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ACTITUDES ANTE LA PREGUNTA MORAL

Para definir la Teología Moral sería necesario comenzar preci


sando

el objeto de su estudio: el comportamiento humano responsable


Ese sería su objeto material: en cuanto calificable como bueno o malo.

. Ahora bien, tal comportamiento ha de ser juzgado


como bueno o como malo teniendo en cuenta no sólo la reflexión
racional, sino también los contenidos de la revelación y de la fe. Esta
nueva perspectiva delimitaría el objeto formal de esta disciplina
La reflexión moral de la Iglesia, hecha siempre a la luz de Cris
to, el "Maestro bueno", se ha desarrollado también en la forma espe
cífica de la ciencia teológica llamada teología moral; ciencia que
acoge e interpela la divina Revelación y responde a la vez a las exi
gencias de la razón humana.

La teología moral es una reflexión que


concierne a la "moralidad", o sea, al bien y el mal de los actos hu
manos y de la persona que los realiza, y en este sentido está abierta
a todos los hombres; pero es también teología, en cuanto reconoce el
principio y el fin del comportamiento moral en Aquel que "solo es
bueno" y que, dándose al hombre en Cristo, le ofrece las bienaven
turanzas de la vida divina»
Jun pablo ii veritatis splendior

Es prácticamente inevitable preguntarse qué comportamiento


puede ser calificado de «moral» o «inmoral» y cuáles son los crite
rios que avalan tales calificaciones. En los últimos tiempos no deja
de formularse la pregunta sobre qué es el bien y qué es el mal

1 En primer lugar nos encontramos con el rechazo a toda fundamentación


objetiva
de
los
juicios éticos.

2 Una segunda dificultad le viene a la pregunta moral de las


múltiples susceptibilidades que el propio discurso moral suscita. Al
gunas de ellas vienen desencadenadas por la tradicional vinculación
de la moral con la religión, como más adelante se verá. La sociedad
actual tiene la pretensión de vivir su autonomía y mayoría de edad,
al margen de cualquier imposición heterónoma, aunque fuera ella
divina.
3 Por otra parte, la autoridad del que educaba la moralidad pa
recía autosuficiente en un mundo jerárquico y deductivo que vincu
laba el deber al saber y éste al poder.

2 parte
ACERCAMIENTO A LO MORAL

De forma obligadamente provisional podríamos intentar definir


el mapa de lo moral, es decir, deslindarlo frente a lo que no pertene
ce al ámbito de la moralidad

Delimitaciones previas

1 En primer lugar, habría que decir que una determinada conducta


no es inmoral simplemente por ser «ilegal» en un lugar o un tiempo
de la historia

2 La conducta moral ha de ser deslindada también del ámbito de lo


«religioso». Tal diferenciación resulta difícil para las personas for
madas en una cultura en que la religión y la moral vivían estrecha
mente unidas. Si bien es verdad que la religión exige un determinado
comportamiento ético, tales magnitudes no son intercambiables.

3 Lo moral, por otra parte, tampoco coincide con el comportamien


to declarado aceptable por una «decisión mayoritaria», expresa o tá
cita, de la sociedad o de un determinado grupo social. Ni la verdad
ni la belleza ni la bondad son fruto del consenso social,

Lo moral no se identifica, finalmente, con el comportamiento


asumido sobre el fundamento de un «sentimiento» o de una intui
ción.

3 parte
ACERCAMIENTO A LA TEOLOGÍA MORAL

No basta la delimitación previa. Es preciso aventurar una des


cripción un poco más ajustada del objeto y la metodología de la
moral, en cuanto ciencia del comportamiento humano, y en cuanto
informada por la fe

Una moral humana

«La Moral es la ciencia de lo que el hombre debe ser en función


de lo que ya es» oraison

De hecho, la Moral no se reduce a una exhortación referida al


mejoramiento de las costumbres humanas, individuales o colectivas.
Se trata de un estudio sistemático que cuenta con sus fuentes y sus
principios propios, su metodología y sus conclusiones.
b) Se subraya también en esa definición el aspecto tensional
propio de la Moral, como comportamiento responsable o como dis
ciplina. Una tensión que apunta hacia la meta dinámica del ser hom
bre en el mundo y del ser hombre con los hombres, al tiempo que
evoca ya la dialéctica entre las potencialidades de la persona y sus
realizaciones. La bondad ética, en efecto, brota del ser- del hombre y
tiende al hacerse de ese mismo hombre.
c) En esa definición, en fin, se explícita ya el carácter personal
de toda Moral. Toda reflexión ética estudia en el fondo el proceso
por el que el ser humano tiende a evitar la maldad y realizar TáHbondad
en la
concretez espacio-temporal
en
que
se
halla
y
se
mueve:
es

decir,
el
proyecto
de
hombre
que
lo
ha
de
conducir
a
la
felicidad,
a la identidad consigo mismo.

Una moral cristiana

Así pues, no habrá que olvidar que nos encontramos ante una
disciplina que pretende ser a un tiempo teológica y moral.
a) En cuanto Teología, la disciplina que ahora abordamos no
puede reducirse a una reflexión filosófica sobre el comportamiento
humano responsable, o a una constatación de los datos aportados por
las ciencias sobre tal comportamiento. No se trata de invalidar las
otras lecturas científicas de las actuaciones humanas. Se trata de sub
rayar la importancia que para la Teología Moral revisten esas actua
ciones ante la atención que ha de prestar a la Palabra del Dios vivo

4 parte

CCIÓN Y EXPERIENCIA MORAL CRISTIAN


El comportamiento humano responsable, con sus condicionantes
y sus impedimentos, no se da de forma abstracta. Los hombres y
mujere§__son buenos «en la práctica», no en la teoría. La bondad es
un calificativo de la acción circunstanciada. Ese comportamiento
puede ser percibido como un acto aislado o bien como una actitud
permanente.
Y, üun más allá de los actos y de las actitudes, percibimos que
nuestro comportamiento moral gira en torno a opciones muy radica
les que, en la práctica, vienen a jerarquizar los valores éticos que
configuran nuestra silueta ética
1 Los actos morales

Así es como la acción humana incluye algunos elementos indis


pensables para serlo y precisamente por ser humana:
En primer lugar, el conocimiento3, tanto de la acción en sí mis
ma como de su relación con los valores morales que están enjuego.
Ese conocimiento o advertencia, tanto material como formal, puede
estar presente en varios grados de intensidad, de forma que la aten
ción puede ser actual o virtual. Es cierto que la acción no sería ple
namente humana si sólo se contara con una atención habitual que, en
todo caso, se reduciría a una disponibilidad y orientación anímica
general.
En segundo lugar, aja decisión cognoscitiva, la^-acompañaain.
sentimiento de tendencia y voluntariedad hacia el .valor conocido.

En tercer lugar, es preciso prestar atención a la decisión libre y la


misma realización no coaccionada de la acción propuesta

2 La actitud moral

La actitud moral no debería ser confundida con la intención, co


mo a veces se hace 9. Podría, más bien, ser entendida como «eLcon-
jujüCLde-disposiciones adquiridas que nos llevan a reae€Íonar-positiva
o
negativamente
ante
los
valores
éticos».
Esta
descripción
de
la

actitud
habría
de
completarse,
por
lo
que
a
la
moraLcrisiiana
sejrfc:

fiere,
con
una
reflexión
sobre
sus
motivaciones
de
gracia,
sus
refe
rencias
a
la
realidad,
su
aspiración
tendencial
hacia
la
perfección

pedida
por
Jesús
a
los
suyos

FUENTES DE LA MORALIDAD

El objeto
El objeto del acto humano es aquello a lo que tiende la-acción.
RQO.U propia naturaleza, con independencia de la. intención del
agente y las circunstancias que puedan rodearla. El objeto es el re
sultado del acto humano y el efecto que la acción produceute..modQ_
directo (finis operis).
En principio, djobjejajdegido es-un bien hacia-el cual tiende,
deliberadamente la voluntad. El objeto especifica moralmente el acto
del querer, según que la razón lo reconozca y lo juzgue conforme o
no conforme con el bien verdadero y con la última verdad del hom
bre

El fin
Frente al objeto, el fin o el objetivo (finis operantis) manifiesta la
JQÍfiflpión,. que se sitúa del ladojjejjaiieto^qiie actúa. Por estar ligada
a la fuente voluntaria de la acción y por determinarla en razón del
fin, la intención del agente es un elemento esencial en la calificación
moral de la acción. El fin es el término primero de la intención y
designa el objetivo o el efecto buscado subjetivamente en la acción.
El fin es en realidad una de las circunstancias de la acción o la omi
sión, pero merece una reflexión particular en razón de su importan
cia.

Las circunstancias
Las circunstancias de la acción moral concreta son esas calidades
especiales de la misma que no van necesariamente ligadas al objeto
mismo de la acción. Ninguna acción moral acontece en abstracto,
sino situada en unas mediaciones concretas. Se suele decir que las
circunstancias, comprendidas en ellas las consecuencias, son los ele
mentos secundarios de un acto moral

Actos intrínsecamente malos


El acto moralmente bueno supone a la vez la bondad del objeto,
del fin y de las circunstancias. Una finalidad mala corrompe la ac
ción, aunque su objeto sea de suyo bueno, Ninguna finalidad buena
justifica un acto malo

5 parte
PAPEL DE LA CONCIENCIA EN EL JUICIO
MORAL

la encíclica Veritatis splendornos


ofrece una especie de definición de la conciencia al presentarla como
«acto de la inteligencia de la persona, que debe aplicar el conocimiento
universal del bien en una determinada situación y expresar así un
juicio sobre la conducta recta que hay que elegir aquí y ahora»

Conciencia recta. Su juicio coincide, de ordinario, con los


valores morales fundamentales y dirige efectivamente la acción en
ese sentido. En última instancia, tal conciencia estaría iluminada por
la verdad misma del ser humano,

Conciencia defectuosa. La inadecuación a los valores obje


tivos, que constituye el «defecto», puede manifestarse en dos formas
contrapusslas. O bien porque la conciencia tiende a minimizar en un
caso concreto las exigencias morales, y en consecuencia a suprimir
el sentimiento de toda inadecuación y culpabilidad.

La formación de la conciencia
También a la formación de la conciencia se refiere el Catecismo de
la Iglesia Católica, calificándola como «indispensable a seres huma
nos sometidos a influencias negativas y tentados por el pecado a pre
ferir su propio juicio y a rechazar las enseñanzas autorizadas» (1783).
Esa misma gradualidad y perfectibilidad de la conciencia moral
exige un conocimiento de las etapas morales por las que atraviesa la
persona humana: es decir, los pasos que van dando tanto el niño
como las culturas hasta alcanzar una conciencia seria y responsa
ble 12.

A CONCIENCIA MORAL ANTE UN TIEMPO NUEVO


Queda ya insinuado que a lo largo de la historia de la Teología
Moral la noción de conciencia ha estado siempre expuesta a diversas
deformaciones. Y hemos aludido tan sólo a las tentaciones de intelectualismo
y
del
individualismo,
las
del
legalismo
y
el
subjetivismo.

En los últimos tiempos, sin embargo, no solamente entre los teó


logos moralistas, sino incluso en los textos del Magisterio de la Igle
sia se percibe un cierto interés por recuperar una visión autónoma de
la conciencia moral.

Concilio vaticano ii
La conciencia es, en consecuencia, la garantía del proceso humanizador
de
la
peripecia
humana
y
del
progreso
técnico
de
los
pue
blos,
en
cuanto
libera
al
hombre
del
«ciego
capricho»
y
le
ayuda
a
descubrir
y
relizar
los
valores
objetivos
que
configuran
el
universo

moral.

— La conciencia, sin embargo, es frágil y está sujeta al error.


Aunque la ignorancia invencible no haga perder la dignidad íntima
del hombre, su conciencia puede ciertamente entenebrecerse a causa
de las opciones pecaminosas.
Un sereno estudio de tales orientaciones conciliares, releídas en
el marco de todas sus referencias a la Escritura34 y al Magisterio de
la Iglesia35, y aun a las ciencias humanas positivas (GS 62-^, ayuda
ría al estudio y la catequesis de la conciencia moral a superar algu
nos peligros constantes como el mencionado del positivismo legalis
ta, que puede a veces traducirse en un nuevo fideísmo, tanto bíblico
como magisterial36

cec

Ofrece el Catecismo una visión positiva de la educación de la


conciencia, que ha de enseñar la virtud, preservar o sanar del miedo,
de los insanos sentimientos de culpa o de autocomplacencia, para
llevar a la persona hacia la libertad y la paz del corazón (1785).
— Y, finalmente, la conciencia es puesta en relación con las vir
tudes teologales. Su dictamen constituye una garantía de esperanza y
de misericordia (1781). La conciencia buena es iluminada por la fe
y produce frutos de caridad (

ncíclica «Veritatis splendor»


La conciencia está también muy presente en la encíclica Veritatis
splendor. En ella late la preocupación por las tendencias culturales
que, contraponiendo y separando entre sí la ley y la libertad, exaltan
do a ésta última hasta la idolatría, llevarían a una interpretación
«creativa» de la conciencia moral3

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