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LA GRACIA

DE LA NECESIDAD DE LA GRACIAS q.109

La gracia se dice de tres maneras: 1) el amor de Dios, 2) el don concedido, 3) la gratitud (agradecimiento).
La gracia de unión está en relación con el primer sentido y en su efecto con el segundo sentido.

I-II, 109, a.1. ¿PUEDE EL HOMBRE CONOCER ALGUNA VERDAD SIN LA GRACIA? El entendimiento humano
tiene una forma determinada, que es su misma luz intelectual, de por sí suficiente para conocer algunas
cosas inteligibles, aquellas que alcanzamos a través de lo sensible. Pero otras cosas inteligibles más altas no
las puede conocer más que si es perfeccionado por una luz superior, como la de la fe o de la profecía, que
se llama luz de gracia, porque es algo sobreañadido a la naturaleza”.

a.2. ¿PUEDE EL HOMBRE QUERER Y HACER EL BIEN SIN LA GRACIA? En el estado de naturaleza íntegra, la
capacidad de la virtud operativa del hombre era suficiente para que con sus solas fuerzas naturales pudiese
querer y hacer el bien proporcionado a su naturaleza (virtudes adquiridas); pero no el bien que sobrepasa
la naturaleza (virtudes infusas). Sin embargo, en el estado de la naturaleza corrupta, el hombre es
deficiente también respecto de lo que puede hacer según su naturaleza, de manera que no puede realizar
todo este bien con sus solas fuerzas naturales. […]

Así, pues, en el estado de naturaleza íntegra el hombre sólo necesita una fuerza sobreañadida
gratuitamente a sus fuerzas naturales para obrar y querer el bien sobrenatural. En el estado de naturaleza
caída, la necesita a doble título: primero, para ser curado, y luego, para obrar el bien de la virtud
sobrenatural.

a.4. ¿PUEDE EL HOMBRE CUMPLIR LOS PRECEPTOS DE LA LEY SIN LA GRACIA Y CON SOLAS SUS FUERZAS
NATURALES? “Los mandatos de la ley pueden ser cumplidos de dos modos. Uno, en cuanto a la sustancia
de las obras, es decir, realizando actos de justicia, de fortaleza y de las demás virtudes. Y en este sentido, en
el estado de integridad, podía el hombre cumplir todos los mandatos de la ley. […] El otro modo consiste en
cumplir los preceptos de la ley no sólo en cuanto a la sustancia de las obras, sino además en cuanto al
modo de obrar, es decir, por caridad. Y de esta forma no puede el hombre observar los preceptos legales ni
en el estado de naturaleza íntegra ni en el de naturaleza corrupta. ”.

a.5. ¿PUEDE EL HOMBRE MERECER LA VIDA ETERNA SIN LA GRACIA? “Para que nuestros actos nos
conduzcan a un fin tienen que ser proporcionados a este fin. Ahora bien, ningún acto excede la proporción
de su principio activo. Y así vemos en las cosas naturales que ninguna alcanza a producir con su propia
operación un efecto superior a su capacidad (virtus) activa, sino únicamente efectos proporcionados a esta
capacidad. Ahora bien, la vida eterna es un fin que sobrepasa la naturaleza humana. Luego el hombre, con
sus [capacidades] naturales, no puede producir obras meritorias proporcionadas a la vida eterna, luego se
exige una potencia (vitus) más alta, que es la virtus de la gracia.”

a.6. ¿Puede el hombre prepararse por sí mismo para la gracia sin el auxilio exterior de la gracia? Jn
6,44: Nadie puede venir a mí si el Padre, que me ha enviado, no lo trae.   Luego el hombre no puede
prepararse a la gracia sin la ayuda de la gracia.

Ha de presuponerse un auxilio gratuito de Dios que mueva interiormente al alma o le inspire el buen
propósito. Y es indudable que necesitamos esta moción divina para prepararnos al don habitual… Por eso,
que el hombre se convierta a Dios no puede ocurrir sino bajo el impulso del mismo Dios que lo convierte.
Teniendo en cuenta que prepararse para la gracia consiste precisamente en convertirse a Dios, lo mismo
que el que está de espaldas al sol se prepara para ver su luz volviendo sus ojos hacia él. Es, pues, manifiesto
que el hombre no puede disponerse para recibir la luz de la gracia sino mediante el auxilio de un don
gratuito de Dios que le mueva interiormente.
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Ad.1. La conversión del hombre a Dios es, ciertamente, obra del libre albedrío. Por eso precisamente se le
manda que se convierta. Pero el libre albedrío no puede volverse a Dios si Dios mismo no lo convierte a sí,
de acuerdo con aquello de Jer 31,18: Conviérteme y quedaré convertido, porqué tu eres mi Dios y Señor; y
en las Lamentaciones 5,21: Conviértenos, Señor, a ti, y nos convertiremos.

Ad.2. El hombre no puede hacer nada si no es movido por Dios, tal como se dice en Jn 15,5:  Sin mí nada
podéis hacer. Por eso, cuando se dice que el hombre hace lo que en él está, se entiende que hace lo que
puede supuesta la moción de Dios.

a.7. ¿Puede el hombre levantarse del pecado sin el auxilio de la gracia? Gal 2,21: Si la justificación se
puede conseguir por la ley, Cristo murió en vano, es decir, sin necesidad. El hombre no puede justificarse
por sí mismo, es decir, no puede volver del estado de culpa al estado de justicia.

El hombre no puede en modo alguno levantarse por sí mismo del pecado sin el auxilio de la gracia. Porque
para levantarse del pecado, no basta cesar en el acto de pecar, sino que se ha de reponer en el hombre
aquello que perdió pecando. Ahora bien, por el pecado incurre el hombre en un triple detrimento:

- la mancha,
- el deterioro de la bondad natural
- el reato de pena.

En efecto, incurre en la mancha, porque es privado de la belleza de la gracia por la deformidad del pecado.
Se deteriora la bondad de su naturaleza, porque ésta cae en el desorden al no someterse su voluntad a la
de Dios, ya que, si falta esta sumisión, toda la naturaleza del hombre que peca queda desordenada.
Finalmente, el reato de pena sobreviene porque el hombre, al pecar mortalmente, se hace merecedor de la
condenación eterna.

Ahora bien, es manifiesto que cada uno de estos tres males no puede ser reparado sino por la acción de
Dios. En primer lugar, la belleza de la gracia proviene de la luz de la iluminación divina, y no puede
recuperarse más que si Dios ilumina de nuevo el alma. Se requiere, por tanto, un don habitual, que es la luz
de la gracia. A su vez, el orden natural por el que el hombre se somete a Dios no puede restablecerse más
que atrayendo Dios hacia sí la voluntad del hombre. En tercer lugar, el reato de la pena eterna no puede ser
perdonado sino por Dios, ya que contra Él se cometió la ofensa y Él es el juez de los hombres.

A las objeciones:

Ad.1. Lo que se le pide al hombre es que haga lo que depende de su libre albedrío para levantarse del
pecado. Por eso la expresión levántate y Cristo te iluminará no significa que el salir del pecado preceda por
completo a la iluminación de la gracia, sino que la gracia santificante la recibe el hombre después que,
bajo el impulso de la moción divina, se ha esforzado con su libre albedrío por salir del pecado.

a.8. ¿Puede el hombre evitar el pecado sin la gracia? El hombre puede ser considerado, bien en el estado
de naturaleza íntegra, bien en el estado de naturaleza corrupta.

En el primero de estos estados podía el hombre, aun sin la gracia, evitar el pecado, tanto mortal como
venial, puesto que pecar consiste en apartarse de lo que es conforme a la naturaleza, y esto podía el
hombre evitarlo cuando su naturaleza estaba intacta.

Mas en el estado de naturaleza corrupta, para evitar todo pecado, necesita el hombre la gracia habitual,
que venga a restaurar la naturaleza. En este estado, el hombre puede evitar el pecado mortal, que radica
en la razón; pero no puede eludir todo pecado venial, debido a la corrupción del apetito inferior de la
sensualidad, cuyos movimientos pueden ser reprimidos por la razón uno a uno, pero no todos ellos,
porque mientras atiende a uno se le desmanda otro, y tampoco puede la razón mantenerse siempre
vigilante para someterlos todos.

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a.9. El que ya posee la gracia, ¿puede obrar el bien y evitar el pecado por sí mismo sin otro auxilio de la
gracia?

El hombre para vivir rectamente necesita un doble auxilio de la gracia de Dios:

1- El primero es el de un don habitual por el cual la naturaleza caída sea curada y, una vez curada, sea
además elevada, de modo que pueda realizar obras meritorias para la vida eterna, superiores a las
facultades de la naturaleza.
2- El segundo es un auxilio de gracia por el cual Dios mueve a la acción. Ahora bien, el hombre que está
en gracia no necesita otro auxilio de la gracia, en el sentido de un nuevo hábito infuso. Pero sí necesita
un nuevo auxilio en el segundo sentido, es decir, necesita ser movido por Dios a obrar rectamente. Y
lo necesita por dos razones:
a. La primera, de orden general, ninguna cosa creada puede producir acto alguno a no ser en virtud
de la moción divina.
b. La segunda es una razón específica, basada en la condición presente de la naturaleza humana.
Porque, si bien esta naturaleza ha sido restaurada por la gracia en cuanto a la mente, aún queda en
nosotros la corrupción y la infección de la carne. Por eso tenemos necesidad de que nos dirija y nos
proteja Dios, que lo conoce y lo puede todo. De aquí que, incluso los renacidos por la gracia como
hijos de Dios, tenemos que pedir: No nos dejes caer en la tentación y hágase tu voluntad así en la
tierra como en el cielo, y todo lo demás que se contiene a este respecto en la oración dominical.

a.10. El hombre aunque esté ya en gracia, necesita que Dios le conceda la perseverancia.

La perseverancia es la continuidad en el bien hasta el fin de la vida. Y para conseguir tal perseverancia el
hombre, en estado de gracia, no necesita ciertamente otra gracia habitual, sino solamente un auxilio divino
que lo dirija y proteja contra los impulsos de las tentaciones. Por eso, cuando uno ha recibido la gracia
santificante, necesita todavía pedir este don de la perseverancia, que le permita guardarse del mal hasta el
fin de la vida. Porque a muchos se da la gracia a quienes no se concede perseverar en ella.

DE LA ESENCIA DE LA GRACIA DE DIOS q.110

a.1. La gracia se puede entender de tres maneras:

1- significa EL AMOR que se siente hacia alguien. Y así se dice que un soldado tiene la gracia del rey,
esto es, que el rey lo encuentra grato.
2- un DON concedido gratuitamente. De aquí la expresión: ‘Te concedo esta gracia’ [de Dios se puede
recibir el ser natural y lo sobrenatural].
3- AGRADECIMIENTO. la recompensa de un beneficio dado gratuitamente, y así se habla de dar
gracias por los beneficios.

Es manifiesto que cualquier acto del amor divino induce en la creatura un bien. Y según las diferencias de
este bien, podemos inferir la existencia de un doble amor de Dios a la creatura:

1- Uno común, en cuanto ‘ama todas las cosas que existen’,


2- Otro especial, por el que eleva la creatura racional sobre su condición natural haciéndola
partícipe del bien divino. Y éste es el amor con el que se puede decir que Dios ama a alguien
absolutamente, porque en este caso Dios quiere absolutamente para la creatura el bien eterno,
que es él mismo.

Así, pues, cuando se dice que el hombre tiene la gracia divina se entiende que en él hay una realidad
sobrenatural que proviene de Dios. A veces, sin embargo, se da también el nombre de gracia al mismo
amor eterno que hay en Dios, que por eso es llamado gracia de predestinación, por el cual Dios
predestina o elige a algunos gratuitamente y no en virtud de sus méritos.

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a.2. ¿Es la gracia una cualidad del alma?

Decir que alguien tiene la gracia divina equivale a decir que hay en él un efecto producido gratuitamente
por la voluntad de Dios.

La voluntad divina ayuda gratuitamente al hombre infundiendo en su alma un don habitual. Dios infunde en
aquellos a quienes mueve a conseguir el bien sobrenatural cierta cualidad sobrenatural, mediante la cuales
puede ser movidos por Él con suavidad y prontitud a la consecución de aquel bien. Y así resulta que el don
de la gracia es una cualidad.

3. Según la fórmula de Boecio el ser del accidente es estar en algo. De aquí que el accidente no se llama
ente porque tenga ser, sino porque algo tiene ser por él, y según dice el Filósofo en VIII  Metaphys., más
bien se le llama «del ente» que «ente». Ahora bien, dado que el ente se genera o se corrompe en la medida
en que tiene ser, ningún accidente se genera o se corrompe en sentido estricto, sino que se dice que se
genera o corrompe porque el sujeto comienza o termina de estar en acto en cuanto a ese accidente. De
acuerdo con esto, también se dice que la gracia es creada, porque los hombres son creados según la gracia,
es decir, constituidos en un nuevo ser; y de la nada, esto es, no por mérito, según aquello de Ef
2,9: Creados en Cristo Jesús, para hacer buenas obras.

a.3. La gracia no es una virtud, sino que es una disposición que se presupone a las virtudes infusas como
principio y raíz de las mismas.

a.4. La gracia reside en la esencia del alma antes que en las potencias. Siendo la gracia anterior a la virtud,
debe tener también un sujeto anterior a las potencias, y este sujeto debe ser la esencia del alma. Pues, así
como en la potencia intelectiva participa el hombre del conocimiento divino por la virtud de la fe, y en la
facultad volitiva participa del amor divino por la virtud de la caridad, así en la esencia del alma participa,
según cierta semejanza, de la naturaleza divina mediante una suerte de generación o de creación nuevas.

DE LA DIVISIÓN DE LA GRACIA q.111

Ahora bien, podemos decir que la gracia es el amor de Dios en nosotros que infunde un bien y, que ese
bien, infundido en nosotros es una participación (una parte) de su naturaleza divina que nos permite
libremente ordenar nuestra vida hacia él mismo:

1- Gracia gratum faciens (gracia que nos hace gratos), es la gracia aquella por la cual nos unimos
a Dios, es la que nos hace gratos;
2- Gracia gratis data (gracia que nos es dada gratuitamente), y es aquella por la cual un hombre
coopera con otro para que se convierta a Dios. No se da para la justificación del propio
depositario, sino más bien para que éste coopere a la justificación de otro. Por ejemplo: el don
de sanación, don de lectura de corazón, don de los estigmas, etc.

La gracia actual puede dividirse en:

a. GRACIA OPERANTE, en la cual nuestra mente no nos mueve sino que es movida. Hay un
estado pasivo del alma delante de la obra que Dios va realizando.
b. GRACIA COOPERANTE: en la cual nuestra mente (por medio del discurso), mueve y es movida.
c. GRACIA SUFICIENTE, cuando Dios nos inspira algo, es suficiente esa gracia de inspiración, si no
la rechazamos o ponemos resistencia, para llevar a cabo esa cosa que nos inspira. Por ejemplo,
el deseo de conversión que nace en el pecador.
d. GRACIA EFICAZ, que es esa gracia suficiente aceptada y puesta por obra. Por ejemplo, el
pecador que aceptó la gracia suficiente, y que ahora esa gracia ya es eficaz en él.

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a.1 ES BUENA LA DIVISIÓN EN GRACIA QUE NOS HACE GRATOS Y GRACIA GRATISDATA. Hay que distinguir dos
suertes de gracia: aquella por la cual el hombre se une a Dios, que es la que nos hace gratos; y aquella
merced a la cual un hombre coopera con otro para que se convierta a Dios.

a.2. Se divide correctamente la gracia en operante y cooperante:

- Gracia operante: La operación no debe ser atribuida al móvil, sino al motor. Por consiguiente,
cuando se trata de un efecto en orden al cual nuestra mente no mueve, sino sólo es movida, la
operación se atribuye a Dios, que es el único motor, y así tenemos la «gracia operante».
- Gracia cooperante: Si, en cambio, se trata de un efecto respecto del cual la mente mueve y es
movida, la operación se atribuye no sólo a Dios, sino también al alma. Y en este caso tenemos la
«gracia cooperante».

Obra para que queramos; y cuando ya queremos, coopera para que acabemos la obra. 

a.3. SE PUEDE DIVIDIR LA GRACIA EN PREVENIENTE Y SUBSIGUIENTE. Si por sus diversos efectos se divide la
gracia en operante y cooperante, el mismo fundamento permite también dividirla, como quiera que se
la tome, en preveniente y subsiguiente.

Porque los efectos de la gracia en nosotros son cinco:

a. sanar el alma;
b. hacerle querer el bien;
c. ayudarle a realizarlo eficazmente;
d. darle la perseverancia en él;
e. hacerle llegar a la gloria.

Ahora bien, al producir en nosotros el primero de estos efectos, la gracia es preveniente con respecto
al segundo, y al producir el segundo es subsiguiente con relación al primero. Y como un mismo efecto
puede ser anterior y posterior en relación a otros, la gracia que lo produce puede ser considerada a la
vez como preveniente y subsiguiente, aunque bajo distinto respecto. Y esto dice San Agustín: Nos
previene curándonos, y nos sigue para que, ya sanos, nos mantengamos robustos; nos previene
llamándonos, y nos sigue para que alcancemos la gloria.

DE LA CAUSA DE LA GRACIA q.112

a.1. SOLAMENTE DIOS ES CAUSA DE LA GRACIA. Sólo Dios puede deificar, comunicando un consorcio con la
naturaleza divina mediante cierta participación de semejanza, al igual que sólo el fuego puede quemar.

a.2. ¿SE REQUIERE POR PARTE DEL HOMBRE UNA PREPARACIÓN O DISPOSICIÓN PARA LA GRACIA? Como don
habitual la gracia requiere una preparación previa, porque ninguna forma puede ser recibida sino en
una materia dispuesta. Pero como moción al bien no requiere por parte del hombre ninguna
preparación anterior al auxilio divino, sino que, a la inversa, cualquier preparación que se pueda dar en
el hombre proviene del auxilio de Dios que mueve el alma al bien.

a.3. ¿Se concede necesariamente la gracia a quien se prepara para recibirla o hace todo lo que está
de su parte? La preparación del hombre para la gracia procede a la vez de Dios, que es el motor, y del
libre albedrío, que obra movido por Dios. Puede, pues, ser considerada bajo estos dos aspectos. En
cuanto procede del libre albedrío, la preparación no entraña necesidad alguna en orden a la
consecución de la gracia, puesto que el don de la gracia sobrepasa el alcance de cualquier preparación
humana. Por el contrario, en cuanto procede de la moción divina, alcanza necesariamente lo que Dios
se propone, no con necesidad de coacción, sino de infalibilidad, porque los designios de Dios no
pueden fallar, de acuerdo con aquello de San Agustín: Cuantos se salvan, por los beneficios de Dios se
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salvan con toda certidumbre. Por consiguiente, si la intención de Dios al obrar sobre el corazón del
hombre es que éste consiga la gracia, la conseguirá infaliblemente, según aquello de Jn 6,45: Todo el
que oye a mi Padre y recibe su enseñanza viene a mí.

a.4. ES MAYOR LA GRACIA EN UNOS QUE EN OTROS. Ef 4,7 que a cada uno se le ha dado la gracia según la
medida de la donación de Cristo.

El cuidado que Dios tiene de nosotros puede ser considerado bajo un doble aspecto. Primero, en
cuanto al acto mismo de Dios, es simple e invariable. Y así es igual para todos, porque con un acto
único y simple dispensa sus dones grandes y pequeños. Segundo, en cuanto a los bienes que de tal
cuidado resultan para las criaturas. Y bajo este aspecto hay desigualdad, porque para unos provee
dones mayores y para otros, menores.

a.5. NADIE PUEDE SABER SI POSEE LA GRACIA SANTIFICANTE. De tres maneras podemos conocer una cosa:

a. por revelación, de este modo se puede saber que se tiene la gracia.


b. por sí misma y con certeza, de este modo nadie puede saber que tiene la gracia.
c. de manera conjetural por medio de indicios, de esta suerte sí puede el hombre conocer que
posee la gracia, porque advierte que su gozo se encuentra en Dios y menosprecia los placeres
del mundo, y porque no tiene conciencia de haber cometido pecado mortal.

DE LOS EFECTOS DE LA GRACIA. Y EN PRIMER LUGAR DE LA JUSTIFICACIÓN DEL PECADOR q.113

a.1. LA JUSTIFICACIÓN Y REMISIÓN DE LOS PECADOS SON LO MISMO. La justificación entraña cierta
transformación en la que se pasa del estado de injusticia al estado de la justicia indicada. Y tal es el
sentido en que aquí hablamos de la justificación del pecador, de acuerdo con aquello del Apóstol en
Rom 4,5: El hombre que no hace obras, sino que cree en aquel que justifica al impío, etc. Y puesto que
el movimiento se denomina más bien por el término final que por el punto de partida, esta
transformación por la que el hombre abandona el estado de injusticia mediante la remisión de los
pecados, recibe su nombre del término al que conduce y se la llama justificación del pecador.

a.2. LA REMISIÓN DE LA CULPA, EN LA QUE CONSISTE LA JUSTIFICACIÓN DEL PECADOR, REQUIERE LA INFUSIÓN DE
LA GRACIA. Rm 3,24: Fueron justificados gratuitamente por su gracia.

El efecto que el amor divino produce en nosotros, y que el pecado destruye, es la gracia, que nos hace
dignos de la vida eterna, cuyas puertas nos cierra el pecado mortal. En consecuencia, es imposible
entender la remisión de la culpa sin la infusión de la gracia.

a.3. LA JUSTIFICACIÓN DEL PECADOR REQUIERE UN ACTO DE LIBRE ALBEDRÍO. Jn 6,45: Todo el que oye a mi
Padre y recibe su enseñanza viene a mí. 

Dios mueve todas las cosas según la condición propia de cada una de ellas. Lo propio de la naturaleza
humana es estar dotada de libre albedrío. Por consiguiente, cuando se trata de un individuo que se
encuentra en uso de su voluntad, el impulso que Dios le comunica para conducirlo a la justicia no se
produce sin el ejercicio del libre albedrío humano, sino que de tal manera infunde el don de la gracia
justificante, que mueve a la vez el albedrío del hombre para que acepte la gracia, siempre que se trate
de un sujeto susceptible de esta moción.

a.4. PARA LA JUSTIFICACIÓN DEL IMPÍO SE REQUIERE UN MOVIMIENTO DE FE . Rom 5,1: justificados por la fe,
estamos en paz con Dios.

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Para la justificación del pecador se requiere de parte de la mente humana un movimiento de
conversión a Dios. Mas la primera conversión a Dios es obra de la fe (Heb 11,6: Quien se acerca a Dios
debe creer que existe). Luego el acto de fe es indispensable para la justificación del pecador.

a.5. LA JUSTIFICACIÓN DEL IMPÍO REQUIERE UN ACTO DEL LIBRE ALBEDRÍO EN CONTRA DEL PECADO. Sal 31,5: Dije:
confesaré al Señor mi pecado; y tu perdonaste mi iniquidad.

El alma humana, en el proceso de su justificación, debe alejarse del pecado y aproximarse a la justicia
mediante el movimiento de su libre albedrío. Pero alejamiento y aproximación, cuando se trata del
libre albedrío, no son otra cosa que detestación y deseo. Sigúese, pues, que en la justificación del
pecador debe haber un doble movimiento del libre albedrío: uno que por el deseo tienda hacia la
justicia de Dios, y otro por el que se deteste el pecado.

a.6. LA REMISIÓN DE LOS PECADOS DEBE CONTARSE ENTRE LOS ELEMENTOS REQUERIDOS PARA LA JUSTIFICACIÓN
DEL PECADOR. Porque Cuatro son los elementos que se enumeran como necesarios para la justificación
del pecador, a saber: la infusión de la gracia, el movimiento del libre albedrío hacia Dios por la fe, el
movimiento del mismo libre albedrío contra el pecado y la remisión de la culpa. La razón es que, según
dijimos (a.1), la justificación es un movimiento en el cual el alma es movida por Dios del estado de
culpa al estado de justicia. Mas en cualquier movimiento en que un sujeto se mueve bajo un impulso
exterior se requieren estos tres elementos: primero, el impulso del motor; segundo, el movimiento del
sujeto móvil; tercero, la consumación del movimiento, es decir, la llegada al término. En nuestro caso,
el impulso divino consiste en la infusión de la gracia; el movimiento del libre albedrío, que es doble,
consiste en que se aleja del punto de partida y se aproxima al de llegada; la consumación, es decir, el
acceso al término de este movimiento, se encuentra en la remisión de la culpa, pues con esto se
consuma la justificación.

a.7. LA JUSTIFICACIÓN DEL PECADOR SE REALIZA INSTANTÁNEAMENTE O DE MANERA SUCESIVA . El Espíritu Santo
adviene a la mente del hombre súbitamente, según aquello de Act 2,12: Se produjo de repente un
ruido procedente del cielo, como de un viento impetuoso que se levanta, acerca de lo cual dice
la Glosa: La gracia del Espíritu Santo no conoce las lentas tentativas. Luego la justificación del pecador
no es sucesiva, sino instantánea.

Como la virtud divina es infinita, puede disponer instantáneamente cualquier materia creada para
recibir la forma, y más aún el libre albedrío del hombre, que por su misma naturaleza está capacitado
para moverse de manera instantánea.

a.8. La infusión de la gracia, según el orden de naturaleza, es el primero de los elementos requeridos
para la justificación del pecador

Los cuatro elementos que se requieren para la justificación del pecador, se producen
simultáneramente en cuanto al tiempo, puesto que la justificación no se alcanza por etapas sucesivas.
Pero en cuanto al orden de naturaleza son unos anteriores a otros:

1- el primero en este orden es la infusión de la gracia;


2- el segundo, el movimiento del libre albedrío hacia Dios;
3- el tercero, el movimiento del libre albedrío contra el pecado;
4- el cuarto, la remisión de la culpa.

a.9. La justificación del pecador es la mayor obra de Dios. San Agustín: Es más grande obra hacer un
justo de un pecador que crear el cielo y la tierra.

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Por el modo de obrar, en este sentido la obra más grande es la de la creación, en la que se hace algo
de la nada.

Por la magnitud del resultado obtenido, la justificación del impío, que tiene por término el bien eterno
de la participación divina, es una obra más excelente que la creación del cielo y la tierra, cuyo término
es el bien de la naturaleza mudable.

Es más hacer un justo de un pecador que crear el cielo y la tierra, añade: Porque el cielo y la tierra
pasarán; mas la salud y la justificación de los predestinados permanecerán para siempre.

a.10. La justificación del pecador no es una obra milagrosa, porque los milagros están por encima de
la potencia natural. Mas la justificación del pecador no es superior a la potencia natural, pues, poder
tener la fe, como poder tener la caridad, es propio de la naturaleza humana; pero poseerlas de
hecho es debido a la gracia del creyente. Luego la justificación del pecador no es una obra milagrosa.

PRESUPUESTOS DEL MÉRITO (I II q.114)

2006 El término “MÉRITO” designa en general la retribución debida por parte de una comunidad o una
sociedad a la acción de uno de sus miembros, considerada como obra buena u obra mala, digna de
recompensa o de sanción. El mérito corresponde a la virtud de la justicia conforme al principio de igualdad
que la rige.

2007 Frente a Dios no hay, en el sentido de un derecho estricto, mérito por parte del hombre. Entre Él y
nosotros, la desigualdad no tiene medida, porque nosotros lo hemos recibido todo de Él, nuestro Creador.

2008 El mérito del hombre ante Dios en la vida cristiana proviene de que Dios ha dispuesto libremente
asociar al hombre a la obra de su gracia. La acción paternal de Dios es lo primero, en cuanto que Él
impulsa, y el libre obrar del hombre es lo segundo, en cuanto que éste colabora, de suerte que los
méritos de las obras buenas deben atribuirse a la gracia de Dios en primer lugar, y al fiel, seguidamente.
Por otra parte, el mérito del hombre recae también en Dios, pues sus buenas acciones proceden, en
Cristo, de las gracias prevenientes y de los auxilios del Espíritu Santo.

2009 La adopción filial, haciéndonos partícipes por la gracia de la naturaleza divina, puede conferirnos,
según la justicia gratuita de Dios, un verdadero mérito. Se trata de un derecho por gracia, el pleno derecho
del amor, que nos hace “coherederos” de Cristo y dignos de obtener la herencia prometida de la vida
eterna (cf Concilio de Trento: DS 1546).

2010 “Puesto que la iniciativa en el orden de la gracia pertenece a Dios, nadie puede merecer la gracia
primera, en el inicio de la conversión, del perdón y de la justificación. Bajo la moción del Espíritu Santo y
de la caridad, podemos después merecer en favor nuestro y de los demás gracias útiles para nuestra
santificación, para el crecimiento de la gracia y de la caridad, y para la obtención de la vida eterna. Los
mismos bienes temporales, como la salud, la amistad, pueden ser merecidos según la sabiduría de Dios.
Estas gracias y bienes son objeto de la oración cristiana, la cual provee a nuestra necesidad de la gracia para
las acciones meritorias.

2011 La caridad de Cristo es en nosotros la fuente de todos nuestros méritos ante Dios. La gracia,
uniéndonos a Cristo con un amor activo, asegura el carácter sobrenatural de nuestros actos y, por
consiguiente, su mérito tanto ante Dios como ante los hombres. Los santos han tenido siempre una
conciencia viva de que sus méritos eran pura gracia.

a.1. ¿PUEDE EL HOMBRE MERECER ALGO DE DIOS? El mérito es la retribución a alguien en compensación
por una obra o trabajo que ha hecho. Es un acto de justicia. Ahora bien, la justicia es una especie de
igualdad.

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Es manifiesto que entre Dios y el hombre reina la máxima desigualdad, pues hay entre ellos una distancia
infinita. Por eso, en la relación del hombre para con Dios no se puede hablar de una justicia basada en la
igualdad perfecta, sino en cierta igualdad proporcional, o en cuanto uno y otro obran según su modo
propio. Mas el modo y la medida de la capacidad operativa del hombre le viene de Dios; y, en consecuencia,
el hombre no puede merecer nada ante Dios más que en el supuesto de un orden previamente
establecido por Dios, en virtud del cual el hombre ha de recibir de Dios a modo de retribución por sus
obras aquello que Dios quiso que alcanzara al concederle la facultad de obrar.

a.3. ¿PUEDE EL HOMBRE EN GRACIA MERECER LA VIDA ETERNA DE CONDIGNO? Por retribución condigna
se entiende lo que se da de acuerdo con un juicio justo. Mas la vida eterna es concedida por Dios de
acuerdo con un juicio de justicia. Luego el hombre merece la vida eterna de modo condigno.”

La obra meritoria del hombre puede ser considerada de dos maneras: en cuanto procede del libre albedrío,
y en cuanto es efecto de la gracia del Espíritu Santo. Si se la considera en cuanto a la sustancia de la obra y
en cuanto procede del libre albedrío, no puede ser condigna, porque entraña la máxima desigualdad.
Encierra, sin embargo, un mérito de congruo, debido a cierta igualdad proporcional, pues parece congruo
que al hombre que obra según toda la medida de su virtud operativa Dios le recompense en consonancia
con su excelso poder.

Pero si hablamos de la obra meritoria en cuanto procede de la gracia del Espíritu Santo, entonces sí que
merece la vida eterna de modo condigno. Porque en este caso el valor del mérito se determina en función
de la virtud del Espíritu Santo, que nos mueve hacia la vida eterna. El valor de la obra ha de ser apreciado
también atendiendo a la dignidad de la gracia, que, al hacernos partícipes de la naturaleza divina, nos hace
hijos de Dios por adopción y, en consecuencia, herederos por el mismo derecho de adopción.

Ad.3. La gracia del Espíritu Santo que poseemos en la vida presente no es formalmente igual a la gloria,
pero sí lo es virtualmente, con la igualdad que hay entre la semilla de un árbol y el árbol ya crecido.
Además, por la gracia habita en el hombre el Espíritu Santo, que es causa suficiente de la vida eterna.

a.4. LA GRACIA ES PRINCIPIO DEL MÉRITO POR LA CARIDAD. En consecuencia, merecer la vida eterna
pertenece en primer lugar a la caridad, y sólo secundariamente a las demás virtudes, en la medida en que
sus actos son imperados por la caridad.

a.8 ¿PUEDE EL HOMBRE MERECER EL AUMENTO DE LA GRACIA O DE LA CARIDAD? Puede ser merecido
todo aquello a lo que se extiende la moción de la gracia. Ahora bien, el impulso dado por un principio
motor afecta a todo el desarrollo progresivo del mismo. Mas el término del impulso dado por la gracia es la
vida eterna; y su desarrollo progresivo consiste en el aumento de la caridad y de la gracia.

Ad.3. Con cualquier acto meritorio merece el hombre el aumento de la gracia, como también la
consumación de la misma, que es la vida eterna. Sin embargo, así como la vida eterna no es otorgada
inmediatamente, sino a su tiempo, tampoco la gracia aumenta de manera inmediata, sino que crecerá a su
tiempo, es decir, cuando el sujeto se encuentre debidamente dispuesto para recibir este aumento.

a.9. ¿PUEDE EL HOMBRE MERECER LA PERSEVERANCIA? No se puede merecer la perseverancia en esta


vida, que depende solamente de la moción divina, principio de todo mérito. A quien Dios otorga el
beneficio de esta perseverancia, se lo otorga gratuitamente.

Ad.1. El don de la perseverancia es impetrado de Dios por alguien que lo pide, ya sea para sí, ya sea para
otro, aunque no competa ser merecido.

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