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Juglar

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El juglar Crispín d'Olot pregonando el Carnaval de La Bañeza (2010).


Un juglar era un artista ambulante en la Edad Media. A cambio de dinero o comida,
ofrecía su espectáculo callejero en las plazas públicas, y en ocasiones era
contratado para participar como atracción y entretenimiento en las fiestas y los
banquetes de reyes y nobles.1

Índice
1 Etimología
2 Orígenes y evolución de la juglaría
2.1 Tipos de juglares
3 Juglares y trovadores
4 Juglares y clérigos
5 Juglares y poesía épica
5.1 Juglares primitivos
5.2 Juglar de gesta
5.3 Juglar de romances
5.4 Temas
5.5 Recursos utilizados
6 Juglares y música
6.1 Juglares líricos
6.2 Juglares de instrumentos
7 Juglares y teatro
8 Juglares y otras artes escénicas
9 Juglares del siglo XX
9.1 Juglaresca española
9.2 Juglaresca hispano-americana
10 Bibliografía
11 Véase también
12 Referencias
13 Notas
14 Enlaces externos
Etimología
De las tres acepciones que el DRAE consigna de juglar, la principal (recogida
también en el diccionario de teatro de Gómez García) insiste en su condición de
artista de atracciones: En la Edad Media, hombre que ante el pueblo o los nobles y
los reyes recitaba, cantaba o bailaba o hacía juegos, yendo de unos lugares a
otros. También señalan los académicos la sinonimia entre juglar y pícaro, además de
la antigua relación con trovador o poeta.

Por su parte, el semiólogo francés Patrice Pavis acoge el sentido de equivalencia


que se les da a juglar y malabarista en muchos países europeos: «bateleur», en
francés; «juggler», en inglés, y «gaukler», en alemán. De ahí que juglar sea, en el
medio histórico-medieval, un término genérico en el que se incluyen farsantes,
charlatanes, saltimbanquis, feriantes, acróbatas e, incluso, barberos, dentistas y
amaestradores de animales.

Joglar y juglar derivan de la palabra latina iocularis que se puede traducir como
gracioso, divertido o entretenido. A su vez, iocularis procede de la palabra iocus,
de la que deriva la palabra juego; una de las acepciones de juegos en el DRAE es:
fiestas y espectáculos públicos que se celebraban antiguamente.

Según Jacques Le Goff, se calificaba como joculator a todos aquellos que se


consideraban peligrosos o convenía separar de la sociedad. Un joculator era, pues,
un indeseable, un rebelde...2
Ramón Menéndez Pidal concluye que el término joglaría significaba, en un principio,
diversión o espectáculo que proporciona el juglar, evolucionando posteriormente su
significado al de burla o chanza.

Fray Liciniano Sáez sostiene que la voz joglar no solo corresponde a truhan bufón,
cantor de coplas por las calles y comediantes, sino que también comprende a los
poetas, a los que cantaban en las iglesias y palacios de grandes señores, a los
compositores de danzas, juegos y toda especie de diversiones y alegrías, a los
tañedores de instrumentos; en definitiva, a todos los que causaban alegría.

Orígenes y evolución de la juglaría


El término juglar engloba, durante buena parte de la Edad Media, a todos los
profesionales de las artes escénicas, independientemente de su calidad artística,
remuneración y público al que entretenía. Así mismo, era habitual que los juglares
dominasen más de una disciplina artística y las combinasen en sus espectáculos. Así
lo atestiguan textos de la época, es el caso del cantar de gesta “Daurel et Beton”,
en el que el juglar Daurel tañe arpa y vihuela, canta cantares de gesta y lais,
sabe trovar y ejerce de saltimbanqui.

Estudiosos como Edmond Faral sostienen la teoría de los juglares como artistas
indiferenciados y multidisciplinares desde sus orígenes, frente a las teorías que
admiten la existencia de una élite juglaresca, descendiente de bardos o cantores
germanos, de origen distinto al de los otros juglares. Al margen del origen, sí
surgieron distintos estatus juglarescos en función de sus habilidades artísticas,
el grado de refinamiento de sus espectáculos y el público al que deleitaban. Poco
tenían en común el nivel de vida y el repertorio de un juglar tabernario con el de
un juglar al servicio de un rey.

Los juglares se fueron especializando con el paso de los siglos, surgiendo diversos
tipos y categorías con nombres propios específicos. Así hubo tipos de juglares bien
vistos y valorados por sus artes (es el caso de los juglares épicos o los líricos),
en cambio otros fueron desdeñados y reprobados por los moralistas (por ejemplo: los
goliardos o los cazurros). El mismo Alfonso X el Sabio, en la Séptima Partida,
trató de infames "a los que son juglares e los remedadores e los facedores de los
zaharrones que públicamente andan por el pueblo o cantan o facen juegos por precio,
esto es, porque se envilecen ante otros por aquel precio que les dan. Más los que
tañeren estrumentos o cantasen por facer solaz a sí mesmos, o por facer placer a
sus amigos o dar solaz a los reyes o a los otros señores, non serían por ende
enfamados (infames)". Asimismo, por la Ley 3º, título XIV, Partida 4º, se prohibía
a las "personas ilustres que tuvieran por barraganas a juglaresas ni sus hijas".3

Los primeros juglares aparecieron en torno al siglo VII divirtiendo, tanto a clases
altas en sus palacios como a las bajas en las plazas y pueblos. Ramón Menéndez
Pidal razona que en los textos se referían a ellos con figuras procedentes del
teatro romano como mimos, histriones y timélicos4, sin quedar claro si sus
espectáculos eran iguales a los de la época romana u otros distintos más parecidos
a los espectáculos juglarescos de la Plena Edad Media. Los juglares continuaron las
artes escénicas de sus predecesores durante la Alta Edad Media, con la gran
diferencia de que componen y actúan en las nuevas lenguas romances locales que van
sustituyendo al latín.

Poco a poco las distintas élites artísticas, que actuaban en cortes o estaban al
servicio de la nobleza, fueron adoptando otras denominaciones para diferenciarse de
artistas de inferior calidad o categoría que actuaban para público más humilde.
Así, por ejemplo, a partir del siglo XIII comenzó a llamarse ministriles a los
músicos cortesanos y juglares al resto de músicos, creando así dos tipos de músicos
en función del público para el que actuaban.

Por otra parte, los juglares van abandonando mayoritariamente su faceta creativa,
tanto en el ámbito musical como en el literario, para ponerse al servicio de las
composiciones de clérigos y trovadores, pasando de ser compositores de sus propias
obras a convertirse en meros intérpretes y difundidores de obras ajenas al mester
de juglaría.

Según avanza la Baja Edad Media, el prestigio de la figura del juglar va


disminuyendo hasta quedar relegado solo para ser llamados así a los truhanes y
mendigos que se ganaban la vida más por medio de la picaresca que por sus
habilidades artísticas. Este punto de vista sobre la juglaría fue compartido por
muchos intelectuales. Por ejemplo, Marcelino Menéndez Pelayo la definió así:

"La juglaría era el modo de mendicidad más alegre y socorrido, y a ella se


refugiaban lo mismo infelices lisiados que truhanes y chocarreros, estudiantes
noctámbulos, clérigos vagabundos y tabernarios (de los llamados en otras partes
goliardos) ... y, en general, todos los desheredados de la naturaleza y de la
fortuna que poseían alguna aptitud artística y que gustaban de la vida al aire
libre o tenían que conformarse con ella por dura necesidad"
Marcelino Menéndez Pelayo, Antología, XI, págs. 33-34.
La juglaría desapareció progresivamente prolongando su decadencia hasta finales del
XV o las primeras décadas del siglo XVI, exceptuando al ciego juglar, que pervivió
hasta bien entrado el siglo XX recitando romances y otros cantares o coplas
acompañados con zanfona o rabel.

Tipos de juglares

Vihuela de arco y vihuela de péñola


El juglar podía incluir en sus espectáculos desde música y literatura hasta
acrobacias, juegos o simple charlatanería. Según la actividad en la que se
centraran, podía distinguirse varios tipos de juglares:

TIPO DE JUGLAR DESCRIPCIÓN


Juglares líricos Recitaban las obras líricas de los trovadores
Juglares épicos Interpretaban cantares de gesta y otras composiciones narrativas
Remedadores Imitaban
Goliardos Eran clérigos vagabundos o estudiantes de vida pícara (origen de la
tuna)
Zaharrones Utilizaban disfraces y gestos grotescos en sus espectáculos
Trasechadores Eran prestidigitadores
Menestriles Eran juglares-músicos que en lugar de andar errantes quedaban al
servicio exclusivo de un señor
Cazurros Recitaban de forma disparatada, sin seguir ninguna regla
Juglaresas y soldaderas Eran mujeres de vida errante que se dedicaban al baile y al
canto
Otra posible clasificación sería la división en juglares de voz, que combinaban
música y voz en sus actuaciones, y juglares de instrumentos, que prescindían de la
voz. Entre estos últimos, y según el instrumento utilizado, se podían encontrar
violeros, cedreros, cítolas, tromperos y tamborreros, entre otros.

Juglares y trovadores
De modo muy esquemático, suele asociarse al trovador con el autor (creador), y al
juglar con el actor (intérprete).5 Ambos se sintetizarían en la cultura musical del
siglo XX con la imagen del cantautor.

Bernart de Ventadorn, trovador medieval occitano


Así pues, detrás del juglar —o en su origen— ha de situarse la personalidad del
trovador occitano y catalán, o el «minnesänger» alemán.nota 1 La conclusión más
definidora de la diferencia entre juglar y trovador, parece evidente: el primero
necesita un público y pertenece al ámbito teatral del espectáculo, el segundo (el
trovador en su concepto de origen) no necesita público y se encuadra en el ámbito
literario.6

Medievalistas como Ramón Menéndez Pidal, defienden que los juglares son los
primeros poetas en lengua romance y los trovadores aparecen posteriormente por
imitación del juglar. En el siglo XII, los nobles comienzan a cultivar la poesía
lírica en lengua vulgar, surgiendo así los trovadores como poetas refinados para
las clases más cultas.

La diferenciación entre juglar y trovador era difusa, pues trovar aludía al acto de
la invención o creación artística, cosa que también hacían algunos juglares. Así
mismo, ni todos los trovadores eran de origen noble, ni todos los juglares eran más
pobres o menos distinguidos. Incluso se dieron casos de trovadores que
interpretaban sus propias piezas y cobraban por ello, algo propio de los juglares.

Generalmente, el trovador solía ser más instruido y de mayor posición económica que
el juglar; incluso podían tener juglares a su servicio que interpretaban su obra o
servían de acompañamiento musical. Por ejemplo, los trovadores occitanos solían
mencionar el nombre del juglar al que encomendaban interpretar una composición ante
el destinatario de la misma.

Progresivamente los juglares líricos dejaron de componer para pasar a ser meros
intérpretes que solicitaban repertorio a trovadores, dando lugar al concepto de la
juglaría como simple propagadora de la lírica trovadoresca.

Juglares y clérigos

Segunda estrofa del Libro de Alexandre, primer tercio del siglo XIII,
Mester traigo fermoso, non es de joglaría
mester es sin pecado, ca es de clerezía
fablar curso rimado por la cuaderna vía
a sílabas cuntadas, ca es grant maestría.
Libro de Alexandre, vv. 5-8.

Cabe destacar que con los clérigos nace la literatura escrita en lenguas romances
en torno al siglo XI, pero la literatura oral ya contaba con siglos de existencia
gracias a la juglaría. Los juglares se basaban en la oralidad, no en la escritura,
por tanto, una parte de su obra se perdió cuando cayó en el olvido y otra parte se
conservó gracias a copias manuscritas por clérigos o las prosificaciones de
cantares y romances en las distintas crónicas.

A pesar de que clérigos y juglares parecen totalmente contrapuestos, existieron


clérigos ajuglarados, tipos de juglares que provenían de la clerecía (los goliardos
o los sopistas) y juglares devotos que cantaban las vidas de los santos.

Se conocen casos de clérigos que pasaron a ser juglares (Peire Rogier) y viceversa
(el juglar del siglo XIV Martín Vaasquez). Esto se debe a que no todos los juglares
eran analfabetos y a que los escolares tenían formación musical, como así lo indica
el autor del libro de Alexandre <<todos los estrumentos que usan los joglares,
otros de maor preçio que usan escolares>>

f. 3r.º del manuscrito del Libro de buen amor de la Biblioteca Nacional


Los clérigos, en su faceta de moralistas y adoctrinadores, acaban conjugando su
formación culta con la necesidad de ser comprendidos por una población que,
mayoritariamente, apenas comprendía el latín. Para ello utilizan a la juglaría como
divulgadores de obras clericales o como amenizadores de actos religiosos. No
obstante, no solo se valieron de juglares para predicar, sino que hubo clérigos que
utilizaron artes juglarescas para ello.nota 2
Si bien había clérigos a favor de la juglaría, obispos que tenían juglares a sueldo
y moralistas que apreciaban algunos tipos de juglaría. Con el tiempo, se impuso la
corriente que veía a los juglares y a las juglaresas como: pecaminosos, una
distracción reprobable o una fuente de relajación moral, tanto para la iglesia como
para el pueblo. Así surgen quejas, como la de Don Juan Manuel,nota 3 por actos
profanos juglarescos en vigilias como cantares y bailes. En el siglo XIII comienzan
a dictarse prohibiciones contra la juglaría.nota 4

Con respecto a la poesía, conviene aclarar que el mester de clerecía engloba a


hombres instruidos, no solo a sacerdotes. Ambas escuelas poéticas no eran opuestas,
como se creyó durante el romanticismo, sino que los juglares pudieron formarse
técnicamente en la escuela de los clérigos, aunque su poesía era muy distinta. Para
los clérigos, la poesía asonante y asimétrica del mester de juglaría era muy
rudimentaria, ellos desarrollan una forma poética más elaborada, compleja y sin
fallos métricos: la poesía en cuaderna vía de versos alejandrinos y rima
consonante.

Los clérigos no solo prosificaron, tanto en latín como en lengua romance, la poesía
narrativa juglaresca. También escribieron poemas épicos basándose en ella, como es
el caso del Poema de Fernán González, o reelaboraciones de los mismos, como las
Mocedades de Rodrigo.

Mención aparte merece el Arcipreste de Hita, que no solo escribió el Libro de buen
amor para ser utilizado por los juglares, también escribió muchas cantigas para
toda clase de juglares, de las que solo se conservan dos cantos de escolar, que son
simples peticiones de limosna.

Juglares y poesía épica


Al sector más cultivado de la juglares se le debe la conservación de un rico
tesoro, transmitido en forma de tradición oral,7 y que puede abarcar, en un sentido
muy amplio, desde la poesía épica medieval hasta la poesía cortesana
prerenacentista.nota 5

Como herencia de la Europa medieval, el juglar aparecería como punto fijo (o parte
del paisaje) en el «Pont Neuf» de París o en la Plaza de San Marcos veneciana.
Muchas veces, su espectáculo (una auténtica actuación física y lúdica) fue
gratuito, como reclamo o anuncio callejero para invitaciones de aristócratas o
grandes señores, entre los que a menudo se encontraban los eclesiásticos más ricos
y poderosos. Así, fueron mencionados en la Estoria de España, a finales del siglo
X, 'invitados' a las bodas de las hijas del Cid, y en diversos pasajes de otras
grandes Crónicas europeas y muy variadas obras anónimas de la alta y baja Edad
Media.8

"Luego al otro día casi de madrugada,


levantóse la dama ricamente adornada,
tomó una viola buena y bien templada,
y salió al mercado a tocar por soldada.
Comenzó unos ritmos y unos sones tales
que gran dulzor traían y eran naturales;
henchíanse de hombres aprisa los portales,
no caben en las plazas, súbense a los poyales.
Cuando con su viola hubo bien agradado,
a gusto de los pueblos bastante hubo cantado,
tornóles a decir un romance rimado,
de ese mismo suceso por que había pasado."

Tarsiana, juglaresa en el Libro de Apolonio Anónimo.9


Juglares primitivos
A pesar de haber antecedentes de poetas y cantores épicos clásicos como los aedas y
rapsodas griegos, el juglar épico surge, o cuanto menos está influenciado, por los
cantores de origen bárbaro como los bardos, los escaldos o los scopas.
Progresivamente van sustituyendo a estas figuras y surgiendo con fuerza en la
Europa occidental y meridional. La poesía épica juglaresca deriva de la poesía
épica que cultivaron pueblos germánicos como: Godos, Francos y Anglosajones. Esta
poesía primitiva se transmitía oralmente y ocasionalmente por escrito. Los primeros
juglares épicos o juglares primitivos componían poemas cortos, de unos 500 o 600
versos, muy diferentes a los romances posteriores, centrados en la narración de
hechos.

Cantar de Roncesvalles (f. 1v.º)


Juglar de gesta
De los poemas narrativos de los juglares primitivos nacen los cantares de gesta,
mucho más extensos (podían sobrepasar los 10000 versos), con más elementos líricos
y de fantasía. Esta extensión se debe a que solían estar compuestos por varios
juglares de diversas épocas, ya que se iban refundiendo cantares más antiguos y
añadiendo contenido. Estos poemas eran recitados por los juglares de gesta, de los
cuales poco se sabe debido a que, a diferencia de los juglares líricos, sus obras
se centran en la narración y apenas se mencionan a sí mismos.
Mientras el autor de lírica no quiere llamarse juglar, la poesía épica no se
atribuye sino al juglar: «dizen los juglares en sus gestas>> es la frase empleada
para hablar de los autores de poesía heroica tradicional.
Ramón Menéndez Pidal
En la península ibérica, los juglares de gesta llegan a su momento culminante en la
segunda mitad del siglo XIII. La poesía narrativa de los juglares convive con la de
los clérigos, siendo muy variado el repertorio de ambos: vidas de santos, hechos de
la edad clásica, de grandes caballeros de la Edad media, poemas morales y devotos,
acontecimientos históricos, sátiras, etc. Como en otros lugares, se llegó a tener
en muy alta estima a los juglares de gesta por su contribución a difundir la
historia y como elemento fundamental para fomentar y preservar el sentimiento
nacional. Su poesía narrativa era muy apreciada en todos los estamentos de la
sociedad.

En la segunda mitad del siglo XIV, ya solo persiste la poesía narrativa de los
juglares de gesta, debido al auge de los relatos en prosa. Por ese tiempo en
Francia, los cantares de gesta van quedando relegados a los juglares ciegos. En
España, los juglares de gesta perviven algo más, hasta el siglo XV, pero ya solo
tienen éxito entre el público burgués y el más bajo.

Juglar de romances
Los cantares de gesta se dejaron de componer y cantar en la segunda mitad del siglo
XV, sin embargo, no fue el fin de la juglaría épica. Antes del siglo XV surgen los
romances como partes o episodios de los cantares de gesta, siendo difundidos por
juglares de segundo orden en ciudades y aldeas.nota 6 Estos romances van tomando
forma propia, siendo evolucionados lírica y formalmente en cada refundición, hasta
quedar plasmados por escrito en el romancero viejo, ya como versiones muy
posteriores y alteradas de los originales.

Estos romances eran recitados por los juglares de romances, los cuales convivieron
con los juglares de gesta, hasta que éstos desaparecieron o se reciclaron como
juglares de romances. Ramón Menéndez Pidal sostiene que existían dos tipos de
romances cultivados por los juglares: el romance popular épico-lírico que conocemos
y un tipo de romance juglaresco más extenso, parecido a los antiguos poemas épicos
de los juglares primitivos.

Los juglares de romances fueron reemplazados por el propio pueblo a medida que
comenzó a recitar y transmitir los romances de generación en generación. El juglar
épico desaparece porque ya no es necesario, pero su obra pervive en la memoria
popular, dando lugar a otros géneros posteriores como el romancero nuevo o los
libros de caballerías.

Músicos de corte en las Cantigas de Alfonso X el Sabio.


Temas
Dentro de las obras Juglares española se destacan los siguientes temas, de
tradición castellana:

Cantar de mio Cid


Leyendas del Conde Fernán González
Cantar de Zamora
Historia de los siete infantes de Lara
Recursos utilizados
Para captar la atención de su público, los juglares utilizarán, por influencia de
las chansons de geste francesas, una serie de recursos basados en el carácter oral
de las representaciones de la épica:

Fórmulas apelativas dirigidas al público: yo os diré, oíd, sabed, ¿quién os lo


podrá contar?...
División del poema en partes.
Introducción de valoraciones subjetivas en el relato en forma de apóstrofes más
directos: mala cuenta es, señores, sufrir mengua de pan.
Juglares y música

Músicos de rabel y laúd


La relación de la juglaría con la música abarca dos vertientes; por un lado, están
los juglares líricos que componían cantigas o interpretaban las de los trovadores y
por otro lado los juglares músicos que se ganaban la vida amenizando eventos.

En la música medieval europea predominaba la música sacra o del entorno de la


iglesia (como la escuela de Notre Dame), o cuanto menos es de la que más producción
se conserva. Sin embargo, además de la música de canto llano religiosa existe una
música profana10 desarrollada por juglares y trovadores, también de escritura
monódica y vocal que llevaba acompañamiento instrumental y compás definido.

La juglaría es la transmisora generacional de la música popular no litúrgica,


incorporando las novedades que van surgiendo en la música religiosa y en la
cortesana. Los juglares también contribuyeron a propagar el Ars antiqua y el Ars
nova,nota 7 así como la música instrumental y los propios instrumentos musicales,
la mayoría ajenos a la música sacra y en buena parte de procedencia oriental.

La música juglaresca no se limitaba solo al uso de las siete notas naturales,


también utilizaban semitonos propios de la denominada música ficta o cromática. Así
mismo, era habitual el uso de instrumentos polifónicos.

Los juglares líricos y los instrumentistas no eran propios solo de una zona o una
religión, sino que existieron juglares cristianos, mozárabes, sarracenos y
judíos.11

Juglares líricos
Los juglares líricos son compositores e intérpretes; quedando, en muchos casos, a
servicio de trovadores para interpretar y difundir las composiciones de estos
últimos. Por tanto, el juglar lírico sabe cantar y tocar instrumentos.nota 8
Muestra de la relación entre juglares y trovadores, así como de la capacidad para
componer de los juglares, es el subgénero lírico llamado tensón.

Ramón Menéndez Pidal establece tres tipos de juglares líricos: los que son autores
de sus propias canciones, los que cantan obras anónimas, ya compuestas, que van
modificando a su gusto y los que cantan la obra de un trovador, lo cual les obliga
a respetar la composición original y ceñirse a ella.

Los juglares líricos que componen tienden a querer salir de la clase juglaresca
para alcanzar la categoría de trovador, pudiendo llegar a quedarse en una categoría
intermedia denominada segrel.

En la península ibérica, la lírica de influencia provenzal se cultiva en el este y


la lírica gallego-portuguesa en el oeste y el centro peninsular, en el que convive
con la lírica castellana hasta el siglo XV. Además, en el sur peninsular se cultiva
la lírica mozárabe, como por ejemplo las jarchas o los cantares a lo arábico.
Tampoco conviene olvidar la música sefardita cultivada en las juderías de toda la
península.

Desde mediados del siglo XIV, el juglar cortesano abandona su faceta de compositor
de poesía lírica y el canto, quedando su papel reducido al de músico, tomando el
nombre de ministril. Aun así su papel como transmisor y difundidor musical sigue
siendo relevante.nota 9

Juglares de instrumentos
En un escalafón inferior al juglar lírico se encuentra el juglar instrumentista, el
cual se ganaba vida tocando uno o varios instrumentos, ya fuese en las cortes de
los nobles, en fiestas populares, religiosas o celebraciones.

Los juglares de instrumentos estuvieron a sueldo de: casas reales, casas nobles,
prelados y ciudades, llegando a tener buenas cantidades de ingresos por medio de
ropas, alimentos, etc. Los cuales vendían para obtener dinero. Dichas ganancias
solían ir en función del tipo de instrumento que tocasen, ya que había categorías
según el mismo, siendo la mayor la de los juglares que tocaban instrumento de
cuerda y de menor categoría los juglares de instrumentos de viento y los de
percusión.nota 10 La clase más ínfima de juglar músico era el tamborero.12 En las
fiestas y eventos, los juglares no se mezclaban como en una orquesta, sino que cada
tipo solía tener asignado un lugar, en función de la cantidad de nivel sonoro que
se requiriese; si el nivel era bajo, los juglares de instrumentos más sonoros
ocupaban las zonas más alejadas, si por el contrario, la celebración requería mucho
estruendo tomaban protagonismo en cantidad y cercanía.nota 11

La clasificación más corriente de este tipo de juglares se basa en el instrumento


en el que están especializados. Los más destacados, en los poemas de clerecía, son
los que tocan la vihuela (violeros), seguidos de cedreros y cítolas. También son
comunes: roteros, organistas, tromperos, tamboreros, etc.

Juglares y teatro
Algunas hipótesis relacionan la actividad juglaresca con la aparición del teatro
profano medieval. El juglar, hombre-espectáculo, mimo cómico-dramático, recitador,
cantor y músico, acróbata y domador, era, como el bululú descrito por Rojas
Villandrando, un bufón con pretensiones artísticas (en palabras de Quevedo: un
"bufo farandulero miserable").

No obstante, su dignidad escénica, como actor callejero con recursos, quedó ya


escrita en el siglo XI, en el epitafio del juglar Vitalis:
"Imitaba yo el rostro, los gestos y el habla de mis interlocutores, de modo que se
creyera que eran muchos los que se expresaban por una sola boca... En esto andaba
cuando el fúnebre día se llevó conmigo a todos los personajes que vivían en mi
cuerpo"
Anónimo, siglo XI.13

Un cómico de la legua de la bojiganga de Maese Angulo el Malo, según ilustración de


1837, aparecida en el Quijote de Viardot (capítulo XI del tomo II: El ingenioso
caballero don Quijote de la Mancha).
En la juglaría se refugiaron los distintos tipos de actores procedentes del teatro
latino, junto con los de procedencia bárbara, cada uno con sus técnicas y
cualidades, ambos se mezclan en el polifacético oficio de juglar. Hay rasgos de
teatralidad o, cuanto menos, interpretativos en los juegos de escarnio, en la
lírica (donde hay indicios de que las cantigas pudieron ser representadas ante
público),14 en los espectáculos de los zaharrones y en el de los juglares de
gesta.nota 12

A pesar de la escasa información sobre el origen de teatro medieval, existe un


cierto consenso en creer que las primeras obras teatrales medievales son de
temática religiosa y ligadas a las prácticas litúrgicas. Los clérigos copian la
teatralidad juglaresca, dignificando el oficio de actor.nota 13 Es probable que la
iglesia contase con juglaresnota 14 como actores para la representación de autos o
para los tropos (Hay juglares representados en un tropario de la abadía de San
Marcial de Limoges).

Tal y como se deduce en las Siete Partidas de Alfonso X,nota 15 existía un teatro
laico de temática profana del que apenas queda rastro, sobre cuyo origen hay
diversas teorías.15 Parte del mismo estaría en manos de los juglares histriones, o
bien por ser compuesto por ellos o por ser los actores del mismo. El teatro
juglaresco sería bien distinto al teatro convencional, enfocado a entretener un
público que, en vez de ir a presenciar el desarrollo de una trama o intriga, fuese
a ver escenas sueltas dentro de un espectáculo más amplio y variado.

El juglar, a diferencia del actor convencional, ni se ciñe a un texto, (lo usa como
guía, junto a su capacidad de improvisación para adaptarse al público), ni abandona
su personalismo al interpretar (no se convierte en el personaje que interpreta,
sino que este se expresa por medio del juglar). El arte juglaresco no está centrado
en la parte interpretativa, sino en la comunicativa; el juglar se parecería más a
un showman, un monologuista o al actor del teatro de calle actual que a un actor
convencional de cine o teatro.16

Con su inclusión en el teatro religioso y el cortesano, el juglar se va


transformando en actor, abandonando su faceta de narrador y performance, dando
lugar al actor medieval y al renacentista especializado en la interpretación de
personajes. De los juglares histriónicos derivan figuras como el arlequín o los
cómicos de la legua.

Juglares y otras artes escénicas

Relieve en la jamba.
Bajo el término juglar, o como un tipo de juglaría, sobrevivieron una serie de
artes escénicas y circenses procedentes del teatro y el circo romano. Así pasaron a
llamarse juglares a los: volatineros, saltimbanquis, prestidigitadores y
domadores.nota 16

En el siglo V, el oficio callejero del bufón se mezcló con el de los juglares; como
tales, les correspondió el mérito de mantener y propagar a lo largo de toda la Edad
Media el arte del títere y la marioneta.17

Cancioneiro da Ajuda folio 21r


Las juglaresas o juglaras, soldaderas, cantaderas y danzaderas contribuyeron a
preservar el arte del canto y del baile. Sucesoras de las danzadoras griegas, las
bailadoras gaditanas (puellae Gaditanae) en tiempos del imperio romano, las
ballimatias de la época visigodanota 17 y las cantoras árabes. Cabe destacar el
éxito del canto de las juglaresas andaluzas en los siglos X y XI18 o la cantidad de
miniados medievales en las que aparecen juglaresas y soldaderas; por ejemplo, en 12
de los 16 que hay en Cancionero de Ajuda (en 9 de ellas bailando o cantando). Este
tipo de artes fueron reprobadas y condenadas por los moralistas, que las
relacionaron directamente con la mala vida, la lujuria e incluso la prostitución,
sirva como ejemplo el Libro de las confesiones de Martín Pérez, escrito en torno al
año 1316.nota 18

La faceta polifacética que aglutinó el oficio de juglar se refleja en los consejos


que el juglar Giraut de Calansón le da al juglar Fadet para gustar en la corte de
Pedro II de Aragón:
Para presentarse ante éste, Fadet debía saber trovar y saltar, jugar a los dados,
lanzar y recoger varias manzanas y dos cuchillos, tocar el tambor, las castañuelas,
la cítola, la rota de diecisiete cuerdas..., hasta nueve instrumentos había de
aprender; tenía que saber saltar por cuatro aros, imitar el canto de los pájaros,
hacer bailar los títeres, ponerse unas barbas rojas, hacer saltar el perro y
amaestrar monos; debía saber las historias de Troya, Argos, Jasón, Dédalo, Ulises,
Eneas, Dido suicida de amor, Rómulo, Octaviano que oculta el tesoro, Virgilio el
nigromante, Satán apresado por Salomón, Holofernes..., pero, sobre todo, ha de
saber, más que de nada, de la diosa del amor, que yace desnuda y que, aunque no ve,
hiere certeramente con sus dardos. <<Si tú -le dice por fin Calansón a Fadet- no
haces oír las cosas mejores en la corte aragonesa, no te quejes de la paga que te
den>>
Ramón Menéndez Pidal, Poesía juglaresca y juglares. Orígenes de las literaturas
románicas.
Juglares del siglo XX

Juglares en el mercadillo medieval de Alcalá de Henares.


El rescate que intelectuales y dramaturgos europeos y americanos del siglo XX
hicieron del teatro popular, llevó a la recuperación de prácticas y recursos
escénicos ancestrales, y la búsqueda de públicos marginales (y marginados) en
entornos ajenos a los circuitos teatrales. Los nuevos juglares, auténticos reyes
del teatro de calle, pusieron de nuevo en juego un teatro no literario, satírico-
político muy a menudo, y siempre divertido y popular.19 Los Tabarin y Montdor que
montaban sus "fantasías tabarínicas" entre 1619 y 1625, se habían reencarnado en
los Dario Fo y los Enrique Buenaventura de la segunda mitad del siglo XX.

Juglaresca española
En España comienza a recuperarse la figura y el oficio de juglar, al albor de las
recreaciones de mercados y acontecimientos medievales,20 surgidos a partir de la
última década del siglo XX. Posteriormente, en el siglo XXI, aparecen eventos
específicos sobre juglaría como, por ejemplo, el Encuentro de juglares de Sahagún21
o el Encuentro internacional de juglares, trovadores y cuenteros en Melque,22 que
van dando visibilidad a juglares modernos,23 tanto a los que adoptan alguna
característica juglaresca (como en su día hizo la histórica compañía Els Joglars),
como a los más convencionales, cuyo repertorio se basa en la oralidad, el folclore
y la literatura. Así, las características y cualidades de juglares modernos, como
el leonés Crispín d’Olot, poco diferirían de las de sus antecesores de los siglos
XII al XVI.

Juglaresca hispano-americana
El peculiar marco socio-político en buena parte de Iberoamérica generó, ya en pleno
siglo XX, diversos modelos que podrían considerarse continuadores o reflejo de la
juglaresca medieval europea y el folk-singer de América del Norte. Modernos
trovadores (así conocidos en varios países del Nuevo Mundo) y troveros, con el
título de payadores en el Cono Sur, pueden ser considerados, en diferentes niveles
de compromiso y personalidad: Atahualpa Yupanqui, Víctor Jara, Pablo Milanés,
Jacinto Palacios o Jorge Cafrune, por citar tan solo a los más conocidos en el
plano internacional.24También pueden ser considerada dentro de la juglaría de
instrumentos a la agrupación callejera chilena, integrada por un organillero y dos
chinchineros o percusionistas bailarines. Esta tradicional tripleta es, por lo
demás, extensión de la tradición organillera alemana, desaparecida ya en la primera
mitad del siglo XX.25

Bibliografía
Herrero Massari, José Manuel (2015) Juglares y trovadores, Ediciones Akal.

Menéndez Pidal, Ramón. Poesía juglaresca y juglares. Orígenes de las literaturas


románicas. Ed: Espasa-Calpe 9ª edición 1991

Milá y Fontanals, Manuel. De la poesía heroico-popular castellana : estudio


precedido de una oración acerca de la literatura española (1874)

Gómez Muntané, María del Carmen. La música medieval en España. Reichenberger, 2001.

Véase también

Anónimo alemán en un manuscrito iluminado del siglo XIV. Archiv für Kunst und
Geschichte (Berlín).
Bardo
Bufón
Cómico de la legua
Goliardo
Mester de juglaría
Mester de clerecía
Ministril
Trovador
Trovero
Anexo:Trovadores
Payada
Referencias
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Goff, Jacques Le (1996). Los Intelectuales en la Edad Media. Editorial Gedisa,
S.A. ISBN 978-84-7432-251-4. Consultado el 29 de abril de 2020.
Wikisource contiene obras originales de o sobre Juglar.
Salas, Jusepe Antonio González de (2003). Nueva idea de la tragedia antigua.
Edition Reichenberger. ISBN 978-3-935004-65-7. Consultado el 8 de mayo de 2020.
Pavis, Patrice (1996). Diccionario de teatro. Barcelona, Paidós Ibérica. p. 266.
ISBN 8449306361.
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Quiñonero Hernández, José (1997). Mester de juglaría. Barcelona, Ediciones
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El Libro de Apolonio en la biblioteca virtual del CVC.
Fontanals, Manuel Milá y (1861). «pp. 18 y 19». De los trovadores en España:
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2020.
Poesía juglaresca y juglares. Orígenes de las literaturas románicas p. 141
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Oliva, César y Torres Monreal, Francisco (2002). Historia básica del arte
escénico. Cátedra, Madrid. p. 84. ISBN 84-376-0916-X.
«Juglares y Trovadores». www.teatroengalicia.es. Archivado desde el original el 27
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Enrique Banús. Literatura y espectáculo en la edad media: las razones del teatro
profano medieval.
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«► Los 10 mejores mercadillos medievales de España». Mi punto de partida. 14 de
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Cultura)». DCLM. Diario de Castilla-La Mancha. Consultado el 12 de diciembre de
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Portal pedagógico Archivado el 8 de enero de 2014 en la Wayback Machine.
Consultado en enero de 2014
[1] Consultado en octubre de 2017
Notas
Alfonso X, según recuerdan en sus monografías de la historia del teatro Lasso de
la Vega y Díaz de Escovar, diferenciaba, bajo la denominación común de juglares:
"los que andan por calles y plazas, tañendo y cantando por una vil ganancia, gente
procaz y desenvuelta, deben llamarse bufones; los que ejercen una profesión
semejante en las cortes, con decoro y gracia, sirviendo al solaz de personas
esclarecidas, apellidarse juglares; y los que supieren componer danzas, coplas,
arias, juegos partidos, etc., alcanzar el nombre de trovadores." Para Alfonso X la
diferencia está clara.
Ramón Menéndez Pidal lo explica así en la página 110 de Poesía juglaresca y
juglares. Orígenes de las literaturas románicas. Ed: Espasa-Calpe 9ª edición 1991:
El juglar verdaderamente devoto se halla figurado en San Francisco, cuando decía
que él y sus hermanos eran <<joculatores Domini» que debían alegrar al pueblo con
la predicación; en los momentos de mayor arrobamiento, el santo fingía manejar el
arco de la vihuela y cantaba ante los fieles que le rodeaban. De igual modo sus
frailes se ajuglaraban, convocando las turbas al son de la trompeta y entonando
piadosas laudes. Fray Pacífico, cuando acababa de cantar, decía: «Nosotros somos
juglares del Señor, y os pedimos por soldada que os deis a verdadera penitencia. >>
Este espíritu franciscano era general. Por los años en que moría san Francisco
(1226), nuestro Berceo se llamaba juglar de santo Domingo, y adelante veremos una
canción religiosa española con el estribillo de los juglares callejeros. <<Agora es
tiempo de ganar buena soldada>>
Libro de los Estados, capítulo 52: Pero en las vigilias que ahora se hacen, allí
se dicen cantares y se tañen instrumentos y se hablan palabras y se ponen posturas
que son todas el contrario de aquello para lo que las vigilias fueron ordenadas.
Sirva como ejemplo el Concilio de Valladolid de 1228: <<Stablecemos que todos los
clérigos diligientemente se aguarden muy bien de gargantez et de bebedez, et que
non usen de los oficios desonestos de los quales usan algunos legos. Item
stablecemos que los clérigos no sean en compañas do están joglares et
trashechadores, et que escusen de entrar en las tabiernas, salvo con necesidat et
con priesa, non lo podiendo escusar yendo de camino; et non joguen los dados nin
las tavlas> M. de Castro Alonso, Episcopologio Vallisoletano, Vallad., 1904, p. 66
En la península ibérica tiene ejemplos en la lírica culta castellana medieval, la
galaicoportuguesa y en especial en la literatura en occitano.
Así lo expone Manuel Milá y Fontanals en su libro De la poesía heroico-popular
castellana (1874) pp. 58 y 59: Eran hombres salidos del pueblo, pero dotados de
especial talento, ya poetas y cantores á la vez, ya solamente cantores. Celebraban
los hechos recientes, por encargo ó por afición, como testigos ó de oídas.
Entonaban primero sus cantos en los banquetes de los grandes, de dónde, por
mediación de los juglares de segundo orden, pasaba el R, á las ciudades y aldeas,
alimentando en las almas el amor de la patria y de la gloria. — III. ¿A qué siglo
pertenecen en su actual estado? Más ó menos modificados por la tradición acaso
fueron por última vez refundidos para darlos á la imprenta en el s. xvi; pero son
anteriores al s. xv.
Sobre juglar y ministril nos precisa María del Carmen Gómez Muntané, en su libro
La música medieval en España: Al principio, y salvo excepción, los juglares eran
los españoles y los ministriles los extranjeros, en su mayoría franceses y
flamencos que acudían de visita a las casas de la nobleza local. Gracias a ellos
penetraron las nuevas corrientes del Ars nova.
Carlos Alvar indica al respecto, en su libro Poesía de Trovadores, Trouvères y
Minnesinger (página 33): "...aquí tenemos reunidas las características esenciales
del juglar: es músico y cantor y viaja continuamente de corte en corte, buscando la
generosidad de los nobles, que le pagan regalándole vestidos, joyas, caballos o
tierras. Cuando digo que el juglar es músico me refiero a que sabe tocar varios
instrumentos musicales."
Como ejemplo, nos relata José Manuel Herrero Massari, en su libro Juglares y
trovadores que: en 1377, el rey Juan I de Aragón concede licencia a sus ministriles
para ir a Castilla a las bodas del hijo del marqués de Villena, autorizándoles
además para que, una vez allí, les enseñen todas las canciones nuevas que saben a
los juglares del marqués.
En la crónica de don Pero Niño del siglo XV, se clasifican a los juglares
asistentes a una boda en París en 4 grupos: <<que de los juglares solos, avría un
pueblo, que tañían estrumentos de diversas maneras de la música de pulso e flato e
tato e voz», es decir: cuerda, viento, percusión y canto.
Sirve como ejemplo la crónica sobre el condestable Miguel Lucas de Irizano, en la
que se describe la posición de los instrumentos al recibir una alborada en su
palacio y, por el contrario, cuando se hizo acompañar musicalmente a una misa por
su boda en 1461.
Así lo expone Miguel Ángel Pérez Priego en su libro Teatro medieval (p. 48): "En
su actuación, en efecto, el juglar no se confunde con el héroe cuya historia
cuenta. Habla de otro o de otros, narra sus hazañas y sus penalidades, con mayor o
menor grado de expresividad y dramatismo, pero sin enajenar su personalidad. Por
eso muchas veces termina su recitado explicitando su nombre y formulando una
demanda. Momento especialmente interesante en el arte del juglar era aquel en el
que abandona las formas narrativas por el monólogo. En éstos y géneros afines, como
poemas dialogados y de debate, había ya un cierto grado de impersonatio. El juglar
ya no hablaba de otro, sino que hablaba por él, lo representaba directamente con
sus gestos, su voz y quizá hasta su vestuario. En esos casos, el espectáculo del
juglar se aproximaba al más puramente teatral."
Jesús Francesc Massip, en su libro El teatro medieval: voz de la divinidad, cuerpo
de histrión (pp. 22 y 23), nos explica dicho cambio de parecer: "¿Qué había
ocurrido? las órdenes de frailes predicadores han salido a la calle y han utilizado
nuevas y expresivas técnicas de comunicación para establecer una relación más
emotiva y envolvente con la audiencia popular, es decir, como señala Allegri, han
invadido el espacio físico (calle), social (audiencia) y técnico (habilidades
comunicativas) hasta entonces pertenecientes a los juglares para hacerse con un
público lo más amplio posible. La iglesia, pues, llevando el agua a su molino,
recoge y aprovecha la teatralidad juglaresca y la pone a su servicio. Ello
comportará una legitimación de la licitud moral y social del oficio de actor "
Lo sostiene estudiosos como Luigi Allegri: "los signos de la compenetración entre
los dos universos, con fenómenos de utilización de los juglares con fines
religiosos por un lado y de espectacularización de las predicaciones por otro, son
evidentes."
En su ley 34 de la partida primera, reprueba a los clérigos que participan en
representaciones profanas.
En el relieve de la puerta de la iglesia de San Miguel de Lillo (Oviedo),
edificada hacia el año 850, aparecen representadas escenas circenses de un domador
de leones y un saltimbanqui haciendo acrobacias.
“Concilios y autores de época visigoda tachan de licenciosas o burlescas las
ballimatias, canciones que se cantaban al son de címbalos.” Rafael Lapesa N.º 10
(2018). Boletín de Información Lingüística de la Real Academia Española p. 22.
Homenaje de la Real Academia Española a su director, Excmo. Sr. D. Ramón Menéndez
Pidal con ocasión de cumplir este los noventa años» (Boletín de la Real Academia
Española, xxxix, 1959, Págs.7-37)
Mugeres que cantan sin instrumentos, quebrantando sus cuerpos e saltando e
tornayrando endoblando sus cuerpos e torçiendo los ojos e las bocas o faziendo
otros malos gestos e villanias de amor torpe e suzio, commo suelen algunos fazer,
que semeja que han quebrantados los miembros e asi los menean commo si los oviesen
descoyuntados. Todos estos tales juglares e juglaresas, cantadores e cantaderas que
tienen oficio del diablo para ençender los omes e mujeres. Libro de las
confesiones: una radiografía de la sociedad medieval española p.446
Enlaces externos
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en la sección de indumentaria.
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