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Texto 3
En 1965, Jorge Pimentel (Lima, 1944) ingresó a la Universidad Nacional Federico Villarreal de Lima para seguir estudios de letras y literatura y, en
enero de 1970, escribió, con Juan Ramírez Ruiz (Chiclayo, 1946) —ambos se conocieron en la misma universidad—, el manifiesto “Palabras
urgentes”. Junto con poemas de Pimentel y Ramírez Ruiz —y de otros poetas como Mario Luna, Julio Polar, Jorge Nájar y José Carlos Rodríguez—
“Palabras urgentes” apareció en el primer número de la revista Hora Zero (1970), publicación que marcó el nacimiento del movimiento del mismo
nombre. Como en toda vanguardia, con este primer manifiesto Ramírez Ruiz y Pimentel se opusieron a los poderes dominantes de la poesía peruana y
cuestionaron al canon poético nacional —con la excepción de César Vallejo— para propugnar una nueva poesía, una más cercana a la vida diaria, a las
clases marginadas y a la realidad del Perú. Pimentel publicó su primer libro, Kenacort y Valium 10, en diciembre de 1970. A este le siguió, a mediados
de 1971, Un par de vueltas por la realidad, de Ramírez Ruiz. Finalmente, el mismo año, Enrique Verástegui (Lima, 1950) —quien se incorporó a la
edad de 19 años, luego de conocer a Pimentel— publicó En los extramuros del mundo. Estas tres óperas primas son consideradas como los paradigmas
estéticos del vitalismo y el aliento libertario de Hora Zero, colectivo que crecía acompañado
de una gran repercusión de la prensa. Con el liderazgo de Pimentel y Ramírez Ruiz, Hora Zero ganó muchos adeptos y fundó filiales en provincias
(Callao, Chiclayo, Chimbote, Huancayo, Pucallpa, Iquitos), alentando el surgimiento de poetas en todo el país como parte de su proyecto
democratizador —no solo de la poesía sino de las artes en general— y de rompimiento con el elitismo del conservador círculo literario de la capital
(Lima). Algunos de esos talentos llegaron a consolidar una obra que ya cuenta con mucho prestigio, como es el caso de Jorge Nájar (Pucallpa, 1946),
quien integró el movimiento desde sus inicios, o José Cerna (Chachapoyas, 1949). Otros poetas destacados de provincias son César Gamarra
(Huancayo, 1949), Ricardo Paredes Vassallo (Áncash, 1952), Ángel Garrido (Cerro de Pasco, 1952) y Bernardo Rafael Álvarez (Pallasca, 1954). Junto
al crecimiento de los militantes horazerianos y los recitales por diferentes regiones del Perú, aparecieron los enfrentamientos. Los poetas de Hora Zero
se enfrentaron a los apristas y a los partidos políticos de extrema izquierda, quienes —celosos ante la acogida e independencia del movimiento—
saboteaban violentamente sus recitales en las universidades nacionales.
Texto 4
El primer don que el dios Viracocha entregó a Manco Cápac y Mama Ocllo fue enseñarles el cultivo de la papa. Los incas desarrollaron al máximo la
rica herencia agrícola y crearon el mayor tesoro alimenticio del mundo. En Europa, se usaba en la solapa la flor de la papa como símbolo de nobleza y
bienestar. Dos de los alimentos básicos de la humanidad, la papa y el maíz, tienen su origen en los Andes. La papa ha llegado hasta nosotros gracias a
la eficiencia del trabajo comunal de los incas y a su gran conocimiento en el manejo del agua y de la agricultura en los diversos pisos ecológicos. El
entendimiento andino con su ambiente es de respeto y agradecimiento. Las ceremonias y ritos tienen estas características. Por ejemplo, en algunas
comunidades del Cusco, como en Pacariqtambo (“posada que amanece”), distrito de la provincia de Paruro, el proceso de asignar las tierras de papas
comienza con una asamblea en el pueblo, durante la cual cada casa recibe los lotes asignados ayllu por ayllu.
En la concepción aimara, la papa tiene vida y, por tanto, necesita cariño y mucho cuidado. El campesino cría la papa como si fuera una hija,
brindándole comida y calor a través de la preparación del terreno y la aplicación del abono, la viste por medio de la aporcadura, y bebe con ella a través
de las “chuwas” y “challas” (platos de barro). La papa también cría a los hombres, satisface sus necesidades de comida y no solo los cría
materialmente, sino también espiritualmente.
En los pueblos del valle del Mantaro, el Huaylarsh es el baile símbolo de la agricultura. Los pasos de esta danza remedan los movimientos que hace el
campesino cuando siembra, cosecha y realiza otras faenas con la papa. Por ejemplo, el paso de la “estaca tacay” simula clavar la chaquitaclla para abrir
el hoyo, donde la mujer coloca las semillas de papa. El “Mojapampa” es el momento en que las mujeres colocan las semillas en el hoyo, cubriéndolas
con los pies, con pasos alternativos. Asimismo, son numerosos los huainos alusivos a la papa. En el libro La sangre de los cerros de los hermanos
Rodrigo, Luis y Edwin Montoya Rojas, se registran tres de los más representativos: “Papa tarpuy” o siembra de la papa, “Papa pakchay” o aporcadura
de la papa, y “Papa quray” o deshierbe de la papa.