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LA PERFECCIÓN DE LA JUSTICIA DEL HOMBRE


Traductor: P: Teodoro Calvo Madrid, OAR
Agustín a los santos hermanos y coepíscopos Eutropio y Pablo.
Presentación del libro de Celestio. Plan de san Agustín en la
respuesta
I. Me ha pedido vuestra caridad -tan profunda y santa entre vosotros, que
es un placer prestarle servicios- que dé una réplica a las
llamadas definiciones de Celestio. Yo creo que esta titulación no es de él,
sino de quienes han traído esta obra desde Sicilia, en donde se ve que no
es Celestio, sino muchos propagandistas de tales ideas, los que, como dice
el Apóstol, equivocados, precipitan también a otros en el error. Sin
embargo, puedo creer que esta doctrina también es de él y de algunos de
sus discípulos. Porque estas breves definiciones, o mejor argumentaciones,
no desdicen de su pensamiento, como he comprobado en otra obra suya,
donde consta que él es el autor. Creo que no va descaminado lo que estos
hermanos, que las han recogido en Sicilia, han oído decir: que Celestio en
persona había enseñado o escrito estas teorías. Por esto desearía, si me
fuera posible, atender de tal modo a vuestra benevolencia fraterna, que, a
la vez que os respondo, mi respuesta fuese también concisa. Pero, si no cito
aquellos argumentos a los que respondo, ¿quién va a poder juzgar cómo he
respondido? Por lo tanto, tengo que intentar, hasta donde pueda y con la
ayuda de vuestras oraciones ante la misericordia del Señor, que mi
respuesta no se extienda más de lo necesario.
Primera parte
Las preguntas de Celestio
La justicia perfecta es posible por la gracia de Jesucristo
El pecado, ¿puede ser evitado?
II 1. "Ante todo -dice- hay que preguntar qué es pecado a quien niegue
que el hombre puede estar sin él. Cuál puede evitarse y cuál no. Si no se
puede, ya no es pecado. Si se puede, el hombre puede estar sin el pecado
que puede evitar. Porque no hay razón justa alguna para llamar pecado a
aquello que no puede ser evitado en modo alguno".
A esto respondo: El pecado puede ser evitado si la gracia de Dios, por
Jesucristo nuestro Señor  1, sana la naturaleza viciada. Y en tanto no está
sana en cuanto que o no cumple por debilidad lo que debe o no lo ve por
ceguera, ya que la carne lucha contra el espíritu, y el espíritu contra
la carne 2, de suerte que el hombre no hace lo que quiere.
El pecado, ¿es un acto libre o necesario?
2. Insiste: "Hay que preguntar de nuevo si el pecado es voluntario o
necesario. Si es de necesidad, ya no es pecado, y, si es de voluntad,
entonces puede ser evitado". Respondo lo mismo que antes: que para sanar
invocamos a aquel de quien decimos en el salmo: Sácame de mis
tribulaciones  3.
¿Cuál es la naturaleza del pecado?
3. "Hay que preguntar de nuevo -continúa Celestio- qué es pecado. ¿Es
algo natural o accidental? Si es natural, no es pecado. Pero, si es
accidental, también podrá desaparecer, y lo que puede desaparecer puede
ser evitado. Y como puede ser evitado, el hombre podrá estar sin ello".
Respuesta: El pecado no es algo natural, sino fruto precisamente de la
naturaleza corrompida, por lo cual nos hacemos, por naturaleza, hijos de
ira  4. Y es insuficiente el libre albedrío de la voluntad para no pecar si no le
sana la gracia adyuvante de Dios por Jesucristo Señor nuestro.
El pecado, ¿es un acto o una sustancia?
4. "Otra vez -dice- hay que preguntarse qué es el pecado: ¿es un acto o es
una sustancia? Si es una sustancia, tiene que tener un creador, y, si
convenimos en que tiene un creador, está claro que ya tiene que existir
otro autor independiente de Dios. Como esta afirmación es impía, hay que
concluir que todo pecado es un acto y no una sustancia. Y, si es un acto,
puede ser evitado precisamente por ser un acto".
Respuesta: Ciertamente que el pecado es y se le llama acto y no sustancia.
Pero también la cojera en el cuerpo es, por la misma razón, un acto y no
una sustancia, porque la sustancia es el mismo pie, o el cuerpo, o el
hombre que cojea a causa de su pie viciado; y, sin embargo, no puede
evitar la cojera si no tiene el pie sano. Lo cual puede realizar la gracia de
Dios en el interior del hombre por Jesucristo nuestro Señor  5.
Además, el mismo defecto de la cojera del hombre no es ni el cuerpo, ni el
hombre, ni la cojera en sí, porque ciertamente que no hay cojera cuando no
se anda, y, sin embargo, existe el defecto de la cojera cuando se anda. Por
lo tanto, cabe preguntar cómo habría que llamar a este defecto, si se le
quiere llamar sustancia o acto, o más bien cualidad mala de una sustancia
por la que existe el acto defectuoso. Del mismo modo, en el interior del
hombre, el alma es una sustancia, el robo un acto, la avaricia un vicio, esto
es, una cualidad por la que el alma es mala aun cuando no obre por ser
esclava de su avaricia, a pesar de que escuche el no codiciarás  6 y de que
se reprenda a sí misma; pero que, sin embargo, continúa siendo avara.
Únicamente la gracia divina, mediante la fe, la renueva, esto es, le
devuelve la salud, de día en día  7, por Jesucristo nuestro Señor.
El hombre, ¿debe estar sin pecado?
III 5. "Hay que investigar -prosigue Celestio- si el hombre debe estar sin
pecado. Sin duda alguna. Entonces, si debe, puede; pero no puede, luego
tampoco debe. Y, si el hombre no debe estar sin pecado, luego se ve
obligado a vivir en estado de pecado. Y entonces no será pecado si está
determinado a tenerlo. Mas, si esto es absurdo, hay que confesar que el
hombre debe estar sin pecado, y es evidente que él no está obligado a más
de lo que puede".
La respuesta es la misma de antes. Porque, cuando vemos a un rengo que
puede curar, decimos con razón: "Este hombre debe vivir sin cojera". Y, si
debe, es porque puede. Sin embargo, aun cuando quiera, no lo puede
inmediatamente si no es curado con un tratamiento eficaz y la medicina
ayuda a la voluntad. Esto mismo, por lo que se refiere tanto al pecado
como a su cojera, sucede en el interior del hombre por la gracia de
aquel que no ha venido a llamar a los justos, sino a los pecadores  8, porque
no tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos  9.
¿Está mandado que el hombre esté sin pecado?
6. "Hay que volver a preguntar si hay un precepto que obligue al hombre a
estar sin pecado. Porque, o no puede, y entonces no hay precepto, o sí
puede, porque está mandado. Y ¿por qué va a estar mandado lo que no se
puede cumplir?"
Respuesta: Al hombre se le ha mandado sapientísimamente que camine con
rectitud para que, cuando vea que él solo no puede, busque la medicina,
que es la gracia de Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo  10, para
sanar la cojera del pecado en el interior del hombre.
¿Quiere Dios que el hombre esté sin pecado?
7. "Cabe aún preguntar si Dios quiere que el hombre esté sin pecado.
Indudablemente que Dios lo quiere, y, sin duda, que también el hombre
puede. Porque ¿quién hay tan loco que llegue a dudar de que se puede
cumplir lo que, sin duda alguna, quiere Dios?"
Respuesta: Si Dios no quisiera que el hombre esté sin pecado, no habría
enviado a su Hijo sin pecado para sanar a los hombres de sus pecados.
Pero esto se realiza en los que creen y progresan, por la renovación del
hombre interior de día en día, hasta alcanzar la perfecta justicia como
curación completa.
¿Cómo quiere Dios que esté el hombre: en pecado o sin pecado?
8. Todavía prosigue: "¿Cómo quiere Dios que esté el hombre: en pecado o
sin pecado? No hay duda que quiere que esté sin pecado. ¡Qué tremenda
blasfemia de impiedad sería afirmar que el hombre puede estar en pecado,
cosa que Dios detesta, y negar al mismo tiempo que puede estar sin
pecado, que es lo que Dios quiere! ¡Como si Dios hubiese creado a alguien
para poder ser lo que no quiere, y no poder ser lo que quiere, y existir más
bien contra que según su voluntad!"
Respuesta: Ya he respondido arriba; pero veo que hay que añadir
que estamos salvados en esperanza; y una esperanza que se ve, ya no es
esperanza. ¿Cómo seguirá esperando uno aquello que ve? Cuando
esperamos lo que no vemos, esperamos con perseverancia  11. Por tanto,
hay justicia plena cuando hay curación plena, y hay curación plena cuando
hay caridad plena. Por eso, la caridad es la plenitud de la ley  12. Habrá
caridad plena cuando le veamos tal cual es  13. Porque nada habrá ya que
añadir a la caridad cuando la fe se convierta en visión.
Por qué el hombre está en pecado: ¿por la naturaleza o por el libre
albedrío?
IV 9. Vuelve a preguntar: "¿Por qué causa el hombre está en pecado, por
una necesidad de la naturaleza o por el libre albedrío? Si por necesidad de
la naturaleza, no hay culpa alguna. Si por el libre albedrío, se busca de
quién ha recibido esa libertad de decisión. Sin duda que de Dios. Pero lo
que Dios ha dado es ciertamente bueno, y esto no puede negarse. ¿Cómo
entonces se prueba que el libre albedrío es bueno, si está inclinado más al
mal que al bien? Porque está inclinado más al mal que al bien, si el hombre
por causa suya puede estar en pecado y es incapaz de estar sin él".
Respuesta: Precisamente, el libre albedrío hace que el hombre esté en
pecado; pero la mala inclinación, que se siguió ya como pena a partir de la
libertad, se ha hecho necesidad. Por eso, la fe grita a Dios: Sácame de mis
tribulaciones  14. Condicionado de este modo, o no podemos entender lo que
queremos o, aunque queramos lo que hemos entendido, no lo podemos
cumplir. Porque el libertador ha prometido también la misma libertad a los
que creen. Dice: Y, si el Hijo os hace libres, seréis realmente libres  15.
Porque, vencida por el vicio, en el que cayó voluntariamente, la naturaleza
se ha visto privada de libertad. Por eso, en otro pasaje se dice: Porque
quien ha sido vencido por el vicio, ha quedado encadenado a él también
como esclavo  16. Luego así como no tienen necesidad de médico los sanos,
sino los enfermos  17, del mismo modo no tienen necesidad de libertador los
libres, sino los esclavos, para que pueda agradecerle la libertad: Has
librado mi alma de la tribulación  18. La curación es en sí misma verdadera
libertad, y no se habría perdido si la voluntad hubiese permanecido buena.
Mas, porque pecó la voluntad, le ha seguido al pecador la dura necesidad de
que su haber sea el pecado hasta que se cure totalmente de la enfermedad
y reciba la perfecta libertad, en la cual -como debe ser- permanezca la
voluntad de vivir bien en él y tenga también una como necesidad voluntaria
y dichosa de vivir rectamente y de no pecar jamás.
¿Cuál es la bondad original de la naturaleza humana?
10. Insiste Celestio: "Dios hizo al hombre bueno, y, además de crearlo
bueno, le ordenó también hacer el bien. Sería impío decir que el hombre es
malo por naturaleza y negar que pueda ser bueno. Pero ni ha sucedido lo
primero ni se le ha mandado el mal".
Respuesta: El hombre no es quien se ha hecho bueno a sí mismo, sino Dios.
Por eso es Dios quien restablece en su bondad a todo el que libremente
cree y lo invoca, librándolo del mal que el mismo hombre se causó a sí
mismo. Y esto se realiza cuando el hombre interior se renueva de día en día
por la gracia de Dios mediante nuestro Señor Jesucristo  19, a fin de que el
hombre exterior resucite el último día, no al castigo eterno, sino a la vida
eterna.
¿De cuántas formas existe el pecado?
V 11. "Nos preguntamos nuevamente cuántas formas reviste el pecado. Si
no me engaño, dos: una cuando hacemos lo que está prohibido, y otra
cuando omitimos lo que está mandado. Tan cierto es que puede ser evitado
todo lo que está prohibido, como que puede ser realizado todo lo que está
mandado. Porque sería inútil prohibir o mandar aquello que no se puede
evitar o no puede ser cumplido. Y ¿negaremos la posibilidad de que el
hombre esté sin pecado, cuando tenemos que confesar que sí le es posible
tanto evitar lo que está prohibido como hacer lo que está mandado?"
Respuesta: Hay muchos preceptos divinos en las Escrituras santas, todos
los cuales sería muy trabajoso recordar. Pero el Señor, que llevó a término
cumplidamente y muy pronto su palabra sobre la tierra  20, ha declarado que
la ley y los profetas se sostienen en dos preceptos, para que entendamos
que cualquier otro precepto divino tiene su fin en estos dos y a estos dos se
refieren: Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma,
con todo tu ser; y: Amarás a tu prójimo como a ti mismo  21. Estos dos
mandamientos -dijo- sostienen la ley entera y los profetas  22. Por lo tanto,
lo que nos prohíbe o manda hacer la ley de Dios, lo manda y prohíbe para
que cumplamos estos dos mandamientos. Y tal ve la prohibición general sea
ésta: No codiciarás  23, y el mandato general: Amarás  24. Por eso, también el
apóstol Pablo los resumió en una frase. Porque ésta es su prohibición: No
os ajustéis a este mundo; y el mandato: sino transformaos por la
renovación de la mente  25. Lo primero se refiere al no codiciar; lo segundo,
al amar. Aquello a la continencia, esto a la justicia. Lo primero, a evitar el
mal; lo segundo, a hacer el bien. Porque, al no codiciar, nos despojamos de
la vejez, y, al amar, nos revestimos de la novedad. Sin embargo, nadie
puede ser continente si Dios no se lo da  26; y: El amor de Dios ha sido
derramado en nuestros corazones  27 no por nosotros mismos, sino por el
Espíritu Santo que se nos ha dado.
Esto es lo que acontece día a día en aquellos que progresan, mediante el
deseo de perfección, por la fe y por la oración y, olvidándose de lo que
queda atrás, se lanzan a lo que está por delante  28. Para esto, la ley ordena
que, cuando el hombre falte a su cumplimiento, no se engañe hinchado de
soberbia, sino que, derrotado, acuda a la gracia. Y entonces la ley,
atemorizándole, con su oficio de pedagogo le lleve al amor de Cristo.
¿Cómo el hombre no puede estar sin pecado?
VI 12. De nuevo insiste Celestio: "¿Cómo el hombre no puede menos de
estar sin pecado: por su voluntad o por su naturaleza? Si es por naturaleza,
no es pecado. Si es por voluntad, la voluntad puede cambiar fácilmente por
sí misma".
Respuesta: Debo advertir cuán grande es la presunción de quien llega a
afirmar que la voluntad por sí misma no solamente puede cambiar -lo cual
es verdadero con la gracia adyuvante de Dios-, sino hasta fácilmente,
mientras que el Apóstol dice: La carne tiene deseos contra el espíritu, y el
espíritu contra la carne. Hay entre ellos un antagonismo tal, que no hacéis
lo que quisierais. Porque no dice: "Hay entre ellos un antagonismo tal, que
no queréis hacer lo que podéis, sino que no hacéis lo que queréis  29. Pero
¿por qué la concupiscencia de la carne? Es ciertamente culpable y viciosa, y
no es otra cosa que el deseo del pecado, contra el cual alerta el
Apóstol: Que el pecado no siga dominando vuestro cuerpo mortal  30. Donde
prueba claramente que, a pesar de todo, el pecado está presente en
nuestro cuerpo mortal y que no hay que permitirle que reine. ¿Por qué
entonces esta concupiscencia no es cambiada por la voluntad misma, a la
cual se refiere evidentemente el Apóstol cuando dice: No hacéis lo que
quisierais, siendo así que la voluntad se cambia tan fácilmente? Que conste
que no acuso en modo alguno a la naturaleza ni del alma ni del cuerpo, que
Dios creó y que es enteramente buena, sino que afirmo que la naturaleza,
viciada por la propia voluntad, no puede sanar sin la gracia de Dios.
¿Por qué el hombre no puede estar sin pecado?
13. "Todavía -dice- hay que preguntar: si el hombre no puede estar sin
pecado, ¿de quién es la culpa, del mismo hombre o de algún otro? Si es del
mismo hombre, ¿cómo es culpable si no puede menos de ser lo que es?"
Respuesta: Precisamente es culpa del hombre el no estar sin pecado,
puesto que únicamente por la voluntad humana se ha llegado a esta
situación de necesidad, de la que no es capaz de salir la sola voluntad del
hombre.
¿Cómo la naturaleza del hombre es buena y no puede carecer del mal?
14. "De nuevo se pregunta si la naturaleza del hombre es buena, y nadie se
atreverá a negarlo más que Marción o Manés. ¿Cómo entonces no le es
posible carecer del mal? Porque ¿quién duda que el pecado es un mal?"
Respuesta: La naturaleza del hombre es buena y también puede carecer del
mal. Por eso gritamos: Líbranos del mal  31. Lo cual no se cumple
perfectamente en tanto que el cuerpo mortal es lastre del alma  32. Pero lo
realiza la gracia mediante la fe para que el hombre exclame algún
día: ¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está, muerte, tu aguijón? El
aguijón de la muerte es el pecado y la fuerza del pecado es la ley  33. Porque
la ley, al prohibir, estimula el deseo del pecado, a no ser que el Espíritu
derrame la caridad, que será plena y perfecta cuando veamos a Dios cara a
cara.
Dios, que es justo, ¿imputa al hombre lo que no puede evitar?
15. "De nuevo hay que decir que ciertamente Dios es justo. Y no se puede
negar. Pero Dios imputa al hombre todo pecado. Y también hay que
confesar que no es pecado todo lo que no se imputa como pecado. Y, si hay
algún pecado que no pueda evitarse, ¿cómo Dios puede ser llamado justo
afirmando que imputa a alguien lo que es inevitable?"
Respuesta: Hace tiempo que ya se gritó contra los soberbios: Dichoso el
hombre a quien el Señor no le imputa el pecado  34. Cierto que no apunta el
pecado a los que le dicen con fe: Perdónanos nuestras deudas, así como
nosotros perdonamos a nuestros deudores  35. Y justamente no le apunta la
deuda, porque es justo lo que dice: La medida que uséis, la usarán con
vosotros  36. Pero hay pecado cuando o la caridad que debe haber no existe
o es menor de la que debe haber, pueda o no evitarlo la voluntad. Si puede,
es obra de la voluntad actual; pero, si no puede evitarlo, es porque lo ha
hecho imposible la voluntad crónica; y, sin embargo, puede ser evitado no
cuando se engalla la voluntad soberbia, sino cuando recibe ayuda la
voluntad humilde.
¿Existe de hecho la justicia perfecta?
VII 16. Después, el copista introduce su propia persona, como si disputase
con un tercero. Y finge ser preguntado y que le dice su interlocutor:
"Preséntame un hombre sin pecado". Y responde: "Te presento al que
pueda estarlo? Y le replica: "¿Quién?" Respuesta: "Tú mismo, porque, si
dices que yo no puedo ser, hay que contestar: '¿De quién es la culpa?' Y si
dijeres que mía, habrá que concluir: '¿Y cómo va a ser tuya, si tú no puedes
ser?'" Entonces responderá: "Si yo no estoy sin pecado, ¿de quién es la
culpa?" Porque, si contesta: "Es tuya", hay que concluir: "¿Cómo va a ser
mía, si yo no puedo ser?"
Respuesta: No debe haber conflicto alguno en esta discusión, porque el
autor no se ha atrevido a decir que exista un hombre sin pecado, sea uno
cualquiera o él mismo; sino tan sólo responde que no puede existir. Y yo
tampoco lo niego. Pero aquí la cuestión es: ¿Cuándo es posible y por medio
de quién ello es posible? Porque, si al presente existe, no debe suplicar y
decir toda alma fiel en este cuerpo mortal: Perdónanos nuestras deudas  37,
porque ya han sido perdonados todos los pecados pasados en el santo
bautismo. Y cualquiera que intente persuadir a los miembros fieles de Cristo
que no se debe pedir esto, demuestra únicamente que él mismo no es
cristiano. Si el hombre puede estar sin pecado por sí mismo, luego la
muerte de Cristo sería inútil  38. Pero Cristo no ha muerto inútilmente. Por
consiguiente, el hombre no puede estar sin pecado, aunque lo desee, a no
ser que le ayude la gracia de Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo  39.
Para conseguirlo, los proficientes se esfuerzan ahora, y lo conseguirán del
todo con la victoria sobre la muerte y con la caridad, que se alimenta de la
fe y de la esperanza hasta la visión y posesión de la perfección misma 40.
Segunda parte
Textos de la sagrada escritura
Cómo se consigue en esta vida la justicia con la oposición de la
carne
VIII 17. A continuación se propone Celestio probar con testimonios divinos
lo que pretende. Veamos con cuidado su alcance. "Estos son los testimonios
-dice- que prueban la obligación del hombre de estar sin pecado".
Respuesta: La cuestión no es si está mandado, porque esto es evidente,
sino si este precepto, tan manifiesto, puede ser cumplido en este cuerpo
presa de muerte, donde la carne desea contra el espíritu, y el espíritu
contra la carne  41, para no hacer lo que queremos. De este cuerpo mortal
no se ve libre todo el que muere, sino el que haya recibido la gracia en esta
vida, y, para no recibirla en vano, fructifique en obras buenas. Porque una
cosa es morir, lo cual obliga a todos los hombres el último día de su vida, y
otra cosa es ser librado de este cuerpo de muerte, lo cual sólo lo concede a
sus santos y fieles la gracia de Dios por medio de nuestro Señor
Jesucristo  42. Además, después de esta vida se otorga un premio completo,
pero solamente a aquellos que lo han merecido. Porque nadie alcanzará la
plenitud de la justicia, cuando haya salido de este mundo, si no ha corrido
hacia ella con hambre y sed cuando estaba en él. Dichosos, en verdad, los
que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados  43.
18. Así, pues, mientras estamos desterrados lejos del Señor, caminamos
sin verlo, guiados por la fe y no por la visión  44; por eso dijo: El justo vivirá
por su fe  45; ésta es nuestra justicia durante el mismo destierro, que
tendamos ahora con un caminar recto y perfecto a aquella perfección y
plenitud de la justicia, donde la caridad será ya plena y perfecta en la
contemplación de su hermosura, castigando nuestro cuerpo y sometiéndole
a servidumbre 46, ayudando con limosnas, perdonando con alegría y de
corazón los pecados cometidos contra nosotros y perseverando en la
oración 47; haciendo todo esto con la profesión de la doctrina sana, sobre la
que se edifica la fe auténtica, la esperanza firme, la caridad pura 48. Esta es
aquí nuestra justicia, por la que corremos, hambrientos y sedientos, hacia
la perfección y plenitud de la justicia para después saciarnos de ella. El
Señor dijo en el Evangelio: Cuidad de no practicar vuestra justicia delante
de los hombres para ser vistos por ellos  49, a fin de que nosotros no
andemos nuestra peregrinación con fines de gloria humana. Pues bien, en
la explicación de la misma justicia indicó solamente estas tres cosas: el
ayuno, la limosna y la oración. Esto es: el ayuno, para significar la
mortificación total del cuerpo; la limosna, para significar toda benevolencia
y beneficencia de dar y de perdonar, y la oración, para resumir todas las
reglas del deseo de perfección. Así, por la mortificación del cuerpo, se pone
freno a la concupiscencia. Esta no solamente debe ser frenada, es que no
debe existir en absoluto. Y no existirá en aquel estado perfecto de la
justicia, donde no habrá absolutamente pecado alguno. Porque incluso en el
uso de las cosas permitidas y lícitas manifiesta muchas veces su
inmoderación; hasta en la misma beneficencia, por la cual el justo atiende
al prójimo, se hacen algunas cosas que perjudican creyendo que
aprovechan; incluso a veces por debilidad, bien cuando se atiende de modo
insuficiente a las necesidades de otros, bien cuando se saca poco provecho
de ello; y, al derrochar bondad y sacrificio, cunde el desánimo, que
oscurece la alegría, siendo así que Dios ama al que da con alegría; y tanto
más cunde cuanto menos aprovecha cada uno, y tanto menos cuanto
mayor es su progreso. Por todo esto, pedimos justamente en la
oración: Perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a
nuestros deudores  50. Así que pongamos en práctica lo que decimos: o
amamos incluso a nuestros enemigos o, si alguno todavía, párvulo en
Cristo, no llega a tanto, perdone de corazón al que, arrepentido de haber
pecado contra él, le pide perdón, si es que quiere que el Padre celestial
escuche su oración.
19. Si no queremos ser obstinados, en esta oración se nos propone el
espejo donde se contempla la vida de los justos, que viven de la fe y corren
con perfección, aunque no estén sin pecado. Por eso dicen: Perdónanos,
porque todavía no han llegado a la meta.
Dice a propósito de esto el Apóstol: No es que ya haya conseguido el
premio o que ya esté en la meta. Hermanos, yo a mí mismo me considero
como si aún no hubiera conseguido el premio. Sólo busco una cosa:
olvidándome de lo que queda atrás y lanzándome hacia lo que está por
delante, corro hacia el premio de la suprema vocación de Dios en Cristo
Jesús. Cuantos somos perfectos comprendamos esto mismo  51. Es decir, los
que corremos con perfección debemos comprender esto: que aún no somos
perfectos, para que lleguemos a ser perfeccionados allí hacia donde
corremos ahora con perfección. Y así, cuando llegue lo que es perfecto, se
aniquilará lo que es a medias  52. Es a saber, que allí no existirá nada a
medias, sino que todo será íntegro, porque a la fe y a la esperanza
sucederá la realidad misma, que ya no es creída y esperada, sino
contemplada y poseída.
Pero la caridad, que es la más grande de las tres 53, no será destruida, sino
aumentada y completada por la contemplación de lo que creía y por la
consecución de lo que esperaba. En esta plenitud de la caridad quedará
cumplido el precepto: Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con
toda tu alma, con todo tu ser  54. Porque, cuando existe aún algún poso de
concupiscencia carnal, que será refrenado, v. gr., por la continencia, Dios
no es amado por completo con toda el alma. Realmente, la carne sola no
tiene deseos sin el alma, aunque se hable de deseo carnal, porque es el
alma quien desea carnalmente. Pero entonces el justo existirá
completamente sin pecado, porque no habrá en sus miembros ninguna ley
que guerree contra la ley de su espíritu  55, sino que amará completamente
a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con todo el ser, que es el
mandamiento primero  56 y principal.
¿Por qué al hombre no le sería mandada tanta perfección, aunque nadie la
alcance en esta vida? Porque nadie corre bien si no sabe a dónde debe
correr. Y ¿cómo lo va a saber, si no hay un precepto que se lo indique? Por
lo tanto, corramos de tal modo que lo alcancemos. Porque todos los que
corren bien llegan a ganar; no como en el estadio, donde ciertamente todos
los corredores cubren la carrera, pero uno solo se lleva el premio  57.
Corramos con fe, con esperanza, con deseo. Corramos castigando el cuerpo
y haciendo la limosna de dar bienes, y perdonar males con alegría y de
corazón, rezando para animar a los corredores en su esfuerzo. Así
atenderemos al mandato de la perfección, para no descuidarnos en la
carrera hacia la plenitud de la caridad.

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