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Caso Thomas Restobar
Caso Thomas Restobar
1) Una persona cruza la Javier Prado por una zona no autorizada, colocándose
frente a un probable riesgo de muerte. Aquí, el temerario personaje acepta
una fuente de peligro propio (la amenaza a su vida), lo que constituye una
autopuesta en peligro.
Lo dicho, y que se ha debatido en las redes sociales tanto por medios periodísticos
como por abogados constituye una figura no aplicable al caso Thomas
Restobar, porque la autopuesta en peligro se aplica únicamente a casos en los
que solamente la víctima tiene control de la fuente de peligro (que podría llevar a
una autolesión).
Cuando concurren varias fuentes de peligro que son creados y/o compartidos por
la víctima y/o por un tercero, pero de modo tal que la ausencia de uno extinguiría la
fuente de peligro, nos encontramos ante la figura llamada “heteropuesta en
peligro consentida”. Aquí, la víctima acepta el riesgo creado por el tercero, pero,
además, activamente participa en su autopuesta en peligro.
El conocido caso alemán denominado “el auto surfista” nos permitirá entenderlo
mejor: un grupo de jóvenes realizaban una acción por ellos considerada “deportiva”
de pararse sobre el techo de un vehículo en movimiento a una velocidad de 70-80
km/h. Mientras realizaban dicha actividad, uno de los jóvenes resulta lesionado de
gravedad al caer.
En este caso vemos una fuente de riesgo creada por el conductor, y otra derivada
de la autopuesta en peligro del surfista. Si quitamos cualquiera de estas fuentes de
riesgo, el resultado lesivo no se producirá, característica natural de una
heteropuesta en peligro consentida.
Probablemente la tendencia de analizarlo con los criterios del caso Utopía, como
he visto en algunos análisis en redes sociales de modo válido, sea lo primero que
nos pueda venir a la mente. Sin embargo, considero que ello es un punto de
partida errado porque la exposición de las víctimas a fuentes de riesgo en ambos
casos tiene orígenes distintos.
La tercera fuente de riesgo que se omite en los análisis -o que, al menos hasta la
redacción de la presente opinión, no he tenido oportunidad de leer- es que el
resultado muerte derivó de “conducta de las víctimas”, entre las que podemos
diferenciar a dos grupos: Las “victimas” que estaban aglomeradas frente a la
puerta y los “clientes” que de manera dolosa se abalanzaron con intención de salir.
Es este último grupo el que produjo el resultado muerte por asfixia, no únicamente
“el problema de la puerta”. Recordemos que en estos casos se puede actuar
dolosamente en una autopuesta en peligro, sino también participar en su
incremento de manera culposa.
Dicho ello, creo que ahora sí es posible analizar si los riesgos pueden ser
imputados de manera dolosa o culposa (que no es típica) y, de ser posible, a
quiénes pueden atribuírseles.
De lo dicho, y de las imágenes difundidas en estos días, se puede advertir que los
administradores -y, dicho mal y rápido, cualquier personal de la discoteca- sí
tenían posición de garante respecto del “evento” y del “problema de la puerta”.
Ambas fuentes de riesgo sí pueden atribuírseles y las consecuencias
autolesivas de las víctimas, siempre que estas no hayan impedido el ejercicio del
deber de garante, volviéndolo inexigible.
Como primera conclusión, puede advertirse que las fuentes de riesgo contra
las medidas sanitarias y la autopuesta en peligro de las víctimas a esta, sí
son atribuibles de modo doloso a los administradores. Cabe reiterar que, al
hablar de dolo, nos referimos a crear una fuente de riesgo con conocimiento y
voluntad.
Ahora bien, para analizar las responsabilidades por “el problema de la puerta”,
primero tenemos que analizar la “conducta de las víctimas”, y si esta pudiera
excluir la imputación de dicha fuente de riesgo a los administradores. Eso lo
veremos más adelante.
Sobre la policía
Al respecto, luego de un análisis más pausado y con más información, con relación
a la actuación policial no pareciera que esta haya generado ninguna fuente de
riesgo a pesar de su posición de garante. De hecho, muy por el contrario. Si ellos
hubieran logrado cumplir el deber de abrir la puerta, se habrían reducido o hasta
anulado la fuente de riesgo creada por las propias víctimas que ya analizaré-.
Luego de todo lo dicho, creo que es posible concluir que en lo relativo a la fuente
de riesgo por el “evento”, la autopuesta en peligro de acudir a la discoteca no
excluye el deber de garante de los administradores. En este punto, el aspecto
relativo a la tipicidad o la responsabilidad penal en específico debe derivar de dicho
análisis. El “problema de la puerta” exige una valoración distinta.
Si bien las víctimas no tienen ninguna posición de garante respecto del “problema
de la puerta”, sí debe tomarse en cuenta la fuente de riesgo “conducta de la
víctima”, atribuible únicamente a estas. Por lo tanto, si hay una fuente de riesgo
creada por un tercero (garante) que es advertida por la víctima, quien participa
creando una fuente de riesgo adicional atribuible únicamente a ella, estamos frente
a un escenario de heteropuesta en peligro consentida. Recordemos, su
característica de que la ausencia de alguna de las fuentes de riesgo impide la
puesta en peligro y el resultado.
Para ir concluyendo con esta extensa opinión, quedaba pendiente analizar cómo es
que opera “el problema de la puerta” respecto de los administradores en tanto
garantes. Si solamente fuera esta fuente de riesgo la que hubiera producido la
muerte, se estaría frente a un caso idéntico al caso Utopía en los que el resultado
muerte no derivo de una autopuesta en peligro.
Tenemos que analizar que “el problema de la puerta” comprende dos tipos de
posiciones de garante concurrentes: la de la PNP, consistente en abrir la puerta
(apertura), y la de los administradores, consistente en que la puerta se abriera para
el exterior (forma). Ello nos permite concluir que tanto la “conducta de las
víctimas” como la “forma” fueron las condiciones que impidieron que la PNP
tuviera una participación respecto de la “apertura”, lo que abona a la
inexigibilidad individual de cumplimiento de la PNP.
Por otro lado, vemos que la “forma” sí tuvo una incidencia directa en el
“problema de la puerta”, que configura una creación dolosa de una fuente de
riesgo y una producción culposa del resultado -ni “victimas”, ni “clientes”, ni
administradores lo buscaron dolosamente-.
Conclusión
Debo precisar nuevamente que el análisis realizado fue sobre la base exclusiva de
la atribución de riesgos, no sobre la imputación de tipos ni de responsabilidades
penales, pues para ello, aún hoy, considero que es necesario mayor información.
Lo que sí considero es que:
1. No hay ningún tipo de atribución de riesgo a la PNP,
2. Que los administradores solo podrían responder por riesgos dolosos respecto
de la puesta en peligro y de la violación de medida sanitaria, más la producción
culposa de una autolesión, y
3. Que los clientes que generaron el atasco son los responsables de crear
dolosamente fuentes de riesgo que produjeron la muerte de las víctimas.
Desde luego, todo ello no excluye las responsabilidades que por otras índoles
entiéndase, por ejemplo, administrativas- puedan derivar del actuar de la PNP, de
los administradores o, incluso, de los “clientes”.