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Comentario de

“El ciprés de Silos”


de Gerardo Diego
 
  Enhiesto surtidor de sombra y sueño
  que acongojas el cielo con tu lanza.
  Chorro que a las estrellas casi alcanza
  devanado a sí mismo en loco empeño.
 
Mástil de soledad, prodigio isleño;
 5 flecha de fe, saeta de esperanza.
  Hoy llegó a ti, riberas de Arlanza,
  peregrina al azar, mi alma sin dueño.
 
  Cuando te vi señero, dulce, firme,
  qué ansiedades sentí de diluirme
10 y ascender como tú, vuelto en cristales.
 
Como tú, negra torre de arduos filos,
  ejemplo de delirios verticales,
  mudo ciprés en el fervor de Silos.
   
(4 de julio de 1924)
CONTEXTO
Este soneto dejó Gerardo Diego (1896-1987) en el libro de firmas del Monasterio de Santo Domingo de Silos tras
pasar la noche, camino de Madrid, en la hospedería del monasterio. Y ahí quedó hasta que su amigo, Pedro Salinas,
le convenció de publicarlo en la obra Versos humanos con el que ganaría el Premio Nacional de Literatura en 1925
(compartido con Rafael Alberti con Marinero en tierra).
En otras dos ocasiones regresó para dejar sendos sonetos, en 1933 (Primavera en Silos) y 1946 (Ausente), por la
atracción que siempre sintió por ese remanso de paz en medio de esos tiempos turbulentos.
 
TEMA
El poema nos muestra el contraste entre la paz espiritual que transmite el lugar, personificado en el ciprés que
preside el claustro, y la zozobra de su alma errante.
Otras formulaciones del tema podrían ser:
– La firmeza de la fe que el ciprés de Silos simboliza para el poeta.
– Las ansias de elevación espiritual que produce en el poeta la contemplación del ciprés de Silos.
 
RESUMEN
El poeta se admira de la majestuosidad del ciprés de Silos que provoca una conmoción en su ánimo. Ve en ella la
seguridad, la fe y equilibrio que transmite el lugar y del que carece ese día, en el que llega al Monasterio de Silos.
Otro resumen:
El poeta ve, en la altura y la verticalidad del ciprés de Silos, un símbolo del anhelo de eternidad que la fe provoca en
el hombre. Por eso, identifica la figura del ciprés con una serie de imágenes de objetos que se separan con fuerza de
la tierra (surtidor, lanza, flecha, saeta). A continuación, el poeta habla de sí mismo para confesarle al ciprés cómo
llegó hasta él falto de espíritu y cómo, tras contemplarlo, sintió, quiso sentir, esa confianza en la fe que se desprende
de la apariencia del árbol.
 
ESTRUCTURA EXTERNA
Es un soneto de versos endecasílabos, compuesto por dos cuartetos y dos tercetos encadenados, con rima
consonante (ABBA ABBA CCD EDE).
La rima consonante es: A -eño, B -anza, C -irme, D -ales y E -ilos.
La medida de versos endecasílabos se construye mediante la utilización de sinalefas en los versos: 1º (som/bra-y), 2º
(que-a/con/go/jas), 3º (que-a, ca/si-al/can/za), 4º (de/va/na/do-a, mis/mo-en, lo/co-em/pe/ño), 5º (pro/di/gio-
is/le/ño), 6º (de-es/pe/ran/za), etc.
 
ESTRUCTURA INTERNA
Tres partes bien diferenciadas:
- v.1-6. Descripción del ciprés mediante una serie de metáforas muy expresivas (surtidor, lanza, mástil, flecha...).
- v.7-8. Situación interior del poeta en el momento del encuentro con el ciprés (alma sin dueño).
- v.9-14. Efecto que produce en el poeta su contemplación. (sentí de diluirme y ascender como tú).
 
COMENTARIO LINGÜÍSTICO
La forma de elocución que predomina es la descripción subjetiva con un breve rasgo narrativo que nos sitúa dónde
transcurre el pasaje.
Es, pues, una descripción literaria del ciprés de Silos (v.1-6) y de los efectos que produce en el ánimo del poeta (v.9-
14). En los versos 7-8 narra que “hoy llegó a ti […] mi alma sin dueño”, en 3ª persona, como si su alma estuviera
separada de él, situando la escena en el día (hoy), en el lugar (a ti, riberas de Arlanza), el protagonista (mi alma sin
dueño) y la acción (llegó). En el resto del poema se dirige al ciprés, de ahí que utilice la 2ª persona (que acongojas,
como tú, cuando te vi…). Apenas encontramos verbos: en la descripción del ciprés aparecen en presente
(acongojas, alcanza) y en pretérito perfecto simple en la acción que produce en su alma el ciprés (vi, sentí). Llama la
atención que en último terceto no hay verbos, así como únicamente uno en el segundo cuarteto). Abundan, como es
propio en la descripción, los sustantivos concretos
(surtidor, sombra, sueño, cielo, lanza, chorro, estrellas, empeño, mástil, flecha…) y adjetivos especificativos
(enhiesto, isleño, señero, dulce, firme…), muchos de ellos antepuestos al sustantivo, como es frecuente en
descripciones poéticas (loco empeño, negra torre, arduos filos, mudo ciprés). Abundan, asimismo, complementos del
nombre (surtidor de sombra y sueño, mástil de soledad, flecha de fe, saeta de esperanza, riberas de Arlanza, torre de
arduos filos, alma sin dueño), motivo por el que estilísticamente encontraremos paralelismos sintácticos.
 
COMENTARIO ESTILÍSTICO
Comenzamos haciendo notar que la secuencia temporal no es lineal, ya que el orden sería v.7-8; v.1-6; v.9-14. Con
esta variación pretende fijar la atención en el ciprés que envuelve al mismo yo poético.
De hecho, se inicia con un apóstrofe, dirigido al ciprés, que aparece personificado. Muestra su altura y
majestuosidad que transmite una elevación espiritual hacia el cielo. Lo hace mediante una serie de metáforas, que
hace que el ciprés se convierta en el símbolo de esa elevación espiritual.
En el primer cuarteto lo hace con dos metáforas en las que lo compara con un surtidor que su chorro casi alcanza a
las estrellas (hipérbole), que da sombra (por su altura) y sueño (que hace soñar, enaltecer el espíritu, a quien lo ve),
que asusta al cielo con su lanza, y que lo hace casi obsesivamente (devanado a sí mismo en loco empeño).
Los dos primeros versos del segundo cuarteto los ocupa una enumeración de cuatro metáforas haciendo hincapié
en que precisamente esa soledad (mástil de soledad, prodigio isleño) transmiten y "disparan" esos anhelos de
ascenso espiritual (flecha de fe, saeta esperanza).
La segunda parte del cuarteto no sitúa en el espacio/tiempo/situación espiritual del poeta al llegar al Monasterio de
Silos. En ellos notamos un hipérbaton (el sujeto de la oración aparece al final del verso: mi alma sin dueño) con la
intención de crear un ritmo más lento que se acomoda a la sensación de estar perdido de la que habla en esos dos
versos.
Los dos tercetos con los que acaba el soneto muestran el efecto en el propio poeta. Lo inicia con
una enumeración que fijan las cualidades del ciprés para expresar esa influencia poderosa (qué ansiedades…) en su
alma (…sentí de diluirme y ascender como tú…). El último terceto lo comienza con la repetición Como tú, para
remarcar el influjo del ciprés y la idea de verticalidad que encontramos en todo el poema.
Termina el poema con dos rasgos propios de los monasterios para que el alma pueda encontrarse con Dios: el
silencio (mudo ciprés), y el fervor (según la RAE: fervor es el celo ardiente hacia las cosas de piedad y religión).
En el plano fónico podemos señalar la musicalidad del verso a lo largo del poema mediante el uso de la aliteración.
La más clara en el comienzo (Enhiesto  surtidor de  sombra y  sueño) pero también en otros momentos, como la
vocal o en los versos 3 y 4; las vocales abiertas (e, a) del verso 6; o la repetición del fonema r en el último terceto; la
repetición en los v. 13 y 14 de la expresión "como tú".
 
CONTEXTO HISTÓRICO LITERARIO
El poeta santanderino Gerardo Diego es uno de los principales representantes de la Generación del 27. En su ciudad
natal estudió Filosofía y Letras y se doctoró en Madrid para ejercer como catedrático de Lengua y Literatura en
distintos institutos por la geografía española. Aprobadas las oposiciones fue enviado a diversas ciudades Soria, Jaén,
Santander y Madrid). En su poema Brindis hace referencia a su primer destino. Elaboró la Antología que dio a
conocer a los autores de la Generación del 27. Como representante de ella alterna con maestría la poesía tradicional
y vanguardista. Su poesía tradicional incluye romances (Romance del Duero), décimas y sonetos (como el poema que
estamos comentando). Los temas: el paisaje, la religión, la música, los toros, el amor, etc. Con respecto a las
vanguardias, se inicia en el Creacionismo y el Ultraísmo con las obras Imagen (1918) y Manual de espumas (1922).
En el prólogo de Primera Antología de sus versos (1941) escribe: "Yo no soy responsable de que me atraigan
simultáneamente el campo y la ciudad, la tradición y el futuro; de que me encante el arte nuevo y me extasíe el
antiguo; de que me vuelva loco la retórica hecha, y me torne más loco el capricho de volver a hacérmela -nueva-
para mi uso particular e intransferible". En 1947 ingresa en la Real Academia Española y en 1979 recibe, junto con
Jorge Luis Borges, el Premio Cervantes.

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