Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
No quiere esto decir que la formación deba conducir a una crispada lucha contra el
bienestar. Pero las circunstancias reales en que se mueve el hombre hacen
necesario insistir en la necesidad de la templanza, en el dominio de uno mismo, en
saber poner límites a las desmesuradas exigencias de nuestras apetencias
personales. La templanza es muy importante para evitar que el bienestar se
revuelva contra el hombre, apartándolo de los valores superiores que está llamado
a alcanzar.
La templanza es señorío sobre uno mismo. Con ella el hombre aprende a prescindir
de lo que le produce un daño, y con el tiempo advierte que el sacrificio es sólo
aparente, porque al vivir así, con sacrificio, se libra de muchas esclavitudes. La
lucha y el sufrimiento –apunta Enrique Monasterio– son peajes inevitables en el
camino de nuestra vida, y para ser feliz es indispensable perderles un poco el
miedo. La felicidad, o el amor, no son simples fenómenos químicos de escasa
duración, sino que exigen siempre un compromiso y un sacrificio mantenidos.
Quien pretende ingenuamente eludirlos, sólo logra alejarse de la felicidad, sólo
encuentra pequeños placeres, cada día menos intensos y más frustrantes, porque,
queramos o no, el paladar –y lo digo en sentido amplio– también se desgasta.
1
Como decía Ortega, mientras el tigre no puede dejar de ser tigre, no puede
destigrarse, el hombre vive en riesgo permanente de deshumanizarse. Y buena
parte de ese riesgo de deshumanización proviene de la pérdida de libertad interior,
casi siempre más grave que la privación de la libertad física.
¿Por qué dices que es más grave? Sobre todo por sus efectos, pero también por la
facilidad con que pasan inadvertidos. Los peligros que nos acechan para
desposeernos de la libertad interior suelen ser bastante solapados, difíciles de
descubrir.
Esto es lo que sucede cuando se busca conseguir en las personas unas respuestas
determinadas, manipulando para ello las diversas pasiones humanas. Por ejemplo,
cuando se busca exacerbar el impulso sexual, o la pasión por el juego, la bebida o la
droga, con objeto de desencadenar de modo compulsivo esas fuerzas para provecho
de quien lo induce; o cuando se trata al hombre como una mera afectividad a
captar, y para ello se le engaña con un inexistente cariño, o mediante la seducción o
el miedo; o cuando se fomentan sentimientos de egoísmo, odio, venganza, etc.