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Antropología Pedagógica

Guía de estudio
Bloque III
Módulo 5

Licenciatura en Pedagogía
….

Índice

Organizador gráfico ..............................................................................................................2


Introducción .............................................................................................................................3
3.1 Definiciones ......................................................................................................................4
3.2 Características y restricciones ..................................................................................7
3.3 Libre albedrío y educación ....................................................................................... 11
3.4 Determinismo y educación ...................................................................................... 16
Recapitulación ..................................................................................................................... 20
Conclusión ............................................................................................................................. 21
Fuentes de consulta .......................................................................................................... 22

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Organizador gráfico

Características

Educación

Libertad

Voluntad

Libre albedrío

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Introducción

La libertad se presenta en la vida cotidiana como la posibilidad de actuar de

uno u otro modo, de acuerdo a nuestros deseos. Sin embargo, cuando nos

situamos en el plano de la filosofía, la concepción de libertad se hace mucho

más compleja, pues requiere tomar en cuenta aspectos esenciales y

abstractos que no siempre son de fácil comprensión, pero que vale la pena

hacer el esfuerzo, pues nos cambian la perspectiva de nuestra forma de vivir

dicha libertad.

La educación tiene la labor de enseñar a las generaciones que nos sucederán,

de hacer este esfuerzo intelectual, pues hoy más que nunca es necesario

cuestionar el modo de vida actual, basado en la inmediatez, el deseo

inmediato de los deseos y la falta de capacidad prospectiva para establecer

fines a largo plazo, que sean inteligentes y éticamente necesarios.

En este sentido, el estudio de este bloque se enfoca al análisis de la libertad

como elemento filosófico, inherente al ser humano, que requiere un

esfuerzo por reflexionar los condicionantes que nos impone. En ello la

educación juega un papel de desarrollo de las capacidades analíticas y

reflexivas del sujeto, en la búsqueda de formar sujetos capaces de

cuestionar la sociedad para transformarla.

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3.1 Definiciones

Definir la libertad es una tarea que requiere de un esfuerzo intelectual

considerable ante la confusión que surge al intentar establecer sus límites y

diferencias con el simple hecho de hacer lo que queramos. Además, juegan

un papel importante la voluntad, como ya lo vimos en el bloque anterior, la

subjetividad del individuo y las condiciones externas que le son impuestas,

ante las cuales, no hay voluntad ni capacidad de elección.

Asimismo, en la discusión sobre si un acto voluntario es libre o no, se

encuentran dos elementos de suma importancia:

 La coacción externa. Se tratan de las condiciones exteriores al

individuo que lo presionan para realizar una acción que posiblemente

va contra de su voluntad. En otras palabras, la responsabilidad y

libertad del individuo, dependerá de si existen factores externos,

ajenos a él, que lo obliguen a realizar una acción. Si ha sido

coaccionado por el ambiente o alguna otra persona, no podemos

hablar de un acto libremente elegido.

 Coacción interna. Los actos no siempre son propiciados por causas

externas al individuo. Muchas veces los actos que cometemos tienen

su origen en nuestra voluntad y dese internos, así pues, la

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responsabilidad de las acciones es por entero nuestra, al menos de

que exista alguna condición patológica que nos obligue, de forma

impulsiva e inevitable, a cometer acciones que “normalmente” no

cometería una persona. Ejemplos de esto hay tantos como patologías

de la conducta: la cleptomanía, las obsesiones compulsivas, la

mitomanía, etc.

Estos componentes se encuentran implicados al momento de juzgar si un

acto es libre, o, por el contrario, es coaccionado por algún elemento tanto

externo como interno. Sin embargo, aún debemos definir qué es la libertad.

En general existen tres grandes acepciones que definen el término: libertad

natural, libertad política y libertad personal.

Por la naturaleza de este curso nos limitaremos a tratar el tercer tipo.

Ferrater lo define así:

Una libertad puede llamarse “personal” y que también se

concibe como autonomía o independencia, pero como

independencia de las coacciones procedentes de la comunidad,

en cuanto sociedad o en cuanto Estado […] Aunque el ideal de

autonomía sea común a Platón y Aristóteles [este último]

procura coordinar de alguna manera el orden natural y el orden

moral bajo la noción de finalidad. Así como los procesos tienen

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un fin al cual tienden “naturalmente”, también el hombre tiende

“naturalmente” a un fin que es la felicidad. (Ferrater, 2000: 218-

219)

Desde este punto de vista, es propio del ser humano ejercer acciones

voluntarias, las acciones involuntarias son ejercidas por la coacción o la

ignorancia. Entonces es necesario que exista libertad de la voluntad, para

que exista una auténtica libertad de elección. Es verdad que los elementos

externos muchas veces son determinantes para ejercer acciones de manera

involuntaria, por miedo a las consecuencias negativas que tendría ejercerlas.

Sin embargo, se considera que, en general, la acción libre y voluntaria.

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3.2 Características y restricciones

Ya expusimos algunas características de la libertad en el apartado anterior,

mencionamos que hay una dimensión que se refiere a las condiciones

externas, que a veces nos obligan a tomar ciertas formas de acción, en este

caso, no hay una auténtica libertad, pues la voluntad no ha sido libre para

definir dicho curso de acción. En el otro extremo, existen ciertas condiciones

internas en nosotros mismos, que nos ayudan a tomar acciones

aparentemente voluntarias, esto será siempre y cuando no existan

mecanismos de coacción interna, como pueden ser las compulsiones

patológicas de la conducta, pues, si el acto se basa en ellas, tampoco es

posible hablar de una auténtica libertad.

Aunado a ello, es necesario abordar la relación entre necesidad, libertad y

voluntad en el marco de un plano ético. Esto es porque las acciones que

realizamos tienen consecuencias, mismas que pudieran ser indeseables en

lo individual o colectivo, aun cuando en principio, obtuviéramos beneficios de

dichas acciones. Entonces, la valoración del fin a alcanzar sería un parámetro

para determinar si las acciones, puestas en marcha a partir de la necesidad

o del deseo, pueden ser consideradas como deseables.

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No se puede hablar de responsabilidad moral cuando no se puede actuar de

manera libre y voluntaria. Ya hemos visto los mecanismos de coacción

interna y externa a los que estamos sometidos, mismos que afectan y

limitan la libertad de nuestra voluntad, para elegir entre uno u otro curso de

acción. Sin embargo, resulta difícil pensar que existe una auténtica libertad,

pues finalmente nos encontramos en un mundo natural y social que ya está

determinado. Nosotros no hemos elegido nuestro entorno, eso existe

independientemente de nuestros deseos e inclinaciones.

En este sentido, Adolfo Sánchez Vásquez trabaja tres posiciones

fundamentales acerca del problema de la libertad, desde una perspectiva de

la responsabilidad moral:

1ª. Si la conducta del hombre se halla determinada, no cabe

hablar de libertad, y por lo tanto de responsabilidad moral. El

determinismo es incompatible con la libertad.

2ª. Si la conducta del hombre se encuentra determinada, se

trata sólo de una autodeterminación del Yo, y en esto consiste

su libertad. La libertad es incompatible con toda determinación

exterior al sujeto (de la naturaleza o la sociedad)

3ª. Si la conducta del hombre se halla determinada, esta

determinación lejos de impedir su libertad, es la condición

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necesaria de ella. Libertad y necesidad se concilian. (Sánchez,

1969: 102)

El primer punto lo desarrollaremos en el apartado siguiente, tomemos unos

momentos para hablar un poco de los puntos 2 y 3 antes de continuar.

De acuerdo con el Libertarismo, la libertad consiste en decidir y actuar como

se quiere, ello también implica la posibilidad de haber actuado de forma

distinta a como lo hicimos, si así lo hubiésemos deseado.

Lo anterior quiere decir que la decisión y el acto que terminamos llevando a

cabo, se contrapone a una postura determinista causal, desde la cual todo

está establecido causalmente y sólo pudo haber sucedido como sucedió. Es

decir, los adeptos del Determinismo rechazan la idea de que se puede elegir

libre y voluntariamente un curso de acción, puesto que dicha acción, es la

única que pudo haber sucedido, debido a que así estaba causalmente

establecido por las condiciones externas.

El libertarismo rechaza esta postura, defiende que la libertad se manifiesta

como un aspecto moral. A pesar de que no podemos negar que,

efectivamente, estamos influidos por condiciones naturales y sociales, “se

considera que hay una esfera de la conducta humana –muy particularmente

la moral– en la que es absolutamente libre, es decir, libre respecto de la

determinación de los factores causales” (Sánchez, 1969: 104).

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Por el lado de la dialéctica de la libertad y la necesidad, se postula que el

hombre no está exento de causas externas o internas que coaccionan su

libertad, es necesario afirmar que estas las causas son una realidad, y se

oponen a la libertad en el momento en que, tanto las fuerzas interiores,

como las exteriores coaccionan la voluntad. Es decir, siempre va a existir la

causalidad, pero el ser humano es libre de decidir y actuar a pesar de esto.

Entonces, lo que se propone desde le dialéctica entre libertar y necesidad, es

que el grado de libertad está determinado histórica y socialmente, ya que

estos aspectos nos imponen aspectos controversiales que dependen de la

época que nos toca vivir y las características del conjunto social.

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3.3 Libre albedrío y educación

Existe una línea muy delgada entre libertad y libre albedrío, esto hace muy

fácil perdernos en las diversas definiciones que hay de uno u otro concepto.

Debemos tener presentes los elementos de la libertad y voluntad, mismos

que hemos revisado en los apartados anteriores, para encontrar un poco

más de claridad.

Recordemos que la libertad reconoce la existencia de factores de coacción

tanto internos como externos, así como la relación que tiene con las

necesidades que nos impone un momento histórico determinado, en una

sociedad determinada. Sin embargo, la libertad consiste en que, a pesar de

que existen dichos factores de coacción, no estamos determinados por ellos,

sino que tenemos un margen, más amplio o más estrecho, dependiendo de

la situación, donde podemos decidir y actuar.

Ahora, el libre albedrío es la capacidad del ser humano para decidir por sí

mismo el rumbo de sus acciones y, con ello, tomar en sus manos su propio

destino. Es también una posición contraria al determinismo, en tanto que no

estamos determinados, sino que es nuestra voluntad la que nos permite

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decidir y actuar. Hasta este punto, las definiciones son muy similares, no

existe un punto explícito que establezca una diferencia notable.

Veamos la una de las descripciones que hace el filósofo José Ferrater Mora

en su diccionario filosófico, acerca del libre albedrío y partamos de ahí para

analizar sus componentes. Esperamos que así quede más clara la distinción

entre libertad y libre albedrío:

San Agustín distingue entre el libre albedrío como posibilidad de

elección y la libertad como realización del bien con vistas a la

beatitud. El libre albedrío está íntimamente ligado al ejercicio de

la voluntad, que sin, el auxilio de Dios, se inclina hacia el pecado.

Por eso el problema aquí no es el de lo que podría hacer el

hombre sino de más bien de cómo puede usar el hombre de su

libre albedrío para ser realmente libre. No basta con saber lo que

es el bien: es menester poder inclinarse efectivamente hacia él.

(Ferrater, 2000: 220)

Veamos, hay un elemento muy importante a tomar en cuenta: cuando San

Agustín dice “el problema aquí no es el de lo que podría hacer el hombre sino

de más bien de cómo puede usar el hombre de su libre albedrío para ser

realmente libre”, de entrada, ya está eliminando los elementos externos e

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internos que coaccionan al individuo. Sugiere, por lo tanto, que este tipo de

elección no es influida por otros elementos que no sean los de la voluntad

“pura”, por decirlo de algún modo.

Además, cuando afirma que “no basta con saber lo que es el bien: es

menester poder inclinarse efectivamente hacia él”; nos recuerda un

elemento clave en el concepto de libertad: anteriormente decíamos que la

libre voluntad tiende al bien, es decir, no hay nadie que tenga la voluntad de

hacer el mal de manera continua (a no ser por causa de un factor patológico

de la conducta). Si se elige el mal, es por ignorancia o porque confundimos el

bien con el mal. Entonces, la libertad tiene siempre un sentido positivo,

siempre va a “mejor”, responde a los valores que son proclamados como

deseables en la sociedad y tiempo que nos toca vivir como seres humanos.

Sin embargo, el libre albedrío no responde a tales valores, es independiente

y eso explica el “temor” de San Agustín de que las decisiones que tomamos

tiendan al pecado. Esto quiere decir que el libre albedrío posee una especie

de “neutralidad”, y por eso es que depende totalmente de la decisión de

acción y la voluntad “al natural” del ser humano. No hay bueno o malo, la

libre elección es pura, sin importar si se inclina al bien o al mal. Es por eso

que, en términos religiosos, por ejemplo, se dice que Dios respeta nuestra

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decisión de rechazarlo e inclinarnos al pecado si así lo queremos. Es

entonces cuando somos dueños de nuestro destino por entero.

En cuanto a la educación, podemos decir que, desde los postulados de la

Ilustración y la Modernidad, que proclaman, entre otras, las virtudes de la

igualdad, la libertad, la justicia, la fraternidad y la democracia; deberíamos

desarrollar las capacidades de juicio para saber tomar en nuestras manos el

propio destino.

Ello implica la toma de responsabilidades individuales y hacernos

responsables por nuestros actos. En teoría es muy fácil de entender, pero

ello requiere de la formación, por vía de la educación, de un proyecto de vida,

donde cada individuo puede calcular y desear fines con miras a su desarrollo

personal.

En este sentido, renunciamos a factores externos, e incluso internos, que

nos puedan solapar si tomamos decisiones irresponsables con nosotros

mismos, y también para la comunidad. Al renunciar a la creencia de que “todo

pasa porque así Dios lo quiere”, nos vemos obligados a reflexionar acerca de

nuestros deseos y formas de proceder. Todo tiene consecuencias que

impactan en lo personal, pero también en lo colectivo. Por tanto,

necesitamos de una guía y dirección para desarrollar en nosotros mismos,

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pero también en las generaciones venideras, la capacidad racional de juicio

para tomar decisiones y acciones que nos beneficien como sociedad.

La educación es la vía para el desarrollo del conocimiento de los factores

implicados en nuestras acciones, así como el desarrollo de la capacidad de

juicio, para ejercer nuestra libertad, y si cabe, nuestro libre albedrío, en

nuestro favor, pero también en favor del conjunto al que pertenecemos.

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3.4 Determinismo y educación

Hasta aquí ya se ha hablado de lo que quiere decir el determinismo, es decir,

de cómo es que nos encontramos determinados, hasta cierto punto, por los

factores objetivos, o externos a nosotros, para la toma de decisiones, y, por

tanto, las acciones que deberemos llevar a cabo, con respecto a una

situación en particular. Ya debería estar entendido que los factores objetivos

del ambiente, y los internos también, nos afectan y coaccionan, sin embargo,

aun cuando dichos factores sean muy determinantes, siempre tenemos

algún margen de acción propia y voluntaria.

Cuando hablamos de determinismo queremos decir que en este mundo todo

tiene una causa. La ciencia es el ejemplo perfecto: se trata de observar las

causas de los fenómenos con la intención de, en un primer paso, describirlos,

entenderlos. Una vez establecidas sus variables, si entendemos la causa del

hecho en cuestión, podremos entonces intervenir para manipularlo a

nuestro favor.

Se trata, entonces, de buscar el origen, el porqué de lo que sucede en la

naturaleza, la sociedad, y, en resumen, en la vida cotidiana. Desde esta

perspectiva, todo tiene un porqué, una causa, y, por lo tanto, lo que

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deseamos, decidimos y hacemos; se encuentra sujeto a condiciones dadas

que no nos dejan otra opción, que actuar como lo hemos hecho.

O sea, si algo sucede es porque hay una larga cadena de consecuencias que

lo hacen posible, y, es más, lo hacen posible de esa forma y no de otra, En

este sentido, no hay elección, o la elección es la única que nos queda por

tomar. Entonces cabe preguntarnos ¿Cómo podríamos actuar de otra

manera? ¿Qué importan nuestros esfuerzos, si de todas formas todo

acabará como lo dicten las condiciones externas a nosotros mismos?

En esta forma absoluta de determinismo –y su consiguiente

rechazo a la existencia de la libertad– se halla representada en

la historia del pensamiento filosófico, y en particular en la

historia de las doctrinas éticas, por los materialistas franceses

del siglo XVIII [donde] los seres humanos no son sino eslabones

de una cadena causal universal […] Si conociéramos todas las

circunstancias que actúan en un momento dado, podríamos

predecir con toda exactitud, el futuro. (Sánchez, 1969: 103)

Sin embargo, desde un punto de vista moral, tendríamos que reconsiderar

esta afirmación, pues, como hemos visto, en la voluntad hay siempre una

forma de responsabilidad; entonces, en el plano de la realidad cotidiana, no

podría operar esta concepción del determinismo. Es que, si todo está

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determinado, podríamos justificar todo tipo de injusticias bajo el argumento

de que “así estaba dado desde el inicio de los tiempos”.

En un plano educativo, que necesariamente es ético-moral, cuestionamos

esta aseveración. Es verdad que hay cierta causalidad en las acciones que

realizamos todos los días, pero afirmar que absolutamente todo lo que

hacemos se debe a esa cadena de consecuencias, que se formó desde el

inicio de los tiempos, niega, en primer lugar, nuestra capacidad racional y de

transformación; y, en segundo lugar, niega la posibilidad de aprender de las

consecuencias de nuestros actos.

No tendrían razón de ser la voluntad y la libertad si todo estuviera

absolutamente determinado, lo que nos ha hecho prosperar como especie

es, justamente, la capacidad plástica que tenemos de cambiar ante las

condiciones del medio. Aprender significa que, al cometer un error, no lo

damos como absoluto: observamos, analizamos y damos con aquello que

hicimos mal. Entonces emprendemos nuevamente la acción, con los

cambios necesarios en el proceso que nos marca la experiencia previa, y es

así como obtenemos resultados más eficientes.

La conciencia que hay entre lo que estaba dado, las variaciones que hicimos

a la acción, y las consecuencias que obtenemos en una nueva acometida, es

el valor educativo de la experiencia humana. La educación tiene un papel

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fundamental en este aspecto, pues a través de ella, nos son comunicados

los aspectos en los cuales nuestros antecesores tuvieron éxito, pero

también aquellos donde fallaron, dándonos un nuevo punto de partida, más

refinado, con más conocimiento, para alcanzar un nivel superior en las

explicaciones acerca de nuestra existencia.

Desde este punto de vista no estamos determinados. Superamos la

coacción del medio, aprendemos, corregimos, experimentamos nuevos

métodos y superamos nuestro conocimiento del mundo. Más tarde lo

comunicamos en el acto educativo.

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Recapitulación

En este bloque estudiamos el concepto de libertad y su relación con otros

aspectos de la filosofía, tales como la voluntad, el libre albedrío y los factores

que la condiciona. La libertad, o la falta de ella, se encuentran influida por

factores determinantes del medio que nos rodea, mismos que son objetivos

e inevitablemente condicionan nuestras acciones hasta cierto punto. Los

factores internos también juegan un papel determinante, pues, aunque

pareciera que son parte de nuestra voluntad, en realdad pueden ser

mecanismos impulsivos, irreflexivos o, incluso pueden llegar a conformar

patologías.

Sin embargo, no podemos considerar que estamos determinados y nuestras

acciones sean la consecuencia de la suma de factores que nos coaccionan. A

pesar de que el panorama uede parecer completamente determinista,

siempre contamos con un margen, más amplio o más estrecho, para elegir y

actuar en una u otra dirección.

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Conclusión

La cuestión de la libertad es una pregunta fundamental para el ser humano, no por

nada, a lo largo de la historia, los filósofos de diversas épocas y desde diferentes

posturas racionales, han tratado de explicarla y describir sus límites. Se trata de una

cuestión controversial en la cual todos tenemos alguna opinión sobre cómo

debemos ejercerla y cuáles son sus límites, pudiendo confundirla con el libre

albedrío.

La educación se relaciona con este concepto cuando lo vinculamos con cuestiones

éticas y morales. La libertad y la voluntad son aspectos que sería deseable que se

orientaran al cumplimiento de los valores que nuestra sociedad considera valiosos,

pero no esto, también es un acto ético cuestionar los valores que pueden estar

rebasados en esta época, por ya no responder a las características y necesidades

de este momento histórico. En el desarrollo de la capacidad de juicio para distinguir

entre uno y otro panorama, es una cuestión educativa.

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Fuentes de consulta

Ferrater, J. (2000) Diccionario de filosofía abreviado. Buenos Aires:

Sudamericana.

Sánchez, A. (1969). Ética. México: Grijalbo.

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