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El poder de las etiquetas

Hoy voy les voy a contar acerca de una investigación que se realizó en la década del 60s, en
EEUU. Dos investigadores, Robert Rosenthal y Lenore Jacobson llevaron a cabo un
experimento llamado “Pigmalion en el aula”.

El experimento consistía en administrar un test de inteligencia a los alumnos e informarles a


los maestros quienes de ellos eran los que habían destacado en el mismo, sugiriendo, por lo
tanto, que tendrían un mejor desempeño académico.

Lo que sucedió es que aquellos alumnos que habían sido considerados aventajados,
terminaron alcanzando un mejor resultado académico. Lo interesante de este hallazago es que
los experimentadores habían elegido a este grupo al azar, nunca se les pasó ningún test de
inteligencia a los alumnos, es decir, no era reales su supuesta ventaja.

¿QUÉ HABÍA PASADO? Estos alumnos fueron tratados como si fueran sobresalientes y ellos
creyeron serlo porque estaban siendo tratados como alumnos con competencias superiores a
las del resto de sus compañeros.

Luego de este experimento se denominó “Efecto Pigmalión “al tipo de expectativa que se crea
por la influencia que pueden ejercer las creencias de unas personas sobre el rendimiento,
conducta, autoimagen, capacidades, etc, sobre otra.

Si bien este experimento lo evaluó en el ámbito educativo, se puede extender a otras


experiencias.

Pensemos un momento que nos puede enseñar este experimento.

Las etiquetas tienen poder: pensar a alguien como “vago”; “distraída”; “sensible”;
“manipuladora” crea las condiciones para esperar y reconocer determinados comportamientos
y actitudes por parte del “etiquetado” transformando el ambiente con estimulos y refuerzos
que sostengan aún más dicha etiqueta.

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