Está en la página 1de 13

LITERATURA DE LA 2ª MITAD DEL SIGLO XIX

GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER

No digáis que, agotado su tesoro, Mientras se sienta que se ríe el alma,


de asuntos falta, enmudeció la lira. sin que los labios rían;
Podrá no haber poetas, pero siempre mientras se llore sin que el llanto acuda
habrá poesía. a nublar la pupila;
mientras el corazón y la cabeza
Mientras las ondas de la luz al beso batallando prosigan;
palpiten encendidas, mientras haya esperanzas y recuerdos.
mientras el sol las desgarradas nubes ¡habrá poesía!
de fuego y oro vista;
mientras el aire en su regazo lleve Mientras haya unos ojos que reflejen
perfumes y armonías; los ojos que los miran;
mientras haya en el mundo primavera, mientras responda el labio suspirando
¡habrá poesía! al labio que suspira;
mientras sentirse puedan en un beso
Mientras la ciencia a descubrir no alcance dos almas confundidas;
las fuentes de la vida, mientras exista una mujer hermosa.
y en el mar o en el cielo haya un abismo ¡habrá poesía
que al cálculo resista;
mientras la humanidad, siempre avanzando,
no sepa a dó camina;
mientras haya un misterio para el hombre,
'¡habrá poesía!

1.- ¿Qué género literario deriva su nombre del sustantivo "lira"?


2.- ¿Por qué creen algunos que la poesía "ha enmudecido"?
3.- ¿Qué opinión tiene el autor a este respecto?
4.- Para sustentar esta opinión, el autor recurre en las cuatro estrofas siguientes a un "asunto"
distinto. ¿En qué cuatro "asuntos" cree Bécquer que la poesía estará siempre presente?
5.- ¿Qué figura literaria es la más frecuente?
6.- Teniendo en cuenta el modo en que están construidas ¿qué relación observas entre las estrofas
2,3,4 y 5? ¿Qué nombre darías a esta relación?

RIMA VII 1.- ¿Cuál es el orden lógico de las palabras de los versos 1
y 11? ¿Cómo se llama esta figura literaria?
Del salón en un ángulo oscuro, 2.- ¿Qué circunstancia real sirve al poeta para describir
de su dueña tal vez olvidada, sus emociones?
silenciosa y cubierta de polvo, 3.- Las estrofas 1º y 3º tienen una serie de semejanzas:
veíase el arpa. a) ¿Qué dos verbos aparecen tanto en una como en
otra?
¡Cuánta nota dormía en sus cuerdas, b) Estos dos verbos dan lugar a dos
cómo el pájaro duerme en las ramas, correspondencias:
esperando la mano de nieve Estrofa 2º Nota.......Cuerdas........Mano.......Música
que sabe arrancarlas!
Estrofa 3º
¡Ay! pensé; ¡cuántas veces el genio 4.- ¿Qué recurso estilístico supone la expresión "mano de
así duerme en el fondo del alma, nieve" y qué cualidades aportaría a la dueña del arpa?
y una voz, como Lázaro, espera
que le diga: "¡Levántate y anda!"

RIMA XI

—Yo soy ardiente, yo soy morena,


yo soy el símbolo de la pasión;
de ansia de goces mi alma está llena.
¿A mí me buscas?— No es a ti, no.

—Mi frente es pálida, mis trenzas de oro,


puedo brindarte dichas sin fin;
yo de ternuras guardo un tesoro.
¿A mí me llamas? —No, no es a ti, no.

—Yo soy un sueño, un imposible,


vano fantasma de niebla y luz;
soy incorpórea, soy intangible;
no puedo amarte.—¡Oh, ven; ven tú!

1.- Completa el siguiente cuadro:

ESTROFAS RASGO FÍSICO RASGO DE CARÁCTER TIPO DE AMOR


Estrofa 1º
Mujer 1º
Estrofa 2º
Mujer 2º
Estrofa 3º
Mujer 3º

2.- ¿Cuál es la única que colma los anhelos del poeta?


3.- Evidentemente, en ella se esconde un símbolo. ¿Qué crees que puede simbolizar esta mujer?
4.- ¿Qué figura literaria marca la presentación de la primera mujer y qué supondría esta reiteración?
5.- ¿ En qué se centra la descripción de la 2º mujer? ¿Qué indicaría respecto de la primera?
6.- ¿Qué tienen en común los cinco atributos que definen a la última mujer?
7.- Analicemos las respuestas del poeta:
a) Siendo "casi" la misma la que da a las dos primeras mujeres ¿estaría en consonancia con el tono
que manifiesta cada una? ¿Cuál te parece más rotunda y cuál más delicada?
b) ¿Qué valor estilístico otorgarías a la repetición de la misma palabra que aparece en la última
respuesta del poeta?

RIMA XIII

Tu pupila es azul, y cuando ríes,


su claridad süave me recuerda
el trémulo fulgor de la mañana
que en el mar se refleja.

Tu pupila es azul , y cuando lloras,


las transparentes lágrimas en ella
se me figuran gotas de rocío
sobre una violeta.

Tu pupila es azul, y si en su fondo


como un punto de luz radia una idea,
me parece en el cielo de la tarde
una perdida estrella.
1.- Analiza en cada una de las estrofas:

¿En qué aspecto de la ¿A qué elementos se ¿Qué estado de ánimo


pupila se centra? asocia cada aspectos? se refleja en la mujer ?
ESTROFA 1
ESTROFA 2

ESTROFA 3

2.- El paralelismo estrófico de esta Rima es casi perfecto:


a) ¿Qué peculiaridad observas en el primer verso de todas las estrofas?
b) Cada estrofa desarrolla un símil de estructura muy cuidada. Siguiendo el esquema que propongo
para la primera estrofa ¿cuál sería la estructura del símil correspondiente a las otras dos?
Pupila Claridad
azul suave

Trémulo Mar
fulgor

c) ¿Qué tienen en común los términos imaginados?


d) ¿En qué verbo se sustenta cada símil? ¿Qué actitud indicarían en el autor?
3.- ¿A través de qué figura estilística, basada en la oposición de contrarios obtiene el autor a lo largo
del poema una imagen global de la naturaleza?
4.- ¿Qué particularidad destacarías de la adjetivación del texto?
5.- ¿De qué licencia poética se vale el autor en el segundo verso para acentuar esa particularidad?

RIMA XXX 1.- ¿Qué tema desarrolla la Rima?


2.- ¿De qué modo se reparten en los versos los protagonistas
Asomaba a sus ojos una lágrima del poema? Indícalo en el esquema siguiente:
y a mi labio una frase de perdón; Verso 1.................... Verso 5......................
habló el orgullo y se enjugó su llanto, Verso 2.................... Verso 6......................
y la frase en mis labios expiró. Verso 3.................... Verso 7......................
Verso 4.................... Verso 8......................
Yo voy por un camino, ella por otro; 3.- Observarás que en este reparto hay una serie de
pero al pensar en nuestro mutuo amor dualidades entre los dos términos que corresponden a cada
yo digo aún: "¿Por qué callé aquel uno de los protagonistas. ¿Qué cuatro dualidades señalarías
día?" en el poema?
Y ella: "¿Por qué no lloré yo? 4.- ¿Cómo subraya el poeta la diferencia temporal que
separa ambas estrofas?
5.- ¿Qué peculiaridad distinguirías en los dos últimos versos
desde el punto de vista de su construcción? ¿Qué nombre
recibe estilísticamente?
6.- ¿Cuál es el estilo que emplea el autor en ambos versos?

RIMA XXXI 1.- ¿Cuáles son las características del "sainete"


Nuestra pasión fue un trágico sainete, como género literario?
en cuya absurda fábula 2.- ¿Y qué particularidad tendría el que describe
lo cómico y lo grave confundidos el poeta?
risas y llanto arrancan. 3.- ¿Cuál es el significado dramático del término
"jornada"?
Pero fue lo peor de aquella historia 4.- ¿Quienes serían los protagonistas del sainete
que, al fin de la jornada, al que se refiere el poeta?
a ella tocaron lágrimas y risas, 5.- ¿Cuál es el tema de esta Rima?
¡y a mí solo lágrimas!
RIMA XLII 1.- La "noticia" ha sorprendido al poeta. ¿En qué
aspectos se centran las reacciones en la primera
Cuando me lo contaron sentí el frío estrofa?
de una hoja de acero en las entrañas; 2.- ¿A qué punto afectan las reacciones en la
me apoyé contra el muro, y un instante segunda estrofa?
la conciencia perdí de dónde estaba. 3.- Señala dónde se inicia el "clímax" o línea
ascendente del "suspense" del poema y dónde se
Cayó sobre mi espíritu la noche; interrumpe con brusquedad iniciándose el
en ira y en piedad se anegó el alma... anticlímax?
¡Y entonces comprendí por qué se llora! 4.- ¿De qué recursos se vale el poeta en la
¡Y entonces comprendí por qué se mata! primera estrofa para resaltar el impacto de la
noticia y cuál sería su significado?
Pasó la nube de dolor... Con pena 5.- Todos los sustantivos de la 2º estrofa son
logré balbucear unas palabras... abstractos, excepto "noche" ¿Qué valor estilístico
¿Quién me dio la noticia? Un fiel amigo... tiene "noche" en el texto? ¿Tiene sentido literal?
¡Me hacía un gran favor! Le di las gracias 6.- ¿Qué sentimiento crees que pretende reflejar
la anáfora de los versos? ¿En qué modalidad
oracional se apoya?
7.- ¿Qué efecto producen los puntos suspensivos?

RIMA LIII Pero aquellas cuajadas de rocío


cuyas gotas mirábamos temblar
Volverán las oscuras golondrinas y caer como lágrimas del día...
en tu balcón sus nidos a colgar, esas... ¡no volverán!
y otra vez con el ala a sus cristales
jugando llamarán. Volverá del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar,
Pero aquellas que el vuelo refrenaban tu corazón de su profundo sueño
tu hermosura y mi dicha a contemplar, tal vez despertará.
aquellas que aprendieron nuestros nombres...
esas...¡no volverán! Pero mudo y absorto y de rodillas
como se adora a Dios ante su altar,
Volverán las tupidas madreselvas como yo te he querido...desengáñate,
de tu jardín las tapias a escalar así..¡no te querrán!.
y otra vez a la tarde aún más hermosas
sus flores se abrirán.

1.- ¿En qué tres elementos se sustenta el argumento de esta Rima?


2.- ¿Cuántas estrofas corresponden a cada grupo y cuántos grupos estróficos componen el poema?
3.- En cuál de estos grupos crees que el poeta manifiesta más intensamente su fracaso sentimental?
4.- Examinemos las primeras estrofas:
a) ¿Qué figura de repetición caracteriza el comienzo de todas?
b) ¿Qué otra repetición observas en las dos primeras que no se produce en la del tercer grupo
estrófico?
5.- Veamos ahora las siguientes estrofas:
a) ¿Qué figura de repetición caracteriza también el comienzo de las tres y a qué tipo de oración da
lugar?
b) ¿Y qué otra observas en el verso que cierra los dos primeros grupos estróficos, sin que se
produzca en el último?
c) ¿Cómo nivela el poeta el desequilibrio numérico de las repeticiones entre los dos primeros
grupos estróficos y el tercero de la última estrofa?

ROSALÍA DE CASTRO
Cando penso que te fuches, Cuando pienso que te huyes,
negra sombra que me asombras, negra sombra que me asombras,
ó pe dos meus cabezales al pie de mis cabezales,
tornas facéndome mofa. tornas haciéndome mofa.
Cando maxino que es ida, Si imagino que te has ido,
no mesmo sol te me amostras, en el mismo sol te asomas,
i eres a estrela que brila, y eres la estrella que brilla
i eres o vento que zoa. y eres el viento que sopla.
Si cantan, es que ti cantas; Si cantas, tú eres quien cantas;
si choran, es ti que choras; si lloran, tú eres quien llora;
i es o marmurio do río, y eres murmullo del río
i es a noite, i es aurora. y eres la noche y la aurora.
En todo estás e ti es todo, En todo estás y eres todo,
pra min i en min mesma moras, para mí y en mí misma moras,
ni me abandonarás nunca, nunca me abandonarás,
sombra que sempre me asombras. sombra que siempre me asombras

Un-ha vez tiven un cravo Una vez tuve un clavo


cravado no corazón, clavado en el corazón
y eu non m’acordo xa s’era aquel cravo y yo no me acuerdo ya si era aquel clavo
d’ouro, de ferro ou d’amor. de oro, de hierro o de amor.
soyo sei que me fixo un mal tan fondo, Sólo sé que me produjo un mal tan hondo,
que tanto m’atormentóu, que tanto me atormentó,
qu’eu día e noite sin cesar choraba que yo día y noche sin cesar lloraba
cal chorou Madalena n’a Pasión. como lloró Magdalena en la Pasión.
“Señor, que todo ó podedes “Señor que todo lo puedes
—pedinlle un-ha vez a Dios— —le pedí una vez a Dios—
daime valor pr’arrincar d’un golpe dame valor para arrancar de un golpe
cravo de tal condiçon.” clavo de tal condición.”
e duomo Dios o arrinqueismo y diómelo Dios y me lo arranqué,
mas… ¿quén pensara?… Despois pero… ¿quién lo pensara?… Después
xa non sentín máis tormentos ya no sentí tormentos
nin soupen qu’era delor; ni supe lo que era dolor;
soupen sô que non sei que me faltaba supe tan sólo que no sé qué me faltaba
en donde ò cravo faltóu; en donde el clavo faltó,
e seica… seica tiven soidades y me parece… me parece que tuve añoranza
d’aquela pena…¡Bon Dios! de aquella pena… ¡Buen Dios!
Este barro mortal qu’envolve ò esprito Este barro mortal que envuelve el espíritu
¿quén-o entenderá, Señor? ¿quién lo entenderá, Señor?

Alma que vas huyendo de ti misma,


¿qué buscas insensata en los demás?
Si en ti secó la fuente del consuelo,
secas todas las fuentes has de hallar.
¿Que hay en el cielo estrellas todavía
y hay en la tierra flores perfumadas?
Sí… Mas no son ya aquellas
que tú amaste y te amaron, desdichada.

Recuerda el trinar del ave


y el chasquido de los besos
los rumores de la selva
cuando en ella gime el viento
y del mar las tempestades
y la bronca voz del trueno;
todo halla un eco en las cuerdas
del arpa que pulsa el genio.
Pero aquel bronco latido
del corazón que está enfermo
de muerte y que de amor muere
y que resuena en el pecho
como un bordón que se rompe
dentro de un sepulcro hueco
es tan triste y melancólico
tan terrible y tan supremo
que jamás el genio pudo
repetirlo con sus ecos

a) Lee los poemas de Rosalía de Castro y comenta las caracteristicas de su poesía.

BENITO PÉREZ GALDÓS

La desheredada

Isidora Rufete, ¿conoces tú el equilibrio de sentimientos, el ritmo suave de un vivir templado,


deslizándose entre las realidades comunes de la vida, las ocupaciones y los intereses? ¿Conoces ese
ritmo, que es como el pulso del hombre sano? No; tu espíritu está siempre en estado de fiebre. Las
exaltaciones fuertes no cesan en ti sino en depresiones terribles, y tu alegría loca no cede sino
ahogándose en tristezas amargas. ¿Persistes en creerte de la estirpe de Aransis? Sí; antes perderás la
vida que la convicción de tu derecho. Bien; sea. Pero deja al tiempo y a los tribunales que resuelvan
esto, y no te atormentes, construyendo en tu espíritu una segunda vida ilusoria y fantástica. Ten
paciencia, no te anticipes a la realidad; no te trabajes interiormente; no saborees con falsificada
sensibilidad goces de que están privados tus sentidos. Miquis lo ha dicho, bien lo sabes, que eso es un
vicio, un puro vicio, como tantos otros hábitos repugnantes, como la embriaguez o el juego, y de ese
vicio nace una verdadera enfermedad. El pensamiento se pone malo, como las muelas y el pulmón, ¡y
ay de ti si llegas a un estado morboso que te impida disfrutar luego de la realidad lo que ahora quieres
gozar, en sueños, contraviniendo a las leyes del tiempo y del sentido común! […] Isidora de Aransis…,
pues según tú, no hay más remedio que darte este nombre… Isidora de Aransis, mírate bien en ese
espejo social que se llama opinión, y considera si con tu actual trazo puedes presentarte a reclamar el
nombre y la fortuna de una familia ilustre. Tonta, ¿has creído alguna vez en la promesa de que Joaquín
se casará contigo? Advierte que siempre te dice eso cuando está mal de fondos y quiere que le ayudes a
salir de sus apuros… Casada o no con él, esperas rehabilitarle; dices que el mundo olvida. No te fíes, no
te fíes, pues tal puede ser tu ignominia, que al mundo se le acabe la indulgencia. Se dan casos de estos.
Hay otro desorden, Isidorita, que te hace muy desgraciada , y que te llevará lejos, muy lejos. Me refiero
a las irregularidades […] de tu peculio. Unas veces tienes mucho; otras, nada. […]¿qué has hecho de los
dos mil duros que a ti y a tu hermano os dejó don Santiago Quijano? Ya los has gastado en el pleito,
vestidos, en la educación de Mariano, y… confiésalo, que si es un misterio para todo el mundo, no lo es
para quien te habla en este momento… No lo ocultes, pues no hay para qué. Más de la mitad de aquel
dinero te lo ha distraído Joaquín Pez.
Voz de la conciencia de Isidora o interrogatorio indirecto del autor, lo escrito vale.

a) Buena prueba de las experimentaciones narrativas de Galdós es este texto en el que el narrador
se dirige en segunda persona a la protagonista. El mismo escrito propone al final el dilema de esa
segunda persona narrativa: ¿se trata de un desdoblamiento de la conciencia del personaje —
recurso narrativo muy característico de las innovaciones técnicas de la novela en el siglo XIX— o
es el narrador omnisciente el que así se dirige a Isidora? Comenta el asunto y presenta pruebas
del mismo texto en apoyo de una u otra acción.
b) Además de un ensayo técnico, la peculiar presentación narrativa de los hechos tiene también
otras funciones: sirve para el lector de apretado resumen de la historia de la protagonista y para
esta, de cuestionamiento crítico de su propia vida. Distingue ambos aspectos en el texto.

Fortunata y Jacinta

Muy mal debe de andar la máquina, cuando a mitad de la calle de Alcalá ya estoy rendido. Y no he
hecho más que dar la vuelta al estanque. ¡Demonio de neurosis o lo que sea! Yo, que después de darle
la vuelta al Serpentine me iba del tirón a Cromwell road… friolera, como diez veces el paseo de hoy… yo
que llegaba a mi casa dispuesto a andar otro tanto, ahora me siento fatigado a mitad de esta condenada
calle de Alcalá…¡Tal vez consista en estos endiablados pisos, en este repecho insoportable!... Ésta es la
capital de las setecientas colinas. ¡Ah! Ya están regando estos brutos, y tengo que pasarme a la otra
acera para que no me atice una ducha este salvaje con su manga de riego. “Eso es, bestias, encharcad
bien para que haya fango y paludismo…” Pues por aquí los barrenderos me echan una nube de polvo…
“Animales, respetad a la gente…” Prefiero las duchas… En fin, que este salvajismo es lo que me tiene a
mí enfermo. No se puede vivir aquí… Pues digo; otro pobre. No se puede dar un paso sin que le acosen a
uno estas hordas de mendigos. ¡Y algunos son tan insolentes!... “Toma, toma tú también”. Como me
olvide algún día de traer un bolsillo lleno de cobre, me divierto. ¡Aquí no hay policía, ni beneficencia, ni
forma ni civilización!... Gracias a Dios que he subido el repecho. Parece la subida al Calvario, y con esta
cruz que llevo a cuestas, más. ¡Qué hermosos nardos vende esta mujer! Le compraré uno. “Deme usted
un nardo. Una vereda sola… Vaya, deme usted tres varitas. ¿Cuánto? Tome usted… Abur”. Me ha
robado. Aquí todos roban… Debo de parecer un San José; pero no me importan.”Yo no juego a la
lotería; déjeme usted en paz.” ¿Qué me importará a mí que sea mañana último día de billetes ni que el
número sea bonito o feo…? Se me ocurre comprar un billete, y dárselo a Guillermina. De seguro que le
toca. ¡Es la mujer de más suerte!... “Venga ese décimo, niña… Sí, es bonito número. ¿Y tú por qué andas
tan sucia?” ¡Qué pueblo, válgame Dios, qué raza! Lo que yo le decía anteayer a D. Alfonso:
“Desengáñese Vuestra Majestad, han de pasar siglos antes de que esta nación sea presentable. A no ser
que venga el cruzamiento con alguna casta del Norte, trayendo aquí madres sajonas”.Ya poco me falta.
Francamente, es cosa de tomar un coche; pero no, aguántate, que pronto llegarás… Un entierro por la
Puerta del Sol. No, lo que es aquí no me he de morir yo, para que no me lleven en esas horribles
carrozas… Dan las doce. Allá están los cesantes mirando caer la bola. Buena bola os daría yo. Ahí viene
Casa-Muñoz. ¿Pero qué veo? ¿Es él? Ya no se tiñe. Ha comprendido que es absurdo llevar el pelo blanco
y las patillas negras. No me mira, no quiere que le salude. Realmente es muy ridícula la situación de un
hombre que se tiñe, el día en que se decide a renunciar a la pintura, porque la edad lo exige o porque se
convence de que nadie cree en el engaño… Allí va en un coche la duquesa de Gravelinas… No me ha
visto… “Abur, Feijoo”… ¡Qué bajón ha dado ese hombre!... Vamos, ya entro por mi calle de Correos. Si
habrá venido a almorzar mi primo… Lo que es hoy me tiene que hacer un reconocimiento en toda regla,
porque me siento muy mal… Que me ausculte bien, porque este corazón parece un fuelle roto. ¿Será
esto un fenómeno puramente moral? Puede ser. Ya veo yo el remedio… ¡Pero qué verdes están las
uvas, qué verdes! Los balcones tan tristes como siempre. ¡Ah!... sale al mirador Barbarita para hablar
con la rata eclesiástica…. “Adiós, adiós… vengo de dar mi paseíto… Estoy muy bien, hoy no me he
cansado nada”… ¡Qué mentira tan grande he dicho! Me canso como nunca. Ahora, escalera de mi casa,
sé benévola conmigo. Subamos… ¡Ay, qué corazón, maldito fuelle! Despacito, tiempo hay de llegar
arriba. Si no llego hoy, llegaré mañana. Seis escalones a la espalda. ¡Dios mío, lo que falta todavía!

a) Este es otro ejemplo de la modernidad narrativa de Galdós. Se trata ahora de un monólogo


interior, procedimiento mediante el que se muestra directamente al lector el proceso mental
del personaje. Sus pensamientos se plasman directamente en el texto según brotan en su
mente. Estudia el mecanismo narrativo e indica qué motivos externos estimulan las diversas
reflexiones del personaje.
b) El fluir de la conciencia del personaje se produce durante un paseo que acaba conduciéndolo a
su casa. Nota cómo el autor a través de los comentarios interiores del personaje va marcando
los diversos lugares de su recorrido con lo que hace innecesaria la presencia del narrador.
c) Las reflexiones internas alternan en el texto con los breves fragmentos que el personaje llega
a pronunciar en voz alta. Sin embargo, no se trata de verdaderos diálogos. ¿Por qué? ¿Cuál es
el resultado narrativo?
d) El ensimismamiento en el personaje nos permite conocerlo directamente, sin la
intermediación del narrador. ¿Qué rasgos suyos se ponen de manifiesto?
e) ¿Puede considerarse este recurso del monólogo interior como propio de una estética realista?
Razona tu respuesta.

LEOPOLDO ALAS “CLARÍN”


La Regenta

La heroica ciudad dormía la siesta. El viento Sur, caliente y perezoso, empujaba las nubes
blanquecinas que se rasgaban al correr hacia el Norte. En las calles no había más ruido que el rumor
estridente de los remolinos de polvo, trapos, pajas y papeles que iban de arroyo en arroyo, de acera en
acera, de esquina en esquina revolando y persiguiéndose, como mariposas que se buscan y huyen y que
el aire envuelve en sus pliegues invisibles. Cual turbas de pilluelos, aquellas migajas de la basura,
aquellas sobras de todo se juntaban en un montón, parábanse como dormidas un momento y brincaban
de nuevo sobresaltadas, dispersándose, trepando unas por las paredes hasta los cristales temblorosos
de los faroles, otras hasta los carteles de papel mal pegado a las esquinas, y había pluma que llegaba a
un tercer piso, y arenilla que se incrustaba para días, o para años, en la vidriera de un escaparate,
agarrada a un plomo.
Vetusta, la muy noble y leal ciudad, corte en lejano siglo, hacía la digestión del cocido y de la olla
podrida, y descansaba oyendo entre sueños el monótono y familiar  zumbido de la campana de coro,
que retumbaba allá en lo alto de la esbelta torre en la Santa Basílica. La torre de la catedral, poema
romántico de piedra, delicado himno, de dulces líneas de belleza muda y perenne, era obra del siglo
diez y seis, aunque antes comenzada, de estilo gótico, pero, cabe decir, moderado por un instinto de
prudencia y armonía que modificaba las vulgares exageraciones de esta arquitectura. La vista no se
fatigaba contemplando horas y horas aquel índice de piedra que señalaba al cielo; no era una de esas
torres cuya aguja se quiebra de sutil, más flacas que esbeltas, amaneradas, como señoritas cursis que
aprietan demasiado el corsé; era maciza sin perder nada de su espiritual grandeza, y hasta sus segundos
corredores, elegante balaustrada, subía como fuerte castillo, lanzándose desde allí en pirámide de
ángulo gracioso, inimitable en sus medidas y proporciones. Como haz de músculos y nervios la piedra
enroscándose en la piedra trepaba a la altura, haciendo equilibrios de acróbata en el aire; y como
prodigio de juegos malabares, en una punta de caliza se mantenía, cual imantada, una bola grande de
bronce dorado, y encima otra más pequeña, y sobre esta una cruz de hierro que acababa en pararrayos.

a) Este es el famosísimo comienzo de La Regenta de Clarín. Observa cómo el autor recrea


perfectamente el ambiente provinciano de la ciudad.
b) Analiza los elementos de la descripción del espacio que selecciona Clarín.

La lluvia, el aburrimiento, la piedad, la costumbre, trajeron su contingente respectivo al templo,


que estaba todas las tardes de bote en bote. No cabía ni un vetustense más.
Los jóvenes laicos de la ciudad, estudiantes los más, no se distinguían ni por su extensa devoción,
ni por su impiedad prematura; no pensaban en ciertas cosas; los había carlistas y liberales, pero casi
todos iban a misa a ver a las muchachas. A la novena no faltaban; se desparramaban por las capillas y
rincones de San Isidro, y terciando la capa, el rostro con un tinte romántico o picaresco, según el
carácter, “se timaban”, como decían ellos, con las niñas casaderas, más recatadas, mejores cristianas,
pero no menos ganosas de tener lo que ellas llamaban “relaciones”. Mientras el padre Martínez repetía
por centésima vez —y ya llevaba ganados unos cinco mil reales— que como el dolor de una madre no
hay otro, y echaba sin pizca de dolor propio, sobre la imagen enlutada del altar, toda la retórica
averiada de su oratoria de un barroquismo mustio y sobado, el amor sacrílego iba y venía volando
invisible por naves y capillas, como una mariposa que la primavera manda desde el campo al pueblo
para anunciar la alegría nueva.
Ana Ozores, cerca del presbiterio, arrodillada, recogiendo el espíritu para sumirlo en acendrada
piedad, oía el runrún lastimero del púlpito, como el rumor lejano de un aguacero acompañado por ayes
del viento cogido entre puertas. No oía al jesuita, oía la elocuencia de aquel hecho patente, repetido
siglos y siglos en millares de pueblos: la piedad colectiva, la devoción común, aquella elevación casi
milagrosa de un pueblo entero prosaico, empequeñecido por adoración del absoluto, por abstracción
religiosa. En esto pensaba a su modo la Regenta, y quería que aquella ola de piedad la arrastrase, quería
ser molécula de aquella espuma, partícula de aquel polvo, que una fuerza desconocida arrastraba por el
desierto de la vida, camino de un ideal vagamente comprendido.

a) Observa cómo caracteriza la escena de la misa. ¿Consideras que da una visión crítica de la
ceremonia?
b) ¿Cómo aparece caracterizada la protagonista?

Uno de los recreos solitarios de don Fermín de Pas consistía en subir a las alturas. Era montañés, y
por instinto buscaba las cumbres de los montes y los campanarios de las iglesias. En todos los países que
había visitado había subido a la montaña más alta, y si no las había, a la más soberbia torre. No se daba
por enterado de cosa que no viese a vista de pájaro, abarcándola por completo y desde arriba. Cuando
iba a las aldeas acompañando al Obispo en su visita, siempre había de emprender, a pie o a caballo,
como se pudiera, una excursión a lo más empingorotado. En la provincia, cuya capital era Vetusta,
abundaban por todas partes montes de los que se pierden entre nubes; pues a los más arduos y
elevados ascendía el Magistral, dejando atrás al más robusto andarín, al más experto montañés. Cuanto
más subía más ansiaba subir; en vez de fatiga sentía fiebre que les daba vigor de acero a las piernas y
aliento de fragua a los pulmones. Llegar a lo más alto era un triunfo voluptuoso para De Pas. Ver
muchas leguas de tierra, columbrar el mar lejano, contemplar a sus pies los pueblos como si fueran
juguetes, imaginarse a los hombres como infusorios, ver pasar un águila o un milano, según los parajes,
debajo de sus ojos, enseñándole el dorso dorado por el sol, mirar las nubes desde arriba, eran intensos
placeres de su espíritu altanero, que De Pas se procuraba siempre que podía. Entonces sí que en sus
mejillas había fuego y en sus ojos dardos. En Vetusta no podía saciar esta pasión; tenía que contentarse
con subir algunas veces a la torre de la catedral.[…] El Magistral, olvidado de los campaneros, paseaba
lentamente sus miradas por la ciudad escudriñando sus rincones, levantando con la imaginación los
techos, aplicando su espíritu a aquella inspección minuciosa, como el naturalista estudia con poderoso
microscopio las pequeñeces de los cuerpos. No miraba a los campos, no contemplaba la lontananza de
montes y nubes; sus miradas no salían de la ciudad.
Vetusta era su pasión y su presa. Mientras los demás le tenían por sabio teólogo, filósofo y
jurisconsulto, él estimaba sobre todas su ciencia de Vetusta. La conocía palmo a palmo, por dentro y por
fuera, por el alma y por el cuerpo, había escudriñado los rincones de las conciencias y los rincones de las
casas. Lo que sentía en presencia de la heroica ciudad era gula; hacía su anatomía, no como el fisiólogo
que sólo quiere estudiar, sino como el gastrónomo que busca los bocados apetitosos; no aplicaba el
escalpelo sino el trinchante.
[…] Don Fermín contemplaba la ciudad. Era una presa que le disputaban, pero que acabaría de
devorar él solo. ¡Qué! ¿También aquel mezquino imperio habían de arrancarle? No, era suyo. Lo había
ganado en buena lid. ¿Para qué eran necios? También al Magistral se le subía la altura a la cabeza;
también él veía a los vetustenses como escarabajos; sus viviendas viejas y negruzcas, aplastadas, las
creían los vanidosos ciudadanos palacios y eran madrigueras, cuevas, montones de tierra, labor de
topo... ¿Qué habían hecho los dueños de aquellos palacios viejos y arruinados de la Encimada que él
tenía allí a sus pies? ¿Qué habían hecho? Heredar. ¿Y él? ¿Qué había hecho él? Conquistar.

a) En la caracterización del personaje, Clarín ha escogido un significativo punto de arranque: su


gusto por las alturas. ¿Con qué rasgo psicológico se corresponde en este caso?
b) ¿Cuál es su “pasión” y cómo se manifiesta? ¿Cómo habla de Vetusta y cómo ve a los
vetustenses?

Ana cogió con mucho cuidado las colgaduras granate, como si alguien pudiera verla desde el
tocador. Dejó caer con negligencia su bata azul con encajes crema, y apareció blanca toda, como se la
figuraba don Saturno poco antes de dormirse, pero mucho más hermosa que Bermúdez podía
representársela. Después de abandonar todas las prendas que no habían de acompañarla en el lecho,
quedó sobre la piel de tigre, hundiendo los pies desnudos, pequeños y rollizos en la espesura de las
manchas pardas. Un brazo desnudo se apoyaba en la cabeza algo inclinada, y el otro pendía a lo largo
del cuerpo siguiendo la curva graciosa de la robusta cadera. Parecía una impúdica modelo olvidada de sí
misma en una postura académica impuesta por el artista. Jamás el Arcipreste, ni confesor alguno, había
prohibido a la Regente esta voluptuosidad de distender a sus solas los entumecidos miembros y sentir el
contacto del aire fresco por todo el cuerpo a la hora de acostarse. Nunca había creído ella que tal
abandono fuese materia de confesión.
Abrió el lecho. Sin mover los pies, dejóse caer de bruces sobre aquella blandura suave con los
brazos tendidos. Apoyaba la mejilla en la sábana y tenía los ojos muy abiertos. La deleitaba aquel placer
del tacto que corría desde la cintura a las sienes.
-«¡Confesión general!» -estaba pensando-. Eso es la historia de toda la vida. Una lágrima asomó a
sus ojos, que eran garzos, y corrió hasta mojar la sábana.
Se acordó de que no había conocido a su madre. Tal vez de esta desgracia nacían sus mayores
pecados.
«Ni madre ni hijos».
Esta costumbre de acariciar la sábana con la mejilla la había conservado desde la niñez. Una
mujer seca, delgada, fría, ceremoniosa, la obligaba a acostarse todas las noches antes de tener sueño.
Apagaba la luz y se iba. Anita lloraba sobre la almohada, después saltaba del lecho; pero no se atrevía a
andar en la obscuridad y pegada a la cama seguía llorando, tendida así, de bruces, como ahora,
acariciando con el rostro la sábana que mojaba con lágrimas también. Aquella blandura de los
colchones era todo lo maternal con que ella podía contar; no había más suavidad para la pobre niña.
Entonces debía de tener, según sus vagos recuerdos, cuatro años. Veintitrés habían pasado, y aquel
dolor aún la enternecía. Después, casi siempre, había tenido grandes contrariedades en la vida, pero ya
despreciaba su memoria; una porción de necios se habían conjurado contra ella; todo aquello le
repugnaba recordarlo; pero su pena de niña, la injusticia de acostarla sin sueño, sin cuentos, sin caricias,
sin luz, la sublevaba todavía y le inspiraba una dulcísima lástima de sí misma.
Como aquel a quien, antes de descansar en su lecho el tiempo que necesita, obligan a levantarse,
siente sensación extraña que podría llamarse nostalgia de blandura y del calor de su sueño, así, con
parecida sensación, había Ana sentido toda su vida nostalgia del regazo de su madre. Nunca habían
oprimido su cabeza de niña contra un seno blando y caliente; y ella, la chiquilla, buscaba algo parecido
donde quiera. Recordaba vagamente un perro negro de lanas, noble y hermoso; debía de ser un
terranova. -¿Qué habría sido de él?-. El perro se tendía al sol, con la cabeza entre las patas, y ella se
acostaba a su lado y apoyaba la mejilla sobre el lomo rizado, ocultando casi todo el rostro en la lana
suave y caliente. En los prados se arrojaba de espaldas o de bruces sobre los montones de yerba segada.
Como nadie la consolaba al dormirse llorando, acababa por buscar consuelo en sí misma, contándose
cuentos llenos de luz y de caricias. Era el caso que ella tenía una mamá que le daba todo lo que quería,
que la apretaba contra su pecho y que la dormía cantando cerca de su oído:
Sábado, sábado, morena,/ cayó el pajarillo en trena/ con grillos y con cadenaaa...
Y esto otro:
Estaba la pájara pinta /a la sombra de un verde limón...
Estos cantares los oía en una plaza grande a las mujeres del pueblo que arrullaban a sus hijuelos...
Y así se dormía ella también, figurándose que era la almohada el seno de su madre soñada y que
realmente oía aquellas canciones que sonaban dentro de su cerebro. Poco a poco se había
acostumbrado a esto, a no tener más placeres puros y tiernos que los de su imaginación.

a) En la primera parte del texto la atmósfera sensual es muy acusada. Advierte cómo va creando
el escritor este clima de voluptuosidad: notas de ambiente, actitudes del personaje,
selecciones léxicas, etc.
b) Clarín utiliza en ocasiones un recurso que llevará décadas después a su más alta cima literaria
el novelista francés Marcel Proust: partiendo de una sensación física, el personaje se sumerge
en sus recuerdos, que lo llevan hasta su infancia en busca del tiempo perdido. El mismo Alas
había teorizado muy tempranamente sobre el procedimiento denominándolo la perspectiva
del recuerdo, que consiste en la superposición temporal y significativa de presente y pasado.
La mezcla de sensaciones, memoria y recuerdos es evidente en este pasaje en el que Ana
evoca en la distancia sus primeros años. Comenta cuál es el desencadenante físico de la
memoria en este caso y qué nos permite conocer sobre la personalidad de la protagonista.

[Ana pasa a evocar ciertos episodios de su niñez, en particular una inocente aventura que —ruinmente
interpretada por sus tías, que cuidan de ella— dejará en su alma la huella indeleble de lo sucio y la
represión malévola. Tras esto continúan sus divagaciones.]
 
Aquellos recuerdos de la niñez huyeron, pero la cólera que despertaron, a pesar de ser tan lejana,
no se desvaneció con ellos.
-«¡Qué vida tan estúpida!»- pensó Ana, pasando a reflexiones de otro género.
Aumentaba su mal humor con la conciencia de que estaba pasando un cuarto de hora de
rebelión. Creía vivir sacrificada a deberes que se había impuesto; estos deberes algunas veces se los
representaba como poética misión que explicaba el por qué de la vida. Entonces pensaba:
-«La monotonía, la insulsez de esta existencia es aparente; mis días están ocupados por grandes
cosas este sacrificio, esta lucha es más grande que cualquier aventura del mundo».
En otros momentos, como ahora, tascaba el freno la pasión sojuzgada; protestaba el egoísmo, la
llamaba loca, romántica, necia y decía: -¡Qué vida tan estúpida!
Esta conciencia de la rebelión la desesperaba; quería aplacarla y se irritaba. Sentía cardos en el
alma. En tales horas no quería a nadie, no compadecía a nadie. En aquel instante deseaba oír música; no
podía haber voz más oportuna. Y sin saber cómo, sin querer se le apareció el Teatro Real de Madrid y
vio a don Álvaro Mesía, el presidente del Casino, ni más ni menos, envuelto en una capa de embozos
grana, cantando bajo los balcones de Rosina:
Ecco ridente il ciel...
La respiración de la Regenta era fuerte, frecuente; su nariz palpitaba ensanchándose, sus ojos
tenían fulgores de fiebre y estaban clavados en la pared, mirando la sombra sinuosa de su cuerpo
ceñido por la manta de colores.
Quiso pensar en aquello, en Lindoro, en el Barbero, para suavizar la aspereza de espíritu que la
mortificaba.
-¡Si yo tuviera un hijo!... ahora... aquí... besándole, cantándole...
Huyó la vaga imagen del rorro, y otra vez se presentó el esbelto don Álvaro, pero de gabán blanco
entallado, saludándola como saludaba el rey Amadeo.
Mesía al saludar humillaba los ojos, cargados de amor, ante los de ella imperiosos, imponentes.
Sintió flojedad en el espíritu. La sequedad y tirantez que la mortificaban se fueron convirtiendo en
tristeza y desconsuelo...
Ya no era mala, ya sentía como ella quería sentir; y la idea de su sacrificio se le apareció de nuevo;
pero grande ahora, sublime, como una corriente de ternura capaz de anegar el mundo. La imagen de
don Álvaro también fue desvaneciéndose, cual un cuadro disolvente; ya no se veía más que el gabán
blanco y detrás, como una filtración de luz, iban destacándose una bata escocesa a cuadros, un gorro
verde de terciopelo y oro, con borla, un bigote y una perilla blancos, unas cejas grises muy espesas... y al
fin sobre un fondo negro brilló entera la respetable y familiar figura de su don Víctor Quintanar con un
nimbo de luz en torno. Aquel era el sujeto del sacrificio, como diría don Cayetano. Ana Ozores depositó
un casto beso en la frente del caballero.

a) En este fragmento Ana aparece sacudida por sentimientos contrapuestos, señala su


complejidad.

Cuando llegaban a las primeras casas de Vetusta, obscurecía. La luz amarillenta del gas brillaba de
trecho en trecho, cerca de las ramas polvorientas de las raquíticas acacias que adornaban el boulevard,
nombre popular de la calle por donde entraban en el pueblo. […]
Al anochecer, hora en que dejaban el trabajo los obreros, se convertía aquella acera en paseo
donde era difícil andar sin pararse a cada tres pasos. Costureras, chalequeras, planchadoras,
ribeteadoras, cigarreras, fosforeras, y armeros, zapateros, sastres, carpinteros y hasta albañiles y
canteros, sin contar otras muchas clases de industriales, se daban cita bajo las acacias del Triunfo y
paseaban allí una hora, arrastrando los pies sobre las piedras con estridente sonsonete.[…]
Era la fuerza de los talleres que salía al aire libre; los músculos se movían por su cuenta, a su
gusto, libres de la monotonía de la faena rutinaria. Cada cual, además, sin darse cuenta de ello, estaba
satisfecho de haber hecho algo útil, de haber trabajado. Las muchachas reían sin motivo, se pellizcaban,
tropezaban unas con otras, se amontonaban, y al pasar los grupos de obreros crecía la algazara;  había
golpes en la espalda, carcajadas de malicia, gritos de mentida indignación, de falso pudor, no por
hipocresía, sino como si se tratara de un paso de comedia. Los remilgos eran fingidos, pero el que se
propasaba se exponía a salir con las mejillas ardiendo. Las virtudes que había allí sabían defenderse a
bofetadas. En general, se movía aquella multitud con cierto orden. Se paseaba en filas de ida y vuelta.
Algunos señoritos se mezclaban con los grupos de obreros. […]
La virtud y el vicio se codeaban sin escrúpulo, iguales por el traje que era bastante descuidado.
Aunque había algunas jóvenes limpias, de aquel montón de hijas del trabajo que hace sudar, salía un
olor picante, que los habituales transeúntes ni siquiera notaban, pero que era moleslo, triste; un olor de
miseria perezosa, abandonada. Aquel perfume de harapo lo respiraban muchas mujeres hermosas, unas
fuertes, esbeltas, otras delicadas, dulces, pero todas mal vestidas, mal lavadas las más, mal peinadas
algunas. El estrépito era infernal; todos hablaban a gritos, todos reían, unos silbaban, otros cantaban.
Niñas de catorce años, con rostro de ángel, oían sin turbarse blasfemias y obscenidades que a veces las
hacían reír como locas. Todos eran jóvenes. El trabajador viejo no tiene esa alegría. Entre los hombres
acaso ninguno había de treinta años. El obrero pronto se hace taciturno, pronto pierde la alegría
expansiva, sin causa. Hay pocos viejos verdes entre los proletarios.
Ana se vio envuelta, sin pensarlo, por aquella multitud. No se podía salir de la acera. Había mucho
lodo y pasaban carros y coches sin cesar; era la hora del correo y aquel el camino de la estación.[…]
Alguna otra vez había pasado la Regenta por allí a tales horas, pero en esta ocasión, con una
especie de doble vista, creía ver, sentir allí, en aquel montón de ropa sucia, en el mismo olor picante de
la chusma, en la algazara de aquellas turbas, una forma de placer del amor; del amor que era por lo
visto una necesidad universal. También había cuchicheos secretos, al oído, entre aquel estrépito;
rostros lánguidos, ceños de enamorados celosos, miradas como rayos de pasión... Entre aquel cinismo
aparente de los diálogos, de los roces bruscos, de los tropezones insolentes, de la brutalidad
jactanciosa, había flores delicadas, verdadero pudor, ilusiones puras, ensueños amorosos que vivían allí
sin conciencia de los miasmas de la miseria.
Ana participó un momento de aquella voluptuosidad andrajosa. Pensó en sí misma, en su vida
consagrada al sacrificio, a una prohibición absoluta del placer, y se tuvo esa lástima profunda del
egoísmo excitado ante las propias desdichas. «Yo soy más pobre que todas estas”.

a) Comenta, destacando las expresiones con que se describe el comportamiento de la gente, el


ritmo dinámico de las frases y, en fin, la impresión que quieren producir el autor.
b) ¿Qué se dice, en particular, sobre la vida afectiva y amorosa de estas gentes?
c) ¿Qué función desempeña este pasaje en el drama interior de Ana Ozores? Véase el último
párrafo, a la luz de lo que sabemos sobre la protagonista.

También podría gustarte