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COMENTARIOS A PARA UN MATERIALISMO ALEATORIO DE

LOUIS ALTHUSSER

Filosofía primera
Louis Althusser se inserta a sí mismo en una tradición, en una corriente que
ha fluido subterráneamente en la filosofía. Su forma de presentarla es: una
filosofía del vacío. Es decir, su filosofía comienza por separarse de toda la
tradición terrestre evacuándola, con lo cual, no queda nada, ni un solo
problema filosófico.
Una vez que todo ha sido evacuado, podemos empezar una filosofía desde
nada. Por consiguiente, tenemos un primer principio de esta filosofía: el
primado de la nada sobre la forma.
Pero la nada primera no consiste en una negación de la forma, pues hay
formas. Por consiguiente, podemos situar a continuación un segundo
principio: el primado de la positividad sobre la negatividad.
Si la nada es primera antes que toda forma, entonces habrá que reconocer
también un primado del desorden sobre el orden, lo cual implica también
un cuarto principio: el primado del desvío sobre lo recto, pues el orden
requiere siempre una rectitud.
De esta manera, el vacío se manifiesta como una nada positiva,
desordenada y desviada. Estas cuatro dimensiones esenciales del vacío
constituyen por sí mismas una filosofía primera, una auténtica filosofía
primera respecto de la cual la de Aristóteles sería segunda, pues el ser niega
la nada, la ordena y le da una rectitud.
Por consiguiente, antes que el ser, hay nada, una nada positiva. Y por esto
mismo, la filosofía primera será una interpretación de ese haber. Es decir,
consiste en la interpretación de una única proposición: hay.

Filosofía del encuentro


Una filosofía primera no es una filosofía del origen. La nada no es el origen
de nada. No se trata de una nada originaria de la cual surgieran todas las
cosas, sino la nada en la que todas las cosas se encuentran. Por eso, la
filosofía del vacío, filosofía primera, es también una filosofía del
encuentro.
Todo encuentro es posible, y tan solo posible, precisamente gracias a esa
estructura de la nada, es decir, gracias a su positividad, a su desviación y a
su desorden. Para que haya encuentro, algo tiene que haberse desviado,
desordenado.
Naturalmente, una filosofía del encuentro hace obsoleta toda filosofía del
mundo y de la historia. Ya no hay una línea que trace el curso de un río,
desde su fuente origen hasta su desembocadura, sino que el río se forma
por el encuentro simultáneo de una diversidad de afluentes. Es
absolutamente imposible precisar dónde se forma un río, en qué momento
porque no es posible establecer una separación de las aguas. Pero es que,
además, el río no se ha formado por la unión de distintas aguas, sino que es
el encuentro mismo.
Ahora bien, el encuentro tiene una estructura, que es justamente la
estructura de la nada que acabamos de ver. Por ello, en la constitución del
mundo, puede establecerse también el primado de la estructura sobre los
elementos. Pero hay que señalar que este último principio no pertenece a la
estructura del vacío, sino que se da únicamente cuando el encuentro se
efectúa.
En rigor, y para ser consecuentes con esto, no se puede hablar de la
estructura de la nada: la nada carece de estructura, pues toda estructura
implica forma y orden. Pero la filosofía primera emplea todavía un
lenguaje provisional.
En cualquier caso, la filosofía del encuentro parte ya de una estructura para
ser una filosofía del mundo y de la historia. Por tanto, puede afirmarse que
todo lo que es, es porque ya ha habido encuentro, y por lo tanto posee una
estructura. Pero el encuentro ha sido aleatorio, pues nada lo garantiza. Todo
lo que es, todo lo que ha tomado consistencia, ha podido perfectamente no
tomarla

Filosofía del sentido


La filosofía del encuentro aleatorio nos lleva a una nueva concepción del
sentido, en el cual es preciso establecer una distinción. En primer lugar, hay
un Sentido, con mayúscula, que pretende ser anterior a todo encuentro, y
que hay que rechazar de plano. Este Sentido que intenta ocupar el lugar de
la nada es el que defendían Platón y Aristóteles, un sentido que pretende
dar un fin al encuentro, o una causa. En la tradición de la filosofía terrestre
(es decir, la visible, la no reprimida, la que oculta a la subterránea) el
Sentido ha respondido a las preguntas para qué (finalidad) y por qué
(causalidad). En ambos casos, la intención es explicativa, es decir, se busca
el sentido en una explicación que, para ser efectiva, debe situarse fuera de
lo explicado. El Sentido debe ser anterior a todas las cosas, sea desde su
origen, sea desde su final. Por tanto, se excluye toda aleatoriedad, toda
alternativa.
Sin embargo, hay un sentido, con minúscula, en el mundo y en la historia,
precisamente porque es en el mundo y en la historia. Un sentido que no
explica nada porque no trasciende aquello a lo que da sentido, un sentido
inmanente que incluye la alternativa, la aleatoriedad: el sentido del
encuentro.
Así entendido, la filosofía primera del vacío, del encuentro aleatorio, tiene
un sentido, y ese sentido puede verse en su historia. Por este motivo,
Althusser traza el sentido de la corriente subterránea a través de los
diversos filósofos que han coincidido en ella. Pero por tratarse
precisamente de un encuentro sin principio ni fin, es superfluo mencionar
la aportación de cada filósofo en un orden, como si formasen una línea.
Así, cabe mencionar a Spinoza como el filósofo del vacío. Althusser
propone entender la trimurti Dios-Sustancia-Naturaleza como un vaciado,
es decir, una nada. Ni Dios, ni la Sustancia, ni la Naturaleza son. Las ideas,
modos del pensamiento, se unen aleatoriamente según las condiciones del
encuentro de tal manera que el primer género de conocimiento, la
imaginación, refleja en realidad la estructura misma del mundo: desviación,
mezcla, sombras, desorden.
Maquiavelo es el filósofo del encuentro y, por consiguiente, del primado de
la estructura sobre los elementos. Para que algo tome consistencia, es
preciso que se creen las condiciones de una desviación, es necesario
propiciar su encuentro. En este caso, se trata del encuentro entre la Fortuna
y la Virtù. Es una filosofía del encuentro pensada a través de la política,
pero del encuentro en definitiva.
Epicuro es el filósofo de la desviación, la de aquellos átomos que caían en
el vacío. Una desviación imperceptible, sin Sentido, una desviación
indeterminable que, sin embargo, produce el encuentro de los átomos y
estructura un mundo.
Hobbes es el filósofo del desorden, el caos entre los seres vivos en busca,
cada cual, de su propio curso. Y ese caos propicia las condiciones en que
los hombres se encuentran y renuncian a sus derechos a cambio de un
orden.
Rousseau es el filósofo de la forzosidad del encuentro: es preciso que el
estado de encuentro se imponga a los hombres, que el espacio se haga
finito y cada vez más reducido, a fin de forzar a los hombres a entrar en
sociedades, encuentros forzados de los que derivan relaciones forzadas.
Marx es el filósofo de la toma de consistencia, de las condiciones
materiales de toda toma de consistencia y, por consiguiente, de su
aleatoriedad, que da lugar a un hecho consumado. El proletariado es un
ejemplo de toma de consistencia. Sin embargo, Marx patina al situar la
estructura por delante del encuentro, y de ese modo, considera que el
proletariado como elemento es producto de la estructura de la sociedad
burguesa, en lugar de entender que los elementos preceden a la estructura
antes del encuentro.
Heidegger es el filósofo de la anterioridad de la nada al ser, y de la
interpretación de ese haber nada: Es gibt.

*
Toda estructura es siempre posterior a los elementos. Sin embargo, una vez
que los elementos se encuentran, estos pasan a depender de la estructura.
No hay estructura alguna en el vacío, lo cual no quiere decir que el vacío
carezca de cualidades. El vacío tiene una cualificación, y esa cualificación
lo convierte en la imagen especular de Dios. Dios es negativo (en el sentido
que enseña la teología negativa), es ordenado, es recto, central, mientras
que el vacío es positivo, desordenado, desviado y diseminado.
Dicho de otra manera: el vació es la nueva imagen de Dios, viene a sustituir
la vieja imagen de Dios poniéndola patas arriba. Y si no, dese la vuelta a
las cualificaciones que del vacío se han hecho: es positivo, desordenado,
desviado y diseminado. Dios es negativo, ordenado, recto y central. Y por
supuesto, pleno.
Sólo coinciden Dios y el vacío en que ambos están allende el ser, que
ninguno es, sino que ambos son nada. A partir de ahí, el vacío de Althusser
se desarrolla como un anti-Dios.

APÉNDICE 2018
1
“El encuentro”, dice, “no crea la realidad del mundo”, que no es más que
átomos y vacío, “sino que confiere a los átomos la realidad que poseen”.
Sin la desviación y el encuentro, los átomos serían abstractos y carecería de
existencia. Su existencia no les viene más que de la desviación y del
encuentro antes del cual no tenían más que una existencia ilusoria”.
Aquí hay entonces una existencia ilusoria, y luego, por desviación y
encuentro, una existencia real. Realidad es una clase de existencia, pero
una existencia ilusoria no es existencia, es existencia irreal.
Esta realidad es el es gibt de Heidegger, la facticidad, el hecho del
encuentro sin origen, ni fundamento, ni sentido, facticidad sin causa ni fin.
2
Habla literalmente de “las imposibles condiciones de la Italia del S XVI”.
En las condiciones de imposibilidad es necesario “crear las condiciones de
una desviación”, que lleven a un encuentro y a la toma de consistencia de
un estado italiano. Ahora bien, esa creación de condiciones ¿qué es?, pues
habla de un profundo anhelo. Para que la desviación se produzca, tiene que
darse en un punto cualquiera en un momento cualquiera, un hombre sin
nombre en un lugar sin nombre. Es decir, en una Italia atomizada donde no
puede surgir una unificación por parte de los Estados, algo tiene que salir
de la nada, abandonar la indeterminación de la existencia irreal y realizarse,
realizando así la unidad.
Pero el anhelo es la condición de desviación en las condiciones de
imposiblidad. Un anhelo de muchos que, en un momento indeterminable,
toma consistencia en un lugar indeterminado. Este encuentro confiere a un
hombre concreto una misión, para la cual debe dar curso al anhelo
sosteniéndolo, haciendo un esfuerzo por la constancia, la persistencia.
Los elementos no existen, son meramente abstractos hasta que se produce
el encuentro, que da lugar a su existencia.
3
En Spinoza el pensamiento tiene que empezar en el hombre por las ideas
confusas, hasta que estos elementos toman forma, pasando del primer
género al segundo, por nociones comunes, y al tercero por ideas singulares.
El primer género no es pensar, es una ilusión de pensar.
Este tránsito es aleatorio, puede suceder o no, y la experiencia muestra que
las más de las veces no sucede.
Una idea interesante: cabría pensar que DNS podría ser la misma realidad
pensada según los tres géneros de conocimiento: en el primer género, Dios,
en el segundo, Naturaleza, en el tercero, Sustancia.

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