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“shamanes” o sacerdotes, llamados “tecuira” o “tequina”, detentaban el poder religioso y tenían cierta independencia
frente a los queví. En la base de la escala social estaba el pueblo y los esclavos o “pacos, los cuales adquirían en las
guerras o por intercambio. Estas diferencias en el orden socio-económico, sin lugar a dudas, se reflejaron en los diversos
tipos de viviendas que conformaban las aldeas prehispánicas. Al respecto, el cronista Gaspar de Espinosa en su último
viaje describe la vivienda del Cacique Natá, como una de las más hermosas que había encontrado en el Nuevo Mundo. El
cronista Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés, en su obra Historia General y Natural de las Indias, nos la describe así:
“Hay otra manera de bohíos o casas en Natá, redondos, con unos chapiteles muy altos, y que son de mucho aposento y
seguros, porque el viento de la brisa que allí corre, mucha parte del año con mucho ímpetu, no los puede así coger como
a los que son cuadrados o de otra forma. Son de recia y buena madera, y más hermosos de dentro que todas las
maneras de casas que se ha dicho; y ponen en la punta un chapitel una casa de barro cocido a manera de candelero, y el
cuello alto, y en la forma questá aquí pintado...La paja con que se cubre es muy buena, y las cañas de las paredes
gruesas, y por fuera y de dentro forradas las paredes con caña delgada muy bien puesta y con muchos apartamentos.
Fray Bartolomé de las Casas, en el siglo XVI, también describe las viviendas de los indios de la REGIÓN ORIENTAL O GRAN
DARIÉN, en especial la del cacique Comagre, que presentaban diferencias con respecto a las que se construían en la
región sabanera del Pacífico, donde estaba emplazada la ciudad prehispánica de Natá; al respecto, el defensor de los
indios dice:
Tenía sus casas reales las más señaladas y mejor hechas que hasta ahora se habían visto en todas estas islas y en lo poco
que se sabía de la tierra firme; la longura della era de ciento cincuenta pasos, la anchura y hueco de ochenta; estaba
fundada sobre unos gruesos posteles, cerca de cada muro hecho de piedra, entretejida madera por lo alto, como
zaquizamí, por tan hermosa arte labrada, que los españoles quedaron espantados de verla, y no sabían dar a entender
su artificio y hermosura. Tenía muchas cámaras o piezas y apartamentos; una, que era como despensa, estaba llena de
los bastimentos de la tierra, de pan y carne de venados y puerco y pescados y otras muchas cosas comestibles; otra gran
pieza, como bodega, llena de vasos de barro con diversos vinos blanco y tinto, hecho de maíz y raíces de frutas, y de
cierta especie de palmas y de otras cosas. Había una gran sala o pieza muy secreta, con muchos cuerpos secos de
hombres muertos, de la cumbre colgados, con unos cordones hechos de algodón, vestidos y cubiertos con mantas ricas
de lo mismo, todas entretejidas con ciertas joyas de oro y algunas perlas y otras piedras que ellos tenían como preciosas.
Don Juan Requejo y Salcedo, en su Relación Histórica y Geográfica de la Provincia de Panamá, publicada en 1640, dejó
también una interesante descripción de las viviendas de los indígenas que poblaban la REGIÓN OCCIDENTAL del Istmo,
conocida como el Guaymí, que presenta las mismas pautas de poblamiento que encontramos en la actualidad entre este
grupo étnico de filiación amerindia. Así habla el citado funcionario, refiriéndose a este grupo aborigen que le tocó
catequizar a Fray Adrián de Santo Tomás, en la tercera década del siglo XVII:
“No había pueblos; más cada parentela estaba de por sí en su ranchería de palmiche grande, en forma redonda, la cual
gobernaba el más viejo, y estaban los ranchos divididos unos de otros media legua, o un cuarto, sin otra comunicación
más de las que tenían a la junta de sus juegos; y estos mudaban de una parte a otra cuando se les antojaba, por lo cual
ha costado mucho trabajo reducirlos a población.
Explicación:
Es muy interesante ver que en nuestro istmo había una jerarquía política y un sistema religioso al igual que muchas
regiones americanas, además de eso tenían asentamientos en la provincia del actual Coclé donde estaba la ciudad
prehispánica de Natá y en Darién. Estos asentamientos eran relativamente rudimentarios, pero para vivir como ellos lo
hacían estaban perfectas. Se les encontró herramientas como lanzas y hachas muy desactualizadas para la época,
también tenían sus propias artesanías y dialectos lo cual demostraba lo unidos que estaban como sociedad. Tenían su
propia agricultura y estilo de trabajo artístico, inclusive descubrieron muchas piedras preciosas y trabajaban el oro.