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MAESTRÍA EN EDUCACIÓN

Asesor: x

Alumno: x

Ensayo: análisis de la pedagogía del oprimido de


Paulo Freire

JUNIO/2020
Introducción

El presente ensayo busca analizar la obra "Pedagogía del Oprimido", uno de los legados
escritos más importantes del educador brasileño Paulo Freire, referente a nivel internacional de
una visión crítica de la educación, donde plasma su interés por abrir el espacio educativo y
formador a las clases obreras populares
Paulo Freire, conocido por su importante papel en la pedagogía del siglo XX. Es conocido
como el pedagogo de los oprimidos transmitiendo a su vez la pedagogía de la esperanza. Su
obra más importante fue escrita en 1970: la pedagogía del oprimido, como pedagogía
humanista y liberadora tendrá, pues, dos momentos distintos aunque interrelacionados. El
primero, en el cual los oprimidos van desvelando el mundo de la opresión y se van
comprometiendo, en la praxis, con su transformación, y, el segundo, en que, una vez
transformada la realidad opresora, esta pedagogía deja de ser del oprimido y pasa a ser la
pedagogía de los hombres en proceso de permanente liberación”.
Para Freire, la educación no consiste en una mera transmisión de conocimiento, sino la
continua construcción de un mundo común. Por lo tanto, el conocimiento se construye día a día
en las aulas y por medio de la educación, tanto formal como no formal.
El método que plantea Freire es el de concienciar y politizar a la sociedad; por lo tanto, la
metodología a utilizar en el aula está determinada por el contexto en el que se mueva la
sociedad, por lo que no se puede ser rígido ni universal, sino que la educación ha de ir
construyéndose por los hombres, en su calidad de sujetos que son capaces de transformar su
realidad; cómo podemos comprobar, la metodología seguida por Freire está basada en la
práctica, sometida al cambio constante, la evolución y la reformulación; para Freire estas dos
ideas están relacionadas, ya que la palabra está compuesta tanto por la acción como por la
reflexión, las cuales forman parte del proceso transformador del que es partícipe la escuela.
Juntos lograrán que finalmente los hombres actúen en el mundo para humanizarlo,
transformarlo y liberarlo.
Freire comienza con la creación de una nueva pedagogía liberadora, buscando la reflexión del
individuo con su entorno; el principal objetivo de Freire con este tipo de educación es el de
desarrollar el espíritu crítico de las personas para que se desarrollen, a través del dialogo, con
su entorno.
Desarrollo
La pedagogía del oprimido de Paulo Freire surgió en el contexto latinoamericano de las
grandes desigualdades sociales y económicas de la segunda mitad del siglo XX donde
empezaron a predominar las pedagogías denominadas desarrollistas, importadas de los países
ricos, y que a fin de cuentas eran modelos abstractos, en teoría válidos para todas las
sociedades, pero que no tenían en cuenta las singularidades de cada una de estas sociedades.
Las pedagogías desarrollistas no se plantearon las cuestiones de fondo de la educación, es
decir, su relación con el contexto histórico, político y con las estructuras sociales concretas de
las naciones latinoamericanas. En respuesta a este tipo de pedagogías, surgieron las
pedagogías de la liberación. Dichas tendencias tuvieron una gran variedad de propuestas
educativas que se desarrollaron en aquellos lugares del mundo donde la situación de
dependencia impulsó el compromiso por la liberación. Estas pedagogías, a pesar de la
diversidad, poseen algunos puntos en común que manifiestan la semejanza de inquietudes que
recorrían la región. Tales características comunes hacen referencia al reconocimiento de la
politicidad de la educación, a la denuncia de los factores de alienación provenientes del
contexto económico y político y a la propuesta de transformación de la realidad, que contrasta
fuertemente con el reformismo postulado por las pedagogías desarrollistas.
En la pedagogía del oprimido se hace una crítica a la educación tradicional de los opresores
(que llama “educación bancaria). En este tipo de educación, el maestro es el sujeto de la
educación y el educando es el receptor que recibe todos los contenidos de la sabiduría. La
tarea del maestro es llenar a los educandos con los contenidos de sus conocimientos. En esta
concepción bancaria de la educación, el buen educador es el que mejor vaya llenando los
recipientes en los depósitos de los estudiantes. Y será el mejor educando, el que se deje llenar
dócilmente los recipientes y los aprenda con mucha memorización. Los estudiantes de la
educación tradicional son pasivos; reciben muchos conocimientos, los cuales son guardados y
archivados; el dueño de la información es el educador, que es quien sabe, pues los educandos
serán los que no saben. Esta educación forma agentes dóciles de los opresores; se educa para
una vida bajo control de los opresores, quienes estarán tranquilos porque saben que los
educandos se están formando en una educación tradicional, la realidad es peligrosa para la
sociedad tradicional, pues los educandos van descubriendo su propia realidad; ante ello, Freire,
propuso una nueva educación que debe dar más importancia a los educandos en el proceso
enseñanza-aprendizaje. Los educandos se convierten en educandos educadores, y los
educadores se convierten en educadores educandos. Una nueva dinámica educativa, pues los
educadores no son mensajeros de los opresores y son los que educan con una “educación
problematizadora”, con actos permanentes de descubrimiento de la realidad.
La pedagogía problematizadora de Freire, se empeña en la desmitificación a través del
diálogo para descubrir y comprender la realidad, el diálogo en la educación permite compartir
las ideas de unos con otros y lleva a la socialización; contrario a la individualización en el
aprendizaje, muy propia de la educación tradicional o «educación bancaria», que es
individualista; con el diálogo se llega a la comprensión del mundo y de su realidad; pero este
diálogo debe presentar un profundo amor al mundo y a los hombres, el diálogo hace necesaria
la investigación con la cual se llega a la creatividad y a la transformación, que es el derecho de
todos los hombres.
De acuerdo con la concepción bancaria, propuesta por Freire, la educación es vista como el
acto de depositar, narrar, transferir o transmitir conocimientos y valores a los educandos,
concebidos como meros pacientes; la contradicción opresor-oprimido, a la que ya se hizo
referencia, la encontramos en el aula de clase bajo la relación educador-educando. Esta
relación se teje por medio de la narración, la cual reduce al educando a un mero recipiente en
el que se deposita información; la labor del educador consiste en dar un discurso que deberá
ser memorizado mecánicamente por el estudiante. En la concepción bancaria de la educación,
el saber, el conocimiento, es visto como una donación del educador, que se juzga sabio, al
educando, juzgado como inculto, esta donación, dice Freire, se basa en una de las
manifestaciones instrumentales de la ideología de la opresión: la alienación, o absolutización,
de la ignorancia, según la cual ésta se encuentra siempre en el otro.
En la educación bancaria, el educador es el que piensa, el que sabe, el que disciplina, el que
prescribe, el que actúa, el que escoge el contenido programático; el estudiante es su
antagonista, es el objeto pensado, el disciplinado, el que sigue la prescripción. El estudiante no
actúa, porque no participa en la construcción del conocimiento, mucho menos colabora en la
elección del contenido programático (Freire 2005, 80).
La concepción bancaria de la educación se sostiene sobre una falsa visión del ser humano,
una que considera que hay una dicotomía entre el hombre y el mundo, según la cual las
personas están capacitadas para recibir información del mundo, pero no para transformarlo ni
recrearlo. Esto se debe a que se considera la conciencia como un mecanismo pasivo, cuya
única función es la de recibir permanentemente la información que el mundo deposita en ella
(Freire 2005, 84). Entonces al no haber creadores sino solo espectadores, se tiene un mundo
sin dinámica, fraccionado y bien organizado y una mente que lo conoce.
El docente, por su formación, conoce fragmentos de dicho mundo y deposita su conocimiento
en el estudiante para que este lo guarde y archive. El problema es que bajo esta noción de
conocimiento tanto el docente como el estudiante devienen autómatas, renuncian a la praxis,
dejan a un lado la búsqueda de la liberación que, como ya se dijo, debe ser permanente. En
pocas palabras, el problema es que la concepción bancaria de la educación conduce a la
negación de su vocación de humanizarse, de ser más. La contradicción educador-educando,
en la que el primero (educador) es el antagonista del segundo, debe ser enfrentada con el fin
de lograr la liberación de los dos.
Lo que buscan los opresores, dice Freire, "es transformar la mentalidad de los oprimidos y no
la situación que los oprime", para que se adapten mejor a la situación, lo cual permitirá una
mejor forma de dominación (Freire 2005, 81). Los opresores consideran a los oprimidos como
seres marginados, seres inadaptados; son una patología de las sociedades sanas, un
problema que estas deben remediar. La solución es transformar sus mentalidades de hombres
ineptos y perezosos para que puedan integrarse a la sociedad sana.
El educador humanista, dice Freire, es el responsable de romper tal contradicción (sobre las
exigencias que debe cumplir un educador humanista; es educador humanista aquel que confía
sinceramente en el poder creador de los otros. Partiendo de esto, su labor consistirá en buscar
la liberación de ambos, de él y de sus estudiantes, y para ello deberá identificarse con ellos,
educarse con ellos, convertirse en su compañero. Esto último, ser su compañero, es necesario,
pues en el momento en el que surja este compañerismo, construido mediante el diálogo, el
educador dejará de hacer depósitos, de hacer prescripciones, dejará de domesticar al
educando. En este proceso, las dos partes, educador y educando, dejarán de ser meros
autómatas y pasarán a construir en comunidad su conocimiento.
De esta manera, al trabajar con el profesor para problematizar el mundo, el estudiante ya no
se verá como un ente pasivo ante un mundo estático que se le presenta, sino como un agente
activo, capaz de transformar la realidad, realidad que ahora se le presenta como
constantemente cambiante. Incluso la historia es susceptible de ser reescrita cuando se la lee y
comprende en diálogo con los otros. Una lectura crítica del pasado les permitirá a los sujetos
investigadores comprender de manera más clara qué y quiénes son, lo cual, unido al hecho de
que la realidad ya no es vista como estática, les permitirá ser conscientes de que interpretando
su historia podrán construir un mejor futuro.
Conclusiones
Freire trabajó para suprimir una situación cultural dominada por los privilegiados donde el
resto de personas deben limitarse a ser meros espectadores, “en la síntesis cultural, donde no
existen espectadores, la realidad que debe transformarse para la liberación de los hombres es
la incidencia de la acción de los actores”. Esta pedagogía ha llegado hasta nuestros días y son
numerosos los estudios que siguen apareciendo acerca de esta metodología y de los
resultados de su aplicación. Para la concepción de escuela, se puede resaltar la necesidad que
los contenidos educativos tengan que ver con el mundo que hay alrededor, es decir, que estén
contextualizados, y que los docentes sean educadores comprometidos con lograr la verdadera
educación que permita al estudiante conocer y entender su realidad, para que, a partir de esta
interiorización de su realidad, la logre cambiar para mejorarla. La escuela del siglo XXI se
alinea perfectamente con esta propuesta de Freire, pues hoy lo que busca propiciarse en la
escuela moderna es la aceptación de la diversidad y realidad de nuestra sociedad,
fomentándose la inclusión e integración, y orientándose a ejercer la responsabilidad social e
investigación como motores de cambio positivo de la realidad social.
De acuerdo con lo expuesto en su libro “Pedagogía del oprimido”; existen dos tipos de
educación, la domesticadora y la libertadora, en la primera, se posiciona al profesor como
figura central del proceso de enseñanza, por lo que el docente posee el monopolio del
conocimiento y es responsable de imponer el saber al alumno, mientras este adopta una
postura pasiva y se limita a memorizar mecánicamente la información suministrada; la
educación libertadora fue la propuesta de Freire a la primera opción, con la intención de
destruir la pasividad de estos últimos y estimularlos a transformar su realidad. En este contexto,
el dialogo cobra una gran importancia, ya que funciona como instrumento de liberación y
construcción de la conciencia crítica de los alumnos. El método de enseñanza de la
alfabetización que propone Paulo Freire consiste, inicialmente, en el estudio del contexto, para
determinar y registrar el vocabulario utilizado en el medio cultural de los alumnos.
Posteriormente, se seleccionan palabras “generadoras” o “generativas” entre el vocabulario
descubierto. Es decir, aquellas que poseen mayor contenido emocional, y que además, son
capaces de generar otras.
Finalmente, ocurre el proceso real de alfabetización, que para Freire ocurre, inicialmente,
en sesiones de motivación (para estimular debates entre ambas partes), el desarrollo de
materiales de aprendizaje y la decodificación, en la que los alumnos promueven nuevas
combinaciones a partir de las palabras “generadoras”.

Bibliografía

Freire, Paulo (1973). La Educación como Práctica de la Libertad. Editorial Siglo XXI. 9ª
Edición. Buenos Aires, Argentina.

Freire, Paulo (197O). Pedagogía del Oprimido Editorial Siglo XXI. 2ª Edición. Buenos Aires,
Argentina. Recuperado de https://fhcv.files.wordpress.com/2014/01/freire-pedagogia-del-
oprimido.pdf

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