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- Modelos y enfoques1
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Modelos de Orientación. Disponible en:
http://cursos.aiu.edu/Modelos%20de%20Orientacion%20Psicopedagogica/PDF/Tema%202.pdf.
Recuperado el 20 de febrero de 2013
Modelo de servicio: también se le conoce como modelo de prestaciones. La intervención
es preferentemente directa pero podría ser indirecta. Los orientados pueden ser uno o
varios al mismo tiempo. Se prefiere que la orientación se realice de manera externa. La
orientación es reactiva. Tiene un carácter público o social. Se centra en las necesidades
de los alumnos con dificultades. Actúa sobre el problema y no sobre el contexto. Suele
ubicarse fuera de los centros escolares Su implantación es zonal y sectorial Este modelo,
generalmente vinculado a las instituciones públicas, oferta servicios para atender las
disfunciones, carencias o necesidades que demanda la población.
Este modelo ha tenido una gran tradición en Europa, en donde la Orientación ha tardado
mucho en integrarse en las instituciones educativas.
Modelo de programas: el origen del Modelo de Programas está ligado a las limitaciones
observadas en los modelos que le precedieron en el tiempo –el counseling y el de
servicios, y a la necesidad de dar respuesta a las exigencias de la extensión de la
Orientación a todos los alumnos, con la consiguiente integración de la intervención
orientadora en el contexto escolar.
Modelo de consulta colaborativa: es un término que se utiliza por primera vez en los
años noventa. Es un modelo de consulta en donde el orientador y el orientado asumen
una responsabilidad compartida en todos los aspectos de la consulta: ambos definen el
problema, fijan los objetivos, desarrollan un plan de acción y comparten la responsabilidad
de llevarlo a la práctica y evaluarlo.
Las fases de la consulta son: información y claridad sobre el problema, diseño de un plan
de acción, ejecución y evaluación de ese plan de acción, sugerencias al consultante para
que pueda afrontar la función de consulta.
a. La perspectiva psicométrica
La adecuación de los individuos a puestos de trabajo está en el origen del uso de los test
en la Orientación. En el siglo pasado, los test eran instrumentos supuestamente rigurosos,
confiables y válidos. Empezaron a utilizarse en 1900 por Binet y Simon para medir la
inteligencia y el rendimiento del alumnado, alcanzando su auge en 1930 aplicándose a
grandes masas de población para medir fundamentalmente las aptitudes específicas de
cada sujeto. A partir de esta fecha comienza un período de revisión crítica en donde se le
presta especial atención a la medida de los intereses y personalidad del alumnado.
Durante estos últimos tiempos han aparecido nuevas fórmulas de diagnóstico que han ido
restando progresivamente el protagonismo que los test tuvieron a principios del siglo
pasado.
La Psicología Clínica surgió como alternativa a la escasa utilidad que proporcionaban los
test de inteligencia y de rendimiento académico. La evaluación de la conducta como
producto de la interacción del escolar con las condiciones específicas de la situación,
(Bersoff, 1971) irrumpió en el ámbito escolar a mediados de los 60, poniendo en tela de
juicio los procedimientos diagnósticos llevados a cabo hasta el momento. El test dejó paso
a la observación directa y la entrevista como procedimientos de recogida de información
para elaborar estrategias de intervención frente a los problemas encontrados. La
actuación indiscriminada de los test con grandes poblaciones de individuos fue sustituida
por una evaluación de la conducta en cada caso particular. Es evidente que desde el
punto de vista económico resultaba mucho más barato etiquetar a grandes poblaciones
de sujetos mediante un test que estudiar el caso particular de cada uno ya que la
evaluación conductual se basaba en las conductas problema y en las variables
ambientales y organísmicas que pudieran estar manteniéndolas (Santana, 1993).
Escudero (1986) plantea que esta evolución hacia “lo cualitativo” tiene claras
repercusiones en el diseño y aplicación de los programas de intervención. Al poner más
énfasis en los aspectos humanos, se opta por un modelo de intervención con una raíz
mucho más educativa que la perspectiva anterior.
c. La perspectiva humanista
Surge como consecuencia de la fuerza que adquirieron todas las teorías y políticas
destinadas a humanizar la escuela (Rogers, 1969; Jackson, 1968). Estamos pues ante
una nueva teorización que tenía en la pedagogía su razón de ser. Estaba centrada en el
desarrollo personal priorizando los intereses y los valores humanos. Las relaciones
humanas en educación van a adquirir un gran protagonismo desde que la perspectiva
humanista iniciara una nueva teorización en este campo dedicando especial atención a
las necesidades que presentan los sujetos en su vida escolar.
Como es de suponer el papel del orientador consiste en la creación de ese ambiente que
facilite el aprendizaje individual por lo que se acercan las posiciones en cuanto a la
relación entre profesores y orientadores ya que ambos tienen el mismo cometido. Aunque
el contexto escolar sea el dominante, se admite la importancia de otros en el rendimiento
final de una persona. Se parte del principio de que la personalidad, la conducta y el
rendimiento de un niño o niña en la escuela es el producto de la interacción de tres
ambientes –escolar, familiar y social–.
Esta aportación, aunque resulte simplista, tuvo una gran repercusión en la construcción
futura de una teoría pedagógica más comprensiva y adaptada a las complejas realidades
sociales del mundo postmoderno. Una de las características básicas de la perspectiva
humanista, como hemos comentado ampliamente, es la creación de un clima que facilite
el aprendizaje, pero ¿qué tipo de prácticas deben cultivar los orientadores y qué tipo de
prácticas deben rechazar?. El siguiente cuadro refleja un trabajo de Purkey (1971; en
Santana, 1993, pág.81) en el que se enumeran una serie de prácticas clasificadas en
humanizantes y deshumanizantes.
La tarea del orientador, desde esta perspectiva, se ve reforzada puesto que su ayuda se
extiende no sólo al ámbito escolar – alumnado, profesorado y otros agentes– sino que
incluye los ámbitos familiar y social como parte de su actuación. El orientador es un
profesional que interviene con un tipo de conocimiento que facilite la comprensión de los
contextos sociales y que sirvan como justificación para explicar los problemas del
alumnado. Es en suma, un trabajador comprometido con la realidad social en la que
trabaja y que toma una participación activa para modificarla. La perspectiva sociológica
Son las variables socioeconómicas y culturales las que determinan en gran medida las
decisiones profesionales. Este principio reconocía una realidad social indiscutible: la
desigualdad existente entre las clases sociales, por lo tanto se asume que no se puede
hablar de igualdad de oportunidades. El rol que desempeña cada uno de los sujetos en la
sociedad va a estar determinado por la situación socioeconómica y cultural de la familia.
Aunque puedan darse casos aislados en los que no coincida el rol social de un individuo
con su extracción social, en líneas generales, la situación sociolaboral de los sujetos
estará condicionada por su procedencia económica y cultural.
Desde esta perspectiva, la Orientación se erige como dinamizadora del cambio social y
cultural. Es pues un instrumento importante para promover el cambio en la institución
escolar. Concebir la Orientación desde un punto de vista social supone un cambio de
rumbo importante con respecto a las perspectivas analizadas anteriormente. Asumir que
puede hablarse de un cambio institucional y no solo individual (como sucedía en
anteriores orientaciones) implica un avance muy significativo con respecto al alcance de la
actividad orientadora. El desarrollo organizativo se configura como una nueva función de
los profesionales de la Orientación ya que intervienen como facilitadores de la salud de la
organización (Childers y Fairman, 1986).
Todos estos aspectos hoy los conocemos con el nombre de currículum oculto (Torres,
1994). Una serie de temas fundamentales para entender la vida en las aulas y que
conforman de manera especial las formas que tienen los sujetos de desarrollar una vida
que va más allá de la enseñanza y el aprendizaje de ciertos contenidos. En resumen, el
rol del orientador desde la perspectiva sociológica se concreta como un promotor del
cambio y dinamizador del centro (Santana, 1993).
No existe unanimidad en todos los autores aunque la mayoría destaca el papel del
orientador como miembro de la institución escolar. El cambio institucional es pues un
nuevo campo de estudio y de práctica que ha aportado esta perspectiva. Los beneficios
para la Orientación han sido muy relevantes pues ha contribuido a borrar aquella imagen
estrictamente clínica de los orientadores en lo referente a su intervención en casos
ocasionales e individuales adoptándose un papel muy cercano a la antropología, cuando
abordan el estudio de una cultura concreta llamada centro escolar.
d. La perspectiva didáctica
La inclusión de la actividad orientadora en el proceso de enseñanza aprendizaje es el
contexto de surgimiento de la perspectiva didáctica. El estudio de los factores que influyen
en la enseñanza, no sólo desde el punto de vista del aula como espacio físico en el que
se producen la mayoría de las interacciones entre el profesor y el alumno, sino también
teniendo en cuenta los factores que vinculan el aula con el centro en particular y con la
sociedad en general. Por lo tanto, frente a visiones reduccionistas de la Orientación,
(perspectivas psicométrica y clínico-médica) en donde primaba el estudio de lo individual,
se propone abordar la estructura de interacción situación-sujeto proceso didáctico
(Zabalza, 1984).
Es evidente que el análisis de estas funciones nos ofrece una nueva dimensión tanto de la
Orientación como de los profesionales que la ejercen. Nos referimos a la consideración de
la Orientación como una tarea de equipo. El orientador es, desde esta perspectiva, un
miembro más de un equipo que está integrado por otros muchos agentes. Orientar y
educar son una vez más términos con el mismo significado.
Escudero (1986) ofrece un nuevo marco desde el cual se pueda constituir la Orientación
Educativa. Sus notas características serían:
Frente a la visión jerárquica de los expertos (en este caso orientadores) sobre los
modos de relacionarse con los agentes prácticos de la educación, se propone un rol
de participación y colaboración.
Se destaca la primacía de lo práctico y de los profesionales más directamente
implicados en la acción frente a la dominancia de la prescripción desde el exterior.
La función de la Orientación sería la de apoyo y facilitación de la práctica educativa.
El orientador es un sujeto que ayuda al práctico a recoger información y adquirir
comprensión sobre sus problemática y a tomar decisiones en la resolución de
problemas comprometiéndose con una determinada actitud sobre su propia acción.
(En Santana, 1993, pág. 89-90).