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Iglesia Evangélica del Río de la Plata

Comisión de Reflexión Teológica

Elementos para la reflexión y el debate sobre la problemática del


aborto desde una perspectiva teológica

1.) Introducción

Tras la sanción de la Ley de Matrimonio Igualitario en la República Argentina en mayo de


2010, organizaciones no gubernamentales, movimientos sociales y de derechos humanos
continúan la lucha por importantes cambios en la legislación actual, que al igual que el
casamiento de personas del mismo sexo generan una división social, política y de
confesión de fe. Ya en marzo del mismo año, más de un proyecto de ley tendiente a
despenalizar el aborto había sido presentado para su debate en la Cámara de Diputados
sin tener, empero, por el momento transcendencia pública ni los textos de los proyectos
mismos ni tampoco el debate sobre la temática. El presente documento pretende ser un
insumo para la reflexión en el marco de nuestras comunidades que ayude a tomar
posición teológicamente fundada, responsable y, por sobre todas las cosas, con sumo
respeto hacia quienes desde su situación particular de vida están, estuvieron o estarán
involucrados en una decisión a favor o en contra del aborto.

2.) Preliminares

Las sociedades modernas han experimentado en el último siglo cambios espectaculares,


producidos por el desarrollo de la ciencia y de la técnica en todos los aspectos de la vida.
Tal es así que en todo lo referente al progreso científico y tecnológico estamos
vivenciando cambios tan acelerados que hechos que hasta no mucho tiempo atrás nos
parecían imposibles o fruto de una imaginación desatada se convierten en realidades
cotidianas.

Lamentablemente, todos estos “progresos” no siempre han tenido en vista realizar un


verdadero servicio a la sociedad humana (priorizando otras lógicas, como la exclusiva
búsqueda de lucro o una mayor disposición de conocimiento y poder por parte de ciertos
círculos y estamentos). Además, la manipulación de instrumentos y dispositivos
tecnológicos cada vez más complejos y poderosos no ha ido acompañada de un
crecimiento espiritual personal y colectivo que propicie su utilización pertinente y
responsable. Este hecho refleja lo que constituye tal vez el drama más profundo de
nuestro tiempo: la pérdida del sentido de la persona humana, el olvido de su dignidad, la
esclavitud de los seres humanos con respecto a sus propias obras y proyectos, así como
la explotación despiadada de toda la creación. La vida resulta así amenazada de múltiples
maneras. Entendemos que esta situación no responde al designio de Dios, Creador del
Universo, quien lo ha puesto todo al servicio de una vida plena y en abundancia para
todos por igual. Lo cierto es que nuestra sociedad no piensa mucho en Dios. Y
sostenemos que entre el olvido de Dios y la pérdida de respeto hacia la vida en toda su
dimensión hay una vinculación estrechísima, que no podemos menos que señalar.
Sostenemos, además, que es inminente recuperar parámetros de reflexión y acción ético-
cristianos que ayuden a posicionarnos frente a todo desafío que este mundo nos plantea.
3.) ¿Qué es el aborto?

La medicina entiende por aborto toda expulsión del feto, natural o provocada, en el
período no viable de su vida intrauterina, es decir, cuando no tiene ninguna posibilidad de
sobrevivir. Si la expulsión del feto se realiza en período viable pero antes del término del
embarazo, se denomina parto prematuro, tanto si el feto sobrevive como si muere.

El Derecho Español, al igual que el Derecho Canónico, considera aborto la muerte del feto
mediante su destrucción mientras depende del claustro materno o por su expulsión
prematuramente provocada para que muera, tanto si no es viable como si lo es.

En el lenguaje corriente, aborto es la muerte del feto por su expulsión, natural o


provocada, en cualquier momento de su vida intrauterina.

En adelante nos proponemos reflexionar sobre algunos aspectos importantes de la


problemática ética relativa al aborto.

4.) Aproximación teológica

Ante todo y en vistas a la necesidad de reconstruir una ética cristiana que nos ayude a
posicionarnos, afirmamos que como iglesia heredera de la Reforma del siglo XVI
confesamos nuestra fe en el Dios revelado en Jesucristo que, por puro y gratuito amor,
crea, sostiene y redime la vida de sus criaturas. Por ello sostenemos que toda vida
humana es un don de Dios, y por lo tanto es sagrada.

Tal confesión se basa en el anuncio de las Sagradas Escrituras del Antiguo y Nuevo
Testamento, que son la fuente y norma para la fe y la vida cristiana. Junto a los
reformadores sostenemos que las Sagradas Escrituras son Palabra de Dios en la medida
en que “conducen a Jesucristo” (Juan 14:6) y afirmamos que el Espíritu Santo, aquel
“Defensor que el Padre va a enviar en mi nombre, les enseñará todas las cosas y les
recordará todo lo que les he dicho” (Juan 14:26). Esta perspectiva supone que para su
correcta comprensión resulta necesario reconocer que los escritos bíblicos son
testimonios de fe elaborados dentro de un determinado tiempo y contexto histórico, social
y cultural y que por lo tanto necesitan ser interpretados teniendo en cuenta esos factores
hacia la realidad concreta, individual y comunitaria de quienes recurren en ellas. Esto
significa que así como algunas situaciones planteadas dentro de las Sagradas Escrituras
según nuestra interpretación actual se limitan en su significación a su contexto original,
así temáticas sumamente actuales para nosotros pueden no estar desarrolladas o, en el
peor de los casos, ni siquiera estar contempladas como posibilidad. Entendemos, por
consiguiente, que la Biblia no es un libro de preguntas y respuestas ni mucho menos de
recetas para cada situación de vida sino aquella fuente de revelación divina mediante la
cual el Dios de la vida nos quiere ayudar a encontrarlo en medio de nuestros desafíos
concretos.

Para ir al grano: las Sagradas Escrituras no hablan, concretamente, ni a favor ni en contra


del aborto. El libro de Levítico, que traza las reglas de convivencia para el pueblo de
Israel, habla detalladamente sobre la menstruación, el flujo seminal, las relaciones
sexuales y la infidelidad matrimonial (ej.: Levítico 15: 18-20), pero no toca el tema de la
limitación de la natalidad. Sobre el aborto, específicamente, hay algunas menciones en el
libro de Eclesiastés, pero sólo a modo de comparación (Eclesiastés 6: 3-5). Ningún
testimonio bíblico reflexiona sobre el tema; pero las Sagradas Escrituras sí hablan de la
vida como don de Dios con suma profundidad. Hablan de una vida renovada por su juicio
y su gracia y así favorable a varones y mujeres, grandes y pequeños. “Yo he venido para
que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Juan 10:10). Las Sagradas
Escrituras dan testimonio de un Dios que se solidariza con las víctimas de la injusticia y el
pecado; ellas hablan de la misericordia de Dios, que sobrepasa todo lo que humanamente
podemos entender. Hablan del perdón, mucho más que de la culpa. Es a partir de ahí que
debemos buscar criterios que puedan orientarnos a la hora de tener que ubicarnos,
posicionarnos y decidir.

5.) El quinto mandamiento: “No matarás”

La prohibición de matar, o dicho de otra manera: el mandato de defender la vida, también


la vida prenatal, bajo ningún concepto debe ser relativizado, cuestionado o modificado.
Es cierto, Dios nos ha dotado de libertad. Pero el derecho y la posibilidad de cada ser
humano de decidir circunstancialmente sobre los asuntos que hacen a su vida no quita
que la vida en sí sea, como decíamos más arriba, un don de Dios sobre el cual no nos
corresponde disponer. “Uno es libre de hacer lo que quiera. Es cierto, pero no todo
conviene. Sí, uno es libre de hacer lo que quiera, pero no todo ayuda al crecimiento
espiritual.” (1ª Corintios 10:23) A partir de esta afirmación la decisión de abortar es una
decisión contraria a la voluntad de Dios expresada en el quinto mandamiento (Éxodo
20:13). Sería irresponsable de nuestra parte negar esta realidad.

Por otro lado, también el hecho de que cientos de mujeres, generalmente pertenecientes
a los sectores más pobres de la población, mueran anualmente o sufran consecuencias
graves para su integridad física y espiritual a causa de prácticas abortivas clandestinas
realizadas en condiciones que no garantizan los mínimos requisitos sanitarios es contrario
a la voluntad de Dios, razón por la cual entendemos que la interpretación del quinto
mandamiento no debe limitarse a la defensa de la vida prenatal sino abarcar con la misma
fuerza la defensa de la vida de las mujeres embarazadas.

Finalmente, y yendo un poco más allá del quinto mandamiento en sí, nada y nadie nos
habilita a cargar con culpa a quienes, muchas veces por circunstancias ajenas a su
voluntad y bajo tormentos espirituales inimaginables, se ven involucrados en decisiones
que no buscaron y para las cuales no están preparados. Jesús exhorta con fuerza y
convicción: “No juzguen a otros, para que Dios no los juzgue a ustedes” (Mateo 7:1) Nadie
puede comprender definitivamente la situación que lleva a una mujer (y su entorno más
cercano) a decidir por el aborto. De última, antes de opinar sobre lo que ellos han hecho
nos correspondería a todos nosotros preguntarnos sobre nuestra propia responsabilidad
para con la defensa de la vida: ¿Dónde están nuestras omisiones en relación con la
defensa de la vida? Desde la ética cristiana es nuestra obligación primordial detectar
nuestro propio pecado, reconocer nuestra culpa y encomendarnos entre todos a la gracia
y misericordia de Dios.

6.) La defensa de la vida

Ahora, y a modo de profundización de la interpretación del quinto mandamiento, cuando


hablamos de defender la vida, todos con mucha facilidad afirmamos que defender la vida
es indispensable, importante y fundamental. Pero, ¿de qué vida estamos hablando?
Probablemente no todos responderíamos de la misma manera. Sin lugar a duda, la vida
humana merece el más profundo de los respetos y es intocable precisamente porque es
sagrada. Es verdad: la vida viene de Dios, va hacia Dios y sólo Él tiene derecho sobre
ella. Pero tanto así también es verdad que a veces, para defender la vida, aquella vida
que Dios nos regaló, es necesario decidir.
Cuando hablamos de la vida, del valor de la vida, de la dignidad de la vida, no podemos
olvidar que nuestras vidas no se desarrollan sobre nubes o en una burbuja de cristal sino
que son parte de la historia de la humanidad y que tienen que ver con la vida de todos.
Toda vida se desarrolla en un determinado contexto de la historia humana y dentro de lo
que comúnmente llamamos convivencia humana. Esta convivencia humana se da muchas
veces en situaciones y condiciones conflictivas y hasta dramáticas, generadas por
pobreza, ignorancia, opresión social, violencia, etc. Las razones por las cuales una mujer
queda embarazada son muy diversas. Más allá de que con frecuencia la decisión de
embarazarse no es reflexionada suficientemente, muchos y demasiados embarazos son
el resultado de errores o accidentes de prevención o de violaciones, directas o
„encubiertas‟. También las razones a partir de las cuales una mujer decide interrumpir un
embarazo son sumamente diversas. Generalmente no son el mero egoísmo o la
conveniencia social. Generalmente se trata de mujeres que por las más diversas razones,
objetiva- o subjetivamente, no están en condiciones de asumir un hijo o hija en ese
momento. De última, mucho depende de si la mujer embarazada puede o no aceptar
aquella vida que en su vientre se está gestando. Su afirmación hacia la vida que lleva
dentro de su vientre no puede ser reemplazada o sustituida por terceros.

De ahí que la defensa de la vida prenatal está siempre directamente ligada a la defensa
de aquella vida que le espera tanto a la criatura como a su madre y, en el mejor de los
casos, padre después del parto. Esto significa que la dignidad de una vida no se define
simplemente a partir de su posibilidad biológica de existir sino precisa también otras
condiciones que no siempre están dadas. Afirmamos que la criatura en gestación merece
ser recibida por un hogar que la ama y por condiciones de vida que le permitan
desarrollarse dignamente. Pero no solamente ella tiene derecho a una vida plena y digna
sino también su madre. Y antes de juzgar desde una posición supuestamente objetiva y
neutral todos estamos comprometidos con la causa a partir de nuestra obligación de
aportar para que en la medida de lo humanamente posible tanto la madre como la vida
que está por nacer tengan posibilidades reales de desarrollo digno.

7.) La realidad el aborto

Todas estas reflexiones ético-teológicas surgen a partir y se enmarcan dentro del hecho
de que la interrupción del embarazo por medio de un aborto es una realidad silenciada
que trae consigo muchos problemas para todos los involucrados. Por supuesto, ninguna
mujer se embaraza para abortar. Pero innumerables circunstancias llevan a que el aborto
sea practicado mucho más de lo que nos imaginamos y demasiadas veces de manera
clandestina y sumamente perjudicial para la mujer. Para el caso de la Argentina, por
ejemplo, se calcula que por cada aborto declarado hay 7 (siete) que no lo son. Una
estadística del año 2006, publicada en Univision Foro, dice que:

 6 de cada 10 abortos declarados son provocados


 el 12,9 % de las muertes de mujeres en edad fértil se deben a abortos clandestinos
declarados
 sólo 3 de cada 10 embarazos en Argentina son planificados
 la mitad de los embarazos no planificados se debe a fallas especificas del
anticonceptivo
 una mujer muere por día por consecuencias de un aborto provocado en un hospital
público de Argentina
 las consecuencias físicas de un aborto provocado y sus derivaciones ocupan el
50% de las camas de ginecología de los hospitales públicos
 en América Latina hay un total aproximado de 120.000 abortos provocados por año
De más está decir que el aborto afecta más a los sectores empobrecidos (dos terceras
partes de la sociedad argentina viven en la pobreza).

Obviamente no corresponde justificar una acción contraria a nuestros principios sólo


porque una gran mayoría de personas la practica. Y lejos estamos de querer avalar al
aborto a partir de las estadísticas. Pero ante el panorama que nos dibujan los números
cabe preguntarnos porqué tantas mujeres abortan y qué podemos hacer para ir al
encuentro de ellas. De nada sirve moralizar y condenar a quienes ya de por sí cargan con
el peso de lo que les tocó vivir.

8.) El aspecto socio-comunitario del aborto

Si bien es cierto que es la mujer la que lleva la vida en devenir en su vientre, la


responsabilidad de que esto sea así no es sólo de ella. Hay un varón que participó en su
gestación, y por consiguiente no corresponde liberarlo de la responsabilidad de hacerse
cargo de lo que ello significa. Sostenemos que hombres y mujeres deben compartir
mutuamente la responsabilidad que sus acciones implican. Y sostenemos también que no
es justo cargar solamente a la mujer con la difícil decisión a tomar de cara a un embarazo
considerado inviable.

Pero no solamente el varón que aportó activamente al embarazo, también la sociedad


toda, y por consiguiente cada uno de nosotros, tenemos algo que ver con la afirmación o
negación a la vida en gestación. El apoyo que le damos o no a la mujer embarazada – las
posibilidades de futuro que le ofrecemos – la marginación y el repudio a los cuales de
manera abierta o encubierta la exponemos – la disposición de tomarla en serio y
acompañarla en su difícil situación – todos estos son factores que hablan de una
responsabilidad colectiva por tantas vidas en peligro y por demasiadas muertes
invisibilizadas.

Finalmente, también el Estado como tal tiene una fuerte responsabilidad por la vida en
devenir. Su obligación y responsabilidad indelegable es promocionar, cuidar y proteger la
vida de todos los seres humanos que habitan dentro de su jurisdicción territorial sobre la
base de la justicia y el derecho. Con respecto a la problemática en cuestión el ejercicio de
dicha responsabilidad debe incluir medidas generales, como la intervención para
promover condiciones económicas, políticas y culturales que redunden en una
convivencia más justa y equitativa, en la que los ciudadanos y ciudadanas puedan tomar
conscientemente y con plena libertad decisiones fundamentales de su vida, como lo es la
de la procreación, así como medidas más específicas, que incluyen el desarrollo de una
adecuada política de educación sexual desde la niñez y el aseguramiento del acceso
gratuito a medios anticonceptivos, tanto al varón como a la mujer, que eviten embarazos
no deseados. Por lo demás, el Estado debe asegurar el cuidado de la salud de la madre y
de su bebé, la protección de la vida prenatal tanto como de la madre embarazada,
proporcionando – insistimos una vez más – condiciones laborales y de vida en general
que permitan la aceptación de un embarazo aún cuando quizás no haya sido deseado.

Los aspectos señalados deberían propender a la disminución de los casos que den lugar
a la decisión de una pareja o una mujer de interrumpir un embarazo. Sin embargo, somos
conscientes que ni aún la conjunción de todos los esfuerzos señalados logrará desterrar
el aborto, que seguirá siendo una dolorosa realidad, que debe ser afrontada con una
legislación particular, congruente con la obligación y responsabilidad estatal de proteger y
promover la vida, tanto de la vida en gestación, como de la mujer embarazada.
En ese sentido sostenemos la necesidad de despenalizar el aborto bajo condiciones
claramente establecidas. Ese sería el caso para aquellas mujeres (y varones) que,
habiendo tomado la decisión de interrumpir el embarazo, estén dispuestos a transitar un
proceso de asistencia y asesoramiento psicosocial por parte de una instancia institucional
dispuesta por el Estado (que estaría conformada por un equipo integrado por personal
idóneo, como psicólogos y asistentes sociales) con el claro objetivo – dentro de un
período de tiempo necesariamente acotado – de posibilitar la viabilidad del embarazo.
Éste debe promover y facilitar mediante la disposición de los medios materiales y
espirituales necesarios la decisión consciente y libre de la pareja o de la mujer en favor de
la vida en devenir. Si una vez exploradas las distintas alternativas se agotaran los
recursos humanamente posibles para revertir la decisión de interrumpir el embarazo, el
Estado tiene la obligación de asegurar gratuitamente las condiciones médico-sanitarias
que preserven la integridad física de la mujer. El cuidado médico y psicológico de la mujer
se debe extender a la etapa posterior a la intervención.1 En relación con esta medida es
necesario señalar que, reconociendo un límite a la posibilidad de preservar la vida de
ambos a partir de la decisión firme de la mujer de interrumpir el embarazo, desde el punto
de vista de la responsabilidad del Estado, se trata de optar por el mal menor. Dicho
positivamente, ello significa optar por el bien que en esa situación concreta se debe
preservar, ya que, de lo contrario, se corre el riesgo de perder tanto la posibilidad de
preservar la vida en gestación como la vida de la mujer, a causa de las prácticas
clandestinas. Por lo demás, al establecer esta praxis el Estado deberá buscar el modo
más adecuado de velar por el respeto a la libertad de conciencia de aquellos
profesionales de la salud que no se hallen dispuestos a realizar tales intervenciones.

Al proponer esta vía de acción, que sugiere despenalizar el aborto en condiciones


precisas como “mal menor” o “razón última” en la búsqueda de proteger y promover la
vida no “borramos con el codo lo que escribimos con la mano”. Tanto la interrupción
intencional del embarazo como la muerte de las mujeres que tantas veces tiene lugar
como consecuencia suya son un grito al cielo y parte de la realidad de pecado que
atraviesa nuestra existencia personal y colectiva. La medida propuesta significa reconocer
que nuestros mejores esfuerzos ante determinadas realidades tienen límite. Ello nos
mueve a reconocer nuestra participación solidaria en dicha realidad, a pedir el auxilio y el
perdón de Dios y como Iglesia a ofrecer instrumentos concretos2 para la contención y
acompañamiento pastoral, psicológico y material de las personas que se vean
confrontadas de una u otra manera con la realidad del aborto.

9.) La responsabilidad de optar por el mejor camino

En las encrucijadas de la vida, allí donde la vida y la muerte se dan la mano, donde sin
que nadie nos haya pedido permiso nos toca atender situaciones existenciales de
incalculable profundidad, es preciso optar “con temor y temblor” por lo que consideramos
ser el mejor camino. Una decisión a favor de uno es siempre y a su vez una decisión en
contra del otro. Es una tarea de todos aportar elementos de ayuda y soporte para

1
En caso del embarazo de menores enfatizamos la necesidad de contemplar la co-responsabilidad de los padres o
tutores en la decisión que se tome con respecto a la continuidad o a la interrupción del mismo. Además, por otra
parte, aprovechamos para señalar nuestra preocupación por las reiteradas situaciones en que la justicia dilata
innecesaria y arbitrariamente los casos en que la legislación vigente contempla excepciones a la penalización del
aborto (Art. 86, inc. 1 y 2 del Código Penal Argentino: peligro para la vida o salud de la madre; embarazo producto de
una violación a una mujer incapaz de responder mentalmente por sí misma).
2
Dichos instrumentos deberían incluir el desarrollo de una catequesis para niños, jóvenes y adultos que permita
comprender y vivenciar el cuerpo y la sexualidad como un maravilloso don de Dios. En ese marco se habrá de mostrar
que la sexualidad, dada por el Creador para edificación y plenitud de nuestra humanidad, debe ser ejercida sobre la
base del amor y la mutua responsabilidad, con la necesaria madurez emocional, moral y espiritual.
quienes, como decíamos más arriba, objetiva- o subjetivamente no están en condiciones
de asumir un embarazo. Tal como sucede con todo desafío existencial, también cuando
se trata de posicionarse frente a un embarazo considerado inaceptable el tiempo
generalmente apremia y no se presenta la posibilidad de realizar un estudio detallado. Los
parámetros de nuestro pensamiento, la actitud que tenemos frente a la vida y la muerte,
las características que marcan nuestra conciencia, nuestra disposición o no de
entendernos como parte de un todo son cuestiones que se van formando y fortaleciendo
desde bien pequeños y a lo largo de toda una vida. Tal es así que a la hora de
posicionarnos frente a las decisiones existencialmente fuertes cuestiones profundas de la
concepción de nuestras vidas serán de importancia. ¿Dónde ubico para mí los límites de
lo soportable? ¿Cuán dispuesta estoy a permitir cambios en mi proyecto de vida?
¿Cuánta capacidad tengo de darle lugar a lo imprevisto e imprevisible en mi vida? ¿Estoy
dispuesta a redefinirme a partir de las circunstancias que me cambian la vida? ¿Hasta
qué punto realmente siento y confío que es Dios quien tiene mi vida y la de los demás en
sus bondadosas, misericordiosas e inescrutables manos? Quizás deberíamos hablar más
sobre estas cuestiones, para estar mejor preparados a la hora de tener que optar por el
camino mejor.

Por otro lado, y más allá de entablar y acompañar una toma de conciencia sobre las
cuestiones existenciales de la vida, podríamos disponer nuestro tiempo, nuestro oído y
nuestro compromiso a la hora de acompañar a quienes se encuentran expuestos a
situaciones que solos muchas veces no pueden manejar. Es fácil opinar cuando no me
toca. Es fácil hablar en teoría. Pero es sumamente difícil mirarle a los ojos al o a la que
está en conflicto. Y mucho más difícil aún es mirarme a mí a los ojos cuando soy yo la que
está en problemas. La posibilidad de catarsis, de consulta, de apoyo emocional, espiritual,
técnico y logístico puede ser de invalorable importancia.

Lejos de poder ni mucho menos querer defender al aborto como derecho legítimo
sostenemos que es nuestra tarea aportar a un debate que busque un posicionamiento
responsable, basado en la ética cristiana, que haga justicia a la complejidad del tema. No
podemos apoyar posturas que afirman indiscriminadamente el derecho a la vida del
nonato en detrimento de las mujeres ni tampoco aquellas que afirman el derecho de las
mujeres a abortar en detrimento de la vida humana en devenir. Es por eso que
sostenemos la necesidad de debatir con criterio y responsabilidad sobre aquellas
situaciones que a modo de excepción justificarían la interrupción de un embarazo.

Confiamos en que por gracia y bendición de Dios podremos avanzar en este tema.

Por la Comisión de Reflexión Teológica de la IERP


P. Annedore Venhaus

Fuentes:
Católicas pelo direito de decidir: Aborto – Conversando a gente se entende
Marta Alanis: Las mujeres católicas queremos el aborto legal (2010)
Hermann Barth: Fürsprecher des Lebens sein (2001)
Jens Motschmann: Evangelische Kirche und Lebensrecht (2010)
Pro-Vida: Boletín informativo (2010)

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