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La idea de una edad áurea es un tópico de la literatura renacentista, que lo toma de los clásicos: Virgilio (70-19 a.C.) en la Geórgicas, I y Égloga IV, como aurea
saecula, y Ovidio (43 a.C.-17 d.C.) en sus Metamorfosis, I como aurea aetas, para referirse y ensalzar las excelencias de la primera de las edades (oro, plata, bronce,
hierro) diferenciadas por Hesíodo (siglos VIII-VII a. C.) en Los trabajos y los días. Esta idea de una “edad dorada” o “siglos dorados” la encontramos en don Quijote
(capítulo XI, “De lo que le sucedió a Don Quijote con unos cabreros”) en su discurso a los cabreros:
Dichosa edad y siglos dichosos aquellos a quien los antiguos pusieron nombre de dorados, y no porque en ellos el oro, que en esta nuestra edad de hierro tanto
se estima, se alcanzase en aquella venturosa sin fatiga alguna, sino porque entonces los que en ella vivían ignoraban estas dos palabras de tuyo y mío. Eran en
aquella santa edad todas las cosas comunes; a nadie le era necesario, para alcanzar su ordinario sustento, tomar otro trabajo que alzar la mano y alcanzarle
de las robustas encinas, que liberalmente les estaban convidando con su dulce y sazonado fruto. Las claras fuentes y corrientes ríos, en magnífica abundancia,
sabrosas y transparentes aguas les ofrecían.
Siglo de Oro implica una época de esplendor literario, político y militar. Los escritores del siglo XVI y de comienzos del XVII fueron conscientes muchas veces de
estar viviendo una época de esplendor en todos los ámbitos, pero sólo ocasionalmente se sirvieron de la expresión “siglo de oro” para referirse a ella.
La aséptica periodización por siglos o reinados y el empleo de otros términos —humanismo, renacimiento, reforma, contrarreforma y, más tarde, después de la I
Guerra Mundial, barroco, desprovisto de connotaciones peyorativas— serán habituales en otros historiadores.
Los escritores y ensayistas de las primeras décadas del siglo XX (Unamuno, Azorín, Maeztu, Ortega y Gasset, Madariaga y Azaña, entre otros) se inclinaron por un
cervantismo filosófico y subjetivo.
Los de la generación del 27, en busca de valores universales superadores del nacionalismo decimonónico, atendieron a los grandes poetas de los siglos XVI y XVII,
en especial a Góngora. A la revalorización del Barroco contribuyeron, además, diversos estudios de Ortega y Gasset, Eugeni d’Ors y José Moreno Villa.
En la primera mitad del siglo XX se impone la expresión Siglo de Oro, a veces sustituida por la de Edad de Oro, Edad Áurea, para designar a la época que va desde el
año en que comienza a reinar el emperador Carlos V (1516) hasta la muerte de Calderón de la Barca (1681). El término manierismo se usará para caracterizar un
periodo, de imprecisa cronología, entre el Renacimiento y el Barroco.
Algunos ensayistas, como Américo Castro y Julio Rodríguez Puértolas, han preferido hablar de edad conflictiva.
“Debo advertir que soy de los que creen que no se puede hablar, literariamente, del Siglo de Oro español, porque no fue un siglo, sino que fueron dos a los que así se
puede titular. De 1500 a 1700. Rechazamos, pues, la afirmación de los principales hispanistas extranjeros –Ticknor, Fitzmaurice-Kelly, Vossler, Pfandl– de ser un
Siglo de Oro español, algo largo, el comprendido entre 1550 y 1680. Existen dos Siglos de Oro: 1500 y 1600, completos y distintos, sin que la distinción esté en el ser
y sí en el aparentar. El primer Siglo de Oro es el del Renacimiento español. El segundo es el de la época nacional o barroca. Como ha señalado con exactitud un
moderno crítico español, el 1500 es, en lo literario como en lo pictórico, un siglo lineal, acabado, cerrado; el 1600 es un siglo pintoresco, inacabado, abierto.” (Saiz
de Robles, Federico Carlos: Historia y antología de la poesía española, Madrid: Aguilar, 1967, vol. I, p. 82)