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6.2.3. Subculturas
La hipótesis según la cual existe vinculación entre tensión y delincuencia también forma parte de las teorías de las
subculturas. Según éstas muchos individuos de la clase baja estarían sometidos a una discrepancia entre las aspiraciones
sociales y los recursos personales disponibles para su logro. Este desajuste fines-medios les genera estados emocionales
de tensión y de disconformidad con las pautas colectivas. Sobre esta base de partida, lo más innovador de las teorías
subculturales fue proponer que la conducta delictiva, particularmente de los jóvenes, resulta de su asociación en grupos o
pandillas subculturales que rechazan los medios o los fines sociales establecidos, y fijan como guía de su conducta nuevos
objetivos o métodos Dos de las perspectivas subculturales clásicas más conocidas fueron las planteadas a mediados del
siglo XX por Cohen y por Cloward y Ohlin.
B) Oportunidad diferencial
Con posterioridad, Cloward y Ohlin, en su otra Delinquency and Opportunity: A Theory of Delinquent Gangs, aceptaron
también la hipótesis de Merton de que la tensión conduce a la desviación y a la delincuencia, como resultado de la situación
de anomia. Incorporaron también algunas de las sugerencias de Cohen sobre los factores que propician la aparición de las
subculturas juveniles y, como novedad, añadieron un nuevo elemento teórico: la noción de estructuras de oportunidad
ilegítima. En este concepto propusieron que las bandas juveniles surgirían en contextos en los cuales las oportunidades
legítimas de conseguir los objetivos sociales típicos — dinero, bienestar o estatus— son escasas.
De ahí que en aquellos barrios en los que la delincuencia profesionalizada se encuentra organizada, los miembros de las
bandas juveniles acabarán enrolándose en los estamentos delincuenciales adultos, y perpetuando de este modo sus
carreras delictiva. En cambio, si no existen organizaciones delictivas adultas, la subcultura de la banda adoptará formas
divergentes más blandas, y se manifestará en forma de conductas vandálicas o de peleas entre bandas. Finalmente,
quienes, en tales contextos sociales, no se ubiquen ni en el orden social establecido ni en la subcultura delincuencial de la
banda, acabarán, según Cloward y Ohlin, como sujetos refugiados en actividades marginales tales como el consumo de
drogas.
En síntesis, las teorías subculturales, unidas a los postulados sobre la anomia y la tensión, propusieron que las
discrepancias entre fines y medios, que se dan en la colectividad, especialmente entre las clases menos pudientes,
producen estrés e incomodidad social, y que estas vivencias, a su vez, conducirían a la delincuencia. Estos análisis también
sostuvieron que un joven marginal que realice pequeñas actividades delictivas no necesariamente se convertirá en un
delincuente de carrera, si no existen referentes delincuenciales adultos. La falta de modelos delictivos, de recompensas
sociales por el delito y de medios adecuados para llevarlo a cabo, puede sustraer al joven de la delincuencia, o, en el peor
de los casos, reducirlo a una situación de marginalidad no delictiva. En el cuadro 6.1 se esquematiza el proceso de creación
y funcionamiento de las subculturas delictivas entre los jóvenes, de acuerdo con las teorías subculturales.
Esquema del proceso de generación de las subculturas delictivas, de acuerdo con las formulaciones teóricas de
Cohen y Cloward y Ohlin
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En todo caso, es muy frecuente que los jóvenes cometan delitos en compañía de otros. Melde y Esbensen exploraron, a
partir del análisis empírico de 1.400 jóvenes, los mecanismos mediadores que podían facilitar el efecto criminógeno de la
entrada de un joven como miembro de una banda juvenil. La incorporación a la banda favorecería en el individuo cambios
emocionales, actitudinales y en sus rutinas vitales, los cuales incidirían directamente en el incremento de su actividad
delictiva. Estos cambios podrían incluso tener efectos duraderos y no revertir pese al abandono posterior de la banda
juvenil.
Un análisis específico sobre las bandas delictivas juveniles en diversos países europeos, bajo el patrocinio del European
Program, ha puesto de relieve dos datos relevantes. El primero, que los jóvenes vinculados a bandas delinquen de forma
más violenta que los delincuentes juveniles que actúan de modo aislado. El segundo, que, a pesar de todo, la violencia
delictiva de las bandas juveniles en Europa es significativamente menor que la violencia de banda existente en Estados
Unidos, apareciendo como razones principales para ello la menor disponibilidad de armas de fuego y los menores niveles
de propensión a defensa de un territorio.
Un aspecto vinculado a las subculturas es la observación frecuente de que en barrios de concentración subcultural existiría
una gran impunidad delictiva, de modo que muy pocos delitos llegan realmente a conocerse y ser perseguidos. Kirk y
Matsuda han acuñado la expresión “cinismo normativo” para referirse al descreimiento de algunas personas y grupos
sociales acerca de la legitimidad de la ley. Según estos autores, en muchos barrios de concentración de minorías de clase
baja existiría un alto “cinismo normativo”, que se asociaría a una menor eficacia colectiva en dirección a la prevención del
delito y, a la postre, a una menor cooperación para el control de los delitos cometidos, muchos de los cuales quedarían de
este modo impunes.
En la misma dirección, Slocum, Taylor, Brick y Esbensen han obtenido que la probabilidad autoinformada de denuncia de
hechos delictivos se asocia inversamente al nivel de pobreza del barrio en que se vive, pero no de forma aislada, sino en
interacción con variables individuales como las actitudes y experiencias de los sujetos en relación con la policía, el delito y
sus percepciones de la comunidad.
El grupo de factores que “contienen” o retienen a las personas de la delincuencia comprendería los controles internos y los
externos. Los controles internos incluyen todos aquellos elementos personales que actúan como reguladores de la propia
conducta, entre los que estarían la capacidad para autocontrolarse, el buen autoconcepto, la fuerza del ego o de la propia
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personalidad, la alta tolerancia a la frustración, el sentido de responsabilidad, o la habilidad para encontrar satisfacciones
que rebajen las propias tensiones sin necesidad de delinquir. Entre los controles externos Reckless menciona diversos
amortiguadores del ambiente social, o factores que operarían como limitadores de la conducta individual, tales como contar
con una educación que dote a los individuos de una moral consistente, que las instituciones sociales les refuercen las
normas, las actitudes y los objetivos que han interiorizado, o que posean un nivel razonable de expectativas sociales. Si se
da una conjunción adecuada de ambos tipos de controles, internos y externos, los individuos tendrán una mejor protección
contra la delincuencia.
Dentro de los controles internos, Reckless considera que el factor fundamental que puede prevenir la conducta delictiva es
el buen autoconcepto. En diversas investigaciones realizadas por el propio Reckless, con muestras de jóvenes que vivían
en áreas urbanas de alto riesgo, se encontró que los jóvenes que a la edad de 12 años habían desarrollado un buen
autoconcepto, tenían una menor probabilidad de conducta delictiva.
Dentro de los controles internos, Reckless considera que el factor fundamental que puede prevenir la conducta delictiva es
el buen autoconcepto. En diversas investigaciones realizadas por el propio Reckless, con muestras de jóvenes que vivían
en áreas urbanas de alto riesgo, se encontró que los jóvenes que a la edad de 12 años habían desarrollado un buen
autoconcepto, tenían una menor probabilidad de conducta delictiva
En síntesis, según Reckless, la probabilidad del comportamiento delictivo dependería del equilibrio que se establezca en el
individuo entre las presiones internas y ambientales para el delito y los controles internos y externos contra el delito. La
principal dificultad de la teoría de la contención reside en que, aunque detalla una serie de factores que seguramente
previenen la conducta delictiva (los diversos tipos de controles), no explica por qué unas personas poseen o adquieren
dichos controles y otras no.
1. Negación de la responsabilidad.
2. Negación del delito (ya sea de la ilicitud o del daño causado).
3. Negación de la víctima (descalificación).
4. Condena/rechazo de aquéllos que condenan la acción.
5. Apelación a lealtades debidas.
6. Defensa de la necesidad de la conducta.
7. Defensa de un valor.
8. Negación de la justicia o de la necesidad de la ley.
9. Argumento de “todo el mundo lo hace”.
10. Argumento de “tenía derecho a hacerlo”.
1. Negación de la responsabilidad, cuando, por ejemplo, se afirma la imposibilidad de realizar una conducta mejor (“no
tengo más remedio que aparcar en la acera”, “solo será un momento”, etc.).
2. Negación de la ilicitud de la conducta o del daño causado. (“tampoco es tan grave”, “no daño a nadie con ello”, etc.).
3. Descalificación de la víctima (“no creo que sea para tanto si me llevo esto sin pagar; este centro comercial ya nos
estafa todo lo que puede”, etc.).
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4. Condena de los que condenan la acción delictiva (“los que más roban en este país no son las personas como yo, sino
los políticos, los banqueros, los jueces y todos aquellos que hacen las leyes. Mi actuación no tiene importancia en
comparación con las suyas”).
5. Lealtades superiores, o apelación, para justificar una conducta ilícita o inmoral, a la obediencia debida a otros, o a
valores superiores como Dios, la patria, la revolución, la salvación eterna, etc.
Otras técnicas de neutralización, frecuentemente usadas, son la defensa de la necesidad de la conducta ilícita, la defensa
de un valor supremo, la negación de la justicia o de la conveniencia de la ley, el razonamiento de que “todo el mundo lo
hace”, y el argumento de que “tenía derecho a hacerlo”.
Pueden encontrarse ejemplos claros del empleo de estrategias de neutralización en las entrevistas que se realizaron en una
investigación sobre agresores sexuales de menores. Un delincuente sexual, condenado por haber abusado de su propia
hija de 6 años, razonaba: “Al encontrarme en el baño a la niña, le dije si quería que le hiciera cositas y la niña dijo que sí.
(...) Si ella hubiera dicho que no, yo no le habría hecho nada. Le pregunté si le había gustado y ella dijo que sí. Siempre le
preguntaba previamente si quería jugar a tocarse. Ella siempre decía que sí, si no la habría tocado”. Como puede
constatarse, este individuo estaría neutralizando su propia responsabilidad y atribuyéndosela a la víctima, su hija de 6 años,
a quien asigna, irracionalmente, el deseo del contacto sexual. Otro sujeto, violador de mujeres y de niñas, descalificaba a
sus víctimas con la siguiente afirmación: “Las mujeres, y especialmente las niñas, son putas”.
Según la teoría de los vínculos sociales. la conducta delictiva no es consecuencia de que el individuo cuente con
determinadas creencias u otros factores que le lleven a delinquir, sino el producto de la ausencia de creencias, normas y
vínculos sociales que le impidan delinquir. Es decir, la génesis de la participación delictiva no se hallaría en la adquisición
por un sujeto de valores y normas favorables al delito, sino en la inexistencia —o la ruptura— de vinculaciones sociales
contrarias a la delincuencia: “Las acciones delictivas se producen cuando la vinculación de los individuos a la sociedad es
débil o está rota”. De modo parecido a la perspectiva de Sykes y Matza, se sugiere que los jóvenes se encuentran a la
deriva y el que se vinculen o no a la delincuencia va a depender de si cuentan o no con controles que los retengan de ella).
Sin embargo, la teoría de Hirschi es más explícita y desarrollada, concretando cuáles serían los elementos del control social
que alejarían al individuo del delito y cuáles los contextos en los que tales vínculos sociales se establecerían.
D) Validez empírica
Desde su formulación originaria en 1969 se han llevado a cabo numerosos estudios para evaluar la teoría de del control
social de Hirschi. Vold et al. concluyeron al respecto lo siguiente:
• De los cuatro mecanismos de vinculación social propuestos por Hirschi, muchos resultados apoyan la validez de los
constructos ‘apego’, ‘compromiso’ y ‘creencias’, mientras que no quedaría claramente avalada como mecanismo de
vinculación social la ‘participación’ en actividades comunitarias.
• En muchas investigaciones se hallaron correlaciones entre conducta delictiva y algunas de las variables explicativas
propuestas por la teoría de Hirschi. Sin embargo, tales variables habían sido operacionalizadas y medidas de maneras muy
distintas, lo que dificulta la obtención de conclusiones inequívocas sobre la veracidad científica de los constructos nucleares
de la teoría de Hirschi.
La teoría de los vínculos sociales es competitiva. en muchos de sus términos, con la teoría del aprendizaje social del
comportamiento delictivo, que se verá más adelante. La teoría de los vínculos sociales atribuye la génesis de la implicación
delictiva de los jóvenes al hecho de su desvinculación social (de su familia, de sus amigos, etc.), mientras que la teoría del
aprendizaje social establece que el comportamiento delictivo se aprende por vinculación social con familiares o amigos
delincuentes. Se han desarrollado múltiples estudios que han evaluado y comparado la capacidad explicativa de los
constructos principales de una y otra teoría. Sorprendentemente, algunos de estos análisis han hallado apoyo empírico para
ambas teorías, concluyendo que la implicación de los jóvenes en actividades delictivas es favorecida tanto por la ruptura de
los vínculos sociales como por el aprendizaje que se produce en grupos próximos al individuo. Sería posible que ambas
teorías, a pesar de su diferente construcción nominal, contuvieran en realidad dos maneras distintas de explicar procesos
semejantes de desarrollo de las carreras delictivas juveniles.