en Buenos Aires, ya que él debía defen­
der su provincia de la amenaza del General José María Paz* que
se había apoderado de Córdoba, después de vencer al General
Juan Bautista Bustos.
Lavalle, quien no había aceptado tratar con E . López, com­
prendió que la campaña porteña, encabezada por Rosas, tenía

— 75
la fuerza política y la mayoría de la opinión en Buenos Aires.
Desde su Cuartel General en Los Tapiales de Aguirre (actual
Mercado Central, camino de Cintura), se dirigió repentinamen­
te en la noche del 23 de junio de 1829, a través de las guardias
federales, hasta la Estancia del Pino (20 km S.O. de aquél),
donde funcionaba el puesto de comando de Rosas, a quien no
encontró, por lo que, cansado de la marcha, curiosamente
se acostó en el catre del Comandante enemigo, y se durmió
profundamente. Ambos se conocían muy bien porque, entre
octubre y diciembre de 1825, convivieron en el Sud de la Pro­
vincia de Buenos Aires, encontrándose en las Comisiones orde­
nadas por el entonces Gobernador General Juan Gregorio de
Las Heras, para estudiar los lugares donde debía correr la nue­
va línea de frontera con los indios y para formalizar un tra­
tado con éstos x.
Rosas escribió un amigo sobre la intempestiva llegada de
Lavalle, cuarenta y un años después, desde su exilio en Sou-
thamton, lo siguiente:
AI entrar m e retiré dejan do dos jefes de mi m ayor confianza
encargados de que no hubiese ruido alguno m ientras durm iera el
señor General^ Lavalle; y de que cuando lo sintiesen levantado
m e avisasen sin dem ora. Cuando recibí el m ensaje, le envié un
m ate y el aviso de que iba a verlo y a tener el gran placer de
abrazarlo. Cuando el G eneral Lavalle m e vió, se dirigió a m í con
los brazos abiertos y lo recibí del mismo modo, abrazándonos
enternecidos / . . . / hablam os con franqueza h asta que solos los
dos dejam os todo arreglado, escrito por nosotros m ism os y firm a ­
do. Después de ésto fueron in vitadas varias personas de ambos
partidos, las que asistieron a la s conferencias ” 2.
Lo acordado, llamada la Convención de Cañuelas, del 24 de
junio de 1829, estipulaba:
“ l 9) l a elección in m ediata de representantes de la Provincia; 29)
el nom bram iento del Gobernador que h arían estos diputados, y
a l cual Lavalle y R osas entregarían las fuerzas a sus órdenes;
39) el reconocimiento que h aría la Provincia de Buenos Aires de
la s obligaciones contraídas por R osas durante la cam pañ a, y de
los grados de los jefes y oficiales del Ejército de este últim o” 3.
Poco después llegó a Buenos Aires la noticia de que Paz
había derrotado al General Juan Facundo Quiroga en La Tabla­
da (Córdoba), el 22 y 23 de junio de 1829, y esto envalentonó
a los unitarios. Los principales amigos de Lavalle reprobaron
el convenio que se acababa de firmar. El Gobernador delegado

Comando en Jefe del Ejército. Dirección de E studios Históricos.


Política seguida con el aborigen. Tomo II., Volumen 2. B s. As., 1974
Pag. 25 y sig.
B s As A1973° P á g ^ l97* ^ j | toria de la Confederación Argentina. Tomo I,
3 Ib íd em N 9 2 precedente, pág. 198.

— 76 —
Almirante Brown renunció y se nombró en este cargo al Briga­
dier Martín Rodríguez, quien llamó como Ministro de Guerra
a Alvear, que intrigaba en la ciudad. Para las elecciones, Ro­
sas y Lavalle habían acordado secretamente que ambos desig­
narían la lista con la mitad de unitarios y otro tanto de federa­
les, pero los primeros no respetaron lo convenido y la lista
quedó con sólo los unitarios. R osas escribió a su delegado en
la ciudad General Angel Pacheco sugiriendo postergar la elec­
ción, y nombrar, en cambio un Gobierno Provisional, con un
consejo consultivo designado por ambos jefes. Lavalle aceptó
y firmó el 24 de agosto de 1829 el Convenio de Barracas, adicio­
nal del anterior. El Gobernador fue el General Viamonte. E ra
el triunfo político de Rosas. Los revolucionarios de diciembre
de 1828 empezaron a expatriarse con Lavalle a la cabeza.
Rosas continuó desempeñándose como Comandante Gene­
ral de Campaña de la Provincia de Buenos Aires. Viamonte lo
consultó el 16 de octubre de 1829 sobre las elecciones de repre­
sentantes. Rosas se asesoró con sus partidarios, y le aconsejó
por oficio del 16 de noviembre de 1829, “ que lo conveniente y
sobre todo lo legal, era que el Gobernador Provisional restitu­
yese a la Provincia su representación legítima, la que había
sido elegida con intervención de todos los partidos, la que había
sido disuelta violentamente el 1? de diciembre de 1828, y cuyos
miembros no habían terminado el período legal” 4. Rosas con­
cluyó expresando textualmente que era tiempo “ de restaurar el
orden constitucional y de que la Provincia entre en el régimen
legal; y por lo mismo, la opinión de la campaña es que no se
practiquen nuevas elecciones”. Así, la Legislatura derrocada por
Lavalle el 1? de diciembre de 1828, se reunió solemnemente un
año después, precisamente el 1? de diciembre de 1829. Este
mismo día, el Inspector de Armas de la Provincia puso a dis­
posición de la Sala, las fuerzas militares porteñas5.
Seis días después, Rosas fue elegido Gobernador de Bue­
nos Aires, dándosele facultades extraordinarias y el título de
Restaurador de las Leyes. E l 11 de diciembre de 1829, informó
que había nombrado Ministros al General Tomás Guido en Re­
laciones Exteriores (que ya lo era con Viamonte); al traidor
Manuel José G arcía6 como Secretario de Hacienda, y en Gue-

4 Ibíd em N? 2 precedente, pág. 201.


5 Archivo Histórico de la Pcia. de B s. As. Indice de la S ala de Re­
presentantes de la Pcia. de B s. As., 8121-1852. L a Plata, 1970.
6 E l concepto de San Martín sotare este sujeto, lo estam pó en la
carta que el 24 de octubre de 1827 escribió a Miguel de R iglos: “H abía
visto por los papeles públicos la vergonzosa convención hecha por Gar­
cía, ella no podía menos que ser desechada con indignación por la opinión
de un pueblo que tiene sentimientos generosos. / . . . / ” (Archivo del Ins­
tituto Nacional Sanm artiniano).
la fuerza política y la mayoría de la opinión en Buenos Aires.
Desde su Cuartel General en Los Tapiales de Aguirre (actual
Mercado Central, camino de Cintura), se dirigió repentinamen­
te en la noche del 23 de junio de 1829, a través de las guardias
federales, hasta la Estancia del Pino (20 km S.O. de aquél),
donde funcionaba el puesto de comando de Rosas, a quien no
encontró, por lo que, cansado de la marcha, curiosamente
se acostó en el catre del Comandante enemigo, y se durmió
profundamente. Ambos se conocían muy bien porque, entre
octubre y diciembre de 1825, convivieron en el Sud de la Pro­
vincia de Buenos Aires, encontrándose en las Comisiones orde­
nadas por el entonces Gobernador General Juan Gregorio de
Las Heras, para estudiar los lugares donde debía correr la nue­
va línea de frontera con los indios y para formalizar un tra­
tado con éstos h
Rosas escribió un amigo sobre la intempestiva llegada de
Lavalle, cuarenta y un años después, desde su exilio en Sou-
thamton, lo siguiente:
“ Ai entrar m e retiré dejan do dos jefes de mi m ayor confianza
encargados de que no hubiese ruido alguno m ientras durm iera el
señor G eneral Lavalle; y de que cuando lo sintiesen levantado
me avisasen sin dem ora. Cuando recibí el m ensaje, le envié un
m ate y el aviso de que iba a verlo y a tener el gran placer de
abrazarlo. Cuando el G eneral Lavalle m e vió, se dirigió a m í con
los brazos abiertos y lo recibí del m ism a modo, abrazándonos
enternecidos / . . . / hablam os con fran queza h asta que solos los
dos dejam os todo arreglado, escrito por nosotros m ism os y firm a ­
do. Después de ésto fueron in vitadas v arias personas de ambos
partidos, las que asistieron a la s conferencias” 123.
Lo acordado, llamada la Convención de Cañuelas, del 24 de
junio de 1829, estipulaba:
“ 1?) L a elección in m ediata de representantes de la Provincia; 2?)
el nom bram iento del Gobernador que h arían estos diputados, y
a l cu al Lavalle y R osas entregarían la s fuerzas a sUs órdenes;
3?) el reconocimiento que h aría la Provincia de Buenos Aires de
la s obligaciones contraídas por R osas durante la cam pañ a, y de
los grados de los jefes y oficiales del Ejército de este últim o” 2.
Poco después llegó a Buenos Aires la noticia de que Paz
había derrotado al General Juan Facundo Quiroga en La Tabla­
da (Córdoba), el 22 y 23 de junio de 1829, y esto envalentonó
a los unitarios. Los principales amigos de Lavalle reprobaron
el convenio que se acababa de firmar. El Gobernador delegado

1 Comando en Je fe del Ejército. Dirección de E studios H istóricos.


Política seguida con el aborigen. Tomo II., Volumen 2. B s. As., 1974.
Pag. 25 y sig.
2 Adolfo Saldías. H istoria de la Confederación Argentina. Tomo I,
B s. A s, 1973. Pág. 197, 198.
3 Ib íd em N9 2 precedente, pág. 198.

— 76 —
Almirante Brown renunció y se nombró en este cargo al Briga­
dier Martín Rodríguez, quien llamó como Ministro de Guerra
a Alvear, que intrigaba en la ciudad. Para las elecciones, Ro­
sas y Lavalle habían acordado secretamente que ambos desig­
narían la lista con la mitad de unitarios y otro tanto de federa­
les, pero los primeros no respetaron lo convenido y la lista
quedó con sólo los unitarios. Rosas escribió a su delegado en
la ciudad General Angel Pacheco sugiriendo postergar la elec­
ción, y nombrar, en cambio un Gobierno Provisional, con un
consejo consultivo designado por ambos jefes. Lavalle aceptó
y firmó el 24 de agosto de 1829 el Convenio de Barracas, adicio­
nal del anterior. E l Gobernador fue el General Viamonte. E ra
el triunfo político de Rosas. Los revolucionarios de diciembre
de 1828 empezaron a expatriarse con Lavalle a la cabeza.
Rosas continuó desempeñándose como Comandante Gene­
ral de Campaña de la Provincia de Buenos Aires. Viamonte lo
consultó el 16 de octubre de 1829 sobre las elecciones de repre­
sentantes. Rosas se asesoró con sus partidarios, y le aconsejó
por oficio del 16 de noviembre de 1829, “que lo conveniente y
sobre todo lo legal, era que el Gobernador Provisional restitu­
yese a la Provincia su representación legítima, la que había
sido elegida con intervención de todos los partidos, la que había
sido disuelta violentamente el 1? de diciembre de 1828, y cuyos
miembros no habían terminado el período legal” 4. Rosas con­
cluyó expresando textualmente que era tiempo “ de restaurar el
orden constitucional y de que la Provincia entre en el régimen
legal; y por lo mismo, la opinión de la campaña es que no se
practiquen nuevas elecciones”. Así, la Legislatura derrocada por
Lavalle el 1? de diciembre de 1828, se reunió solemnemente un
año después, precisamente el 1? de diciembre de 1829. Este
mismo día, el Inspector de Armas de la Provincia puso a dis­
posición de la Sala, las fuerzas militares porteñas5.
Seis días después, Rosas fue elegido Gobernador de Bue­
nos Aires, dándosele facultades extraordinarias y el título de
Restaurador de las Leyes. El 11 de diciembre de 1829, informó
que había nombrado Ministros al General Tomás Guido en Re­
laciones Exteriores (que ya lo era con Viamonte); al traidor
Manuel José G arcía6 como Secretario de Hacienda, y en Gue­

4 Ibíd em N- 2 precedente, pág. 201.


5 Archivo Histórico de la Pcia. de B s. As. Indice de la S ala de Re­
presentantes de la Pcia. de B s. As., 8121-1852. La Plata, 1970.
6 E l concepto de San M artín sobre este sujeto, lo estam pó en la
carta que el 24 de octubre de 1827 escribió a Miguel de R iglos: “H abía
visto por los papeles públicos la vergonzosa convención hecha por Gar­
cía, ella no podía menos que ser desechada con indignación por la opinión
de un pueblo que tiene sentimientos generosos. / . . . / ” (Archivo del Ins­
tituto Nacional Sanm artiniano).
rra al General Juan Ramón Balcarce. El 4 de enero de 1830
se firmó un tratado del Litoral (Buenos Aires, Santa Fe, Entre
Ríos y Corrientes) de liga ofensiva y defensiva, con una co­
misión representativa para invitar a las otras provincias a un
Congreso Constituyente; mientras tanto, éstas delegaban las re­
laciones exteriores de la Nación en Rosas.
La alianza del Litoral se imponía porque Paz se hizo fuerte
en Córdoba y poco después volvía a triunfar sobre Quiroga en
Oncativo (25 de febrero de 1830) y con sus jefes subordinados
se fue apoderando de los gobiernos de Mendoza, La Rioja y
Santiago del Estero, primero, y después continuaron derrocan­
do a los gobernadores federales de San Luis y San Juan, susti­
tuyéndolos con los unitarios Videla y Albarracín, respectiva­
mente. Así se instauró en 1830 la política del terror en el
interior.
Durante el resto de 1829, a su regreso a Europa, San Mar­
tín escribió a sus amigos sólo una carta. Fue a Guido, desde
Bruselas el 9 de diciembre de 1829, donde, en un párrafo, defi­
nió una lúcida síntesis de la situación que se acaba de des­
cribir muy brevemente:
“ / • • • / A fortunadam ente parece que el horizonte de nuestro des­
graciado país se h a despejado algún tanto. Sin em bargo, yo des­
confío de que la tranquilidad se a de larg a duración tan to por los
elementos prontos a in flam arse que se h an quedado en presencia
unos de otros, como por el estado lam entable de las fortun as
públicas y de p articulares; por otra parte, la s larg a s y continuas
guerras que h a sostenido el p aís tan to in testin as como extran je ­
ras, h an dado a l carácter n acional un tem ple varonil que no se
am ortigu ara sino por grados y en proporción que las leyes vayan
adquiriendo vigor.”
“He visto su nom bram iento a l M inisterio de Relaciones E x­
teriores: como am igo de Ud. lo siento, como individuo del país,
m e alegro” ?.

Para no alarmarlo, nada le dijo a Guido sobre el accidente


que había sufrido después de desembarcar en Falmouth, en el
viaje desde este puerto a Londres. Pero habiendo recibido San
Martín la carta de Guido del 6 de octubre de 1829, dándolo
como noticia incierta, en la que él le escribió desde Bruselas el
6 de febrero de 1830, debió aclarar lo que había pasado:
“ / . . . / Efectivam ente no h a sido incierta la noticia del desgracia­
do incidente que sufrí en m i viaje de Falm outh a Londres: el co­
che del Correo en que venía volcó por la noche, y con uno de los
vidrios m e hice una fuerte herida en el brazo izquierdo cerca del
sobaco. Yo guardé el m ás completo incógnito p a ra evitar el salir
danzando en los papeles públicos/periódicos/, y alarm ar a m is
am igos; los deseos de ver a m i h ija m e hicieron poner en m archa i*

i Archivo General de la Nación (en lo sucesivo AGN) VII-16-1-1-


Doc. 181.

— 78 —
a los tres días de mi llegada a Londres, de lo que resultó em ­
peorarse la herida en térm inos de d ar cuidado a los facu ltativos;
en el día m e encuentro bueno aunque no cicatrizada del todo
/después de siete m eses, aclaración m ía/ m as yo espero que a
beneficio de los baños de Aix la Chapelle que pienso tom ar esta
prim avera la cosa será concluida.”
Pero lo más importante de esta carta, es la clara percep­
ción por San Martín de las dificultades políticas que debió en­
carar el Gobierno federal sólo superables por los esfuerzos de
un denodado patriotismo, como lo escribió:
“ Convengo con Ud. en que h a sido necesario un exceso de p a ­
triotism o p a ra poderse resolver a ponerse a l frente de los nego­
cios de nuestro p a ís; regeneran© con los elem entos que h an
quedado es em presa que s i Uds. la realizan, h abrán hecho m ás
que lo que puede esperarse de los esfuerzos hum anos; m as yo
preveo que los resultados que Uds. se proponen no tendrán efecto
sin que se reform e el sistem a de elecciones, sin lo cual el p aís no
m arch ará”
El sistema de elecciones a que San Martín se refería, no
era otro que el que él vió practicarse últimamente en las Pro­
vincias Unidas, accediéndose al Gobierno por la fuerza de las
arm as, como Lavalle, o por el fraude en la representación, caso
del ascenso de Rivadavia a la Presidencia. En cambio, San Mar­
tín aplicó en el Perú el sistema mixto considerado por Santo
Tom ás de Aquino como el mejor régimen político contrario al
liberalismo, como he explicado en GLADIUS N? 14, donde
el conductor único, procuraba la unidad bajo el patrocinio de la
Divina Providencia, para lograr la armoniosa colaboración de
todos los elementos y factores sociales, lo que Rosas obtendría
paulatinamente en la Confederación Argentina, como aseveró
nuestro gran maestro de historiadores Julio Irazu sta89.
En esta misma carta del 6 de febrero de 1830, San Martín
también comentó la situación en Mendoza, tan cara a sus
afectos:
“Por el últim o paquete /paquebote/ he recibido ca rta de Goyo
Góm ez/Gregorio Gómez O rcajo, su íntimo am igo de Buenos A ires/
me dice los horrores acaecidos en Mendoza, por la reacción del
partido de los A ld a o/ . . . / ” .
La versión que tenía Goyo Gómez era precisamente al re­
vés de lo acontecido, según el relato del mendocino Damián
Hudson, en aquella época un joven, oficial mayor del Ministe­
rio de Gobierno de Mendoza y testigo presencial de los hechos,
en los que participó en ambos bandos, primero en el partido
federal, y después con los que respondieron al General P a z I0.

8 AGN V II 16-1-1, Doc. 183.


9 Julio Irazusta. Ensayo sobre R osas. B s. As., 1935, pags. 28 y 29.
10 Damián Hudson. Recuerdos históricos sobre la Pcia. de Cuyo.
Tom o Segundo. B s. As., 1898.
Hudson relató que fueron los unitarios impulsados por Paz
quienes sublevaron las tropas de la Provincia de Mendoza, pro­
vocando la caída del Gobierno de Juan Corvalán. San Martín
no se podía explicar qué pasaba entre los mendocinos, como lo
escribid en esa misma carta:
‘■ (prescindiendo d,e lo que h ab rán sufrido m is intereses, yo no
puedo menos que lam entar los m ales que experim enta un país
/se refiere ahora a M endoza/ a cuyos habitan tes les he profesado
un buen afecto, y que por su localidad, y la independencia de la s
fortun as de sus m oradores, parecía ponerlo a cubierto de los
m ales que experim enta” «.

Lo que pasaba a esos mendocinos de bien fue que de golpe


fueron seducidos por la revolución permanente que fomentaba
el liberalismo, que había hecho un ídolo de la libertad, en lugar
de ser el bien común el gran objetivo de una sociedad que reco­
noce raíces sobrenaturales. Pero no era solamente aquí: la des­
unión y el desorden se observaba en toda América, como lo
expresó San Martín en esta misma carta:
“ Por los_ papeles públicos /lo s periódicos/ m e he im puesto de los
acaecim ientos del Perú y separación de L a M ar; tam bién he visto
la traslación del Gobierno de Chile a V alparaíso, por tem or de
movimientos en la C apital. Los últimos papeles fran ceses traen,
con referencia a noticias recibidas de Estados Unidos, la sep a ra ­
ción de la Provincia de G u ad alajara, y otras dos m ás de la Unión
M ejicana, igualm ente que la desm em bración de C aracas de S a n ­
ta F e; en medio de ésto Bolívar con su tem a favorito de la Pre­
sidencia a /o por/ vida y algo m ás según c a rta s que he visto de
Bogotá de G arcía del Río. Vam os claros m i buen am igo, todo
tiene un térm ino en esta vida, m as pregunto ¿Cree Ud. de buena
fe el que las disenciones de los nuevos E stados de América ter-
minen en la presente generación?, pero aún añ ado m ás ¿H ay
previsión h um ana capaz de calcular aproxim adam ente cuál será
el desenlace de este incendio gen eral? Por los respetables m anes
de sus abuelos le suplico emplee el prim er cuarto de h ora que
tenga libre a resolver este problem a, si así lo hace, Dios le ayude
y si no El se lo dem ande” «.

E ra como si se planteara a sí mismo el interrogante, ya que


Guido difícilmente podría contestarle, por eso finalizó San
Martín con una broma en la que sin embargo se acerca a Dios
para requerir la respuesta. Lástim a grande que no haya podi­
do participar del pensamiento lúcido y valiente del Cardenal
Pie, ya que San Martín demostró con su pregunta que, como
el Obispo de Poitiers, se resistió “ a enrolarse entre los borre­
gos de la historia, dejándose llevar por los vientos que predo­
minaban” como escribió su comentarista el P. Alfredo Sáenz,
que continuó con estas frases del Cardenal que extraigo 11:

11 Alfredo Sáenz. E l Cardenal Pie. Lucidez y coraje al servicio de


la verdad. B s. As., 1987, pág. 343.

— 80 —
“Tanto p a ra los pueblos como p a ra los individuos, la m ás gran de
de la s d esgracias es no sa c a r provecho de la desgracia, y ser
encontrados luego de la prueba peores de lo que la prueba los
h abía encontrado / . . . / ” “/ . . . / L a Revolución no es sino ‘un due­
lo entre el hombre y Dios’, en un intento de colocar la soberanía
del hombre y del pueblo por encim a de la soberan ía divina” 22.
“ / . . . / Los errores de un a época sólo cobran inteligibilidad
cuando se los considera en el m arco de la lucha cósm ica en ta­
blad a entre la Ciudad de Dios y la Ciudad del Mundo. Fie re­
curre a un a fra se de la escritu ra que a su parecer resum e la
actividad de los dos bandos en luch a: ‘S i uno edifica y otro des­
truye ¿qué provecho sacan am bos si no es la fa tig a ? Si uno ora,
y otro m aldice ¿ a cuál de los dos va a escuchar el Señor? (Ecle­
siástico 34, 28-29). T al fórm ula le parece describir la situación
real de su tiempo, aun cuando sabe perfectam ente que este tr a ­
b ajo sim ultáneo de construcción y demolición, en modo alguno
es exclusivo de un siglo determ inado n i de un país concreto, sino
que caracteriza a to d a la historia y ab arca todos los lugares” 13.
“ / . . . / T al fue el d ram a de San Miguel y Lucifer en el á m ­
bito de los án geles; de Abel y C aín en los prim eros días de la
h istoria; de las dos ciudades —Jeru salén y Babilonia— a lo largo
de todos los siglos” ¡ 3.
“/ /E l rey de la Ciudad de Babilonia, enseña San Agus­
tín, no es otro que S atan á s. De ah í que los errores de nuestro
tiem po no se deben ta n sólo a la ign oran cia o a la m aldad de
los hombres. Recordando este pensam iento del escritor africano,
dice Pie que aquellos que niegan la existencia de S a ta n á s no se
dan cuenta de que adem ás de oponerse a la enseñanza de la
E scritura ¡están haciendo recaer sobre el género h um ano una
terrible acusación. Porque el demonio constituye algo a sí como un
precioso descargo p a ra la m aldad de los hombres. S i no existiese
S atan á s, los hombres, que sin duda tienen su parte de m alicia
pero que son tan m iserablem ente débiles, resu ltarían seres to ta l­
m ente m alvados, y la h um anidad de un a perversión tan sobre­
hum ana que acab aría por ser m onstruosa. ‘Es un triunfo del de­
monio haber logrado disim ular tan bien su presencia ’/ . . . / ” 14.

La situación económica de San Martín se fue tornando cada,


vez m ás precaria, como dijo en su carta a O’Higgins del 12 de
febrero de 1830 desde Bruselas:
“ Compañero y am igo muy querido:
“ Sin c a rta ninguna de Ud., e ignorando de su salu d y la de su
am able fam ilia, tom o la plum a p a ra escribirle cuatro letras a fin
de darle m is noticias y, a l m ism o tiem po, aprovechar de esta
oportunidad p a r a incluirle la a d ju n ta p a ra el G eneral L a Fuen-
te/Antonio Gutiérrez de la Fuente, ver GLADIUS N? 17, especial­
m ente p. 64/, a fin de que si Ud. no h a verificado el cobro de los
m il pesos que por m i cuenta se le entregaron, procure Ud. activar
su cobro. E ste General, que según he visto por los papeles públi­
cos h a sido elevado a la Presidencia de esa R epública, h a sido un
oficial a quien he distinguido en el tiem po de m i m ando, de una
m an era rem arcable; yo estoy seguro que él h ará en la triste si- 123

12 Ibíd em N ota N9 11 precedente, pág. 349.


13 ibídem . N ota N9 11 precedente, pág. 353.
m Ibíd em Nota N9 11 precedente, págs. 354 y 355.

— 81 —
tuación en que me encuentro, los esfuerzos posibles p a ra m ejo­
rarla.”
“Por parte de Ud. estoy bien persuadido em pleará toda su
actividad y la del am igo Alvarez p a ra rem itirm e algún socorro
lo m ás pronto que le se a posible. Si, m i buen am igo, lo m ás
pronto que pueda, pues m i situación, a pesar de la m ás rigurosa
economía, cad a d ía es m ás em barazosa.”
“ Como dice el refrán —a perro flaco, etc.— /aqu í relató el
accidente y su profunda herida / . . . / ¿Qué diré a Ud. del horroro­
so invierno que estam os experim entando? De m em oria de vivien­
tes no se h a conocido otro igual. Yo hace tres m eses que no he
salido de m i habitación en razón de m i h erida; y en e sta situ a ­
ción he llegado a apreciar lo que valen los consuelos que m e h a
proporcionado m i tiern a hija/M ercedes ten ía 13 añ os de edad/.
E sta se h alla gozando de u n a cum plida salud, y el am able c a ­
rácter que desplega m e hace esperar con fundam ento que ella
será un a buena esposa y tiern a m adre / . . , / ” 15-
Momentos difíciles que pudo superar porque ejercitaba la
virtud de la templanza, describiéndose a sí mismo como un
hombre “ que no tiene caprichos, ni lujos y que come muy fru­
galmente” en la carta a Guido del 6 de enero de 1827 1617.

San Martin apreció la firmeza del primer gobierno de Rosas


y aconsejó ser inexorable
A poco de haberse instalado R osas en el Gobierno de la
Provincia de Buenos Aires, San Martín le escribió a Guido una
carta el 6 de abril de 1830, desde Bruselas, complacido con la
marcha firme del Gobierno:
“/ . . . / después de m i últim a he visto los papeles públicos de ésa,
que alcan zan h a sta el 14 de enero, y aunque por ellos se ve la
tendencia de ciertos hombres a excitar m edidas violentas contra
el partido caído, noto con placer que la m archa del Gobierno es
firm e, y no se sep a ra de los compromisos que ta n religiosam ente
le impone la convención.
En m i opinión, el Gobierno en la s circunstancias difíciles en que
se h a encontrado, y que en m i concepto no h an desaparecido del
todo, debe si la ocasión se presenta, ser inexorable, con el indivi­
duo que tra te de alterar el orden, pertenezca a cualquiera de los
dos partidos en cuestión; pues si no se hace respetar por un a
ju sticia firm e, e im parcial, se lo m erendarán como si fuese un a
em pan ada, y lo peor del caso es que el p aís volverá a envolverse
en nuevos m ales. A fortunadam ente yo conozco bien a fondo el
carácter del h ijo predilecto de nuestro seráfico Padre San F ra n ­
cisco, y estoy convencido que si lo d ejan obrar, an tes que se lo
merienden, el escabechará a los pichones que traten de picotearle
los talon es” n .

15 Archivo Nacional de Chile. Archivo de Don Bernardo O’Higgins


<en lo sucesivo Archivo O’Higgins), Tomo IX, Documento 17, pág. 51.
16 AGN 16-1-1, Documento 162.
17 AGN 16-1-1, Doc. 185.
La referencia a Rivadavia como “el hijo predilecto de nues­
tro Seráfico Padre San Francisco” surge clara como una iro­
nía sobre el sacrilego gobernante que avasalló la vida religiosa
en Buenos Aires y organizó el robo de sus bienes que empezó
el 13 de diciembre de 1821 con el despojo a los Mercedarios, y el
8 de febrero de 1822 con la confiscación del Convento de los
Franciscanos de la Recoleta para transformarlo en cementerio,
siendo m ás notorio su atropello a estos religiosos por la encen­
dida defensa que hizo de ellos el ilustre Fray Francisco de
Paula Castañeda, castigado con prisión y destierro18. La ironía
se hizo m ás fina y punzante, por el nombre de Rivadavia, Ber-
nardino, en agudo contraste con el gran franciscano San Ber-
nardino de Siena, santo de la Iglesia Católica, predicador de
excepcional elocuencia 19.
Después de una satírica mención de las veleidades revolu­
cionarias de Alvear, San Martín en esta misma carta consideró
con agudeza que se estaba ante un hecho político inédito en el
Río de la Plata: que el poder del Gobierno provenía de la cam­
paña de Buenos Aires, y no de la Capital, y que esta oportu­
nidad para mantener el orden no debía perderse por nadar
para lo cual el Gobierno debía ser inexorable en una línea de
justicia severa:
“Aunque no sea fácil ju zgar a la distan cia, y aunque carezco de
un exacto conocimiento de los hombres m ás influyentes de B u e­
nos Aires, m e atrevo a extender m i juicio, apoyándom e solam en­
te en la experiencia de n uestra revolución y en la m oral que ca ­
racteriza a nuestro bajo pueblo, p a ra opinar que ja m á s se ha
hallado e sa Provincia en situación m ás ven tajo sa p a ra h acer su
prosperidad que la presente. Me explicaré én pocas palabras. Todos
los movimientos acaecidos en Buenos Aires desde el principio de
la revolución h an sido hechos contando con que su d ilatad a cam ­
p añ a seguiría la impulsión que daba la Capital, como h a suce­
dido h asta la revolución del 1? de diciembre/1828/; la causa de
e sta ciega obediencia h a sido que ninguno de los anteriores go­
bernantes depuestos h a tenido una influencia en ella. M as en el
día, que se h alla a la cabeza del Gobierno un hombre que reúne
la opinión de un modo inequívoco ¿quién e s el guapo que se
atreverá a poner el cascabel al g ato ? S i con e sta base se repite
otra revolución en Buenos Aires, digo que el Gobernador y sus
M inistros no tienen perdón; no crea Ud. por esto soy de opinión
de em plear medios violentos p ara m antener el orden, no m i am i­
go, estoy muy distan te de d ar ta l consejo, lo que deseo es que
el Gobierno siguiendo un a línea de ju sticia severa, h ag a respetar
las leyes, como igualm ente asim ism o de un modo inexorable; sin
m ás que ésto yo estoy seguro que el orden se m antendrá. Yo no
c o n o to al señor R osas, pero según tengo entendido tiene un
carácter firm e, y buenos deseos; esto b asta, pues la fa lta de ex-

i* Guillermo Gallardo. La política religiosa de Rivadavia. B s. As., 1962.


19 Albino Luciani (Juan Pablo I). Ilustrísim os señores. Madrid, 1978,.
pág. 116.

— 83 —
periencia en el m ando la adquirirá (que no es m ala escuela la
de m an d ar ese pueblo) b ajó la dirección de sus buenos M inis­
tros” n .

E l resto de la carta es lina humorada plagada de ironía


para entretener y conversar, a pesar de la lejanía, con su que­
rido amigo. Al final agregó:
“P.D. Dentro de cinco o 6 días voy a P arís con m i h ija con el
objeto de ponerla en un colegio a fin de que adquiera una buena
pronunciación del fran cés. Yo regresaré a é sta /B ru selas/ a fines
del presente a m ás ta rd a r” n .

Al mes siguiente, el 12 de mayo de 1830, San Martín con­


testó una extensa carta de Vicente López y Planes, del 4 de
enero de 1830, en la que éste había distinguido muy bien a los
que habían luchado con patriotismo por la independencia, lla­
mando a ésto “La revolución”, y la “contrarrevolución” a
los que se habían encaramado con habilidad en los puestos
para enriquecerse, con estas palabras que extraigo del texto:
“ / • • • / M uchas veces me he puesto a m editar en las cau sas del
increm ento y anim osidad que h an tom ado n uestras eternas d is­
cordias, y voy a poner a Ud. m i juicio fran cam en te y en cuatro
p alabras. Yo no veo en todo este fenómeno m ás que revolución y
contrarrevolución. L a revolución h a dom inado exclusivam ente des­
de el año 10 h asta m ediados del 21; la contrarrevolución h a do­
m inado disfrazadam ente, desde m ediados del 21 h asta m ediados
del 27, y habiendo sido entonces sep arad a del timón, hizo su reac­
ción vengativa p a ra recobrarlo el 1? de diciembre de 1828.”
“L a revolución consagró el principio, patriotism o sobre todo; la
contrarrevolución, sin atreverse a excluir este principio, de hecho
lo miró con m al ojo y dijo sólo: habilidad o riqueza / . . . / ” 20.

En su contestación, San Martín retomó este concepto y es­


cribió ampliándolo al panorama sudamericano:
“/ . . . / Son ju stísim as la s observaciones que Ud. me hace en la
suya, y convengo con Ud. en que el increm ento que h an tom ado
las discordias en Buenos Aires tiene su base en la revolución y
contrarrevolución; m ás si se extiende la vista a m ayor distancia,
es decir, a to d as las an tigu as colonias españolas, se abre un cam ­
po mucho m ás extenso a l observador. Por todas partes los nuevos
E stados presentan los m ismos síntom as, el m ism o cuadro de de­
sórdenes y la m ism a in estabilidad / . . . / 21
02 .2

Y apuntó enseguida a la causa de la inestabilidad:


“ / . . . / la cau sa o el agente que los dirige no pende tan to de los
hombres como de la s instituciones —en u n a p alabra— la s cuales
no ofrecen a los gobiernos la s g aran tías n ecesarias —me expli­
caré— que no estén en arm onía con sus necesidades / . . . / 22.

20 Museo Histórico Nacional. San Martín, su correspondencia. 1823-


1850. B s. As., 1911, pág. 118.
21 Ibíd em N ota N? 20 precedente, pág. 120.
22 ib íd em N ota N9 20 precedente, pág. 121.
Surge claro que su visión certera de la realidad lo libró a
San Martín de los prejuicios del liberalismo, porque las insti­
tuciones a las que se refiere fueron un remedo de las que preco­
nizaba aquella ideología como se ha visto, en conjunción con
el unitarismo: manejar todo desde y para Buenos Aires. De
esto, San Martín extrajo la conclusión fulminante para la ido­
latría de la libertad:
“/ . . . / Veinte años de tristes y espan tosas experiencias y veinte
años en busca de u n a libertad que no h a existido, deben hacer
pensar a nuestros com patriotas con alguna m ás solidez,1 y lo
dificulto” 23,
Y volvió a remarcar para el futuro su convicción contra­
ria a las instituciones liberales:
" J . . . / cuando con el convencimiento de toda m i razón, rectifi­
cado por la experiencia de veinte años y el conocimiento exacto
que tengo de la América, m e dice que un W ashington, o un Fran -
klin que se pusiese a la cabeza de nuestros gobiernos, no tendrían
m ejor suceso que el de los dem ás hombres que h an m andado,
es decir, desacreditarse empeorando el m al —repito no son los
hombres— no en los hombres es de donde debe esperarse el té r­
mino de nuestros m ales, el m al e stá en la s instituciones, y sí solo
de las instituciones / . . . / 24,
Esto San Martín también lo decía porque las circunstan­
cias eran azarosas para el Gobierno de Rosas desde principios
del año 1830, con motivo de la derrota del General Juan Facun­
do Quiroga por el General Paz en Oncativo (Córdoba) el 25 de
febrero de 1830. Tres meses después, Paz se había apoderado
de las provincias del Norte, centro y Oeste del país, constitu­
yendo la llamada “ Liga Unitaria” . Asimismo, en Montevideo
había asumido el 18 de junio de 1830, como Presidente consti­
tucional del Uruguay, el Gral. Fructuoso Rivera.
A fin del año 1830, el 11 de diciembre, San Martín le escri­
bió a Guido quien acababa de regresar a Buenos Aires, ya que
desdé abril de este año estuvo en la Corte del Brasil revisando
la Constitución del nuevo Estado Oriental. En su ausencia fue
reemplazado por el primo de Rosas, Tomás Manuel de An-
chorena: M j* ¿|t¡
“ / . . . / Mucho celebro su regreso a Buenos Aires, y mucho m ás
satisfactorio sería p a ra ios buenos p atriotas el que Ud. volviese
a tom ar parte en la adm inistración, porque en la s circunstancias
en que se h alla nuestro país, necesita de hombres, no sólo con­
ciliables, sino que obren sin pasiones ni espíritu de partido / . . . /25.
San Martín estaba ya radicado en París pero escribió desde
Bruselas donde volvió brevemente para regresar enseguida al2345

23 ibídem Nota N» 22.


24 Ibídem N ota N1? 20 precedente, pág. 122.
25 AGN 16-1-1, Doc. 187.
lado de su hija. En Francia y Bélgica era un año de grandes
cambios políticos. E l 7 de agosto de 1830, dominado Carlos X
por los monárquicos liberales, éstos entregaron el Reino de
Francia a Luis Felipe de Orleans. El 20 de agosto de 1830 esta­
lló en Bruselas una revolución que triunfó, constituyéndose el
5 de octubre un gobierno provisional que declaró la indepen­
dencia de Bélgica, preparando la monarquía constitucional.
E ra evidente que deseaba volver a la Patria, pero sin par­
ticipar en la guerra interna que se estaba desatando, como le
decía a Guido:
“ / • ■ • / Sab e Ud. señor Don Tom ás que n ad a me h a gustado la
solución que Ud. d a a m i pregunta ‘De cuál será el térm ino de las
desavenencias de Am érica’, y a p esar de ser la m ism a, sí señor,
la m ism ísim a que yo esperaba, hubiera deseado que ella fuese un
poco m ás consolante. Ahora bien, en el caso (como Ud. y yo su ­
ponem os) de continuar sin térm ino fijo la s revoluciones, pregun­
to ¿Podría este pobre Capellán ad op tar en su P atria un sistem a
de conducta tal, que lo pusiere a cubierto de tom ar parte en
n uestras desavenencias? Venga la respuesta fra n ca y categórica­
mente, pues ella puede servirm e de regla p a ra m is planes futuros.
Es preciso convenir m i buen am igo que es bien m elancólico tener
que p a sa r el últim o tercio de la vida en la agitación, y lo m ás
insoportable verse en la necesidad de tom ar parte en las guerras
civiles, no, ja m á s, jam ás, jam ás, an tes preferiré volver a em igrar
p ara siem pre del P aís / . . . / 25.
También le describió la situación de Europa como un vol­
cán que dejaría las manos libres a los americanos para decidir
su destino:
“ /■ ••_/ Ah! m i querido am igo qué v e n taja no reportaría nuestra
P atria en estas circunstancias si tuviéram os un Gobierno e sta ­
blecido y sobre todo estable . / • • • / ”
Recomendó luego a Mariano Balcarce para el Consulado en
Francia, y finalizó indicando que se quedaría en París, por el
momento:
“ / . . . / Recomendé a Ud. en m i anterior a l hijo de nuestro am igo
el G eneral Balcarce/A ntonio/, p ara el Consulado de Fran cia. L a
verdad sea dicha, este joven por su a lta honradez, su juiciosidad,
su instrucción, es muy capaz de desem peñar con honor y lustre
este empleo, yo se lo recomiendo nuevam ente del modo m ás ex­
presivo. / . . . / Yo pienso regresar a P arís a fines del presente, a
unirm e a m i h ija, y desde aquella altu ra observar el horizonte
político p a ra tom ar un partido según las circunstancias / . . . / ” 26.

Rosas decidió destruir la Liga Unitaria de Paz


R osas negoció durante todo el año 1830 para firmar el tra­
tado del 4 de enero de 1831, mediante el cual los Gobiernos26

26 AGN 16-1-1, Doc. 188.

— 86 —
de las Provincias del Litoral otorgaron a Rosas el encargo de
las relaciones exteriores con la promesa de un arreglo general
en un congreso, cuya reunión se supeditaba a la obtención de la
paz y tranquilidad en el país.
En febrero de 1831, Rosas abrió la campaña contra Paz y
situó su Cuartel General en San Nicolás de los Arroyos, aliado
con Santa Pe y las montoneras cordobesas, mientras cerraba
el cerco estratégico sobre la Provincia de Córdoba. É sta fue
invadida por los Reinafé desde Santa Fe hasta El Tío (130 km
Este de Córdoba) y por la División del Coronel Angel Pacheco
que derrotó al Coronel Pedernera el 5 de febrero de 1831 en
Fraile Muerto (actual Bell Ville, a 200 km Sudeste de Córdo­
b a ). Asimismo el General Juan Facundo Quiroga, con una pe­
queña División organizada en Buenos Aires, cayó sorpresiva­
mente sobre Río Cuarto el 5 de marzo de 1831, y la tomó por
asalto, persiguiendo al Coronel Pringles y a las tropas que lo­
graron desaferrarse, emprendiendo la retirada hacia San Luis.
Quiroga los alcanzó en el Río Quinto y los batió, muriendo Prin-
gles alcanzado por una partida federal. Quiroga entró en San
Luis sin resistencia, y enseguida se dirigió a Mendoza donde el
Gobernador unitario Coronel Videla Castillo lo esperaba el 28
de marzo de 1831 en una zona a 100 km al Este de Men­
doza, en el lugar llamado Los Troncos o Rodeo del Chacón, con
irnos 2.000 hombres. Quiroga, aunque muy enfermo, lanzó el
asalto y derrotó ampliamente a Videla y entró en la ciudad de
Mendoza.
San Martín sabía que se estaba luchando en su Patria, a la
que debía volver si no lograba cobrar la pensión del Perú,
ya que las rentas de Buenos Aires no alcanzaban para subsistir
con su hija. Ya no bromeaba en su carta a Guido del 12 de
marzo de 1831, enfrentado con una realidad aparentemente des­
favorable por todos los costados:
“ P arís y m arzo 12 de 1831.”
“Mi querido am igo:
“ Su apreciable del 15 de diciembre es en m i poder. A la verdad
su ca rta no es n ad a consolante con respecto a la situación del
País. Yo no esperaba o tra cosa, a p esar de que yo soy como los
enferm os deshauciados que sin em bargo de conocer su situación
les queda algu n a esperan za de alivio. D esgraciadam ente aún la
consolante ilusión de algun a tran sacción se me desvanece a l ver
los papeles públicos de Buenos Aires y Córdoba, cuya virulencia
cierra las puertas a toda transacción.”
“L a s circunstancias o por m ejor decir los resultados de la con­
tien d a que v a a d a r principio en Europa decidirá m i regreso a
ésa. Confieso a Vd. que a no tener e sta h ija, no m e resolvería a
d a r este p aso que sé, v a a comprometerm e en la s disenciones
que afligen a n uestra d esgraciad a P atria, sea cu al fuere el género
d e conducta que adopte. / . . . / ”

— 87 —
“Me dice Ud. está retirado en su casa y a l cuidado de su s h ijo s.
Este es p a ra m í el m ejor term óm etro que Ud. h a perdido toda
esperanza de poder hacer el bien.”
“Mi salud no es buena, peor el humor, pero no los sentim ientos
de am istad de su eterno amigo.
Jo sé de San M artín. / . . . / 2 7
Sin tener noticias de O’Higgins, le escribió el 20 de marzo
de 1831:
“ / . . . / Compañero y am igo querido: Privado hace m ás de un año
de su s noticias, estaría con el m ayor cuidado sobre su existencia
si por otros conductos no supiese goza de salud. Esto es lo prin­
cipal.
“ / . . . / L a s noticias últim as de Buenos Aires no dejan la menor
esperanza de transacción am istosa entre federales y unitarios, y
la cuestión debe decidirse con ríos de san gre am ericana. En e ste
estado me veré obligado a regresar a este país de discordia p ara
el próximo diciembre a m ás tard ar, a m enor de no recibir algún
socorro de Ud. del cobro de algu n a p arte de m i pensión, que lo-
creo im posible si es cierta la revolución de Escobedo. / / ” 28.
72
A mediados de 1831, San Martín tuvo noticias sobre la ter­
minación de la guerra contra los unitarios, por el giro afortu­
nado al caer Paz prisionero de los santafesinos al ser boleado
su caballo el 10 de marzo de 1831 por una patrulla enemiga
que lo rodeó cuando este Jefe reconocía personalmente el dis­
positivo adversario. E l 30 de julio de 1831, San Martín pudo-
escribir al General peruano José Rivadaneira sobre la necesi­
dad de regresar a Buenos Aires por el cólera m orbus29 desa­
tado en Europa, en tanto sabía que la guerra con los unitarios
estaba por terminar. En esta carta, aclaró las razones por las
que se mudó de Bruselas a París:
“ / . . . / D ije a Ud. en m i anterior que la revolución que estalló-
en los P aíses B ajo s me obligó a d ejar m i residencia en B ruselas,
y conducir a m i h ija a é sta/P a rís/, con objeto de evitarle los
peligros y tem ores que se originan a u n a insurrección, cuyos prin ­
cipios, acom pañados de saqueos e incendios, h acían tem er sus
consecuencias, y, a l m ism o tiem po, d ar la últim a m ano a su
educación. / . . . / ” 30.
La guerra fratricida desatada por Lavalle en diciembre de
1828 parecía finalizar con el aniquilamiento de las fuerzas uni­
tarias. Efectivamente, el Ejército federal, en mayo de 1831 se
aproximó a Córdoba: Estanislao López y Juan Ramón Balcar-
ce por el Este y Juan Facundo Quiroga por el Oeste. Lamadrid,
que había quedado a cargo del Ejército unitario, se dirigió a
Tucumán el 26 de mayo de 1831. En la capital cordobesa se

27 a g n 16-1-1, Doc. 190.


28 Archivo O’Higgins, Doc. 18, págs. 52 y 53.
29 có lera m orbus: enferm edad epidémica caracterizada por vóm itos,
deyecciones frecuentes y violentos dolores intestinales.
30 San Martín, su corresp., págs. 287 y 288.
nombró Gobernador provisorio a Mariano Fragueiro y el
30 de mayo de 1831, Córdoba se adhirió al Pacto Federal del
4 de enero de este año, como ya lo había hecho Corrientes al
saber de la prisión de Paz. Una tras otra, todas las Provincias
se fueron incorporando a la Liga Litoral, hasta que ésta se vol­
vió nacional, desde que Quiroga desruyó a Lamadrid en La Ciu-
dadela (ciudad de Tucumán), el 4 de noviembre de 1831.
Después de casi seis meses de su última triste carta a Gui­
do transcripta m ás arriba, el 1? de noviembre de 1831, San
Martín le volvió a escribir desde París, con buen humor y gra­
cejo andaluz, contento porque la guerra entre hermanos había
finalizado, como lo dijo:
“Mi querido am igo:
“ Como estoy seguro que Ud. sigue el mismo sistem a que este su
Capellán, es decir, de no tener libro copiador de sus cartas, es
por esto que Ud. se h a olvidado de su prom esa, hecha en la suya
de 4 de abril, (advierta Ud, que es la m ás fresca que he recibido
de su Señoría) en que me dice hablando en relación al estado del
p aís: ‘Ofrezco a Ud. noticiarle oportunam ente los sucesos y en
v ista de ellos decidirá Ud. si se acerca o no el momento de a b ra ­
zarle. ‘Y bien señor Don T om ás ¿ h a llegado o no la oportunidad?
A fortunadam ente p a ra el hijo de m i m adre, que h a habido alm as
caritativas que m e h a puesto a l corriente de los acaecim ientos. Por
ellos puede calcularse que la guerra fraticid a que tan to h a des­
honrado y destruido e sas desgraciad as provincias, es concluida;
g racias sean trib u tad as a l gran A lah por tan señalado beneficio,
él h ag a (como se lo pide con todo fervor este vil gusano y gran
pecador) que la paz sea de ta n larg a duración como cuenta siglos
el curso del m ajestuoso Río de la P lata, m as a pesar de m is de­
seos t e m o . .. pero sea de esto lo que fuere m i partido e stá to ­
m ado; es decir, que p a ra el añ o entrante de 1832 iré a depositar
m is huesos en ésa. Pero advierta Ud. que con el ánim o resuelto
de volver a liar el p etate si hay bullanga, pues prefiero p a sa r el
A tlántico m ás veces que Perry, an tes de verme obligado a tom ar
p arte en un a guerra civil, y vuelvo a prevenirlo que esto no es
n ad a agradable p a ra un viejo m ancarrón que apen as puede m ascar
el agua. En el vuelco de un dado h a estado el que hubiese m ar­
chado en el buque que conduce ésta, pero circunstancias m ayores,
y m ás que todo concluir la educación de m i h ija es lo que h an
decidido a prolongar por ocho o diez m eses m ás m i residencia en
Europa, que y a deseo perder de vista, pues su m ansión no es
n ad a agradable am en azada del cólera que a l fin la in vadirá to ­
d a ella. / . . . / v .
Cuando escribió esta carta, San Martín no sabía que Guido
había sido destacado por Rosas en misión diplomática ante la
Corte de Río de Janeiro, entre mediados de abril y el 16 de
octubre de 1831. Las constancias documentales existentes, re­
gistran el 1? de marzo de 1832 la contestación de San Martín
a la largamente esperada carta de O’Higgins, de la que extraigo:

81 AGN 16-1-1, D oc: 192.

— 89
“Mi am ado compañero y am igo:
“Después de m ás de dos años que he carecido de noticias direc­
ta s de Ud. he recibido con el m ayor placer su apreciable del 5
de septiembre, que me h a llenado de la m ás com pleta satisfacción,
pues por ella veo que tan to Ud. como m i señora su m adre y R o­
sita, gozan de salud cum plida.”
“/ . . . /M i resolución es de que a l día siguiente de haber llegado
a Buenos Aires irm e a un a ch á cara/ch acra/ en donde me sepul­
taré h asta que la guerra civil que h a desolado a la provincia
de Cuyo h ay a cesado. Esto es en el caso que h ayan dejado algo
en pie de mi ch ácara de Mendoza, que según carta del m ayor­
domo h a sido saqueada y él obligado a em igrar a Chile. A la
verdad cuando uno considera que ta n ta san gre y sacrificios no
han sido em pleados que p a ra perpetuar el desorden y anarquía,
se llena el alm a del m ás cruel desconsuelo.”
./G ra cia s repetidas por el interés que tom a Ud. en el asunto
de m i pensión/O ’Higgins seguía en el Perú en su hacienda no
muy lejos de L i m a / . . . / ”
“ / . . . / S i como espero recibo algún auxilio de lo cobrado de la
pensión, regresaré a Buenos Aires en todo el presente año. H a­
blo a Ud. con franqueza, si tuviese m edios de vivir en Europa
yo no regresaría a m i P atria, Ínterin no viese su tranquilidad
establecida de un modo sólido y perm anente.”
“Un millón de afectuosos recuerdos a m i señora su m adre y R o­
sita, no haciéndolo de la p arte de m i h ija, que y a vive en m i
com pañía, porque me h a suplicado poner a Ud. un p árrafo al
pie de ésta.”
" / . . . / Mi querido señor:
“Como sé que es Ud. el m ejor am igo de mi tatita, yo le he supli­
cado me perm ita tom ar la libertad de ponerle estos renglones
con el solo fin de saludarlo, como igualm ente a su señora m adre
y herm ana, a las que deseo vivam ente conocer.”
“Se ofrece a su disposición su ate n ta servidora.”
“Mercedes S an M artín /T en ía ya 15 añ os/ 32.
Después de esta carta del 1? de marzo de 1832, San Martín
estuvo enfermo en París todo ese año atacado del terrible cóle­
ra morbus, junto con Merceditas que ya tenía 16 años, auxi­
liados por Mariano Balcarce, en la forma que relató en su carta
a O’Higgins del 22 de diciembre de 1832, siempre desde París:
“Mi querido am igo y com pañero: Después de m i últim a de 1? de
m arzo de este año h a sta principios del p asado octubre, no he
experim entado otra cosa que tribulaciones. El cólera invadió e sta
cap ital en fines del citado m es, y en sus principios m i h ija fue
a ta ca d a del modo m ás terrible. Tres días después, yo caí enferm o
de la m ism a epidem ia. Figúrese Ud. de n uestra situación viviendo
en el cam po y no teniendo por toda com pañía que un a criada,
afortunadam ente el día an tes de la enferm edad de Mercedes, h a ­
bía llegado de Londres el hijo m ayor de m i difunto am igo el G e­
neral B alcarce, y se h allab a en n uestra com pañía. Sin sus au x i­
lios yo no sé que hubiera sido de nosotros. Mercedes se repuso al
poco tiem po; pero yo, ya convaleciente fu i nuevam ente atacad o
de un a afección g ástrica intestinal, que m e h a tenido a l borde
del sepulcro, y que m e h a hecho su frir inexplicables padecim ien­
tos por el espacio de cerca de siete m eses. En fin, los baños m i-

32 Archivo O’H iggins, T om o IX , Doc. 19, p á g s. 54 y 55.


nerales de Aix que los facultativos me m andaron tom ar en sep­
tiem bre p asado me han repuesto y aliviado algún tan to.”
“He recibido casi a l mismo tiem po el duplicado de la suya de 2
de octubre del añ o pasado y la de 24 de junio del presente, con
inclusión de la del am igo Alvarez y de los tres libram ientos de
m il pesos cad a uno que h an sido aceptados religiosam ente por
los señores B arin g. Un millón de gracias por tan oportuna re ­
m esa. No sólo m e h a proporcionado satisfacer parte de los nue­
vos empeños que h ab ía contraído en m i larg a y penosa en fer­
m edad, sino que tam bién h a contribuido a realizar m is m ás de­
sead as esperanzas. H ace cinco años h ab ía form ado el proyecto
de unir a m i h ija a l joven B alcarce, h ijo m ayor de nuestro hon­
rado y difunto am igo y a citado, y que se h allab a agregado a la
Legación de Buenos Aires en Londres. Su juiciosidad no e stá en
proporción con su edad de 24 añ os: am able, instruido y aplicado,
se h a hecho am ar de todos los que lo h an tratado . El no posee
m ás bienes de fortun a que un a honradez a toda prueba, he aquí
a todo cuanto he aspirado p a ra hacer el bien y felicidad de m i
h ija. Mi plan era que esta unión no se verificase h a sta m i re­
greso a América, o por m ejor decir, de aquí a dos años, pero
visto el estado de m i salud he creído necesario an ticipar esta
época, calculando el estado de abandono en que quedaría si llego
a fallecer. Su enlace se h a verificado hace nueve d ías; los nuevos
esposos h an partido ayer p a ra em barcarse en El Havre con des­
tino a Buenos Aires. T o no he podido acom pañarlos, primero, por­
que el estado de m i salu d no me perm ite sin gran peligro em ­
prender u n a larg a navegación; segundo, por volver a tom ar el
próxim o verano los baños de Aix que tan to bien me h an hecho
el próxim o septiem bre y que lo avanzado de la estación no me
perm itió continuar; y tercero y el m ás poderoso p a ra mí, es­
p erar a que se h ag a en Buenos Aires la elección de Presidente/
léase Gobernador de Buenos A ires/, pues los corifeos tan to del
partido enem igo de la actu al adm inistración, como los del p a r­
tido un itario m e escriben que m i presencia es necesaria p a ra
salvar al p aís de la espan tosa tiran ía con que los oprime el go­
bierno, etc., etc., etc. Ahora bien, Ud. debe calcular que habiendo
resuelto m orir an tes que encargarm e de ningún m ando político,
y por otra p arte conociendo los hombres m ás influyentes en B u e­
nos Aires y su larg a carrera de revoluciones y picardías, como
la s in ju sta s im putaciones que hacen a la actu al adm inistración
/R o sa s/, yo no me apresuraré a acceder a sus dem andas p ara
servir de p an talla a sus ambiciones. Por otra parte, el bien que
ellos suponen puede h acer el G eneral San M artín encargándose
del m ando no otro que el de su interés particular creyendo sacar
de m í m ás ve n tajas que del actu al Gobierno; pero adm írese Ud.
h a sta el grado que h a llegado la im pudencia de ciertos hombres.
Uno de los que m e escriben con m ás empeño p a ra decidirm e a
partir, es el m ism o que hallándom e en Lim a, y habiendo corrido
en Buenos Aires la noticia de m i fallecim iento, hizo en el célebre
papel L a /por E l/ Centinela, m i oración fúnebre siguiente: ‘El
General S an M artín fue la prim era espada de Sud América, el
prim er tirano y el asesino de su s conciudadanos’ 33. Yo le he con­
testado sim plem ente que un tiran o y asesino no era digno de
m an d ar a Hombres lib re s./. . . / ” 3434

33 E l Centinela, 1822-1823. Redactores: Ju an Cruz Varela e Ignacio


Núñez. Biblioteca de Mayo, Tomo X , pág. 9993.
34 Archivo O’Higgins? Tomo IX , Doc. 20, págs. 56, 57 y 58.

91 —
E sta larga carta tendrá que ser leída con detenimiento por­
que explica muy bien la vida de San Martín durante 1832, inclu­
so el casamiento de su querida Merceditas, y la postergación
del planeado regreso a Buenos Aires. A pesar de que dispone­
mos de dos cartas anteriores, del mismo mes, he preferido anti­
cipar la transcripta precedentemente por ser la m ás completa
y explícita, ya que la que envió a Guido el 6 de diciembre de
1832, es una humorada que, el mismo San Martín escribió, “ ella
n ecesita su indulgencia p o r los d isp arate s que contiene” , excep­
to que expresó una opinión importante sobre el hombre pú­
blico que no conviene perder: que éste “no respon d e de otro
m odo que con los re su ltad o s”, y la postdata que es un desbor­
de de su amor de padre con un cariñoso epíteto para sus ínti­
mos amigos, a saber:
“ Le recomiendo m acho, mucho y mucho a m i Mercedes. M ía
sabe que Ud. y Goyo/Gregorio Gómez Orea Jo/ son m is dos predi­
lectos am igos: buen p a r de m aulas. Lo m ism o digo con respecto a
B alcarce, cuyo Joven estoy seguro le gustará” #
La otra carta aludida, del 8 de diciembre de 1832, era a
Pedro Molina, sobrino de Manuel Ignacio Molina, íntimo amigo
de San Martín, para presentar a sus hijos, especialmente a Ma­
riano Balcarce:
“ / . . . / Mi hijo político, es regular pase por esa a fin de recibirse
de m is bienes y arreglarlo todo con Pedrito/Núñez, capataz en ­
cargado de la adm inistración de la propiedad ru ral de San M artín
en Los B arreales, a 7 leguas (35 K m ) de M endoza/, a cuyo efecto
se lo recomiendo muy particularm ente p a ra que le aconseje lo que
debe hacer, no dudando lo tr a ta r á con la m ism a am istad que a
mi me h a dispensado en todo tiem po.”
“L a necesidad da volver a tom ar las baños m inerales de Aix, en
Saboya, me impiden acom pañ ar a m is hijos a Buenos Aires pero
lo haré sin fa lta en todo el año entrante si como espero m i salud
se h alla totalm ente restablecida. / . . . / ” 36
Con estas perspectivas terminó el año 1832 para San Mar­
tín en París. Para Buenos Aires finalizaba con la renuncia rei­
terada de Rosas a la Gobernación, hasta que la Legislatura
nombró para ese cargo al General Juan Ramón Balcarce, el 17
de diciembre.

San Martín repudió las libertades del liberalismo


E l 28 de diciembre de 1831 se perpetró la agresión norte­
americana contra nuestras Islas Malvinas con la destrucción
insólita de las instalaciones del pionero Luis Vemet a quien el35

35 AGN 16-1-1, Doc. 194.


# Ju sta Doce de Zemborain. Cinco cartas del Gral. San Martín. B s.
As., 1950, págs. 39 y 40.

— 92
Gobierno argentino había dado la concesión de la Isla Soledad
en 1824. Pero este hecho criminal tuvo su consecución en el
audaz intento de los ingleses de proclamarse los dueños de las
Islas Malvinas el 3 de enero de 1833 en acto espúreo de violen­
cia contra todo derecho que nos pertenece desde la Bula Inter
coetera de 1494 y que, como honrosa herencia, los argentinos
siempre hemos reivindicado aún a sangre y fuego, hasta la re­
ciente gesta heroica de 1982.
Pero la debilidad del Gobierno de Juan Ramón Balcarce fue
descripta por San Martín en carta que reproduciré en lo esen­
cial más adelante, ya que la narración histórica erudita, basada
en documentos fehacientes, para ser clara debe desarrollarse
como la vida, es decir cronológicamente.
San Martín se enteró de este nuevo Gobierno al mismo
tiempo que escribía a O’Higgins el 25 de abril de 1833, desde
París:
“/ . . . / El invierno lo he pasado menos m al de lo que se debía e s­
perar, visto el estado de debilidad en que me encontraba a fines
del otoño /e l otoño europeo term inaba el 21 de diciem bre/; tres
o cuatro nuevos ataques han desaparecido siguiendo un régim en
severo de vida y algunos días de cam a: ello es que me encuentro
con b astan tes fuerzas p a ra em prender m i viaje, el 8 ó 10 del en ­
tran te, p ara los baños de Aix, en Saboya, que tan to bien me h i­
cieron el año pasado, y en los que fundo toda m i esperanza de
restablecim iento. / . . . / ”
“Ayer he sabido el nom bram iento a la Presidencia del Gobierno
de Buenos Aires, del General Don Ju a n Ram ón Balcarce, herm ano
de nuestro difunto am igo don Antonio, y que, sin duda alguna, Ud.
h ab rá conocido cuando estuvo en Buenos Aires. E sta elección h a
merecido la aprobación de todos los p atriotas, por recaer en un
hombre de bien. / . . . / ” 37.
Sin embargo, sus esperanzas sobre los dos temas princi­
pales transcriptos precedentemente, se vieron frustradas como
surge de la carta a O’Higgins del 14 de septiembre de 1833, de
la que extraigo:
“ / . . . / Los baños de Aix /450 K m SE de París, en los Alpes, dentro
del territorio fra n cé s/, lejos de hacerm e el bien que experim enté
el año p asado y que m e prom etía en el presente, me produjeron
unos violentos ataques de nervios que me tuvieron en b astan te
peligro y m e debilitaron en térm inos de haber tenido que em plear
un m es p a ra regresar a ésta. Por consejo de los facultativos pasé
a Dieppe /15Q K m . NO de P arís en el C anal de la M ancha/, con
el objeto de respirar el aire de la costa, y si m e fortalecía algún
tan to tom ar los baños de m ar. Esto me h a hecho un bien extrao r­
dinario, pues no sólo h an calm ado y son menos frecuentes las
convulsiones, sino que me he fortalecido bastan te y he recuperado
algún tan to el apetito.” 38,
A esta altura del año 1833, las noticias de Buenos Aires
eran políticamente desfavorables:

37 Archivo G ’H iggin sf-T om o IX , Doc. 21, p ág. 68.

— 93 —
“ /■ • • / He tenido ca rta de m is hijos. Llegaron a Buenos Aires con
salud cum plida después de un v iaje corto y feliz. Si he de juzgar
por su c a rta y la s de Guido y el Presidente B alcarce aquella
ciudad se h allab a am en azada de nuevas disensiones. D esgraciado
país que la experiencia de la esp an to sa guerra civil que acab a de
sufrir, lejos de m oderar su s pasiones y m ezquinas ambiciones, han
por el contrario tom ado m ás extensión. A propósito de disensio­
nes, e sta m añ an a h a estado a verme el Encargado de Negocios de
Chile, y me h a leído un p árrafo de ca rta de V alparaíso, en que
dice acab ab a de llegar un buque del Callao con la noticia de la
deposición de G am arra, efecto de un a revolución, y el n om bra­
m iento de Presidente en R iva Agüero 3$.
Y aquí San Martín volvió a demostrar que se había libra­
do del liberalismo y miraba con lucidez a la dura realidad.
Comprendía que el ensayo masónico de cambiar las institucio­
nes tradicionales cristianas por otras nuevas inventadas por las
cabezas delirantes de jacobinos, “ las locas teorías” como escri­
bió sobre Rivadavia y sus secuaces, daba por resultado efectivo
la anarquía y el relajamiento de las costumbres. Las institu­
ciones que rompen las antiguas relaciones espirituales y so­
ciales, no lo logran sino a costa de quebrar las almas y su amor
a Dios y a la Patria, presentándoles falsos ídolos que deso­
rientan a los hombres y a las sociedades. Esto lo sabía muy
bien, como lo expresó en esa carta, como en las anteriores cita­
das m ás arriba:
“ C ada día me confirm o m ás y m ás en que los m ales que aflijen a
los nuevos Estados de América, no dependen de sus habitantes,
y sí de las constituciones que los rigen. Si los que se llam an le­
gisladores en nuestro p aís hubieran tenido presente que a los
pueblos no se les debe d ar la s m ejores leyes, pero sí la s m ejores
que sean apropiadas a su carácter, la situación de nuestros países
sería muy diferente.” 3*.
En 1833 y 1834, Rosas se ocupó de preparar y ejecutar una
expedición al desierto para dominar a los indios no evangeli­
zados y ensoberbecidos que asolaban la campaña de la parte
central de la Nación. Estudiando los antiguos planes del pri­
mer Virrey del Río de la Plata Teniente General Pedro Antonio
de Cevallos, elucubró una maniobra estratégica de ejércitos
convergentes, combinado con las Provincias de Cuyo y Córdo­
ba, especialmente, aunque todas colaboraron de diferente ma­
nera; Rosas propuso al General Juan Facundo Quiroga para
conducir las operaciones, reservándose el mando de la llamada
División Izquierda que partiría de la Provincia de Buenos Ai­
res. El objetivo estratégico operacional era “el país de las man­
zanas” (actual Provincia de Neuquén). El Gobierno de Bue­
nos Aires prometió su apoyo y aprobó el plan de Rosas, pero
Juan Ramón Balcarce había elucubrado un plan contra su ante­
cesor que dividió al partido federal y repercutió desfavorable­

38 Archivo O’H iggins. T om o IX , Doc. 22, p á g s. 61 y 62.

— 94
mente en las otras provincias, en tanto se retaceaba el apoyo
a la División Izquierda de Rosas.
Sin embargo, con el respaldo logístico privado de sus ami­
gos personales, especialmente del General Tomás Guido, y
merced a su indomable tenacidad y voluntad de vencer, este
caudillo penetró profundamente en la Patagonia, sobrepasando
el Río Negro, y llegando a la confluencia de los Ríos Limay y
Neuquén, batiendo a los caciques que resistieron y haciendo
las paces con las tribus que las aceptaron. La División derecha,
al mando del General Félix José Aldao alcanzó los bañados del
Río Salado en el SE de la Provincia de Mendoza. Entretanto la
División centro al mando del General Ruiz Huidobro, avanzó
desde Mercedes (San Luis) hacia el Sud y, después de batir al
cacique Yanquetruz en las Acollaradas el 16 de marzo de 1833,
debió emprender la retirada por falta de caballos a fines de
este mes.
En Buenos Aires los partidarios de Rosas debieron ocupar­
se de enfrentar las maniobras del Gobierno contra el caudillo,
cuya campaña militar y empresa política peligraron gravemen­
te, en tanto se producía una honda división del partido federal
que caracterizó una crisis tan profunda que comprometió la
unidad e integridad de la Nación.
San Martín previo lo que iba a ocurrir como consta en su
carta a Guido del 1? de febrero de 1834, ya que, conociendo a los
hombres que actuaban, pudo examinar con lucidez la realidad,
confirmando que se había liberado del liberalismo, cuyo triun­
fo momentáneo y consiguiente caos, resultó de la sustitu­
ción de Rosas por Juan Ramón Balcarce, quien fue apoyado e
impulsado por la facción accesible a la intriga unitaria, como
lo develó San Martín a Guido con gran expresividad, como se
puede leer en dicho documento, que transcribo en lo esencial:
“ / • • • / El G eneral B alcarce me h a merecido y merece la opinión
de hombre de bien, y con buenas intenciones, pero sin talentos
adm inistrativos, y sobre todo su carácter poco con cillan te^ y al
mismo tiem po, muy fácil a d ejarse dirigir, no lo creía en arm o­
n ía con su posición; sin em bargo, cuando supe su elección a la
Presidencia, no dudé que su adm inistración tuviese un feliz resu l­
tado, si como me lo persuadí, se rodeaba de hombres de probidad
y talentos. Pero, ¡cuál sería m i sorpresa cuando supe que la flor
y n a ta de la chocarrera pillería-39, de la m ás sublim e inm oralidad
y de la venalidad la m ás degradante, es decir, que el ínclito y
n unca bien ponderado Enrique M artínez, h ab ía sido nom brado a
uno de los Ministerios. Desde ese momento empecé a tem er por el
país, pero aún m e acom pañ aba la esperanza de que los otros dos
M inistros (aunque p a ra m i desconocidos) si se respetaban un poco,
pondrían un dique a las in trigas y excesos de su colega, y m ani-

39 Chocarrera: aficionado a brom as groseras, a la grosería. Pille­


ría: gavilla de pillos, bribones, picaros, tunantes.

95 —
testarían a B alcarce la incom patibilidad de la presencia de un
hombre como M artínez con la opinión y honor de todo Gobierno;
pero e stas esperanzas desaparecieron com pletam ente a l ver que
estos M inistros fueron reem plazados por los doctors T agle y Ugar-
teche; con e sta trinidad, no me quedó otra cosa que hacer que
entonar el oficio de agonizantes por n u estra desdichada P atria.
Pero como en este m iserable m undo todo se h alla compensado, y
según el ad agio no hay m al que por bien na venga, yo creo que
los últimos acontecim ientos van a poner fin a los m ales que nos
h an afligido desde el año diez, y que a n uestra P atria se abre un a
nueva serie de felicidad, si como creo la nueva adm inistración
m arch a con un paso firm e, y no olvidando los 24 años de ensayos
en busca de una libertad que ja m á s h a existido. Me e x p licaré “®.

Mas antes de transcribir la explicación de San Martín —que


es una pieza clave para el objetivo de este trabajo— debo refe­
rirme a los acontecimientos que desataron esos hombres ines­
crupulosos que San Martín marcó a fuego como se ha visto
m ás arriba, y que él conocía cuando escribió esta carta decisiva
para conocer su pensamiento.
En las condiciones que tan bien describió San Martín, el
Gobierno de Juan Ramón Balcarce provocó la desunión en
el partido federal, entre “ cismáticos” o “ lomos negros”, los con­
trarios a Rosas, y “ apostólicos” como se llamaron los seguido­
res del caudillo. E sta situación dañaba peligrosamente a la Na­
ción y no podía durar mucho, a poco de advertirse sus torcidos
designios. La “ revolución de los restauradores” resultó de la
reacción popular encabezada por la mujer de Rosas, Doña En­
carnación Ezcurra, firmemente apoyada por el Ejército, siendo
finalmente Juan Ramón Balcarce, exonerado por la Legislatu­
ra el 3 de noviembre de 1833, nombrando nuevo Gobernador al
Brigadier Juan José Viamonte el mismo d ía 41. Guido fue su
Ministro de Relaciones Exteriores.
Los unitarios conspiraban dentro y fuera del país. En San­
ta Fe, tomaron contacto con Estanislao López el Coronel Félix
Olazábal y el Canónigo Pedro Vidal (de paso á la Banda Orien­
tal a presentarse a Rivera) 42. López se mantuvo inmóvil. Rosas
tampoco tenía definidas a su favor ni a Córdoba ni a Entre
Ríos, dependientes de E. López. Tampoco Corrientes, bajo la
férula de Ferré, enemigo del partido federal desde enero de 1831.
En el Norte, Alejandro Heredia vivía envuelto entre unitarios
que le servían y buscaban la reconquista del poder, como en
Catamarca y San Juan, en tanto Mendoza vacilaba.

« AGN 16-1-1, Doc. 195.


41 Archivo H ist de la Pcia. de B s. As. Indice de la S ala de Re­
presentantes de la Pcia. de B s. As. La Plata, 1970, pág. 111.
42 Manuel M. Cervera. H istoria de la Ciudad y Provincia de Santa
Fe. 1573-1853. Santa Fe, 1907. Apéndice X X I.

— 96
Manuel Moreno, representante argentino en Londres, había
denunciado en noviembre de 1833 el plan unitario (carta a José
Ugarteche) 43, que consistía en pretextar un conflicto entre la
Banda Oriental y Buenos Aires, y declarar la guerra, apoderar­
se de Entre Ríos y de la navegación del Río Uruguay, en com­
binación con Estanislao López. “ Este plan —escribió Moreno—
todo de sangre y escándalo, lo ha ejecutado y convenido don
Julián Agüero en Montevideo, con Rivera, Obes y los españoles
y unitarios de uno y otro lado. En la fe de sus efectos y segu­
ridad va Rivadavia a partir a fin de este mes. / . . . / La última
negociación de sir Strandford-Canning en Madrid, respecto del
reconocimiento de nuestra independencia por España, y las
respuestas que le daba el ministerio español le hicieron cono­
cer a este gobierno que había una trama que se urdía en París
por americanos, y se aplicó a conocerla / . . . / ” 44.
Sin conocer estos detalles, San Martín estaba en condicio­
nes de lograr una visión certera del porvenir, porque había pen­
sado profundamente en los hechos ocurridos con su singular
talento, y porque se había librado de los esquemas teóricos y
nefastos del liberalismo, como se puede leer en la misma carta
clave del 1? de febrero de 1834, que continuamos translite-
terando:
“ / . . . / ¿C uál es el medio p a ra proteger y afirm ar estos Gobiernos,
y darles el grado de estabilidad tan n ecesaria a l bien de esos h a ­
bitan tes? Los últim os acontecim ientos h an decidido el problema
y en m i opinión de un a m an era decisiva. Dem ostración: El foco
de las revoluciones, no sólo en Buenos Aires sino de las Provincias
h an salido de e sa C apital: en ella se encuentra la CREMA de la
an arquía, de los hombres inquietos y viciosos, de los que no viven
que de trastornos, porque no teniendo n ada que perder todo lo
esperan gan ar en el desorden; porque el lujo excesivo m ultipli­
cando las necesidades, se procuran satisfa cer sin rep arar en los
m edios; ah í es en donde un gran número no quieren vivir sino a
costa del Estado y no tra b a ja r, etc., etc. Estos medios de desorden
que encierra la C apital deben desaparecer en lo sucesivo, sin que
sea necesario derram ar un a sola gota de sangre, y sin tener un
solo soldado de Guarnición. Que sepan los díscolos, y aún los cí­
vicos y dem ás fuerza arm ad a de la Ciudad, que un par de R egi­
m ientos de M ilicias de la C am paña im pide la en trada de ganado
por sólo 15 días, y yo estoy bien seguro que el pueblo mismo será
el m ás interesado en evitar todo trastorno, so pena de no comer,
y esto es muy form al. A esto se me dirá que el que ten ga m ás
ascendiente en la C am paña será el verdadero Je fe del Estado; y
en este caso no existirá el orden legal. Sin duda, señor Don T o­
m ás, e sta es mi opinión, por el principio bien sim ple que el título
de un Gobierno no está asign ado a la m ás o menos liberalidad de
su s principios, pero si al a influencia que tiene en el bienestar de
los que obedecen. Y a es tiem po de dejarnos de teorías, que 24 años

43 Adolfo Saldías. H istoria de la Confederación Argentina. Tomo 2,


Apéndice.
44 Ibídem N9 43 precedente, Tomo 1, pág. 426.

— 97 —
de experiencia no han producido m ás que calam idades. Los hom ­
bres no viven de ilusiones, sino de hechos. ¿Qué me im porta que
se m e rep ita h a sta la saciedad que vivo en un país de Libertad, s i
por el contrario se me oprim e? ¡Libertad! désela ü d. a un niño
de dos años p ara que se entretenga por vía de diversión eon un
estuche de n a v a ja s de afeitar, y Ud. m e con tará los resultados.
¡Libertad! p a ra que un hombre de honor se vea atacad o por un a
prensa licenciosa, sin que h ay a leyes que lo protejan, y si existen,
se h agan ilusorias.^ ¡Libertad! p a ra que si me dedico a cualquier
género de industria, venga un a revolución que me destruya el
trab ajo de muchos años y la esperanza de d ejar un bocado de
pan a m is hijos. Libertad! p ara que se m e cargue de contribu­
ciones a fin de p agar los inm ensos gastos originados porque a cu a­
tro ambiciosos se Ies an to ja, par vía de especulación, h acer una
revolución y quedar im punes. ¡Libertad! p ara que sacrifique m is
hijos en disensiones y guerras civiles. ¡Libertad! p ara verme ex­
patriado sin form a de juicio, y ta l vez por una m era divergencia
de opinión. ¡Libertad! p ara que el dolo y la m ala fe encuentren
una completa im punidad como lo com prueba lo general de las
quiebras fraudu len tas acaecidas en ésa. M aldita sea la tal liber­
tad, ni será el hijo de mi m adre el que vaya a gozar de los be­
neficios que ella proporciona, h asta que no vea establecido un
Gobierno que los dem agogos llam en tirano, y me proteja contra
los bienes que me brinda la actu al libertad. T al vez dirá Ud. que
esta carta e sta escrita de un humor bien soldadesco. Ud. tendrá
razón, pero convenga Ud. que a 53 añ os no puede uno adm itir de
buena fe el que se le quiera d ar gato por liebre.”
‘No hay un a sola vez que escriba sobre nuestro país que no su fra
una irritación. Dejem os este asunto, y concluyo diciendo que el
hombre que establezca el orden en n uestra P atria, sean cuales
sean los medios que p ara ello emplee, es el solo que m erecerá el
noble título de su libertador. / . . . / 45,
En consecuencia, no hay duda alguna que San Martín se
libró del liberalismo. Y al mismo tiempo, predijo la nueva lle­
gada de Rosas al poder.

La felonía de Manuel Moreno contra San Martín


Radicado en París desde mayo de 1831, San Martín, que ya
habitaba en la zona, compró la casa de campo en Grand Bourg
(a 7 leguas (35 km) de París, una hora de ferrocarril) el 24 de
abril de 18344546. Estaba en ese momento solo, ya que, como

45 AGN 16-1-1, Doc. 196.


46 San Martín compró la finca de Grand Bourg, a 7 leguas de Pa­
rís, el 25 de abril de 1834, pagando por ella 13.500 francos (Jo sé Pacífico
Otero. H istoria del Libertador San Martín. Tomo 8, Apéndice G.). E se
im porte equivalía en el momento a 5.000 pesos argentinos, aproxima-
damente: San M artín lo obtuvo al cobrar un préstam o hipotecario de
30.0000 pesos que le adeudaba Don Gervasio R osas a través de su apo­
derado Gregorio Gómez (Goyo) y de Braulio Costa. Por tanto, no fue
con fondos del Perú ni con la ayuda de Alejandro Aguado, sino con
ahorros de San M artín quien con ese im portante monto pudo com prar
otra casa en París en 1835, sita en el 35, Rué de Saint-Georges (O scar
E . Carbone. E l patrim onio de San M artín).

— 98 —
se ha visto antes, su hija y yerno (casados el 13 de diciem­
bre de 1832) se encontraban en Buenos Aires desde los primeros
meses de 1833. Dicho sea de paso, después de nueve años de
ausencia, Mercedes pudo abrazar a su querida abuela Doña To­
m asa de la Quintana de Escalada que tanto la regaloneó, y que
afortunadamente tenía 66 años de edad, muriendo en 1841 46 bis.
A mediados de 1834, San Martín recibió noticias de amigos
de las que surgía que Manuel Moreno había tenido la irrespon­
sabilidad de involucrarlo mentirosamente en la denuncia inserta
en la carta a Ugarteche, que he referido m ás arriba. E l 16 de
agosto de 1834, San Martín le escribió a Guido:
“/ . . . / E stab a persuadido que retirado en el cam po, el h ijo de m i
m adre se h allab a fu era del alcance de toda ch ism ografía; pero
está desm ostrado que, aunque m e sepulte en el Averno, la m om ia
de este pobre capellán y su servidor será disecada, o como dicen
nuestros gauchos hacen de ellas ‘notonisas’. Al propósito de mi
retiro, tengo presente la ca rta en que pintándom e Ud. la situ a ­
ción en que se h allab a n uestra P atria en los últimos sucesos ocu­
rridos en la deposición del Gral. Balcarce, m e decía Ud.: ‘L a m a ­
ledicencia me cree cooperador de las ocurrencias del día, el tiem ­
po me h ará ju sticia como me la hizo en el Perú cuando se me
creía era el agente de Ud., etc., etc.’ Ud. añ ade: ‘Dichoso Ud. que
separado de este caos, vive tranquilo sin presenciar las desgra­
cias de su P atria’. ¥ bien, señor Don Tom ás, quien le hubiera d i­
cho que a pesar de la distancia en que me hallo de n uestra tierra,
el único p aisan ito que existe en Europa h ab ía de venir a alterar
e sta paz, único bien que gozo separado de los objetos que m ás
am o! Y esto por un DOCTOR en Medicina 47 (peste en todos ellos).
Item que a 50 años y (el pico no es de su com petencia) h abía
de m eterm e a espadachín, y con lanzón y rodela tener que de­
fenderm e de pollones y m alandrines.
“ / . . . / ¥ bien como Ud. ve, yo no m e dirijo al R epresentante de
las Provincias A rgentinas, pero sim plem ente al galeno americano,
y juro a Ud. por los m an es de m is nobles abuelos, que si m is uñas
lo llegan a a tra p ar en cualquier punto del Continente, o a mi
regreso al país tiene que quedar como nuevo. Dejem os ésto, y
convengam os en que toda la colección (y no es corta) de dipu­
tados am ericanos que h an venido a Europa, con muy pocas excep­
ciones, son la flor y n a ta de la pillería chism ográfica la m ás cho-
carrera. Pero ah o ra me acuerdo ¿no es éste el mismo Doctor a
quien en L o gia/L au taro/p len a y constituida en suprem a corte de
justicia, le dijo Ud. era m ás ladrón que caco, porque le h abía
cargado un número de libras esterlinas que Ud. no h abía perci­
bido, y por el contrario lo h ab ía bloqueado por HAMBRE (aten- 467

46 bis E i i 4 de octubre de 1833, nació en Buenos Aires la prim era


n ieta de San Martín, M aría Mercedes. Fácil es im aginar la alegría de la
bisabuela.
47 Manuel Moreno era hermano de Mariano. Doctor graduado en
Teología en Chuquisaca en 1809. También alcanzó el título de doctor en
Medicina, profesión que nunca ejerció. Junto con Tom ás Guido, acom ­
pañó en enero de 1811 a su hermano en la m isión a Londres, muriendo
éste durante la navegación. (Vicente O. Cutolo. Argentinos graduados en
Chuquisaca, B s. As., 1963).
tado él m ás crim inal p a ra el estóm ago de paten te del señor Don
T om ás) en térm inos que cuasi tuvo que comerse la suela de sus
zap atos? Déjem elo Ud., yo le ju ro por la L agu n a E stigia que
yo vengaré el insulto hecho a la barriga del m ás noble chopitea.
Pero dejém onos de brom as y confesem os con rubor que un hom ­
bre como éste es un borrón p a ra el Estado que representa. Mi pri­
m er im pulso fue el de escribir a l Gobierno oficialm ente sobre este
particular, pero después he calculado que siendo personal era de
m i absoluta competencia. / . . . / ” 4».
“Mi salud se repone visiblem ente, g racias a los aires del cam po
en donde m e hallo desde principios de abril, y a la am able so ­
ciedad de la fam ilia de un antiguo y seguro amigo, y compañero
de arm as en el mismo regim iento en E spañ a, y cuya fam ilia vive
a l lado de la s casita que habito. / . . . / ” 49.
*74
El vecino que San Martín vitó era Alejandro Aguado, Mar­
qués de las Marismas del Guadalquivir. Para aclarar el proble­
m a que le había creado Manuel Moreno, San Martín agregó
copia de la carta que él envió a éste, de la que extraigo lo
esencial:
./ Once años de un ostracism o voluntario de m i P atria, pre­
ferible a tom ar parte en sus desavenencias; cortadas por sistem a
casi tod as la s relaciones con m is antiguos am igos de Am érica; mi
notorio desprendim iento a todo m ando e intervención ;en sus
asuntos políticos; m i carácter no desm entido en todo el curso de
nuestra ju sta revolución; m is servicios rendidos a la Independen­
cia de Sud América, y en fin m is notorios compromisos con el
Gobierno Español (compromisos de pescuezo señor Doctor) m e d a ­
ban derecho a esperar el que m i nombre no fu era tachado, con
un a im postura tan altam ente grosera como u ltrajan te. Pero pres­
cindiendo de la s consideraciones que dejo expuestas, y que por lo
visto no h an tenido p a ra Ud. ningún valor, ¿Cómo es concebible
h ay a podido d ar crédito a la s noticias que dice h an corrido en
Londres sobre m i oculto viaje a E sp añ a (y que en mi conciencia
la s creo h ija s legítim as de Ud.), sin calcular: Prim ero que fuese
cual fuere el objeto de m i m archa (y como caritativam ente Ud.
la supone oculta no debía ser con sa n a s intenciones), pero supon­
gam os fuese como Ud. dice p a ra tr a ta r del reconocimiento de la
Amériea (y no h ab rá estado distan te de su pensam iento, que p ara
establecer m onarquías, o en fin p a ra obligar a m is com patriotas
a bayonetazos a volver a la dulce dom inación españ ola) / . . . / S e ­
gundo: con qué poderes o credenciales me presen taría p a ra tra ta r
el reconocimiento de nueve Estados independientes, pues por tris­
te se a la idea que ten ga Ud. de la diplom acia española no puede

47 b,s A Manuel Moreno al regreso de Londres se le form ó un ex­


pediente sobre las cuentas y gastos efectuados en su gestión en Londres
en 1811, y se lo arrestó en Buenos Aires, m ientras el expediente y los
inform es y trám ites conexos ocupan 148 páginas de la publicación co­
rrespondiente del Archivo General de la Nación. E l 5 de m arzo de 1816
se resolvió que las irregularidades com etidas no m erecían m ás pena que
el arresto sufrido, y por decreto firm ado por el M inistro Tagle se lo res­
tituyó a su cargo de Oficial Mayor de la Secretaría de Gobierno. (Archivo
General de la Nación. M isiones diplom áticas. Tomo I. B s. As., 1937).
« AGN 16-1-1, Doc. 197.
49 AGN 16-1-1, Doc. 198.

— 100
suponerse que su atraso llegue a ta l grado que adm itiesen un ne­
gociador sin este indispensable requisito. / . . . / Pero quiero supo­
ner por un momento el que las noticias que ü d. dice h an corrido
en Londres, h ayan sido adm itidas por ü d . de toda buena fe, y
que en razón de su alto empleo h ay a creído de su deber esclare­
cerlas como lo exigía su posición, y los intereses de la R epública
Argentina. Ahora bien ¿no hubiera sido mucho m ás noble y ge­
neroso, y a l mismo tiem po un deber de Ud. por el honor de la
m ism a R epública de que soy un individuo, el haberm e escrito di­
rectam ente (como lo h a hecho otras veces) / . . . / Pero cu ál es la
conducta que h a tenido Ud. en e sta in fern al in triga, que no^ puedo
alcan zar el objeto que se h a propuesto en ella: Ud. se dirige a
dos M inistros de Naciones E xtran jeras, p a ra presen tar a un G e­
neral, y ciudadano del mismo E stado que Ud. representa, o como
un traidor a su P atria, o como un vil y despreciable in trig an te . . .
E sta conducta no puede calificarse que de uno de estos dos modos,,
o es Ud. un m alvado consum ado, o a perdido enteram ente la r a ­
zón.”
“ Sólo m e re sta exponer a Ud. la cau sa por la cual no le he rem i­
tido m i correspondencia p a ra m is h ijos como an tes lo ejecutab a,
y de cuya fa lta sac a Ud. la consecuencia de m i pretendido v iaje
a E sp añ a; la razón bien sim ple, haber preferido la vía de los
buques m ercantes a la de Ud., en razón de que entre las diferen­
te s c a rta s que m e h a rem itido, he encontrado tres abiertas, y otras
con signos de iguales ten tativas: en dos ocasiones Ud. m ism o se
m e h a disculpado diciéndome habían sido abiertas por inadver­
tencia.”
“Todo hom bre que se respeta después de recibir un a ca rta como
ésta exige los esclarecim ientos que son consecuentes. Ud. es jo v e n
y con salud, por consiguiente Ud. no ten drá dificultad en hacer
un corto viaje a ésta con el objeto de pedírmelos, seguro que se
los d a rá los m ás completos. Jo sé de S an M artín” 50.

San Martín tenía naturales deseos de apalear al felón, pero


no lo hizo por el prestigio de la querida Patria, como le explicó
a Guido en carta del 9 de octubre de 1834, desde Grand Bourg,
cerca de París:
“ / . . . / Mi querido am igo: Prom etí a Ud. en m i últim a del p asad o
rem itirle la contestación del bribón de Moreno: ah í v a con el
resto del protocolo. Ahora bien, ¿qué partido puede sac arse con
un picaro de ta l tam añ o? Yo no he encontrado otro que el de
cortar este asunto, pues aun m e quedaba el recurso de haber m ar­
chado a Londres y darle u n a tollin a de palos de patente, el resul­
tado hubiera sido el que la opinión del país hubiera padecido con
el escándalo. / . . . / ” 51.

Moreno tuvo que dar largas explicaciones a San Martín en


fecha 13 de agosto de 1834, que en lenguaje leguleyo y pletò­
rico de sofism as, cubren nueve fojas de ambos lados, y que
merecieron el rechazo final de San Martín que terminó el asun­
to en esta forma contundente:

so AGN 16-1-1, Doc. 201.


51 AGN 16-1-1, DOc. 204.

— 101
“ G rand Bourg, 29 de septiem bre de 1834”.
“ Señor don M anuel Moreno. / . . . / Concluyamos de una vez este
m ás que desagradable asunto, diciéndole que adm ito la seguridad
que me da de que no h a tenido ja m á s la idea de ofender m i ho­
nor, pero es preciso convenir en que Ud. h a obrado con un a li­
gereza extraordin aria, y espero sea e sta la últim a vez que Ud.
tom e mi nombre p ara n ad a. / . . . / ” 52.
E ste torcido intento de tratar de involucrar a San Martín
en un complot de los unitarios con la complicidad de España,
que Manuel Moreno expuso en su carta a Ugarteche citada más
arriba, arroja graves dudas sobre su valor probatorio. Ya Julio
Irazusta, en 1935, la minimizó como prueba, aún sin conocer
probablemente la felonía de Moreno que se ha mantenido iné­
dita hasta hoy5253.

San Martín deseaba para su Patria un gobierno que


impusiera un orden sólido y estable
Mientras se ventilaba la intriga de Manuel Moreno contra
San Martín, la Patria sufría una gravísima crisis que atizaban
los unitarios para incendiar a la Nación y lograr sus mezquinos
propósitos de dominación. Todos los arbitiros fueron intenta­
dos sin escrúpulo alguno, despertando también las codicias
ajenas. Julio Irazusta compendió los sucesos de este modo:
“Entre Uruguay y Solivia se esbozó el proyecto de una confede­
ración an ti-argen tín a, am biciosa con beneficiarse con nuestros
despojos. En el norte, algunos unitarios querían rom per el pacto
federal y an exarse a Solivia. / . . . / Todos volvían las m iradas h a ­
cia R osas, como el único capaz de enfren tar y resolver la crisis.
Pero la m ayoría influyente, que lo h abía obligado a devolver las
facu ltad es extraordin arias en su prim er gobierno, se resistía a
otorgárselas de nuevo, cuando, en 1834, su reelección se imponía.
Por su parte, el caudillo se negaba a asum ir la pesada carga sin
contar con ellas. / . . . / Un hecho externo a l recinto legislativo
interrum pió bruscam ente el debate: el asesin ato de Ju a n F a ­
cundo Quiroga. Conocidos los planes de los decem bristas de 1828 de
m ata r a todos los caudillos, la conducta de los unitarios en el in ­
terior, las m asacres de prisioneros, los vejám enes a la s fam ilias de
los caudillos derrotados, el aten tado del 16 de febrero de 1835 en
B arran ca Yaco decidió la cuestión en Buenos Aires. L a legislatu ra
eligió a R osas gobernador con la sum a del poder, con la única
condición de sostener la Religión Católica y la causa federal. Cons-

52 AGN 16-1-1, Doc. 219.


53 “Pero esa denuncia —la de Manuel Moreno— es menos probante
que los documentos publicados p or Cervera, el historiador de Santa
Fe y fervoroso adm irador de don Estan islao López, documentos que prue­
ban el comienzo de un trato entre el patriarca de la federación y los
federales disidentes, todos ellos m aniobrados por los unitarios y el pre­
sidente del Uruguay, don Fructuoso Rivera.” (Julio Irazusta. Ensayo so­
bre R osas. B s. As., 1935, pág. 35).

— 102 —
cíente de la trem enda ta re a que debía llevar a cabo, en un clim a
de violencia desenfrenada en el país y en el mundo, pidió que su
nom bram iento fu era sometido a un plebiscito” 54.
Rosas recibió el Gobierno de la Provincia de Buenos Aires
el 13 de marzo de 1835 y prestó juramento el 6 de abril de
1835 55. El mismo día de su toma de posesión, 13 de abril
de 1835, corrió por Buenos Aires, impresa, esta proclama con
la firma de Rosas:
“H abitantes todos de e sta ciudad y cam pañ a: la Divina Providen­
cia nos h a puesto en e sta terrible situación p a ra probar nuestra
virtud y constancia. Resolvámonos, pues, a com batir con denuedo
a esos m alvados que h an puesto en confusión nuestra tierra; per­
sigam os de m uerte a l impío, al sacrilego, al ladrón, a l hom icida,
y sobre todo al pérfido traidor y que ten ga la osadía de burlarse
de nuestra buena fe” .
“ Que de esa raza de m onstruos no quede uno entre nosotros, y que
su persecución sea tan tenaz y vigorosa, que sirva de terror y es­
panto a los dem ás que puedan venir en adelante”.
“No os arredre ninguna clase de peligro, ni el tem or de errar en
los medios que adoptem os p a ra perseguirlos”.
“L a cau sa que vam os a sostener es la cau sa de la religión, de la
justicia, de la hum anidad y del orden público: es causa recom en­
d ad a por el Todopoderoso; El dirigirá nuestras pasos, y con su
especial protección nuestro triunfo será se g u ro 50.
A fines de este año, San Martín escribió a Guido:
“ G rand Bourg cerca de París, 17 de diciembre de 1835”.
Señor Don Tom ás Guido”.
“Mi querido am igo:
“ / . . . / Hace cerca de dos añ os escribí a Ud. que yo no encontraba
otro arbitrio p a ra cortar los m ales que por tan to tiem po h an
afligido a n uestra d esgraciad a tierra que el establecim iento de un
Gobierno fuerte, o m ás claro, Absoluto, que enseñase a nuestros
com patriotas a obedecer. Yo estoy convencido que cuando los hom ­
bres no quieren obedecer a la Ley, no hay otro arbitro que el de
la fuerza: 25 años en busca de un a Libertad que no sólo no h a exis­
tido, sino que en este largo período, la opresión, la inseguridad
individual, destrucción de fortun as, desenfreno, venalidad, corrup­
ción y guerra civil, h a sido el fruto que la P atria h a recogido des­
pués de tan tos sacrificios. Y a era tiem po de poner térm ino a m a ­
les de ta l tam año, y p a ra conseguir tan loable objeto yo m iro co­
mo bueno y legal todo Gobierno que establezca el orden de un
modo sólido y estable, y no dudo que su opinión y la de todos los
hombres que am en a su p aís pen sarán como yo 57.
Pero San Martín no había de conformarse sólo con expre­
sar con palabras este asentimiento contundente sobre el gobier­
no de Rosas, brindando su apoyo moral para terminar con el5467

54 Julio Irazusta. Breve historia de la Argentina. B s. As., 1981. pá­


ginas 122 y 123.
55 Archivo Histórico de la Pcia. de Buenos Aires. Indice de la S ala
de Representantes. L a Plata, 1970, pág. 132.
56 Gaceta Mercantil de Buenos Aires.
57 AGN 16-1-1, Doc. 220.

— 103
desorden que el liberalismo y su secuela de cruentos desastres
provocó en nuestra Patria. San Martín intuye una vez m ás que
él debe contribuir a lograr ese “ orden sólido y estable” , aun a
costa de su sacrificio personal. Él no será jam ás cómplice de
la revolución que, tanto la razón y la historia, como la Iglesia
y la religión, condenan, no será nunca de los hombres tibios
que describió el Cardenal Pie:
“Los hom bres del m al y del desorden se sienten y a los am os del
futuro, al no encontrar la resistencia decidida que hubieran po-
dido esperar. Saben por otra parte que tienen cómplices y auxilia-
res en esa m ultitud de hombres tibios, fluctuantes, desnudos de
doctrina, a los que tranquiliza un poco el orden m aterial, y a quie­
nes el remedio del m al asu sta aún m ás que el m al m ism o” -5«.

No. San Martín va a continuar cumpliendo la doctrina ca­


tólica de Nuestro Señor Jesucristo “ del último lugar” (ver GLA-
DIUS N9 17, p. 66) que expuso varias veces en su Evangelio,
como cuando acababa de atravesar Galilea con sus discípulos:
“Llegaron a C afarn aúm y, un a vez que estuvieron en la casa, Ies
preguntó: ‘¿D e qué h ablabais en el cam ino?’. Ellos callaban, por­
que habían estado discutiendo sobre quién era el m ás grande. En­
tonces, sentándose, llam ó a los Doce y les dijo: ‘El que quiera ser
el prim ero debe hacerse el últim o de todos y el servidor de todos’.
Después, tom ando a un niño, lo puso en medio de ellos y, ab razán ­
dolo, les d ijo: ‘El que reciba a uno de estos pequeños en m i nom ­
bre m e recibe a mi, y el que m e recibe, no es Mí a l que recibe, sino
a Aquel que m e h a enviado.’ (M arcos 9, 30-37)”

Entonces, en la misma carta del 17 de diciembre de 1835,


San Martín explicó a Guido cómo haría para seguir esta regla
de oro en la realidad que vivía y por qué:
“ Yo agu ard o a m is h ijos en todo el próxim o m ayo. ü d . m e d irá
que es sorprendente que cuando el país presen ta m ás g aran tías de
seguridad y orden les h ag a h acer este viaje, en lu g ar de ir a unir­
me con ellos. A esto respondo, que Ud. debe conocer como yo, que
m i presencia en Buenos Aires en estas circunstancias h aría mi
posición fa lsa , y em barazosa, h asta tan to que el orden no se h aya
establecido de un modo firm e y perm anente. (Yo tengo m uy pre­
sen te lo que me sucedió a m i regreso del Perú, y cuando el año
29 llegué a esas balizas; es decir, que todos los dem agogos, am ­
biciosos, intrigantes, etc., etc., me quisieron tom ar o escudarse con
m i nombre p a ra sus fines particulares, llegando su im pavidez h a s­
ta el grado de leer en los cafés ca rta s supuestas m ías). H asta que
e sta época feliz no llegue, no he querido privarm e del placer de
e star en com pañía de los objetos que m e son m ás apreciables en
e sta vida y que en m i edad avan zad a y ach acosa m e son y a ne­
cesarios sus cuidados. / . . . / ” 59.
Casi un año después, la convicción de San Martín sobre la
necesidad de un orden estable en los países americanos, quedó 589

58 Alfredo Sáenz. E l Cardenal Pie. B s. As., 1987, págs. 404 y 405.


59 AGN 16-1-1, Doc. 220, 221.

— 104 —
ratificada en la carta a O’Higgins del 18 de octubre de 1836,
en la que, refiriéndose al Perú, expresó:
“ / . . . / me asiste la confianza de este ensayo de Estados federales,
ten ga un buen éxito, fundado en el carácter firm e y organizador
de S a n ta Cruz, y la experiencia que éste h ab rá adquirido con el
ejem plo de las incesantes conmociones de las nuevas R epúblicas,
que en mi opinión no necesitan p a ra ser felices, /m á s/ que orden
y estabilidad en sus instituciones, sean cuales fueren el sistem a
que la s rijan / . . . / 60.
E sta carta también nos proporciona interesantes pormeno­
res sobre la vida del Libertador en su “último lugar” a donde
voluntariamente se había confinado:
“Dije a Üd. en m i anterior que en vista de la fa lsa posición de mi
hijo político en Buenos Aires, le h abía prevenido viniesen a ú n a ­
sem e; así lo h a verificado con m i h ija en fines de julio en buena
salud y con el aum ento de un a niña que dio a luz a los quince
<»ag fle su llegada, por consiguiente aquí me tiene Ud. con dos
nietecitas que no d ejan de contribuir a h acer m ás llevaderos m is
viejos días /■ ■ •/” 61•
Como en el fragmento del Evangelio citado m ás arriba, en
el que Jesús tomó a ese niño en sus brazos, San Martín pudo
abrazar a sus nietitas, y al recibirlas, alcanzar la gracia divina
de recibir a Cristo y a su Padre que está en los cielos.

L a solución política antiliberal de San Martín para


su Patria desde 1836
Después de casi dos años del segundo Gobierno de Rosas,
San Martín volvió a patentizar su total desprendimiento del
liberalismo, en la carta a Guido del 26 de octubre de 1836, don­
de escribió:
“ / . . . / Veo con placer la m arch a que sigue n uestra P a tria: desen­
gañém onos, nuestros p aíses no pueden ( a lo m enos por m uchos
añ os) regirse de otro m odo que por gobiernos vigorosos, m as claro
DESPOTICOS. Si S an ta Cruz en lugar de an d ar con paños calien­
tes de Congresos, soberanía del pueblo, etc., etc., hubiese dicho
fran cam en te sus intenciones (porque é stas son bien palpables) yo
no desconfiaría del buen éxito, pero los 3 Congresos que tiene sobre
sí, d arán con él en tierra y lo peor de todo h arán la ruina del
país. No hay otro arbitrio p ara salvar un Estado que tiene (como
el Perú) muchos d o c to r e s ... que un gobierno absoluto / . . . / ” 62.
La solución política de San Martín surgía a la luz de la
experiencia vivida, en forma nítida y precisa, porque fue medi­
tada profundamente por una mente lúcida y talentosa, que unía
a la prudencia, un acendrado y probado amor a la Patria y a

60 Archivo O’Higgins, Tomo IX , Doc. 25, pág. 64.


61 Ibíd em Nota N9 60, precedente.
62 AGN 16-1-1, Boc. 223.

— 105
sus compatriotas especialmente. Por m ás que San Martín se
expresó en forma terminante, no virtió un esquema intelectual,
sino el resultado de una solución concreta, la mejor para el
bien común de la Patria. Su desconfianza por las corporacio­
nes, teorizadas por el liberalismo en “ el gobierno por asam­
bleas”, no es una aversión antojadiza, sino el producto de una
larga experiencia de fracasos y desastres que han hecho correr
“ ríos de sangre americana”, como escribió varias veces y trans­
cribí m ás arriba.
Frente a “las locas teorías” —como las llamó—, y esque­
m as inventados por las mentes calenturientas e impías de los
liberales, que desembocaron en el caos y la infelicidad de sus
compatriotas, San Martín abogaba por una solución autoritaria
para asegurar el reinado de la paz, que definió Santo Tomás
de Aquino como “la tranquilidad en el orden”.
San Martín no elucubró una doctrina política dogmática,
como el liberalismo, que preconizó una forma o sistema a apli­
car en todos los casos, sino que, genial estratega y táctico ave­
zado, sabía perfectamnete que cada situación debía ser analiza­
da de acuerdo con los factores o elementos circunstanciales
que la conformaban, especialmente la idiosincracia y la tradi­
ción histórica, para deducir la solución m ás adecuada y reali­
zable para el bien común de los compatriotas que amaba. En
suma, nos legó en esas breves líneas una clase magistral de pru­
dencia política que no se ha conocido ni ha sido suficiente­
mente practicada por nosotros, sus descendientes.
Pero con respecto al autor de la obra política que suscita­
ba sus definiciones, San Martín no iniciará su correspondencia
directa con Rosas hasta mediados de 1838, motivado por el ina­
ceptable e injusto bloqueo del Gobierno de Francia, para ofre­
cer sus servicios a la Patria, estableciéndose así un nexo firme
y sólido entre estos dos grandes argentinos, que sobrevivirá
aun a la muerte del Libertador. Mas esta etapa, que vale la
pena recordar porque involucra nuevas lecciones inolvidables
del padre de la Patria y los altos servicios que Prestó a la Na­
ción, merecen capítulo aparte, por lo que continuará.

— 106 —
PRÓLOGO FENOMENOLÒGICO 1

C o r n e l io F abro
T r a d u c t o r : M a rio C a p o n n e t t o

Cornelio Fabro, uno de los m ás grandes filósofos de


nuestro tiempo, ha desarrollado sus investigaciones en dos
cam pos fundam entales: de un lado, la M etafísica a la que
ha renovado con su doctrina de la participación; de otro,
la psicología a la que ha hecho aportes sustantivos y en la
que ha reivindicado la vigencia de las tesis del realism o
frente a la caducidad de los criterios de la llam ada “psico­
logía científica”, en sus múltiples m anifestaciones (funda­
mentalmente la Escuela de la Gestalt).
En el presente trabajo, cuya versión española hemos
realizado, se reúnen el contenido de los respectivos prólo­
gos de las conocidas obras L a Fenom enología d ella Perce-
zione y Percezione e Pensiero, am bas ya traducidas a nues­
tro idiom a y publicadas. E l título “Prólogo Fenomenolo-
gico” enfatiza, a nuestro juicio, el hecho central de la inves­
tigación de Fabro: hacerse cargo de los problem as que
una Fenomenología, sin pretensiones de saber sistem ático
ni resolutivo sino con el m ás modesto propósito de poner
en evidencia los “datos” y los “hechos” de la experiencia
incontaminada, ha puesto ante nuestra vista. De este modo
se ha generado un “clim a” particular en el cual ha orne-
dado bien en claro que ciertos “principios” otrora incon­
movibles (el “principio de la asociación” y el “principio de
inmanencia”) y que durante mucho tiempo esterilizaron los
esfuerzos de la investigación científica, hoy ya no pueden
sostenerse; sencillamente la Fenomenología, los ha recusa­
do. Pues bien, en este clima tan especial, Fabro ha recor­
dado que la “antigua y veneranda” _doctrina del Realism o
—tal como fue elaborada desde Aristóteles, Avicena y To-
m ás de Aquino— tiene mucho que decir y que es sólo recon­
duciendo nuestros “datos” a los principios perennes de ese
Realism o como podrán superarse las limitaciones de una
psicología que, pese a todos los esfuerzos, sigue atada al
dualismo cartesiano (Nota del traductor). i

i S e tra ta de la s o b ra s gem elas La Fenomenología de la Percepción,


I ed ft/riian 1941; I I ed. B resc ia, M orcelliana, 1961, 530 p ág s.; Percepción y
Pensamiento, Ibíd . 1961, 651 p ág s. L a s d o s o b ra s vienen p ro v istas de am ­
p lia s b ib lio g ra fías (I, p ág s. 9-22; II, p ág s. 19-31). A m bas ediciones están
ag o tad as. E l p roblem a m etafisico e s tratad o, propiam ente, en la segun­
d a o b ra (edit. cit., p ág s. 507-584: hay en p rep aració n u n a trad u cción
a le m a n a ).

— 107 —
encomendadas las empresas de Kaquel Huincul, de la Bahía Blanca y
Costa Patagónica, la Nueva Buenos Aires (la actual Pilar) y demás
establecimientos; por mis amigos y enemigos; por las personas de mi
especial obligación, según el orden de la caridad y de justicia, y por
aquellas que yo alguna vez hubiese escandalizado’ ”64.
Su partida de defunción señala: “murió de muerte natural y recibió
los Santos Sacramentos” el 12 de marzo de 1832 (L.III f. 169, Archivo
de la Catedral de Paraná)65.

B ibliografía

SALDÍAS, Adolfo; Vida y Escritos del P. Castañeda, Amoldo Moén y Hermano


Editores, Buenos Aires, 1907.
CAPDEVILA, Arturo; E l Padre Castañeda - Aquel de la Santa Furia, Austral
- Espasa-Calpe, Buenos Aires, 1948.
BRUNO, Cayetano, SDB; H istoria de la Iglesia en la Argentina, Vol. Vili,
Ediciones Don Bosco, Buenos Aires, 1972.
FURLONG, Guillermo; "Francisco de Paula Castañeda", en Mikael 1 (1973)
36-53.
IBARGUREN, Federico; Nuestra Tradición H istórica, Dictio, Buenos Aires,
1978.

64 BRUNO, Cayetano, ap. cit., p. 547.


65 Ibíd., p. 545.

- 100 -
L A G U E R R A F R A N C O A R G E N T IN A 1838-42
S A N M AR TÍN Y E L LIB E R A LIS M O

Coronel Héctor J uan Piccinali

Bajo el título general, “San Martín y el Liberalismo,” se han pu­


blicado en GLADIUS las siguientes partes: I. San Martín ante el
liberalismo, en GLADIUS N 7; II. San Martín contra el liberalis­
mo en la oiganización de la Nación, en GLADIUS N 10; III. San
Martín contra el liberalismo en Chile, en GLADIUS N 12; IV. San
Martín implantó en el Perú el mejor régimen político contrario
al liberalismo, en GLADIUS N 14; V. Los liberales contra San
Martín, en GLADIUS N 16; VI. y VII., continuación de V. en
GLADIUS N 17 y 19; VIII. San Martín se libró del liberalismo,
en GLADIUS N 20; IX. Continuación de VIII, en GLADIUS N 21;
X. Continuación de VIII. y IX., en GLADIUS N 22; XI. La que
aquí se expone.

S A N M A R T IN A N T E L A A G R E S IO N F R A N C E S A
Y D E S U S A L IA D O S U N IT A R IO S E N L A G U E R R A
F R A N C O -A R G E N T IN A (1838/42)

L a s gran des potencias rivalizaban en ejercer su p o d er en todas


las regiones del mundo

I
nglaterra había asegurado una red mundial de bases estratégicas,
insulares o periféricas, para dominar las rutas oceánicas y el co­
mercio, en los grandes ríos como la cuenca del Plata, imponiendo
su libre navegación, si era necesario, a cañonazos. Desde 1807 tenía
un comodoro de estación en el Plata, con oficinas en Buenos Aires y
Montevideo. Como se sabe, en enero de 1833, se apoderó de las Islas
Malvinas, desde donde dominaba la confluencia de ambos océanos, a
expensas de la soberanía argentina.

Gladius N2 25 ■Año 1992 - 101-


Francia iba a la zaga de Inglaterra que desde principios del siglo
XIX tenía la supremacía mundial. Pero desde la llegada al trono de
Luis Felipe de Orleáns, por la revolución de julio de 1830, aquélla acen­
tuó su política colonialista propugnada por Thiers, historiador y perio­
dista liberal, famoso por sus publicaciones sobre la revolución francesa
de 1789. Fue diputado y en 1832, Ministro del Interior, en momentos
difíciles para la monarquía que .supo conjurar, y enfrentando la rivali­
dad de Guizot, descolló durante casi cuarenta años, perpetuándose en
el gobierno por empeñarse en lograr éxitos en la expansión colonial
cuyos primeros escenarios fueron Argelia y Marruecos, Turquía y Medio
Oriente. *
Mientras España se sumía en las tinieblas de una interminable y
sangrienta guerra civil, Francia se aprestaba para hacerse presente en
la América española. Pronto el comercio francés con estas inmensas
regiones le deparó saldos espectaculares y la codicia despertó ambicio­
nes de dominación política. Como los portugueses e ingleses desde el
siglo XVI, Francia fijó sus miras en Montevideo como puesto interna­
cionalizado, y enseguida soñó con colonizar la Banda Oriental, Entre
Ríos, Corrientes y las Misiones, dejando el resto de la Confederación
argentina para compartirlo con Inglaterra.

L a gu e rra contra Santa C ruz


(C on federación Peru an o-bolivian a)

No fueron ajenos a esos prepotentes planes de avasallamiento de


las soberanías de las jóvenes repúblicas, los conflictos que se suscitaron
en 1837 entre la Confederación Argentina, Chile, la Confederación Pe­
ruano-boliviana del General Santa Cruz, y el Estado Oriental. Santa
Cruz empezó con un intento indirecto de desconocer el régimen insti­
tucional argentino, pretendiendo acreditar al General Armanza como
encargado de negocios y cónsul general en Buenos Aires provincial, a
quien Rosas puso en su lugar, contestando que sólo sería recibido como
todos los agentes extranjeros, por el Encargado de las Relaciones Ex­
teriores de la Confederación Argentina. En el otro extremo de las fron­
teras de ésta, había sido elegido Presidente de la República Oriental
el General Manuel Oribe el 1 de marzo de 1835. Fructuoso Rivera, que
era Comandante General de Armas, se sublevó contra el Gobierno
constitucional el 16 de julio de 1836, de acuerdo con Lavalle y los emi­
grados unitarios que vivían en Montevideo. Rivera asoló la campaña
oriental pero finalmente fue derrotado por Oribe en el combate de Car­
pintería el 19 de septiembre de 1836, huyendo aquél a Brasil perdiendo
su equipaje donde se encontró correspondencia que evidenciaba que el
alzamiento de Rivera respondía a una extensa conjura de los unitarios,
que habían ofrecido a Santa Cruz -asignándole una supuesta sucesión

-1 0 2-
americana de Bolívar-
provincias chilenas y
argentinas limítrofes, y
a Rivera, Entre Ríos y
Corrientes. Informes
coincidentes llevó a,
Buenos Aires un agen­
te confidencial del Go­
bierno chileno, hacien­
do saber la intención
del gobierno de Porta-,
les de declarar la gue­
rra a Santa Cruz.
Rosas emitió una
circular a las provin­
cias alertándolas y re­
capitulando las agre­
siones del belicoso veci­
no contra nuestra fron­
tera Norte, su ruptura
del equilibrio súdame- S a n M artin
ricano al federar Boli- Oleo hecho en B ru se las, 1827
via con Perú por la fuer­
za de las armas, fijando aranceles aduaneros que rompían el tradicional
tráfico comercial de tres siglos.
Santa Cruz, ex subordinado de San Martín, se había granjeado las
simpatías de éste y de O’Higgins quien escribió en 1836 varias cartas
al Libertador a favor de Santa Cruz, donde, entre otros detalles, debo
destacar que el Coronel O’Brien (ex ayudante de San Martín) era edecán
de Santa Cruz (carta del 3 de agosto de 18361). También comentaba
O’Higgins que Santa Cruz había recibido en Bolivia al Cónsul francés
Martigny “comisionado por el Rey de los franceses -escribió O’Higgins
el 20 de diciembre de 183612- para entregar al General Santa Cruz, en
Bolivia, la distinción de grande oficial de la Legión de Honor, tuvo que
venir aquí/Lima/ a efectuarlo. [...]”.
Chile declaró la guerra a Santa Cruz y también lo hizo Rosas el 19
de mayo de 1837. En carta a Guido del 18 de junio de 1837, San Martín
se refirió a esta guerra sin emitir opinión, excepto sobre la presunta
incapacidad militar de Chile3. Tampoco lo hizo en la que escribió a

1 Museo Histórico Nacional. San Martín, su correspondencia 1823-1850 Bs. As.,


1911, p. 47.
2 Ibídem nota N 1 precedente, p. 53.
3 Archivo General de la Nación (en lo sucesivo, AGN) VII-16-1-1, Doc. 225, 226.

-1 0 3-
O’Higgins el 3 de diciembre de 1837, salvo sobre la situación de O’Brien,
que había sido enviado por Santa Cruz a Buenos Aires como agente
secreto:
“[...] Ya habrá Ud. sabido la violenta prisión de O’Brien en Buenos Aires. En
el momento que lo supe he escrito a todos mis amigos no sólo p ara que la
hagan m ás llevadera, sino p ara que empleen su influjo en su libertad. [.../*.

Finalmente, San Martín respetó la decisión del Gobierno de Rosas


sobre la guerra declarada, expresando a Guido en carta del 16 de
diciembre de 1838:
“[...] En fin yo respeto la decisión de es Gobierno que con presencia de las
cosas lo habrán juzgado más oportuno que no yo a la distancia que nos se­
para. [...]’*.

Rosas mantenía frecuente correspondencia con Alejandro Heredia,


Gobernador de Tucumán, designado General en Jefe del Ejército de
operaciones contra Santa Cruz, por decreto del 16 de mayo de 1837.
Por sobre las provincias independientes prevaleció el ineludible interés
argentino, pero -como escribió Julio Irazusta- “La Confederación Ar­
gentina empíricamente organizada por Rosas sufrió su primera prueba
de fuego en la guerra contra Santa Cruz.”456

L a situación en el litoral argentino y en el E stado O riental

Muerto Estanislao López, el 15 de junio de 1838, Cullen fue el


nuevo Gobernador de Santa Fe, quien se alió a Ferré y a Berón de
Astrada, de Corrientes, los que intentaron influir sobre el Gobernador
de Entre Ríos Pascual Echagüe, proponiéndole insistir en la organi­
zación constitucional y denunciar el tratado con Inglaterra de 1825,
que no podía ser otra cosa que una insidia unitaria ya que a nadie podía
escapar que esto último era crearse, además de los franceses, otro ene­
migo, y nada menos que la potencia más poderosa de la tierra, intento
políticamente insensato y ridículo, sino que revelaba una traidora
alianza. La política realista y conveniente era separar a las grandes
potencias, no echarlas todas juntas sobre la Confederación Argentina,
como propoma estultamente Berón de Astrada, pésimamente aleccio­
nado por Cullen7.

4 Archivo Nacional de Chile. Archivo de Don Bernardo O’ Higgins. (en lo suce­


sivo, A. O’H.) Tomo IX, Doc. 27, p. 71.
5 AGNVII-16-1-1, Doc. 227.
6 Julio IRAZUSTA. Historia de la Confederación Argentina. Tomo 2, pp. 51, 52
7 Idem Nota N 6 precedente, pp. 195, 196.

- 104-
Mientras tanto en la Banda Oriental reapareció Rivera unido a
Lavalle atravesando el Río Cuareim (actual frontera con el Brasil) a
mediados de mayo de 1837 al frente de unos 1.000 hombres. Manuel
Oribe le salió al encuentro y lo derrotó sobre el Arapey, en Yucutuyá,
el 22 de agosto de 1837, y volviendo a alcanzarlo en el Yi, a la vista de
Durazno, lo volvió a derrotar el 21 de noviembre de 1837. Rivera, frac­
cionando sus fuerzas, prosiguió la guerra de recursos, saqueando las
propiedades sin consideración alguna, burlando la persecución de Ori­
be, fusilando en los pueblos a los partidarios de éste, y llegó hasta sitiar
Montevideo, retirándose al llegar Oribe, para pasar a sitiar a Pavsandú.
Rosas bloqueó el Río Uruguay para aislarlo de Entre Ríos y de los
unitarios, pero nuestro Almirante Brown fue a su vez bloqueado por la
escuadra francesa, ya que Rivera se había aliado con el agente francés
en Montevideo, obteniendo armas y dinero en abundancia. Pero Lavalle
estaba enfermo y recién pudo ponerse en campaña a fines de febrero
de 1838 desde su Cuartel General en el Queguay (Norte de la Banda
Oriental). Manuel Oribe estaba entre el Río Negro y el Yi, y avanzó al
encuentro con Rivera, que marchaba hacia Santa Ana. El 15 de junio
de 1838, cerca de El Palmar, Oribe chocó con Rivera que mandaba la
vanguardia y la dispersó, pero pronto intervino el grueso a órdenes de
Lavalle. A las tres de la tarde, Oribe fue derrotado quedando toda su
infantería prisionera, perdiendo sus caballadas, abastecimientos y
equipaje. La División de Lavalle persiguió a Oribe. Rivera ocupó los
departamentos próximos a Montevideo y la Colonia, que se rindió el 13
de julio de 1838. A Oribe sólo le quedaban Montevideo y Paysandu,
bloqueados por los franceses8.
Entretanto, en Santa Fe, Rosas apoyó las ambiciones de Juan Pablo
López, hermano de Estanislao; Cufien amenazado por las tropas de
aquél, por Buenos Aires y Entre Ríos, renunció y se retiró a Córdoba a
fines de -septiembre de 1838, al no conseguir una decisión a su favor
por parte de Corrientes, acusado por Rosas por estar en connivencia
con los franceses, que habían reforzado sus medios navales en el Río
de la Plata en agosto de 1838, integrando una escuadra de 18 barcos
de guerra y numerosas embarcaciones menores, al mando del Almi­
rante Leblanc, experimentado en Argelia en esta clase de guerra colo­
nialista. El bloqueo declarado se hizo efectivo9.

8 Adolfo SALDÍAS. Historia de la Confederación Argentina. Tomo 2, pp. 51, 52.


9 Ibídem nota N 6, pp. 196, 197 y José Luis Busaniche. Domingo Cullen. Bs. As.,
1939.

- 105 -
San M artín ante la g u e rra franco argen tin a ofreció
sus servicios

Esta guerra era en efecto por la independencia sudamericana, ya


que la imposición francesa de obtener, por las buenas o por las malas,
las mismas ventajas comerciales logradas por los ingleses, era un claro
intento de sojuzgarlas, tratándolas como si fueran colonias dependien­
tes, ya que, si se sometían, de hecho lo eran. La acción francesa para
cumplir este avieso propósito no sólo se desató contra la Confederación
Argentina, sino también contra Méjico, Chile, Perúy el Estado Oriental.
San Martín interpretó correctamente esta nueva situación creada
por Francia: era una guerra contra Sudamérica y él respondió con su
permanente amor a la Patria, consecuente siempre con su lucha por la
independencia sudamericana. En la carta a Rosas del 3 de agosto de
1838 que transcribiré a continuación, se verá su ejemplar actitud. En
la primera parte de este memorable documento, para evitar que alguien
pudiera tildarlo de ambicioso cuando volviera a Buenos Aires para de­
fender a su Patria, San Martín describió las suposiciones infundadas
que los liberales enemigos le endilgaron en 1823, previniéndose así
contra cualquier repetición de las suspicacias. Vale la pena leer bien
estas palabras del Libertador que nunca dejarán de ser un modelo para
argentinos y sudamericanos:

“Grand Bourg, 7 leguas de París, 3 de agosto de 1838.”

“Exento, señor Capitán General Don Ju an Manuel de R osas.”


“Respetable General y Señor:”

“Separado voluntariamente de todo mando público el año 823, y retirado en


mi chocara de Mendoza, siguiendo por inclinación y cálculo una vida entera­
mente aislada, creía que este sistem a, y m ás que todo mi vida pública en el
espacio de diez años, me pondría a cubierto con m is compatriotas de toda idea
de ambición a ninguna especie de mando: me equivoqué en mi cálculo: a los
dos meses de mi llegada a Mendoza, el Gobierno que en aquella época man­
daba en Buenos Aires no sólo me formó un bloqueo de espías (entre ellos uno
de m is sirvientes) sino que me hizo una guerra injusta, y poco noble en los
papeles públicos de su devoción, tratando a l mismo tiempo de hacerme sos­
pechoso con los demás Gobiernos de las Provincias; por otra parte, los de la
oposición, hombres que en general no conocía ni aún de vista, hacían circular
la absurda idea que mi regreso del Perú no tenía otro objeto que el de derribar
la adm inistración de Buenos Aires y suplantarm e a ella, y para corroborar
esta idea, mostraban (con una imprudencia poco común) cartas que ellos su­
ponían les escribía. Lo que dejo expuesto me hizo conocer que mi posición era
falsa, y que por mi desgracia había figurado dem asiado en la guerra de nues­
tra independencia p ara poder gozar en mi Patria (por entonces) la paz y tran­
quilidad que mi edad y diez años de una vida dem asiado agitada me hacían

- 106 -
desear; en estas circunstancias decidí venir a Europa con la consoladora es­
peranza de que el país ofreciese garantías de orden p ara regresar a él.La épo­
ca la creí oportuna el año,funesto de 829; a mi llegada a Buenos Aires, me
encontré con la guerra civil, preferí un huevo ostracismo a tem ar parte alguna
en la s disenciones. Desde aquella época seis años de males han deteriorado mi
constitución, pero no mi moral, ni los deseos de ser útil a nuestra Patria. Me
explicaré.*

“He visto por los papeles públicos de éstijt el bloqueo que el Gobierno francés
ha establecido contra esa C apital: ignoro los resultados de esta medida; si son
los de la guerra, yo se lo que mi deber me impone como americano, pero mis
circunstancias, y la de que mis compatriotas no fuesen a creer me supongo un
hombre necesario, hace (por mi exceso de delicadeza que Ud. sabrá valorar) el
que espere las órdenes de Ud. sobre este particular, su Ud. me cree de alguna
utilidad. Inmediatamente de haberlas recibido me pondré en marcha para
servir a mi Patria, en la guerra contra la Francia, y en cualquier clase que se
me destine, con la misma decisión, y desinterés que lo he hedió anteriormente.
Concluida la guerra me retiraré a un rincón, esto es, si nuestro país ofrece
seguridad y orden, de lo contrario, regresaré a Europa, aunque con el sen­
timiento de no depositar mis viejos huesos en la Patria que me vió nacer.”

“He aquí señor General el objeto de esta carta: en cualquiera de los dos casos,
es decir, que mis servicios sean o no aceptados, yo tendré una completa satis­
facción en que Ud. me crea sinceramente su atento y apasionado servidor Que
Besa Su Mano

José de San M artín10

A preciación estratégica de San M artín sobre la difícil situación


de la Confederación A rgen tin a a fines de 1838

Mientras el 31 de agosto de 1838 Lima caía en poder de las tropas


chilenas, mejorando las perspectivas en el frente Norte de la guerra
franco-argentina, la tensión se agudizaba en la Confederación especial­
mente en el litoral rioplatense. El Almirante francés Leblanc, con los
refuerzos recibidos de Europa, apretó el bloqueo y envió un ultimátum
al Gobierno argentino el 23 de septiembre de 1838 que fue rechazado
por Rosas. Enseguida llegó de París el agente Buchet Martigny con
enérgicas instrucciones del gabinete francés; y en su cumplimiento, el
11 de octubre de 1838 desembarcaban las tropas de Francia en Martín
García con el apoyo de 800 cañones de la escuadra enemiga, y la ocu­
paron, después de vencer la heroica resistencia de la pequeña guar­
nición argentina a órdenes del Comandante Jerónimo Costa. Rivera,
aliado con el agente francés, mientras la flota enemiga bloqueaba Mon­

10 Archivo del Dr. Ricardo Levene. Fotooopiado en Ricardo Levene. El genio polí­
tico de San Martín. Bs. As, 1970. Láminas.

- 107 -
tevideo, intimó a Manuel Oribe a dejar el gobierno el 24 de octubre de
1838, y éste, ante la irresistible presión, cedió protestando ante la Le­
gislatura oriental que lo hacía ante la violencia de una facción armada
apoyada por la marina francesa para destruir el orden legal de una
República que nada había hecho contra Francia. El Presidente Oribe
se retiró a Buenos Aires, quedando el Estado Oriental bajo el gobierno
títere de Fructuoso Rivera, constituyendo la base de operaciones y el
puesto de comando francés para conducir la segunda fase de una coa­
lición con los gobernantes locales desde Bolivia, el litoral y las pampas
bonaerenses, donde corrió un reguero de sangre argentina entre 1838
y 1842.
En Buenos Aires, Rosas y Oribe establecieron una alianza en los
términos de las palabras del primero, según relato del Jefe oriental:
“Perfectamente, señor Presidente. Pero como los u n itario s son la p a la n c a m á s
p oderosa p a r a mover todo lo que p u e d a venir contra a m b a s R epúblicas, ay ú ­
dem e Ud. con su p ericia y su c a p a c id a d m ilita r p a r a concluir con ellos aquí,
ocupando Ud. un puesto de p rim era f ila en el Ejército, que después yo me
comprometo a ay u d arlo con otro Ejército p a r a in v a d ir su P a tria y poner la s
co sas en orden, comprometiéndome no obstan te esto, a a y u d a r a Ud. en c u a l­
qu ier momento que me lo p id a, siem pre que peligre la N ación O riental y se a
urgente socorrerla. E l G eneral Oribe aceptó e sta proposición

San Martín, desde París,


escribía a Guido el 16 de novi­
embre de 1838, una aprecia­
ción estratégica cuyo acierto
es notable a pesar de la dis­
tancia y el tiempo que lo sepa­
raba de su Patria, como puede
verse:
“[ .- ] E l bloqueo d e los fran ceses es
otro asu n to m ás v ital p a r a ese p aís,
p u e s no sólo le q u ita los solos recur­
so s que tiene p a r a sostener la gu erra
contra el Perú, sin o que lo h a im po­
sib ilita d o de socorrer la B a n d a
O riental cuya posesión p o r Fructuo­
so h a r á revivir el p artid o unitario, y
p o r consiguiente, p rolon gar los m a ­
les en n u e stra P a tria . E ste injusto
bloqueo (que no d u d o se rá aprobado
p o r este Gobierno sosteniendo la 1

11 Aquiles B. ORIBE. Brigadier General D. Manuel Oribe, estudio científico acer­


ca de su personalidad. Montevidéo, 1912. Tomo I, p.181.

- 108-
conducta de su Almirante y cónsul) no me causaría tanto cuidado, si entre
nuestros compatriotas hubiera más unión y patriotismo que el que en reali­
dad existe; pero con los elementos tan discordantes de que se compone nuestro
país, temo mucho que el Gobierno pueda sostener con energía el honor na­
cional y se vea obligado a suscribir a proposiciones vergonzosas, últim a des­
gracia que puede caberle a un pueblo que tiene sentimientos de honor

En cuatro trazos San Martín pintó la realidad de la situación rio-


platense dificilísima ante tanta traición unitaria, que debía solucionar
Rosas, y que San Martín deploraba no poder contribuir a remediar,
como escribió en la misma carta:
M i sa lu d sigu e bien, debido en m i opinión a la tra n q u ilid a d que disfruto;
a la verdad es bien sensible e sta r se p arad o de m i P a ís n atal, pero mucho peor
es el p resen ciar s u s m ales sin poderlos rem ediar .”12

Los unitarios accionaron, aliados con los franceses, p a ra m al


de la P atria, como lo avizoró San M artín.

El 12 de noviembre de 1838, el General en Jefe de la guerra contra


Santa Cruz, Alejandro Heredia, fue asesinado en proximidades de San
Miguel de Tucumán, en una emboscada armada por oficiales de esta
provincia, que respondían a Marco Avellaneda. Hasta allí llegaron las
insidias de Cullen que esperaba, como los franceses, que Rosas caería
en unas semanas. Se desprende de una carta de Ferré a Berón de As-
trada que Cullen fue el autor del Manifiesto que el Gobernador de
Corrientes acompañó a su declaración de guerra a Rosas el 23 de febrero
de 1839. El intrigante, depuesto en Santa Fe, se fue a Santiago del
Estero, donde persuadió a Felipe Ibarra sobre la inminente caída de
Rosas, y así éste facilitó la revuelta de Pedro Nolasco Rodríguez en
Córdoba, donde fue derrotado por Manuel López, el único gobernador
de la región central que se mantuvo fiel a Rosas, a quien los demás
creían apretado entre las pinzas de la tenaza formada por Santa Cruz
en Bolivia y los franceses en el Plata. Así lo habían pronosticado sus
enemigos: Roger, el agente francés en abril de 1838, Cullen en septi­
embre de 183813.
Rivera envió un francés, Duboue, a todas las provincias llevando
las condiciones del levantamiento del bloqueo: retirar a Rosas el en­
cargo de las relaciones exteriores y acordar a Francia la cláusula de la
nación más favorecida en el intercambio comercial. La correspondencia
sobre esto fue interceptada por Rosas que por tanto sabía qué se tra­
maba en el interior de la Confederación.

12 AGN VII-16-1-1, Doc.227.


13 Ibídem notas N 6 y 8.

- 109 -
En medio de esta azarosa e inquietante situación, Rosas contestó
el 24 de enero de 1839, la carta de San Martin donde éste ofreció sus
servicios a la Patria agredida, agradeciéndole y vaticinando que en
Europa podía prestar buena cooperación, como realmente ocurriría más
adelante, y elogiando la obra de San Martín por la independencia su­
damericana, como se puede leer:
[...] le doy lleno de contento las más expresivas gracias por la noble y gene­
rosa oferta que se sirve hacerme de sus servicios a nuestra Patria en la guerra
contra los franceses; [...] mucho más cuando concibo que permaneciendo Ud
en Europa, podrá prestar en lo sucesivo a esta República sus buenos servicios
en Inglaterra o Francia

Al hacer a Ud esta franca manifestación, sólo me propongo darle una prueba


del alto aprecio que me merece la importancia de su persona, recordando lo
mucho que debe a sus afanes y desvelos la independencia de esta República,
como también las de Chile y Perú; más no exigirá Ud ninguna clase de sacri­
ficio que le sea penoso, ni menos que se prive del placer que podrá tener en
volver cuanto antes a ésta su Patria, en donde su presencia nos sería muy
grata a todos los patriotas federales.”

“Los adjuntos cuadernos impresos darán a Ud una idea de los sucesos de este
país en 1838.”

“Que Dios conceda a Ud la mejor salud y ventura, es el voto constante de su


muy atento servidor y compatriota

Ju an Manuel de Rosas. "14

Por esos días, Santa Cruz fue derrotado completamente por los
chilenos al mando del General Bulnes, el 20 de enero de 1839, en Yun-
gay, en pleno Perú, deshaciéndose la Confederación peruano-boliviana,
haciéndose cargo del gobierno peruano el General Gamarra. Frente a
este resonante éxito del aliado de Rosas, apareció públicamente la
alianza uruguayo-correntina con la declaración de guerra de Rivera a
Rosas el 7 de marzo de 1839. En estas condiciones, también Berón de
Astrada resultaba cómplice del enemigo francés15.
Entre Ríos, al mando del General Pascual Echagüe, se preparó
activamente para esta guerra, y en marzo de 1839 avanzó sobre
Corrientes rápidamente para evitar la unión de las fuerzas de Berón
y Rivera. El 31 de marzo de 1839, en el extremo S.E. de Corrientes,
sobre el Arroyo Pago Largo chocaron los ejércitos correntino y
entrerriano. La batalla se decidió por una carga de la caballería al
mando del Comandante Justo José de Urquiza que provocó el desbande

14 Ibidem nota N 1, pp. 126, 127.


15 Ibidem nota N 6, pp. 232,233.

- 110-
del adversario seguido de una tenaz persecución que lo diezmó, en la
que murió Berón de Astrada1617.
Después de Pago Largo, y de conjurarla asonada en Córdoba, Rosas
aflojó la presión sobre los enemigos: dio al General Paz, prisionero en
Luján, la ciudad de Buenos Aires entera como lugar de detención, el
20 de abril de 1839; recibió como amigo habitual en su casa de Palermo
al General Gregorio Aráoz de Lamadrid; proporcionó indultos nume­
rosos en Córdoba y Buenos Aires, sin perder el hilo de la conspiración
del Teniente Coronel Ramón Maza -íntimo amigo de su casa- que se
preparaba en la Capital y que podía seguir a través de un escribiente
traidor de su Secretaría, Lafuente, que se escribía con Félix Frías .
La valle primero miró con repugnancia la falta de patriotismo de
Rivera y de los unitarios que colaboraron conlos colonialistas franceses.
Pero después fue convencido por Florencio Varela, Alberdi, y otros jóve­
nes emigrados en Montevideo, y el 9 de abril de 1839 se alió con los
enemigos de la Patria, precisamente cuando la situación de los gober­
nadores del centro y norte del país empezaba a resultar favorable a
Rosas. El 4 de junio de 1839, Ibarra le anunció a Cullen, refugiado en
Santiago del Estero, que lo mandaba engrillado a Buenos Aires, y al
entrar en esta Provincia fue fusilado por orden de Rosas publicándose
esta noticia en la Gaceta Mercantil del 25 de junio de 1839. Ante esto,
los conspiradores de Buenos Aires se impacientaron y no se cuidaron
en mostrarse desafiantemente, y Rosas conjuró de inmediato la suble­
vación empezando por hacer fusilar en Santos Lugares el 28 de junio
de 1839 al Teniente Coronel Ramón Maza, hijo del hombre de confianza
de Rosas, doctor Vicente Maza, Presidente de la Legislatura de Buenos
Aires, quien fue asesinado enseguida, no por orden de Rosas, como han
intentado hacer creer los unitarios, sino por los mismos conspiradores
que al sentirse descubiertos, se asustaron, como consta en el testimonio
del ministro de Relaciones Exteriores, doctor Arana, y en sumario que
Rosas dispuso levantar y suspender después ante las numerosas res­
ponsabilidades que surgían contra los aparentes rosistas que habían
pagado al asesino, un oscuro sujeto sentenciado por Rosas a la pena de
muerte por ello. La propaganda unitaria por supuesto, se la adjudicó
a Rosas. “Dos o tres días después del asesinato -escribió Adolfo Sal-
días18- don Juan N. Terrero le refería a Rasas los esfuerzos que hicieron
para llevarlo a su presencia /al doctor Maza/. ‘Es que el doctor Maza
había perdido la cabeza - le repuso Rosas-; ya andan diciendo los uni­
tarios que yo he mandado matarlo. El doctor Felipe Arana, ministro
de Rosas en 1839, requerido mucho después del año 1852 por su pari­

16 Ibidem nota N 8, pp. 96, 97.


17 Ibidem nota N 6, pp. 243, 244.
18 Ibidem nota N 6,-T. 2 pp. 114, 115.

- 1 11 -
ente el historiador chileno don Diego Barros Arana sobre cuál había
sido la participación de aquél en el asesinato de Maza, respondió en
tono de la más profunda convicción: ‘Ninguna’.”

San M artín condenó con fulm inante anatem a a los traidores


aliados con los enem igos de la P atria

“Grand Bourg, 7 leguas de París, 10 de julio de 1839.”

“Exmo. señor Capitán General D. Ju an Manuel de Rosas.”


“Respetable General y señor:”

“Es con verdadera satisfacción que he recibido su apreciable del 24 de enero


del corriente año; ella me hace más honor de lo que mis servicios merecen; de
todos modos, la aprobación de éstos por los hombres de bien, es la recompensa
más satisfactoria que uno puede recibir.”

“Los impresos que Ud ha tenido la bondad de remitirme, me han puesto al


corriente de las causas que han dado margen a nuestra desavenencia con el
gobierno francés: confieso a Ud, mi apreciable General, que es menester no
tener el menor sentimiento de justicia, para mirar con indiferencia un tal vio­
lento abuso del poder; por otra parte, la conducta de los agentes de este go->
bierno, tanto en este país como en la Banda Oriental, no puede calificarse sino
dándole el nombre de verdaderos revolucionarios; ella no pertenece a un go­
bierno fuerte y civilizado; pero es que ni en la Cámara de los Pares, ni en la
de Representantes Ide Francia ¡no ha habido un solo individuo que haya exi­
gido del Ministerio la correspondencia que ha mediado con nuestro Gobierno,
para proceder de un modo tan violento como injusto; esta conducta puede
atribuirse a un orgullo nacional, cuando puede ejercerse impunemente contra
un Estado débil o a la falta de experiencia en el Gobierno representativo y a
la ligereza proverbial de esta nación; pero lo que no puedo concebir es que
haya americanos que por un indigno espíritu de partido se unan al extranjero
para humillar a su Patria y reducirla a una condición peor que la que su­
fríamos en tiempo de la dominación española; una tal felonía ni el sepulcro la
puede hacer desaparecer.”

“Me dice en su apreciable, que mis servicios pueden ser de utilidad a nuestra
Patria en Europa; yo estoy pronto a rendírselos con la mayor satisfacción;
pero, y faltaría a la confianza con que Ud me honra, si no le manifestase que,
destinado a las armas desde mis primeros años, ni mi educación, instrucción
ni talentos no son propios para desempeñar una comisión de cuyo éxito puede
depender la felicidad de nuestro país; si un sincero deseo del acierto y una
buena voluntad fuesen suficientes p ara corresponder a tal confianza, Ud pue­
de contar con ambas cosas con toda seguridad; pero estos deseos son nulos si
no los acompañan otras cualidades.”
“Deseo a Ud acierto en todo y una salud cumplida, igualmente el que me crea
es sinceramente su afecto servidor y compatriota

José de San Martín

-1 1 2 -
Como se puede apreciar, las palabras de San Martín en el 2 párrafo
tienen una terrible fuerza condenatoria para los argentinos que habían
perdido el honor nacional extraviados por su pasión de poder y la codicia
del dinero enemigo. Esta es una carta que debe recordarse todos los
días a los argentinos como modelo que nos legó el Padre de la Patria.

Rosas ofreció a San M artín la em bajada argentina en el P erú

Casi simultáneamente con la precedente carta de San Martín, es


decir, sin haberla recibido aún, el 17 de julio de 1839 Rosas firmó un
decreto nombrando “Ministro Plenipotenciario de la Confederación Ar­
gentina cerca del Exmo. Gobierno de la República del Perú, al Brigadier
General Don José de San Martín”1920.
En su afán de apelar a todos los arbitrios y reservas morales y
políticas de la Nación, inmersa en 1839 en una dura encrucijada, Rosas
ofreció, como se ha visto, la embajada ante el Perú. La maniobra política
era brillante, ya que no podía encontrar a ningún argentino con más
alto prestigio que el fundador de la independencia de esa nación.
Antes de contestar a ese nombramiento, San Martín recibió en
Grand Bourg, el 17 de septiembre de 1839, una carta de Gregorio Gómez
Orcajo, su amigo Goyo, a quien quería entrañablemente. Para poder
apreciar el valor de lo que Goyo Gómez le podía informar a San Martín
sobre la situación rioplatense, basta considerar que éste no sólo era un
conspicuo unitario, sino nada menos que uno de los delegados del Gene­
ral Lavalle -junto con los doctores Florencio Varela, Valentín Alsina,
Pórtela y Cernadas- que firmaron con el agente francés Buchet-Mar-
tigny el 22 de junio de 1840 en momentos en que la llamada Legión de
Lavalle se aprestaba a desembarcar sobre Buenos Aires (como veremos)
un protocolo en el cual se estipulaba de antemano los decretos y todas
las notas que pasaría Francia al nuevo gobierno unitario a instalarse
en Buenos Aires, después del presunto triunfo de Lavalle21.
San Martín contestó a Goyo Gómez en esta forma:

19 Ibídem nota N 1, pp. 127, 128.


20 Ibídem nota N 1, p. 129.
21 Juan Pablo OLIVER..E1 verdadero Alberdi. Bs. As., 1977, p. 172.

- 113 -
"Grand Bourg, 21 de septiem bre de 1839.

Al señor don Gregorio Gómez.”


“Montevideo.”
“Mi querido Goyo:”

“Hace cuatro días recibí tu apreciable del 11 de agosto y me apresuro a con­


testarte, pues me dice Mariano sale un buque del Havre para ésa el 24 del
corriente.”

“Es con verdadero sentimiento que veo el estado de nuestra desgraciada Pa­
tria, y lo peor de todo es, que no veo una vislumbre de que mejore su suerte.
Tú conoces mis sentimientos y por consiguiente yo no puedo aprobar la con­
ducta del General Rosas cuando veo una persecución general contra los hom­
bres más honrados de nuestro país; por otra parte, el asesinato del doctor
Maza, me convence que el Gobierno de Buenos Aires no se apoya sino en la
violencia. A pesar de esto yo no aprobaré jam ás el que ningún hijo del país se
una a una nación extranjera para humillar a su Patria.”

“A mi me ha sorprendido tanto como a ti mi nombramiento de ministro del


Perú. He renunciado a este encargo porque he creído que lejos de ser útil al
país, por el contrario sería perjudicial a sus intereses mi presencia en Lima.
Al principio de nuestras desavenencias con el gobierno francés, creí mi deber
ofrecer mis servicios a la República, pero como simple militar; esto, sin duda,
es loque ha motivado el nombramiento citado; yo, por lo menos, no tengo otro
antecedente.”

“Te he dicho y te repito que si las cosas no van bien por ésa y te ves en la
necesidad de volver a emigrar a otro destino, aquí tienes un cuartito, un asa-
doy, más que todo, una buena voluntad, pues prescindiendo de nuestra am is­
tad, sabe que todos los individuos de esta casa te aman sinceramente.”

“Todos gozamos de salud; Mercedes me encarga para ti un millón de recuer­


dos, y yo repetirte que y será siempre tu mejor amigo

22
José de San Martín"

San Martín no pudo saber a esta fecha que la conjuración del Te­
niente Coronel Ramón Maza para asesinarlo y colocar en su lugar a su
padre, el Presidente de la Legislatura, doctor Manuel Maza, era uno
de los tantos frentes de la formidable lucha por la independencia contra
los franceses aliados con los unitarios. Sin embargo, con su natural
patriotismo fustigó a su amigo: “A pesar de esto yo no aprobaré jamás
el que ningún hijo del país se una aúna nación extranjera para humillar
a su Patria.”2

22 Archivo del Museo Mitre. Archivo de San Martín.

- 114 -
También le dijo en esa carta a Goyo Gómez, en dos palabras, por
qué no podía aceptar la embajada. Las razones no las podía conocer
Rosas debidamente por no haber participado en la epopeya samartinia-
na, y no haberse escrito aún la historia de ese período de la vida de San
Martín que éste explicó pormenorizadamente en una extensa carta que
vale la pena transcribir:

“Grand Bourg, a 7 leguas de París, 30 de octubre de 1839.”

"Al Exmo. Sr. Ministro de Relaciones Exteriores de la Confederación Argen­


tina.”

“Por la honorable nota del 18 de julio del presente año, se sirve V.E. comu­
nicarme el decreto del Exmo señor Capitán General de la Provincia de Buenos
Aires, encargado de las Relaciones Exteriores de la Confederación Argentina,
de mi nombramiento como Ministro Plenipotenciario cerca del Gobierno de la
República del Perú; esta prueba de alta confianza con que me honra S.E., ha
excitado mi más vivo reconocimiento, y no correspondería a ella si no mani­
festase a V.E. las razones que me impiden aceptar tan honrosa misión.” *

“S i sólo mirase mi interés general, nada podría lisonjearme tantq como el


honroso cargo a que se me destina: un clima que, no dudo, es el que más

C a sa de S a n M artín en G ran d-B uurg


(Comprada el 25 de Abril de 1834) Su arquitectura

- 115 -
puede convenir al estado de mi salud: la satisfacción de volver a un país de
cuyos habitantes he recibido pruebas inequívocas de desinteresado afecto; mi
presencia en él, pudiendo facilitar en mucha parte el cobro de los crecidos
atrasos que se me adeudan por la pensión que me señaló el Congreso del Perú
y que sólo las conmociones políticas y casi no interrumpidas de aquel país no
han podido realizar. He aquí, señor Ministro, las ventajas efectivas que me
resultarían aceptando la misión con que se me honra; pero faltaría a mi deber
si no manifestase igualmente que, enrolado en la carrera militar desde la
edad de doce años, ni mi educación ni instrucción las creo propias para de­
sempeñar con acierto un encargo do cuyo buen éxito puede depender la paz de
nuestro suelo. S i una buena voluntad, un vivo deseo de acierto, y una lealtad
la más pura fuesen sólo necesarias para el desempeño de tan honrosa misión,
he aquí todo lo que yo podría ofrecer para servir a la República; pero S.E. el
señor Gobernador conocerá, como yo, que estos buenos deseos no son suficien­
tes. Hay más, y este es el punto principal en que, con sentimiento, fundo mi
renuncia. S.E. al confiarme tan alta misión, tal vez ignoraba o no tuvo pre­
sente que después de mi regreso a Lima, el primer Congreso del Perú me nom­
bró Generalísimo de sus Ejércitos, señalándome al mismo tiempo una pensión
vitalicia de nueve mil pesos anuales; esta circunstancia no puede menos que
resentir mi delicadeza al pensar que tendría que representar los intereses de
nuestra República ante un Estado a quien soy deudor de favores tan genero­
sos y que no iodos me supondrán con la moralidad necesaria a desempeñarla
con lealtad y honor. Hay que añadir, que no hubo un solo empleo en todo el
territorio del Perú que ocupó el Ejército Libertador, en el tiempo de mi mando,
que no fuese quitado a los españoles o poco afectos, y reemplazados por hijos
del país; y esta circunstancia debe haberme hecho una enorme m asa de hom­
bres reconocidos, lo que comprueba que, a pesar de mi conocida oposición a
todo mando, no ha habido crisis en aquel Estado sin que muchos hombres
influyentes de todos los partidos me hubiesen escrito exigiendo mi consenti­
miento p ara ponerme a la cabeza de aquella República. Con estos anteceden­
tes ¿cuál y que crítica no debería ser mi posición en Lim a? ¿Cuántos no tra­
tarían de hacerme un instrumento ajeno de mi misión y en oposición a mis
principios? En vano yo opondría a este proceder una conducta firme e irrepro­
chable; me sucedería lo que a mi llegada a Mendoza, en el año 23, que los
enemigos de la administración de Buenos Aires, en aquella época, me presen­
taban como el principal agente de la oposición, a pesar de la distancia que me
separaba de la Capital y de la conducta la más imparcial. He aquí, señor
Ministro, las fundadas razones en que, por primera vez y con sentimiento mío,
me veo obligado a no prestar mis servicios a la República y que espero se
servirá V.S. elevarlas al conocimiento de S.E. el señor Gobernador, protestán­
dole al mismo tiempo, mi más vivo y sincero reconocimiento a la alta confian­
za que me ha dispensado."

“Dios guarde a Vuestra Señoría muchos años.


23
José de San Martín "23

23 Ibídem nota N -1, pp. 129, 131.

- 116-
A lb erd i intentó neutralizar el alto im pacto del nombramiento
de San M artín, atacándolo en el periódico que escribía

Alberdi era un tucumano que nació en 1810 y vivió en Buenos Aires


de la protección de su padrino, el general Alejandro Heredia. Fue adu­
lador de Rosas en su periódico La Moda, que cesó el 27 de abril de 1838,
no por imposición de Rosas, sino porque su autor se había pasado al
enemigo francés, siendo su agente secreto desde la iniciación de la gue­
rra contra la Confederación Argentina (8 de junio de 1838). El 23 de
noviembre dé 1838, hasta entonces sindicado como buen rosista, con
pasaporte de la policía de Buenos Aires, zarpó para Montevideo. Inme­
diatamente empezó a escribir en el periódico El Nacional, fundado por
Andrés Lamas, agente del comisionado francés Buchet-Martigny. Em­
pezó en ese papel una insólita campaña a favor de los agresión francesa,
cuando aún muchos de los unitarios estaban contra el enemigo de la
Patria. Además, escribió largas cartas al General Lavalle para que se
sumara a los franceses. Bien pagado, Alberdi continuó en El Nacional
durante 18392425. Cuando se enteró del nombramiento de San Martín
como embajador en el Perú (Registro Oficial del 17 de julio de 1839),
lo comentó en carta a Lavalle, ya aliado a Francia, como uno de los
factores importantes que fortalecían a Rosas:
“[...] Por otra parte, los ingleses comienzan a pronunciarse con bastante fran­
queza en favor de Rosas; y si este pronunciamiento llega a tener la menor
autenticidad, la menor manifestación solemne y formal, el prestigio de Rosas
se hace inmenso en el acto. Además, él comienza a valerse de sofismas brillan­
tes. Acaba de nombrar ministro plenipotenciario cerca del gobierno del Perú,
al general San Martín. No vendrá el general San Martín, o vendrá tal vez
¿quién sabe? pero que no venga, que todo sea una farsa, es indudable que es
una de esas brillantes farsas que suelen tener más poder que la realidad.
£ y>25

No se trataba, como se ha visto, ni de un sofisma, ni de una farsa,


sino de una magistral maniobra política con que Rosas procuró el apoyo
de los mejores patriotas defensores de la independencia sudamericana.
Pero no deja de llamar la atención la perspicacia del observador quien
no se quedó sólo en ésto, sino que, intentando desprestigiarlo para ami­
norar el impacto político, emprendió un alevoso ataque contra San Mar­
tín en el periódico El Nacional del 13 de noviembre de 1839, donde se
puede leer una columna bajo este título: Letreros p a ra poner bajo los
retratos de los personajes que se expresan: [...]", que no eran sino de­

24 Ibídem nota N 21, pp. 131 y sig.


25 Juan Bautista Albecdi. Escritos póstumos. Tomo XV, Bs. As., 1897, pp.
639,642.

- 117-
nuestos contra éstos: Manuel Godoy (favorito del Rey de España Carlos
IV y de la Reina maría Luisa)- Bonaparte-Itúrbide-Sucre-Santa Cruz-
Bolívar, a quien le endilgó:"Gloria y tremenda muerte y/o decadencia",
para emprenderla enseguida contra San Martín, endilgándole:
“San Martín. Envanecido con glorias que debió a la suerte y a los esfuerzos de
otros, quiere hacer en Lima lo que Bolívar intentó en Colombia con mayor
caudal de poder, de riquezas, de recursos, y de prestigio. Conoce su error, y en
la disyuntiva de mandar como absoluto o reducirse a la nulidad, elige este
segundo partido, abandona la tierra, se va a disfrutar lo que la buena suerte
le dió en doce años de afanes: deja a sus compañeros corriendo los azares de
las conflagraciones políticas; y vive contento de no haber marchado hasta el
pináculo de la gloria, cuyo término dudoso o no era para su corazón, o no
supo continuar."

Sigue con “Quiroga (genio feroz, etc)-Rosas (insultos y que pronto


va a caer)-Carlos X.”
Finaliza con una cita de un diario de París contra los tiranos.
En letra bien grande en la siguiente columna de la misma página,
está la proclama del Almirante Le Blanc, traducida o escrita también
por Alberdi:
“Nos el Contraalmirante, Comandante en Jefe de las Fuerzas Navales france­
sas, en el Brasil y Mares del Sud. Considerando: que ha estallado una revolu­
ción en el Sud de la Provincia de Buenos Aires contra el Gobernador Rosas.
Que los Jefes de esta revolución se han dirigido espontáneamente a nosotros
para hacemos conocer que se separan de la política del General Rosas, relati­
vamente a la Francia, y que se consideran como en paz con ella. Queriendo
d ar a los ciudadanos de la República Argentina, un testimonio de las disposi­
ciones amigables que no han cesado de anim ar a la Francia hacia su país y
al comercio de todas las naciones, una nueva prueba del deseo que nos anima
de disminuir en cuanto sea posible, los inconvenientes que le resultan del blo­
queo, puesto en el Litoral Argentino.”

“Declaramos los puestos de Salado, Bahía Blanca y Carmen de Patagones situa­


dos en las riberas y costas de la República Argentina que se extienden desde la
Bahía de Samborombón al Río Negro de Patagonia, abierto provisoriamente a
los pabellones de todas las Naciones, reservándome la facultad de volverlos al
estado de bloqueo, si la naturaleza de las circunstancias lo exigen.”

“Dado en Montevideo, el 10 de noviembre de 1839.

Firmada- Le Blanc."

Los comentarios del pasquín sobre los franceses son repugnantes:


[...] No, porteños: la Francia, la poderosa Francia es vuestra amiga y protec­
tora. Ella hace la guerra al Tirano Rosas, no a los argentinos [...]”

- 118 -
Entre las “noticias” incluye: “Buques con emigrados van a apoyar
la revolución del Sur. [...] Un empréstito de doscientos mil duros para
la revolución de Buenos Aires. [...] Nómina d élo s que se unirán a la
revolución del Sud: Generales Iriarte, Félix Olazábal, Juan Lavalle,
Enrique Martínez, Ferré; Castelli [. . J ”26

Rosas se fortaleció políticamente durante 1839, a p esar de la


agresión francesa y de sus aliados unitarios

En la misma carta ya citada más arriba, Alberdi escribió a Cavalle


-que estaba preparándose en Martín García-:
"[...] los momentos no corren hoy sino para hacer fuerte a Rosas, al paso que
bajo otros aspectos lo debilitan. La sola permanencia de él en el poder después
de todo lo que ha precedido, después de tanto tiempo de crisis, después de
tanta profecía de que su caída era inminente, es una especie de desmentido,
una cierta protesta viva contra las acusaciones de sus adversarios. Esto lo
rehabilita en cierto modo a la distancia. /aquí incluyó lo ya transcripto de
esta carta más arriba sobre San Martín ¡H a tomado también por su cuenta el
nombre de U dy aún cuando élIRosas/ es más capaz de realzarlo que de em­
palidecerlo con sus dicterios honorables, no es bueno, sin embargo dejarle
tiempo de revolver y agitar los recuerdos pasados, y las pasiones adormidas y
muertas...Su aparición ¡en Martín García! ha dado el golpe en Buenos Aires.
Las cosas lo esperan en un estado maravilloso, según todas las cartas f...]2728

Nuestro gran maestro Julio Irazusta, como conclusión de su eximia


descripción de los hechos, expuso la acertada estrategia general de Ro­
sas:
“Las medidas económicas, financieras, políticas, militares, propagandísticas
que Rosas había ido adoptando probaron su eficiencia ante cada una de las
repercusiones que la intromisión francesa tuvo en el interior del país. La tre­
menda sacudida del 39, desde el pronunciamiento de Berán hasta la conjura
de los Maza, fue dominada, con relativa facilidad. Los triunfos de principios
de año sobre Rivera o sus agentes y Santa Cruz desbarataron la coalición
antirrosista, ahogando en germen la conjuración de Buenos Aires y desani­
mando a los que conspiraban en el interior. Cuando Lavalle se situó en Mar­
tín García, amenazando el norte y el sur con la movilidad que le daba la
escuadra francesa, Rosas estaba fuerte como lo veía Alberdi.’®*

Por su servido de espionaje, Rosas supo que Lavalle se dirigiría a


Entre Ríos y no al Sud de Buenos Aires; entonces, tuvo libertad de
acción para destruir la sublevadón en este lugar, que había quedado
aislada, y aprestó considerables fuerzas para ello. A la semana del

26 AGN. Hemeroteca.
27 Ibídem nota N 25.
28 Ibfdem nota N 6, p, 272.

- 119-
. ■.&?

estallido -llamado por los unitarios grito de Dolores-, el 1 de noviembre


de 1839, las fuerzas de los coroneles Prudencio Rosas y Nicolás Grana­
da, destruyeron a los rebeldes, el 7 de noviembre de 1839. Así resultaban
plenamente justificadas sus palabras finales del Mensaje a la Legisla­
tura de 1839:
“Señores Representantes. Diviso ya el anhelado término de la misión que me
confiasteis cuando fuera contristada la República por hondos e indefinidos
conflictos. Las sombras que anublaran su horizonte rápidamente desaparecen
ante el brillo de la libertad. Sus enemigos no pueden oscurecer tanta gloria.
Salvos están el honor y el porvenir, la Independencia y la Libertad de la Pa­
tria. f ...F

Síntesis de las operaciones m ilitares de L a v alle aliado con


F ra n cia contra la C onfederación A rgen tin a

No trataré en detalle estos hechos, sino sólo como factores de la


situación argentina que nos permitirá entender la actitud de San Mar­
tín que, como veremos oportunamente, considerará, acertadamente,
esta contienda tan importante como la guerra por la independencia
sudamericana, ya que, en rigor, también lo fue.
Lavalle desembarcó en Gualeguaychú entre el 8 y el 14 de
Septiembre de 1839, con 600 hombres, obteniendo un fácil triunfo el 22
de septiembre de 1839 en Yeruá, al Sudeste de Concordia, y se internó
en Corrientes donde aumentó sus efectivos con la ayuda del Gobernador
Ferré. Entretanto, el Almirante Le Blanc partió para Francia el 23 de
diciembre de 1839, donde se había producido el reemplazo de Thiers
por el Mariscal Soult, quien no sólo suprimió los fondos para la guerra
rioplatense, sino que relevó a LeBlanc por el Almirante Dupotet. La-
valle había conseguido reunir unos 4000 hombres (2000 correntinos) y
marchó a Diamante, Entre Ríos, como General en Jefe del Ejército de
Corrientes el 27 de febrero de 1840.
El Gobernador Echagüe, de vuelta de su indecisa campaña en la
Banda Oriental, reunió nuevas fuerzas en proximidades de Paraná,
donde llegaron 1200 hombres enviados por Rosas al mando del General
Ramírez, llegando a sumar sus efectivos alrededor de 4500 hombres.
Frente a 3400 de Lavalle tuvieron el primer encuentro en el Arroyo
Don Cristóbal (Este de Diamante) el lOde abril de 1840, aparentemente
desfavorable para los entrerrianos, aunque Echagüe conservó todos sus
efectivos. Lavalle se aproximó a Paraná para ser reabastecido por la
flota francesa, mientras su oponente se preparaba en su campamento
de Sauce Grande (4 leguas, 20 km. Este de Paraná). Así llegaron hasta 29

29 MADRAGAÑA. Los mensajes.

- 120-
el 15 de junio de 1840, en que Lavalle atacó a Echagüe en sus posiciones
con artillería y con la masa de sus fuerzas al día siguiente, sufriendo
la pérdida de una parte de la división de caballería, como 500 hombres
entre muertos y heridos y prisioneros, gran cantidad de armamento,
sus caballadas y maestranza. A Echagüe sólo se le dispersó una fracción
de la caballería. Encerrado contra el Río Paraná, Lavalle decidió reti­
rarse de Entre Ríos y anticipar su expedición a Buenos Aires. Entre el
20 y el 22 de junio de 1840 se embarcó en Punta Gorda en la escuadra
francesa, sin mayor oposición de Echagüe. Allí estaba el General Paz
que había huido de Buenos Aires el 3 de abril de 1840 y que constató
la indisciplina del Ejército de Lavalle, con quien acordó ir a Corrientes
a organizar un ejército30.
Para completar la situación general en la Confederación, es nece­
sario consignar que a principios de 1840, creyendo en la lealtad del
General Gregorio Aráoz de Lamadrid, Rosas le había dado la misión
de recuperar en Tucumán el armamento que Buenos Aires envió para
la guerra contra Santa Cruz. En cambio, el enviado se puso de acuerdo
con el Gobernador Piedrabuena, con el Presidente de la Legislatura
Marco Avellaneda, el 7 de abril de 1840, y enseguida con los gobiernos
de Salta, Catamarca, La Rioja y Jujuy, para retirarle a Rosas la au­
torización de dirigirlas relaciones exteriores y desconocer su autoridad,
principal exigencia de los franceses, sin olvidarse de comunicar a Lava­
lle lo actuado. Esto fue llamado “coalición o liga del Norte”.
La flota francesa transportó al Ejército de Lavalle por el Parana
hasta costa Norte de Buenos Aires. Un éxito inicial en el Tala, San
Pedro, permitió a Lavalle hacerse de abundantes caballadas para sus
3000 hombres, abriéndosele así el camino de la Capital, el 5 de agosto
de 1840, rodeado por la exploración argentina al mando del General
Angel Pacheco. Rosas, sin perder la cabeza, organizó la resistencia con
sus fuerzas regulares bien disciplinadas, frente a las de Lavalle que,
por su licencia e indisciplina, se parecía cada vez más a las montoneras.
Con los saqueos y violaciones, la marcha de Lavalle se hizo muy lenta,
pero también porque éste esperaba la llegada del Almirante francés
Baudin que, según informes de Montevideo, había zarpado en junio de
1840 con 36 buques de guerra y 100 transportes con ejército de 6000
hombres que, previo bombardeo de Buenos Aires, desembarcaría direc­
tamente en el Retiro. Con algunas escaramuzas intermedias, Lavalle
llegó a la Guardia de Luján (actual Mercedes) y luego a Merlo el 5 de
septiembre de 1840, empleando un mes para marchar unas 40 leguas
(200 km). Para dar una idea de velocidad, puede recordarse que San
Martín en la campaña de San Lorenzo (28 de enero al 13 de febrero de

30 Ibídem nota N 8,Capítulo XXXVI.

- 1 21 -
1813) en el mismo terreno, desde Buenos Aires a San Pedro, empleó
cuatro días. Claro que ésta fue la marcha forzada de caballería más
rápida en la historia militar del mundo!
En Merlo, Lavalle se enteró que el primer ministro francés Thiers
había sido relevado por Guizot, y que, en lugar de enviar una flota para
atacar a Buenos Aires, éste había despachado al Almirante Mackau
para firmar la paz con la Confederación Argentina. Entretanto, Rosas
cerraba el cerco estratégico sobre Lavalle: el gobernador de Santa Fe
Juan Pablo López con el general Oribe habían cruzado el Arroyo del
Medio; las milicias del Sud y del Oeste aumentaban su hostilidad; sus
partidas interceptaron una carta de Rosas a uno de sus jefes donde
detallaba las fuerzas listas para entraren combate elevando su número
estudiadamente a 18.000 hombres. Lavalle decidió abrirse camino ha­
cia Santa Fe para tomar contacto con Corrientes, Montevideo, la es­
cuadra francesa y la coalición del norte.
El gobernador santafesino, siguiendo Ja táctica tantas veces em­
pleada por su hermano el General López, se retiró al Chaco santafesino,
Lavalle lo siguió pero luego decidió atacar a Santa Fe el 23 de septi­
embre de 1840, defendida por el General Eugenio Garzón, hasta que
no tuvo más munición ni fuerzas. Sólo se rindió el 29 de septiembre de
1840, cuando se les aseguró los honores de la guerra a los prisioneros,
que Lavalle no cumplió, y cuando estaban por se fusilados todos los
oficiales de guarnición rendida, cayó como un rayo en el campamento
de Lavalle la noticia de la Convención celebrada entre la Confederación
Argentina y Francia (convenio Mackau-Arana), a salvo el honor na­
cional ya que la flota francesa se retiraba del bloqueo y de la guerra,
entregando la Isla Martín García y los barcos apresados, satisfaciendo
Rosas las exigencias razonables de los adversarios. Era el 29 de octubre
de 1840. Las fuerzas de López y Oribe hostilizaban decididamente a
Lavalle.
Mientras tanto, la Coalición del Norte, después de sus primeros
descalabros en Tucumán y Santiago del Estero, consiguió hacer pie en
Córdoba donde el General Lamadrid entró con su Ejército el 11 de
octubre de 1840, donde se produjo un golpe de estado aprovechando la
ausencia del Gobernador Manuel López, que se encontraba en la cam­
paña reuniendo sus fuerzas. Lavalle, al enterarse de estos hechos, le
pidió a Lamadrid se le incorporase con sus fuerzas en el Quebrachito,
en el límite entre Córdoba y Santa Fe, o por lo menos le remitiese tres
mil caballos, pues su ejército estaba casi a pie, pues en Santa Fe había
perdido la mayor parte de los veintitantos mil caballos que llevó a Bue­
nos Aires, ya que en las condiciones en que se encontraba no podría
desprenderse de Oribe que lo perseguía. Pero no tuvo noticias de La­
madrid, ni tampoco lo encontró el 28 de noviembre de 1840 al llegar al
Quebrachito o Quebracho Herrado (185 km. E. de Córdoba), cuando

- 12.9 -
Oribe le picaba la re­
taguardia con su van­
guardia, que a la una de la
tarde de este día atacó la in­
fantería de Lavalle, y poco
después a todo su Ejército,
de cinco mil hombres, lo ro­
deó y lanzó una formidable
carga que en dos horas de
dura lucha destruyó a La-
valle que perdió en la ba­
talla 1300 hombres entre
muertos y heridos, cerca de
600 prisioneros, de los cua­
les 60 eran jefes y oficiales,
toda su artillería, bagajes,
parque," correspondencia,
etc. Con los restos disper­
sos que le quedaban, Lava­
lle se dirigió a Córdoba por
el Tío (130 km. E. de Cór­
doba). El triunfo en esta ba­
talla de Quebracho Herra­
do sumado al éxito diplo­
mático de Rosas con la Con­
venciónJMackau-Arana, fueron una resonante victoria de la Confed­
eración Argentina en la guerra contra Francia y sus aliados unitarios.
Restaba aún aniquilar a la Coalición del Norte31.

San M artín siguió en 1840 el dificultoso accionar de Rosas

Fijada claramente su posición, como se ha visto, contra los liberales


ahora llamados unitarios, que se aliaban con el enemigo francés “para
humillar a su Patria”, San Martín en 1840 confió en Rosas para resolver
la difícil situación que conmovía ala Confederación Argentina. Estando
en París podía seguir, -como procuró hacerlo siempre Rosas desde Bue­
nos Aires- los sucesos de la política mundial.
En los primeros meses de 1840, parecía que Francia, Inglaterra y
los Estados Unidos de Norteamérica no se estorbaban en su afán de
dominar el mundo. Particularmente los franceses habían mejcyado sus
posiciones en la política interna al lograr una alianza de los líderes

31 Ibídem nota N 8, Cápítulos XXXVII y XXXVIII.

- 123-
parlamentarios que resultó en el nuevo gabinete constituido el 1 de
marzo de 1840, presidido por Thiers, en tanto la situación internacional
prometía éxitos en el Cercano Oriente y en el Plata, hasta fines de julio
de 1840, cuando la flota francesa transportó a Lavalle y lo desembarcó
en Buenos Aires. Thiers llamó al Almirante Baudin, el primer marino
de Francia consagrado por la intervención francesa en Méjico en 1839
por ser el que dirigió el bombardeo y conquista del fuerte de San Juan
de Ulúa. Thiers le dio la misión de tomar a sangre y fuego a Buenos
Aires, y éste hizo los preparativos, pero el primer ministro fue sorpren­
dido por los acontecimientos en la cuestión de Oriente. El tratado del
15 de julio de 1840, que excluía abiertamente a Francia del acuerdo
europeo, fue consumado sin su consentimiento a la vista de Guizot, su
rival y su embajador en Londres, quien fue el primer engañado en
aquella cuestión. En presencia de la coalición que amenazaba a Francia,
obligó a Thiers a prepararse para la guerra en Europa. Pero ni el rey
de Francia, ni la mayoría del consejo de estado participaban de aquellos
pensamientos belicosos, y después de seis meses de agitaciones sin re­
sultado, Thiers se retiró el 29 de octubre de 1840, dejando el campo
libre a Guizot32. Así se explicaba la desaparición de Baudin de la escena
y la misión pacificadora del Vicealmirante barón de Mackau en su re­
emplazo, como se ha visto.
Este año registró para San Martín un hecho muy especial: el festejo
del 25 de mayo de 1840 en Grand Bourg, en una reunión de conspicuos
personajes de la historia rioplatense, como testimonio Juan Andrés
Gelly -cuyas referencias biográficas consigné en Gladius N 21, página
70- quien en carta a su amigo Andrés Lamas-que dirigía el pasquín El
Nacional, donde, como se ha visto antes, Alberdi atacó al Padre'de la
Patria alevosamente- relató lo siguiente:
“[...] Hemos celebrado hoy en la casa de campo del General San Martín el
trigésimo aniversario de I810:el General Pueyrredán, San Martín, Ellauri,
yo, y el hijo de Pueyrredán, éramos los únicos que habíamos en esta tierra tan
lejana, y extraña, que pudiéramos celebrar este día: en él hemos bebido a la
memoria de todos los amigos del país33.

José Ellauri era el representante diplomático del Uruguay ante


las cortes europeas. Gelly, siendo su concuñado, actuaba como su se­
cretario. Eran agentes pues, de Fructuoso Rivera, aliados de los fran­
ceses, enemigos de la Confederación Argentina, a quienes San Martín
calificó con nitidez y fulminó en el famoso anatema que he transcripto
más arriba, en la carta a Rosas del 10 de julio de 1839. Pero, aunque

32 MONTANER Y SIMON. Diccionario enciclopédico.


33 Academia Nacional de la Historia. San Martín, homenaje en el centenario de
su muerte. Bs. As., 1951, p. 261.

- 124 -
extraviados, eran sus paisanos, y San Martín llegó a cumplir el mandato
de Cristo de amar aun al enemigo.
En abril y mayo de 1840 prosiguió la correspondencia iniciada en
1839 con el Capitán de Navio Gabriel Lafond de Lurcy que estaba es­
cribiendo la crónica de sus viajes por el mundo, y que había estado al
servicio de la Marina Peruana durante el Protectorado de San Martin,
aunque éste no lo podía recordar, dada la diferencia de cargos, como lo
expresó el mismo Lafond en su primera cara del 5 de septiembre de
1839.
“[ ] Muy joven al servicio de la Marina peruana con el grado de oficial, des­
pués de la toma del Callao 121 de septiembre de 1821 ¡tengo demasiadosIpo­
cos / títulos con el Protector de la República para que él se acuerde de mí."

"Quiera decirme si puedo presentarme a su residencia de campo, a fin de ha­


blar con Ud, indicándome el día y la hora que le sean más agradables y creer
en la alta estimación de su devotísimo servidor

Gabriel Lafond
4, Plaza de la Bolsa

San Martín le suministró documentos, según se desprende de las


cartas que Lafond le remitió. La del 2 de abril de 1840, decía:
“[...] Mi general:
“Devuelvo a Ud los dos documentos adjuntos, de los que he sacado copias -
cartas de inapreciable valor para sus hijos, que deben guardar con venera-
ción.
“Yo retengo los impresos con todo cuidado para que no se extravíen y quede
Ud tranquilo, que se los remitiré empaquetadas luego que yo haya terminado
de utilizarlos. [...f’343S36

Y la del 8 de mayo de 1840, del mismo modo, expresaba:


“París, 8 de mayo de 1840.”

“Mi general:”
“He recibido su muy amable carta del 3 del corriente y fe doy las gracias por
todo lo que Ud ha tenido la bondad de mandarme. [—P i

34 Ibídem NOTA N 1, p. 310.


35 Ibídem nota N 1, p. 312.
36 Ibídem nota N 1, p_- 311.

- 125 -
Estas pruebas documentales son necesarias tener en cuenta, en
vista de las largas polémicas que se han suscitado entre historiadores,
con motivo de la publicación del Tomo II de la obra de Lafond que
trataré más adelante, en el momento cronológico oportuno. Por ahora
sólo diré que la correspondencia de Lafond prosiguió en 1841.
El General Miller le escribió el 5 de marzo de 1841, desde Londres,
a su regreso del Perú, vía Méjico y los Estados Unidos de América. San
Martín le contestó de inmediato desde París el 11de marzo de 1841, con
palabras de consuelo, respeto y amor para su ex-subordinado que aca­
baba de haber sido dado de baja del Ejército del Perú:
“París, 11 de marzo de 1841.”

“Señor General Guillermo Miller.”

“Mi querido amigo:

“Ayer he recibido su muy apreciable del 5 del corriente, y tanto mi familia


como yo hemos tenido un verdadero placer en tener noticias directas de Ud,
aunque con el sentimiento de que su salud se halla quebrantada; pero espera­
mos que la tranquilidad y la sociedad de su familia y antiguos amigos la
repongan con prontitud.”

“N ada me sorprende el que Ud haya sido borrado de la lista militar del Perú:
desgraciadamente, los nuevos estados de América no saben apreciar a los
hombres que, como Ud, han derramado su sangre por su independencia y
libertad sin mezclarse en disensiones, y sólo obedeciendo a la autoridad cons­
tituida por la ley. No, mi amigo; no es esta conducta la que se busca; para los
gobiernos de América es necesario ser un hombre de partido, tomando una
parte activa en todas las intrigas y manejos que son consecuentes a tal situa­
ción; pero consuélese Ud, mi buen amigo, con la idea de que todos los hombres
de bien de los Estados de Sud-América sabrán valorar la noble y brava con­
ducta del General Miller, sin que sus enemigos puedan jam ás despojarlo de la
gloria que ha adquirido a esfuerzos de su valor y honradez.”

“Vamos a otra cosa: Ud me dice que su salud se halla quebrantada; y bien, la


experiencia me ha demostrado que el mejor medio es la tranquilidad de es­
píritu y cambiar de temperamento -me explicaré: yo tengo una casita de cam­
po a 7 leguas de París, que se va en una hora por el camino de fierro; en este
pequeño cotage tendrá Ud un cuarto enteramente independiente del mío y del
de mis hijos. S i Ud quiere venir a pasar el tiempo que quiera en esa habi­
tación, será recibido y tratado con una franca am istad; una completa inde­
pendencia, un asado y una botella de buen vino -he aquí lo que le ofrezco. Si
se cansa Ud del campo, en una hora estará en París, y viceversa, alternando
en una u otra parte. Nosotros partimos para la campaña, el lunes próximo,
para no volver a ésta hasta fines de diciembre: avíseme Ud sobre su resolu­
ción sobre mi propuesta.”

- 126 -
“Mercedes y Balcarce me encargan un millón de recuerdos para Ud; por mi
parte, yo puedo asegurarle que mis sentimientos son los mismos que siempre
le ha profesado este viejo amigo y antiguó compañero

José de San Martin“ 37

Esta era la caridad práctica del Padre de la Patria.

L a g u e rra de la Confederación A rgen tin a contra la Coalición


del Norte, C orrientes y R iv e ra

Después de la derrota de Quebracho Herrado, Lavalle con unos


1500 hombres que le quedaron se unió a Lamadrid pero se sucedieron
las fricciones entre ambos y Lavalle marchó a La Rioja donde hizo
fusilar al ex-gobemador Villafañe, Franco y Guerrero; y a Catamarca
mientras Lamadrid iba a Tucumán. El General Oribe ocupó Córdoba,
restableciendo al Gobernador Manuel López, manteniendo exploración
sobre los enemigos de la Confederación Aigentina. Lavalle destacó 800
hombres con el Coronel Videla a San Juany Mendoza, y al coronel Acha
a Santiago del Estero, pero fueron batido por el General Angel Pacheco
en San Calá (80 km ONO de la ciudad de Córdoba) el 8 de enero de
1841, y en Machigasta (La Rioja) por el General José Félix Aldao el 20
de marzo de 1841, fracasado el intento sobre Santiago del Estero, res­
pectivamente. La superioridadde los federales era incontranstable pero
la amplitud del teatro de operaciones se imponía y la decisión final
demorará aún unos seis meses. Oribe se dirigió con numerosos efectivos
desde Córdoba el 30 de abril de 1841 a La Rioja, donde estaba Lavalle
que marchó a Catamarca para unirse a Lamadrid el 10 de junio de
1841. Diez días después, Brizuela fue destruido en Sañogasta (75 km.
Oeste de la ciudad de La Rioja) por el general Nazario Benavídez, gober­
nador de San Juan, quien el 16 de agosto de 1841, venció a Acha en
Angaco (30 km N.O. de San Juan).
Para ese entonces ya se sabía en todas partes el intento de asesinato
de Rosas en marzo de 1841, con una máquina infernal que no funcionó
y que los unitarios le habían hecho llegar por medio de agentes diplo­
máticos inocentes absolutamente al intento, y que casi mata a Ma-
nuelita Rosas, hija del Gobernador de Buenos Aires38.
Benavídez envió a Mariano Acha al General Pacheco poco después,
y éste lo hizo fusilar y decapitar en San Luis. Avanzaba Pacheco al
encuentro de Lamadrid que se había posesionado de Mendoza, y a 25
km de esta ciudad, en Rodeo del Medio, el 24 de septiembre de 1841,

37 Ibídem nota N 1, pp. 92, 93.


38 Ibídem nota N 8, y Alberto EZCURRA MEDRANO. Las otras tablas de sangre.

- 127 -
lo derrotó completamente y Lamadrid tuvo que pasar la cordillera de
los Andes nevada a Chile. Casi simultáneamente, el 19 de septiembre
de 1841, en Famaillá, a 34 km S.O. de Tucumán, Oribe aniquiló a
Lavalle en un combate de una hora donde se enfrentaron efectivos casi
equivalente en número pero los federales impusieron su mayor capaci­
dad combativa. Oribe llevó la persecución a fondo. Marco Avellaneda
fue aprehendido, sometido a proceso, probada su participación en el
asesinato de Heredia, fusilado y degollado. Lavalle en Salta ordenó
fusilar a Boedo, Pereda y Chaves; llegó a Jujuy y se hospedó en la casa
de Bedoya, cayendo muerto en el patio cuando una patrulla federal
abrió el fuego sobre la puerta, el 9 de octubre de 1841. Sin embargóla
guerra contra los colonialistas y sus aliados no terminó, por las opera­
ciones del General Paz en la Mesopotamia, en el mismo año de 184139.
En efecto, el General Paz organizó e instruyó, con el apoyo del
Gobernador Ferré, en Corrientes, un Ejército de 3000 hombres que
condujo al triunfo sobre las fuerzas del General Echagüe en Caaguazú
el 28 de noviembre de 1841. Pasó Paz a Entre Ríos y en Paraná se hizo
nombrar gobernador, aliándose con el gobernador de Santa Fe Juan
Pablo López para proseguir las operaciones contra Buenos Aires. Pero
el correntino Ferré no estaba de acuerdo en que el Ejército de su pro­
vincia pasara el Río Paraná y le quitó el mando a Paz, quien finalmente
pasó a Montevideo. Urquiza se había retirado a la Provincia de Buenos
Aires, y Rivera cruzó el Río Uruguay para ocupar Entre Ríos e hizo un
convenio con Ferré para constituir el Ejército de la Mesopotamia con
el que soñaba anexar las provincias al Este del Río Paraná al Estado
Oriental. Para consumar este despojo contra la Argentina, se unieron
los unitarios liberales y todas las fuerzas antinacionales a los agentes
de Francia e Inglaterra que se movieron velozmente para evitar el cho­
que ya que las fuerzas federales de Oribe marchaban hacia el litoral a
principios de 1842. Esta vez la potencia europea que dirigía la maniobra
no era Francia sino Inglaterra, que no quería aliados en ambas már­
genes del Plata, sino que para eso había creado el Estado Oriental en
1828,- como se ha visto en g l a d i u s N2 20 y 21- con la complicidad de
Rivadavia y de la facción liberal40.
Por otra parte, desde mayo de 1841, el Almirante Brown que
derrotó con la escuadra argentina a la flotilla de Rivera frente a Mon­
tevideo, ofreció las seguridades más amplias al comercio marítimo de
Inglaterra y de los Estados Unidos de Norteamérica, y a fines de 1841
dominaba triunfante las aguas del Plata41.

39 Ibídem nota N 38 precedente.


40 Julio IRAZUSTA. De la epopeya emancipadora a la pequeña Argentina. Bs.
As., 1979, pp. 89, 90.
41 Ibídem nota N 8 pp. 270, 271.

- 128 -
El Ejército de Oribe regresó del inte­
rior y se lanzó sobre la ciudad de Santa Fe;,
una división al mando del Coronel Andrada
chocó con las fuerzas unitarias sobre el Río
Salado y las derrotó completamente el 16
de abril de 1842 retirándose a Corrientes
Juan Pablo López con unos 500 hombres,
haciéndose cargo de la Gobernación santaf-
esina el General Pascual Echagüe. Oribe
empezó a franquear el Río Paraná. Para di­
ficultar estas operaciones, Rivera ordenó a
Garibaldi que con la escuadra de cinco bar­
cos disputara al Almirante Brown el domi­
nio de las aguas del litoral, desde fines de
junio de 1842. Para poder pasar por Martín
García, Garibaldi, en acto típico de pirata,
enarboló el pabellón argentino, y logró lle­
gar al Paraná, navegando aguas arriba, pe­
ro Brown lo persiguió y lo alcanzó en la isla
Costa Brava, situada a mitad del camino
entre La Paz y Esquina (ambas de la Pcia. de Corrientes) y entre el 15
y 16 de agosto de 1842, el Almirante argentino aniquiló, en el Combate
de Costa Brava el poder marítimo de Rivera, huyendo Garibaldi a pie
con los que le quedaron. Fructuoso y la Comisión Argentina de Mon­
tevideo presionaban para lograr la intervención armada de Inglaterra
y Francia, empezando con un intento de mediación.
El general Oribe, reunidas sus fuerzas al Este del Paraná, inició
sus movimiento hacia el Río Uruguay el 14 de noviembre de 1842, al
encuentro del Ejército de Rivera, quien había cruzado el Río Uruguay
para reunirse con las tropas de Corrientes y de Santa Fe, al Sud de la
desembocadura del Arroyo Grande (40 km al Sud de la actual Concor­
dia). Rivera, engañado por un ardid de Rosas, estaba seguro de su
triunfo porque creía que Oribe no había.ppdido cruzar sus caballadas
por el Tonelero y estaba en inferioridad de medios. Por el contrario, el
Ejército de Oribe, fuerte de 8500 hombres, tenía una masa de caballería
muy bien montada, y estaba perfectamente instruido y conducido. El
encuentro con el Ejército de Rivera, de 8000 hombres de inferior ca­
pacidad combativa, se produj o el 6 de diciembre de 1842 sobre la margen
derecha del Arroyo Grande que dio nombre a esta batalla decisiva donde
Rivera fue aniquilado, especialmente en la persecución que lanzó Oribe
con 4000 hombres de caballería en todas direcciones y que acuchillaron
los restos de la caballería unitaria42. Oribe cruzó el Uruguay y el 16 de
febrero de 1843 puso sitio a Montevideo, estableció su Cuartel General
en el Cerrito de la Victoria enarbol4ando el pabellón argentino. Así se

- 129 -
inició lo que se conoce como la Guerra Grande que se extendería hasta
el 8 de octubre de 1851.
De esta manera Rosas desbarató, uno tras otro, los movimientos
antinacionales y antiamericanos de Rivera, desatados por la guerra de
Francia contra la Federación Argentina. En cambio, la alianza de Rosas
con los orientales de Oribe, tenía la base legítima de la restauración
de la ley, el respeto de la tradición y la independencia americana contra
toda agresión extranjera.
Había llegado la ansiada paz, pero apenas despejado el horizonte,
aparecieron nubes negras de tormenta en el Río de la Plata: Inglaterra
quería el libre uso de nuestros grandes ríos para comerciar especial­
mente con el Paraguay, y estaba dispuesta a conseguirlo aunque fuera
a cañonazos.

San M artín recorrió el país de la Vendée, palm o a palm o, p a ra


conocer a fondo esta cru zada católica

Mientras se desarrollaban los hechos descritos en el acápite prece­


dente, no hubo intercambio de cartas con O’Higgins, ni tampoco con
Guido, quien en 184Ó fue enviado a Brasil como representante del Go­
bierno Argentino, permaneciendo diez años en este cargo. Recién le
escribirá San Martín en 1842. Pareciera que San Martín confiaba en
que la Nación estaba bien defendida contra Francia merced a la alta
capacidad política, estratégica y militar demostrada por Rosas. Lo que
le dolía era que los liberales unitarios continuaran ensangrentando a
la Patria para seguir “teorías irrealizables en nuestros países” como
expresó en carta enviada al General chileno José Ignacio Centeno el
26 de abril de 1841:
“[...] Cada día se me hace más insoportable mi residencia en Europa; desgra­
ciadamente el horizonte de la República Argentina no se despeja enteramente,
es decir, no ofrece aún las garantías de orden que yo deseo para evitarme un
tercer viaje a Europa, resuelto como estoy a no mezclarme en sus disensiones
domésticas, o por decirlo más claramente, en sus sangrientas querellas. Di­
chosos Uds. que con su recto juicio, y sin hacer caso de teorías irrealizables en
nuestros países, por lo menos en muchos años, dan el ejemplo de orden a todos
los demás Estados americanos.”*3

A lo largo de la vida de nuestro Padre de la Patria, se ve bien claro,


y lo he relatado muchas veces, cómo la Divina Providencia guió sus
pasos para que reafirmara su pensamiento de católico y antiliberal. En423

42 AGN VII-22-2-1, Colección Celecia. Parte de Oribe a Rosas.


43 Archivo O’Higgins. Tomo IX, Doc. 80, p. 161.

- 130 -
este año de 1841, lo condujo del modo que él mismo describió en carta
aMiller:
"Grand Bourg, 30 de junio de 1841.”

"Señor General Guillermo Miller.”

“Querido amigo:”

“[...] Hace pocos días regresé de mi viaje: éste no se realizó al mediodía de


Francia, como se lo anuncié a Ud en mi anterior. Es el caso, que el día que
salimos de París y los anteriores hizo un calor tal, que mi compañero de viaje
me manifestó sus temores de que si caminábamos a un país más meridional
sufriríamos en extremo, y aunque habíamos caminado y a una posta, regre­
samos y dirigimos nuestra excursión al Oeste. Efectivamente, hemos recorrido
una gran parte de la antigua Bretaña y todo el país histórico de la Vendée;
con la obra de Rochejaquelein en la mano visitamos todos los principales pun­
tos, en que se marcaron los más memorables sucesos de esta terrible guerra y
en donde se encuentran aún muchos de los que la sostuvieron; siendo de notar
que la Vendée, que antes era una de las provincias de Francia la más pobre,
goza en el día de una prosperidad y abundancia extraordinaria; aquí viene
bien el adagio, de que no hay mal que por bien no venga. [...]”**

De las palabras de San Martín se desprende su gran interés por


la visita realizada y cómo Nuestro Señor premió a la Vendée, después
de sus tremendos sufrimientos. Las razones que suscitaron esta predi­
lección sanmartiniana, surgen de que losjiabitantes de la Vendée, al­
deanos y paisanos, conducidos por la nobleza vendeana, especialmente
los Rochejaquelein, lucharon denodadamente po^su Religión Católica
contra la Revolución Francesa de 1789, en gesta heroica que, como
verdadera nueva cruzada, evocó el Cardenal Pie, Obispo de Poitiers,
once años después de la visita de San Martín, en páginas inolvidables
del libro del Padre Antonio Sáenz, quien primero nos ofrece un resumen
de lo ocurrido en la Vendée:
“En su afán por defender todo lo que merecía defensa, Pie se creyó obligado a
exaltar la memoria de tos héroes de la Vendée, que se habían batido en zonas
de las que él era Pastor. La marquesa de la Rochejaquelein, esposa de uno de
los principales héroes de esta guerra, entablada en defensa de Dios y de la
Patria contra las ideas subversivas de la revolución, le escribía con frecuencia
felicitándolo por estar a la cabeza de una diócesis de fe arraigada, ”cuyos
buenos campesinos -le decía en una ocasión- habían sacrificado por la reli­
gión su vida y todo lo que poseían.'4445

44 Ibidem nota N 1, PP- 95, 96.


45 P. Alfredo SAENZ. El Cardenal Pie. Bs. As., 1987, p. 33.

- 131 -
Sobre estos admirables hechos, el Padre Sáenz entrará en detalles
cuando desarrolló el Capítulo Séptimo. La Militancia Contrarrevolu­
cionaria, donde bajo el subtítulo: Los héroes de la Vendée, escribió:
*C u an do M ons, P ie p red ica sobre esta guerra, hacía m enos de un siglo que la
noble tierra d e la Vendée h abía sid o regada con las lágrim as y la sangre d e
sus hijos, ardientes en com batir p o r el m antenim iento de su fe religiosa, y su
fid elid a d nacional, contra la R evolución descreída, traidora al D ios y al R ey."

“[...] Una excelente ocasión se le p resen tó a M ons. Pie para exaltar los valores
religiosos y patrióticos d e la g esta de la Vendée y fu e el elogio fú nebre que
d eb ió pronu n ciar en hom enaje a la m arquesa d e Rochejaquelein, esposa d e
u n o de los principales héroes d e esa epopeya. El hecho que la región d e Vendée
se encuentre d entro d e la diócesis d e Poitiers, constituía sin duda un elocuente
incentivo p ara el Obispo d e dicha sede. L a m ism a tierra que vio p erecer el
arrianism o bajo los golpes d e C lodoveo y qu e derrotó al islam ism o bajo la
m ano d e hierro d e Carlos M arel, perm anecería intrépida en su fe durante
aquellos días d e defección casi universal. f...T’

"Y com ienza P ie a tejer el elogio d e la hazaña, pid ien do prestada su palabra
a un g ra n hom bre d e estado, e l rey D a vid [...]. C om batiendo la revolución
contra D ios y contra su Cristo, lo qu e en últim a instancia quería rom per era
las cadenas d e Dios, el y u g o de C risto [...]. La revolución d ijo a Cristo:
Retírate, n o querem os sa b er d e tus cam inos [...]. Y a s í se hizo. E l p a cto a n ­
tiguo fu e declarado nulo, la vieja alianza entre la religión y la sociedad, entre
el Cristianism o y Francia, qu ed ó cancelada [...]. E l D ios que estaba en las
leyes, en las instituciones y en las costum bres, fu e expulsado, se p roclam ó él
d ivorcio entre la constitución y el Evangelio, la ley fu e secularizada, y se re­
solvió qu e el espíritu d e la nación m oderna se independizaría enteram ente del
espíritu d e Dios [...]. D ios tenía sobre la tierra tem plos m ajestuosos, coronados
con el sign o d el Redentor d e los hom bres; tales tem plos fueron derribados,
clausurados, convertidos en depósitos o fáb ricas; la cruz de C risto fu e quitada
o suplida p or signos vulgares f..J. D ios tenía en la tierra días que le perte­
necían especialm ente, días qu e se había reservado p a ra sí, y que hasta enton­
ces habían sid o respetados p o r todos los siglos y pu eb los; tales días perdieron
su sacralidad [...]. D ios tenía sobre la tierra representantes y m inistros suyos,
qu e hablaban de E l y lo recordaban a los pu eb los; fueron a p a ra r a las p risio­
nes, el exilio, la horca, el mar. N o es a ellos a quienes rechazaban sin o a Dios,
en cuya persona ellos actuaban [...]. Y a sí conculcaron los derechos de Dios,
n o quedando en p ie sino los derechos d el hom bre. O, mejor, el h om bre fu e
declarado D ios, su razón fu e el nuevo C risto y la nación la nueva Iglesia.”

"Ante una m asacre sem ejante era im posible q u e d e los corazones nobles n o
brotase la reacción condigna” ’A cá se ubica, herm anos míos, la lu ch a gigan ­
tesca d e vuestro país. N o se la llam e g u erra civil, guerra política, gu erra so­
cial; d ebe ser calificada según el m otivo principal y determ inante qu e le dio
nacim iento. M e rem ito a los m ism os generales enem igos, qu e en sus despachos
y correspondencia oficial, llam an a esta gu erra la guerra santa, y a este ejér­
cito el ejército cristiano, el ejército católico.” '.

-132 -
"El pu eb lo de la Vendée, prosigue el Cardenal, am aba a su rey, am aba a su
patria y sus instituciones, lo cual no es ciertam ente un crim en. E l m ism o N a­
poleón expresaría lu ego la conveniencia de m andar a todos sus súbditas a la
escu d a de la Vendée para que allí aprendiesen los deberes que un pueblo tiene
para sus gobernantes. Los vendeanos no consideraban la Patria com o algo
abstracto, sino com o algo que s e en cam ab a en un padre, que es a sí com o m i­
raban al rey. Pues bien, la revolución había hecho rodar la cabeza del padre
en el cadalso. Pero p or encim a d e este m otivo había otro, m uy superior, la fe
conculcada, D ios preterido, a quien ese pu eblo reservaba siem pre el p rim er
lugar, y a que era la prim era majestad. [...]”■

"Al ver a sí tocada su fe, sus templos, sus sacerdotes, la ortodoxia mism a, c o ­
m enzó la resistencia. La revolución creyó conjurarla enviando a ese pu eblo
sacerdotes intrusos qu e le celebrasen la M isa. P ero el pu eb lo tenía ese olfato
que da el instinto sobrenatural y sin más los rechazó. Com enzó entonces la
guerra, larga y terrible. Pie rescata algunas anécdotas adm irables. Un cam ­
pesin o vendeano se estaba batiendo largo rato con los gen da rm es; había reci­
bido m ás de veinte sablazos cuando oyó que el gen darm e le gritaba: ¡E ntré­
gate!, a lo que él, y a agonizante, respondió: ¡Entrégam e a m i D ios!, tras lo
cual expiró. Este diálogo entre la revolución que p id e la rendición y la Vendée
qu e exige la devolución de Dios constituye el resum en m ás patético de los siete
años de guerra, de las 17 grande batallas de línea, d e todas las hazañas com ­
parables a los más altos hechos d e armas d e la antigüedad.”*6

De ahí la satisfacción que trasunta la carta de San Martín donde


relató como, “con la obra de Rochejaquelein en la mano” visitó “todos
los principales puntos, en que se marcaron los más memorables sucesos
de esta terrible guerra”, que expresan, con incontenible admiración sus
sentimientos de gran soldado, probado patriota y devoto católico, ante
el inolvidable “país histórico de la Vendée”, como escribió.
Después vendría su solidaria actitud ante la Patria agredida por
la coalición anglo-francesa, por las más grandes potencias del mundo,
y la consolidación definitiva de sus convicciones contra el liberalismo
para las naciones americanas. Pero todo ello impone un profuso examen
erudito que reclama capítulo aparte, por lo que continuará.46

46 Ibídem nota N 45 precedente, pp. 449,453.

- 133 -
Vena nosotros Señor, porque el día ya declina y la noche, concubina
de traidores y nodriza de malicias, está poblando de sombras lo que
una vez, luz fuera cristalina.
Como los discípulos de Emaús, extrañamos y necesitamos Señor
tu develada presencia. Ven a vencer otra vez a las tinieblas, y danos eí
gozo de escuchar el AMÉN de tu triunfo, y contemplar el mundo recreado
y reordenado y ver que ya todo es bueno y está bien, para siempre
siempre, siempre, Amén. ’

- 62 -
SAN MARTIN, ROSAS Y LA EPOPEYA NACIONAL
Coronel Héctor J uan Piccinali

E n esta sección se han publicado en G L A D I U S : I. San Martín ante


el liberalismo, en G L A D I U S N8 7; I I . San Martín contra el libera­
lismo en la organización de la Nación, en G L A D I U S Ne 10; III. San
Martín contra el liberalismo en Chile, en G L A D I U S N5 12; IV. San
Martín implantó en el Perú el mejor régimen político contrario
al liberalismo, en G L A D I U S N8 14; V. Los liberales contra San
Martín, en G L A D I U S N9 16; VI. y VII., continuación de V., en
G L A D I U S Ne 17 y 19; VIII. San Martín se libró del liberalismo, en
G L A D I U S N8 2 0 ; IX. y X., continuación de VIII., en G L A D I U S N®
2 1 y 2 2 ; XI. San Martín y Rosas, en G L A D I U S N8 2 5 ; XII. la que
aquí se expone, San Martín, Rosas y la epopeya nacional.

San M artín ap lau dió la prosperid ad de Chile debid a


a su actitud co ntraria a las “locas” teorías del liberalism o

El 30 de agosto de 1842, San Martín le escribió al General Joaquín


Prieto, que acababa de entregar la Presidencia de Chile al General
Bulnes,1encomiando la situación alcanzada por esta Nación, cuyos diri­
gentes habían sabido desprender de las “locas teorías” del liberalismo,
-como se ha visto antes asilas llamó San Martín-, y establecer un orden
ajustado a las características de la sociedad chilena, como el Libertador
tantas veces lo expresara, como en este caso, que ilustra su aserto con
una pintoresca anécdota, que vale la pena transcribir;
I ... I Veo no sólo con el m ayor placer, sin o tam bién con orgullo, la m a r­
cha p róspera qu e sigu e Chile. H e d ich o con orgullo, p orq u e al fin los tra­

1 El General Joaquín Prieto fue Presidente de Chile de 1831 a 1841 y el General


Bulnes desde 1841 a 1851.

Gladius N‘ 27 - Año 1993 - 63 -


bajos em p lea d os y la sa n gre qu e s e ha vertido p o r la in depen d en cia d e
A m érica han sido, s i n o perd idos, p o r lo m en os m alogrados en la m a yor
p a rte d e los nuevos estados, excepto su p a tria de. Ud, m i buen am igo, que
con su g ro s bon seras, com o d icen los franceses, ha sa bid o n o alim en ta rse
con ilu sorias teorías y s í derech os p o sitiv os.”

“A p ro p ó sito d e teorías, vaya un. h echo h istórico. P oco tiem po an tes de


sa lir d e M en doza la exped ición p a ra Chile, espera ba con im paciencia d e
B u en os A ires la tropa d e carretas d e don P ed ro Sosa, q u e con d u cía una
g ra n ca n tid a d d e h errad u ras y otros efectos, sin los cuales m e era im p o­
sib le pon erm e en m ovim iento. El h a bía contratado, bajo m ulta, el p on erse
en M en doza en trein ta días, lo que se m e a visó p o r e l G obierno. Yo tenía
a m ista d con S osa y a l m ism o tiem po con ocía su p a triotism o: su p licá n ­
d ole abrevia se su m archa tod o lo qu e pu diese, p u es d e su pron to arribo
p od ía d epen d er el buen o m al éxito d e la expedición. F igú rese Ud m i sor­
presa, cuando, en lu ga r d e los trein ta días d e su contrato, se m e p resen tó
a los vein tiun o. E n m i ad m iración , le p reg u n té qu e cóm o h abía h echo
aq uel m ila g ro; y con la m a yor sen cillez m e con testó: m atando bueyes y
dando azotes. -C óm o con a z o tes?- Sí, señ or; y o he cam in ad o n och e y día,
y el p eón que se dorm ía le h acía a ta r a una rueda y le arrim aba vein ti­
cinco. Sin este estim ulante, tal v ez n o h ubiera llegad o en el tiem po fija d o
p o r la contrata. -Pero, d ígam e Ud, señ or Sosa (le contesté), U d ataca
a b ierta m en te la segu rid a d in divid ual d ecla ra d a p o r la constitución. -
¡bah, bah, b a h !; cree Ud qu e con tal seg u rid a d los troperos pu d iéra m os
g a n a r con q u é com er, sien do im posible h acer carrera con los peones, sino
p o r este m ed io y com o siem p re se ha p ra ctica d o en este p a ís ? P ero hay
m ás, a ñ a d ió S o sa ; estos m ism os p eon es qu e se dejan ca stig a r sin la
m en or réplica, cuan d o están en la tropa, en el m om ento en q u e llegan al
d estin o d e su viaje, si nos atreviésem os a m irarlos sólo con desprecio, nos
regalarían u na p u ñ a la d a .”

“C alcu le Ud lo q u e arroja d e s í este d iálogo y la in strucción que p u ed e


saca rse d e él. C om o Ud d eb e suponer, y o no soy d e los qu e creen qu e es
n ecesario d ar azotes p a ra g ob ern a r; p ero s í e l qu e las con stitu cion es que
s e den a los p u eb los estén en /a cu erd o con sus/ aptitudes, g én ero d e
vida, etc. P o r fortu n a d e Chile, sus h abitantes han tenido el buen ju icio
d e m a ntener la s barreras qu e separaban las d iferen tes clases d e la socie­
dad, conservan do la p repon d eran cia d e la cla se in struid a y que tiene que
p e r d e r ;y esto, u nido a su situ ación geográfica, lo ha sa lv a d o.”

“M i vida sigu e com o siem pre, enteram en te aislada en el cam po y sólo re­
d ucida a la socied a d d e m i fa m ilia ; p ero este sistem a, qu e p a ra otro sería
in soportable es el qu e h ace m i felicid a d ; lo que pru eba qu e en m uchas c o ­
sas, la d icha no es un bien real, sino im aginario. / .../ ”2.

Después de siete meses, el 15 de abril de 1843, contestó dos cartas


de Guido, la última comentando que la Legislatura de Chile acababa
de honrarlo por primera vez:

2 Museo Histórico Nacional. San Martín, su correspondencia (1823-1850) Bs.As.,


1911, pp. 197 a 199.

- 64 -
‘Grand Bourg, 15 de abril de 1843.

“M i qu erid o am igo:

“N o son dos, p ero s í una y 114 d e carta q u e voy a contestar, es d ecir, a


sus a p reciab les d e 2 2 d e septiem bre y 2 2 d e d iciem bre ¡d e 1843/, am bas
d el año anterior, en esta últim a m e felicita Ud p o r la d em ostración con
qu e la L egislatu ra d e Chile viene d e h on ra rm e; y a l a verd ad y o d ebo d e­
cir al señ or D on T om ás qu e el su eld o d e G en eral d e aquella R epú blica
m e vien e m u y bien, p ero tam bién m e creerá s i le asegu ro q u e no es éste el
qu e m e ha causad o una tan com pleta satisfa cción p e r o s í el qu e esta d e­
m ostra ción es una a lta aprobación d e m i cond ucta m ilita r en Chile,
aprobación q u e la d eseaba tanto com o la existen cia d e m is hijos, y q u e ja -
m ás s e h abía h echo la m en or m ención en las Cám aras d e esta R epú blica
d e este viejo y ca sca d o p eca d o r; h ay m ás, com o ésta m ed ida ha sid o to­
m ada sin q u e p o r m i p a rte haya sid o solicitad a, p e ro qu e ja m á s h e m a ni­
festa d o m i sen tim ien to sobre el p a rticu la r con p erson a alguna, la cosa ha
sid o m ás g ra ta p a ra m í. I ... / 1,3

Varios testimonios de su devoción católica jalonaron esta carta,


por ejemplo su referencia a sus oraciones para que reinara la paz en la
Argentina, que transcribo:
“ /.../Se m e vuelve a in vita r con instancia tanto p or el nuevo P resid en te
/ B u ln es /, com o p o r los am igos d e Chile, p a ra qu e fije m i residen cia en
él. Y o estoy resuelto a h a cerlo lu ego que los hijos d e m i d ifun to am igo el
señ or A gu a d o llegu en a su m ayorid ad, p u es com o tu tor y cu ra d or de
ellos, n o p u ed o aband on ar tan sagrad o encargo sin cubrirm e d e oprobio y
d e ingratitud. Y o p refería una chacarita /pequ eñ a chacra / sob re la costa
d e la P lata, p e ro m i bu en am igo, y o busco vivir los pocos añ os qu é m e
restan d e vida, no sólo con una absolu ta libertad, p ero en tra nquilid ad y
sosiego, y a la verdad, y o no veo en la situ ación d e nuestra p o b re tierra,
una g a ra n tía capaz d e p roporcion arm e estas apetecidas ventajas. Q uiera
D ios o ir m is votos en su favor, ellos serán siem p re p o r que term in en n u es­
tras d isenciones, y ren azcan los días d e p a z y unión d e qu e tanto n ecesita
nuestra P atria p a ra su felicid a d .!... ¡

Cinco post-datas coronaban esta extensa carta: la primera suponía


que Guido debía ya saber la muerte de su querido amigo O’Higgins,
fallecido en Lima el 23 de octubre de 1842, porque le dijo:
“P D .

“Y a habrá Ud sa bid o la m u erte d e n u estro O ’H iggin s de quien hacía


cerca d e dos años carecía de sus noticias directas, ..."3
5.
4

3 Archivo General de la Nación (en lo sucesivo AGN) Vil-16-1-1, documentos


230, 231.
4 Ibídem nota Ns 3 precedente.
5 AGN VII-16-1-1, Doc 231.

-65-
A continuación transcribió una triste cuarteta en francés versifi­
cada por Federico el Grande sobre la muerte -que sabría probablemente
de memoria, por la ortografía-, y que se puede traducir así:
“...a q u í pu ed en cita rse los versos d el G ran F ederico:
‘En van o tú trabajas, tú corres en la gloria,
Tú m ueres, es un hecho: todo sen tim ien to se extingue.
Tú n o eres n i querido, ni respetado, ni lam entado,
L a M uertk sepu lta hasta vuestra m em oria

Pero San Martín encontró su conformidad de creyente, escribiendo


al pie de la estrofa: “L a u s Deo”, es decir, “A laba d o sea Dios”, y es­
tampó su rúbrica.
Asimismo, en la 4ta PD hay una noticia sobre el Capellán personal
de San Martín en Mendoza yen Chile, Fray Antonio Bauzá, que revela
una vez más su condición de católico práctico, como él mismo lo escribió,
aunque en tono festivo en la alegre intimidad con su querido y viejo
amigo Guido, a quien le dijo:
“4ta P o sd ata , y creo será la últim a:

“E n tre las cartas d e felicita ción q u e he recibid o d e Chile, hay una d el R e­


verend o P. B auzá, qu e lo creía en la etern id a d h ace m ás d e 10 años,
según m e lo habían a segu rad o: lo tien e U d d e canón igo d e Santiago. Yo
no d u d o qu e las m isas q u e diga en e l día no serán tan exped itivas com o
nos d ecía en tiem pos d e a n ta ñ o "6
7.

Para completar este recuerdo de San Martín sobre su querido Cape­


llán, hay que mencionar que el libertador le contestó el 9 de junio de
1843, en estos cariñosos términos:

“Grand Bourg, 9 de ju n io de 1843

"S eñor D octor D on J uan A n ton io B auzá

“M i m ás qu erid o am igo y bravo patriota :

“N ad a h ay com parable a la agrad able sorpresa que h e tenido al recibir


su estim a d ísim a carta d el 21 d e n oviem b re d el a ñ o p a sa d o; h e d ich o
agra d a b le so rp resa p o r lo sigu ien te: E n la p rim era entrevista qu e tuve
con e l G eneral B orgoñ o a su llegada a París, uno d e m is prim eros cuid a­
dos fu e el de in form arm e d e m is viejos am igos d e C h ile y, p or con sigu ien ­
te, en tre ellos, p o r m i bravo capellán don Juan A n ton io B a u zá ; su res­
p u esta fu e qu e U d había d eja do de existir hacía m ás d e dos a ñ os; esta
m ism a fu n esta n oticia m e fu e confirm ad a p o r el señ or R osales pocos días
d esp u és: con estos a n teced en tes fig ú rese Ud d e m i adm iración cuando

6 Ibfdem N8 5 precedente.
7 Ibídem N8 5 precedente.

- 66 -
a b rí su ca rta a p resen cia d e m is hijos y exclam é: No, aún existe la flo r y
nata d el p a triotism o; ellos, q u e no estaban en anteced entes, m e p reg u n ta ­
ron q u é era lo qu e contenía aquella carta y con m is explicaciones y su j o ­
coso con ten id o tuvim os u n 'ra to d e lo m ás agradable. L oad o sea D ios que
ha p rolon ga d o sus días, y y o esp ero nos lo continuará a am bos p a ra que
ten ga el p la c er d e a b ra za rlo en su fe liz p a tria , p a ra d on d e y a h ub iera
partido, si la repentin a m u erte d e uno d e m is m ejores am igos, no m e h u ­
biera d eja do encargad o d e la tutela d e sus hijos y cuyo en ca rgo no m e es
d ado a b a n d on a r sin cu b rirm e d e oprobio y d e la m ás n egra in gratitu d ;
a sí es qu e en el m om en to m ism o que e l m en or d e estos niños llegu e a su
m ayoridad, qu e será d e a q u í a cuatro años, m e d irigiré a C h ile con toda
m i fam ilia, con la firm e resolución d e d eja r en él m is huesos. Un añ o a n ­
tes d e m i pa rtid a m e p reced erá m i h ijo político, con e l fin d e h acer la a d ­
qu isición d e una pequ eñ a quinta y ten erm e todo p rep a ra d o p a ra m i lle­
g a d a ”.

“Ud. n o p u ed e im aginarse cual es m i satisfacción al ver la m archa d e o r ­


den y p rosp erid a d que sigue Chile. ¿Q u é contraste n o p resen ta esta b ri­
llante situación con la an arqu ía y desorden que d evora a los otros esta ­
d os lim ítrofes? E llos p od rían tom ar p o r m odelo su felicid ad , d eb id a a su
orden, m od eración y al patriotism o d e los buenos hom bres qu e com o el
G eneral P rieto h an trabajado con tesón y acierto en fa v o r d e su patria".

“¡Q u é p o d ré d ecir a Ud d e la m uerte d e m i m ejor am igo O ’H iggin s! Esta


es una d e aq uellas pérd ida s qu e dejan p a ra toda la vida sen tim ien tos
m uy p en osos./ .../ ”

“M i sa lu d ha su frid o m ucho d esde el añ o 837, p ero en e l día m e h e resta­


b lecid o; sin em bargo, las p iern a s com ienzan a flaquear, p ero no dud o que
con el ben ign o tem peram ento d e C h ile y la socied a d d e m is viejos am igos,
m is días se p rolon gu en en tranquilid ad y con ten to”.

“A d iós m i rancio y querido am igo, sea Ud tan feliz com o lo d esea su in ­


variable

J osé de San Martín

L a beligeran cia dom inadora de In glaterra y Francia en el


R ío de la P lata contra la Confederación A rgen tin a

Como se ha visto en GLADIUS N®25, la batalla dé Arroyo Grande


(6 de diciembre de 1842) fue la culminación de la campaña por el
afianzamiento de la soberanía argentina en la Mesopotamia y el re­
chazo de la invasión extranjera. Oribe, derrotando a Rivera, dio un
golpe de muerte a sus ambiciones antiargentinas. Cesaba así, después8

8 Jo sé Torre Revello. Selección de D ocum entos relativos al Libertador Don José


d e San M artín, Bs. As., 1974, pp. 134, 135.

- 67 -
de cuatro años de lucha, el tremendo sacudimiento interno provocado
en nuestro país por la agresión francesa en alianza con los unitarios.
Oribe no sólo era entonces el General en Jefe interino del Ejército
de Vanguardia de la Confederación Argentina, sino que reivindicaba
su condición de auténtico Presidente de la República Oriental del Uru­
guay, del que había sido despojado ilegalmente en 1838 por la fuerza
de Rivera apoyado por irresistibles medios franceses. Pero en 1843, el
triunfo político de Rosas afianzaba la soberanía nacional en ambas
orillas del Río de la Plata, contra las grandes potencias europeas que
se empeñaban para someter a los nuevos estados americanos a un vasa­
llaje similar al de los países que colonizaban en Asia o Africa, ponién­
dose en movimiento en cuanto vieron el éxito de Rosas.
Esta vez era Inglaterra que dirigía la maniobra, la misma que tema
desde 1806 un Comodoro de Estación en el Plata, con oficinas en Buenos
Aires y Montevideo; la misma que había inventado el Estado Oriental
sobre la Provincia Oriental argentina, para tener una base de opera­
ciones para controlar el Río de la Plata desde 1828, segregación a nues­
tra soberanía con que culminó la misión Ponsonby en 1828, como se ha
visto en G l a d i u s N2 21.
La política prepotente de los ingleses tenía como objetivo establecer
un nuevo sistema económico que abriera todos los mercados posibles
para la producción industrial británica: era la política librecambista
del primer ministro Roberto Peel que preconizaba la ruptura a cañona­
zos donde hubiera oposición. Al respecto, desde principios de 1842, In­
glaterra había echado el ojo al mercado paraguayo y la única valla que
se le podía oponer era Rosas, que no aceptó nunca que esa provincia
argentina septentrional fuera segregada al servicio de los extranjeros
fuera Brasil o Gran Bretaña9.
El pretexto para intervenir fue la calidad de mediadores que se
atribuyeron Inglaterra y Francia, entre Oribe y Montevideo, que como
se ha visto, estaba cercado por el primero. Ya el 16 de diciembre de
1842 los representantes de estos países intimaron al Gobierno argen­
tino a cesar la guerra, para lo cual los buques británicos y franceses
que estaban en Río de Janeiro bajaron a Montevideo. Mientras tanto,
en el gobierno de esta plaza se debatía la erección de un estado nuevo
independiente con la Banda Oriental, Entre Ríos, Corrientes y quizá
Río Grande del Sud, contra lo que protestó airadamente, entre otros,
el Coronel Chilavert y otros jefes unitarios.
En Montevideo se había hecho cargo de la defensa el General José
María Paz, pero a principios de febrero de 1843, Rivera, que lo detesta-

9 Julio Irazusta. D e la epopeya em ancipadora a la pequeña Argentina. B s. As.,


1979. pp. 85 a 90.

-68-
T E A T R O D E O P E R A C IO N E S E N E L EST A D O O R IE N T A L

- 69 -
ba, entró en la plaza, donde las posiciones estaban ocupadas por ej
tranjeros en su mayor parte, ya que estos constituían las tres cuar
partes de la población de la ciudad. Para cerrar el cerco, el Gobier
argentino declaró bloqueado el puerto de Montevideo y el 19 de mard|
de 1843 ordenó al Almirante Brown, jefe de la escuadra, no permitirs
la entrada de buques con armas y ganado de consumo ni víveres par,
la plaza, a partir del 1ro de abril de 1843. Pero el comandante navj
inglés comodoro Purvis se dirigió al Almirante Brown que, como er,
bien conocido, hacía un cuarto de siglo que mandaba la Marina argén,
tina, llamándolo “Mr. Brown, súbdito británico al mando de los buquef
de guerra de Buenos Aires”, para decirle “que no toleraría que la e¿
cuadra argentina cometiese acto alguno de hostilidad sobre la ciudal
de Montevideo”, y que además, “cualesquiera buque o embarcación di
guerra existente al mando de un súbdito de S. M. Británica que comé
tiese algún acto de hostilidad contra otros súbditos de S.M.B., seríf
considerado como culpable de piratería y tratado como tal”101.
Esta medida estaba calculada para producir la ruptura de relacij
nes con la Confederación Argentina, ya que la llamada Comisión A|
gentina de unitarios residentes en Montevideo, se había ganado ent
ramente al Comodoro inglés Purvis, explotando su soberbia e ignoran
cia. En cuanto Brown ordenó apresar buques que intentaban burlar |
bloqueo, la flota de guerra inglesa lo impidió cañoneando a la escuadii
nacional. La prensa de los unitarios en Montevideo aplaudió esta afreíl
ta a la Marina argentina. Rosas reclamó ante el cónsul inglés Mendf
ville quien escribió al Comodoro Purvis sobre los graves inconveniente
que traería su proceder, pero todo fue inútil. Reiterando el reclamf
provocó la consiguiente inquietud entre los ingleses residentes en Bul
nos Aires, a los que el Gobierno garantizó su seguridad mientras rej
petaran las leyes argentinas.
La situación rioplatense fue conocida por San Martín a través <
una carta que el General Miller le escribió el 1ro de abril de 1843 des<j
Coldred Dover (Inglaterra), donde, entre otras cosas, le expresó:
/ —/ P arece que el gobierno in glés h a determ in ado h acer esfuerzos pafi
im pedir que R o sa s continúe la g u e rra contra M ontevideo; m á s se tem
que lo g ra rá to m ar posesión de a q u e lla ciu d ad . / .../ ”u .

En realidad, el General Oribe nada hizo para tomar MontevidJ


por asalto. Cuando en marzo de 1843 la deserción de los orientales (
la plaza hacia el campo de Oribe se acentuaba día a día, éste inten¡
penetrar con la complicidad de unidades orientales, pero se trató 1

10 Adolfo Saldías. H istoria de la Confederación A rgentina. Bs. As., 1968. Tomol


pp. 316,317. *
11 Ibídem Nota N9 2, p. 99.

-70-
m

trampa que le tendió el General Paz en la noche del 12 de marzo


^n^g4 3 ¡ de la que se apercibió Oribe a tiempo para evitar la destrucción
¿e sus mejores fuerzas.

Los unitarios p rep arab a n con B ra sil la segregación de la


IVÍesopotamia argentina mediante la g u e rra de Francia
e In glaterra contra la Confederación A rgen tin a

Fructuoso Rivera, el gobierno de Montevideo y la llamada “comi­


sión argentina” de los unitarios, se proponían segregar las Provincias
de Entre Ríos y Corrientes, y las misiones de guaraníes, para unirlas
en un nuevo Estado, a la Banda Oriental, mediante el poder militar de
Francia e Inglaterra, con el consiguiente beneplácito de Brasil al ver
disminuida una vez más a las antiguas Provincia Unidas del Río de la
Plata, que ya habían perdido la mitad de su territorio y de su población,
cuando Rosas recibió el gobierno en 1832. El jefe político de losunitarios,
Florencio Varela, el entregador intelectual, redactó una memoria que
ensalzaba el proyecto y que presentó al agente francés en Montevideo,
al comodoro inglés Purvis y al ministro de Brasil en esta plaza Sinimbú.
Esta flagrante traición de los unitarios, merecía nuevamente el famoso
anatema con que San Martín los fulminó en carta a Rosas del 10 de
julio de 1839 (publicada en la Gaceta Mercantil), que vale la pena re­
cordar:
*7... / pero lo que no puedo concebir es el que h ay a am erican os que p o r un
in dign o espíritu de p artid o se u n an a l extran jero p a r a h u m illa r a su P a ­
tria y re d u cirla a u n a condición p eor que la que su fría m o s en tiem po de
la d o m in ación e sp a ñ o la ; u na ta l felo n ía n i el sepulcro l a puede h acer d e­
sa p a re c e r ”12.

Pero Rosas, como conductor de la estrategia general, reforzó al


General Oribe -a cargo del teatro de operaciones del Estado Oriental-
con las fuerzas del Gobernador de Entre Ríos, General Urquiza, que se
hizo cargo del Ejército Auxiliar de Vanguardia de la Confederación
Argentina, pasó el Río Uruguay el 11 de marzo de 1843 en Salto, y fue
orientado por Oribe para operar contra Rivera en territorios no bien
conocidos, prosiguiendo su marcha lentamente hacia el Sud. Atravesó
el Río Negro el 1ro de julio de 1843 y el 30 de este mes estaba en San
José (ver mapa adjunto). Su vanguardia, al mando del recientemente
Incorporado Coronel Angel María Núñez, derrotó a la de Rivera en
Gagancha (departamento de San José, a 80 Km N.O. de Montevideo)
e‘ 24 de agosto de 1843, prolegómeno de los sucesivos triunfos sobre

12 Ibídem Nota N° 2, p. 127.


los riveristas en septiembre de 1843, expresando Urquiza en su parte
a Rosas el 20 de setiembre de 1843: “le hemos hecho una fuerte per­
secución al mismo pardejón13 hasta la costa del Río Negro tomándole
en ella 400 carretas, 2.000 caballos, 10.000 almas de familia14y derro­
tándolo en Polanco a una División de 500 hombres mandados por Quin­
tana y Miguel Baéz, dejando porción de muertos y prisioneros”. Asi­
mismo, en el extremo Este del teatro de operaciones oriental, el General
Servando Gómez, destacado por Oribe, derrotó a Venancio Flores y
Fortunato Silva en las puntas del Arroyo Cordobés (230 Km N.E. de -
Montevideo) el 29 de septiembre de 1843, y un mes más tarde, destruyó
la divisiónriverista del Coronel Fortunato Silva enel Paso del Chinibao,
el 6 de noviembre de 1843, persiguiéndola hasta más allá del Chuy, -
obligándola a asilarse en el Brasil. Los contrastes de Rivera se sucedie­
ron sin interrupción, y sus fuerzas fueron deshechas a fines de novi­
embre de 1843. Urquiza procuró cortarle sus comunicaciones con Mon­
tevideo y terminó este año 1843 con sus Fuerzas sobre el Arroyo Casupá
(115 Km N.E. de Montevideo).
Entretanto, hacía tres meses que el Gobierno argentino había res­
tablecido el bloqueo de Montevideo y también de Maldonado el 6 de
septiembre de 1843, y expulsó al ministro brasileño en Buenos Aires
porque rechazó la medida cuando se comunicó al cuerpo diplomático
extranjero. La situación de Montevideo era desesperante por la falta
de alimentos; sólo el Comodoro Británico y el ministro brasileño daban
lo poco que podían, pero esto era una gota de agua. Diariamente se
presentaban a Oribe toda clase de personas en el campo del Cerrito.
Florencio Varela fue a Inglaterra para obtener que esta potencia en­
viara más fuerzas navales contra su país de nacimiento ya que, obce­
cado, buscaba su ruina.
Prosiguiendo su campaña, al iniciarse 1844 las fuerzas de Urquiza
perseguían a Rivera quien, después de pasar por Sta. Teresa e India
Muerta, se detuvo en el valle del Arroyo Aiguá, a 60 Km S.S.E. del
campamento federal en Casupá, retrocediendo el 16 de enero de 1844
hacia las puntas del Sauce, dos arroyos a 80 Km al Este del Aiguá,
donde fue alcanzado por el incansable entrerriano la tarde del 24 del
mismo mes, quien lanzó sus escuadrones derrotándolo completamente,
huyendo Rivera en las sombras de la noche.
La situación para los sitiados en Montevideo mejoró cuando el
Coronel Venancio Flores logró audazmente introducir 500 reses en la
plaza el 7 de febrero de 1844, trabándose varios combates desfavorables
para los sitiadores, por lo que el General Paz intentó otra salida el 24

13 Apodo peyorativo con que los federales llamaban a Fructuoso Rivera.


14 Familias que Rivera obligaba a seguir a sus tropas.

-72-
de abril de 1844 frustrada por la abrumadora superioridad de las fuer­
zas de Oribe.
Las noticias de los ministros argentinos en Londres, París y Río
de Janeiro no dejaban dudas sobre la solapada guerra que se prepara­
ban a^esatar en el Río de la Plata. Frente a estos hechos, la serenidad
de Rosas era admirable. Con voluntad inquebrantable siguió impul­
sando el perfeccionamiento de las instituciones y trabajos, tanto en la
ciudad como en la campaña, incluyendo las actividades científicas e
industriales. Era el resultado de una administración emprendedora y

-73-
honestísima dedicada al bien común. Rosas trabajaba, de día y de noche,
en su despacho establecido en su casa particular de la calle San Fran­
cisco (hoy Moreno), con un único recreo: galopar hasta su quinta de
Palermo que, sobre bañados inútiles, estaba transformando en un ver­
gel con calles, canales, plantaciones, y una magnífi ca mansión de recreo,
por supuesto a su exclusivo costo de su peculio. La administración de
la renta pública de la Provincia de Buenos Aires de unos dos millones
de pesos mensuales, fue organizada contal eficiencia que, respondiendo
exactamente al cálculo de recursos que anualmente rendía ante la Le­
gislatura, alcanzaba para hacer frente a la guerra por mar y por tierra,
auxiliar a las provincias interiores con dinero y armamento, pagar los
gastos de las legaciones de la Confederación en Londres, París, Wash­
ington, Río de Janeiro, Chile y Bolivia, y puntualmente a todos los
empleados públicos, las expensas del servicio público, mantener y pagar
las numerosas tribus de indios amigos que, sujetos a la disciplina mili­
tar, ayudaban a guarnecer las fronteras; y hasta afrontar el pago del
servicio y amortización de los fondos públicos con puntual exactitud,
seguridad estricta que explicaba su buen éxito, porque estos fondos
estaban a la par15.

San M artín hizo testamento legando su glorioso


sable corvo a Rosas

Durante este tiempo, San Martín enfermó y sintió la necesidad de


escribir su testamento “visto el mal estado de mi salud” como consignó
expresamente, documento de gran importancia para este trabajo, por­
que en el párrafo 3ro estampó su voluntad sobre el destino de su más
preciada reliquia, en forma bien clara, dando las altas razones que
motivaban su resolución:
"3°. E l sa b le que tne h a aco m p añ ad o en toda la g u e rr a de la indepen den ­
cia de la A m érica del S u d , le se rá en tregado el G en eral de l a R epú b lica
A rgen tin a D on J u a n M an uel de R o sa s, como u n a p ru e b a de la sa tis fa c ­
ción que como argen tin o he tenido a l ver l a firm e za con que h a sosten ido
el honor de l a R epú b lica contra la s in ju sta s preten sion es de los extran je­
ros que tra ta b a n de h u m illa r la n.

Como se puede apreciar en la fotocopia que se acompaña, el testa­


mento está escrito con una caligrafía bien cuidada, dibujada, con letra
grande y clara, pasada en limpio con todo cuidado, con fecha 23 de enero
de 1844, en París, donde estaba ese invierno de 1843/1844. Este tras­
cendental documento quedó depositado en el archivo de la Legación

15 Ibídem Nota N5 10, Tomo 3, pp. 372 a 377.

-74-
argentina en París por el yerno de San Martín, Mariano Balcarce y,
como es usual, nadie lo conoció hasta después de la muerte del General
San Martín, el 17 de agosto de 1850, cuando Balcarce remitió a Rosas
copia legalizada el 29 de setiembre de 185016.
El testamento es ológrafo, esto es, escrito de puño y letra por el
mismo San Martín, con gran prolijidad dada su importancia, y a pesar
de la solemnidad de su encabezamiento, donde enumera con detalle
todos sus grados y títulos, el documento tiene una destinataria única,
su hija Mercedes de San Martín, a quien declara su heredera universal
y encarga ejecutar su expresa voluntad en las cuestiones que explícita,
es pues, un documento familiar y personal. No lo fue ante escribano
público como era de uso en Hispanoamérica y, por tanto, no responde
al formulario usual con las invocaciones de la Iglesia Católica como se
puede apreciar en la mayoría de los testamentos de la época, aún en el
de Bernardino Rivadavia que hizo hacer por escribano público en
Cádiz17, siendo notoria su filiación masónica y haber perseguido a la
Iglesia, destruyendo sus órdenes religiosas en Buenos Aires y apode­
rándose de sus bienes18.
El testamento de San Martín es como un parte de guerra escrito
sobre el parche de un tambor al término de la lucha, donde se pondera­
ban las acciones heroicas de los más valientes, capaces y merecedores
de distinción. Así condecoró a Rosas con el máximo galardón, el sable
glorioso, por la epopeya nacional sin ayuda de nadie -como la llamó el
gran Julio Irazusta- y que para San Martín tuvo tanta importancia
como la guerra de la independencia sudamericana contra España. Es
un testimonio de amor: a Dios, a la Patria, a su familia paterna en su
hermana mayor y a sus seres más queridos: su hija, su hijo político y
sus nietitas.
Este documento no sufrió modificación alguna durante más de seis
años que aún vivió en esta tierra el Libertador, sino que la actitud de
Rosas durante ese lapso mereció la permanente aprobación de San
Martín, como se verá en su correspondencia que trataré cronológica­
mente. Sin embargo, no pudo dejar de mencionar que, cuando se hizo
público el legado del sable glorioso a Rosas, los unitarios volvieron a
atacar la memoria venerada del Padre de la Patria, difundiendo pérfi­
das mentiras sobre su senilidad inventada para intentar neutralizar
la lucidez y sinceridad de nuestro más grande argentino.

16 José Pacífico Otero. H istoria del L ibertad or Don J o s é de S a n M artín . Bs. As.,
1978. Tomo 89, p. 111.
17 Ricardo Piccirilli. R iv a d a v ia y su tiempo. Bs As, 1942, p. 349.
18 Guillermo Gallardo. L a política religiosa de R iv ad av ia. Bs As, 1962.

- 75 -
TESTAMENTO OLOGRAFO DE SAN MARTÍN

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ftftJu fty n hie f c t u u ii\ L ^ c ,I ? C F ^ ^ m n ^ e ^ J c u / c con .W eira., n,>o?\
twii (lin i»« i>.a¿ t r i e i n t ä f f i d n - M (a hie^o Ccn t i n u ^
:& \ 'c / r n t ) M cu icftic/ r y cm f)ctiC ic\ x la L h iC c-u ton D& / ¿ o f i l f a

rk ia s crciiiAXv c n , f t & w i'iw iM u j/i/i cjite cu u -ptt-


S^neV /a Min-nc^. f t / i \ ftye> j t úi>/o'a: lyvtetf e n c a v ó .o -
W 'y? <W»t S ap in o , c u y * h 'b n ir n ù & ijy 'konèvu*. f t f t t w no
ïci)y'ii*tù(o ¿a Camion, ft l>ewi& ftriY>*ft f t te ^

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■)tkt> Ut/nUT/ ÿ t W ó n u ü y cyUiCtFú^ y M O r i f i r t o d o ■&. f t h n f i L*p'~ J

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h (ni*ito a. totee fiepu il¿ Laftjjtuw f t /e r ¿ma, frYùyn-ëfti'j.¡
\ntaSf SLbnjrK cj,u¿ fu t ftm lùyn .07 kci¿éw%^ Tt'th z& Jh tc.¿ .j
%Á(Á\po>.i/tJi. y hon oreó ¿¿>Kÿ w ^ n v r ^ 7 w - p v i V > - ¿ / ^ «p j
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-77-
Después, San Martín se fue recuperando de su dolencia. El 6 de
marzo de 1844 le escribió al General Joaquín Prieto desde París:
“/.../ Mi querido amigo:"

"Aunque bastante débil, voy a contestar a su muy apreciable del 27 de se­


tiembre, que ha llegado a mis manos a fines de enero de este año. I .../”20.

En Buenos Aires, como se ha visto, Rosas proseguía su obra cons­


tructiva, y de apoyo al interior de acuerdo con las posibilidades reales,
con sentido común, como debía hacerse, según comentó San Martín ya
recuperado totalmente, en carta del 25 de agosto de 1844 al doctor
Pedro Palazuelos, chileno ilustre de gran personalidad, dedicado a la
evangelización del pueblo y al acrecentamiento de la caridad y de la
cultura, bien apreciado por San Martín21 cuya misiva trasluce la con­
fiada intimidad de verdaderos amigos, como se puede leer:
“/... / Mi querido amigo:"

“Su muy apreciable de 24 de diciembre del año anterior me fue entregada


por el señor Pulliny, y la del 28 de enero del presente por el señor Don
Manuel Antonio Tocornal, ambas no han sido contestadas con más ante­
lación esperando la segura proporción de su ida a Chile de mi antiguo
amigo el C eneral Borgoño, que saldrá definitivamente de Bordeaux en
los primeros días del próximo mes.”

“He tenido una verdadera satisfacción en haber conocido al señor Tocor­


nal: instruido, moderado y amable, no se le puede tratar sin desear ser
su amigo; yo estoy muy seguro que su residencia en Europa le será venta­
josa, no sólo por el caudal de conocimientos que adquirirá en su carrera,

20 Ibídem Nota N9 2, p. 206.


21 Pedro Palazuelos A staburuaga era un jurisconsulto y político chileno nacido en
1800 y fallecido en 1851. Fue educado en el Convento de San Agustín en Santiago,
donde había nacido. Su gran talento le permitió graduarse de doctor en teología y de
abogado, a los 19 años. Fue auditor general de guerra, hábil orador en los primeros
congresos de la República; secretario del Obispo Cienfuegos en su misión en la Corte
Pontificia enviado por San Martín y O’Higgins, de la que resultó el delegado papal
Monseñor Muzzi (1823, ver GLAD1US N8 19, p. 116). Encargado de Negocios en los
Países Bajos en 1829, -estando San Martín entonces en Bruselas- y luego Cónsul Gene­
ral de Chile en Francia, también cerca del Libertador. Se distinguió en su patria como
orador popular y protector de la clase proletaria. “Verdadero sacerdote -escribió el
americano Cortés- creyó que era su deber sacrificarse al bien de la humanidad, esfor­
zándose en reunir las m asas bajo el estandarte de la Cruz de Cristo y encam inarlas al
bien, inspirándose en la prim era y m ás bella de las virtudes: la Caridad. H ablaba a la
mente del artesano y del proletario con ceremonias piadosas... Prestó a la instrucción y
moralización del pueblo los m ás importantes servicios... Fue promotor de la Academia
de Pintura y de la Escuela de Artes y Oficios, instituyó la Academia de Música y de la
G uardia del Orden, reorganizador de la Cofradía del Santo Sepulcro, con una escuela
anexa para instrucción de los artesanos. Fue el primero en la idea de celebrar la inde­
pendencia chilena con espectáculos dignos, con fiestas que fuesen la expresión de la
cultura y la civilización del pueblo. Cuando falleció pertenecía a la Facultad de Teo­
logía de la Universidad de Chile.”

- 78 -
sino también que poseyendo un carácter observador no se dejará deslum­
brar por las apariencias de una civilización avanzada y sólo adoptará
las que sean más apropiadas a su patria.”

Estas últimas palabras dé San Martín sobre el carácter realista


de Manuel Antonio Tocomal22, son la introducción a una lección magis­
tral de prudencia política práctica ejemplificando con l<y}ue sucedía en
Perú, que resulta también una página de historia argentina al mostrar
la experiencia negativa que dejó Rivadavia, descubriendo con la verdad
lo que la historiografía en boga entre nosotros ha tratado de ocultar,
presentando a Rivadavia como un gran estadista, cuando en realidad
sólo demostró ineptitud para los cargos en que se encaramó:
“En cuanto a la “comedia” que me dice Ud se presenta en el Perú por la
concurrencia de diferentes mandones, permítame rectifique la expresión
marcada: creo que en lugar de comedia, es un drama espantoso el que se
ejecuta. Yo no concibo la degradación de un Estado que sufre después de
tantos años la m ás espantosa am argura por la sola ambición de seis u
ocha miserables, sin prestigio, sin talentos, y sin moralidad, creyéndose
cada uno de ellos con derechos hereditarios a regir sus destinos, y sacrifi­
cando su p atria a la más desenfrenada y ridicula ambición: Dios haga
terminen los males de ese desgraciado país, que visto su estado y falta de
energía, creo que Ud ni yo no lo veremos tranquilo*.

“Me dice Ud que su país marcha bien, pero con mucha lentitud. No olvi­
de Ud., mi buen amigo, el proverbio italiano, Piano, Piano se va a Sanno
Iprobablemente por lontano I . L a marcha de todo Estado es muy lenta, si
se precipita sus consecuencias son funestas. S i yo viese a su afortunada
patria d ar oídos a los visionarios, y precipitar las reformas, confieso a
Ud. que me alarm aría por su futura suerte; tenga Ud presente la que se
siguió en Buenos Aires -por el célebre Rivadavia- que empleó en sólo
madera p ara hacer los andamias para componer la fachada de lo que
llaman Catedral, 60 mil duros, que se gastaron ingentes sumas para con­
tratar ingenieros en Francia, y comprar útiles para la construcción de un
canal de M e n d o z a a B u e n o s A ir e s , que estableció un banco en donde
apenas había descuentos, que gastó 100 mil pesos para la contrucción de
un pozo artesiano a l lado de un río y en medio de un cementerio público
-y todo esto se hacía cuando no había un muelle para embarcar ni de­
sembarcar los efectos, y por el contrario, deshizo, y destruyó el que había
de piedra, y que había costado 600 mil fuertes en tiempo de los españoles,
que el Ejército estaba sin pagar y en tal miseria que pedían limosna los
soldados públicamente- en fin que estableció el papel moneda que ha sido

22 M anuel Antonio Tocomal. Hijo del Vicepresidente Joaquín Tocomal, nació


1817, fue varias veces Diputado, Ministro de Ju sticia, Culto e Instrucción Pública, bajo
el Gobierno de Bulnes, y m ás tarde Ministro del Interior en el Gobierno de Pérez-. Fue
uno de nuestros m ás notables oradores, y muy respetado por la rectitud e integridad
de su conducta como hombre público y privado. En su s últimos años había llegado a la
cumbre de los honores, siendo a la vez Presidente del Senado, Consejero de Estado y
rector de la Universidad. (José Zapiola. Recuerdo de treinta años. Bs.As., 1974, pp. 79 y
303).

- 79 -
l a ru in a d e l crédito de a q u e lla R e p ú b lic a y la d e lo s p a r tic u la re s -sería
no a c a b a n * i se en um erasen l a s lo c u ra s d e aq u el vision ario , y l a a d m ir a ­
ción de un g r a n n úm ero de m is co m patriotas- creyendo im p ro v isa r en
B u en o s A ire s l a civilización eu ropea con sólo los decretos qu e d ia ria m e n ­
te lle n a b a lo que se lla m a b a A rch ivo o ficial. Yo espero que C hile se g u irá
la m a rc h a s ó lid a que h a em pren dido, y que s u s reform as l a s h a r á con
p a s o de to rtu g a .”

“ I... ¡ M is h ijo s lo s a lu d a n cordialm en te, igualm en te, que éste su C ap e ­


llá n - que le d e se a todo bien, a sim ism o el que m e crea es su an tigu o
am igo.

J o s é de S a n M artín .”23

L a m an iobra an glo francesa p a ra conquistar la cuenca


del P la ta en 1845

Como se ha visto, Florencio Varela fue a Inglaterra y Francia para


impulsar la guerra de estas las dos más grandes potencias del mundo -
contra Buenos Aires y la Confederación Argentina, donde había nacido
para desgracia, ya que se trataba de segregar la Mesopotamia Argen­
tina, es decir, mutilar nuevamente el territorio nacional. Para asegurar
este resultado ominoso, Brasil envió también un agente especial a Lon­
dres y París, el vizconde de Abrantes. Rosas fue impuesto de estas
negociaciones por los agentes respectivos, Manuel Moreno y Manuel
de Sarratea.
El pretexto con que Inglaterra y Francia pretendieron encubrir su
agresión militar, fue que la guerra entre Montevideo y Buenos Aires
perjudicaba el comercio. En realidad se trataba lisa y llanamente de la
conquista por las armas de la cuenca del Plata y de los territorios que
bañaban sus ríos. Para ello enviaron a los ministros Ouseley (inglés) y
barón Deffaudis.
Fructuoso Rivera, entretanto, con la ayuda del gobernador de Río
Grande Marqués de Caxías, reorganizó sus fuerzas y a fines de enero
de 1845 pasó la frontera y sitió a Meló (ver mapa adjunto), en el confín
N.E. de la República Oriental, a 350 Km de Montevideo y a 50 Km del
Yaguaron (frontera N.E. con Brasil). El General Urquiza reunió
sus fuerzas en el Cordobés, zona al norte del Cerro Chato sobre las
puntas del Río Yí, a 125 Km S.O. de Meló, y se movió el 26 de marzo
de 1845 hacia Cerro Largo (35 Km S. de Meló). Ocultándose de Urquiza,
Rivera lo hacía marchar y contramarchar sobre la Cuchilla Grande
para arruinarle las caballadas y caer sobre él cuando perdiera movili­

23 Archivo Nacional de Chile. A rchivo de D on B ern ardo


O’H iggin s. Tomo IX,
documento 62.

- 80 -
dad. Pero cuando Urquiza se dio cuenta que Rivera con 3.000 hombres
se dirigía a apoderarse del pueblo de Minas (60 Km N. de Maldonado,
algo más de 100 KmN.E. de Montevideo), intentó interponerse y Rivera,
reunidas ya todas sus fuerzas que ahora alcanzaban a 4.000 hombres
organizó una posición el 26 de marzo de 1845 en los campos del extenso
Arroyo de India Muerta (65 Km O. del Chuy). Al salir el sol del día
siguiente 27 Urquiza atacó con sus escuadrones entrerrianos y, después
de una hora de lucha encarnizada, lo derrotó completamente, perdiendo
Rivera unos 400 muertos (más de 30 jefes y oficiales), 500 prisioneros,
el parque, caballadas, toda la correspondencia, su espada con los res­
pectivos tiros y hasta las boleadoras24. La retirada fue bien apurada y
Rivera volvió a repasar el Yaguarón, quedando bajo la protección de
las autoridades brasileñas. Esta victoria destruyó para siempre la in­
fluencia militar del director oriental de la guerra contra Rosas.
El General Oribe intimó rendición a la plaza de Montevideo en
mayo de 1845 y como fue inútil, se dispuso a tomarla por asalto. Pero
los Almirantes Inglefield y Lainé impusieron a Oribe que no permitirían
hostilidades contra dicha plaza, y desconociendo el derecho de bloqueo,
abastecieron a Montevideo de abundante munición y material de gue­
rra. Todo ello apoyado en formidables fuerzas navales con un total de
6 fragatas (3 inglesas), 2 corbetas francesas, 8 bergantines (3 franceses)
y 4 vapores (2 franceses), con un total de 416 cañones (282 franceses)
y 3.540 hombres (2.230 franceses)25, en el momento que llegaban los
ministros Ouseley y Deffaudis, con hipócritas pretextos de “paz y amis­
tad” y “restablecer la independencia del Estado Oriental”. A la expec­
tativa, estaba la Escuadra Brasileña con 5 corbetas, 1 bergantín, 1
goleta y 1 patacho con 146 cañones y 1150 hombres, en el Río de la
Plata.
Ouseley, basado en órdenes del primer ministro inglés Lord Aber-
deen, exigió al gobierno argentino que retirara sus fuerzas militares
del territorio oriental y levantara el bloqueo de Montevideo, autorizado
para usar la fuerza para lograrlo, así como la ocupación de la isla Martín
García y la ‘libre” navegación de los ríos interiores de la cuenca del
Plata. Lo mismo hizo el primer ministro francés Guizot con respecto a
Deffaudis. Con estas intimaciones se iniciaba la agresión anglo fran­
cesa, con el apoyo brasileño, ante cuyo poder temible, Rosas estaba solo.
El caudillo argentino acababa de ser reelecto Gobernador de Bue­
nos Aires por una Legislatura compuesta por los hombres de las prin-
eipalesfamilias de Buenos Aires, distinguidos por su honradez, talentos

24 IbídemNota N8 10, Tomo 3, pp. 13 y 14.


25 Ibídem Nota Ne 10, Tomo 3, pp. 20 y 21.

-81-
y servicios prestados a la Patria26. El encargado de los negocios de los
Estados Unidos William Brent intentó mediar a fines de mayo de 1845,
pero no fue considerado por los europeos. Las reuniones diplomáticas
se sucedieron hasta que el Ministro argentino de Relaciones Exteriores
Arana los desenmascaró echándoles en cara en nota del 15 de julio de
1845 que las medidas anunciadas entraban eh el terreno de las agresio­
nes contra un gobierno amigo, y tanto Gran Bretaña como Francia
adquirían el carácter no de mediadores sino de beligerantes. Mientras
tanto, desembarcaban infantería inglesa y francesa para ocupar las
posiciones defensivas de Montevideo el 22 de julio de 1845, y fueron
secuestrados los buques de la Escuadra Argén ti na por las flotas anglo
francesas.
Ante el ultimátum de los ministros extranjeros, Rosas, sin hesitar,
les mandó extender los pasaportes, es decir, los expulsó de Buenos
Aires, y éstos se instalaron en Montevideo, donde funcionaba el puesto
de comando de la agresión de las dos más grandes potencias del mundo.
La opinión pública unánimemente rodeó a Rosas que, con firmeza in­
quebrantable se oponía al avasallamiento por la fuerza y la Confede­
ración Argentina respondió t.n la guerra a la guerra que planteaban
los europeos.

San M artín ante la agresión extranjera

Aún sin noticias concretas de lo que iba a pasar en el Río de la


Plata, el 10 de abril de 1845 San Martín le escribió a Guido, nuestro
embajador en Río de Janeiro, haciendo un comentario que es una bre­
vísima pero acertada apreciación de la situación y sus consecuencias,
tal como ocurrió, en estos términos:
“¡Qué me dice Ud de la intervención que se anuncia de la Inglaterra,
Francia, y el Brasil, en nuestra contienda con la Banda Oriental! No
puedo persuadirme traten de emplear la fuerza para hacerla efectiva; yo
me inclino a creer sea más bien una mediación amistosa a la que se trate
de proponer, de lo contrario sería un abuso inicuo de la fuerza, sin que
por ésto consiguiesen los resultados que se proponen, es decir la termina­
ción de la guerra, por el contrario, ella se prolongaría por un tiempo in­

26 Eran los señores: Nicolás Anchorena, Ju an A. Argerich, Martín Boneo, Manuel


Arrotea, Francisco C. Beláustegui, Manuel Corvalán, Cayetano Campana, Jacinto
Cárdenas, Tiburcio de la Cárcova, Inocencio y Bernabé de Escalada, Felipe Elortondo,
José B. Ezcurra, José Fuentes Arquivel, Agustín Carrigós, Romualdo Gaete, Manuel
de Irigoyen, Pedro Lezica, Juan Manuel de Lúea, Eusebio Medrano, José de Oromí,
Bernardo Pereda, Agustín de Pinedo, Francisco Piñeiro, Simón Pereyra, Mariano B.
Rolón, José M. Roxas y Patrón, Miguel de Riglos, Prudencio O. de Rozas, Miguel E.
Soler, Felipe Senillosa, Roque Sáenz Peña, Lorenzo y Eustaquio Torres, Juan N. Ter­
rero, Pedro Vela, Villegas, Vidal, Ximenes, Unzué.

-82-
defin ido, y p o r consiguiente p e rju d ic ia l a los intereses de los b eligeran tes
y n e u trale s.*2728

En cambio, el General José María Paz, comandante en jefe del


ejército de Corrientes, aliado con los enemigos de la Patria, preparaba
estos efectivos contra Entre Ríos, organizando la defensa de aquella
provincia en su campamento de Loma Villanueva (a 100 km E.S.E. de
Corrientes) donde, afines de junio de 1845, lanzó la expedición a Santa
Fe de Juan Pablo López, quien cruzó por el Chaco y se apoderó de la
capital santafesina el 6 de julio de 1845, sorprendiendo al Gobernador
Echagüe, el cual se reorganizó en el Rosario y el 5 de agosto de 1845
retomó Santa Fe, retirándose Lónez hacia el Chaco, perseguido por
Echagüe que lo destruyó en San Jerónimo o Malabrigo (N. de Santa
Fe) el 12 de agosto de 1845.
Como para animar a R jsas, San Martín le escribió el 30 de junio
de 1845 esta carta de agradecimiento:
“G ran d Bourg, 30 de ju n io de 1845, a 7 legu as de P a rís.”

"M i a p reciab le G eneral y señ o r”

“D e regreso de un viaje que acab o de h ac er a l m e d io d ía de F ra n c ia ,


ad o n d e f u i a restab lecer m i a t r a s a d a s a lu d , m e h a sid o rem itido p o r mi
an tigu o am ig o el señor S a r r a te a , el últim o m en saje que h a p a s a d o U d a
la L e g isla tu r a de la P rovin cia, en fin es del añ o p a s a d o ; en él he visto el
honroso recuerdo que hace U d de los cortos servicios que la su erte me
proporcionó re n d ir a n u e stra P a tr ia ; como U d debe suponer, esta m an i­
festación d e l p rim e r je fe de l a R epú b lica me h a sid o altam en te liso n jera.
R eciba Ud, m i ap re ciab le G eneral, m is m á s sin c e ras g r a c ia s p o r la s bon­
d a d e s con que U d h o n ra m i m em oria.
“Que goce U d de s a lu d cu m p lid a, y que p o r fin de su s tra b a jo s ten ga la
sa tisfa c c ió n de ver a n u e stra P a tr ia p ró sp e ra y feliz, son los votos m uy
sin ceros que h ace en fa v o r de U d este m ás aten to y afecto se rv id o r y com ­
p atrio ta .

h28
J o s é de S a n M artín
Rosas no le pudo contestar sino más tarde, teniendo que afrontar
los candentes acontecimientos de la guerra desatada, para defender la
independencia americana, inspirándose para ello en el alto ejemplo
sanmartiniano, como se lo dirá más tarde al propio protagonista de la
magna gesta. Porque en el centro de la lucha, el benemérito Almirante
Brown fue apresado el 2 de agosto de 1845 con la Escuadra Argentina,
después de corta resistencia, atravesados sus buques por la artillería
de grueso calibre de los agresores. La violenta y escandalosa conducta

27 AGN VII-16-1-1, documento 236.


28 Ibídem Nota N8 2, p. 133.

- 83 -
de las fuerzas navales de Inglaterra y Francia, retempló aún más el
sentimiento nacional argentino. Nicolás Anchorena levantó atronado­
ras aclamaciones cuando dijo en la Legislatura de Buenos Aires que
“en esta contienda por la dignidad nacional no había sino argentinos
con la sangre de los del año 1810, o traidores aliados de la intervención”.
Los buques argentinos fueron repartidos entre ellos a la manera
pirata, reforzáronla artillería, izáronla bandera oriental, los tripularon
con extranjeros y los pusieron al mando del aventurero José Garibaldi.
El 30 de agosto de 1845 estos buques, junto con las escuadras enemigas,
enfrentaron la Colonia del Sacramento, le intimaron la rendición que
fue rechazada y después de 4 horas de cañoneo que incendió y arruinó
la ciudad, desembarcaron los ingleses, franceses y Garibaldi, enarbo­
lando sus banderas en las murallas, logrando entrar a sangre y fuego,
saqueando e incendiando, e insultaron a la noble dama Ana Monterroso,
esposa del General Juan Antonio Lavalleja, fundador de la indepen­
dencia oriental. Las fuerzas del Coronel Montero a cargo de la defensa,
que se había retirado momentáneamente, cercaron la Colonia por
tierra.
Entonces las fuerzas navales enemigas fueron a tomar la isla de
Martín García, que estaba al mando del Mayor Rodríguez con 10 sol­
dados viejos y un niño, como defensa simbólica, por lo que se apoderaron
de ella fácilmente el 5 de septiembre de 1845. Los almirantes inglés y
francés con Garibaldi siguieron aguas arriba por el Uruguay y le orde­
naron al último el saqueo de Gualeguaychú, que no tenía guarnición
militar, a expensas de los comerciantes extranjeros que eran mayoría.
“Hasta hoy -escribía el General Garzón el 27 de setiembre de 1845,
desde su campamento en el arroyo Grande, al Coronel Hilario Lagos
que defendía la zona de Paraná (Entre Ríos) subordinado al primero-
la escuadrilla salvaje del pirata Garibaldi no ha pasado Fray Bentos;
Pero después siguió hasta Paysandú y Concordia donde fue re­
chazado por los Generales Antonio Díaz y Garzón, respectivamente, el
29 de octubre de 1845, aunque finalmente pudo ocupar Salto y some­
terla a su sistemático saqueo. Estas situaciones marcaban el preludio
de la verdadera guerra que estaba por empezar. En la Gaceta Mercantil
se podía leer:
“El Gobierno Argentino se halla, pues, en el forzoso caso de repeler una
guerra de abominable conquista angla francesa sobre las naciones ameri­
canas. /...

Todos estos hechos fueron consignados por Adolfo Saldías29 que


resumió su repercusión en la Argentina y en América, de este modo:

29 Ibídem Nota Ns 10, Tomo 3, Capítulo LI.

-84-
“L a re p ú b lica en tera acom pañ ó a l G en eral R o sa s en l a lu c h a d e p rin c i­
p io s en l a c u a l e sta b a com prom etida no y a l a honra, sin o h a s ta l a in ­
te g rid a d n acio n al. Los m ilita re s de la s c a m p a ñ a s p o r l a in d epen den cia;
todos los hom bres p rin c ip a le s y a c a u d a la d o s ; todos lo s que p o d ía n lle v a r
un fu sil, ra tific a ro n de m odo inequívoco ese voto. L a s L e g is la tu r a s /d e
to d a s l a s p ro v in c ias, excepto la s do s que defeccionaron (C orrientes y
P a r a g u a y ) I viendo com prom etid a l a in d ep en den cia arg e n tin a , y en alte­
cien do a l go b e rn an te que r e sistía l a s a g re sio n e s de l a intervención, le
ofrecieron s u s recursos y p o d e r a l G en eral R o sa s. / ...I L a p re n sa de a m ­
bos m un dos, con u n a u n a n im id a d inequívoca, s i se exceptúa a l órgan o de
M r. T h iers, en P a rís, y los d ia rio s que re d a c ta b a n los em ig rad o s arg e n ti­
nos en M ontevideo y en Chile, ab u n d ó en m an ifestacion es d e s im p a tía y
a lie n to a l a jo ven C onfederación A rgen tin a y a su gob ern an te / a ú n l a
p r e n sa de B r a s il, l a de Chile y la de E s ta d o s U nidos de N orteam érica,
apo y aron a R o sa s. E s t a ú ltim a lo llam ó a R o s a s / g r a n c iu d a d a n o de
A m érica.

Este, a su vez, recordaba al ínclito guerrero de la independencia


sudamericana y contestó la última carta de San Martín transcripta
más arriba en estos términos:
“Buen os Aires, noviembre 16 de 1845."

“M i qu erid o G en eral:"

“L a m uy a p re c ia b le c a r ta de Ud, fech a 3 0 de ju n io , m e tra e n oticias de


Ud. y me exp re sa un voto de g r a c ia s ."

“L o s h onrosos recuerdos que he hecho de Ud, en el m en saje de 1844 a l a


H on orab le L e g isla tu ra de l a P rovin cia, son debidos a su alto m érito y e s­
clare cid o s servicios. L a g r a titu d de l a C onfederación A rgen tin a y d e l a
A m érica, n u n ca p u ede o lv id a r a U d: lo se g u irá a su retiro y siem pre hon­
r a r á su m em oria."
“M e es m uy se n sib le que l a s a lu d de Ud. esté q u e b ran tad a, y tengo el m á s
vivo deseo d e qu e se restab lezca y conserve".

“L o s sin ceros votos que U d h ace en m i favor, ob ligan tod a m i g r a titu d ”.

“Q uedo d e U d., G eneral, como siem pre, m uy aten to se rv id o r y am ig o

»30
J u a n M an uel de R o sa s'

L a vu elta de O bligad o y los combates en el R ío P a ra n á


contra los invasores ingleses y franceses

Como se puede ver en el mapa adjunto, a 17 KmN.O. de San Pedro


(Pcia de Bs As), el Río Paraná, después de tomarla dirección Norte-Sud,

3 0 Ib id e m N o t a N® 2, p. 133.
dobla hacia el S.E. y este lugar se conoce como V uelta de O bligado,
por el apellido del dueño de esos campos que allí se estrecha hasta unos
700 metros de ancho frente a un barranco, levantado por sus costados
y ondulado en el centro. Era un lugar de paso forzoso para las escuadras
enemigas que querían llegar al Paraguay. En ese lugar entraron en
posición las baterías de artillería y tropas al mando del Jefe del Depar­
tamento del Norte General Lucio Mansilla, aunque no había podido
completar las dotaciones de munición. L a misión de estas fuerzas
era defensiva: interceptar el avance de la flota anglo francesa hacia
aguas arriba del Río Paraná, perturbándolo al máximo posible. El me­
dio principal eran los fuegos de la artillería limitada a unos 20 cañones
(3 cañones de a 24, 2 cañones de a 18,4 cañones de a 16,4 cañones de
a 12, 7 cañones de a 10 y 1 de a 8), servidos por 220 artilleros y dis­
tribuidos convenientemente en las barrancas. Para aumentarla efica­
cia de los fuegos de la posición, se procuró la detención del avance de
las naves enemigas cruzando tres gruesas cadenas ancladas sobre la
posición y atadas en el otro extremo próximo a la orilla izquierda del
río, en el bfergantín Republicano atravesado y con 6 cañones de a 10;
las cadenas se mantenían en 24 buques desmantelados fondeados en
línea. Las tropas eran 800 milicianos de las proximidades, destinados
a dar seguridad terrestre a la artillería, con una reserva de 600 infantes
y dos Escuadrones de Caballería a 100 pasos a retaguardia de la línea,
y más atrás aún 300 vecinos armados31.
Esta somera descripción de los medios empleados, tiene por objeto
aclararque no se trataba de daruna batalla decisiva, sino sóloperturbar
al enemigo obligándolo a batirse para forzar el paso, demostrando la
voluntad nacional de resistir la invasión extranjera. No me propongo
relatar el combate en detalle, sino sólo hacer resaltar que, por el des­
pliegue de acciones heroicas, se logró cumplir con la misión que he
detallado más arriba, ya que el enemigo se vio precisado a detenerse,
desembarcar para neutralizar el eficaz ataque de la posición del Gene­
ral Mansilla que, con sus escasos elementos, contuvo desde las diez de
la mañana del 20 de noviembre de 1845 hasta las cinco de la tarde, a
11 buques enemigos con 99 cañones, de los que quedaron fuera de com­
bate 4, incluso un vapor (es decir, más de 1/3 de la flota), y 150 muertos
y heridos de los oficiales y marineros enemigos. La escuadra atacante
quedó más de 7 días inmovilizada por las reparaciones que tuvo que
encarar y atención de sus bajas de personal.
Por nuestra parte, tuvimos 650 hombres fuera de combate, resul­
tando herido el General Lucio Mansilla y el Coronel Juan B. Thome,
llamando la atención de los invasores, la bizarría de todos los jefes y

3 1 Ib íd e m N o t a N 5 10, T o m o 3 , C a p ítu lo L II.

- 86 -
oficiales argentinos, especialmente el Comandante del Regimiento de
Patricios de Buenos Aires Coronel Ramón Rodríguez. Muertos y heridos
regaron con su sangre la Vuelta de Obligado pero se cubrieron de gloria
y honraron a las armas de la Patria. Este hecho, que demostró la indó­
mita voluntad de Rosas de resistir y vencer, le granjeó la adhesión de
todos los argentinos y americanos, aun de algunos unitarios, como el
Coronel Martiniano Chilavert32.
La prensa independiente de América y Europa hizo repercutir en
el mundo la denodada resistencia aigentina a la agresión de las poten­
cias colonialistas.

San M artín otra vez en la defensa de la independencia


de la P a tria

El insigne luchador por la independencia escribió a Guido el 20 de


octubre de 1845 una carta que es un rugido indignado por la agresión
que sufría su querida Patria, porque expresó, desde Grand Bourg:
“/... / Desde mi última que remití a Ud por conducto de Sarratea, hemos
recibido noticias bien desagradables de nuestra Patria: es inconcebible
que la dos más grandes Naciones del Universo se hayan unido para
cometer la mayor y más injusta agresión que puede cometerse contra un
Estado Independiente: no hay más que leer el manifiesto hecho por los
enviados inglés y francés p ara convencer al más parcial la atroz injusti­
cia con que han procedido: ¡La humanidad! y se atreven a invocarla los
que han permitido -por el espacio de cuatro años- derram ar la sangre y
cuando ya la guerra había cesado por falta de enemigos, se interponen no
ya p ara evitar males sino p ara prolongarlos por un tiempo indefinido:
Ud. sabe que yo no pertenezco a ningún partido: me equivoco, yo soy del
Partido Americano, a sí que no puedo m irar sin el mayor sentimiento los
insultos que se hacen a la América. Ahora más que nunca siento que el
estado deplorable de mi salud no me permita ir a tomar una parte activa
en defensa de los derechos sagrados de nuestra Patria, derechos que los
demás Estados Americanos se arrepentirán de no haber defendido, o por
lo menos protestando contra toda intervención de los Estados Europeos”.

“Ya dije a Ud en mi última que visto el estado abatido de mi salud me


proponía p asar el próximo invierno bajo un clima más benigno que el de
París; efectivamente me pondré en marcha en principios del entrante,
bien sea al mediodía de la Francia, o algún otro punto de Italia. Como
Ud. debe suponer, a los 67 años, y con una salud sumamente achacosa,
no me será nada agradable tener que separarme de mi pequeña fam ilia,
y de sus cuidadosos esmeros, pero es necesario hacer este sacrificio para
evitar tanto padecimiento. I .../ ”33

32 Ibídem Nota N9 10, Tomo 3, Apéndice, Complemento al Capítulo III.


33 AGNVII-16-1-1, documento 238.

- 87 -
¡Cuánto lamentaba, como se lee, nuestro Héroe Máximo, su impo­
tencia para luchar con las armas en la mano por la soberanía de su
Patria, contra los injustos agresores! Pero la Divina Providencia pronto
le daría la oportunidad de defender a su Patria de otro modo muy eficaz.
Un prominente comerciante inglés, Jorge Federico Dickson, dirigió una
respetuosa carta al General San Martín requiriendo su opinión sobre
la invasión rioplatense; éste accedió y sus palabras fueron publicadas
en el diario Moming Chronicle de Londres con la consiguiente reper­
cusión. Así fue la respuesta de San Martín:

“N ápoles, 2 8 de diciem bre de 1845”

“S eñ o r de todo m i aprecio:”

P o r conducto del cab alle ro Yackson se m e h a hecho sa b e r lo s deseos de


Ud. re lativ o s a conocer m i opinión sobre la a c tu a l intervención de la In ­
g la te r r a y F r a n c ia en la R e p ú b lic a A rg en tin a; no sólo m e p resto g u sto so a
sa tisfa c e rlo , sin o que lo h a ré con l a fra n q u e z a d e m i c a rá c te r y l a m á s
a b so lu ta im p a r c ia lid a d ; sin tien do sólo que el m a l estad o de m i s a l u d no
m e p e rm ita hacerlo con l a extensión qu e requiere este in teresan te a su n to .”

N o creo oportuno e n tra r a in v e stig a r la ju s t ic ia o in ju stic ia d e l a c ita d a


intervención, com o tam poco los p e rju ic io s que d e e lla re su lta rá n a los
sú b d ito s de a m b a s n acion es con l a p a r a liz a c ió n de l a s relacio n es com er­
ciales, igu alm en te que d e l a a la r m a y d e scon fian za qu e n atu ralm en te h a ­
b rá p ro d u cid o en lo s E s ta d o s su d a m e ric a n o s l a in geren cia d e d o s n ac io ­
n es e u ro p eas en s u s con tien das interiores, y sólo m e ceñiré a d e m o stra r s i
l a s d o s n acion es intervinientes co n segu irán p o r lo s m edios coactivos que
h a s ta el p resen te h an em pleado, el objeto q u e se h an propuesto, es decir,
la p ac ific a c ió n de l a s do s rib e r a s d el R ío de l a P la ta . S e g ú n m i ín tim a
convicción, d e sd e a h o r a d iré a U d no lo c o n segu irán ; p o r el con trario, l a
m a rc h a s e g u id a h a s ta el d ía no h a r á o tra c o sa que p ro lo n g a r p o r un
tiem po in d efin ido los m a le s que se tra ta n de ev itar y sin qu e h a y a p revi­
sión h u m a n a c a p a z d e f ija r un térm ino a su p ac ific a c ió n : m e exp licaré.”

“B ie n s a b id a es l a firm e za de c a rá c te r d el J e f e que p resid e l a R e p ú b lic a


A rg e n tin a : n ad ie ign o ra el ascen dien te m uy m arc ad o que posee sobre to­
d a la v a s ta c a m p a ñ a d e B u en o s A ire s y resto d e l a s d e m á s p ro v in c ia s; y
au n q u e no d u d o que en l a C a p ita l ten ga un núm ero d e enem igos p erso ­
n ale s, estoy convencido que bien se a p o r orgullo n acio n al, tem or, o bien
p o r l a prevención h e re d a d a de lo s españ oles con tra el extran jero, ello es
que l a to ta lid a d se le u n irá n y to m a rán u n a p a r te a ctiv a en l a co n tien da;
p o r o tra p a rte , es m enester conocer (como l a experiencia lo tiene y a d e­
m o strad o ) qu e el bloqueo que se h a d e clarad o , no tiene en l a s n u e v as
re p ú b licas d e A m érica (sobre todo en l a A rgen tin a) l a m ism a in flu e n cia
que lo se r ía en E u ro p a : él sólo a fe c ta rá un corto núm ero de p ro p ie tario s,
p ero la m a s a d e l p ueblo qu e no conoce la s n ecesidad es de estos p a íse s , le
se r á bien indiferente su continuación. S i l a s d o s p oten cias en cuestión
quieren lle v a r m á s a d e lan te l a s h o stilid ad es, es decir, d e c la r a r l a g u e r r a

- 88 -
-yo no d u d o un m om ento p o d rá n ap o d e ra rse d e B u en os A ire s con m á s o
m enos p é rd id a d e hom bres y g a sto s, pero estoy convencido que no p o d rá n
sosten erse p o r m ucho tiem po en posesión d e e lla : lo s g a n a d o s , p rim e r a l i ­
mento, o p o r m ejor d e cir ', el ú n ico d el pueb lo, p ueden s e r re tira d o s en
m uy pocos d ía s a d ista n c ia d e m u ch as le g u a s; lo m ism o que la s c a b a lla ­
d a s y d e m á s m edios d e tran sp o rte; lo s pozos d e la s e sta n c ia s in u tiliza ­
dos, en fin , fo rm an d o un ve rd ad ero d esierto de 2 0 0 le g u a s d e lla n u r a s
sin a g u a n i leñ a, im posible de a tra v e sa rse p o r u n a fu e rz a europea, la que
co rrerá tan to s m á s p elig ro s a proporción que esta s e a m á s n um erosa, s i
tr a ta d e in tern arse. So ste n e r u n a g u e r r a en A m érica con tro p as europeas,
no sólo e s m uy costoso, sin o m á s que du do so su buen éxito tr a t a r d e h a ­
ce rla con h ijos d el p a í s ; m ucho dificu lto y a ú n creo im posible encuentren
quien q u ie ra en ro larse con el extran jero. E n conclusión : con 8.0 0 0 hom ­
bres de c a b a lle ría del p a í s y 2 5 o 3 0 p ie z a s de a rtille ría , fu e rz a s qu e con
m uch a fa c ilid a d p uede m an ten er el G en eral R o sa s, son su ficien tes p a r a
tener en un ce rrad o bloqueo terrestre a B u en os A ires, sin o tam bién im pe­
d ir que un ejército europeo de 20 .0 0 0 hom bres s a l g a a 3 0 le g u a s de la
C a p ita l, sin exponerse a u n a com pleta ru in a p or f a lta de todo recu rso ; ta l
es m i opinión y la experiencia lo d e m o strará, a m enos (como es de espe­
ra r) que el nuevo m in iste rio in gle s no cam b ie l a p o lític a se g u id a p o r el
precedente.”
■*
“M e aprovecho de e sta o p o rtu n id a d p a r a a s e g u r a r a Ud. qu e quedo su
atento se rv id o r
,34
J o s é de S a n M artín.

De la lectura de este documento, publicado luego en inglés, como


se ha dicho antes, resulta evidente su talentosa trama y la fina sutileza
de la argumentación donde, con un enfoque de imparcialidad estricta,
asumió la verdadera opinión de las naciones americanas mostrando su
desconfianza ante los europeos, y tocó todos los resortes que podían
convencer a los estrategas y conmover a los comerciantes que eran parte
central del poder político en esos países.
También desde Nápoles, donde buscó refugio de los fríos invernales
de París, escribió San Martín esta elocuente adhesión patriótica a Ro­
sas, el 11 de enero de 1846:
“M i ap reciab le G en eral y a m ig o :”

“E n p rin c ip io s d e noviem bre p a s a d o , me d ir ig í a I t a l i a con el objeto de


exp erim en tar s i con el ben igno clim a recu p erab a m i a r r u in a d a s a lu d ;
bien p o c a e s h a s ta el p resen te l a m ejoría que he sentido, lo que m e es ta n ­
to m á s sen sible, cu an to en l a s circ u n sta n c ia s en que se h a lla n u e stra P a ­
tria m e h u b iera sid o m uy lison jero p od er nuevam ente ofrecerle m is se rvi­
cios (como lo hice a U d en el p rim e r bloqueo p o r l a F ra n c ia ), servicios
que au n q u e conozco se ría n inútiles, sin em bargo d e m o stra ría n que en l a

3 4 Ib íd e m N o t a N ” 2 , pp . 3 4 4 a 347.

- 89 -
injustísima agresión y abuso de la fuerza de la Inglaterra y Francia con­
tra nuestro país, éste tenía aún un viejo defensor de su honra e indepen­
dencia; ya que el estado de mi salud me priva de esta satisfacción, por lo
menos me complazco en manifestar a Ud estos sentimientos, a s í por mi
confianza no dudosa del triunfo de la justicia que nos asiste.“

*Acepte Ud, mi apreciable General, los votos que hago por que termine
Ud. la presente contienda con honor y felicidad, con cuyos sentimientos
se repite de Ud su afectísimo servidor y compatriota“.

“José de San Martín*35

¡Qué grande estímulo para Rosas debió ser esta cartay sólido apoyo
moral y seguridad de que estaba en una gesta heroica en la denominada
defensa de la querida Patria, con el apoyo total del Padre de la Patria!
Las palabras de San Martín profetizaban los triunfos que pronto se
obtendrían.

L o s triunfos del Ejército Argentino contra las fuerzas


navales invasoras francesas e inglesas

La guerra en la cuenca de los grandes ríos prosiguió con creciente


descalabro para las fuerzas navales de las grandes potencias. Ya lo
había anticipado el General Lucio Mansilla en el mismo parte del 22
de noviembre de 1845 sobre el combate de la Vuelta de Obligado, escrito
estando herido por la metralla enemiga, al Comandante Militar del
Rosario:
Tengo unidos mil hombres en el campo del Tonelero 117 Km S.E.
de San Nicolás de los Arroyos, sobre la costa del río /: con éstos y con las
fuerzas que los observan seguiré mis movimientos siempre a la mira de
ellos, dando aviso de lo que ocurra, hasta reunirme con las fuerzas de esa
benemérita Provincia /Santa Fe/ para impedir que pisen el suelo que
tan atrozmente han ofendido. I .../ “36

Con estas tropas el Coronel Thome, aunque aún herido, arrolló en


diciembre de 1845 y enero de 1846 a los efectivos anglo franceses que
desembarcaron en Obligado para intentar invadir el territorio bonae­
rense. Su insistencia le produjo nuevos fracasos. El 2 de enero de 1846
desembarcaron 600 enemigos protegidos por la artillería de sus buques
fondeados sobre la costa. El Coronel Thome atacó con dos compañías
de infantería y cincuenta lanceros, obligándolos a reembarcarse.

35 Ibídcm Nota N9 2, pp. 134, 135.


36 Ibídcm Nota N9 10, Tomo 3, p. 403.

-90-
i. G rabado de Chavarte sobre pintura de Barry. Museo N aval.
El General Mansilla preparó posiciones en Tonelero, San Nicolás,
Rosario y San Lorenzo, para su artillería volante que condujo personal­
mente. El mismo 2 de enero de 1846 un convoy de 52 barcos mercantes
armados y cargados por los enemigos, la Comisión “argentina” y los
comerciantes de Montevideo, procuraban navegar aguas arriba del Río
Paraná protegidos por buques de guerra: Vapor Gordon, 1 corbeta, 2
bergantines y 2 goletas. Al llegar al mediodía del 16 de enero de 1846
a las altas barrancas de San Lorenzo -donde San Martín triunfó en
1813-, la artillería de los buques enemigos abrió el fuego para descubrir
las tropas que Mansilla efectivamente había desplegado ocultas en las
malezas: 8 cañones, 250 carabineros y 100 infantes, que no se mos­
traron. Cuando el convoy se encontraba en la angostura del río, aguas
arriba de San Lorenzo, Mansilla mandó romper el fuego de la artillería
que desmanteló y averió numerosos barcos que chocaron entre ellos,
incluso sufrieron serios daños la corbeta y un bergantín de guerra, y
pérdidas de consideración en la carga que transportaban, ya que el
combate se prolongó y todavía a las cuatro de la tarde, mediante opor­
tunos cambios de posición, Mansilla continuaba aumentando la de­
strucción del enemigo. Según el parte del almirante Inglefield no hubo
barco ileso.
El 10 de febrero de 1846, otros buques enemigos fueron atacados
a la altura de la isla del Tonelero (15 Km S.E. de San Nicolás), care­
ciendo de eficiencia el fuego naval frente a la movilidad de las tropas
argentinas. Asimismo, 10 Km al norte de San Lorenzo, en la punta del
Quebracho la artillería volante del Coronel Thorne batió al enemigo en
varias oportunidades. El 2 de abril de 1846, el bergantín inglés Filomel
huyó aguas abajo perseguido por tres cañones de a 8 que Thorne había
hecho atar a las cinchas de los caballitos criollos. Pocos días después,
el 6 de abril de 1846, la misma batería de Thorne atacó al buque de
guerra inglés Alecto que pasó por el Quebracho remolcando tres goletas,
resultando todos descalabrados, especialmente el Alecto.
El 19 de abril de 1846, después de otros combates, Mansilla retomó
el pailebot Federal que había caído en manos extranjeras en Obligado,
pero le devolvió al capitán inglés su pabellón y su equipaje, como mues­
tra de la hidalguía argentina. Todavía Thorne con su victoriosa batería
sostuvo otro combate de dos horas el 21 de abril de 1846 contra el buque
inglés Lizard al que acribilló a cañonazos con 35 impactos, volteándole
la bandera del palo mayor y dejándolo inservible para proseguir la
lucha, con numerosos heridos y muertos. Ante su impotencia, el ene­
migo intentó desembarcar en la Ensenada de Barragán, pero fue com­
pletamente rechazado por las fuerzas argentinas del Coronel Prudencio
de Rosas. Despechados los presuntos civilizadores europeos saquearon
a sangre y fuego los barcos de naciones neutrales surtos en este puerto,
a varios de los cuales incendiaron37.

- 92 -
Reconfortado con estos triunfos, Rosas recordó al que encarnaba
la imagen de la independencia sudamericana y le escribió al adalid de
la gesta heroica que consolidó la Patria argentina, y así se lo dijo en
carta del 20 de mayo de 1846, que transcribo:
“L a E n carn ació n en P alerm o de S a n Benito, m ayo 2 0 (m es de A m érica)
de 1846™.

“S eñ o r G en eral D on J o s é de S a n M artín .

“M i qu erid o y resp etab le G en eral:”

“T an to m á s p la c e r he tenido a l leer l a m uy ap reciab le c a r ta con que Ud.


m e favorece, d a t a d a en Ñ á p ale s el 11 de enero últim o, cu an d o e lla tra e a
n u e stra P a t r ia un recuerdo y un voto dign o del heroico defen sor de su m-
depen d en cia.”

“G e n e ral: no h ay un v erdad ero argen tin o, un a m e rican o que, a l oír el


nom bre ilu stre de Ud., y sa b e r lo que U d hace to d av ía p or su P a t r ia y por
la c a u sa am erican a, no sien ta redoblar su ard o r y su confianza. L a influen­
cia m o ral de los votos p atrió tico s am e rican os de Ud, en la s presen tes c ir­
cu n sta n c ia s, como en el an te rio r bloqueo fran cés, im po rta un d istin g u id o
servicio a la indepen den cia de n u e stra P a tr ia y del Continente am erican o,
a l a que U d con sagró con tan glo rio so honor s u s florecientes d ía s.

“Me es p ro fu n d am en te se n sib le el continuo qu ebran to de la im portante


s a lu d de Ud. D eseo se restab lezca y conserve; y que le se a m á s fav o rab le
que h a s ta a q u í el tem plado clim a de la Ita lia .

“A s í enferm o, d e sp u é s de ta n ta s fa tig a s , U d exp re sa la g r a n d e y do m i­


n an te id e a de tod a su v id a : la indepen den cia de A m érica es irrevocable,
d ijo U d d esp u és de haber lib e rtad o a su P a tr ia , C hile y a l P erú. E sto es
dign o de U d .”

i ,,ntn con g ra titu d y a lto aprecio s u s benébolos votos p or el buen éxito y


, , ll>r de la a c tu a l contienda, y deseo a U d la m ejor salud y felicid ad .

“Soy respetuosam ente d e U d atento co m patriota y a m ig o ”

J u a n M an uel de R osas.
j39

tanto que lo hicieron superior de e


nando con ejemplar prudencia, cari
santidad y fue canonizado en 1807.
3 9 Ib id e m N o ta N 5 2, pp. 135, 136.

-93-
Mientras tanto la guerra proseguía. En Corrientes se preparó un
gran convoy de 95 barcos mercantes que debía bajas por el Paraná,
protegidos por 12 buques de guerra (con 85 cañones) que el 9 de mayo
de 1846 fondearon como a dos leguas de las posiciones del General
Man silla en el Quebracho. El 28 de mayo de 1846, este Comandante
se como por la costa con 2 obuses y abrió el fuego con eficacia, obligán­
dolos a retirarse aguas arriba en medio de una gran confusión. El 4 de
junio de 1846, a favor del viento Norte, el convoy enfrentó la posición
del Quebracho, cuyo dispositivo incluía 17 cañones, 600 soldados de
infantería y 150 carabineros, con una reserva de 200 infantes, dos es­
cuadrones de lanceros de Santa Fe y la escolta del General, extendidos
en amplio frente. A las 11 de la mañana, los buques enemigos abrieron
el potente fuego de sus numerosos cañones para que el convoy pasara
por detrás, pero el fuego sostenido de los argentinos llevó el estrago a
los barcos mercantes: algunos vararon, otros chocaron entre sí despe­
dazándose, y el resto huyó rápidamente. Así, durante dos horas, el
convoy no pudo pasar para eludir los fuegos de la artillería argentina.
A las dos de la tarde, los anglo franceses incendiaron los buques dete­
nidos, y bajaron el río con el resto. Fue una aplastante derrota en la
que perdieron una barca, tres goletas y un pailebot cargados de valiosa
mercancía, con 60 hombres fuera de combate. De los argentinos, el
Coronel Thome fue herido en la espalda por un casco de metralla, y
algunos soldados. Las pérdidas materiales del enemigo fueron cuan­
tiosas, resultando un rudo golpe para los comerciantes de Montevideo
y para los ministros Ouseley y Deffaudis que habían prestado su ga­
rantía40.

San M artín consideró esta gu erra “de tanta trascendencia


como la de nuestra em ancipación de E spañ a”

Conocido por San Martín el combate de la Vuelta de Obligado, y


aún sin saber los triunfos posteriores en el Paraná, escribió al Brigadier
General Rosas el 10 de mayo de 1846 una importantísima carta donde
ubicó la trascendencia de la contienda que la Confederación Argentina
sostenía con las más grandes potencias del globo, expresó su confianza
plena en los argentinos patriotas, y señaló la ceguera de los unitarios
que no alcanzaban a vislumbrar el deshonor que significaría el triunfo
de los europeos colonialistas, como se desprende de sus palabras que
fueron publicadas en la Gaceta Mercantil del 8 de agosto de 1846:

4 0 Ib íd e m N o ta N s 10, Tom o 3, pp. 90 a 92.

- 94 -
“N o s es m uy g r a to p u b lic a r v ario s p á r r a fo s de u n a im portante c a r ta del
esclarecid o G en eral S a n M artín , d a t a d a el 10 de m ayo de 1846 en G ra n d
B o urg, donde se h a lla b a en a q u e lla fech a el ínclito a rge n tin o .*

“C reo que en m i ú ltim a de octubre o noviem bre p a s a d o d ije a U d h a b ía


tom ado la resolución de b u sc a r un clim a m á s tem plado que el de P a r ís y
m enos su jeto a su s re p e n tin as v ariacio n es, a fin de e n sa y a r s i p o r este
m edio p o d ía e v ita r lo s violentos a ta q u e s que p o r m á s de se is añ o s me
aco m etían en a q u e lla e stació n ,* a s í lo verifique dirigién dom e a It a lia en
p rin cip io s del p a s a d o invierno sin que en el v iaje hubiese experim en tado
la m enor n oved ad h a s ta fin e s de enero ¡d e 1 8 4 6 / que s u f r í u n a trin q ue­
ta d a de cólicos nerviosos que creí l i a r el p etate p a r a la etern id ad . E n fin ,
p u d e a le te a r un poco y reponerm e lo suficiente p a r a co n tin u ar m is corre­
r la s p o r este in teresan te p a í s ; ello es que, s e a su benigno clim a, o l a d i s ­
tracción del viaje, he p a s a d o el resto del invierno m ucho m ejor que los
añ o s an te rio res, y re g re san d o a l seno de m i pequ eñ a fa m ilia , en p r in ­
c ip io s del p a s a d o , sin o con u n a g r a n robustez, a lo m enos b a sta n te re­
p uesto p a r a e sp e ra r con fun dam en to, con l a buena estación que va a en­
tra r, a se g u r a r un verano de re g u la r sa lu d .- me entregó a m i lle ­
g a d a a é sta su m uy a p reciab le del 12 de enero {d e 1 8 4 6 i ; a su recibo y a
s a b ía l a acción de O b ligad o... de todos m odos los interventores h ab rán
visto p o r este e c h a n t i l l o n im u e stra , en fran cés I que los A rgen tin os no
son e m p a n a d a s que se comen sin m á s tra b a jo que el de a b r ir la boca. A
un ta l proceder no nos q u ed a otro p artid o que el de no m ira r el p orven ir
y cu m p lir con el deber de hom bres lib res, se a c u a l fuere la su erte que n os
d ep are el destino, que p o r m i ín tim a convicción no se ría un momento d u ­
do so en n uestro favor, s i todos los A rgen tin os se p e rsu ad ie se n del d e s­
honor que re caerá sobre n u e stra P a tria , s i la s N acion es E u ro p e a s triu n ­
fa n en e s ta con tien da, que en m i opinión, e s d e t a n t a t r a s c e n d e n c i a
c o m o l a d e n u e s t r a e m a n c ip a c ió n d e l a E s p a ñ a . Convencido de esta
verdad , crea Ud, m i buen am igo, que ja m a s m e h a sid o m á s sensible, no
tan to m i a v a n z a d a e d ad , como el e sta d o p rec ario de m i s a lu d , que me
p riv a en esta c irc u n sta n c ia ofrecer a l a P atrih m is servicios, no p or lo
que ellos p u e d a n v aler sin o p a r a d e m o strar a n uestros com patriotas, que
a q u e lla ten ía a ú n un viejo servido r cu an d o se tra ta de re sistir la a g r e ­
sión l a m ás in ju sta de que h ay a h ab ido ejemplo. /.../*
“E ste docum ento tan dign o de su ilu stre autor, -concluía la G aceta M er­
can til- debe co n sig n a rse p a r a su g lo rio sa h istoria. Los A rgentinos, los
A m erican os lo leerán bendiciendo a l L ib ertad or S a n M artín , y tom an do
el m á s íntim o interés p o r su im portante sa lu d , a s í como tiene u n a nueva
p ru e b a de su honor y am erican ism o. D eseam os inten sam en te el re stab le­
cim iento de la p reciosa s a lu d del ilu stre G eneral, su fe licid ad , y la de su
d ig n a y respetable fa m ilia . D e la s rib e ras del P la ta se a lz a u n a voz u n á ­
nim e p a r a exp resarle el afecto y el respeto de los o rien tales y A rgen tin o s,a
quien es ta n ta s veces d irig ió p o r el cam in o del honor a la victoria y a la
independencia. *

La publicación de esta carta del Libertador en la Gaceta Mercantil


sirvió perfectamente a su propósito de demostrar su voluntad de resistir
la injustísima agresión contra la Patria, que él lamentaba no poder
hacerlo personalmente con las armas en la mano como deseaba y no
podía realizarlo por su precaria salud. Dicho sea de paso, los combates

-95-
con los anglofranceses se desarrollaban precisamente en uno de los
lugares preferidos por San Martín, cuando soñaba con vivir en su Pa­
tria, como le escribió a Guido veinte años antes desde París el 6 de
enero de 1827 donde expresó:
/.../ S i me dejan tranquilo y gozar de la vida, sentaré mi cuartel gene­
ral un año en la costa del Paraná, porque me gusta mucho, y otro en
Mendoza, hasta que la edad me prive de viajar I ... j

La situación favorable a la voluntad férrea de Rosas de defender


el honor y los territorios de la cuenca del Plata contra los prepotentes
invasores ingleses y franceses, influyó para que el gobierno inglés, acu­
ciado por los comerciantes y opositores políticos, buscara un arreglo
con la Confederación Argentina y su aliado el Gobierno del General
Manuel Oribe, y envió a un agente confidencial, el inglés Thomas
Samuel Hood,quienllegóaBue nos Aires el 13dejuniode 1846,también
a nombre de Francia, presentando proposiciones que fueron aceptadas
por Rosas, dirigiéndose entonces a Montevideo para pedirle a Oribe su
conformidad en la parte que le incumbía, que Hood logró fácilmente el
2 de agosto de 1846, entregando los resultados de sugestión a los minis­
tros Ouseley y Deffaudis para que concretaran las medidas pactadas.
Pero Deffaudis declaró a Hood que no tenía instrucciones de su
gobierno para aceptar, pero en realidad el problema consistía en que
el 30 de mayo de 1846 había dado su aval a un empréstito de sesenta
mil pesos que el llamado gobierno de Montevideo obtuvo de la compañía
inglesa que explotaba las rentas de la aduana, los impuestos, etc. El
fin de la guerra significaba el descubrimiento del negociado del cual
también era garante el otro agente, el inglés Ouseley, según develó el
diariofrancés La Presse de París más tarde (el 4 de diciembre de 1849)4142.
Por tanto, ambos se empeñaron en que la guerra continuara, y el almi­
rante Inglefield, que dependía de Ouseley, le notificó a Hood que debía
embarcarse de vuelta a Inglaterra en el vapor Gordon indefectible­
mente el 13 de setiembre de 1846, como se hizo, fracasando de esta
manera la misión Hood.
San Martín reveló en carta a Guido del 26 de septiembre de 1846
que estaba a la expectativa de las negociaciones de Hood, pero descon­
fiaba, especialmente de los ingleses, expresándolo con un léxico bien
criollo, como se lee, pero tenía una firme convicción en la capacidad
política y estratégica del General Rosas!
/.../ Sarratea /Manuel, ministro argentino en P arís/, éste recorriendo
los márgenes del Rin, y desde estos puntos, capeando a Mr Guizot, hasta

41 AGN VII-16-1-1, documento 162.


42 Ibídem Nota N8 10, Tomo 3, pp. 100 a 108.

- 96 -
ver los re su lta d o s d e l a negociación e n ta b la d a p o r M r H ood, y que a p e­
s a r de lo s buen os re su lta d o s que todos fu n d a n en ella , y o soy como l a s
m u lo s ch ú c ara s, que orejean a l m enor ruido, es decir, que estoy sobre el
quien vive Iesto es, como un centinela I, de todo lo que viene de In g la te ­
r r a ; y au n q u e e sta prevención p o d ría extenderse a su s a lia d o s con tra
n uestro P a ís , éstos son tiros m á s claros, y verdad ero s n iñ os d e teta, com ­
p a r a d o s con s u s rivales. A fortun adam en te, como e sta s d o s e n tid ad e s son
tan op u e stas, he a q u í que en el d ía se h a lla n , s i no p ró x im a s a un ro m pi­
miento, p o r lo m enos s u s relacion es a m isto s a s visiblem ente a lte ra d a s , con
m otivo d el c a sam ie n to de un h ijo de L u is F elip e, con u n a in fa n ta de
E s p a ñ a ; s i e s ta s c irc u n sta n c ia s h u b ieran lle g ad o un p a r de m eses an tes,
p o d ría n h ab e r con trib uido p oderosam en te a l triun fo de l a lu c h a en que
se h a lla em peñ ad a n u e stra P a tria . D e todos m odos, me a siste u n a confian ­
z a se g u ra , de que a p e sa r de l a desproporción de fu e rz a s y recu rso s, el
G en eral R o sa s triu n fa rá de todos los ob stácu los.”

Ante la injusta agresión contra la Patria amada, no pudo menos


que hacer referencia a su indignación ante tamaña felonía, comparán­
dose una vez más con razón con Don Quijote de la Mancha, prosiguiendo
la carta más adelante de esta manera:
“ I ... / U d n o tará que no le hablo u n a p a la b r a d e n uestros am a b le s inter­
ventores; en este p a rtic u la r, yo soy como el célebre m anchego, se n sa to en
todo, m enos cu an d o se tra ta de c a b a lle ría an d an te . A s í es que p ie rd o los
estribos y m is nervios su fren c a d a vez que con los am ig o s de ésta, se s u s ­
cita e sta conversación .”

“Como U d debe p e n sar, a g u a r d a m o s con la m ayor a n s ie d a d los re su lta ­


d o s d e l a m isión de M r Hood. L a suerte h a g a se term ine con honor p o r
n uestro p a ís , como m e a siste la confian za. /

También se refirió a este candente tema que le hacía perder los


estribos y los nervios, en carta a Chile a Manuel Antonio Toeornal el
30 de septiembre de 1846, haciendo referencia indirecta a los unitarios
que promovían la agresión extranjera contra su propia Patria, provo­
cando así que la Nación no fuera respetada, como escribió:
“/.../ A p rop ósito de lo s m ovim ientos ocurridos en Chile. M e dice U d que
la e sc a n d a lo sa , y yo la in fam e e in ju stísim a intervención de la F r a n c ia e
In g la te rr a en los negocios interiores del R ío de la P la ta , d eb ería se rv ir de
estím u lo a su s co m patriotas p a r a no d esu n irse del cam in o que h an se g u i­
do an teriorm en te: tiene U d m il razon es. E l ejem plo d a d o p o r e s ta s do s
p oten cias debe a la r m a r y con ju stic ia , a los nuevos E s ta d o s am e rican o s y
tr a t a r de pon er un térm ino a toda d iscu sió n s i es que quieren se r re sp e ta ­
dos. / .../ ” 4
344

43 AGN 16-1-1, documentos 240, 241.


44 A rchivo O’H iggin s, Tomo IX, documento NQ69.

- 97 -
San M artín con razón confiaba enteram ente en Rosas
como conductor de la guerra, ya que éste h abía prep arad o
todos los m edios disponibles p a ra continuarla
en las m ejores condiciones

Las fuerzas argentirfas a mediados de 1846 pueden conocerse por


la prolija compulsa que realizó Adolfo Saldías sobre un estado de ellas
existente en la Secretaría de Rosas, y por el que hizo levantar Urquiza
en el campamento de Calá (15 Km Este de Rosario del Tala, sobre la
margen izquierda del Río Gualeguay), que expresaba:
“A d em ás de los B a ta llo n e s G u a r d ia A rgen tin a y R e sta u ra d o re s y de 40
cañ on es que se vieron en la revista m ilita r del 9 de ju lio de 1846, h a b ía
en la c iu d a d de B u en os A ires como 10.000 cívicos que en do s h o ra s e s ta ­
b an en lo s c u arteles con l a s a r m a s que g u a r d a b a n en s u s c a s a s ,
sigu ie n d o l a tradición del an tigu o C ab ildo, que c o n sag ra b a este derecho
del c i u d a d a n o a r m a d o y que se conservó bajo el gobiern o de R o sa s. L a s
m ilic ia s de ca m p a ñ a , y la s fu e rz a s que m a n d ab an Pin edo en S a n to s L u g ­
a re s, Pacheco en L u ja n , M a n silla en el norte y don Pruden cio d e R o s a s
en el su r, a sc e n d ía n a 4 .0 0 0 hom bres, en su m ayor p a r te d e c a b a lle ría
bien m o n tad a y p ro n ta a e n tra r en com bate. E l G en eral U rq u iza ten ía
b ajo s u s órden es 9.5 0 0 so ld ad o s. Oribe co m an d ab a 4.000 so ld a d o s a rg e n ­
tinos. Y lo s G en erales E ch agü e, López ¡C ó rd o b a I, Ib a r r a / S a n tia g o del
E s t e r o !, L u cero / S a n L u i s !, B e n avíd ez / S a n J u a n / , G u tiérrez /T u -
c u m á n l, C oron eles N a v a rr o IC a t a m a r c a / , M ota / L a R io ja /, S a r a v ia
/ S a l t a ! , Ilu rb ey / J u j u y l , y M ollea /M e n d o z a /, im puestos d e lo s docu ­
m entos que a c re d ita b a n el entorpecim iento de l a p ac ificació n del P la ta ,
sobrevenido p o r l a in s id ia de los m in istro s de F r a n c ia e In g la te rra, re ­
p ro d u cían a nom bre de e s ta s P rovin cias su s declaracion es de co n cu rrir
con la s fu e rz a s d e su m an do a cu alq u ie r pun to donde R o sa s le s ordenase.
Im confederación co n tab a, p u es, con m á s de se se n ta m il hom bres p a r a
defen der su territorio y su s derechos 45.

No estaba errado pues San Martín en confiar plenamente en que


Rosas triunfaría de todos los obstáculos, como le escribiera a Guido en
carta transcripta más arriba, aunque no conociera en detalle los efec­
tivos reunidos por el gran caudillo argentino.
Ante los fracasos en el Paraná, los ministros agresores impulsaron
a Fructuoso Rivera con dinero, armamento y munición para que ocu­
para puntos importantes sobre el Río Uruguay y su cuenca. Así, este
mal oriental y mal cristiano, se volvió contra sus propios paisanos: el
25 de diciembre de 1846, es decir, en plena Navidad de Nuestro Señor
Jesucristo, atacó y entró a sangre y fuego en Paysandú, que fue saquea­
do, incluso los mismos comerciantes ingleses y franceses allí afincados.
Pero el hermano del Presidente Manuel Oribe, el General Ignacio Oribe,

4 5 Ib fd em N o ta N ? 10, Tom o 3, p. 113.

-98-
y el General Servando Gómez, derrotaron a Rivera en el Salto el 8 de
enero de 1847 y retomaron Paysandú y Mercedes (sobre el Río Negro)
el 23 y 27 de enero de 1847, respectivamente. En resumen, al iniciarse
el año 1847 todo el territorio oriental, con excepción de Montevideo,
Colonia y Maldonado, estaban bajo el gobierno de Oribe.

San M artín desconfiaba de los nuevos negociadores


enviados al R ío de la P lata p o r In glaterra y F ran cia en 1847

Los unitarios continuaban con sus ataques escritos contra San


Martín, quien tuvo que enrostrar públicamente a Gregorio Aráoz de
Lamadrid las mentiras que publicó en Montevideo, según se desprende
de esta declaración que envió a la Gaceta Mercantil para su publicación,
el 20 de febrero de 1847, que decía:
“H e leído l a Exposición titu la d a : ‘D e lo s m a le s , d e s g r a c i a s d e l a R e ­
p ú b l i c a d e l P l a t a . D o c u m e n t o s c u r i o s o s p a r a s u H i s t o r i a \ p u b li­
c a d a p o r el G en eral L a m a d r id en M ontevideo; como argen tin o , como
hom bre cuya p osición en la época a que se refiere d ic h a E xposición debe
tener un g r a n v alor -declaro que cu an to e lla contiene es un tejido a b s u r ­
do de in fam e s y g ro se ra s im po stu ras.

A6
J o s é de S a n M artín.

Poco después San Martín anunciaba a Guido en carta del 22 de


marzo de 1847 la salida para el Río de la Plata de dos nuevos nego­
ciadores, que suscitaban desconfianza, especialmente sobre los ingle­
ses, como lo expresó claramente:
“/.../ A l fin arra n c a ro n con dirección a Buen os A ires los do s nuevos M i­
n istro s e n carg ad o s, yo no sé s i lo g ra rán l a conclusión de la s d iferen cias
existentes o s i se e n re d a rá m á s y m á s la m a d e ja ; ello es que m i descon fian ­
za es ta l con estos do s gobiernos, o p o r m ejor decir, con el in glés, que es
m enester que como S a n to T o m ás p o n g a el dedo en l a lla g a p a r a creer,
que d e se an (por fin ) u n a tran sacción e q u itativ a: he dicho por a h o r a y a
que sólo la s circ u n sta n c ia s actu ale s, h a rá n d e se ch ar a la In g la te rra los
p la n e s que tienen concebidos hace la rg o s añ o s sobre la B a n d a O rien tal, y
la n av egación in terio r de n uestros ríos. D io s h a g a que n u estros deseos
se an cu m p lid os. D e todos m odos es m enester p recav erse y d ecir como
n uestros g a u c h o s ojo a l ch arqu e con esta gente. J ... I ”'*74 67

46 Ibídem Nota N8 2, p. 349.


47 AGN VII-16-1-1, documento 243. La expresión “ojo al charque...”, que empleó
San Martín, significaba TedoblaT la atención y prevención, como escribió a O'Higgins el
13 do febrero de 1819: “Ojo al charqui y prevenirse con toda actividad" ante el enemigo
interno en Chile, como se ha visto en GLAD1US N° 14, p. 99.

- 99 -
La gauchesca expresión de San Martín, “ojo al charque ...” cabía
como anillo al dedo, ante los factores desfavorables para la Confede­
ración que asomaban en el horizonte. Guido, como ministro plenipo­
tenciario en Río de Janeiro, venía previniendo al Brasil desde al año
1846 que se conocían sus acciones contrarias a los americanos y a favor
de los agresores europeos, mientras le recordaba sus deberes “recla­
mando del Imperio el cumplimiento del artículo 3ro de la convención
del 27 de agosto de 1828, por el cual aquel se obligó a defender la in­
dependencia e integridad del Estado Oriental”48, en nota del 16 de abril
de 1846 donde añadió:
“P o r u n a d e s g r a c ia d a co in ciden cia de d a to s autén ticos, el gobiern o del
B r a s il, den u n ciad o p o r los g ab in e te s de F r a n c ia e In g la te rr a como in sti­
g a d o r de l a intervención europea a l R ío de la P la ta , y ro b u ste cid a l a d e­
n u n cia p o r la p u b licación de l a m em oria del vizconde de A b ran tes, a p a ­
recía an te A m érica ofensivo a s u s p rim o rd ia le s derechos / . . . / ”

Además, Brasil buscaba aliados en Corrientes y Entre Ríos, se


abastecía de armas y reunía importantes efectivos enRío Grande, mien­
tras su prensa oficial se ocupaba de las probabilidades de una guerra
entre el Imperio y la Confederación, propaganda que era secundada
por El Comercio del Plata que redactaba el felón Florencio Varela en
Montevideo, buscando siempre la ruina del país donde había nacido.
Asimismo, Urquiza contemporizaba conlos Madariaga que gobernaban
en Corrientes como si fuera un estado independiente, esperanzados en
las seguridades que le daban desde Montevideo de que el Brasil entraría
abiertamente en la coalición contra Rosas quien, al tanto de todo, ordenó
a su Ministro Arana llamar la atención de Urquiza, lo que aquel hizo
en carta del 25 de febrero de 184749.
Los nuevos plenipotenciarios Lord Howden y Conde Walewshi, ya
anunciados por San Martín como se ha visto, desembarcaron en Buenos
Aires el 8 y 10 de mayo de 1847, respectivamente, y de inmediato re­
mitieron un proyecto falaz que implicaba declinar la soberanía inhe­
rente a la legitimidad de los gobiernos de ambas Repúblicas del Plata,
nada menos, así como pO|ñeren duda su dominio sobre los ríos interiores,
y aun en sus decisiones sobre la paz y la guerra, que quedarían aí
arbitrio de las dos potencias europeas. San Martín tenía razón en des­
confiar de éstas. El Ministro Arana reiteró el 28 de mayo de 1847 a los
representantes recién llegados las bases elaboradas por el anterior,
Hood, que reconocían al General Oribe como Presidente del Estado
Oriental, y a la Confederación como aliada de éste, marcaban el de­
sarme de los extranjeros de Montevideo por las fuerzas de Francia e

48 Ibídem Nota Ns 10, Tomo 3, p. 131.


49 Ibídem Nota N® 10, Tomo 3, p. 137.

-100-
Inglaterra, no por el pseudo Gobierno mal llamado de Montevideo, y
exigíanla rendición de honores al pabellón argentino en nuestros barcos
que debían devolver, por las escuadras de esas naciones después de
levantar el bloqueo.
En cambio, los enviados pretendían sin derecho alguno sustituir
al Brasil y la Argentina en asegurar la independencia de la República
Oriental del Urugual, precisamente esos gobiernos europeos que ha­
bían atentado contra la emancipación de la Confederación Argentina,
a la que habían agredido juntos desde hacía dos largos años, y Francia
desde 1838, durante casi diez años. Pero la actitud individual de ambos
diferían diametralmente. Howden estrechó amistades con la sociedad
argentina patricia que rodeaba a Rosas y mostró su disposición para
un arreglo. Walewski fue intemperante y despreciativo y, en conniven­
cia con los unitarios de Montevideo, pronto dio por terminadas las trata-
tivas para intentar impulsar hostilidades mayores y más enérgicas aun
que las ya ejercitadas.
Lord Howden promovió una suspensión de hostilidades en el Esta­
do Oriental, y consiguió de Walewski que juntos propusieran en nota
del 7 de julio de 1847 un armisticio al General Oribe, quien aceptó,
aunque el pseudo gobierno de Montevideo lo rechazó porque se acaba­
rían sus rentas, hecho que hizo comprender a Howden cuál era el fondo
de la intransigencia, y el 15 de julio de 1847 ordenó al Comandante
naval inglés que levantase el bloqueo y se reembarcasen las tropas y
material que ocupaban posiciones en el Estado Oriental. Por el con­
trario, Walewski exigió para Montevideo el protectorado de Francia,
alentado por el cada vez más inerme pseudo gobierno de Montevideo.
Los hombres más ilustres de Buenos Aires, encomiaron en agosto
de 1847 la firme actitud de Rosas en la defensa de la dignidad nacional,
y la Legislatura de la Provincia sancionó votos de aprobación y gratitud
en una sesión memorable. Los gobiernos de las otras provincias fede­
rales remitieron al Encargado del Poder Ejecutivo de la Confederación
declaraciones similares a las de Buenos Aires, con lo que se demostraba
que la Argentina estaba decidida a sucumbir antes de quedar al arbitrio
de las dos potencias más poderosas del mundo.
Fue en esas circunstancias, en setiembre de 1847, que Rivera entró
en negociaciones con Oribe, lo que provocó su destitución como Coman­
dante Militar de Maldonado y su inmediato destierro al Brasil que se
concretó el 6 de octubre de 1847, considerada una imposición de los
extranjeros que dominaban sobre el pseudo gobierno de Montevideo.
Terminó así la carrera pública del General Fructuoso Rivera, signada
por el desorden y el saqueo, célebre promotor de las continuas guerras
civiles que ensangrentaron con sus odios estériles a la sacrificada Re­
pública Oriental del Uruguay.

-101-
Las tratativas para unir pacíficamente a Corrientes con la Con­
federación llegaban también a su fin, ya que los Madariaga fueron
convencidos por los agentes de Brasil, Paraguay y de Montevideo, de
la prosecución de la ofensiva francesa. Urquiza se preparó para invadir
Corrientes pidiendo instrucciones al Gobierno Argentino. A mediados
de octubre de 1847 se aproximó a esa Provincia con 7.000 hombres, y
esto fue como la señal para que varios jefes correntinos negaran obe­
diencia a los Madariaga, entre otros el Coronel Cáceres, Comandante
de Pay-Ubre5051y Curuzú Cuatiá, y el Coronel Benjamín Virasoro que
se apoderó de Paso de los Libres. A principios de noviembre de 1847
Urquiza pasó el Río Corrientes cuando aún Madariaga tema su Cuartel
General en el Oratorio de Rolón, retirándose a Ibajay (actual departa­
mento Gral Paz a 150 Km Este de Corrientes, capital), seguido con
rapidez por Urquiza. Madariaga preparó una posición defensiva en el
Rincón de Vences, a 75 Km E.S.E. de Corrientes capital (entre los Es­
teros Longaniza y de las Malayas) que ocupó con unos 5.000 hombres.
Allí lo alcanzó Urquiza al mediodía del 27 de noviembre de 1847, derrotó
a la caballería enemiga y luego asaltó las fortificaciones destrozando
las líneas adversarias como a las dos de la tarde, rindiéndose la infan­
tería y artillaría, tomándose más de 1.500 prisioneros. Los hermanos
Madariaga huyeron con un puñado de hombres. Al día siguiente se
reunió la Legislatura en Corrientes y nombró Gobernador provisorio
al Coronel Miguel Virasoro quien, en nota a Urquiza del 29 de noviem­
bre de 1847, manifestó que Corrientes quedaba reincorporada a la Con­
federación Argentina, contestándole Urquiza: “que la Confederación
debe felicitarse de que Corrientes entre a integrarla con la resolución
de sostener la nacionalidad e independencia confiada a la dirección del
eminente argentino Brigadier Don Juan Manuel de Rosas”61.

M ientras culm in aba así la epopeya nacional rioplatense


sin ayuda de nadie, S an M artín encom iaba
la la b o r de G u ido y manifestó su plena confianza en la
inquebran table firm eza de Rosas

Ante el mundo admirado, Rosas había sostenido incólumes los de­


rechos argentinos y de las repúblicas de América, en una guerra contra
las dos más grandes potencias colonialistas del globo, que San Martín,
como se ha visto, consideró de tanta trascendencia como la de la inde­
pendencia contra España. Pero aún faltaba dar el broche final a esos

50 Paraje a unos 30 Km N.O. de Mercedes (Ctes) sobre la margen del Arroyo Pay-
Ubre Grande. Instituto Geográfico Militar. Diccionario Geográfico Argentino. Tomo I
Bs. As., 1954.
51 Gaceta Mercantil del 8 de enero de 1848.

- 102-
fracasados intentos destruidos por la fibra inquebrantable de Rosas.
El 27 de diciembre de 1847, San Martín le escribió a Guido desde París
que gracias a los ingentes esfuerzos de éste para mantener a Brasil
fuera del gran conflicto rioplatense, como lo explicó en alegre lenguaje
familiar a su amigo del alma; también anunció el envío de nuevos ne­
gociadores, seguro estaba que nada podrían contra la fortaleza del Ge­
neral Rosas, a quien llamó cariñosamente “nuestro D o n Ju an M a ­
nuel”, como vale la pena leer:
Al leer en nuestros papeles públicos la voluminosa correspondencia
de Ud con ese Gobierno Idel B rasil /, confieso que no ha sido un pequeño
triunfo el que Ud ha conseguido en mantener la paz con la República.
Mucho debe Ud haber cach u m b ead o / expresión con que bromeó a
Guido toda la v id a! entre el desaforo bélico de ese Gobierno y la s exigen­
cias muy naturales del nuestro: operación gigantesca, y que no dudo
como Ud me dice lo han envejecido de 20 años; m as á l fin, Ud ve un re­
sultado feliz a sus trabajos, satisfacción bien consolante, pues si a la s
hostilidades de los Pacificadores se hubiesen agregado la s de ese Impe­
rio, la p artida hubiera sido mucho m ás desventajosa. A propósito de
Pacificadores, por este paquete /paquebote / sabrá Ud la 3ra o 4ta arre­
m etida que hacen sobre nuestra pobre P atria con la remesa de nuevos
m inistros. E l barón Gros, nombrado por este Gobierno, goza de una exce­
lente opinión, tanto por su carácter concillante, como por su honradez, e
instrucción, no obstante estas recomendaciones, y con perdón del señor
Don Tom ás como diplom ático, diré a Ud que orejeo Imover la s orejas
los equinos prestando atenciónI cada vez que veo dirigirse a nuestras
playas estos políticos, a pesar de lo que se dice de los sinceros deseos que
estos dos gobiernos tienen de concluir definitivamente la s diferencias con
nuestro p aís. De todos modos, yo estoy bien tranquilo en cuanto a la s exi­
gencias in justas que puedan tener estos dos gabinetes, porque todas ellas
se estrellarán contra la firm eza de n u estro D on J u a n M an u el; por el
contrario, m is temores en el d ía son el que esta firm eza se lleve m ás allá
de lo razonable. I...I En fin, Dios dé a l General R osas el acierto de con­
ciliar la paz, y a l mismo tiempo que el honor de nuestra tierra. ¡ ... /"®*

Además del anunciado por San Martín, el enviado por Inglaterra


fue Roberto Gore. Ambos llegaron a Montevideo el 21 de marzo de 1848,
arrogándose el papel de mediadores entre el General Oribe -así lo lla­
maron, no como lo que era: el Presidente de la República Oriental- y el
Gobierno de Montevideo, prescindiendo de la Confederación Argentina,
que no los aceptó como tales ya que en verdad las potencias europeas
eran las agresoras. Oribe tampoco los aceptó como conciliadores, igual
que el Gobierno Argentino, sin que antes efectuaran las reparaciones
por los daños causados en las dos repúblicas. Lo contrario era aceptar
la intervención de los dos países europeos en la conducción de los Esta­
dos americanos, es decir, violar su soberanía. Todo esto se reflejó en52

52 AGN VII-16-1-1, documento 244.

- 103 -
los documentos oficiales que se intercambiaron y que fueron publicados
en la Gaceta Mercantil, y en el Archivo Americano, otra publicación
oficial de Buenos Aires. Finalmente, el Gobierno de Rosas negó perso­
nería a los representantes para actuar como mediadores, ya que en
realidad los únicos beligerantes eran los Gobiernos de Francia e In­
glaterra, contra los cuales la Confederación defendía la independencia
e integridad del Estado Oriental por deber, honor y dignidad americana,
y que miraría todo ataque a la República Oriental del Uruguay como
hecho a la Confederación Argentina, como agresión de conquisto euro­
pea y violación del tratado del 2 de febrero de 1825 entre ésto e In­
glaterra, y de la convención del 29 de octubre de 1840 con Francia.
Entonces el Almirante Lepredour comunicó al Gobierno Argentino
que cesaba el bloqueo de las costos de la Confederación por orden de
Gros, aunque continuaba sobre los puertos del Estado Oriental ocupa­
dos por Oribe. En realidad, se trataba de un negocio lucrativo ya que
Lepredour impedía llegar a Buenos Aires los buques de ultramar para
que obligadamente desembarcaran sus cargamentos en Montevideo
donde pagaban derechos no menores al 15%, autorizando después de
este pago a los barcos de cabotaje a llevar las mercaderías a Buenos
Aires. Rosas le comunicó al Comandante francés que en represalia, el
Gobierno Argentino restablecía con todo su vigor el decreto del 27 de
agosto de 1845 que prohibía a todos los puertos y costas de la República
toda comunicación directo o indirecto con los buques de guerra británi­
cos o franceses, excepto los víveres para el Comodoro de estación en el
Plato que era a la sazón el Comodoro Sir Thomas Herbert. Con esto se
dio por terminadas las gestiones de Gore y Gros quienes se retiraron
en mayo de 1848, y Rosas buscó directamente ante los gobiernos euro­
peos, en París y Londres, la solución definitiva de la cuestión por medio
de los ministros argentinos allí acreditados.
Pero en 1848, mientras se desencadenaría el caos en Francia e
Italia, San Martín tuvo la satisfacción de contemplar como Padre de la
Argentina, de Chile y del Perú, que en estos países amados se consoli­
daba el orden y la prosperidad, el amor y respeto a la tradición y a los
altos valores patrióticos, mientras Nuestro Señor Jesucristo volvía a
reinar en las almas y en la sociedad, a despecho del liberalismo que
todo lo que penetraba, corrompía, como lo vivió a su alrededor en los
graves acontecimientos que le tocó presenciar de muy cerca. Pero estos
temas, por su importancia en la vida de nuestro Libertador, merecen
capítulo aparte, por lo que esto serie de trabajos continuará p a ra
culm inar.

- 1 04 -
LA CRUZADA
P . R ic a r d o C o l l

A sacerdotes y caballeros,
que luchan el buen com bate de la fe,
h asta llegar a Jeru salén .

M ilitares de otros campos,


que con valor han peleado
y vencido al seductor,
de trabajo duro y arduo,
y has entendido seguro,
la lección de tu pecado:
fuerza de Dios ha imperado; desde ahora y para siempre,
M ikael en el castigo, a tu cielo hay que ganarlo.
justiciero, ya ha mandado
que todos los rebelados, ué palabra más curiosa
p o r la soberbia exaltados,
se fueran para el infierno
Q ésta que se ha mencionado,
conquistar lo que has perdido,
p o r tan horrible pecado, i cómo podrás con tus manos,
llegarás con paso firm e

M ocedades y frescuras,
alegría y D ios al lado,
el hombre feliz paseaba,
blandiendo todo entusiasm o?,
¡Ay Adan, cuánto perdiste,
al mismo Dios de tu amparo!,
en paraíso creado; una cosa queda clara:
despertó de un sueño hermoso, en la vida hay que ir luchando.
p o r la sierpe fue enredado
y de entonces comprendió,
que como agua de las mapas
una amistad cristalina
P ero no quedaste solo;
es el Verbo que encarnado,
ha tomado p o r su lucha,
escurríase escapando. la tuya, y tus pecados;
blandiendo cual Capitán
• Ay Adán, esto es verdad, valeroso y afanado,
¡ porque Dios te ha revelado, la espada de su palabra
que para ver otros délos y la Cruz en el Calvario,
hoy tienes que conquistarlos! conquistó Jerusalén,
A sí la vida es hermana y raza de hijosdalgos.

Gladius N* 27 ■Año 1993 - 105 -


nota entre ellos la aspereza de la madera sin estuco, y que son
proporcionalmente más finos de lo conveniente comparados con el dorso
gordezuelo de las manos. Estas podrían no ser las originales.
En cuanto a la leyenda sobre el pecho que dice: “Tomás Cabrera
la encamó Año 1795”, cabe aclarar que el término encamar, se refiere
técnicamente a la parte de la policromía que simula piel desnuda, rostro
y manos en este caso, y nada tiene que ver con la hechura del bulto
completo. En los bordes de los párpados, el estucado del encame es
grueso, y está rajeteado en la mejilla y en ¡a base del cuello; esto
denotaría superposición de material o técnica algo tosca.
Puede ser que Tomás Cabrera la haya restaurado, sin que ello
signifique que esta imagen no sea la misma que la que estaba en su
nicho del altar en 1692.

— 112 —
SAN MARTIN AYUDO A ROSAS A DEFENDER
LA PATRIA AMADA HASTA ANTES DE MORIR.
C oronel H éctor A ngel P iccinali.

En esta sección, se ha publicado en GLADIUS: I: San Martín


ante el liberalismo en GLADIUS N2 7; II, III, y IV: San
Martín contra el liberalismo, en GLADIUS N9 10, 12 y 14;
V, VI y VII: Los liberales contra San Martín, en GLADIUS
N2 16, 17 y 19; VIII, IX y X: San Martín se libró del
liberalismo en GLADIUS N2 20, 21 y 22; XI San Martín y
Rosas, en GLADIUS N2 25; XII San Martín, Rosas y la
epopeya nacional, en GLADIUS N2 25; XIII: La que aquí se
expone.

San Martín ante la revolución socialista


y obrera de París en 1848

San Martín estaba pasando el invierno 1847/1848 en su casa de París,


con sus achaques, como le confió a Guido en carta del 27 de diciembre de
1847, donde le decía:

“I.../ M i querido am igo:


“No trato de ju stific ar con mi pereza pues esta es bien conocida de Ud.
cuando en su muy apreciable de 28 de marzo (a que contesto) me dice
Ud que no me escribe a trueque de contestación, sino por el placer de
darm e su s recuerdos: a mi vez diré a Ud que mi pereza que no es
efecto de resfrío en mi am istad, sino la consecuencia de una salud
quebrantada, y con alternativas tales que afectan mi m oral en térmi­
nos que hay ocasiones en que la sociedad de m is propios hijos me es
inoportuna: con tales disposiciones, Ud convendrá que el escribir no
es un remedio eficaz p ara distraer m is ataques nerviosos, dejem os a
un lado m ales, y m iserias, y pasem os a l gran o”.

— 113 —
Lo que sigue de esta carta ya ha sido reproducido en el capítulo
anterior (ver GLADIUS N2 26), donde encomiaba la habilidad diplomática
de Guido para mantener a Brasil fuera del conflicto de las grandes potencias
contra la Confederación Argentina, y también manifestó su entera confianza
en la firmeza de Rosas para no ceder ante enemigos tan poderosos,
llamándolo cariñosamente “nuestro Don Juan Manuel”.
Donde San Martín describió la situación de Francia, fue en la carta del
27 de enero de 1848 donde volvió a escribir a Guido aprovechando el
regreso a América del señor Guerrico y su paso por Río de Janeiro, donde
también se refirió a su salud diciendo que “estaba batallando con su
periódico dolor de estómago”, —la úlcera gástrica que soportó toda su
vida , pero que dejó de lado para considerar las circunstancias francesas
deduciendo las consecuencias para nuestra Patria que tanto amaba, con
estas palabras:

“/.../ Guerrico dirá a Vd el estado de este viejo mundo, y los aprietos


en V,e se halla este gobierno, tanto por su s declarados disentimientos
con la Inglaterra (resultado del matrimonio del duque de Afonpensier)
como por la s com plicaciones que presentan en e l día la Suiza, e Italia.
E sta situación la creo muy ventajosa p ara nuestra tierra, pues ella
hará rebajar ¡a s in justas pretensiones de este gabinete, y por este
medio term inar la paz con nuestra P atria: e l 21 de este mes salió de
Toíón la frag ata a vapor e l M agallán conduciendo a l negociador
fran cés con destino a l Jan eiro . /.../” l.

Gomo se puede apreciar, los aprietos no sólo los sufría Francia sino
toda Europa, porque la masonería había desencadenado la revolución en
todos los países, no sólo contra la Iglesia, sino contra los reyes y príncipes,
aunque fueran también masones y carbonarios. “La revolución había
quedado decretada en el congreso general masónico reunido en Estrasburgo
en 1847: el movimiento debía abarcar toda Europa Central. En el espacio
de quince días —del 18 al 30 de marzo de 1848— espantosas conmociones
sociales se produjeron desde los Pirineos hasta el Vístula: en Berlín, Milán,
Parma, Venecia, Nápoles, Florencia y Roma. El poeta Alfonso Lamartine
y los socialistas masones Ledru-Rollin, Luis Blanc, Pedro Proudhon y otros
fueron los delegados que envió Francia al mencionado congreso”2. En este

‘ Archivo General de la Nación (en lo sucesivo AGN) V íl-l-l, Doc. 246, 247.
2Aníbal A. Rottjer. L a m aso n ería en la A rgen tin a y en e l m undo. Bs As, 1976,
p. 44. ’

— 114 —
país, el gobierno encabezado por el protestante Guizot, que representaba a
la burguesía, era muy impopular: los obreros solicitaban el voto universal,
los católicos se oponían a las medidas de Guizot contra la libertad de
enseñanza; los republicanos recorrían el territorio agitando a las masas en
comidas populares, que culminaron en París el 22 de febrero de 1848 con
un gran acto público que fue prohibido por el Gobierno, pero los revolu­
cionarios se amotinaron y pidieron a gritos la renuncia de Guizot, mientras
levantaban barricadas en las calles de la capital. El Rey Luis Felipe de
Orléans destituyó a Guizot, pero el movimiento tomó un carácter
antimonárquico y, después de dos días de lucha en las calles (22 y 23 de
febrero de 1848), los revoluciona­
rios se apoderaron del palacio de
las Tullerías. El 24 de febrero de
1848 Luis Felipe abdicó y se fue a
Inglaterra con su familia. En esos
momentos, se publicó el “Mani­lo
fiesto Comunista” de Carlos Marx
y Federico Engels, que finalizaba
en esta frase: “Proletarios de todos
los países, unios”, coincidiendo con
lo que estaba ocurriendo, aunque el
libro no había tenido influencia en
lo sucedido.
Los republicanos y socialistas
eligieron una junta provisional que
se hizo cargo del Gobierno y adop­
tó importantes resoluciones: pro­
clamó la República y convocó una
i Asamblea Constituyente, elegida
por el sufragio universal, donde los
masones triunfaron, encabezados por el poeta Alfonso de Lamartine. Lo que
San Martín estaba viviendo en el París de 1848, no era otra cosa que las
consecuencias del liberalismo, la idolatría de la libertad, que él repetida­
mente llamó “las locas teorías”, que provocaban el desorden al preconizar
la revolución no sólo contra un régimen, sino contra Dios, la de la criatura
que rehúsa, desde Adán, inspirada por el demonio, su condición dependien­
te del Ser Supremo y de sus Leyes. Traducido al momento histórico era el
rechazo de la ingerencia de Dios sobre la sociedad, en contra de la doctrina
de la Verdad Evangélica que la Iglesia predicó siempre. El liberalismo
sacudía a toda la sociedad gracias al indiferentismo y la ignorancia

— 115 —
religiosa. Estos errores se pagaban con desorden y con sangre, y aun
inficionaban a buenos católicos, aunque ingenuos, como Montalembert que
decía que la Iglesia debía armonizar la doctrina católica con la teoría de la
revolución. Esto era contrario a lo que el Papa Pío IX dina en la Encíclica
QUANTA CURA, que NO ES VERDAD que la voluntad del pueblo,
manifestada por la llamada opinión pública o de cualquier otra manera,
constituye la Ley Suprema, independiente de todo derecho divino o
humano. Tal es la doctrina común de la Iglesia, doctrina inmutable, de
alcance universal” 3.
Ante la sucesión de gravísimos hechos que repugnaban sus conviccio­
nes más íntimas y que presenció, San Martín no dudó que su deber era
proteger su familia, resolviendo retirarse con ella a Boulogne Sur Mer
adonde partieron desde París el 16 de marzo de 1848, con la intención
ulterior de pasar a Inglaterra si las circunstancias lo aconsejaban para
seguridad de todos. Así lo explicó Mariano Balcarce, hijo político de San
Martín, en carta del 15 de marzo de 1848 a Juan Bautista Alberdi, residente
por entonces en Valparaíso (Chile):

“/•••/ L a suerte ha querido que sea testigo de sucesos grandiosos e


inesperados, que nos tienen a todos como quien ve visiones; en menos
de tres días ha desaparecido la m onarquía de ju lio y se ha instalado
sobre su s ruinas la república fran cesa como se impondrá Ud por los
diarios que tengo el gusto de rem itirle con éste paquete y por otro que
le dirigiré por el prim er buque que salg a del H avre”.

“Aun cuando actualm ente goza este p aís de tranquilidad aparente, los
ánim os están muy agitados y el porvenir se presenta bajo colores muy
som bríos; en estas circunstancias hemos creído prudente alejarnos
provisoriam ente de este teatro y ver venir los sucesos a distancia.
M añana salim os p ara Boulogne-Sur-M er y quizá pasarem os a In gla­
terra”.

“Siento decir a Ud que m i padre político sigue bastante enfermo


y am enaza-do de perder la vista, pues se le han form ado cataratas
en los dos ojos, y será preciso hacerle la operación dentro de
algunos m eses, I.../” 4.

3Jean Madiran. L as dos dem ocracias. Bs. As., 1980, pp. 24, 25.
4Juan Bautista Alberdi. Escritos postumos. Bs. As., 1901. Tomo XVI, p. 250.

— 116 —
Esto se irá aclarando bien a lo largo de los días de 1848 a través de
las cartas que en lo esencial transcribiré y comentaré. Boulogne Sur Mer,
a 220 Km al Norte de París, está situado en el departamento del Paso de
Calais, a 35 Km S.O. de esta ciudad, en el Canal de la Mancha, que lo
separa de la ciudad inglesa de Hastings (a 70 Km) y de Bríghton. Por
Boulogne Sur Mer en aquel tiempo se movían más que por ningún otro
lugar las comunicaciones entre Francia e Inglaterra y sus playas eran muy
concurridas en el verano, incluso por San Martín varias veces antes. Sobre
el traslado a este lugar le escribió a Rosas un párrafo de su carta del 2 de
noviembre de 1848 donde aclaró muy bien las perspectivas.

“/.../ P ara evitar que mi fam ilia volviese a presenciar las trágicas
escenas que desde la revolución de febrero se han sucedido en
P arís, resolví transportarla a este punto, y esperar en él, no el
término de una revolución cuyas consecuencias y duración no hay
precisión humaiui capaz de calcular su s resultados, no sólo en
Fran cia, sino en el resto de E uropa; en su consecuencia, mi
resolución es el de ver si el gobierno que va a establecerse según
la nueva constitución de este p aís ofrece algu n as garan tías de orden
para regresar a mi retiro campestre, y en el caso contrario, es
decir, el de una guerra civil (que es lo m ás probable), p asar a
Inglaterra, y desde este punto tom ar un partido definitivo. /.../

Porque San Martín había presenciado lo que describió nuestro gran


Hugo Wast56:

“/.../ E ra en 1848. F ran cia había elegido aquella A sam blea Constitu­
yente — que se ha mencionado m ás arriba en este trabajo— en que
depositaron su esperanza todos los que com ulgaban con el dogm a de
la soberanía popular, desde el satanista Proudhon y el apóstata
Lam ennais, hasta Lacordaire y Montalembert, quiénes jam ás flaq u ea­
ron en su fe ni en su adhesión a Rom a. /.../”

En resumen, a los diez días de inaugurada la Asamblea, el 15 de mayo


de 1848, fue asaltada por unos 20.000 desarrapados parisienses, proclaman-

5 Museo Histórico Nacional. San Martín, su correspondencia (1824-1850). Bs.


As., 1911, p. 137.
6 Hugo Wast. Alma romana (.Aventuras del Padre Vespignani). Bs. As., 1948,
p. 108.

— 117
í fSw dt ° 1U? í n’ Per° fue recuPerada P°r un batallón de infantesa y
restablecida. Montalembert abandonó la Cámara resuelto a dimitir muy
r S - y 10 r fit ei, v a,e Merodc “ " ‘« “«»i« * & * ^ 0
S o ’^ o n i n é r ? IX será conclu),en*e- Veremos c t a o acabará
Seral P“ eltracas0 * los " m a t a católicos

Z z a f t * qUe lOS hÍjOS 1el Sigl° Sean máS hábiles « ue los hü°s ¿e
Z, SHS tram as y su s violencias les darían m enos resultados si un gran
número de los que llevan el
nombre de católicos no les ten­
diesen una mano am iga. Sí,
desgraciadam ente, existen a l­
gunos que, proponiéndose, a l
parecer, ir de acuerdo con
nuestros enem igos, se esfuer­
zan en contraer alian zas entre
la luz y la s tinieblas, entre la
ju stic ia y la iniquidad, por
medio de esas doctrinas lla­
m adas católico-liberales, que
se apoyan sobre principios per­
niciosos... P ues bien, esos ta­
les son m ás peligrosos y m ás
funestos que los enem igos de­
clarados, en razón de que se­
cundan los esfuerzos de estos,
sin ser notados, se engalanan
con la apariencia de una ver­
dadera honradez e inm aculada
doctrina, atrayendo de esta ma­
nera a los am antes de conci­
liación im posible"1.

El General Luis
Eugenio Cavaignac llegó a
París de Argel el 17 de mayo
de 1848. Un mes después,
se produjo la formidable in­
surrección de junio de 1848,
’ Ibidem nota N2 6 precedente, pp. 112, 1 1 3 .
y la Asamblea, por unanimidad, le confió la defensa de París y de la
República. La represión de Cavaignac fue vigorosa, terrible y completa, y
lograda la victoria, se le nombró Jefe del Poder Ejecutivo y Presidente del
Consejo de Ministros.
Así se realizó y fue reprimido en París el primer ensayo europeo de
revolución social proletaria, rápidamente propagado a otros países. Por el
Congreso de Viena (abril/junio de 1814), Italia estaba dividida en siete
Estados, como se ve en el mapa adjunto, pero durante 1848, dominó en
ellos la masonería de rito escocés, cuya cabeza fue Mazzini, al frente de “la
joven Italia”, su organización de fachada, aparentando apoyar al Rey de
Cerdeña Carlos Alberto de Saboya cuya capital era Turín, pero en realidad
dirigida contra el Papa Pío IX. En mayo del mismo año 1848, cayó tumbado
por un movimiento revolucionario el omnipotente primer ministro austríaco
Mettemich, estallando enseguida la insurrección en Milán por la indepen­
dencia contra Austria, soberana del Reino Lombardo Veneciano. El Rey
Carlos Alberto asumió la guerra contra los austríacos, invocando falsamente
el apoyo de Pío IX, cuyo espíritu bondadoso fue aprovechado inicialmente
por los revolucionarios hasta que quedaron desenmascarados cuando exigie­
ron la expulsión de los jesuítas, llamados la vanguardia de la Iglesia contra
la masonería. En Turín, donde desarrollaba su obra magnífica San Juan
Bosco (Don Bosco), los jesuítas fueron apoyados por éste, pero finalmente
debió ayudarlos a huir de las asechanzas de los masones.
Los ejércitos del Papa que debían sostener la neutralidad en la guerra
contra Austria, se unieron al Rey Carlos Alberto, pero Pío IX el 29 de abril
de 1848 desautorizó al General Durando, su Comandante. De inmediato, las
logias masónicas empezaron la batalla contra este gran Papa quien durante
22 años vivirá uno de los dramas más vibrantes de la Historia. La guerra
que, al principio, parecía favorable a Carlos Alberto, finalmente terminó
con la derrota de los ejércitos italianos en agosto de 1848, abrumados por
la superioridad numérica y técnica de los austríacos.
El 11 de setiembre de 1848, desde su nuevo domicilio en Boulogne Sur
Mer, San Martín contestó la que el General Ramón Castilla, Presidente del
Perú, le escribiera el 13 de mayo de 1848. Preciosos detalles sobre la vida
del Libertador que he transcripto en otros trabajos jalonaban la larga
exposición de San Martín. Para el momento histórico y al tema central que
aquí estoy tratando, primero quedó fijado el doloroso hecho de su casi
ceguera que contrariaba su modalidad de escribir, debiendo desde entonces
dictar con dificultad su correspondencia por falta de costumbre, y enseguida
su referencia contraria al liberalismo causante e inspirador de las revolucio­
nes en todo el mundo, y,sus desastrosas consecuencias:

— 119 —
J :it Í o 7 nZ(Í a dB 71 ttñ° S’ Una Salud m eram ente arruinada
t c Z m í d e Z atenfem edad de cataratas, esperaba, aunque contra

dejar mis huesos “ “ f ebrer° han puesto en problema dónde iré a


,n e 7 ,Z “ POr * m * ~ * ~ " ‘ - a ,r ,Páh rta panna-
> — —
“Será para mí una satisfacción entablar con Ud una correspondencia
" * • “ M sa« Z Z °£ “ Z
lo r m i l mf ’ P“ eS acostumbrado toda mi vida a escribir
por m mismo mi correspondencia particular, me cuesta un trabajo s
et Z Z Z T " " ‘T i “ * * **■ * Z n L t íZ
q ispensará las incorrecciones que encuentre”.

L 7 h o T n a T °S f ^ J pr° SPerídad <lue b“J ° ^ mando de Ud han


Z an dZ Z oM PemT ° S ^ V en íajaS V le P ° r üem P ° i™
a m b iZ sa y Z l Z " 0, A c o d o s fácilm ente p or una m inoría
m á x iZ T s fib Z Z 0tm POne> y° eSt° y eonvencido que las
en e Z a l e l I T T ‘ ^ F ra" C¿l ^ r e n introducir
que los p r 'e Z l 7 , 7 W ° /" W ° PerUan°> * tom o en elje fe
que los Z e n o s’n tns i ^ b l e : * todos modos, es necesario
olviden t Z Z F ° S íntereSados en ^ e n e r un gobierno ju sto, no
c Ín Z í o T ^ ^ n Íd 0 * “ « « d k z hambres que gritan que
POf 8m em l loS ™ o lu c L a Z o 7 d e
hornh Í de orT n y bulianS “ eros; por el contrario los
r Z lZ iá n de f Z n° " P° n en en evidencia sk o con reserva: la
claramente ^ehrero en Francia ha demostrado esta verdad muy
, pues una minoría imperceptible/la masonería/ v desnre
cuida por sus m áxim as subversivas de L o orden, ha T ^ Z sto p Z Z

en Z L l Z Z V s t lZ Z Z ^ * fa

^ p T iZ T e s Z / T Z ^ dgber mej0mr b soñación de


rran cia después de la revolución de febrero, no ha producido

li 0fde núa
íT d Z Z Zyo Iy ylos h misma
junio, ° peor
como por la tanto por los
ninguna siícesosaue
confianza dd

fim tíed 7 ge,nera! los hombres que en la actualidad se hallan al


frente de la administración. L as máximas de odio infiltradas p o llo s

de Z a T Z íZ 7 ^ eStí dÍVÍdÍda b ttaclón, la incertidumbre


in duZ rZ el a Z ne7 ? * b * * * * * * de Ut
cuenta m il Z Z Z 7 7 * ™ P m " * EjércUo de quinientos cin-
cuenta m il hombres, la disminución notable de las entradas y la
sconfianza en las transacciones comerciales, han hecho desaparecer
la seguridad base del crédito público: este tiste cuadro no Z Z Z á s
rmante para los hombres políticos del país; la gran dificultad es el

— 120 —
a lim en ta r en m ed io d e la p a ra liza ción in d u striosa , un m illón y m edio
o d os m illon es d e tra b a ja d ores q u e s e en con tra rá n sin ocu p a ción e l
p ró x im o in v iern o y p riv a d os d e to d o r ecu rso d e ex isten cia : este
p o rv en ir in spira u na g ra n d escon fia n za , esp ecia lm en te en P arís,
d on d e to d o s lo s h a b ita n tes q u e tien en a lg o q u e p erd er d esea n
a rd ien tem en te q u e e l a ctu a l esta d o d e c o sa s co n tin ú e, p refirien d o e l
G o b iern o d el sa b le m ilita r a c a er en p o d er d e lo s p a rtid os socia lista s.
M e resu m o, e l esta d o d e d esq u icio y tra storn o en q u e s e halla F ra n cia ,
ig u a lm en te q u e en u na gra n p a rte d e ¡a E u rop a , n o p erm ite fija r ¡as
id eas so b re la s co n secu en cia s y d esen la ce d e esta in m en sa rev olu ción ,
p e ro lo q u e p resen ta m á s p rob a b ilid a d es en e l d ía e s u na g u erra civil
la q u e será d ifíc il d e evita r; a m en os q u e, p a ra d istra er a lo s partid os,
n o se recu rra a u na g u erra eu rop ea a com pañ ad a d e la propagand a
rev olu cion a ria , m ed io fu n e s to p e ro q u e lo s h om b res d e p a rtid o n o
con su lta n la s co n secu en cia s /.../” 8.

Dentro del cuadro descripto por San Martín precedentemente sobre la


caótica situación desatada en Europa por la masonería, del liberalismo
surgieron el socialismo y la partidocracia, jaqueando a la Iglesia Católica.
El Papa Pío IX, acosado, llamó como primer ministro a un antiguo
carbonario, masón convertido, el Conde Pellegrino Rossi, quien intentó
imponer el orden en Roma, con un Parlamento dominado por la joven Italia,
la logia masónica de Mazzini, las calles plagadas de desertores del Ejército
derrotado. Pero un complot de la masonería se urdió para asesinar a Rossi,
quien fue degollado con una navaja a la vista de todos, el 15 de noviembre
de 1848 en la puerta de la Cancillería donde funcionaba la Cámara de
Diputados. El Papa se encerró para defenderse en su palacio, el Quirinal,
que fue asaltado. Virtualmente prisionero de los emisarios de Mazzini, el
Papa, ayudado por los diplomáticos franceses y alemanes, logró abandonar
el palacio el 24 de noviembre de 1848, refugiándose en el Reino de Nápoles
y Dos Sicilias, bajo la protección del Rey Fernando II. En Roma, la
anarquía se había desatado en todas partes. Mazzini apareció cuando se
había votado la deposición del Papa y establecido la República Romana,
exclamando: “ ... después de la Roma de los Papas, viene la Roma del
Pueblo”. Y fue el dictador. Era el 29 de marzo de 18499.

8José Torre Revello. Selección de documentos relativos al Libertador Don


Jo sé de San Martín. Bs As, 1974, pp. 113 a 115.
9 Hugo Wast. Las aventuras de Don Basco. Bs As, 1975, pp. 182 a 192.

— 121 —
La opinión de San Martín sobre la situación
revolucionaria en Europa en 1848

Las primeras manifestaciones de San Martín sobre los sucesos revolu­


cionarios destacados en Europa en 1848, como se ha visto más arriba,
fueron expresadas en la carta al entonces General Castilla (después Maris­
cal) del 11 de septiembre de 1848. Dos meses más tarde San Martín se
había enterado de todo lo que había sucedido y pudo dar una opinión firme
que nos interesa hoy porque durante esos hechos hicieron eclosión los
engendros del liberalismo: el socialismo, el comunismo y la lucha de clases,
que tienen vigencia aún en nuestros días. Así dijo San Martín el 2 de
noviembre de 1848 en carta al General Juan Manuel de Rosas:

“/.../ E n cu a n to a la situ a ción en este v iejo con tin en te e s m en ester


n o h a cerse la m en or ilu sió n : la verd adera con tien d a q u e divide
su p ob la ción es p u ra m en te so cia l: es, en u na p alab ra, la d el p o b re,
d el p ro leta rio , co n e l capitalista y con e l r ic o ; ca lcu le U d lo qu e
a rroja d e s í u n ta l p rin cip io , in filtra d o en la gra n m asa d e l b a jo
p u eb lo p o r la s p red ica cio n es d iarias d e lo s clu b s y la lectu ra d e
m iles d e p a n fleto s: s i a esta s id ea s s e a g reg a la m iseria esp a n tosa
d e m illon es d e p ro leta rio s, agravada en e l d ía co n la p a ra liza ción
d e ¡a industria, e l retiro d e lo s ca p ita les, en vista d e u n p o rv en ir
in cierto , la probab ilid ad d e una g u erra civil, p o r e l ch o q u e d e
la s id eas y partid os, y en con clu sión , la d e u na b a n ca rrota n a cion a l
visto e l d éficit d e cerca d e 40 0 m illon es en este a ñ o, y o tro s ta n tos
en e l en tra n te ,* e ste e s e l verd a d ero esta d o d e F ra n cia , y ca si d el
resto d e E u rop a , co n ¡a ex ce p ció n d e In g la terra , R u sia y S u ecia ,
q u e hasta e l día sig u en m a n ten ien d o su ord en in terior. /.../” 10.

El 5 de noviembre de 1848, San Martín escribió al General Joaquín


Prieto, que acababa de ser presidente de Chile, explicando los hechos
europeos con casi las mismas palabras con que los hizo conocer a Rosas,
en la forma transcripta precedentemente. Poco después San Martín carac­
terizó lo que llamó con razón “la gran cuestión del socialismo” en carta al
General Castilla del 14 de noviembre de 1848, donde actualizó la situación
en Francia:

10Adolfo Saldías. Historia de la Confederación Argentina. Tomo 3. Bs. As.,


1973, pp. 476, 477, documento manuscrito en el archivo de Saldías.

— 122 —
“ /.../ L a situ a ción , en lo g en era l, d e e ste v iejo con tin en te sigu e e n e l
m ism o esta d o d e a g ita ción q u e a n u n cié a Ud en m i a n terio r: sin
em b a rg o, la m ism a rev o lu ció n a ca ecid a en V ien a, y la rep resió n
sa n g rien ta so b re esta ca p ita l p o r la s trop a s im p eria les p u ed e ca u sa r
algun a m u ta ción en la p o lítica d e lo s g o b ie rn o s m on á rq u icos d e
E u rop a , a u n q u e en m i op in ión n o c re o q u e ésta se extien d a a retira r
¡a s c o n c es io n es co n stitu cio n a les q u e lo s p u eb lo s han ob ten id o en este
a ñ o. D e to d o s m od os, resta la gra n cu estió n d el socia lism o, cu estión
v ig en te y q u e lo s h om b res d e d esord en en tretien en en las m asas, ta n to
en lo s clu b s ¡fa ch a d a s d e la s log ia s m a són ica s!, co m o p o r m illa res d e
p a n fleto s. P o r lo resp ectiv o a F ra n cia , u n a gra n crisis s e p rep a ra en
la e le c c ió n d e l p resid en te q u e d eb e rea liza rse e l 10 d el m es en tra n te.
L o s d iferen tes p a rtid os q u e tra ba ja n e l p a ís, s e van a en con tra r en
p resen cia , y d el ch o q u e p u ed en resu lta r com p lica cio n es m uy seria s,
con ta n to m ás m otivo, cu a n to e l ca rá cter n a cio n a l n o está a costu m ­
brad o, co m o lo s a m erica n os d el n o rte, a la ob serv a ción d e la C on sti­
tu ció n . /.../” “ .

Con motivo de la llegada de uno de los hijos de Guido a París —el


poeta Carlos Guido Spano—, San Martín le escribió a aquel el 29 de
noviembre de 1848 una carta limitada por la pérdida de la visión por las
cataratas, y sus dificultades para dictar, como dijo:

“ /.../ M is ca taratas han lleg a d o a l g ra d o d e ten er q u e servirm e d e


m a n o a jen a para escrib ir, Ud sa b e q u e a u n q u e m alísim o p en d olista ,
m i corresp on d en cia p a rticu la r siem p re la h e e sc rito y o m ism o, d e esto
resu lta q u e b ien sea la habitu d, o la fa lta d e sa b erlo h a cer, ello es q u e
ja m á s h e p od id o d icta r u na carta, ca lcu le Ud e l tra ba jo qu e en e l día
d eb e ca u sa rm e e l ten e r q u e h a cerlo ; esp ero q u e esta situ a ción n o sea
d efin itiv a , p u es p ien so en fin e s d el p ró x im o v era n o h acerm e op era r, y
p o r e s te m ed io m e resta la esp era n za d e recu p era r m i vista, esto e s si
e l b u q u e p u ed e lleg a r a b u en p u erto p a ra esta ép o ca . I.../” 12.

Sobre las circunstancias europeas no pudo explayarse por su deficien­


cia oftálmica, pero sintetizó con precisión:

N ada d iré a Ud d e la situ a ción d e e ste v iejo con tin en te, lo s


p erió d ico s lo p on d rá n m ás a l co rrien te q u e y o , d e tod os m od os
su esta d o p u ed e resu m irse en u n a p a la b ra : la E u rop a a ctu a l es
un ca os.

“ Ibídem nota Ns 5, pp. 302, 303.


12AGN VII-16-1-1, Doc. 251.
1JAGN VII-16-1-1, Doc. 251.

— 123 —
Ese mismo día, 29 de noviembre de 1848, envió a Rosas un pedido
haciendo referencia a la inestabilidad de Francia indirectamente:

“ B o u lo g n e S u r M er, 29 d e n oviem b re d e 1 8 4 8 ”
“M i resp eta d o g en era l y a m ig o :”
“E n p rin cip io s d e este m es tu ve ¡a sa tisfa cció n d e e scrib ir a Ud
fe lic itá n d o lo p o r e l leva n ta m ien to d el in ju sto b lo q u e o c o n q u e
h ostiliza b a n a n u estra P a tria la In g la terra y la F ra n cia . A h ora lo
v erifico co n o tro m otiv o p u ra m en te p erso n a l. E n m ed iad os d el p resen ­
te com u n ica ron d esd e P a rís, m i a m igo e l s eñ o r d on M a n u el d e
S arratea y m i h ijo p o lítico don M a ria n o B a lca rce, e l n om bram ien to
q u e ha ten id o Ud la bon d ad d e h a cer a e ste ú ltim o com o o ficia l d e la
L eg a ció n A rg en tin a en F ra n cia , y q u e estoy seg u ro d esem peñ ará con
h on or. E sta n ueva y n o p revista p ru eb a d e am istad m e d em u estra cada
día m ás, e l em p eñ o d e Ud d e con trib u ir a h a cer m ás sop orta b les los
m a les d e e ste v iejo p a triota . G ra cia s, un m illón d e g ra cia s, m i
a p recia b le G en era l, p o r tod os su s fa v o r e s ; a h ora s o lo m e resta
su p lica rle q u e, en e l esta d o de m i salu d qu ebrantad a y p riva d o d e la
vista, s i la s circu n sta n cia s m e ob lig a sen a sep a ra rm e d e este p a ís, visto
su esta d o p reca rio , com o igu a lm en te e l d el resto d e la E u rop a , perm ita
Ud e l q u e d ich o m i h ijo m e a com p a ñ e, p u es m e sería im p osible
h a cerlo sin su a u x ilio .”
“ Q u e g o c e U d d e sa lu d com pleta, co m o ig u a lm en te e l resto d e su
fa m ilia , q u e e l a cierto presid a a tod o cu a n to em pren da, y q u e sea Ud
tan fe liz com o son lo s v o to s d e este su reco n o cid o a m igo y com patriota.
J o s é d e S an M a rtín .” 14.

Para conocer los orígenes de los hechos que conmovieron la vida de


San Martín, a punto tal que lo obligaron a abandonar abruptamente los
lugares donde vivió tantos años, disponemos de un testigo excepcional por
su lucidez y coraje, que presenció la situación caótica que describió San
Martín y pudo interpretarla a la luz de las “locas teorías” como con tan
nítido trazo las había calificado antes como se ha visto. El Cardenal Pie,
profundizando, llamó “naturalismo” a las falencias del mundo moderno. Y
esto no es solo historia: en nuestros días, la Santísima Virgen María en sus
reiteradas locuciones interiores al Padre Gobbi desde 1973, mencionó al
“racionalismo” en el nivel intelectual, y en el nivel de vida al “naturalismo”,
como expresiones actuales del “secularismo”15. El Padre Alfredo Sáenz,
expositor sistemático del pensamiento del Cardenal Pie en su magnífico
libro sobre este gran obispo de Poitiers, nos presenta la raíces del naturalismo,
llamado así por el Concilio Vaticano como la última herejía16;

14Ibídem nota Nro 5, p. 141.


íSA los sacerdotes hijos predilectos de la Santísima Virgen María.
2a Edición Latinoamericana (traducción de la 17a edición italiana), 1992,
pp. 23, 24.
16P. Alfredo Sáenz. El Cardenal Pie. Bs As, 1987, pp. 271 a 273.

124 —
“ L a s h erejía s con d en a d a s p o r e l C o n cilio d e T ren to -ob serv a P ie-
estaban d e a cu erd o en d os p u n to s: e l rech a z o d el m a gisterio d ivin o de
la Ig lesia y e l som etim ien to d e la s cu estio n es relig io sa s a l ju ic io d e
cada in divid uo. L a sed icen te R eform a s e e n cerró en esto s d o s p rin ci­
p io s com o en u n a fo r ta le z a , in titu lá n d ose org u ¡lósa m en te “ la relig ión
d el lib re ex a m en ” . Y su ced ió lo q u e d eb ía su ced er. L a h erejía n o tard ó
en fra cc io n a rs e en u n sin n ú m ero d e secta s, en fren ta d a s en tra s í.”
“ E ste p r o c e s o d e d escom p osición y fra ccio n a m ien to , s e fu e a crecen ­
tan do en e l cu rso d e la s d os cen tu ria s sig u ien tes. E l m u n do d e lo s
sig los X V II y X V III ca m in ó d e duda en duda, d e d ivisión en d ivisión ,
e in clu so d e n eg a ción en n eg a ció n . /.../”
“ /.../ A sí, p u es, siem p re en con tin u id a d con lo s err o re s in icia les, lo s
h om bres s e d eja ron d esliza r p o r la p en d ien te q u e crea ra la h erejía /
.../ E l ord en sob ren a tu ra l a p a reció e n to n ces com o su prem am en te
su p erflu o, y la n a tu ra leza com o p o sey en d o en s í m ism a la s lu ces,
fu erz a s y recu rso s n ecesa rio s pa ra ord en a r tod a s la s cosa s de la tierra ,
e l e n tero ord en tem p ora l. /.../ E n sum a, la n atu raleza se basta, y
p o sey en d o en s í su p rin cip io , su ley y su fin , s e co n stru y e su p ro p io
m u n do, y s e co n v ierte p o c o a p o c o en su D ios. /.../ A llí está e l
fu n d a m en to d e la d octrin a rev olu cion a ria /.../ S e p u ed e d ecir qu e a sí
co m o e l ca tolicism o e s ¡a a firm a ción d e tod a verdad y d e tod o bien , el
n aturalism o e s e l r ein o a b soh ito d e la m en tira y d el m a l.”
“ E l n atu ralism o e s p u es lo m ás o p u esto q u e hay a l cristia n ism o. E l
cristia n ism o en su e sen cia e s com p leta m en te sob ren a tu ra l /.../ E l
n aturalism o, h ijo d e la h erejía , es m u ch o m ás q u e u n a h erejía : es el
p u ro a n ticristia n ism o /.../ L a h erejía exp u lsa a D io s d e ta l o cu a l
p o rció n d e su r e in o ; e l n atu ralism o lo elim in a d el m undo y de la
crea ció n . /.../ S í, ta l e s la últim a pa la b ra d e este ex ecra b le program a.
A e ste C risto, n u estro ú n ico S eñ o r y S alvad or, a este C risto q u e e s d os
v eces n u estro d u eñ o, d u eñ o p o rq u e h izo to d o , d u eñ o p o rq u e resca tó
tod o, s e lo in ten ta e x c lu ir d el p en sa m ien to y d el alm a d e lo s h om bres,
p ro scrib irlo d e la vida p ú b lica y d e la s costu m b res d e lo s p u eb los, para
su stitu ir su r ein o p o r lo q u e llam an e l p u ro r ein o d e la ra zón o d e la
n atu raleza. T al e s e l sig n o d e n u estra ép oca , su n ota ca ra cterística , su
error, su crim en y su m a l.”
“ C on sid era P ie q u e p a ra d escu b rir e l o rig en ú ltim o d el im pío y
a n ticristia n o p r o y ec to d el n atu ralism o, sería m en ester d esga rra r e l
teló n q u e vela la s m isteriosa s p rofu n d id a d es d el u n iv erso a n g élico . L a
eb elió n d e L u cife r, su n ega tiva a l serv icio y a d ora ción d e D ios, su
p reten sió n d e igu a la rse a l C rea d or con la s so la s fu e r z a s d e la n atura­
leza , la in vita ción su til q u e d irig ió a n u estro s p rim ero s p a d res: ta l es
e l o rig en ú ltim o d e l n a tu ra lism o . ” 17.

17 Ibídem nota N8 15 precedente, pp. 281 a 284.

— 125 —
En las consecuencias del “naturalismo”, el Cardenal Pie explicaba que
“un abismo llama a otro abismo”. “Así el error del naturalismo que se
respira en la atmósfera del mundo moderno, no podía sino dar a luz nuevos
errores” 18. En primer lugar, el “panteísmo” y enseguida el “materialismo”
que exalta la materia como lo único real y verdadero, contra lo que se
yergue la realidad de la sociedad en que estamos, que procura protegerse
a sí misma, con sus jueces y sus leyes, con sus ejércitos, último resto de
un cierto orden natural, nuevo blanco para aquellos que quisieron liquidar
el orden sobrenatural, la sociedad era ya el gran enemigo, el gran obstáculo
a derribar, no sólo a la sociedad política y civil sino también la familiar o
doméstica, como expresó Pie:

“/.../ p o r q u e am bas está n fu n d a d a s so b re la esta b ilid a d d e l m atrim o­


n io, q u e es pa ra la n aturaleza un y u g o in tolera b le, s o b r e la h eren cia ,
q u e e s u na v iola ción m a n ifiesta d e la iguald ad natural, y fin a lm en te
so b re la p rop ied a d , q u e e s e l ro b o p o r p a rte d e lo s in d ivid u os d e un
b ien q u e n atu ralm en te p erte n e ce a tod os. Y a sí, d e n eg a cio n es en
n eg a cio n es, e l n atu ralism o co n d u ce a la n eg a ción d e la s b a ses m ism as
d e la n atu raleza ra cion a l, a la n eg a ción d e tod a reg la d e lo ju s to y d e
lo in ju sto, y , en co n secu en cia , a la su b versión d e to d o s lo s fu n d a m en ­
to s d e la socied a d . H e n o s a q u í en e l socia lism o y en e l com u n ism o.” 19.

“ /.../ E l p r o c e s o d e l n atu ralism o a lcan za a s í e l ám bito d e la p o lítica ,


tra tan d o d e a rreb a ta rle su s relig a cio n es teo ló g ica s. E l lib era lism o es
e l a riete d e d ich o sa q u eo . P ie e s ca teg ó rico a e ste r e s p ec to : ‘ la p la ga
d el lib era lism o e s p rop ia m en te la pla ga d e la s socied a d es a ctu a les’ .

“ P rim ero s e a ten tó con tra e l p od er, tra tan d o d e in d ep en d iza rlo d e su s
fu n d a m en tos su p erio res. D io s, qu e e s cau sa p rim era y u n iversa l, ha
q u erid o g o b ern a r a tra v és d e cau sas segu n d a s y p a rticu la res, c o n c re ­
ta m en te m ed ian te h om b res d eterm in ad os. /.../ ‘N o h ay au torid ad sin o
b a jo D io s, y la s q u e ex isten , p o r D io s han sid o esta b lecid a s’ (R om . 13,
1 ). D e d on d e co n clu y e M on s. P ie : ‘E lp o d e r n o e s p u es la in teligen cia ,
co m o la g ra cia , co m o tod o lo q u e la tierra r e c ib e d el cielo , e l p o d er
v ien e y n o p u ed e v en ir sin o d e lo a lto ” .

“ /.../ L o q u e a l fin y a l ca b o s e bu sca, a firm a e l C ard en al, e s ‘su p rim ir


la n o ció n s ecu la r d e l E sta d o cristia n o, d e la ley cristia n a , d el p rín cip e
cristia n o /.../. E s d ecir, q u e, s o p r ete x to d e esca p a r a la teo cra cia
im agin aria d e la Ig lesia , hay q u e a clam ar otra teo cra cia tan ab solu ta
co m o ilegítim a , la teo cra cia d el C ésa r, j e f e y á rb itro d e la relig ión ,

18Ibídem nota Nro 15, p. 290.


19lbídem nota Nro 15, pp. 291, 292.

126 —
o rá cu lo su p rem o d e la d octrin a y d el d er ec h o ; teo cra cia ren ova d a d e
lo s p a g a n os, y m ás o m en os rea liza d a y a en e l cism a y la h erejía , en
esp era d e q u e ten ga su p len o a d ven im ien to en e l rein o d el p u eb lo
su m o-sa cerd ote y d el E sta d o-D ios, co n q u e su eñ a la ló g ica im pla cab le
d el socia lism o. E s d ecir, a l f in d e cu en ta s, q u e la filo s o fía sin f e y sin
ley ha pa sa d o en a d ela n te d e la s esp ecu la cio n es a l ord en p rá ctico , se
ha con stitu id o en la rein a d el m u n do, y h a dado a lu z la p o lítica sin
D ios. L a p olítica a sí secu la riza d a , tien e un n om bre en e l E v a n g elio:
a llí s e la llam a ‘ e l p rín cip e d e e ste m u n d o’, e l p rín cip e d e este sig lo,
o b ien asim ism o ‘ e l p o d er d el m al, e l p o d er d e la B estia ’ ; y este p o d er
r ecib ió u n n om bre tam bién en lo s tiem p os m od ern os, un n om bre
form id a b le q u e h a ce seten ta a ñ o s (1 7 8 9 ) reso n ó d e un p o lo a o tro , se
la llam a la rev o lu ció n . /.../” 20.

He aquí explicado a fondo, cuánta razón tenía San Martín al señalar


con énfasis “la gran cuestión del socialismo, cuestión vigente y que los
hombres de desorden entretienen en las masas”, como se ha visto más arriba
en la carta al General Castilla del 14 de noviembre de 1848, donde también
destacó que en las próximas elecciones se produciría el choque de los
diferentes partidos y podían resultar complicaciones muy serias, a pesar de
las contemporizaciones de los llamados “católicos liberales” que enjuició
severamente el Cardenal Pie de este modo:

“ /.../ P u es b ien , lo s ca tó lico s lib era les d e algú n m od o s e u n en con lo s


d escreíd os a l rech a za r d e lo s E sta d os m od ern os tod o v estig io d e p o d er
d ivin o. A u n q u e se a u toca lifiq u en com o h om b res d e ord en , n o p o r ello
son m en os d estru cto res d e tod a a u torid ad , y p o r tan to, d e tod o ord en .
L a au torid ad cread a n o tien e d erech o a la ob ed ien cia , a la sum isión ,
a l resp eto sin o p o rq u e p ro v ien e d e D io s. ‘ C u an d o e l d erech o d e D io s
d esa p a rece, n o qu eda sin o e l d erech o d el h om b re; y e l h om bre n un ca
tarda nada en en ca rn a rse en e l p o d er, en e l E sta d o, en e l C ésa r’ . T al
e s e l fin d e la aven tu ra . D esd e e l m om en to en q u e la socied a d y e l
E sta d o s e n ieg a n a r e c o n o c e r u n a in sta n cia su p erior, com ien zan a
h a cerse tirá n icos. E l E sta d o lib era l n o p u ed e s in o en ca m in a rse d eci­
d idam en te h acia e l tota lita rism o. /.../” 21.

Y en esta instancia, recordó Pie lo que resulta del totalitarismo:

20Ibídem nota Nro 15, pp. 311 a 316.


21Ibídem nota Nro 15, p. 319.

— 127 —
“/.../ En todos los lugares donde ha prevalecido, el despotismo
revolucionario destruyó todo, subvirtió todo, rebajó todo a su nivel
igualitario, absorbió todo en su autocracia centralizadora: religión,
propiedad sagrada y profana, autoridad paterna, corporaciones,
leyes, costumbres, franquicias, libertades, nada ha respetado...” 22.

A poco, en diciembre de 1848, fue elegido Presidente el príncipe Luis


Napoleón Bonaparte, -sobrino del que fue Emperador-, candidato oficial de
las logias masónicas, quien pronto se adueñó del poder nacional. San Martín
sacó la conclusión en carta a Guido del 9 de enero de 1849:

“ /—/ C a rlos /hijo d e G u id o, e l p o eta C a rlos G u id o Spano/ d irá a Ud


m ejo r q u e y o le p u ed o escrib ir, la situ a ción d e este p a ís; en m i
op in ión , n o hay q u e co n fia r en la a p a ren te tranquilid ad q u e p resen ta
en e l día. L a s con secu en cia s d e la rev o lu ció n , d eb en h a cerse sen tir
n ecesa ria m en te p o r m u ch os a ñ os, y lo s d os g ra n d es p a rtid os d e ord en
y a n arqu ía , q u e s e en cu en tra n en p resen cia , d eb en con tin u a r la lu ch a
hasta q u e u n o d e lo s d os d ecid a la cu estión d e u na m anera d efin itiv a ” .
“ H asta e l día ig n ora m os cu á l será la reso lu ció n d e este g o b iern o con
resp ecto a n u estro p a ís; d e tod os m od os sea n cu a l fu e s e n su s in ten cio ­
n es y o cre o q u e é l tien e s u ficien te costu ra en q u e en treten erse en
E u rop a , p a ra p en sa r en h ostiliza rn os d irecta m en te, a m en os q u e la
In g la terra n o m eta e l cism a . I.../” 23.

Como se puede apreciar, San Martín siempre estaba preocupado por la


independencia de su Patria, para la que emprenderá en 1849 una acción
política para propender a preservarla.

San M artín defendió los intereses de la Patria en 1849


ante el Gabinete francés

A fines de 1848 llegó a Buenos Aires el nuevo ministro de Gran


Bretaña, Henry Southern, pero no fue recibido como tal por Rosas, por
cuanto el gobierno inglés no había dado a la República Argentina satisfac­

22Ibídem nota Nro 15, p. 320.


23AGN VII-16-1-1, Doc. 252.

— 128 —
ción y reparaciones por las graves ofensas con que fue agredida durante la
guerra desatada por los ingleses en unión con Francia. Sin embargo, Rosas
le hizo saber que estaba dispuesto a una negociación sobre la base de las
8 proposiciones del comisionado Thomas Hood, enviado al Río de la Plata
como agente confidencial a mediados de 1846, después del triunfo argen­
tino en la campaña del Río Paraná en 1845, como se ha visto en GLADIUS
N2 26. Las llamadas Bases Hood fueron presentadas por éste el 13 de junio
de 1846 y, en síntesis, establecían:
1) Inmediata suspensión de hostilidades entre la plaza de Montevideo
y los sitiadores;
2) Desarme de los extranjeros de Montevideo;
3) Simultáneo retiro de las fuerzas argentinas del territorio oriental;
4) Levantamiento del bloqueo de Buenos Aires, devolución de la isla
de Martín García al Gobierno Argentino y de los buques de guerra
apresados y saludo de 21 cañonazos al pabellón argentino;
5) Aceptación de ser navegación interior la del Río Paraná y la del Río
Uruguay, sujeta a reglamentos de ambas naciones poseedoras;
6) Los principios de justificación de los Gobiernos de Inglaterra y
Francia por su intervención en el Río de la Plata, se discutirían oportuna­
mente;
7) Nueva elección de Presidente del Estado Oriental;
8) Amnistía general amplia y completa.
Ante la respuesta afirmativa de Southern, obtuvo Rosas la conformidad
del Presidente uruguayo Oribe, y en abril de 1849, el ministro inglés fue
autorizado por su gobierno para firmar la convención de paz con el
Gobierno Argentino, que se conoce en la historia como Convención Arana-
Southem.
Casi simultáneamente, el Almirante Lepredour, en nombre del gobier­
no francés inició un acercamiento para una reconciliación mediante una
nota el 11 de enero de 1849. El Gobierno Argentino le contestó que sólo
negociaría sobre las Bases Hood. Una suspensión de la guerra del Presiden­
te Oribe contra Montevideo, aumentó las perspectivas para la paz con
Francia24.
Los principales diarios de París abogaban por la finalización definitiva
del conflicto, apelando a argumentos de conveniencia comercial (La Presse,

24 Ibídem nota N2 10, pp. 249, 250.

— 129
Le Siecle y Le Constitutionel), aunque Thiers y sus amigos propugnaban en
sus diarios la prosecución de la agresión militar para reducir al Gobierno
Argentino, aún a mediados de 1848. El proyecto de tratado del Almirante
Lepredour ya mencionado más arriba, fue publicado en París en agosto de
1849 y Thiers aprovechó para hacer aprobar el subsidio a Montevideo de
250.000 francos mensuales, que de hecho consolidaba el protectorado
francés a esa plaza 75.
A principios de 1849, el mensaje de Rosas a la Legislatura reflejaba
el alto grado de prosperidad alcanzado, el orden asegurado y el respeto del
Gobierno por los compromisos contraídos. Como lo había hecho reiterada­
mente, tampoco se olvidó esta vez Rosas del Padre de la Patria en tal
mensaje, que San Martín agradeció en la carta del 2 de noviembre de 1848
ya citada. Lo notable fue que en ese documento Rosas insertó su pedido a
la Legislatura de ser eximido del mando. Pero los argentinos palpaban que
bajo Rosas se había consolidado un poder nacional que reinaba desde Jujuy
a Buenos Aires, donde todo se resolvía en orden y en paz. Entonces, se
despertó el temor de que la situación tan favorable se desmoronara, y para
impedirlo, los legisladores, acompañados por el pueblo de Buenos Aires,
fueron a la casa de Rosas el 12 de septiembre de 1849 para manifestarle
la irrevocable decisión de no aceptarle la renuncia. Ante la reiteración de
Rosas, en octubre de 1849, la Legislatura de Buenos Aires y los Gobiernos
de Santa Fe, Córdoba, Salta, Tucumán, La Rioja, San Luis, Mendoza y
después el resto de las Provincias, recomendaron “al General Juan Manuel
de Rosas a la gratitud pública, como fundador de la Confederación
Argentina y defensor heroico de la independencia e integridad de la
República, e invocando las calamidades y desgracias que sobrevendrían si
él dejase el mando”. El ministro inglés Southern remitió el pedido escrito
de los residentes británicos donde decían que reputarían el retiro del
General Rosas como una calamidad pública, que afectaría especialmente los
más importantes intereses de su país. Southern además, dio a publicidad el
24 de noviembre de 1849 la convención Arana-Southem, cuyo objeto
declarado era “poner fin a las hostilidades en el Plata y el de confirmar a
la República Oriental del Uruguay en el goce de su independencia”
En cambio, en París aún a fines de diciembre de 1849 se estaba
considerando en la Asamblea el tratado con las repúblicas rioplatenses que
había propuesto el Almirante Lepredour sobre las Bases Hood. El informante
de la comisión fue el Conde Darú, que había recibido muy buenas informacio-

25Ibídem nota Ns 10, p. 253.


26Ibídem nota N3 10, pp. 256 a 260.

— 130 —
nes de San Martín que influyeron decisivamente en el ánimo de los ministros
Bineau, Roucher y de la Hitte, quienes se reunieron repetidas veces con San
Martín sobre la cuestión del Plata en la casa de la señora de Aguado, viuda del
opulento banquero, del que era albacea y tutor de sus hijos nuestro Libertador.
San Martín tomó a su cargo directamente estas conversaciones, en especial
desde que falleció el ministro Manuel de Sarratea en Limoges el 24 de
septiembre de 1849.
Sin embargo, el Conde Darú comprometido en la política beligerante de
Thiers contra la Confederación Argentina, quiso torcer el asesoramiento
patriótico sanmartiniano para hacerlo servir mañosamente en contra del
propósito de San Martín, tratando de mal interpretar el principio sustentado en
la carta que éste escribió el 23 de diciembre de 1849 al Ministro francés de Obras
Públicas, Bineau, defendiendo con lucidez y habilidad los intereses de la Patria,
como se puede leer:

“B ou lo g n e-S u r-M er, d iciem b re 23 d e 1849.

“ M i q u erid o señ o r:
“ C u an d o tu v e e l h o n o r d e h a cer v u estro co n o cim ien to en la casa d e M m e.
A gu a d o, esta b a m uy d ista n te d e c r e e r q u e d eb ía a lg á n d ía escrib iro s so b re
a su n tos p o lítico s ; p e ro la p o sició n q u e h oy ocu p á is, y u n a carta q u e e l
d ia rio L a P resse a ca b a d e rep ro d u cir e l 22 d e e ste m es, ca rta q u e h abía
e scrito en 18 45 a l s eñ o r D ick so n s o b r e la in terv en ció n u nid a d e F ra n cia
e In g la terra en lo s n eg o cio s d et P lata, y q u e p u b lic ó sin m i con sen tim ien to
en esa ép o ca en lo s d ia rios in g leses Iv er G L A D IU S N s 2 6 l, m e ob liga n a
con firm a ros su au ten ticid a d , y a a seg u ra ro s n u eva m en te q u e ¡a op in ión
q u e en to n ces ten ía n o sola m en te e s la m ism a a á n , sin o q u e la s a ctu a les
circu n sta n cia s en q u e F ra n cia s e en cu en tra sola , em peñ ad a en la
con tien d a , v ien en a d a rle una n u eva co n sa g ra ció n ” .
“ E stoy p ersu a d id o q u e esta cu estión e s m ás g ra v e q u e lo q u e se le su p on e
g en era lm en te; y lo s 11 a ñ o s d e g u erra p o r ¡a in d ep en d en cia a m erican a,
d u ra n te lo s q u e h e com an d ad o en j e f e a lo s e jér c ito s d e C h ile, d el P eá y
d e la p rov in cia s d e la C o n fed era ció n A rg en tin a m e h an co lo ca d o en
situ a ción d e p o d er a p recia r la s d ificu lta d es en o rm es q u e ella p resen ta , y
q u e son d eb id a s a la p o sició n g eo g rá fic a d e l p a ís, a l ca rá cter d e su s
h a bita n tes y a su in m en sa d ista n cia d e F ra n cia . N ada e s im p osib le a l
p o d er fr a n c é s y a la in trep id ez d e su s sold a d os; m as a n tes d e em p ren d er
lo s h om b res p o lítico s p esa n la s v en ta ja s q u e d eb en com p en sa r lo s
s a cr ificio s q u e h a cen ” .
“ N o d ud éis, o s lo r ep ito ; la s d ificu lta d es y lo s g a sto s será n in m en sos, y
u na vez com p rom etid os en esta lu ch a , F ra n cia ten d rá a h o n o r e l n o
retrogra d a r, y n o h ay p o d er h um ano capaz d e ca lcu la r su d u ra ción ” .

— 131 —
“ O s h e m a n ifesta d o fra n ca m en te u n a op in ión en cu ya im parcialidad
d eb éis ta n to m ás c r e e r cu a n to q u e esta b lecid o y p ro p ieta rio en F ra n cia a
2 0 a ñ o s h a, y con ta n d o a ca b a r a h í m is d ías, la s sim patías d e m i cora zón
s e h allan d ivididas en tre m i p a ís n a ta l y F ra n cia , m i segu n d a P a tria ” .
“ O s e scrib o d esd e m i cam a en q u e m e h a llo ren d id o p o r cru eles p a d eci­
m ien tos q u e m e im pid en tra ta r co n tod a la a ten ció n q u e h abría qu erid o
un a su n to tan s er io y tan g ra v e” .

“ T en g o e l h o n o r d e ser, señ o r, co n ¡a m á s p rofu n d a con sid era ción ,


V u estro m uy o b secu en te serv id or” .
“J o s é d e S an M a rtín ”

“Señor Bineau, Ministro de Obras públicas” 27.


Esta carta fue leída en la Asamblea francesa por el Ministro Rouher,
cuando se discutió el proyecto de tratado elevado por el Almirante Lepredour!
al que trató de que fuera rechazado interviniendo personalmente el mismo
Thiers, famoso porsu elocuente oratoria, quien fue refutado contundentemente
por Rouher. Finalmente se resolvió nombrar a Lepredour como plenipotencia­
rio con nuevas instrucciones pacificadoras, llegando este a Buenos Aires y
desembarcando en abril de 1850. San Martín había contribuido decisivamente
a la derrota de Thiers, el aliado de los unitarios, agresor de la Confederación
Argentina. Estos últimos esfuerzos de San Martín suman aún más la inmensa
deuda de gratitud que los argentinos le debemos.

Rosas basó su lucha por la independencia en


el ejemplo de San M artin.

El Libertador había escrito a Rosas una estimulante carta el 2 de noviembre


de 1848, que empezaba así:

“B o u lo g n e-S u r-M er, 2 d e n oviem b re d e 1 8 4 8 ”


“ M i resp eta d o G en era l y a m ig o :”

“A p esa r d e la d istan cia q u e m e sep a ra d e n u estra P atria, U sted m e hará


la ju stic ia d e c r e e r q u e su s triu n fos so n un g ra n co n su elo a m i a ch a cosa
v e je z ” .

“A s í e s q u e h e ten id o una verdadera sa tisfa cción a l sa b er e l leva ntam ien ­


to d el in ju sto b lo q u eo con q u e n o s h ostilizab an la s d os p rim era s n a cion es

27Ibídem nota N9 10, Capítulo LXIII y Apéndice p. 483.

— 132 —
d e E u rop a ; esta sa tisfa cció n e s ta n to m ás com p leta cu a n to e l h o n o r d el
p a ís n o ha ten id o nada q u e su frir, y p o r e l con tra rio p resen ta a to d o s lo s
n u ev os E sta d os A m erica n o s u n m od elo q u e seg u ir. N o vaya U sted a c re er
p o r lo q u e d ejo ex p u esto , e l q u e ja m á s h e dudado q u e n u estra P atria
tu viese q u e a v erg on za rse d e n in gu n a co n cesió n h u m illa n te p rsid ien d o
U sted su s d estin o s; p o r e l con tra rio m ás b ien h e creíd o n o tira se U sted
d em asiado la cu erd a d e la s n eg o cia cio n es seg u id a s cu a n d o s e trataba d el
h o n o r n a cion a l. E sta op in ión d em ostrará a U sted m i a p recia b le g en era l,
q u e a l escrib irle, lo h a go co n la fra n q u eza d e m i ca rá cter y la q u e m erece
e l qu e y o h e fo rm a d o d e U sted. P o r ta les a co n tecim ien to s recib a Ud. y
n u estra P a tria m is sin cera s en h ora b u en a s. /.../”

Rosas contestó esta carta en marzo de 1849, explicando que su actitud en


defensa de la independencia americana había seguido el ejem pío de San Martín,
al que había tratado de imitar, expresando en lo esencial este patriótico ideal,
escribiendo de este modo:

« /„./ N ada h e ten id o m ás a p e c h o e n este g ra v e y d elica d o a su n to d e la


in terv en ció n , q u e sa lv a r e l h o n o r y la d ign idad d e ta s R ep ú b lica s d el
P lata, y cu a n to m ás fu e r te s era n lo s en em ig os q u e s e p resen ta b a n a
com ba tirlas, m a yor ha sid o m i d ecisión y con sta n cia pa ra p reserv a r ileso s
a q u ellos q u erid os íd o lo s d e tod o a m erica n o. Ud. n o s ha d eja d o e l ejem p lo
d e lo q u e va le esta d ecisió n y n o h e h ech o m ás q u e im ita rlo. ¡...I ” 25'.

Asimismo, el haber recordado a San Martín en el próximo pasado Mensaje


de su Gobierno a la Legislatura, fue remarcado por Rosas en estos términos:

“ /.../S oy m uy sen sib le a lo s a g ra d ecim ien tos q u e Ud. m e d irig een su carta
p o r la m em oria q u e h e h ech o d e Ud. en elú ltim o m en sa je a la L egisla tu ra
d e la P ro v in cia ; ¿ C ó m o q u iere Ud. q u e n o lo h iciera cu a n d o aú n viven
en tre n o so tro s su s h ech o s h eo rico s, y cu a n d o Ud. n o h a cesa d o de
en g ra n d ecerlos con su s virtu d es cív ica s? E ste a cto d e ju s tic ia ningún
p a triota p u ed e n eg a rlo (y m en gu a fu e r e h a cerlo ) a l ín clito v en ced o r d e
C h a ca b u co y M a ip í. B u en o s A ire s y su L egisla tu ra m ism a m e harían
resp on sa b le d e ta n p erju d icia l olv id o, si lo h u b iere ten id o. E n esta
h on rosa m em oria s ó lo h e llen a d o u n d eb er q u e nada tien e Ud. q u e
a g ra d ecerm e. /.../” 2
8*30.

28Ibídem nota Nro 5, pp. 136,137. San Martín subrayó la palabra jamás.
2,lbídem nota Nro 5, pp. 138,149.
50Ibídem nota Nfi 5, p. 140.

— 133 —
Es que San Martín era todo un símbolo de la Patria naciente que se iba
consolidando a través de sus epopeyas.

San M artín apreció con j listeza la situación europea


en 1849 conmovida por la revolución masónica

En dos cartas al Presidente del Perú, General Ramón Castilla, San Martín
expuso un resumen de su pensamiento sobre los acontecim iento que conmovían
a Europa en 1849; donde estaban en juego los grandes valores de la religión,
propiedad y familia como expresamente los mencionó. De la misiva del 13 de
abril de 1849, extractó:

“/.../ E l in m in en te p elig ro q u e am en azaba a la F ra n cia (en lo m á s vital


d e su s in tereses) p o r lo s d esorg a n iza d ores p a rtid os d e terrorista s, com u ­
n ista s y so cia lista s, tod os reu n id o s a l s o lo o b jeto d e d esp recia r, n o s ó lo e l
ord en y la civiliza ción , sin o tam bién ¡a propied ad , relig ió n y fa m ilia , han
con rtib u id o m uy efica zm en te a ca u sa r una rea cció n fo rm id a b le en fa v o r
d el ord en a sí e s q u e s e esp era n co n con fia n za la s p róxim a s e le c c io n e s de
A sa m blea L egisla tiva , q u e n o s ó lo afirm arán la segu rid a d d e F ra n cia ,
sin o q u e in flu irá n co n su ejem p lo en e l resto d e E u rop a , la q u e con tin ú a
co n a g ita cio n es y com p lica cion es, q u e s ó lo e l tiem p o p od rá sa lv a r” .
“ Ud. verá p o r lo s p a p eles p ú b lico s term inada la g u erra d elP ia m o n te con
e l A u stria , en u n a cam paña d e 4 días, y la a b d ica ción d el R ey C a rlos
A lb erto , a ca ecim ien to q u e n o tien e ejem p lo en la h istoria . E l E m p era d or
d e A ustria so stien e la sa n g rien ta gu erra con tra H u n gría , co n a ltern a tiva s
d iferen tes, p e ro la co o p era ció n d e la R u sia en fa v o r d el p rim ero, hará
in clin a r la balanza p o r la fu e r z a n u m érica. L a s h ostilid a d es h an dado
p rin cip io en tre la D in am arca y la A lem a n ia , y esta últim a sig u e toca n d o
in m en sa s d ificu lta d es p a ra reu n ir un cen tro com ú n q u e d é im p u lsión a
¡a d iverisid ad d e in tereses en con tra d os d e ta n tos y tan d esig u a les E sta d os
d e q u e s e com p on e esta F ed era ció n . /.../” 31.

En la segunda carta, del 15 de julio de 1849, que es una continuación de


la precedente, sigue enfocando todo por su amor al orden, en contra de
anarquistas, comunistas y socialistas que pululaban en Europa, desatado por la
masonería que, por odio satánico contra Cristo y su Iglesia, destruyó la sociedad
por el derrumbe de los principios puestos por Dios, al decir del Cardenal Pie,

31Ibídem nota Ns 5, pp. 303, 304.

— 134 —
que va inevitablemente unido al derrumbe de las personas, al hombre expoliado,
desmembrado y cautivo. Es el silencio que ha acallado la Religión el que San
Martín describió:

“/.../E n el transcurso de m ás de m es y medio, el aspecto de la Europa ha


cam biado de un modo inesperado. L a s revoluciones alarm antes de
Sajon ia, Gran Ducado de Badén y elPalatinado, han sido dom inadas por
la fu erza de las arm as”.
“E stos sucesos han adquirido, a los gobiernos de Alem ania, un ascen­
diente m oral y efectivo, encontrando un sólido apoyo entre los hombres
de orden y contra la propaganda de los an arquistas. L a Italia, igualm ente
sum isa toda ella por la toma de la capital de la Cristiandad, último punto
en que se hablan reunido los principiantes dem agogos de la Europa,
presenta un porvenir tranquilo”.
“L a Fran cia, con el golpe que los socialistas y dem ás partidos extremos
han sufrido el 13 del pasado, presenta en el día m ás garan tías de
tranquilidad, sin que por esto pueda asegurarse la perm anencia de esta,
por largo tiem po,visto elcarácterinquietodeestaN aciónylosdiferenbtes
partidos que la trabajan ./...I”31.

Testigo lúcido de esta situación europea inestable, el Cardenal Pie nos


explicó sus causas más hondas:

“A una sociedad sem ejante, viciada de raíz, que de propósito (ignora a


D ios), D ios le responderá con esa pena del tallón que es una de la s grandes
leyes del gobierno de la Providencia. E l poder que como tal desconoce a
Dios, será como tal desconocido por D ios: ‘S i alguien ignora será
ignorado ’ (1 Cor. 14,38). A hora bien, ser ignorado de D ioses la desgracia
sum a, la derelicción absoluta. N o en otros térm inos será form ulada la
sentencia de la Divina reprobación: ‘N o os conozco, no sé de dónde so is’
(Le. 13,25). L os gu íasy los oráculos de los pueblos se obstinaronendirigir
a D ios estas palabras tan im prudentes como im pías: ‘Retírate lejos de
nosotros, no queremos la ciencia de tu s vías’. Y he aq u í que Dios, cansado
de su s desdenes, les tomó la palabra. N o diré que se retiró, porque
entonces el resultado hubiera sido algo m ás que el oscurecim iento, la
enferm edad, el desastre... No, D ios no se retiró, se mantiene solam ente
alejado de nosotros. E llo es bastante p ara que todo se tam balee, p ara que
todo entre en disolución. D ios es el prim ero de toda cohesión, como la
Iglesia nos lo recuerda cada día en la oración pública: Rerum D eustenax 32

32Ibídem nota Nro 5, p. 308.

— 135
vigor. E n E l, en su H ijo que envió a ¡a Tierra, reside la consistencia
universal de la s cosas: Omnia in ipso constant (Col. 1,1). F u era de E l,
todo se hace impotencia, confusión, anarquía” 33.

San M artín y el impresionante mensaje de Rosas


con que culminaba la epopeya nacional

Bajo este título desarrollé un trabajo que fue publicado en la revista


“Nuestra Historia” Nro 37-3834, y que resumirá a continuación.
El mensaje de Rosas a la Legislatura de Buenos Aires del 27 de diciembre
de 1849 es impresionante por varios motivos. Lo primero que salta a la vista es
su inusitada extensión: tiene tantas palabras y páginas como las que suman los
mensajes de los diez años anteriores (240 páginas)35. Lo que también
impresiona es la carta que el General San Martín le envió a Rosas sobre este
mensaje, el 6 de mayo de 1850, donde expresó que se lo había hecho leer dos
veces —ya que por sus cataratas no podía hacerlo por sí mismo—. NO se trata
de que agradeciera al homenaje que le rendía Rosas en el mensaje,-porque este
lo venía haciendo todos los años desde 1839, una década. No. Lo conmovedor
es que San Martín haya escuchado dos veces este extensísimo documento
porque, los hechos que allí consignó Rosas, suscitaron en su espíritu un
entusiasta sentimiento patriótico, como explicó el Libertador en expresiva
síntesis, en la misma carta a saber:

“Boulogne-Sur-M er, 6 de mayo de 1850”.


“Exm o. Gobernador y Capitán General Don Ju a n M anuel de R osas”.
“M i respetado G eneral y am igo:”
“N o es m i ánim o q u itara Ud. con una larga carta, el precioso tiempo que
emplea en beneficio de nuestra P atria”.
“E l objeto de esta es el de tributara Ud. m is m ás sinceros agradecim ientos
a l verla constancia con que se empeña en honrar la memoria de este viejo
am igo, como la acaba de verificar en su importante m ensaje del 27 de
diciembre pasado; m ensaje que p or segunda vez me he hecho leer; y que

33 Ibídem nota Na 15, p. 321, 322.


34 Este trabajo fue presentado y aprobado en el Tercer Congreso de Historia de la
Confederación Argentina (1831-1852), reunido en Bs. As. del 22 al 24 de septiembre
de 1988.
35H. Mabranaña. Los mensajes. 1840-1849. Tomo 2, Bs. As. 1919,490 páginas
de 26 x 28 cm.

136 —
como argentino me llena de un verdadero orgullo, a l ver la prosperidad,
la paz interior, e l orden y el honor restablecidos en nuestra querida
P atria; y todos estos progresos efectuados en medio de circunstan cías tan
difíciles, en que pocos E stados se habrán hallado”.
“P or tantos bienes realizados, yo felicito a Ud. muy sinceramente, como
igualm ente a toda la Confederación A rgentina”.
“Que goce Ud. de salud completa, y que a l terminar su vida pública sea
colmado deljusto reconocimiento de todo argentino, son los votos que hace y
hará siempre en favor de Usted su apasionado am igo y compatriota”.
“Jo sé de San M artín ”36.

Esta carta refleja nítidamente que el contenido del mensaje también es


impresionante: era un momento glorioso de la Historia Argentina. Rosas lo dijo
con elocuencia en sus palabras iniciales:

“A la H onorable Representación de la Provincia”.


“Señores R epresentantes:”
“O s saludo con grande com placencia. Com enzáis vuestras importantes
sesiones en medio de acontecim ientos favorab les a la Confederación. E l
honor nacional resplandece con gloria. L a independencia de la Repúbli­
ca está enaltecida por vuestros consejos y p o rsu sarm as. Después de larga
anarquía y reiterados ataques externos, se consolida el orden y con
dignidad se levanta gloriosa la soberanía del p aís. L a Confederación,
mereciendo el buen concepto del mundo y la s ardientes sim patías de los
Estados am ericanos, persevera dignam ente con éxito venturoso en la
defensa de su s derechos” 37.

Se trataba —como se ha visto en los números anteriores de GLADIUS—


del fin de la guerra contra las más grandes potencias mundiales con el triunfo
argentino, por las armas y por la diplomacia. Durante más de una década se
había extendido la epopeya nacional sin duda de nadie como la llamó nuestro
grande historiador Julio Irazusta, y que San Martín consideró de “tanta
trascendencia como la de nuestra emancipación de España”, porque se trataba
de “reducir a la Patria a una situación peor de la que sufríamos en tiempo de la
dominación española” y que motivó, por ello, su famoso anatema: “... pero lo
que no puedo concebir es el que haya americanos que por un indigno espíritu

36 Ibídem nota N® 5, p. 143.


37Ibídem nota N® 34, p. 251.

— 137 —
de partido se unan al extranjero para humillare a su Patria...; una tal felonía ni
el sepulcro la puede hacer desaparecer” 38.
En el introito, Rosas mencionó la estrecha unión entre las dos Repúblicas
del Plata, y la cooperación de los “gobiernos y pueblos confederados, firmes en
su heorico pronunciamiento por la dignidad, prerrogativas soberanas y pacto
federal de la República”. Ante la magnitud grandiosa de la misericordia de
Dios, Rosas doblaba su rodilla rindiendo “reverentemente tributo al Altísimo
mi más humilde e íntima gratitud or su protección y beneficios inefables” 39.
Oyendo dos veces la lectura del mensaje, San Martín pudo penetrar en
el capítulo del “Departamento de Relaciones Exteriores”. Resalta allí la energía
con que Rosas se dirigió al Gobierno británico ya desde 1848 por sus invectivas
contra los Estados sudamericanos que no cumplían con el pago de sus deudas
a los ingleses. Asimismo, el mensaje daba cuenta de la firmeza con que se trató
a Enrique Southern, enviado por Gran Bretaña como Ministro plenipotenciario,
a quien no se le dio recepción como tal, como se ha visto antes, por considerar
a este país como agresor. Sobre estas restricciones que mantuvo con firmeza,
Rosas instruyó a su Ministro en Londres para que le hiciera presente al Gobierno
de Lord Palmerston:

“/.../ que no tenía en la actualidad base p ara transm itirle instrucciones,


declarándole que los conceptos expresados por el H onorable Lord
Palm erston, de ninguna m anera se fundaban en ¡a s reglas de la ju sticia
internacional, porque los actos del Gobierno Argentino debían ser
valorados, no p or un Estado de relaciones ordinarias entre las naciones,
sino por la situación excepcional y especialísim a que había producido la
intervención arm ada de la Inglaterra, con grave ofensa de la soberanía
e independencia de la Confederación” 40.

¡Qué bien! ¡Cómo le habrá gustado a San Martín este trato enérgico del
Gobierno de su Patria lejana, que restablecía el honor conculcado por el
enemigo!
Como se ha visto más arriba San Martín bien sabía que Rosas no consentía
una plenitud de relaciones con Inglaterra hasta tanto no se arreglara todo: así
lo dijo en el mensaje. Sin embargo, cabe mencionar aquí que con habilidad
Rosas concitaba el interés materialista de los ingleses atrayéndolos con las

3sIbídem nota Nro 10, p. 183.


39Ibídem nota Nro 34, p. 252.
40 Ibídem nota Nro 34, p. 257.

— 138 —
perspectivas de explotar el huano de las costas patagónicas y otros elementos,
“debiendo entregarse la cantidad que abonasen al Gobierno, en cuenta de pago
del empréstito de Inglaterra” 41, como se denomina la exacción ilegal de
Rivadavia y sus secuaces contra la Nación. Destacándose su patriótica deman­
da; “Seria atención presta el Gobierno a las reclamaciones pendientes de la
República a la Gran Bretaña, por la injustificable detentación de las Islas
Malvinas” 42. Asimismo Rosas se refirió al estrecho de Magallanes, usurpado
por Chile, y recordó que “El Gobierno no olvida dictar oportunamente la
resolución que convenga sobre los ataques contra la soberanía de la Confede­
ración, que prosiguen cometiendo en las costas patagónicas, Islas del Huano y
otras de ese litoral, buques mercantes con banderas de naciones amigas,
especialmente con la de la Gran Bretaña y sobre el hecho de haberse establecido
furtiva e indebidamente una población inglesa en el estrecho de Magallanes” 4-\
El mensaje marcaba el momento culminante de la vida de este gran político
y estratega que fue Juan Manuel de Rosas: la firma de la convención Arana-
Southern, el 24 de noviembre de 1849. Por el artículo 1ro Gran Bretaña se
obligaba “a evacuar definitivamente la Isla de Martín García, a devolver los
buques de guerra argentinos que están en su posesión, tanto como sea posible
en el mismo estado en que fueron tomados, y a saludar al pabellón de a
República Argentina con veintiún tiros de cañón” 44. ¡Qué profunda satisfac­
ción habrá sentido San Martín al oír reivindicada la Nación por cuya
independencia tanto luchó!
También consignó Rosas las tratativas con Francia, en detalle, que se ha
descripto en síntesis más arriba así como la reclamación entablada ante el
Emperador independencia de la Provincia Argentina del Paraguay” 45. El
mensaje se enalteció con la solidaridad de Rosas al venerado Papa Pío IX, cuya
azarosa situación he tratado antes, y que motivó, entre otros, este párrafo:

“L a Iglesia A rgentina, la Confederación, el Gobierno, el Je fe de la


República y nuestro Obispo D iocesano, han elevado su s humildes súpli­
cas a l Todopoderoso, y hacen los m ás fervorosos votos por el feliz
restablecim iento de la autoridad pontificia, libre de todo género de
perturbación o dictado contrarios a su m ajestuoso y alto im perio” 46.

41Ibidem nota Ne 34, p. 265.


42Ibidem nota Ne 34, p. 265.
43Ibidem nota N9 34, p. 267.
44 Ibidem nota N9 34, p. 275.
45Ibidem nota N9 34, p. 295.
46Ibidem nota N9 34, pp. 295, 196.

— 139 —
Rosas tomó también una firme resolución con el representante del Reino
de Cerdeña, que intentaba adueñarse de Italia: lo expulsó.

“/.../ a consecuencia de su conducta hostil contra ¡a Confederación, que


hizo incompatible su presencia aq u í con el honor de la República y el
Gobierno y con la conservación de las buenas relaciones de am istad entre
los dos p aíses” *1.

Cabe aclarar que a la muerte del Rey Carlos ALberto reinaba el joven
Víctor Manuel III, desde Turín —donde crecía, a pesar de todo, la santa e
inmensa obra de los Salesianos de Don Bosco—, siendo el primer ministro de
aquél, el conde de Cavour; cabeza de la masonería, feroz enemigo del Papa.
Rosas calificó acertadamente esta situación como “el desgraciado estado
político de la Italia” 4748.
Rosas escribió en el mensaje con razón que: “El Gobierno se esmera en
cultivar relaciones de fraternal amistad con los Estados americanos. /.../”. Y
sostiene decididamente la causa común de la América”. Asimismo, calificó a
las tratativas con los EE.UU. de “cordial inteligencia” puesto que este Gobierno
manifestó “sus pronunciadas simpatías en favor de la gloriosa y justa causa de
las repúblicas del Plata” contra la intervención europea. Elñlo no obstaba para
que Rosas hiciese respetar celosamente los derechos argentinos, explicando a
través de más de 14 páginas del mensaje la detención de la goleta norteameri­
cana Jubileo por violación de las leyes de aduana de la República y “otros graves
delitos de su capitán concomitantes al de contrabando” 49.
Las relaciones con Brasil eran realmente tensas. Las quejas eran muy
graves: el cese del ex ministro residente del Brasil por su impertinente
correspondencia canjeada, ocasionó la interrupción de las relaciones diplomá­
ticas con la Confederación del ministro argentin en Río de Janeiro, General
Tomás Guido, sus reclamaciones y las insuficientes razones del Gobierno
Impedal sobre incidentes fronterizos provocados por los unitarios. Para dar una
idea, las graves violaciones a la neutralidad por el Brasil se extienden a lo largo
de 45 páginas del mensaje.
Rosas “solicitó con grande confianza del gobierno chileno una medida
eficaz de represión y castigo que pusiese al aleve conspirador Domingo F.
Sarmiento en la imposibilidad de proseguir adelante abusando del asilo en

47Ibídem nota Ne 34, p. 296.


48Ibídem nota N5 34, p. 29.
49Ibídem nota Nro 34, p. 312.

— 140 —
Chile”. Este país contestó que o podía para ello ser eficaz por la vía judicial,
lo que motivó una enérgica réplica de Rosas. Pero el Gobierno del General
Bulnes Presidente de Chile era jaqueado por los liberales, que se habían
infiltrado en la justicia y en el periodismo, a través de la masonería. El problema
más grave fue que el 21 de septiembre de 1843 Chile había ocupado el Estrecho
de Magallanes, fundando en él una colonia llamada Puerto Bulnes, más tarde
Punta Arenas. Sarmiento, desde las páginas de El Progreso, propiedad del
futuro Presidente Montt, incitaba a despojar a la Argentina de su territorio
traicionando a la Patria sin escrúpulo alguno. Rosas se refirió a este grave hecho
así:

“E stá pendiente la cuestión sobre el Estrecho de M agallanes. E l Gobier­


no proverá a l m inistro argentino nombrado cerca del de Chile, de los
títulos incontestables que tiene esta república y le dirá las instrucciones
convenientes p ara dem ostrar y sostener ante aquel Gobierno, los dere­
chos perfectos de la Confederación a l Estrecho de M agallanes” so.

Pasando por alto muchos tópicos, no es posible dejar de decir que los
queridos hermanos orientales y su Presidente Oribe fueron puntal de la defensa
e independencia de la Confederación Argentina, mereciendo esta especial
consideración:

“L a heroica República O riental del Uruguay, aliada fia l de la Confede­


ración A rgentina, sostiene con denuedo inm ortal su s preciosos derechos
de Estado independiente y libre.” 501

La situación interna de la Confederación contenía estimulantes noticias:

“L o s Gobiernos de las provincias Confederadas, sostienen con inmensa


gloria el honor, la independencia y el pacto F ederal de la República,
contra la intervención europea y m enguados restos de los salvajes
unitarios. F ieles a los principios del Gobierno General, uniformemente
los profesan y secundan con anheloso empeño su s disposiciones.” S2.

El sentido heroico de la vida, que la epopeya nacional insuflaba en los


argentinos, parecía inspirar este aserto de Rosas:

50 Ibídem nota Ne 34, p. 376.


51 Ibídem nota Ne 34, p. 390.
52Ibídem nota Ne 34, p. 400.

141 —
“L a Confederación clam a por lanzarse a l combate, s i preciso fuere, p ara
la preservación incólume de la libertad e independencia nacional” 33.

El porvenir soñado parecía vislumbrarse:

“Sin enem igos internos que la aflijan, ofrece a todos el fruto con que
el D ios Omnipotente quiso enriquecer este fé rtil suelo de abundancia
y de felicidad. L o s m iserables restos de los salvajes unitarios, agobia­
dos por su s crímenes, suscitan la execración pública del mundo contra
los traidores, que se entregan a l extranjero” 34.

Rosas no aceptó las demostraciones especiales que quería brindarle el


Gobierno de Mendoza por su cumpleaños, pero explicó cuál había sido su
proceder en estos casos:

“Siem pre había rehusado toda demostración, m ás allá de las que


acordaban la s leyes p ara rodear a l supremo gobernante de un p aís
republicano, del respeto y prestigio necesarios a l desempeño de su
misión pública y p ara conservar los prim eros intereses de ¡a sociedad.
Persuadido de que sin el apoyo de la opinión pública el Gobierno, aún
con poderes extraordinarios, es imposible, mayormente en países
nuevos y en épocas excepcionales, había buscado sólo en ¡a opinión
pública y en la protección de D ios nuestro Señor a una causa ju sta,
los m edios de salvar la República y de afian zar sólidam ente su
libertad, su independencia, su s instituciones republicanas, y aquél
honor nacional, que era el fundam ento de la felicid ad y grandeza de
los pueblos”33.

El mensaje trataba en detalle las cuestiones suscitadas con las provin­


cias, propendiendo a su armonía y fraternidad recíprocas, con una excepción:
invasión de tropas de la provincia del Paraguay sobre el territorio de
Corrientes y la evidencia de que Rosas se preparaba para la guerra contra
aquella provincia para atraer al tronco común a los hermanos paraguayos.
Entre todo, resplandecía el homenaje a San Martín:534

53 Ibídem nota N9 34, p. 400.


54 Ibídem nota N9 34, p. 401.
55Ibídem nota Ns 34, p. 404.

— 142 —
V* ï

C asa que habitó San M artín en Boulogne sur Mer. 105, Grand Rue.
“E l G eneral San M artín de un renombre inm arcesible en la historia
am ericana merece altam ente la m ás distinguida estim ación del Go­
bierno, de la República y de la A m érica” 567.

Rosas recibió el sable que le legó San M artín por


su patriótica defensa de la Nación Argentina

Dos días antes del fallecimiento del General San Martín, el 15 de


agosto de 1850, Rosas le escribió fundamentando su lucha gigantesca contra
los más grandes poderes de la tierra, como una continuación de la gesta del
Libertador en América del Sur, con estas explícitas palabras:

“/•••/ S i en el último m ensaje como en otros anteriores, he hecho


el debido homenaje a la memoria de Ud., ha sido, entre otras
consideraciones, porque me ha cabido la suerte de consolidar la
independencia que Ud. conquistó, y he podido apreciar su s afan es
por los m íos. /.../” 51.

La prueba de la certeza de que Rosas fue el verdadero continuador de


la obra libertadora de San Martín, fue el apoyo moral que éste le brindó,
y la decidida cooperación con la política exterior que este ejercía para la
defensa de la Confederación Argentina. Esto se ha expuesto detalladamente
a lo largo de este trabajo. Pero queda aún por tratar el hecho simbólico que
sintetizó la adhesión sanmartiniana a la epopeya nacional contra las más
grandes potencias del mundo, con que Rosas culminó la gesta de la
independencia sudamericana: el legado del sable glorioso que empuñó San
Martín en sus campañas emancipadoras.
El 17 de agosto de 1850, San Martín falleció entrando en la inmorta­
lidad. El 30 de este mes, el hijo político de San Martín y su albacea,
Mariano Balcarce, escribió a Rosas privadamente:

“/.../ Como albacea suyo y en cumplimiento de su últim a voluntad, me


toca el penoso deber de com unicar a V.E. esta dolorosa noticia, y la
honra de poner en conocimiento de V.E. la siguiente cláusula de su
testam ento:”
“3- E l Sable que me ha acom pañado en toda la guerra de la

56 Ibídem nota Nro 34, p. 473.


S7Ibídem nota Nro 5, p. 144.

— 144 —
independencia de la Am érica del S u r le será entregado a l General de
¡a República Argentina Don Ju a n M anuel de R osas, como una prueba
de la satisfacción, que como argentino he tenido a l ver ¡a firm eza con
que ha sostenido el honor de la República contra ¡a s injustas preten­
siones de los Extranjeros que trataban de hum illarla”.
“ Tan pronto como se presente una ocasión segura, tendré el honor
de rem itir a V.E. esa preciosa memoria legada a l D efensor de ¡a
Independencia A m ericana por un viejo soldado cuyos servicios a la
P atria se ha dignado V £ . recordar constantemente en térm inos tan
lisonjeros como honrosos”.

Esta carta fue publicada por el profesor Jorge María Ramallo en su


magnífico libro “Historia del Sable de San Martín” 58, donde prosiguió
relatándolo de este modo:

“ Y un mes después, el 29 de septiembre /de 1850/, le escribe nueva­


mente a R osas, diciéndole: ‘D ígnese VJE. permitirme vuelva hoy
respetuosam ente a interrum pir las graves e inm ensas ocupaciones de
que está rodeado V.E. p ara poner en m anos de V £ ., la inclusa copia
legalizada del Testamento de mi venerado y ya finado señor Padre
Político, el ilustre G eneral San M artín, cuyo original queda deposita­
do en el archivo de e sta L e g ac ió n /.../” 59.

San Martín culminó con este gesto concreto de gran valor histórico, su
desprendimiento final y total del liberalismo, cuyas “locas teorías” como las
llamó, deformaron el pensamiento de los unitarios y su accionar antipatriótico,
en tanto San Martín aplaudió al Restaurador de la tradición vernácula
rioplatense, e incluso reclamó en su correspondencia personal, como se ha
visto, su afianzamiento para salvar a la Patria agredida por las grandes
potencias con la traidora alianza de los unitarios liberales.
San Martín será así siempre el modelo cabal para los argentinos de
bien, por sus virtudes y patriotismo, pero también porque repudió en su
pensamiento y con sus hechos, al liberalismo, que significaba la ruptura con
las tradiciones religiosas y políticas del pueblo argentino y de los america­
nos, que nacieron y crecieron a la sombra protectora y salvadora de la
Iglesia Católica, Apostólica y Romana, contraria al liberalismo y sus

58Jorge María Ramallo. Historia del sable de San Martín. Bs. As., 1963,
p. 31.)
59Ibídem nota Nro 57 precedente.

— 145
inaceptables secuelas sociales y políticas: el comunismo, el socialismo y el
ateísmo.
Finaliza de esta manera el último Capítulo de esta obra, larga serie de
trabajos que, iniciados en GLADIUS N2 7 (1986), ha llevado siete años para
culminar, en este volumen N2 28. Agradezco profundamente a todos los que
me han estimulado a proseguir en la historia erudita y veraz de la vida de
nuestro querido Libertador General San Martín.

— 146 —
DESERTOR
José Arévalo

El autor de este poema nació en Entre Ríos en 1922. En 1949


obtuvo la “Rosa de Oro” , máximo galardón en los Juegos Florales
efectuados ese año en Paraná, por su libro “ Los Cantos de la Buena
nueva”, que el famoso poeta y dramaturgo José María Pemán —
entonces director de la Real Academia Española— recibió con este
juicio consagratorio: “ Humanísima poesía cuya forma no es ni antigua
ni nueva, pues tiene la eternidad: misiva del alma y de Dios, poesía
lírica que por encararse de tal modo con todo ei poema de la
vida, toma proporciones épicas”.
En 1951 recibe Arévalo un importante premio literario por
su libro “Tetrapotamia” que Editores del Litoral publicara en 1970
bajo el nombre de “ Montonera” , previa selección poemática realizada
por el autor para este propósito, y de donde es el poema que
ahora publicamos. Inspírase en un hecho histórico. Entre los años
1811 a 1813, y a raíz del desafortunado “Tratado” que suscribiera
el Triunvirato de Buenos Aires con el Virrey Elfo, la Banda Oriental,
el Este entrerriano y el Sur de Corrientes, vuelven al poder realista.
El pueblo de esas costas se ve impelido a ganarse el derecho de
la emancipación política por dos veces: en 1810 y en ia época
que comentamos.
El doctor Leoncio Gianello afirma en su “ Historia de Entre
Ríos" que “ las tropas portuguesas se habían posesionado del territorio
de Misiones y dirigiéndose de norte a sur, habían penetrado en
el territorio entrerriano donde ocuparon Mandisoví, población que
había sido fundada un año antes por Belgrano y que fue saqueada;
Concordia cayó también, y luego atacaron a Concepción del Uruguay,
siendo rechazados por la escasa pero heroica tropa que pudo
oponerles el capitán Francisco S. Quevedo” . El caudillo Nazario
Gómez -protagonista del poema- actuó en la acción de Arroyo Bellaco
-Gualeguay- librada el 12 de enero de 1813, donde tuvo un patriótico
desempeño contra los españoles.
GLAD1US, siempre amante de las tradiciones de nuestra Patria
y de sus provincias, se complace en presentar este autor tan ignorado
entre los argentinos.

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