Está en la página 1de 10

CAPITULO 5: TEORÍAS Y PARADIGMAS CRIMINOLÓGICOS

5.1. INTRODUCCIÓN: ¿QUÉ ES UNA TEORÍA?


Los estudiosos sobre criminalidad deben comenzar por efectuar observaciones empíricas de la delincuencia, aunque
no pueden conformarse con meramente describir la realidad delictiva mediante datos, sino que los datos y cifras de la
delincuencia deben ser interpretados y explicados. Para ayudar a formular explicaciones razonables y válidas de las
realidades delictivas se cuenta con las teorías criminológicas.
Una teoría es una explicación de algo. Una teoría, o un modelo teórico, es un conjunto, de hipótesis o proposiciones
dirigidas a explicar un fenómeno natural mediante su relación con otro u otros fenómenos naturales.
Estas definen y estructuran el cuerpo conceptual que vincula entre sí las observaciones sobre cierto evento o proceso
social, como pueda ser la delincuencia. Explican el problema analizado, sus causas, sus relaciones con otros
fenómenos próximos, y sus evoluciones o ciclos periódicos.
Idealmente, una teoría criminológica tendría que contener los siguientes elementos característicos:
Debería definir un sistema de relaciones, en el que uno o más factores explicativos se asocien a la aparición o el
incremento de la conducta delictiva (o de otros elementos del estudio criminológico, como las víctimas, los delincuentes
o los sistemas de control).
Tanto los factores explicativos, propuestos por la teoría, como la propia conducta delictiva, que es explicada, deberían
hallarse definidos de forma operacional, esto es, de manera que puedan ser observados y medidos.
La relación que la teoría establezca entre factores teóricos explicativos (por ejemplo, la anomia, el control social, el
aprendizaje, el etiquetado, etc.) y explicados (la conducta delictiva o el funcionamiento de los sistemas de control)
debería ser, finalmente, avalada o refutada empíricamente, a partir de la observación estructurada y sistemática de la
realidad delictiva.
Las teorías criminológicas pueden y deben tener implicaciones para la política criminal, proponiendo maneras
innovadoras de prevenir y controlar los delitos.
Por último, las propuestas aplicadas de una teoría también deberían ser sometidas a comprobación empírica en la
propia realidad criminal.
Según Curran y Renzetti, los científicos utilizan diversos criterios para evaluar la idoneidad de las teorías, entre los que
se incluye, en primer lugar, el criterio de parsimonia o simplicidad. En general, si dos teorías explican el mismo
fenómeno, se considera preferible aquélla que utiliza un menor número de elementos y proposiciones.
Un segundo criterio atendido, para ponderar la calidad de una teoría, es del generalizabilidad, o amplitud con que una
teoría explica el fenómeno al que se refiere. Suelen preferirse aquellas teorías que explican un fenómeno de la manera
más amplia posible. También es importante el criterio de precisión de la teoría, relativo a su capacidad para efectuar
predicciones concretas acerca del fenómeno explicado. Como es lógico, suele optarse por las teorías que mejor
predicen o anticipan la ocurrencia de los hechos analizados.
Es importante señalar que las predicciones de las teorías científicas no pueden tener nunca un carácter absoluto, sino
relativo o probabilístico (del tipo, por ejemplo, de si aumenta el fracaso escolar es muy probable que aumente también
la delincuencia juvenil). Asimismo, la precisión o capacidad predictiva de una teoría, hace referencia a si de ella
pueden derivarse determinadas estrategias y aplicaciones prácticas para “resolver” (al menos en parte) el problema
social analizado.
Más allá de los criterios anteriores, las dos condiciones básicas que deben cumplir las teorías científicas son su
consistencia lógica (es decir, sus postulados deben hallarse vinculados entre sí coherentemente) y su verificabilidad
empírica. De esta forma, si los datos recogidos fueran inconsistentes con las propuestas teóricas, la teoría sería
falsada o falsificada.

5.2. TEORÍAS CRIMINOLÓGICAS


En el marco de las teorías sociales, un concepto importante es el de ley científica, que tiene un rango menor que el de
teoría. En Criminología, una ley científica sería aquella formulación mediante la que se establece una relación simple
entre determinado factor antecedente (individual, social o situacional) y un componente particular de la conducta
delictiva. A partir de la teoría de los vínculos sociales de Hirschi puede deducirse, a modo de ley científica, que la falta
de apego a los padres constituye una de las principales variables explicativas de la conducta delictiva de los jóvenes.
Un conjunto de leyes o principios científicos vinculados entre sí, formarían, según ya hemos visto, una teoría de la
delincuencia.
Siglos atrás, con anterioridad al inicio de la Criminología científica, con frecuencia se recurría a elementos espirituales
y demoníacos para explicar la conducta delictiva y otras formas de desviación. Según estos planteamientos, los

1
criminales e infractores serían seres poseídos, influidos por las fuerzas del mal, o abocados irremediablemente a la
delincuencia por los designios del destino.

5.2.1. Pugna científica entre teorías


En Criminología existe, como también sucede en otras disciplinas, una gran diversidad de explicaciones y teorías.
Debido a esta abundancia y dispersión teórica, el estudio de las teorías criminológicas resulta a menudo un tanto
confuso y decepcionante. Desde la escuela clásica, iniciada por Beccaria, hasta nuestros días, pasando por el
positivismo lombrosiano, la escuela de Chicago, el funcionalismo, las subculturas, el aprendizaje, el labeling o
etiquetado, el marxismo o el feminismo, hallamos una sucesión de propuestas conceptuales, muchas de ellas no
ajenas a ciertos tópicos y lugares comunes, que se van repitiendo de unas a otras, aunque también destaquen en las
diversas teorías distintos elementos particulares.
En muchas ocasiones las teorías criminológicas son contradictorias entre ellas, por distintas razones. La primera razón
es inherente al propio método y discurrir científico, al que resulta particularmente conveniente que diferentes teorías
compitan entre sí para explicar, de modos distintos, un mismo problema u objeto de análisis. A partir de ello, las
hipótesis y explicaciones alternativas se someten a comprobación y se depuran. Desde esta perspectiva, la variedad y
diversidad teórica constituyen un mérito y una riqueza de la correspondiente disciplina.
En la competencia entre teorías, una “teoría puede ganar mucha credibilidad cuando todas las teorías alternativas
razonables muestran ser inconsistentes con el conjunto de los hechos observados”.

5.2.2. Dificultades de la comparación teórica


En buena medida los paradigmas de la Criminología han buscado enfatizar más los aspectos propios de la naturaleza
humana o bien la cultura que ha creado en su desarrollo. Las teorías más modernas integran los hallazgos culturales
con los propios de la genética, la biología y la neurociencia.
Sin embargo, con frecuencia las teorías criminológicas no solo varían en los modos de explicar la realidad delictiva
(como problema de interés principal), sino que también difieren entre ellas en los propios objetos de análisis que se
pretenden describir y comprender. A menudo se proponen explicaciones, no sobre el mismo fenómeno, sino sobre
problemas criminológicos distintos. Estas explicaciones o teorías no serían, en un sentido estricto, comparables y
competitivas entre sí, ya que no explican la misma realidad factual.
Sutherland atribuyó a la Criminología tres objetos de estudio principales:
1) el análisis de la creación de las leyes,
2) el de la infracción de las leyes por los individuos (o sea, la conducta delictiva), y
3) el de la aplicación de las leyes (es decir, el estudio del funcionamiento de los sistemas de control y justicia).
Así pues, existen variadas razones que contribuyen a la diversidad explicativa y teórica existente en Criminología, y
que a menudo producen la contradicción y la incomprensión recíproca de unas y otras perspectivas. Una de estas
razones es el diferente objeto de análisis que pueden tener las teorías criminológicas. La segunda razón reside en el
enfoque metodológico distinto que podrían tener diferentes escuelas criminológica. En tercer lugar, la diferente
aproximación metodológica que suele acompañar a cada teoría, guarda estrecha relación, a su vez, con la disciplina de
procedencia de cada investigador o proponente de una teoría.
Otro factor de discrepancia teórica, referencia a las diversas ideologías que pueden tener distintos investigadores,
susceptibles de traducirse en visiones dispares y opuestas en torno a los modos más convenientes de prevenir y luchar
contra el delito. Por último, el creciente nivel de especialización, que cada vez es más necesario en la Criminología
actual, obliga a los investigadores a dirigir su atención, casi en exclusiva, a aspectos particulares, a veces poco
vinculados entre sí, de las complejas realidades criminales. De esta forma, con perspectivas e intereses tan distintos
como pueden darse, la pugna teórica en Criminología se convierte, con frecuencia, más en una cuestión de
discrepancias acerca de los problemas sociales y políticos, que en un auténtico debate científico en torno a cuáles son
los principales factores explicativos del delito.
Una dificultad añadida para la integración y el consenso teórico en Criminología reside en el muy heterogéneo nivel de
formalización que tienen unas y otras teorías. En primer lugar, existen algunas explicaciones criminológicas que
presentan un mínimo grado de explicitud y desarrollo. Es decir, aquellos planteamientos que, aunque suelan
considerarse teorías criminológicas, en realidad nunca fueron formulados como auténticas teorías de la criminalidad.
Denominaremos a este grupo como teorías implícitas. Sería el caso de la interpretación de la delincuencia que se
atribuye a la escuela clásica, cuyo mentor principal fue Cesare Beccaria, pero quien verdaderamente no constituyó una
teoría explícita sobre la conducta delictiva. También es paradójica la situación respecto de las denominadas teorías
marxistas, ya que el propio Marx no se ocupó específicamente en sus obras del problema de la delincuencia. Debido a
ello, las formulaciones marxistas que se han propuesto en Criminología no dejan de ser meras derivaciones o
proyecciones, aunque sean en algunos casos explícitas y ampliamente desarrolladas, de los presupuestos generales
del marxismo acerca de la influencia prioritaria de lo económico sobre todas las manifestaciones del comportamiento
social. Desde este punto de vista, la formulación marxistas originaria acerca del delito sería más implícita que concreta.

2
Hay un segundo grupo de teorías, que llamaremos de mínimo desarrollo, que consisten en interpretaciones
incidentales del fenómeno delictivo, con motivo de alguna investigación específica, pero sin que exista una auténtica
elaboración explicativa de la criminalidad o de alguna parte de ella. En este apartado podría ubicarse, por ejemplo, la
teoría del control de Reiss, quien consideró que la principal causa de la delincuencia juvenil se hallaría en el fracaso de
los procesos de control “personal” (o internalizado) y “social” (o externo) (Akers, 1997). Sin embargo, Reiss no elaboró,
a nuestro juicio, esta interpretación de manera suficientemente amplia e integrada.
Por último, existen también en Criminología teorías explícitas. Algunos autores han desarrollado, de manera formal y
elaborada, explicaciones detalladas sobre el origen y el funcionamiento de la conducta delictiva o el control social, o
bien sobre algún otro aspecto relacionado con ellos. En este tercer grupo resultan paradigmáticas, por ejemplo, la
teoría de los vínculos sociales de Hirschi, la teoría del aprendizaje social de Burgess y Akers, la teoría general de la
tensión de Agnew, la teoría de las actividades cotidianas, de Cohen y Felson, y otras a las que se hará referencia en
los capítulos siguientes.
Volviendo a las teorías criminológicas, el que las formulaciones más modernas hayan nacido a partir de
investigaciones sobre la realidad social y delictiva de Norteamérica puede crear, con frecuencia, serios problemas de
validación y extrapolación de algunas teorías (especialmente de aquéllas que se basan en factores culturales
específicos) a realidades sociales diferentes. En ocasiones debemos razonar y trabajar a partir de conceptos que no se
adecúan convenientemente a lo que sucede en los países europeos, latinoamericanos, etc.

5.2.3. Cuestiones prioritarias que requieren explicación


Braithwaite especificó trece hechos o constataciones sobre la delincuencia, que las teorías criminológicas deberían
comprender y explicar:
- Los varones cometen un muy superior número de delitos que las mujeres.
- Los jóvenes entre 15 y 25 años realizan muchos más delitos que los individuos del resto de edades.
- Las personas solteras (o sin vínculos de pareja) cometen muchos más delitos (en comparación con quienes cuentan
con nexos afectivos).
- En las grandes ciudades se producen muchos más delitos (que en las ciudades pequeñas o el mundo rural).
- Las personas que han experimentado movilidad social (emigración), o que viven en áreas de gran movilidad social
(barrios con poblaciones cambiantes) suelen tener una mayor implicación delictiva.
- Los jóvenes con buen apego escolar tienen menor probabilidad de participar en la delincuencia.
- Los jóvenes con altas aspiraciones académicas o laborales tienen asimismo menos probabilidad de cometer delitos.
- Los jóvenes con bajo rendimiento escolar tienen mayor riesgo de delinquir.
- Los jóvenes con fuerte apego a sus padres tienen menor riesgo de implicarse en actividades infractoras.
- Los jóvenes que tienen amistad con delincuentes presentan también mayor probabilidad de cometer delitos.
- Las personas que creen con firmeza en la necesidad de obedecer las leyes tienen menos probabilidad de
quebrantarlas.
Tanto para varones como para mujeres, el hecho de estar ubicados en el extremo inferior de la estructura social (ya se
mida como estatus económico personal, estatus económico del barrio de residencia, desempleo, o pertenencia a
minorías raciales marginadas), incrementa las tasas de delincuencia de todo tipo, excepto para aquellas tipologías de
delitos para los que no existen muchas oportunidades en dichos contextos (como la delincuencia de cuello blanco).
Las tasas de delincuencia aumentaron en las décadas que siguieron a la Segunda Guerra Mundial en la mayoría de
países desarrollados y en vías de desarrollo.
Aunque Braithwaite efectuó estas constataciones en 1989, y desde entonces hasta ahora las realidades criminales han
evolucionado y variado en muchos sentidos, gran parte de las cuestiones señaladas siguen constituyendo todavía
hechos nucleares para la investigación y la explicación criminológica, que las teorías científicas en este campo
deberían poder explicar.
Más recientemente, Farrington y Loeber, Farrington y Redondo han propuesto otro conjunto de cuestioes:
1) ¿Cuáles son los constructos claves que una teoría aduce para comprender la delincuencia?
2) ¿según la teoría, qué factores promueven la actividad criminal?
3) ¿qué elementos inhiben la actividad criminal?
4) ¿se produce aprendizaje del delito?
5) ¿prevé la teoría un proceso de toma de decisión delictiva?
6) ¿cuál es la estructura de la teoría?
7) ¿cuáles son las definiciones operativas de sus principales constructos teóricos?
8) ¿qué es lo que puede explicar la teoría?
3
9) ¿qué es lo que no puede explicar?
10) ¿qué datos pueden cuestionar o refutar la teoría?
11) ¿es posible someterla a comprobación empírica?
12) pruebas cruciales: ¿En qué grado la teoría efectúa predicciones distintas y mejores que otras interpretaciones
precedentes?
5.3. PARADIGMAS CRIMINOLÓGICOS
Los paradigmas criminológicos son modos de analizar e interpretar la realidad delictiva. Cada paradigma criminológico
comporta un conjunto de asunciones y creencias sobre la delincuencia y, más ampliamente, sobre el funcionamiento
de la sociedad en general. Además, la adscripción de cada autor o teoría a uno u otro paradigma criminológico
encuadra su acercamiento al fenómeno delictivo, delimitando conceptos generales, lenguaje empleado para su
descripción, objetivos de estudio y métodos de observación y análisis.
Los paradigmas son necesarios para el trabajo científico, porque sirven de guía y de marco de referencia. Sin
embargo, a la vez, también pueden constreñir el campo de visión y acción de los investigadores. Existe amplio acuerdo
sobre la existencia en Criminología de tres grandes paradigmas, o modos de pensar sobre la delincuencia,
particularmente en relación a cuál debe ser el objeto principal del análisis criminológico y a cuál es la perspectiva más
apropiada para su estudio. Históricamente, el primer paradigma fue el que aquí se ha denominado del “libre albedrío” y
castigo, que, aunque cuenta con una interpretación intuitiva y racional sobre la etiología de los delitos (la tendencia
humana al placer y la propia utilidad), fundamentalmente se orienta a intentar mejorar la disuasión y el control del delito
mediante la punición penal. En segundo término, el paradigma científico dirige su atención prioritariamente al análisis y
a la explicación teórica de de la conducta delictiva. Un tercer paradigma es el del conflicto social, que prioriza el
análisis del comportamiento y procesos de las propias leyes y de la justicia, más que el análisis de a conducta delictiva
en sí, y de cómo las leyes y sus aplicaciones sesgadas pueden amplificar los fenómenos criminales.

5.3.1. Libre albedrío y castigo


Un principio básico de partida es la atribución a los seres humanos de capacidad y libertad plenas para decidir acerca
de su comportamiento, y, específicamente, para cometer delitos o no hacerlo (a lo cual se denomina el libre albedrío).
Por otro lado, se considera que las personas son particularmente egoístas, por lo que su conducta tenderá a la propia
utilidad y beneficio (principio de placer), para cuya obtención pueden utilizarse también comportamientos ilícitos y
delictivos. Desde este planteamiento, el objetivo básico del análisis criminológico sería la indagación de los modos que
puedan resultar más efectivos para inhibir esta tendencia utilitarista y disuadir a los ciudadanos de cometer delitos. La
dimensión aplicada fundamental del paradigma del libro albedrío y castigo ha sido el establecimiento de sanciones
(privación de libertad, multas, etc.) para prevenir los delitos, bajo el presupuesto de la amenaza penal, y el castigo
efectivo de aquéllos que acaban infringiendo la ley. Este paradigma teórico domina amplia y generosamente el terreno
de la práxis de las políticas criminales de todos los países, que en buena medida se basan en el derecho penal y
sancionador.

5.3.2. Paradigma científico


El presupuesto de partida del paradigma científico en Criminología es el mismo de las ciencias naturales y sociales: el
determinismo científico. Según ello, existirán factores individuales y sociales vinculados a la aparición y mantenimiento
de la conducta delictiva. El objetivo básico de la Criminología será la investigación sistemática de aquellos elementos y
factores que están en la base de la delincuencia, que deberán constituir el fundamento de la prevención delictiva. Esta
perspectiva fue el origen de la Criminología científica, desde mediados del siglo XIX, y en el presente es la base
metodológica de la inmensa mayoría de las investigaciones criminológicas. Es decir, sus principales propuestas
aplicadas se dirigen a profundizar, mediante la investigación empírica, en el conocimiento de las causas y factores
determinantes de la delincuencia para, de este modo, poderlos prevenir y controlar más eficazmente. “La causalidad es
un tipo de relación entre variables observables, y todas las teorías científicas en criminología efectúan
argumentaciones causales de un tipo u otro.
No obstante, es necesario realizar algunas precisiones sobre los conceptos científicos de “causalidad” y
“determinismo”. Tal y como señaló Akers, en la ciencia actual, y también en la Criminología científica, los términos
“causalidad” y “determinismo” no deben ser interpretados en un sentido formal y categórico, sino relativo y
probabilístico. Cuando en la lógica formal tradicional se habla de causas y efectos, suele entenderse que para que A
sea causa de B, A debe constituir una condición necesaria y suficiente de B. Esto es, cuando dado A, B se produce en
todos los casos. Sin embargo, las ciencias naturales y sociales (entre ellas, la Criminología) no operan desde esta
perspectiva de la lógica formal. En la ciencia, la causalidad posee un sentido relativo o probabilístico (Vold et al., 2002),
que, en el mejor de los casos, permite efectuar predicciones del tipo: A favorece la presencia de B. “El concepto
probabilístico de causalidad sugiere que la conducta humana ni se halla completamente determinada por fuerzas
externas ni es el resultado exclusivo del incondicionado ejercicio de elecciones absolutamente libres”.

5.3.3. Conflicto social

4
A partir de los años sesenta (del siglo XX), surgió en Criminología un nuevo paradigma criminológico que se ha
denominado del “conflicto social”. En él pueden encuadrarse las teorías del labeling, la criminología crítica, las teorías
marxistas y los planteamientos feministas. Su objeto de preocupación fundamental fue analizar, más que las causas
del delito, los mecanismos sociales y simbólicos mediante los cuales ciertas conductas (generalmente más probables
en las clases bajas) son definidas como delictivas, y ciertos individuos (mayoritariamente de sectores sociales más
desvalidos) como delincuentes. Sus propuestas aplicadas sugerían la necesidad de erradicar, mediante las oportunas
reformas sociales, económicas y legales, los mecanismos sociales y legales creadores de delincuencia y de
marginación, y redefinir y disminuir de este modo los fenómenos criminales. Las perspectivas teóricas del conflicto
tuvieron gran predicamento en Criminología a partir de los años sesenta, según ya se ha dicho, y lo continúan teniendo
en la actualidad. Sin embargo, hasta el presente, dadas las dificultades que se derivan de la propia magnitud de sus
propuestas de cambio social, han tenido una influencia mucho más limitada en el terreno de la práctica político-
criminal.
Los tres paradigmas criminológicos que se acaban de presentar constituyen los grandes fundamentos conceptuales de
la criminología histórica y también moderna. En el pasado, los partidarios de unos u otros entablaron firmes y agrias
polémicas teóricas e ideológicas al respecto. Sin embargo, y afortunadamente en opinión de los autores de esta obra,
en la actualidad tales confrontaciones paradigmáticas han decaído en buena medida, y los planteamientos
conceptuales vigentes se han tornado en general menos puristas y más integradores. Pocos investigadores y
pensadores de la criminología contemporánea negarán el papel ineludible que, como se señala en el paradigma del
libro albedrío y castigo, unas buenas leyes y un eficaz funcionamiento de la justicia deberán jugar para el control de la
delincuencia. Pero, a la vez, pocos dejarán de reconocer los excesos punitivistas que son habituales en muchos
países, tal y como evidencian las teorías del conflicto, en cuanto a un control social y sancionador exacerbado de los
individuos y los grupos sociales más desvalidos, mientras que quedan mucho más impunes las infracciones y delitos
de los poderosos. Y, en paralelo, pocos pensadores y expertos en Criminología serán ajenos a la necesidad
insoslayable de emplear la metodología científica como herramienta básica del estudio de los problemas delictivos y
del control social del delito.
A este respecto, Felson realzó la importancia que tiene para el desarrollo y progreso de cualquier disciplina el hecho de
que el paradigma científico sea aceptado y compartido como fundamento metodológico común, tal y como sucede en
las ciencias naturales. En ellas, los científicos han aprendido a no cuestionar los métodos y presupuestos de partida
(que incluyen los elementos esenciales de la ciencia: la observación, la medida, el experimento, etc.), sino que todas
sus energías y sus debates se dirigen, no a discutir el método, sino a analizar la veracidad de los resultados obtenidos
por unos y por otros.
En Criminología se ha avanzado mucho, a lo largo de las últimas décadas, en esta dirección, y puede afirmarse que en
la actualidad la inmensa mayoría de expertos y estudiosos de la Criminología, aunque se sitúen en perspectivas
teóricas diferentes, consideran imprescindible el uso de una metodología científica común. Como han afirmado Vold et
al. (2002), “desde una perspectiva de referencia [concreta], los criminólogos pueden hacer algo más que simplemente
discrepar unos de otros. Todas las teorías [que explican la delincuencia y los mecanismos de control con referencia a
factores naturales] son científicas, y efectúan afirmaciones sobre relaciones entre fenómenos observables. En
consecuencia, los criminólogos pueden observar sistemáticamente el mundo y ver si las relaciones formuladas por
ellos realmente existen —para lo que pueden realizar investigaciones—. Los resultados de la investigación indicarán
que algunas teorías son consistentes con las observaciones en el mundo real, mientras que otras son contradictorias
con ellas. En eso consiste el proceso científico” (p. 12).

5.4. GRUPOS TEÓRICOS PRINCIPALES


A la hora de presentar las teorías criminológicas, los manuales las agrupan de diferentes maneras. El modo más
frecuente ha sido estructurarlas en teorías biológicas, psicológicas y sociológicas. El supuesto de partida de esa
clasificación consideraría que cada teoría tiene una vinculación principal con factores de alguno de los sectores
mencionados. Es decir, que existen teorías que explican la delincuencia a partir de elementos biológicos, otras desde
factores psicológicos, y las últimas partiendo de variables sociales. En verdad, tal clasificación puede resultar poco
justificable en la actualidad, ya que las formulaciones criminológicas más modernas interrelacionan en general
diferentes elementos de carácter tanto biopsicológico como social.
En realidad, actualmente la mayoría de las teorías de la delincuencia podrían ubicarse de facto en un nuevo paradigma
que podemos denominar de la interacción. En la Criminología del presente predomina, según se comentó, la síntesis
teórica, tomando en consideración los conocimientos adquiridos a lo largo del desarrollo de la Criminología científica:
tanto las teorías más clásicas como las más modernas toman en consideración, por un lado, factores explicativos
inherentes a los propios individuos y, por otro, elementos del entorno social que reacciona frente al comportamiento
delictivo. Hoy día existe un mayoritario acuerdo en que la conducta delictiva no puede ser adecuadamente
comprendida si no se atiende a elementos diferentes, tanto de los sujetos como de su contexto social. Los
planteamientos teóricos más modernos, aunque pongan énfasis en algún factor explicativo particular, reconocen que,
si bien puede haber individuos más agresivos y vulnerables para inmiscuirse en actividades delictivas, existen a la vez
5
múltiples problemas sociales que pueden acrecentar el delito, y además, que las sociedades pueden tratar de forma
sesgada y discriminatoria a ciertos individuos y grupos, favoreciendo su marginación y posibles conductas infractoras.
Así pues, dada la combinación de factores y paradigmas que pueden confluir en las teorías criminológicas, en esta
obra hemos categorizado las principales explicaciones en una serie de grupos o bloques teóricos, que se presentarán
sucesivamente en los capítulos 6 a 11. Las teorías compendiadas en cada grupo teórico se vinculan entre sí a partir de
dos posibles elementos de conexión: o bien proceden de una línea conceptual común, de la que constituyen
reelaboraciones o desarrollos, o bien comparten, en mayor o menor grado, presupuestos y propuestas semejantes.
Estas agrupaciones responden al esquema teórico que se recoge en el cuadro 5.1, que explicaremos ahora
brevemente y que define la estructura de los capítulos de esta segunda parte.
Aunqe el grupo teórico que aglutina las teorías de la elección racional y de la oportunidad aparece el primero en la
figura que sigue, debido a la prioridad cronológica de la Escuela Clásica (elección racional), el capítulo que lo describe
no se presentará al principio de esta parte teórica sino posteriormente, en correspondencia con la aparición más
moderna e influyente de las teoría de la oportunidad.

5.4.1. Tensión y control social


El grupo teórico denominado tensión y control social realza el papel que las influencias sociales negativas (mediante la
presión ejercida sobre los individuos, o bien a partir de la ruptura de sus vinculaciones sociales) pueden tener en el
origen de la conducta delictiva (capítulo 6). El elemento principal, que conecta estas propuestas entre sí, es que la
delincuencia es el resultado de problemas en la estructura y el funcionamiento social, y especialmente de los
desequilibrios existentes entre las metas sociales y los medios legítimos disponibles para su obtención. Esto es, entre
los objetivos sociales que se proponen a los ciudadanos (poseer más dinero y más estatus social; ser más, en
definitiva) y las posibilidades y recursos limitados de que disponen los individuos más frágiles de la sociedad (los que
cuentan con menores potenciales educativos o económicos, o con menores capacidades y habilidades) para el logro
de tales objetivos. Se considera que esa discrepancia, entre aspiraciones y posibilidades reales, generaría grave
tensión en los individuos, que puede acabar propiciando la aparición de subculturas ajenas a los valores oficiales
dominantes, y de reacciones de malestar social y de ira. Como resultado de estas respuestas personales, y también de
la ausencia de los necesarios controles sociales para su contención, algunos individuos podrían responder de manera
violenta y delictiva.

5.4.2. Criminología biosocial


Se ha definido un segundo sector de investigación y explicaciones criminológicas bajo la denominación, cada vez más
frecuente, de Criminología biosocial (capítulo 7). Esta línea sería la heredera más directa de la criminología positivista,
iniciada por Lombroso a finales del siglo XIX. Uno de sus objetivos prioritarios de análisis fue durante décadas intentar
dilucidar la influencia relativa, sobre la delincuencia, de la herencia y el ambiente. Para ello se realizaron múltiples
estudios con hermanos gemelos y con niños adoptados, tomando en cuenta las similitudes y diferencias genéticas y
los parecidos y diferencias ambientales. Desde hace décadas y hasta la actualidad, esta perspectiva concibe la
agresión, que acaba estando en la base de muchos comportamientos infractores, como una tendencia adaptativa de

6
los seres humanos (y de otras muchas especies animales) a su entorno físico y social. Estas tendencias agresivas
serían el resultado, de igual manera que el resto de características morfológicas o de comportamiento, de la selección
natural operada a lo largo de la evolución de las especies. Según ello, la agresión cumpliría generalmente un papel
adaptativo, mejorando las posibilidades de supervivencia frente a las dificultades ambientales.
Sin embargo, en algunas ocasiones, los individuos podrían excederse en sus manifestaciones agresivas, ya sea por
razones biológicas o ambientales, y podrían acabar dañando gravemente a otros y cometiendo delitos. Desde estas
perspectivas, los objetivos científicos principales serían explorar y describir las raíces evolutivas y biológicas de la
agresión, y las condiciones individuales y sociales en que las respuestas de defensa y agresión pueden tornarse
dañinas para otros seres humanos, dando lugar a distintas formas de conducta delictiva.

5.4.3. Diferencias individuales y aprendizaje


Vinculado al anterior, el sector teórico que hemos denominado diferencias individuales y aprendizaje (capítulo 8) tiene
una naturaleza más psicológica, y hace referencia a aquellas características personales y experienciales de los sujetos
que pueden conferir a los individuos mayor o menor vulnerabilidad y riesgo para el inicio en el delito. El ámbito de las
diferencias individuales pone énfasis en factores como la edad, el sexo, la inteligencia y la personalidad. Se sabe bien
que todos estos elementos pueden jugar un papel decisivo en el riesgo de conducta delictiva. La variable edad aparece
claramente relacionada con el desarrollo y la evolución de las carreras criminales de muchos delincuentes. Por otro
lado, es bien conocido que los varones delinquen más que las mujeres, y a este respecto la investigación
psicobiológica actual ha puesto de relieve la existencia de diferencias neurológicas y hormonales, asociadas al sexo,
que se relacionan con las propensiones agresivas e infractoras. Otro factor relevante, en términos de diferencias
individuales, es que muchos delincuentes muestran diversos déficits en su inteligencia, particularmente en su
inteligencia social o interpersonal. Por último, algunas teorías psicológicas han planteado también la existencia de
ciertos rasgos de personalidad que, como la impulsividad, se vinculan de una manera significativa al comportamiento
delictivo. Aunque muchos de los anteriores factores individuales y psicológicos tienen un fundamento claramente
biológico, ello no significa que estas características personales no sean también influenciadas y moduladas, en su
relación con la conducta delictiva, por elementos ambientales y sociales.
Este influjo acontecería especialmente a partir de los procesos de aprendizaje del comportamiento antisocial, mediante
la imitación de modelos y otros mecanismos psicológicos como el condicionamiento clásico y el aprendizaje operante,
o sobre la base de las recompensas que siguen al comportamiento. La fundamentación teórica principal de este bloque
la constituye la teoría del aprendizaje, en su primera versión como teoría de la asociación diferencial, según la
propuesta pionera de Sutherland, y en su vigente planteamiento como teoría del aprendizaje social, a partir de Burgess
y Akers. La tesis principal es que la conducta delictiva, al igual que muchos otros comportamientos, se aprende en
interacción comunicativa con otras personas.

5.4.4. Etiquetado y conflicto social


Como ya se ha mencionado, a final de los años sesenta se produjo un cambio de paradigma en Criminología.
Aparecieron las teorías del etiquetado y el conflicto social (capítulo 9). Este nuevo paradigma del conflicto sostenía que
las leyes no eran, sin más, el resultado del consenso social entre el conjunto de los ciudadanos, algo que estaba
implícito en la escuela clásica y en las perspectivas positivistas y sociológicas anteriores. Además, se consideraba que
los factores individuales o sociales, aducidos en los precedentes grupos teóricos, no eran los más relevantes a la hora
de comprender la delincuencia. Se vino a interpretar que el proceso fundamental para entender adecuadamente los
procesos criminogénicos era el relativo a la definición, creación y aplicación de las propias normas sociales y legales,
que suelen catalogar como comportamientos infractores muchas conductas que son características de los individuos y
grupos más desvalidos de la sociedad. De esta manera, las leyes y la reacción social frente al comportamiento de
algunos sujetos y sectores sociales vulnerables, serían quienes, en realidad, definirían y crearían la delincuencia. Así
pues, el foco de atención preferente de las perspectivas criminológicas del conflicto se orientó hacia los procesos de
creación de las leyes y las reacciones sociales que siguen a los comportamientos infractores.

5.4.5. Elección racional y oportunidad delictiva


Se han situado bajo un epígrafe común, debido a los numerosos elementos que comparten, las teorías clásicas y
modernas de la elección racional, y, también, las nuevas teorías de la oportunidad delictiva (capítulo 5). Elección
racional engloba aquí algunas perspectivas más antiguas, como las de la escuela clásica, a partir de Beccaria y
Bentham, y también a otras formulaciones teóricas más modernas, como la propia teoría del delito como elección
racional, que da nombre al grupo. Los presupuestos de partida de todas estas concepciones son la racionalidad
humana y la “tendencia al placer” como base de la delincuencia. Según ello, los individuos valorarían, para delinquir o
no hacerlo, las circunstancias de coste y beneficio que les comporta su conducta. Su explicación de la delincuencia
sería, por tanto, la existencia de una decisión racional de comisión de un delito, debido a la utilidad que se espera
obtener de él. Consiguientemente, la sociedad debe disponer normas y sanciones penales que contrarresten esta
inclinación al logro del propio beneficio mediante los delitos. Implícitamente, la afirmación de que existe una tendencia

7
humana hacia la propia utilidad, o principio de placer, presupone, por un lado, una cierta naturaleza biológica en esa
dirección, y, por otro, la existencia de un ambiente físico y social que ofrece oportunidades favorables para el delito.
En este último punto, las perspectivas racionales se conectan de lleno con la más moderna criminología ambiental o de
oportunidad delictiva, en la que se encuadran diversas teorías estrechamente interrelacionadas, como la de las
actividades cotidianas, el patrón delictivo y las ventanas rotas. Todas estas explicaciones de la delincuencia
presuponen también que los individuos toman decisiones respecto a posibles delitos (como proponen las teorías de la
elección racional), pero ponen el énfasis en que un aspecto crítico de tales decisiones es la existencia de
oportunidades favorables para los delitos, sin las cuales probablemente no podrían producirse.

5.4.6. Desarrollo de las carreras delictivas


El último bloque teórico de esta segunda parte corresponde a la investigación y teorías sobre carreras criminales
(capítulo 11). Este es un sector criminológico en auge, cuyas unidades fundamentales de análisis son el propio
concepto de carrera delictiva, o secuencia de delitos cometidos por un individuo a lo largo del tiempo, y las variaciones
que pueden acontecer en las carreras delictivas (inicio, incremento, reducción, desistimiento) bajo la influencia de
distintos factores de riesgo y de protección. Un aspecto destacado de estos planteamientos es la denominada curva de
edad del delito, o constatación universal acerca de cómo las carreras delictivas están condicionadas, en primer
término, por la propia evolución de la edad del individuo. Por lo común, el inicio de la conducta antisocial se produce en
la adolescencia, la actividad delictiva se consolida y alcanza su mayor cota al inicio de la edad adulta, y
frecuentemente decae entre las edades de 20 a 30 años. Aunque existen múltiples teorías del desarrollo, aquí se han
seleccionado dos ejemplos destacados, que son la taxonomía o clasificación entre infractores adolescentes y
delincuentes persistentes, de Moffit, y la teoría integradora del potencial antisocial cognitivo, de Farrington. Esta última
incorpora el análisis de diversos factores y procesos de riesgo, teniendo como concepto nuclear el de potencial
antisocial. Por último, en este capítulo teórico final, se ha resumido también, en una formulación actualizada, el modelo
del triple riesgo delictivo, de Santiago Redondo, debido a que constituye una estructura meta-teórica más general, en la
que pueden ubicarse y conectarse entre sí las principales teorías criminológicas que se presentarán a lo largo de esta
segunda parte.

5.5. ESTRUCTURA DE LOS CAPÍTULOS TEÓRICOS


Las teorías criminológicas suelen constituir una de las parcelas más áridas del estudio de la Criminología. A ello
contribuye el hecho de que, con frecuencia, las teorías son presentadas en los tratados y manuales como una sucesión
histórica de autores y propuestas dispares, poco vinculadas entre sí, alejadas de la realidad delictiva presente, y
distantes de los resultados y conclusiones de las investigaciones criminológicas. Este libro pretende ser, a pesar de su
amplitud y complejidad, una obra didáctica y amable para estudiantes y profesores. Para ello, en cada uno de los
capítulos de esta segunda parte sobre teorías criminológicas, se presentarán de manera sintética e integrada, y
referida a la realidad criminológica actual, los principales conceptos y resultados de investigación correspondientes a
cada conjunto teórico, y, de manera precisa, sus teorías más destacadas. Con esta finalidad, cada capítulo sobre
teorías incorporará, en mayor o menor grado, los siguientes contenidos:
1) una breve referencia a sus antecedentes históricos y conceptuales, en conexión con lo visto en el capítulo 2 sobre
historia de la criminología;
2) una síntesis de los conceptos fundamentales de cada bloque teórico;
3) algunas teorías características del grupo teórico correspondiente; y
4) un análisis de su validez empírica, esto es del grado en que las teorías han sido confirmadas o refutadas a partir de
la investigación.
De este modo, se pretende ofrecer al lector una visión panorámica del conjunto de cada bloque conceptual o teórico
vigente en Criminología, y una presentación más concreta de algunas de sus las teorías más importantes y
representativas. Con esta finalidad, se ha renunciado a exponer aquí con extensión y detalle los antecedentes más
remotos de cada sector teórico (lo que en parte ya se hizo en el capítulo 2), y a efectuar una presentación exhaustiva
de todas y cada una de las teorías criminológicas de cada bloque conceptual. Contrariamente a ello, en cada caso, se
han seleccionado algunas teorías significativas, que en general se han presentado con cierta amplitud y precisión, de
forma que el lector pueda obtener una imagen perfilada de los presupuestos e implicaciones de cada teoría para la
comprensión de las realidades criminales.
Aunque la amplitud de elementos explicativos que utilizan unas y otras teorías es muy variable, en general las teorías
criminológicas planteadas décadas atrás pusieron énfasis en algún factor o factores específicos (p. e., fallos en el
control formal, desorganización social, anomia, ruptura de vínculos sociales, aprendizaje, predisposiciones agresivas,
etiquetado, presencia de oportunidades, etc.), a los que se atribuyó el peso principal de la explicación delictiva. Según
ya hemos señalado, la dificultad más importante de algunas de estas teorías esencialmente monofactoriales radica en
que, del mismo modo que restringen el espectro de factores explicativos utilizados, su capacidad esclarecedora del
fenómeno delictivo suele ser también más limitada. Por ejemplo, la teoría general de la tensión de Agnew vería
acotadas sus posibilidades explicativas, por definición, a aquellos delitos que son precedidos de emociones de ira o
8
frustración, ya que la ira es su concepto explicativo nuclear. Por su parte, la teoría del aprendizaje social detallaría
ampliamente el proceso mediante el cual los individuos aprenden a delinquir, pero no explicaría el papel que jugarían
los sistemas sociales en estos aprendizajes. Un tercer ejemplo de estas limitaciones explicativas puede ilustrarlo
también la teoría del labeling o etiquetado, que dirige su atención hacia aquellos procesos de etiquetamiento y de
estigmatización de los individuos que favorecen la desviación secundaria, pero ignora los mecanismos que conducen a
la desviación primaria (es decir, a las primeras conductas delictivas, anteriores a la intervención de los mecanismos de
control).
Recientemente, en Criminología se han desarrollado algunas teorías más comprensivas e integradoras, con la finalidad
de explicar de un modo más amplio la delincuencia y sus interacciones con los mecanismos de control social. Para
ello, los investigadores han compendiado en un único modelo teórico conceptos y presupuestos de distintas
naturalezas (individuales, sociales, ambientales...), a menudo a partir de conceptos procedentes de teorías anteriores.
Según Siegel (2010) se habrían desarrollado tres grupos principales de teorías integradoras. El primero, que denominó
teorías multifactoriales, incluiría diversas perspectivas que consideran la influencia sobre la conducta delictiva de
diferentes factores sociales, personales o económicos, procedentes de las teorías de la desorganización y la tensión
social, del control, del aprendizaje, del conflicto, de la elección racional y de los rasgos. Un segundo grupo lo
constituirían las teorías de los “rasgos latentes” (Rowe, Osgood y Nicewander, 1990), cuya hipótesis básica sería que
algunas personas poseen una serie de características individuales (como una menor inteligencia o una personalidad
impulsiva), que les confieren un mayor riesgo de comportamiento delictivo. Dada la estabilidad que se atribuye a estos
rasgos latentes, se considera que las fluctuaciones delictivas de los sujetos a lo largo del tiempo son sobre todo
debidas a los cambios que se producen en las oportunidades para el delito. Es decir, aunque ciertas características o
predisposiciones individuales no varíen, un joven se hallaría en principio más expuesto que un adulto, por razón del
estilo de vida juvenil, a ciertas oportunidades delictivas. De ahí que los jóvenes delincan más que los adultos. Las
explicaciones de los rasgos latentes integrarían conceptos de las teorías de las predisposiciones agresivas, de las
diferencias individuales (personalidad e inteligencia o cognición), y de la elección racional y de la oportunidad. Un
tercer grupo de perspectivas integradoras lo formarían las teorías de las etapas vitales (“life-course theories”). Éstas
consideran que sobre la variabilidad observada en la conducta delictiva influirían diversos tipos de factores
estructurales, como, por ejemplo, el nivel económico o el estatus social, los procesos de socialización, el apoyo social
recibido, algunos factores biológicos y psicológicos, las oportunidades para el delito, y la evolución constante a lo largo
del tiempo de los estilos de vida de los individuos.
Como ya se comentó, en la presentación de las teorías criminológicas que se efectuará, a continuación se ha
prescindido de incluir un capítulo específico sobre teorías integradoras, debido a que en la actualidad muchas teorías,
particularmente las más modernas y renovadas, tienden a ser de una manera u otra teorías integradoras, lo que haría
a esta denominación en exceso amplia y poco precisa. Frente a ello, todas las teorías aquí descritas, más
monofactoriales o más multifactoriales e integradoras, se incluirán correlativamente dentro de cada grupo o tronco
conceptual al que se vinculan de manera preferente (control social, diferencias individuales, teorías de conflicto,
oportunidades, etc.). Se considera que de este modo el lector podrá hacerse una idea más completa y, valga la
redundancia, integrada, de las diversas líneas teóricas existentes en Criminología, representadas, en cada caso, tanto
por teorías monofactoriales, generalmente más antiguas, como por los modelos integradores y multifactoriales más
recientes.

PRINCIPIOS CRIMINOLÓGICOS Y POLÍTICA CRIMINAL


1. Los principales aspectos que requiere una teoría criminológica para ser tal, son los siguientes:

1) debe definir la relación entre uno o más factores explicativos y un factor explicado;
2) tanto los factores explicativos como los explicados deben poder ser operacionalizables y observables;

3) las relaciones establecidas deben poderse confirmar a partir de la propia realidad delictiva; y
4) de una teoría deben poderse derivar propuestas de aplicación para mejorar la prevención y el control del delito.
2. Para que las teorías criminológicas sean comparables y competitivas entre sí deben hacer referencia al mismo
objeto de estudio. Los dos principales objetos de análisis, a los que se refieren la mayoría de las teorías criminológicas,
son la conducta delictiva y los mecanismos de control social.
3. Los paradigmas criminológicos suelen comportar un conjunto de asunciones y presupuestos sobre el funcionamiento
de la sociedad en general, y de la delincuencia en particular. Los principales paradigmas criminológicos son el del
«libre albedrío y castigo», el «científico» y el del «conflicto social». En la criminología actual existe una mayoritaria
aceptación y combinación de presupuestos conceptuales de estos tres paradigmas, considerando sus respectivos
planteamientos como necesarios y compatibles entre sí.

9
4. Las teorías de la tensión y el control social apuntan en dirección a los esfuerzos que las sociedades deberían hacer
para mejorar la integración social de sus miembros, y para erradicar todas aquellas tensiones individuales y sociales
susceptibles de generar reacciones de agresión y violencia.
5. La Criminología biosocial nos recuerda que, pese a nuestro gran desarrollo social y cultural, los seres humanos
tenemos una naturaleza biológica imbuida de características y condicionantes, que como nuestra capacidad de
agresión, han sido conformados a lo largo del proceso de la evolución y se hallan presentes en cada uno de nosotros.
Estas características naturales no deberían ser ignoradas, como tan a menudo se hace, sino debidamente tomadas en
consideración, para modularlas y orientarlas más eficazmente en una dirección prosocial.
6. Los conocimientos psicológicos sobre diferencias individuales y aprendizaje pueden resultar especialmente útiles
para la socialización de niños y jóvenes, la prevención del delito, y el diseño de programas de tratamiento con
delincuentes.
7. De las perspectivas criminológicas del etiquetado y del conflicto hemos aprendido que los delitos no siempre
constituyen un mero a priori, y que los controles sociales son una pura consecuencia, sino que lo contrario también es
posible: que la delincuencia puede precipitarse o exacerbarse bajo una acción desmedida e imprudente de los
mecanismos de control y de la justicia. Esto debería ser tomado mucho más en cuenta de lo que suele hacerse, antes
de poner en marcha endurecimientos penales impulsivos y poco racionales, que más bien pueden estimular que no
reducir el delito.
8. Las teorías de la elección racional y de la oportunidad llaman la atención sobre el hecho de que, pese a todos los
condicionantes individuales y sociales con los que pueden contar los sujetos, finalmente son los individuos quienes
toman sus propias decisiones y opciones de comportamiento. Aunque a la vez se reconoce que en tales decisiones
juegan un papel muy importante las opciones de conducta disponibles, y particularmente, por lo que se refiere a los
delitos, las oportunidades criminales.
9. La Criminología del desarrollo nos ha enseñado que la actividad delictiva no surge generalmente de forma repentina
e imprevista, sino que suele comportar todo un proceso creciente de inicio, incremento y persistencia delictiva a lo
largo de un tiempo. En este proceso va a resultar crítica la presencia de factores de riesgo y de protección a que se
halle expuesto un individuo, lo que tiene importantes implicaciones preventivas. Otro resultado muy relevante, en el
que se abundará en un capítulo posterior, es el conocimiento sólido acerca de que la inmensa mayoría de quienes han
cometido delitos suelen abandonar pronto, y de forma natural, la actividad delictiva. La implicación de ello para la
política criminal es que los sistemas de control deberían ser mucho más racionales y moderados, evitando en todo lo
posible medidas punitivas prolongadas y estigmatizantes (especialmente a través del internamiento), ya que tales
medidas podrían acabar teniendo efectos contraproducentes, contribuyendo, no a la erradicación de la actividad
criminal, sino a su prolongación.

10

También podría gustarte