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CUADRANTEPHI No.

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Enero - junio de 2008, Bogotá, Colombia

Libertad, determinismo e identidad personal

Alejandra Meneses Reyes


Filosofía
Universidad del Rosario
Bogotá D.C
arwen_fb@yahoo.com

Resumen

El problema de la libertad y su relación con la adjudicación de responsabilidad moral ha sido ampliamente tratado
dentro de la academia filosófica. Existen tres posiciones fundamentales en torno a dicho tratamiento: libertarianismo,
compatibilismo y determinismo. Cada una de estas posturas está conectada a su vez con una visión acerca de la
identidad personal. Ahora bien, ¿qué postura puede ser la más adecuada al momento de juzgar y castigar a un hombre
por sus acciones? El presente artículo responde a dicho cuestionamiento a partir de un caso específico recogido del
cine, a saber, el expuesto en La viuda de Saint-Pierre del director Patrice Leconte. Podrá verse de qué modo una visión
compatibilista reformada conduce a la resolución de casos de este tipo.

Abstract

The problem of freedom and its relationship with the moral responsibility awarding has been extensively analysed
within the philosophical academy. Three fundamental positions exist around this analysis: libertarianism,
compatibilism and determinism. All of them are connected at the same time with their corresponding vision about
personal identity. However, which position can be the most adequate at the moment of judging and punishing a man
by his actions? The current article answers this question beginning from a specific case in a film, namely: The widow
of Saint-Pierre directed by Patrice Leconte. It will be seen how a modified compatibilist vision leads us to the
resolution of this sort of cases.
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1. Introducción

Puesto que las relaciones humanas son en extremo conflictivas, la adjudicación de


responsabilidad moral a los sujetos resulta de gran importancia al tratar de solucionar casos en los
que ciertas acciones perjudican a estos o a otros sujetos. Las acciones pueden ser premiadas o
castigadas, pero, para fines del presente trabajo, me fijaré en aquellas acciones por las que un
sujeto puede obtener algún tipo de castigo. Ya que existen casos de difícil solución, ha surgido
una y otra vez la pregunta por la responsabilidad moral y por ende el problema de la libertad. De
aquí que existan distintas posturas y numerosas reformulaciones, muchas de ellas inconclusas o
sin solución definitiva. Las tres principales posturas frente al problema de la libertad son las
siguientes: dos posturas incompatibilistas: “libertarianos” y deterministas estrictos; y
compatibilistas. La postura libertariana se refiere al sentimiento de libertad que todos
experimentamos y por el cual creemos poder ser dignos de responsabilidad moral. Tal
sentimiento de libertad en sentido fuerte se refiere al poder del individuo de elegir entre diversas
alternativas. Esta postura es sin duda incompatible con el determinismo estricto. La postura
determinista estricta concibe al mundo a partir de un orden causal de la naturaleza. Bajo dicho
orden, los individuos no tienen posibilidades o alternativas de acción. Por último, la visión
compatibilista considera posible cierto grado de libertad dentro de una concepción determinista
de la naturaleza.

La relación existente entre el problema de la libertad y el problema de la identidad personal


puede ser entendida fácilmente al formular un par de sencillas preguntas, a saber: la pregunta por
la identidad personal (¿quién soy yo?) Y la pregunta por la responsabilidad moral (¿quién es el
sujeto que realiza una acción?) El objetivo principal de este artículo es analizar la relación
presente entre la identidad personal y el problema de la libertad. Para esto, debe estudiarse cada
una de las posturas acerca del problema de la libertad y sus correspondientes posiciones frente a
la identidad personal. En aras de aclarar cada visión, dispondré de un caso específico en el que un
sujeto comete un acto criminal habiendo consumido bebidas alcohólicas. Este resultará ser un
caso relevante, en la medida en que bajo efectos del alcohol los signos que caracterizan la
identidad de un individuo tienden a variar, por lo cual dudamos al momento de asignarle
responsabilidad moral frente a las acciones que realiza u omite. La tesis que defenderé,
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finalmente, está basada en la idea compatibilista para el problema de la libertad. Sin embargo, al
relacionarla con el problema de la identidad personal, intentaré ir un paso más allá de las tres
posturas presentadas.

2. Libertarianismo, compatibilismo y determinismo estricto

2.1. Libertarianismo

Para el libertarianismo, el ser humano es siempre responsable por sus acciones, pues tiene el
poder de decisión entre alternativas. Esta libertad en sentido fuerte indica la posibilidad de “haber
actuado de otra manera”, y tal posibilidad refuerza la idea de adjudicación de responsabilidad
moral a los individuos. Jean Paul Sartre, en su libro Existencialismo es un humanismo, presenta
tal responsabilidad moral como el compromiso del sujeto consigo mismo y con el resto de la
humanidad. Refiriéndose al ser humano Sartre afirma: “la existencia precede a la esencia”, es
decir, el hombre empieza por existir y luego construye para sí una cierta esencia. Quien quiera ser
depende de sus propias elecciones, de lo que proyecte de sí mismo. En definitiva, todo sujeto
elige su propia esencia, empieza por ser nada y luego se define. Ahora, la esencia no será la
misma para todos los individuos. Dado que es un proyecto en construcción, el individuo puede
variar dependiendo de la época y del contexto cultural en el que se encuentre. Lo que el
existencialismo quiere demostrar es que existe un enlace entre “el carácter absoluto del
compromiso libre, por el cual cada hombre se realiza al realizar un tipo de humanidad, […] y la
relatividad del conjunto cultural que puede resultar de tal elección”1. Dependiendo del contexto
en el que se encuentre, el sujeto se compromete libremente a realizar un proyecto de hombre
esperando que el resto de la humanidad se comprometa del mismo modo2. El compromiso con
dicho proyecto (sea cual sea) es universal o absoluto. “No hay ninguna diferencia entre ser
libremente, ser como proyecto, como existencia que elige su esencia, y ser absoluto; y no hay
ninguna diferencia entre ser un absoluto temporalmente localizado, es decir que se ha localizado
en la historia, y ser comprensible universalmente”3.

1
SARTRE, Jean Paul, Existencialismo es un humanismo, Sur, Buenos Aires, 1947, pp. 62-63.
2
Según Sartre, el hombre compromete con su elección a la humanidad, pues él es la representación de la humanidad.
3
Ibídem, p. 63.
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Bajo esta concepción -al estar condenado a la libertad absoluta-4, el ser humano no encuentra una
excusa o razón suficiente de sus acciones más allá de su propio ser, de sus libres elecciones. Así,
para Sartre, ningún ‘porque’ es válido en el proceso de vida del sujeto. No existen excusas
válidas para justificar acciones moralmente censurables. El ladrón podría decir que sus acciones
son resultado de una sociedad injusta e indiferente. Aun así, sus acciones son el reflejo de lo que
él mismo desea ver en el resto de la humanidad, por lo cual sus actos están en contradicción con
su compromiso con la humanidad y es merecedor de un castigo. El hombre, al ser constructor del
proyecto de hombre, lleva consigo la responsabilidad de todos sus actos.

Ahora, si tratamos la pregunta por la identidad, Sartre diría que “el hombre no es nada más que
su proyecto, no es por lo tanto más que el conjunto de sus actos”, con lo cual el carácter del
individuo no puede estar determinado más que por sí mismo y sus libres elecciones. Al respecto
afirma Sartre:

Si declaráramos que [los sujetos son como son] por herencia, por la acción del medio, de
la sociedad, por un determinismo orgánico o psicológico, la gente se sentiría segura y
diría: bueno, somos así y nadie puede hacer nada; pero el existencialista, cuando describe
5
a un cobarde, dice que el cobarde es responsable de su cobardía .

Por ser el hombre un proyecto, sus acciones son realizadas con visión hacia un futuro. Las
consecuencias de sus actos son en realidad las que importan, pues de sus causas no puede hallarse
otra razón más fuerte que su propio ser, un ser construido a la vez por él mismo. La postura
libertariana, en conclusión, sugiere una mirada cuidadosa a las acciones presentes, pues son sólo
ellas las que determinarán las consecuencias futuras y siempre existe la posibilidad de
transformar tales acciones y tales consecuencias.

2.2. Compatibilismo

4
No es posible no elegir. Si decido no elegir también he realizado una elección.
5
Ibídem, p. 53.
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Podemos hablar de una libertad en sentido fuerte -propia de la postura de Sartre- y de otra en
sentido débil -propia de la postura humeana-. Así, mientras que para la primera los eventos
antecedentes no son causa suficiente para realizar o no una acción, para la segunda se es libre
cuando la acción realizada está de acuerdo con la voluntad, aunque esta última está en realidad
determinada por eventos antecedentes y por el entorno.

David Hume pretende mostrar que la noción que poseemos de necesidad de la naturaleza es
análoga a la de libertad en las acciones voluntarias6. Hume entiende por libertad “el poder de
actuar o de no actuar de acuerdo con las determinaciones de la voluntad”7. En términos
generales, ser libre es poder hacer lo que se desea. Esto implica tener en cuenta las circunstancias
en las que el deseo ha sido producido y por las cuales estaría determinada la acción. Un cierto
deseo, por medio de la voluntad, produce la acción que lo lleva a cumplimiento8. Con respecto a
las causas del deseo Hume señala: “las acciones son temporales y perecederas y, [proceden] de
alguna causa en el carácter y disposición de la persona que las realiza”. Un poco más atrás en la
investigación, Hume afirma que “los motivos tienen un influjo regular y uniforme sobre la mente,
y al mismo tiempo producen buenas acciones y evitan las malas”9. En conclusión, puede inferirse
una aparente conexión necesaria entre las acciones voluntarias, los motivos y el carácter, siendo
estos dos últimos, incluso, consecuencia de circunstancias particulares.

Ahora, la relación establecida entre la libertad (como determinación de la voluntad) y el problema


de la identidad ayuda a responder a la pregunta: ¿sobre quién recae la responsabilidad moral de
las acciones? En la concepción humeana se distinguen, pues, dos tipos de identidad. Tenemos por

6
No está de más aclarar que Hume está en contra de aquellas visiones que consideran a la necesidad como una
cualidad inherente a los objetos. Para Hume, la idea de necesidad es una idea creada en la mente a través de la
imaginación y proviene de las conjunciones que hacemos al percibir constantemente la aparición de un objeto
después de otro. Así, la mente infiere una cierta conexión necesaria entre los objetos, la cual es denominada
necesidad. Por ejemplo, decimos que al acercar una rama seca a una llama, necesariamente se producirá fuego en la
rama. Pero dicha idea de necesidad no se encuentra de ninguna manera ni en la rama seca ni en la llama. Al observar
de manera repetitiva la conjunción entre dichos objetos, la imaginación genera la idea de la relación entre el fuego y
la combustión de la rama, la cual parece ser necesaria. Así pues, del mismo modo que de conjunciones constantes
entre objetos inferimos la idea de causalidad, inferimos también la conjunción continua entre los motivos y las
acciones de un sujeto.
7
HUME, David, Investigación sobre el conocimiento humano, “De la libertad y la Necesidad”, Alianza, Madrid,
1980, p. 119. La cursiva es del autor.
8
A esto se le llama, causalidad de la acción.
9
HUME, David, Tratado de la naturaleza humana, “De la identidad personal”, Nacional, Madrid, 1981, p. 122.
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un lado la identidad del objeto10 y por otro la identidad personal. Teniendo en cuenta la identidad
personal, no puede decirse que exista una percepción específica de aquello a lo que se ha llamado
‘yo’, sin embargo, la secuencia de percepciones pasadas traídas al presente a través de la
memoria ayuda a descubrir la identidad personal:

¿Qué es la memoria, sino la facultad por la que revivimos las imágenes de percepciones
pasadas? Y, [ya que] una imagen es necesariamente semejante a su objeto, ¿no tendrá esta
frecuente ubicación de percepciones semejantes en la cadena de pensamientos que llevar
a la imaginación más fácilmente de un miembro a otro, haciendo que el conjunto sea
similar a la continuidad de un objeto? En este punto, pues, la memoria no solamente
descubre la identidad, sino que contribuye también a su producción al producir la relación
11
de semejanza entre las percepciones .

Al tomar un álbum de fotos y reconocernos como el mismo sujeto en diferentes fotografías, muy
posiblemente con distintas edades, Hume aseguraría que tal reconocimiento se da gracias a la
memoria que revive imágenes de percepciones pasadas, a la memoria que produce la identidad.
Mi imagen en una fotografía y su semejanza necesaria conmigo conducen a mi imaginación a
conectar una imagen con otra y a generar en la imaginación la idea de mi propia identidad, la idea
de mí misma(o) en momentos distintos.

En este punto vale la pena hacer una comparación entre la concepción humeana de la identidad y
la concepción de John Locke. El concepto de identidad puede resumirse así en palabras de Locke:
“cuando preguntamos si alguna cosa es la misma o no, siempre nos referimos a algo que existió
en un tiempo y en un lugar dados, y que, en ese instante, era seguramente lo mismo consigo
mismo, y no algo diverso”12. Para Locke, como para Hume, la identidad puede dividirse en dos
clases: la identidad de las substancias y la identidad personal. Ahora, al referirse a la identidad

10
Según Hume, la identidad resulta de un prejuicio. El ser humano posee percepciones de los objetos. Por ejemplo,
se tiene la impresión de una pintura por medio de los sentidos, lo cual genera la idea de la misma en la mente. La
impresión y la idea, en conjunto, son la percepción. Ahora, ya que las percepciones se presentan de manera sucesiva
en el tiempo, creemos tener la idea de un objeto que permanece invariable y continuo, a lo cual llamamos su
identidad. Sin embargo, confundimos la identidad con la cualidad, la cual relaciona varias ideas de objetos. Tal
cualidad es la semejanza. Así, cada percepción individual que tengo de un objeto, en distintos momentos, es
semejante a la percepción inmediatamente anterior y a la inmediatamente posterior, pero no son idénticas. La
identidad es en conclusión una idea creada en la imaginación y surge a causa de la relación de semejanza entre
percepciones.
11
Ibídem, p. 411.
12
LOCKE, John, Ensayo sobre el entendimiento humano, “De la identidad y la diversidad”, FCE, México, 1994,
p. 311. La cursiva es mía.
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personal, Locke sostiene, primero, que es de vital importancia distinguir entre dos conceptos que
han sido tratados muy coloquialmente, a saber: hombre y persona. Hablar de identidad en el
hombre no es lo mismo que hablar de identidad en la persona, pues en el primero aquello tenido
en cuenta, básicamente, es la identidad numérica del sujeto, la continuidad de su cuerpo; mientras
que en la persona el ‘tener conciencia’ o ‘memoria’ es lo que fundamenta su identidad. El
término persona, afirma Locke, se refiere a:

un ser pensante inteligente dotado de razón y de reflexión, y que puede considerarse a sí


mismo como el mismo, como una misma cosa pensante en diferentes tiempos y lugares;
lo que tan solo hace en virtud de su tener conciencia, que es algo inseparable del
pensamiento y que le es esencial, ya que es imposible que alguien perciba sin percibir que
13
percibe .

En conclusión, tanto para Locke como para Hume, tener memoria es lo que configura la
identidad personal. De aquí que el lector pueda reconocer hoy que es el mismo de ayer, a esta
misma hora, realizando la misma o cualquier otra actividad. Además de esto, la memoria está
estrechamente ligada a la pregunta por quién es el sujeto que realiza las acciones y sobre quién
recae la responsabilidad moral de éstas. Al respecto Locke afirma:

es en esta identidad personal en lo que están fundados el derecho y la justicia de las


recompensas y de los castigos, ya que la felicidad y la desgracia constituyen aquello por
lo cual cada quien se preocupa por sí mismo, sin que le importe lo que pueda acontecerle
14
a cualquier substancia que no esté unida a esa toma de conciencia .

Podemos decir a manera de conclusión que, en esta postura, el sujeto es libre y responsable de sus
acciones siempre que las reviva en la memoria y sea consciente de ellas, pues sólo tal memoria lo
identifica como la misma persona, a partir de lo cual aquél puede ser juzgado y castigado.

2.3. Determinismo estricto

Finalmente, tenemos la postura del determinista estricto. Que el determinismo sea ‘estricto’
quiere decir que de ningún modo hay espacio para la libertad en las acciones humanas, en el

13
Ibídem, p. 318.
14
Ibídem, p. 325.
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sentido de tener alternativas. Todas las acciones están causalmente condicionadas, por lo cual no
es posible “haber actuado de otra manera”. La responsabilidad moral es, por ello, un concepto
vano dentro del determinismo. John Hospers15 describe esta postura desde una visión psicológica.
La tesis principal de Hospers es que “aun cuando alguna acción humana no esté determinada,
nace sin embargo de nuestro carácter, y no tenemos control sobre la formación de nuestro
carácter. Ésta es la razón por la que no somos responsables”16. Vemos pues que, contrario a
Hume, el determinismo ‘estricto’ va un paso más atrás en el problema de la libertad. Es decir que,
para Hume, de las acciones voluntarias se pueden inferir los motivos y el carácter que las han
producido. No por esto, empero, dejan de ser acciones provenientes de la voluntad. Para Hospers,
en cambio, las acciones son producidas por el carácter, el cual a su vez se ha formado bajo ciertas
circunstancias que remiten incluso a la infancia del sujeto, por lo cual el sujeto no tiene control
alguno sobre su conducta. Las acciones del individuo están fundamentalmente determinadas por
las circunstancias en las que fue moldeado su carácter, así como también por las circunstancias al
momento de la acción. Aquello que conduce al sujeto a realizar cierta acción será a fin de cuentas
una motivación, la cual en ciertos casos podría ser inconsciente, pues el individuo es “el producto
de causas, en las cuales su voluntad no tomó parte”17.

En cuanto a la identidad, si en esta postura la formación del carácter no depende del sujeto, y si
decimos que el carácter son esos rasgos distintivos por los que reconocemos a alguien como el
mismo, es decir, aquello por lo cual podemos identificarlo, entonces la identidad personal en esta
postura tampoco depende del sujeto, pues estaría basada en el carácter del individuo y el
individuo no cumple papel alguno en la formación de su carácter.

Luego de la presentación y análisis de cada una de las posturas, pueden extraerse ciertas
conclusiones generales con respecto a la identidad. Las visiones incompatibilistas, a saber,
libertarianos y deterministas, tienen en cuenta el carácter como base para la identidad, esté ésta
determinada o no. En la primera postura, la libertariana, la formación del carácter y la identidad

15
Profesor emérito de Filosofía de la Universidad del Sur de California. Autor de La Conducta Humana.
16
HOSPERS, Hobart, PHILIPPA, John, Free Will and Determinism, DFUM, USA, 1966, “What Means this
Freedom”, p. 24.
17
Ibídem, p. 26
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dependen tan solo del hombre mismo. Para el determinismo, en cambio, el carácter y la identidad
se forman completamente sin ningún control del individuo. La postura compatibilista, en la línea
de Locke y Hume, señala que aquello que establece la identidad es la memoria del sujeto18, la
conciencia de las acciones que eligió por voluntad y que se realizaron a partir de ciertas
circunstancias. Ahora bien, ¿cuál de estas posturas es la adecuada al momento de juzgar a un
hombre en una situación específica?

3. La viuda de Saint-Pierre

Teniendo un punto de partida y tratando de resolver este cuestionamiento, propongo revisar un


caso específico en el que se ha cometido un acto criminal. El caso presentado a continuación es
tomado de la película La viuda de Saint-Pierre del director francés Patrice Leconte. El caso
podría resumirse de la siguiente manera:

Han sido cuatro días de niebla en Terranova. Una época terrible para los pescadores que esperan
conseguir algún sustento del dinero obtenido con la pesca. Neel y Ollivier se encuentran perdidos
en su bote desde hace un buen tiempo y el acercamiento de un barco pesquero los tranquiliza. Es
un barco que se dirige a Saint-Pierre. Neel es un hombre que parece ser muy tranquilo en medio
de tanta discordia y la llegada a Saint-Pierre lo llena de felicidad, lo mismo que a todos aquellos
que vienen en el barco con él y que han sobrellevado días de eterna paciencia entre la neblina. La
llegada a Saint-Pierre parece merecer un festejo. Se da paso a una noche de música, danza y
bebidas alcohólicas de forma desmedida. Neel y Ollivier, en medio de su embriaguez, discuten
acerca de un hombre llamado Coupard que vive en ‘lle aux chiens’. Neel asegura que el viejo
Coupard es ‘gordo’, mientras que su amigo Ollivier asegura que es ‘robusto’. Comprobar la
verdad de una de las dos opiniones se convierte en una obsesión para estos dos hombres. Así, al
llegar a ‘lle aux chiens’, en busca de Coupard, los ruidos de Ollivier y Neel lo asustan y
Coupard, tomando un cuchillo, sale de su casa y se dirige al lugar de donde provienen las voces.
Neel logra desarmar a Coupard y Ollivier lo sostiene mientras Neel lo acuchilla de manera
consecutiva. Ambos pescadores son llevados a juicio en la corte de Saint-Pierre, la cual

18
Sin olvidar que tal identidad es resultado de una creencia fundada en la imaginación.
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posteriormente sentencia a la guillotina a Neel y a trabajos forzados a Ollivier. No obstante, la


sentencia de Neel queda postergada, pues en dicho pueblo hacen falta una guillotina y un
verdugo que cumplan con la sentencia. Durante la espera, Neel conoce a Madame La. Ella,
señora de Jean, el comandante de la penitenciaría, le concede la oportunidad de trabajar a su lado
en diversos oficios, lo cual éste acepta, convirtiéndose luego de un tiempo en un hombre muy
colaborador, popular y apreciado por toda la comunidad de Saint-Pierre.

Surgen así las siguientes preguntas: ¿debería cumplirse la sentencia formulada por la corte ahora
que Neel es considerado un hombre tan bondadoso? ¿Cuáles serían los criterios para considerarlo
responsable y por tanto culpable del asesinato cometido? Podemos notar que la primera pregunta
se refiere a la identidad personal y al sentido social del castigo; la segunda al problema de la
libertad. Según la postura libertariana, Neel siempre tuvo el poder de decidir entre asesinar o no a
Coupard. Incluso, más atrás en el tiempo, tuvo el poder de decidir entre consumir bebidas
alcohólicas o no. Sartre diría que al actuar de tal modo Neel ha dejado a un lado su propia
humanidad, pues son sus acciones las que lo definen como hombre. Sartre sugeriría que es por
este mismo motivo por el que Neel trata luego de reivindicarse con la sociedad no creando más
inconvenientes y aceptando que ha cometido un error imperdonable, el cual merece un castigo.
Al ser la identidad de Neel -en esta postura- el conjunto de todos sus actos, lleva siempre consigo
la responsabilidad de los mismos. No existe ningún influjo de la sociedad, herencia, etc. que lo
conduzca a actuar de modo distinto a como él mismo decide. Por consiguiente, aun cuando toda
la comunidad de Saint-Pierre hubiese decidido protegerlo, Neel reconoce su falta contra la
humanidad y la enfrenta tal y como su propia responsabilidad le indica.

La postura compatibilista presentada a partir de Hume considera que a través de la historia se ha


visto que “los mismos motivos han producido siempre las mismas acciones; los mismos
acontecimientos se siguen de las mismas causas”19; afirmación que se refiere a lo que antes vimos
sobre la necesidad. Así pues, es de conocimiento universal que del consumo desmedido de
bebidas alcohólicas se siguen tanto el descontrol sobre las propias acciones como posibles
consecuencias lamentables. En un primer momento, el deseo de Neel y Ollivier al buscar a

19
HUME, David, Investigación sobre el conocimiento humano, “De la libertad y la Necesidad”, Alianza, Madrid,
1980, p. 107.
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Coupard era comprobar si tal hombre era ‘robusto’ o ‘gordo’. Ahora bien, las circunstancias al
encontrarlo cambian, por lo que su voluntad y acciones también cambian. En cuanto a la
adjudicación de responsabilidad, se concluye que Neel es responsable de su acción, puesto que
aunque su libre voluntad genera un acto inadecuado su acción no deja de ser voluntaria. Desde la
postura de Locke, Neel es responsable, culpable y por lo tanto debería ser castigado por cometer
tal acto criminal. Si la identidad personal es equivalente a la memoria, como Locke afirma, Neel
es culpable, es responsable y es el mismo hombre que cometió el asesinato, sin importar si se
encontraba o no embriagado20. Neel, aunque no del todo consciente de cómo sucedieron las
cosas, sí es totalmente consciente de que ha sido él y no otro quien ha cometido el asesinato. De
esto es testimonio la reconstrucción del juicio en la corte de Saint-Pierre:

Ollivier: yo sostuve a Coupard mientras duraba el acuchillamiento.


Juez: ¿cuántas veces lo acuchilló?
Neel: recuerdo el acuchillamiento, pero no recuerdo cuántas veces lo hice. ¡No lo sé, No
lo sé!

A partir de Locke, estas palabras serían suficientes para sentenciar a Neel, puesto que no
únicamente se ha reconocido él mismo como el asesino de Coupard, sino que además podría
decirse que aun cuando tuvo la oportunidad de haber optado por no consumir bebidas alcohólicas,
decidió consumirlas. Tal decisión produjo tan lamentable situación. Desde la postura humeana,
sin embargo, la noción de identidad es tan solo una creencia que surge al poseer percepciones que
se relacionan secuencialmente y que pueden ser reconocidas dentro de dicha secuencia. Así, el
hecho de que Neel no sea consciente de cada una de sus percepciones pasadas no niega la idea de
su identidad, pues al ser ésta sólo una creencia basta con tener una imagen general de lo que lo
hace reconocerse como el mismo hombre.

Para terminar esta parte, analicemos la postura determinista ‘estricta’ en el caso de Neel. Esta
postura sugeriría que las causas de todas las acciones de Neel deben ser otorgadas a ciertos
factores que incluso pueden ser desconocidos por él mismo, y sobre los cuales no poseía control
alguno; de aquí que no existieran para él posibilidades alternativas de acción. El castigo bajo

20
Es importante tener en cuenta que, según Locke, si el sujeto se halla en estado de embriaguez no hay nada que
pruebe su falta de memoria y por tanto puede ser culpado para bien de la sociedad.
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estas circunstancias es legalmente necesario, mas no moralmente válido, pues Neel no ha sido
responsable de ninguna de sus acciones. La postura determinista no sugiere castigar a un sujeto
porque haya sido responsable de sus actos, sino porque es legalmente peligroso para la sociedad.
Mientras más causas o motivos se sepan acerca del porqué de la acción del individuo, más difícil
será declararlo responsable por sus acciones, mucho más difícil será declararlo culpable o
castigarlo. Ahora, si la persona ha crecido dentro de un medio, digamos, ‘normal’, “es igualmente
el producto de causas en las cuales su voluntad no toma parte. Y si [...] su conducta es cambiable
con consideraciones racionales, y si tiene el poder de sobrepasar los efectos de un ambiente
temprano desafortunado, esto, de nuevo, no le da ningún crédito, es simplemente suertudo”21. Tal
suerte a su vez produce un cambio también determinado. Así, antes de ser sentenciado, Neel era
alcohólico, y es precisamente en un estado de alcoholización en el que realiza el asesinato de
Coupard. Quizá hubo ciertos factores durante su niñez que condujeron a la formación de su
carácter como un hombre alcohólico. Ahora bien, si luego del asesinato, la sentencia y más tarde
la espera, Neel cambia su carácter convirtiéndose en un hombre amable, bueno, colaborador e
incluso importante para la comunidad de Saint-Pierre, son las mismas circunstancias las que han
determinado este cambio. Neel, siguiendo la postura determinista, no es en ningún momento
responsable moral de sus acciones, puesto que su carácter y su identidad han estado y están
causalmente condicionados.

4. Mantenimiento de la palabra

Como último punto en este artículo quisiera reconstruir las ideas de Paul Ricoeur con respecto a
la identidad, las cuales, en mi opinión, conducen a una respuesta más adecuada al problema
planteado. Ricoeur, en el quinto estudio de su libro Sí mismo como otro, distingue, por un lado, a
la identidad como mismidad (sameness) -del latín: idem-, y por otro, a la identidad como ipseidad
(selfhood) -del latín: ipse-. La mismidad se refiere en términos generales a dos tipos de identidad:
la identidad numérica por un lado y la cualitativa por el otro. Así, a la primera concierne la
unicidad, el reconocer la misma cosa en dos ocasiones distintas. Y a la última, la identidad

21
HOSPERS, Hobart, PHILIPPA, John, Free Will and Determinism, DFUM, USA, 1966, “What Means this
Freedom”,Hospers, John. “What means this freedom”, p. 37.
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cualitativa, concierne la semejanza extrema entre dos cosas. Ahora bien, se corre siempre el
riesgo de confundir la primera con la segunda. En palabras de Ricoeur:

la reidentificación de lo mismo puede suscitar vacilación, duda, conflicto; la semejanza


extrema entre dos o más circunstancias puede entonces invocarse, a modo de criterio
indirecto, para reforzar la presunción de la identidad numérica: es lo que ocurre cuando se
habla de la identidad física de una persona; no cuesta nada reconocer a alguien que no
hace más que entrar y salir, aparecer, desaparecer y reaparecer; aún no está lejos la duda,
en la medida en que se compara una percepción presente con un recuerdo reciente [...]
crece la duda con la distancia del tiempo; así, un acusado presentado ante un tribunal
22
puede discutir que sea el mismo que es incriminado; ¿qué hacer entonces? .

Entonces, diría Ricoeur, al querer reconocer a alguien como él mismo debe considerarse la
ipseidad más que la mismidad. La ipseidad reemplaza la pregunta por el qué con la pregunta
sobre el quién. Es decir, el qué se refiere a la percepción continua del cuerpo de un hombre, y la
inferencia entre la cualidad de semejanza entre estas percepciones, las cuales nos permiten
reconocer al mismo hombre. Pero es su identidad numérica la que aquí ha sido reconocida, es
decir, ha sido tenida en cuenta su mismidad. La ipseidad en ese hombre, el quién, concierne a las
disposiciones duraderas o costumbres sedimentadas en la persona, esto es, al carácter que
permanece en el tiempo. En conclusión, es la ipseidad y no la mismidad la que debe ser tenida en
cuenta al realizar un juicio ético o adjudicar responsabilidad moral a una persona.

La permanencia del carácter en el tiempo se presenta como una constante relacional de extrema
importancia para solucionar el problema de la identidad personal. Para que la misma persona
permanezca a través del tiempo es necesario que no varíe su carácter. Ricoeur afirma que el
carácter es “el conjunto de signos distintivos que permiten identificar de nuevo a un individuo
humano como siendo el mismo”, en otras palabras, “el conjunto de disposiciones duraderas en las
que reconocemos a una persona”23. Ahora, según Ricoeur, es “por esto que [sic] un
comportamiento que no corresponde a este género de disposiciones hace decir que no se halla en
el carácter del individuo considerado, que éste ya no es el mismo, e, incluso, que está fuera de
sí”24. Decimos que confiamos o contamos con alguien únicamente porque reconocemos su

22
RICOEUR, Paul, Sí mismo como otro, “Quinto estudio. La identidad personal y la identidad narrativa.”, Siglo
XXI, Mexico/España, 1996, p. 110.
23
Ibídem, p. 114.
24
Ibídem, p. 122.
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conducta gracias a sus disposiciones duraderas. Sin embargo, ya que tales disposiciones parecen
ser interrumpidas en algunos momentos a causa de diversas circunstancias, el carácter no puede
ser aquello que mantiene la ipseidad en el tiempo.

Al hablar de las paradojas de la identidad personal, Ricoeur presenta la teoría de Locke en la que,
como vimos, la identidad personal es equivalente a la memoria. La memoria es la extensión de la
reflexión en el tiempo al reconocer lo mismo consigo mismo en cualquier momento. Vemos, sin
embargo, que aquello a lo que Ricoeur ha llamado ‘lo mismo’ está referido a la mismidad y no a
la ipseidad, por lo cual la memoria sigue siendo parte de la mismidad. Según Ricoeur, Locke no
nota el momento en el cual la reflexión y la memoria pasan a ser ipseidad, sino que más bien se
estanca y no sale jamás del concepto de la mismidad:

Locke ha creído poder introducir un corte en el curso de su análisis sin tener que
abandonar su concepto general de «mismidad de [una cosa] consigo misma». Y sin
embargo el giro de la reflexión y de la memoria señalaba de hecho el cambio conceptual
en el que la ipseidad sustituía silenciosamente a la mismidad25.

La identidad personal no es, por tanto, algo a lo que se pueda hacer referencia por simple
comparación. Hume deduce esto al tratar de buscar en su interior aquello que llamamos identidad
y encontrar tan solo muchas y diversas percepciones. La mismidad es quizá la causa por la que la
memoria se ve interrumpida con el olvido, el sueño, etc. No poder dar cuenta de sí mismo es no
poseer una conciencia total de acciones pasadas, como lo vimos con Neel en la corte de Saint-
Pierre. Podemos decir, pues, que la memoria no posee permanencia en el tiempo del modo como
requiere la ipseidad. La memoria pertenece por tanto a la identidad numérica, a la mismidad, y su
permanencia en el tiempo no se presenta de manera continua.

Antes de seguir, quisiera revisar brevemente las ideas principales de la “teoría del agente”,
basándome en el texto de Richard Taylor titulado Determinism and the Theory of Agency. Según
esta teoría, la postura determinista indica que nada de lo que ocurre es contingente sino que debe

25
Ibídem, p. 122.
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ser necesario26. De aquí que se concluya que no existen alternativas diferentes a la acción
realizada y a sus efectos, con lo cual el determinismo es incompatible con la responsabilidad
moral. El indeterminismo no escapa a esta misma consecuencia: si decimos que las acciones
están determinadas por la conducta o el carácter del sujeto y que éste a su vez es contingente, lo
serían del mismo modo las acciones y, por tanto, sería inadecuado adjudicar responsabilidad
moral por acciones que han ocurrido contingentemente. De aquí que el mismo Sartre note la
importancia de la determinación causal del carácter de forma externa al sujeto: “no hay
naturaleza humana… y los hombres dependen de la época y no de la naturaleza humana”27. La
formación del carácter, por tanto, debe estar supeditada de algún modo a causas externas a la
persona, lo cual parece sugerirnos una visión compatibilista. No obstante, es importante para la
libertad que exista cierta contingencia en las acciones, es decir, que de algún modo éstas
provengan de la libre voluntad. La teoría del agente, en definitiva, se basa en las siguientes dos
premisas: “(a) hay una razón para todo lo que pasa pero (b) algunos acontecimientos son
contingentes”28. Los seres humanos, bajo esta visión, son considerados agentes que actúan, pero
cuya conducta no es una condición suficiente para que ocurra la acción. Esto quiere decir que el
agente no forma parte esencial de la serie de eventos o estados que determinan causalmente otros
eventos, sino que él es tan sólo quien realiza la acción, basándose en motivos o propósitos que no
son condiciones suficientes, pero sí necesarias.

El compatibilismo humeano define el carácter como aquel en el que los deseos de la voluntad son
establecidos, y señala que tal carácter puede variar según las circunstancias: “una misma persona
[puede] variar su carácter y disposición al igual que sus impresiones e ideas, sin perder su
identidad”29. Esto lo vemos claramente en la película. Por todos es reconocido que el carácter de
Neel ha cambiado luego de las circunstancias desafortunadas por las que ha pasado30. Siguiendo
la teoría del agente, es posible afirmar que, aunque el carácter varíe, las acciones que resultan de

26
Por contingente ha de entenderse todo lo que tiene posibilidad tanto de ocurrir como de no ocurrir.
27
SARTRE, Jean Paul, Existencialismo es un humanismo, Sur, Buenos Aires, 1947, p. 116.
28
TAYLOR, Richard, Determinism and freedom in the age of modern science, “Determinism and the Theory of
Agency”, Sidney Hook, New York University, 1958, p. 227.
29
HUME, David, Tratado de la naturaleza humana, “De la identidad personal”, Nacional, Madrid, 1981, pp. 411-
412.
30
Tal cambio queda registrado en la película. Juez: “yo también preferiría que la ejecución no tuviera lugar. [...]
Condenamos a un criminal, ejecutaremos a una buena persona. Aquí todos quisieran invitarlo a almorzar los
domingos…” “La: ¿ves qué clase de hombre se ha vuelto? Un hombre es acusado, otro es castigado”.
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la voluntad son en cierto modo contingentes, pues el carácter del agente no es causa suficiente
para que las acciones ocurran, lo cual no quiere decir que el agente no sea responsable, puesto
que sigue siendo él quien realiza las acciones. En conclusión, el carácter no cumple el requisito
de la permanencia en el tiempo que ya antes habíamos señalado con Ricoeur. La voluntad, sin
embargo, es aquello a partir de lo cual el sujeto puede decidir libremente cambiar su carácter.
Este cambio no puede darse más que a través del mantenimiento de la palabra, con lo cual se
consigue que el “yo” se comprometa y sea más fuerte que las circunstancias que lo rodean. Sólo
así se soluciona el problema de la identidad personal. La promesa es, pues, aquello definitivo y
permanente en el tiempo, aquello que va más allá del carácter. Así, los cambios en el carácter de
Neel se han dado a partir de su propia promesa o compromiso de cambio:

La: Así que estaba completamente ebrio la noche que usted... Ahora va a demostrarles
cómo es realmente, ahora que ya no bebe... Pero tiene que ser paciente hasta que lo
entiendan. [...] No es una minucia haber matado a un hombre, ni haberlo matado de ese
modo...
Neel: ¿Por qué lo hace?
La: La gente siempre cambia, pase lo que pase. La gente puede ser mala un día y buena
31
otro día... cambian .

Esta fortaleza del yo a través de la promesa revive la noción de proyecto de hombre construido
por el hombre que Sartre nos presentaba. Pero el proyecto de hombre a partir de la promesa no es
independiente de las circunstancias que rodean al sujeto y cambian su carácter, pues es gracias a
tales circunstancias como nace la promesa. La responsabilidad moral que Neel carga consigo por
cometer el asesinato de Coupard genera dentro de sí la promesa de enfrentar su sentencia y
aceptar el castigo que le ha sido impuesto en aras de no lastimar a otros. Es a partir de esta
promesa como se produce un cambio en su carácter, el cual se mantendrá luego a pesar de las
circunstancias. La responsabilidad de Neel, en palabras de Sartre, representa también la
responsabilidad del resto de la humanidad. Las palabras de Madame La en la película refuerzan la
idea o sentimiento de responsabilidad que Neel lleva consigo: “nunca mostró señales de rebelión.
Probablemente creyó que su crimen era imperdonable y su castigo, justificado”.

31
Reconocemos el compromiso de Neel también al prometer más tarde a Madame La no escapar, y, casi al final de la
película, lo reconocemos por último cuando Neel regresa del escape que la propia Madame La ha planeado para él.
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Bibliografía

HOSPERS, Hobart, PHILIPPA, John, “Foot”. En: Free Will and Determinism, DFUM, USA,
1966.

HUME, David, Investigación sobre el conocimiento humano, “De la libertad y la Necesidad”,


Alianza, Madrid, 1980.

-------------- Tratado de la naturaleza humana, “De la identidad personal”, Nacional, Madrid,


1981.

LECONTE, Patrice, La Veuve de Saint-Pierre, 2000.

LOCKE, John, Ensayo sobre el entendimiento humano, “De la identidad y la diversidad”, FCE,
Mexico, 1994.

RICOEUR, Paul, Sí mismo como otro, “Quinto estudio. La identidad personal y la identidad
narrativa”, Siglo XXI, Mexico/España, 1996.

SARTRE, Jean Paul, Existencialismo es un humanismo, Sur, Buenos Aires, 1947.

TAYLOR, Richard, Determinism and freedom in the age of modern science, “Determinism and
the Theory of Agency”, Sidney Hook, New York University, 1958.

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