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SAN MARTIN Y EL LIBERALISMO
O -.e l . H éc to r J u a n P ic c in a l i
Introducción
Los documentos sanmartinianos emitidos a lo largo del año 1816,
prueban que San Martín inició su desprendimiento de las teorías libe
rales por considerarlas en pugna con la realidad concreta que se vivía.
Estudiando la vida de San Martín en España y en las Provincias Unidas
del Río de la Plata —que se ha reflejado sintéticamente en la Primera
Parte de este trabajo: ver Revista Gladius N9 7—, se puede ver que San
Martín, por el contrario a lo que se ha sugerido erróneamente, no era
ni un teorizador, ni un filósofo, ni siquiera un político, aunque tenía
la virtud insigne del político: la prudenciax. Reaccionaba ante los
acontecimientos a medida que se desarrollaban, y sabía ver claro en
medio de la confusión que producían las acciones de los hombres y las
distorsiones de las ideologías en boga que contrariaban el orden natural
y la Ley de Dios. Para definir su pensamiento político hay que confor
mar la situación que vivía en cada momento, reconstruir el escenario,
leyendo bien y con lealtad lo que él escribió con toda franqueza.
Al finalizar la Primera Parte de este trabajo, transcribí la carta que
San Martin envió a Tomás Guido el 28 de enero de 1816, cuyo núcleo
central repito para recordar: "Un curso me da cada vez que veo estas
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teorías de libertad, seguridad individual, ídem de propiedad, libertad
de imprenta, etc., etc., qué seguridad puede haber cuando me falta el
d in e r o para mantener mis atenciones y hombres para hacer soldados.
Cree Ud. que las respetan; estas bellezas sólo están reservadas para los
pueblos que tienen cimientos sólidos y no para los que ni aún saben
leer y escribir, ni gozan de la tranquilidad que da la observancia de las
leyes. No hay que cansarnos, cuantos gobiernen serán despreciados y
removidos ínterin los pueblos subsistan bajo tales bases: yo aseguro a
Ud. (y esto sin vanidad) que si yo no existiera en esta Provincia, ya
hubieran hecho los San bardos (sic) que las demás; pues todo el mundo
es país” 2.
Repito sólo lo esencial de mi comentario de la Primera Parte: ‘ Con
las libertades del liberalismo se caía en la quiebra de la autoridad / . . . /
San Martín, por tanto, descubrió bien temprano^que el liberalismo im
portado no le servía a la Patria para ser Nación .
Bregó para crear las mejores condiciones políticas para triunfar en
la guerra de la emancipación. Desde fines de 1815, San Maitin iinpu so
la reunión del Congreso en Tucumán: “¡Cuando se juntan y dan princi
pio a sus sesiones!”, le escribió a Godoy Cruz, diputado por Mendoza,
el 24 de enero de 1816 3. El gran objetivo sanmartiniano era la decla
ración de la Independencia que daría sentido a la guerra en defensa
de la soberanía contra Fernando VII y contra todos los que se opusieran
a la nueva Nación. Su argumentación es impecable: sin soberanía de
clarada no hay sino usurpación. “ ¡Hasta cuándo esperamos [paraJ de
clarar nuestra Independencia! -exclam a en carta a Godoy Cruz, también
desde Mendoza, el 12 de abril de 1816— no le parece a Ud. una cosa
bien ridicula, acuñar moneda, tener el pabellón y cucarda^ nacional,
y por último hacer la guerra al Soberano de quien en el día se cree
dependemos, qué nos falta más que decirlo. Por otra parte, ¿que rela
ciones podemos emprender cuando estamos a pupilo? Los enemigos (y
con mucha razón) nos tratan de insurgentes, pues nos declaramos vasa
llos. Esté Ud. seguro que nadie nos auxiliará en tal situación, y por otra
parte el sistema ganaría un 50 por 100 con tal paso, animo que para
los hombres de coraje se han hecho las empresas -vam os claros, mi
amigo, si no se hace, el Congreso es nulo en todas sus partes, poique
reasumiendo éste la soberanía [sin declarar la independencia], es una
usurpación que se hace al que se cree verdadero, es decir, a Fernan-
dito” 4.
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Para hacer la guerra con éxito era necesario que todo se subordina
ra a sus necesidades, que se unificaran todos los esfuerzos para ser
mas tuertes. Por eso escribió a Godoy Cruz el 24 de febrero de 1816-
Me muero cada vez que oigo hablar de federación: ¿no sería más con
veniente transplantar la Capital a otro punto, cortando por este medio
las justas quejas de las provincias?”. Aunque éstas tenían razón en sus
quejas ante la dominante Buenos Aires, San Martín veía que: .. si
con todas las provincias y sus recursos somos débiles, qué nos sucederá
aislada cada una de ellas, agregue Ud. a esto la rivalidad de vecindad
y los intereses encontrados de todas ellas, y concluirá Ud. que todo se
volverá una leonera, cuyo tercero en discordia será el enemigo. . 5.
Como se ve, el enfoque de San Martín no es filosófico en contra del
sistema orgánico de la federación, sino que es estratégico: la explotación
y conducción de los recursos de guerra reclamaban centralización: era
la realidad y no teorías.
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taba la soberanía nacional, remitiendo la siguiente formula de jura
mento 8:
“ ¿Reconocéis representada en la Asamblea General Constituyente la auto
ridad Soberana de las Provincias Unidas del Río de la Plata?
Sí reconozco.
’’¿Juráis reconocer fielmente todas sus determinaciones y mandarlas cum
plir y ejecutar? ¿No reconocer otras autoridades sino las que emanen de su
soberanía? ¿Conservar y sostener la libertad, integridad y prosperidad de las
Provincias Unidas del Río de la Plata, la Santa Religión Católica Apostólica
Romana y todo en la parte que os comprenda?
Sí juro.
’’Si así lo hicieseis Dios os ayude y si no El y la Patria os lo demande
y haga cargo” .
Esta fórmula demuestra que el propósito del Congreso no era el
liberalismo, sino sujetarse a la Iglesia Católica fundada por N. S. Jesu
cristo, emancipándose de los nefastos borbones y de toda otra domina
ción extranjera, como terminaría por declarar el 9 de julio de 1816. Por
eso, Nicolás Avellaneda dijo que este Congreso “se halla definido por
estos dos rasgos fundamentales. Era patriota y era religioso, en el sen
tido más riguroso de la palabra; es decir, católico, como ninguna otra
asamblea argentina”. Los congresales de Tucumán eran miembros au
ténticos del cuerpo místico de Cristo y públicos sostenedores de la reli
gión católica” 9, por lo que “se emanciparon de su rey, tomando todas
las precauciones para no emanciparse de su Dios y de su culto . . . Que
rían conciliar la vieja religión con la nueva patria 10.
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SAN MARTIN CONTRA E L LIBERALISMO
EN LA ORGANIZACION D E LA NACION
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Convención adoptó por primera vez el título de “república”, idea iné
dita, ya que en la época no existía ningún entusiasmo por otra forma
de gobierno fuera de la monárquica. Recién en ese momento se unió
lo republicano con el liberalismo. Sin embargo, su existencia fue bien
efímera, ya que a poco andar, en 1804, la República Francesa fue sus
tituida por el bonapartismo, despotismo con formas monárquicas. El
término tuvo poca popularidad aunque quedó que la “república” era
el sistema político donde gobiernan muchos, ya de los principales, ya
de éstos y de la clase popular conjuntamente. Por otra parte, en 1816,
los Estados Unidos de Norteamérica no gravitaban en el mundo, y tam
poco su régimen político, que aún estaba en plena iniciación.
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de la Plata. Era la gran oportunidad para el nuevo proyecto, para poder
“salir de ésto” : el imperio español que se desmoronaba en Europa podía
resurgir en Sudamérica a partir de la Patria Grande, de las Provincias
Unidas del Río de la Plata, herederas del Virreinato del mismo nombre,
genial creación geopolítica del insigne Capitán General Don Pedro de
Cevallos, la más grande del universo en su época, más de siete millones
de kilómetros cuadrados, con puertos sobre el Atlántico y el Pacífico,
el nuevo imperio que se proponía el futuro Libertador.
Pero para que hubiera Nación se necesitaba que existiese la causa
eficiente de una nación, es decir, la autoridad 17, que debía emanar de
un gobierno sólido y estable. Por tanto, San Martín empezó a analizar
los obstáculos para constituir una república, la forma de gobierno que
preconizaba el liberalismo: “2° — ¿Podremos constituirnos República sin
una oposición formal del Brasil (pues a la verdad no es muy buena
vecina para un país monárquico); sin artes, ciencias, agricultura, pobla
ción, y con una extensión de territorios que con más propiedad pueden
llamarse desiertos?”. La transliteración de la primera parte de este ar
tículo 2°, escrito al correr de la pluma, sería: el constituirnos en repú
blica provocaría la oposición en form a de Brasil. A San Martín le preocu
paba la probable actitud agresiva de Portugal, porque preveía que
nuestro enemigo secular trataría de sacar el más suculento partido po
sible, cuando las Provincias Unidas estuvieran empeñadas con la masa
de sus fuerzas militares en la lucha por la reconquista de Chile y el
Alto Perú. Como tantas veces lo había intentado, procuraría apoderarse
del Paraguay, las Misiones orientales del Río Uruguay y la Provincia
Oriental, como ocurrió desde el siglo xvn cada vez que hubo una crisis
en el Plata. La adopción de la república como forma de gobierno en
las Provincias Unidas, podía contribuir a debilitar la monarquía portu
guesa, y por ello, resultar el pretexto para invadir los territorios argen
tinos, como avizoraba San Martín en su argumentación contra la repú
blica, escribiendo: “pues a la verdad [una república] no es muy buena
vecina para un país monárquico”.
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ma de gobierno puramente popular persuadiéndose tiene éste una ten
dencia a destruir nuestra Religión”?
San Martín debió incluirse entre esa ‘ mucha parte de los patriotas ’.
Se trataba de la educación recibida en materia política, que él calificó
de “maldita”, es decir, de muy mala. Educación es ejemplo, también
en esta materia: ¿cuáles fueron los grandes cuadros de la situación po
lítica que le tocó vivir a San Martín? Su experiencia personal en la
Península y la de sus padres allí y en América, han sido descriptas en
la Primera Parte de este trabajo (ver Revista Gladius N° 7). En resu
men, recordemos que San Martín se topó con el absolutismo ilustrado
de los Borbones españoles, importado de Inglaterra y de Francia, pri
mer jalón del liberalismo. Vio a una dinastía que quiso romper con las
tradiciones culturales que habían hecho grande a España, cuando res
pondieron a la misión evangelizadora que Dios Nuestro Señor asigno
para el Imperio iberoamericano por las acendradas convicciones cató
licas y al heroísmo militar del pueblo español. L a masonería y el enci
clopedismo infiltrados en la Corte borbónica, especialmente desde Fer
nando VI, habían debilitado la defensa de la religión y de los dominios,
que culminaron con la expulsión de los jesuítas, y la entrega de Río
Grande, las Misiones Orientales y la Colonia del Sacramento por Car
los III, a pesar de los resonantes triunfos militares del gran Cevallos.
Cuando San Martín ya tenía 15 años de edad, ascendió a 2° Sub
teniente y luego a Teniente luchando en la guerra contra la revolución
francesa entre 1793 y 1795. Presenció la abolición de la monarquía y la
proclamación de la república. El rey fue enviado al cadalso y en no
viembre de 1793 se suprimió en Francia la Religión Católica y contra
ella se consumaron las más grandes ignominias y blasfemias, profanán
dose los templos y fomentándose públicamente el paganismo y el ateís
mo. La persecución a la Iglesia fue implacable, aún después del con
cordato entre Napoleón y el Papa Pío VII, con el que se inauguró una
era de sujeción despótica de la Iglesia al Estado revolucionario, llamado
bonapartismo. Este sólo era el principio de “la maldita educación reci
bida”. Después le tuvo que doler la España del pésimo Carlos IV, de
su frívola mujer María Luisa y del inepto favorito Godoy, quienes alia
dos con la revolución francesa en guerra con Inglaterra, fueron vencidos
decisivamente en Trafalgar el 21 de octubre de 1805, obteniendo los
británicos el dominio del mar y con ello la posibilidad de la hegemonía
mundial, arrebatando América al imperio español.
Pero en el Río de la Plata, los ingleses fueron derrotados en las
gloriosas jornadas de la Reconquista y Defensa de Buenos Aires en 1806
y 1807, que fue cuando se creó el Ejército Argentino y con él, nació
la Patria, en mayo de 1810, como fruto de un pronunciamiento militar
conducido magistralmente por el Coronel Saavedra, como lo demostró
fehacientemente Roberto H. M arfany18. El liberalismo inglés llegó al
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Rio de la Plata detrás de las invasiones rechazadas, buscando la liber
tad de comercio para ellos, que concretaron cuando el Virrey Cisneros
en 1809 abrió el puerto de Buenos Aires a los comerciantes británicos
con lo cual se deterioró a las industrias del interior de la Patria Grande,
se drenó el oro del país hasta agotarlo, y se arruinó el comercio local
que a poco andar pasó a ser dominado por los ingleses. El liberalismo
fue para Inglaterra un ardid de guerra para penetrar y establecer un
imperio económico-financiero mundial.
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Terminó así con los artículos y a continuación se refirió a los hechos
que configuraban la situación, empezando con un balance: “Seis años
de revolución, y los enemigos victoriosos por todas partes nos oprimen:
falta de jefes militares y nuestra desunión son las causales ¡y se podrán
remediar!”. Así levantó la voz con la confianza que le daba su indo
mable voluntad de vencer. Pero enseguida, en párrafo aparte, hizo una
advertencia, que desgraciadamente fue una profecía: “Puede demos
trarse que no podemos hacer una guerra de orden por más tiempo que
el de dos años por falta de numerario. Y si sigue la contienda, no nos
resta otro arbitrio que recurrir a la guerra de montonera y en este caso
sería hacérnosla a nosotros mismos”. San Martín pudo hacer la guerra
regular (o “de orden” como él la llamó aquí) en Chile y Perú, pero
no pudo concretar su plan estratégico continental, porque el Ejército
destinado a operar en el Alto Perú, se diluyó al intentar Pueyrredón
lanzarlo contra el Litoral y Córdoba, protegido por Artigas, quien de
fendió solo con sus propios medios la Provincia Oriental contra los
invasores portugueses, de los que fueron sus aliados los directoriales de
Buenos Aires —inclinemos la cabeza de vergüenza por los que traiciona
ron a la Nación—, como se verá en el trabajo especial sobre este tema.
La guerra de montonera que, como dijo San Martín, era “hacérnosla a
nosotros mismos”, hizo crisis en 1820 con la pérdida irreparable de
Artigas y de los compatriotas orientales, y, en 1821, con la infausta
muerte de Güemes, nos arrebataron las provincias del Alto Perú. ¡Ay!
¡Qué desgracia más grande para la Patria!
Con respecto a los ingleses, por su diagnóstico basado en experien
cia directa, no tuvo hesitación alguna al escribir: “Ya está decidido el
problema de la Inglaterra: nada hay que esperar de ella”. Creo que
nadie hizo nunca en la época un juicio tan contundente sobre la men
tira de que Inglaterra prestó ayuda al proceso emancipador; lo que hizo
fue pingües negocios en nuestro perjuicio, desde 1809, inundando la
plaza rioplatense de mercaderías que antes se fabricaban aquí con lo
que se destruyó nuestra industria, se llevó nuestro oro y arruinó el
comercio. San Martín lo sabía muy bien porque intentó obtener la co
laboración británica con resultado negativo y le constaba que en el
puerto de Buenos Aires sólo podía comprarse algunas armas a los in
gleses, en cantidades mínimas, en forma subrepticia, con altos precios
usurarios, pagados en oro contante y sonante, como lo he ejemplificado
en mi libro “Vida de San Martín en Buenos Aires”, página 238, bajo el
título “Inglaterra no ayudó nada en nuestra guerra por la independen
cia”. De todo esto, quedaba bien claro, que la libertad de comercio
era un error que obstaculizaba nuestra capacidad de emanciparnos.
“Nada había que esperar de ella”, de Inglaterra y de su liberalismo,
que según el análisis del Padre Castellani, “en el plano empírico era
una invención de la oligarquía inglesa y su posterior imperialismo, des-
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pues adoptada por toda la burguesía europea, cuya meta era el Di
nero” 19.
Con esto último, San Martín terminó de explicar las condiciones
políticas que eran necesarias para respaldar el esfuerzo de guerra. En
el siguiente párrafo de esta carta, va a fijar las responsabilidades del
Congreso en adoptar las medidas indispensables descriptas anteriormen
te, empezando por el primer paso que era la declaración de la indepen
dencia con que empezó esta carta y escribió en el artículo 1° que ya
se ha transcripto, señalando en forma terminante el tiempo disponible:
“Ahora bien, ¿cuál es el medio de salvarnos? Yo los sé, pero [si] el
Congreso los aplicará como tan interesado en el bien de estos pueblos
resta saber, que si los tales medios no se toman en todo este año [1816],
no encuentro (según mi tosca política) remedio alguno = se acabó”. El
sabía que para lograr la emancipación, el Congreso debía adoptar las
medidas que explicitó en esta misma carta: rechazar la república del
liberalismo, y elegir el gobierno unipersonal fuerte, como le había dicho
a Guido en la carta del 28 de enero de 1816 que se transcribió en la
Primera Parte (ver Gladius N ° 7, pág, 111) que en parte repito: “. . . , en
tiempos de revolución no hay más medio para continuarla que el que
mande diga hágase, y que esto se ejecute tuerto o derecho, y si no hay
para cada uno de ellos un cañón de a 24 que les haga seguir el camino
derecho todo se pierde”. Ya conocía los recursos de la Patria que, si
eran bien manejados, bastarían para la empresa.
El peligro de los portugueses para la integridad nacional de las
Provincias Unidas, estará siempre presente en su mente y en su corazón:
este tema será tratado más adelante en un trabajo aparte, ya que nunca
fue encarado a fondo. No obstante, cabe señalar ahora que en esta
carta del 24 de mayo de 1816 que analizamos, San Martín pide a Dios
la unión del Paraguay y la Banda Oriental que, aunque lo tranquiliza
ría mucho, le asigna pocas posibilidades de que se concrete: “Mucho
me ha tranquilizado lo que Ud. me dice acerca de la probabilidad de la
unión del Paraguay y Banda Oriental: Dios lo haga, pero yo apostaría
un brazo a que no se verifica, y aseguro a Ud. por mi honor que me
alegraría perderlo: el tiempo por testigo”. El sabía bien que nada se
había hecho para unir a las provincias desde Buenos Aires; al contrario,
se había intentado conquistarlas por las armas, como si fueran el ene
migo, y no los compatriotas de la Patria Grande. Tratará de modificarlo
en forma diametralmente contraria, influyendo sobre el nuevo Director
Supremo Pueyrredón, directamente y por medio de los amigos de la
nueva Logia Lautaro que Guido, por la constante indicación de San
Martín, estaba organizando en Buenos Aires, como se desprende de las
cartas que le envió desde Mendoza, especialmente desde el 6 de abril
de 1816 20, encubriendo la organización política secreta con la designa
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ción de “establecimiento de educación” o “de matemáticas”, al que
consideró la base para promover el bien del país (carta a Guido del
21 de agosto de 1816). Asimismo, era valiosa la íntima relación que
tenía con dos personajes de gran influencia en Buenos Aires: su padre
político Antonio José de Escalada, presidente de la Junta de Observa
ción que, desde la caída de Alvear en 1815, vigilaba las decisiones del
Director interino; y su tío político Francisco Antonio de Escalada, Al
calde de 1er. Voto del Cabildo de Buenos Aires, quien en esos momentos
constituía, junto con Miguel de Irigoyen, la Comisión Gubernativa que
detentaba la autoridad nacional en la Capital.
Singular importancia política y estratégica tuvo, pues, la entrevista
de San Martín con Juan Martín de Pueyrredón, que se acordó realizar
en Córdoba entre el 10 y 12 de julio de 1816, según la carta del Director
del 6 de junio de 1816 21. San Martín viajó desde Mendoza el 30 de
junio de 1819. “El 9 llegamos a ésta —escribió Godoy Cruz el 16 de
julio de 1816— nuestro viaje muy penoso por los fríos excesivos / . . . / .
Es increíble lo mortificado que estoy con la demora del Director / . . . / .
Ha dado el Congreso el golpe magistral con la declaración de la inde
pendencia . . . ” 2223. Pueyrredón llegó recién el 21 de julio de 1816 a la
tard e2S, es decir, San Martín lo esperó durante doce días para la reunión
que empezó esa misma noche del 21 de julio y terminó el 23 24. Los te
mas tratados pueden deducirse de los documentos recibidos y emitidos
por ambos durante y después del encuentro, a saber:
1. Conato de sublevación en el Ejército de los Andes (este tenia fue motivo
de un trabajo especial cuyo resumen publicó el diario “L a Prensa” el 15
de mayo de 1987 con el título: “El punto final del general San Martín” ).
2. Apoyo al plan estratégico continental de San Martín.
3. Inmediata retirada del Ejército de Buenos Aires invasor de Santa Fe.
4. Invasión portuguesa a la Provincia Oriental y Misiones Orientales del
Río Uruguay, y la paz con José Artigas.
5. L a monarquía con un Inca a la cabeza y la Regencia unipersonal de
Pueyrredón.
6. L a conducción política superior por la nueva Logia Lautaro.
7. E l traslado del Congreso a Buenos Aires y del Poder Ejecutivo a Córdoba.
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San Martín escribió desde Córdoba a Tomás Godoy Cruz el 22 de
julio de 1816, con Pueyrredón a su lado quien también firmó al pie de
la carta, sobre “lo admirable que me parece el plan de un Inca a la
cabeza, las ventajas son geométricas —quiere decir: simple, exacto, de
formas puras que San Martín ensalza como buenas—, pero por la Patria
les suplico no nos metan una regencia de personas, en el momento que
pase de una, todo se paraliza y nos lleva el Diablo. Al efecto no hay
más que variar de nombre a nuestro Director y quede un Regente; esto
es lo seguro para que salgamos a puerto de salvación” 24. Lo que sugi
rió en la carta del 24 de mayo de 1816 contra la república del liberalis
mo, que se ha comentado, surgió en ésta: San Martín quería la monar
quía cristiana original de América, a tono con el sistema político de la
Santa Alianza que dominaba en Europa. Pero el verdadero poder lo
tendría el Regente y la Logia Lautaro, una dictadura, para nada sería
la monarquía del liberalismo. El fortalecimiento de la autoridad central
era una exigencia básica para el esfuerzo de guerra.
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de su erdución en opinión contraria, y no obstante que la más general
estaba por la afirmativa de las razones de Ud., suscribieron esto, puede
servir a Ud. de régimen para obrar sin traba alguna en el supuesto de
que ustedes todos tendrían más presente los intereses del pueblo, y
despreciarán ciertas teorías que sólo pueden verificarse en pueblos de
otra contextura bien diferente del nuestro. Por ésta activamos lo posible
para prepararnos: Dios ponga tiento —[sinónimo de pulso, prudencia]—
en nuestras manos / . . . / 27. Así le mostró San Martín a su joven amigo
como la mayoría^ podía frustrar una buena iniciativa, instándolo a obrar
sin traba alguna , ya que los diputados “tendrían más presente los in
tereses del pueblo’ que los mismos interesados, atados a teorías que
ellos debían despreciar por ser de aplicación a otros pueblos distintos
y en otras circunstancias. Talentoso y sensato, San Martín supo ver que
el liberalismo no nos servía, que había que desechar esas teorías que
hacían necesario “al politiquero” como intermedio obligatorio entre el
poder y la ‘voluntad soberana’ del pueblo” - a l decir del Padre Caste-
llani, que lo define de este modo: “El politiquero es mal estadista por
definición, por su función misma. Depositar el delicado y tremendo
instrumento necesario a la sociedad humana y peligroso al que lo ma-
neja, en manos de un sacamuelas, un embustero, un embaucador, un
histrión vanidoso vacuno, es cosa de locos” 28. Valga para este caso:
el 17 de diciembre de 1816, Pueyrredón le escribió a San Martín entre
numerosos asuntos, lo siguiente: “A propósito de Vera: con mucha ge
neralidad se desconfía de Vera; sírvale a Ud. de gobierno para su ma
nejo” 29. Por todas estas cosas, San Martín pedía a Dios que pusiera
“tiento en nuestras manos”, como hemos visto.
El otro tema político que San Martín trató en Córdoba y que tiene
que ver con el liberalismo, es el del papel del Congreso de Tucumán
con respecto al Poder Ejecutivo y a las provincias. Como hemos visto
en la Primera Parte en Gladius N ° 7, San Martín impulsó la reunión
del Congreso, ya que era el elemento idóneo para representar a la Na-
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ción en su justa demanda para emanciparse “del mundo de fierro espa
ñol” como llamó a la tiranía borbónica. En julio de 1816, el Congreso
había dado satisfacción a lo que San Martín esperaba de él: asumió la
soberanía nacional (en lugar del Rey y de cualquier otra dominación
extranjera) y juró conservar la libertad e integridad de las Provincias
Unidas del Río de la Plata y la Santa Religión Católica Apostólica Ro
mana, declaró la independencia de Sudamérica, designó al Director Su
premo, un poder ejecutivo personal fuerte, y estaba tratando de esta
blecer una monarquía. También había incorporado a diputados del Alto
Perú y procuraba integrar al litoral argentino, Santa Fe, la Banda Orien
tal y el Paraguay, mediante un comisionado, el diputado R. P. Corro.
Finalmente, consagró la bandera de la Patria, oficializando la que ha
bía creado el General Belgrano, azul celeste y blanca. Brindaba, pues
el respaldo moral y político indispensable para las operaciones militares
del plan estratégico continental que San Martín estaba por emprender.
Por la nobleza de estos logros, él quería que el Congreso continuara
funcionando para alcanzar los objetivos que le señaló a Godoy Cruz
en su carta del 24 de mayo de 1816 que se ha analizado más arriba.
Es decir, que estableciera la forma de gobierno más idónea para las
circunstancias, desechando la república del liberalismo por contraria a
nuestra Religión, arbitrando los medios para que se afianzara la autori
dad, sin tiranía y sin anarquía, esto es, sancionar la Ley con mayúscula,
como la definió el Padre Castellani: “Ley significa un algo que este
por encim a d e la voluntad y aún d e la cab eza d e los hom bres, en el
sentido que diremos ahora. En los dos extremos de la corrupción polí
tica predomina sobre la Ley la voluntad de los hombres: en la Tiranía,
la de Uno; y en la Anarquía, la de M uchos / . . . / . Baste^ decir ahora
que cuando nuestros abuelos el siglo pasado hablaban de 1 estancar Icís
leyes’ / . . . / . Lo que querían era que la Ley’ se mirase de otra manera;
querían en suma que fuera obedecida; / . . . / Para lo cual era necesario
que la Ley promulgada fuera justa, pareja y prudente; o sea, de acuerdo
a las costumbres y ‘d erivada d e la razón en orden a l bien común —o
derivada de Dios en Definitiva, ‘fuente d e toda razón y justicia’ : ‘de
los cielos’, como dijo el de Aquino. Más para que la Ley salga realmen
te Ley —lo cual no es soplar y hacer botellas—, Ley justa, pareja y pru
dente, comúnmente se requiere que no salga del mate de uno solo, sino
que se junten varios mates buenos . . . y si es posible, todos 30.
Esto explica la decepción de San Martín ante la posibilidad que el
Congreso se disolviera, el 10 de septiembre de 1816, en carta a Godoy
Cruz: “Mi amigo el más querido: su última del 26 del pasado ha llena
do mi corazón de la mayor amargura: si como Ud. me asegura esta
pronta la disolución del Congreso y ésta se verifica, todo esta perdido,
por lo tanto mi resolución está tomada, pues cuando me propuse derra
mar mi sangre por los intereses de nuestra causa, fue en el concepto de
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hacer su defensa con honor y como un militar, pero jamás me envolveré
en la anarquía y desórdenes que son necesarios, y que deben manchar
los párrafos (sic) de nuestra revolución. No hay remedio mi amigo, el
país se va a envolver en las mayores desgracias con el doble sentimiento
de que los principales agentes de ellas sean los Padres [—es decir, los
congresales—] en quien confiaron los pueblos su fortuna y Honor; esto
está demasiadamente conocido, y ahora se convencerá Ud. más y más
de mis reflexiones acerca de lo imposible que yo creía fuésemos capaces
de mandarnos a nosotros mismos: en fin, hagan Uds. los buenos cuantos
esfuerzos quepan en lo humano para evitar tamaño mal, repitiendo a
Ud. que si el Congreso se deshace yo me voy en el momento a mendi
gar a otro país, antes que ser testigo de su deshonor y suerte” 81.
Pero los Padres —para San Martín, los mates para Castellani— del
Congreso, necesitaban tiempo e información correcta para concretar
las Leyes fundamentales y no distraerse con cuestiones de ejecución que
debía dejar al Director Supremo. “Si el Congreso quita a los Tenientes
Gobernadores —escribía San Martín a Godoy Cruz el 15 de agosto de
1816—el diablo se entienda con los pueblos” 32. Tanto San Martín como
Pueyrredón tenían experiencia sobre la influencia negativa que un cuer
po colegiado podía ejercer sobre el Poder Ejecutivo diluyendo y demo
rando un accionar congruente, orientado y rápido, que era vital para
apoyar el esfuerzo de guerra, consolidar el frente interno y conjurar
los peligros exteriores. Por tanto, había que separar al Congreso del
Director ubicándolos en lugares distintos, aunque no demasiado distan
tes. En este sentido, el Congreso debía realizar un gran esfuerzo inte-
grador para incorporar el litoral rioplatense a su seno, y para ello Buenos
Aires le permitiría establecer buenos contactos con los caudillos, espe
cialmente con Artigas. Allí también el Congreso podía informarse más
rápidamente que en Tucumán de lo que sucedía en Portugal y en
Europa.
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pues de lo contrarío todo se lo lleva el diablo: en mi opinión el modo
de arrancar la hidra33 es estableciendo su asiento en ella el Supremo
Director, si así no se hace todo peligra / . . . / ” 34• Pueyrredon, en la
entrevista de Córdoba, quedó en que se instalaría en ésta y el Congreso
se trasladaría a Buenos Aires, pero una vez que llegó aquí no se movio
más aunque reconoció que su presencia era indispensable tanto en Cor
doba como en Santa Fe (carta a San Martín del F? de septiembre de
18163S36, tratando de justificar su inacción por la invasión portuguesa,
y en las opiniones de sus amigos de la nueva Logia Lautaro que San
Martín había recreado en Buenos Aires. En cambio, San Martín impulso
dichas ubicaciones hasta que Guido lo convenció de lo contrario, como
surge de la carta a éste que envió el Y- de noviembre de 1816: Veo
que es fundada su reflexión sobre la venida del Congreso a Buenos Aires.
En este correo escribo a los diputados de esta Provincia sobre el par
ticular: ellos son los que más han contribuido a su traslación, pero tue
porque así lo acordamos con Pueyrredón en Córdoba, y bajo este su-
puesto Ies escribí; si dicho amigo me hubiera escrito después las (hri-
cultades que se presentaban lo hubiera hecho. En fin veremos si pee do
suspender su ida [del Congreso] a esa, y que queden en Cordoba .
En realidad, el Congreso sesionó en Tucumán hasta el l 9 de febrero de
1817 y reinició sus reuniones en Buenos Aires el 12 de mayo de 1817,
cada vez más alejado de las provincias y sometido a la influencia por
teña. Pero para entonces, San Martín se había cubierto de gloria en la
campaña de los Andes, única en la Historia Militar del mundo, y estaba
consolidando la independencia de Chile. Tanto en este p a ís com o en e l
Perú, continuó concretando organizaciones políticas contra el liberalis
mo cuyo análisis, por su extensión, merece otro capítulo aparte, aunque
integrando esta Segun d a P an e d e “ San M artín y el liberalism o , que por
tanto, continuará.
- 81 -
Por Él han sido creados los ángeles, los hombres, el universo entero (cf.
Jn, 1,3) . Ideal de Dios, es también el Ideal de los ángeles y de los hom
bres” 28.
Cristo se nos muestra así como el Ideal supremo y más noble. Quien
permanece en este Ideal permanece en Dios, y Dios en él. Asimismo,
quien permanece fiel a su ideal concreto, a su vocación, permanece en
Cristo, y Cristo en él. Porque todo ideal auténtico responde a un llamado
suyo que es la vocación personal.
Nadie más calificada que M aría Santísim a para ayudamos a per
seguir perseverantemente nuestros ideales, más aún si Cristo es nuestro
supremo Ideal. Como lo dijimos más arriba, Nuestra Señora fue el molde
donde Él se formó; de manera semejante lo será para nosotros. Dice
S. Alfonso M ana de Ligorio que la Virgen “cual águila real, siempre
tenía los ojos clavados en el Sol divino” 29. Ya que Cristo es “el Sol
que nace de lo alto” (Le. 1,78) para iluminar nuestras vidas y dar ener
gía a nuestros corazones, María es la más indicada para hacerlo presente
en nuestros ideales. Y así “como el águila incita a su nidada” (Dt. 3,11),
del mismo modo Ella nos alienta a ser fieles a nuestros ideales.
Quizás el mejor epitafio para culminar nuestra vida podría ser aque
lla frase de ese gran idealista que fue S. Pablo: “He combatido el buen
combate, he terminado mi carrera” (2 Tim. 4,7). He luchado hasta el
fin por mi ideal. “Ahora, Señor, puedes ya dejar ir a tu siervo en paz”
(Le. 2,29).
- 72 -
SAN MARTÍN Y EL LIBERALISMO *
C o r o n e l H éc to r J u a n P ic c in a l i
* Este trabajo consta de varias partes: I»; San Martín ante el liberalismo, en
Gladius N »7; II»: San Martín contra el liberalismo en la organización de la Nación,
en Gladius N? 10 - La que se expone aquí; San Martin contra el liberalismo en Chile
y Perú; IV»: Los liberales contra San Martín; V»: San Martín se libró del liberalismo.
“ G lad iu s N ? 12 - Año 4”
— 73 —
las aludidas “Instrucciones.. . ”, el artículo 1? de las subtituladas “Ramo
Político y Gubernativo expresaba: “La religión dominante será un sa
grado de que no se permitirá hablar sino en su elogio; y cualquier in
fractor de este precepto será castigado como promotor de la discordia
en un país religioso”.
- 75 -
Señor Jesucristo. Los estatutos de la Logia Lautarina fueron publica
dos por Benjamín Vicuña Mackena, célebre historiador chileno, en su
Vida del Capitán General Don Bernardo O’Higgins (1861): como es
de suponer, la alta finalidad de la Logia no era otra que la independen
cia sudamericana.
Pero en particular, algo disgustaba a San Martín en Chile. El 22
de julio de 1817 le escribió a Tomás Godoy Cruz: “ . . . : por otra parte
Ud. no puede calcular la violencia que me hago en habitar este país:
en medio de sus bellezas encantadoras, todo me repugna de él: los
hombres en especial son de un carácter que no confronta con mis prin
cipios, / . . . / ” 7 ¿Cuáles eran los principios sanmartinianos? En primer
término, la humildad, principio y fundamento de todas las virtudes cris
tianas, tan arraigada en San Martín que, después de realizar la hazaña
sin par en la historia militar del mundo —cruzar las cuatro cordilleras
más anchas y de las más altas del globo con la masa del Ejército de
los Andes, y empeñarlo de inmediato en batalla después del desemboque
triunfando en Chacabuco (12 de febrero de 1817)— le escribió a Tomás
Godoy el 29 de febrero de 1817: “ . . . Creo que ahora debemos tener
mas circunspección y mirar el porvenir, no nos ensoberbezcam os con la s
glorias , y aprovechemos la ocasión de fijar la suerte del país de un modo
sólido y tranquilo” 8.
Se instituyó un sistema para que los chilenos participaran en la de
claración de la independencia de la Patria. Se abrieron dos libros al
cuidado de los inspectores en todos los cuarteles de las ciudades, secun
dados por dos alcaldes de los barrios. Uno de ellos se destinó para
Suscripción de los ciudadanos que votan por la necesidad de que el
gobierno declare prontamente la independencia del Estado Chileno”.
El otro libro que contenga la proposición negativa” 9. El decreto lle
vaba fecha de 13 de noviembre de 1817. Los libros quedaron quince
días a disposición del público. No hubo ningún voto negativo, como
era de suponer. ¿Acaso era eso la expresión de la soberanía y voluntad
popular que proclamó el liberalismo y la revolución francesa? —No.
Pero respondía a conceptos muy superiores que expresó Santo Tomás
de Aquino: El poder es más suave y más estable cuando todos tienen
parte en él, según la medida de su capacidad” 10.
- 76 -
en la derrota parcial en Cancha Rayada el 19 de marzo de 1818, y el
triunfo decisivo de San Martín en la batalla de Maipu sobre la masa
de las fuerzas realistas el 5 de abril de 1818, aunque la persecución y
resistencia enemiga en el sur de Chile se prolongó hasta febrero de 1819.
- 77 -
previniendo a los jefes estén ojo alerta. En Men.doza he sabido con
certeza sus grandes relaciones con los Carrera y sus partidarios, pues
me constaba estaba en comunicación con Manzano y Rodríguez, cuyas
cartas iban por conducto de su m u jer./.. . / ” 12. Ambos, Juan Esteban
Manzano y Carlos Rodríguez, figuraban en la “Nómina de personas ra
dicadas en Mendoza y en San Juan, que deben ser desterradas a Bue
nos Aires” 13.
- 78 -
ble, porqué hago con él una completa alcaldada si me da el menor
motivo” 16. A San Martín le repugnaba hacer una “alcaldada” que, según
utl diccionario de la época, era una “acción imprudente e inconsiderada
que ejecuta un alcalde, abusando de la autoridad que ejerce” 17.
El 21 de julio de 1817, San Martín desde Santiago volvió a escribir
a O’Higgins que estaba en Concepción preparando el asalto a Talca-
huano: “/ . . . / L o s díscolos siguen minando: pero Ud. verá qué golpe
se les da. / . . ./¿Qué le parece a Ud. Manuel Rodríguez? No le ha aco
modado la diputación de Buenos Aires; pero le acomodará otro destino*
en la India, si es que sale pronto un buque para aquel destino en bre
ves días, / . . ./E s bicho malo, y mañana se le dará el golpe de gracia” 18..
O’Higgins le explicó el 27 de julio de 1817: “/ . . . /E se pueblo —el
chileno— requiere palo d e ciego, es muy revolucionario, pero luego que-
suena el chicote, no hay quien chiste” 19. Y el 11 de agosto de 1817,.
aún no enterado de lo que ocurría en Cuyo que se referirá mas abajo,
animó a San Martín a apretar: “/ . . ./H ace muy bien de separar a Ma
nuel Rodríguez: es imposible sacar el menor partido de él en parte
alguna. Acabe Ud. de un golpe con los díscolos. L a menor contem
plación la atribuirán a debilidad” 20.
L a dictadura unipersonal de O’Higgins sufrió algunas alteracio
nes con motivo de su alejamiento de Santiago para conducir las opera
ciones sobre Talcahuano. En mayo de 1817 delegó en el Coronel Mayor
Hilarión de la Quintana —tío político de San Martín— quien, oriental y
sobrepasado por el cargo, renunció, no admitiendo San Martín las ins
tancias de todos para que asumiera él. Por esto, se formó con tres chi
lenos una Junta delegada presidida por el Coronel Luis de la Cruz, en
cuyo tiempo se produjo el complot de los hermanos Carrera, de los.
cuales Luis y Juan José fueron detenidos cuando, en viaje desde Bue
nos Aires, estaban por cruzar 1a, cordillera para intentar derrocar a O Hig-
gins y asesinar a San Martín. Luis fue aprehendido en Mendoza el 5
de agosto de 1817 21, y Juan José Carrera en la posta de Barrancas (cerca
del río Cuarto) el 10 de agosto de 1817. Luzuriaga, gobernador de Cu
yo, escribió desde Mendoza a San Martín el 13 de agosto de 1817 para
que se previniera “de un inglés alto, flaco, de semblante agrio; que según
quiere acordarse —el informante del complot Juan Felipe Cárdenas—
parece le faltan unos dientes; no sabe la clase o carrera en que paso a
Chile, ni su nombre, pero que lo vio en Buenos Aires y cree que aún fue
con encargo de asesinar a Ud. cuando le avisasen” 22. Asombra la mag
nanimidad del caritativo caballero cristiano ante la grave amenaza y avie-
- 79 -
intención, porque San Martin en el mismo oficio de Luzuriaga, puso
de puño y leña: “Recomendar a Luzuriaga tráte con consideración a
Luis Carrera”. Con la misma sencillez, le informó a O’Higgins de la
conspiración, pero marcando con claridad las consecuencias: “Santiago
y agosto 16 de 1817. Mi amado amigo: / . . ./.Ya le dirán a Ud. en la
precisión que los díscolos nos han puesto: estos hombres no quieren otra
cosa que la ruina del país” 23.
P ’Higgmgs, en su contestación del P de septiembre de 1817, fue
terminante: “/ . . ./Mucho rigor mi amigo con los malvados, salgan del
país para siempre y a grandes distancias, antes que por segunda vez
nos envuelvan en ruina y confusión./.. . / ” 24. Y en la siguiente carta,
el y de septiembre de 1817, señala para los culpables el terrible castigo:
Mi mas amado amigo: su apreciable última llega a mis manos: nada
extraño es lo que Ud. me dice acerca de los Carrera, siempre han sido
lo mismo y solo variarán con la muerte, mientras no la reciban, fluctuará
el país en incesantes convulsiones, porque es siempre mayor el número
de los malos que de los buenos. Si la suerte ahora nos favorece con
descubrir sus negros planes y asegurar sus personas, puede ser que en
otra ocasión se canse la fortuna y no quede a los alcances del Gobierno
apagar el fuego ni menos prender a los malvados. Un ejemplar castigo
y pronto es el único remedio que puede cortar tan grave mal. Desapa-
iezcan de entre nosotros los tres inicuos Carrera, júzgueseles y mueran
pues lo merecen más que los mayores enemigos de la A m érica;/.. . / ” 25.
Todos estos hechos justificaban ampliamente el pensamiento político
antihberal que preconizó y exigió San Martín, como lo expresó en la
carta que envío a Tomás Godoy Cruz el 20 de agosto de 1817, trans
cripta en lo esencial en el tercer párrafo de este trabajo, tan importante
como si fuera la conclusión de las ideas concretas que expuso en la que
le remitió al mismo Godoy Cruz el 24 de mayo de 1816, comentada ex
tensamente en el trabajo “San Martín contra el liberalismo en la orga
nización de la Nación” (ver Gladius N1? 11).
-80
Desde su Cuartel General de las Tablas (15 km. al sur de Valparaíso)
donde estaba instruyendo al Ejército para la campaña de Maipú, con
testó de inmediato.. Su excusación es un modelo de justicia sensatez:
no podía ser juez y parte, siendo tan notorio las desavenencias graves
que suscitaron los Carrera en 1814 en Mendoza con motivo de la pérdida
de Chile y la energía con que San Martín terminó la cuestión de raíz.
Con respecto a los jefes del Ejército que podían integrar el Consejo,
explicó muy bien que era de conocimiento publico la animadversión de
los Coroneles Mayores por estos individuos2'. Las actuaciones se rea
brieron en Mendoza al comprobarse una nueva conjuración de los cau
santes el 25 de febrero de 1818, siempre con la intención de invadir
Chile, en momentos en que el Ejército Unido argentino-chileno estaba
empeñado en operaciones decisivas contra fuerzas realistas equivalentes
en número, es decir, en un momento crítico para la suerte de la inde
pendencia sudamericana. Poco más tarde, como es sabido, las armas de
la Patria fueron derrotadas parcialmente en Cancha Rayada, en la noche
aciaga del 19 de marzo de 1818; en Santiago de Chile el pánico se
apoderó de los pusilánimes y acomodaticios que emprendieron veloz
huida a Mendoza: entre ellos, el oportunista Bernardo Monteagudo,
quien llegó cuando el Gobernador de Cuyo, Luzuriaga, decidió
con el proceso de los Carrera para eliminar un factor mas de demudad
y perturbación ante la grave situación de los patriotas en Chile, y paso
a dictamen de tres letrados, uno de ellos Monteagudo, quienes aconse
jaron decidir la sentencia y ejecutarla 28.
Pero el genio del Gran Capitán de los Andes y su indómita noluntad
de vencer dieron un magnífico fruto en la batalla del 5 de abru de
1818, cuyo primer parte decía: “Exmo. Señor: Acabamos de triuntar
completamente del audaz Osorio y sus secuaces en el llano de Maipo:
desde la una hasta las seis de la tarde se ha dado la batalla, que «m
aventurar podemos decir afianza la libertad de America -9. Mientras
se festejaba en Santiago la victoria, la señora de Juan José Carrera
pidió su libertad a San Martín, quien con grandeza de alma intercedió
de este modo: “Excmo. Señor: Silos cortos servicios que tengo rendidos
a Chile merecen alguna consideración, los interpongo para suplicar a
V.E. se sirva mandar se sobresea en la causa que se sigue a los señores
Carrera. Estos sujetos podrán ser tal vez algún día útiles a la Patria,
y V.E. tendrá la satisfacción de haber empleado su clemencia umenüo-
la en beneficio público. Dios guarde a V.E. (Fdo.) José de San Martin .
D ’Higgins aceptó de inmediato, aunque le asigno la responsabi d ^
futura sí la Patria peligrase por ello, y terminó oficiando a t a m ^
11 de abril de 1818 para que “se aplique toda indulgencia a ambo .
81 -
El 9 de abril de 1818, el Gobernador de Cuyo se enteró de la gran,
victoria de Maipú. Este mismo día ofició al Director Supremo de Chile:
Exmo. Señor: Ayer a las 5 de la tarde fueron pasados por las armas ero
la forma ordenada Don Juan José y Don Luis Carrera a consecuencia
del fallo definitivo que pronuncié en la causa que les he seguido pór
conjuración y atentado contra el orden y autoridades constituidas.. .” 32..
La generosa meditación de San Martín había llegado tarde.
El 13 de abril de 1818 San Martin salió para Mendoza y en seguida
viajó a Buenos Aires, donde entró el 12 de mayo de 1818, eludiendo las
demostraciones preparadas. Mientras tanto, en Santiago de Chile, O’Hig-
gins era enfrentado por Manuel Rodríguez, que había tenido desta
cada actuación entre Cancha Rayada y Maipú levantando la moral y
reuniendo medios, pero también presionando al Presidente de la Junta
de Gobierno Coronel Luis de la Cruz, intentando sustituirlo. O Higgins
désbarato de inmediato la oposición promovida por Rodríguez. El 25
de abril de 1818 informó como Director Supremo de Chile a Antonio.
González Balcarce, que estaba a cargo del Ejército Unido en ausencia
de San Martín, como General en Jefe sustituto, lo siguiente: “Por co
municación del Exmo. Señor Capitán General Don José de San Martín,
y del Gobernador Intendente de la Provincia de Cuyo, he sido infor
mado d eq u e él Doctor D. Bernardo Vera, Auditor de Guerra del Ejér
cito Unido, ha tratado, en consorcio de D. Manuel Rodríguez, de in
traducir el desorden y confusión en este Estado. Por tanto es indis
pensable que V.S. se sirva mandar poner en arresto e incomunicación
al expresado Vera, haciéndole embargar sus pa p e le s / . .. /” 32. El 28
de abril de 1818,, Balcarce escribió una carta a San Martín donde le
decía: “El cotudo —clara referencia a Vera y Pintado que sufría de
bocio q coto , como se le decía en la época— está enjaulado, desde la
llegada del ultimo correo, y esta tarde sale para Mendoza a cargo de
uno de los Corvalanes, recomendados de Ud. No es fácil averiguar cuál
era el plan proyectado; pero es indubitable que trabajaban en el desqui-
cio del orden establecido, y que por consiguiente es medida indispen
sable, dispersarlos, y sacarlos del centro de los demás complotados, a
los que se han conocido por autores principales. Manuel Rodríguez aún
permanece aquí, estoy deseando y clamando que salga cuanto antes:
se asegura que se hará, aunque todo camina con grande calma. Los
que se titulaban representantes del pueblo también han sido despa
rramados, de modo que han cesado todas las pretensiones y quedamos
en tranquilidad 33. El 22 de mayo de 1818, Balcarce volvió sobre el
tema éñ otra carta a San Martín aún en Buenos Aires: “Nuestro Alvarado
que ha marchado con su Batallón a situarse en Quillota, se ha llevado
a Manuel Rodríguez, para que esté en mayor proximidad para embar
- 82 -
carse, en la primera oportunidad que se presente” 34. El final del drama
de este revolucionario opositor estaba próximo: en carta del 27 de mayo
de 1818, O’Higgins refería las conexiones de Vera y Rodríguez con el
Teniente Coronel Cramer, y le anoticiaba la muerte de Rodríguez, que
Guido le explicó el 2 de junio de 1818 sabiendo que le dolería a^ San
Martín, como se desprende de las expresiones de su amigo íntimo:
“Siento decir a Ud. que a los tres días de haber salido de esta Capital
el Batallón de Cazadores de los Andes para Quillota, conduciendo preso
a Manuel Rodríguez, dio cuenta Alvarado que habiéndose separado
con el oficial y un cabo que lo conducía con el pretexto de ver no se a
quien, arrancó Rodríguez un cuchillo, y tiró una cuchillada al oficial,
que puesto en defensa usó de una pistola y lo mató de un tiro. Este
suceso dio margen a mil interpretaciones que se van serenando. El
oficial queda en prisión y se le sigue un riguroso sumario 3o. San Martin
contestó el 23 de junio de 1818, se lamentó, pero en cuatro trazos hizo
un retrato del patriota perdido: “Me ha sido muy sensible la muerte de
Manuel Rodríguez. Su carácter anunciaba un fin trágico; sus talentos
pudieron haber sido muy útiles a su Patria, con un poco de más
juicio” 36.
Durante la ausencia de San Martín de Chile, O’Higgins reunió una
comisión encargada de redactar un Código Constitucional provisorio. El
decreto del 18 de mayo de 1818 expresó claramente la repugnancia^ de
San Martín por los congresos y asambleas propias del liberalismo: La
reunión del Congreso Nacional dará Constitución a los pueblos: pero
esta grande obra, no puede serlo del momento presente, porque en la
precipitación de tan delicados nombramientos, va envuelto el principio
de su ruina” 37. L a comisión se expidió el 8 de agosto de 1818, O Hig-
gings aprobó el trabajo e hizo publicar por bando la Constitución Pro
visoria abriendo en las ciudades dos libros para que los ciudadanos vo
taran, en un libro a favor y en el otro en contra, durante quince días,
no registrándose ningún voto negativo. La única variante novedosa fue
la formación de un Senado Conservador de cinco miembros elegidos
por el Director Supremo que debía prestar su acuerdo para las cues
tiones más importantes, “atribuciones que se vieron limitadas en el
hecho por la autoridad moral del Director Supremo, pero dieron oca
sión a conflictos diversos” 37. Esta ley fundamental fue jurada el 23 de
octubre de 1818. Era en sumá una forma de suavizar las apariencias
de la férrea dictadura militar necesaria para consolidar la independencia
sudamericana y proyectarla al Perú. Lo que quedó bien claro fue la
supremacía de Nuestro Señor Jesucristo, que el liberalismo no aceptaba.
De los cinco títulos que integraban la Constitución, el II consagraba
como religión del Estado la “Católica, Apostólica, Romana , siendo su 54
- 83 -
“protección, conservación, pureza e inviolabilidad” “uno de los prime
ros deberes de los jefes de la sociedad que '-rió permitirán jamás otro
culto público, ni doctrina contraria a la de Jesucristo” 3S.
- 84 -
factible hacía menos de un mes antes?: Los comerciantes porteños se
resistieron a prestar, pero sobre todo, “no ha podido embarazar el Go
bierno el monopolio que han establecido los comerciantes ingleses para
aprovecharse de la ansiedad de los prestamistas a cubrir el desembolso
de sus principales en el día tan interesantes en sus manos, sujetándose
por esto en los principios para reducir a dinero sus documentos de pago
a la pérdida de un 10 p. % que hoy han elevado aquellos individuos
hasta un 20 en cuyo favor hace tiempo refluyen los provechos de la
industria nacional, causando por este motivo la estagnación de nume
rario que increíblemente ha decrecido en las arcas del Estado” '•
Había en Buenos Aires en ese entonces unos tres mil quinientos ingleses
con cuarenta casas de comercio que dominaban esta plaza y, desde
aquí, sujetaban a todo el país 43.
Tres días después, el 25 de agosto de 1818, Pueyrredón envió una
carta personal al “Amigo de todo mi afecto”, donde como simple “ama
teur” que era, balbuceó sin convicción un cambio diametral en el plan
estratégico: “Si Pezuela no hiciera esfuerzos para continuar la guerra
en Chile era concluido su imperio: debemos pues contarlo así y prepa
rarnos para hacer un movimiento por tierra, luego que podamos cor
tarlos por la mar” . . . Y después de dar algunas vueltas, hizo referencia
al oficio anterior: “No hay remedio amigo mío; no se sacan de aqm
los 500.000 pesos, aunque llene la cárcel de capitalistas. Los ingleses
se han resistido absolutamente; y Staples —el seudocónsul británico— me
aseguró ayer, que iba a persuadirlos a que diesen algo voluntariamen
te” 44. El 2 de septiembre de 18.18 volvió a escribir otra carta a San
Martín: “ ¡Ah mi amigo! ¡en cuántas amarguras nos hemos metido con
el maldito empréstito! hasta aquí no se han sacado más que 87.000 pesos
de los españoles: los ingleses se han resistido abiertamente: y de 141.000
que les cupieron no han entregado más que 6.700.. ,” 45. Ésta es una
prueba documental más de la falsedad histórica que se ha inculcado a
los argentinos: que ingleses ayudaron en nuestra guerra de la inde
pendencia.
• EJ verdadero plan estratégico continental que San Martín escribió
en las cartas a Godoy Cruz y á Guido del 12 y 14 de mayo de 1816
—del que me he ocupado en detalle en otro trabajo46—, exigía un
mávimn esfuerzo de todos los rioplatenses, como lo expresó con energía
y g rS e jo en aquellas cartas tan similares: “ . .. ¿ Y quién hace zapatos
me dirá Ud.? Andemos con ojotas: más vale esto que nos cuelguen, y
peor que ésto, el perder el honor nacional; y el pan ¿quién lo hace en
- 85 -
Buenos Aires?; las mujeres, y si no comamos .carne solamente. Amigo
mío, si queremos salvarnos es preciso graneles sacrificios” 47. Y al ir
terminando la de su íntimo Guido, le dijo: “Hasta aquí llegó mi gran
plan: ojalá tuviéramos un Cromwell o un Robospierre, que lo reali
zase/ . . . / ”. Es decir, que para implementar su plan, que era en verdad
grande, se necesitaba un dictador, un hombre de gran energía y habi
lidad política en la conducción de la guerra. San Martín tenía gran fe
en la Patria, porque terminó ese párrafo pidiendo que el fuerte con
ductor necesario, “a costa de algunos menos diese la libertad y esplendor
de que es tan fácil —eso es, que tanto facilita— nuestro suelo” 48.
Peí o Pueyrredón aflojo ante los ingleses y San Martín presentó su
renuncia oficialmente y, además, le envió una carta personal, que en lo
esencial decía: Todo buen ciudadano tiene una obligación de sacrifi
carse por la libertad de su país: así lo iba yo a hacer en inteligencia de
que el Ejército de los Andes tuviese que operar fuera de Chile, y que
tal cual opinión que había adquirido influiría en el buen éxito; pero
habiendo variado el plan de operaciones, no creo ya de importancia mi
presencia; por lo tanto ruego a Ud. por nuestra amistad, y por la misma
I atria, admita la renuncia que le hago, y me deje cuidar un poco de
mi salud para poder reponerla algún tanto. En todo tiempo de peligro
estoy pronto a marchar al punto que Ud. me diga, bajo este supuesto,
y el de la absoluta imposibilidad de encargarme en el día de mando
a.guno por las razones expuestas, espero que ha vuelta de correo venga
conseguida mi solicitud” 49*.
— 86 —
suspensión de libramientos? Aseguro a Ud., que no sé como no me he
vuelto loco, cuando vi cumplirse los tres plazos dados para el empréstito;
y que no había entrado la sexta parte en cajas: los ingleses se desen
tendieron absolutamente; y a su ejemplo lo hacían todos los demás
comerciantes. Mi espíritu tocaba ya el termino de mi desesperación,
porque preveía el trastorno que debían padecer nuestras operaciones
militares: pero yo encontré el remedio en mi misma desesperación; y
hoy puedo asegurar a Ud., que se hará efectivo el empréstito; y que
puede empezar a librar contra este Gobierno las cantidades que en
cuentre en Mendoza o Chile, en la seguridad de que serán cubiertas:
prevengo sí a Ud. que no gire sus libranzas a menos de 8 a 10 días
vistas, para nuestra mayor comodidad. He echado a un lado toda con
sideración con los que no tienen ninguna con nuestra situación apu
rada; y mañana se intim ará a l com ercio inglés, que el que no hubiere
cubierto en los 14 d ías restantes de este m es la cantidad que le hubiese
cab id o, será em bargado y rem atado en su s efectos h asta cubiirla, y
ad e m ás cerrada su casa, y expulso d el país. Estoy cierto que no daran
lugar a ello; y el dinero se juntará, aunque se lo lleve todo el demonio.
En esta confianza y seguridad, aproveche Ud. amigo querido el primer
momento de bonanza, para pasar la Cordillera, y vamos a ver si comple
tamos la seguridad del país, y la gloria propia de U d . / . . . /. Por lo
demás, dejémonos de renuncias, que si fue disculpable la de Ud. por
las circunstancias, no lo es ya, habiendo variado: y porque también juro
a Ud. por mi vida y por los deberes de nuestra amistad, que si Ud.
llegase a obstinarse en pedirlo, en el acto haré yo lo mismo; y se vendrá
por tierra toda nuestra obra: tenemos aun algo que sacrificar, y es
preciso hacerlo” 31.
- 87 -
™ J a ‘T -7 * d? mlnado, p0r blvadavia, personaje nefastó para la Patria
naciente. Zapiola aclaro también que Julián Alvarez era de la logia
masónica aunque no integró la Logia Lautaro. Éste y Pinto son los
maS0DeS Í? gleSeS, (todos lo eran) iban a usar en una
jugada a fondo, una intriga destinada a anular el empréstito de 500.000
pesos que su avaricia resistía. Consistió en intentar que no sé realizara
¿ S r í * ? d PCTU: tan ? mple COm° eSO- Como se ve> la “ »depeü-
dencia de Sudamenca no les interesaba a estos hijos de la “pérfida
. l ®f\R icardo Piceirilli. San Martín y la política de los pueblos. Bs. As., 1957.
Apéndice documental.
-88
ésta como en otras ocasiones, evitaré cuidadosamente toda interferencia
nolítica no autorizada por vuestras instrucciones”. Al parecer, se infiere
de éstas expresiones que Bowles no debía meterse en asuntos dé alta
política o estrategia general, a cuyo nivel actuaba el General San Martin.
En un informe posterior del 24 de mayo de 1817, Bowles menciono que
San Martín, al no encontrarlo en Buenos Aires, le dejo una carta te
chada el 17 de abril de 1817 que agregó al informe como Extracto... ,
uno de cuyos párrafos llama mucho la atención: Mi amigo muy apre
dable: he tenido el gran sentimiento de que mi penoso y dilatado-viaje
haya sido inútil, pues mi principal objeto no era otro que el de abrazarlo
V repetir nuestras antiguas conferencias en beneficio de estos países: la
suerte así lo ha dispuesto, y no resta otro arbitrio que conformarse con
ella”. Da la impresión de que Bowles era un presuntuoso y soberbio,
que quería darse importancia, apareciendo ante el Almirantazgo ti
tánico, que recibía sus informes, con una influencia decisiva sobre e
General San Martín, incluso como superior a éste. Por mas que desta
camos que la virtud de la humildad, caracterizaba ciertamente a San
Martín, v aún considerando la cortesía, resulta difícilmente aceptable
que el héroe de los Andes, de Chacabuco y de la independencia de
Chile, haya dicho que hizo el viaje desde Santiago a Buenos Aires solo
para verlo a Bowles, un oscuro marino inglés que no había hecho ni
h aría- nada importante, sino informar con poca exactitud ( según puede
leerse en sus informes) y violar las cartas que el pseudodiplomafico del
Gobierno rioplatense Manuel José García le confiaba en Rio e Janeiro
para llevarlas a Buenos Aires, y que, dicho sea de pasó, su contenido
revela que el tal García era un traidor, o mejor dicho, un pasado al ene
migo portugués que había invadido la Provincia Oriental y las Misiones
guaraníes 54. Bowles debió ser un típico inglés de clase alta: buenos
trajes, buenas maneras, apariencia de hombre de bien: un gentleman ,
un mentiroso.
Porque no podía ser esa la razón del viaje de San Martin a Buenos
Aires en marzo de 1817. Por lo pronto, Staples, el seudoconsul ingles
(ya que no estaba acreditado oficialmente como tal, con lo que el Go
bierno británico eludía reconocer la independencia argentina, pero si
mulaba hacerlo), informó a su superior Hamilton el 11 de abnl de 181 .
“Tengo el honor de informarle que el 30 del mes próximo pasado,
Gruí San Martín llegó de Chile. El fin de este viaje, en cuanto a lo
qué yo hé podido saber, es llevar a cabo los preparativos necesario^ para
avanzar sobre Lima, para lo cual pide mcdios de transporte .
coincidente con lo que San Martín le escribió desde
O’Higgins el 8 de abril de 1817: “/ . . . / L a gran dificultad es el arma-
- 89 -
a ! i buq,ues,: • ••■ Pero h° y quedará este punto principal acor
dado del modo mas firm e./.. ./H an marchad®'para ésa varios buques •
algunos llcyan armamento/.. ./Pueyrredón está corriente en to d o A no
dude Ud. que daremos el golpe a L im a"56. Por lo tanto, es falso íoA ie
supuestamente expresaba la carta del 17 de abril de 1817 que Bowles
sóíoÍCn A 0m0iqUe f n ^ artín atrÍbu^6 SU viale de Chile a Buenos Aires
solo para verlo a el. Asimismo, todos estos informes y extractos de
contar en ? U6den considera(|Ios como testimonios fidedignos sin
A “ “ ! originales en castellano, a los que se suma los posibles
•erroies de traducción al ingles y de éste al castellano07.
- 90 ^
esto en el ánimo de San Martín tuvo que g r i t a r las noticnas que
Pueyrredón le informó en carta del 10 de julio de 1818 que recibió du
r ó t e su viaje de regreso a Mendoza: “/ . . ./H e tenido comunicaciones
de París hasta el 28 de abril último,/. . . /me dice Rivadavia que la
España sucumbe al peso de su miseria. El duque de San Carlos, emba
iador de España en Londres, escribe a Rivadavia instándolo a que vay<
a aquella corte para tratar de asuntos de la mayor importancia a nu
tra América./. . ./Corría muy válido en las cortes de París, Viena y otras
del continente, que Fernando había resuelto conciliar el decoro de su
l i o n a con la independencia de estas Provincias U n t ó « ^ T s e l o T
ellas como soberano independiente a don Francisco de Paula y#se sos
pecha que tales son las proposiciones del de San Carlos./ . . . /
eo Museo Mitre. Documentos del .Archivo del Gral. Pueyrredón. Tomo IV.
«i AGN VII-16-1-1.
— 91 —
donar 7a0narV
aonar lgleFlSS
la partida. E l .12 nde
Í anoctubre
f T T de 1818-*llegó aíu§ar antes e^l m
Mendoza aban-
a só n
Juhan Alvarez portador de una carta del Coronel Manuel Pinto -masón
jefe deí otro ambos dependientes de la corona británica-, donde tra
taba de impu sar a San Martín “a admitir la pesada carga del Gobierno
t T T kS UnÍdaS 611 Buenos Aires. Estaba c t o q u í si
que pÍntónA W taba’ " T f T ® h exPedición al Perú. El panorama
la LdTbdidad d e% SU m laS. eXpl'CSÍOnes de Powles, aumentaron
¿O c tu b re de1 Al af f o m e n t ó a Guido en carta del 12
v vo creo A u " ' ^ 10)uordc se nos despeja por todas partes,
y yo creo que debemos aprovechar esta coyuntura de la racha favo-
2CpáKS157Íd°
As., 1882. Pág. 157. 7 Span° ‘ Papeles del Brigaúier General Tomás \_ r U lU U . JD b ,
- 92 -
presentaban los masones de Buenos Aires testaferros de los comer
ciantes ingleses, con estas palabras: / . . ./M uy pon to sabra TJd el
nuevo teatro que se presenta a nuestros negocios públicos. Por el deb
variarse, o al menos suspenderse nuestras principales disposiciones res
pecto a Lima. Ud. es de indispensable, de forzosa, de absoluta nece
sidad a este grande interés de nuestro país: él sólo va a terminar la guerra
y asegurar nuestra independencia de toda otra nación extranjera. n
él haremos, que al momento evacúen los portugueses el territorio Orien
tal. Por fin son incalculables de pronto todos los bienes que disfrutara
nuestro país por un medio tan lisonjero./. . . /E s de toda necesidad, a
para nuestras miras ulteriores, que concluyamos con Talcahuano me
parecen muy bien las disposiciones que se toman. Muy conveniente s e a
la presencia de Ud. en Chile, para dar impulso a las cosas; peio debe
Ud quedar expedito dentro de dos, o dos y medio meses, para venir a
completar los deseos de sus amigos; y a asegurar para siempre la inde
pendencia de las Provincias Unidas, y nuestra quietud y d e s e c o , que
a la verdad bien la necesitamos, después de tantos afanes y de tantas
perradas en nuestros primeros años” 6u. De esto surge c aro que
Martín debía ser el Director Supremo y que no se haría ^ guen-a a
Lima. Pueyrredón fue, pues, instrumento de la maniobra de los ingle
para paralizar la expedición al Perú y zafarse de financiar el «ed ito a
lo que se les sumó ahora el peligro de que las fuerzas navales patriot s
bloquearan Lima, según consta en carta de Guido a San U a x t i n d e l ~
octubre de 1818: “Por la copia que incluyo a Ud. del oficio que paso
a nuestro Pueyrredón verá Ud. los pasos que he dado para que se en
torpezca el comercio inglés con los Puertos de Lima, a cuya entrada
se manifestó dispuesto el V irrey ...” 66. Si no se hacia k e x p e d ic
al Perú, se perdía la reconquista del Alto Perú y se mantenía la vul
labilidad de Chile ante una invasión por mar proveniente del Virreinato
del Perú. Una prueba más, pero muy importante de que los ingleses
no sólo no ayudaron a la guerra de la independencia sudamericana,
sino que intentaron con engaños paralizar las operaciones contra pe
nando VII Fue una gigantesca comedia montada por los ingleses y u
masonería en el escenario rioplatense y sudamericano, con la trama
de la inmoralidad ínsita en el liberalismo He aquí un yiempío de
que decía el Padre Castellani: “Que el liberalismo ha sido el sistema
económico y político del capitalismo/. ./, eso es de L esté
lo que no es tan fácil de ver son las condiciones de posibilidad de este
sistema ( . . . ) consistentes en una profunda subversión de a ,
O ccidente;/.. . / Es preciso saber ver que la mora ha
la religión liberal creó su moral propia, trastornan o pr Tjn„ canqdad
moral cristiana: es menester que la gente se entere de • ]íacjón
de pecados y crímenes dejaron de serlo (como la usu , P°
- 93 -
subdola y las estafas “financieras” para empegar) y otros cobraron im
portancia desmesurada” 67.
Apartándose de los cantos de sirena, firme en sus objetivos de in
dependizar el Alto y Bajo Perú, San Martín dejó su familia en Mendoza,
cruzó de nuevo la cordillera de los Andes silenciosamente, y el 29 de
octubre de 1818 llegó al Cuartel General del Ejército Unido en Santiago
de Chile. En la Orden del Día del 2 de noviembre de 1818 saludó a
sus hombres: “Tengo la satisfacción de haberme vuelto a unir a mis
compañeros de arm as/.. ./estoy muy satisfecho de la comportación y
honradez que han tenido los Ejércitos hermanos, con ella darem os fin
a la gran de obra d e la libertad que hem os em prendido la que espero sea
concluida en el año 19” 68. Pero las nuevas peripecias que lo esperaban^
por su magnitud e interés merecen capítulo aparte.
(C on tin uará)
540 LeOnardo Castellani. Notas a caballo de un país en crisis. Bs. As., 1974,
68 DHLGSM. Tomo IX. Pág. 85.
-9 4
¿QUÉ SON LOS ESTADOS UNIDOS?
G u il l e r m o G u ey d a n d e R o u ssel
INTRODUCCIÓN
“ G lad iu s N9 12 - Año 4 ”
— 95 —
Y sin em bargo
hubo tiem pos d e goces y de fiestas.
H oy cam inas tediosa por tu casa
que se te hace una celda
y eres un raro huésped que suspira
por fáb u las secretas
— &4 —
SAN MARTÍN Y EL LIBERALISMO
C n e l . H écto r J u a n P ic c in a l i
Gladius N? 14 - Año 5
- 95 -
Estos graves inconvenientes surgieron de la invasión portuguesa a
las Misiones guaraníes y a la P r o v in c ia Oriental, ante la vergonzosa in
diferencia de Pueyrredón que llegó a la traidora alianza con el enemigo,
en contra del General Artigas que quería defender la integridad de las
Provincias Unidas del Río de la Plata, en tanto el Director prosiguió in
tentando dominar a Santa Fe por la fuerza para debilitar al Caudillo
oriental. Pueyrredón perdió de vista completamente la conducción es
tratégica de la guerra por la independencia en Sudamérica, mientras los
informes que llegaban de España parecían cubrir con gruesos nubarrones
el Atlántico, con la amenaza constante de una expedición española que
se preparaba en la Península para hacer estallar la tormenta en el Río de
la Plata. En las intrigas aparecía relampagueando agorera la mano sola
pada de la masonería de rito escocés, cabeza del liberalismo, que sólo
buscaba hacer prevalecer los intereses de los comerciantes británicos de
Buenos Aires. Los verdaderos amigos solidarios con los altos ideales san-
martinianos estaban en Chile: eran Tomás Guido, Diputado del Gobier
no de Buenos Aires en Santiago, y el General Bernardo O’Higgins, Direc
tor Supremo de Chile.
Sin embargo, cuando llegó para organizar la expedición al Perú, se
encontró con que el empréstito prometido por Pueyrredón se realizaba
con grandes dificultades, y éste sugería recurrir al Gobierno chileno 3.
Sobre ésto, San Martín ofició al Director de las Peías. Unidas el 15 de
diciembre de 1818: “Exmo. Señor: Yo me veo en la disgustosa precisión
de manifestar a V. E. que el Ejército de los Andes en Chile, está muy
próximo a ser disuelto, y anonadado por la miseria, / . . . / El Estado de
Chile, Señor Exmo. se halla en una positiva bancarrota, en una destitu
ción absoluta, y sin recursos ni en la esperanza. Él tiene empeñadas, y
aun consumidas sus rentas del año entrante: / . . . / Y por tanto que no
tenga por importuna la insistencia con que le reclamo las cantidades
que tengo pedidas, y ese Supremo Gobierno sancionado, si no es dable
este auxilio Señor Exmo. salvemos al menos el Ejército, repase los Andes
en la coyuntura más favorable que pudiera brindar la fortuna para la
gloriosa conclusión de nuestra empresa; / . . . / 4 El 12 de enero de 1819,
en oficio al Director Supremo de las Pcias Unidas, San Martín expuso
“la verdadera situación en que se halla el Ejército de los Andes, así como
la conducta de este Gobierno /el de Chile/ con respecto al plan de ata
que sobre el alto Perú (bajo) , / . . . / Desde el mes de agosto hasta la fecha
no ha sido auxiliado el Ejército de los Andes con un solo real / . . . / desde
el momento en que la Escuadra de este Estado ha tomado la superiori
dad en el mar Pacífico, se han creído que los brazos del Ejército de los
Andes no le son ya necesarios, pues se cuentan y con razón, libres de
todo ataque, / . . . / . Las circunstancias anteriormente expuestas, me han
decidido para no perder el Ejército, a tomar el partido de acantonarlo
- 96 -
en la villa de Sta. Rosa sacándolo de esta Capital, el que se compone
de los Batallones 8, 7, 11, 2 Escuadrones de Cazadores a Caballo, v el
3er. Batallón de Artillería. Esta situación es más propia para esperar
los resultados de la contestación de V. E. la que espero sea a la mayor
brevedad.” 65
97 -
General Belgrano bajar con estas fuerzas para empeñarlas contra Santa
Fe, en la guerra civil desatada por Pueyrredón a fines de noviembre
de 1818, ante el fracaso de la invasión del Gral. Juan Ramón Balcarce,
que tuvo que retirarse sobre Rosario, aunque arreó 4.000 cabezas de
ganado y causó estragos mucho más severos que el que esos habitantes ja
más sufrieron de los indios, hasta la destrucción de casi todas las casas de
la Villa del Rosario 8. Pueyrredón obtuvo el 12 de diciembre de 1818
dos meses de licencia (por una herida accidental en su mano derecha).
Al igual que en 1816, se lavó las manos como Poncio Pilato, pero esta
vez las tenía tintas en sangre de sus hermanos santafesinos. Cabe in
clinar aquí la cabeza de vergüenza, porque mientras Pueyrredón des
truía a sus compatriotas, mantenía amistosas relaciones con los por
tugueses desde que invadieron la Banda Oriental en 18179. Peor aún,
acordó con los enemigos portugueses acciones combinadas contra los
entrerrianos, como se desprende de la carta que Rondeau, —sustituto de
aquél durante la licencia—, dirigió el 2 de febrero de 1819 al Gral.
Lecor, Barón de la Laguna, General en Jefe de las tropas portuguesas
de ocupación de nuestra Pcia. Oriental10*.
La campaña al Sud de Chile contra los realistas había terminado
con el triunfo patriota. San Martín ordenó la reunión del Ejército de
los Andes entre Curimón y Sta. Rosa de los Andes, dejándolo a cargo
interinamente del coronel Juan Gregorio de Las Heras, hasta la llegada
desde Talca del General en Jefe del Ejército del Sud y sustituto del
de los Andes, brigadier Antonio González Balcarce y pidió, el 14 de
enero de 1819, licencia para pasar a Mendoza. A fines de este mes
de enero, preparó un plan de operaciones para una expedición al Perú
de 2.500 a 3.000 hombres para hostilizar a los realistas desde la costa
del Pacífico, y explicó el modo de opera,! al Gobierno de Chile y a
G uido 11. El 14 de febrero de 1819 se puso en marcha a Mendoza
p ara conjurar la crisis contra la guerra de la independencia su dam e
ricana 12.
- 98-
sodio de San Luis en Chile y Peías. Unidas: “Ojo al charaui y preve
nirse con toda actividad.” No se equivocó. Desde Uspallata le volvió
a escribir el 18 de febrero de 1819: “ .. .los portugueses, Alvear y Ca
rrera están metidos en este negocio.”, confirmaban las últimas* noti
cias 13.
San Martín intervino para detener la guerra civil contra Artigas desatada
por Pueyrredón traidoramente aliado con el enemigo portugués
Al abarcar en su mente y en su corazón todo el panorama de la
gravísima crisis que estallaba a principios de 1819, San Martín había ido
a Mendoza para intentar conjurarla, y poder llevar a cabo el plan estra
tégico continental cuya ejecución se desmoronaba ante la inepcia de
Pueyrredón. San Martín probablemente no sabía que éste había reasu
mido el mando el 13 de febrero de 1819, cuando se dirigió al Director
Supremo el 23 de este mismo mes: “Exmo. Señor: Cuarenta días de
interrupción de comunicaciones con esta Capital y las noticias que tengo
recibidas tanto de Córdoba, como de la Villa del Río 4C- sobre la
situación crítica en que se hallaba el Ejército de Observación sobre
Santa Fe, igualmente que la insurrección de los españoles europeos en
San Luis, y a¡ más de ésto la marcha del Ejército del Perú con su General
en Jefe para la Pcia. de Córdoba, sin que de ella haya tenido el menor
antecedente oficial de V.E. ni del Gral. Belgrano, variando por estas
circunstancias todo el plan de operaciones formado, me han obligado
a ponerme en marcha, a fin de combinar con aquel Gral. las operaciones
subsecuentes, a cuyo efecto mañana lo verifico hasta encontrarme con
él, de cuya entrevista daré a V.E. parte por cuantos medios me sean
imaginables.” 14. Al día siguiente, 24 de febrero de 1819, le escribió
a Belgrano en términos similares, pero agregó: “ .. .y combinar con
su acuerdo los medios más útiles al bien y felicidad de la causa ame
ricana; al efecto mañana me pongo en marcha: el oficial Caparroz, o
las noticias que adquiera en el camino, me decidirán la ruta que debo
seguir hasta encontrar a V.E. El Supremo Director de Chile me co
munica con fecha 18 del presente haber nombrado una comisión me
diadora que ha recaído en las personas del Coronel D. Luis de la
Cruz, y el Señor Regidor D. Salvador de la Cabareda: su objeto es
interponer los respetos y buenos deseos de aquel Gobierno para transar
la guerra de Santa Fe y Buenos Aires: estos señores deberán llegar de
un momento a otro con sus respectivos diplomas, lo que comunico a
V.E. para su inteligencia.” 15
Sendas cartas salieron para Santiago de Chile el 23 de febrero
de 1819. A Guido: “Mucho me ha gustado el paso de la comisión me
99 -
diadora nombrada por ese Estado: ésta puede contribuir mucho al
objeto de paz que nos proponemos.” 16/A O’Higgins le dijo también:
“Me ha gustado infinito la comisión mediadora nombrada por ese
Estado. Ésta puede sacar más partido que ninguno de nosotros. Yo la
espero en San Luis para donde parto mañana por la mañana. Se han
tomado las medidas para que no haya detención en su viaje, como son
las de tener coche preparado y caballos en U spallata./. . . / Remedios
me encarga mil cosas para mi señora su madre y hermana: pienso que
marche para Buenos Aires en el momento que las montoneras lo per
mitan, pues está visto que si continúa en este país va a ser su sepul
tura.” 17 Como se ve, tuvo que llevar la cruz de la enfermedad grave
del amor de su vida, y de la obligada separación.
El 26 de febrero de 1819, San Martín le escribió a Estanislao López
una carta donde reafirmó sus aspiraciones más altas: independencia,
paz y unión interior. Le anunció que el gobierno de Chile había nom-
grado una comisión mediadora y que él le avisaría de su llegada. ‘ Yo
espero que conociendo mis sinceros deseos, me haga el gusto de con
testarme por un oficial de confianza, en la inteligencia que bajo la
garantía de su palabra, no tendré el menor inconveniente en presentarme
en el punto que Ud. me indique para que tratemos sobre los particula
res que llevo expuestos.” 18 San Martín creía que la belicosidad partía
de los santafesinos pero ignoraba que apenas recibido del mando, a
mediados de febrero de 1819, Pueyrredón había lanzado sobre Santa
Fe otro Ejército de Buenos Aires a órdenes de Viamonte, fuerte de
1964 hombres 19, que penetró hasta el Río Carearañá: era la 4? invasión
de Santa Fe por Buenos Aires desde 1815. Para impedir que López
fuera reforzado por Artigas, Pueyrredón acordó el 20 de febrero de
1819 con el Gral. portugués Lecor, Barón de la Laguna, el cierre de
los puertos del Plata a la navegación del Uruguay, excepto para los
buques de guerra de las Peías. Unidas y los de la escuadra portuguesa,
¡parece increíble!: pero los documentos están en el Archivo General de
la Nación 20. San Martín se había adelantado a San Luis, donde recibió
la carta deGuido del 25 de febrero de 1819: “ . . . el carácter que se le da
a la guerra en las últimas Gazetas promete pocos medios de termina
ción convencional: parece más bien que las armas deben decidir la
cuestión.” 21
Ante la indefensión de Cuyo, San Martín en marcha a San Luis,
desde Rodeo del Medio, a 22 km. al SE de Mendoza, el 27 de febrero de
i8 AGN VII-16-1-1.
17 Archivo de O’Higgins. T. VIII, Doc. 124.
18 DHLGSM, T. XI, pp. 191, 192. Belgrano avisó a San Martín en carta del
5 de marzo de 1819 que el oficio no fue entregado: “no hemos creído oportuno
remitirlo” en T. XI, p. 258.
i» AGN X-3-8-6.
20 AGN X-l-6-11.
21 DHLGSM, T. XI, p. 185.
100 -
1819, envió al Coronel Las Heras la siguiente orden: “Inmediatamente
que V.S. reciba éste, hará poner en marcha para la Ciudad de Mendoza
los dos Escuadrones de Cazadores a Caballo, pidiendo a ese Gobierno
los auxilios necesarios para poderlo verificar.” 23 Desde San Luis, es
cribió a Guido el 9 de marzo de 1819: por lo que veo esta guerra
nos va a concluir, y sólo tengo esperanzas en la comisión de Chile y
mis buenos deseos puedan apagarla, pues de lo contrario, aunque salga
mos victoriosos, el resultado será perder los bravos, aniquilar todo
género de recursos, aumentar mutuamente la odiosidad, dilatar la cam-
paña/del Perú/y al fin si viene la expedición española ser presa de
nuestras desaveniencias; .. ,” 23. Pero el 21 de marzo de 1819, la comi
sión mediadora que había alcanzado San Luis, ofició a San Martín —que
había vuelto a Mendoza— que el Director Pueyrredón la había recha
zado por considerarla “degradante para este Gobierno; y da al caudillo
de los orientales una importancia que él mismo debe desconocer por
su situación apresurada.” 24. L a ceguera de Pueyrredón era terrible:
sólo quería, por soberbia, sacrificios de la vida de sus compatriotas, en
una guerra estéril y estúpida, cuya inspiración era ciertamente diabólica.
Vuestro padre es el Diablo —dijo N.S. Jesucristo a los fariseos— el cual
fue homicida desde el principio” (Juan 8,44).
- 101 -
Paraná, por 5 cuadras de ancho, había sido sometida durante tres años
a seis invasiones con Ejércitos del orden de más de 2.000 hombres que
arrasaron con todo, y vejaron a sus compatriotas, hombres y mujeres
que defendía su pago. Parafraseando a nuestro santo Fray Mamerto
Esquiú diremos con dolor que, “como el Señor preguntaba a Caín
por su hermano: ¿Ubi est Abel frater tuus? (Gen, IV, 9) .. .¡Ah! bien
puede cubrir nuestras frentes un sombrío y feroz silencio . . . ” 27.
Porque fue un crimen de lesa patria, diabólico homicidio, porque
en lugar del amor entre hermanos, privó el odio, en lugar de la caridad,
la soberbia. En la misma carta a Guido ya mencionada del 6 de abril
de 1816, San Martín mostró la comprensión del problema de Santa Fe
y sus limpios sentimientos de patriota y hombre de bien: “yo no soy
de opinión de emplear la fuerza, pues cad a go ta de san gre am ericana
q u e se vierte me llega al corazón” . Después de tres años, tuvo que
volver a repetir estas mismas palabras de auténtica piedad cristiana,
con mayor razón aún, en las cartas que les envió a José Artigas y a
Estanislao López el 13 de marzo de 1819 28 con la comisión mediadora
chilena rechazada por Pueyrredón. El único que vio claro fue San
Martín ya que, si bien nunca conoció personalmente a Artigas, sabía
bien desde 1812 de sus altos ideales patrióticos a través del Capellán de
ambos, Padre Gabriel Enríquez de la Peña, nexo inicial entre los dos
proceres como lo he demostrado en mi libro “Vida de San Martín en
Buenos Aires”.
Pero los santafesinos, endurecidos por el infortunio, habían encon
trado a su caudillo. A principios de abril, San Martín pudo enterarse que
la vanguardia de Viamonte —500 hombres al mando de Hortiguera—,
cuando se dedicaba al saqueo de Coronda, sin respetar ni siquiera la
Capilla, fue atacada por el gobernador Estanislao López y aniquilada,
tomándole además 1.000 caballos. E l 16 de marzo de 1819 se presentó
López en el Carcarañá ante el grueso del Ejército de Buenos Aires sin ser
sentido: aprisionó las avanzadas y le arrebató 2.000 caballos. Viamonte
se retiró al Rosario el 1° de abril de 1819, donde se atrincheró, rodeado por
los santafecinos. El general Belgrano, con los restos del Ejército Auxilia
dor del Perú, unos 1.500 hombres, se movía muy lentamente entre las
postas de Zanjóníy Barrancas (unas 50 leguas al SE de Córdoba): “Yo ca
mino como la tortuga;/. . . /pero hay pecho para todo, y venga lo que
viniere, arriba está Quien las endereza.”, escribió a San Martín el 29 de
marzo de 1819 29. La firme fe de Belgrano le permitió acertar: la Divina
Providencia intervino para detener la guerra fraticida. “L a sabia carta
de U d ./ .. ./se la remitía conlos oficios del Senado/de Chile/ y de O’Hig-
gins y mis reflexiones a Pueyrredón pero el oficial que las conducía cayó
en manos de los de Santa Fe, los que viendo el interés de su contesto/
- 10 2 -
contestación/ las remitieron a Viamonte y éste al G obierno/.. . / ” —ex
plicó San Martín en carta a Guido del 21 de abril de 1819, refiriéndose a
documentos contrarios al repaso a Cuyo del Ejército de los Andes y “a
la necesidad de una prontísima transacción con los disidentes” 3°. Sobre
ésto escribió Pueyrredón a San Martín el 9 de abril de 1819: “/ . ■ ./L a
ocasión de remitir las comunicaciones/se refería a dichos documentos/
promovió la de un armisticio que se celebró entre Viamonte y López,
/ . . . / ” 303132, el 12 de abril de 1819, estipulando: retiro de las tropas de
Buenos Aires del territorio de Santa Fe y Entre Ríos; expeditas las
comunicaciones hacia el interior; colaboración para perseguir ladrones.
Los sufrimientos de los santafecinos estaban fructificando, con la ayuda
de Dios: “Dios, que gobierna soberanamente al mundo según un plan
establecido desde toda la eternidad, ha permitido estas vicisitudes a
fin de hacer resplandecer su gloria y sacar de mi mal pasajero un bien
duradero.” 3a.
El 15 de abril de 1819, Pueyrredón ordenó al Comandante en Jefe
de los Ejércitos Unidos, Gral. San Martín, el repaso a Cuyo del Ejército
de los Andes y su inmediata marcha a Tucumán donde serían recibidos
por el coronel mayor Francisco de la Cruz, 21? del Gral. Belgrano33345. E l
24 de abril de 1819, en carta a Guido, San Martín comentó: “/ . . ./h a
tenido un modo sumamente político de separarme del mando del Ejér
cito:” 84. El insólito relevo de San Martín era la venganza de Pueyrredón
por la intervención de éste en la paz con Santa Fe y Artigas, coronada
por el armisticio citado más arriba, donde la correspondencia de San
Martín favorable a la paz con los santafecinos sirvió de punta del hilo
que condujo la Divina Providencia para llegar finalmente a lo que
deseaba el corazón caritativo del héroe de los Andes y su amor por los
compatriotas. E l 25 de abril de 1819, presentó su renuncia: “/ . . ./ruego
a_ V.E.
» QPt
me conceda mí retiro a esta Provincia/Cuyo/sin
'
sueldo al-
guno .
L a ciudadela de América
La guerra fraticida desatada por el Directorio contra los compa
triotas y su traidora alianza con los enemigos portugueses, desgastó
a Buenos Aires, que ya no fue más la base de operaciones de la guerra
por la independencia sudamericana.
Entonces, San Martín buscó restablecer la voluntad independista
en Chile y en Cuyo. El 31 de abril de 1819, desde Mendoza, escribió
a O’Higgins: “/ . . ./U d. verá no ha sido admitida la mediación de los
- 103 -
diputados de ese G obierno./.. ./en una palabra mi amigo, estoy viendo
y palpando que sólo en Chile se puede form ar la cin dadela d e la A m é
rica, siempre que todos los amigos tengan la energía suficiente para
verificarlo./. . . / L a A m érica parece que tiene un D ios tutelar que la
auxilia en su s m ayores apuros.” 36 Ya en 1816 había dicho que “Chile
naturalmente es un castillo”3637* cuya reconquista “necesita esfuerzos y
yo veo que las atenciones inmediatas hacen olvidar la ciudadela de la
América” 3S. Era la base de operaciones para lanzar la continuación
de la guerra por la emancipación continental, sabiendo que Dios ayu
daba. Lo mismo diría nuestro santo Fray Mamerto Esquiú mirando esos
años con la perspectiva evangélica e histórica: “Si, Dios mismo había
preparado entre nosotros los dos grandes elementos de una poderosa
nacionalidad: paz interior y la vida del municipio, con el alma de la
completa verdad religiosa, merced a la atonía y desastres de nuestra
madre la España. Las diversas nacionalidades de la América española
fueron, pues, obra de la ley de la historia y de la Divina Providencia:
Domino Deo nostro justitia,” 39.
- 104 -
En cuanto San Martín se enteró de la salida de Pueyrredón, consi
deró eliminado el obstáculo para tratar de influir en la pacificación de
Santa Fe y en las buenas relaciones con Artigas. Recurrió a sus borra
dores de la carta que intentó remitir el 13 de marzo de 1819 con la
comisión mediadora chilena rechazada por Pueyrredón, y envió el 8
de julio de 1819 a Estanislao López una carta similar a las anteriores,
aprovechando el viaje de su tío el Coronel Hilarión de la Quintana a
Buenos Aires, quien la remitió desde el camino 44, siendo probable que
llegara a influir en el gobierno de Santa F e 45.
A fines de agosto de 1819, mientras San Martín preparaba la caba
llería en Mendoza (3 Esc. de Caz. a Cab.) y en San Luis (3 Esc. G C ) y
remontaba el Batallón N? 1 de Caz de los Andes en San Ju an 46, reci
bió una carta de Guido desde Santiago, 28 de agosto de 1819, donde
le informaba que se había cerrado “la contrata celebrada con este
gobierno por Peña, Sarratea y Soler sobre la habilitación y transporte
de los cuatro mil hombres al Perú.”47. La ciudadela de América se
consolidaba.
- 105 -
contienen con libertad de imprenta, seguridad individual, Ídem de pro
piedad, estatutos, reglamentos y constituciones: las bayonetas y sables
son las que tienen que rechazarlos, y asegurar aquellos dones precio
sos para mejor época; en el día compañero querido no puede haber otra
ley que la que inspire al que manda el peligro en que nos halla
mos/ . . . / ” 48
Las traiciones e intrigas, y las inspecciones y exploraciones que
realizó a gran galope, minaron su salud: fístula con hemorroides en-
gangrenadas en julio; su úlcera gástrica crónica; en agosto, con reuma
tismo inflamatorio, por consejo del Doctor Guillermo Colesberry, debió
dedicarse a reponerse, con seriedad. El 4 de septiembre de 1819, pre
sentó su renuncia al mando del Ejército, “para de este modo dedicarme
a la conservación de mi vida expuesta a su fin si así no lo hago. Ruego
a V.E. tenga la bondad de admitir en beneficio del Estado los sueldos
que me corresponde por mi grado, pues teniendo con qué subsistir có
modamente me son innecesarios.” 49
El masón Coronel Pinto, volvió a escribir a San Martín el 5 de no
viembre de 1819, incitándolo “a bajar con las fuerzas que pueda y con
la velocidad que le sea dable, y hallándose Ud. de General de todos
los Ejércitos autorizado plenamente por el Gobierno Supremo para obrar
como lo creyese más conveniente convidar con cuantas disposiciones
Ud. quisiese a Artigas y a los santafesinos para transar nuestras dife
rencias”. Como el Gobierno Central no era merecedor de la confianza
de los caudillos del litoral, recurrían a San Martín para que se hiciera
cargo del desquicio en que habían caído los directoriales y los comer
ciantes ingleses, la masonería de rito escocés de Buenos Aires, cuyo
venerable testaferro era Pinto. A éstos no les convenía que, como pa
trióticamente exigía Artigas, el Gobierno de Buenos Aires declarara la
guerra a los portugueses, porque éstos bloquearían con su escuadra el
Río de la Plata y sus grandes afluentes, con la consiguiente paralización
o, por lo menos, disminución del comercio con Inglaterra. Ante esta
perspectiva, los ingleses tenían dos caminos: o presionar sobre el rey
Juan VI para que evacuaran la Peía. Oriental y las Misiones, asunto
difícil de lograr, o presionar sobre el Directorio para eliminar a Artigas
que defendía la independencia y la integridad nacional haciendo la
guerra a los portugueses. Optaron por esto último que parecía más
fácil porque coincidía con el afán de dominación de Buenos Aires sobre
las provincias, política del Directorio, apoyado por los comerciantes,
de donde surgió la constitución unitaria de 1819.
L a masonería también lo acusaba: “han divulgado y hecho creer
a los descontentos y a los sencillos que Ud. está decidido (sic) del Go-
- 106 -
bierno, que desconfía de sus amigos, y que Ud. no bajará con su ejercito
en precaución de que no se le arme una emboscada para perderle.” No
era temor de los porteños: San Martín tenía una gran causa, que no
era la de Buenos Aires, sino de Sudamérica, y ya había dicho que
jamás desenvainaría su espada para luchar contra sus compatriotas.
Pero el masón proseguía con sus diabólicas incitaciones: “Añada Ud.
aún que la expedición española aunque demorada no está desistida/. . . /
Ni el prepararnos para resistirlas, ni el proyecto de expedición a Lima,
ni ninguna otra cosa de provecho pueden intentarse sin allanar antes
el territorio de Santa F e ,/ .. ./Todo está paralizado, todo está sin vida,
y todos los ojos están puestos en Ud. para que agregue este nuevo im
portante servicio a la Patria.” 50 San Martín sabía muy bien que ésta
era una proposición deshonrosa del masón Pinto sometido a los ingleses
que nada querían dar y sí sacarnos todo cuanto pudieran. Había que
despreciarlas, dándole la espalda, como hizo San Martín.
-1 0 7 -
■i
En cambio, San Martín mantuvo siempre los objetivos de la guerra
por la independencia sudamericana contra los realistas posesionados
del Alto Perú y del Virreinato de Lima, cuando aquellos Directores Su-
premos actuaban como Caínes contra sus compatriotas. El 26 de fe
brero de 1819 le escribió a López: “el que escribe a Ud. no quiere otra
cosa que la emancipación absoluta del Gobierno Español” 5345S*57. Al mismo
gobernador santafesino y al Gral. Artigas le escribió el 13 de marzo de
1819: “mi sable jamás se sacará de la vaina por opiniones políticas
como éstas no sean en favor de los españoles y de su dependencia” 04.
- 10 8 -
Cabe aquí iluminar nuestro enfoque sobre la obediencia con el
aporte de ilustres filósofos cristianos. El Padre Leonardo Castellani, es
cribiendo sobre “el pensamiento y la acción”, decía: “Santo Tomás/de
Aquino/ precisa incisivamente estas fronteras de la ley cuando habla
de la obediencia religiosa, la más rigurosa que existe. Es cierto que el
religioso debe acatar el mandato jerárquico a ciegas, ‘perinde ac ca
dáver’, como dicen que dijo Loyola; pero ningún hombre está dispensado
de guiar su vida con sus propias luces ni puede obrar jamás si su in
telecto no le pinta su acción en línea con la razón. Ningún voto del
mundo puede dispensar a un hombre de tener conciencia propia, porque
en eso justamente consiste ser hombre.” ñ9. San Martín, pues, obró
como hombre cabal, no como un autómata, cumpliendo con la obli
gación de razonar pensando en el bien común, que fue perdido de vista
por los que tenían los altos cargos en Buenos Aires. Obró como dijo
Santo Tomás de Aquino que debía obrar un hombre: “Es que cada
cual está obligado a examinar sus actos propios a la luz de la ciencia
que Dios le dio, sea natural, sea adquirida, sea infusa. Porque todo
hombre está obligado a obrar según razón.” 59 Esto es lo más impor
tante y justifica ampliamente la actitud de San Martín. Existiendo, por
tanto, cau sa plenam ente justificad a, no hubo desobediencia. Lamenta
blemente, la historiografía en boga ha copiado la desafortunada frase
con que Mitre tituló uno de los capítulos de su obra sobre el Liberta
dor: “La desobediencia de San Martín”, sin que nadie averiguara si
hubo realmente desobediencia, que nunca es tal habiendo causa jus
tificada, como he probado. El historiador tiene la obligación de inter
pretar los hechos, no rotularlos indiscriminadamente.
Supongamos que San Martín, en contra de sus propias conviccio
nes y quebrando su deber de conciencia, hubiera optado por la obe
diencia ciega, es decir, por lo que Mitre, a contrario sensu, parece pre
dicar al llamar el gesto de San Martín “desobediencia” a secas, olvi
dando que “La verdadera obediencia no puede dispensar jamás de
tener conciencia. Hay caso en que el súbdito tiene el deber de decir al
superior: ‘aquí estamos los dos haciendo barro’, y decírselo con la energía
con que San Pablo se lo dijo a San Pedro, ‘in faciem ei restiti’ como
dice el impetuoso tarsense”. Así escribió el Padre Castellani, quien, en
tre otras cosas, agregó al referirse a la “pasividad total abdicadora de
la personalidad” que “representa la corrupción de la virtud de la obe
diencia, corrupción que no es imposible. L a tentación de abdicar de
la conciencia moral y volverse un autómata sin miedo y sin riesgos y
una planta con patas, por inhumana que parezca, es un hecho.” 59
Veamos qué pudo haber pasado, si San Martín hubiera obedecido
como un autómata. En este caso, Mitre, en lugar de aquel malhadado
título hubiera podido colocar: “La obediencia ciega de San Martín”.
59 Leonardo Castellani. Seis ensayos y tres cartas. Bs. As., 1978, p. 32.
- 109 -
Está comprobado que San Martín a fines de 1819 y principios de 1820,
fue atacado de un terrible reumatismo que trató de curar bañándose
probablemente en las fuentes minerales de Puente del Inca, o la sul
furosa termal de Villavicencio, u otras que existían en Mendoza. No
obtuvo resultados según lo escribió a O’Higgins el 9 de noviembre de
1819: “Antes de ayer he regresado de los baños en los mismos términos
que fui.'’ 60 El 15 de diciembre de 1819, le contestó Guido: “L a última
de Ud. me ha dado un rato pésimo. La salud de Ud. me interesa más
que la mía. Si se restablece, abandónelo todo para tomar los baños de
Cauquenes, pues no debe perderse la presente estación.” 61 El 7 de
diciembre de 1819 San Martín ofició al Gobierno: “el nuevo ataque
que mi salud ha padecido me obliga y con parecer de los facultativos
a tomar los baños de Cauquenes.” 61 El 8 de enero de 1820, el Gobierno
contestó a su última renuncia al mando del Ejército, en estos términos:
Si el Gobierno Supremo de estas Pcias. no accedió a las continuas re
clamaciones que V.E. indica en nota 26 de diciembre último, dejó siem
pre a su arbitrio la elección del temperamento, tiempo y medios que
estimare oportuno al restablecimiento de su salud, sin hacer lugar a la
dimisión del mando del Ejército de los Andes, cuya organización y
triunfos son debido a su celo, actividad, opinión y conocimientos mi
litares. Estas mismas razones influyen hoy en la resolución de conceder
a V.E. su pase a los baños de Cauquenes, y cuidar exclusivamente de
su convalescencia y entera reposición, bajo aquella calidad y con la
investidura de Capitán Gral. y en Jefe del citado Ejército, ya sea reu
nido o seccionado/.. . / ” '6263. Inmediatamente San Martín cruzó la cor
dillera en una camilla que hizo construir Alvarado 6S, llevada por 60
soldados turnándose, y en el primer camino, al terminar la senda de
la montaña, tenía el coche que le había enviado Guido: “Tendrá Ud.
la calesa y todo pronto” (carta del 15 de diciembre de 1819) 04. La
Orden del Día del Cuartel General del Ejército de los Andes del 15
de enero de 1829, reflejó la esperanza de pronta curación de su Co
mandante, en el “santo y seña” : “El Ángel tutelar de América - Nos
conserve el Gral.” 65
- 110 -
el mando y breve movimiento de esta división expedicionaria al Coro
nel D. Rudeeindo Alvarado o al de igual clase D. Mariano Necochea
a quien recomendará con todo encarecimiento la mayor actividad y efi
cacia en el cumplimiento de esta pro vid en cia;/.../” 68. Asumido el
mando por cualquiera de ellos, había que dejar en Cuyo para cuidar el
orden, no menos de la tercera parte de esos efectivos. L a situación de
esta División fue descripta por San Martín en carta a O’Higgins del 9
de noviembre de 1819: “Tengo la orden de marchar a la Capital con
toda la caballería e infantería que pueda montar; pero me parece im
posible poderlo realizar tanto por la flacura de los animales, como por
la falta de numerario, pues los auxilios que me han remitido en letras
han sido protestadas por este comercio, siendo así que venían de co
merciantes ingleses.” 67 San Martín había recurrido a los gobernadores
de San Luis y de Córdoba, quienes contestaron que por la sequía se
hacía muy difícil abastecer caballos y ganado vacuno en buen estado
como para una larga marcha (oficios del Gobernador Castro del 28 de
noviembre de 1819) 8S. Se sumaba a estas dificultades, que más de la
mitad de la fuerza estaba formada por reclutas como reiteró San Martín
a Rondeau el 16 de noviembre de 1819, careciendo de oficiales para
instruirlos: “Tengo dicho a V.E. la falta notable que hace en el Regi
miento de Granaderos a Caballo los Jefes de él que se hallan en ésa.
Este Cuerpo en el día tiene más de cuatrocientos sesenta reclu tas/... / 69
En estas condiciones, es lógico que la capacidad combativa de estas
fuerzas hubiera disminuido después de marchar más de 250 leguas
(1.250 km.) en malos caballos y mal alimentados. Se sumaría al des
gaste de las caballadas y cansancio de tropas bisoñas, la retirada a
Córdoba del Ejército Auxiliador del Perú que, muy reducido, se había
sublevado el 9 de enero de 1820, por lo que, era presumible que antes
de llegar al Arroyo del Medio, la División de Cuyo hubiera tenido que
combatir por lo menos con las guerrillas de Estanislao López y Fran
cisco Ramírez, bien montadas, si tenemos en cuenta que, cuando Ra
mírez se replegó al Norte del Arroyo del Medio el 15 de noviembre
de 1819, arreó unos 5.000 caballos desde San Antonio de Areco, can
tidad estimada por el brigadier Martín Rodríguez desde San Nicolás.
De este modo, llegada la División al Arroyo del Medio, no hubiera
sido ninguna fuerza imponente capaz de gravitar decisivamente en el
combate, cuando se encontraran bajo el mando de Rondeau cuya inep
titud como conductor de tropas ha sido sancionada por la historia mi
litar argentina ya que, después de su victoria en el Cerrito (31 Dic.
1812) , sólo mostró pasividad en el sitio de Montevideo, y la derrota de
Sipe-Sipe (29 Nov. 1814). Por tanto, el aporte de las tropas de San
-1 1 1
Martin nada aseguraba que pudiera revertirse la victoria que Ramírez,
en ocho minutos de combate, obtuvo sobre las tropas de Buenos Aires
en Cepeda el 1° de febrero de 1820.
- 112 -
el liberalismo español, como lo ha probado el Padre Cayetano Bruno73.
No sólo ésto, también veremos cómo, por don de Dios, a través de la
formación católica del General San Martín, se implantó en el Perú el
mejor régimen político, contrario al libeialismo.
72 Cayetano Bruno, SDB. E l clero abrió a San Martín las puertas de Lima.
Revista Universitas, N? 74, Bs. As., 1985. , „ „ vf j ■ i
78 yi. Demongeot. E l mejor regimen político según Santo Tomas. Maona,
1959, pp. 11, 12.
74 Ibidem nota N¿ 59 precedente, pp. 38, 39.
- 113 -
bemar, ninguna injerencia en el gobierno; los que tienen poca, poco-
y así gradualmente hasta la cúspide del poder.” 75 “Santo Tomás hizo
el esquema del mejor régimen en las actuales circunstancias del hombre
caído, no teóricamente y en el aire, como Locke y Rousseau; y allí re
comendó, como se dijo, la elección. ¿Cuál elección? El gobierno es más
suave y mas estable -d ice él— cuando el pueblo elige a los príncipes o
magnates -n o dice a los monarcas”, que en su tiempo eran heredita
rios, y eso el no rechazó- “a los príncipes secundum virtutem, que sean
virtuosos o cap aces; p ara lo cual naturalm ente d eb e conocerlos • y -p r o
sigue— cuando tam bién ellos, los electores, pueden ser elegidos; que es
lo que llam am os aristocracia ab ierta ; o sea, donde p u e d a entrar quien
quiera tenga m éritos aunque no d e sopetón y él sólo, sino en el seno
a e su fam ilia; por una elevación o ascenso social prudente de la s fam i
lia s y 110 d e los singulares sueltos ” 78
114 -
verdadera. El 8 de octubre de 1821 se juró en Lima el Estatuto Pro
visional dado por el Protector del Perú, cuya Sección Primera esta
blecía: “Art. r ;) L a religión católica, apostólica romana es la religión
del Estado: el Gobierno reconoce como uno de sus primeros deberes
el mantenerla y conservarla por todos los medios que estén al alcance
de la prudencia humana. Cualquiera que ataque en público o priva
damente sus dogmas y principios, será castigado con severidad a ^pro
porción del escándalo que hubiese d a d o ./.. ./Art. 3- Nadie podra ser
funcionario público, si no profesa la religión del Estado.
La aristocracia, o el compartir el poder con los pocos mejores, se
concretó en el Consejo de Estado “compuesto de doce individuos: a
saber, los tres Ministros de Estado, el Presidente de la Camal a d
Justicia, el General en Jefe del Ejército Unido, el Jefe del Estado Ma
yor General del Perú, el Teniente General Conde de Valle-Oselle, el
Deán de esta Santa Iglesia, el Mariscal de Campo Marques^ de Tone-
Tagle, el Conde de la Vega y el Conde de Torre-Velarde. Sus fun
ciones eran: “dar su dictamen al Gobierno en los casos de difícil deli
beración, examinar los grandes planes de reforma que Tuviese en con
templación el Protector, hacer sobre ellos las observaciones que mejor
consulten al bien público, y proponer los que sean ventajosos a la pros
peridad del país.” 7980
Para afianzar y dar permanencia a la clase aristocrática, y procurar
su integración con las familias cuyos miembros descollaban por sus vir
tudes militares y cívicas, se oreó la Orden del Sol, dividida mi tres clases.
Fundadores, Beneméritos y Asociados, que ocupaban desde las mas
grandes dignidades del Estado y de las Fuerzas Armadas, y preferencia
en los empleos y ascensos, de acuerdo con su categoría. Las prerroga
tivas eran hereditarias y los descendientes recibirían una educ;icion es
merada. La Orden se colocó bajo el patrocinio tutelar de Santa Rosa
de Lima “en cuya festividad se celebrará todos los años una función
solemne en la Iglesia de Santo Domingo”, establecía el Estatuto.
El consentimiento y cooperación de todos, en la medida de lo
posible y de la capacidad de cada uno, o sea la república, se hacia en
las municipalidades.
En noviembre de 1821, San Martín reunió al Consejo de Estado y
se resolvió establecer una monarquía en el Perú, enviándose una comi
sión a Europa con ese fin. En carta a OHiggms asi lo explico el L i
bertador el 30 de noviembre de 1821:“/ . . . /Al fin (y por si acaso, o bien
dejo de existir o dejar este empleo) he resuelto mandar a García del
Río v Paroissien a negociar no sólo el reconocimiento de la mdependen-
115 -
cia dé este país, sino dejar puestas las bases del Gobierno futuro que
debe regir. Estos sujetos marcharán a Inglaterra, y desde allí se^ún
el aspecto que tomen los negocios, procederán a la península; a su paso
por esa instruirán a Ud. verbalmente de mis deseos, si ellos convienen
con los de Ud. y los intereses de Chile, podrían ir dos diputados por ese
Estado, que unidos con los de éste, harían mucho mayor peso en la
balanza política, e influiría mucho más en la felicidad futura de ambos
Estados. Estoy persuadido de que mis miras serán de la aprobación
de Ud., porque creo estará Ud. convencido de la imposibilidad de erigir
estos países en repúblicas. Al fin yo no deseo otra cosa que el estable
cimiento del gobierno que se forme sea análogo a las circunstancias del
día, evitando por este medio los horrores de la anarquía. ¿Con cuánto
placer no veré en el rincón en que pienso meterme constituida la Amé
rica bajo una base sólida y estable? Repito por último, que García
plum a” « Ud‘ verbalmente sobre Planes que no me es posible fiar a la
- 116 -
LA EVANESCENTE ESPIRITUALIDAD
PROGRESISTA *
P. C a r lo s M. B u e l a
- 117 -
“la Iglesia vive ífttegramente en los individuos, en los santos. Ellos
son la Igle sia.. .’,56.
Por eso la historia religiosa de la Revolución es más una historia
espiritual que una historia eclesiástica. De ahí que sea difícil de ha
cer. En los tiempos de persecución, la gente casi no se manifiesta,
escribe poco, y si escribe sus escritos se pierden. Después, una vez
terminada la persecución, no les gusta evocar el recuerdo de esos
días negros. Tanto que, contrariamente al dicho, son los pueblos des
venturados los que no tienen historia.
Reconstruir la historia espiritual de Francia durante la Revolución
será por tanto un trabajo largo y penoso. Será un trabajo ingrato
y con pocos consuelos. Sin embargo habra que aplicaise a ello. Poi -
que no es todo describir la resistencia, es preciso también comprende!
la fuerza que la animó.
(Trad. del P. Alfredo Sáenz)
-7 4
SAN MARTÍN Y EL LIBERALISMO
Por el Coronel H éc to r J u a n P ic c in a l i
- 75 -
El repaso a Chile de la División del Ejército de los Andes que
se encontraba en Cuyo, se produjo sin lucha, a pesar de que fue su
blevado el Regimiento N1? 1 de Cazadores de los Andes (800 hom
bres ) en San Juan el 9 de enero de 1820, por el Capitán retirado Ma
riano Mendizábal en complicidad con el Teniente Francisco Solano
Corro y los suboficiales, deteniéndose a todos los oficiales, parte de
los cuales fueron asesinados posteriormente por una soldadesca des
quiciada que terminó por disolver el Regimiento4. San Martín se en
teró más tarde de este grave hecho, puesto que cruzó la cordillera
para ir a Santiago y luego a los baños de Cauquenes, antes del 10
de enero de 1820, según se desprende de la carta del Gobernador de
Cuyo, Luzuriaga, a Guido el 15 de enero de 1820567, habiendo dejado
a cargo de la División al Coronel Rudecindo Alvarado. El Cabildo
de Santiago de Chile le pidió a San Martín el 11 de enero de 1820
que aceptara una demostración pública a su llegada a la Capital, la
que se produjo antes del 15 de enero de 1820 en que firmó un borra
dor sobre los efectivos necesarios para expedicionar sobre el Perú que
encabezó con estas reflexiones:
“ Sería inútil tratar d e probar la n ecesidad d e expedicionar sobre el Perú
cuando todos los am an tes d e la cau sa están convencidos que d e no hacerlo
la suerte de la A m érica está expuesta si no a sucum bir por lo m enos a qu e
se form e en su seno la m ás horrenda an arqu ía; cerciorado d e e sa verdad,
m e resuelvo a p esar d e l estado d e m i salu d a m an dar la expedición que sé
proyecta bajo las condiciones siguientes qu e creo precisas p ara esperar un
resultado favorab le.” 6.
76 -
Podría decir como el Cid Campeador: “Por n ecesidad batallo / y
una vez pu esto en m i silla / ¡S e v a ensanchando C astilla / delante
d e mi caballo!”. Para San Martín, Castilla es su América, donde el
caballero cristiano se juega por la justicia de la causa.
En la misma carta a Godoy Cruz le dijo: “N o es mi opinión que
se rom pan las hostilidades contra San Ju an : esto sería aum en tar los
m ales” pero dispuso la protección de Mendoza, hasta que ésta arbi
trara sus propios medios, según expresó en oficio al Cabildo-Goberna
dor del 30 de enero de 1820:
“ M as entretanto como la presen cia d e la fu erza d e L ín ea, no sólo p ro
tegerá las disposiciones d e V. S. p ara m antener e l orden d e la Provincia y
a los vecinos p acíficos y honrados d e ese pueblo, sino qu e contendrá las
pretensiones d e los so ld ad os am otinados d e San Ju an , ordeno con esta fe
ch a al C om an dante General d e la D ivisión d e los A ndes Coronel D on Ru-
decindo Á lvarado, su sp en da su m archa ordenada p ara ésta, y qu ed e en esa
Provincia Ínterin varíen las am enazantes circunstancias del d ía.” 10.
- 77 -
“/ . . . / H oy h ace 8 d ía s qu e ignoro absolutam ente lo q u e p asa por
ésa : / . . . / Extrajudicialm ente he sabido la lleg ad a d e A lvarado, d éle U d
mis m em orias, y d ígam e si ha tenido algun a novedad en su s m archas. / . . . /
N a d a s é si h ab rá salido el Ejército p a r a el C an tón y si todo a esta fec h a e s
tará facilitado para su m archa.” 15.
Era cierto lo que Artigas expresó: que San Martín tenía parte
importante en la resolución del problema de los Pueblos del Litoral
contra el Directorio y los portugueses invasores aliados: si sumaba sus
fuerzas a éstos podía destruir parte de la Nación. En cambio, si no
intervenía, como lo hizo, permitía a los Pueblos decidir de su suerte.
Los hechos que San Martín condujo con sabiduría y prudencia ejem
plares, no desmintieron jamás su clara posición de no luchar contra
sus hermanos compatriotas, ni aún contra sus subordinados amotina
dos en San Juan. San Martín y Artigas, como el Cid Campeador —cu
yo poema he citado más arriba—, batallaban por necesidad para ayu
dar a sus hermanos sudamericanos a emanciparse de los decadentes
Borbones y de toda dominación extranjera, intuyendo que esto era
grato a Dios; nunca para hacer matar por afán de dominación ni por
soberbia, como los masones que atizaban la lucha fratricida. Ambos
eran aristócratas, en la alta significación que le dio el insigne filó
sofo y teólogo Padre Castellani: “Sólo el aristócrata ama al pueblo,
porque el aristócrata necesita del pueblo, no para ser su sanguijuela
como el demagogo, sino para ser su cabeza; y en todo amor hay
una necesidad, como enseñó Platón en el Convite / . . . / ¿Cómo no
va a necesitar del pueblo un real aristócrata, si es la form a del pue
blo y la forma no puede existir sin la materia?” 15617.
- 78 -
San Martín nunca perdió de vista la reconquista del Alto Perú,
importante patrimonio heredado por las Provincias Unidas del Río de
la Plata del Virreinato del mismo nombre. Como hemos visto en
GLADIUS n<? 14, página 112, cuando se enteró que el General Juan
Bautista Bustos había sublevado el Ejército Auxiliador del Perú, re
tirando sus restos a Córdoba donde se proclamó Gobernador, expre
sando que tenía por objeto “salvar a la Patria de la desastrosa guerra
intestina”, y llevar adelante “la obra majestuosa de nuestra indepen
dencia” para lo cual se proponía “convertir las armas contra los ti
ranos que ocupan el Perú”, San Martín intentó hacerlo participar en
la maniobra estratégica, enviando de inmediato al Secretario del Ejér
cito Expedicionario al Perú, quien se presentó en Córdoba con un
oficio de fecha 16 de febrero de 1820, cuyo primer párrafo expresaba:
“ D ebiendo la E scu ad ra d a r a la vela indefectiblem ente en todo m ayo
con el E jército Expedicionario al Perú, según decreto d el Gobierno Su pre
mo d e este E stad o , sancionado por el Exm o. Senado, he creído consecuente
con un concepto d e patriotism o d e los Pueblos y d e V.S., d eb er inform ar
les d e esta resolución firm e e invariable. P ara ello, y que les m anifieste
circunstanciadam ente el cúm ulo d e p eligros que nos am enazan, si no a p ro
vecham os d e los m om entos (tal vez los últim os d e una esperanza probable)
qu e nos quedan, envío cerca d e V.S. con el carácter d e D iputado por mí,
a l Secretario d el E jército D on D ionisio Vizcarra. E l m an ifestará a V.S.
la im portancia su m a d e que será a la c au sa general, u n a cooperación vigo
rosa d e todas las fuerzas p osibles d e esas p arte s con la s expedicionarias. de
ésta. Y le observará tam bién los resultados infalibles que debem os prom e
tem os, d e nuestros m ovim ientos com binados. L a proporción de desem barcar
en el punto q u e se quiera, d a a las fuerzas por la m ar la aptitud d e prin
cipiar y em peñar las Iw stilidades. J . . . / En el plan general en que están
com pu tadas, las prob ab ilidad es respectivas d e las d o s p artes beligerantes,
la su m a d e p oder qu e p ueden prestar V.S. y los Pueblos, nos d a la casi
evidencia del suceso: sin su concurrencia se m ultiplican en un triple la s pro
h ab ilid ades d e los enem igos.” 18. AGM-X-4-4-2.
18 AGN, X-4-4-2.
19 AGN, VII-16-1-1, Doc. 140.
20 DHLGSM, T. XV, p. 172, y Archivo del Brigadier General Juan Facundo
Quiroga, T. I, p. 127.
- 79 -
subordinado Ramírez, desviado de sus ideales artiguistas por los ene
migos masones Sarratea, Alvear y Carrera, aliados con los invasores
portugueses, hasta lograr la derrota y prisión de Artigas en el Para
guay. Pero la semilla sembrada por el fundador del federalismo ar
gentino estaba dando sus frutos: en la carta a Guido citada prece
dentemente, San Martín consignó:
r . H e recibido com unicaciones d e l C abildo d e M endoza y San
L u is qu e m e comunican h aber sido invitados por B u stos p ara la remisión
a e m d ip u tad o facu ltad o p ara tratar sobre la federación y Gobierno d e
la s Provincias: m e piden mi p arecer p ara resolver sobre el particular- hoy
quedaran contestados.” 21. 3
80 -
Cabildos que representaban a los Pueblos. Había nuevos argumentos
y nuevos roles. Era necesario armonizar la voluntad política para
llevar adelante la guerra de la independencia de Sudamérica y recrear
el plan estratégico continental. Lo primero era dar base política só
lida al Ejército de los Andes que había quedado en el aire. Según
escribió en la carta a Guido citada precedentemente del 7 de marzo
de 1820, se retiró el sábado 11 de marzo de 1820 de los Baños de
Cauquenes,
“ p ara R an cagu a en donde perm aneceré lo preciso p ara p a sa r revista al E jé r
cito y en seguida p asa r a é sa S a n t i a g o de Chile— a ver si se p uede activar
los aprestos d e expedición / . . . / ” 23.
- 81 -
L a maniobra sobre el Alto Perú, ante la ausencia de un comando
unificado era problemática. Pero la presencia de Bustos en Córdoba
con sus declaraciones de colaboración e influencia para lograrla en
Tucumán y el patriotismo probado de Güemes en Salta, aseguraban
poder llegar a lanzar una operación en el Alto Perú como aspiraba
San Martín, según lo expuso Bustos en oficio a dichas Provincias en
5 de marzo de 1820 26.
- 82 -
Desde entonces todo el accionar de Carrera estará signado por la
venganza, apetito desordenado provocado por la ira 2829, a la que es
aplicable las palabras de Nuestro Señor Jesucristo en el Sermón de
la Montaña.
28 Antonio Royo Marín, O.P., Teología moral para seglares, Madrid. 1973.
p. 214.
29 p. Leonardo Castellani. El Evangelio de Jesucristo, Bs. As., 1967, pp. 267,
268.
30 Santo Tomás de Aquino. Suma Teológica, T. VIII, 2-2 q. 34, II 5, p. 1009,
Ed. B.A.C., Madrid, 1959.
31 Ibídem precedente, T. IX, 2-2 q. 108, a. 1, p. 479.
- 83 -
Pueyrredón apeló a su aliado contra Artigas, el General Lecor, Co
mandante del Ejército portugués invasor de la Provincia Oriental, pero
éste era amigo de Carrera y nada obtuvo. Entonces, reclamó ante
la Corte de Río por medio del delegado Manuel José García, cuya
complicidad con la invasión portuguesa dábale cierto predicamento
ante el R ey 32. Así, llegó la orden y Carrera salió de Montevideo el
l 9 de julio de 1819.
Carrera tenía una rara habilidad para influir sobre las personas,
y estableció una relación con Francisco Ramírez, a quien ofreció los
servicios de su imprenta que logró sacar de Montevideo. Artigas ad
virtió a Ramírez sobre Carrera como espía y dispuso que fuera de
tenido (“se lo asegure” ), pero Ramírez le contestó que necesitaba de
la ‘Imprenta Federal de Entre Ríos” —como pasó a llamarse— en la
campaña contra Buenos Aires. Lo más notable fue que reprodujo y
difundió la carta de Rondeau a Lecor del 2 de febrero de 1819 —cuan
do reemplazó transitoriamente al Director Pueyrredón herido en una
mano por accidente— para acordar una maniobra convergente sobre
Entre Ríos en combinación con los portugueses invasores, traidora in
tención que fue reiterada por el mismo Rondeau ya nombrado Director
Supremo en carta a Manuel José García, y que está en el Archivo Ge
neral de la Nación33. El conocimiento de estos hechos decidieron a
Estanislao López a entrar en la guerra contra Buenos Aires, según
lo dijo.
La confianza de Ramírez en Carrera fue creciendo rápidamente,
unida también a la de López, tanto que se le encargó, junto a Cosme
Maciel, la misión de convencer a Bustos para que se uniera a la ofen
siva de ambos caudillos contra Buenos Aires, negándose el cordobés.
No obstante, el l 9 de febrero de 1820, Francisco Ramírez derrotó a
Rondeau en la Cañada de Cepeda, con una carga fulminante que
destruyó en contados minutos la caballería de Buenos Aires, tras la
que huyó el último Director Supremo, dejando la infantería entre las
carretas del parque al mando del Coronel Mayor Juan Ramón Bal-
carce, mientras volaban los chasquis con los partes de la victoria, a
Santa Fe, Entre Ríos y a Artigas que hacía diez días había tenido la
desgracia de que sus fuerzas, al mando del Coronel Andrés Latorre,
fueran derrotadas completamente por los portugueses en Tacuarembó,
el 22 de enero de 1820. Dominada la campaña y la ciudad de Bue
nos Aires por las huestes entrerrianas y santafecinas, el Cabildo nom
bró a Sarratea Gobernador Provisional de la Provincia, y el 23 de
febrero de 1820 se firmó el tratado del Pilar que establecía la Re
pública, la federación y la reunión de un Congreso de las provincias
en San Lorenzo, Santa F e 34. Nada decía sobre la guerra contra los
portugueses ni sobre el Protector de los Pueblos Libres, quien fue
32 AGN, X-í-6-10.
33 AGN, X-l-6-10.
34 Gaceta de Buenos Aires, Ed. facsimilar, T. VI, pp. 81 a 85.
- 84 -
llamado sólo el Capitán General de la Banda Oriental, a quien se
invitaba a entablar relaciones con las otras provincias. Ramírez vic
torioso, con sus inexpertos 34 años de edad, confiaba en sus adula
dores Sarratea, Alvear y Carrera, enemigos del gran caudillo argen
tino Artigas.
Ante el panorama que ofrecía el país, Carrera estaba en posición
de poder llevar adelante sus maquinaciones de venganza contra San
Martín y O’Higgins: “la ciudadela de América del Sud” peligraba...
Formó un pequeño ejército de 600 hombres ayudado por Sarratea, con
oficiales, suboficiales y soldados chilenos que estaban en Buenos Aires,
y estableció su campamento en la Chacarita, donde lo secundaba el
Coronel chileno José María Benavente, eximio sableador, su brazo
derecho. Sus actividades se ven muy claramente a través de la co
rrespondencia con O’Higgins del diputado de Chile ante el Gobierno
argentino Miguel Zañartú. En carta del 4 de marzo de 1820, le es
cribía:
“Amigo mío amado: Ya me hallo en mundo diverso de aquél a que
fui enviado. Yo vine cerca del Gobierno supremo de las Provincias Uni
das, y ahora, como por encanto mágico, me veo, no en la capital del Sud,
sino en una Provincia devastada y desunida de las otras. / . . . / dió a Ca
rrera, mediador de la paz, una importancia cual Ud no puede concebir.
Vive en casa de Sarratea disfrutando el cortejo y adulaciones de todo el
pueblo; y tomando en los negocios una mano que muchos lo miran como
un secreto gobernante. Ni podía ser de otro modo, porque como desde
la primera hasta la última autoridad se ha puesto al gusto de los montone
ros a quienes gobernaba Carrera, / . . . / Ahora está trabajando para que
vuelva Alvear / . . , / ” 35,
- 85 -
el golpe, Alvear pidió a Carrera que protegiese la salida de la ciudad,
lo que éste hizo interponiéndose entre las tropas del Coronel Do
mingo Freneh que iban a detener a Alvear, y sus seguidores37.! Ter
ció también desde Pilar, Francisco Ramírez en oficio a Sarratea de
dos fojas donde le pidió protección para el General Alvear y su nu
merosa comitiva. El 2 de abril de 1820 volvió a oficiar Ramírez desde
San Antonio de Areco, donde se interesaba por la amnistía a Alvear
y ' oficiales que lo acompañaban. De paso, le dio a Sarratea “ocho
días de plazo para el exacto cumplimiento del tratado del Pilar (cláu
sulas secretas), el envío de armas y demás artículos de guerra que
me pertenecen, bien sea por mar o por tierra” 3839.
Carrera no sólo perdió la oportunidad que Alvear pudo haberle
brindado, sino que en su retirada a Santa Fe sus montoneros saquea
ron todo lo que encontraron a su paso, y esto produjo un fuerte ren
cor de los porteños que se reflejó en los periódicos, especialmente
“El Año Veinte” y el n° 5 del “Desengañador Gauchi-político” del
Padre Fray Francisco de Paula Castañeda, con su aguda pluma siem
pre al servicio de las causas nobles, fustigaron acremente a Carrera
y a Sarratea que lo sostenía. Carrera llegó al Río Carcarañá, en cuya
boca estableció su campamento. San Martín, bien informado desde
Buenos Aires por sus parientes y por Zañartú, reclamó enérgicamente
al Gobierno de Sarratea en un extenso oficio de fecha 13 de abril de
1820:
“ Se han recibido avisos positivos d e qu e D on Jo sé M iguel Carrera
levanta a la vista d e V.S. y d e ese heroico p ueblo, una división d e tropas
destin adas a p asar los A ndes e introducir la an arqu ía en este E stad o , p ara
d esq uiciar si es posible el p oder preparado contra los enem igos d e la A m é
rica y saciar un espíritu d e venganza. E sta ocurrencia qu e a toda luz d eb e
estim arse como un triunfo de los españoles, no ha podido menos qu e llam ar
la atención d e este Gobierno p ara inutilizar los esfuerzos d e ese genio de
la discordia, retardándose a sí los aprestos expedicionarios con perjuicio g e
neral, pero inevitable en la s circunstancias actuales. Si yo pud iese dividir
m is afecciones personales d e los deberes de m i destino público, yo pondría
süencio a esto, por m á s q u e fu e se como lo soy el blanco d e las insidias d e
ese funesto aventurero, h asta qu e un suceso decidiese la suerte d e am bos,
pero C arrera intenta la ruina d e un E jército q u e m ás d e una vez ha sal
vado a la Patria, la p rop agació n d e la gu erra civil, y sobre todo la disolu
ción d e los vínculos d e alian za y am istad q u e m otivos d e utilidadr ecíproca
han consagrado entre esa provincia y los pueb lo s d e C hile.” 39.
*
- 8 6 -
cierto: Corro había depuesto a Mendizábal el 21 de marzo de 1820,
colocó de Gobernador a José Ignacio Fernández Maradona, y envió
un emisario a Carrera para ofrecer sus tropas, la mayor parte chilenas,
para cruzar a Chile y deponer a San Martín y O’Higgins. Carrera no
perdió un minuto en aceptar el ofrecimiento el 24 de abril de 1820,
y obtuvo de Ramírez 100 hombres más para el proyecto, sobre el que
escribió al Teniente Coronel Alejandro Heredia, segundo de Bustos, a
quien envió al Capitán Tomás Urra con una carta suya y otra de
López, emisario que llegó a Córdoba el 5 de mayo de 1820 4°.
Pero Carrera ignoraba que San Martín mantenía una continua
coordinación y correspondencia con Bustos a quien precisamente en
esos días le escribió tres cartas4041. Las dos primeras muy breves:
“ E stan do ya a concluirse los preparativos d e la Expedición L ib e r ta
dora ¡del Perú, qu e se realizará con segu rid ad por todo el m es presente,
he creído d e m i obligación noticiarlo a V .S. a fin d e que partiendo desd e
este seguro concepto, p u e d a adoptar la actitud qu e convenga a su p atrio
tismo y honor. D ios gu arde a V.S. m s.as. Santiago d e Chile, 2 d e m ayo
d e 1820. F d o : Jo sé d e San M artín .........................................................................
Sr Coronel M ayor D on Ju a n B au tista Bustos, G ral en Je fe del E jé r
cito A uxiliar d e l Perú y G obernador Intendente d e C órdob a.”
“Doy a V.S. las gracias por la comunicación de 21 del próximo an
terior, en que refiriéndose a las últimas noticias de Tucumán de 9 del mis
mo, me instruye del avance de una partida de caballería del enemigo so
bre el pueblo de Uquía; esperando que V.S. se dignará continuar con estos
avisos que convienen tanto al concepto que debe dirigir mis operaciones.
Dios guarde a V.S. ms. as. Santiago de Chile, 3 de mayo de 1820. Fdo.
José de San Martín.”
- 87 -
días de la Provincia de Córdoba43; el Gobernador de ésta reconvino
al de San Juan por su ofrecimiento a Carrera, y le aconsejó rechazar
a Urra. Bustos fue el primer caudillo federal que se definió por de
fender “la ciudadela de América” para la empresa sanmartiniana de
independencia.
Mientras tanto, en Buenos Aires, el 1° de mayo de 1820 se dio
a conocer por bando la nueva Junta de Representantes constituida por
directoriales quienes, al día siguiente, aceptaron la renuncia de Sa-
rratea y designaron Gobernador a Ildefonso Ramos Mejía (Alcalde
2':’ Voto del Cabildo). El 26 de mayo de 1820, se nombró Coman
dante de Armas al General Miguel Soler, quien el 15 de junio de 1820
no aceptó ser reemplazado por el Brigadier Martín Rodríguez, porque
aquél retuvo el mando del Ejército acantonado en Luján, se hizo nom
brar Gobernador y Capitán General de la Provincia, renunciando la
Junta de Representantes. El 20 de junio de 1820 renunció Ramos Me
jía y reasumió el Cabildo, hasta que el 23 de junio de 1820 entro
pomposamente en Buenos Aires Soler y tomó posesión44.
Estos cambios dieron pretexto para que a mediados de junio E.
López, Alvear y Carrera con 1.300 hombres invadieran la Provincia
de Buenos Aires. Era una nueva oportunidad para el encumbramien
to de Alvear y consiguiente fortalecimiento de los proyectos de Ca
rrera sobre Chile. Soler salió a Luján y Dorrego quedó a cargo de
la defensa de la ciudad como Comandante de Armas sustituto. Soler
fue completamente derrotado en el combate de la Cañada de la Cruz,
algo más de tres leguas al Noroeste de la Villa de Luján, donde la
Caballería Cívica huyó, y se rindió el Regimiento de negros Caza
dores sin abrir el fuego. Era el momento culminante del poderío de
Carrera, porque el P de julio de 1820 hizo elegir en Luján, por una
Junta adicta, a Alvear, como Gobernador y Capitán General de la
Provincia. El Cabildo de Buenos Aires envió una diputación que fue
insultada por Alvear, al parecer bien borracho45.
Dorrego fue nombrado Gobernador interino y dispuso hábiles me
didas de defensa contando con los Cívicos de Infantería que rescató
del combate el Teniente Coronel Pagóla, a los que se sumaron las
milicias del Sud que trajo Martín Rodríguez y los Colorados del Mon
te- de Juan Manuel de Rosas. La población, temerosa de que Alvear
tuviera el poder, apoyó con cuantos medios disponía. Dorrego de
nunció públicamente los saqueos sistemáticos de los invasores en toda
la campaña, incluyendo el robo sacrilego de la corona de la Virgen
de Luján. Ante la gravedad de las perspectivas, aumentó el entu
siasmo por la defensa que resultó inexpugnable y el 10 de julio de
1820, los atacantes empezaron a retirarse a Santa Fe, volviendo a sa-
- 88 -
quear todos los pueblos de la costa y del camino, hasta que Alvear y
Carrera se establecieron en San Nicolás. López se alejó hacia Santa
Fe. La masonería de Buenos Aires, los ingleses y portugueses enemi
gos de la Nación y de la independencia, apoyaban a Carrera. He
aquí el testimonio de Zañartú; en carta a 0 ‘Higgins del 23 de julio
de 1820, desde Montevideo, escribía:
“Ud esté cierto que toda la máquina la mueven los portugueses, que
ellos son los que secretamente atizan la discordia, auxilian a Carrera y a
Alvear, y a todos los enemigos del orden establecido. Los masones todos
casi están en esta combinación, y el infame Julián Alvarez es el primero
como Venerable; sigue Díaz Vélez, que fue el instrumento inmediato de
que se sirvió toda la Logia para infundir el miedo al Congreso y demás
hombres débiles. Yo creo que todos los masones están convenidos a ven
gar la muerte de Luis Carrera, que era hermano. / . . . / Los ingleses de
Buenos Aires que, como todos los de su nación, son los dueños de cuanto
poseen los portugueses, agitan sus planes de un modo escandaloso. El
Comodoro —se trata del Comodoro de Estación en el Plata Hardy,- sucesor
de Bowles'*6— y todo su séquito es un partidario empecinado de Carrera
y Alvear. Mucho cuidado con estas ramificaciones. Ud. sabe cuán exten
dida está en el ejército la masonería / . . . / ” 47.
- 89 -
calum niadores: yo no puedo hacer m ás qu e com prom eter m i existencia y
mi honor por la cau sa d e m i p aís; y se a cual fuere m i suerte en la cam
p añ a d e l Perú, p rob aré qu e desd e qu e volví a m i patria, su independencia
ha sido el único pensam iento qu e m e h a ocup ado; y que no he tenido m ás
am bición q u e la d e m erecer e l odio d e los ingratos y el aprecio d e los
hom bres virtuosos.”
“ C u aite l G eneral en V alparaíso, julio 22 d e 1820. F d o : Jo sé de M ar
tín.” 4950.
-9 0
4.000 hombres (3.000 de infantería, 650 jinetes y 31 piezas de arti
llería) en 8 buques de guerra, 16 transportes y 11 lanchas cañoneras.
Iban a conquistar el Virreinato de Lima enfrentando al Ejército realis
ta del Perú, que totalizaba más de 23.000 hombres, distribuidos en
un amplio frente, desde el Alto Perú a Guayaquil: una empresa qui
jotesca a la altura moral del General San Martín.
La lucha prosiguió contra los partidarios de Carrera. Corro y
Francisco Aldao entraron en La Rioja con la anuencia del Gobernador
Francisco Ortiz de Ocampo, quien ordenó al Comandante de los Lla
nos, Sargento Mayor Juan Facundo Quiroga, la recolección de gana
dos para apoyar a los invasores: el 7 de septiembre de 1820 a Aldao,
reiteradas el 16 del mismo m es53. En defensa de la ’la cindadela’’
de San Martín, el Comandante Quiroga, depuso al Gobernador Ocam
po y tomó prisionero a su hermano el Coronel Domingo Ocampo y
sus seguidores el 1° de octubre de 182054, y atacó y destruyó a las
tropas de Aldao el 15 de octubre de 182055 y enseguida se eligió Go
bernador a Nicolás Dávila el 27 de octubre de 1820S6. El Comandan
te Juan Facundo Quiroga recibió felicitaciones por la patriótica acción
del Gobernador de San Juan, el 29 de octubre de 1820, de Güemes
el 1*? de noviembre de 1820, del Gobernador de San Luis el 5 de
noviembre de 1820 y del de Mendoza el 24 de noviembre de 182057.
Dorrego, que se había desprendido de su infantería, enfrentó con
sólo 600 montados a los mil jinetes de Estanislao López en El Ga
monal, el 2 de septiembre de 1820, y fue completamente derrotado,
pero López se mantuvo en el Arroyo del Medio, a pesar de las inci
taciones de Carrera para invadir nuevamente. Éste, que no cejó en
sus aviesas intenciones sobre Chile, obtuvo una alianza con los indios
para atacar al Sudoeste de Buenos Aires para procurarse caballos y
vacunos, aprovechando que el Gobernador Martín Rodríguez —nom
brado el 28 de septiembre de 1820 por la Junta de Representantes
formada por directoriales—, fue resistido por el Coronel Manuel Pa
góla con el 2‘- Tercio de Cívicos. Rodríguez requirió a los Colorados
del Monte, milicianos del Sud que mandaba Juan Manuel de Rosas,
“un joven agauchado de 25 años, perteneciente a una de las mejores
familias de la ciudad” 58. El 5 de octubre de 1820 la sublevación fue
sofocada. Ya se sabía que Carrera impulsaba los malones de arau
canos, no sólo contra Buenos Aires, sino también contra Córdoba, San
Luis y Mendoza, y el repudio contra el engendro fue general.
El 24 de noviembre de 1820 se firmó en la Estancia de Benegas,
próxima al Arroyo del Medio, el tratado de paz entre Santa Fe v
91 -
Buenos Aires. Rosas intervino para comprometer la entrega a Santa
Fe de 25.000 cabezas de ganado, fundándolo en “estrellar los ruines
designios de don José Miguel Carrera, a quien convenía el manteni
miento de la guerra” y “de hacer propietarios en la campaña de Santa
Fe y dar ocupación a sus habitantes” para que esta provincia fuera
“una columna del orden” 5960.
Carrera dejó su familia en Rosario al amparo de E. López y se
internó en el desierto con sus 130 hombres en dirección a Melincué
(más de 20 leguas (10Q km) el Oeste de Pergamino). López avisó
a los Gobernadores de Buenos Aires y de Mendoza, la salida y el
rumbo de Carrera. Este se reunió con los indios en el Norte de Bue
nos Aires, y en la madrugada del 1° de diciembre de 1820, durante
tres días, atacaron la Guardia del Salto (unas 35 leguas, 175 km al
Oeste Noroeste de Buenos Aires), que fue sometida a un feroz sa
queo implacable, que incluyó la iglesia, fueron asesinados todos los
hombres, se llevaron todas las mujeres (250) y numerosos niños como
esclavosé0. Carrera intentó justificar su criminal conducta personal
y la de sus hombres, que no tiene atenuantes. Ningún cristiano
hubiera participado en las atrocidades: sólo los que estaban al ser
vicio del demonio. El Gobernador de Buenos Aires, persiguió a C a
rrera sin éxito: estaba ya muy lejos.
Efectivamente, el depredador apareció el 24 de febrero de 1821
por el Río Quinto, cerca de San Luis. Bustos salió al encuentro y
sorprendió a la banda durmiendo la siesta sin seguridad alguna el 9
de marzo de 1821 en El Chaján (45 km al Noroeste del actual Mer
cedes, San Luis, llamado entonces Las Pulgas), pero los veteranos e
indios de Carrera, combatieron con furor infernal toda la tarde y fi
nalmente consiguiendo derrotar y perseguir a Bustos, alzándose con
un considerable botín y 1500 caballos. Avanzaron entonces sobre San
Luis de la Punta, llegando al ya mencionado Las Pulgas (Mercedes
actual) el 11 de marzo de 1821, enfrentándolos 700 bisoños jinetes
púntanos al mando del Coronel Luis Videla, que se desbandaron a la
primera carga a fondo de los forajidos, entrando Carrera en San Luis,
abandonada por el Gobernador José Santos Ortiz61. Estaba cada vez
más cerca de Chile, pero fue llamado por su amigo Francisco Ramí
rez desde Santa Fe.
Artigas había desaprobado el tratado del Pilar (23 de febrero de
1820) porque nada decía de la defensa nacional contra los invasores
portugueses, y desconocía su condición de Protector de los Pueblos
Libres; y reconvino a Ramírez quien, el 25 de mayo de 1820, replicó
a la nota del Artigas con las ideas que le insufló Sarratea, obsecuente
de los ingleses y subordinado de la logia de los orientales armada por
59 Carlos Ibarguren. Juan Manuel de Rosas, Bs. As., 1972, pp. 67-68.
60 Cdo. Gral. Ej., Dirección de Estudios Históricos. Política seguida con el
aborigen, Bs. As., 1974, p. 213,
61 Ibídem nota precedente, p. 242.
- 92 -
los portugueses con los traidores, es decir por el enemigo de la Ar-
gentinidad, que defendía Artigas, contra quien empezó a combatir Ra
mírez en junio de 1820 en una absurda guerra fratricida que sólo fa
voreció a los enemigos de la Patria, ya que Artigas, finalmente derro
tado, tuvo que abandonar a sus Pueblos en septiembre de 1820, para
ser prisionero del Paraguay aliado de Brasil62. Contra éste quiso Ra
mírez volverse, arrebatando las banderas de Artigas, pero para ello
necesitaba el armamento que le debía Sarratea, y decidió obligar a
Buenos Aires a entregárselo, pero éste había hecho la paz con Santa
Fe, y Estanislao López no lo autorizó a pasar por su provincia.
Entonces, Ramírez invadió Santa Fe con 1.000 lanceros, derrotó
a las fuerzas de Buenos Aires al mando del Coronel Aráoz de La-
madrid el 8 de mayo de 1821 en Barrancas, y el 13 a los santafecinos
del Comandante Orrego. La infantería entrerriana conducida por Lu
cio Mansilla desembarcó para ocupar a la ciudad de Santa Fe inde
fensa, pero inexplicablemente defeccionó. Mansilla: reembarcó sus
tropas y volvió a la Bajada del Paraná. Ramírez quedó con 700 hom
bres en Barrancas. Atacado por casi 3.000 efectivos por Lamadrid,
logró triunfar el 24 de mayo de 1821, pero el 26 al oscurecer cargó
imprudentemente en Coronda contra las mejores tropas de López, que
dándole sólo 400 lanceros con los que fue al encuentro de Carrera,
uniéndose en el Paso de Ferreira (sobre el Río Tercero) a 16 leguas
al Noroeste de Fraile Muerto (hoy Bell Ville), sumando entre am
bos unos 1.000 hombres. En Cruz Alta, en donde el Río Tercero toma
el nombre de Carcarañá, atacaron la posición fortificada y artillada
por Bustos, siendo rechazados con fuertes pérdidas, especialmente para
Ramírez. Pero los intereses de ambos divergían: Ramírez quería vol
ver a Entre Ríos y Carrera a Cuyo: se separaron. Ramírez siguió ha
cia el Norte de Córdoba. En Río Seco, el 10 de julio de 1821, una
patrulla santafesina apresó a la concubina brasileña de Ramírez, Del-
fina, aquél volvió grupas para rescatarla y recibió un pistoletazo que
lo m ató63.
A Carrera le quedaban unos 400 jinetes y otras tantas mujeres.
Al sud de Río Cuarto se encontró con 900 mendocinos del Coronel
Bruno Morón: el combate resultó indeciso, con fuertes pérdidas para
ambos. Carrera entró nuevamente en San Luis de la Punta, pero nada
encontró y salió para San Juan el 21 de agosto de 1821 por la sierra
del Gigante, un desierto, mientras se cerraba el cerco estratégico: por
el Norte por el Comandante Juan Facundo Quiroga, en el extremo
Sud de La Rioja; al Este con Bustos y Lamadrid que se aproximaban;
al Sudoeste 700 mendocinos al mando del Capitán Manuel Olazábal;
y al Noroeste, en San Juan, 500 milicianos que conducía el Coronel
José María Pérez de Urdininea. Carrera el 28 de agosto de 1821 al-
93 -
canzó el Río San Juan y el 30 la Punta del Médano (a mitad de ca
mino entre San Juan y Mendoza), con sólo 200 hombres que cargaron
dos veces a los 750 cuyanos, sin éxito y se dispersaron. Carrera y Be-
navente fueron entregados por los oficiales; el primero fue fusilado
en Mendoza64, sin pena ni gloria. Su prepotencia quiso llevar todo
por delante para satisfacer sus deseos de venganza.
En su soberbia, pisoteó los derechos de Dios sobre las criaturas,
logrando disponer de éstas a su arbitrio, tentándolas para servir sus
aviesos propósitos, como el Demonio intentó tentar al propio Señor,
a N. S. Jesucristo. La masonería, cabeza de la herejía que es el libe
ralismo por idolatrar la libertad, fue el cauce que le facilitó su per
verso accionar destructivo. Pero los designios de Dios sobre la in
dependencia sudamericana no pudieron ser torcidos por este instru
mento del Diablo: la libertad de los caudillos federales argentinos,
bien usada para el bien común, posibilitó la defensa de la base de
operaciones sanmartiniana en 1821.
Mientras los caudillos federales argentinos defendían bravamente
“la ciudadela de Sudamérica”, San Martín, después de conducir ope
raciones magistrales con sus escasos efectivos, en justa guerra, había
conquistado Lima y declarado el 28 de julio de 1821, la independen
cia del Perú, llevado por la Divina Providencia y bajo el Patrocinio
de Santa Rosa de Lima.
94 -
Cuando San Martín volvió de España el 9 de marzo de 1812, se
encontró que las Provincias Unidas del Río de la Plata eran gober
nadas por un Triunvirato dominado por Rivadavia, quien aún retuvo
entonces la Secretaría de Guerra, la de Gobierno y la de Hacienda,
al mismo tiempo, lo que le dio un marcado predominio. De acuerdo
con su “incorregible arrogancia”, al decir de Vicente Fidel López, el
trato con San Martín habrá tenido la pomposa solemnidad y la rígida
seriedad con que trataba de subrayar su propia importancia, que esta
vez, la primera en su vida, era auténtica y real, ya que, a pesar de
no tener carrera, ni formación militar o intelectual, ni siquiera capa
cidad comercial —como afirmó Mariano Moreno—, ni haber figurado
en la Revolución hasta entonces, y aun sin poseer el don de la elo
cuencia, influía decisivamente en el Triunvirato. Su incapacidad e
incoherencia resultó altamente perjudicial para la conducción de la
guerra de la independencia, tanto en la Banda Oriental como en las
provincias del Norte, sumándose a la desastrosa situación económica
y financiera. Por ello, San Martín acaudilló el golpe de estado del
8 de octubre de 1812, contra Rivadavia 66. En 1815 fue enviado por
Alvear, a la sazón Director Supremo, a pedir perdón a Fernando VII
por la guerra de la independencia. Nada pudo hacer pero pasó cinco
años en Europa, traspasada de liberalismo y masonería, bajo la pre
ponderancia británica. Acababa de llegar, cuando fue nombrado por
el Gobernador Martín Rodríguez, Ministro de Gobierno y Relaciones
Exteriores el 19 de julio de 1821.
Posteriormente, el 8 de agosto de 1821, Manuel José García, asu
mía el Ministerio de Hacienda. Era el mismo que, desempeñándose
como delegado del Gobierno de las Provincias Unidas ante la Corte
de Río de Janeiro, impulsó traidoramente la invasión de la Provincia
Oriental y los pueblos de guaraníes de las Misiones jesuíticas. Am
bos, llam ados e l gru po m inisterial, acometieron lo que llamaron “refor
mas” —a la manera de los protestantes— en todos los sectores de la
vida pública, destruyendo las instituciones fundamentales y tradicio
nales: los Cabildos, el Ejército Nacional y la Iglesia Católica, mien
tras entregaban el manejo de la economía a los ingleses quienes, unos
3.500, se habían apoderado del comercio de Buenos Aires.
Rivadavia fue armando una batería de periódicos para apoyar su
masónica política. La idea era influir en la sociedad porteña según
la descripción que certeramente hace ese famoso compendio de bue
na doctrina católica del Padre Vilariño, S.J.:
“Casi más que los libros influyen los periódicos en las ideas y con
ductas de los hombres. Poco a poco el periódico se infiltra en el lector
y lo asimila así mismo. Dime que periódicos lees y te diré lo que eres.
Si tu periódico es de malas ideas, tendrás malas ideas. Si tu periódico
66 Cnl. Héctor Juan Piccina]! Vida de San Martín en Buenos Aires, Bs. As.,
1983, p. 133.
-95
es de buenas ideas, serás de buenas ideas. Si tu periódico es de ideas me
dianas, tibias, cobardes, tú serás de las mismas ideas. No digas: yo sólo
leo las noticias. Porque ya sabes que en las noticias está muchas veces el
peor veneno. Los periódicos, por medio de las noticias, dan o quitan la
fama a quien quieren, desprestigian o ensalzan a personas e instituciones,
y educan o deseducan al pueblo.” 6768.
96 -
“En la imprenta se han depositado todas las comunicaciones que no
han podido insertarse, inclusas las que tratan de E l Patriota con refe.
rencia al General San Martín, para que los interesados las recojan”
Sobre la guerra de la independencia del Perú sólo se hizo referencia
una sola vez en el n° 25 del 29 de septiembre de 18217-, en esta forma;
“El 27 del presente a las cinco de la tarde se celezró un solemne 2V
Deurn en acción de gracias al T o do Poderoso, por la libertad del Perú
La confirmación de esta noticia por las comunicaciones oficiales de Chile
y de L im a, no ha hecho la más grande impresión en estos habitantes pero
sólo porque ya la había producido la primera noticia de que jamás duda,
ron. Ha habido músicas en las casas del Gobierno y de la Municipalidad
En la noche de este mismo día se reunió extraordinariamente la sala de
representantes. A las ocho pasaron a ella los señores R iüadavia, C ruz y
G arcía que están a la cabeza de los Ministerios. Felicitaron en nombre del
Gobierno a la representación de Buenos Aires. El primer ministro propuso
con la autoridad del Gobierno una am n istía general. Éste ha sido un me.
dio maestro para hacer que el suceso de Lima form e tam bién época en
Buenos Aires. Después de una incomunicación tan dilatada no ha podido
menos que leerse con grande interés la del General San M artín al Gobier
no de la Provincia; y con mucho mayor la carta confidencial a su señor
padre político. Es visto que ni el aumento de las glorias, ni el de la repu
tación alteran los principios políticos del General San M artín. Él sólo as
pira a proporcionarse en recompensa un retiro lejos del tumulto del mundo.
Ciertamente de este modo él se alejará de los tumultos, pero el mundo ja
más se alejará de él.”
- 97 -
enero de 1822 como órgano de la Sociedad Literaria, fundada el 29
de diciembre de 1821, en la casa de Julián Segundo de Agüero, sa
cerdote que apostató, estrecho colaborador de Rivadavia. Los redac
tores eran los mismos del año anterior, ya citados, a los que se agre
garon Manuel Moreno, Esteban de Lúea, el deán Funes, Felipe Seni-
llosa, Vicente López, Antonio Sáenz y Domingo Olivera71. Apa
recía los miércoles y sábados y la tirada era de unos 200 a 300 ejem
plares, según los suscriptores, que eran los personajes principales de
la política y del comercio, y algunas familias.
En el N ? 11 d el 23 de febrero de 1822, E l A rgos difundió noticias
sobre disensiones políticas entre los jefes de los Ejércitos del Perú.
Recoge rumores de que habían sido desterrados Necochea, Ramallo,
Heras (Coronel colombiano Comandante del Ratallón Numancia pa
sado a San Martín), pero apuntó, con insidiosa dialéctica, que final
mente se habían transado las diferencias entre el General Las Heras,
que tiene la opinión del Ejército; y el Exmo Protector, que es respal
dado por el pueblo”. ¿De dónde sacaba El Argos estas noticias? El
General O’Higgins en carta del 13 de marzo de 1822 le decía a San
Martín que la logia masónica porteña se comunicaba con Lima para
que algunos “hagan el oficio de Judas” 72.
En el N ° 18 del 20 d e m arzo d e 1822, señalaba desavenencias en
tre Las Heras y San Martín, y la salida del primero para Chile.
En cambio, ningún comentario favorable provocó en el A7Í> 23 de
E l A rgos d el 6 de ab ril de 1822 la noticia de que el “Teniente Co
ronel O’Brien” (sic, era Coronel) traía del Perú varias banderas re
cuperadas por el Ejército de los Andes, para ser colocadas dos en el
templo de San Francisco en Mendoza, una para San Juan y otra para
San Luis. Si bien mencionó El Argos que Buenos Aires recibiría dos
españolas y otra de la Patria tomada por el enemigo en Vilcapugio,
no comentó para nada el oficio que envió San Martín: “Es muy justo
ofrecer este monumento de gloria a aquellos pueblos que han con
tribuido a los progresos de la causa pública con energía, decisión y
constancia; y ocupando entre ellos un lugar tan distinguido la ilus
tre Buenos Aires, tengo el honor de ofrecer a V.E. con el Coronel
Juan O’Brien, las mencionadas banderas y tres estandartes, que su
plico a V.E. se sirva aceptar como un tributo de consideración que
le presentan las tropas de mi mando” 73. E l A rgos se limitó a decir
que esto probaba que Lima fue tomada por “el señor San Martín”
(sic), ¡extraña expresión ya que el hecho había ocurrido hacía meses!
En el N ° 29 d el sáb ad o 27 de abril de 1822, se escribió sobre la
Orden del Sol que fue sancionada por San Martín después del Esta
tuto, como hemos visto en GLADIUS n? 14. La noticia sobre el me-
-9 8 -
jor régimen político que San Martín adoptó en el Perú, no había me
recido comentario alguno cuando se mencionó en el N ° 6 d el m iércoles
6 de febrero d e 1822. En cambio, la Orden del Sol motivó por lo
menos una descolorida mención sobre sus miembros, empleando tér
minos estudiadamente inexpresivos, y una solapada oposición al ca
rácter de la sociedad honorífica.
Por esos días apareció otra publicación de los mismos redactores
de El Argos: una revista mensual: L a A beja Argentina, cuyo n9 1
salió el 15 de abril de 1822. El propósito era mostrar cómo debería
ser la sociedad bajo el liberalismo y la influencia que llamaban “de
las luces”, la independencia americana, las ciencias, el comercio, el
crédito público, variedades y noticias de América y Europa. Se es
trenaron en este primer número con noticias de origen desconocido:
Bolívar iba a auxiliar las operaciones de San Martín en el Perú; esta
novedad hubiera alegrado a San Martín que fue a Guayaquil para
lograr ese auxilio, pero ¿cómo lo pudo saber La Abeja Argentina, ya
que el viaje del 8 de febrero de 1822 de San Martín a Guayaquil se
frustró, y San Martín nunco obtuvo auxilio alguno de Bolívar?
En GLADIUS n9 14, página 115, se explicó que en noviembre
de 1821, San Martín, como Protector del Perú, reunió el Consejo de
Estado y quedó resuelto establecer una monarquía en el Perú, en
viándose una Comisión a Europa constituida por García del Río y
Paroissien, quienes recibieron sus instrucciones el 24 de diciembre de
1821, llegando a Santiago de Chile en marzo de 1822, a Mendoza el
24 de este mes y el 20 de abril de 1822 arribaban a Buenos Aires.
La noticia apareció en E l A rgos N ° 29 d el sáb ad o 27 de ab ril de 1822,
como restándole importancia a los representantes de San Martín: “Pa
rece que el 24 los SS. comisionados han saludado al Gobernador en
la Fortaleza” / . . . / “Nada sé dice sobre si han iniciado conferencias
sobre esta misión diplom ática... Nada se sabe sobre é s t o ...”. Sólo
surgen de la crónica inferencias: “Se habla de pactos para hostilizar
al enemigo por el Perú bajo, porque aquí se tropieza con la desorga
nización existente en las Provincias y la falta de un poder común: se
habla de crearlo pero es incompatible con el progreso de Buenos Aíres,
y del manifiesto del Gobierno de ésta contrario por inoportuno, la
reunión de un Congreso G eneral... El Argos cree que los resultados
de esta comisión no han de poder tener consecuencias para la reorga
nización de Buenos A ir e s...” y otras expresiones incoherentes desti
nadas a confundir sobre la misión monárquica, como para que nadie
se enterara, hasta ocultan los nombres de los comisionados, ya que
recién aparecen en E l Argos 30 d el m iércoles l 9 d e mayo de 1822.
En el siguiente 31 d el sáb ad o 4 d e mayo de 1822, se pudo
leer la crónica del Mensaje de Rivadavia a la Legislatura del l 9 de
mayo de 1822, con referencia al pedido de ayuda militar que San Mar
tín había hecho por medio del General Toribio de Luzuriaga que, a
este efecto, ya estaba en Buenos Aires. Rivadavia dijo con todo des-
- 99 -
paipajo que Buenos Aires ya había hecho más de lo que había po
dido por aquellos pueblos, y había llegado a conquistar su indepen
dencia, siendo justo que probasen merecerla los que proclamaban al
presente su cooperación”. En su soberbia parecía ignorar que San
Martin había reconquistado Chile, y desde allí lanzado su Expedición
Libertadora al Perú, colocando así una masa importante de fuerzas
sobre la retaguardia del Ejército realista del Alto Perú que, en estas
condiciones, no podía avanzar sobre las demás Provincias Unidas, y
tanto él era el que había conquistado la independencia de Buenos
Aires y de las demás provincias que estaban libres de enemigo. Por
ello, era justo el pedido de ayuda de San Martín.
Mientras Rivadavia destruía las órdenes religiosas y se apoderaba
de sus bienes, desmilitarizaba al Ejército Nacional, y demolía los
Cabildos, llegó a las Provincias Unidas una nueva importante misión
del Teniente Coronel peruano Gutiérrez de la Fuente enviada por
San Martin para estructurar la reconquista del Alto Perú, y finalmente
llego el mismo San Martín después de renunciar al mando en el Perú,
con lo que arreciaron los ataques de los liberales contra el lib erta
dor, reforzados por dos nuevos periódicos El Centinela, mordaz y
enconado, y El Correo de las Provincias74. Todo esto, por su magni
tud e interés, merece capítulo aparte, con el que continuará.
- 100 -
LA PROFECÍA DE SAN MARTÍN SOBRE ROSAS
- 101 -
que para que el país pueda existir, es de absoluta necesidad que uno de los
dos partidos en cuestión desaparezca; / . . . / la situación de nuestro país es
tal, que al hombre que lo mande no le queda otra alternativa que el de
apoyarse sobre una facción, o renunciar al mando2;
- 102 -
poco teme retrotraer cuando se trata de cooperar al sostén de los derechos,
libertad e independencia de la Nación a que pertenece. E i existir bien podrá
terminar el imperio del destino, pero nq su honra y espíritu nacional. El
Infrascripto Gobernador de Salta a mérito de lo que deja expuesto, aprueba
y ratfiica la conducta política del Gobierno encargado de las Relaciones
Exteriores; tributando a V. E. las más distinguidas consideraciones de su
estima. Dios guarde a Ud. muchos años“ 4.
Con razón Julio Irazusta llamó a esta etapa de nuestra historia:
“la Epopeya nacional’ y la “Segunda guerra de la independencia sin
ayuda de nadie”, excepto la de Dios, que San Martín calificó: “/ . . . /
esta contienda, en mi opinión, es de tanta trascendencia como la de
nuestra emancipación de la España” 456*. Porque a pesar de tan gran
des enemigos, la Argentina, bajo la conducción de Rosas, logró un
resonante triunfo. Por ello, el Libertador le legó en su testamento su
sable glorioso:
“/ . . . / como una prueba de la satisfacción que como argentino he te
nido al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la República con
tra las injustas pretensiones de los extranjeros que trataban de humillarla” .
Lo notable es que en su corrwpondencia íntima con su gran amigo
Tomás Guido, se desborda aún más la confianza del General San
Martín en Rosas. Veamos sólo algunos párrafos:
“Grand Bourg 20 de octubre de 1845: / . . . / Ud. sabe que yo no per
tenezco a ningún partido: me equivoco, yo soy del Partido Americano. Así
es que no puedo mirar sin el mayor sentimiento los insultos que se hacen
a la América. Ahora más que nunca siento que el estado deplorable de mi
salud no me permita ir a tomar una paite activa en defensa de los derechos
sagrados de nuestra Patria. / . . . / ”.
“Grand Bourg, 26 de septiembre de 1846: / . . . / De todos modos, me
asiste una confianza segura, de que a pesar de la desproporción de fuerzas
y recursos, el General Rosas triunfará de todos los obstáculos” .
“París, 27 dé diciembre de 1847: / . . . / de todos modos yo estoy bien
tranquilo en cuanto a las exigencias injustas que pueden tener estos dos
Gabinetes, porque todas ellas se estrellarán contra la firmeza de nuestro
Don Juan Manuel; por el contrario, mis temores en el día son el que esta
firmeza se lleve más allá de lo razonable” 6.
-1 0 3
mentó es un trasunto de la indomable energía de Rosas, quien no
dejó pasar nada de fondo ni de forma en las tratativas diplomáticas,
que pudiera menoscabar a los sudamericanos. No acreditó diplomá
ticos sin el debido exequátur, y reclamó por las usurpadas Islas Mal
vinas, obligando a Lord Palmerston a retractarse por sus mentiras.
Adoptó medidas para solucionar las intromisiones chilenas y británi
cas en el Estrecho de Magallanes. Con ser todo esto de gran relieve,
nada supera a la exposición de la firma de la Convención Southern-
Arana, que reivindicó el honor y la independencia nacional, y que
marcó el momento culminante de la vida del gran político que fue
Rosas. Seguiría esta pauta Francia. Del mismo modo, Rosas no se
dejó pisar el poncho por ningún potentado de la tierra: ni por los
Estados Unidos de Norteamírica, ni por Austria; expulsó al represen
tante de Cerdeña, cuyo Rey era el duque de Saboya, Víctor Manuel
II, con Cavour como primer ministro, desde Turin, cueva de revolu
cionarios masones en guerra para destruir a la Iglesia de Roma. Ro
sas estaba junto al Papa Pío IX, perseguido en Italia por el libera
lismo y la masonería impía y sangrienta. También defendió a los sud
americanos contra sus enemigos, pero no trepidó en marcar los errores
de Chile, olivia y Venezuela. Buscó integrar al Paraguay y no se
arredró ante la suma de conflictos con Brasil.
Cristo reinaba en la Confederación Argentina. En el interior, pre
valecía el orden y la armonía, merced a la vigilancia, firmeza y jus
ticia del Brigadier General Don Juan Manuel de Rosas, y su cons
tante persuasión sobre los caudillos. Por esto, y mucho más que no
cabe en esta brevísima síntesis, el mensaje resultaba un voluminoso
libro verdaderamente impresionante.
7 Leonardo Castellani, Seis ensayos y tres cartas, Bs. As., 197S, págs. 120,
104 -
ses antes de morir, donde expresó que se hizo leer dos veces dicho
mensaje, ya que por sus cataratas no podía hacerlo por sí mismo.
No se trata de que agradeciera el homenaje que le rindiera Rosas en
el mensaje, porque éste lo venía haciendo todos los años, desde hacía
exactamente una década. No. Lo conmovedor es que San Martín
haya escuchado dos veces este extensísimo documento, que por ello
palpó hondamente la realidad que ya conocía, e inmerso en ésta, pro
fetizara naturalmente lo que hoy se ha cumplido entre nosotros al
repatriarse los restos de Rosas el 30 de septiembre de 1989, concre
tándose así lo que San Martín dictara como párrafo final de esta car
ta, que he subrayado:
“Boulogne, 6 de mayo de 1850.
_Exmo. Gobernador y Capitán General Don Juan Manuel de Rosas.
“ Mi respetado general y amigo:
No es mi ánimo quitar a Ud. con una larga carta, el precioso tiempo
que emplea en beneficio de nuestra Patria.
El objeto de esto es la de tributar a Ud. mis más sinceros agradeci
mientos al ver la constancia con que se empeña en honrar la memoria de
este viejo amigo, como lo acaba de verificar en su importante mensaje del
2-7 de diciembre pasado; mensaje que por segunda vez me he hecho leer,
y que como argentino me llena de verdadero orgullo, al ver la prosperidad,
la paz interior, el orden y el honor restablecidos en nuestra querida Patria;'
y todos estos progresos efectuados en medio de circunstancias tan difíciles,
en que pocos Estados se habrán hallado.
Por tantos bienes realizados, yo felicito a Ud. muy sinceramente, como
igualmente a toda la Confederación Argentina.
“Que goce Ud. de salud completa, y qu e al term inar su v id a pú b lica
se a colm ado d e l justo reconocim iento d e todo argentino, son los votos q u e
hace y hará siem pre en favor d e U d. su apasionado am igo y com patriota.
45 -
Martín (García del Río y Paroissien) “que Buenos Aires ya había
hecho más de lo que había podido por aquellos, y había llegado a
conquistar su independencia, siendo justo que probasen merecerla los
que reclamaban al presente su cooperación”. En su soberbia, parecía
ignorar los sacrificios que venia realizando los pueblos altoperuanos
desde 1809 por la independencia, con su sangre y su pobreza. En su
egoísmo e incompetencia, no alcanzaba a entender que San Martín,
después de reconquistar Chile y asegurar el flanco de las provincias
mas importantes del Río de la Plata, al invadir el bajo Perú, se había
colocado con la Expedición Libertadora al Perú sobre la retaguardia
del ejército realista del Alto Perú, y de esta manera el General San
Martin era el que realmente había conquistado la independencia de
Buenos Aires, y de las demás Provincias Unidas de abajo, que estaban
ahora libres del enemigo realista del Alto Perú porque éste tenía ahora
a San Martin sobre sus espaldas, no pudiendo con este peligro cierto
detrás, seguir avanzando hacia el Sud.
- 46 -
del miércoles 24 de julio de 1822 y darse cuenta que todo Buenos Aires
estaba enterado de su cometido por dos cartas particulares de-Men
doza del 3 y 4 de julio de 1822 que el periódico reprodujo, y que en el
N9 55 del sábado 27 de julio de 1822 se había atacado ra Bustos por
haber disuelto el Congreso de la Provincia de Córdoba: “ .. .se vea en
ésta un paso retrógrado disolviendo hasta el menor simulacro de li
bertad”, comentó insidiosamente el entrometido cronista. Mal presa
gio para que Gutiérrez de la Fuente encontrara apoyo a la expedición
que encabezaría Bustos. El recién llegado siguió atentamente El Ar
gos, como detalla en su “Diario”, sabiendo que era el periódico oficial.
Pronto se enteraría que Rivadavia acababa de estrenar uan nueva
pieza de grueso calibre para tirar contra la Iglesia Católica y tratar
de destruirla. El domingo 28 de julio de 1982 apareció el 1 de El
Centinela”, sin indicación alguna de editor responsable, finalizando con
la referencia siguiente:
“AVISO. —Este periódico saldrá en la mañana de cada domingo, a real
cada número con pliego y medio impreso. —Se vende a toda hora en la
administración del papel sellado, plaza de la Victoria/actual plaza de NIayo,
mitad Oeste/, en la vereda de la extinguida municipalidad/el Cabildo de
Buenos Aires, destruido por Rivadavia/. Se admiten suscriptores por tres
meses y más, con la rebaja en favor de éstos de un dos por ^ciento sobre
el precio ordinario de un real por pliego y medio. —También se admite
toda clase de artículos comunicados con firma o sin ella; pero en la inte
ligencia que se preferirán todos aquellos que traten especialmente de las
cuestiones públicas del día. / . . . / Imprenta de los expósitos.
- 47 -
/< . . / E s indudable la noticia que ha publicado El Argos del Miércoles-
tenemos en el territorio de las Provincias Unidas un enviado del Gobierno
del Perú que viene particularmente encargado de mover la organización
del Alto p “rú El 1 7 ^ p ara.°.perar Potosí sobre los enemigos
el Gnrnn 1 M E1 ®nyiado comisiones, según cartas particulares, para
el Coronel Mayor Bustos, y para los Tenientes Coroneles Urdininea y Here-
dia que deben encargarse del mando del Ejército luego que Buenos Abes
largue un parque y algunos dineros. Esto último tiene grandes dificultades
en las circunstancias que esta provincia debe por su propia c o l a c i ó n
emplear los fondos públicos y los instrumentos de la guerra en afirmar al
menos la frontera del Sud, ya que no es posible hacerse lo mismo con la del
Norte para librar totalmente la campaña de las incursiones de los bárbaros
Ademas, Buenos Aires tiene al frente, en Montevideo, un enemigo que es
necesario empujar o cuando menos contener/ . . 8
- 48 -
madversión del Gobierno al General San Martín en la persona de su
enviado, y del hijo del Gobernador de Córdoba, doctor Francisco Ig
nacio Bustos:
“El enviado de Lima teniente coronel D. N . Fuentes y el de Córdoba
D. N. Bustos parece que han entrado en conferencias sobre los objetos de
su misión.”
— 49 —
tiérrez de la Fuente. Entre las “Noticias” insertaba el parte del ene
migo realista:
“Existe en Buenos Aires el detallado por el general español D. José Oan-
terac al virrey La Sema de las ventajas que reportó su ejército sobre el de
Lima en la ciudad de lea la noche del 7 de abril de este año; y aún cuando
no ha llegado a nuestras manos, sabemos con seguridad que el enemigo
da como ventaja de esta acción 1.000 prisioneros, 100 heridos, 50 oficiales,
2 banderas, 4 piezas de artillería, 2.000 fusiles, y la imprenta de la división
de Lima. Se nos refiere que este parte tiene la singular ocurrencia de
afirmar que este suceso ‘h a fijad o la suerte d e l Perú’ en favor de España.”
Esta derrota, que San Martín citó en su oficio al Gobernador Mar
tín Rodríguez9, nada decidió en el plano estratégico, pero impulsó la
operación sobre Puertos Intermedios para la que San Martín requería
la división argentina que promovía Gutiérrez de la Fuente, ya que
estaba en juego la libertad de las provincias hermanas del Alto Perú,
El parte del enemigo fue citado ese domingo 11 de agosto de 1822,
con insidia tendiente a negar el apoyo que San Martín pedía. Para
mayor confusión, la crónica unía este pedido para hacer la guerra a
los realistas sin explicarlo, junto con el proyecto de Rivadavia para
hacer la paz en el Perú, como se puede ver:
“ C uerpo L egislativo
En la sesión del dos del presente agosto se leyó en la Sala de Re
presentantes el siguiente proyecto de ley pasado por la autoridad ejecutiva
con dos notas oficiales, una del Exmo. Sr. Protector del Perú, y otra del
Sr. Gobernador de Córdoba.
1»
Queda autorizado el gobierno para negociar la cesación de la guerra
del Perú, poniéndose previamente de acuerdo con los pueblos de la antigua
unión, y con los Estados de Chile y Lima.
29
Queda autorizado el gobierno para adoptar todas las medidas pacíficas
que juzgue conducentes a restablecer la tranquilidad y el orden en los
pueblos de la antigua unión, que se hallen agitados por disenciones civiles.
39
Se habilita al gobierno para gastar en estos objetos hasta la cantidad
de 30.000 por ahora.”
- 50 -
Dicho sea de paso, en ese mismo número de El Centinela se hacía
referencia a la llamada “reforma eclesiástica” que se iba a presentar a
la Junta de Representantes, cuando ya Rivadavia y su grupo de após
tatas se habían incautado (el 1° de julio de 1822) de los hospitales de
Santa Catalina y de La Residencia10 y de los bienes de la Virgen de
Lujan, y se inventariaron todas las propiedades de las órdenes religiosas
prohibiendo su venta, en preparación del robo sacrilego e ilegal. Este
hecho inaudito en contra de la Iglesia Católica marcaba el comienzo
de la tiranía de los liberales bajo las directivas de los protestantes in
gleses, para descatolizar la Nación Argentina. Cuánta razón tenía Fray
Castañeda cuando escribía irónicamente que “la guardia había sido
vendida por el centinela” traidor que dejaba pasar al enemigo.
Con respecto a la misión Gutiérrez de la Fuente, E l Argos N,? 61
del sábado 17 de agosto de 1822, consignó solamente que el 14 de
este mes:
“se tomó en consideración las notas del General San Martín y del Coronel
(sic) Bustos, con el proyecto que a consecuencia presentó el Gobierno;
y después de una detenida discusión quedó pendiente para la próxima
sesión.”
De este modo silenció el insensato ex-abrupto del ministro de Ha
cienda Manuel José García —el mismo traidor delegado en la Corte de
Río de Janeiro desde 1815 donde impulsó la invasión portuguesa de la
Banda Oriental y las Misiones— que dijo “que era útil que permenecie-
sen los enemigos en el Perú”, lo que provocó una sensación de estupor
por la Sala, “mucho más —escribió de la Fuente— cuando deseó per
suadir que él cortaría la guerra con pasos políticos mejor que la gue
rra”. En esta postura lo acompañó el sacerdote apóstata Julián Segun
do de Agüero y el canónigo cómplice José Valentín Gómez, en tanto
el Doctor Esteban Agustín Gascón expuso brillantemente en dos opor
tunidades
“y los destruyó con razones incontestables, manifestando que la extrava
gancia de asegurar que recibía ventajas el país con la existencia de los ene
migos en el Perú, acaso no había ciudadano que no la conociese, pues sólo
imaginariamente y por los esfuerzos de una rivalidad hacia el General San
Martín, se podía proferir y asentar tal principio y que se escandalizaba de
oí r l o / . , ./volviendo a pedir la palabra descifró brillantemente la Justicia,
necesidad y utilidad que resultaba de admitir todo lo que pedía y solicitaba
el General San Martín. Agüero quiso esforzarse/en contra, se entiende/y
luego tomó la expresión el doctor Juan José/Paso, quien hizo sensible a la
Sala: que supuesto que se ponían tantas imposibilidades para formar la
expedición que pedía el General San Martín, era también inútil que se
hiciesen gastos para pacificaciones políticas.” U
La sesión se suspendió. El domingo 18 de agosto de 1822 apareció
El Centinela NT<? 14 apoyando la llamada “reforma militar” destinada a
desmilitarizar a los oficiales del Ejército Nacional, de la que me ocupo
51 -
extensamente en otro trabajo n , que era una muestra del pacifismo
suicida del Gobierno de Rivadavia cuando la Patria estaba en peligro
de guerra con los realistas que ocupaban cinco provincias en el Norte
de la Unión, y los portugueses que se habían apoderado de la Provincia
Oriental y las Misiones. Las insensateces que se exponían procuraban
que en Buenos Aires se perdiera la vocación de grandeza y de heroís
mo. Por este libelo, las autoridades lanzaban increíbles expresiones
blasfemas contra Dios e insultos directos al Papa. Este desastroso pe
riódico, terminaba por anunciar que en la sesión del 16 de agosto de
1822 la Sala de Representantes aprobó el “proyecto de paz” con el
enemigo, es decir, se había traicionado al Ejército patriota que se
batía en el Perú y que pedía ser apoyado. Habían renegado de Dios
y de la Patria que es, comoafirmó Jordán Bruno Genta 121314, lo más
próximo al hombre verdadero después de Dios.
El vergonzoso engendro también se refirió a los agravios de El
Argos contra los Generales San Martín y Bustos:
Sabemos por notoriedad, que el enviado del gobierno de Córdoba,
secretario del mismo, D. Francisco Ignacio Bustos, se ha quejado formal
mente a la autoridad ejecutiva contra el N? 58 del Argos que la Sociedad
Literaria publica semanalmente. También es general la noticia de que
por el Ministerio deRelaciones Exteriores/a cargo de Rivadavia/se le ha
contestado de oficio que la autoridad sin embargo de sentir altamente la
ofensa que aquel periódico ha inferido al Gobierno de Córdoba, las leyes
existentes y generalmente reconocidas por todos los pueblos, le prohíben
dar entrada a semejante acusación ni a ninguna otra que diga relación a
violar la libertad de imprenta.”
12 Cnl. Héctor Juan Piccinali San Martín ante la desmilitarización del Ejér
cito Nacional por Rivadavia. Bs. As., 1986.
13 Jordán Bruno Genta. Guerra contrarrevolucionaria. Bs. As., 1977, p. 23.
14 P. Leonardo Castellani. Decíamos ayer. . . Bs. As., 1968, pp. 64, 65.
- 52 -
arriba. Precisamente el lunes 9 de septiembre de 1822, en el N° 1 de
la hoja que tituló “La Guardia vendida por el Centinela y la traición
descubierta por el Oficial de día”, con el subtítulo: “ ¡Auxilio! ¡Auxilio!
¡Auxilio! La Patria está en peligro”, el Padre Francisco Castañeda lan
zó su anatema: “ ¡Maldito sea El Centinela! ¡Dios me perdone! Este
Centinela. . . será algún demonio/ — / ” Así siguió el cabal sacerdote
su combate periodístico, hasta que el 25 de octubre de 1822 fue nueva
mente detenido y enviado a Kakel Huincul. Recordamos lo escrito al
respecto por el Padre Castellani:
. . / L a segunda falsía de hecho que se trae la taimada libertad d e pren sa
es la tan conocida que anda en coplas (“ La libertad de prensa^— proclamo
en alta voz — y muera quien no prensa — igual que prenso yo” ) y consiste
en que esa libertad, como un crique, se mueve cierto en una dirección
hasta por demás, pero no en la dirección contraria, o sea que es una libertad
dirigida y monopolizada —despareja hasta frisar lo inicuo / . . . / 151 6
Era, como hemos visto, el libertinaje de escribir y publicar men
tiras, tal como lo describe el Padre Castellani en su largo estudio:
“/ . . . / deben concluir que es imposible seguir permitiendo en nombre de
cualquier libertad, la mentira, la calumnia, la venalidad y la propaganda
sofística a todo ente que posea una rotativa o bobinas, vengan de donde
vengan. Un gobierno se suicida si eso cree, porque se pone al margen de
la moral y aún paladinamente en contra de ella.” 16
Esto era lo que precisamente se hacía en la época en que reinaba
Rivadavia que ejerció la tiranía con el pretexto de la libertad, un ardid
de guerra que aprendió con los ingleses, inventores del liberalismo
como elemento de dominación solapada y penetración protestantizante.
El jueves 22 de agosto de 1822, bien temprano, el Teniente Coronel
Gutiérrez de la Fuente estaba leyendo El Argos N ° 62 del día anterior
—según escribió en su Diario— sobre el reclamo del Doctor Bustos por
el agravio contra su padre y el General San Martín del ya citado mas
arriba Argos N ° 68, diciendo ahora que el Gobierno “le ha dado res
puesta en que se conciliaba la sensibilidad con el respeto que se debe
a las leyes del país” y que podía exponer “sin reserva su opinión y la
general del público” que atribuían la actitud del Doctor Bustos a su
desconocimiento de la libertad de prensa que existía en Buenos Aires.
Sobre esto cabe señalar con el Padre Castellani en su clarificador
estudio filosófico en que ya antes me he apoyado:
“Opinión es una afirmación no cierta, basada en argumentos válidos mas
no evidentes, opuestos a otros argumentos también válidos. / . . . / Opinión
no es cualquier afirmación lanzada al abe porque sí, por charlatanismo o
temeridad de botarate: eso es macaneo. No confundamos, pues, el derecho
de opinar y el derecho de macanear, que es lo que hizo el liberalismo. / .. . /
Quede, pues, solemnemente fijo que la libertad d e expresar su s opiniones
en el sentido sacro que el liberal dio a esta forma no existe. / . . . / En suma,
se monta y arma un grande y completo aparato de hacer opinar a la gente
— 53 —
en este sentido y no estotro y ¡a eso se llamada libertad de opinión! Ese
aparato responde a un pilotaje invisible y está fuera de todo control n a A n d
político o no político. Maquina de rellenar mates, la han llamado los
franceses, y es máquina digna de consideración atenta.” VI
-5 4
El Teniente Coronel peruano aún creyó que Rivadavia era un
hombre de honor como él. Al día siguiente escribió en su Diario:
“23. Amanecí bien malo con el resfriado y algo descompuesto del estómago,
pues no me recibió bien el temperamento de este país. Casi siempre estoy
incómodo y mucho más con la demora que no sabia a que atribuirla. 22
Este día, 23 de agosto de 1822, estalló un motín en Buenos Aires
que fue sofocado, al parecer acaudillado por Gregorio Tagle, oficiales
y milicianos, en defensa de la Religión Católica, contra el traidor tra
tado con España y por no auxiliar al General San Martín. D e la Fuen
te asistió a la Sala de Representantes y anoto en su Diario.
“ / . . . / T o d o esto lo habló Rivadavia/el complot/parado;>en la tribuna,
echando espuma por la boca y del modo más acalorado. 22324
Al día siguiente, sábado, apareció El Argos N9 63, refiriendo que
en una carta de Mendoza se reproducía todo el plan que San Martin
iba a aplicar en las operaciones militares a desarrollarse en el Perú,
tal como San Martín le escribió en oficio al Gobernador Martin Ro
dríguez. Como en El Centinela N9 1 ya citado, se volvía a vulnerar,
en forma flagrante, el secreto militar. Con el domingo 25 de agosto de
1822 lamentablemente volvió El Centinela N9 5 con lo que ^llamaba
"‘reforma eclesiástica” : cierre de las casas de las órdenes religiosas por
orden del Gobierno; con el proyecto del empréstito coimero y estafa
dor; con un cuento blasfemo sobre el Papa, y el frustrado motm.
El lunes 26 de agosto de 1822, el Teniente Coronel Gutiérrez de
la Fuente, aún sin pasaporte, por fin descubrió la artera treta de Riva
davia para demorar y si era posible frustrar el proyecto de San Martin,
escribiendo en su Diario:
“2S. Convencido que el Gobierno me quería embromar con algún fin par
ticular, me resolví verlo personalmente al señor Rodríguez/el Gobernador
que gobernaba poco y que le dijo:/llamare al ministro para que hoy mismo
y entre mañana se le despache a Ud. sin otra d e m o ra /.^ . / En este día
salió un papel nuevo D oñ a M aría R e tazo s/d e l Padre Castañeda/, que hizo
mucho ruido y se leía en corrillos por las calles.” 24
Sin embargo, recién el 29 de agosto de 1822 recibió el pasaporte
pasado el mediodía, y de la Fuente pudo irse el l 9 de septiembre. Asi
se pudo librar de leer en El Centinela N9 7 del domingo 8 de septiem
bre de 1822, transcripciones de los tres primeros números de E l Patriota
de Montevideo que reproducía en el N9 1 parte de El Argos N9 58,
donde, como se ha visto, se lanzó el ataque principal contra el General
San Martín, repitiendo lo que allí se escribió: “que tal v ez Buenos A ires
se n egará a auxiliar a Bustos por ser éste nom brado por el G eneral San
M artín ”. Creo que la ingenuidad culpable del Teniente Coronel Gu
tiérrez de la Fuente al aceptar ser demorado durante más de un mes
- 55 -
por el taimado Rivadavia, a pesar de la urgentísima misión que llevaba,
bien mereció el despreciativo recuerdo que en este número le dedicó’
El CentinelaN 9 7: El día primero de este mes salió en retirada el
enviado del Perú .
El Centinela N9 8 del 15 de septiembre de 1822 seguía lanzando
mentiras contra la Iglesia Católica, acusando a sus miembros de fana-
ismo (que es la idolatría de una secta, por lo que nunca deberá lla
marse asi el fervor religioso o devoción dentro de la Iglesia fundada
por el mismo Jesucristo), disparates sobre el origen de los monjes, etc.
También proseguía su campaña contra el General San Martín sobre
Í w un-!?S ,caf as ,de Cblle sobre un papel extraordinario; “que está
. ,U1 ,° e P an bal° cual el General San Martín requería la coope
ración de mil hombres por parte de estas provincias. / ..., / Estos he
chos nos relevan de la necesidad de justificar el decreto de paz pasado
por la Sala de Representantes".
Con un artículo a favor de Inglaterra y en contra de Felipe II El
Centinela N9 10 del domingo £9 de septiembre de 1822, proseguía
mostrando su anglofilia e hispanofobia, propias del protestantismo y
contrarias a la tradición argentina. Anunciaba la reunión del Congreso
Constituyente del Perú, criticando que se hubieran excluido las pro
vincias del Alto Perú. Como se sabe, éstas siempre integraron las Pro
vincias Unidas ael Río de la Plata, herederas del Virreinato del mismo
nombre: no era solo ignorancia, sino desprecio por los compatriotas del
interior, a los que los argentinos patriotas debemos amor de hermanos.
Este periódico anti-argentino, continuó atacando a la Iglesia Cató
lica con calumnias sobre “el despotismo clerical”, insertaba detalle de
la ley apostata que se preparaba, mientras el Gobierno continuaba in
cautándose de todas sus pertenencias y despotricaba contra los monjes
También volyio contra San Martín El Centinela N9 13 del domingo 20
A? ” ?tuj?re. de 1822’ Pa <lue al mencionar el regreso “del señor San
Martin de la entrevista con Bolívar”, y con el sistema mañoso que usa
ban, agrego: u
r í ™ Caf PartíCUÍar “ Uy reciente de ChiIe dice lú e ya había temores
e q u e el congreso no se reuniese en Lima, y que tras de esto se seguirían
bf taií® fueí t6S para sofocar Ias aspiraciones populares
que se habían desplegado en la ausencia del Sr. Protector.”
Ya hemos visto más arriba que el gobierno de Rivadavia dijo que
la libertad de imprenta estaba por encima de todo, aún sobre sus pro
pias facultades, cuando se trató de defender El Argos N9 58 que él
regenteaba con sus secretarios, por haber agraviado a los Generales San
Martin y Bustos. La falsía de Rivadavia se hizo patente a través de
,2 S números dominicales 14, 15 y 16 de El Centinela que, bajo el título
Jmcios de imprenta , registró la persecución al Padre Fray Francisco
de Paula Castañeda por sus escritos en “La Guardia vendida por el
Centinela y en La Verdad desnuda”. Cabe recordar al respecto las
lucidas reflexiones del Padre Castellani, en el estudio al que ya hemos
hecho referencia: .
56-
“ Mucho antes que los señores liberales del sigo XIX, cabezas entera
mente humosas, hubiesen inventado sus fórmulas ambiguas de libertad de
opinar y de libertad de prensa y de esto y lo más allá, existía en muestra
raza una fórmula mucho más recortada, breve y limpia de. _la. libertad
española y cristiana, que decía simplemente: ¡L e y p areja! Todavía se la
oye sonar en la criollidad con la fuerza de un taco y la ley de una onza
de oro. Esa es la fórmula católica, qué con fina filosofía ni siquiera dice
¡leu igual!, porque sabe que no hay ley igual en el mundo este de cosas
desiguales, sino ley proporcion ada, puesto que un varón y una mujer, por
ejemplo, no son ni deben ser iguales pero por eso mismo son ambos hijos
de Dios, hermanos de Cristo y cuando se eligen bien forman una pare¡a.
Lo que le pasó al Padre Castañeda frente al soberbio Rivadavia,
fue considerado por Chesterton que decía que la libertad moderna
consiste en que le puedes decir perro a Dios, pero guárdate bien de
llamarlo p e n o al Comisario” ^
El N? 16 de El Centinela del domingo 10 de noviembre de 1822,
incluía un poema kilométrico “Sobre la libertad de la prensa que
firmó El Centinela y que Don Marcelino Menéndez y Pelayo atribuyo
a Tuan Cruz Varela, imitador del poeta español Manuel J. de Quintana,
“a quién el áutor va siguiendo paso a paso —escribió Menéndez y Pelayo
siendo el escollo inevitable de esta poesía el caer en estilo de preámbulo
de ley o de artículo de fondo, y si el gran Quintana no acertó siempre
a salvarse de la plaga de los lugares comunes filosóficos y humanitarios,
calcúlese lo que habrá acontecido a sus imitadores.. . 2 7
Era en realidad un hipócrita artículo de fondo del secretario de
Rivadavia para disimular malamente la torpe persecución del Padre
Castañeda, con que se intentaba precozmente silenciar a la única voz
que se unió a la del Padre Fray Cayetano Rodríguez que poco después
falleció, no sin dejar varios números de “El Oficial de día .
D e im proviso llegó la in esperad a noticia bom ba de la renuncia de
San M artín como Protector d el Perú, quien habiendo instalado el Con
greso soberano, dejó el territorio por m ar hacia V alparaíso. La. edición
mensual de la revista L a Abeja Argentina N ° 8 da la noticia el viernes
15 de noviembre de 1822, en forma breve y correcta. Al día siguiente,
sábado 16, El Argos N9 87, consignó:
“Perú. Lima. 20 de septiembre. Los siguientes dociunentos pertenecen
a la posteridad y aunque han sido ya impresos, los editores de El Argos
no pueden menos que darle una lugar, en sus páginas.
“ Proclam a d el G en eral San M artín.
Presencié la declaración de la independencia de los Estados de Chile
y el Perú- existe en mi poder el estandarte que trajo Pizarro para esclavizar
al Imperio de los Incas, y he dejado de ser hombre público; he aquí re
compensados con usura diez años de revolución y guerra.
Mis promesas para con los pueblos, en que he hecho la guerra, están
cumplidas: hacer su independencia y dejar a su voluntad la elección de
sus gobiernos.275*
— 57 —
L a presencia de un militar afortunado (por más desprendimiento que
tenga) es temible a los Estados que de nuevo se constituyen; por otra
parte: ya estoy aburrido de oír decir que quiero hacerme soberano. Sin
embargo, siempre estaré pronto a hacer el último sacrificio por la libertad
del país, pero en clase de simple particular y no m ás.
En cuanto a mi conducta pública, mis compatriotas (como en lo
general de las cosas) dividirán sus opiniones: los hijos de éstos darán el
verdadero fallo.
Peruanos: os dejo establecida la representación nacional, si depositáis
devorar ^ confianza’ cantad el triunfo: si no, la anarquía os va a
- 58 -
‘‘/ . . • / P o r más que reconozcamos como reconocemos en estos dos guerre
ros, ios más dichosos en la revolución del mundo nuevo, calidades, senti
mientos y propensiones sumamente honrosas, no nos es lícito concederles
el mérito de deberse a ellas estos dos rasgos tan raros como sublimes: ellos
no pueden ser ya propiamente sino un triunfo de la U BE TA D POSITIVA.
Fijado este principio, que es para nosotros como un dogma, no debemos
entrar a balancear el valor o el mérito relativo.
Ahí está el dogma liberal, el pensamiento irracional y corrompido
por la idolatría de la libertad, el becerro de oro que los liberales colo
caban como valor absoluto, en lugar de Dios, que es precisamente la
causa eficiente de las virtudes humanas, como explico Santo lomas de
Aquino 30.
Antes de proseguir exponiendo los ataques que los periódicos libe
rales de Buenos Aires, regenteados por Rivadavia, lanzaron contra San
Martín, demostrando su pertinaz ensañamiento, creo conveniente refe
rirme a las causas íntimas de su renunciamiento del 20 de septiembie
de 1822 y a las vicisitudes de su estadía en Chile, hasta que se pub í-
caron en Buenos Aires las noticias sobre aquel trascendental aconteci
miento, entre los día 15 a 18 de noviembre de 1822, como hemos visto
precedentemente.
- 59 -
“Lima, 25 de agosto de 1822.
“ Señor do n Bernardo O’H iggins.
“ Com pañero y am igo: A m i regreso d e G u ay aq uil m e h a entregado nues
tro C ruz su s apreciab les d e 4, 9 y 11 d e julio y 3 d e agosto. M ucho he
celebrado h aya salido U d. felizm ente d e su congreso, así como se com
p on ga todo él d e hom bres honrados.
“A mi llegad a a ésta m e encontré con la rem oción d e M onteagudo. Su
carácter lo h a precipitado. Yo lo hubiera se p arad o p a r a u n a legación, pero
Torre T ag le m e su p licó carias veces lo d e jase p o r no h aber quién lo
reem plazase. T o do se h a tran quilizado con m i llegada.
“ V a a llegar la ép oca por qu e tanto h e suspirado. E l 1 5 o 16 d e l entrante
voy a instalar el congreso. E l siguiente d ía m e em b arcaré p a r a go zar d e
la tran quilidad qu e tanto necesito; e s regular p a se a Buen os A ires a ver
a m i ch iquilla; si m e dejan vivir en el cam po con quietud, perm aneceré,
si no m e m archaré a la B a n d a Oriental.
“ S e ha reforzado el E jército con cu atro batallon es y tres escuadrones. T res
d e los prim eros son d e C olom bia: el total d e l E jército se com pone en
e l d ía d e m ás d e on ce m il veteranos.
“ E l éxito d e la cam pañ a, q u e a l m ando d e R udecindo y A renales se va
a em prender, no d e ja la m enor d u d a d e su éxito. U d. m e reconvendrá por
no concluir la ob ra em pezad a; U d. tiene m uch a razón, pero m ás ten go yo,
créam e, am igo m ío, y a estoy cansando d e qu e m e llam en tirano, qu e en
to d as p artes quiero ser rey, em perador y h asta dem onio; p or otra parte,
m i salu d está m uy deteriorada, el tem peram ento d e este p aís m e lleva a
la tu m b a; en fin, m i juventud fu e sacrificad a a l servicio d e los españoles,
m i ed a d m edia a l d e m i patria, creo q u e tengo derecho d e dispon er d e
m i vejez.
“ L a expedición a Interm edios sald rá d e l 12 a l 1 5 fu erte d e 4 .3 0 0 hom bres
escogidos. A renales d e b e am en azar d e frente a los d e la sierra p ara qu e
R udecindo no se a atacad o por to d as la s fu e rzas q u e ellos podrán reunir.
L a división d e L an za, fuerte d e 9 0 0 hom bres arm ados, d e b e cooperar a
este movim iento gen eral; es im posible tener un m al suceso . / . . . / 33
34 Grl. Tomás Guido. El General San Martín; su retirada del Perú. L a Revis
ta de Buenos Aires.
- 61 -
El 15 del mismo mes, salió para Santiago3536, donde se quedó muy poco
en el palacio directorial, con O’Higgins, ya que su quebrantada salud
requería ir a los baños termales de Calquenes (próximo a Rancagua,
unas 30 leguas al Sud de Santiago). El 31 de octubre de 1822 O’Higgins
le envió unas cariñosas líneas:
“Celebro infinito la mejoría de Ud. que me indica su apreciable de 26 del
que expira. Ciertamente el sosiego y esas aguas maravillosas le darán una
nueva existencia..”
“Aquí tiene Ud. esta casa, para que venga a descansar y con ello dará
un placer a mi familia. También le dejo a Ud. la chacra del Conventillo
que, aunque no está adornada como Ud. merece, tiene comodidades de
campo y disfruta de las de ciudad por estar en ella misma. También he
encargado a mi edecán don Domingo Artiaga que componga una casa que
he conseguido a media cuadra de la plaza y enfrente de las monjas que
fueron de este nombre para que tenga ese desahogo más si le agradase.
Haré todo empeño para no detenerme en el puerto más de ocho días/Val-
paraíso/y volver luego a gozar de su compañía.” 36
- 62 -
“ Santiago de Chile, 14 de noviembre de 1822.
D ebien do encam inarse a la m ayor brevedad, en auxilio d e la s fu e rzas
d e l Perú, una D ivisión com puesta a l m enos d e 5 0 0 veteranos al m ando d e l
señor Coronel D on Jo sé M aría/P ére z de /U rd in in e a, y facu ltad o el referido
señor p ara solicitar y n egociar él préstam o d e 50 .0 0 0 pesos, aplicab les a la s
p recisas im pensas d e la expedición. E l señor do n R udecindo A lvarado,
G eneral en Je fe d e l E jército d é l Perú, prestará, d e sd e luego, su garan tía,
a fin d e responder d e la satisfacción d e este crédito. A cuyo efecto se hacen
con esta fec h a a dich o señor G eneral los m ás serios en cargos y se le com u
nican las correspondientes órdenes p a r a q u e la can tid ad se a inviolablem ente
satisfech a a los p lazos qu e se estipulen; y p ara qu e se observen religiosa
m ente los contratos q u e p or el indicado señor U rdininea se form alicen.
F d o .: Jo sé d e San M artín.” 37
- 63 -
/V iernes/l5./de noviembre de 1 8 2 2 / .../M e fui al Conventillo a hablar
con S.E. (San Martín) para que me franquease mil pesos para cubrir mis
compromisos y empeños en que había quedado en la otra banda. Me pro
metió hacerlo. Allí almorcé, hablamos mucho sobre materias de gobierno,
situación del Perú y particularidades de mi com isión./.. . /
El mismo 15 de noviembre de 1822, San Martín le escribió a
O’Higgins:
“Cuanto deseo verle a Ud, libre de los disgustos del día, y de regreso,
concluido todo con felicidad; así lo espero con tanta mayor ansia cuanto
pienso pasar con Ud. ratos hermosísimos en esta casa la más hermosa para
mi gusto que hay en Chile.”
“Adiós amigo, hasta la tumba lo será suyo su
San Martín. 41
- 64 -
morcé allí con toda la familia del Director/Q’Higgins y la madama del
señor Borgoño; concluyó la correspondencia, hablamos largo. Salí con de
terminación de marchar a Intermedios/Perú/. 4243
No bien se fue Gutiérrez de la Fuente para Valparaíso, San Martin
recayó de su úlcera gástrica y tuvo un copioso vómito de sangre.que
hizo peligrar su vida. Esto no fue todo: enseguida quedó postrado en
cama con fiebre tifoidea durante dos meses. El Coronel D’Albe que lo
visitó escribió el 1® de diciembre de 1822 al .General Zenteno que
estaba en Valparaíso:
“El General San Martín está muy malo de chavalongo (fiebre tifoidea) y
de peligro, aunque dicen que hoy está más aliviado. No he podido verlo,
porque nadie entra en su cuarto sino el señor Director/O’Higgins/ y el
Padre Bauzá/Capellán personal de San Martín desde Mendoza/que se queda
todo el día.”
D ’Albe volvió a escribir a Zenteno el 5 de diciembre de 1822: “ El
General San Martín está mejor. No he podido verlo todavía. Espero que
será esta noche. Ha hecho una buena escapada.” 43
Recién empezaba su eonvalescencia, cuando le tocó presenciar la
oposición a su querido amigo O’Higgins, por parte de la masonería
que se había introducido en la sociedad chilena, especialmente en los
liberales o “pipiólos”, en tanto el grupo conservador o “pelucón” le
achacaba haber dejado hacer a los masones, aunque no de haber par
ticipado en su acción44. El 2 de diciembre de 1822 se insurreccionó
la ciudad de Concepción (500km Sud de Santiago), reuniéndose una
asamblea de título popular, pero formada de conservadores, a la que
el General Ramón Freire apoyó con el Ejército del Sud. Tanto éste
como la Asamblea escribieron a San Martín “rogándole que interpu
siese sus buenos oficios ante O’Higgins para moverle a renunciar al
mando y evitar así los horrores de la guerra civil” 45. San Martín llamó
a la reflexión a la asamblea:
“ Sólo podré decirles, com o am igo, y am igo lleno d e experiencia, que
recuerden Jos servicios d e l D irector d e Chile, e l concepto bien m erecido
qu e tiene ante la s naciones y el juicio q u e éstas form arán d e estas de sav e
nencias. V uestras Señorías, com o yo, conocen su desinterés, su despren di
m iento y, m as q u e todo, su d o cilid ad ; a sí e s q u e no d u d o s e p reste a todo
cuanto, p u e d a hacer sin com prom eter su honor y su s deb eres como prim er
m agistrado d e Chile. V uestras Señorías son las d e qu e han d e proporcionar
los m edios d e qu e se desplieguen aqu ellas virtudes, pero d e un m odo digno
y sin qu e la s pasiones precipiten a la an arqu ía.’
Con Freire fue aún más explícito: “ U sted conoce el carácter d e
O ’H iggin s: él es lleno d e do cilid ad cuando se em plean los m edios su aves;
por la inversa, e s ten az cuando se trata d e em plear las am enazas. É stas
son la s qu e U d. u sa en su carta, no deján dole otra alternativa q u e su se p a
ración d el m ando con deshonor y h asta ahora sin m ás reclam ación qu e sólo
l a d e U d., p u e s aún la Ju n ta d e Represen tan tes d e e sa Provincia sólo exige
- 65-
un congreso general. . . Yo conjuro a Ud., por lo más sagrado, termine feliz
mente estas diferencias; sirva la sincera amistad que siempre le he profesado
y nuestros derechos como viejos compañeros de armas.” 46
Fue el último servicio que prestó a Chile. El 26 de enero de 1823
salió para Mendoza, con el ayudante designado por 0 ?Higgins Teniente
Coronel Luis Pérez, y los arrieros que llevaban su equipaje. El 29 del
mismo mes alcanzaba la cumbre de los Andes en El Portillo, donde lo
esperaba su querido Sargento Mayor Manuel Olazábal que desde Ca
dete del Regimiento de Granaderos a Caballo en Buenos Aires, lo si
guió en la Campaña de los Andes y de Chile, cubriéndose de gloria en
Chacabuco, Cancha Rayada, Maipú, y las tres campañas al Sud de
Chile, llegando hasta el Arauco, más allá del Bío-bío. Su relato del
encuentro es emocionante y nos hace sentir como si hubiéramos estado
allí:
“/•••/E fectivam en te, era el Gran Capitán./. . ./C abalgaba una hermosa
muía zaina/. . . / U n riquísimo guarapón (sombrero de ala grande) de paja
de Guayaquil cubría aquella hermosa cabeza en que había germinado la
libertad de un mundo / . . . / El chamal (poncho) chileno cubría aquel cuerpo
de granito, endurecido en el vivac desde sus primeros años. Vestía un
chaquetón y pantalón de paño azul, zapatones y polainas, y guantes de
ante amarillos. Su semblante, decaído por demás/. . ./Cuando se acercó,
Olazábal se precipitó hacia él y lo abrazó por la cin tu ra/.. ./E l general le
tendió el brazo izquierdo sobre la cabeza y, lleno de emoción, sólo pudo
decirle: —¡hijo! Un momento después, invitado a descansar y tomar un
poco de té o café, aceptó, y ayudándolo a bajar de la muía, se sentó sobre
una montura que le sirvió como los magníficos sofás de los palacios que
había conquistado. Mientras se cebaba un mate de café, que prefirió, y le
preguntaba por la familia, dijo: —“ ¡Qué diablos, me ha fatigado esta su
bida!”. 47
- 66 -
mer ensayo en San Lorenzo que no habrán olvidado los matuchos ni yo
tampoco, porque me vi bien apurado.”
“El General, enemigo como siempre de manifestaciones públicas, bur
ló la vigilancia del gobierno y pueblo que lo esperaban, y fue, sin ser
sentido, a bajarse en la casa habitación de la distinguida señora doña Josefa
Huidobro, donde fue constantemente cumplimentado y obsequiado por aque
lla digna ciudad.” 48
- 67 -
mayor. ¿Eso no es idiotez? No, Chesterton dice que la ley del caballero
es castigar la injusticia que le hacen a él, haciéndose otra mayor. Eso es
literalmente ‘irse a l últim o lu g a r , y ‘poner la otra m ejilla’, como aconsejó
Cristo. Al Cid Campeador el Rey Alfonso lo desterró por un año; él se
desterró por cuatro años; arrojó a los moros de Valencia, se creó un reino
cristiano para él; y después volvió a Burgos y se lo echó a los pies del rey
injusto.” 50
El Cid Campeador, pues, fue como el padre del General San Mar
tín. Éste en América, como aquél en Castilla, batallaron sólo por ne
cesidad;
“Por necesidad batallo
y una vez puesto en mi silla
¡Se va ensanchando Castilla —América—
delante de mi caballo!
San Martín, como el Cid Campeador a su Rey, pudo decir: “Por un
año me destierras/yo me destierro por cuatro”. Porque cuando estaba
en vías de consolidar la emancipación de Sudamérica, se cruzó en su
camino Bolívar quien trató injustamente a San Martín, despreciando
la alianza y la hermandad que éste le ofreció, transformándose en
cambio en su rival. También fueron injustos con él varios de sus com
pañeros de armas, a quienes enseñó con el ejemplo y brindó las opor
tunidades de gloriarse en una guerra noble, y le dieron la espalda por
futilezas personales. Finalmente, Buenos Aires, por treinta dineros co
mo Judas, y por fratricidio demoníaco como Caín, dejó de apoyar la
epopeya que había impulsado virilmente, mientras que en 1822 se
negaba a reconquistar a sus hermanas las provincias del Alto Perú.
Ante la flagrante injusticia, San Martín decidió desterrarse del teatro
de sus hazañas, para “irse a l últim o lugar” , según el principio divino
que proclamó Nuestro Señor Jesucristo.
- 68 -
trato entre el Teniente Coronel Gutiérrez de la Fuente y Godofredo
Poygnard, del comercio de Salta, apoderado del irlandés Ricardo Orr,
para un préstamo de cien mil pesos/cantidad inflada: antes vimos qué
fue por 50.000 pesos/ “para la expedición que promueve el Protector
del Perú contra el enemigo común, por 16 meses al 6 % que se pagará
en la ciudad de La Paz”. El Correo consideraba absurdo el proyecto,
de acuerdo con el egoísmo de Rivadavía.
El sabado 21 de diciembre de 1822, El Argos N ° 97 incluía una
noticia de Mendoza: Esperamos la llegada de los Generales San Mar
tín y Las Heras, presencia lisonjera para Mendoza”. Al día siguiente,
El Centinela N<? 22 confinaba a San Martín al rincón de los trastos
viejos:
Sabed señores que el General San Martín siempre será considerado y res
petado en Buenos Aires como un instrumento poderoso de la independencia
de la Patria: algo más, nosotros miraremos siempre a este general como una
antigüedad preciosa de la revolución y su espada adornará nuestro museo.”
Prosiguió El Centinela en el N ° 23 del 29 de diciembre de 1822
con un ataque directo a San Martín criticando el apoyo logrado y las
ordenes impartidas a la División destinada a cooperar en la reconquista
del Alto Perú, oponiéndole que “El Gobierno tiene capacidad bastante
—parece dictado por Rivadavia— para terminar la guerra sin el concur
so extraordinario de la espada”. Esto era pacifismo, y el pacifismo
durante una guerra, como la que aún se libraba, era y será siempre
traición a la Patria.
Se iniciaba 1823. El N° 4 de El Correo de las Provincias del 1?
de enero de 1823 traía el contrato completo del préstamo para la expe
dición al Alto Perú que se firmó en San Juan el 30 de noviembre de
1822 entre el Coronel José María Pérez de Urdininea y Godofredo
Poygnard. El Argos N® 3 del 8 de enero de 1823 reprodujo el Diario
de Sesiones del Congreso del Perú del 20 de septiembre de 1822, y
critico que el Congreso hubiera asumido los tres poderes, llamó a San
Martin dictador y al Congreso “un aborto político de todas las pasiones
reunidas al no tener constitución”. Transcribió el decreto de honores
a San Martín:
“AVISO OFICIAL”
“El Soberano Congreso constituyente ha resuelto que S.E. el Generalísimo
de las armas del Perú, D. José de San Martín se distinga con el dictado de
FUNDADOR D E LA LIBERTAD D E L PERÜ; que conserve el uso de la
banda bicolor, distintivo que fue del Supremo Jefe del Estado; que en
todo el territorio de la nación se le hagan los mismos honores que el
poder ejecutivo; que se le levante una estatua, poniendo en su pedestal
las inscripciones alusivas al objeto que la motiva, concluida que sea la
guerra; colocándose en el entretanto su busto en la Biblioteca Nacional;
que goce del sueldo que anteriormente disfrutaba; y que a semejanza de
Wassington se le asigne una pensión vitalicia cuyo arreglo se ha pasado
a una comisión.” (Lima, 20 de setiembre de 1822).
En vista de este decreto, La Abeja Argentina N<? 10 del 15 de
enero de 1823 comentó que Washington nunca recibió la pensión vita
- 69 -
licia y lo alabó desmedidamente, sin decir una palabra sobre San Mar
tín. Este mismo día que era miércoles, salió El Argos N ° 5 con la
noticia de la caída de O’Higgins y prisión de San Martín en Chile,
aunque en el N° 6 siguiente del sábado 18 de enero de 1823, desmintió
como “falsísima” la detención de San Martín.
El Correo de las Provincias N9 6 del 23 de enero de 1823, insulto
con despiadado encono al custodio de la Patria, al General Martin
Miguel de Güemes, muerto con las armas en la mano en su defensa.
Con repugnancia transcribo parte porque sino no se creería:
“ Salta. El entierro del zancarrón/hueso grande y descamado/ de Güemes
ha producido diferencias entre los gauchos, el populacho de^ la ciudad y
aún los comerciantes que terminaron por tirarse balazos/ . . . / ”
Este engendro se refiere, con taimada saña, al traslado, con todos
honores, de los restos del héroe argentino General Güemes de la C a
pilla del Chamical a la antigua Catedral de Salta, el 14 de noviembre
de 1822, cuando gobernaba el Doctor José Ignacio Gorriti. Seguía una
venenosa carta de “un vecino de Salta” que atacaba e insultaba a los
partidarios de Güemes y Gorriti. El odio de los renegados se desa
taba no sólo contra San Martín sino también contra Güemes, aún
después de muerto. Pero hay más en el mismo libelo: con presuntas
noticias de San Juan, Mendoza, Tucumán, Salta y Córdoba pronostica
el fracaso de la expedición de Urdinea:
“ Ni el nombre del General San Martín, con el que se ha querido darle
importancia, podía librarla nunca de la suerte que ha tenido: en fin, este
es un negocio concluido.’
En cambio, la llegada del Comisionado de Colombia (el delegado
de Bolívar) y del General Gregorio de Las Heras fue saludada calu
rosamente en El Argos N9 8 del sábado 25 de enero de 1823, y al día
siguiente siguió El Centinela N9 26 del domingo 26 de enero de 1823
con loas a Las Heras quien, a fines de 1821, dio la espalda a San
Martín, por haber recibido menos de lo que esperaba, en un reparto
de 500.000 pesos 51. Al suponerlos enemigos de San Martín, los enco
miaban. Por el contrario, El Argos N9 10 del sábado 1° de febrero de
1823 está a favor del General Freire, en contra de O’Higgins, a quien
solapadamente llamaba tirano y afecto a las riquezas y placeres: un
tiro por elevación para su íntimo amigo San Martín. Asimismo, El
Argos N9 15 del miércoles 19 de febrero de 1823 se derrama en un
larguísimo ditirambo sobre Bolívar, con estos subtítulos: “Valor y cons-
tancia-Su alma sin ambición-Su modestia-Su desinterés y liberalidad”.
En tanto, El Correo de las Provincias N9 10 del 20 de febrero de 1823
trae a colación la Campaña de los Andes con solapada acusación contra
San Martín y O’Higgins de haber libertado primero la provincia de
Santiago y no la de Concepción lo que hubiera sido más fácil —arguye
falsamente— si se hubiera deseado. Mientras anunciaba la llegada del
General San Martín a Mendoza el l 9 ó 2 de febrero de 1823, fustigaba
- 70 -
al General Bustos a quien atribuía mentirosamente su intención de
auxiliar a O’Higgins frente a la rebelión de Freire. De la peregrina idea
de iniciar la campaña de los Andes por Concepción, se hizo eco tam
bién El Centinela N"? 30 del domingo 23 de febrero de 1823, acusando
insensatamente a los que llamó “grandes hombres de la revolución”
por el plan que estos caraduras llamaron “horrible” y cuya ejecución
es conocida por los historiadores militares de todo el mundo como la
hazaña más grande que se conoce en todo el orbe.
Con la llegada de San Martín a Mendoza, el 4 de febrero de
1823, la campaña de desprestigio desatada por Rivadavia contra él
alcanzó su máxima intensidad. El Argos N? 17 del 26 de febrero de
1823 reprodujo la proclama de Freire contra O’Higgins, con un co
mentario infamante contra éste. El Correo de las Provincias que salió
el jueves 27 de febrero de 1823, se sumó al ataque a O’Higgins y se
lanzo a fondo contra los que llamó “Directores de América”, dirigién
dose especialmente contra San Martín. También El Centinela N<?31
del domingo 2 de marzo de 1823 golpeaba contra Zañartú, enviado de
^ Higgins en Buenos Aires y amigo de San Martín, despachándose a
gusto contra los tiranos”, y llegó al colmo de considerar al terremoto
de Chile “el presagio feliz del establecimiento de la libertad entre los
hijos del Arauco’ . Al mismo tiempo, en su afán de lastimosa obse
cuencia por los ingleses protestantes, Juan Cruz Varela o Ignacio Nú-
ñez, qué más da quien fuese, tuvo la osad ía de llam ar aparato su pers
ticioso a las cerem onias d e Sem ana Santa. Cuesta creer que Rivadavia
y sus secuaces hubieran sido criados en la Religión Católica.
Pero este ejemplar del libelo no podía dejar tampoco a San Mar
tin; el articulo fue titulado “El VI° Rey”, simulaba hacerse eco de un
“rumor” que corría en Buenos Aires y en Chile:
“/ . ../E s te rumor era que en la capital del Perú desde el año de 1822,
por 4 * vez en la América Meridional, se había concebido el famoso proyecto
de sentar en la ciudad de los reyes, uno llamado constitucional, que al fin
imperase sobre el Perú, sobre Chile, y sobre las Provincias del Rio de la
Plata; pero sea que este hecho careciese de datos positivos, sea que las
ideas y los principios de los hombres en Buenos Aires les coloquen en
aptitud de no creerse en peligro, por ningún amago de la manía aristocrá
tica, ni de la tiranía m ilitar, sea por lo que fuere, no se ha dado mayor
ascenso al rumor, o más bien ha sido recibido con la misma indiferencia,
o con todo aquel aire de desprecio que son capaces los argentinos de ofrecer
a cualquier proposición que tienda, o a volverles al dominio de los Borbones,
o a privarles el goce a que han arribado, por entre puros peligros, de un
sistema de gobierno ilustrado y liberal.”
La vil falacia fue lanzada veladamente: que San Martín deseara
volver al dominio de los Borbones, contra los que había luchado a la
cabeza de la guerra de la independencia. ¿Cuántos leían El Centinela?
Desde que empezó este año de 1823 tenía sólo 88 suscriptores, gracias
a Dios. Lamentablemente, San Martín era una persona muy sensible y
le dolían estas cosas por más rastreras que fuesen. Con el poder y el
dinero del Estado era fácil para la deliberada actitud negativa de Ri
vadavia tirar contra San Martín con todas las baterías a su disposición.
- 71 -
El Correo de las Provincias N ° 12 del 6 de marzo de 1823 se dedicó
a la expedición que mandaba el Coronel Urdininea, finalizando con
un fuerte ataque contra San Martín por tomarse atribuciones que ya
no tenía como simple ciudadano privado. ¿Acaso no tenía derecho
como caudillo americano a impulsar por todos los medios la reconquista
de las provincias argentinas del Alto Perú? Dos días después, el
sábado 8 de marzo de 1823, seguía el ataque persecutorio a San Martín
en El Argos N9 20 que reproducía el Diario de Sesiones del Congreso
de Lima sobre finanzas públicas, incluyendo infundios e ironías sobre
los procedimientos que atribuían al “fundador de la libertad” .
No había tema en estas hojas, todas las veces que salían, cuyo
principal objetivo no fuera denostar y desprestigiar al General San
Martín. El Centinela N® 33 del domingo 9 de marzo de 1823, es decir,
que salió al día siguiente del Argos precedente, dio cuenta que se re
cibió un escrito anónimo: “Compendio histórico de la vida del General
San Martín. Tomo I. Continuará en Tomo 29. Capital de los Libres
(antes de los Reyes)”. Debió ser favorable a San Martín, porque se
criticó al autor “que parece ignorar lo que ocurrió en las Provincias
del Río de la Plata, aunque parece escrito por un hombre libre’ ”.
Esta situación fue descripta por San Martín a sus amigos, varias
veces, siendo quizá la síntesis mínima a esta altura del relato la que
escribió al Brigadier General Juan Manuel de Rosas, desde Grand
Bourg, cerca de París, el 5 de agosto de 1838:
“ Sep arado voluntariam ente d e todo m ando público , el año 2 3 , y retirado
en m i ch acra d e M endoza, siguiendo p or inclinación u na v id a retirada,
creía que este sistem a, y m ás q u e todo, m i vida p ú b lica en el espacio d e
diez años, m e pondrían a cubierto con m is com patriotas d e toda id e a de
am bición a tod a especie d e m an do; m e eq u ivo qu é en m i cálculo —a los
d o s m eses d e m i llegad a a M endoza, él gobierno que, en a q u ella época,
m an dab a en Buenos Aires, no sólo m e form ó un bloqueo d e espías, entre
ellos a uno d e m is sirvientes, sino q u e m e hizo u n a gu erra poco noble en
los p ap ele s p úb licos d e su devoción, tratando a l m ism o tiem po d e hacerm e
sospechoso a los d e m ás gobiernos d e las provincias; p or otra p arte, los de
la oposición, hom bres a quien es en general no conocía ni aún d e vista,
hacían circular la ab su rd a id e a q u e m i regreso d e l Perú no ten ía otro objeto
qu e el d e derrib ar la adm inistración d e Buenos A ires, y p a r a corroborar
estas id e as m ostraban (con una im pudencia poco común) cartas qu e ellos
suponían les escribía.” 52
- 72 -
EL SENTIDO HUMANO Y
CRISTIANO DEL CAMPO
G u il l e r m o G u ey d a n de R o u sse l
Dios y el campo
Hay un lugar sobre la tierra donde el Creador interviene con pre
ferencia: es el jardín o, de manera general, el campo. En el Jardín
del Edén Dios se manifestó como Creador y Juez; en el Huerto de los
Olivos dio comienzo a los momentos culminantes de la obra de la Re
dención o re-creación del hombre. Luego Jesucristo y su divina Ma
dre eligieron principalmente el campo como lugar privilegiado de sus
revelaciones privadas, sea la Colina de Tepeyac, Le Salette, Lujan, la
Cova de Iris, y los testigos de dichas apariciones fueron siempre cam
pesinos. L a naturaleza que ha sufrido tanto por el pecado de Adán
y que sigue sufriendo cada vez que el hombre viola las leyes eternas
de la creación merece de algún modo este privilegio. Ahora bien, to
das esas apariciones cuyo teatro ha sido el campo, han ejercido una
influencia decisiva sobre la historia, sea enderezando su curso, sea anun
ciando acontecimientos futuros. De Ronald podía escribir con razón;
“Es en el seno de la naturaleza y no en las bibliotecas de los sabios
donde hay que buscar las leyes inmutables que el Autor de la natu
raleza y el Padre del género humano dio a las sociedades como fun
damento de su existencia” l.
- 73 -
al hombre, pero contando siempre con el hombre como su agen
te o causa instrumental.
La Gracia opera por su virtud, obra por su propia virtud,
pero exige del hombre ser operada por él. E s como una medi
cina que sólo surte efecto en aquellos que la toman por su de
cisión o que la reciben de otros. Lo que cura es la medicina,
por supuesto, no el acto que realiza quien la toma, pero es in
dispensable que se tome para que cure.
La gracia de la “paciencia en aguantarla” es la que pedimos
para nuestros lectores, que tuvieron que aguantarse esta nota
sobre la Fe, de la que esperamos se sigan dos gracias: la del
aumento de su Fe y la de perdonarnos la poca gracia que tuvi
mos al escribirla.
TEXTO CLÁSICO
— 96 —
SAN MARTÍN Y EL LIBERALISMO
C n el. H éctor J u a n P ic c in a l i
— 99
Martín. Dicho sea de paso, unas líneas m ás abajo denigraban a
los monjes destituidos por Rivadavia llamándolos “ víctimas de
una superstición anticuada” . Pero no había tregua: el jueves si
guiente 20 de marzo de 1823, este pasquín fue relevado en el
ataque por El Correo de las Provincias N? 14, que se lanzó ahora
contra O’Higgins por buscar establecer las necesarias relaciones
que todo católico debe tener con la Santa Sede, enviando a Roma
al Padre Cienfuegos, cuando San Martín era la figura principal
en Chile. Menos mal que reprodujo noticias sobre el Coronel
Urdininea quien pasó por Santiago del Estero y llegó a Tucumán
donde encontró buena disposición para la expedición.
Dos días después, El Argos N? 24 del sábado 22 de marzo de
1823 traía noticias inquietantes: el 19 de marzo de 1823, entre
las 7 y 9 de la mañana, se sublevaron en Los Tapiales los Coro
neles Bauzá, Viera y Miguel Aráoz, pero fueron derrotados por
el Batallón de Infantería N? 1 en la Plaza de la Victoria. El Co
rreo de las Provincias del jueves santo 27 de marzo de 1823,
daba detalles de la rebelión que fue contra la reforma religiosa
de Rivadavia, tan protestantizante como la de Inglaterra, e igual
a ésta en el despojo e intento de destrucción de la Iglesia Cató
lica. El Centinela N? 34 del domingo de Pascua, 30 de marzo de
1823, intentó disimular la gravedad de los hechos con alabanzas
a Rivadavia como gran ministro de Relaciones Exteriores, con
traponiéndolo al complot encabezado por el Dr. Tagle, débil y
fácilmente sofocado.
El jueves 3 de abril de 1823 abrió el mes El Correo publi
cando una proclama de Cochrane en contra de O’Higgins, tiro
también contra San Martín su íntimo amigo, ambos asociados
en la gran empresa libertadora del Perú. También daba noticias
detractaras de la Expedición al Alto Perú ideada y lanzada por
San Martín, como se ha visto en G l a d i u s N? 17:
“ C atam arca, 18 de febrero de 1823. L a Expedición al Perú ha qu edado
reducida a 100 hom bres m an d ad os por Urdininea. E s tá cam p ad a
(sic ) a 22 legu as de este pueblo com iéndose la s cien vacas con que
ha auxiliado este d istrito. M ientras la au sen cia de su general que
m archo a L estero (sic, p or San tiago del E ste r o ) en b u sc a de auxi
lios, la tro p a intentó h acer un a r e v o lu c ió n /.../. A fortunadam ente
fue p illad o uno de lo s cinco cabezas, y so fo cad o el m ovim iento.”
Como se ha constatado antes, el redactor Lemoine estaba
en contra de esta expedición, y por lo visto también contra San
Martin.
El Argos N? 28 del sábado 5 de abril de 1823 publicó una
carta anónima supuestamente enviada desde Lima, comentando
su contenido referente al Gobierno de San Martín con estas pa
labras tendenciosas;
p o r ello se ad v ertirá el estad o difícil en que se h allab a e sta ciu d ad
an ,®s , a ú ltim a c atástro fe .” y siguió con la su p u e sta c arta : “L a
salid a del P rotector /S a n M artín, se entiende/, com pletó el d esord en
100 —
en que se h allab a ésto, y creo que m uy tard e se verá libre el p a ís
de la an arq u ía que la am enaza: so b re todo el E jé rc ito nunca h ab ía
esp erad o que su general lo abandonase, y que olvidase con tan ta
facilidad lo s co m p ro m isos solem n es que tan rápidam ente tom ó s o
b re sí.”
E l anónimo, sospechoso de haber sido escrito por los m is
mos taimados redactores, hablaba en contra del Congreso Cons
tituyente —igual que Rivadavia para las Provincias Unidas ¡oh
casualidad!— y pestes del Triunvirato que en el Perú presidía
el General La Mar, subordinado y amigo de San Martín.
E l domingo 6 de abril de 1823 le tocó el turno a El Centi
nela N? 35 donde, ante pedidos de auxilios para terminar la
guerra de la independencia de Chile y Perú, sólo se mencionan
“ negociaciones que ya se han resuelto encarar’’, mediante el
pacifismo liberal por medios ilustrados, filantrópicos y huma
nos” , jerga típicamente masónica empleada para desarmarse
frente al enemigo, porque el “pacifismo” es la corrupción de la
paz genuina que debe basarse en la justicia y el respeto por la
soberanía.
El General Alvarado, a quien San Martín dejó al frente del
Ejército en el Perú, había fracasado en su operación sobre
Puertos intermedios, siendo derrotado en Torata y Moquegua,
el 19 y 21 de enero de 1823. El Argos N? 29 del miércoles 6 de
abril de 1823 aprovechó esta noticia para lanzar sarcasm os que
riendo desprestigiar a San Martín, con una supuesta relación
“que cuando las tropas de Alvarado llegaron a Tacna pregunta
ron sus moradores dónde estaba San Martín. Qué grande es la
fuerza de la opinión.” fue la malévola conclusión del pasquín.
Y para marcar la derrota, como si fuera un periódico del ene
migo, al día siguiente, el Correo de las Pcias. N? 17 del 10 de
abril de 1823 reproducía el parte del General realista Canterac
sobre la acción de Moquegua. Además, insertaba parte de lina
carta que una persona de Buenos Aires cuyo nombre no se de
cía, envió a Santiago de Chile a Zañartú quien, como se ha
visto antes, fue el Diputado del Gobierno de Chile ante el Di
rector Supremo de las Provincias Unidas, íntimo de O Higgins,
la carta se “extravió” caído éste del poder, es decir, probable
mente fue incautada por el nuevo gobierno de Freíre, ya que lo
natural hubiera sido dársela o enviársela a Zañartú que residía
entonces en Santiago, y no enviarla para ser publicada con este
pretexto burdo, con simulada firma:
“ E s t a he recibido, y com o el contenido no es p a ra mí, su plico a U ds.
la den a l público p a ra inteligencia del in teresado. —F irm ad o /n o dice
p or quien /— S an tiago 1? de m arzo de 1823.” (A sí tran scrip to en el
N ° 17 del C orreo ).
En lo que nos interesa, la carta sirvió para desmentir a E l
Argos N? 6 del 23 de enero de 1823 en diatriba contra el editor
del Correo, es decir, para una pelea entre los mismos masones,
— 101 —
aunque decía que “ le pasé al Deán Funes, que corre desde el 1?
de enero con el Argos”, lo que es toda una novedad. La supuesta
carta, después de despacharse a gusto contra el depuesto O’
Higgins, incluía el consabido ataque a San Martín:
“ L a célebre c a rta que ex tractam o s sigu e hablando del pretendido
odio que se tiene aquí al G eneral S a n M artín probándolo con que su
nom bre no ap arece en ninguna de la s calle s de e sta ciu dad que nue
vam ente han sido b a u tiza d a s: p ero este h om bre im bécil se h ab ría
gu ard ad o de d ar e sta fútil p ru eb a de su ase rto s i h u biera advertido
que no se ha p uesto a ninguna calle el nom bre de un h om bre que
aun exista vivo. Por o tra p arte en B uen os A ires ah o ra se odian los
m alo s principios, la s m ala s id eas, el m al sistem a, la tiran ía y el des
p otism o; y el G eneral S an M artín debe conten tarse con su con
ciencia.”
Pero el Argos N? 31 del miércoles 16 de abril de 1823 insertó
documentación de suma importancia para medir la magnitud del
daño moral con que querían destruir al gran patriota y eminente
argentino, padre de la Patria. E sta edición reproducía una pre
sentación de San Martín que se publicó en Mendoza en E l Ver
dadero Amigo del País N? 23 —periódico al que me referí más
arriba:
“Oficio del G eneral S a n M artín a la Ju n ta G ubernativa del Perú:
“Exm o. señor. E l periódico titulado L a A beja R epublican a e stá en m i
pod er: ante la ley m e p resen to contra su a u to r; de V.E. reclam o la
ju stificació n de su s a se rto s o su castig o .”
“Cuando finalicé m i carrera m e p rop u se no co n testar a los tiro s de
los enem igos que todo hom bre público p o r ju stific a d o que sea, se
su scita especialm ente en revolución; pero el au tor de la A beja m e ha
hecho q u ebran tar este p ro p ó sito ; él a ta c a lo m ás sag rad o que el hom
bre p o see; me he acord ad o que soy padre, y que el honor e s la única
herencia que d ejo a m is h ijo s, sí señor, la única que les tran sm ite el
que ha sido árb itro ab solu to del destino y fo rtu n a de gran des E s
tad o s.”
“Perm ítam e V.E. una reflexión que no d e ja rá de p e sa r en su consi
deración, a sa b e r: que el nom bre del G eneral S an M artín, h a sido
m ás considerado p or los enem igos de la independencia, que p o r m u
chos de los am erican os a quienes ha arran cad o las viles cadenas que
arrastra b a n . D ios guarde a V.E. m uchos años. M endoza y febrero
28 de 1823. Jo s é de S a n M artin.”
“E x m o señ or Ju n ta gubern ativa del Perú.”
En este mismo número de E l Argos N? 31, también apare
ció esto:
“ Lim a. P or lo s p ap eles p ú blicos de e sta C apital ad vertim os que la
m em oria del señ o r S an M artín no h a m erecido h acerse allí invulne
rab le p a ra to d o s a p e sa r de h ab er sid o su libertad or. S ab e m o s que
L a A beja R epublicana m a ltra ta su nom bre sin piedad. N o so tro s no
estam o s en el fondo de lo s m otiv os que pueden h ab er d ad o lu gar a
lo s tiro s in flam ad o s de e sta acre cen sura; p ero tenem os a la v ista el
rem itido que en resarcim ien to de este ag rav io in se rta el M ercurio
M ercantil Político literario de aq uella ciudad, en calid ad de docu
m ento h istórico lo d am o s al público.”
“ R em itido.”
“ S r. E d ito r del C orreo M ercantil. Muy señ o r m ío: en el N ° 4 de sú
periódico de ayer 22 que com o am anuen se del señ or F isc a l D r. D.
— 102 —
M ariano Álvarez acabo de recibir, ha insertado Ud. la representación
del General en Jefe de los Cuerpos del Ejército del Centro al Supre
mo Gobierno: En ella se dice que el asom bro que el infam e libelo
publicado en la Abeja Republicana del 11 de este m es ha causado a
cuantos han tenido la gloria de pertenecer al E jército Libertador, no
es menos que por las abominables im posturas de ese papel que por
el silencio de los fiscales de estado y de cuantos son encargados de
velar por la reputación de los que por tantos títulos merecen la
gratitud de los peruanos. Para satisfacción del General en Jefe y
Je fe s del Ejército tenga Ud. la bondad de insertar también en su
periódico la denuncia que con fecha anterior a la representación pa
só el fiscal al mismo Suprem o Gobierno por medio de la respectiva
Secretaría que es como sig u e :”
“ E n el N 9 5 del 11 del que rige, del periódico titu lado la A beja, se
b lasfe m a co n tra el E xm o. señ o r Jo sé de S an M artín. E l P erú lo
reconoce com o fu n d ad or de su lib ertad y no puede p erm itirse ni to
le rarse que se le insulte con d egrad ación y p erju icio de la gratitu d
general del E sta d o . E s su sc ita r p artid o s y pon er en riesgo la tran
quilid ad pública. L o s G en erales y J e fe s de lo s E jé rc ito s que nos sir
ven son h ech uras su y as, y sin caer en la in fam e n o ta de in gratos, no
pueden d e ja r de sen tir y ofen derse de la s in ju rias que tan inconside-
rantem ente se infieren y cu alesq u iera de ellos puede ac arre ar al
E sta d o fa ta le s consecuencias. E l tal im p reso p arece p u es p o r e so s
m otiv os subversivo. Póngalo Ud. en consideración de la Su p rem a
Ju n ta G ubernativa p a ra que si lo ju z g a conveniente lo m ande p a sa r
a la Ju n ta C on servad ora de la L ib ertad de Im pren ta, p a ra que cali
ficándolo com o es debido p u eda proced erse. D ios guarde a Ud. m u
chos años. L im a y enero 16 de 1823. M ariano Álvarez. S eñ or S e
cretario de Gobierno y R elaciones E x terio res.”
Ese domingo del 20 de abril de 1823, El Centinela N? 37 ata
có a San Martín directamente por su réplica al gobierno perua
no, arrogándose el papel de juez, de juez inicuo, como en la
parábola de Cristo: “En cierta ciudad había un juez, que ni
tenía temor de Dios, ni respeto a hombre alguno.” (San Lucas
18, 1 y 2):
“ / . . . / E l Centinela, p u es rep ru eb a altam ente la conducta del au tor
del rem itido de la A beja peruana, y se com place en la que han ob
servad o lo s je fe s del E jé rc ito del Centro en aqu el E sta d o . Pero el
C entinela ocupa el lu gar de la ju stic ia, y p o r n ad a p a sa que no se a
conform e a lo s p rin c ip io s./. . . / S i la s p a la b ra s sign ifican lo que dicen,
el G eneral S a n M artín se engañó al estam p ar e sta s ú lt im a s ./.. ./E s t o
es m uy serio: y el Centinela sen tiría que el G eneral S an M artín no
conviniera en que, si alguna vez h a tenido poder, ha sid o solam ente
p orque se le h ab ía dado, y que en consecuencia no pudo ja m á s se r
árb itro ab soluto de la fo rtu n a de gran des estad o s, s i esto h a de
entenderse a sí no m á s com o su en a. / . . . / ”
Más adelante agregó un ataque indirecto a San Martín, con
referencia a la patriótica expedición de Urdininea para recon
quistar el Alto Perú, recordando la entrada del Ejército Liber
tador en Lima para auxiliar a los peruanos que querían liber
tarla de los realistas, terminando por llamar “ tirano” a San
Martín en forma solapada:
“ L a en trad a del E jé rc ito L ib ertad o r se hizo entre m il ap lau so s en la
cap ital del Perú; m a s luego que lo s je fe s del E jé rc ito y h om bres ex
— 103 —
trañ o s a los in tereses locales, tom aron la resp on sab ilid ad de la
cau sa, lo s lim eños llam aro n u su rp ad o res a lo s au xiliares, y lo s auxi
liare s p or esto llam aron in grato s a los lim eños. T od os tenían ra
zón. L o s unos no querían exponer el fru to de su s tr a b a jo s en m a
n o s de h om bres que no h acían u n a m an ifestación term inante de su
p atriotism o. L o s o tro s no lo d esp legab an p orqu e con sid eraban que
el auxilio tenía tendencia a q u itar un os tiran o s extrañ os p a ra entro
nizar a o tro s.”
Volvió El Centinela N? 39 del domingo 27 de abril de 1823
con la f a la c ia q u e n o h a b ía m á s g u e r r a p o r la in d e p e n d e n c ia y
q u e n o d e b ía h a b e r m á s e s p ír it u o s i s t e m a m ilita r . Era el “pa
cifismo”, la corrupción del concepto de la paz entre las nacio
nes, donde están siempre las duras realidades y los peligros que
acechan al débil, frente a los poderosos de la tierra que ya
dominaban a los rivadavianos: q u e r ía n h a c e r d e s a p a r e c e r la
id e a d e l p e lig r o n a c io n a l cuando el enemigo estaba en el Río de
la Plata y en el Alto Perú; querían debilitar militarmente al país,
castrarlo de su capacidad de lucha, para entregarlo inerme a
los grandes poderes mundiales. Quien conoce la historia argen
tina habrá visto repetida esta maniobra en 1828, en 1852, en
1982 y en 1984, últimos testimonios que están a la vista, de los
que somos todos testigos, desgraciadamente.
Que toda esta propaganda insidiosa estaba dirigida por Ri-
vadavia se reflejó en el Mensaje del Gobierno a la Sala de Re
presentantes que sanó La Abeja Argentina N? 13 del 15 de mayo
de 1823, donde aquél afirmó “ que en el Perú se derrama la san
gre humana sin sentido alguno.” En su crasa ignorancia sobre
política, estrategia y guerra, creía que la solución la obtendría
en Buenos Aires: su insensatez no tiene límites. E sta falta de
sentido de la realidad de Rivadavia, contrastaba con las expre
siones que en esos mismos días San Martín le hacía llegar al
Coronel Juan Facundo Quiroga quien, fracasadas las tratativas
de paz ante el ataque a Los Llanos durante su ausencia, por par
te del Gobernador Dávila, se preparaba para la lucha. El Go
bierno de Mendoza resolvió mediar y comisionó para ello al
Coronel Manuel Corvalán, quien llevó también una carta de San
Martín al caudillo riojano, donde campea su amor por los com
patriotas y su sentido cabal de la defensa nacional, como se
puede ver:
“ S e ñ o r D o n F a c u n d o Q u ir o g a .”
“ M e n d o s a y m a y o 3 d e 1823.”
“ M u y s e ñ o r m ío y a p r e c i a b l e p a i s a n o : S e q u e e s V .S ./ V u e s t r a S e ñ o -
r ía /u n bu en p a tr io ta y u n h o m b re d e c o r a je ; e s t a s d o s c irc u n sta n
c i a s m e h a n d e c id id o a e s c r i b i r l e lle n o d e t o d a c o n f ia n z a s in m á s
o b je t o q u e e l d e l b ie n g e n e r a l.”
“ S é e s t á V .S . p r ó x i m o a b a t i r s e c o n e l G o b e r n a d o r d e L a R i o j a , y o
ig n o r o l o s m o t iv o s q u e h a n d a d o c a u s a a e s t e p r ó x i m o r o m p im ie n t o ,
lo m is m o m e s u c e d e c u á l d e lo s d o s p a r t i d o s e s e l q u e tie n e l a j u s
tic ia , p e r o s e a n c u a l e s fu e r e n l a s c a u s a s y o s ó lo m e c iñ o a lo p r in
c ip a l, é s t o e s a l a s a n g r e p r e c i o s a d e n u e s t r o s p a i s a n o s q u e s e v a a
v e r t e r , a l c r é d it o d e n u e s t r a r e v o lu c ió n s a n t a , y a l a s c o n s e c u e n c ia s
— 104 —
fa ta les que la libertad de n uestro P aís v a a experim entar, tanto m ás
en la s circun stan cias críticas en que n os h allam os p o r los co n trastes
de n u estros E jé rc ito s, los que exigen im periosam en te ah o ra m ás que
nunca una gran concentración de unión íntim a, s i es que querem os
se r verdaderam ente lib res.”
“E s ta verídica exposición h ará en V.S. la im presión m ás ju sta , ella
le m overá a un a tran sacción con el G obernador de L a R io ja cu y as
b ases serán el honor y la a m ista d ; si m i paisan o, yo lo exijo de V.S.
y no m e n egará un a g rac ia que el reconocim iento aco m p añ ará h asta
el sepu lcro a este su m ás afectísim o p aisan o y seguro serv id o r
QBSM.
Jo sé de S an M artín” 6
La respuesta no se tazo esperar y fue digna del destinatario:
“ E xm o. S r. G eneral D. Jo s é de S a n M artín.”
“ L lan os de L a R io ja, m ayo 12 de 1823.”
“ M i venerado je fe y de todo m i resp eto: ”
“ H e tenido el honor de recib ir su resp etab le com unicación de 3 d e l
presente, la que tengo el p lacer de co n testar dándole rep etid as g ra
c ia s p o r exp resion es con que m e trata, a p e sa r de m i dem érito.”
“ E l señ o r Coronel d ip u tad o D. M anuel Corvalán, in stru irá a V .E. d e l
ardiente deseo y desprendim iento con que m e p re sto a su s in sinua
ciones.”
“S o y con la efusión de m i corazón, su m á s obediente subdito, q u e
con distinción le ap re c ia y s.m .b.
Ju a n Facu ndo Q uiroga. 67
Mientras San Martín exponía con verdad la realidad de la
crítica situación en la guerra de la independencia, como se ve
m ás arriba en la carta a Juan Facundo Quiroga, en El Centine
la N? 40 del domingo 11 de mayo de 1823 se reproducía el Men
saje de Rivadavia al inaugurar las sesiones de la Legislatura:
—“La paz se ha conservado en todas las naciones del continente
americano” . ¡Qué mentira m ás burda! ¡Quién podría creerlo
cuando las Provincias del Alto Perú gemían bajo el dominio es
pañol! ¡Qué caradura! Y agregaba este otro desatino: “La causa
de España viene a ser en esta ocasión la de los pueblos libres
de la tierra.”, decía ésto porque la Liga de los Reyes europeos
estaba en contra del liberalismo que momentáneamente regía
en la Península.
Sin embargo, la operación montada por San Martin para la
reconquista del Alto Perú, a pesar de la oposición de Rivadavia
y sus secuaces, progresaba. E l Argos N? 40 del sábado 17 de
mayo de 1823 incluía:
“ SALTA. Por c a rta s de e sta ciu d ad se sab e que el G eneral U rdininea
tiene y a en e sta Provincia, 200 h om bres escogido s y virtu osos, y que
su Gobierno va a h acer un esfuerzo p a ra en gro sar e sta V an gu ard ia."
Pero también se podía leer:
“ M ontevideo. E stá n lo s d elegado s esp añ o les que vienen a p rop on er
un arm isticio p o r diez añ o s.”
— 105 —
El 25 de mayo de 1823 salió un número especial de El Gen
tinela N? 44 con un poema que terminaba: “A los trece años aue
en él se gritaron ¡Libertad, libertad! la conquistaron.” Podía
atribuirse a Juan Cruz Varela estos versos mentirosos que no
deberían ser tenidos en cuenta por su pobreza lírica, pero que
iniciaban una antitradición que aún hoy perdura entre los ar
gentinos por esa prédica antipatriótica: que no importaba de
fender ni la Provincia Oriental, ni las Misiones guaraníes, ni el
Paraguay, ni las Provincias del Alto Perú, que bien sabemos for
maban parte entrañable de las Provincias Unidas del Río de la
Plata que éstas heredaron del Virreinato del mismo nombre y
jurisdicción.
El Argos N? 44 del 31 de mayo de 1823 traía noticias del
Perú: Bolívar, desde su Cuartel General en Cuenca, el 9 de sep
tiembre de 1822 se dirigía a los Ministros de Relaciones Exterio
res del Perú y de Chile, por medio de su Secretario J. G. Pérez,
diciendo que el Protector del Perú /por supuesto, San Martín/
en la entrevista de Guayaquil no manifestó temor por la suerte
del Perú. Bolívar —agregaba el oficio transcripto— “ se propo
ne mandar al Perú cuatro mil hombres siempre que el Gobierno
del Perú acepte la oferta, refuerzo que no m arch a inm ediata
m ente porque no estab a p rep arad o y p orque tam poco se ha pe
dido p o r p arte de S.E . el P rotecto r.” Al respecto, conviene re
cordar el testimonio de Guido, transcripto en G l a d i u s N? 17, pá
gina 61. *
En plena guerra, pues, por la independencia americana, El
Centinela N? 45 del 1? de junio de 1823 consignó el desembarco
el 23 de mayo de 1823 de los comisionados del Gobierno E spa
ñol Antonio Luis Pereira y Luis de la Robla, en Buenos Aires,
quienes se presentaron al Gobernador delegado/Rivadavia/ al
día siguiente 24. Los números siguientes de E l Argos y El Cen
tinela se dedicaron a las tratativas con los enviados del gobierno
peninsular que culminaron en el proyecto de ley incluido en El
Centinela N? 50 del 6 de julio de 1823 para ratificar el convenio
del 4 de julio de 1823 que fue aprobado y que decía, en lo
esencial:
Art. 1° A lo s 60 d ía s c esarán la s h ostilid ad es p o r m ar y p o r tierra
“ Art. 2» — E l G eneral de la s F u erzas de S u M aje stad C atólica en el
Perú g u ard ará la s p o sesio n es que ocupe.
/ . . ./A rt. 1 1 ./.. ./ E l G obierno de B uen os A ires n egociará con los Go
biernos de Chile, del Perú y d em ás de la s P rovin cias U nidas del R ío
de la Plata, la accesión a la convención.”
El documento de 12 artículos fue firmado por los comisio
nados españoles y por Rivadavia. No contenía ni una palabra
sobre el reconocimiento de la independencia. Por el Art. 2? se
entregaban al enemigo de las Provincias del Alto Perú. En reali
dad, no serviría para nada, pero demostraba la traición a la Pa
tria y a San Martín que luchaba por ella. Unos días después,
E l Argos N? 56 del sábado 12 de julio de 1823, hacía conocer que
— 106 —
«
España acababa de ser invadida por los franceses /(lo s cien
mil hijos de San Luis)/ para imponer el absolutismo en la Pe
nínsula, alcanzando a conquistar Burgos, Vitoria y Logroño, en
una primera embestida, terminando después de apoderarse de
todo el territorio español, para que Fernando VII implantara
un gobierno absoluto. Mientras esto ocurría en España, E l
Argos N? 58 del 19 de julio de 1823, hacía conocer que la Junta
de Representantes de Buenos Aires había sancionado la conven
ción de paz, un ridículo convenio con un gobierno inexistente
ya, caído estrepitosamente.
— 107 —
honor y la amistad,. Calcula Ud. el trastorn o que de eso se m e siaue
la im p osib ilid ad de p od er realizar en el e stad o en que se h alla Chite
la venta de e sa fin c a; a sí que p a r a no p e rd e rla m an do a un suietn
a e sa a que la reciba, y ver si puede venderla en lo que quieran d a r ”
. ./M i salu d sigue regular, aunque la fa tig a no se m e quiere aik-
tar, pero e sta no aum enta. Luego que regrese el m ayordom o oue
morado a recib irse de la ch ácara m e pon d ré en m arch a p a ra Buenos
Aires, en donde esp eraré la determ inación de donde se rá su destino
p a ra que p ase m o s ju n to s algun a te m p o ra d a./.. , / ” io ’
— 108 —
interesantes que tenía m anera fácil de narrar, anim ada por su rostro
fuertemente expresivo.” 12*
Así como lo hemos visto m ás arriba intervenir en evitar se
derramara sangre de compatriotas y qué en cambio se apoyara
la guerra por la independencia, en mayo de 1823, también acom
pañaba las iniciativas para mejorar la urbanización de Mendo
za, que amaba como para quedarse allí toda su vida, como lo
prueba este fragmento de una carta que envío el 4 de jumo de
1823 al Gobernador Pedro Molina:
“Con el m ayor p lacer contribuiré con m is co rto s conocim ientos a la
delincación de la Villa-nueva que V.S. m e h onra d en o m in an d o ^ S an
M artín; nadie m ás in teresad o en su fom ento que el m ism o que la ha
destinado a p a sa r el resto de su s d ía s ./ . ■ ■ /
Sin embargo, quería volver a Buenos Aires, como se ha vis
to más arriba preocupado por la salud de Remedios, muy en
ferma en la Capital:
“ / . . ./M a s ign ora Ud. p o r ventura que en el a ñ o 2 3 J J 1™ "
Guido m ucho d espués en c a rta del 6 de ab ril de 1829-~
ceder a las in stan cias de m i m u jer de venir a “ ^ m o a to 3 >
reso lví en m ayo venir a B u en os A ires, se f^ ro n
cam ino p a ra prenderm e com o un facineroso, ¿ o q u e no r j ^ u a r o
p o r el p iad oso aviso que se me dio p o r un individuo de la m ism a
ad m in istración / . . . / " 141
5
No fue por temor, sino por el escándalo, como explicó en la
misma carta: .
“ / . . . / Y d espués no quiere Ud. que ponga a cubierto, no m i m da
(porque la se d esp reciar) pero si de un u ltraje que ech aría un bo
sobre m i vida p ú b lic a ? /. . . / ” 14
En julio de 1823, su corazón conmovido se estremeció al
recibir la triste carta del Almirante Blanco Encalada, desde
Buenos Aires, el 30 de junio de 1823:
Su aflicción creció sabiendo que su esposa clamaba por ver
lo. ¿Qué hacer? _
“/ /Conocí que m i posición era fa lsa —escribió un ano d esp u és a
Vicente Chilavert —y que a la gu erra de plu m a que se me
no podía oponer otra que e sta m ism a arm a, p a ra m i desconocida,
en lucha tan desigual m e decidí a aban d on ar m i fortificación y ad o p
tar otro siste m a de o p e ra c io n e s./. . . / ” 16
Fértil en ardides en la guerra “ de zapa” que lo hizo famoso
en la Campaña de los Andes, San Martín intentó neutralizar la
acción sicológica enemiga escribiendo una carta a Guido que
109
sabía sería abierta de inmediato por los agentes de Rivadavia
en Mendoza.
“/.../C o n f in a d o en m i hacienda de M endoza, y sin m ás relacionen
que' con algunos vecinos que venían a visitarm e —-expuso en carta
a O H iggins el 20 de octubre de 1827 —n ad a de esto b astó p a ra tran-
QuilizciT la descon fiada adnainistvación de B u en os A ires/ ella m e cer-
có de e sp ía s; m i correspon dencia e ra ab ierta con g r o s e r ía ;/.. , / ” n
Destinada a ser leída por el enemigo, fue una extensa carta
la que envió a Guido el 31 de julio de 1823; San Martín tocó
doce temas distintos que rodearon los dos párrafos claves des
tinados a desarmar las prevenciones y temores de Rivadavia y
dar rápida vía libre a su viaje para llegar al lado de Remedios
a saber:
/ . . . /A penas convalesciente en Chile vi p o r los p ap eles p ú b licos de
B u en os Atres y conocidam ente m in isteriales que no era bien m irad a
m i venida a e sta s p rov in cias; e stas dem ostracion es p o r p arte del Go
bierno fue la señ al de reunión de los descontentos, de los asp iran tes
y de los m alvados, co n trarios siem p re a toda ad m in istració n : cartas
anónim os, y aún tener el atrevim iento de m an darm e dipu tacion es ’
todo con el o b jeto de ponerm e a l frente del p artid o de oposición y
h o n ra rm e con el glo rioso título (p o r fin de m i c a rrera) de corifeo
revolucionario; a p e sa r de m i conducta con e sta canalla, no hacen
o tra c o sa en B u en os A ires que h acer valer m i am istad , que e stán en
correspon dencia segu id a conm igo y que sólo yo debo libertad a la
r e ^ l r L m % ° ? resión se halla, otro tanto m e sucede con
respecto a l Perú, p u es el ultim o correo m e h a co stad o 29 p e so s todo
u J ae Z C ^ ° ü an óm m os> V c a rta s; Ud. sab e que R ivad avia no e s
un am igo m ío —a p e sa r de esto sólo p ic aro s con sum ados no s e r á n
impaces de e sta r satisfec h o s de su adm in istración, la m e jo r que se
h a conocido en A m érica: ah o ra bien ¿q u é h aría Ud. en m i c a so ?: vo
no he encontrado otro a rb itrio que el de m i sep aración de A m érica
p o r un p a r de anos, h asta que G obiernos só lid o s y e stab le s no la
hagan habitable—; a sí es que he solicitad o del Presidente del Perú
Trinititnlrr, pe^ s l ó n 9 ue se m e h a señ alad o en é sa se m e p agu e en
In glaterra. R em edios quedaba sin esp eran zas de vid a — si esto s é
verifica m e llevaré a la chiquita p a ra pon erla en un colegio / . .. / 18
La noticia de las expresiones de San Martín favorables a
Rivadavia al abrirse clandestinamente la carta en Mendoza lle
go rápidamente a Buenos Aires, como era de presumir. La con
signa cambió en la campaña periodística contra San Martín: El
solo cesó de inmediato sus ataques,, sino que en su
N° ^ ,<?el satedo g de agosto de 1823, reprodujo una nota del
periódico de Lafinur desde Mendoza encomiástica para el Li
bertador. El Centinela, durante dos meses lo atacó sólo él 14 de
septiembre de 1823: el odio sectario de su redactor Juan Cruz
Varela, sirvió para advertir que el cese de hostilidades era tem
porario. Pero el citado artículo de Lafinur probaba que, a prin-
— 110 —
Cipios de agosto de 1823, las condiciones para el viaje de San
Martín a Buenos Aires eran m ás propicias. E l ardid había te
nido su efecto, aunque tardío, como lo temió San Martin: su
mujer falleció el 2 de agosto de 1823; el 10 de este mes, el aun
n o estaba enterado 19.
Cuando lo supo, ya no había urgencias para viajar. Con
s u corazón contrito, San Martín decidió desquitarse de los que
mediante el bloqueo, impidieron dar a su Remeditos el abrazo
póstumo. No era nuestro héroe un romántico Romeo: no cabía
en él ninguna desesperación, se nutría de las virtudes cristianas,
tenía Fe en Dios y en su divina Voluntad, y lo serenaba su E s
peranza de encontrar a ‘‘su esposa y amiga en el Cielo.
Urgía enmendar los elogios a Rivadavia que había fraguado
antes como recurso extremo. Pocos días después, el 17 de sep
tiembre de 1823, volvió escribir a Guido otra carta donde asu
mió como propias las ideas y el programa de la oposición a Ki-
vadavia en este párrafo:
./N a d a digo a Ud. de B uen os A ires; tem o un trasto rn o en aqu e
lla ad m in istración ; n uestros pueblos, am igo mío, no están en sazón
p a ra d arles d em asiad as libertad es: un m ando puram ente M ilitar es,
él sólo, capaz de sac arn o s del p an tan o . / . . . / 20
La sorpresa habrá sido grande para el grupo de Rivadavia
cuando espiaron esta carta, pero la lección fue dictada: les de
mostró a los liberales que, aunque no quería, también podía
encabezar la oposición y que, en este caso, temblaran. De esta
manera, queda claro que fue un ardid de guerra el que empleo
San Martín al simular que aprobaba la conducta de Rivadavia,
en la extraña carta a Guido del 31 de julio de 1823, la única
que contrasta con sus siempre lapidarios conceptos sobre este
nefasto personaje.
Conocemos las violentas represalias contra San Martín pre
paradas por Rivadavia ante las expresiones de la carta tr a n s c r i
ta precedentemente, porque el Coronel Manuel Olazabal las ha
estampado en sus Memorias:
“/ ./P o r el m es de octubre (1823) el co rre ísta C apitán retirad o
Don M anuel G uevara, que llegab a de B u en os Aires, p u so en m an os
del G eneral un a com unicación del G obernador d e S a n ta Pe, D on E s
tan islao López, que le h ab ía sid o en tregada p o r u n oficial santafe-
cino b a io la m á s se ria resp o n sab ilid ad en la p o sta de la C andelaria.
Al d ía siguiente, cuando entró O lazábal a visitarlo , y se sentó,
el G eneral tom ó un p ap el so b re la m esa y dándoselo le d ijo : — ¡Lea
ÜCÍ’! López d esp ués de la s sign ificativ as m u e stras de a lta adm iración
y resp ecto h acia el G eneral, le d ecía: “ S é de u n a m an era positiva,
p o r m is agentes en B uen os Aires, que a la llegada de V .E. a aquella
19 ja c in to R. Y aben. E fem érid es san m artin ian as. Bsi. As., 1978,• P- 180
20 C arlos Ibarguren . S an M artín íntim o. B s. As., 1950, p. ó¿¿,
— 111 —
C apital, se rá m an d ad o ju z g a r p o r el Gobierno p o r un co n sejo d e
gu erra de oficiales generales, p o r h ab er desobedecido s u s órdenes
haciendo la g lo rio sa cam pañ a a Chile, no in vadir a S a n ta Pe y
expedición lib ertad o ra del Perú. ’
“ P a ra evitar este escán d alo in audito, y en m an ifestación de m i
gratitu d y del pueblo que p resid o, p o r h ab erse negado V ,E. tan p a
trióticam ente en 1820 a con currir a d erram ar san gre de herm anos
con lo s cuerpos del E jé rc ito de lo s Andes que se h allaban en la p ro ’
vincia de Cuyo, siento el honor de a seg u ra r a V .E. que a su solo
aviso e staré con la provincia en m a sa a e sp e rar a V E . en el D es
m ochado, p a ra llevarlo en triunfo h a sta la p la za de la V ictoria.
“ S i V.E. no acep tase esto, fácil m e se rá hacerlo conducir con
to d a segu rid ad p o r E n tre R ío s h a sta M ontevideo, etc.”
Al devolverle la com unicación, vio su ro stro com pletam ente d e
m udado, y aq uella voz de trueno que se oyó siem p re victoriosa en
los cam p o s de b atalla, d esfallecida. E n segu id a d ijo : “ N o puedo
creer tal proced er en el gran pueblo de B u en os Aires. Iré, pero iré
sólo, com o he cruzado el Pacífico, y estoy entre m is m endocinos
Pero, si la fata lid ad a sí lo quiere, yo d aré p o r re sp u e sta m i sab le, l a
libertad de un m undo, el estan d arte de Pizarro, y la s b an d eras que
flotan en la C atedral, co n q u istad as con aq u ellas a rm a s que no quise
teñir con san gre argentina. ¡N o! ¡B uen os A ires e s la cuna de la li
b e rta d !/. . . / ” 21
San Martín llamó a Remedios no sólo esposa sino también
amiga, y así lo hizo grabar sobre su lápida, pero antes lo había
escrito a su subordinado y amigo el General peruano José Ri-
vadeneira, como se desprende de la contestación de éste el 8 de
octubre de 1823:
“/ . . . / M i am ad o am igo : E n su ap reciab le del 20 últim o del agosto, m e
com unica la m uerte de su e sp o sa ; me es m uy sensible haya Ud. p er
dido una am iga irrep arab le p o r su s v ir tu d e s / . . . / ” 22
— 112 —
la zona del Arroyo Pavón, donde inclusive habían logrado de
rrotar los escasos efectivos que le pudo oponer el Gobierno de
Santa Fe. En octubre de 1823 fueron los puelches que incen
diaron y saquearon las postas y estancias al Oeste de la Guardia
de Luján 2425. En estas condiciones desfavorables, San Martín de
bió galopar m ás al Norte y llegar al Rosario, donde se encontró
con el General Estanislao López, y esto creo que es una primi
cia para los historiadores santafecinos que surge textualmente
de la carta que San Martín le escribió a Guido desde Bruselas,
el 8 de abril de 1828 en la que, confirmando la agresiva actitud
de Rivadavia contra él, le dijo:
“N o he recibido la c a rta que m e dice Ud. le ha dicho el Dr. T agle m e
ha escrito. E n ella p arece duda Ud. de los plan es que él ha dicho a
Ud. h abía fo rm ad o la p a sa d a ad m in istración con tra este m alh ech or
y enem igo de la A m érica. N o am igo m ío; no debe Ud. du d ar un so lo
m om ento. A fortunadam ente una p ia d o sa alm a de la m ism a adm in is
tración m e avisó a tiem po fDios se lo pague) y esto m e sirvió p a ra
precaverm e. M as, diré a Ud. que d espués de haber p asad o el chu
basco, y a m i regreso a B uen os A ires p a ra em b arcarm e p a ra E u ro p a ,
López en el R o sario m e con juró a que no en trara en la C apital Ar
gentina. ¡M as aqu í de Don Q uijote! yo creí que era de m i honor e l
no retroceder, y a l fin e sta arriesg o n a m e salió bien pues no se m e
tieron con este p obre sacristán . T odo esto se lo cuento a Ud. b a jo
la reserv a n e c e sa ria . . . ” 25
Su fina intuición de gran político auténtico, le permitió al
General López, reconocer temprano las virtudes sanmartinianas
y el valor de sus altos objetivos de independencia, tanto que,
en su carta del 2 de septiembre de 1822 que le envió, lo llamó
con admiración el “primer genio” de la causa am ericana26 Fácil
es imaginar su alegría cuando a fin de noviembre de 1823, se
encontró con el General San Martín en el Rosario, donde lo
“ conjuró a que no entrara en la Capital Argentina” . López podía
medir, por propia experiencia y por los informes que tenía de
sólo un par de meses antes, el daño que Rivadavia y sus secua
ces preparaban contra el héroe argentino y americano. Sus sú
plicas insistentes a San Martín revelan su noble afán de impedir
que el Padre de la Patria sufriera menoscabo alguno. López
sintió que debía defenderlo como se debe defender el ser na
cional rioplatense. Y eso que el gran caudillo santafecino no leyó
nunca la carta de San Martín a Guido del 6 de abril de 1816,
donde escribió:
“Mi L an cero: p or la de Ud. del 24 veo que lo de S an ta Fe va de m al
en peor, pero h asta ah o ra ni Ud. ni nadie dicen qué es lo que quie
ren; yo no soy de opinión de em p lear la fuerza, pu es cad a gota d e
— 113
san gre am erican a que se vierte me llega a l corazón; p o r lo tanto, ya
, que h an salid o e sa s tro p as sería de p arece r no hiciesen la m enor hos-
tilidad h asta e sp e rar la resolución del C ongreso.” 27
Sin embargo, como lo demostró en su carta de octubre de
1823 que se ha transcripto en lo esencial más arriba, el General
Estanislao López supo penetrar hondamente en la magnanimi
dad de San Martín para ver el grande amor de éste por sus com
patriotas. Amor con amor se paga. Y así López siguió también
las reglas de la caballería que San Martín acuñó en el N? 11 de
su Código de Honor que obliga al caballero oficial “ a socorrer
en acción de guerra a un compañero suyo que se halle en peligro
pudiendo verificarlo.” 28 Pero López comprendió que no podía
ni debía detener a Don Quijote —como San Martín se llamó a sí
mismo en este lance— en su última aventura en tierra argentina.
Se cumplió entonces lo que cantaría Rubén Darío en versos que,
siendo para el Rey de los hidalgos, caben muy bien a nuestro
Gran Capitán: “ Noble peregrino de los peregrinos, / que santi
ficaste todos los caminos / con el paso augusto de tu heroici
d a d / . . . / ” 29.03
— 114
vida haciendo colocar una placa en su tumba: “Aquí yace Re
medios de Escalada, esposa y amiga del General San Martín” .
El Centinela N? 72, del domingo 7 de diciembre de 1823,
que fue gracias a Dios el último número, no se animó a atacar
lo, sino que asentó su hipocresía bajo el titular “ Noticia”, de
este modo:
“La circunstancia de cerrar este papel nos priva de la satisfacción
que tendríamos de anunciar detalladamente el arribo a Buenos Ai
res en la sem ana vencida, del señor General Don Jo sé de San M ar
tín, después de su larga y distinguida carrera por Chile y el Perú,
pero esperam os que nuestros coescritores no desatenderán este de
ber, y muy especialmente el Argos que se ocupa de dar noticias de
im portancia.”
— 115 —
“ ¡Qué diré a Ud. p a ra m i señ o ra Doña M arg a rita /la m u jer de Ma
nuel M olin a/! S írv a se Ud. d arla a m i nom bre un ap retad o abrazo, y
ase g u ra rla de m i m á s sin cera a m ista d .”
“Adiós m i m ejo r am igo, se a cu al fu era m i situ ación y la d istan cia
que nos sep are, se rá siem p re su eterno am igo.
J . de S an M artín.” 32
El 4 de enero de 1824 desembarcaron los miembros de la
misión pontificia presidida por Monseñor Juan Muzi nombrado
vicario apostólico en Chile y Buenos Aires. La misión Muzi
resultó de un pedido del Director Supremo de Chile O’Higgins,
de acuerdo con San Martín, enviando para ello a Roma al Ca
nónigo José Ignacio Cienfuegos. Monseñor Muzi llegó acompa
ñado por el Padre José María Conde de Mastai Ferretti, quien
después fue el Papa Pío IX. En sus Memorias Curiosas, Juan
Manuel Beruti estampó: “Todo el pueblo fue a visitarlo, ricos
y pobres; pero el Gobierno no usó con él de las distinciones
que correspondían a su alta dignidad y carácter.” 323 E s más, el
Gobernador no sólo no recibió al Vicario, sino que, sin motivo
alguno, le prohibió administrar el Sacramento de la Confirma
ción que la gente le requería en número creciente. Monseñor
Muzi y su comitiva se hospedó en la fonda de Los Tres Reyes
(en la esquina de 25 de Mayo y Las Torres, hoy Rivadavia), en
lugar de hacerlo en casa religiosa o principal. E s que el provisor
a cargo del obispado de Buenos Aires —vacante desde la muerte
del Obispo Lué en 1812— era el presbítero Mariano Zavaleta, cu
ya conducta en el cargo fue calificada por Guillermo Gallardo co
mo “teñida de obsecuente servilismo”, y por Monseñor Muzi en
su informe al Secretario de Estado del Vaticano: “ es un vil sir
viente del Gobierno secular”, en el que también estampó rotun
damente: “A excepción de unos pocos, la máxima parte de la
población quiere mantenerse católica, apostólica romano, como
solemnemente lo protesta.” 3435
Así también sentía San Martín, y lo demostró visitando dos
veces a Monseñor Muzi, a manera de desagravio de toda la N a
ción, ya que era su auténtico representante, y no ese grupito
extranjerizante de Rivadavia y sus secuaces. El futuro Pío IX
lo asentó en su “Diario de viaje” :
“ S a n M artín se h ab ía p resen tad o el 8 de enero sin d iv isa /e s decir,
sin uniform e, de civ il/, p ero sin e n tra r tam p oco en la h abitación del
V icario, quizá p o r h allar a te sta d a de gente la an tesala. Volvió a la
m añ an a siguiente y, recibido p o r el V icario, le hizo la s m ás co rd ia
les m an ifestacion es ”. 33
32 ib íd em n o ta N7 23, p p . 16 a 18.
33 B ib lio teca de M ayo. T om o IV , p. 3971.
34 p . Cayetano B run o. H isto ria de la Ig lesia en la Argentina. Tom o
I X , p . 55; y G uillerm o G allardo. L a p o lítica religiosa de R ivadavia. B s. As.,
1962, p. 192.
35 p . Cayetano B run o. H isto ria d e la Ig le sia en la Argentina. T om o
I X , p. 52.
116 —
También el otro agregado a la misión, el abate José Sallusti,
profesor de teología en el seminario de San Lorenzo in Lucina
de Roma, quien escribió la historia de la misión apostólica de
Monseñor Muzi, recordó las dos visitas de San Martín, con es
tas palabras:
“E l célebre General de Ejército San Martín, que había reconquistado
todas aquellas provincias, Chile y gran parte del Perú del dominio
de España, depuesta la grandeza de su gloria, dos veces se presentó
a Monseñor en traje privado p ara saludarlo y felicitarlo por su
llegada.” 36
117 —
de enemigos, varios en el Gobierno que el 31 de diciembre de
1823, apoyándose en el Art. 2? de la ley de cierre de la mal
llamada “ reforma militar” , dio de baja a casi todos los oficiales
que aún estaban en actividad en ese momento y que habían par
ticipado en las operaciones contra los indios en ese año 1823. A
la cabeza de la lista llamada del 1er. tiempo, figuraba el Coronel
Mayor Juan Gregorio de las Heras, quien estaba en el Alto Perú,
como Comisionado del Gobierno de Buenos Aires, para promo
ver el tratado de paz ante los jefes realistas, que fracasó. Las
Heras tuvo oportunidad de ayudar a la última expedición lan
zada por San Martín sobre el Alto Perú para reconquistarlo, al
mando como sabemos del Coronel Pérez de Urdininea, que había
llegado ya a Salta.
San Martín no se prestó al manoseo de Rivadavia: conservó
el grado de Brigadier de los Ejércitos de la Patria, sancionado
por el Congreso Nacional, el 20 de abril de 181840, sin subordi
narse a ningún ejército provincial, ni cobrar sueldo alguno de
las Provincias Unidas ya inexistentes como tales. E l 31 de enero
de 1824 se le extendió un pasaporte, donde no se mencionaba
ningún título ni grado militar, sólo la edad como de 45 años,
nacido en las “Misiones del Paraguay y domiciliado en Mendoza
(Chile)” (sic) según informe del Prefecto de E l H avre41423. E l 10
de febrero de 1824 aún desde Buenos Aires le escribió al Coro
nel Federico Brandsen, quien estaba en el Perú:
./C o m p ad re y am igo q u erid o :”
“D entro de un a h ora p a rto p a ra E u ro p a con el o b jeto de acom p añ ar
a m i h ija, p a ra pon erla en un colegio en aqu el p aís y re g re saré a
n u estra P atria en todo el p resen te año, o an tes s i lo s soberan os de
E u ro p a intentan dispon er de n u estra suerte. E n aqu el destino y cir
cu n stan cias en que m e halle, es y se rá su m e jo r am igo y com padre
Jo sé de S an M artín”
“ Un m illón de c o sa s a m i señ o ra su e sp o sa y o tro s tan tos besos a
m i ahijad o. - V a le .” 42 : ¡ •
Efectivamente, San Martín se embarcó ese 10 de febrero de
1824 en el navio francés “ Le Bayonnais” que llegó al puesto del
Havre el 23 de abril de 1824, después de 72 días de navegación,
presentando el pasaporte ya citado según la comunicación del
prefecto maritimo.de aquel puerto al director de la policía del
Reino de Francia que decía:
“ E l señ o r J o s é de S an M artín, viniendo de B u en os A ires, h a d esem
b a rca d o en este p uerto el 23 de este m es, p o rtad o r de un p a sa p o rte
expedido p o r el M inisterio de A suntos E x tra n je ro s p a ra p resen tar en
I n g l a t e r r a . / 43
—■ 118 —
El Ministerio del Interior de Francia pasó al Em bajador de
este país en Londres la noticia precedente y describiendo lo in
formado por el prefecto del Havre sobre el pasaporte de San
Martín, agregando que a su llegada al Reino ha tomado el título
de Generalísimo del Estado Peruano, Capitán General de la Re
pública de Chile, General de las Provincias Unidas de América.
Asimismo, San Martín le escribió el 24 de abril de 1824 a Manuel
Molina desde ese puerto, como dijo en su carta a éste enviada
desde Londres el 17 de mayo de 1824:
“Mi m ejo r am igo : desde F ran cia escrib í a Ud. cre& T n fech a 24 del
p asad o. A los p o co s d ías m e volví a em b arcar y llegam os a é sta el 7.
Mí p rim er cuidado ha sid o p on er a la niña en un colegio que p o r el
buen pie en que e stá m ontado creo ad elan tará en su educación.”
“Com o el G obierno In glés es el que p o r su s fu erzas m arítim as debe
tener una influencia m ás d irecta en n uestro futuro, m i o b jeto prin
cipal se ha dirigido a averigu ar la opinión del pueblo y m inisterio
con resp ecto a la A m érica, é sta es tan un iform e que p od em os e star
bien segu ro s que la S ta. Alianza no tendrá la m enor intervención en
n u estros d estin os: tal es la term inante declaración que ha hecho la
In g laterra a los E sta d o s E u ro p eo s, de consiguiente repito lo que en
m i anterior, es decir, que sólo de los am erican os y de su ju icio so
p roced er pende la felicid ad de n u estra P atria.”
“E l in terés de n u estra E m ancipación se h a m ultiplicado en p rop o r
ción de los gran des em p réstitos que acab an de levan tarse en ésta,
en favo r del Perú, C olom bia y M éjico.”
“ T odos m e preguntan con a n sia cuando se verificará la Unión de
n u estras Provincias, y el nom bram iento de un Gobierno Central, este
p a so es in dispen sable pues la reconcentración de ellas nos d aría no
Sólo m ás resp etab ilid ad sino que nos piondría en e stad o de s e r pron
tam ente reconocida n u estra Independencia.”
“ L a E sp a ñ a se h alla en el E sta d o m ás esp an to so de p ob reza y an ar
q u ía: diez m il h om bres m ás de tro p as fran ce sas han entrado en el
m es p a sa d o y se cree sigan o tro s tantos. E n fin, no hay la m enor
esp eran za de que aquel d esgraciad o p aís se tranquilice.”
“Creo perm an eceré p o r E u ro p a m enos tiem po del que p en sab a;
conozco las v en tajas que p resen ta pero no satisface n ni m i carácter,
ni m is d eseos de vivir en Am érica. P or o tra parte, el in terés es el
gran agente que m ueve a lo general de e sta s gentes. S i Ud. recibe
un convite p e rsu ád ase que algún o b jeto político o de especulación
es el que lo dá, a sí es que en lo general se vive en un aislam iento
que es in sufrible p a ra n u estras c o stu m b re s./. : , / ” 44
— 119 —
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— 120 —
vadavia con su secretario Ignacio Núñez, desde los primeros días
de septiembre de 1824 en misión diplomática, es decir, por cuen
ta del Estado, para cobrar su parte en la venta del contrato de
préstamo a Baring Brothers —la estafa m ás grande en América
del siglo xix contra los argentinos—; constituir con los ingleses
la sociedad para explotar las minas de Famatina, a espaldas de
los riojanos propietarios de éstas en plena producción; y prepa
rar el tratado comercial con Inglaterra, por el que ambos reci
birían una comisión de 1.000 y 500 libras, respectivamente.
Aprovecharon para enviar insidiosas noticias, continuando con
su pérfida campaña para desprestigiar al General San Martín, a
quien le perturbaban estas calumnias por la delicadeza de su
sentido del honor, procurando siempre eludir un escándalo que
perjudicara la causa de la independencia de América.
San Martín se refería en la precedente carta a Chilavert, a
dos artículos aparecidos en El Argos N? 83 del miércoles 13 de
octubre de 1824 y continuados en el N? 84 del sábado 16 de
octubre de 1824, redactados en Londres por Ignacio Núñez y en
viados con la “ importante correspondencia” que llegó el 7 de
octubre de 1824 en el Bergantín de Guerra de S.M. Británica
Plover, según anunció el N? 82 del sábado 9 de octubre de 1824.
En el N? 83 se transcribió una inventada “ Instrucción del Go
bierno de Francia para establecer formas monárquicas entre los
nuevos estados” . El resto de la larga tirada era tal como la sin
tetizó con ironía San Martín, centro del alevoso ataque.
En Londres también estaba otro enemigo de San Martín,
Carlos de Alvear, ministro del Gobierno de Buenos Aires ante
los Estados Unidos de Norteamérica, enviado por Rivadavia con
su secretario Tomás de Iriarte vía Inglaterra, adonde llegaron
en junio de 1824, a la zaga de San Martín. En la capital inglesa
permanecían aún García del Río y Diego Paroissien, leales ami
gos, enviados por San Martín cuando era Protector del Perú en
1821. E stas circunstancias hacían presumible algunos inciden
tes, que sumados a la situación en Buenos Aires, influyeron so
bre el destino del Libertador, pero estos hechos y los comenta
rios de su correspondencia, hacen necesario un capítulo aparte,
por lo que continuará.
— 121
51. Antequera Parrili: cit. por Zelikson (ver N9 39).
52. La Nación. Editorial: Sentencia sobre trasplantes de órganos. 9 de
marzo de 1989.
53. Anzoátegui, M.: Problem as penales de los trasplantes cardíacos. Rev.
La Ley, T. 135:16-14.
54. Terán Lom as, R.: Derecho Penal. Ed. Astrea, T. 1, 1980.
55. Terán Lom as, R.: Los trasplantes de órganos ante el Derecho Penal.
J. A. 745, 1974.
56. Terán Lom as, R.: La ley 21.541 sobre trasplantes. J. A. Serie contem
poránea. III: 639, 1977.
57. Salmini, C.; Segovia, A.: Trasplantes de órganos. Rev. de Derecho Pe
nal y Criminología. Ed. La Ley, 1, 1969.
58. Santos Cifuentes, cit. por do Pico (ver N9 38).
59. Vidal Taquini, C.: La muerte real y la muerte clínica. Rev. L a Ley,
1066, T. 1980-C.
60. Mazzei, E. S.: La deontología m édica en la época actual. Rev. Asoc.
Méd. Arg. Vol. 90, 7:177, 1977.
61. S o sa Alvarez, A.: La persona de la tercera y cuarta edad sin espe
ranzas de vida. Rev. Paraguaya de Geriatría y Gerontología, T. 2, 8:31,
1989.
62. Laplaza, F.: Trasplante de órganos. Conferencia. Hospital Policial B.
Churruca, setiembre de 1979.
63. La Nación. Congregación p ara la Doctrina de la Fe. 27 de jim io 1980.
64. Rovira, R.: La Nación. La ciencia y su s cauces éticos. 13 de marzo
de 1987.
65. Jonsen, A.: Aspectos éticos del trasplante de órganos. Salud Mundial.
OMS, pág. 21, junio de 1988.
66. Drago, M. J.: La Nación, 2 de diciembre de 1951.
67. Carranza Casares, C. A.: E l médico ante la muerte. latría, 49-170:31,
1978.
68. San Martín, H. A. M.: Vida y muerte. Actualización de tratam ientos.
Medicina Forense, año X X X II, 403. Diciembre 1977. Roche.
69. L a Nación: Sobre los trasplantes. 28 de noviembre de 1980.
70. La Nación: 2 8de m ayo de 1987.
— 120 —
SAN MARTIN Y EL LIBERALISMO
P or el C o r o n e l H é c t o r J u a n P x c c in a l i
e T IiS e ia T n ese
— 121 —
momento, Luis XV III, Borbón primo del rey de España Fer
nando VII. Hacía más de un año que se había destruido a los
oficiales españoles liberales, después que la Península fue inva
dida por el Ejército francés llamado los “ Cien Mil H ijos de San
Luis” (enero de 1823). Allí, pues, mandaban los franceses abso
lutistas como escribió Chateaubriand:
“ ‘Meteos bien en la cabeza que sois el rey de E spañ a y que tenéis
que r e m a r , escribía Chateaubriand, m inistro de Asuntos Exte-
rlores de Luis X V III, el 17 de enero de 1824. L a carta no estab a
dirigida a Fernando VII, sino al em bajador T alaru, que con el
G eneral de Bourm ont —que m an d ab a las fuerzas ocupantes—
seria el verdadero árbitro de la política españ ola durante algunos
anos. / . . . / Se h a calculado que m ás de cien mil españoles, vícti
m as de las ‘comisiones de purificación’, perdieron sus empleos
sus bienes o sus grados” 3.
E sta casa, que hoy existe como 23 Park Road N.W.l, tenía
la ventaja de estar no muy distante del colegio donde vivía pu
pila Merceditas, a unos 2 km. En la carta precedente, también
informó a su amigo:
“L a s noticias recibidas del Perú son la s m ás favorables, parece
indudable el que L a Sern a y C anterac h an tran sad o con Bolívar.
S i es así puede asegurarse la to ta l em ancipación de to da la
Am érica” 5.
— 122 —
Aún a la distancia, la independencia sudamericana le hacía
compartir el optimismo de la información. Precisamente en
esos días recibió una carta del General Agustín de Itúrbide,
quien estaba de incógnito en Londres, y que deseaba una entre
vista secreta con San Martín, según expresaba6. Itúrbide había
proclamado la independencia del “ Imperio Mejicano” el 28 de
septiembre de 1821, sobre el plan de las llamadas “ tres garan
tías” : unión, religión e independencia; que resultó un buen plan
pero una, monarquía efímera que encabezó el mismo Itúrbide
como emperador, depuesto en mayo de 1822 por un movimiento
revolucionario, y desterrado.
El 9 de agosto de 1824 se despidió por carta de Paroissien,
quien estaba por entonces en Carnfield, una casa de campo de
Derbyshire (170 km N.O. de Londres), hogar de su prometida
Isabella W ilson7*. Siempre pendiente de las noticias sudame
ricanas, San Martín le decía:
“Londres, y agosto 9 de 1824” .
“Mi querido am igo: desde su salid a n a d a h a ocurrido de p a r
ticular: el paquete de Ja m a ic a h a llegado pero n ad a h a traído
de la confirm ación en pro, ni en contra de la b a talla d ad a por
Bolívar. E sta se espera de un día a otro” . _ _
“ Hoy parto p a ra Escocia. Yo estaré de regreso a fines del
presente, p a ra cuya época pienso encontrarlo. / . . . / ” 7.
Fue a visitar a su amigo de Cádiz el Conde de Fife quien,
antes de que San Martín regresara a Londres le dejó estas lí
neas que traducían su admiración por nuestro héroe:
“Al Exmo. Sr. D. Jo sé de S a n M artín, conquistador de las liber
tades de América, y digno modelo del prim er hombre m ilitar y
filósofo Jo rge W ashington”.
“Querido am igo: .,
“Tengo el placer de escribir dos líneas p ara dar una expresión
de m i am istad a usted —an tes de m archar— deseando muy feliz
viaje y un pronto regreso —asegurando— que nadie desea tanto
tener el gusto de verle sano y bueno, que su m ás apasionado y
sincero am igo F ife ” ».
— 123 —
del 1? de enero de 1825, ya reproducida en GLADIUS N? 19 que
recuerdo:
/ . . . / En mi retiro de Mendoza yo prom ovía u n a federación m i
litar de provincias (sic/debió ir entre com illas/). Vengo a Eu
ropa, y a l m es de m i llegada un agente del gobierno de Buenos
Aires en P arís (que sin duda alguna concurre a los consejos
privados del m inisterio fran cés) /repárese en la iron ía/ escribe
que uno u otro am ericano residente en Londres, tra ta n de llevar
(m etido en un bolsillo) a un reyecito p a ra con él form ar un
gobierno m ilitar en América. He aquí indicado al General San
M artin, que como educado en los cuarteles debe haberle alejado
la oportunidad de estudiar otro sistem a m ás adecuado a la ver
dadera voluntad y a las necesidades positivas de los pueblos
( ‘Argos’ 16 de octubre) /d e 1824, N9 84, continuación del artículo
del N? 83/. Por lo expuesto no sé y a qué línea de conducta se
guir, pues h asta la dp separarm e de la s grandes capitales y vivir
oscurecido en ésta /B ru selas/, no ponen a cubierto de los repe
tidos ataques a un General que, por lo menos, no h a hecho
derram ar lágrim as a su P atria; / . . . / ” 9.
— 124 —
“Todo cálculo en revolución es erróneo; los principios adm itidos
como axiom as son, por lo menos, reducidos a problem as. L a s
acciones m ás virtuosas son tergiversadas y los desprendim ientos
m ás palpables s o n . actos de m iras secundarias: así es que no
puede form arse un plan seguro, y a l hom bre ju sto no le queda
otro recurso, en medio de las convulsiones de los Estados, _que
proponerse por p arte de su conducta OBRAR BIEN : la experien
cia m e h a dem ostrado que é sta es el an cla de esperanza en las
tem pestades políticas; / . . . / ” U.
Poco después, el 4 de febrero de 1825, en carta a su amigo
mendocino Manuel Molina, volvió sobre este principio, comple
tándolo:
. / Desde Buenos Aires me habían escrito /sobre/ los m ovi
m ientos ocurridos en ésa de abril y julio: ¿Qué quiere Ud. que
le diga, m i querido amigo, sino que la s revoluciones son su m ejor
escuela p ara los hombres y los pueblos? El honrado, el verdadero
patriota, en e sta fuerte calen tura debe proponerse por norte de
sus operaciones OBRAR BIEN. S i h a cumplido este sagrado de
ber, puede contar con la tranquilidad de su conciencia sin que
las personalidades, la s facciones o las divergencias de opiniones,
puedan arran carle este bien inapreciable. Por lo dem ás, no espe
re otra recom pensa de lo general de sus contemporáneos. / . . . / ” *2-
Este es un limpio pensamiento cristiano, ya que Nuestro
Señor Jesucristo no se cansa de repetirnos a través del Evan
gelio que debemos obrar bien, en la misma dirección que que
remos obren los demás hacia nosotros:
“De m an era que todo cuanto queráis que los hombres os h agan
a vosotros hacedlo asim ism o vosotros a ellos; porque ésta es la
ley y los p rofetas” (S a n Mateo, 7, 12).
Así expresó Cristo la regla de oro: la m ás alta expresión
del altruismo cristiano. Poner a los otros en nuestro lugar, tra
tarlos siempre y en todo como querríamos ser tratados noso
tros, es práctica rara y difícil, porque supone la supresión del
egoísmo. Para aspirar a conseguirla es menester grabar pro
fundamente en nuestro espíritu esta convicción, fundada en la
fe: que Dios nos tratará de la misma manera que nosotros ha
yamos tratado a los demás. San Agustín aseveró que “Todo
lo que la ley prescribe y predican los profetas se sintetiza en
el precepto de la caridad” .
¡Vaya si San Martín tenía un corazón caritativo! Porque la
persecución era implacable, ya que lo que San Martín aconse
jaba en la carta a Molina, obrar bien, tenía el siguiente telón de
fúhdo, como explicó a continuación de lo transcripto m ás arriba:
“Me he extendido un poco sobre este particular por cuanto he
recibido cartas en que se m e asegura que en Buenos Aires se h a 12
— 125 —
form ado un complot sin otro objeto que el de desopinar a l Gene
ral San M artín, que en su viaje a Europa (esto se h a escrito a las
provincias, aun por person ajes que están en alto puesto) no ha
tenido otro objeto que el de negociar con el Gobierno Francés
(lástim a que no h ayan dicho, el Español) un a te sta coronada y
absoluta p a ra Am érica; que dicho General se h abía ofrecido con
ocho m il hombres de tropas extran jeras verificar este plan y
obligar a los pueblos a adm itirlo, y p a ra corroborar esta verdad
el General Alvear m e h ab ía consultado en un convite en Londres
al haber yo m anifestado públicam ente esta opinión. En conclu
sión, otros m il absurdos de este tam año. Ahora bien, mi am igo:
este complot es de patriotas /quiso decir: no del enemigo re alista /
y form ado contra un G eneral que por lo menos no h a hecho
derram ar lágrim as a su P atria, y bien, qué arbitrio contra esta
persecución encarnizada sino el consuelo de un a conciencia tra n
quila y despreciar (como lo hago) estos hombres, oprobio de su
P atria” 13 / . . . / .
Cabe recordar que el 9 de mayo de 1824 se había hecho
cargo de la Gobernación de Buenos Aires, el General Juan Gre
gorio de Las Heras. El Ministro de Gobierno y Relaciones Ex
teriores era Manuel José García, que fue delegado del Gobierno
de la,s Provincias Unidas en Río de Janeiro desde 1815 a 1821
existiendo pruebas firmes sobre su traición a la Patria y ser
vicio a la Corte portuguesa durante la preparación y desarrollo
de la invasión y usurpación de los territorios rioplatenses de
la Provincial Oriental y Misiones de una y otra banda del Río
Uruguay. Acababa de dejar el Ministerio de Hacienda para re
emplazar a Rivadavia durante su viaje a Londres ya citado. De
este individuo se podía esperar cualquier cosa, excepto patrio
tismo.
El 9 de enero de 1825, San Martín le escribió a Paroissien:
“M ándeme üd. los Argos que hablen de mi pues de Buenos Aires
m e escriben m e sacuden sin m isericordia”.
Para dar una idea, E l Argos N? 35 del sábado 15 de mayo
de 1824:
“ Chile. 5 de abril. Hom enaje a la b atalla de Maipú en el teatro
de Santiago. Entre todos fueron aplaudidos con entusiasm o —u n a
fam a coronando de laureles esta inscripción: AL INMORTAL MI
NISTRO RIVADAVIA. Es muy debido hom enaje. / / MANUEL
RODRIGUEZ SALVO A LA PATRIA” .
Conviene recordar al respecto que cuando el General San
Martín se cubrió de gloria con el triunfo de las armas de la
Patria en Maipú, Rivadavia estaba paseando en Europa en mi
sión oficial y no quería volver a pesar de los ruegos de su mujer
que había quedado en Buenos Aires, y no teniendo ya nada que
hacer. Con respecto a Manuel Rodríguez puede consultarse mi
trabajo en GLADIUS N? 12 .
— 126 —
:®?PSSSIK
— 127 —
del Padre, como el primero de los hijos de la parábola de Cristo,
cuya actitud, similar a la de San Martín, nos recomienda el
Padre Castellani, quien escribió con rudeza criolla: “ No tene
mos m ás remedio que putear un poco, y después ir y hacer Su
voluntad” 15.
La Providencia, sin embargo, se ocupó que Rivadavia tu
viera su castigo, en lo que más le dolía, por su afán desmedido
de figuración y poder: Canning, el primer ministro inglés, no lo
recibió como plenipotenciario, sin darle ninguna explicación.
Tuvo que recurrir a Baring (miembro de los Comunes) para
encontrar alguna. El Argos N? 94 del sábado 8 de octubre de
1825, sangraba por la herida:
“Los Editores. L a opinión pública está inquieta porque a R iva
davia no lo recibieron como enviado extraordinario y plenipo
tenciario. Cómo no le explicaron la razón, R ivadavia recurrió a
B arin g quien llegó a la conclusión que era porque fue nombrado
/por R ivadavia m ism o/ ante Inglaterra y Francia, y Canning lo
rechazó, ya que In glaterra sólo aceptaba un m inistro entero.
Estarem os en cam pañ a p a ra defender el honor” .
128 —
“/-■ ■ / Yo títo en ésta ha siete meses, lo barato del país, y más
que todo mi inclinación a vivir fuera de las grandes capitales
me han decidido a esta elección; para septiembre próximo
traerme a Mercedes, pues para este tiempo ya estará corriente
en el inglés” 17*.
En sus cartas a Paroissien se revela su soledad, y se tra
duce que estar en “el último lugar” implicaba un sacrificio, aun
que no lo decía. E l 1? de noviembre de 1824 le escribió:
“/ . . . / Mi amado amigo: un resfriado con honores de una grave
enfermedad, me ha tenido doce días en cama: ayer para mi más
pronta convalescencia me han entregado la de Ud. del 27 del
pasado”.
"A la verdad estaba incomodado por su silencio y mucho
más por la jugarreta de haberse marchado de ésta antes del
día que Ud. me había prefijado; yo creía que para borrar tan
tas iniquidades su regreso a Inglaterra sería por ésta, pero des
graciadamente veo que Ud. se fue por Calais. Pero creo no faltará
a su palabra de venir a verme y pasar el resto del invierno en ésta
para enero próximo”.
“ / . . . / Tenía pronto mi retrato para que Ud. lo hiciese llegar
a Mercedes, creyendo pasaría a Ud. por ésta, pero me valdré del
primer inglés que pase a Londres”.
“Al Capitán Heywood, su señora, su hija amabilísima, a toda
esta su cariñosa familia, déle Ud. mis mas sinceros afectos y a
mi Mercedes un abrazo, y yo espero, el que Ud. con toda impar
cialidad me diga sus defectos y los progresos que hace en su
educación: yo impongo a Ud. la precisa obligación de que la vea
todas las semanas una vez, yo le seré muy reconocido a este
favor5’.
“/ . . . / Adiós, a pesar de las perradas que me ha hecho es y
será siempre su mejor amigo
J. de San Martín” 18.
El 27 de noviembre de 1824 le volvió a escribir a Paroissien
donde se nota que Bruselas estaba alejada del camino directo
entre París y Londres que aquel hacía rehuyendo desviarse.
San Martín pensaba con razón que Merceditas debía extrañar
mucho a su abuela, buscando una forma de mitigar esta ausen
cia, por lo que encargó:
“Amigo el más ingrato: con que al fin se ha marchado Ud. de
París sin pasar por ésta a ver a su viejo General, Está bien yo
tomaré una venganza espantosa de su indiferencia, pues ni si
quiera me anuncia su partida la que hasta ahora ignoraría a no
ser por García del Río que me la avisa. El mismo me dice debe
Ud. volver a fin del entrante, en este caso, véngase por ésta y
marcharemos juntos”.
“Encargo a Mercedes escriba todos los Paquetes /barcos de la
carrera/ a su Abuela. Dele Ud. dirección a esta carta bajo cu
bierta de Doña Tomasa de la Quintana y Escalada; ruego a Ud.
al mismo tiempo visite a la amable familia del Capitán Heywood
129 —
dándom e noticias dé la salud de la niña, el progreso que hace en
su s estudios, asim ism o si se h a docilizado su carácter / . . . / ” 19-02
Pronto recibió la contestación de su amigo Paroissien que
comentó en la que San Martín escribió a éste el 13 de diciem
bre de 1824:
“Mi am ado am igo: la de Ud. del 30 del p asado la he recibido y
celebro su llegad a a ésa”.
“Muy agradecido estoy a la v isita que Ud. h a hecho a M er
cedes, y sobre todo los detalles que m e d á de su carácter, y ade
lan tam ien tos; yo no dudo que los esm eros de la Sra. de Heywood,
y sobre todo, de su m aestra, borrarán los defectos de su prim era
educación. Por esto es que cad a día me felicito m ás y m ás de mi
resolución de sep ararla del lado de su abuela, sin cuyo paso estoy
seguro que e sta niñ a hubiera sido bien desgraciada” .
“ / . . . / Mi vida es uniform e y tranquila, las noches la empleo en
el teatro, y los d ías se reparten entre el paseo y la lectura: des
pués de la vida ag ita d a de América, necesitaba gozar de paz por
algún tiem po / . . . / ” 20.
Las buenas noticias sobre Mercedes que le ha dado Parois
sien, y la tranquilidad que disfrutaba, le permitieron un breve so
laz, que se quebró algo menos de un mes después, al sentirse
aislado de las personas que lo querían y respetaban, y recibir
las noticias de los ataques de El Argos de Buenos Aires que ya
hemos visto en sus comentarios a Vicente Chilavert en carta del
1? de enero de 1825 y a Manuel Molina el 4 de febrero de 1825.
Su preocupación era permanentemente su pequeña hija reedu
cándose, por tanto, con algún sacrificio que él también sufría.
La incertidumbre y el aislamiento produjeron esta ansiosa car
ta a Paroissien, el 9 de enero de 1825:
“Mi querido am igo :: con é sta van tres desde la llegada de Ud.
a Inglaterra, y no he tenido contestación: este silencio me a d
m ira. M ás diré, m e tiene de m alditísim o humor, que se aum enta
con el que guard an la c a sa de m i am igo el C apitán Heywood a
quien he escrito dos c a rta s en el p asad o diciembre. Algunas ve
ces reflexiono si el criado que lleva m is ca rta s a l Correo, y que
es necesario el fran quearlas, no la s h ab rá cobrado p a ra quedarse
con el im porte. O tras: si le h ab rá sucedido algo a Mercedes, y
tan to Ud. como la s S ras. de Heywood no quieren darm e u n a m ala
nueva. Por Dios m i am igo sáquem e Ud. de e sta incertidumbre,
poniéndome cuatro solas p alab ras” .
“M ándeme Ud. los Argos que hablen de m i pues de Buenos
Aires m e escriben m e sacuden sin m isericordia / . . . / ” .
— 130 —
“A fines del entrante pienso hacer una visita a Mercedes”.
“Creo que todos se han dado la palabra para no contestarme.
En octubre escribí a Hall, Bowles y Lord Fife, y no he tenido
de ellos ni una letra”.
“Esta va por conducto de De-Lisle, pues no sé cómo dirigir
a Ud. mis cartas a ésa, las anteriores han ido sólo a su nombre,
sin designar casa ni calle”.
“Adiós mi amigo, no pierda un momento en contestar a su
San Martín” 21.
E stos son los momentos en que sentía nostalgia de la Patria
y deseaba regresar, escribiendo a Manuel Molina en la carta ya
varias veces citada del 4 de febrero de 1825:
“A pesar de mis deseos de regresar a mi retiro, creo que perma
neceré dos años o tres más por ésta para que Merceditas reciba
las bases de una regular educación, ella hace rápidos progresos
tanto en el inglés como en la música y dibujo; yo no puedo resol
verme a dejarla no obstante que la familia respetable que la cui
da, la ama como a hija propia” 22.
Algo similar le escribió a O’Higgins el 3 de febrero de 1825:
“/ . . . / Desde fines del año pasado me he establecido en ésta. Lo
barato del país y la libertad que se disfruta me han decidido a
fijar mi residencia aquí hasta que finalice la educación de la
niña, que regresaré a América para meterme y concluir mis días
en mi chácara, separado de todo lo que sea cargo público, y si es
posible, de la sociedad de los hombres / . . . / ” 23.
Como se ha visto anteriormente, San Martín llegó a Lon
dres para visitar a Merceditas el 13 de marzo de 1825, quedán
dose hasta fines de este mes, lapso en el que ocurrió el incidente
con el infatuado Rivadavia que se ha relatado m ás arriba. Ape
nas arribó a Bruselas, empezó a preparar una reunión con su
hermana María Elena y su hermano Justo Rufino, para que co
nocieran a Merceditas y verlos después de tantos años. Así
lo decía en esta carta a Paroissien del 12 de abril de 1825:
“Mi querido amigo: el 30 del pasado llegué felizmente a Ostende
/puerto y playa poco más de 100 km O.N.O. de Bruselas/ pero
tuve que esperar al maldito Talbot que no llegó hasta el 3. El 4
arribé a ésta pero con un tal constipado /resfrío o catarro/ que me
ha tenido en cama hasta antes de ayer”.
“He tenido carta de mi hermana la que no llegará a ésta
hasta mediados de junio”.
“He encontrado y tomado una casa cómoda, que está sobre
el Canal, en ella tiene Ud. su habitación preparada”.
“En julio podremos emprender nuestro viaje, este es el tiem
po propio de los Baños de Spa /baños termales en las Ardenas,
a 115 Km. E.S.E. de Bruselas/”.
“Diga Ud. a García /del Río/ que la tenga ésta por suya y
ojalá se resolviese siquiera por un par de meses a dejar las gran
des capitales y venir con Ud.”.213
21 Ibídem N9 1.
22 Ibídem N9 12, págs. 27 y 37.
23 Archivo de O’Higgins. T. IX, pág. 74.
— 131 —
“Adiós mi buen amigo; avíseme en el momento de llegar los
detalles de la Batalla de Guamangilla /Ayacucho/, dé mis me
morias a nuestro García y sea siempre tan feliz como lo desea
su amigo. J. de San Martín” 2425.
La casa que había alquilado San Martín en Bruselas es la
que se recuerda actualmente con una gran placa en el fren ^
en la Rué de la Fiancée, frente al Canal, como la describió San
Martín. Desde allí, pues, volvió a escribir a Paroissien con más
detalles sobre la reunión de la familia y acerca de la educación
de Merceditas, el 6 de mayo de 1825:
“Mi querido amigo: no he contestado antes a la de Ud. en razón
de que había escrito a García, y por otra parte no había nada
de particular que decirle”.
He recibido una carta de la amable señorita Jolliffe en que
me dice lo siguiente: ‘Dijo a mamá el General Paroissien el do
mingo que estuvo aquí que Ud. quiere llevar a Bruselas a Merce
des para las vacaciones; también que era menester buscar una
criada para acompañarla. ¿Quiere Ud. que alquile una persona
para ir con ella? Sabemos de una mujer muy recomendable y
capaz de encargarse de la niña durante el tiempo de su ausencia.
Mamá estimará infinito que Ud. dé la contestación sobre este
particular’ ".
“Uno de mis primeros objetos, después de el de que Mercedes
conozca a su tía, es el de que en el tiempo que permanezca en
ésta no hable otro idioma que el español, y yo estoy seguro que
al mes volverá a poseerlo como antes; si viene en la compañía
de una criada inglesa, no consigo este objeto. Para remediar esta
falta yo he tomado una criada española, la que dejaré en Ostende
para que la acompañe en el viaje; esta criada ha servido seis
años al Duque de San Lorenzo y es una mujer de mucha razón.
Por lo que respecta a las pocas horas de travesía en el Paquete
/paquebote, barco/ Ud. asegure que haya una mujer en él que
pueda cuidarla”.
“Justo /Justo Rufino, su hermano/ va a encontrar a mi her
mana a Bayona /puerto francés próximo a la frontera con Es
paña, sobre la Bahía de Vizcaya/, estará en Bruselas a más tar
dar el 15 de junio”.
“Como mi repetición de viajes a Inglaterra sena interpre
tado por mis buenos /sic, debió ir entre comillas/ paisanos a
asuntos políticos, y sobre este particular me han criticado los
papeles públicos, mi objeto es el que se ignore mi marcha a ésa,
al efecto si donde Ud. habita hay proporción para dos o tres días
que es lo más que yo permaneceré en ésa para traer a Mercedes,
yo seré bien satisfecho, y si no me iré a un hotel de los menos
frecuentados, sobre este particular avíseme Ud. sin demora, y el
paraje adonde debo dirigirme y adonde poder encontrar a Ud. a
mi llegada”. . .
“Yo partiré de ésta a principios de junio, para poder estar
de regreso antes del 15 para recibir a mi hermana / . . . / ”
Su hermana María Elena era la primogénita de la familia
del Capitán Don Juan de San Martín y Gregoria Matorras, na
24 ibídern N» 1.
25 Ibídem N» 1.
132 —
cida en La Calera de las Vacas (Banda Oriental, próxima al
actual Carmelo), el 19 de agosto de 1772, es decir, que tenía a
la sazón 52 años, casada con Rafael González dé Menchaca, fun
cionario de la Corte Real, con el que tuvo una hija, Petronila 26.
Durante el resto del año 1825 hay un vacío en la correspon
dencia de San Martín. Su vida transcurrió siempre en Bruselas
viviendo con su hermano Justo Rufino, y después de la reunión
familiar con María Elena, se concentró en la educación de Mer
cedes, ya de 9 años, en un colegio de la ciudad. Para ella com
puso las muy conocidas “Máximas para mi hija”, en ese mismo
1825, normas que San Martín debía seguir para lograr de su
hijita tan amada, una mujer que obrara el bien, como nos man
dó Nuestro Señor Jesucristo, y San Martín, como se ha visto,
repetía en sus cartas. Las recordaré para los que no las co
nozcan o hayan olvidado:
“Máximas para mi hija”. “1825”
“Humanizar el carácter y hacerlo sensible aún con los in
sectos que no perjudican. - Sterne /27289/ ha dicho a una mosca
abriéndole la ventana para que saliese: —Anda, pobre animal,
el mundo es demasiado grande para nosotros dos”.
“2? Inspirarla amor a la verdad, y odio a la mentira”.
“39 Inspirarla una gran confianza y amistad, pero uniendo
el respeto”.
“49 Estimular en Mercedes la caridad con los pobres”.
“59 Respeto sobr.e la propiedad ajena”.
“69 Acostumbrarla a guardar un secreto”.
“79 Inspirarla sentimientos de indulgencia hacia todas las
religiones”.
“89 Dulzura con los criados, pobres y viejos”.
“99 Que hable poco y lo preciso”.
“109 Acostumbrarla a estar formal en la mesa”.
“119 Amor al aseo y desprecio al lujo”.
“Inspirarla amor por la Patria y por la L ib e rta d ” 28.
— 133 —
Lo m ás infamante contra San Martín fue E l Argos N? 83
del miércoles 13 de octubre de 1824, bajo el título EUROPA Y
AMERICA, empezaba con una inventada “ instrucción del Go
bierno de Francia para establecer formas monárquicas entre
los nuevos Estados". Seguía, con un subtítulo: “ La escena,
en LONDRES” :
“/ . . . / que la m ism a instrucción supone ser la opinión de los m i
nistros de dichos Gobiernos residentes en Londres / . . . / pero los
pueblos opinan contra estas form as/m onárquicas Que el
ler. Congreso N acional del Perú h a revocado públicam ente los
poderes que esos m ism os m inistros residentes en Londres /G arcía
del Río y Paroissien / recibieron del Protectorado /S a n M artín/
p a ra ten tar la transportación de un m on arca” / . . . / Que el G o
bierno actu al de Chile a cab a de poner un veto poderoso a un a
constitución aristocrática /O ’H iggins/ que ahora dos años pudo
abrirse paso por entre las ideas liberales”.
— 134 —
bré de 1824, apareció en Buenos Aires un periódico semanal
cuyos redactores fueron: Valentín Alsina, el Ministro Manuel
José García, y el cura apóstata Julián Segundo de Agüero que,
sin embargo, conservaba su canonjía en la Catedral de Buenos
Aires. Se llamó El Nacional y en el N? 1 de su inauguración,
expuso que se proponía tratar el problema de la reunión del
Cuerpo Nacional. Sus redactores, como se sabe, eran secuaces
de Rivadavia. En el N? 2 publicó el Proyecto de Ley fundamen
tal para una constitución unitaria30.
E l Nacional N? 3 del 6 de enero de 1825, inició sus ataques
a San Martín, solapadamente:
“ / . . . / y si aún hay uno u otro, o desesperado o estúpido, que
aspire, y aún trab aje p a ra ver establecidas entre nosotros las
form as m onárquicas, la opinión pública la m arca con su execra
ción, o con su desprecio: en térm inos que ni S a n Bernardino ni
S an M artín tendrían bastan te poder o influjo, o p a ra seducir,
o p a ra forzar al pueblo a que retroceda en sus principios” .
— 135 —
N? 116 del sábado 29 de enero de 1825 repetía esto mismo. Al
día siguiente domingo salió el N? 117 como extraordinario de
dicando una página entera para dar a saber que el viernes 28
del corriente el señor Wóodbine Parish acreditó haber sido nom
brado por el Gobierno inglés para negociar un tratado de amis
tad y comercio con el de las Provincias Unidas del Río de
Plata.
El Argos N? 120 del miércoles 9 de febrero de 1825 traía la
capitulación del General Canterac después de la batalla de Aya-
cucho el 9 de diciembre de 1824 y la proclama del General Ola-
ñeta, realista pero que continuaba la guerra desde Oruro (Alto
Perú), en tanto, desde San Juan, se anunciaba la reelección de
del Carril para 1825 y 26, cuyo mensaje entró en E l Argos
N? 122 del 16 de febrero de 1825, plagado de liberalismo, como
proclamar la libertad de cultos, al estilo de la reforma protes-
tantizante para destruir a la Iglesia Católica que había em
prendido Rivadavia en Buenos Aires y que remedó Lucio Man-
silla en Entre Ríos, según E l Argos N? 123 del sábado 19 de
febrero de 1825. Esto era lo que querían los ingleses para pe
netrarnos mediante el tratado del 2 de febrero de 1825 que pu
blicó El Argos N? 125 del sábado 26 de febrero de 1825 que in
cluía, en síntesis: Art. 1?: Perpetua amistad y recíproca libertad
de comercio. / . . . / Art. 3?: No se impondrán otros y mayores
derechos a la importación. / . . . / Art. 12?: Libertad de cultos.
Mientras tanto, el 24 de febrero de 1825 aparecía El Na
cional N? 10 con cartas y gacetas recibidas de Inglaterra, desta
cando la siguiente:
“Rivadavia ha logrado que se establezca en Londres una sociedad
con el fondo de 5 millones de pesos, cuyo objeto sea el estableci
miento de bancos de rescate en las provincias que tengan minas,
auxiliar a los mineros y explotarlas directamente”. (Las acciones
ya corrían con un premio del 15 %).
E ra el principio de la maniobra que intentó Rivadavia para
robarle a La Rioja las minas de Famatina.
En el N? 140 de El Argos del 16 de abril de 1825 se incluyó
la proclama de Olañeta desde Potosí y la noticia de que el Ge
neral Arenales, Gobernador de Salta, se aprestaba urgentemente
para marchar a apurar la ofensiva sobre los últimos opresores
de las Provincias del Río de la Plata. En el número siguiente
del 20 de abril de 1825 se daba la llegada de Alvear a Buenos
Aires y la creación del Ejército Nacional. E l Argos N? 143 del
miércoles 27 de abril de 1825 además de consignar que el Ge
neral Arenales apresuraba sus marchas sobre Tilcara, daba cuen
ta que el Coronel Pérez de Urdininea, enviado por el General
San Martín en 1822/23 había llegado por fin al Alto Perú, des
pués de dos años, y derrotado a fines de marzo de 1825 a las
— 136 —
guarniciones de Tarija y Mojos. E l Argos N? 125 del 2 de mayo
de 1825 fue un número extraordinario para incluir:
“Proclama por Bando del General Arenales el 8 de abril de 1825.
Por un parte del General Urdininea que decía ‘En circunstancias
en que marchábamos sobre Tumusca en auxilio del Coronel Carlos
Medina-Celi, ahora que son las doce de la noche, acabo de recibir
un parte de dicho Señor que a las siete de la noche de este día
triunfaron completamente 300 valientes chicheños contra 700 ene
migos serviles, en el punto de Tumusca. No se sabe aún el número
de muertos y heridos, excepto el General Olañeta, que fue el pri
mero que mordió la tierra; más, en el campo de batalla 200 y tan
tos prisioneros, incluso 20 oficiales. El fuego se inició a las tres
de la tarde y se concluyó a la hora indicada. También se tonjaron
todos los bagajes de guerra y numeroso cargamento de Olañeta.
Sírvase pasar inmediatamente esta noticia tan interesante como
plausible, al señor Capitán General de la Provincia de Salta,
mientras yo lo hago con el detalle de tan brillante acción que
me ha prometido pasar el señor Jefe victorioso Don Carlos Me
dina-Celi. Dios guarde a Ud. muchos años. Inmediaciones de
Cotagaita, 1? de abril de 1825. Fdo. José María Pérez de Urdininea.
Al Señor Coronel Comandante Principal de las Avanzadas
Coronel Don Domingo Iriarte”.
“Retransmite este último desde Tupiza, 3 de abril de 1825
a las 5 de la mañana, al Gobernador de Salta”. .
“Arenales además informa que el General Sucre alcanzo Po
tosí y que restan sólo débiles fracciones de Valdez. La Patria es
libre: las Provincias del Alto Perú están en libertad. Fdo. Teodoro
Sánchez de Bustamante, Gobernador interino de Salta”.
En el N? 147 de E l Argos del viernes 6 de mayo de 1825 se
puede ver quiénes son los responsables de la pérdida de las
Provincias argentinas del Alto Perú: desde La Paz, Sucre emi
tió un decreto para usurpar estas provincias, dejándolas depen
dientes del Ejército Libertador “mientras una asamblea de di
putados de ellas m ism as delibere de su suerte” (20 de febrero
de 1825). Desde Buenos Aires, el Ministro de Gobierno y Rela
ciones Exteriores, a cargo de las nacionales, el conocido traidor
Manuel José García, envió el 6 de febrero de 1825 instrucciones
al Gobernador de Salta General Arenales donde expresó: “Que
la base de todo convenio debe ser la disolución del ejército es
pañol, y la libertad completa de las Provincias para disponer
como m ejor le conviniere a su suerte” . Sin embargo, hubo un
conato para recuperarlas, no muy confiable quizá: E l Nacional
N? 21 del 12 de mayo de 1825 publicó que se enviaba “una Le
gación al Perú para: felicitar a Bolívar e invitar a las Provin
cias del Alto Perú que siempre han pertenecido a las de la
unión rioplatense, para enviar sus representantes al Congreso
General Constituyente que se halla ya instalado” .
Precisamente en estos momentos claves para la suerte del
Norte argentino, Buenos Aires debía enfocar los acontecimientos
para recuperar la Provincia Oriental, ya que el 1? de abril de
1825 habían salido de San Isidro los fam osos 33 Orientales para
iniciar la campaña. Por eso El Argos N? 150 del 14 de mayo de
1825 difundía que el Gobernador Las Heras propuso al Congreso
establecer la protección de fronteras en la línea del Río Uruguay
ante la guerra que había estallado en la Banda Oriental, apro
bando el Congreso y facilitando la recluta en las provincias.
El Argos N? 157 del 8 de junio de 1825 transcribió el B c ^ m
de la División Expedicionaria al Perú: “ Salta, mayo 2 de 1825.
La División al mando del General Arenales llegó a Potosí, invi
tado por Sucre” . Se establece el correo con el Alto Perú el 19
de mayo de 1825. E l N? 161 de El Argos dijo que Sucre agra
deció a la División Expedicionaria el 15 de abril de 1825. Pero
ésta regresó^ a Nazareno (300 km S. de Potosí) a órdenes del
Coronel José María Paz el 19 de abril de 1825, mientras Arenales
seguía a Charcas. Nada se decía del decreto de Sucre que lo
dejaba las manos libres para usurpar las provincias argentinas.
En vano declamará el N? 162 de El Argos del 25 de jimio de 1825:
“Las cuatro Provincias del Alto Perú pertenecen al territorio
argentino. La legación argentina (Carlos Alvear, José Miguel Díaz
Vélez y Domingo Oro) que salió el 9 de mayo de 1825 debe pro
mover que la Asamblea de Diputados que convocó Sucre envíe
sus diputados al Congreso General Constituyente de las Provin
cias Unidas del Río de la Plata”.
Ninguno de esos mediocres que han enviado podrá lograrlo.
E stas Provincias argentinas se perdieron cuando Rivadavia por
su miopía política y estratégica, y su pequeñez moral, por en
vidia y odio a San Martín, no quiso apoyar a la Expedición del
Coronel Urdininea que promovía San Martín a través de la mi
sión Gutiérrez de la Puente, como se ha visto en GLADIUS
Nos. 17 y 19 (mayo a noviembre de 1822).
En ese mismo número de El Argos se consignaba que una
División del Ejército brasileño había ocupado la Provincia Ar
gentina de Chiquitos en el Alto Perú, con su característico opor
tunismo, aprovechando cualquier momento de debilidad de los
rioplatenses. E l 30 de junio de 1825, en el N? 172 de E l Argos
llegaba la noticia demoledora de nuestro Alto Perú: “Bolívar
mantiene lo resuelto por Sucre a quien deja a cargo de las Pro
vincias del Alto Perú que no reconocerán otro centro de auto
ridad” .
La llamada libertad de cultos impulsada por los liberales
atentaba contra la unidad de los argentinos y contra la Iglesia
Católica, como se puede ver en el N? 184 de El Argos del 3 de
septiembre de 1825: E l Gobernador de San Juan del Carril fue
depuesto por la “ reforma eclesiástica” protestantizante. Este
número reprodujo una blasfemia del Times de Londres sobre
una beatificación del Papa. Este ejemplar llevó un suplemento
con la resolución del Congreso aceptando la incorporación de
la Provincia Oriental. E l Argos N? 193 del 5 de octubre de 1825,
— 138 —
trae como editorial una oración protestante para el Presidente
y Ministros de las Provincias Unidas, y un artículo contra el
Papa.
La pérdida de las Provincias argentinas del Alto Perú estaba
consumada: El Argos N? 197 del 19 de octubre de 1825 traía la
noticia que “ La Asamblea General de la ‘República Bolívar’ fijó
la bandera de este nuevo Estado” . Dirigiéndose al periódico El
Sol del Cuzco, editado por Bolívar, E l Nacional N? 30 de Buenos
Aires del 20 de octubre de 1825, aduló a Bolívar usurpador de
nuestras Provincias del Alto Perú y atacó a San Martín en esta
forma:
‘7 . .. / Las provincias argentinas últimamente han tenido Gene
rales de popularidad, de mérito y de saber. / . .. / En aquellas feli
ces circunstancias se halló el General San Martín cuando, des
pués de constantes y felices victorias, ocupó la Capital de los
Reyes; ¡circunstancias tan felices, como perdidas! ¡Circunstancias
que no se aprovecharon como se pudo en favor de la nación
peruana! / . . . / ”.
Mientras este periódico de Rivadavia denostaba al Liberta
dor San Martín —el nefasto personaje con su secretario Núñez
llegaba a Buenos Aires el 21 de octubre de 1825—, iban apare
ciendo los números de El Argos con las noticias que señalo:
N<? 199 del 26 de octubre de 1825: “Es indispensable hacer la gue
rra al Gobierno del Brasil por justicia, conveniencia, precaución,
venganza:. . . ”
N'J 200 del 29 de octubre de 1825: “Tarija se une a Bolivia”.
N? 201 del 2 de noviembre de 1825: “Contrato de un empréstito de
cretado por el Congreso por 9 a 10 millones de pesos”.
N9 208 del 19 de noviembre de 1825: “El 22 de octubre de
1825 tomó posesión como Presidente de Potosí el Coronel José
María Pérez de Urdininea, que ascenderá a General de Brigada”.
N? 210 del 26 de noviembre de 1825: “Bolívar vendió a los
ingleses las minas de Potosí por un millón de pesos”.
Así fueron entregadas las Provincias Argentinas del Alto
Perú y las minas de Potosí por los liberales.
— 139 —
vadavia quien despidió a Las Heras y se apoderó de la mayor
parte de Buenos Aires como Capital de la República.
E l 18 de marzo de 1826, el primer ministro inglés Canning
escribía al embajador en Río de Janeiro (con jurisdicción sobre
el Río de la Plata, etc.) Lord John Ponsonby:
“/ • • • / Se ha sugerido como V. E. está ya enterado, que Montevir
deo, o toda la Banda Oriental, con Montevideo por capital, podría
ser erigida en un estado separado e independiente / . . . / ” 32.
El 26 de mayo de 1826 Ponsonby desde Río de Janeiro le
contestó a Canning:
“/ • • • / Expuse la proposición hecha por el gobierno de Buenos
Aires: la insinuación de hacer de la Banda Oriental un estado
independiente, teniendo a Montevideo por Capital, y la esperanza
de mi gobierno de que el gobierno brasileño, haría alguna propo
sición propia, a fin de iniciar las negociaciones de paz, si es que
la proposición y la insinuación enunciadas no les fueran satis
factorias. / . . . / ” 33,
E l Congreso sancionó el 19 de julio de 1826, una constitu
ción unitaria que fue rechazada por las Provincias, empezando
por Bustos en Córdoba. E l General Juan Facundo Quiroga con
el lema “Religión o Muerte”, el 27 de octubre de 1826, aniquiló
en Tucumán a Lamadrid, desbaratando la Liga Unitaria del Nor
te, apoyada por Rivadavia con arm as y dinero. En Tucumán, Ca-
tamarca, San Juan y Mendoza, se establecieron gobiernos fede
rales.
A través de las cartas que San Martín le envió al General
Müler, que estaba en Europa, en abril, mayo, jimio, octubre y
noviembre de 1826, se desprende que durante este año seguía en
Bruselas, viviendo con su hija Mercedes, de diez años, y su her
mano Justo Rufino. Fue en estos momentos de la vida de San
Martín que expuso su pensamiento político a través de la co
rrespondencia con su íntimo amigo el General Tomás Guido que
se reanudó. La primera carta es la del 18 de diciembre de 1826
que contestó la de Guido del 30 de agosto de 1826, donde éste
había relatado Sus choques con Bolívar, y le enrostró a San
Martín su salida del Perú, a lo que éste replicó en dicha c a rta 34
quedmido en resumen de todo esto dos cuestiones importantes:
la primera, la opinión que se formó sobre Bolívar: “ una ligereza
extrema, inconsecuencia con su s principios, y una vanidad pue-
ril"-, y, segundo, su aseveración sobre los juicios históricos: “ lo
general de los hombres juzgar^ del pasado según la verdadera
— 140 —
ju stic ia y lo presen te segú n su s in tereses” . Su escepticismo es
terminante en cuanto a las personas en general, pero
“yo estoy seguro que los honrados me harán la justicia que yo
me creo merecedor. En cuanto a que la historia se verá en traba
jos para cohonestar mi separación del Perú, yo diré a Ud. con
Lebrún: /citó cuatro versos en francés/. Sin embargo de estos
principios y del desprecio que yo puedo tener por la historia,
porque conozco que las pasiones, el espíritu de partido, y el
sórdido interés, son en general los agentes que mueven a los
escritores”,
Así describió San Martín precisamente a los que lo denos
taban en los periódicos liberales de Rivadavia. Sin embargo,
continuó:
“yo no puedo prescindir de que tengo una hija, y amigos (aun
que pocos) a quien debo satisfacer por estos objetos, y no por
lo que se llama gloria, es que he trabajado dos años consecutivos
en hacer extractos y arreglar documentos que acrediten, no mi
justificación, pero sí los hechos y motivos sobre que se ha fundado
mi conducta en el tiempo que he tenido la desgracia de ser hom
bre público, si amigo mío la desgracia porque estoy convencido
de que —SERAS LO QUE HAY QUE SER SI NO ERES NADA”.
Los hechos y motivos en que se ha fundado su conducta
como hombre público, se han analizado a lo largo de esta serie
publicada en GLADIUS. San Martín no pudo ser nunca lo que
no era. É l era un noble español nacido en América, un militar
que, como todo buen hidalgo de los siglos xvx y xvn, “ recibía
en su niñez, adolescencia y juventud, una educación tan dura,
disciplinada y espinosa, que el pueblo reconocía de buena gana
su superioridad”, al decir de Ramiro de M aeztu35367. No pudo ser
otro que él mismo: el conductor militar que amaba a Dios y a
la Virgen Santísima; que amaba a sus compatriotas tanto, que
escribió a Guido desde Mendoza el 6 de abril de 1816, con mo
tivo de los aprestos de Buenos Aires para invadir a Santa Fe:
“/ . . . / yo no soy de opinión de emplear la fuerza, pues cada gota
de sangre americana que se vierte me llega al corazón, por lo
tanto ya que han salido esas tropas sería de parecer no se hiciese
la menor hostilidad / . . . / ” 36.
San Martín cumplía el mandato de Cristo de am ar también
a los enemigos, sólo posible con la ayuda de Dios, como lo de
mostró en San Lorenzo, después del combate, con el canje de
14 prisioneros realistas heridos por el único patriota que cap
turó el enemigo, el gravemente accidentado Teniente Manuel
Díaz Vélez que se desbarrancó en la carga final del combate;
y la entrega de reses para los enemigos V; y aún ante los suble
— 141 —
vados del Batallón de Cazadores N? 1 en San Juan, en 1820, que
prohibió atacar:
“No es mi opinión que se rompan las hostilidades contra San
Juan: esto sería aumentar los males / . . . / ” 38.
San Martín amaba a su Patria, la tierra heredada de los
padres, el Virreinato del Río de la Plata, que siempre buscó res
tituir completo, para cuya independencia elucubró el plan estra
tégico continental en 1816 que incluía la reconquista de las Pro
vincias del Alto Perú, como lo he probado en otro trab ajo 383940.
Muy poco después, el 6 de enero de 1827 en carta a Guido,
expresó San Martín que el gobierno republicano (liberal) era
irrealizable e incapaz de éxito en América:
“/ . . . / Ud. no debe haberse olvidado de las infinitas veces que
hemos hablado sobre que la gran crisis se experimentaría al con
cluirse la guerra de la independencia: ella era indispensable visto
el atraso y elementos de que se compone la masa de nuestra
población, huérfanos de Leyes fundamentales, y por agregado
las pasiones individuales y locales que la revolución ha hecho
nacer. Estos males hubiéranse remediado en mucha parte, si los
hombres que han podido influir, hubieran tenido, 19, un poco
menos de ambición, y moderación, y 29, conocido que para de
fender la causa de la independencia no se necesita otra cosa
que un orgullo nacional, (que lo poseen hasta los más estúpidos
salvajes) pero que para defender la libertad se necesitan ciuda
danos, no de café, sino de instrucción y elevación de alma, ca
paces de sentir el intrínseco (y no arbitrario) valor de los bienes
que proporciona un gobierno representativo. Cinco años ha esta
do Ud. a mi lado: Ud. más que nadie debe haber conocido mi
odio a todo lo que es lujo y distinciones; en fin, a todo lo que
es aristocracia. Por inclinación y principios amo el gobierno re
publicano, y nadie, nadie lo es más que yo, pero mi afección
particular no me ha impedido el ver que este género de gobierno
no era realizable en la antigua América española, porque carece
de todos los principios que lo constituyen, y porque tendría que
sufrir una espantosa anarquía, que sería lo de menos, si se con
siguieran resultados; pero que la experiencia de los siglos nos de
muestra que sus consecuencias son las de caer bajo el yugo de un
déspota: traslado al tiempo” '«).
Con respecto a lo que San Martín llama gobierno republi
cano, conviene recordar que durante la revolución francesa de
1789, poco antes de haber guillotinado al Rey Luis XVI, la Con
vención adoptó por primera vez el título de república, idea no
vedosa ya que hasta entonces no existía ningún entusiasmo por
otra forma de gobierno que la monarquía. Aunque su existen
cia fue efímera, ya que Napoleón se coronó emperador en 1804,
— 142 —
impregnó de liberalismo al mundo. Por eso, es oportuno aquí
recordar la definición sobre el liberalismo del gran teólogo Pa
dre Castellani quien la llamó “ descriptiva e histórica” y que se
ha transcripto en parte en esta serie, pero interrumpida para
mantenerla a la altura de los momentos históricos que se han
tratado:
“Liberalismo es un gran movimiento de rebelión anti tradiciona-
lista y reformista de la sociedad, que parte de los libros de los
empiristas y deístas ingleses, se formula en Rousseau, es divul
gado por la Ilustración o el enciclopedismo francés; informa a la
Revolución Francesa a poco de comenzada; es inseminado por
las armas napoleónicas, se impone más o menos en Europa —y
aquí— a mitad del siglo pasado / . . . / ” 4142.
E l liberalismo había hecho en el siglo xix un mito del go
bierno republicano, y la presión intelectual era tremenda, tanto,
que hemos visto todo lo que San Martín tuvo que escribir para
no ser considerado un “hereje” de esta nueva seudoreligión, y
afrontar la realidad de su inaplicabilidad práctica. Sin em bargo,
es evidente que S a n M artín, m erced a su carácter independien
te y a su gran talento natural, h abía logrado lib erarse del libe
ralism o en gran parte, a l sin cerarse consigo m ism o y con su
am igo, en momentos en que el liberalismo se imponía en el
mundo. San Martín había pensado en profundidad y sintetizado
exitosamente sus razones que nosotros podemos ampliar con un
enfoque teológico, ya que gracias al admirable trabajo del Padre
Alfredo Sáenz nos alumbramos con un contemporáneo de la
época, el Cardenal Pie, a cuya “lucidez y coraje al servicio de la
Verdad”, recurrimos, con las limitaciones propias de este tra
bajo.
En el párrafo de la carta transcripto m ás arriba, San Martín
se refirió al atraso de la m asa de la población y su orfandad
en Leyes fundamentales, cuya explicación nos da el Cardenal
Pie:
“El Estado naturalista y liberal hipertrofiado no sólo destruye
la sociedad, al arrebatarle su religación fundamental, sino tam
bién a las personas que le están sometidas y que han quedado
como apoyadas sobre arena movediza. Los ‘principios’ que antes
presidían el quehacer de la sociedad, han sido suplidos por las
‘opiniones’ que son, en cuanto a origen, los actos más ínfimos de
la razón humana, y en cuanto a la conducta que determinan,
las reglas más mudables, inciertas y sin norte” 42.
Con respecto a las pasiones desatadas, ambiciones desme
didas e inmoderación que marcó San Martín, nos aclara el Car
denal Pie:
143 —
“El hombre moderno, producto del naturalismo reinante, es un
hombre descuajado, esclavo del egoísmo y la codicia, sujeto a la
sed del dinero, de los empleos, honores y placeres. Tales males
no son sino la consecuencia de otro mal, que es su principio, a
saber, el menosprecio y olvido de la doctrina/católica/,
historia nos muestra como todos los criminales errore- - la
herejía del siglo X V I y de la falsa filosofía del siglo X V in , amal
gamados y combinados con los principios más avanzados de la
Revolución y de la anarquía, y reducidos a un cuerpo de ense
ñanza pública, se convirtieron, durante cuarenta anos /del si
glo X IX /, en triste pasto de casi todas las inteligencias” « .
Otra de las causas que para San Martín hacían irrealizable
el gobierno republicano en la América española, era la falta de
ciudadanos de instrucción y elevación de alma, no “ de café” (es
decir, charlatanes), que supieran comprender a un gobierno re
presentativo que defendiera la libertad. E l Cardenal Pie, nos
ilustra al respecto:
“El liberalismo, diremos con San Agustín en su epístola 101, es
la palabra favorita de los que son esclavos de toda suerte de
pasiones. ¿Qué decir pues a esos hombres, alimentados de iniqui
dad y de impiedad, y que se glorian de haber sido educados
liberalmente, sino lo que está escrito en un libro eminentemente
liberal: Si el Hijo os libra, entonces seréis verdaderamente ubres ¿
En efecto, es Jesucristo y su Iglesia quienes nos hacen reconocer
lo aue hay de verdad en los principios calificados de liberales
por hombres que no han sido llamados a la libertad; porque tales
principios en nada están conformes con la libertad sino en lo que
tienen de conformes con la verdad; por ello el mismo Hijo ae
Dios ha dicho: Y la verdad os hará libres” « .
Para San Martín, al carecerse de todos los principios que
lo constituyen, el sistema del gobierno liberal no es realizable
y llevaba a la anarquía y ésta al despotismo. E l Cardenal Pie
comparte el desenlace del drama del liberalismo, de cuyas ver
dades, extraigo:
“El poder político no procede originariamente de abajo, de la
voluntad de algún hombre, o de un hecho histórico, o de un
pacto social, ni depende del sufragio de las multitudes. Es cierto
que tales instancias pueden contribuir exteriormente al naci
miento y concreción de un poder determinado, pero lejos de
constituir su origen metafísico, a lo más actúan proveyendo la
materia. Por eso decía el Apóstol: ‘No hay autoridad sino bajo
Dios, y las que existen, por Dios han sido establecidas (Rom.
13 1 ) 45
“La autoridad creada no tiene derecho a la obediencia, a la
sumisión, al respeto, sino porque proviene de Dios. Cuando el
derecho de Dios desaparece, no queda sino el derecho del hom
bre; y el hombre nunca tarda nada en encamarse en el poder,
en el Estado, en el César. Tal es el fin de la aventura. Desdé el
momento en que la sociedad y el Estado se niegan a reconocer
« ibidern N9 42 precedente.
44 ibídem N9 42 precedente, pág. 308.
45 ibidem N9 42, pág. 312.
— 144
una instancia superior, comienzan a hacerse tiránicos. Él Estado
liberal no puede sino encaminarse decididamente hacia el tota
litarismo w.
San Martín comentó en la misma carta del 6 de enero de
1827, lo que Guido escribió sobre las andanzas de Carlos de
Alvear:
¿Con que la política de Don Carlos es la misma, mismísima que
desplegó en el tiempo de su directorio, y ainda mais se le ha
confiado el mando de todas las fuerzas disponibles del Estado?
¡Gran Dios! Echad una mirada de misericordia sobre las Pro
vincias Unidas. Sí amigo mío, toda la protección del Ser Suore-
mo se necesita para que ellas no se arrepientan de tal elección”.
Ante tan grave error político, contrario al bien común, San
Martín pedía la asistencia de Dios. El Cardenal Pie pudo res
ponderle:
A una sociedad semejante, viciada de raíz, que de propósito
ignora a Dios, Dios le responderá con esa pena del tallón que
es una de las grandes leyes del gobierno de su providencia. EL
poder que como tal desconoce a Dios, será como tal desconocido
por Dios: Si alguien ignora, será ignorado’ (1 Cr. 14, 38). Ahora
bien, ser ignorado de Dios es la desgracia suma, la derrelicción
absoluta. No en otros términos será formulada la sentencia de
io oJcna reProbaclon: ‘No os conozco, no sé de dónde sois* (Le.
13, 25). Pie es taxativo: ‘Los guías y los oráculos de los pueblos
se obstinaron en dirigir a Dios estas palabras tan imprudentes
como impías: ‘Retírate lejos de nosotros, no queremos la ciencia
de tus vías’ (Job 21, 14). Y he aquí que Dios, cansado de sus
desdenes, le tomo la palabra. No diré que se retiró, porque en
tonces el resultado hubiera sido algo más que el oscurecimiento,
la enfermedad, el desastre — No, Dios no se retiró, se mantiene
solamente alejado de nosotros. Ello es bastante para que todo
se tambalee, para que todo entre en disolución. Dios es el prin
cipio de toda cohesión, como la Iglesia nos lo recuerda cada día
en la oración pública: Rerum Deus tenax vigor. En Él, en su Hijo
que envió a la tierra, reside la consistencia universal de las cosas’
Omnia In Ipso constant (Col. 1, 1). Fuera de Él, todo se hace
impotencia, confusión, anarquía” *?.
En la misma carta a Guido del 6 de enero de 1827, San Mar
tín explicó por qué no ofreció sus servicios cuando se declaró
la guerra al Imperio del Brasil, y lo que es m ás importante para
este trabajo, expresó francamente su adhesión por la monar
quía, contraponiéndola al gobierno republicano liberal. He aquí
sus palabras:
“Me sorprende lo que le h a dicho M anuel Escalada de haberse
extraviado la solicitud que hice a mediados de abril de m s, y
tí este extravio ha sido en la Secretaria del Gobierno o en su
poder; esta es la prim era noticia que tengo después de las repe
— 145
tidas veces que le he suplicado me dijese cuál había sido la con
testación dada por el Gobierno, pues él no me ha escrito. Con
fieso que el inesperado silencio de mi hermano tanto mas sor
prendente cuanto le había recomendado este encargo muy par
ticularmente, no sólo me ha causado una fuerte admiración, sino
que creía que el no contestar el Gobierno mi solicitud de ’’ n-
cia, era con el objeto de hacerme un grosero desaire y vetando
en esta persuasión, es que cuando se declaró la guerra, no me
pareció regular ofrecer mis servicios por temor de exponerme a
un nuevo insulto. En fin, ya es demasiado tarde para ofrecer
mis servicios; por otra parte, yo estoy seguro que si diese este
naso se creería sospechoso, tanto más, cuanto el empeño que se
ha puesto en hacer creer que el General San Martin no ha tenido
otro objeto en su viaje a Europa que el de intrigar a fin de esta
blecer monarquías en América. Los miserables que han hecho
circular tan indignas imposturas, no conocen que los sentimien
tos que francamente he manifestado sobre este particular, nada
tiene que ver con los respetos que se deben a la mayoridad de la
nación, por la cual me sacrificaría gustoso a pesar de la diver
gencia de mi opinión con las que profesa esta mayoridad
En mi trabajo publicado en GLADIUS N? 14, titulado San
Martín implantó en el Perú el m ejor régimen político, contrario
al liberalismo” demostré que San Martín había aplicado el lla
mado régimen mixto de Santo Tomás de Aquino y cité la clarí
sima síntesis del Padre Castellani: “E l gobierno de uno solo
(monarquía). Con participación de los pocos m ejores (aristo
cracia). Y el consentimiento y cooperación de todos en la me
dida de lo posible y de la capacidad de cada uno (república)” .
E ra una convicción firme este régimen para la inteligencia y
experiencia de San Martín, que chocaba contra las^ ideas en
boga del liberalismo, que, como bien decía San Martín, habían
invadido las mentes de la mayoría, del modo que el Cardenal
Pie denominó categóricamente: “ La plaga del liberalismo es
propiamente la plaga de las sociedades actuales” 4849. Por su con
vicción política, San Martín se sentía presionado y perseguido
por lo que se había hecho una seudoreligión, como explicó el
Padre Castellani:
“El sistema democrático es legítimo, lo han dicho todos los filó
sofos políticos; aunque es el más flojo de los tres sistemas legí
timos; pero no es ni necesario, ni el más excelente; como implica
eso de que ‘lo pide el progreso y la justicia’; lo pide a veces la
‘circunstancia’ y nada más. Aquí ha mostrado la oreja la reli
giosidad’ liberal: la democracia es un ‘dogma’, es lo mejor, lo
necesario, lo santo. El que se le oponga es un malvado, un mons
truo. Aquí está el error filosófico y teológico, que a mi me con
cierne como doctor sacro. Estos liberales que abominan tanto la
Inquisición lo hacen porque ellos se la han apropiado, el que no
es ‘democrático’ es hereje; y debe mirir” 50.
— 146 —
Apreciación de San Martín sobre la guerra
para reconquistar la Provincia Oriental
En la larga carta a Guido del 6 de enero de 1827 que se ha
considerado, también incluyó este tema. San Martín explicó que
terminada la guerra de la independencia contra los realistas,
era justa justísima, remarcó— la cooperación con los orien
tales para lograr sacudir el yugo portugués, pero debía consi
derarse que la superioridad naval lusitana produciría el bloqueo
del Río de la Plata y que éste era decisivo para la vida nacio
nal. E stas fueron sus palabras:
“Veo lo que Ud. me dice de la disidencia de algunas Provincias
con el Gobierno general y Congreso. Sin más antecedente que
la cooperación prestada por el Ejecutivo (sin duda con anuencia
del Legislativo) a los orientales juzgué que estas dos autoridades
no estaban sólidamente cimentadas. Me explicaré. Yo no puedo
nacer la injusticia tanto a los hombres que se hallan al frente
de la administración, como a los que componen el Congreso, en
suponerles una falta de precisión o cálculo, para ignorar que la
cooperación que se prestaba a los orientales (cooperación justa
justísima si Ud. quiere, pero que no era llegado el tiempo de’
darla, y que estaba en contradicción con una sana política) había
necesariamente de empeñar una guerra con el Brasil y cuyos
resultados no podían menos que sernos funestos por cualquier
punto de vista que se mire; que el bloqueo del Río sería la pri
mera consecuencia de esta guerra, y que obstruido el único canal
de nuestra existencia, y sin medios para impedirlo, no nos podía
quedar otra alternativa que la de una paz vergonzosa, aún que
quiero conceder el triunfo de nuestras fuerzas terrestres. Supues-
to este conocimiento yo no lie podido atribuir a otra causa el
rompimiento que al temor de los gritones de la Capital, manifes
tada la debilidad de la Autoridad, puede asegurarse en ninguna
consideración y respeto, base sobre el cual reposa el Gobierno
Republicano”.
San Martín no consideró aquí la influencia británica omní
moda sobre Rivadavia y sus secuaces, porque su nobleza no
podía concebir tal subordinación a los intereses extraños. Co
mo lo hemos visto m ás arriba, Canning y Ponsonby se proponían
ía independencia de la Provincia Oriental, segregándola de las
Provincias Unidas. E ra evidente que se quería evitar que Bue
nos Aires tuviera el total dominio del Río de la Plata que le co
rrespondía legítimamente. En enero de 1828, Ponsonby explí
cito la misma idea que presidía sus instrucciones de 1826:
“Estando la posesión de la Banda Oriental, a la cual eventual-
mente se liga la posesión permanente del Plata, en manos de la
República del Plata, esto podría, en parte, ser una defensa contra
el peligro citado /el Imperio del Brasil aliado con Francia/.../
Sin embargo, yo no creo que a Buenos Aires se pudiera confiar
con segundad el dominio del Río de la Plata. / . . . / Parece qué
los intereses y la seguridad del comercio británico serían grande
mente aumentados por la existencia de un Estado que debido a
su posición, podría impedir los males posibles y en el que los
intereses / . . . / tuviesen, como el primero de los objetivos nacio
147 —
nales e individuales, cultivar una amistad firme con Inglaterra
/ . ./ Tal Estado creo que seria una Banda Oriental mdepen
d i e n t e ” 51.
149
y actitudes subjetivas en el recepor. La interpretación valorati-
va de estas actitudes es clarísima para nosotros (y no solo para
nosotros): ellas consisten en un radical empobrecimiento y em
botamiento de la capacidad intelectual y afectiva. E l bien o
el mal, lo verdadero o lo falso, lo bello o lo feo, todo adopta
idéntico perfil de superficialidad e intrascendencia: no hay con
ciencia de la contradicción entre los extremos, porque el rec
so a la pura sensibilidad, unido a la proliferación informat: .,
ha hecho perder en el hombre actual la conciencia del ser, úni
co “lugar” en que la conciencia se adhiere a la verdad y rechaza
el error.
K« # #
— 51 —
U?3das para que se transformara en un estado
rv ^ S !^ 1^16]146 sa^ . lte de Inglaterra (como surge de su corres-
en o fa S u s N ^ I o * ^ 3^ ^ aceptó de entrada como se ha visto
rifo finaf ^ desqmciadas por el grupo de Rivadavia, impe-
?^nno^y 4-debíClamente a la ?uerra empeñada. Ya se ha nr
onado antes el tristemente célebre empréstito con Baring I ,-
..J !,’ sol° sirvió para que Rivadavia y sus secuales embol-
ninmir^13 cuantiosa coima y los comerciantes ingleses hicieran
mnn!r> y se g Hros negocios. Para dar una idea, recuerdo que el
m S S L ? l ° lver p o r,!a Provincia de Buenos Aires era de un
o sen 7 nffnnn,í^ f esteI lm as. pero ésta percibiría sólo el 70 %,
sión 1 2 K ! ? raS‘ ? grupo de Rivadavia cobró por su comi-
nprn i ? 0; 000 hbra® y la escribanía Newton de Londres, 30.000,
Sor 1« J en? ° en L° ndres el contrato a Baring Brothers
S r in S hf tOS m° n1tos’ es decir, por 850.000 libras, rete
j í ? banca por adelantado dos años de intereses y amor-
£ r “ len se restaron a ias 700.000 libras, por 130.000
5 70 non i S f d° para el Gobierno de Buenos Aires sólo
2 ' ! ° í hb as’ cuya mayor Parte fue recibida en letras de cam-
comerciantes ingleses de la plaza porteña, y una ín
fima parte en metálico. La garantía era la tierra pública que
quedo embargada. Las obras públicas pretextadas no se hicie
ron; en cambio, se creó un banco de emisión cuyos billetes se
esvalorizaron de inmediato, manejado por británicos quienes
discriminaron los beneficiarios de los créditos que se otorga
ron. Para eludir su quiebra, se refundió en un Banco Nacional
creado por el Congreso rivadaviano donde la mayoría de las
acciones seguían en manos inglesas y, para mayor dependencia,
el Congreso por ley del 20 de mayo de 1826 suprimió la teso
rería nacional, para entregarla a este Banco 2. Cuando Ponson-
oy liego a Buenos Aires como mediador informó al primer mi-
rustro británico Canning el 20 de octubre de 1826 que “los bille
tes, ahora, en Buenos Aires están al cambio de 120 % de pér
dida contra el oro en barras” 3.
E l triunfo del Almirante Brown el 9 de febrero de 1827 en
Juncal —que desbarató el bloqueo de la flota brasileña numéri
camente superior—, y el del Ejército Argentino en la batalla de
Ituzamgó el 20 de febrero de 1827 al mando de Alvear, quien
apenas iniciada, detuvo la persecución del enemigo, no fueron
suficientes para alcanzar una decisión favorable sobre los impe-
— 52 —
ríales. Rivadavia envió a Río de Janeiro a su adláter, el cono
cido traidor Manuel José García, ahora entregado totalmente a
Ponsonby. García llegó a la capital brasileña el 10 de mayo
de 1827, y firmó una convención preliminar de paz dictada por
el enemigo derrotado donde no sólo aceptaba que la Banda
Oriental se entregara al Imperio del Brasil, sino que se desar
maría la isla Martín García, se declaraba la libre navegación del
Río de la Plata, y aún se debía pagar una indemnización a
los comerciantes brasileños en compensación por las perdidas
provocadas por los corsarios argentinos. E s decir, una imposi
ción sólo aceptable para la perversión m ás degradada.
Mientras tanto, Brown volvió a triunfar en el combate na
val de Los Pozos el 11 de junio de 1827 frente a Buenos Aires,
ante la vista de los entusiasmados porteños, conmovidos de pa
triotismo viendo al ínclito héroe naval rechazar con cuatro
buques argentinos a treinta naves portuguesas. Diez días des
pués, el 21 de junto de 1827, cuando llegó el felón García en la
goleta de Su M ajestad Británica Herón junto con los plenipo
tenciarios del Emperador brasileño, las noticias de la infamia
acordada cayó como un balde de agua fría sobre los que sen
tían triunfantes. Rivadavia no pudo menos que repudiar la con
vención, pero la envió al Congreso el 28 de jumo de 1827 siendo
rechazada por éste, ese mismo día, renunciando de inmediato
Rivadavia a la Presidencia de la República. E l Congreso eligió
a Vicente López y Planes, el famoso autor del Himno Nacional,
como Presidente Provisorio.
’ Poco a poco, y bastante después de las ocurrencias San
Martín se fue enterando de estos hechos ^ X S aue se
su opinión sobre la independencia de la Banda Oriental que se
ha transcripto en Gladius N? 20. Resalta también la s jns -
tez de sus predicciones después de los triunfos de Jirncal e Itu
zaingó, que vertió en la carta a Guido el 21 de junio de 182 .
“ 1 / La pronta salida del Correo no me da lugar a extenderme
p ara contestar a la suya del 11 de m arzo /1827/, en la que me comu
nica nuestros triunfos de Ituzaingó y Uruguay /Juncal/.
victorias pueden contribuir a acelerar la conclusión de la deseada
paz Sin em bargo diré a Ud francamente que no viendo en ninguna
de las dos el carácter de decisivas, temo, y mucho, gwe sí eZ Empe
rador conoce (como debe) el estado de nuestros recursos pecunia
rios v m ás que todo el de nuestras Provincias, se resista a con
cluirla, y sin m ás que prolongar un año m ás la guerra nos Ppno?
en situación muy crítica, 1? por la falta de recursos y anarquía de
los Pueblos que deben cooperar a sostener la guerra, 2» P o rg ú e la s
operaciones de nuestro E jército serán parau sad as en el momento
míe tenga que operar en un país quebrado, en cuyo intervalo no
se descuidarán los enemigos en reponer con aum ento las pérdidas
que han sufrido, 3? porque todo E jército que como el nuestro se ve
en la necesidad de vivir a costa del país m ultiplica su s enemigos
por mucha que sea la disciplina que se le haga guardar, que lo
dificulto mandando Alvear, 4? porque separándose cada dia m ás
/de la fuente/ de su s recursos, y no reemplazándose las pérdidas
que nuestro E jército ha sufrido, como él del arm am ento v enseres
que ha inutilizado, se verá en la necesidad de hacer (si puede) una
peligrosísim a retirada, y en este caso, p ara que los contingentes
de tas Provincias en disidencia que están en el E jército tomen el
es ™ttural) del que las domina, y todo concluya en
tragedia. No nos hagam os ilusiones que pueden perjudicar los inte
reses sagrados del País. / . . . . / ” 4. y « a im e
Prosiguiendo el análisis, San Martín extrajo las consecuer
cías lógicas de la situación, sin olvidar a la Divina Providencia
/ . . . / E n conclusión si la influencia del Gabinete Británico unida
ct , l% ^ Carl a Sltu7ación en que se encuentra el Portugal, no deciden
al Em perador a la paz, m is cortas luces no alcanzan a ver remedio
a nuestra situación, a menos que no venga en nuestro auxilio una
de aquellas caprichosas vicisitudes de la suerte, que tanto han con-
Til} U l í ° - %n Guerra de la Independencia a sacam o s del abismo.
¿olí m S r ' DoI L Tom^s_ *lue el telescopio con que m iro los sucesos
está sumamente em panado; ojalá sea así, pero en el Ínterin , con-
a d a g io " / ^ ¡s ^ cam isa 710 se me Pe9a al cuerpo, como dice el
— 56 —
a 16 peniques, en lugar de 50 a que estaba anteriormente; en tan
triste situación, y p ara sostenerm e obscuramente, he tenido que
vender a un vil precio los veintiún m il pesos expuestos, no quedán
dome en el día recurso alguno p ara subsistir, ni m ás arbitrio que
la pensión de nueve m il pesos anuales que me tiene señalado el
Congreso del Perú. Como Ud verá por el ajuste, que en copia le
incluyo, resulta debérseme por fin de diciembre del presente año
treinta y tres mil pesos; no se me oscurece la situación en que se
hallará esa República, y sería en m í una fa lta de consideración exi
gir m is atraso s; yo rem ediaría m is necesidades con cuatro m il pe
so s anuales sin m olestar por m ás a ese Gobierno, Ínterin Ud vea se
halla en apuros, a cuyo objeto le adjunto poder / . . . / ”
— 58
Pero ya en viaje, los acontecimientos de Buenos Aires 16 sor
prendieron como él mismo lo relató a Manuel de Olazábal; a su
llegada a la Capital porteña, a bordo, donde éste lo visitó, ya
que San Martín no desembarcó: “Yo supe en Río de Janeiro la
revolución encabezada por Lavalle. En Montevideo el fusila
miento del Gobernador Dorrego.” 15 ¿Qué había pasado?
Dispongo de un informe de un espectador próximo a los
sucesos y muy interesado en ellos, el del cónsul inglés Wood-
bine Parish, que debe reputarse como muy veraz porque con
formará el cuadro de la situación rioplatense para su superior
el Ministro de Relaciones Exteriores británico, Lord Aberdeen,
sobre asuntos en una zona de gran importancia política y estra
tégica para el Imperio:
“ Np 37”
“Al Muy Honorable
Conde de Aberdeen.”
Buenos Aires, m artes 2 de diciembre de 1828.”
T ^ r,rt!L °4 ic? ia de* Archivo Público Británico (Public Record Office) 401,
d^estTtrSfnfortncía: f <?reiSnJ Offioe <F O > 6/23. (Traducido por el autor
ae este trabajo de las fotocopias en el Archivo del Dr. Roberto H. M arfany)
lo que pasaba e incitándolos a tomar precauciones. Don Julián Se
gundo de Agüero es el hombre de más peso entre todos los conspi
radores- es un sacerdote y era primer ministro cuando Rivadavia
era Presidente de la República. Tiene alguna instrucción, habla
bien y tiene grandes relaciones de familia, pero confieso que yo
poco le temería en tiempos azarosos. Alvear, tanto como soldado
y como hombre, es inferior al desdén. El General Lavalle tiene la
reputación de ser un bravo soldado, pero se le tiene por débil y
vanidoso. Tengo el honor, etc. / . . . / 17
Al llegar a Montevideo el 5 de febrero de 1829, San Mar
tín supo del fusilamiento de Dorrego por Lavalle, y decidió
desembarcar allí, pero no pudo hacerlo, por causas que le expli
có m ás tarde a Guido en carta desde esa ciudad el 19 de marzo
de 1829:
“/ . . . / Me dice Ud le interesa saber el motivo por el que no desem
barqué en Montevideo cuando él Paquete /paquebote/ jondeó en
este puerto. Voy a satisfacerlo. N uestra llegada a Montevideo fue
a la una de la noche. A las cinco de la m añana desem barcó el Ca
pitán con dos p asajeros m ás. A uno de ellos le encargué me m an
dase un bote p ara desem barcar yo con m i criado y mi equipaje.
E l español Sánchez, a quien le había hecho el encargo del bote me
rem ite uno pero tan pequeño que no podía caber mi equipaje. Pago
a los m arineros del pequeño bote p ara que regresen y me remitan
otro mayor p ara poder desem barcar con m is efectos . E l Capitán
del Paquete /paquebote/ regresa y le suplico suspenda la vela hasta
tanto llegue el bote grande que había m andado buscar, m as éste
no apareció: al fin el Capitán m e hizo presente que habiendo aguar
dado cerca de una hora le era im posible hacerlo por m ás tiempo,
y mucho m ás estando en las inmediaciones del navio inglés el Gan
ges, cuyo Comandante le podía hacer un fuerte cargo. No tuve m ás
arbitrio que seguir mi viaje a Buenos Aires, etc., etc., etc. Ya está
Ud satisfecho, y dejem os que cada uno glose este pasaje de^ mi vida
como lo han hecho con diferentes otros a su antojo. / . . . / ” 18
Por estas simples razones que nadie podía explicarse, San
Martín estaba en la rada de Buenos Aires el viernes 6 de febre
ro de 1829, donde, sin desembarcar, envió esta carta al Doctor
Jo sé Miguel Díaz Vélez, Ministro Secretario General de la Pro
vincia de Buenos Aires, que decía:
“/ . . . / Mi apreciable am igo: A los cinco años ju sto s de separación
del país, he regresado a él con el firm e plan de concluir en el re
tiro de m i vida privada; m as p ara ésto contaba con la tranquilidad
completa que me suponía debía gozar nuestro país, pues sin este
requisito sabía muy bien que todo hom bre que ha figurado en revo-
otro m ayor p ara poder desem barcar con m is efectos. E l Capitán
que quiera seguir en el choque de las opiniones. Asi es que en vista
del estado en que se encuentra nuestro país, y, por otra parte, no
perteneciendo ni debiendo pertenecer a ninguno de los partidos en
cuestión, he resuelto p ara conseguir este objeto p a sa r a Montevideo,
desde cuyo punto dirigiré mis votos por el pronto restablecimiento
de la concordia. / . . . / ” 19
— 62 —
mando como Gobernador en el Almirante Brown, mientras per
seguía a los opositores e implantaba el terror en la campaña
de Buenos Aires, aunque los paisanos transformados en guerri
lleros, desesperaban a los jefes del Ejército Nacional.
El domingo 4 de febrero de 1829 salió el N? 223 del perió
dico El Tiempo, donde se pudo leer:
“E l 24 de enero /d e 1829/ ha aparecido en San ta Fe el prim er nú
m ero de un nuevo periódico, escrito por el Padre Castañeda y titu
lado “ B u en os A ires cautiva, y la N ación A rgentina d e cap itad a ” . Por
supuesto que todo él es un tejido de insultos y calum nias contra
nuestro Gobierno. La noticia m ás im portante y exacta de cuantas
contiene es que los señores D. Bernardino Rivadavia, D. Ju lián S.
Agüero y D. Valentín Gómez son los redactores de E l Tiempo. E l
padre está adelantado en el conocimientos de las cosas. / . . . / ” 23
23 Hemeroteca del AGN, válido p ara todas las referencias sobre pe
riódicos.
— 63
que la oposición desahuciada, desesperada por falta de un conductor
que la guíe se fije en este hombre, y le haga propuestas seductoras—
ellas nada valdrán si el General San M artín quiere como dice no
pertenecer a partidos, y servir a los verdaderos intereses del país
y si nuestros com pañeros son como es de esperar consecuentes a
su s prim eros p aso s: pero si esto no sucede nos costará m ás tra
bajo el cumplimiento de la obra que hemos principiado.” / . . . / 2 4
— 64
LA IG L E S IA M A Y O R D E M O N TEVID EO ,
en la época en que San Martín v isitó Montevideo y a la que concurría lo s dom ingos y días
festivos a oír m isa.
24 AGN VII-1-3-5.
— 65
contrado el país indigno de habitarlo, y regreséis sin vem os. / . . . /
m ientras a n osotros/ el cuidado de nuestra propia suerte nos im
pone la necesidad del coraje sublim e de habitar la patria a que
pertenecemos, / . . . / Tal es nuestra suerte, General: y por otra p ar
te, ¿adónde iríam os huyendo de nuestra patria, que la ignominia y
el desdoro que publicásem os de ella no nos cotejasen tam bién?
¿Como partir de las riberas del Río de la Plata gritando a todo el
mundo que no hay en su s m árgenes un solo punto habitable? / . . . /
creed que, antes de im itar vuestro ejem plo, preferirán con orgullo
perecer en la tormenta, / . . . / porque es una inconsecuencia preten
der conservar una reputación cualquiera, menospreciando a los
que nos ayudaron a alcanzarla y al objeto m ism o que la ilustró
/ . . . / Adiós, General com patriota, no olvidéis, cuando os m erezca
m os el favor de un recuerdo, que a ningún hombre, por grande que
su m érito sea, le es perm itido divorciarse con la patria; y mucho
m ás si, con presunción orgullosa, de la que no os acusam os, Ge
neral, pretende tener toda la razón de su parte, concediendo a su
sola opinión todos los derechos de la verdad. Os saludan, General,
con la m ayor consideración. Unos Argentinos.”
— 67 —
La Convención Nacional, reunida en Santa Fe desde el 25
de septiembre de 1828, al día siguiente había aprobado el tra
tado de paz con Brasil; condenó en diciembre de 1829 el levan
tamiento de Lavalle, y el 20 de febrero de 1829 nombró al Gene
ral Estanislao López como Comandante en Jefe de las Fuerzas
de la República. Este designó 2? Jefe del Ejército Nacional al
Coronel Juan Manuel de Rosas el 13 de marzo de 1829.
La situación én Buenos Aires fue descripta por el distin
guido patriota Julián de Gregorio Espinosa en carta del 7 de
marzo de 1829 a su íntimo amigo el General oriental Fructuoso
Rivera, quien acababa de ser nombrado por Rondeau Inspec
tor y Jefe del Estado Mayor General del Ejército, y que envió
el 16 de ese mes aprovechando el viaje a Montevideo del amigo
de ambos, el Coronel Manuel de Escalada, cuñado de San Mar
tín, donde escribió:
“/ . . . / Hasta hoy ha estado suspensa esta carta porque ha ido re
tardándose la salida de nuestro amigo D. Manuel Escalada. / . . . / Ya
habrás conocido y tratado al General San Martín, a quien hacía
tiempo que su madre política le esperaba con alojamiento en su
casa, pues ella mismo me lo dijo, demostrándome el placer que
esperaba recibir; / . .. / .
“/ • • •/ San Martín ha Mecho lo que debió hacer; / . . . / ”
“El concepto para con este Gobierno debes hacerte cargo cuál será,
siendo mi opinión la de juzgar el movimiento del 1’ de diciembre
como el paso más anárquico, ilegal, desmoralizador de las tropas,
origen de los males en que estamos envueltos, causa de la muerte
de más de mil personas / . . . / El país está envuelto en sangre, como
ya te lo dije en mi anterior; y venganza, y sangre, y muerte, sólo
es lo que se respira. / . . . / y aunque en los periódicos verás tratar
a los federales de indecentes, canallas, y la escoria del pueblo, crée
me, Fructuoso, que no es así, y no te doy más prueba que observes
quienes son los sujetos que con tanta tiranía ha expulsado de esta
ciudad al Gobierno sin dispensarles la menor consideración para el
arreglo de sus particulares, / . . . / "
El estado de la campaña es el más fatal. No quiero detenerme én
referirte los crecidos destrozos de las estancias porque sería de nun
ca acabar, y me contraeré a hablarte de las armas. Lavalle, después
que el Ejercito arrancó de San José de Flores el día 4 del corriente,
dicen que le pasó revista de mil trescientas plazas, el día 10/de
marzo de 1829/, en el Tala 50 leguas de aquí con dirección a Santa
Fe, Córdoba, etc. Antes de ayer /4 de marzo de 1829/ han salido
embarcados setecientos hombres del 2, 4 y 5 de infantería, que deben
arribar a San Nicolás, para donde iba a salir ayer por tierra D
José María Paz a recibirse de ellos / .. ./ . Luego que el Ejército
puso sus miras en el norte, se dejó sentir en la campaña del Sud
una gran reunión que se ha estrellado en las guardias del Monte
Lobos, y aün corre que en la de Salto, y Ranchos / . . . / ” 29
Junto con esta carta, Manuel de Escalada, probablemente
llevo una de Guido para San Martín, que seguía en Montevideo,
— 68
a la que éste contestó el 19 de marzo de 1829, día de San José,
su Santo Patrono, con estas palabras:
“Señor Don Tomás Guido.”
“Montevideo y marzo 19 de 1829.”
“Mi querido amigo: Se me queja Ud de mi silencio, ahora bien, que
quiere Ud que le diga, que estoy bueno, que estoy aburrido, y que
siento los males de nuestra Patria. Estos son lugares comunes a los
que Ud ni yo damos importancia. Hablarle de política, ni las cir
cunstancias del día son para ello, ni yo me atrevería a hacerlo en
la situación en que Ud se halla, porque la expresión más inocente
podría ser interpretada con perjuicio de Ud.”
“Me dice Ud le interesa saber el motivo por qué no desembarque
en Montevideo cuando el paquete fondeó en este puerto / . . . / ” Ya
transcripto más arriba en este trabajo/.
“Qué diré a Ud de su carta última del 12 /de marzo de 1829/. Solo
el que ella parece dictada por un rico y gotoso viejo, tal es el mal
humor con que ella está escrita y todo ello ¡por qué! dice Ud le han
dicho que este pecador quiere regresar a Europa: pero figúrese Ud
por un momento que así sea, cree Ud que lo haría sin satisfacerlo,
es decir, sin darle las razones que me impulsaban para ello; en cuan
to a la objeción que Ud me dice de la opinión pública.. .confesemos
mi amigo que hay muy pocos hombres sobre la tierra cuyos sufra
gios y opinión sean dignos de ser solicitados. En fin mi querido
amigo yo hablaré a Ud con extensión en la próxima semana sobre
este particular. / . . . / ”
“/ . . . / Que la Corte Celestial lo saque con toda felicidad de la pre
sente chamusquina son por ahora los sinceros votos de su invaria
ble amigo. „
T r io S a n TV/Tartin 30
— 70
lá guerra contra el Imperio del Brasil como Comandante de la
Compañía de Ingenieros; se distinguió en Ituzaingó y la Cam
paña de Misiones con el General Fructuoso Rivera, con quien
permaneció cuando volvieron a Canelones (30 km Norte de Mon
tevideo), desempeñándose en este campamento como Coman
dante de Artillería. El 10 de febrero de 1829 regresó al Ejército
de Lavalle con una carta donde Rivera contestaba otra de éste,
al parecer ofreciendo su mediación en la guerra civil y su apo
yo, sin concretar n a d a 35.
Después de enviar la precitada carta a San Martín, Lavalle
apresuró su retirada sobre Buenos Aires, siendo hostilizado
por los gauchos en Pergamino, Rojas, Arrecifes, Salto y Mer
cedes. En la Matanza logró rechazar unos 400 efectivos fede
rales el 16 de abril de 1829, “no habiendo habido prisioneros
por no haberse dado cuartel, pues todos los que cayeron fueron
pasados a cuchillo” 36. Finalmente instaló su Cuartel General en
los Santos Lugares. Tras él marchaban las fuerzas de E. López
y Rosas, quien hizo circular una proclama: “Vamos por segun
da vez (se refería a octubre de 1820) . . . a restaurar las leyes . . . ”
Así expresó San Martín el libre albedrío del alma que Dios
le dio, casi con las m ismas palabras de Calderón de la Barca
en “E l Alcalde de Zalamea” : “ Al Rey la hacienda y la vida / se
ha de dar; pero el honor / es patrimonio del alma, / y el alma
sólo es de Dios” 3839. Era todo lo contrario al liberalismo que
desconoce los derechos de Dios y termina por negar en los he
chos la libertad del hombre, como ocurría concretamente entre
los rioplatenses, cuyas vicisitudes reflejaban los lúcidos aser
tos del Cardenal Pie al describir el desemboque del desorden
liberal:
“ / . . . / T al es el fin de la aventura. D esde el m om ento en que la
socied ad y el E sta d o se niegan a reconocer u n a in stan cia superior,
— 73
com ienzan a h acerse tirán icos. E l E s ta d o liberal no puede sirio
encam inarse decididam ente h ac ia el to talitarism o .” 40
No se equivocó San Martín al entrever que la tarea política
no sería tan difícil ya que todos deseaban tranquilidad después
de las convulsiones. Pero lo m ás importante en esta parte de la
carta es que acusó a los liberales de ser los responsables del
caos político: Rivadavia y sus secuaces, con “su s locas te o rías”
estaban inmovilizando a los hombres de bien para el servicio
da la Patria, engañando al heroico pueblo que siguiendo a su
verdadero caudillo militar había conquistado su independencia,
y la del cono Sur de América, no para que los demagogos y
masones al servicio de los británicos, desmembraran la Patria
heredada, separando y dividiendo a los compatriotas en países
artificiales, intrínsecamente débiles, fáciles de dominar por las
grandes potencias, como se infiere de las apasionadas palabras
del héroe de los Andes:
“L a H istoria, y m ás que todo la experiencia de n u e stra revolución,
m e han d em o strad o que ja m á s se puede m an d ar con m ás segu rid ad
a los p ueblos que lo s d os p rim ero s añ os d esp u és de u n a gran crisis.
T al es la situ ación en que q u ed ará el de B u en o s Aires, que él no
exigirá del que lo m an de (d esp u és d e la p resen te lu ch a) que tran
quilidad. S i sen tim ientos m enos n obles de los que p oseo en favo r
de n uestro suelo fu esen él n orte que m e dirigiesen, ap rovech aría de
e sta coyuntura, p a r a en gañ ar a e se heroico pero d esgraciad o pueblo
com o lo han hecho un os cu an tos dem agogos, que con su s locas teo
ría s lo han p recip itad o en lo s m ales que lo afligen, y dadole el
pern icioso ejem p lo de calu m n ias y p e rse g u ir a los h om bres de bien
con el innoble ob jeto de in u tilizarlos p a r a su p a ís.”
En el choque con los liberales, San Martín se ha ido libran
do de ’’las lo cas te o rías” que sutilmente lo habían envuelto
como a la m ayoría de sus contemporáneos. El estaba viviendo
lo que el Cardenal Pie describió en uno de sus magníficos ser
mones:
“E l Nabucodonosor de nuestra época es el genio revolucionario, tal
como nos lo muestra todos los días una prensa cada vez más audaz
en su impiedad. No porque sea impersonal y cosmopolita, el nuevo
amo resulta menos formidable. Nada admite que pueda sustraerse
a su tiránica dictadura. Su proyecto altivamente programado con
siste en el sometimiento de la tierra entera a su imperio. /. .. / No
someterse a él es violar su derecho, y ha jurado ‘defenderse’ contra
cualquier objetor que no acepte sus proposiciones y sus mentiras...
Bajo el golpe del miedo o de la fascinación, reyes y naciones en
teras se sometieron a este gigante temible, esperando así ser trata
dos con alguna consideración... En todos los lugares donde ha
prevalecido, el despotismo revolucionario destruyó, subvirtió todo, re
bajó todo a su nivel igualitario, absorbió todo en su autocracia cen-
tralizadora: religión, propiedad sagrada y profana, autoridad pa
terna, corporaciones, leyes, costumbres, franquicias, libertades, nada
ha respetado...” « 40
40 P- Alfredo Sáenz. El Cardenal Pie. Bs. As., 1987, pp. 319, 320.
« Ib íd em Nota N» 40, precedente, p. 320.
74 —
Como consecuencia de la subversión reinante provocada
por “las locas teorías”, San Martín, ante la realidad acuciante,
saca sus conclusiones para inferir su misión histórica:
“D espués de lo que dejo expuesto ¿cu ál es el p artid o que m e re sta ?
M i p resen cia en el p a ís en e sta s circu n stan cias le jo s de s e r ú til no
es m ás que e m b arazo sa: p a r a los unos, o b jeto de continua descon
fianza, p a ra otros, de e sp e ram o s que deben se r fr u stra d a s; y p a ra
mí, de d isg u sto s p erm an en tes; p o r lo tanto, he resu elto lo sig u ie n te ”
“ He realizado 5000 p e so s en m etálico, y con el sac rific io que puede
Ud ver p o r el cam bio del día, con ellos y lo que m e reditúen m is
bienes pienso p a sa r al lado de m i h ija los dos añ os que ju zgo ne
ce sario s p a r a com p letar su educación. Finalizado este tiem po re
g resa ré a l p a ís en su com pañía, bien resignado a seg u ir la su e rte
a que se halle destin ad o; en este interm edio no fa lta rá n h om bres
que aprovech án dose de la s lecciones que la experiencia les ofrece,
pongan la tierra a cubierto de los m ales que experim enta. E s ta es
m i esperanza, sin ella y sin el sueño (com o dice un filó so fo ) los
vivientes racio n ales d e ja rían de e xistir ”42
A esta altura de la transcripción de la carta a Guido, debo
hacer notar que con respecto a la que escribió a O'Higgins el
día anterior, hay diferencias menores que aclaran el punto de
vista de San Martín. Si bien en la que envió al chileno, no figu
ra la elegante referencia calderoniana, en cambio concretó a
los que le tenían desconfianza y a los que cifraban sus espe
ranzas en él, con estas palabras:
“ / . . . f m i p resen cia en el p a ís en e sta s afligentes circu n stan cias le
jo s de serle de algu n a utilidad, no e s m ás que em b arazosa, p a r a la
p resen te ad m in istració n o b je to de continua desconfianza, p a ra los
fed erales de esp eran zas q ue no deben s e r realizad as, y p a r a m í de
continuos d isg u sto s / . . . / ” 4
243
Entre los federales esperanzados estaba su querido amigo
Guido, a quien no deseaba defraudar sino convencer sobre la
conveniencia de que debía volverse a Europa para continuar
cumpliendo con su misión histórica de héroe de la independen
cia y jam ás ser el verdugo de sus compatriotás. Por eso se
explayó de esta manera:
“Yo no dudo que Ud en con trará m il razon es p a r a re b atir la s que
dejo exp u estas, p ero Ud convendrá conm igo en que lo s h om bres no
están de acu erd o entre sí, que so b re la s cu atro p rim e ras re g las de
la
"N o he querido h ablarle u n a s o la p a la b ra so b re m i e sp a n to sa aver
sión a todo m ando político: ¿Q ué re su lta d a s fav o rab le s p odían es
p e ra rse entrando a l ejercicio de un em pleo, con la m ism a repu g
nancia que u n a jo ven recibe la s ca ric ias de un lascivo y a sq u e ro so
an cian o? P o r o tra p a rte ¿C ree Ud que tan fácilm en te se h aya bo
rrad o de m i m em o ria lo s h on rosos títu lo s de ladrón y am b icioso
75 —
con que tan gratuitam en te m e han favorecido los p u eblos (q u e en
unión de m is com pañ eros de a rm a s) h em os lib e rtad o ? Yo he es
tado, estoy, y estaré, en la firm e convicción de que to d a la g ratitu d
que se debe e sp e rar de lo s pueblos en revolución, es solam ente e l
que no sean in g ra to s; p ero con fesem os que e s necesario tener toda
la filo so fía de un Séneca, o la im pudencia de un m alvado, p a r a se r
indeferente a la calu m n ia: esto últim o es de la m enor im portancia,
p a ra mí, pues sino soy á rb itro de olvidar las in ju rias porqu e pende
de m i m em oria, a l m enos he apren dido a p erd o n arlas, p orqu e e s te
acto depende de m i corazón. / . . . / ”
78 —
trar an la Provincia cic Buenos Aires, toda la campana Norte
de ésta se declaró en su contra, en tanto sus delegados el i 2 de
abril de 1829 llegaban a Montevideo para la entrevista con San
Martín que se celebró el 14. Este mismo día, San Martín escri
bió a Lavalle la carta que transcribo a continuación, donde,
como se puede apreciar, 1© daba un consejo de la mejor inspi
ración cristiana y que, desgraciadamente para nuestra Patria,
Lavalle no siguió:
“Montevideo y abril U de 1829.”
‘^ S r S r í s T ^ o l é y Don Juan Andrés Gelly me han e n v e g ad o la
de Ud del 4 del corriente; ellos le dirán cuál ha sido
nuestra conferencia; por mi parte, siento decir a XJd que los medios
“ m e han propuesto no me parecen tendrán las consecuencias
que Ud se propone para terminar los males que afligen a nuestra
“S in ^ tr o ^derecho que el de haber sido su compañero de
permítame Ud, General, la haga una sola reflexión a saber, —que
aunque los hombres en general juzgan de lo pasado según su. ver
dadera justicia, y de lo presente según sus intereses, e?z Za situa
ción que Ud se halla, una sola víctima que pueda economizar a su
país le servirá de un consuelo inalterable, sea cual fuere el r e s u l
tado de la contienda en que se halla Ud empeñado, porque esta sa
tisfacción no depende de los demás, sino de uno mismo
“Admita Ud los sentimientos de estimación con que en todos tiem
pos lo ha distinguido su afectísimo servidor, que besa su mano,
* Trinó rio R n n M a r t í n s*
52 a g n VII-l-3-5.
53 Ibíd em N ota N9 11, Doc. 16, pp. 49, 50.
mitad de su territorio y de su población (las Provincias del Alto
Perú, las Misiones guaraníes orientales y la Provincia Oriental).
Importando “ sus locas teorías” —escribió, como se ha visto—
habían causado “inmensos males no sólo a este país, sino al
resto de América con su infernal conducta” .
Su sangrienta revolución del 1? de diciembre de 1829 había
exacerbado de tal manera “las pasiones” que para restaurar la
unión nacional, no quedaba “otro arbitrio que el exterminio de
uno” de los partidos. Como estaban perdiendo la batalla, y
carecían de sustento político, porque toda la gente de bien los
repudiaba, habían intentado colocarse a la sombra de San Mar
tín, para eludir el castigo de sus crímenes por todos los autén
ticos caudillos argentinos. San Martín mismo deseaba castigar
a esos malvados enemigos de la Patria, cuyo honor intentaron
mancillar persiguiéndolo como hemos visto en “ Los liberales
contra San Martín” en Gladius N? 16, 17 y 19. Pero San Martín
les enseñó con su conducta ejemplar “ la diferencia entre un
hombre de bien y un malvado” . La primera lección fue darles
el ejemplo de “irse al último lugar”, siguiendo la doctrina de
Nuestro Señor Jesucristo (ver Gladius N° 17, p. 66). Pero aún
antes de partir debió eludir a quienes querían usarlo para sus
propios intereses y no los de la Patria, como lo explicó a Guido
en la carta que le escribió el 19 de abril de 1829:
“Mi querido am igo : D ije a XJd en m i anterior, dirigid a p o r él C ab a
llero D u arte d a Ponte, M inistro del B r a s il c e rca del Perú, que an tes
de m arch ar le escrib irla m i últim a de e sto s d e sg raciad o s p a íse s: en
aqu ella fech a 6 / de ab ril de 1829, tran scrip ta m ás a r r ib a / m e a b s
tuve de decir algo a cerc a de m i fa ls a posición en este E sta d o , a
p e sa r de lo que Ud m e decía en la su y a del 12 de m arzo /de 1829/,
que p a ra convencerm e de la n ecesidad de q uedarm e en el p aís,
m e ’decía Ud lo siguien te: “¿P ero no ju z g a Ud ase g u ra d a su inde
pendencia y tran q u ilid ad p erso n al perm aneciendo en M ontevideo?
No m i buen am igo, —no creí ja m á s — so b re ésto se ría e n trar en
largo s detalles, pero b aste decir a Ud que no se tra ta b a ele n ad a
m enos que de ponerm e a m í de tercero en d isco rd ia, entre los p a r
tid o s de L av alleja, y Fru ctu o so R ivera, p o r consiguiente, a q u í m e
tenía Ud m etido entre d o s fu egos. E n fin so b re e ste p artic u lar im
p o n d rá Ud / lo s / p o rm e n o r/es/ M ariano E sc a la d a e H ilarión ¡d e
la Quintana/. Yo h ubiera esp erad o h a sta el p aqu ete de m ayo, con
el fin de ver lo s resu ltad o s, y a l m ism o tiem po a rre g la r m is nego
cios pero las circun stan cias m e hacen a rra n c a r dentro de d os días.
Confiese Ud o p o r lo m enos convenga en que yo soy u n a p lan ta
que no puede vivir en el p a ís s i este no ad qu iere un g rad o de tran
quilidad capaz de que yo p u ed a e sta r tran qu ilo b a jo la protección
no de lós hom bres, p ero s i de la s L eyes.”
“Ñ o se olvide Ud de e scrib ir cuando ten ga un ra to desocupado a
su v iejo am igo, p rom étam elo en s u p rim e ra c a rta que lo hará.
“Adiós, Ja m á s, ja m á s /sic / d e ja r á de se r s u sincero am igo
J o s é de S a n M artín” 54.
— 84 —
LA CONQUISTA DE LA OPINIÓN PUBLICA FRANCESA
POR PARTE DE INGLATERRA EN EL SIGLO XVIII
G u il l e r m o G u ey d a n de R o u ssel
P or el C o r o n el H écto r J u a n P ic c in a l i
— 75
la fuerza política y la mayoría de la opinión en Buenos Aires.
Desde su Cuartel General en Los Tapiales de Aguirre (actual
Mercado Central, camino de Cintura), se dirigió repentinamen
te en la noche del 23 de junio de 1829, a través de las guardias
federales, hasta la Estancia del Pino (20 km S.O. de aquél),
donde funcionaba el puesto de comando de Rosas, a quien no
encontró, por lo que, cansado de la marcha, curiosamente
se acostó en el catre del Comandante enemigo, y se durmió
profundamente. Ambos se conocían muy bien porque, entre
octubre y diciembre de 1825, convivieron en el Sud de la Pro
vincia de Buenos Aires, encontrándose en las Comisiones orde
nadas por el entonces Gobernador General Juan Gregorio de
Las Heras, para estudiar los lugares donde debía correr la nue
va línea de frontera con los indios y para formalizar un tra
tado con éstos x.
Rosas escribió un amigo sobre la intempestiva llegada de
Lavalle, cuarenta y un años después, desde su exilio en Sou-
thamton, lo siguiente:
AI entrar m e retiré dejan do dos jefes de mi m ayor confianza
encargados de que no hubiese ruido alguno m ientras durm iera el
señor General^ Lavalle; y de que cuando lo sintiesen levantado
m e avisasen sin dem ora. Cuando recibí el m ensaje, le envié un
m ate y el aviso de que iba a verlo y a tener el gran placer de
abrazarlo. Cuando el G eneral Lavalle m e vió, se dirigió a m í con
los brazos abiertos y lo recibí del mismo modo, abrazándonos
enternecidos / . . . / hablam os con franqueza h asta que solos los
dos dejam os todo arreglado, escrito por nosotros m ism os y firm a
do. Después de ésto fueron in vitadas varias personas de ambos
partidos, las que asistieron a la s conferencias ” 2.
Lo acordado, llamada la Convención de Cañuelas, del 24 de
junio de 1829, estipulaba:
“ l 9) l a elección in m ediata de representantes de la Provincia; 29)
el nom bram iento del Gobernador que h arían estos diputados, y
a l cual Lavalle y R osas entregarían las fuerzas a sus órdenes;
39) el reconocimiento que h aría la Provincia de Buenos Aires de
la s obligaciones contraídas por R osas durante la cam pañ a, y de
los grados de los jefes y oficiales del Ejército de este últim o” 3.
Poco después llegó a Buenos Aires la noticia de que Paz
había derrotado al General Juan Facundo Quiroga en La Tabla
da (Córdoba), el 22 y 23 de junio de 1829, y esto envalentonó
a los unitarios. Los principales amigos de Lavalle reprobaron
el convenio que se acababa de firmar. El Gobernador delegado
— 76 —
Almirante Brown renunció y se nombró en este cargo al Briga
dier Martín Rodríguez, quien llamó como Ministro de Guerra
a Alvear, que intrigaba en la ciudad. Para las elecciones, Ro
sas y Lavalle habían acordado secretamente que ambos desig
narían la lista con la mitad de unitarios y otro tanto de federa
les, pero los primeros no respetaron lo convenido y la lista
quedó con sólo los unitarios. R osas escribió a su delegado en
la ciudad General Angel Pacheco sugiriendo postergar la elec
ción, y nombrar, en cambio un Gobierno Provisional, con un
consejo consultivo designado por ambos jefes. Lavalle aceptó
y firmó el 24 de agosto de 1829 el Convenio de Barracas, adicio
nal del anterior. El Gobernador fue el General Viamonte. E ra
el triunfo político de Rosas. Los revolucionarios de diciembre
de 1828 empezaron a expatriarse con Lavalle a la cabeza.
Rosas continuó desempeñándose como Comandante Gene
ral de Campaña de la Provincia de Buenos Aires. Viamonte lo
consultó el 16 de octubre de 1829 sobre las elecciones de repre
sentantes. Rosas se asesoró con sus partidarios, y le aconsejó
por oficio del 16 de noviembre de 1829, “ que lo conveniente y
sobre todo lo legal, era que el Gobernador Provisional restitu
yese a la Provincia su representación legítima, la que había
sido elegida con intervención de todos los partidos, la que había
sido disuelta violentamente el 1? de diciembre de 1828, y cuyos
miembros no habían terminado el período legal” 4. Rosas con
cluyó expresando textualmente que era tiempo “ de restaurar el
orden constitucional y de que la Provincia entre en el régimen
legal; y por lo mismo, la opinión de la campaña es que no se
practiquen nuevas elecciones”. Así, la Legislatura derrocada por
Lavalle el 1? de diciembre de 1828, se reunió solemnemente un
año después, precisamente el 1? de diciembre de 1829. Este
mismo día, el Inspector de Armas de la Provincia puso a dis
posición de la Sala, las fuerzas militares porteñas5.
Seis días después, Rosas fue elegido Gobernador de Bue
nos Aires, dándosele facultades extraordinarias y el título de
Restaurador de las Leyes. E l 11 de diciembre de 1829, informó
que había nombrado Ministros al General Tomás Guido en Re
laciones Exteriores (que ya lo era con Viamonte); al traidor
Manuel José G arcía6 como Secretario de Hacienda, y en Gue-
— 76 —
Almirante Brown renunció y se nombró en este cargo al Briga
dier Martín Rodríguez, quien llamó como Ministro de Guerra
a Alvear, que intrigaba en la ciudad. Para las elecciones, Ro
sas y Lavalle habían acordado secretamente que ambos desig
narían la lista con la mitad de unitarios y otro tanto de federa
les, pero los primeros no respetaron lo convenido y la lista
quedó con sólo los unitarios. Rosas escribió a su delegado en
la ciudad General Angel Pacheco sugiriendo postergar la elec
ción, y nombrar, en cambio un Gobierno Provisional, con un
consejo consultivo designado por ambos jefes. Lavalle aceptó
y firmó el 24 de agosto de 1829 el Convenio de Barracas, adicio
nal del anterior. E l Gobernador fue el General Viamonte. E ra
el triunfo político de Rosas. Los revolucionarios de diciembre
de 1828 empezaron a expatriarse con Lavalle a la cabeza.
Rosas continuó desempeñándose como Comandante Gene
ral de Campaña de la Provincia de Buenos Aires. Viamonte lo
consultó el 16 de octubre de 1829 sobre las elecciones de repre
sentantes. Rosas se asesoró con sus partidarios, y le aconsejó
por oficio del 16 de noviembre de 1829, “que lo conveniente y
sobre todo lo legal, era que el Gobernador Provisional restitu
yese a la Provincia su representación legítima, la que había
sido elegida con intervención de todos los partidos, la que había
sido disuelta violentamente el 1? de diciembre de 1828, y cuyos
miembros no habían terminado el período legal” 4. Rosas con
cluyó expresando textualmente que era tiempo “ de restaurar el
orden constitucional y de que la Provincia entre en el régimen
legal; y por lo mismo, la opinión de la campaña es que no se
practiquen nuevas elecciones”. Así, la Legislatura derrocada por
Lavalle el 1? de diciembre de 1828, se reunió solemnemente un
año después, precisamente el 1? de diciembre de 1829. Este
mismo día, el Inspector de Armas de la Provincia puso a dis
posición de la Sala, las fuerzas militares porteñas5.
Seis días después, Rosas fue elegido Gobernador de Bue
nos Aires, dándosele facultades extraordinarias y el título de
Restaurador de las Leyes. El 11 de diciembre de 1829, informó
que había nombrado Ministros al General Tomás Guido en Re
laciones Exteriores (que ya lo era con Viamonte); al traidor
Manuel José G arcía6 como Secretario de Hacienda, y en Gue
— 78 —
a los tres días de mi llegada a Londres, de lo que resultó em
peorarse la herida en térm inos de d ar cuidado a los facu ltativos;
en el día m e encuentro bueno aunque no cicatrizada del todo
/después de siete m eses, aclaración m ía/ m as yo espero que a
beneficio de los baños de Aix la Chapelle que pienso tom ar esta
prim avera la cosa será concluida.”
Pero lo más importante de esta carta, es la clara percep
ción por San Martín de las dificultades políticas que debió en
carar el Gobierno federal sólo superables por los esfuerzos de
un denodado patriotismo, como lo escribió:
“ Convengo con Ud. en que h a sido necesario un exceso de p a
triotism o p a ra poderse resolver a ponerse a l frente de los nego
cios de nuestro p a ís; regeneran© con los elem entos que h an
quedado es em presa que s i Uds. la realizan, h abrán hecho m ás
que lo que puede esperarse de los esfuerzos hum anos; m as yo
preveo que los resultados que Uds. se proponen no tendrán efecto
sin que se reform e el sistem a de elecciones, sin lo cual el p aís no
m arch ará”
El sistema de elecciones a que San Martín se refería, no
era otro que el que él vió practicarse últimamente en las Pro
vincias Unidas, accediéndose al Gobierno por la fuerza de las
arm as, como Lavalle, o por el fraude en la representación, caso
del ascenso de Rivadavia a la Presidencia. En cambio, San Mar
tín aplicó en el Perú el sistema mixto considerado por Santo
Tom ás de Aquino como el mejor régimen político contrario al
liberalismo, como he explicado en GLADIUS N? 14, donde
el conductor único, procuraba la unidad bajo el patrocinio de la
Divina Providencia, para lograr la armoniosa colaboración de
todos los elementos y factores sociales, lo que Rosas obtendría
paulatinamente en la Confederación Argentina, como aseveró
nuestro gran maestro de historiadores Julio Irazu sta89.
En esta misma carta del 6 de febrero de 1830, San Martín
también comentó la situación en Mendoza, tan cara a sus
afectos:
“Por el últim o paquete /paquebote/ he recibido ca rta de Goyo
Góm ez/Gregorio Gómez O rcajo, su íntimo am igo de Buenos A ires/
me dice los horrores acaecidos en Mendoza, por la reacción del
partido de los A ld a o/ . . . / ” .
La versión que tenía Goyo Gómez era precisamente al re
vés de lo acontecido, según el relato del mendocino Damián
Hudson, en aquella época un joven, oficial mayor del Ministe
rio de Gobierno de Mendoza y testigo presencial de los hechos,
en los que participó en ambos bandos, primero en el partido
federal, y después con los que respondieron al General P a z I0.
— 80 —
“Tanto p a ra los pueblos como p a ra los individuos, la m ás gran de
de la s d esgracias es no sa c a r provecho de la desgracia, y ser
encontrados luego de la prueba peores de lo que la prueba los
h abía encontrado / . . . / ” “/ . . . / L a Revolución no es sino ‘un due
lo entre el hombre y Dios’, en un intento de colocar la soberanía
del hombre y del pueblo por encim a de la soberan ía divina” 22.
“ / . . . / Los errores de un a época sólo cobran inteligibilidad
cuando se los considera en el m arco de la lucha cósm ica en ta
blad a entre la Ciudad de Dios y la Ciudad del Mundo. Fie re
curre a un a fra se de la escritu ra que a su parecer resum e la
actividad de los dos bandos en luch a: ‘S i uno edifica y otro des
truye ¿qué provecho sacan am bos si no es la fa tig a ? Si uno ora,
y otro m aldice ¿ a cuál de los dos va a escuchar el Señor? (Ecle
siástico 34, 28-29). T al fórm ula le parece describir la situación
real de su tiempo, aun cuando sabe perfectam ente que este tr a
b ajo sim ultáneo de construcción y demolición, en modo alguno
es exclusivo de un siglo determ inado n i de un país concreto, sino
que caracteriza a to d a la historia y ab arca todos los lugares” 13.
“ / . . . / T al fue el d ram a de San Miguel y Lucifer en el á m
bito de los án geles; de Abel y C aín en los prim eros días de la
h istoria; de las dos ciudades —Jeru salén y Babilonia— a lo largo
de todos los siglos” ¡ 3.
“/ /E l rey de la Ciudad de Babilonia, enseña San Agus
tín, no es otro que S atan á s. De ah í que los errores de nuestro
tiem po no se deben ta n sólo a la ign oran cia o a la m aldad de
los hombres. Recordando este pensam iento del escritor africano,
dice Pie que aquellos que niegan la existencia de S a ta n á s no se
dan cuenta de que adem ás de oponerse a la enseñanza de la
E scritura ¡están haciendo recaer sobre el género h um ano una
terrible acusación. Porque el demonio constituye algo a sí como un
precioso descargo p a ra la m aldad de los hombres. S i no existiese
S atan á s, los hombres, que sin duda tienen su parte de m alicia
pero que son tan m iserablem ente débiles, resu ltarían seres to ta l
m ente m alvados, y la h um anidad de un a perversión tan sobre
hum ana que acab aría por ser m onstruosa. ‘Es un triunfo del de
monio haber logrado disim ular tan bien su presencia ’/ . . . / ” 14.
— 81 —
tuación en que me encuentro, los esfuerzos posibles p a ra m ejo
rarla.”
“Por parte de Ud. estoy bien persuadido em pleará toda su
actividad y la del am igo Alvarez p a ra rem itirm e algún socorro
lo m ás pronto que le se a posible. Si, m i buen am igo, lo m ás
pronto que pueda, pues m i situación, a pesar de la m ás rigurosa
economía, cad a d ía es m ás em barazosa.”
“ Como dice el refrán —a perro flaco, etc.— /aqu í relató el
accidente y su profunda herida / . . . / ¿Qué diré a Ud. del horroro
so invierno que estam os experim entando? De m em oria de vivien
tes no se h a conocido otro igual. Yo hace tres m eses que no he
salido de m i habitación en razón de m i h erida; y en e sta situ a
ción he llegado a apreciar lo que valen los consuelos que m e h a
proporcionado m i tiern a hija/M ercedes ten ía 13 añ os de edad/.
E sta se h alla gozando de u n a cum plida salud, y el am able c a
rácter que desplega m e hace esperar con fundam ento que ella
será un a buena esposa y tiern a m adre / . . , / ” 15-
Momentos difíciles que pudo superar porque ejercitaba la
virtud de la templanza, describiéndose a sí mismo como un
hombre “ que no tiene caprichos, ni lujos y que come muy fru
galmente” en la carta a Guido del 6 de enero de 1827 1617.
— 83 —
periencia en el m ando la adquirirá (que no es m ala escuela la
de m an d ar ese pueblo) b ajó la dirección de sus buenos M inis
tros” n .
— 86 —
de las Provincias del Litoral otorgaron a Rosas el encargo de
las relaciones exteriores con la promesa de un arreglo general
en un congreso, cuya reunión se supeditaba a la obtención de la
paz y tranquilidad en el país.
En febrero de 1831, Rosas abrió la campaña contra Paz y
situó su Cuartel General en San Nicolás de los Arroyos, aliado
con Santa Pe y las montoneras cordobesas, mientras cerraba
el cerco estratégico sobre la Provincia de Córdoba. É sta fue
invadida por los Reinafé desde Santa Fe hasta El Tío (130 km
Este de Córdoba) y por la División del Coronel Angel Pacheco
que derrotó al Coronel Pedernera el 5 de febrero de 1831 en
Fraile Muerto (actual Bell Ville, a 200 km Sudeste de Córdo
b a ). Asimismo el General Juan Facundo Quiroga, con una pe
queña División organizada en Buenos Aires, cayó sorpresiva
mente sobre Río Cuarto el 5 de marzo de 1831, y la tomó por
asalto, persiguiendo al Coronel Pringles y a las tropas que lo
graron desaferrarse, emprendiendo la retirada hacia San Luis.
Quiroga los alcanzó en el Río Quinto y los batió, muriendo Prin-
gles alcanzado por una partida federal. Quiroga entró en San
Luis sin resistencia, y enseguida se dirigió a Mendoza donde el
Gobernador unitario Coronel Videla Castillo lo esperaba el 28
de marzo de 1831 en una zona a 100 km al Este de Men
doza, en el lugar llamado Los Troncos o Rodeo del Chacón, con
irnos 2.000 hombres. Quiroga, aunque muy enfermo, lanzó el
asalto y derrotó ampliamente a Videla y entró en la ciudad de
Mendoza.
San Martín sabía que se estaba luchando en su Patria, a la
que debía volver si no lograba cobrar la pensión del Perú,
ya que las rentas de Buenos Aires no alcanzaban para subsistir
con su hija. Ya no bromeaba en su carta a Guido del 12 de
marzo de 1831, enfrentado con una realidad aparentemente des
favorable por todos los costados:
“ P arís y m arzo 12 de 1831.”
“Mi querido am igo:
“ Su apreciable del 15 de diciembre es en m i poder. A la verdad
su ca rta no es n ad a consolante con respecto a la situación del
País. Yo no esperaba o tra cosa, a p esar de que yo soy como los
enferm os deshauciados que sin em bargo de conocer su situación
les queda algu n a esperan za de alivio. D esgraciadam ente aún la
consolante ilusión de algun a tran sacción se me desvanece a l ver
los papeles públicos de Buenos Aires y Córdoba, cuya virulencia
cierra las puertas a toda transacción.”
“L a s circunstancias o por m ejor decir los resultados de la con
tien d a que v a a d a r principio en Europa decidirá m i regreso a
ésa. Confieso a Vd. que a no tener e sta h ija, no m e resolvería a
d a r este p aso que sé, v a a comprometerm e en la s disenciones
que afligen a n uestra d esgraciad a P atria, sea cu al fuere el género
d e conducta que adopte. / . . . / ”
— 87 —
“Me dice Ud. está retirado en su casa y a l cuidado de su s h ijo s.
Este es p a ra m í el m ejor term óm etro que Ud. h a perdido toda
esperanza de poder hacer el bien.”
“Mi salud no es buena, peor el humor, pero no los sentim ientos
de am istad de su eterno amigo.
Jo sé de San M artín. / . . . / 2 7
Sin tener noticias de O’Higgins, le escribió el 20 de marzo
de 1831:
“ / . . . / Compañero y am igo querido: Privado hace m ás de un año
de su s noticias, estaría con el m ayor cuidado sobre su existencia
si por otros conductos no supiese goza de salud. Esto es lo prin
cipal.
“ / . . . / L a s noticias últim as de Buenos Aires no dejan la menor
esperanza de transacción am istosa entre federales y unitarios, y
la cuestión debe decidirse con ríos de san gre am ericana. En e ste
estado me veré obligado a regresar a este país de discordia p ara
el próximo diciembre a m ás tard ar, a m enor de no recibir algún
socorro de Ud. del cobro de algu n a p arte de m i pensión, que lo-
creo im posible si es cierta la revolución de Escobedo. / / ” 28.
72
A mediados de 1831, San Martín tuvo noticias sobre la ter
minación de la guerra contra los unitarios, por el giro afortu
nado al caer Paz prisionero de los santafesinos al ser boleado
su caballo el 10 de marzo de 1831 por una patrulla enemiga
que lo rodeó cuando este Jefe reconocía personalmente el dis
positivo adversario. E l 30 de julio de 1831, San Martín pudo-
escribir al General peruano José Rivadaneira sobre la necesi
dad de regresar a Buenos Aires por el cólera m orbus29 desa
tado en Europa, en tanto sabía que la guerra con los unitarios
estaba por terminar. En esta carta, aclaró las razones por las
que se mudó de Bruselas a París:
“ / . . . / D ije a Ud. en m i anterior que la revolución que estalló-
en los P aíses B ajo s me obligó a d ejar m i residencia en B ruselas,
y conducir a m i h ija a é sta/P a rís/, con objeto de evitarle los
peligros y tem ores que se originan a u n a insurrección, cuyos prin
cipios, acom pañados de saqueos e incendios, h acían tem er sus
consecuencias, y, a l m ism o tiem po, d ar la últim a m ano a su
educación. / . . . / ” 30.
La guerra fratricida desatada por Lavalle en diciembre de
1828 parecía finalizar con el aniquilamiento de las fuerzas uni
tarias. Efectivamente, el Ejército federal, en mayo de 1831 se
aproximó a Córdoba: Estanislao López y Juan Ramón Balcar-
ce por el Este y Juan Facundo Quiroga por el Oeste. Lamadrid,
que había quedado a cargo del Ejército unitario, se dirigió a
Tucumán el 26 de mayo de 1831. En la capital cordobesa se
— 89
“Mi am ado compañero y am igo:
“Después de m ás de dos años que he carecido de noticias direc
ta s de Ud. he recibido con el m ayor placer su apreciable del 5
de septiembre, que me h a llenado de la m ás com pleta satisfacción,
pues por ella veo que tan to Ud. como m i señora su m adre y R o
sita, gozan de salud cum plida.”
“/ . . . /M i resolución es de que a l día siguiente de haber llegado
a Buenos Aires irm e a un a ch á cara/ch acra/ en donde me sepul
taré h asta que la guerra civil que h a desolado a la provincia
de Cuyo h ay a cesado. Esto es en el caso que h ayan dejado algo
en pie de mi ch ácara de Mendoza, que según carta del m ayor
domo h a sido saqueada y él obligado a em igrar a Chile. A la
verdad cuando uno considera que ta n ta san gre y sacrificios no
han sido em pleados que p a ra perpetuar el desorden y anarquía,
se llena el alm a del m ás cruel desconsuelo.”
./G ra cia s repetidas por el interés que tom a Ud. en el asunto
de m i pensión/O ’Higgins seguía en el Perú en su hacienda no
muy lejos de L i m a / . . . / ”
“ / . . . / S i como espero recibo algún auxilio de lo cobrado de la
pensión, regresaré a Buenos Aires en todo el presente año. H a
blo a Ud. con franqueza, si tuviese m edios de vivir en Europa
yo no regresaría a m i P atria, Ínterin no viese su tranquilidad
establecida de un modo sólido y perm anente.”
“Un millón de afectuosos recuerdos a m i señora su m adre y R o
sita, no haciéndolo de la p arte de m i h ija, que y a vive en m i
com pañía, porque me h a suplicado poner a Ud. un p árrafo al
pie de ésta.”
" / . . . / Mi querido señor:
“Como sé que es Ud. el m ejor am igo de mi tatita, yo le he supli
cado me perm ita tom ar la libertad de ponerle estos renglones
con el solo fin de saludarlo, como igualm ente a su señora m adre
y herm ana, a las que deseo vivam ente conocer.”
“Se ofrece a su disposición su ate n ta servidora.”
“Mercedes S an M artín /T en ía ya 15 añ os/ 32.
Después de esta carta del 1? de marzo de 1832, San Martín
estuvo enfermo en París todo ese año atacado del terrible cóle
ra morbus, junto con Merceditas que ya tenía 16 años, auxi
liados por Mariano Balcarce, en la forma que relató en su carta
a O’Higgins del 22 de diciembre de 1832, siempre desde París:
“Mi querido am igo y com pañero: Después de m i últim a de 1? de
m arzo de este año h a sta principios del p asado octubre, no he
experim entado otra cosa que tribulaciones. El cólera invadió e sta
cap ital en fines del citado m es, y en sus principios m i h ija fue
a ta ca d a del modo m ás terrible. Tres días después, yo caí enferm o
de la m ism a epidem ia. Figúrese Ud. de n uestra situación viviendo
en el cam po y no teniendo por toda com pañía que un a criada,
afortunadam ente el día an tes de la enferm edad de Mercedes, h a
bía llegado de Londres el hijo m ayor de m i difunto am igo el G e
neral B alcarce, y se h allab a en n uestra com pañía. Sin sus au x i
lios yo no sé que hubiera sido de nosotros. Mercedes se repuso al
poco tiem po; pero yo, ya convaleciente fu i nuevam ente atacad o
de un a afección g ástrica intestinal, que m e h a tenido a l borde
del sepulcro, y que m e h a hecho su frir inexplicables padecim ien
tos por el espacio de cerca de siete m eses. En fin, los baños m i-
91 —
E sta larga carta tendrá que ser leída con detenimiento por
que explica muy bien la vida de San Martín durante 1832, inclu
so el casamiento de su querida Merceditas, y la postergación
del planeado regreso a Buenos Aires. A pesar de que dispone
mos de dos cartas anteriores, del mismo mes, he preferido anti
cipar la transcripta precedentemente por ser la m ás completa
y explícita, ya que la que envió a Guido el 6 de diciembre de
1832, es una humorada que, el mismo San Martín escribió, “ ella
n ecesita su indulgencia p o r los d isp arate s que contiene” , excep
to que expresó una opinión importante sobre el hombre pú
blico que no conviene perder: que éste “no respon d e de otro
m odo que con los re su ltad o s”, y la postdata que es un desbor
de de su amor de padre con un cariñoso epíteto para sus ínti
mos amigos, a saber:
“ Le recomiendo m acho, mucho y mucho a m i Mercedes. M ía
sabe que Ud. y Goyo/Gregorio Gómez Orea Jo/ son m is dos predi
lectos am igos: buen p a r de m aulas. Lo m ism o digo con respecto a
B alcarce, cuyo Joven estoy seguro le gustará” #
La otra carta aludida, del 8 de diciembre de 1832, era a
Pedro Molina, sobrino de Manuel Ignacio Molina, íntimo amigo
de San Martín, para presentar a sus hijos, especialmente a Ma
riano Balcarce:
“ / . . . / Mi hijo político, es regular pase por esa a fin de recibirse
de m is bienes y arreglarlo todo con Pedrito/Núñez, capataz en
cargado de la adm inistración de la propiedad ru ral de San M artín
en Los B arreales, a 7 leguas (35 K m ) de M endoza/, a cuyo efecto
se lo recomiendo muy particularm ente p a ra que le aconseje lo que
debe hacer, no dudando lo tr a ta r á con la m ism a am istad que a
mi me h a dispensado en todo tiem po.”
“L a necesidad da volver a tom ar las baños m inerales de Aix, en
Saboya, me impiden acom pañ ar a m is hijos a Buenos Aires pero
lo haré sin fa lta en todo el año entrante si como espero m i salud
se h alla totalm ente restablecida. / . . . / ” 36
Con estas perspectivas terminó el año 1832 para San Mar
tín en París. Para Buenos Aires finalizaba con la renuncia rei
terada de Rosas a la Gobernación, hasta que la Legislatura
nombró para ese cargo al General Juan Ramón Balcarce, el 17
de diciembre.
— 92
Gobierno argentino había dado la concesión de la Isla Soledad
en 1824. Pero este hecho criminal tuvo su consecución en el
audaz intento de los ingleses de proclamarse los dueños de las
Islas Malvinas el 3 de enero de 1833 en acto espúreo de violen
cia contra todo derecho que nos pertenece desde la Bula Inter
coetera de 1494 y que, como honrosa herencia, los argentinos
siempre hemos reivindicado aún a sangre y fuego, hasta la re
ciente gesta heroica de 1982.
Pero la debilidad del Gobierno de Juan Ramón Balcarce fue
descripta por San Martín en carta que reproduciré en lo esen
cial más adelante, ya que la narración histórica erudita, basada
en documentos fehacientes, para ser clara debe desarrollarse
como la vida, es decir cronológicamente.
San Martín se enteró de este nuevo Gobierno al mismo
tiempo que escribía a O’Higgins el 25 de abril de 1833, desde
París:
“/ . . . / El invierno lo he pasado menos m al de lo que se debía e s
perar, visto el estado de debilidad en que me encontraba a fines
del otoño /e l otoño europeo term inaba el 21 de diciem bre/; tres
o cuatro nuevos ataques han desaparecido siguiendo un régim en
severo de vida y algunos días de cam a: ello es que me encuentro
con b astan tes fuerzas p a ra em prender m i viaje, el 8 ó 10 del en
tran te, p ara los baños de Aix, en Saboya, que tan to bien me h i
cieron el año pasado, y en los que fundo toda m i esperanza de
restablecim iento. / . . . / ”
“Ayer he sabido el nom bram iento a la Presidencia del Gobierno
de Buenos Aires, del General Don Ju a n Ram ón Balcarce, herm ano
de nuestro difunto am igo don Antonio, y que, sin duda alguna, Ud.
h ab rá conocido cuando estuvo en Buenos Aires. E sta elección h a
merecido la aprobación de todos los p atriotas, por recaer en un
hombre de bien. / . . . / ” 37.
Sin embargo, sus esperanzas sobre los dos temas princi
pales transcriptos precedentemente, se vieron frustradas como
surge de la carta a O’Higgins del 14 de septiembre de 1833, de
la que extraigo:
“ / . . . / Los baños de Aix /450 K m SE de París, en los Alpes, dentro
del territorio fra n cé s/, lejos de hacerm e el bien que experim enté
el año p asado y que m e prom etía en el presente, me produjeron
unos violentos ataques de nervios que me tuvieron en b astan te
peligro y m e debilitaron en térm inos de haber tenido que em plear
un m es p a ra regresar a ésta. Por consejo de los facultativos pasé
a Dieppe /15Q K m . NO de P arís en el C anal de la M ancha/, con
el objeto de respirar el aire de la costa, y si m e fortalecía algún
tan to tom ar los baños de m ar. Esto me h a hecho un bien extrao r
dinario, pues no sólo h an calm ado y son menos frecuentes las
convulsiones, sino que me he fortalecido bastan te y he recuperado
algún tan to el apetito.” 38,
A esta altura del año 1833, las noticias de Buenos Aires
eran políticamente desfavorables:
— 93 —
“ /■ • • / He tenido ca rta de m is hijos. Llegaron a Buenos Aires con
salud cum plida después de un v iaje corto y feliz. Si he de juzgar
por su c a rta y la s de Guido y el Presidente B alcarce aquella
ciudad se h allab a am en azada de nuevas disensiones. D esgraciado
país que la experiencia de la esp an to sa guerra civil que acab a de
sufrir, lejos de m oderar su s pasiones y m ezquinas ambiciones, han
por el contrario tom ado m ás extensión. A propósito de disensio
nes, e sta m añ an a h a estado a verme el Encargado de Negocios de
Chile, y me h a leído un p árrafo de ca rta de V alparaíso, en que
dice acab ab a de llegar un buque del Callao con la noticia de la
deposición de G am arra, efecto de un a revolución, y el n om bra
m iento de Presidente en R iva Agüero 3$.
Y aquí San Martín volvió a demostrar que se había libra
do del liberalismo y miraba con lucidez a la dura realidad.
Comprendía que el ensayo masónico de cambiar las institucio
nes tradicionales cristianas por otras nuevas inventadas por las
cabezas delirantes de jacobinos, “ las locas teorías” como escri
bió sobre Rivadavia y sus secuaces, daba por resultado efectivo
la anarquía y el relajamiento de las costumbres. Las institu
ciones que rompen las antiguas relaciones espirituales y so
ciales, no lo logran sino a costa de quebrar las almas y su amor
a Dios y a la Patria, presentándoles falsos ídolos que deso
rientan a los hombres y a las sociedades. Esto lo sabía muy
bien, como lo expresó en esa carta, como en las anteriores cita
das m ás arriba:
“ C ada día me confirm o m ás y m ás en que los m ales que aflijen a
los nuevos Estados de América, no dependen de sus habitantes,
y sí de las constituciones que los rigen. Si los que se llam an le
gisladores en nuestro p aís hubieran tenido presente que a los
pueblos no se les debe d ar la s m ejores leyes, pero sí la s m ejores
que sean apropiadas a su carácter, la situación de nuestros países
sería muy diferente.” 3*.
En 1833 y 1834, Rosas se ocupó de preparar y ejecutar una
expedición al desierto para dominar a los indios no evangeli
zados y ensoberbecidos que asolaban la campaña de la parte
central de la Nación. Estudiando los antiguos planes del pri
mer Virrey del Río de la Plata Teniente General Pedro Antonio
de Cevallos, elucubró una maniobra estratégica de ejércitos
convergentes, combinado con las Provincias de Cuyo y Córdo
ba, especialmente, aunque todas colaboraron de diferente ma
nera; Rosas propuso al General Juan Facundo Quiroga para
conducir las operaciones, reservándose el mando de la llamada
División Izquierda que partiría de la Provincia de Buenos Ai
res. El objetivo estratégico operacional era “el país de las man
zanas” (actual Provincia de Neuquén). El Gobierno de Bue
nos Aires prometió su apoyo y aprobó el plan de Rosas, pero
Juan Ramón Balcarce había elucubrado un plan contra su ante
cesor que dividió al partido federal y repercutió desfavorable
— 94
mente en las otras provincias, en tanto se retaceaba el apoyo
a la División Izquierda de Rosas.
Sin embargo, con el respaldo logístico privado de sus ami
gos personales, especialmente del General Tomás Guido, y
merced a su indomable tenacidad y voluntad de vencer, este
caudillo penetró profundamente en la Patagonia, sobrepasando
el Río Negro, y llegando a la confluencia de los Ríos Limay y
Neuquén, batiendo a los caciques que resistieron y haciendo
las paces con las tribus que las aceptaron. La División derecha,
al mando del General Félix José Aldao alcanzó los bañados del
Río Salado en el SE de la Provincia de Mendoza. Entretanto la
División centro al mando del General Ruiz Huidobro, avanzó
desde Mercedes (San Luis) hacia el Sud y, después de batir al
cacique Yanquetruz en las Acollaradas el 16 de marzo de 1833,
debió emprender la retirada por falta de caballos a fines de
este mes.
En Buenos Aires los partidarios de Rosas debieron ocupar
se de enfrentar las maniobras del Gobierno contra el caudillo,
cuya campaña militar y empresa política peligraron gravemen
te, en tanto se producía una honda división del partido federal
que caracterizó una crisis tan profunda que comprometió la
unidad e integridad de la Nación.
San Martín previo lo que iba a ocurrir como consta en su
carta a Guido del 1? de febrero de 1834, ya que, conociendo a los
hombres que actuaban, pudo examinar con lucidez la realidad,
confirmando que se había liberado del liberalismo, cuyo triun
fo momentáneo y consiguiente caos, resultó de la sustitu
ción de Rosas por Juan Ramón Balcarce, quien fue apoyado e
impulsado por la facción accesible a la intriga unitaria, como
lo develó San Martín a Guido con gran expresividad, como se
puede leer en dicho documento, que transcribo en lo esencial:
“ / • • • / El G eneral B alcarce me h a merecido y merece la opinión
de hombre de bien, y con buenas intenciones, pero sin talentos
adm inistrativos, y sobre todo su carácter poco con cillan te^ y al
mismo tiem po, muy fácil a d ejarse dirigir, no lo creía en arm o
n ía con su posición; sin em bargo, cuando supe su elección a la
Presidencia, no dudé que su adm inistración tuviese un feliz resu l
tado, si como me lo persuadí, se rodeaba de hombres de probidad
y talentos. Pero, ¡cuál sería m i sorpresa cuando supe que la flor
y n a ta de la chocarrera pillería-39, de la m ás sublim e inm oralidad
y de la venalidad la m ás degradante, es decir, que el ínclito y
n unca bien ponderado Enrique M artínez, h ab ía sido nom brado a
uno de los Ministerios. Desde ese momento empecé a tem er por el
país, pero aún m e acom pañ aba la esperanza de que los otros dos
M inistros (aunque p a ra m i desconocidos) si se respetaban un poco,
pondrían un dique a las in trigas y excesos de su colega, y m ani-
95 —
testarían a B alcarce la incom patibilidad de la presencia de un
hombre como M artínez con la opinión y honor de todo Gobierno;
pero e stas esperanzas desaparecieron com pletam ente a l ver que
estos M inistros fueron reem plazados por los doctors T agle y Ugar-
teche; con e sta trinidad, no me quedó otra cosa que hacer que
entonar el oficio de agonizantes por n u estra desdichada P atria.
Pero como en este m iserable m undo todo se h alla compensado, y
según el ad agio no hay m al que por bien na venga, yo creo que
los últimos acontecim ientos van a poner fin a los m ales que nos
h an afligido desde el año diez, y que a n uestra P atria se abre un a
nueva serie de felicidad, si como creo la nueva adm inistración
m arch a con un paso firm e, y no olvidando los 24 años de ensayos
en busca de una libertad que ja m á s h a existido. Me e x p licaré “®.
— 96
Manuel Moreno, representante argentino en Londres, había
denunciado en noviembre de 1833 el plan unitario (carta a José
Ugarteche) 43, que consistía en pretextar un conflicto entre la
Banda Oriental y Buenos Aires, y declarar la guerra, apoderar
se de Entre Ríos y de la navegación del Río Uruguay, en com
binación con Estanislao López. “ Este plan —escribió Moreno—
todo de sangre y escándalo, lo ha ejecutado y convenido don
Julián Agüero en Montevideo, con Rivera, Obes y los españoles
y unitarios de uno y otro lado. En la fe de sus efectos y segu
ridad va Rivadavia a partir a fin de este mes. / . . . / La última
negociación de sir Strandford-Canning en Madrid, respecto del
reconocimiento de nuestra independencia por España, y las
respuestas que le daba el ministerio español le hicieron cono
cer a este gobierno que había una trama que se urdía en París
por americanos, y se aplicó a conocerla / . . . / ” 44.
Sin conocer estos detalles, San Martín estaba en condicio
nes de lograr una visión certera del porvenir, porque había pen
sado profundamente en los hechos ocurridos con su singular
talento, y porque se había librado de los esquemas teóricos y
nefastos del liberalismo, como se puede leer en la misma carta
clave del 1? de febrero de 1834, que continuamos translite-
terando:
“ / . . . / ¿C uál es el medio p a ra proteger y afirm ar estos Gobiernos,
y darles el grado de estabilidad tan n ecesaria a l bien de esos h a
bitan tes? Los últim os acontecim ientos h an decidido el problema
y en m i opinión de un a m an era decisiva. Dem ostración: El foco
de las revoluciones, no sólo en Buenos Aires sino de las Provincias
h an salido de e sa C apital: en ella se encuentra la CREMA de la
an arquía, de los hombres inquietos y viciosos, de los que no viven
que de trastornos, porque no teniendo n ada que perder todo lo
esperan gan ar en el desorden; porque el lujo excesivo m ultipli
cando las necesidades, se procuran satisfa cer sin rep arar en los
m edios; ah í es en donde un gran número no quieren vivir sino a
costa del Estado y no tra b a ja r, etc., etc. Estos medios de desorden
que encierra la C apital deben desaparecer en lo sucesivo, sin que
sea necesario derram ar un a sola gota de sangre, y sin tener un
solo soldado de Guarnición. Que sepan los díscolos, y aún los cí
vicos y dem ás fuerza arm ad a de la Ciudad, que un par de R egi
m ientos de M ilicias de la C am paña im pide la en trada de ganado
por sólo 15 días, y yo estoy bien seguro que el pueblo mismo será
el m ás interesado en evitar todo trastorno, so pena de no comer,
y esto es muy form al. A esto se me dirá que el que ten ga m ás
ascendiente en la C am paña será el verdadero Je fe del Estado; y
en este caso no existirá el orden legal. Sin duda, señor Don T o
m ás, e sta es mi opinión, por el principio bien sim ple que el título
de un Gobierno no está asign ado a la m ás o menos liberalidad de
su s principios, pero si al a influencia que tiene en el bienestar de
los que obedecen. Y a es tiem po de dejarnos de teorías, que 24 años
— 97 —
de experiencia no han producido m ás que calam idades. Los hom
bres no viven de ilusiones, sino de hechos. ¿Qué me im porta que
se m e rep ita h a sta la saciedad que vivo en un país de Libertad, s i
por el contrario se me oprim e? ¡Libertad! désela ü d. a un niño
de dos años p ara que se entretenga por vía de diversión eon un
estuche de n a v a ja s de afeitar, y Ud. m e con tará los resultados.
¡Libertad! p a ra que un hombre de honor se vea atacad o por un a
prensa licenciosa, sin que h ay a leyes que lo protejan, y si existen,
se h agan ilusorias.^ ¡Libertad! p a ra que si me dedico a cualquier
género de industria, venga un a revolución que me destruya el
trab ajo de muchos años y la esperanza de d ejar un bocado de
pan a m is hijos. Libertad! p ara que se m e cargue de contribu
ciones a fin de p agar los inm ensos gastos originados porque a cu a
tro ambiciosos se Ies an to ja, par vía de especulación, h acer una
revolución y quedar im punes. ¡Libertad! p ara que sacrifique m is
hijos en disensiones y guerras civiles. ¡Libertad! p ara verme ex
patriado sin form a de juicio, y ta l vez por una m era divergencia
de opinión. ¡Libertad! p ara que el dolo y la m ala fe encuentren
una completa im punidad como lo com prueba lo general de las
quiebras fraudu len tas acaecidas en ésa. M aldita sea la tal liber
tad, ni será el hijo de mi m adre el que vaya a gozar de los be
neficios que ella proporciona, h asta que no vea establecido un
Gobierno que los dem agogos llam en tirano, y me proteja contra
los bienes que me brinda la actu al libertad. T al vez dirá Ud. que
esta carta e sta escrita de un humor bien soldadesco. Ud. tendrá
razón, pero convenga Ud. que a 53 añ os no puede uno adm itir de
buena fe el que se le quiera d ar gato por liebre.”
‘No hay un a sola vez que escriba sobre nuestro país que no su fra
una irritación. Dejem os este asunto, y concluyo diciendo que el
hombre que establezca el orden en n uestra P atria, sean cuales
sean los medios que p ara ello emplee, es el solo que m erecerá el
noble título de su libertador. / . . . / 45,
En consecuencia, no hay duda alguna que San Martín se
libró del liberalismo. Y al mismo tiempo, predijo la nueva lle
gada de Rosas al poder.
— 98 —
se ha visto antes, su hija y yerno (casados el 13 de diciem
bre de 1832) se encontraban en Buenos Aires desde los primeros
meses de 1833. Dicho sea de paso, después de nueve años de
ausencia, Mercedes pudo abrazar a su querida abuela Doña To
m asa de la Quintana de Escalada que tanto la regaloneó, y que
afortunadamente tenía 66 años de edad, muriendo en 1841 46 bis.
A mediados de 1834, San Martín recibió noticias de amigos
de las que surgía que Manuel Moreno había tenido la irrespon
sabilidad de involucrarlo mentirosamente en la denuncia inserta
en la carta a Ugarteche, que he referido m ás arriba. E l 16 de
agosto de 1834, San Martín le escribió a Guido:
“/ . . . / E stab a persuadido que retirado en el cam po, el h ijo de m i
m adre se h allab a fu era del alcance de toda ch ism ografía; pero
está desm ostrado que, aunque m e sepulte en el Averno, la m om ia
de este pobre capellán y su servidor será disecada, o como dicen
nuestros gauchos hacen de ellas ‘notonisas’. Al propósito de mi
retiro, tengo presente la ca rta en que pintándom e Ud. la situ a
ción en que se h allab a n uestra P atria en los últimos sucesos ocu
rridos en la deposición del Gral. Balcarce, m e decía Ud.: ‘L a m a
ledicencia me cree cooperador de las ocurrencias del día, el tiem
po me h ará ju sticia como me la hizo en el Perú cuando se me
creía era el agente de Ud., etc., etc.’ Ud. añ ade: ‘Dichoso Ud. que
separado de este caos, vive tranquilo sin presenciar las desgra
cias de su P atria’. ¥ bien, señor Don Tom ás, quien le hubiera d i
cho que a pesar de la distancia en que me hallo de n uestra tierra,
el único p aisan ito que existe en Europa h ab ía de venir a alterar
e sta paz, único bien que gozo separado de los objetos que m ás
am o! Y esto por un DOCTOR en Medicina 47 (peste en todos ellos).
Item que a 50 años y (el pico no es de su com petencia) h abía
de m eterm e a espadachín, y con lanzón y rodela tener que de
fenderm e de pollones y m alandrines.
“ / . . . / ¥ bien como Ud. ve, yo no m e dirijo al R epresentante de
las Provincias A rgentinas, pero sim plem ente al galeno americano,
y juro a Ud. por los m an es de m is nobles abuelos, que si m is uñas
lo llegan a a tra p ar en cualquier punto del Continente, o a mi
regreso al país tiene que quedar como nuevo. Dejem os ésto, y
convengam os en que toda la colección (y no es corta) de dipu
tados am ericanos que h an venido a Europa, con muy pocas excep
ciones, son la flor y n a ta de la pillería chism ográfica la m ás cho-
carrera. Pero ah o ra me acuerdo ¿no es éste el mismo Doctor a
quien en L o gia/L au taro/p len a y constituida en suprem a corte de
justicia, le dijo Ud. era m ás ladrón que caco, porque le h abía
cargado un número de libras esterlinas que Ud. no h abía perci
bido, y por el contrario lo h ab ía bloqueado por HAMBRE (aten- 467
— 100
suponerse que su atraso llegue a ta l grado que adm itiesen un ne
gociador sin este indispensable requisito. / . . . / Pero quiero supo
ner por un momento el que las noticias que ü d. dice h an corrido
en Londres, h ayan sido adm itidas por ü d . de toda buena fe, y
que en razón de su alto empleo h ay a creído de su deber esclare
cerlas como lo exigía su posición, y los intereses de la R epública
Argentina. Ahora bien ¿no hubiera sido mucho m ás noble y ge
neroso, y a l mismo tiem po un deber de Ud. por el honor de la
m ism a R epública de que soy un individuo, el haberm e escrito di
rectam ente (como lo h a hecho otras veces) / . . . / Pero cu ál es la
conducta que h a tenido Ud. en e sta in fern al in triga, que no^ puedo
alcan zar el objeto que se h a propuesto en ella: Ud. se dirige a
dos M inistros de Naciones E xtran jeras, p a ra presen tar a un G e
neral, y ciudadano del mismo E stado que Ud. representa, o como
un traidor a su P atria, o como un vil y despreciable in trig an te . . .
E sta conducta no puede calificarse que de uno de estos dos modos,,
o es Ud. un m alvado consum ado, o a perdido enteram ente la r a
zón.”
“ Sólo m e re sta exponer a Ud. la cau sa por la cual no le he rem i
tido m i correspondencia p a ra m is h ijos como an tes lo ejecutab a,
y de cuya fa lta sac a Ud. la consecuencia de m i pretendido v iaje
a E sp añ a; la razón bien sim ple, haber preferido la vía de los
buques m ercantes a la de Ud., en razón de que entre las diferen
te s c a rta s que m e h a rem itido, he encontrado tres abiertas, y otras
con signos de iguales ten tativas: en dos ocasiones Ud. m ism o se
m e h a disculpado diciéndome habían sido abiertas por inadver
tencia.”
“Todo hom bre que se respeta después de recibir un a ca rta como
ésta exige los esclarecim ientos que son consecuentes. Ud. es jo v e n
y con salud, por consiguiente Ud. no ten drá dificultad en hacer
un corto viaje a ésta con el objeto de pedírmelos, seguro que se
los d a rá los m ás completos. Jo sé de S an M artín” 50.
— 101
“ G rand Bourg, 29 de septiem bre de 1834”.
“ Señor don M anuel Moreno. / . . . / Concluyamos de una vez este
m ás que desagradable asunto, diciéndole que adm ito la seguridad
que me da de que no h a tenido ja m á s la idea de ofender m i ho
nor, pero es preciso convenir en que Ud. h a obrado con un a li
gereza extraordin aria, y espero sea e sta la últim a vez que Ud.
tom e mi nombre p ara n ad a. / . . . / ” 52.
E ste torcido intento de tratar de involucrar a San Martín
en un complot de los unitarios con la complicidad de España,
que Manuel Moreno expuso en su carta a Ugarteche citada más
arriba, arroja graves dudas sobre su valor probatorio. Ya Julio
Irazusta, en 1935, la minimizó como prueba, aún sin conocer
probablemente la felonía de Moreno que se ha mantenido iné
dita hasta hoy5253.
— 102 —
cíente de la trem enda ta re a que debía llevar a cabo, en un clim a
de violencia desenfrenada en el país y en el mundo, pidió que su
nom bram iento fu era sometido a un plebiscito” 54.
Rosas recibió el Gobierno de la Provincia de Buenos Aires
el 13 de marzo de 1835 y prestó juramento el 6 de abril de
1835 55. El mismo día de su toma de posesión, 13 de abril
de 1835, corrió por Buenos Aires, impresa, esta proclama con
la firma de Rosas:
“H abitantes todos de e sta ciudad y cam pañ a: la Divina Providen
cia nos h a puesto en e sta terrible situación p a ra probar nuestra
virtud y constancia. Resolvámonos, pues, a com batir con denuedo
a esos m alvados que h an puesto en confusión nuestra tierra; per
sigam os de m uerte a l impío, al sacrilego, al ladrón, a l hom icida,
y sobre todo al pérfido traidor y que ten ga la osadía de burlarse
de nuestra buena fe” .
“ Que de esa raza de m onstruos no quede uno entre nosotros, y que
su persecución sea tan tenaz y vigorosa, que sirva de terror y es
panto a los dem ás que puedan venir en adelante”.
“No os arredre ninguna clase de peligro, ni el tem or de errar en
los medios que adoptem os p a ra perseguirlos”.
“L a cau sa que vam os a sostener es la cau sa de la religión, de la
justicia, de la hum anidad y del orden público: es causa recom en
d ad a por el Todopoderoso; El dirigirá nuestras pasos, y con su
especial protección nuestro triunfo será se g u ro 50.
A fines de este año, San Martín escribió a Guido:
“ G rand Bourg cerca de París, 17 de diciembre de 1835”.
Señor Don Tom ás Guido”.
“Mi querido am igo:
“ / . . . / Hace cerca de dos añ os escribí a Ud. que yo no encontraba
otro arbitrio p a ra cortar los m ales que por tan to tiem po h an
afligido a n uestra d esgraciad a tierra que el establecim iento de un
Gobierno fuerte, o m ás claro, Absoluto, que enseñase a nuestros
com patriotas a obedecer. Yo estoy convencido que cuando los hom
bres no quieren obedecer a la Ley, no hay otro arbitro que el de
la fuerza: 25 años en busca de un a Libertad que no sólo no h a exis
tido, sino que en este largo período, la opresión, la inseguridad
individual, destrucción de fortun as, desenfreno, venalidad, corrup
ción y guerra civil, h a sido el fruto que la P atria h a recogido des
pués de tan tos sacrificios. Y a era tiem po de poner térm ino a m a
les de ta l tam año, y p a ra conseguir tan loable objeto yo m iro co
mo bueno y legal todo Gobierno que establezca el orden de un
modo sólido y estable, y no dudo que su opinión y la de todos los
hombres que am en a su p aís pen sarán como yo 57.
Pero San Martín no había de conformarse sólo con expre
sar con palabras este asentimiento contundente sobre el gobier
no de Rosas, brindando su apoyo moral para terminar con el5467
— 103
desorden que el liberalismo y su secuela de cruentos desastres
provocó en nuestra Patria. San Martín intuye una vez m ás que
él debe contribuir a lograr ese “ orden sólido y estable” , aun a
costa de su sacrificio personal. Él no será jam ás cómplice de
la revolución que, tanto la razón y la historia, como la Iglesia
y la religión, condenan, no será nunca de los hombres tibios
que describió el Cardenal Pie:
“Los hom bres del m al y del desorden se sienten y a los am os del
futuro, al no encontrar la resistencia decidida que hubieran po-
dido esperar. Saben por otra parte que tienen cómplices y auxilia-
res en esa m ultitud de hombres tibios, fluctuantes, desnudos de
doctrina, a los que tranquiliza un poco el orden m aterial, y a quie
nes el remedio del m al asu sta aún m ás que el m al m ism o” -5«.
— 104 —
ratificada en la carta a O’Higgins del 18 de octubre de 1836,
en la que, refiriéndose al Perú, expresó:
“ / . . . / me asiste la confianza de este ensayo de Estados federales,
ten ga un buen éxito, fundado en el carácter firm e y organizador
de S a n ta Cruz, y la experiencia que éste h ab rá adquirido con el
ejem plo de las incesantes conmociones de las nuevas R epúblicas,
que en mi opinión no necesitan p a ra ser felices, /m á s/ que orden
y estabilidad en sus instituciones, sean cuales fueren el sistem a
que la s rijan / . . . / 60.
E sta carta también nos proporciona interesantes pormeno
res sobre la vida del Libertador en su “último lugar” a donde
voluntariamente se había confinado:
“Dije a Üd. en m i anterior que en vista de la fa lsa posición de mi
hijo político en Buenos Aires, le h abía prevenido viniesen a ú n a
sem e; así lo h a verificado con m i h ija en fines de julio en buena
salud y con el aum ento de un a niña que dio a luz a los quince
<»ag fle su llegada, por consiguiente aquí me tiene Ud. con dos
nietecitas que no d ejan de contribuir a h acer m ás llevaderos m is
viejos días /■ ■ •/” 61•
Como en el fragmento del Evangelio citado m ás arriba, en
el que Jesús tomó a ese niño en sus brazos, San Martín pudo
abrazar a sus nietitas, y al recibirlas, alcanzar la gracia divina
de recibir a Cristo y a su Padre que está en los cielos.
— 105
sus compatriotas especialmente. Por m ás que San Martín se
expresó en forma terminante, no virtió un esquema intelectual,
sino el resultado de una solución concreta, la mejor para el
bien común de la Patria. Su desconfianza por las corporacio
nes, teorizadas por el liberalismo en “ el gobierno por asam
bleas”, no es una aversión antojadiza, sino el producto de una
larga experiencia de fracasos y desastres que han hecho correr
“ ríos de sangre americana”, como escribió varias veces y trans
cribí m ás arriba.
Frente a “las locas teorías” —como las llamó—, y esque
m as inventados por las mentes calenturientas e impías de los
liberales, que desembocaron en el caos y la infelicidad de sus
compatriotas, San Martín abogaba por una solución autoritaria
para asegurar el reinado de la paz, que definió Santo Tomás
de Aquino como “la tranquilidad en el orden”.
San Martín no elucubró una doctrina política dogmática,
como el liberalismo, que preconizó una forma o sistema a apli
car en todos los casos, sino que, genial estratega y táctico ave
zado, sabía perfectamnete que cada situación debía ser analiza
da de acuerdo con los factores o elementos circunstanciales
que la conformaban, especialmente la idiosincracia y la tradi
ción histórica, para deducir la solución m ás adecuada y reali
zable para el bien común de los compatriotas que amaba. En
suma, nos legó en esas breves líneas una clase magistral de pru
dencia política que no se ha conocido ni ha sido suficiente
mente practicada por nosotros, sus descendientes.
Pero con respecto al autor de la obra política que suscita
ba sus definiciones, San Martín no iniciará su correspondencia
directa con Rosas hasta mediados de 1838, motivado por el ina
ceptable e injusto bloqueo del Gobierno de Francia, para ofre
cer sus servicios a la Patria, estableciéndose así un nexo firme
y sólido entre estos dos grandes argentinos, que sobrevivirá
aun a la muerte del Libertador. Mas esta etapa, que vale la
pena recordar porque involucra nuevas lecciones inolvidables
del padre de la Patria y los altos servicios que Prestó a la Na
ción, merecen capítulo aparte, por lo que continuará.
— 106 —
PRÓLOGO FENOMENOLÒGICO 1
C o r n e l io F abro
T r a d u c t o r : M a rio C a p o n n e t t o
— 107 —
encomendadas las empresas de Kaquel Huincul, de la Bahía Blanca y
Costa Patagónica, la Nueva Buenos Aires (la actual Pilar) y demás
establecimientos; por mis amigos y enemigos; por las personas de mi
especial obligación, según el orden de la caridad y de justicia, y por
aquellas que yo alguna vez hubiese escandalizado’ ”64.
Su partida de defunción señala: “murió de muerte natural y recibió
los Santos Sacramentos” el 12 de marzo de 1832 (L.III f. 169, Archivo
de la Catedral de Paraná)65.
B ibliografía
- 100 -
L A G U E R R A F R A N C O A R G E N T IN A 1838-42
S A N M AR TÍN Y E L LIB E R A LIS M O
S A N M A R T IN A N T E L A A G R E S IO N F R A N C E S A
Y D E S U S A L IA D O S U N IT A R IO S E N L A G U E R R A
F R A N C O -A R G E N T IN A (1838/42)
I
nglaterra había asegurado una red mundial de bases estratégicas,
insulares o periféricas, para dominar las rutas oceánicas y el co
mercio, en los grandes ríos como la cuenca del Plata, imponiendo
su libre navegación, si era necesario, a cañonazos. Desde 1807 tenía
un comodoro de estación en el Plata, con oficinas en Buenos Aires y
Montevideo. Como se sabe, en enero de 1833, se apoderó de las Islas
Malvinas, desde donde dominaba la confluencia de ambos océanos, a
expensas de la soberanía argentina.
-1 0 2-
americana de Bolívar-
provincias chilenas y
argentinas limítrofes, y
a Rivera, Entre Ríos y
Corrientes. Informes
coincidentes llevó a,
Buenos Aires un agen
te confidencial del Go
bierno chileno, hacien
do saber la intención
del gobierno de Porta-,
les de declarar la gue
rra a Santa Cruz.
Rosas emitió una
circular a las provin
cias alertándolas y re
capitulando las agre
siones del belicoso veci
no contra nuestra fron
tera Norte, su ruptura
del equilibrio súdame- S a n M artin
ricano al federar Boli- Oleo hecho en B ru se las, 1827
via con Perú por la fuer
za de las armas, fijando aranceles aduaneros que rompían el tradicional
tráfico comercial de tres siglos.
Santa Cruz, ex subordinado de San Martín, se había granjeado las
simpatías de éste y de O’Higgins quien escribió en 1836 varias cartas
al Libertador a favor de Santa Cruz, donde, entre otros detalles, debo
destacar que el Coronel O’Brien (ex ayudante de San Martín) era edecán
de Santa Cruz (carta del 3 de agosto de 18361). También comentaba
O’Higgins que Santa Cruz había recibido en Bolivia al Cónsul francés
Martigny “comisionado por el Rey de los franceses -escribió O’Higgins
el 20 de diciembre de 183612- para entregar al General Santa Cruz, en
Bolivia, la distinción de grande oficial de la Legión de Honor, tuvo que
venir aquí/Lima/ a efectuarlo. [...]”.
Chile declaró la guerra a Santa Cruz y también lo hizo Rosas el 19
de mayo de 1837. En carta a Guido del 18 de junio de 1837, San Martín
se refirió a esta guerra sin emitir opinión, excepto sobre la presunta
incapacidad militar de Chile3. Tampoco lo hizo en la que escribió a
-1 0 3-
O’Higgins el 3 de diciembre de 1837, salvo sobre la situación de O’Brien,
que había sido enviado por Santa Cruz a Buenos Aires como agente
secreto:
“[...] Ya habrá Ud. sabido la violenta prisión de O’Brien en Buenos Aires. En
el momento que lo supe he escrito a todos mis amigos no sólo p ara que la
hagan m ás llevadera, sino p ara que empleen su influjo en su libertad. [.../*.
- 104-
Mientras tanto en la Banda Oriental reapareció Rivera unido a
Lavalle atravesando el Río Cuareim (actual frontera con el Brasil) a
mediados de mayo de 1837 al frente de unos 1.000 hombres. Manuel
Oribe le salió al encuentro y lo derrotó sobre el Arapey, en Yucutuyá,
el 22 de agosto de 1837, y volviendo a alcanzarlo en el Yi, a la vista de
Durazno, lo volvió a derrotar el 21 de noviembre de 1837. Rivera, frac
cionando sus fuerzas, prosiguió la guerra de recursos, saqueando las
propiedades sin consideración alguna, burlando la persecución de Ori
be, fusilando en los pueblos a los partidarios de éste, y llegó hasta sitiar
Montevideo, retirándose al llegar Oribe, para pasar a sitiar a Pavsandú.
Rosas bloqueó el Río Uruguay para aislarlo de Entre Ríos y de los
unitarios, pero nuestro Almirante Brown fue a su vez bloqueado por la
escuadra francesa, ya que Rivera se había aliado con el agente francés
en Montevideo, obteniendo armas y dinero en abundancia. Pero Lavalle
estaba enfermo y recién pudo ponerse en campaña a fines de febrero
de 1838 desde su Cuartel General en el Queguay (Norte de la Banda
Oriental). Manuel Oribe estaba entre el Río Negro y el Yi, y avanzó al
encuentro con Rivera, que marchaba hacia Santa Ana. El 15 de junio
de 1838, cerca de El Palmar, Oribe chocó con Rivera que mandaba la
vanguardia y la dispersó, pero pronto intervino el grueso a órdenes de
Lavalle. A las tres de la tarde, Oribe fue derrotado quedando toda su
infantería prisionera, perdiendo sus caballadas, abastecimientos y
equipaje. La División de Lavalle persiguió a Oribe. Rivera ocupó los
departamentos próximos a Montevideo y la Colonia, que se rindió el 13
de julio de 1838. A Oribe sólo le quedaban Montevideo y Paysandu,
bloqueados por los franceses8.
Entretanto, en Santa Fe, Rosas apoyó las ambiciones de Juan Pablo
López, hermano de Estanislao; Cufien amenazado por las tropas de
aquél, por Buenos Aires y Entre Ríos, renunció y se retiró a Córdoba a
fines de -septiembre de 1838, al no conseguir una decisión a su favor
por parte de Corrientes, acusado por Rosas por estar en connivencia
con los franceses, que habían reforzado sus medios navales en el Río
de la Plata en agosto de 1838, integrando una escuadra de 18 barcos
de guerra y numerosas embarcaciones menores, al mando del Almi
rante Leblanc, experimentado en Argelia en esta clase de guerra colo
nialista. El bloqueo declarado se hizo efectivo9.
- 105 -
San M artín ante la g u e rra franco argen tin a ofreció
sus servicios
- 106 -
desear; en estas circunstancias decidí venir a Europa con la consoladora es
peranza de que el país ofreciese garantías de orden p ara regresar a él.La épo
ca la creí oportuna el año,funesto de 829; a mi llegada a Buenos Aires, me
encontré con la guerra civil, preferí un huevo ostracismo a tem ar parte alguna
en la s disenciones. Desde aquella época seis años de males han deteriorado mi
constitución, pero no mi moral, ni los deseos de ser útil a nuestra Patria. Me
explicaré.*
“He visto por los papeles públicos de éstijt el bloqueo que el Gobierno francés
ha establecido contra esa C apital: ignoro los resultados de esta medida; si son
los de la guerra, yo se lo que mi deber me impone como americano, pero mis
circunstancias, y la de que mis compatriotas no fuesen a creer me supongo un
hombre necesario, hace (por mi exceso de delicadeza que Ud. sabrá valorar) el
que espere las órdenes de Ud. sobre este particular, su Ud. me cree de alguna
utilidad. Inmediatamente de haberlas recibido me pondré en marcha para
servir a mi Patria, en la guerra contra la Francia, y en cualquier clase que se
me destine, con la misma decisión, y desinterés que lo he hedió anteriormente.
Concluida la guerra me retiraré a un rincón, esto es, si nuestro país ofrece
seguridad y orden, de lo contrario, regresaré a Europa, aunque con el sen
timiento de no depositar mis viejos huesos en la Patria que me vió nacer.”
“He aquí señor General el objeto de esta carta: en cualquiera de los dos casos,
es decir, que mis servicios sean o no aceptados, yo tendré una completa satis
facción en que Ud. me crea sinceramente su atento y apasionado servidor Que
Besa Su Mano
10 Archivo del Dr. Ricardo Levene. Fotooopiado en Ricardo Levene. El genio polí
tico de San Martín. Bs. As, 1970. Láminas.
- 107 -
tevideo, intimó a Manuel Oribe a dejar el gobierno el 24 de octubre de
1838, y éste, ante la irresistible presión, cedió protestando ante la Le
gislatura oriental que lo hacía ante la violencia de una facción armada
apoyada por la marina francesa para destruir el orden legal de una
República que nada había hecho contra Francia. El Presidente Oribe
se retiró a Buenos Aires, quedando el Estado Oriental bajo el gobierno
títere de Fructuoso Rivera, constituyendo la base de operaciones y el
puesto de comando francés para conducir la segunda fase de una coa
lición con los gobernantes locales desde Bolivia, el litoral y las pampas
bonaerenses, donde corrió un reguero de sangre argentina entre 1838
y 1842.
En Buenos Aires, Rosas y Oribe establecieron una alianza en los
términos de las palabras del primero, según relato del Jefe oriental:
“Perfectamente, señor Presidente. Pero como los u n itario s son la p a la n c a m á s
p oderosa p a r a mover todo lo que p u e d a venir contra a m b a s R epúblicas, ay ú
dem e Ud. con su p ericia y su c a p a c id a d m ilita r p a r a concluir con ellos aquí,
ocupando Ud. un puesto de p rim era f ila en el Ejército, que después yo me
comprometo a ay u d arlo con otro Ejército p a r a in v a d ir su P a tria y poner la s
co sas en orden, comprometiéndome no obstan te esto, a a y u d a r a Ud. en c u a l
qu ier momento que me lo p id a, siem pre que peligre la N ación O riental y se a
urgente socorrerla. E l G eneral Oribe aceptó e sta proposición
- 108-
conducta de su Almirante y cónsul) no me causaría tanto cuidado, si entre
nuestros compatriotas hubiera más unión y patriotismo que el que en reali
dad existe; pero con los elementos tan discordantes de que se compone nuestro
país, temo mucho que el Gobierno pueda sostener con energía el honor na
cional y se vea obligado a suscribir a proposiciones vergonzosas, últim a des
gracia que puede caberle a un pueblo que tiene sentimientos de honor
- 109 -
En medio de esta azarosa e inquietante situación, Rosas contestó
el 24 de enero de 1839, la carta de San Martin donde éste ofreció sus
servicios a la Patria agredida, agradeciéndole y vaticinando que en
Europa podía prestar buena cooperación, como realmente ocurriría más
adelante, y elogiando la obra de San Martín por la independencia su
damericana, como se puede leer:
[...] le doy lleno de contento las más expresivas gracias por la noble y gene
rosa oferta que se sirve hacerme de sus servicios a nuestra Patria en la guerra
contra los franceses; [...] mucho más cuando concibo que permaneciendo Ud
en Europa, podrá prestar en lo sucesivo a esta República sus buenos servicios
en Inglaterra o Francia
“Los adjuntos cuadernos impresos darán a Ud una idea de los sucesos de este
país en 1838.”
Por esos días, Santa Cruz fue derrotado completamente por los
chilenos al mando del General Bulnes, el 20 de enero de 1839, en Yun-
gay, en pleno Perú, deshaciéndose la Confederación peruano-boliviana,
haciéndose cargo del gobierno peruano el General Gamarra. Frente a
este resonante éxito del aliado de Rosas, apareció públicamente la
alianza uruguayo-correntina con la declaración de guerra de Rivera a
Rosas el 7 de marzo de 1839. En estas condiciones, también Berón de
Astrada resultaba cómplice del enemigo francés15.
Entre Ríos, al mando del General Pascual Echagüe, se preparó
activamente para esta guerra, y en marzo de 1839 avanzó sobre
Corrientes rápidamente para evitar la unión de las fuerzas de Berón
y Rivera. El 31 de marzo de 1839, en el extremo S.E. de Corrientes,
sobre el Arroyo Pago Largo chocaron los ejércitos correntino y
entrerriano. La batalla se decidió por una carga de la caballería al
mando del Comandante Justo José de Urquiza que provocó el desbande
- 110-
del adversario seguido de una tenaz persecución que lo diezmó, en la
que murió Berón de Astrada1617.
Después de Pago Largo, y de conjurarla asonada en Córdoba, Rosas
aflojó la presión sobre los enemigos: dio al General Paz, prisionero en
Luján, la ciudad de Buenos Aires entera como lugar de detención, el
20 de abril de 1839; recibió como amigo habitual en su casa de Palermo
al General Gregorio Aráoz de Lamadrid; proporcionó indultos nume
rosos en Córdoba y Buenos Aires, sin perder el hilo de la conspiración
del Teniente Coronel Ramón Maza -íntimo amigo de su casa- que se
preparaba en la Capital y que podía seguir a través de un escribiente
traidor de su Secretaría, Lafuente, que se escribía con Félix Frías .
La valle primero miró con repugnancia la falta de patriotismo de
Rivera y de los unitarios que colaboraron conlos colonialistas franceses.
Pero después fue convencido por Florencio Varela, Alberdi, y otros jóve
nes emigrados en Montevideo, y el 9 de abril de 1839 se alió con los
enemigos de la Patria, precisamente cuando la situación de los gober
nadores del centro y norte del país empezaba a resultar favorable a
Rosas. El 4 de junio de 1839, Ibarra le anunció a Cullen, refugiado en
Santiago del Estero, que lo mandaba engrillado a Buenos Aires, y al
entrar en esta Provincia fue fusilado por orden de Rosas publicándose
esta noticia en la Gaceta Mercantil del 25 de junio de 1839. Ante esto,
los conspiradores de Buenos Aires se impacientaron y no se cuidaron
en mostrarse desafiantemente, y Rosas conjuró de inmediato la suble
vación empezando por hacer fusilar en Santos Lugares el 28 de junio
de 1839 al Teniente Coronel Ramón Maza, hijo del hombre de confianza
de Rosas, doctor Vicente Maza, Presidente de la Legislatura de Buenos
Aires, quien fue asesinado enseguida, no por orden de Rosas, como han
intentado hacer creer los unitarios, sino por los mismos conspiradores
que al sentirse descubiertos, se asustaron, como consta en el testimonio
del ministro de Relaciones Exteriores, doctor Arana, y en sumario que
Rosas dispuso levantar y suspender después ante las numerosas res
ponsabilidades que surgían contra los aparentes rosistas que habían
pagado al asesino, un oscuro sujeto sentenciado por Rosas a la pena de
muerte por ello. La propaganda unitaria por supuesto, se la adjudicó
a Rosas. “Dos o tres días después del asesinato -escribió Adolfo Sal-
días18- don Juan N. Terrero le refería a Rasas los esfuerzos que hicieron
para llevarlo a su presencia /al doctor Maza/. ‘Es que el doctor Maza
había perdido la cabeza - le repuso Rosas-; ya andan diciendo los uni
tarios que yo he mandado matarlo. El doctor Felipe Arana, ministro
de Rosas en 1839, requerido mucho después del año 1852 por su pari
- 1 11 -
ente el historiador chileno don Diego Barros Arana sobre cuál había
sido la participación de aquél en el asesinato de Maza, respondió en
tono de la más profunda convicción: ‘Ninguna’.”
“Me dice en su apreciable, que mis servicios pueden ser de utilidad a nuestra
Patria en Europa; yo estoy pronto a rendírselos con la mayor satisfacción;
pero, y faltaría a la confianza con que Ud me honra, si no le manifestase que,
destinado a las armas desde mis primeros años, ni mi educación, instrucción
ni talentos no son propios para desempeñar una comisión de cuyo éxito puede
depender la felicidad de nuestro país; si un sincero deseo del acierto y una
buena voluntad fuesen suficientes p ara corresponder a tal confianza, Ud pue
de contar con ambas cosas con toda seguridad; pero estos deseos son nulos si
no los acompañan otras cualidades.”
“Deseo a Ud acierto en todo y una salud cumplida, igualmente el que me crea
es sinceramente su afecto servidor y compatriota
-1 1 2 -
Como se puede apreciar, las palabras de San Martín en el 2 párrafo
tienen una terrible fuerza condenatoria para los argentinos que habían
perdido el honor nacional extraviados por su pasión de poder y la codicia
del dinero enemigo. Esta es una carta que debe recordarse todos los
días a los argentinos como modelo que nos legó el Padre de la Patria.
- 113 -
"Grand Bourg, 21 de septiem bre de 1839.
“Es con verdadero sentimiento que veo el estado de nuestra desgraciada Pa
tria, y lo peor de todo es, que no veo una vislumbre de que mejore su suerte.
Tú conoces mis sentimientos y por consiguiente yo no puedo aprobar la con
ducta del General Rosas cuando veo una persecución general contra los hom
bres más honrados de nuestro país; por otra parte, el asesinato del doctor
Maza, me convence que el Gobierno de Buenos Aires no se apoya sino en la
violencia. A pesar de esto yo no aprobaré jam ás el que ningún hijo del país se
una a una nación extranjera para humillar a su Patria.”
“Te he dicho y te repito que si las cosas no van bien por ésa y te ves en la
necesidad de volver a emigrar a otro destino, aquí tienes un cuartito, un asa-
doy, más que todo, una buena voluntad, pues prescindiendo de nuestra am is
tad, sabe que todos los individuos de esta casa te aman sinceramente.”
22
José de San Martín"
San Martín no pudo saber a esta fecha que la conjuración del Te
niente Coronel Ramón Maza para asesinarlo y colocar en su lugar a su
padre, el Presidente de la Legislatura, doctor Manuel Maza, era uno
de los tantos frentes de la formidable lucha por la independencia contra
los franceses aliados con los unitarios. Sin embargo, con su natural
patriotismo fustigó a su amigo: “A pesar de esto yo no aprobaré jamás
el que ningún hijo del país se una aúna nación extranjera para humillar
a su Patria.”2
- 114 -
También le dijo en esa carta a Goyo Gómez, en dos palabras, por
qué no podía aceptar la embajada. Las razones no las podía conocer
Rosas debidamente por no haber participado en la epopeya samartinia-
na, y no haberse escrito aún la historia de ese período de la vida de San
Martín que éste explicó pormenorizadamente en una extensa carta que
vale la pena transcribir:
“Por la honorable nota del 18 de julio del presente año, se sirve V.E. comu
nicarme el decreto del Exmo señor Capitán General de la Provincia de Buenos
Aires, encargado de las Relaciones Exteriores de la Confederación Argentina,
de mi nombramiento como Ministro Plenipotenciario cerca del Gobierno de la
República del Perú; esta prueba de alta confianza con que me honra S.E., ha
excitado mi más vivo reconocimiento, y no correspondería a ella si no mani
festase a V.E. las razones que me impiden aceptar tan honrosa misión.” *
- 115 -
puede convenir al estado de mi salud: la satisfacción de volver a un país de
cuyos habitantes he recibido pruebas inequívocas de desinteresado afecto; mi
presencia en él, pudiendo facilitar en mucha parte el cobro de los crecidos
atrasos que se me adeudan por la pensión que me señaló el Congreso del Perú
y que sólo las conmociones políticas y casi no interrumpidas de aquel país no
han podido realizar. He aquí, señor Ministro, las ventajas efectivas que me
resultarían aceptando la misión con que se me honra; pero faltaría a mi deber
si no manifestase igualmente que, enrolado en la carrera militar desde la
edad de doce años, ni mi educación ni instrucción las creo propias para de
sempeñar con acierto un encargo do cuyo buen éxito puede depender la paz de
nuestro suelo. S i una buena voluntad, un vivo deseo de acierto, y una lealtad
la más pura fuesen sólo necesarias para el desempeño de tan honrosa misión,
he aquí todo lo que yo podría ofrecer para servir a la República; pero S.E. el
señor Gobernador conocerá, como yo, que estos buenos deseos no son suficien
tes. Hay más, y este es el punto principal en que, con sentimiento, fundo mi
renuncia. S.E. al confiarme tan alta misión, tal vez ignoraba o no tuvo pre
sente que después de mi regreso a Lima, el primer Congreso del Perú me nom
bró Generalísimo de sus Ejércitos, señalándome al mismo tiempo una pensión
vitalicia de nueve mil pesos anuales; esta circunstancia no puede menos que
resentir mi delicadeza al pensar que tendría que representar los intereses de
nuestra República ante un Estado a quien soy deudor de favores tan genero
sos y que no iodos me supondrán con la moralidad necesaria a desempeñarla
con lealtad y honor. Hay que añadir, que no hubo un solo empleo en todo el
territorio del Perú que ocupó el Ejército Libertador, en el tiempo de mi mando,
que no fuese quitado a los españoles o poco afectos, y reemplazados por hijos
del país; y esta circunstancia debe haberme hecho una enorme m asa de hom
bres reconocidos, lo que comprueba que, a pesar de mi conocida oposición a
todo mando, no ha habido crisis en aquel Estado sin que muchos hombres
influyentes de todos los partidos me hubiesen escrito exigiendo mi consenti
miento p ara ponerme a la cabeza de aquella República. Con estos anteceden
tes ¿cuál y que crítica no debería ser mi posición en Lim a? ¿Cuántos no tra
tarían de hacerme un instrumento ajeno de mi misión y en oposición a mis
principios? En vano yo opondría a este proceder una conducta firme e irrepro
chable; me sucedería lo que a mi llegada a Mendoza, en el año 23, que los
enemigos de la administración de Buenos Aires, en aquella época, me presen
taban como el principal agente de la oposición, a pesar de la distancia que me
separaba de la Capital y de la conducta la más imparcial. He aquí, señor
Ministro, las fundadas razones en que, por primera vez y con sentimiento mío,
me veo obligado a no prestar mis servicios a la República y que espero se
servirá V.S. elevarlas al conocimiento de S.E. el señor Gobernador, protestán
dole al mismo tiempo, mi más vivo y sincero reconocimiento a la alta confian
za que me ha dispensado."
- 116-
A lb erd i intentó neutralizar el alto im pacto del nombramiento
de San M artín, atacándolo en el periódico que escribía
- 117-
nuestos contra éstos: Manuel Godoy (favorito del Rey de España Carlos
IV y de la Reina maría Luisa)- Bonaparte-Itúrbide-Sucre-Santa Cruz-
Bolívar, a quien le endilgó:"Gloria y tremenda muerte y/o decadencia",
para emprenderla enseguida contra San Martín, endilgándole:
“San Martín. Envanecido con glorias que debió a la suerte y a los esfuerzos de
otros, quiere hacer en Lima lo que Bolívar intentó en Colombia con mayor
caudal de poder, de riquezas, de recursos, y de prestigio. Conoce su error, y en
la disyuntiva de mandar como absoluto o reducirse a la nulidad, elige este
segundo partido, abandona la tierra, se va a disfrutar lo que la buena suerte
le dió en doce años de afanes: deja a sus compañeros corriendo los azares de
las conflagraciones políticas; y vive contento de no haber marchado hasta el
pináculo de la gloria, cuyo término dudoso o no era para su corazón, o no
supo continuar."
Firmada- Le Blanc."
- 118 -
Entre las “noticias” incluye: “Buques con emigrados van a apoyar
la revolución del Sur. [...] Un empréstito de doscientos mil duros para
la revolución de Buenos Aires. [...] Nómina d élo s que se unirán a la
revolución del Sud: Generales Iriarte, Félix Olazábal, Juan Lavalle,
Enrique Martínez, Ferré; Castelli [. . J ”26
26 AGN. Hemeroteca.
27 Ibídem nota N 25.
28 Ibfdem nota N 6, p, 272.
- 119-
. ■.&?
- 120-
el 15 de junio de 1840, en que Lavalle atacó a Echagüe en sus posiciones
con artillería y con la masa de sus fuerzas al día siguiente, sufriendo
la pérdida de una parte de la división de caballería, como 500 hombres
entre muertos y heridos y prisioneros, gran cantidad de armamento,
sus caballadas y maestranza. A Echagüe sólo se le dispersó una fracción
de la caballería. Encerrado contra el Río Paraná, Lavalle decidió reti
rarse de Entre Ríos y anticipar su expedición a Buenos Aires. Entre el
20 y el 22 de junio de 1840 se embarcó en Punta Gorda en la escuadra
francesa, sin mayor oposición de Echagüe. Allí estaba el General Paz
que había huido de Buenos Aires el 3 de abril de 1840 y que constató
la indisciplina del Ejército de Lavalle, con quien acordó ir a Corrientes
a organizar un ejército30.
Para completar la situación general en la Confederación, es nece
sario consignar que a principios de 1840, creyendo en la lealtad del
General Gregorio Aráoz de Lamadrid, Rosas le había dado la misión
de recuperar en Tucumán el armamento que Buenos Aires envió para
la guerra contra Santa Cruz. En cambio, el enviado se puso de acuerdo
con el Gobernador Piedrabuena, con el Presidente de la Legislatura
Marco Avellaneda, el 7 de abril de 1840, y enseguida con los gobiernos
de Salta, Catamarca, La Rioja y Jujuy, para retirarle a Rosas la au
torización de dirigirlas relaciones exteriores y desconocer su autoridad,
principal exigencia de los franceses, sin olvidarse de comunicar a Lava
lle lo actuado. Esto fue llamado “coalición o liga del Norte”.
La flota francesa transportó al Ejército de Lavalle por el Parana
hasta costa Norte de Buenos Aires. Un éxito inicial en el Tala, San
Pedro, permitió a Lavalle hacerse de abundantes caballadas para sus
3000 hombres, abriéndosele así el camino de la Capital, el 5 de agosto
de 1840, rodeado por la exploración argentina al mando del General
Angel Pacheco. Rosas, sin perder la cabeza, organizó la resistencia con
sus fuerzas regulares bien disciplinadas, frente a las de Lavalle que,
por su licencia e indisciplina, se parecía cada vez más a las montoneras.
Con los saqueos y violaciones, la marcha de Lavalle se hizo muy lenta,
pero también porque éste esperaba la llegada del Almirante francés
Baudin que, según informes de Montevideo, había zarpado en junio de
1840 con 36 buques de guerra y 100 transportes con ejército de 6000
hombres que, previo bombardeo de Buenos Aires, desembarcaría direc
tamente en el Retiro. Con algunas escaramuzas intermedias, Lavalle
llegó a la Guardia de Luján (actual Mercedes) y luego a Merlo el 5 de
septiembre de 1840, empleando un mes para marchar unas 40 leguas
(200 km). Para dar una idea de velocidad, puede recordarse que San
Martín en la campaña de San Lorenzo (28 de enero al 13 de febrero de
- 1 21 -
1813) en el mismo terreno, desde Buenos Aires a San Pedro, empleó
cuatro días. Claro que ésta fue la marcha forzada de caballería más
rápida en la historia militar del mundo!
En Merlo, Lavalle se enteró que el primer ministro francés Thiers
había sido relevado por Guizot, y que, en lugar de enviar una flota para
atacar a Buenos Aires, éste había despachado al Almirante Mackau
para firmar la paz con la Confederación Argentina. Entretanto, Rosas
cerraba el cerco estratégico sobre Lavalle: el gobernador de Santa Fe
Juan Pablo López con el general Oribe habían cruzado el Arroyo del
Medio; las milicias del Sud y del Oeste aumentaban su hostilidad; sus
partidas interceptaron una carta de Rosas a uno de sus jefes donde
detallaba las fuerzas listas para entraren combate elevando su número
estudiadamente a 18.000 hombres. Lavalle decidió abrirse camino ha
cia Santa Fe para tomar contacto con Corrientes, Montevideo, la es
cuadra francesa y la coalición del norte.
El gobernador santafesino, siguiendo Ja táctica tantas veces em
pleada por su hermano el General López, se retiró al Chaco santafesino,
Lavalle lo siguió pero luego decidió atacar a Santa Fe el 23 de septi
embre de 1840, defendida por el General Eugenio Garzón, hasta que
no tuvo más munición ni fuerzas. Sólo se rindió el 29 de septiembre de
1840, cuando se les aseguró los honores de la guerra a los prisioneros,
que Lavalle no cumplió, y cuando estaban por se fusilados todos los
oficiales de guarnición rendida, cayó como un rayo en el campamento
de Lavalle la noticia de la Convención celebrada entre la Confederación
Argentina y Francia (convenio Mackau-Arana), a salvo el honor na
cional ya que la flota francesa se retiraba del bloqueo y de la guerra,
entregando la Isla Martín García y los barcos apresados, satisfaciendo
Rosas las exigencias razonables de los adversarios. Era el 29 de octubre
de 1840. Las fuerzas de López y Oribe hostilizaban decididamente a
Lavalle.
Mientras tanto, la Coalición del Norte, después de sus primeros
descalabros en Tucumán y Santiago del Estero, consiguió hacer pie en
Córdoba donde el General Lamadrid entró con su Ejército el 11 de
octubre de 1840, donde se produjo un golpe de estado aprovechando la
ausencia del Gobernador Manuel López, que se encontraba en la cam
paña reuniendo sus fuerzas. Lavalle, al enterarse de estos hechos, le
pidió a Lamadrid se le incorporase con sus fuerzas en el Quebrachito,
en el límite entre Córdoba y Santa Fe, o por lo menos le remitiese tres
mil caballos, pues su ejército estaba casi a pie, pues en Santa Fe había
perdido la mayor parte de los veintitantos mil caballos que llevó a Bue
nos Aires, ya que en las condiciones en que se encontraba no podría
desprenderse de Oribe que lo perseguía. Pero no tuvo noticias de La
madrid, ni tampoco lo encontró el 28 de noviembre de 1840 al llegar al
Quebrachito o Quebracho Herrado (185 km. E. de Córdoba), cuando
- 12.9 -
Oribe le picaba la re
taguardia con su van
guardia, que a la una de la
tarde de este día atacó la in
fantería de Lavalle, y poco
después a todo su Ejército,
de cinco mil hombres, lo ro
deó y lanzó una formidable
carga que en dos horas de
dura lucha destruyó a La-
valle que perdió en la ba
talla 1300 hombres entre
muertos y heridos, cerca de
600 prisioneros, de los cua
les 60 eran jefes y oficiales,
toda su artillería, bagajes,
parque," correspondencia,
etc. Con los restos disper
sos que le quedaban, Lava
lle se dirigió a Córdoba por
el Tío (130 km. E. de Cór
doba). El triunfo en esta ba
talla de Quebracho Herra
do sumado al éxito diplo
mático de Rosas con la Con
venciónJMackau-Arana, fueron una resonante victoria de la Confed
eración Argentina en la guerra contra Francia y sus aliados unitarios.
Restaba aún aniquilar a la Coalición del Norte31.
- 123-
parlamentarios que resultó en el nuevo gabinete constituido el 1 de
marzo de 1840, presidido por Thiers, en tanto la situación internacional
prometía éxitos en el Cercano Oriente y en el Plata, hasta fines de julio
de 1840, cuando la flota francesa transportó a Lavalle y lo desembarcó
en Buenos Aires. Thiers llamó al Almirante Baudin, el primer marino
de Francia consagrado por la intervención francesa en Méjico en 1839
por ser el que dirigió el bombardeo y conquista del fuerte de San Juan
de Ulúa. Thiers le dio la misión de tomar a sangre y fuego a Buenos
Aires, y éste hizo los preparativos, pero el primer ministro fue sorpren
dido por los acontecimientos en la cuestión de Oriente. El tratado del
15 de julio de 1840, que excluía abiertamente a Francia del acuerdo
europeo, fue consumado sin su consentimiento a la vista de Guizot, su
rival y su embajador en Londres, quien fue el primer engañado en
aquella cuestión. En presencia de la coalición que amenazaba a Francia,
obligó a Thiers a prepararse para la guerra en Europa. Pero ni el rey
de Francia, ni la mayoría del consejo de estado participaban de aquellos
pensamientos belicosos, y después de seis meses de agitaciones sin re
sultado, Thiers se retiró el 29 de octubre de 1840, dejando el campo
libre a Guizot32. Así se explicaba la desaparición de Baudin de la escena
y la misión pacificadora del Vicealmirante barón de Mackau en su re
emplazo, como se ha visto.
Este año registró para San Martín un hecho muy especial: el festejo
del 25 de mayo de 1840 en Grand Bourg, en una reunión de conspicuos
personajes de la historia rioplatense, como testimonio Juan Andrés
Gelly -cuyas referencias biográficas consigné en Gladius N 21, página
70- quien en carta a su amigo Andrés Lamas-que dirigía el pasquín El
Nacional, donde, como se ha visto antes, Alberdi atacó al Padre'de la
Patria alevosamente- relató lo siguiente:
“[...] Hemos celebrado hoy en la casa de campo del General San Martín el
trigésimo aniversario de I810:el General Pueyrredán, San Martín, Ellauri,
yo, y el hijo de Pueyrredán, éramos los únicos que habíamos en esta tierra tan
lejana, y extraña, que pudiéramos celebrar este día: en él hemos bebido a la
memoria de todos los amigos del país33.
- 124 -
extraviados, eran sus paisanos, y San Martín llegó a cumplir el mandato
de Cristo de amar aun al enemigo.
En abril y mayo de 1840 prosiguió la correspondencia iniciada en
1839 con el Capitán de Navio Gabriel Lafond de Lurcy que estaba es
cribiendo la crónica de sus viajes por el mundo, y que había estado al
servicio de la Marina Peruana durante el Protectorado de San Martin,
aunque éste no lo podía recordar, dada la diferencia de cargos, como lo
expresó el mismo Lafond en su primera cara del 5 de septiembre de
1839.
“[ ] Muy joven al servicio de la Marina peruana con el grado de oficial, des
pués de la toma del Callao 121 de septiembre de 1821 ¡tengo demasiadosIpo
cos / títulos con el Protector de la República para que él se acuerde de mí."
Gabriel Lafond
4, Plaza de la Bolsa
“Mi general:”
“He recibido su muy amable carta del 3 del corriente y fe doy las gracias por
todo lo que Ud ha tenido la bondad de mandarme. [—P i
- 125 -
Estas pruebas documentales son necesarias tener en cuenta, en
vista de las largas polémicas que se han suscitado entre historiadores,
con motivo de la publicación del Tomo II de la obra de Lafond que
trataré más adelante, en el momento cronológico oportuno. Por ahora
sólo diré que la correspondencia de Lafond prosiguió en 1841.
El General Miller le escribió el 5 de marzo de 1841, desde Londres,
a su regreso del Perú, vía Méjico y los Estados Unidos de América. San
Martín le contestó de inmediato desde París el 11de marzo de 1841, con
palabras de consuelo, respeto y amor para su ex-subordinado que aca
baba de haber sido dado de baja del Ejército del Perú:
“París, 11 de marzo de 1841.”
“N ada me sorprende el que Ud haya sido borrado de la lista militar del Perú:
desgraciadamente, los nuevos estados de América no saben apreciar a los
hombres que, como Ud, han derramado su sangre por su independencia y
libertad sin mezclarse en disensiones, y sólo obedeciendo a la autoridad cons
tituida por la ley. No, mi amigo; no es esta conducta la que se busca; para los
gobiernos de América es necesario ser un hombre de partido, tomando una
parte activa en todas las intrigas y manejos que son consecuentes a tal situa
ción; pero consuélese Ud, mi buen amigo, con la idea de que todos los hombres
de bien de los Estados de Sud-América sabrán valorar la noble y brava con
ducta del General Miller, sin que sus enemigos puedan jam ás despojarlo de la
gloria que ha adquirido a esfuerzos de su valor y honradez.”
- 126 -
“Mercedes y Balcarce me encargan un millón de recuerdos para Ud; por mi
parte, yo puedo asegurarle que mis sentimientos son los mismos que siempre
le ha profesado este viejo amigo y antiguó compañero
- 127 -
lo derrotó completamente y Lamadrid tuvo que pasar la cordillera de
los Andes nevada a Chile. Casi simultáneamente, el 19 de septiembre
de 1841, en Famaillá, a 34 km S.O. de Tucumán, Oribe aniquiló a
Lavalle en un combate de una hora donde se enfrentaron efectivos casi
equivalente en número pero los federales impusieron su mayor capaci
dad combativa. Oribe llevó la persecución a fondo. Marco Avellaneda
fue aprehendido, sometido a proceso, probada su participación en el
asesinato de Heredia, fusilado y degollado. Lavalle en Salta ordenó
fusilar a Boedo, Pereda y Chaves; llegó a Jujuy y se hospedó en la casa
de Bedoya, cayendo muerto en el patio cuando una patrulla federal
abrió el fuego sobre la puerta, el 9 de octubre de 1841. Sin embargóla
guerra contra los colonialistas y sus aliados no terminó, por las opera
ciones del General Paz en la Mesopotamia, en el mismo año de 184139.
En efecto, el General Paz organizó e instruyó, con el apoyo del
Gobernador Ferré, en Corrientes, un Ejército de 3000 hombres que
condujo al triunfo sobre las fuerzas del General Echagüe en Caaguazú
el 28 de noviembre de 1841. Pasó Paz a Entre Ríos y en Paraná se hizo
nombrar gobernador, aliándose con el gobernador de Santa Fe Juan
Pablo López para proseguir las operaciones contra Buenos Aires. Pero
el correntino Ferré no estaba de acuerdo en que el Ejército de su pro
vincia pasara el Río Paraná y le quitó el mando a Paz, quien finalmente
pasó a Montevideo. Urquiza se había retirado a la Provincia de Buenos
Aires, y Rivera cruzó el Río Uruguay para ocupar Entre Ríos e hizo un
convenio con Ferré para constituir el Ejército de la Mesopotamia con
el que soñaba anexar las provincias al Este del Río Paraná al Estado
Oriental. Para consumar este despojo contra la Argentina, se unieron
los unitarios liberales y todas las fuerzas antinacionales a los agentes
de Francia e Inglaterra que se movieron velozmente para evitar el cho
que ya que las fuerzas federales de Oribe marchaban hacia el litoral a
principios de 1842. Esta vez la potencia europea que dirigía la maniobra
no era Francia sino Inglaterra, que no quería aliados en ambas már
genes del Plata, sino que para eso había creado el Estado Oriental en
1828,- como se ha visto en g l a d i u s N2 20 y 21- con la complicidad de
Rivadavia y de la facción liberal40.
Por otra parte, desde mayo de 1841, el Almirante Brown que
derrotó con la escuadra argentina a la flotilla de Rivera frente a Mon
tevideo, ofreció las seguridades más amplias al comercio marítimo de
Inglaterra y de los Estados Unidos de Norteamérica, y a fines de 1841
dominaba triunfante las aguas del Plata41.
- 128 -
El Ejército de Oribe regresó del inte
rior y se lanzó sobre la ciudad de Santa Fe;,
una división al mando del Coronel Andrada
chocó con las fuerzas unitarias sobre el Río
Salado y las derrotó completamente el 16
de abril de 1842 retirándose a Corrientes
Juan Pablo López con unos 500 hombres,
haciéndose cargo de la Gobernación santaf-
esina el General Pascual Echagüe. Oribe
empezó a franquear el Río Paraná. Para di
ficultar estas operaciones, Rivera ordenó a
Garibaldi que con la escuadra de cinco bar
cos disputara al Almirante Brown el domi
nio de las aguas del litoral, desde fines de
junio de 1842. Para poder pasar por Martín
García, Garibaldi, en acto típico de pirata,
enarboló el pabellón argentino, y logró lle
gar al Paraná, navegando aguas arriba, pe
ro Brown lo persiguió y lo alcanzó en la isla
Costa Brava, situada a mitad del camino
entre La Paz y Esquina (ambas de la Pcia. de Corrientes) y entre el 15
y 16 de agosto de 1842, el Almirante argentino aniquiló, en el Combate
de Costa Brava el poder marítimo de Rivera, huyendo Garibaldi a pie
con los que le quedaron. Fructuoso y la Comisión Argentina de Mon
tevideo presionaban para lograr la intervención armada de Inglaterra
y Francia, empezando con un intento de mediación.
El general Oribe, reunidas sus fuerzas al Este del Paraná, inició
sus movimiento hacia el Río Uruguay el 14 de noviembre de 1842, al
encuentro del Ejército de Rivera, quien había cruzado el Río Uruguay
para reunirse con las tropas de Corrientes y de Santa Fe, al Sud de la
desembocadura del Arroyo Grande (40 km al Sud de la actual Concor
dia). Rivera, engañado por un ardid de Rosas, estaba seguro de su
triunfo porque creía que Oribe no había.ppdido cruzar sus caballadas
por el Tonelero y estaba en inferioridad de medios. Por el contrario, el
Ejército de Oribe, fuerte de 8500 hombres, tenía una masa de caballería
muy bien montada, y estaba perfectamente instruido y conducido. El
encuentro con el Ejército de Rivera, de 8000 hombres de inferior ca
pacidad combativa, se produj o el 6 de diciembre de 1842 sobre la margen
derecha del Arroyo Grande que dio nombre a esta batalla decisiva donde
Rivera fue aniquilado, especialmente en la persecución que lanzó Oribe
con 4000 hombres de caballería en todas direcciones y que acuchillaron
los restos de la caballería unitaria42. Oribe cruzó el Uruguay y el 16 de
febrero de 1843 puso sitio a Montevideo, estableció su Cuartel General
en el Cerrito de la Victoria enarbol4ando el pabellón argentino. Así se
- 129 -
inició lo que se conoce como la Guerra Grande que se extendería hasta
el 8 de octubre de 1851.
De esta manera Rosas desbarató, uno tras otro, los movimientos
antinacionales y antiamericanos de Rivera, desatados por la guerra de
Francia contra la Federación Argentina. En cambio, la alianza de Rosas
con los orientales de Oribe, tenía la base legítima de la restauración
de la ley, el respeto de la tradición y la independencia americana contra
toda agresión extranjera.
Había llegado la ansiada paz, pero apenas despejado el horizonte,
aparecieron nubes negras de tormenta en el Río de la Plata: Inglaterra
quería el libre uso de nuestros grandes ríos para comerciar especial
mente con el Paraguay, y estaba dispuesta a conseguirlo aunque fuera
a cañonazos.
- 130 -
este año de 1841, lo condujo del modo que él mismo describió en carta
aMiller:
"Grand Bourg, 30 de junio de 1841.”
“Querido amigo:”
- 131 -
Sobre estos admirables hechos, el Padre Sáenz entrará en detalles
cuando desarrolló el Capítulo Séptimo. La Militancia Contrarrevolu
cionaria, donde bajo el subtítulo: Los héroes de la Vendée, escribió:
*C u an do M ons, P ie p red ica sobre esta guerra, hacía m enos de un siglo que la
noble tierra d e la Vendée h abía sid o regada con las lágrim as y la sangre d e
sus hijos, ardientes en com batir p o r el m antenim iento de su fe religiosa, y su
fid elid a d nacional, contra la R evolución descreída, traidora al D ios y al R ey."
“[...] Una excelente ocasión se le p resen tó a M ons. Pie para exaltar los valores
religiosos y patrióticos d e la g esta de la Vendée y fu e el elogio fú nebre que
d eb ió pronu n ciar en hom enaje a la m arquesa d e Rochejaquelein, esposa d e
u n o de los principales héroes d e esa epopeya. El hecho que la región d e Vendée
se encuentre d entro d e la diócesis d e Poitiers, constituía sin duda un elocuente
incentivo p ara el Obispo d e dicha sede. L a m ism a tierra que vio p erecer el
arrianism o bajo los golpes d e C lodoveo y qu e derrotó al islam ism o bajo la
m ano d e hierro d e Carlos M arel, perm anecería intrépida en su fe durante
aquellos días d e defección casi universal. f...T’
"Y com ienza P ie a tejer el elogio d e la hazaña, pid ien do prestada su palabra
a un g ra n hom bre d e estado, e l rey D a vid [...]. C om batiendo la revolución
contra D ios y contra su Cristo, lo qu e en últim a instancia quería rom per era
las cadenas d e Dios, el y u g o de C risto [...]. La revolución d ijo a Cristo:
Retírate, n o querem os sa b er d e tus cam inos [...]. Y a s í se hizo. E l p a cto a n
tiguo fu e declarado nulo, la vieja alianza entre la religión y la sociedad, entre
el Cristianism o y Francia, qu ed ó cancelada [...]. E l D ios que estaba en las
leyes, en las instituciones y en las costum bres, fu e expulsado, se p roclam ó él
d ivorcio entre la constitución y el Evangelio, la ley fu e secularizada, y se re
solvió qu e el espíritu d e la nación m oderna se independizaría enteram ente del
espíritu d e Dios [...]. D ios tenía sobre la tierra tem plos m ajestuosos, coronados
con el sign o d el Redentor d e los hom bres; tales tem plos fueron derribados,
clausurados, convertidos en depósitos o fáb ricas; la cruz de C risto fu e quitada
o suplida p or signos vulgares f..J. D ios tenía en la tierra días que le perte
necían especialm ente, días qu e se había reservado p a ra sí, y que hasta enton
ces habían sid o respetados p o r todos los siglos y pu eb los; tales días perdieron
su sacralidad [...]. D ios tenía sobre la tierra representantes y m inistros suyos,
qu e hablaban de E l y lo recordaban a los pu eb los; fueron a p a ra r a las p risio
nes, el exilio, la horca, el mar. N o es a ellos a quienes rechazaban sin o a Dios,
en cuya persona ellos actuaban [...]. Y a sí conculcaron los derechos de Dios,
n o quedando en p ie sino los derechos d el hom bre. O, mejor, el h om bre fu e
declarado D ios, su razón fu e el nuevo C risto y la nación la nueva Iglesia.”
"Ante una m asacre sem ejante era im posible q u e d e los corazones nobles n o
brotase la reacción condigna” ’A cá se ubica, herm anos míos, la lu ch a gigan
tesca d e vuestro país. N o se la llam e g u erra civil, guerra política, gu erra so
cial; d ebe ser calificada según el m otivo principal y determ inante qu e le dio
nacim iento. M e rem ito a los m ism os generales enem igos, qu e en sus despachos
y correspondencia oficial, llam an a esta gu erra la guerra santa, y a este ejér
cito el ejército cristiano, el ejército católico.” '.
-132 -
"El pu eb lo de la Vendée, prosigue el Cardenal, am aba a su rey, am aba a su
patria y sus instituciones, lo cual no es ciertam ente un crim en. E l m ism o N a
poleón expresaría lu ego la conveniencia de m andar a todos sus súbditas a la
escu d a de la Vendée para que allí aprendiesen los deberes que un pueblo tiene
para sus gobernantes. Los vendeanos no consideraban la Patria com o algo
abstracto, sino com o algo que s e en cam ab a en un padre, que es a sí com o m i
raban al rey. Pues bien, la revolución había hecho rodar la cabeza del padre
en el cadalso. Pero p or encim a d e este m otivo había otro, m uy superior, la fe
conculcada, D ios preterido, a quien ese pu eblo reservaba siem pre el p rim er
lugar, y a que era la prim era majestad. [...]”■
"Al ver a sí tocada su fe, sus templos, sus sacerdotes, la ortodoxia mism a, c o
m enzó la resistencia. La revolución creyó conjurarla enviando a ese pu eblo
sacerdotes intrusos qu e le celebrasen la M isa. P ero el pu eb lo tenía ese olfato
que da el instinto sobrenatural y sin más los rechazó. Com enzó entonces la
guerra, larga y terrible. Pie rescata algunas anécdotas adm irables. Un cam
pesin o vendeano se estaba batiendo largo rato con los gen da rm es; había reci
bido m ás de veinte sablazos cuando oyó que el gen darm e le gritaba: ¡E ntré
gate!, a lo que él, y a agonizante, respondió: ¡Entrégam e a m i D ios!, tras lo
cual expiró. Este diálogo entre la revolución que p id e la rendición y la Vendée
qu e exige la devolución de Dios constituye el resum en m ás patético de los siete
años de guerra, de las 17 grande batallas de línea, d e todas las hazañas com
parables a los más altos hechos d e armas d e la antigüedad.”*6
- 133 -
Vena nosotros Señor, porque el día ya declina y la noche, concubina
de traidores y nodriza de malicias, está poblando de sombras lo que
una vez, luz fuera cristalina.
Como los discípulos de Emaús, extrañamos y necesitamos Señor
tu develada presencia. Ven a vencer otra vez a las tinieblas, y danos eí
gozo de escuchar el AMÉN de tu triunfo, y contemplar el mundo recreado
y reordenado y ver que ya todo es bueno y está bien, para siempre
siempre, siempre, Amén. ’
- 62 -
SAN MARTIN, ROSAS Y LA EPOPEYA NACIONAL
Coronel Héctor J uan Piccinali
“M i vida sigu e com o siem pre, enteram en te aislada en el cam po y sólo re
d ucida a la socied a d d e m i fa m ilia ; p ero este sistem a, qu e p a ra otro sería
in soportable es el qu e h ace m i felicid a d ; lo que pru eba qu e en m uchas c o
sas, la d icha no es un bien real, sino im aginario. / .../ ”2.
- 64 -
‘Grand Bourg, 15 de abril de 1843.
“M i qu erid o am igo:
-65-
A continuación transcribió una triste cuarteta en francés versifi
cada por Federico el Grande sobre la muerte -que sabría probablemente
de memoria, por la ortografía-, y que se puede traducir así:
“...a q u í pu ed en cita rse los versos d el G ran F ederico:
‘En van o tú trabajas, tú corres en la gloria,
Tú m ueres, es un hecho: todo sen tim ien to se extingue.
Tú n o eres n i querido, ni respetado, ni lam entado,
L a M uertk sepu lta hasta vuestra m em oria
6 Ibfdem N8 5 precedente.
7 Ibídem N8 5 precedente.
- 66 -
a b rí su ca rta a p resen cia d e m is hijos y exclam é: No, aún existe la flo r y
nata d el p a triotism o; ellos, q u e no estaban en anteced entes, m e p reg u n ta
ron q u é era lo qu e contenía aquella carta y con m is explicaciones y su j o
coso con ten id o tuvim os u n 'ra to d e lo m ás agradable. L oad o sea D ios que
ha p rolon ga d o sus días, y y o esp ero nos lo continuará a am bos p a ra que
ten ga el p la c er d e a b ra za rlo en su fe liz p a tria , p a ra d on d e y a h ub iera
partido, si la repentin a m u erte d e uno d e m is m ejores am igos, no m e h u
biera d eja do encargad o d e la tutela d e sus hijos y cuyo en ca rgo no m e es
d ado a b a n d on a r sin cu b rirm e d e oprobio y d e la m ás n egra in gratitu d ;
a sí es qu e en el m om en to m ism o que e l m en or d e estos niños llegu e a su
m ayoridad, qu e será d e a q u í a cuatro años, m e d irigiré a C h ile con toda
m i fam ilia, con la firm e resolución d e d eja r en él m is huesos. Un añ o a n
tes d e m i pa rtid a m e p reced erá m i h ijo político, con e l fin d e h acer la a d
qu isición d e una pequ eñ a quinta y ten erm e todo p rep a ra d o p a ra m i lle
g a d a ”.
- 67 -
de cuatro años de lucha, el tremendo sacudimiento interno provocado
en nuestro país por la agresión francesa en alianza con los unitarios.
Oribe no sólo era entonces el General en Jefe interino del Ejército
de Vanguardia de la Confederación Argentina, sino que reivindicaba
su condición de auténtico Presidente de la República Oriental del Uru
guay, del que había sido despojado ilegalmente en 1838 por la fuerza
de Rivera apoyado por irresistibles medios franceses. Pero en 1843, el
triunfo político de Rosas afianzaba la soberanía nacional en ambas
orillas del Río de la Plata, contra las grandes potencias europeas que
se empeñaban para someter a los nuevos estados americanos a un vasa
llaje similar al de los países que colonizaban en Asia o Africa, ponién
dose en movimiento en cuanto vieron el éxito de Rosas.
Esta vez era Inglaterra que dirigía la maniobra, la misma que tema
desde 1806 un Comodoro de Estación en el Plata, con oficinas en Buenos
Aires y Montevideo; la misma que había inventado el Estado Oriental
sobre la Provincia Oriental argentina, para tener una base de opera
ciones para controlar el Río de la Plata desde 1828, segregación a nues
tra soberanía con que culminó la misión Ponsonby en 1828, como se ha
visto en G l a d i u s N2 21.
La política prepotente de los ingleses tenía como objetivo establecer
un nuevo sistema económico que abriera todos los mercados posibles
para la producción industrial británica: era la política librecambista
del primer ministro Roberto Peel que preconizaba la ruptura a cañona
zos donde hubiera oposición. Al respecto, desde principios de 1842, In
glaterra había echado el ojo al mercado paraguayo y la única valla que
se le podía oponer era Rosas, que no aceptó nunca que esa provincia
argentina septentrional fuera segregada al servicio de los extranjeros
fuera Brasil o Gran Bretaña9.
El pretexto para intervenir fue la calidad de mediadores que se
atribuyeron Inglaterra y Francia, entre Oribe y Montevideo, que como
se ha visto, estaba cercado por el primero. Ya el 16 de diciembre de
1842 los representantes de estos países intimaron al Gobierno argen
tino a cesar la guerra, para lo cual los buques británicos y franceses
que estaban en Río de Janeiro bajaron a Montevideo. Mientras tanto,
en el gobierno de esta plaza se debatía la erección de un estado nuevo
independiente con la Banda Oriental, Entre Ríos, Corrientes y quizá
Río Grande del Sud, contra lo que protestó airadamente, entre otros,
el Coronel Chilavert y otros jefes unitarios.
En Montevideo se había hecho cargo de la defensa el General José
María Paz, pero a principios de febrero de 1843, Rivera, que lo detesta-
-68-
T E A T R O D E O P E R A C IO N E S E N E L EST A D O O R IE N T A L
- 69 -
ba, entró en la plaza, donde las posiciones estaban ocupadas por ej
tranjeros en su mayor parte, ya que estos constituían las tres cuar
partes de la población de la ciudad. Para cerrar el cerco, el Gobier
argentino declaró bloqueado el puerto de Montevideo y el 19 de mard|
de 1843 ordenó al Almirante Brown, jefe de la escuadra, no permitirs
la entrada de buques con armas y ganado de consumo ni víveres par,
la plaza, a partir del 1ro de abril de 1843. Pero el comandante navj
inglés comodoro Purvis se dirigió al Almirante Brown que, como er,
bien conocido, hacía un cuarto de siglo que mandaba la Marina argén,
tina, llamándolo “Mr. Brown, súbdito británico al mando de los buquef
de guerra de Buenos Aires”, para decirle “que no toleraría que la e¿
cuadra argentina cometiese acto alguno de hostilidad sobre la ciudal
de Montevideo”, y que además, “cualesquiera buque o embarcación di
guerra existente al mando de un súbdito de S. M. Británica que comé
tiese algún acto de hostilidad contra otros súbditos de S.M.B., seríf
considerado como culpable de piratería y tratado como tal”101.
Esta medida estaba calculada para producir la ruptura de relacij
nes con la Confederación Argentina, ya que la llamada Comisión A|
gentina de unitarios residentes en Montevideo, se había ganado ent
ramente al Comodoro inglés Purvis, explotando su soberbia e ignoran
cia. En cuanto Brown ordenó apresar buques que intentaban burlar |
bloqueo, la flota de guerra inglesa lo impidió cañoneando a la escuadii
nacional. La prensa de los unitarios en Montevideo aplaudió esta afreíl
ta a la Marina argentina. Rosas reclamó ante el cónsul inglés Mendf
ville quien escribió al Comodoro Purvis sobre los graves inconveniente
que traería su proceder, pero todo fue inútil. Reiterando el reclamf
provocó la consiguiente inquietud entre los ingleses residentes en Bul
nos Aires, a los que el Gobierno garantizó su seguridad mientras rej
petaran las leyes argentinas.
La situación rioplatense fue conocida por San Martín a través <
una carta que el General Miller le escribió el 1ro de abril de 1843 des<j
Coldred Dover (Inglaterra), donde, entre otras cosas, le expresó:
/ —/ P arece que el gobierno in glés h a determ in ado h acer esfuerzos pafi
im pedir que R o sa s continúe la g u e rra contra M ontevideo; m á s se tem
que lo g ra rá to m ar posesión de a q u e lla ciu d ad . / .../ ”u .
-70-
m
-72-
de abril de 1844 frustrada por la abrumadora superioridad de las fuer
zas de Oribe.
Las noticias de los ministros argentinos en Londres, París y Río
de Janeiro no dejaban dudas sobre la solapada guerra que se prepara
ban a^esatar en el Río de la Plata. Frente a estos hechos, la serenidad
de Rosas era admirable. Con voluntad inquebrantable siguió impul
sando el perfeccionamiento de las instituciones y trabajos, tanto en la
ciudad como en la campaña, incluyendo las actividades científicas e
industriales. Era el resultado de una administración emprendedora y
-73-
honestísima dedicada al bien común. Rosas trabajaba, de día y de noche,
en su despacho establecido en su casa particular de la calle San Fran
cisco (hoy Moreno), con un único recreo: galopar hasta su quinta de
Palermo que, sobre bañados inútiles, estaba transformando en un ver
gel con calles, canales, plantaciones, y una magnífi ca mansión de recreo,
por supuesto a su exclusivo costo de su peculio. La administración de
la renta pública de la Provincia de Buenos Aires de unos dos millones
de pesos mensuales, fue organizada contal eficiencia que, respondiendo
exactamente al cálculo de recursos que anualmente rendía ante la Le
gislatura, alcanzaba para hacer frente a la guerra por mar y por tierra,
auxiliar a las provincias interiores con dinero y armamento, pagar los
gastos de las legaciones de la Confederación en Londres, París, Wash
ington, Río de Janeiro, Chile y Bolivia, y puntualmente a todos los
empleados públicos, las expensas del servicio público, mantener y pagar
las numerosas tribus de indios amigos que, sujetos a la disciplina mili
tar, ayudaban a guarnecer las fronteras; y hasta afrontar el pago del
servicio y amortización de los fondos públicos con puntual exactitud,
seguridad estricta que explicaba su buen éxito, porque estos fondos
estaban a la par15.
-74-
argentina en París por el yerno de San Martín, Mariano Balcarce y,
como es usual, nadie lo conoció hasta después de la muerte del General
San Martín, el 17 de agosto de 1850, cuando Balcarce remitió a Rosas
copia legalizada el 29 de setiembre de 185016.
El testamento es ológrafo, esto es, escrito de puño y letra por el
mismo San Martín, con gran prolijidad dada su importancia, y a pesar
de la solemnidad de su encabezamiento, donde enumera con detalle
todos sus grados y títulos, el documento tiene una destinataria única,
su hija Mercedes de San Martín, a quien declara su heredera universal
y encarga ejecutar su expresa voluntad en las cuestiones que explícita,
es pues, un documento familiar y personal. No lo fue ante escribano
público como era de uso en Hispanoamérica y, por tanto, no responde
al formulario usual con las invocaciones de la Iglesia Católica como se
puede apreciar en la mayoría de los testamentos de la época, aún en el
de Bernardino Rivadavia que hizo hacer por escribano público en
Cádiz17, siendo notoria su filiación masónica y haber perseguido a la
Iglesia, destruyendo sus órdenes religiosas en Buenos Aires y apode
rándose de sus bienes18.
El testamento de San Martín es como un parte de guerra escrito
sobre el parche de un tambor al término de la lucha, donde se pondera
ban las acciones heroicas de los más valientes, capaces y merecedores
de distinción. Así condecoró a Rosas con el máximo galardón, el sable
glorioso, por la epopeya nacional sin ayuda de nadie -como la llamó el
gran Julio Irazusta- y que para San Martín tuvo tanta importancia
como la guerra de la independencia sudamericana contra España. Es
un testimonio de amor: a Dios, a la Patria, a su familia paterna en su
hermana mayor y a sus seres más queridos: su hija, su hijo político y
sus nietitas.
Este documento no sufrió modificación alguna durante más de seis
años que aún vivió en esta tierra el Libertador, sino que la actitud de
Rosas durante ese lapso mereció la permanente aprobación de San
Martín, como se verá en su correspondencia que trataré cronológica
mente. Sin embargo, no pudo dejar de mencionar que, cuando se hizo
público el legado del sable glorioso a Rosas, los unitarios volvieron a
atacar la memoria venerada del Padre de la Patria, difundiendo pérfi
das mentiras sobre su senilidad inventada para intentar neutralizar
la lucidez y sinceridad de nuestro más grande argentino.
16 José Pacífico Otero. H istoria del L ibertad or Don J o s é de S a n M artín . Bs. As.,
1978. Tomo 89, p. 111.
17 Ricardo Piccirilli. R iv a d a v ia y su tiempo. Bs As, 1942, p. 349.
18 Guillermo Gallardo. L a política religiosa de R iv ad av ia. Bs As, 1962.
- 75 -
TESTAMENTO OLOGRAFO DE SAN MARTÍN
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r . - r i /) ; '? ¿ 7 7« X ry: : ¿ íi 7 l - l e n r í o - ' í 7 ' / m - - |
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-76-
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-77-
Después, San Martín se fue recuperando de su dolencia. El 6 de
marzo de 1844 le escribió al General Joaquín Prieto desde París:
“/.../ Mi querido amigo:"
- 78 -
sino también que poseyendo un carácter observador no se dejará deslum
brar por las apariencias de una civilización avanzada y sólo adoptará
las que sean más apropiadas a su patria.”
“Me dice Ud que su país marcha bien, pero con mucha lentitud. No olvi
de Ud., mi buen amigo, el proverbio italiano, Piano, Piano se va a Sanno
Iprobablemente por lontano I . L a marcha de todo Estado es muy lenta, si
se precipita sus consecuencias son funestas. S i yo viese a su afortunada
patria d ar oídos a los visionarios, y precipitar las reformas, confieso a
Ud. que me alarm aría por su futura suerte; tenga Ud presente la que se
siguió en Buenos Aires -por el célebre Rivadavia- que empleó en sólo
madera p ara hacer los andamias para componer la fachada de lo que
llaman Catedral, 60 mil duros, que se gastaron ingentes sumas para con
tratar ingenieros en Francia, y comprar útiles para la construcción de un
canal de M e n d o z a a B u e n o s A ir e s , que estableció un banco en donde
apenas había descuentos, que gastó 100 mil pesos para la contrucción de
un pozo artesiano a l lado de un río y en medio de un cementerio público
-y todo esto se hacía cuando no había un muelle para embarcar ni de
sembarcar los efectos, y por el contrario, deshizo, y destruyó el que había
de piedra, y que había costado 600 mil fuertes en tiempo de los españoles,
que el Ejército estaba sin pagar y en tal miseria que pedían limosna los
soldados públicamente- en fin que estableció el papel moneda que ha sido
- 79 -
l a ru in a d e l crédito de a q u e lla R e p ú b lic a y la d e lo s p a r tic u la re s -sería
no a c a b a n * i se en um erasen l a s lo c u ra s d e aq u el vision ario , y l a a d m ir a
ción de un g r a n n úm ero de m is co m patriotas- creyendo im p ro v isa r en
B u en o s A ire s l a civilización eu ropea con sólo los decretos qu e d ia ria m e n
te lle n a b a lo que se lla m a b a A rch ivo o ficial. Yo espero que C hile se g u irá
la m a rc h a s ó lid a que h a em pren dido, y que s u s reform as l a s h a r á con
p a s o de to rtu g a .”
J o s é de S a n M artín .”23
- 80 -
dad. Pero cuando Urquiza se dio cuenta que Rivera con 3.000 hombres
se dirigía a apoderarse del pueblo de Minas (60 Km N. de Maldonado,
algo más de 100 KmN.E. de Montevideo), intentó interponerse y Rivera,
reunidas ya todas sus fuerzas que ahora alcanzaban a 4.000 hombres
organizó una posición el 26 de marzo de 1845 en los campos del extenso
Arroyo de India Muerta (65 Km O. del Chuy). Al salir el sol del día
siguiente 27 Urquiza atacó con sus escuadrones entrerrianos y, después
de una hora de lucha encarnizada, lo derrotó completamente, perdiendo
Rivera unos 400 muertos (más de 30 jefes y oficiales), 500 prisioneros,
el parque, caballadas, toda la correspondencia, su espada con los res
pectivos tiros y hasta las boleadoras24. La retirada fue bien apurada y
Rivera volvió a repasar el Yaguarón, quedando bajo la protección de
las autoridades brasileñas. Esta victoria destruyó para siempre la in
fluencia militar del director oriental de la guerra contra Rosas.
El General Oribe intimó rendición a la plaza de Montevideo en
mayo de 1845 y como fue inútil, se dispuso a tomarla por asalto. Pero
los Almirantes Inglefield y Lainé impusieron a Oribe que no permitirían
hostilidades contra dicha plaza, y desconociendo el derecho de bloqueo,
abastecieron a Montevideo de abundante munición y material de gue
rra. Todo ello apoyado en formidables fuerzas navales con un total de
6 fragatas (3 inglesas), 2 corbetas francesas, 8 bergantines (3 franceses)
y 4 vapores (2 franceses), con un total de 416 cañones (282 franceses)
y 3.540 hombres (2.230 franceses)25, en el momento que llegaban los
ministros Ouseley y Deffaudis, con hipócritas pretextos de “paz y amis
tad” y “restablecer la independencia del Estado Oriental”. A la expec
tativa, estaba la Escuadra Brasileña con 5 corbetas, 1 bergantín, 1
goleta y 1 patacho con 146 cañones y 1150 hombres, en el Río de la
Plata.
Ouseley, basado en órdenes del primer ministro inglés Lord Aber-
deen, exigió al gobierno argentino que retirara sus fuerzas militares
del territorio oriental y levantara el bloqueo de Montevideo, autorizado
para usar la fuerza para lograrlo, así como la ocupación de la isla Martín
García y la ‘libre” navegación de los ríos interiores de la cuenca del
Plata. Lo mismo hizo el primer ministro francés Guizot con respecto a
Deffaudis. Con estas intimaciones se iniciaba la agresión anglo fran
cesa, con el apoyo brasileño, ante cuyo poder temible, Rosas estaba solo.
El caudillo argentino acababa de ser reelecto Gobernador de Bue
nos Aires por una Legislatura compuesta por los hombres de las prin-
eipalesfamilias de Buenos Aires, distinguidos por su honradez, talentos
-81-
y servicios prestados a la Patria26. El encargado de los negocios de los
Estados Unidos William Brent intentó mediar a fines de mayo de 1845,
pero no fue considerado por los europeos. Las reuniones diplomáticas
se sucedieron hasta que el Ministro argentino de Relaciones Exteriores
Arana los desenmascaró echándoles en cara en nota del 15 de julio de
1845 que las medidas anunciadas entraban eh el terreno de las agresio
nes contra un gobierno amigo, y tanto Gran Bretaña como Francia
adquirían el carácter no de mediadores sino de beligerantes. Mientras
tanto, desembarcaban infantería inglesa y francesa para ocupar las
posiciones defensivas de Montevideo el 22 de julio de 1845, y fueron
secuestrados los buques de la Escuadra Argén ti na por las flotas anglo
francesas.
Ante el ultimátum de los ministros extranjeros, Rosas, sin hesitar,
les mandó extender los pasaportes, es decir, los expulsó de Buenos
Aires, y éstos se instalaron en Montevideo, donde funcionaba el puesto
de comando de la agresión de las dos más grandes potencias del mundo.
La opinión pública unánimemente rodeó a Rosas que, con firmeza in
quebrantable se oponía al avasallamiento por la fuerza y la Confede
ración Argentina respondió t.n la guerra a la guerra que planteaban
los europeos.
-82-
defin ido, y p o r consiguiente p e rju d ic ia l a los intereses de los b eligeran tes
y n e u trale s.*2728
h28
J o s é de S a n M artín
Rosas no le pudo contestar sino más tarde, teniendo que afrontar
los candentes acontecimientos de la guerra desatada, para defender la
independencia americana, inspirándose para ello en el alto ejemplo
sanmartiniano, como se lo dirá más tarde al propio protagonista de la
magna gesta. Porque en el centro de la lucha, el benemérito Almirante
Brown fue apresado el 2 de agosto de 1845 con la Escuadra Argentina,
después de corta resistencia, atravesados sus buques por la artillería
de grueso calibre de los agresores. La violenta y escandalosa conducta
- 83 -
de las fuerzas navales de Inglaterra y Francia, retempló aún más el
sentimiento nacional argentino. Nicolás Anchorena levantó atronado
ras aclamaciones cuando dijo en la Legislatura de Buenos Aires que
“en esta contienda por la dignidad nacional no había sino argentinos
con la sangre de los del año 1810, o traidores aliados de la intervención”.
Los buques argentinos fueron repartidos entre ellos a la manera
pirata, reforzáronla artillería, izáronla bandera oriental, los tripularon
con extranjeros y los pusieron al mando del aventurero José Garibaldi.
El 30 de agosto de 1845 estos buques, junto con las escuadras enemigas,
enfrentaron la Colonia del Sacramento, le intimaron la rendición que
fue rechazada y después de 4 horas de cañoneo que incendió y arruinó
la ciudad, desembarcaron los ingleses, franceses y Garibaldi, enarbo
lando sus banderas en las murallas, logrando entrar a sangre y fuego,
saqueando e incendiando, e insultaron a la noble dama Ana Monterroso,
esposa del General Juan Antonio Lavalleja, fundador de la indepen
dencia oriental. Las fuerzas del Coronel Montero a cargo de la defensa,
que se había retirado momentáneamente, cercaron la Colonia por
tierra.
Entonces las fuerzas navales enemigas fueron a tomar la isla de
Martín García, que estaba al mando del Mayor Rodríguez con 10 sol
dados viejos y un niño, como defensa simbólica, por lo que se apoderaron
de ella fácilmente el 5 de septiembre de 1845. Los almirantes inglés y
francés con Garibaldi siguieron aguas arriba por el Uruguay y le orde
naron al último el saqueo de Gualeguaychú, que no tenía guarnición
militar, a expensas de los comerciantes extranjeros que eran mayoría.
“Hasta hoy -escribía el General Garzón el 27 de setiembre de 1845,
desde su campamento en el arroyo Grande, al Coronel Hilario Lagos
que defendía la zona de Paraná (Entre Ríos) subordinado al primero-
la escuadrilla salvaje del pirata Garibaldi no ha pasado Fray Bentos;
Pero después siguió hasta Paysandú y Concordia donde fue re
chazado por los Generales Antonio Díaz y Garzón, respectivamente, el
29 de octubre de 1845, aunque finalmente pudo ocupar Salto y some
terla a su sistemático saqueo. Estas situaciones marcaban el preludio
de la verdadera guerra que estaba por empezar. En la Gaceta Mercantil
se podía leer:
“El Gobierno Argentino se halla, pues, en el forzoso caso de repeler una
guerra de abominable conquista angla francesa sobre las naciones ameri
canas. /...
-84-
“L a re p ú b lica en tera acom pañ ó a l G en eral R o sa s en l a lu c h a d e p rin c i
p io s en l a c u a l e sta b a com prom etida no y a l a honra, sin o h a s ta l a in
te g rid a d n acio n al. Los m ilita re s de la s c a m p a ñ a s p o r l a in d epen den cia;
todos los hom bres p rin c ip a le s y a c a u d a la d o s ; todos lo s que p o d ía n lle v a r
un fu sil, ra tific a ro n de m odo inequívoco ese voto. L a s L e g is la tu r a s /d e
to d a s l a s p ro v in c ias, excepto la s do s que defeccionaron (C orrientes y
P a r a g u a y ) I viendo com prom etid a l a in d ep en den cia arg e n tin a , y en alte
cien do a l go b e rn an te que r e sistía l a s a g re sio n e s de l a intervención, le
ofrecieron s u s recursos y p o d e r a l G en eral R o sa s. / ...I L a p re n sa de a m
bos m un dos, con u n a u n a n im id a d inequívoca, s i se exceptúa a l órgan o de
M r. T h iers, en P a rís, y los d ia rio s que re d a c ta b a n los em ig rad o s arg e n ti
nos en M ontevideo y en Chile, ab u n d ó en m an ifestacion es d e s im p a tía y
a lie n to a l a jo ven C onfederación A rgen tin a y a su gob ern an te / a ú n l a
p r e n sa de B r a s il, l a de Chile y la de E s ta d o s U nidos de N orteam érica,
apo y aron a R o sa s. E s t a ú ltim a lo llam ó a R o s a s / g r a n c iu d a d a n o de
A m érica.
“M i qu erid o G en eral:"
»30
J u a n M an uel de R o sa s'
3 0 Ib id e m N o t a N® 2, p. 133.
dobla hacia el S.E. y este lugar se conoce como V uelta de O bligado,
por el apellido del dueño de esos campos que allí se estrecha hasta unos
700 metros de ancho frente a un barranco, levantado por sus costados
y ondulado en el centro. Era un lugar de paso forzoso para las escuadras
enemigas que querían llegar al Paraguay. En ese lugar entraron en
posición las baterías de artillería y tropas al mando del Jefe del Depar
tamento del Norte General Lucio Mansilla, aunque no había podido
completar las dotaciones de munición. L a misión de estas fuerzas
era defensiva: interceptar el avance de la flota anglo francesa hacia
aguas arriba del Río Paraná, perturbándolo al máximo posible. El me
dio principal eran los fuegos de la artillería limitada a unos 20 cañones
(3 cañones de a 24, 2 cañones de a 18,4 cañones de a 16,4 cañones de
a 12, 7 cañones de a 10 y 1 de a 8), servidos por 220 artilleros y dis
tribuidos convenientemente en las barrancas. Para aumentarla efica
cia de los fuegos de la posición, se procuró la detención del avance de
las naves enemigas cruzando tres gruesas cadenas ancladas sobre la
posición y atadas en el otro extremo próximo a la orilla izquierda del
río, en el bfergantín Republicano atravesado y con 6 cañones de a 10;
las cadenas se mantenían en 24 buques desmantelados fondeados en
línea. Las tropas eran 800 milicianos de las proximidades, destinados
a dar seguridad terrestre a la artillería, con una reserva de 600 infantes
y dos Escuadrones de Caballería a 100 pasos a retaguardia de la línea,
y más atrás aún 300 vecinos armados31.
Esta somera descripción de los medios empleados, tiene por objeto
aclararque no se trataba de daruna batalla decisiva, sino sóloperturbar
al enemigo obligándolo a batirse para forzar el paso, demostrando la
voluntad nacional de resistir la invasión extranjera. No me propongo
relatar el combate en detalle, sino sólo hacer resaltar que, por el des
pliegue de acciones heroicas, se logró cumplir con la misión que he
detallado más arriba, ya que el enemigo se vio precisado a detenerse,
desembarcar para neutralizar el eficaz ataque de la posición del Gene
ral Mansilla que, con sus escasos elementos, contuvo desde las diez de
la mañana del 20 de noviembre de 1845 hasta las cinco de la tarde, a
11 buques enemigos con 99 cañones, de los que quedaron fuera de com
bate 4, incluso un vapor (es decir, más de 1/3 de la flota), y 150 muertos
y heridos de los oficiales y marineros enemigos. La escuadra atacante
quedó más de 7 días inmovilizada por las reparaciones que tuvo que
encarar y atención de sus bajas de personal.
Por nuestra parte, tuvimos 650 hombres fuera de combate, resul
tando herido el General Lucio Mansilla y el Coronel Juan B. Thome,
llamando la atención de los invasores, la bizarría de todos los jefes y
- 86 -
oficiales argentinos, especialmente el Comandante del Regimiento de
Patricios de Buenos Aires Coronel Ramón Rodríguez. Muertos y heridos
regaron con su sangre la Vuelta de Obligado pero se cubrieron de gloria
y honraron a las armas de la Patria. Este hecho, que demostró la indó
mita voluntad de Rosas de resistir y vencer, le granjeó la adhesión de
todos los argentinos y americanos, aun de algunos unitarios, como el
Coronel Martiniano Chilavert32.
La prensa independiente de América y Europa hizo repercutir en
el mundo la denodada resistencia aigentina a la agresión de las poten
cias colonialistas.
- 87 -
¡Cuánto lamentaba, como se lee, nuestro Héroe Máximo, su impo
tencia para luchar con las armas en la mano por la soberanía de su
Patria, contra los injustos agresores! Pero la Divina Providencia pronto
le daría la oportunidad de defender a su Patria de otro modo muy eficaz.
Un prominente comerciante inglés, Jorge Federico Dickson, dirigió una
respetuosa carta al General San Martín requiriendo su opinión sobre
la invasión rioplatense; éste accedió y sus palabras fueron publicadas
en el diario Moming Chronicle de Londres con la consiguiente reper
cusión. Así fue la respuesta de San Martín:
“S eñ o r de todo m i aprecio:”
- 88 -
-yo no d u d o un m om ento p o d rá n ap o d e ra rse d e B u en os A ire s con m á s o
m enos p é rd id a d e hom bres y g a sto s, pero estoy convencido que no p o d rá n
sosten erse p o r m ucho tiem po en posesión d e e lla : lo s g a n a d o s , p rim e r a l i
mento, o p o r m ejor d e cir ', el ú n ico d el pueb lo, p ueden s e r re tira d o s en
m uy pocos d ía s a d ista n c ia d e m u ch as le g u a s; lo m ism o que la s c a b a lla
d a s y d e m á s m edios d e tran sp o rte; lo s pozos d e la s e sta n c ia s in u tiliza
dos, en fin , fo rm an d o un ve rd ad ero d esierto de 2 0 0 le g u a s d e lla n u r a s
sin a g u a n i leñ a, im posible de a tra v e sa rse p o r u n a fu e rz a europea, la que
co rrerá tan to s m á s p elig ro s a proporción que esta s e a m á s n um erosa, s i
tr a ta d e in tern arse. So ste n e r u n a g u e r r a en A m érica con tro p as europeas,
no sólo e s m uy costoso, sin o m á s que du do so su buen éxito tr a t a r d e h a
ce rla con h ijos d el p a í s ; m ucho dificu lto y a ú n creo im posible encuentren
quien q u ie ra en ro larse con el extran jero. E n conclusión : con 8.0 0 0 hom
bres de c a b a lle ría del p a í s y 2 5 o 3 0 p ie z a s de a rtille ría , fu e rz a s qu e con
m uch a fa c ilid a d p uede m an ten er el G en eral R o sa s, son su ficien tes p a r a
tener en un ce rrad o bloqueo terrestre a B u en os A ires, sin o tam bién im pe
d ir que un ejército europeo de 20 .0 0 0 hom bres s a l g a a 3 0 le g u a s de la
C a p ita l, sin exponerse a u n a com pleta ru in a p or f a lta de todo recu rso ; ta l
es m i opinión y la experiencia lo d e m o strará, a m enos (como es de espe
ra r) que el nuevo m in iste rio in gle s no cam b ie l a p o lític a se g u id a p o r el
precedente.”
■*
“M e aprovecho de e sta o p o rtu n id a d p a r a a s e g u r a r a Ud. qu e quedo su
atento se rv id o r
,34
J o s é de S a n M artín.
3 4 Ib íd e m N o t a N ” 2 , pp . 3 4 4 a 347.
- 89 -
injustísima agresión y abuso de la fuerza de la Inglaterra y Francia con
tra nuestro país, éste tenía aún un viejo defensor de su honra e indepen
dencia; ya que el estado de mi salud me priva de esta satisfacción, por lo
menos me complazco en manifestar a Ud estos sentimientos, a s í por mi
confianza no dudosa del triunfo de la justicia que nos asiste.“
*Acepte Ud, mi apreciable General, los votos que hago por que termine
Ud. la presente contienda con honor y felicidad, con cuyos sentimientos
se repite de Ud su afectísimo servidor y compatriota“.
¡Qué grande estímulo para Rosas debió ser esta cartay sólido apoyo
moral y seguridad de que estaba en una gesta heroica en la denominada
defensa de la querida Patria, con el apoyo total del Padre de la Patria!
Las palabras de San Martín profetizaban los triunfos que pronto se
obtendrían.
-90-
i. G rabado de Chavarte sobre pintura de Barry. Museo N aval.
El General Mansilla preparó posiciones en Tonelero, San Nicolás,
Rosario y San Lorenzo, para su artillería volante que condujo personal
mente. El mismo 2 de enero de 1846 un convoy de 52 barcos mercantes
armados y cargados por los enemigos, la Comisión “argentina” y los
comerciantes de Montevideo, procuraban navegar aguas arriba del Río
Paraná protegidos por buques de guerra: Vapor Gordon, 1 corbeta, 2
bergantines y 2 goletas. Al llegar al mediodía del 16 de enero de 1846
a las altas barrancas de San Lorenzo -donde San Martín triunfó en
1813-, la artillería de los buques enemigos abrió el fuego para descubrir
las tropas que Mansilla efectivamente había desplegado ocultas en las
malezas: 8 cañones, 250 carabineros y 100 infantes, que no se mos
traron. Cuando el convoy se encontraba en la angostura del río, aguas
arriba de San Lorenzo, Mansilla mandó romper el fuego de la artillería
que desmanteló y averió numerosos barcos que chocaron entre ellos,
incluso sufrieron serios daños la corbeta y un bergantín de guerra, y
pérdidas de consideración en la carga que transportaban, ya que el
combate se prolongó y todavía a las cuatro de la tarde, mediante opor
tunos cambios de posición, Mansilla continuaba aumentando la de
strucción del enemigo. Según el parte del almirante Inglefield no hubo
barco ileso.
El 10 de febrero de 1846, otros buques enemigos fueron atacados
a la altura de la isla del Tonelero (15 Km S.E. de San Nicolás), care
ciendo de eficiencia el fuego naval frente a la movilidad de las tropas
argentinas. Asimismo, 10 Km al norte de San Lorenzo, en la punta del
Quebracho la artillería volante del Coronel Thorne batió al enemigo en
varias oportunidades. El 2 de abril de 1846, el bergantín inglés Filomel
huyó aguas abajo perseguido por tres cañones de a 8 que Thorne había
hecho atar a las cinchas de los caballitos criollos. Pocos días después,
el 6 de abril de 1846, la misma batería de Thorne atacó al buque de
guerra inglés Alecto que pasó por el Quebracho remolcando tres goletas,
resultando todos descalabrados, especialmente el Alecto.
El 19 de abril de 1846, después de otros combates, Mansilla retomó
el pailebot Federal que había caído en manos extranjeras en Obligado,
pero le devolvió al capitán inglés su pabellón y su equipaje, como mues
tra de la hidalguía argentina. Todavía Thorne con su victoriosa batería
sostuvo otro combate de dos horas el 21 de abril de 1846 contra el buque
inglés Lizard al que acribilló a cañonazos con 35 impactos, volteándole
la bandera del palo mayor y dejándolo inservible para proseguir la
lucha, con numerosos heridos y muertos. Ante su impotencia, el ene
migo intentó desembarcar en la Ensenada de Barragán, pero fue com
pletamente rechazado por las fuerzas argentinas del Coronel Prudencio
de Rosas. Despechados los presuntos civilizadores europeos saquearon
a sangre y fuego los barcos de naciones neutrales surtos en este puerto,
a varios de los cuales incendiaron37.
- 92 -
Reconfortado con estos triunfos, Rosas recordó al que encarnaba
la imagen de la independencia sudamericana y le escribió al adalid de
la gesta heroica que consolidó la Patria argentina, y así se lo dijo en
carta del 20 de mayo de 1846, que transcribo:
“L a E n carn ació n en P alerm o de S a n Benito, m ayo 2 0 (m es de A m érica)
de 1846™.
“S eñ o r G en eral D on J o s é de S a n M artín .
J u a n M an uel de R osas.
j39
-93-
Mientras tanto la guerra proseguía. En Corrientes se preparó un
gran convoy de 95 barcos mercantes que debía bajas por el Paraná,
protegidos por 12 buques de guerra (con 85 cañones) que el 9 de mayo
de 1846 fondearon como a dos leguas de las posiciones del General
Man silla en el Quebracho. El 28 de mayo de 1846, este Comandante
se como por la costa con 2 obuses y abrió el fuego con eficacia, obligán
dolos a retirarse aguas arriba en medio de una gran confusión. El 4 de
junio de 1846, a favor del viento Norte, el convoy enfrentó la posición
del Quebracho, cuyo dispositivo incluía 17 cañones, 600 soldados de
infantería y 150 carabineros, con una reserva de 200 infantes, dos es
cuadrones de lanceros de Santa Fe y la escolta del General, extendidos
en amplio frente. A las 11 de la mañana, los buques enemigos abrieron
el potente fuego de sus numerosos cañones para que el convoy pasara
por detrás, pero el fuego sostenido de los argentinos llevó el estrago a
los barcos mercantes: algunos vararon, otros chocaron entre sí despe
dazándose, y el resto huyó rápidamente. Así, durante dos horas, el
convoy no pudo pasar para eludir los fuegos de la artillería argentina.
A las dos de la tarde, los anglo franceses incendiaron los buques dete
nidos, y bajaron el río con el resto. Fue una aplastante derrota en la
que perdieron una barca, tres goletas y un pailebot cargados de valiosa
mercancía, con 60 hombres fuera de combate. De los argentinos, el
Coronel Thome fue herido en la espalda por un casco de metralla, y
algunos soldados. Las pérdidas materiales del enemigo fueron cuan
tiosas, resultando un rudo golpe para los comerciantes de Montevideo
y para los ministros Ouseley y Deffaudis que habían prestado su ga
rantía40.
- 94 -
“N o s es m uy g r a to p u b lic a r v ario s p á r r a fo s de u n a im portante c a r ta del
esclarecid o G en eral S a n M artín , d a t a d a el 10 de m ayo de 1846 en G ra n d
B o urg, donde se h a lla b a en a q u e lla fech a el ínclito a rge n tin o .*
-95-
con los anglofranceses se desarrollaban precisamente en uno de los
lugares preferidos por San Martín, cuando soñaba con vivir en su Pa
tria, como le escribió a Guido veinte años antes desde París el 6 de
enero de 1827 donde expresó:
/.../ S i me dejan tranquilo y gozar de la vida, sentaré mi cuartel gene
ral un año en la costa del Paraná, porque me gusta mucho, y otro en
Mendoza, hasta que la edad me prive de viajar I ... j
- 96 -
ver los re su lta d o s d e l a negociación e n ta b la d a p o r M r H ood, y que a p e
s a r de lo s buen os re su lta d o s que todos fu n d a n en ella , y o soy como l a s
m u lo s ch ú c ara s, que orejean a l m enor ruido, es decir, que estoy sobre el
quien vive Iesto es, como un centinela I, de todo lo que viene de In g la te
r r a ; y au n q u e e sta prevención p o d ría extenderse a su s a lia d o s con tra
n uestro P a ís , éstos son tiros m á s claros, y verdad ero s n iñ os d e teta, com
p a r a d o s con s u s rivales. A fortun adam en te, como e sta s d o s e n tid ad e s son
tan op u e stas, he a q u í que en el d ía se h a lla n , s i no p ró x im a s a un ro m pi
miento, p o r lo m enos s u s relacion es a m isto s a s visiblem ente a lte ra d a s , con
m otivo d el c a sam ie n to de un h ijo de L u is F elip e, con u n a in fa n ta de
E s p a ñ a ; s i e s ta s c irc u n sta n c ia s h u b ieran lle g ad o un p a r de m eses an tes,
p o d ría n h ab e r con trib uido p oderosam en te a l triun fo de l a lu c h a en que
se h a lla em peñ ad a n u e stra P a tria . D e todos m odos, me a siste u n a confian
z a se g u ra , de que a p e sa r de l a desproporción de fu e rz a s y recu rso s, el
G en eral R o sa s triu n fa rá de todos los ob stácu los.”
- 97 -
San M artín con razón confiaba enteram ente en Rosas
como conductor de la guerra, ya que éste h abía prep arad o
todos los m edios disponibles p a ra continuarla
en las m ejores condiciones
-98-
y el General Servando Gómez, derrotaron a Rivera en el Salto el 8 de
enero de 1847 y retomaron Paysandú y Mercedes (sobre el Río Negro)
el 23 y 27 de enero de 1847, respectivamente. En resumen, al iniciarse
el año 1847 todo el territorio oriental, con excepción de Montevideo,
Colonia y Maldonado, estaban bajo el gobierno de Oribe.
A6
J o s é de S a n M artín.
- 99 -
La gauchesca expresión de San Martín, “ojo al charque ...” cabía
como anillo al dedo, ante los factores desfavorables para la Confede
ración que asomaban en el horizonte. Guido, como ministro plenipo
tenciario en Río de Janeiro, venía previniendo al Brasil desde al año
1846 que se conocían sus acciones contrarias a los americanos y a favor
de los agresores europeos, mientras le recordaba sus deberes “recla
mando del Imperio el cumplimiento del artículo 3ro de la convención
del 27 de agosto de 1828, por el cual aquel se obligó a defender la in
dependencia e integridad del Estado Oriental”48, en nota del 16 de abril
de 1846 donde añadió:
“P o r u n a d e s g r a c ia d a co in ciden cia de d a to s autén ticos, el gobiern o del
B r a s il, den u n ciad o p o r los g ab in e te s de F r a n c ia e In g la te rr a como in sti
g a d o r de l a intervención europea a l R ío de la P la ta , y ro b u ste cid a l a d e
n u n cia p o r la p u b licación de l a m em oria del vizconde de A b ran tes, a p a
recía an te A m érica ofensivo a s u s p rim o rd ia le s derechos / . . . / ”
-100-
Inglaterra, no por el pseudo Gobierno mal llamado de Montevideo, y
exigíanla rendición de honores al pabellón argentino en nuestros barcos
que debían devolver, por las escuadras de esas naciones después de
levantar el bloqueo.
En cambio, los enviados pretendían sin derecho alguno sustituir
al Brasil y la Argentina en asegurar la independencia de la República
Oriental del Urugual, precisamente esos gobiernos europeos que ha
bían atentado contra la emancipación de la Confederación Argentina,
a la que habían agredido juntos desde hacía dos largos años, y Francia
desde 1838, durante casi diez años. Pero la actitud individual de ambos
diferían diametralmente. Howden estrechó amistades con la sociedad
argentina patricia que rodeaba a Rosas y mostró su disposición para
un arreglo. Walewski fue intemperante y despreciativo y, en conniven
cia con los unitarios de Montevideo, pronto dio por terminadas las trata-
tivas para intentar impulsar hostilidades mayores y más enérgicas aun
que las ya ejercitadas.
Lord Howden promovió una suspensión de hostilidades en el Esta
do Oriental, y consiguió de Walewski que juntos propusieran en nota
del 7 de julio de 1847 un armisticio al General Oribe, quien aceptó,
aunque el pseudo gobierno de Montevideo lo rechazó porque se acaba
rían sus rentas, hecho que hizo comprender a Howden cuál era el fondo
de la intransigencia, y el 15 de julio de 1847 ordenó al Comandante
naval inglés que levantase el bloqueo y se reembarcasen las tropas y
material que ocupaban posiciones en el Estado Oriental. Por el con
trario, Walewski exigió para Montevideo el protectorado de Francia,
alentado por el cada vez más inerme pseudo gobierno de Montevideo.
Los hombres más ilustres de Buenos Aires, encomiaron en agosto
de 1847 la firme actitud de Rosas en la defensa de la dignidad nacional,
y la Legislatura de la Provincia sancionó votos de aprobación y gratitud
en una sesión memorable. Los gobiernos de las otras provincias fede
rales remitieron al Encargado del Poder Ejecutivo de la Confederación
declaraciones similares a las de Buenos Aires, con lo que se demostraba
que la Argentina estaba decidida a sucumbir antes de quedar al arbitrio
de las dos potencias más poderosas del mundo.
Fue en esas circunstancias, en setiembre de 1847, que Rivera entró
en negociaciones con Oribe, lo que provocó su destitución como Coman
dante Militar de Maldonado y su inmediato destierro al Brasil que se
concretó el 6 de octubre de 1847, considerada una imposición de los
extranjeros que dominaban sobre el pseudo gobierno de Montevideo.
Terminó así la carrera pública del General Fructuoso Rivera, signada
por el desorden y el saqueo, célebre promotor de las continuas guerras
civiles que ensangrentaron con sus odios estériles a la sacrificada Re
pública Oriental del Uruguay.
-101-
Las tratativas para unir pacíficamente a Corrientes con la Con
federación llegaban también a su fin, ya que los Madariaga fueron
convencidos por los agentes de Brasil, Paraguay y de Montevideo, de
la prosecución de la ofensiva francesa. Urquiza se preparó para invadir
Corrientes pidiendo instrucciones al Gobierno Argentino. A mediados
de octubre de 1847 se aproximó a esa Provincia con 7.000 hombres, y
esto fue como la señal para que varios jefes correntinos negaran obe
diencia a los Madariaga, entre otros el Coronel Cáceres, Comandante
de Pay-Ubre5051y Curuzú Cuatiá, y el Coronel Benjamín Virasoro que
se apoderó de Paso de los Libres. A principios de noviembre de 1847
Urquiza pasó el Río Corrientes cuando aún Madariaga tema su Cuartel
General en el Oratorio de Rolón, retirándose a Ibajay (actual departa
mento Gral Paz a 150 Km Este de Corrientes, capital), seguido con
rapidez por Urquiza. Madariaga preparó una posición defensiva en el
Rincón de Vences, a 75 Km E.S.E. de Corrientes capital (entre los Es
teros Longaniza y de las Malayas) que ocupó con unos 5.000 hombres.
Allí lo alcanzó Urquiza al mediodía del 27 de noviembre de 1847, derrotó
a la caballería enemiga y luego asaltó las fortificaciones destrozando
las líneas adversarias como a las dos de la tarde, rindiéndose la infan
tería y artillaría, tomándose más de 1.500 prisioneros. Los hermanos
Madariaga huyeron con un puñado de hombres. Al día siguiente se
reunió la Legislatura en Corrientes y nombró Gobernador provisorio
al Coronel Miguel Virasoro quien, en nota a Urquiza del 29 de noviem
bre de 1847, manifestó que Corrientes quedaba reincorporada a la Con
federación Argentina, contestándole Urquiza: “que la Confederación
debe felicitarse de que Corrientes entre a integrarla con la resolución
de sostener la nacionalidad e independencia confiada a la dirección del
eminente argentino Brigadier Don Juan Manuel de Rosas”61.
50 Paraje a unos 30 Km N.O. de Mercedes (Ctes) sobre la margen del Arroyo Pay-
Ubre Grande. Instituto Geográfico Militar. Diccionario Geográfico Argentino. Tomo I
Bs. As., 1954.
51 Gaceta Mercantil del 8 de enero de 1848.
- 102-
fracasados intentos destruidos por la fibra inquebrantable de Rosas.
El 27 de diciembre de 1847, San Martín le escribió a Guido desde París
que gracias a los ingentes esfuerzos de éste para mantener a Brasil
fuera del gran conflicto rioplatense, como lo explicó en alegre lenguaje
familiar a su amigo del alma; también anunció el envío de nuevos ne
gociadores, seguro estaba que nada podrían contra la fortaleza del Ge
neral Rosas, a quien llamó cariñosamente “nuestro D o n Ju an M a
nuel”, como vale la pena leer:
Al leer en nuestros papeles públicos la voluminosa correspondencia
de Ud con ese Gobierno Idel B rasil /, confieso que no ha sido un pequeño
triunfo el que Ud ha conseguido en mantener la paz con la República.
Mucho debe Ud haber cach u m b ead o / expresión con que bromeó a
Guido toda la v id a! entre el desaforo bélico de ese Gobierno y la s exigen
cias muy naturales del nuestro: operación gigantesca, y que no dudo
como Ud me dice lo han envejecido de 20 años; m as á l fin, Ud ve un re
sultado feliz a sus trabajos, satisfacción bien consolante, pues si a la s
hostilidades de los Pacificadores se hubiesen agregado la s de ese Impe
rio, la p artida hubiera sido mucho m ás desventajosa. A propósito de
Pacificadores, por este paquete /paquebote / sabrá Ud la 3ra o 4ta arre
m etida que hacen sobre nuestra pobre P atria con la remesa de nuevos
m inistros. E l barón Gros, nombrado por este Gobierno, goza de una exce
lente opinión, tanto por su carácter concillante, como por su honradez, e
instrucción, no obstante estas recomendaciones, y con perdón del señor
Don Tom ás como diplom ático, diré a Ud que orejeo Imover la s orejas
los equinos prestando atenciónI cada vez que veo dirigirse a nuestras
playas estos políticos, a pesar de lo que se dice de los sinceros deseos que
estos dos gobiernos tienen de concluir definitivamente la s diferencias con
nuestro p aís. De todos modos, yo estoy bien tranquilo en cuanto a la s exi
gencias in justas que puedan tener estos dos gabinetes, porque todas ellas
se estrellarán contra la firm eza de n u estro D on J u a n M an u el; por el
contrario, m is temores en el d ía son el que esta firm eza se lleve m ás allá
de lo razonable. I...I En fin, Dios dé a l General R osas el acierto de con
ciliar la paz, y a l mismo tiempo que el honor de nuestra tierra. ¡ ... /"®*
- 103 -
los documentos oficiales que se intercambiaron y que fueron publicados
en la Gaceta Mercantil, y en el Archivo Americano, otra publicación
oficial de Buenos Aires. Finalmente, el Gobierno de Rosas negó perso
nería a los representantes para actuar como mediadores, ya que en
realidad los únicos beligerantes eran los Gobiernos de Francia e In
glaterra, contra los cuales la Confederación defendía la independencia
e integridad del Estado Oriental por deber, honor y dignidad americana,
y que miraría todo ataque a la República Oriental del Uruguay como
hecho a la Confederación Argentina, como agresión de conquisto euro
pea y violación del tratado del 2 de febrero de 1825 entre ésto e In
glaterra, y de la convención del 29 de octubre de 1840 con Francia.
Entonces el Almirante Lepredour comunicó al Gobierno Argentino
que cesaba el bloqueo de las costos de la Confederación por orden de
Gros, aunque continuaba sobre los puertos del Estado Oriental ocupa
dos por Oribe. En realidad, se trataba de un negocio lucrativo ya que
Lepredour impedía llegar a Buenos Aires los buques de ultramar para
que obligadamente desembarcaran sus cargamentos en Montevideo
donde pagaban derechos no menores al 15%, autorizando después de
este pago a los barcos de cabotaje a llevar las mercaderías a Buenos
Aires. Rosas le comunicó al Comandante francés que en represalia, el
Gobierno Argentino restablecía con todo su vigor el decreto del 27 de
agosto de 1845 que prohibía a todos los puertos y costas de la República
toda comunicación directo o indirecto con los buques de guerra británi
cos o franceses, excepto los víveres para el Comodoro de estación en el
Plato que era a la sazón el Comodoro Sir Thomas Herbert. Con esto se
dio por terminadas las gestiones de Gore y Gros quienes se retiraron
en mayo de 1848, y Rosas buscó directamente ante los gobiernos euro
peos, en París y Londres, la solución definitiva de la cuestión por medio
de los ministros argentinos allí acreditados.
Pero en 1848, mientras se desencadenaría el caos en Francia e
Italia, San Martín tuvo la satisfacción de contemplar como Padre de la
Argentina, de Chile y del Perú, que en estos países amados se consoli
daba el orden y la prosperidad, el amor y respeto a la tradición y a los
altos valores patrióticos, mientras Nuestro Señor Jesucristo volvía a
reinar en las almas y en la sociedad, a despecho del liberalismo que
todo lo que penetraba, corrompía, como lo vivió a su alrededor en los
graves acontecimientos que le tocó presenciar de muy cerca. Pero estos
temas, por su importancia en la vida de nuestro Libertador, merecen
capítulo aparte, por lo que esto serie de trabajos continuará p a ra
culm inar.
- 1 04 -
LA CRUZADA
P . R ic a r d o C o l l
A sacerdotes y caballeros,
que luchan el buen com bate de la fe,
h asta llegar a Jeru salén .
M ocedades y frescuras,
alegría y D ios al lado,
el hombre feliz paseaba,
blandiendo todo entusiasm o?,
¡Ay Adan, cuánto perdiste,
al mismo Dios de tu amparo!,
en paraíso creado; una cosa queda clara:
despertó de un sueño hermoso, en la vida hay que ir luchando.
p o r la sierpe fue enredado
y de entonces comprendió,
que como agua de las mapas
una amistad cristalina
P ero no quedaste solo;
es el Verbo que encarnado,
ha tomado p o r su lucha,
escurríase escapando. la tuya, y tus pecados;
blandiendo cual Capitán
• Ay Adán, esto es verdad, valeroso y afanado,
¡ porque Dios te ha revelado, la espada de su palabra
que para ver otros délos y la Cruz en el Calvario,
hoy tienes que conquistarlos! conquistó Jerusalén,
A sí la vida es hermana y raza de hijosdalgos.
— 112 —
SAN MARTIN AYUDO A ROSAS A DEFENDER
LA PATRIA AMADA HASTA ANTES DE MORIR.
C oronel H éctor A ngel P iccinali.
— 113 —
Lo que sigue de esta carta ya ha sido reproducido en el capítulo
anterior (ver GLADIUS N2 26), donde encomiaba la habilidad diplomática
de Guido para mantener a Brasil fuera del conflicto de las grandes potencias
contra la Confederación Argentina, y también manifestó su entera confianza
en la firmeza de Rosas para no ceder ante enemigos tan poderosos,
llamándolo cariñosamente “nuestro Don Juan Manuel”.
Donde San Martín describió la situación de Francia, fue en la carta del
27 de enero de 1848 donde volvió a escribir a Guido aprovechando el
regreso a América del señor Guerrico y su paso por Río de Janeiro, donde
también se refirió a su salud diciendo que “estaba batallando con su
periódico dolor de estómago”, —la úlcera gástrica que soportó toda su
vida , pero que dejó de lado para considerar las circunstancias francesas
deduciendo las consecuencias para nuestra Patria que tanto amaba, con
estas palabras:
Gomo se puede apreciar, los aprietos no sólo los sufría Francia sino
toda Europa, porque la masonería había desencadenado la revolución en
todos los países, no sólo contra la Iglesia, sino contra los reyes y príncipes,
aunque fueran también masones y carbonarios. “La revolución había
quedado decretada en el congreso general masónico reunido en Estrasburgo
en 1847: el movimiento debía abarcar toda Europa Central. En el espacio
de quince días —del 18 al 30 de marzo de 1848— espantosas conmociones
sociales se produjeron desde los Pirineos hasta el Vístula: en Berlín, Milán,
Parma, Venecia, Nápoles, Florencia y Roma. El poeta Alfonso Lamartine
y los socialistas masones Ledru-Rollin, Luis Blanc, Pedro Proudhon y otros
fueron los delegados que envió Francia al mencionado congreso”2. En este
‘ Archivo General de la Nación (en lo sucesivo AGN) V íl-l-l, Doc. 246, 247.
2Aníbal A. Rottjer. L a m aso n ería en la A rgen tin a y en e l m undo. Bs As, 1976,
p. 44. ’
— 114 —
país, el gobierno encabezado por el protestante Guizot, que representaba a
la burguesía, era muy impopular: los obreros solicitaban el voto universal,
los católicos se oponían a las medidas de Guizot contra la libertad de
enseñanza; los republicanos recorrían el territorio agitando a las masas en
comidas populares, que culminaron en París el 22 de febrero de 1848 con
un gran acto público que fue prohibido por el Gobierno, pero los revolu
cionarios se amotinaron y pidieron a gritos la renuncia de Guizot, mientras
levantaban barricadas en las calles de la capital. El Rey Luis Felipe de
Orléans destituyó a Guizot, pero el movimiento tomó un carácter
antimonárquico y, después de dos días de lucha en las calles (22 y 23 de
febrero de 1848), los revoluciona
rios se apoderaron del palacio de
las Tullerías. El 24 de febrero de
1848 Luis Felipe abdicó y se fue a
Inglaterra con su familia. En esos
momentos, se publicó el “Manilo
fiesto Comunista” de Carlos Marx
y Federico Engels, que finalizaba
en esta frase: “Proletarios de todos
los países, unios”, coincidiendo con
lo que estaba ocurriendo, aunque el
libro no había tenido influencia en
lo sucedido.
Los republicanos y socialistas
eligieron una junta provisional que
se hizo cargo del Gobierno y adop
tó importantes resoluciones: pro
clamó la República y convocó una
i Asamblea Constituyente, elegida
por el sufragio universal, donde los
masones triunfaron, encabezados por el poeta Alfonso de Lamartine. Lo que
San Martín estaba viviendo en el París de 1848, no era otra cosa que las
consecuencias del liberalismo, la idolatría de la libertad, que él repetida
mente llamó “las locas teorías”, que provocaban el desorden al preconizar
la revolución no sólo contra un régimen, sino contra Dios, la de la criatura
que rehúsa, desde Adán, inspirada por el demonio, su condición dependien
te del Ser Supremo y de sus Leyes. Traducido al momento histórico era el
rechazo de la ingerencia de Dios sobre la sociedad, en contra de la doctrina
de la Verdad Evangélica que la Iglesia predicó siempre. El liberalismo
sacudía a toda la sociedad gracias al indiferentismo y la ignorancia
— 115 —
religiosa. Estos errores se pagaban con desorden y con sangre, y aun
inficionaban a buenos católicos, aunque ingenuos, como Montalembert que
decía que la Iglesia debía armonizar la doctrina católica con la teoría de la
revolución. Esto era contrario a lo que el Papa Pío IX dina en la Encíclica
QUANTA CURA, que NO ES VERDAD que la voluntad del pueblo,
manifestada por la llamada opinión pública o de cualquier otra manera,
constituye la Ley Suprema, independiente de todo derecho divino o
humano. Tal es la doctrina común de la Iglesia, doctrina inmutable, de
alcance universal” 3.
Ante la sucesión de gravísimos hechos que repugnaban sus conviccio
nes más íntimas y que presenció, San Martín no dudó que su deber era
proteger su familia, resolviendo retirarse con ella a Boulogne Sur Mer
adonde partieron desde París el 16 de marzo de 1848, con la intención
ulterior de pasar a Inglaterra si las circunstancias lo aconsejaban para
seguridad de todos. Así lo explicó Mariano Balcarce, hijo político de San
Martín, en carta del 15 de marzo de 1848 a Juan Bautista Alberdi, residente
por entonces en Valparaíso (Chile):
“Aun cuando actualm ente goza este p aís de tranquilidad aparente, los
ánim os están muy agitados y el porvenir se presenta bajo colores muy
som bríos; en estas circunstancias hemos creído prudente alejarnos
provisoriam ente de este teatro y ver venir los sucesos a distancia.
M añana salim os p ara Boulogne-Sur-M er y quizá pasarem os a In gla
terra”.
3Jean Madiran. L as dos dem ocracias. Bs. As., 1980, pp. 24, 25.
4Juan Bautista Alberdi. Escritos postumos. Bs. As., 1901. Tomo XVI, p. 250.
— 116 —
Esto se irá aclarando bien a lo largo de los días de 1848 a través de
las cartas que en lo esencial transcribiré y comentaré. Boulogne Sur Mer,
a 220 Km al Norte de París, está situado en el departamento del Paso de
Calais, a 35 Km S.O. de esta ciudad, en el Canal de la Mancha, que lo
separa de la ciudad inglesa de Hastings (a 70 Km) y de Bríghton. Por
Boulogne Sur Mer en aquel tiempo se movían más que por ningún otro
lugar las comunicaciones entre Francia e Inglaterra y sus playas eran muy
concurridas en el verano, incluso por San Martín varias veces antes. Sobre
el traslado a este lugar le escribió a Rosas un párrafo de su carta del 2 de
noviembre de 1848 donde aclaró muy bien las perspectivas.
“/.../ P ara evitar que mi fam ilia volviese a presenciar las trágicas
escenas que desde la revolución de febrero se han sucedido en
P arís, resolví transportarla a este punto, y esperar en él, no el
término de una revolución cuyas consecuencias y duración no hay
precisión humaiui capaz de calcular su s resultados, no sólo en
Fran cia, sino en el resto de E uropa; en su consecuencia, mi
resolución es el de ver si el gobierno que va a establecerse según
la nueva constitución de este p aís ofrece algu n as garan tías de orden
para regresar a mi retiro campestre, y en el caso contrario, es
decir, el de una guerra civil (que es lo m ás probable), p asar a
Inglaterra, y desde este punto tom ar un partido definitivo. /.../
“/.../ E ra en 1848. F ran cia había elegido aquella A sam blea Constitu
yente — que se ha mencionado m ás arriba en este trabajo— en que
depositaron su esperanza todos los que com ulgaban con el dogm a de
la soberanía popular, desde el satanista Proudhon y el apóstata
Lam ennais, hasta Lacordaire y Montalembert, quiénes jam ás flaq u ea
ron en su fe ni en su adhesión a Rom a. /.../”
— 117
í fSw dt ° 1U? í n’ Per° fue recuPerada P°r un batallón de infantesa y
restablecida. Montalembert abandonó la Cámara resuelto a dimitir muy
r S - y 10 r fit ei, v a,e Merodc “ " ‘« “«»i« * & * ^ 0
S o ’^ o n i n é r ? IX será conclu),en*e- Veremos c t a o acabará
Seral P“ eltracas0 * los " m a t a católicos
Z z a f t * qUe lOS hÍjOS 1el Sigl° Sean máS hábiles « ue los hü°s ¿e
Z, SHS tram as y su s violencias les darían m enos resultados si un gran
número de los que llevan el
nombre de católicos no les ten
diesen una mano am iga. Sí,
desgraciadam ente, existen a l
gunos que, proponiéndose, a l
parecer, ir de acuerdo con
nuestros enem igos, se esfuer
zan en contraer alian zas entre
la luz y la s tinieblas, entre la
ju stic ia y la iniquidad, por
medio de esas doctrinas lla
m adas católico-liberales, que
se apoyan sobre principios per
niciosos... P ues bien, esos ta
les son m ás peligrosos y m ás
funestos que los enem igos de
clarados, en razón de que se
cundan los esfuerzos de estos,
sin ser notados, se engalanan
con la apariencia de una ver
dadera honradez e inm aculada
doctrina, atrayendo de esta ma
nera a los am antes de conci
liación im posible"1.
El General Luis
Eugenio Cavaignac llegó a
París de Argel el 17 de mayo
de 1848. Un mes después,
se produjo la formidable in
surrección de junio de 1848,
’ Ibidem nota N2 6 precedente, pp. 112, 1 1 3 .
y la Asamblea, por unanimidad, le confió la defensa de París y de la
República. La represión de Cavaignac fue vigorosa, terrible y completa, y
lograda la victoria, se le nombró Jefe del Poder Ejecutivo y Presidente del
Consejo de Ministros.
Así se realizó y fue reprimido en París el primer ensayo europeo de
revolución social proletaria, rápidamente propagado a otros países. Por el
Congreso de Viena (abril/junio de 1814), Italia estaba dividida en siete
Estados, como se ve en el mapa adjunto, pero durante 1848, dominó en
ellos la masonería de rito escocés, cuya cabeza fue Mazzini, al frente de “la
joven Italia”, su organización de fachada, aparentando apoyar al Rey de
Cerdeña Carlos Alberto de Saboya cuya capital era Turín, pero en realidad
dirigida contra el Papa Pío IX. En mayo del mismo año 1848, cayó tumbado
por un movimiento revolucionario el omnipotente primer ministro austríaco
Mettemich, estallando enseguida la insurrección en Milán por la indepen
dencia contra Austria, soberana del Reino Lombardo Veneciano. El Rey
Carlos Alberto asumió la guerra contra los austríacos, invocando falsamente
el apoyo de Pío IX, cuyo espíritu bondadoso fue aprovechado inicialmente
por los revolucionarios hasta que quedaron desenmascarados cuando exigie
ron la expulsión de los jesuítas, llamados la vanguardia de la Iglesia contra
la masonería. En Turín, donde desarrollaba su obra magnífica San Juan
Bosco (Don Bosco), los jesuítas fueron apoyados por éste, pero finalmente
debió ayudarlos a huir de las asechanzas de los masones.
Los ejércitos del Papa que debían sostener la neutralidad en la guerra
contra Austria, se unieron al Rey Carlos Alberto, pero Pío IX el 29 de abril
de 1848 desautorizó al General Durando, su Comandante. De inmediato, las
logias masónicas empezaron la batalla contra este gran Papa quien durante
22 años vivirá uno de los dramas más vibrantes de la Historia. La guerra
que, al principio, parecía favorable a Carlos Alberto, finalmente terminó
con la derrota de los ejércitos italianos en agosto de 1848, abrumados por
la superioridad numérica y técnica de los austríacos.
El 11 de setiembre de 1848, desde su nuevo domicilio en Boulogne Sur
Mer, San Martín contestó la que el General Ramón Castilla, Presidente del
Perú, le escribiera el 13 de mayo de 1848. Preciosos detalles sobre la vida
del Libertador que he transcripto en otros trabajos jalonaban la larga
exposición de San Martín. Para el momento histórico y al tema central que
aquí estoy tratando, primero quedó fijado el doloroso hecho de su casi
ceguera que contrariaba su modalidad de escribir, debiendo desde entonces
dictar con dificultad su correspondencia por falta de costumbre, y enseguida
su referencia contraria al liberalismo causante e inspirador de las revolucio
nes en todo el mundo, y,sus desastrosas consecuencias:
— 119 —
J :it Í o 7 nZ(Í a dB 71 ttñ° S’ Una Salud m eram ente arruinada
t c Z m í d e Z atenfem edad de cataratas, esperaba, aunque contra
en Z L l Z Z V s t lZ Z Z ^ * fa
li 0fde núa
íT d Z Z Zyo Iy ylos h misma
junio, ° peor
como por la tanto por los
ninguna siícesosaue
confianza dd
— 120 —
a lim en ta r en m ed io d e la p a ra liza ción in d u striosa , un m illón y m edio
o d os m illon es d e tra b a ja d ores q u e s e en con tra rá n sin ocu p a ción e l
p ró x im o in v iern o y p riv a d os d e to d o r ecu rso d e ex isten cia : este
p o rv en ir in spira u na g ra n d escon fia n za , esp ecia lm en te en P arís,
d on d e to d o s lo s h a b ita n tes q u e tien en a lg o q u e p erd er d esea n
a rd ien tem en te q u e e l a ctu a l esta d o d e c o sa s co n tin ú e, p refirien d o e l
G o b iern o d el sa b le m ilita r a c a er en p o d er d e lo s p a rtid os socia lista s.
M e resu m o, e l esta d o d e d esq u icio y tra storn o en q u e s e halla F ra n cia ,
ig u a lm en te q u e en u na gra n p a rte d e ¡a E u rop a , n o p erm ite fija r ¡as
id eas so b re la s co n secu en cia s y d esen la ce d e esta in m en sa rev olu ción ,
p e ro lo q u e p resen ta m á s p rob a b ilid a d es en e l d ía e s u na g u erra civil
la q u e será d ifíc il d e evita r; a m en os q u e, p a ra d istra er a lo s partid os,
n o se recu rra a u na g u erra eu rop ea a com pañ ad a d e la propagand a
rev olu cion a ria , m ed io fu n e s to p e ro q u e lo s h om b res d e p a rtid o n o
con su lta n la s co n secu en cia s /.../” 8.
— 121 —
La opinión de San Martín sobre la situación
revolucionaria en Europa en 1848
— 122 —
“ /.../ L a situ a ción , en lo g en era l, d e e ste v iejo con tin en te sigu e e n e l
m ism o esta d o d e a g ita ción q u e a n u n cié a Ud en m i a n terio r: sin
em b a rg o, la m ism a rev o lu ció n a ca ecid a en V ien a, y la rep resió n
sa n g rien ta so b re esta ca p ita l p o r la s trop a s im p eria les p u ed e ca u sa r
algun a m u ta ción en la p o lítica d e lo s g o b ie rn o s m on á rq u icos d e
E u rop a , a u n q u e en m i op in ión n o c re o q u e ésta se extien d a a retira r
¡a s c o n c es io n es co n stitu cio n a les q u e lo s p u eb lo s han ob ten id o en este
a ñ o. D e to d o s m od os, resta la gra n cu estió n d el socia lism o, cu estión
v ig en te y q u e lo s h om b res d e d esord en en tretien en en las m asas, ta n to
en lo s clu b s ¡fa ch a d a s d e la s log ia s m a són ica s!, co m o p o r m illa res d e
p a n fleto s. P o r lo resp ectiv o a F ra n cia , u n a gra n crisis s e p rep a ra en
la e le c c ió n d e l p resid en te q u e d eb e rea liza rse e l 10 d el m es en tra n te.
L o s d iferen tes p a rtid os q u e tra ba ja n e l p a ís, s e van a en con tra r en
p resen cia , y d el ch o q u e p u ed en resu lta r com p lica cio n es m uy seria s,
con ta n to m ás m otivo, cu a n to e l ca rá cter n a cio n a l n o está a costu m
brad o, co m o lo s a m erica n os d el n o rte, a la ob serv a ción d e la C on sti
tu ció n . /.../” “ .
— 123 —
Ese mismo día, 29 de noviembre de 1848, envió a Rosas un pedido
haciendo referencia a la inestabilidad de Francia indirectamente:
“ B o u lo g n e S u r M er, 29 d e n oviem b re d e 1 8 4 8 ”
“M i resp eta d o g en era l y a m ig o :”
“E n p rin cip io s d e este m es tu ve ¡a sa tisfa cció n d e e scrib ir a Ud
fe lic itá n d o lo p o r e l leva n ta m ien to d el in ju sto b lo q u e o c o n q u e
h ostiliza b a n a n u estra P a tria la In g la terra y la F ra n cia . A h ora lo
v erifico co n o tro m otiv o p u ra m en te p erso n a l. E n m ed iad os d el p resen
te com u n ica ron d esd e P a rís, m i a m igo e l s eñ o r d on M a n u el d e
S arratea y m i h ijo p o lítico don M a ria n o B a lca rce, e l n om bram ien to
q u e ha ten id o Ud la bon d ad d e h a cer a e ste ú ltim o com o o ficia l d e la
L eg a ció n A rg en tin a en F ra n cia , y q u e estoy seg u ro d esem peñ ará con
h on or. E sta n ueva y n o p revista p ru eb a d e am istad m e d em u estra cada
día m ás, e l em p eñ o d e Ud d e con trib u ir a h a cer m ás sop orta b les los
m a les d e e ste v iejo p a triota . G ra cia s, un m illón d e g ra cia s, m i
a p recia b le G en era l, p o r tod os su s fa v o r e s ; a h ora s o lo m e resta
su p lica rle q u e, en e l esta d o de m i salu d qu ebrantad a y p riva d o d e la
vista, s i la s circu n sta n cia s m e ob lig a sen a sep a ra rm e d e este p a ís, visto
su esta d o p reca rio , com o igu a lm en te e l d el resto d e la E u rop a , perm ita
Ud e l q u e d ich o m i h ijo m e a com p a ñ e, p u es m e sería im p osible
h a cerlo sin su a u x ilio .”
“ Q u e g o c e U d d e sa lu d com pleta, co m o ig u a lm en te e l resto d e su
fa m ilia , q u e e l a cierto presid a a tod o cu a n to em pren da, y q u e sea Ud
tan fe liz com o son lo s v o to s d e este su reco n o cid o a m igo y com patriota.
J o s é d e S an M a rtín .” 14.
124 —
“ L a s h erejía s con d en a d a s p o r e l C o n cilio d e T ren to -ob serv a P ie-
estaban d e a cu erd o en d os p u n to s: e l rech a z o d el m a gisterio d ivin o de
la Ig lesia y e l som etim ien to d e la s cu estio n es relig io sa s a l ju ic io d e
cada in divid uo. L a sed icen te R eform a s e e n cerró en esto s d o s p rin ci
p io s com o en u n a fo r ta le z a , in titu lá n d ose org u ¡lósa m en te “ la relig ión
d el lib re ex a m en ” . Y su ced ió lo q u e d eb ía su ced er. L a h erejía n o tard ó
en fra cc io n a rs e en u n sin n ú m ero d e secta s, en fren ta d a s en tra s í.”
“ E ste p r o c e s o d e d escom p osición y fra ccio n a m ien to , s e fu e a crecen
tan do en e l cu rso d e la s d os cen tu ria s sig u ien tes. E l m u n do d e lo s
sig los X V II y X V III ca m in ó d e duda en duda, d e d ivisión en d ivisión ,
e in clu so d e n eg a ción en n eg a ció n . /.../”
“ /.../ A sí, p u es, siem p re en con tin u id a d con lo s err o re s in icia les, lo s
h om bres s e d eja ron d esliza r p o r la p en d ien te q u e crea ra la h erejía /
.../ E l ord en sob ren a tu ra l a p a reció e n to n ces com o su prem am en te
su p erflu o, y la n a tu ra leza com o p o sey en d o en s í m ism a la s lu ces,
fu erz a s y recu rso s n ecesa rio s pa ra ord en a r tod a s la s cosa s de la tierra ,
e l e n tero ord en tem p ora l. /.../ E n sum a, la n atu raleza se basta, y
p o sey en d o en s í su p rin cip io , su ley y su fin , s e co n stru y e su p ro p io
m u n do, y s e co n v ierte p o c o a p o c o en su D ios. /.../ A llí está e l
fu n d a m en to d e la d octrin a rev olu cion a ria /.../ S e p u ed e d ecir qu e a sí
co m o e l ca tolicism o e s ¡a a firm a ción d e tod a verdad y d e tod o bien , el
n aturalism o e s e l r ein o a b soh ito d e la m en tira y d el m a l.”
“ E l n atu ralism o e s p u es lo m ás o p u esto q u e hay a l cristia n ism o. E l
cristia n ism o en su e sen cia e s com p leta m en te sob ren a tu ra l /.../ E l
n aturalism o, h ijo d e la h erejía , es m u ch o m ás q u e u n a h erejía : es el
p u ro a n ticristia n ism o /.../ L a h erejía exp u lsa a D io s d e ta l o cu a l
p o rció n d e su r e in o ; e l n atu ralism o lo elim in a d el m undo y de la
crea ció n . /.../ S í, ta l e s la últim a pa la b ra d e este ex ecra b le program a.
A e ste C risto, n u estro ú n ico S eñ o r y S alvad or, a este C risto q u e e s d os
v eces n u estro d u eñ o, d u eñ o p o rq u e h izo to d o , d u eñ o p o rq u e resca tó
tod o, s e lo in ten ta e x c lu ir d el p en sa m ien to y d el alm a d e lo s h om bres,
p ro scrib irlo d e la vida p ú b lica y d e la s costu m b res d e lo s p u eb los, para
su stitu ir su r ein o p o r lo q u e llam an e l p u ro r ein o d e la ra zón o d e la
n atu raleza. T al e s e l sig n o d e n u estra ép oca , su n ota ca ra cterística , su
error, su crim en y su m a l.”
“ C on sid era P ie q u e p a ra d escu b rir e l o rig en ú ltim o d el im pío y
a n ticristia n o p r o y ec to d el n atu ralism o, sería m en ester d esga rra r e l
teló n q u e vela la s m isteriosa s p rofu n d id a d es d el u n iv erso a n g élico . L a
eb elió n d e L u cife r, su n ega tiva a l serv icio y a d ora ción d e D ios, su
p reten sió n d e igu a la rse a l C rea d or con la s so la s fu e r z a s d e la n atura
leza , la in vita ción su til q u e d irig ió a n u estro s p rim ero s p a d res: ta l es
e l o rig en ú ltim o d e l n a tu ra lism o . ” 17.
— 125 —
En las consecuencias del “naturalismo”, el Cardenal Pie explicaba que
“un abismo llama a otro abismo”. “Así el error del naturalismo que se
respira en la atmósfera del mundo moderno, no podía sino dar a luz nuevos
errores” 18. En primer lugar, el “panteísmo” y enseguida el “materialismo”
que exalta la materia como lo único real y verdadero, contra lo que se
yergue la realidad de la sociedad en que estamos, que procura protegerse
a sí misma, con sus jueces y sus leyes, con sus ejércitos, último resto de
un cierto orden natural, nuevo blanco para aquellos que quisieron liquidar
el orden sobrenatural, la sociedad era ya el gran enemigo, el gran obstáculo
a derribar, no sólo a la sociedad política y civil sino también la familiar o
doméstica, como expresó Pie:
“ P rim ero s e a ten tó con tra e l p od er, tra tan d o d e in d ep en d iza rlo d e su s
fu n d a m en tos su p erio res. D io s, qu e e s cau sa p rim era y u n iversa l, ha
q u erid o g o b ern a r a tra v és d e cau sas segu n d a s y p a rticu la res, c o n c re
ta m en te m ed ian te h om b res d eterm in ad os. /.../ ‘N o h ay au torid ad sin o
b a jo D io s, y la s q u e ex isten , p o r D io s han sid o esta b lecid a s’ (R om . 13,
1 ). D e d on d e co n clu y e M on s. P ie : ‘E lp o d e r n o e s p u es la in teligen cia ,
co m o la g ra cia , co m o tod o lo q u e la tierra r e c ib e d el cielo , e l p o d er
v ien e y n o p u ed e v en ir sin o d e lo a lto ” .
126 —
o rá cu lo su p rem o d e la d octrin a y d el d er ec h o ; teo cra cia ren ova d a d e
lo s p a g a n os, y m ás o m en os rea liza d a y a en e l cism a y la h erejía , en
esp era d e q u e ten ga su p len o a d ven im ien to en e l rein o d el p u eb lo
su m o-sa cerd ote y d el E sta d o-D ios, co n q u e su eñ a la ló g ica im pla cab le
d el socia lism o. E s d ecir, a l f in d e cu en ta s, q u e la filo s o fía sin f e y sin
ley ha pa sa d o en a d ela n te d e la s esp ecu la cio n es a l ord en p rá ctico , se
ha con stitu id o en la rein a d el m u n do, y h a dado a lu z la p o lítica sin
D ios. L a p olítica a sí secu la riza d a , tien e un n om bre en e l E v a n g elio:
a llí s e la llam a ‘ e l p rín cip e d e e ste m u n d o’, e l p rín cip e d e este sig lo,
o b ien asim ism o ‘ e l p o d er d el m al, e l p o d er d e la B estia ’ ; y este p o d er
r ecib ió u n n om bre tam bién en lo s tiem p os m od ern os, un n om bre
form id a b le q u e h a ce seten ta a ñ o s (1 7 8 9 ) reso n ó d e un p o lo a o tro , se
la llam a la rev o lu ció n . /.../” 20.
— 127 —
“/.../ En todos los lugares donde ha prevalecido, el despotismo
revolucionario destruyó todo, subvirtió todo, rebajó todo a su nivel
igualitario, absorbió todo en su autocracia centralizadora: religión,
propiedad sagrada y profana, autoridad paterna, corporaciones,
leyes, costumbres, franquicias, libertades, nada ha respetado...” 22.
— 128 —
ción y reparaciones por las graves ofensas con que fue agredida durante la
guerra desatada por los ingleses en unión con Francia. Sin embargo, Rosas
le hizo saber que estaba dispuesto a una negociación sobre la base de las
8 proposiciones del comisionado Thomas Hood, enviado al Río de la Plata
como agente confidencial a mediados de 1846, después del triunfo argen
tino en la campaña del Río Paraná en 1845, como se ha visto en GLADIUS
N2 26. Las llamadas Bases Hood fueron presentadas por éste el 13 de junio
de 1846 y, en síntesis, establecían:
1) Inmediata suspensión de hostilidades entre la plaza de Montevideo
y los sitiadores;
2) Desarme de los extranjeros de Montevideo;
3) Simultáneo retiro de las fuerzas argentinas del territorio oriental;
4) Levantamiento del bloqueo de Buenos Aires, devolución de la isla
de Martín García al Gobierno Argentino y de los buques de guerra
apresados y saludo de 21 cañonazos al pabellón argentino;
5) Aceptación de ser navegación interior la del Río Paraná y la del Río
Uruguay, sujeta a reglamentos de ambas naciones poseedoras;
6) Los principios de justificación de los Gobiernos de Inglaterra y
Francia por su intervención en el Río de la Plata, se discutirían oportuna
mente;
7) Nueva elección de Presidente del Estado Oriental;
8) Amnistía general amplia y completa.
Ante la respuesta afirmativa de Southern, obtuvo Rosas la conformidad
del Presidente uruguayo Oribe, y en abril de 1849, el ministro inglés fue
autorizado por su gobierno para firmar la convención de paz con el
Gobierno Argentino, que se conoce en la historia como Convención Arana-
Southem.
Casi simultáneamente, el Almirante Lepredour, en nombre del gobier
no francés inició un acercamiento para una reconciliación mediante una
nota el 11 de enero de 1849. El Gobierno Argentino le contestó que sólo
negociaría sobre las Bases Hood. Una suspensión de la guerra del Presiden
te Oribe contra Montevideo, aumentó las perspectivas para la paz con
Francia24.
Los principales diarios de París abogaban por la finalización definitiva
del conflicto, apelando a argumentos de conveniencia comercial (La Presse,
— 129
Le Siecle y Le Constitutionel), aunque Thiers y sus amigos propugnaban en
sus diarios la prosecución de la agresión militar para reducir al Gobierno
Argentino, aún a mediados de 1848. El proyecto de tratado del Almirante
Lepredour ya mencionado más arriba, fue publicado en París en agosto de
1849 y Thiers aprovechó para hacer aprobar el subsidio a Montevideo de
250.000 francos mensuales, que de hecho consolidaba el protectorado
francés a esa plaza 75.
A principios de 1849, el mensaje de Rosas a la Legislatura reflejaba
el alto grado de prosperidad alcanzado, el orden asegurado y el respeto del
Gobierno por los compromisos contraídos. Como lo había hecho reiterada
mente, tampoco se olvidó esta vez Rosas del Padre de la Patria en tal
mensaje, que San Martín agradeció en la carta del 2 de noviembre de 1848
ya citada. Lo notable fue que en ese documento Rosas insertó su pedido a
la Legislatura de ser eximido del mando. Pero los argentinos palpaban que
bajo Rosas se había consolidado un poder nacional que reinaba desde Jujuy
a Buenos Aires, donde todo se resolvía en orden y en paz. Entonces, se
despertó el temor de que la situación tan favorable se desmoronara, y para
impedirlo, los legisladores, acompañados por el pueblo de Buenos Aires,
fueron a la casa de Rosas el 12 de septiembre de 1849 para manifestarle
la irrevocable decisión de no aceptarle la renuncia. Ante la reiteración de
Rosas, en octubre de 1849, la Legislatura de Buenos Aires y los Gobiernos
de Santa Fe, Córdoba, Salta, Tucumán, La Rioja, San Luis, Mendoza y
después el resto de las Provincias, recomendaron “al General Juan Manuel
de Rosas a la gratitud pública, como fundador de la Confederación
Argentina y defensor heroico de la independencia e integridad de la
República, e invocando las calamidades y desgracias que sobrevendrían si
él dejase el mando”. El ministro inglés Southern remitió el pedido escrito
de los residentes británicos donde decían que reputarían el retiro del
General Rosas como una calamidad pública, que afectaría especialmente los
más importantes intereses de su país. Southern además, dio a publicidad el
24 de noviembre de 1849 la convención Arana-Southem, cuyo objeto
declarado era “poner fin a las hostilidades en el Plata y el de confirmar a
la República Oriental del Uruguay en el goce de su independencia”
En cambio, en París aún a fines de diciembre de 1849 se estaba
considerando en la Asamblea el tratado con las repúblicas rioplatenses que
había propuesto el Almirante Lepredour sobre las Bases Hood. El informante
de la comisión fue el Conde Darú, que había recibido muy buenas informacio-
— 130 —
nes de San Martín que influyeron decisivamente en el ánimo de los ministros
Bineau, Roucher y de la Hitte, quienes se reunieron repetidas veces con San
Martín sobre la cuestión del Plata en la casa de la señora de Aguado, viuda del
opulento banquero, del que era albacea y tutor de sus hijos nuestro Libertador.
San Martín tomó a su cargo directamente estas conversaciones, en especial
desde que falleció el ministro Manuel de Sarratea en Limoges el 24 de
septiembre de 1849.
Sin embargo, el Conde Darú comprometido en la política beligerante de
Thiers contra la Confederación Argentina, quiso torcer el asesoramiento
patriótico sanmartiniano para hacerlo servir mañosamente en contra del
propósito de San Martín, tratando de mal interpretar el principio sustentado en
la carta que éste escribió el 23 de diciembre de 1849 al Ministro francés de Obras
Públicas, Bineau, defendiendo con lucidez y habilidad los intereses de la Patria,
como se puede leer:
“ M i q u erid o señ o r:
“ C u an d o tu v e e l h o n o r d e h a cer v u estro co n o cim ien to en la casa d e M m e.
A gu a d o, esta b a m uy d ista n te d e c r e e r q u e d eb ía a lg á n d ía escrib iro s so b re
a su n tos p o lítico s ; p e ro la p o sició n q u e h oy ocu p á is, y u n a carta q u e e l
d ia rio L a P resse a ca b a d e rep ro d u cir e l 22 d e e ste m es, ca rta q u e h abía
e scrito en 18 45 a l s eñ o r D ick so n s o b r e la in terv en ció n u nid a d e F ra n cia
e In g la terra en lo s n eg o cio s d et P lata, y q u e p u b lic ó sin m i con sen tim ien to
en esa ép o ca en lo s d ia rios in g leses Iv er G L A D IU S N s 2 6 l, m e ob liga n a
con firm a ros su au ten ticid a d , y a a seg u ra ro s n u eva m en te q u e ¡a op in ión
q u e en to n ces ten ía n o sola m en te e s la m ism a a á n , sin o q u e la s a ctu a les
circu n sta n cia s en q u e F ra n cia s e en cu en tra sola , em peñ ad a en la
con tien d a , v ien en a d a rle una n u eva co n sa g ra ció n ” .
“ E stoy p ersu a d id o q u e esta cu estión e s m ás g ra v e q u e lo q u e se le su p on e
g en era lm en te; y lo s 11 a ñ o s d e g u erra p o r ¡a in d ep en d en cia a m erican a,
d u ra n te lo s q u e h e com an d ad o en j e f e a lo s e jér c ito s d e C h ile, d el P eá y
d e la p rov in cia s d e la C o n fed era ció n A rg en tin a m e h an co lo ca d o en
situ a ción d e p o d er a p recia r la s d ificu lta d es en o rm es q u e ella p resen ta , y
q u e son d eb id a s a la p o sició n g eo g rá fic a d e l p a ís, a l ca rá cter d e su s
h a bita n tes y a su in m en sa d ista n cia d e F ra n cia . N ada e s im p osib le a l
p o d er fr a n c é s y a la in trep id ez d e su s sold a d os; m as a n tes d e em p ren d er
lo s h om b res p o lítico s p esa n la s v en ta ja s q u e d eb en com p en sa r lo s
s a cr ificio s q u e h a cen ” .
“ N o d ud éis, o s lo r ep ito ; la s d ificu lta d es y lo s g a sto s será n in m en sos, y
u na vez com p rom etid os en esta lu ch a , F ra n cia ten d rá a h o n o r e l n o
retrogra d a r, y n o h ay p o d er h um ano capaz d e ca lcu la r su d u ra ción ” .
— 131 —
“ O s h e m a n ifesta d o fra n ca m en te u n a op in ión en cu ya im parcialidad
d eb éis ta n to m ás c r e e r cu a n to q u e esta b lecid o y p ro p ieta rio en F ra n cia a
2 0 a ñ o s h a, y con ta n d o a ca b a r a h í m is d ías, la s sim patías d e m i cora zón
s e h allan d ivididas en tre m i p a ís n a ta l y F ra n cia , m i segu n d a P a tria ” .
“ O s e scrib o d esd e m i cam a en q u e m e h a llo ren d id o p o r cru eles p a d eci
m ien tos q u e m e im pid en tra ta r co n tod a la a ten ció n q u e h abría qu erid o
un a su n to tan s er io y tan g ra v e” .
— 132 —
d e E u rop a ; esta sa tisfa cció n e s ta n to m ás com p leta cu a n to e l h o n o r d el
p a ís n o ha ten id o nada q u e su frir, y p o r e l con tra rio p resen ta a to d o s lo s
n u ev os E sta d os A m erica n o s u n m od elo q u e seg u ir. N o vaya U sted a c re er
p o r lo q u e d ejo ex p u esto , e l q u e ja m á s h e dudado q u e n u estra P atria
tu viese q u e a v erg on za rse d e n in gu n a co n cesió n h u m illa n te p rsid ien d o
U sted su s d estin o s; p o r e l con tra rio m ás b ien h e creíd o n o tira se U sted
d em asiado la cu erd a d e la s n eg o cia cio n es seg u id a s cu a n d o s e trataba d el
h o n o r n a cion a l. E sta op in ión d em ostrará a U sted m i a p recia b le g en era l,
q u e a l escrib irle, lo h a go co n la fra n q u eza d e m i ca rá cter y la q u e m erece
e l qu e y o h e fo rm a d o d e U sted. P o r ta les a co n tecim ien to s recib a Ud. y
n u estra P a tria m is sin cera s en h ora b u en a s. /.../”
“ /.../S oy m uy sen sib le a lo s a g ra d ecim ien tos q u e Ud. m e d irig een su carta
p o r la m em oria q u e h e h ech o d e Ud. en elú ltim o m en sa je a la L egisla tu ra
d e la P ro v in cia ; ¿ C ó m o q u iere Ud. q u e n o lo h iciera cu a n d o aú n viven
en tre n o so tro s su s h ech o s h eo rico s, y cu a n d o Ud. n o h a cesa d o de
en g ra n d ecerlos con su s virtu d es cív ica s? E ste a cto d e ju s tic ia ningún
p a triota p u ed e n eg a rlo (y m en gu a fu e r e h a cerlo ) a l ín clito v en ced o r d e
C h a ca b u co y M a ip í. B u en o s A ire s y su L egisla tu ra m ism a m e harían
resp on sa b le d e ta n p erju d icia l olv id o, si lo h u b iere ten id o. E n esta
h on rosa m em oria s ó lo h e llen a d o u n d eb er q u e nada tien e Ud. q u e
a g ra d ecerm e. /.../” 2
8*30.
28Ibídem nota Nro 5, pp. 136,137. San Martín subrayó la palabra jamás.
2,lbídem nota Nro 5, pp. 138,149.
50Ibídem nota Nfi 5, p. 140.
— 133 —
Es que San Martín era todo un símbolo de la Patria naciente que se iba
consolidando a través de sus epopeyas.
En dos cartas al Presidente del Perú, General Ramón Castilla, San Martín
expuso un resumen de su pensamiento sobre los acontecim iento que conmovían
a Europa en 1849; donde estaban en juego los grandes valores de la religión,
propiedad y familia como expresamente los mencionó. De la misiva del 13 de
abril de 1849, extractó:
— 134 —
que va inevitablemente unido al derrumbe de las personas, al hombre expoliado,
desmembrado y cautivo. Es el silencio que ha acallado la Religión el que San
Martín describió:
— 135
vigor. E n E l, en su H ijo que envió a ¡a Tierra, reside la consistencia
universal de la s cosas: Omnia in ipso constant (Col. 1,1). F u era de E l,
todo se hace impotencia, confusión, anarquía” 33.
136 —
como argentino me llena de un verdadero orgullo, a l ver la prosperidad,
la paz interior, e l orden y el honor restablecidos en nuestra querida
P atria; y todos estos progresos efectuados en medio de circunstan cías tan
difíciles, en que pocos E stados se habrán hallado”.
“P or tantos bienes realizados, yo felicito a Ud. muy sinceramente, como
igualm ente a toda la Confederación A rgentina”.
“Que goce Ud. de salud completa, y que a l terminar su vida pública sea
colmado deljusto reconocimiento de todo argentino, son los votos que hace y
hará siempre en favor de Usted su apasionado am igo y compatriota”.
“Jo sé de San M artín ”36.
— 137 —
de partido se unan al extranjero para humillare a su Patria...; una tal felonía ni
el sepulcro la puede hacer desaparecer” 38.
En el introito, Rosas mencionó la estrecha unión entre las dos Repúblicas
del Plata, y la cooperación de los “gobiernos y pueblos confederados, firmes en
su heorico pronunciamiento por la dignidad, prerrogativas soberanas y pacto
federal de la República”. Ante la magnitud grandiosa de la misericordia de
Dios, Rosas doblaba su rodilla rindiendo “reverentemente tributo al Altísimo
mi más humilde e íntima gratitud or su protección y beneficios inefables” 39.
Oyendo dos veces la lectura del mensaje, San Martín pudo penetrar en
el capítulo del “Departamento de Relaciones Exteriores”. Resalta allí la energía
con que Rosas se dirigió al Gobierno británico ya desde 1848 por sus invectivas
contra los Estados sudamericanos que no cumplían con el pago de sus deudas
a los ingleses. Asimismo, el mensaje daba cuenta de la firmeza con que se trató
a Enrique Southern, enviado por Gran Bretaña como Ministro plenipotenciario,
a quien no se le dio recepción como tal, como se ha visto antes, por considerar
a este país como agresor. Sobre estas restricciones que mantuvo con firmeza,
Rosas instruyó a su Ministro en Londres para que le hiciera presente al Gobierno
de Lord Palmerston:
¡Qué bien! ¡Cómo le habrá gustado a San Martín este trato enérgico del
Gobierno de su Patria lejana, que restablecía el honor conculcado por el
enemigo!
Como se ha visto más arriba San Martín bien sabía que Rosas no consentía
una plenitud de relaciones con Inglaterra hasta tanto no se arreglara todo: así
lo dijo en el mensaje. Sin embargo, cabe mencionar aquí que con habilidad
Rosas concitaba el interés materialista de los ingleses atrayéndolos con las
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perspectivas de explotar el huano de las costas patagónicas y otros elementos,
“debiendo entregarse la cantidad que abonasen al Gobierno, en cuenta de pago
del empréstito de Inglaterra” 41, como se denomina la exacción ilegal de
Rivadavia y sus secuaces contra la Nación. Destacándose su patriótica deman
da; “Seria atención presta el Gobierno a las reclamaciones pendientes de la
República a la Gran Bretaña, por la injustificable detentación de las Islas
Malvinas” 42. Asimismo Rosas se refirió al estrecho de Magallanes, usurpado
por Chile, y recordó que “El Gobierno no olvida dictar oportunamente la
resolución que convenga sobre los ataques contra la soberanía de la Confede
ración, que prosiguen cometiendo en las costas patagónicas, Islas del Huano y
otras de ese litoral, buques mercantes con banderas de naciones amigas,
especialmente con la de la Gran Bretaña y sobre el hecho de haberse establecido
furtiva e indebidamente una población inglesa en el estrecho de Magallanes” 4-\
El mensaje marcaba el momento culminante de la vida de este gran político
y estratega que fue Juan Manuel de Rosas: la firma de la convención Arana-
Southern, el 24 de noviembre de 1849. Por el artículo 1ro Gran Bretaña se
obligaba “a evacuar definitivamente la Isla de Martín García, a devolver los
buques de guerra argentinos que están en su posesión, tanto como sea posible
en el mismo estado en que fueron tomados, y a saludar al pabellón de a
República Argentina con veintiún tiros de cañón” 44. ¡Qué profunda satisfac
ción habrá sentido San Martín al oír reivindicada la Nación por cuya
independencia tanto luchó!
También consignó Rosas las tratativas con Francia, en detalle, que se ha
descripto en síntesis más arriba así como la reclamación entablada ante el
Emperador independencia de la Provincia Argentina del Paraguay” 45. El
mensaje se enalteció con la solidaridad de Rosas al venerado Papa Pío IX, cuya
azarosa situación he tratado antes, y que motivó, entre otros, este párrafo:
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Rosas tomó también una firme resolución con el representante del Reino
de Cerdeña, que intentaba adueñarse de Italia: lo expulsó.
Cabe aclarar que a la muerte del Rey Carlos ALberto reinaba el joven
Víctor Manuel III, desde Turín —donde crecía, a pesar de todo, la santa e
inmensa obra de los Salesianos de Don Bosco—, siendo el primer ministro de
aquél, el conde de Cavour; cabeza de la masonería, feroz enemigo del Papa.
Rosas calificó acertadamente esta situación como “el desgraciado estado
político de la Italia” 4748.
Rosas escribió en el mensaje con razón que: “El Gobierno se esmera en
cultivar relaciones de fraternal amistad con los Estados americanos. /.../”. Y
sostiene decididamente la causa común de la América”. Asimismo, calificó a
las tratativas con los EE.UU. de “cordial inteligencia” puesto que este Gobierno
manifestó “sus pronunciadas simpatías en favor de la gloriosa y justa causa de
las repúblicas del Plata” contra la intervención europea. Elñlo no obstaba para
que Rosas hiciese respetar celosamente los derechos argentinos, explicando a
través de más de 14 páginas del mensaje la detención de la goleta norteameri
cana Jubileo por violación de las leyes de aduana de la República y “otros graves
delitos de su capitán concomitantes al de contrabando” 49.
Las relaciones con Brasil eran realmente tensas. Las quejas eran muy
graves: el cese del ex ministro residente del Brasil por su impertinente
correspondencia canjeada, ocasionó la interrupción de las relaciones diplomá
ticas con la Confederación del ministro argentin en Río de Janeiro, General
Tomás Guido, sus reclamaciones y las insuficientes razones del Gobierno
Impedal sobre incidentes fronterizos provocados por los unitarios. Para dar una
idea, las graves violaciones a la neutralidad por el Brasil se extienden a lo largo
de 45 páginas del mensaje.
Rosas “solicitó con grande confianza del gobierno chileno una medida
eficaz de represión y castigo que pusiese al aleve conspirador Domingo F.
Sarmiento en la imposibilidad de proseguir adelante abusando del asilo en
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Chile”. Este país contestó que o podía para ello ser eficaz por la vía judicial,
lo que motivó una enérgica réplica de Rosas. Pero el Gobierno del General
Bulnes Presidente de Chile era jaqueado por los liberales, que se habían
infiltrado en la justicia y en el periodismo, a través de la masonería. El problema
más grave fue que el 21 de septiembre de 1843 Chile había ocupado el Estrecho
de Magallanes, fundando en él una colonia llamada Puerto Bulnes, más tarde
Punta Arenas. Sarmiento, desde las páginas de El Progreso, propiedad del
futuro Presidente Montt, incitaba a despojar a la Argentina de su territorio
traicionando a la Patria sin escrúpulo alguno. Rosas se refirió a este grave hecho
así:
Pasando por alto muchos tópicos, no es posible dejar de decir que los
queridos hermanos orientales y su Presidente Oribe fueron puntal de la defensa
e independencia de la Confederación Argentina, mereciendo esta especial
consideración:
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“L a Confederación clam a por lanzarse a l combate, s i preciso fuere, p ara
la preservación incólume de la libertad e independencia nacional” 33.
“Sin enem igos internos que la aflijan, ofrece a todos el fruto con que
el D ios Omnipotente quiso enriquecer este fé rtil suelo de abundancia
y de felicidad. L o s m iserables restos de los salvajes unitarios, agobia
dos por su s crímenes, suscitan la execración pública del mundo contra
los traidores, que se entregan a l extranjero” 34.
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V* ï
C asa que habitó San M artín en Boulogne sur Mer. 105, Grand Rue.
“E l G eneral San M artín de un renombre inm arcesible en la historia
am ericana merece altam ente la m ás distinguida estim ación del Go
bierno, de la República y de la A m érica” 567.
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independencia de la Am érica del S u r le será entregado a l General de
¡a República Argentina Don Ju a n M anuel de R osas, como una prueba
de la satisfacción, que como argentino he tenido a l ver ¡a firm eza con
que ha sostenido el honor de la República contra ¡a s injustas preten
siones de los Extranjeros que trataban de hum illarla”.
“ Tan pronto como se presente una ocasión segura, tendré el honor
de rem itir a V.E. esa preciosa memoria legada a l D efensor de ¡a
Independencia A m ericana por un viejo soldado cuyos servicios a la
P atria se ha dignado V £ . recordar constantemente en térm inos tan
lisonjeros como honrosos”.
San Martín culminó con este gesto concreto de gran valor histórico, su
desprendimiento final y total del liberalismo, cuyas “locas teorías” como las
llamó, deformaron el pensamiento de los unitarios y su accionar antipatriótico,
en tanto San Martín aplaudió al Restaurador de la tradición vernácula
rioplatense, e incluso reclamó en su correspondencia personal, como se ha
visto, su afianzamiento para salvar a la Patria agredida por las grandes
potencias con la traidora alianza de los unitarios liberales.
San Martín será así siempre el modelo cabal para los argentinos de
bien, por sus virtudes y patriotismo, pero también porque repudió en su
pensamiento y con sus hechos, al liberalismo, que significaba la ruptura con
las tradiciones religiosas y políticas del pueblo argentino y de los america
nos, que nacieron y crecieron a la sombra protectora y salvadora de la
Iglesia Católica, Apostólica y Romana, contraria al liberalismo y sus
58Jorge María Ramallo. Historia del sable de San Martín. Bs. As., 1963,
p. 31.)
59Ibídem nota Nro 57 precedente.
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inaceptables secuelas sociales y políticas: el comunismo, el socialismo y el
ateísmo.
Finaliza de esta manera el último Capítulo de esta obra, larga serie de
trabajos que, iniciados en GLADIUS N2 7 (1986), ha llevado siete años para
culminar, en este volumen N2 28. Agradezco profundamente a todos los que
me han estimulado a proseguir en la historia erudita y veraz de la vida de
nuestro querido Libertador General San Martín.
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DESERTOR
José Arévalo