Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
10 Kiro's Emily
10 Kiro's Emily
Si el libro llega a tu país, apoya al autor comprando su libro. También puedes apoyarlo con una
reseña, siguiéndolo en las redes sociales y ayudándolo a apoyar su libro.
¡Disfruta la lectura!
Staff
Moderadora:
Mery St. Clair
Traductoras:
evanescita Jadasa NicoleM
Janira Issel Karen B.
Hansel Sandry Mary Warner
Mae Jeyly Carstairs Edrika
Kyda Dannygonzal Sahara
Miry GPE yure8
Vane hearts Pachi Reed15
Mery St. Clair Mariana Cald
Correctoras:
Vane hearts Miry GPE
Sandry Daliam
Glori Laurita PI
Sahara Pachi Reed15
Annie D Mery St. Clair
Josmary
Lectura final:
Mery St. Clair
Diseño:
Snow Q & Yessy
Sinopsis
ÍndiceCapítulo 13
Capítulo 1 Capítulo 14
Capítulo 2 Capítulo 15
Capítulo 3 Capítulo 16
Capítulo 4 Capítulo 17
Capítulo 5 Capítulo 18
Capítulo 6 Capítulo 19
Capítulo 7 Capítulo 20
Capítulo 8 Capítulo 21
Capítulo 9 Capítulo 22
Capítulo 10 Capítulo 23
Capítulo 11 Sobre el Autor
Capítulo 12
Sinopsis
Es el año de 1992, y no hay nadie en la escena de la música rock más
sexy que Kiro Manning, el cantante de Slacker Demon. Con múltiples discos
de platino, sencillos en los primeros lugares de las listas de popularidad,
entradas de conciertos agotadas, y pecaminosas cantidades de dinero, Kiro
puede‖conseguir‖cualquier‖cosa…‖y‖a‖quien‖quiera.
Cuando una chica de belleza conservadora y cabello oscuro lo rechaza
en la fiesta después‖ de‖ un‖ concierto,‖ su‖ primer‖ pensamiento‖ es:‖ “¿Quién‖
diablos‖ se‖ cree‖ que‖ es?”‖ Su‖ segundo‖ pensamiento:‖ “¿Cómo‖ puedo‖ hacerla‖
mía?”‖ A‖ Kiro‖ siempre‖ le‖ ha‖ gustado‖ un‖ buen‖ desafío,‖ pero‖ no‖ todas‖ las‖
chicas quieren involucrarse con un dios del rock. Especialmente esta chica.
La dejó irse esa noche, pero nunca la olvidó. Y cuando se encuentran
otra vez, se promete no rendirse de nuevo tan fácilmente.
Mientras el mundo entero adora a Kiro, él comienza a adorar a la
chica, quien se convierte en todo lo que nunca supo que él necesitaba. La
única chica que llegaría a amar. Su Emily.
Rosemary Beach #10
Febrero 14, 1992
Traducido por evanescita
Corregido por Vane hearts
***
Una vez que tuve todo su equipaje y me las arreglé para conseguir llegar a
la planta baja, pasé diez minutos tratando de conseguir un taxi. Sólo me quedaban
veinte dólares. Tendría que conseguir más dinero para que Sonya cubriera la tarifa
para mi regreso, pero esperaba que esto fuera suficiente para llegar a Grand.
Observando por la ventana todo el viaje, respiré aliviada cuando el total
llegó a quince dólares y diez centavos. Le di al conductor mis veinte, y cuando me
dio el cambio, le di de propina dos dólares.
Cuando salí, me di cuenta de que el hotel era muy diferente al nuestro.
Alguien descargó las maletas de inmediato, y el chico me sonrió mientras rodaba el
equipaje hacia las puertas. Yo estaba aliviada de que no tenía que luchar para
meter las tres maletas en el interior.
—¿Registro? —preguntó el tipo.
Casi me reí. Este lugar estaba tan fuera de mi alcance. Negué con la cabeza.
—No. Le traigo este equipaje a mi prima. Ella pasó la noche con un invitado... o
invitados de aquí. Están en el penthouse —Miré a mi alrededor—. Se suponía que
debía reunirse conmigo aquí.
La sorpresa en sus ojos era evidente. Él debía saber quiénes estaban en el
penthouse. —No puedo permitir que subas arriba. Se necesita una llave especial
para llegar a ese piso. ¿Hay una manera de que usted pueda llamar a su prima?
Revisé el vestíbulo de nuevo por cualquier señal de Sonya. Ella no estaba
allí. No quería pensar en lo que la había desviado. —Yo, uh, ¿podría tal vez llamar
allí y preguntarles acerca de lo que tengo que hacer con el equipaje? No me
importa dejarlo, pero quiero asegurarme de que ella sepa que está aquí y pueda
buscarlo.
La mirada del chico se había desplazado por mi cuerpo, pero la levantó para
mirar a mi cara cuando habló—: Si por supuesto. Espera aquí —dijo. Asentí, de
pie al lado del equipaje, mientras él regresaba al escritorio de la recepcionista.
Si Sonya quería tanto su equipaje, al menos podría haber estado
esperándome. Entonces, el pensamiento de que no tenía dinero se hundió en mí.
Mierda. Tenía que conseguir dinero, o me quedaría atrapada aquí. Miré hacia el
botones y me pregunté si le importaría pedirle mi prima que bajara. Antes de que
pudiera decidir cómo manejar la situación, el chico colgó el teléfono y volvió hacia
mí.
Él parecía divertido mientras se acercaba a tomar el carrito de equipaje. —
He recibido instrucciones de llevarla a usted y al equipaje —Me informó, luego
hizo un gesto con la mano para que caminara en frente de él—. El ascensor privado
para el penthouse está por aquí.
¿Por qué tenía que subir? Necesitaba dinero, pero no quería ver a Kiro de
nuevo.
¿Me recordaría de la noche anterior? ¿Y Trac? No, probablemente no.
Estarían sobrios ahora, y yo no fui alguien que se destacó anoche. Había habido
tantas. Y probablemente se acostó con varias chicas después de que me fui.
No discutí. Fui hasta el ascensor. Si Sonya me necesitaba, lo haría. Me
sorprendió que ella quisiera que subiera. Ella había sonado tan disgustada
conmigo por teléfono.
El botones pasó una tarjeta, y el ascensor se abrió. Entré, y me siguió. El
enorme tamaño del ascensor me sorprendió. También era muy elegante y no se
sentía como un ascensor en lo absoluto.
—¿De qué parte del Sur eres? —preguntó el botones.
—Carolina del Sur —respondí.
—Me gusta el acento —dijo, sonriendo.
—Gracias. —No sabía qué más decir a eso. No sonaba como alguien de
Chicago. Pero no quería preguntarle de dónde era, en caso de que él fuera de aquí.
El ascensor se abrió en un pequeño rellano con dos grandes puertas dobles
frente a nosotros. Eso era todo. El suelo de toda la parte superior de este hotel era
el penthouse. Vaya. Él me dejó liderar el camino, pero no caminé hasta la puerta.
Me estaba mirando, así que lo miré. Me estaba esperando. ¿Para hacer qué?
¿Golpear?
Oh, diablos, no. —Uh, no me conocen. Probablemente no debería ser la que
llame. —La idea de un descamisado Kiro Manning abriendo la puerta era
aterradora.
El hombre se aclaró la garganta. —El Sr. Manning respondió el teléfono, y
parecía saber quién eras. Te describió a la perfección.
¿Qué? Eso no podía ser cierto. ¿Cómo sabía quién era yo? Incluso si se
acordaba de la noche anterior, él no sabía que Sonya era mi prima. Trac sabía que
estábamos juntas, pero él estaba tan drogado que no podría recordar lo suficiente
para decirle a Kiro.
—¿Todavía quieres que toque? —preguntó el botones cuando no me moví.
—Por favor —dije.
Él sonrió y asintió, luego dio un paso hacia adelante y tocó el timbre. No
había necesidad de golpear, por supuesto, este lugar tenía un timbre.
Una de las grandes puertas se abrieron, y contuve la respiración, esperando
ver a Sonya allí de pie. En cambio, era Dean. Suspiré con alivio. Sabía que no me
reconocería.
—Me pidieron subir el equipaje y a la señorita de la planta baja —dijo el
botones.
Dean asintió, y sus ojos se fijaron en mí. Uno de los lados de su boca se
curvó en una media sonrisa, y sacudió la cabeza y murmuró—: Mierda —Antes de
dar un paso atrás para que el botones ingresara con el equipaje.
—Tú primero —dijo el botones.
—Estoy segura de que no me quieren aquí. Sólo tengo que ver a Sonya un
momento. Luego me iré —Expliqué rápidamente.
Las cejas de Dean se arquearon y rio. —Bueno, a la mierda —murmuró esta
vez—, cariño, si no entras, me temo que tendremos problemas. Y no estoy de
humor para ese tipo de mierda hoy.
¿Qué quiso decir? ¿Sonya les causó problemas? Tenía la esperanza de que
no pensaran que podía manejarla. No tenía control sobre ella. Estar parada justo
allí era prueba de ello.
—Vamos, entra y ahórrame molestia —dijo, haciendo un gesto para que
entrara.
No tenía miedo de Dean. Él no me ponía nerviosa, aunque sus ojos me
analizaron de una manera que me hacía sentir un poco expuesta. Me acerqué a él y
esperé no estar metida en problemas.
Dean se inclinó y respiró mientras yo caminaba junto a él. No lo miré. Seguí
caminando por el vestíbulo. Los ojos del botones seguían sobre mí. Parecía
preocupado, como si no estuviera seguro de si debiera dejarme aquí. No quería
que lo hiciera. Prefería que él esperara.
—Eso es todo —dijo Dean, con su mano aún en la puerta. Quería que el
botones saliera—- Ella está bien. Pero si no te vas, tú no lo estarás.
El botones se tensó, y me dio un guiño antes de tomar el carrito de maletas y
salir.
Una vez que cerró la puerta, Dean se volvió hacia mí. —¿Te jodió Kiro
anoche?
No esperaba esa pregunta. Me quedé allí, mirándolo fijamente. ¿Por qué me
preguntaba eso?
—Mierda. Tú no. —Sacudió la cabeza—. Maldita sea, cariño, esta mierda no
va a terminar bien.
—¿Eh? —pregunté finalmente, tratando de averiguar de qué hablaba.
—¿Y si te dijera que me gustaría quitarte esos jeans que llevas y separar tus
piernas y lamer tu coño?
Oh, Dios mío. ¡Él no dijo eso! Debía salir de allí. Necesitaba al botones de
vuelta. Esto no era bueno. Creían que estaba allí para hacer lo que Sonya hizo.
Negué con la cabeza y mentalmente traté de armar un plan de escape.
—No es una jodida actuación —gruñó Dean como si estuviera enojado—.
¡Maldita sea, cariño! ¿Qué hacías en esa fiesta anoche? Te ves lista para salir
huyendo solo porque hablé de comerte el coño. Chicas como tú no pertenecen a
este mundo.
Dean me confundía. Encontré mi voz. —Sólo necesito un poco de dinero de
mi prima. Si puedes llamarla, me iré. No puedo volver al hotel sin un taxi. Es un
viaje de treinta minutos en coche, y no creo que pueda caminar tanto. Si ella está,
eh... ocupada... sólo necesito un segundo de su tiempo. Eso es todo.
Dean me miró fijamente mientras hablaba, y luego se frotó las sienes antes
de dejar escapar un suspiro. —No lo entiendes —dijo finalmente.
—¿No entiendo qué? —Le pregunté.
—¿Cuántos años tienes? —preguntó, estudiando mi cara de cerca.
—Veinte —dije, sin entendiendo a qué venía eso.
Comenzó a decir algo más, pero luego cerró la boca. Lo vi caminar hacia una
gran puerta en arco hacia la izquierda. —Sígueme.
No quería dar un paso más en este lugar, pero si él me llevaba hasta Sonya,
lo seguiría. Necesitaba dinero para irme. Me quedaría atrapada sin ella.
Entramos en una sala con dos grandes sofás de cuero de color mantequilla y
una gran chimenea de mármol. El fuego estaba encendido, y el calor llenaba la
habitación.
—Hola, Emily —dijo una voz profunda y cálida haciendo que me detuviera.
Él sabía mi nombre. Sentado en un rincón de la habitación, en una gran silla, con
los pies apoyados en la mesa frente a él, se encontraba Kiro Manning sin camisa.
Su cabello estaba húmedo y enrulado alrededor de su cuello. No me permití ver su
pecho. Sus penetrantes ojos azules se sentían como si estuvieran ardiendo en vida.
—Hola —respondí, pero mi voz salió en un susurro.
Las comisuras de sus labios se curvaron. ¿Pensaba que había ido allí por él?
—Ven y siéntate conmigo —dijo mientras bebía con sus ojos el resto de mi cuerpo.
Creía que venía a por él.
—Yo, uh, mi prima está aquí. Pensé que ella se encontraba... contigo. O le
pediste que se quedara. He traído su equipaje. Necesito que me de dinero para
poder volver a mi hotel.
Kiro se frotó la barbilla sin afeitar con sus dedos antes de presionar el pulgar
en su labio inferior. Eso era sexy. Iba a recordar esa vista esa noche en mi cama.
—No invité a tu prima a quedarse porque la quería —dijo, dejando caer sus
piernas en el suelo y poniéndose de pie—. No dejé que se quedara anoche porque
la quería. —Caminó alrededor de la mesita de café y se dirigió a mí.
—No está actuando, hombre. Se ruborizó, tartamudeó y entró en pánico
cuando le dije que quería comer su coño. Esa inocencia es malditamente real —Le
gruñó Dean a Kiro.
La mirada de Kiro se concentró en Dean, y parecía cabreado. No, estaba
furioso. —¿Le dijiste qué?
—No era lo que esperaba. Parece a la maldita Blancanieves. La estaba
probando, y pasó la prueba. Es la hija de la puta Blancanieves. Supera tu
cachondeo. No es tu tipo, Kiro —Dean dio un paso hacia él y ahora se encontraban
frente a frente, mirándose como si quisieran arrancarse la cabeza mutuamente.
—Retrocede. Ahora —La voz de Kiro subió de nivel.
Dean me miró y luego a Kiro. Continuaron mirándose el uno al otro, y luego
Dean murmuró una maldición y salió de la habitación. Dejándonos solos.
Dean no me ponía nerviosa. Quería que volviera.
Las fosas nasales de Kiro se abrieron, luego se relajó visiblemente antes de
volver hacia mí. Nos quedamos en silencio, mirándonos el uno al otro. No sabía lo
que hacía o pensaba. Sólo sabía que Kiro Manning me asustaba y me excitaba al
mismo tiempo. Yo no sabía qué hacer con eso o cómo manejarlo.
—Tu prima está aquí porque ayer por la noche, cuando entraste por esa
puerta, acorralé a Trac. Quería tu nombre. Y él no lo sabía, tampoco, pero conocía a
tu prima.
¿Trajeron a Sonya aquí solo para llegar a mí? ¿Por órdenes de Kiro? Oh,
Dios. Eso era lo que Dean trataba de decirme.
Yo no dormiría con él. Yo no era una de sus groupies. No era como Sonya.
Pero no me escuchaba.
—No soy como ella —solté.
Una sonrisa divertida curvó los labios de Kiro. Tenía muy buenos labios.
Mejor que buenos labios. —No, no lo eres —contestó.
No lo entendía. Lo intenté de nuevo. —No soy una groupie. Soy una fan. Me
gusta su música. Todos ustedes son muy talentosos. Pero sólo porque me gustan
tus canciones no significa que vaya a dormir contigo.
Kiro se acercó a mí y me acorraló hasta que golpeé una pared. Sus ojos fijos
en mis labios. —Eres una fan, ¿eh? —dijo con un gruñido bajo y profundo.
Traducido por Mae
Corregido por Sandry
Juro por Dios, si se mordía ese labio inferior, tomaría esa boca. Demasiado
jodidamente dulce.
Contuvo el aliento.
—Tienes que respirar, ángel —le dije, bajándole la cabeza para poder oler su
piel otra vez. Esa dulce piel.
—Solo‖ necesito…‖ Vine‖ a‖ traerle‖ a‖ mi‖ prima,‖ uh…‖ traje‖ su…‖ equipaje‖ —
tartamudeó. La hacia ponerse nerviosa.
—¿No traes equipaje? —pregunté, echándome hacia atrás para poder
mirarla. Le dije a su prima que quería a Emily aquí. Si Emily llegaba, entonces
podría quedarse.
Negó con la cabeza. —No.‖Yo,‖eh…‖Me‖voy‖a‖quedar‖en‖el‖hotel.‖No‖hago...‖
las cosas que hace Sony.
Pero pensaba en ello. Por lo menos, conmigo. Ella luchaba contra ello, pero
se hallaba en sus ojos. Allí mismo, en esa mirada de ojos abiertos, inocentes, vi su
atracción por mí. Trac dijo que lo rechazó. Podría enseñarle cómo relajarse. Con
sus muslos abiertos y la cabeza entre sus piernas, perdería esa timidez muy rápido.
Mi polla creció en los vaqueros. La idea de que me dijera que la lamiera
mientras me sostenía el pelo en sus puños, manteniendo mi lengua en su coño, era
jodidamente sexy. Nunca había tenido un ángel, y joder, quería una. Ésta. Quería
follar el coño de un ángel.
Extendí la mano y le agarré la cara. —Magnífica —dije, sobre todo a mí
mismo. Porque lo era. Al igual esas malditas muñecas. Joder, tendría una erección
cada vez que viera una de esas muñecas de ahora en adelante.
La punta de su lengua rosada salió para humedecerse los labios, y dejé de
intentar acercarla suavemente. Quería esa boca. Así que la tomé.
Le lamí la costura de la boca cerrada hasta que apenas la abrió, y me dio el
suficiente acceso para explorar dentro, tomando y degustando cada pedacito dulce
como la miel de su boca. Su cuerpo se inclinó hacia mí mientras sus manos me
agarraban los hombros. Pero nada fue tan bueno como el momento en que su
lengua rozó la mía. Gimiendo ante su suave toque tímido, me agaché, la cogí por la
cintura y la arrastré contra mí. Cuerpecito caliente, todo putas curvas. Ese culo
desnudo, y esas tetas. Dios, que esas tetas sean reales.
—¿Qué demonios? —gritó una voz femenina, y aunque podía ignorarla,
Emily no pudo. Su cuerpo se puso rígido, y apartó las manos de mi cabello, donde
lograron colarse. Apartó su boca de la mía y me miró como si acabara de cometer
un delito.
—Emily, ¿qué estás haciendo? —exigió la otra chica de nuevo. No me
gustaba la forma en que le hablaba a Emily. No me gustaba en absoluto. Además,
no me gustaba haber tenido a Emily toda dulce y suave en mis manos y que esta
otra chica lo arruinara.
—Yo…‖ vine,‖ y‖ no‖ estabas…‖ ‖ —Emily se encontraba nerviosa. A la mierda
esa mierda. Esa perra no iba a ponerla nerviosa.
—Si quieres quedarte aquí, perra, entonces mantendrás tu nariz entrometida
fuera de esto y dejarás a Emily sola —le advertí, mirándola por encima del hombro
mientras mantenía el cuerpo de Emily en la pared y en mis manos.
Los ojos de la chica se dilataron, y pude ver que esto no sería tan fácil. A la
mierda eso. Ella se iría.
—Fuera de aquí —grité, y luego volví a mirar a Emily. Sus ojos me miraban.
No decía nada, pero cada maldita emoción que sentía se hallaba justo allí, en su
hermoso rostro.
—Tengo que ir con ella —dijo Emily finalmente, su voz un susurro de
nuevo.
—No —dije, deslizando una mano detrás de su espalda y tirando de ella
contra mí—. Tienes que quedarte conmigo.
—¿En serio? —dijo la prima—. Fuiste tras Trac anoche, Emily, pero fui yo
quien se lo folló. Y ahora vas detrás de Kiro esta mañana. Voy a ser yo quien se lo
folle, también. No tienes ni idea de cómo hacer a un hombre feliz. —Se volvió hacia
mí—. Confía en mí, estás perdiendo el tiempo con ella. Es despistada. No puede
hacer que te corras, pero yo sí. —Caminó detrás de mí y deslizó sus manos sobre
mi trasero, y luego me agarró la dura polla.
Los ojos de Emily se veían como si hubiera sido abofeteada físicamente. Los
cerró con fuerza, como si eso hiciera que todo desapareciera. Tener a Emily en mis
brazos y su cuerpo suave contra el mío mientras mi polla era acariciada se sentía
bien, pero no lo suficiente como para aguantar a la perra.
Dean entró en la habitación, observando la escena con una mirada de
desaprobación en la cara. Estaba preocupado por Emily. Como si fuera a
lastimarla. Sería suave. Amarla hasta que se viniera en mi cara, mi lengua, y
muchas veces en mi polla antes de que terminara el día de hoy.
La chica detrás de mí frotaba las tetas en mi contra cuando empezó a
besarme el cuello. —¡Llévatela antes de que me vuelva loco! —grité.
Dean se movió rápido, quitándome a la chica de encima. Recogí a Emily en
mis brazos y me dirigí hacia la habitación donde dormí la noche anterior. Era la
única cama en la que su prima vulgar no folló. No pondría a este ángel en sábanas
sucias.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó Emily.
—Llevarte lo más lejos posible de tu prima loca. Te quiero sola.
Emily no respondió de inmediato. Abrí la puerta de mi dormitorio y la
pateé detrás de mí, y luego caminé hacia la cama para dejarla. Se apresuró a
sentarse y deslizarse lejos de mí.
—Tenía razón. No sé cómo hacer esto. No lo hago. Te dije que no era como
ella. —El pánico en su voz me hizo sentir culpable, pero igualmente me molestó.
La tuve suave y dulce en mis brazos hasta que la maldita prima llegó a molestar.
—No te estoy pidiendo que hagas algo que no quieras, ángel. Sólo quiero
tomar esa boca de nuevo. —Me incliné sobre ella y le dio un suave beso en los
labios—. Te gustó eso, ¿no? Déjame tener esa boca. —Mantuve mi demanda
suave. Y al igual que la mantequilla, Emily se fundió en mí.
Cuando su boca se abrió bajo la mía, la tomé. Acostándola boca arriba, me
coloqué entre sus piernas. Sus manos volvieron en mi pelo, y eso me encantó.
Dulce Emily se aferraba mientras le reclamaba la boca.
Llevé una de sus piernas a mi cadera. Nunca en mi vida había odiado los
vaqueros más de lo que lo hacía en este momento. Las mujeres no venían a mí en
malditos vaqueros. Llevaban cosas de fácil acceso. No me encontraba
acostumbrado a los vaqueros.
—Ángel, te quiero desnuda. ¿Vas a dejarme tener eso? —pregunté, mientras
le besaba la oreja y pasaba la nariz a lo largo de su cuello.
Se quedó inmóvil debajo de mí, y luego se echó a temblar. Amaba que
temblara. Esa era una buena señal.
—No. —Esa no era una palabra que me gustara. Empezaba a odiarla.
Llevé la pierna de Emily a mi cadera y presioné mi erección contra su cálido
coño. Joder, quería estar ahí. —Será bueno, ángel. Muy jodidamente bueno. Lo
juro. Lo mejor que hayas tenido. Déjame tener ese coño. —Rogaba por un coño.
Nunca supliqué por uno.
La froté con más fuerza, y un suave gemido se le escapó. Se excitaba por mí.
Conseguiría un poco de dulzura muy pronto. Sólo tenía que trabajar un poco más
y poner cachonda a este ángel para ello. Me gustaba tener que esforzarme. Nunca
tuve que trabajar por un coño. Esto me dio una maldita emoción.
—Soy virgen —susurró, con los ojos cerrados con fuerza y su respiración
irregular.
Esta vez, me quedé helado. Mirando hacia la belleza debajo de mí, vi sus
mejillas sonrojadas y su boca ligeramente abierta. Se empezaba a excitar, y la
imagen de un ángel excitado era casi demasiado.
¡Maldita sea el infierno! No sería capaz de hacer esto. No a una virgen. Los
ángeles dulces no daban su virginidad a chicos que sólo querían follar antes de
volver al ruedo al día siguiente.
—¡Jodeeeeer! —gruñí, saltando lejos de ella y saliendo de la habitación.
Tenía que conseguir un poco de distancia. Porque ahora mismo, ese coño que sabía
sería tan dulce y apretado se convirtió en el coño más apretado y dulce del que
jamás estuve tan cerca.
Me pasé las manos por el pelo y tiré al final, con ganas de gritar y lanzar un
montón‖ de‖ mierda.‖ ¿Cómo‖ era‖ virgen?‖ Tenía‖ un‖ cuerpo‖ que‖ gritaba‖ “Fóllame”‖ Y‖
una sonrisa que hacía endurecer pollas en todas partes. Su cara podría hacer que
un hombre cometiera estupideces. Estupideces serias.
Entonces, ¿cómo era todavía una maldita virgen?
—Traté de decírtelo. —Su voz era tan suave que casi no la oí sobre mi loco
despotrique. Dejé de caminar por el piso y maldije al mirarla. Se había colocado las
rodillas bajo su barbilla, y me miraba. Esos ojos que hacían a los hombres querer
pecar eran inseguros y nerviosos.
¿Por qué me volví tan loco por una mujer? Nunca hice esto. Nunca. Joder.
Podía follar todo el maldito día y no tener que follar el mismo coño dos veces, si
eso era lo que quería. Entonces, ¿por qué ella?
Se sacó el labio inferior en la boca y bajó los ojos.
Esa era mi respuesta. Porque nunca tuve nada tan dulce. Nunca.
Y no empezaría ahora. Emily se merecía más que esto. Ni siquiera la
conocía. ¿Me gustaría siguiera?
—Lo siento —dijo—. Si me lo permites, puedo ir a buscar Sonya, y podemos
irnos.
Me pedía disculpas, aunque no me debía ni una puta disculpa, y todavía se
preocupaba por esa prima zorra suya que tenía que ser puesta en su lugar. No se
despojó de su ropa y trataba de chuparme la maldita polla. No le importaba que
fuera Kiro Manning. No me pedía nada.
Bueno, que me jodan. Sí, me gustaba. ¿A quién diablos no? ¿Por qué estaba
soltera? No tenía sentido. Esta chica debía ser mimada y cuidada. Algún hijo de
puta suertudo debía adorar al suelo que pisaba.
—Ven aquí, ángel. —Le tendí la mano. La estudió un momento, luego me
miró a la cara. Lo que vio, la hizo confiar. Su pequeña mano se deslizó en la mía.
Era tan condenadamente femenina. Con uñas rosa y dedos delicados. Podía verla
envuelta alrededor de mi polla, llevándome al mejor orgasmo de mi vida. ¡No!
Tenía que parar.
No con Emily. Esto tenía que terminar. Nada de sexo. Se encontraba fuera
de los límites. Quería conservar esto. No quería a mi ángel mancillado. Era la
perfección, y yo quería estar cerca de eso. Inhalarlo.
—Si pido un poco de comida, ¿te quedarás y comerás? Podemos ver una
película. —Las palabras eran extrañas al salir de mi boca. Nunca en mi vida se las
dije a una mujer.
Al principio, pensé que diría que no de nuevo. Pero una pequeña sonrisa le
tocó los labios en su lugar. —Vale —respondió.
June 1992
Traducido por Kyda
Corregido por Glori
Esta fue mi cuarta cita con Will Burton y esta noche me besó. Finalmente.
No hizo que mi mundo girara, pero estuvo bien. Era un buen chico. El tipo que
encajaba con el molde de dos niños, un perro y una casa con un cercado
puntiagudo color blanco. Podía ver esa vida en su futuro, pero todavía no me veía
en él. Lo intenté varias veces. Sólo tenía que seguir dándole tiempo. Las cosas
podían cambiar.
Coloqué mi bolso en el mostrador de la cocina y me quité los tacones antes
de servirme un vaso de jugo. Las palomitas de maíz del cine me habían dejado
sedienta. Justo cuando empecé a beber, mi teléfono sonó. Lo miré por un momento.
Si esa era Sonya queriendo saber los detalles de Will, no estaba de humor. Me
acerqué y miré el identificador de llamadas.
Número privado iluminó la pantalla. Kiro.
Sonriendo, lo levanté. —Hola, tú —dije.
—Hola, ángel. ¿Cómo ha estado tu semana? —preguntó, haciéndome sentir
cálida por todos lados.
Caminé hasta el sofá y me hundí en él, metiendo mis pies debajo de mí. Kiro
llamaba una vez a la semana. Algunas veces, obtenía dos llamadas. Le gustaba
comprobarme. Me contaría de la gira en la cual se encontraba y yo le diría de la
vida aquí.
—Ocupada. Pero no trabajo mañana, así que espero con ansias estar
acostada todo el día. Puede que no deje mi apartamento. ¿Qué tal tu semana?
—Oh, tú sabes. Canté, mujeres gritaron, me arrojaron braguitas y me
rogaron que tuvieras sus hijos. Mi noche regular —contestó.
Me habría reído, pero hablaba en serio. Siempre dejaba fuera los detalles de
esas mujeres, con quienes sabía que tenía sexo después. Eso era algo de lo que
nunca hablábamos.
Desde que lo conocí a principios de este año, nos habíamos convertido en
amigos. Descubrimos ese fin de semana que compartíamos el mismo amor
por Indiana Jones, así que habíamos visto todas las películas en su ático de lujo
mientras que los otros miembros de la banda nos miraban como si fuéramos
especies alienígenas que no comprendían.
Cuando dejé Chicago, pensé que nunca volvería a saber de él. Pero esa
noche, me llamó, y nuestra amistad había crecido con los meses. Ahora, cuando
pasaban cosas que me hacían feliz o me enojaban, inmediatamente pensaba en
Kiro. Él era al que quería decirle.
—Qué lástima que estés sentada en casa un sábado. Los chicos en Carolina
del Sur son unos idiotas —comentó, sacándome de mis pensamientos.
No le había contado de Will aún. Él no hablaba de sus folladas de una
noche, y no creo que le importaría mi vida amorosa. Pero éramos amigos, y
aunque sí fantaseaba con él de noche, también sabía que era sólo eso: una fantasía.
Kiro lo dejó muy claro que no quería tener nada que ver con una virgen sin
experiencia en la habitación.
—Fui a una cita esta noche. Su nombre es Will. Fue nuestra cuarta cita, de
hecho. —Traté de sonar casual, como si no fuera gran cosa. Hablar de un chico con
él.
No dijo nada al principio, y agarré el teléfono apretadamente, esperando no
haber hecho algo malo. No quería que estas llamadas terminaran.
Lamentablemente, se habían convertido en lo mejor de mi semana.
—¿La cuarta, eh? Supongo que hay un hombre con ojos y un cerebro allá —
dijo con una risa, pero su voz parecía tensa—. ¿Tiene un apellido?
—Burton —respondí.
Kiro permaneció en silencio de nuevo, y entonces aclaró su garganta.
—¿Cómo está esa perra en el trabajo? ¿Aún te anda jodiendo? —preguntó.
Me relajé. Esto era de lo que hablábamos normalmente. Las cosas fáciles del
día a día.
—La despidieron —contesté, todavía tambaleándome debido a cómo había
sucedido—, Will la escuchó tratándome mal por algo que ni siquiera era mi culpa.
Ella amenazó con hacer que me despidieran. Entonces él entró y le dijo que
necesitaba empacar las cosas de su escritorio e irse a casa.
—¿Will? ¿El mismo tipo con el que estás saliendo?
Olvidé mencionar que Will era mi jefe. Trabajaba en una maderería,
tomando órdenes y lidiando con cuentas de contratistas. El papá de Will era dueño
de la compañía.
—Sí, es el gerente —expliqué.
Kiro no comentó, así que decidí que era hora de cambiar la conversión y
alejarla de mí. Esto era incómodo.
—Apuesto a que estás esperando con ansias ir a casa. La última parada es
mañana, ¿verdad? —Tenía un afiche con las fechas de los conciertos colgado en mi
habitación. Me gustaba ser capaz de saber dónde estaba cada día.
—La última parada fue esta noche. Estoy en Londres. Cinco horas antes que
allá. Son las dos de la mañana aquí.
Nunca me llamaba en las noches que tenían un concierto. Normalmente
festejaba después.
—¿Qué? ¿Ninguna fiesta en Londres? —cuestioné.
—Sí. Están festejando. No estaba de humor. Regresé al hotel.
Eso no sonaba como Kiro. Todo su tono parecía raro.
—¿Estás bien? No suenas como siempre.
Suspiró. —Sí, estoy bien, ángel. Sólo cansado. Una gira demasiado larga.
Y eran las dos de la mañana. —¿Quieres dormir un poco?
—Preferiría escucharte hablar.
Cuando decía cosas así, todo mi cuerpo se estremecía. Me encantaba su voz
profunda, y cualquier pequeño comentario podía ponerme ansiosa con estar en la
cama y fantasear sobre él. Porque odiaba pensar que Kiro se hallaba triste, hice lo
mejor que pude para hacerlo sonreír. Le dije cada pequeño detalle de mi día que
pensé que lo divertiría y le di una recapitulación de los mejores episodios
de Saturday Night Live que se había perdido mientras estaba en gira. Con cada risa
que obtuve, mi interior se sintió todo hormigueante.
Traducido por Miry GPE
Corregido por Mery St. Clair
Llamé a la puerta, tratando con toda mi voluntad no estar molesto con este
complexo de apartamentos de mierda sin jodida seguridad en el que se hallaba la
casa de Emily. Este no era el lugar donde la imaginaba. Y la imaginaba
jodidamente mucho.
Esperando con las manos metidas en los bolsillos de mis pantalones, trataba
de mantener la calma. Pero que se jodiera todo, estuve esperando meses el ver su
rostro. Cada vez que escuchaba su voz, todo mi cuerpo se ponía en alerta máxima.
No podía frenar la atracción hacia Emily.
Oí una cadena deslizarse de la cerradura mientras la puerta se abría,
revelándola a ella en un par de diminutos pantalones cortos y una camiseta. Su
pelo se encontraba enredado, y sus hermosos ojos muy abiertos.
—Kiro —dijo, incapaz de ocultar la sonrisa que iluminó su rostro. Era
medianoche. Cambié mi vuelo de Londres para venir aquí en vez de Los Ángeles.
No extrañaba mi jodida casa. Sólo extrañé una cosa mientras me encontraba de
gira, y era este rostro. Jódeme.
—¿Te desperté, ángel? —pregunté, entrando en su apartamento con mis
manos aun firmemente pegadas en los bolsillos de mis pantalones. No confiaba en
ellas cerca de Emily. Ellas querían tocarla.
Fue entonces cuando me di cuenta de que sencillamente acababa de salir de
la cama. Sus manos fueron a su pelo mientras pasaba los dedos por los mechones,
tratando de domarlos. Pero me gustaban en la forma en que estaban.
—Yo... Estás aquí. En mi apartamento. —Sonaba nerviosa. Luego su nariz se
arrugó y frunció el ceño. —Oh, espera. Estoy dormida. Esto es un sueño. —Su cara
cayó.
¡Carajo! Saqué las manos de los bolsillos y la envolví en mis brazos. Respiró
hondo mientras la sostuve contra mi pecho. —Soy muy real, y estás despierta —
dije, incapaz de controlar la tensión de mi garganta. Ella llegó a mí. Jodía con mi
cabeza. Seriamente jodía con ella.
—Te sientes real. —Sus brazos rodearon mi cintura.
Cerré los ojos y me empapé en ella. Coloqué un beso en la coronilla de su
cabeza, permanecí con ella en mis brazos mientras me lo permitió. Demonios, me
quedaría ahí toda la maldita noche si ella me lo permitía.
—Creí que estarías listo para volver a casa. ¿No extrañas tu casa? —
preguntó, inclinando la cabeza hacia atrás para mirarme.
—Sólo extrañaba una cosa, ángel. Y no estaba en Los jodidos Ángeles. —Le
guiñé un ojo mientras le tomaba el rostro y sentí su suave piel bajo mis pulgares al
acariciar sus pómulos.
Frunció el ceño un momento. —¿Te refieres a mí?
La sostuve contra mí y la levanté unos centímetros del piso mientras daba
los pocos pasos hacia el sofá y me sentaba con ella en mi regazo. No se apartó, y
Dios, se sentía bien. —Tan jodidamente dulce —murmuré, mientras la miraba a la
cara. No había hecho esta mierda. Ella era mejor de lo que recordaba. Joder, era
mucho mejor. Esa voz me siguió durante la gira.
—Te extrañé —dijo, extendió la mano y deslizó sus dedos en mi cabello,
envolviendo algunos mechones alrededor de ellos—. Me alegra que vinieras a
verme.
En el vuelo hacia aquí, practiqué esto. Me preparé para ver cómo
conseguiría lo que quería. Y quería a Emily cerca. No la quería aquí. Especialmente
ahora que vi en donde vivía. Esta mierda no funcionaría.
—También yo. También me siento contento verte así. Con tu despeinado
cabello y tu linda pijama. —Traté de mantener mi rostro informal en lugar de
necesitado.
—Entonces, ¿esa es la razón por la cual querías mi dirección? ¿No para
enviarme algo? —dijo, con una sonrisa en los labios. Me encantaban esos labios.
Deseaba esos labios.
—Sí, ángel. Por eso —aseguré.
Sonrió. La alegría en su rostro por el que me encontraba aquí era real. Al
igual que mi Emily. Real. Lo más real en mi vida.
—¿Alguna vez has estado en Los Ángeles —pregunté, aunque ya sabía la
respuesta a eso.
Negó con la cabeza.
—Te encantaría. El sol y las playas. Es hermoso. —Tenía que venderle esto.
Porque no me iría sin ella.
Parpadeó. —Estoy segura de que me encantaría.
Me moví y la moví para sentarla a mi lado, así no podía agarrarla y salir
corriendo si decía que no. Además, me estaba poniendo jodidamente duro con su
pequeño trasero regordete en mi regazo.
—Antes de irme de gira, tuve que despedir a la ama de llaves de la casa. Se
acostó con Dean y se volvió toda posesiva. Fue feo. Así que necesito a alguien más
para supervisar la mierda. Ir al supermercado y asegurarse de que se les pague a la
señora de la limpieza y al jardinero. También necesito a alguien para recoger el
correo y hacer que todo el mundo en mi nómina haga su trabajo. Es un trabajo que
no puedo confiar a cualquiera. El salario es de doscientos de los grandes y con
beneficios de salud. Los gastos de vivienda están cubiertos, ya que te quedarás en
mi casa. He pensado en esto por un tiempo. Realmente me gustaría que lo tomarás.
Permaneció en silencio por un momento mientras me miraba fijamente.
Contuve la respiración.
—¿Acabas de ofrecerme un trabajo para mudarme a Los Ángeles para
administrar tu casa y con un sueldo de doscientos mil dólares al año? —preguntó.
—Sí, lo hice. —A la última administradora de la casa le pagaba setenta y
cinco mil. Pero Emily no tenía por qué saberlo.
Se frotó los ojos y murmuró—: Creo que aún me encuentro dormida.
Mierda.
No pude contener la risa mientras alejaba sus manos de sus ojos. —Te lo dije
una vez, nena, esto no es un sueño. Es real, y estoy aquí. Ahora quiero que me
digas: “Sí,‖Kiro,‖acepto‖la‖oferta‖de‖trabajo”.
Se sentó ahí y me miró fijamente con la boca ligeramente abierta. Meter mi
lengua ahí era una realmente maldita tentación.
—Yo... pero... la escuela comienza en el otoño. Si dejo mi trabajo ahora, no lo
tendré‖cuando‖regrese,‖y‖lo‖necesito‖para…
—Tenemos universidades en Los Ángeles. Este trabajo no termina en otoño.
No tenemos una gira programada hasta el próximo verano. Grabaremos un álbum
este año, pero primero tenemos que escribir las malditas canciones. Te necesito ahí.
—Vine preparado para cualquier cosa que ella me lanzara. Conseguiría esto.
Quería a Emily conmigo.
—Pero... Bien, déjame pensar —dijo, mirando hacia otro lado mientras
fruncía el ceño.
—Puedo conseguir que te inscriban en las clases de otoño. Esa también será
parte de los beneficios de trabajo. Pagarte la matrícula universitaria.
—Tengo préstamos universitarios.‖No‖necesito…
—Pagaré todo eso. —Me apresuré a interrumpirla.
Emily colocó su mano sobre mi pecho y soltó una carcajada. —Detente.
Trato de resolver esto en mi cabeza. No espero que pagues todo ese dinero y cubrir
mis gastos universitarios. Incluso si pierdo mis préstamos universitarios, estaré
haciendo suficiente dinero para pagar mi matrícula, creo. ¿Cuánto cuestan las
universidades ahí?
No sabía, ni me importaba un carajo. —Está pagada. No importa.
Su ceño fruncido era adorable. —Kiro.
—Emily —respondí, igual de serio.
Luego se rio y apoyó la cabeza en mi pecho. Dios, eso se sentía increíble.
Envolví mis brazos alrededor de ella y la sostuve ahí, no quería dejarla ir.
Jodidamente nunca. —Sólo dime que sí. Puedo hacer esto toda la noche —dije,
colocando un beso en la parte superior de su cabeza.
—Mi madre enloquecerá —dijo, levantando la cabeza para mirarme de
nuevo—. Tendrá un ataque. Uno malo.
—Tienes veinte años —le recordé. También lidiaría con su mamá, si tuviera
que hacerlo.
Suspiró y asintió. —Lo sé. Pero a ella no le gustará esto. Sabe que hablo
contigo. Se lo dije. Pero no estará de acuerdo en que yo viva en Los Ángeles con...
una banda de rock.
Probablemente, una de las razones por la que mi Emily era tan
condenadamente dulce e inocente. No podía desagradarme su mamá. Ella crio a
mi ángel. —Si es necesario, hablaré con ella. Te lo juro, estarás a salvo. Real y
verdaderamente más segura de lo que te encuentras en este lugar. Nadie te tocará.
Lo juro. Los mataría, y lo saben.
—Si señalo que tengo un contrato de alquiler de este apartamento, que mis
cosas se encuentran aquí y no tengo nada para llevármelas, tendrás una respuesta
para eso, ¿no? —preguntó, luciendo como si estuviera dispuesta a ceder.
—Pagaré la liberación del contrato, y pondremos tus muebles en un
almacenamiento.
Me estudió por un momento, y luego una sonrisa se extendió lentamente en
sus labios. —No puedo creer que digo esto... pero sí. Acepto.
¡Joder, sí!
Una semana después
Traducido por Vane hearts
Corregido por Mery St. Clair
La vida con Slacker Demon era como una película. No pensé como se vería o
sentiría, ya que estuve tan ocupada cuidando de las cosas en la última semana. Le
dejé saber a Will que renunciaba, lo que no salió bien. Luego mi madre me rogó
que no fuera. Al final, se rindió y me dijo que mi hogar iba a estar siempre ahí
cuando lo necesitara.
Empacar mis cosas que serían almacenadas y enviar lo que necesitaba a Los
Ángeles consumió cada momento después. Ni una sola vez me detuve a pensar a
lo que dije que sí. Ahora, de pie en una mansión con todos los lujos conocidos por
el hombre, comprendí que mi vida dio un giro masivo.
Trabajaba para Slacker Demon. Era mi trabajo asegurarme que esta casa
fuera cuidada y que todos tuvieran todo lo que necesitaran. Hablar de una gran
adición a mi currículum. Guau.
Dean entró en la habitación, con un cigarrillo colgando de su boca y usando
nada más que un par de pantalones de pijama con cráneos por toda la prenda. —
Bueno, miren quien finalmente llegó —dijo arrastrando las palabras.
—¿Las cosas de Emily llegaron? —preguntó Kiro, llevando el bolso de lona
que traje conmigo en el avión.
La mirada de Dean pasó de Kiro a la pieza de equipaje en su mano. Luego
sus cejas se alzaron mientras su mirada se movió de nuevo a su amigo. Se
sorprendió por algo, claramente.
»Las cosas de Emily. ¿Jodidamente llegaron? —preguntó Kiro en un tono
cortante.
Dean murmuró algo y luego asintió hacia la izquierda. —Sí. Envié todo al
cuarto que Viv usaba.
—Eso no es donde yo puta quería —gruño Kiro.
—No puedo leer tu maldita mente —respondió Dean, rodando los ojos.
Caminó hacia el sofá más cercano y se sentó en él.
—Sígueme —dijo Kiro, con un tono muy diferente ahora. Él era más suave
conmigo—. Te voy a mostrar tu habitación y luego haré que muevan tus cosas para
allá.
—Está bien —dije, preguntándome si solo debería ir a donde Dean quería
que yo fuera. Vivía aquí también y no quería hacerlo enojar.
—¿Qué habitación le vas a dar? —preguntó Dean.
—La blanca —respondió Kiro.
Dean dejó escapar un suspiro. —Mierda —murmuró.
—Si Dean quiere dejar esa habitación disponible, puedo usar la habitación a
la que envió mis cosas.
Kiro se detuvo y me miró. —Dean vive en el ala izquierda de esta casa. El
ala derecha es mía. Él no decide quién vive en alguna de mis habitaciones.
Oh. Entonces, ¿por qué parece molesto por eso?
Dean no me preguntó que trabajara para él. Sólo Kiro. Pero yo estaría
trabajando para Dean, también. En su casa. ¿Y si no me quería aquí? ¿Por qué no
pensé en eso?
Kiro me condujo hasta una gran escalera, del tipo que sólo había visto en
películas. —El lugar es grande, pero te daré un tour. Si te pierdes, simplemente ve
por un montón de esquinas a la derecha y terminarás aquí. —Me miró con una
pequeña sonrisa sexy en su rostro.
—Esquinas a la derecha, entendido —dije. No dejé que mi mirada se
quedara en él. Trabajé duro para ser una buena amiga suya. No quería hacerlo
sentir incómodo con mi pequeño enamoramiento.
Salir con Will ayudó un poco, pero no mucho. Ahora que vivía al otro lado
del país y de Will, eso se acabó. No estuvo muy feliz por eso, tampoco. En realidad,
me gritó y me preguntó si era estúpida.
No le contesté, porque tal vez estaba siendo estúpida. Mi madre no parecía
pensar que esto fue inteligente. Pero si hubiera dicho que no, estaba segura de que
me arrepentiría por el resto de mi vida. Estar cerca de Kiro me hacía feliz.
Se detuvo y abrió una puerta y casi choqué con su espalda. Estuve tan
perdida en mis pensamientos. —Está es tu habitación. Te mostraré tu oficina, si
prefieres tener una que no esté junto a la habitación. Hay una sala de estar por ahí
que puede ser utilizada como oficina, pero esa es tu decisión.
Entré, incapaz de formar palabras por el momento. Oficina, salas de estar, y
santa mierda, esta habitación era enorme. Incluso tenía una gran chimenea de
mármol. Entendí por qué ahora se llamaba el cuarto blanco. Parecía el cielo. Todo
era de un blanco suave. Incluso la cama tenía un blanco y fluido toldo que se
apilaba en cada esquina y caía en charcos hasta el suelo. Iba a perderme en esa
cama. Cuatro personas pueden dormir en ella cómodamente.
—¿Qué piensas? —preguntó Kiro. Casi sonaba nervioso.
Me di la vuelta para mirarlo y lo único que pude hacer fue sonreír. La gran y
torpe sonrisa que no se podía ocultar.
Dio unos pasos hacia mí y sus labios perfectamente esculpidos se estiraron
un poco en cada esquina. —¿Tienes palabras que vayan con esa hermosa sonrisa?
—preguntó con una voz ronca que siempre me hacía temblar. El problema era que
él no estaba en el otro extremo de un teléfono. Se encontraba frente a mí. Tendría
que controlar mis temblores cerca de él.
Su sonrisa vaciló y sus fosas nasales se ensancharon mientras inhalaba
fuertemente. Nos quedamos allí un momento, sólo mirándonos. Tenía miedo de
respirar y él no se movió hacia mí de nuevo. No estaba segura de lo que pasó, pero
tenía miedo de que estuviera manteniendo su distancia por mi escalofrío.
—Es…‖es‖increíble‖—solté finalmente, tratando de hacernos volver a terreno
cómodo.
Los hombros de Kiro se aliviaron un poco y asintió y luego dio un paso
atrás, alejándose de mí. —Bien. Me alegro que te guste. Voy a enviar a alguien, eh,
en unos minutos para que te muestre los alrededores. Tengo alguna mierda que
hacer que estuve posponiendo. —Me dio una sonrisa forzada y salió de la
habitación.
Bueno, mierda. Acabo de hacerlo huir. Esto podría haber sido el mayor error
de mi vida. Estar cerca de él todo el tiempo no iba a ser fácil. Si se asustaba y salía
corriendo cada vez que yo hacía algo estúpido, como temblar, entonces nunca lo
lograríamos. Tendría que volver a casa. Pero no quería. Ahora no.
Iba a tener que trabajar más duro para no pensar en los labios de Kiro o su
sexy voz. Era su empleada ahora. Tenía un trabajo que hacer y eso no involucraba
desear a mi jefe.
Traducido por Mery St. Clair
Desde el momento en que Emily me dijo que salía con ese imbécil, supe que
iba a traerla aquí. No era mía, pero maldición, la idea de que otro hombre la tocara
me volvía loco. Así que conseguí que eso ocurriera. Yo gané. Ella estaba aquí. Pero,
joder, ¿Qué diablos iba a hacer con ella ahora?
Hace seis meses, lo único en lo que podía pensar era en follarla. Eso no
cambió mucho, excepto que ahora me gustaba. Me preocupaba por ella. Mataría a
cualquiera que la lastimara. Pero aun quería follarla. Verla estremecerse cuando
me acercaba a ella me hacía contenerme. No era un buen chico.
—¿Tienes a la princesa ya en su torre? —preguntó Dean.
Le lancé una mirada feroz mientras él se hallaba de pie en el bar sirviéndose
un vaso de whisky. —No la llames así —gruñí.
Dean sonrió mientras tomaba un trago de líquido ámbar. —Tienes razón.
Aun no la has follado. No es una princesa. —Mi ceño se profundizó, y Dean rio
entre dientes—. Solo estoy jugando contigo. Es jodidamente divertido burlarme de
tu culo posesivo.
—Su nombre es Emily. Va a ser tratada como parte de la familia. Quiero que
la respeten —le recordé.
Asintió y levantó sus manos, fingiendo rendirse. —Entiendo. No hay
problema. Solo quiero saber exactamente qué vas a hacer con ella. La mamá de
Rush vendrá a traérmelo. Dice que necesita largarse a hacer unas compras. Viv
solía ayudarme con él. ¿Emily va a hacer lo mismo?
Rush era el hijo de dos años de Dean. Era un chico lindo, pero aún era un
bebé. Viv ayudó con todo el cuidado de ese bebé. No había pensado en Emily
teniendo que hacer eso. No estaba seguro de querer eso para ella. La madre de
Rush, Georgianna, era una jodida loca. No quería a Emily cerca de su hijo.
Especialmente, considerando que me follé a esa perra un par de meses atrás
cuando fue a una de nuestras fiestas después de un concierto. Demasiado vodka
para una noche. Luego follamos un par de veces más. Ella seguía regresando a mí,
y era realmente buena con su boca. Pero era una perra loca, y ya terminé con esa
mierda.
—Por mucho que me agrade tu hijo, no me agrada su mamá. Emily no va a
estar cerca de nada relacionado con Georgianna.
Dean tomó un largo trago de su whisky. Cuando dejo al lado el vaso vacío,
suspiró. —Lo imaginé. Tengo que advertirte, Georgianna también viene a verte.
No puedo creer que la follaras. ¿Qué diablos pensabas?
—No pensaba. Era un desastre y ella succiona como una jodida aspiradora.
—Lo imaginé. Pero ahora ella quiere verte. No es fácil deshacerte de esa
perra. Su prometido la dejó por su prima. Él me llamó cabreado diciendo que yo la
había embarazado, pero le dije que no fui yo. Ustedes han estado follando. No yo.
Ahora ella dice que él se casó con su prima. No puedo culparlo. La prima de
Georgie es linda y jodidamente dulce. Pero ahora busca un culpable, y tú estás
justo en su camino.
Íbamos a tener que contratar una niñera. No iba permitir que Emily
estuviera cerca de ella ahora. De ninguna jodida manera. —No quiero a esa loca en
la casa.
Dean frunció el ceño. —Es la mamá de Rush. Tengo que dejar que lo traiga.
—Entonces, Emily y yo nos vamos. ¿Cuándo llegaran?
Dean sacudió la cabeza. —¿Te irás sin ayudarme? ¿En serio? ¿Por qué finges
que Emily está aquí para trabajar con nosotros? La quieres aquí para que sea tuya.
Eso es todo. Admite esa mierda, y contrata una verdadera ama de llaves.
Si tan solo fuera tan fácil. —¿Cuándo llegarán? —repetí, ignorándolo.
—Dijo que me llamaría cuando el avión aterrizara.
—Contrata una niñera. Voy a ver si Emily está lista para la cena. —Me giré y
me dirigí hacia las escaleras.
—¿Por qué no puede Emily contratarme una niñera? Ese es su trabajo —
gritó Dean detrás de mí.
—¡Vete al diablo! —grité en respuesta, y subí los escalones de dos en dos. Ya
me sentía ansioso. Quería rescatar a Emily antes de que Georgianna atravesara esa
puerta.
Que mis elecciones de mi vida estuvieran frente a ella me ponía nervioso. No
había considerado como nuestros mundos colisionando podrían afectar las cosas.
Emily era la buena parte de mi vida. La parte pura y limpia. No permitiría que mi
mierda la tocara. Pero Georgiannna queriendo verme mientras Emily se encontrara
aquí iba a obligar a que mis dos mundos se unieran.
Toqué su puerta, luego la abrí sin esperar a que respondiera. Ese fue un
error. El mejor jodido error que he cometido en mi vida.
Emily se encontraba frente al espejo en nada más que un par de bragas de
satén rosa y un sujetador a juego. Estaba celoso de esas malditas bragas que podían
tocar su redondo trasero. Su cintura era pequeña, pero maldición, tenía unas
dulces caderas. Me hallaba tan concentrado en la vista, que no fue hasta que
escuche el pánico en su voz que levanté la mirada para encontrarme con la suya.
Se giró para encararme. Sus brazos envueltos alrededor de su cintura, solo
hacían que su escote destacara más. Esos grandes ojos finalmente me despertaron
de mi trance.
—Kiro, date la vuelta. Por favor —me rogó. Su voz era temblorosa e
insegura.
No quería girarme. Maldición, mi imaginación no le hizo justicia a esas
tetas.
—Kiro —suplicó.
Levanté la mirada hacia ella. —No estoy seguro de poder.
Su labio inferior tembló ligeramente. Fue hermoso. Todo en ella era
hermoso. No dijo nada mientras sus ojos bajaban lentamente por mi cuerpo. Mi
ángel era curiosa.
Di unos pasos hacia ella, y no se movió. Inhaló profundamente, pero no
alejó su cuerpo de mí. Lentamente, como si fuera un león acechando a su presa, me
acerqué. Si ella hacía un pequeño movimiento, me detendría. Me juré a mí mismo
mantenerla a salvo, pura y dulce, al igual que cuando la conocí hace seis meses
atrás.
El problema era que no solo mi polla la deseaba. También mi corazón. Se la
había arreglado para clamar algo de él, y yo pensaba que eso era imposible. Para
nadie.
Me detuve frente a ella y esperé, dándole un momento para tomar una
decisión. Sus pequeñas y rápidas respiraciones hacían que sus tetas se balancearan
de una manera que yo sabía que ella no tenía la idea de lo que provocaba. Lo cual
la hacía incluso más deseable.
Estiré la mano y pasé la punta de mi dedo a través de su clavícula tan
suavemente que apenas toqué su piel. Su cuerpo tembló bajo mi tacto. Mierda. La
quería. Todo de ella.
—Dime que me detenga. —Era el único suplicante ahora. Si seguía
tocándola, iba a perder el control.
No respondió.
Dejé que la punta de mi dedo se adentrara en el valle de sus pechos. Su
rápida respiración fue seguida por un escalofrío. Dios, como jodidamente amaba
cuando se estremecía.
—Dime que me detenga, Emily —repetí. Sus palabras serían la única cosa
que me detendrían.
—Yo…‖no‖puedo‖—susurró.
—¿Por qué? —Sabía la respuesta, y sabía que si ella me decía el por qué,
perdería el control. Pero quería escucharla decir que me deseaba.
—Yo…‖—Se detuvo, y corrí mi dedo sobre el encaje de su sostén—, quiero
esto.
Jódeme. Lo dijo.
Estaba acabado. Fue todo para mí. Esto lo cambiaba todo.
Mis manos sujetaron su cintura mientras tiraba de ella contra mi cuerpo
para que pudiera reclamarle la boca. Esos labios con los que había estado soñando
y ese dulce sabor a miel que atormentaba mis sueños.
Sus brazos se elevaron y rodearon mi cuello mientras se aferraba a mí. Nada
podría ser más importante. Con un beso, mi vida había sido alterada. Esto tomaría
un camino diferente ahora. Uno en el que una mujer sería dueña de mi corazón.
Traducido por Jadasa
Corregido por Sandry
Todas las partes que Kiro me tocó, cosquilleaban con anticipación. Debajo
de todo el deseo, mi sentido común me gritaba que me detuviera. Acostarme con
Kiro lo arruinaría todo. Nuestra amistad terminaría, y sería enviada de regreso a
Carolina del Sur. Al igual que Vivian.
Esa comprensión era lo que necesitaba para dejar de aferrarme al cabello de
Kiro por su preciada vida, poner las manos sobre sus hombros y empujarlo hacia
atrás. No me hallaba dispuesta a perderlo. Lo deseaba, pero no lo suficiente como
para perderlo para siempre.
—No —jadeé mientras mi cuerpo me gritaba en señal de frustración. No
pude mirar a los ojos de Kiro. ¿Fui demasiado lejos ya? ¿Me enviaría a casa ahora
porque las cosas se volvieron incomodas?
—Joder —gruñó, y las manos se le cerraron en puños a los costados. Sin él
hacía frío. Hizo que todo mi cuerpo vibrara con calor y electricidad. Ahora me
dejaba dolorida.
—Lo lamento. No, no debería haberlo hecho, lo arruinará todo. Debería
haber dicho que te detuvieras —Sonaba ridícula, pero tenía dificultades para
recuperar el aliento.
—No lo hagas. —Su voz sonaba ronca y dura. Le observé las manos, porque
no me encontraba lista para mirarlo a la cara. Era más seguro mirarle las manos.
Las abría y cerraba con fuerza varias veces.
Justo cuando fui casi lo suficientemente valiente como para mirarlo a los
ojos, se dio la vuelta y se fue. El duro golpe en la puerta vibró por toda la
habitación. No me moví para vestirme. Por primera vez en mi vida, mi corazón se
rompía. Lo arruiné todo.
Llegué a la cama antes de que me derrumbara y me acurrucara en una bola.
¿Qué hice?
Las lágrimas me mojaban el rostro y empapaban la almohada debajo de mi
cabeza. Se enojó conmigo. Me lo merecía, pero aún así, dolía. No tanto como el
miedo de que me echara y nunca oír su voz de nuevo, haciéndome bromas.
Preguntándome sobre mi día.
Cuando abrí los ojos, las lágrimas en mi cara se secaron, y el sol se puso. Me
quedé dormida. Sentándome, me giré para ver el reloj junto a la cama. Dormí
durante dos horas. Kiro no regresó a ver cómo estaba.
Aún no desempaqué, y mis cajas no se hallaban en esta habitación. ¿Me iría
mañana? Respiré profundamente varias veces y me recordé que Kiro nunca fue
mío. Este mundo nunca fue mío. Me gustaría estar bien. Lo extrañaría muchísimo,
pero me recuperaría. Simplemente tenía que dejar de revolcarme en mi dolor y
lidiar con esto.
Agarré de mi bolso un par de pantalones cortos y una blusa sin mangas, y
me vestí rápidamente. Mi cara era un desastre, así que la lavé y la dejé sin
maquillaje. Una vez que limpié todo rastro de mi ataque de llanto, me recogí el
pelo en una coleta y me dirigí a la puerta. Tenía que encontrar a Kiro y hablar con
él.
Me encontraba perdida, pero luego recordé que me dijo que había que girar
un montón hacia la derecha, entonces eso hice. Efectivamente, me hallaba de
vuelta en las escaleras que subimos antes. Era tan elegante como esta casa. Era
cómoda para que dos hombres vivieran en una casa de este tamaño. Dos familias
podrían vivir aquí y no se verían si decidían no hacerlo.
Voces llegaban por el pasillo mientras subía el último escalón. Una voz
femenina aguda me sorprendió. Me dirigí hacia las voces, pero me detuve cuando
Kiro gritó—: ¡A la mierda con eso! Eres una perra mentirosa. Deja al niño y vete.
¿Niño?
Oí el sonido de pequeños pies golpeando el suelo de madera justo antes de
que algo se estrellara contra mis piernas con un ruido sordo. Con un chillido de
sorpresa, extendí las manos y me sostuve en la pared. Entonces bajé la mirada para
ver los más increíbles ojos de color gris mirándome. El cabello oscuro del niño era
lo suficiente largo para ser de una niña, pero no había duda de que era un niño. Él
frunció el ceño mientras su carita me estudiaba.
—¡No me digas que me vaya! ¡Vine aquí para hablar contigo, y vas a hablar
conmigo, estúpido hijo de puta! —gritó la mujer.
El ceño fruncido del niño se profundizó mientras miraba hacia atrás por el
pasillo en dirección a los gritos. ¿Este era hijo de Kiro? ¿Tenía un niño?
Una pequeña mano se envolvió alrededor de mi pantorrilla, se aferraba con
fuerza. Vi cómo el niño deslizaba un pulgar en su boca y se acercaba a mí. Se sentía
asustado. Gritaban justo en frente de él.
¿Qué clase de padres hacían eso? Padres estrellas del rock, aparentemente.
De repente, todo mi dolor y miedo se calmaron mientras aumentaba mi furia por
los padres de este niño. Era solo un bebé. No podía tener más de dos años.
Me agaché, y el niño empezó a moverse, pero cambió de opinión y se
mantuvo firme. Su intento de ser valiente era adorable y desgarrador a la vez.
—Hola, soy Emily. ¿Cuál es tu nombre? —le pregunté, insegura de si ya
hablaba.
—Wush —susurró.
Rush. Rush Finlay. Este era el hijo de Dean. Escuché hablar de él en las
noticias cuando nació. Había fotos de Dean con su pequeño hijo por todo internet.
Pero, recientemente, no lo había visto.
¿Entonces por qué Kiro le gritaba a la madre de Rush?
—Es un placer conocerte, Rush —dije, justo cuando su madre llamó a Kiro
por nombres que ningún niño jamás debería escuchar. ¿Siquiera se daban cuenta
de que Rush ya no se encontraba en la habitación?
—¿Adónde vas? Quizás pueda ir también —sugerí. No iba a dejar a este
bebé fuera de mi vista.
—¿Casa de papá? —Sonaba como una pregunta. Buscaba a Dean.
—Estoy segura de que está. Podemos ir a buscarlo juntos —dije, luego
extendí los brazos para ver si iba a confiar en mí lo suficiente como para agarrarlo.
Vino voluntariamente a mis brazos, y me puse de pie mientras envolvía un
pequeño brazo alrededor de mi cuello. —Bitación de papá —dijo, con mucha fe de
que Dean estaría en su dormitorio. No sabía con seguridad donde quedaba la
habitación de Dean, ni siquiera si era buena idea ir allí sin avisar.
—¡Rush! ¿A dónde fue? Lo llevare de vuelta, hijo de puta bastardo, y
puedes explicarle a Dean por qué no verá a su hijo este fin de semana —gritó la
mujer.
El agarre de Rush en mí se tensó y sus ojos me miraron suplicante. —
Bitación de papá —repitió.
—¡Rush! —La mujer chilló de nuevo, y luego Kiro llamó el nombre de Rush.
Iba a tener que llevarlo allí junto a ellos, a pesar de que quería envolverlo con mis
brazos y huir. Estas personas no tenían derecho a criar a un niño. No si iban a
actuar de esta manera a su alrededor. Ahora me abrazaba muy fuerte, y más que
nada, quería llevarlo junto a su papá. Eso era, obviamente, lo que él quería.
—¡Rush! —La voz de la mujer sonaba cada vez más cerca. Los tacones de
sus zapatos hacían clic sobre el suelo. Venía, y no había manera de que pudiera
salvar a este bebé de su mamá.
Cuando los fríos ojos verdes chocaron con los míos, se congeló, y luego sus
labios se fruncieron con disgusto. —¡Baja a mi hijo, zorra! Las putas que desfilan
dentro y fuera de esta casa no tocan a mi hijo. ¡Jamás! —La mujer atractiva y
obviamente embarazada se dirigió hacia mí, y la carita de Rush se veía tan triste.
—Bitación de papá —repitió, a ella esta vez.
—Lo llevaba junto a Dean. Se encontraba aquí solo, y preguntó por Dean —
traté de explicar.
—Por supuesto que sí —me dijo entre dientes—. Perra estúpida.
—Discúlpate con Emily jodidamente ahora, o nunca pondrás de nuevo un
pie dentro de esta casa. Me importa una mierda quien eres, Georgianna. La
próxima vez, Dean puede ir por el niño. —La voz de Kiro sonaba fría y mortal.
La mujer se dio la vuelta y miró a Kiro. —No le pediré disculpas a una de
las muchas prostitutas que mantienen tu polla húmeda.
Kiro dio un paso hacia ella, y la expresión en sus ojos era aterradora. Sentí
miedo por ella. Seguramente no iba a lastimar a una mujer embarazada. ¿Por qué
se burlaba de él de esta manera?
—Vete. ¡Ahora! —gritó.
Los brazos de Rush se apretaron alrededor de mi cuello, y enterró la cara en
mi pecho. Su pequeño cuerpo temblaba, y esta vez, fui yo quien se molestó. Kiro lo
asustaba.
—Deténganse. Ambos. Está asustado, y ambos lo empeoran. Es un bebé, por
el amor de Dios. ¿No pueden ver que esto le molesta? Caramba, me molesta a mí, y
ni siquiera sé por qué se están gritando el uno al otro. ¿Dónde está Dean? Él quiere
a su papá.
Kiro alejó sus ojos llenos de odio de Georgianna, y se suavizaron tan pronto
como se encontraron con los míos. Tomó lentamente a Rush que se acurrucaba
contra mí y dejó escapar un suspiro. —Joder —murmuró, como si acabara de darse
cuenta de lo que hacían—. Te llevaré con él. Fue a tomar una ducha, y esta put…‖
—Se detuvo cuando le lancé una mirada de advertencia. Se aclaró la garganta—.
Ellos aparecieron —dijo.
—¿Siempre se gritan el uno al otro y maldicen delante de él así? —pregunté,
pidiendo a Dios que dijeran que no.
—No necesito que alguna puta de mierda me diga cómo criar a mi hijo. Lo
entregas en este momento, o te lo quito.
Kiro se acercó a ella, su rabia volvió.
—¡Kiro, no lo hagas! Rush —le recordé al niño en mis brazos.
Kiro se detuvo y murmuró una maldición. —Vamos a dejar algo muy claro,
Georgianna. Emily no es una perra o una puta. Está aquí, porque está trabajando
para nosotros. Es mi... amiga —dijo Kiro, volviendo a mirarme. Nada en esa
mirada, decía que éramos amigos. Decía que tuvimos nuestras manos uno encima
del otro y quería hacerlo de nuevo—. Y cuando estés en mi casa, la respetarás. Ella
es mía.
¿Qué?
Georgianna farfulló y levantó las manos. —Así que, ¿es por eso que te
niegas a aceptar el hecho de que estoy embarazada de tu puto niño? ¿Por ella?
Mi estómago se hundió, y miré fijamente mientras la mujer seguía
hablando—: Este bebé es tuyo, Kiro. Follamos como conejos, y lo sabes. Fuimos tan
salvajes el uno con el otro que se te olvidó el maldito condón una noche. Estoy
embarazada. Necesitas enfrentarlo y lidiar con ello. ¿O planeas ignorar a este niño
como haces con el otro? —Volvió su mirada enojada hacia mí—. Sé cuidadosa.
Serás la siguiente. Al hombre le gusta desparramar por ahí su semilla.
¿Kiro tenía un niño? ¿Qué? Oh Dios mío. Realmente no sabía nada de este
hombre.
—Te follas a un hombre diferente cada noche —respondió, mientras
continuaba fulminándola con la mirada—. Ese niño no es mío. Nunca habría
tocado tu usado coño sin protección.
—Dean se hizo una prueba de paternidad para probar que Rush era suyo.
Con mucho gusto dejaré que hagas lo mismo.
Kiro golpeó su mano contra la pared y gritó—: ¡Vete de mi casa!
Rush temblaba de nuevo en mis brazos.
—Kiro, para —supliqué.
—¡Dame a mi hijo! —exigió Georgianna, extendiendo las manos para
alejarlo de mí.
—Está asustado, y quiere a su papá. ¿No puede simplemente quedarse a ver
a Dean? —supliqué. Este bebé necesitaba a alguien que luchara por él.
—Estúpida‖per…
—Contente de una puta vez, ahora, Georgianna. No te atrevas a terminar. —
La voz de Dean llegó desde detrás de mí, y quería llorar de alivio.
—¡Papi! —dijo Rush, sus brazos aflojando su agarre sobre mí mientras se
extendían hacia Dean como si fuera su salvador. Empezaba a pensar que lo era.
Dean tomó a su hijo, mirándolo como si fuera la cosa más preciosa del
mundo. —Hola, amigo. Me preguntaba cuándo ibas a llegar. Te extrañé.
Dean habló suavemente, y Rush hundió la cabeza en el cuello de su padre,
ahora aferrándose a Dean con toda la fuerza que podía reunir.
—Creo que es el momento de que te vayas. Te oigo hablar de nuevo así en
torno a mi hijo, y no lo volverás a ver —advirtió Dean en voz baja mientras miraba
a Georgianna.
Luego se dio la vuelta y se alejó con Rush en sus brazos.
—Ahora puedes irte —dijo Kiro, entonces hizo un movimiento hacia mí.
Yo, sin embargo, no me sentía lista para estar cerca de él o hablar con él. No
después de todo lo que acababa de escuchar y ver. Dios, ¿cómo no sabía que su
mundo se encontraba tan jodido? Era una estrella de rock. Por supuesto que tenía
un jodido pasado y presente.
Me di la vuelta y me apresuré de vuelta a las escaleras, a la habitación que
me dieron. ¿Me iba o me quedaba y lidiaba con el mundo loco en el que entré?
Traducido por Issel
Corregido por Sahara
La botella de vodka en mi mano estaba casi vacía. Miraba hacia las llamas en
la chimenea mientras sostenía el frio vidrio en mis manos. Cuando Georgianna se
marchó finalmente, no fui capaz de encarar a Emily. No después de la forma en
que me había mirado.
No sabía que tenía un hijo. Uno al que nunca veía. Lo había intentado una
vez, pero era demasiado problema. Su madre no quería que él fuese tocado por mi
mundo. Luego Geoggianna afirmaba estar embarazada de mi hijo. Mierda.
¡Maldición! Había usado un condón cada jodida vez. Sé que lo hice. Estaba
mintiéndome.
La mujer era una perra vengativa, y juro por Dios, que casi la había
golpeado. Si no hubiese sido porque Emily estaba ahí de pie, mirándome como si
estuviera buscando por cualquier señal para probar que era bueno, lo habría
hecho. Pero no quería defraudarla. Aunque lo había hecho. Mucho.
Dean iba a estar enojado también. Rush había escuchado toda esa mierda, y
a Dean no iba a gustarle. No podía culparlo. Él amaba al chico, y aunque su mamá
fuera una perra, era un chico lindo. No debí haber dejado que ella me molestara de
esa manera en frente de él.
—Creo que debería irme —dijo la gentil voz de Emily. Es extraño como
palabras dichas por una boca tan dulce podían retorcer tu interior de una forma
tan dolorosa. Mi Emily quería dejarme.
Giré mi cabeza para verla de pie en la puerta. Estaba hermosa. Siempre tan
hermosa. Su largo cabello oscuro enmarcaba su cara, y la hinchazón de sus ojos
miel indicaba que había estado llorando. Por mi culpa. Me odiaba. Era una mierda.
—No me dejes —dije, levantándome y luchando contra el balanceo que mi
cuerpo quería tomar mientras la habitación se movía. Había bebido demasiado.
Jodidamente demasiado.
—No puedo quedarme aquí. No estoy de acuerdo con la forma en la que
vives. Puede que suene caprichosa o como si estuviera juzgándote, pero este no es
un mundo en el que pueda vivir.
El obvio dolor en su voz no me pasó desapercibido. No quería dejarme.
Estaba demasiado asustada para quedarse. Había descubierto demasiado sobre mí.
Con mucha rapidez.
—Estoy jodido, Emily. Siempre lo he estado. Mis padres no me querían. Me
odiaban. Un día regresé de la escuela, y mi madre había empacado mis cosas y las
había dejado en el frente. Tenía trece. Dijo que estaba cansada de ser mi mamá.
Dijo que la perra que me dio la vida huyó con mi padre cuando era un bebe, y yo
era igual a ella. Me enteré ese día que mi papá no me quería tampoco. No tenía a
nadie. La mamá de Dean me acogió. Me dejó dormir en su sala. Eventualmente
consiguieron mi custodia. Me mató cuando murió de cáncer de mama. La única
persona que alguna vez quiso ayudarme. —Estaba borracho, y estaba diciendo
mierda que nunca decía. Necesitaba parar, pero Emily me iba a dejar, y no podía.
Necesitaba que se quedara. No podía perderla también.
»Todo el mundo me deja. No soy bueno. No valgo la pena. — Lancé la
botella a la chimenea—. Porque no valgo nada —giré mi espalda hacia ella.
Lágrimas habían llenado sus ojos y ahora estaban corriendo por su cara.
Estaba haciendo llorar a mi ángel. Destruía cosas. No podía permitirme destruirla.
Ella significaba demasiado. Era especial.
»No fui hecho para un ángel. Nunca debí haber tratado de acercarme a
nadie. Siempre fuiste demasiado buena para mí. Solo quería estar cerca de ti. Verte
sonreír. Esto hacia que todo dentro de mí se sintiera completo de nuevo. Que la
mierda sucia y manchada en mi vida fuese mejor cuando tú estaba cerca. Tienes
esta luz Emily. Es tan jodidamente brillante. Le da calor a todo lo que está a tu
alrededor. Me dio calor a mí. Siempre estuve tan vacío y frío antes de ti.
Entonces ella se movió. Pensé que había escuchado lo suficiente y estaba
yéndose. No sabía si esta vez sobreviviría. Perderla iba a quebrarme por completo.
Un chico puede recuperarse solo determinadas veces.
Me hundí sobre mis rodillas y dejé caer mi cabeza en mis manos. Lo había
arruinado todo.
—Kiro. —La voz de Emily estaba a mi lado, y sus brazos se envolvieron a
mi alrededor—. No eres alguien que no valga nada. Eres especial también. —Sus
palabras resquebrajaron lo que quedaba de mi corazón.
—No digas mierda como esa y para luego dejarme. —Mi voz era cruda. Le
había expuesto todo. Mis debilidades, mis miedos, mi dolor. Nunca le había
mostrado a nadie todo eso. Nunca.
—No voy a dejarte. No lo haré hasta que tú eches de aquí. No quiero dejarte.
Me haces feliz. Me haces sentir cosas que me asustan pero me emocionan. No me
quiero ir.
El vodka estaba jodiendo con mi cabeza. —Quieres irte. Vete, Emily. Aléjate
de mi cariño. No valgo una mierda.
Un suave sollozo cerca de mi oído envió un rayo de consciencia a través de
mi cuerpo. —Mírame —rogó Emily.
Levanté mi cabeza y vi a mi hermoso ángel en sus rodillas, con los ojos rojos
y lágrimas humedeciendo su cara. Estaba sosteniéndose de mi brazo con fuerza,
como si se negara a dejarlo ir.
—No voy a dejarte. Nunca. La única forma de que puedas deshacerte de mí
es que me botes y jures que nunca quieres volver a verme de Nuevo. Tú, Kiro
Manning, lo vales. Vales demasiado.
Abrí mis brazos, y ella dejó escapar un gran sollozo mientras se lanzaba a
ellos y se aferraba a mí. La abracé con fuerza, enterré mi cabeza en su cuello e
inhalé. Olía a miel. Tan jodidamente dulce.
—Nunca voy a pedirte que te vayas. Te necesito —dije contra su cuello.
—Está bien. Porque también te necesito.
Apreté mi agarre en ella y caí hacia atrás contra el sofá, cogiéndola en mis
brazos. No iba a dejarme. Quería quedarse. Me quería. ¿Cómo conseguí que un
ángel se quedara conmigo? No había hecho nada bueno en este mundo. Había
jodido más vidas de las que podía contar.
—Hiciste lo correcto hoy alejándome —le dije, mientras pasaba mis manos
sobre su cabello, dejando que los suaves mechones se deslizaran a través de mis
dedos. Había dejado su habitación sabiendo que no tenía derecho de tocarla como
lo había hecho. Era demasiado buena para mí.
—¿Lo hice? —respondió.
—Si, lo hiciste. No te merezco.
Inclinó su cabeza hacia atrás y me miró. Las lágrimas se habían detenido,
pero su cara aún estaba húmeda. Odiaba saber que había llorado por mí. Nunca
quería que llorara. —Temía perderte si hacíamos algo —susurró ella.
¿Perderme? ¿Pensó que iba a perderme? ¿Dios, es que aún no lo entendía?
Había terminado. Era ella. Incluso si esto fuera todo lo me diera, el resto de mi
jodida vida, sería feliz. La tenía. —Me habría vuelto más loco por ti de lo que estoy,
pero ¿Perderme? Joder, Emily, nada que puedas hacer me haría no quererte.
Mordió su labio inferior y frunció el ceño. La vi pensar eso. Cuando su labio
fue finalmente liberado de sus dientes, quería lamerlo, pero no estaba seguro si
tenía permitido hacerlo. —Haría las cosas incómodas entre nosotros. ¿Cómo
podríamos ser amigos entonces?
—¿Por incómodas te refieres a que no sería capaz de dejarte salir de la cama
o ducharte tu sola.
Se rio y negó con su cabeza.
—Entonces explica eso, ángel, porque estoy jodidamente confuso.
—Quiero decir… si durmiéramos juntos, ¿qué pasaría cuando tuvieras a
otras‖ chicas‖ aquí…y‖ yo tuviera que verlo? Te sentirías incómodo, creo, y puede
que yo no sea capaz de manejarlo.
Maldición.
Tomé sus caderas y tiré de ella sobre mí para que me encarara. Sus pierna a
horcajas sobre mi regazo, y si se posaba, mi polla estaría apretada contra su coño.
Empujando a un lado esos pensamientos, tomé su cara. Necesitaba que me
entendiera y que me creyera.
—Emily, si pudiera follarte, entonces eso sería todo para mí. Nadie más. Un
hombre no puede ir al paraíso con un ángel y estar satisfecho con nada más de
nuevo. Necesitaría tu coño y solo el tuyo. Si me hubieses dejado entrar, entonces sí,
habría sido incómodo, porque te habría convertido en mía. Completamente, eso
podía haber sido incómodo para ti.
Sus ojos muy abiertos mientras me escuchaba.
No me iba a contener más con ella. Había terminado con esa mierda.
Necesitaba saberlo todo. La había dejado entrar, ya no la mantendría fuera. No por
nada.
—Entonces, ¿no quieres dormir conmigo solo una vez? —preguntó,
mientras su pequeña lengua salía y humedecía sus labios.
Posé mi frente en la suya. —En esta vida, nunca tendré suficiente de ti.
—¿Te sentirás de esa misma forma en la mañana cuando estés sobrio? —
preguntó.
Sonreí y la atraje de nuevo a mi pecho. Tenía razón. Estaba ebrio, pero eso
no tenía nada que ver con esto. —Por qué no te quedas aquí en mis brazos esta
noche, y cuando nos despertemos en la mañana, puedes preguntarme eso de
nuevo —respondí.
Miró al suelo debajo de nosotros y luego de vuelta a mí. —¿Quieres dormir
en el suelo?
La levanté y la coloqué en el sofá detrás de mí. —No, quiero dormir en el
sofá —dije, mientras me subía al suave cuero y la acostaba para colocarla a mi lado.
Levantó la mano y tomó la peluda sábana blanca que estaba tirada sobre la parte
de atrás y nos cubrió con ella.
—Buenas noches, Kiro.
—La mejor jodida noche de mi vida, ángel —le aseguré. Porque lo era.
Traducido por Sandry
Corregido por Annie D
***
Abrí los ojos para ver el amanecer entrando por las ventanas. Kiro y yo no
dejamos la habitación ayer. Dormimos y luego jugamos todo el día. Después de
que me tomó en la ducha, no recordaba mucho. Me pregunté si me desmayé.
Levantando el brazo, sentí el nido de ratas en el que mi cabello se convirtió y me
avergoncé. Necesitaba levantarme y arreglar esto. Era un desastre.
Salí con cuidado de los brazos de Kiro, caminé en punta de pies hasta el
baño, y entré en la ducha. Me lavé el cabello, ya que sería la única forma de
amansarlo después de ir a la cama anoche con él húmedo. Una vez que terminé,
me vestí rápido y bajé al primer piso.
Kiro me contrató para manejar la casa. No estaba segura de todo lo que
implicaba, pero me sentía lista para comenzar a aprender. Él mencionó a una
cocinera cuando me contó sobre el trabajo, y entonces ayer tres veces, la comida
apareció mágicamente afuera de la puerta de nuestra habitación. Tampoco era solo
comida. Era de lo mejor. Sofisticada. Sin embargo, nunca vi a alguien trayéndola.
―Hola‖ ―dijo‖ una‖ suave voz cuando llegué a la parte inferior de las
escaleras.
Levanté la mirada para ver a Rush parado allí en un pijama de Batman. Era
el niño más lindo que había visto. Pero desde luego, no conocía al pequeño niño de
Kiro. ¿Sería tan adorable?
―Buenos‖ días‖ ―respondí,‖ colocando‖ a‖ un‖ lado‖ los‖ pensamientos‖ sobre‖ el‖
hijo de Kiro. Tendríamos que hablar sobre eso. Necesitaba saber más. Lo conocía lo
suficiente para saber que si tenía un hijo, él querría que lo supiera. ¿Entonces, por
qué no me lo dijo?
―Vamos‖ a‖ comer‖ ―anunció‖ Rush.‖ Me‖ hizo‖ señas‖ con‖ su‖ pequeña‖ mano‖
para que lo siguiera antes de voltearse y salir hacia el pasillo.
Lo seguí, caminando por un sendero que aún no tomaba. Pero él parecía
saber a dónde iba. ¿Qué tan a menudo venía de visita? Dean era un buen papá. Eso
era muy obvio. Este niño lo amaba. También quería eso para Kiro.
―Rush,‖ ¿a‖ dónde‖ te‖ fuiste‖ corriendo?‖ ―gritó‖ una mujer, y él se rio y se
deslizó por el suelo en sus medias a través de las puertas dobles.
―Fui‖por‖Emmy‖―respondió, señalándome.
Una pequeña y redonda señora con una cálida sonrisa caminó hacia la
puerta‖ y‖ puso‖ sus‖ manos‖ en‖ sus‖ caderas‖ mientras‖ me‖ estudiaba.‖ ―Veo‖ que‖
encontraste a otra madrugadora. Bueno, entonces entra. Le hice a Rush sus waffles
de chocolate favoritos. Espero que tengas hambre después del día que tuviste ayer.
Y soy Margarette Fuller, pero sólo‖ dime‖ Margie‖ como‖ los‖ dem{s‖ ―dijo‖ con‖ un‖
brillo‖ en‖ sus‖ ojos,‖ mientras‖ se‖ movía‖ de‖ regreso‖ a‖ la‖ estufa―.‖ A‖ Rush‖ le‖ gusta‖
despertarse con el sol, pero a su papá no mucho. Suele dormir en el momento de
las escapadas mañaneras de Rush. Cuando él se encuentra aquí, mantengo mis
orejas atentas a algún sonido de pequeños pies, así puedo atraparlo antes de que
logre‖ hacer‖una‖travesura.‖―Se‖detuvo‖y‖me‖miró‖de‖nuevo―.‖Ha‖hablado‖ de‖ti.‖
Supongo que le gustas. Dean dice que te enfrentaste a su madre y ganaste. Bien por
ti.
Pude haberme perdido un día entero en la habitación de Kiro, pero
aparentemente, el resto de la casa ya sabía todo sobre mi corto tiempo aquí.
―Siéntate‖―exigió‖Rush,‖golpeando‖la‖silla‖a‖su‖lado‖en‖la‖barra.
Me acerqué e hice lo que me dijeron, tratando de no reírme ante su forma
mandona.
―Eres‖buena‖con‖él.‖No‖acepta a la gente tan fácilmente. Pero le gustas. Eso
me hace pensar que quizá debes ser justo lo que nuestro Kiro necesita. Hay otro
pequeño niño al que me gustaría ver corriendo por estos pasillos y comiendo mis
waffles.‖―Cerró‖su‖boca‖y‖se‖giró‖r{pido,‖como‖si‖hubiera‖dicho‖algo‖de‖no‖debía.
―Sé‖ que‖ tiene‖ un‖ hijo‖ ―le‖ aseguré.‖ No‖ quería‖ que‖ se preocupara por
haberme dicho demasiado.
Se‖ volteó‖ de‖ nuevo‖ hacia‖ mí,‖ sus‖ ojos‖ redondos‖ por‖ la‖ sorpresa.‖ ―¿Te‖ lo‖
contó?
No.‖Pero‖deseaba‖que‖lo‖hiciera.‖―Georgianna‖dijo‖algo‖sobre‖eso.
Margie‖ solo‖ suspiró‖ y‖ sacudió‖ la‖ cabeza.‖ ―Esa‖ mujer‖ ―murmuró‖ para‖ sí
misma.
Me pregunté cómo era la madre de su hijo. ¿Era hermosa? ¿Era como
Georgianna? Quería saber tantas cosas sobre Kiro.
Traducido por Yure8
Corregido por Miry GPE
Esta mañana descubrí que jodidamente odiaba despertar sin Emily en mis
brazos. Jodidamente. Lo. Odiaba.
No me molesté por una camisa, simplemente sacudí un par de pantalones
vaqueros y salí a buscarla. Luego la arrastraría de regreso a mi cama. Todavía no
me encontraba preparado para compartirla con el mundo. Solo quería que
viviéramos en mi cuarto. Solos. Para siempre.
Dios, estaba perdiendo el control.
El sonido de su risa musical flotó hacia mí mientras llegaba al final de las
escaleras. Con el ceño fruncido, me di cuenta de que venía desde el lado de la casa
de Dean. Mejor que no estuviera haciendo reír a Emily. Esas risas eran mías,
maldita sea. Tenía que buscar su propia mujer.
—Lo pusiste en mi nariz, tonto —chilló Emily. Se divertía. ¿Con quién carajo
hablaba?
Su voz venía de la cocina. Me dirigí hacia el sonido y entré, listo para
golpear a quien estuviera haciéndola reír. Era el único que tenía que hacer esa
mierda. Era mía.
Sin embargo, lo que vi me frenó en seco. Emily se encontraba de pie en el
fregadero, y junto a ella se encontraba Rush, que se hallaba de pie en una silla.
Ambos se encontraban cubiertos en burbujas de jabón hasta los codos y riendo.
Cuando volvió sus ojos hacia mí, se iluminaron, y la sonrisa en su cara
creció. Como si fuera la única cosa en el mundo que quería ver. Me hizo sentir
como un maldito rey.
—Buenos días —dijo alegremente—. Rush y yo decidimos ayudar a Margie
a lavar el lío que hicimos con nuestro accidente del jarabe, y, bueno, parece que
tenemos un poco de diversión.
—Burbujas —intervinó Rush, levantando las manos, y luego arrojando
burbujas a Emily, que se reía de sus travesuras.
—Ella me gusta. No estropees esto —dijo Margie, mientras se acercaba a mí
y me daba una palmada en el brazo—. ¿Tienes hambre?
Sí, tenía hambre. Tenía hambre por algo que Margie no podía darme.
—Come algo —dijo Emily sin dejar de reír y jugar con Rush—. Tengo que
lavarme después de esto, y luego necesito algunas instrucciones con la casa.
¿Instrucciones con la casa? Si se lavaba, iría con ella.
—No tengo hambre. Iré contigo a limpiarte —dije, caminando hacia ella.
Excitación se mostró en sus ojos mientras miraba como me acercaba. Pude
ver la velocidad de su respiración, y por mucho que me gustaba Rush, estaba a
punto de tener que renunciar a su compañera de juegos.
—Vamos a limpiarte ahora —dije, mientras deslizaba mi mano por su
cintura y comenzaba a limpiar el jabón de sus brazos—. Creo que un cambio de
ropa está en a la orden. Y tal vez una ducha.
Emily se hundió de nuevo en mí y me dejó limpiarla. —Está bien —
concordó—. Pero hoy tengo que trabajar —añadió en un susurro.
Jodidamente no trabajaría. Eso era antes. Antes de que fuera mía. No la
compartiría con el resto de la casa.
—Hablaremos de eso después —contesté.
—Dean dijo que tenía que contratar una niñera para las visitas de Rush.
Pero creo que Emily lo hará muy bien. —Margie elevó la voz—. A él realmente le
gusta ella.
Diablos, no. Emily no era la puta niñera de Dean. Era mía. La necesitaba
más.
—Emily no es una niñera —espeté, y comencé a llevarla hacia la salida.
Tenía que llevarla lejos de ellos. Volver a mi habitación. Volver a donde no tenía
que compartirla.
—Kiro, ¿qué te pasa? —preguntó en tono preocupado.
—Te dije que actuaría todo loco. Este soy yo actuando como loco. Te
necesito en mi habitación. Eres mía. Sólo mía.
No dijo nada más, y me sentí aliviado. No me hallaba de humor para
defender la locura de celos que sentía. Cerré con llave la puerta detrás de nosotros,
luego la dirigí hasta que la tuve contra de cama.
—No me gusta despertar y que no estés ahí. Quería follarte, y te habías ido.
Quería olerte, y te habías ido. Quería verte sonreír, y te habías ido. Lo odié.
Suspiró y alzó la mano para pasar sus dedos por mi cabello. —Me desperté
muy temprano, y no quise molestarte. Pensé que podía empezar a trabajar en
resolver las cosas por aquí.
—Solo quédate conmigo. No quiero que ayudes a nadie más. Solo te quiero
conmigo.
Emily frunció el ceño. —Te cansarás de mí muy rápido si me quedo contigo
todo el tiempo.
No tenía ni idea. Nunca me cansaría de ella. Nunca tendría suficiente de
ella. —Déjame tenerte. Ahora mismo. Quítate esos pantalones cortos, y déjame
tenerte.
Por un momento, no pensé que se fuera a mover. Le mostré lo jodidamente
desquiciado que estaba, y huiría. Me encontraba listo para atraparla si lo intentaba.
Pero después de unos segundos, se desabrochó los pantalones cortos y salió de
ellos. Luego se quitó las bragas y las arrojó a un lado.
Mi boca cubrió la suya mientras ahuecaba el calor entre sus piernas con mis
manos. Ya se encontraba húmeda para mí. Eso hizo que me dieran ganas de rugir
con satisfacción. Me deseaba. Me sentía loco de necesidad por ella, y ella lo quería.
Su lengua bailó contra la mía mientras la dulzura de su boca me llenaba. La
tenía dispuesta en mis brazos. Nada era tan perfecto.
Con una mano, bajé mis pantalones vaqueros, y la puse en el borde de la
cama antes de hundirme en ella con un solo golpe. Las paredes apretadas me
envolvieron con fuerza mientras ella gemía y dejaba caer la cabeza hacia atrás. Me
hallaba tan profundo como podía. La adicción que venía con esta mujer era irreal.
Quería vivir en su interior. Simplemente así. —Quiero quedarme aquí.
Dentro de ti. Así. Déjame mantenerte así. Eres mía, Emily.
Mis palabras sonaban como las de un loco, y decidí que tal vez estaba loco.
Quería a esta mujer con locura. No podía tener suficiente de ella.
—Quiero ponerme en control de natalidad. Quiero saber lo que se siente que
te vengas dentro de mí. —Jadeó cuando comencé a moverme dentro y fuera de su
coño caliente.
—Joder, sí —gemí en acuerdo—, si puedo venirme dentro de ti, nunca te
dejaría salir de mi cama. Esa idea me vuelve loco. Necesito eso.
—¿Voy a sentirlo? Me gusta la sensación en mi piel. Quiero sentirlo dentro
de mí.
Empecé a temblar. Iba a explotar. Al oírla hablar de mi jodida corrida dentro
de ella era demasiado. —Voy a venirme ahora si no te detienes. —le advertí.
—Oh, Dios, quiero sentirlo. —Gimió y me abrazó fuertemente hacia ella—.
Lo quiero tanto.
Eso fue todo. Con las piernas de Emily envueltas alrededor de mi cintura,
grité su nombre y luego seguí con un—: ¡Jodeeeeeer! —Mientras me liberaba en su
interior. Gritó mi nombre una y otra vez, diciéndome que podía sentirme mientras
se deshacía en mis brazos.
La idea de que pudiera quedar embarazada ni siquiera me asustó. La quería.
Condenadamente la quería unida a mí para que no pudiera irse. Nunca dejaría que
esta mujer se fuera. Era mía. Haría cualquier cosa por mantenerla.
Traducido por Pachi Reed15
Corregido por Daliam
Después de dos semanas de vivir con Kiro, me di cuenta de que nunca iba a
trabajar realmente para él. No iba a permitirlo. Me mantenía en su habitación, y
cuando salíamos de la misma, nunca me quitaba su mano de encima. Veíamos
películas en su sala de teatro, y comíamos juntos en su cocina.
Tuvo dos entrevistas a las cuales ir, y las dos veces me llevó con él. No me
dejaba fuera de su vista. Incluso cuando lo estaban filmando, exigió que yo
estuviera directamente en su línea de visión. Pude ver la forma en que la gente me
miraba. Estaban curiosos y confusos. Especialmente las mujeres.
Yo no era especial frente a sus ojos. ¿Por qué Kiro las ignoraba y se
encontraba tan obsesionado conmigo? Me preguntaba lo mismo. De hecho, le dije
lo mismo a la mujer que había sido lo suficientemente osada como para decírmelo
a la cara. Ella había sido una modelo de uno de los videos musicales anteriores de
la banda. Era evidente que se habían acostado por la forma en que actuaba a su
alrededor.
Cuando me había dado la vuelta para así no tener que verla presionando su
pecho contra él y susurrándole al oído, se encontraba a mi lado al instante,
besando mi cara y diciendo que yo era todo para él. Su ángel.
Cosas como esa me impedía ponerme celosa por la manera en que las
mujeres lo querían. Acepté que esto siempre sería el caso. Era Kiro. Las mujeres lo
amaban. Pero Kiro me amaba.
El día que mi período comenzó, Kiro en realidad parecía molesto. Como si
hubiera estado esperando que quedara embarazada por aquella vez en la cual no
fuimos capaces de detenernos a nosotros mismos. Tuve la oportunidad, y pudimos
empezar a tener sexo sin protección de forma inmediata una vez que mi período
había terminado.
La idea de que él me estaba marcando cada vez que se venía en mí, lo hacía
lucir incluso más como un hombre de las cavernas. Le encantaba saber que era solo
de él, y me encantó saber que él me quería. Porque lo amaba. Con todo lo que
tenía, amaba a este hombre. Y porque lo amaba, iba a ayudarlo.
Comenzando con su hijo. Necesitaba conocer a su hijo, y también tenía que
asegurarse que Georgianna se hubiera hecho una prueba de paternidad. Porque si
ella, de hecho, estaba llevando a su hijo, él merecía saberlo.
Observando a Dean con Rush me hizo querer eso demasiado para Kiro. Así
que investigué un poco y le hice a Margie algunas preguntas. Luego llamé a Mary
Ann, la madre del hijo de Kiro.
Kiro había ido al estudio en el sótano de la banda para trabajar en una
nueva canción, y todos ellos habían pedido que me quedara arriba para que así
Kiro se concentrara. Lo convencí de que necesitaba una siesta, pero no antes de que
tuviera que botarlo de su dormitorio. Él no había estado feliz por ello, pero
necesitaba tiempo a solas. Para llamar a Mary Ann.
Ella no era como lo esperaba. Era una chica de Texas que había cometido el
error de dormir con Kiro para superar un desengaño. Fue cosa de una sola noche, y
ella se encontraba avergonzada de sí misma cuando todo terminó. Tenía la
esperanza de nunca tener que verlo de nuevo y no esperaba hacerlo hasta que se
enteró de que estaba embarazada. El condón se había roto, pero ella dijo que Kiro
se había alejado. Al parecer, no lo suficientemente pronto.
Hablamos durante una hora. Me agradaba mucho. Cuando terminó la
llamada, ella accedió a permitir que Kiro y yo visitáramos a Mase. Su hijo. Sólo
tenía que convencer a Kiro primero.
***
Mase vino a quedarse por el fin de semana dos veces ese verano. Fue duro
para Mary Ann estar alejada de él, pero se hallaba determinada a permitir que
Mase y Kiro se conocieran. También le dio tiempo para sí misma. Incluso salía con
alguien ahora.
Para el final del verano, Georgianna dio a luz una niña. Dijo que tenía el
examen de paternidad hecho y que Nannette no era hija de Kiro. De todas
maneras, algo dentro de mí me decía que mentía. Pero Kiro se rehusó a comprobar
los resultados del examen. Dijo que la bebé era del ex prometido de Georgianna.
Iba a pedirle que nos mostrara los resultados del examen cuando Kiro pudiera
escucharme. Pero justo ahora, iba a permitirle ajustar su vida con su nueva bebé y
Rush.
Sería una batalla en la que me daría por vencida.
En los siguientes seis meses, Mase se volvió parte de nuestras vidas. Fuimos
al zoológico y lo llevamos a un juego de los Lakers. Pasamos tardes en la playa
cuando el clima era cálido. Cada vez que veía a Mase sonreírle a su papá, sentía un
apretón en mi corazón. Adoraba verlos juntos.
Georgianna nunca volvió a aparecer. Dean tenía que viajar para recoger a
Rush. Ella tenía un bebé ahora y se rehusaba a llevarle a Rush a Dean. A él no
parecía importarle, y Kiro lo prefería así. Todavía odiaba a Georgianna.
Cuando los chicos tuvieron que irse a trabajar para grabar una nueva
canción para el nuevo álbum mientras Rush y Mase se hallaban de visita, los cuidé.
Esos niños habían robado una pieza de mi corazón.
Mayo de 1993
Traducido por NicoleM
Corregido por Mery St. Clair
La gira de verano de Slacker Demon comenzó. Una vez más, su álbum más
reciente se volvió platino, y me encontraba lista para viajar con Kiro. Se negó a que
fuera de otra manera. Dean convenció a Trac, Brit y Dash que sin mí, Kiro sería un
desastre. Que todos me necesitaban ahí para sobrevivir a la gira.
Pasamos el fin de semana con Mase, lo extrañaría en los siguientes cuatro
meses. Kiro también parecía un poco triste de verlo irse. El pasado año, se habían
unido, y agradecía eso.
También, Mase hablaba mucho, y eso era adorable. Me llamaba "Emmy" al
igual que Rush. Kiro les había seguido la corriente y me llamaba Emmy más a
menudo que Emily. Mary Ann se encontraba en una relación seria, pero Kiro no
parecía preocupado por eso. Me dejaba ser amiga de Mary Ann, pero rara vez le
hablaba.
Me levanté antes de que el sol saliera. Mis ojos se abrieron de golpe, y las
oleadas de náusea que me revolvieron el estómago ayer volvieron. Llegué al baño
justo a tiempo. Por suerte, ayer durante esta hora Kiro dormía. Creí que se debía a
algo que comí, pero ahora las tenía otra vez y me sentí bien todo el día de ayer
luego de enfermarme. No podía tener un virus estomacal justo ahora. No cuando
debíamos partir a la gira esta tarde.
Tendría que quedarme. Kiro estaría tan molesto. Para ser sincera, también
yo. Lo extrañaba cuando se encontraba lejos, aunque fueran por un par de horas de
práctica. Rara vez nos separábamos, y la idea de ello dolía. Me agradaba tan poco
como a él. Pero mientras agarraba el asiento de porcelana, supe que no sería capaz
de volar. En su lugar, necesitaba ver a un médico.
Lo sentí antes de que hablara. Estirándome, tiré de la cadena y agarré un
paño para limpiarme la cara. Luego me giré. Él me observaba con preocupación y
miedo en su hermoso rostro. La última vez que enfermé, tuve amigdalitis. Uno
creería que me encontraba en mi lecho de muerte por la forma en que él se hallaba
sobre mí. Nunca se iba de mi lado, y me tomaba la mano incluso mientras dormía.
—Creo que debería ir a ver a un médico y reunirme con ustedes durante la
semana —dije, intentando sonar valiente. Si pensaba por un momento que estaba
molesta, se quedaría conmigo. Todos los espectáculos se habían agotado, y
comenzaban mañana en la noche en Boston. Él tenía que ir.
—No me iré sin ti —dijo con total naturalidad, entonces comenzó a mojar un
paño con agua fría antes de agacharse a mi lado y limpiarme la cara—. No te dejaré
si estás enferma. Lo sabes. Lo saben.
—Boston —dije débilmente, con ganas de meterme a la cama y dormir. Me
encontraba cansada.
—Que se joda Boston. No te voy a dejar.
Tenía que dejarme. Y yo tenía que mejorar.
—Lo siento. Estaré bien. Déjame descansar, y para la tarde, estaré lista para
irnos.
No pareció muy convencido.
—Voy a llamar a un médico para que venga —dijo, poniéndose de pie y
luego inclinándose para recogerme.
—No estoy tan enferma como para no poder caminar —le dije, divertida.
—Si mi ángel vomita, no va a caminar —repitió, y me llevó a la cama.
Dejé que me acostara. Luego me besó la frente.
—Voy a llamar a un médico. Descansa.
Abrí la boca para discutir, pero se encontraba fuera de la habitación antes de
que pudiera. Cancelaría la gira si había algo mal conmigo. Necesitaba estar bien, o
el mundo iba a odiarme. Sería la razón por la cual Slacker Demon canceló la gira.
El sello discográfico se pondría furioso. Sería un caos. Tenía que estar bien.
Traducido por Karen B.
Corregido por Mery St. Clair
Era pequeña y perfecta. Lucía justo como su mamá. Lo cual era algo jodidamente
loco que decir, porque hasta este momento, creía que todos los bebés se veían igual. Pero
esta no era una criatura aplastada. Era hermosa. Hasta sus labios lucían como los de
Emily.
—Aquí está tu papi —susurró Emily al bulto rosado en sus brazos. Se la habían
llevado justo después de haber nacido para hacerle algunas pruebas. Estaban preocupados
por su corazón, lo cual me había asustado. Emily había sostenido mi mano y reasegurado
que nuestra pequeña estaría bien. Le rezó a Dios, así que confiaba en gran hombre para
salvar a nuestro bebé. Desearía poder confiar en él tanto.
—Harlow Manning, conoce al papi más maravilloso del mundo. Afortunadamente
para ti, sucede que es el tuyo —dijo Emily mientras extendió a la pequeña que habíamos
hecho juntos para que la agarrara.
Emily me había dado a una niña. Nuestra hija. El anillo de diamante en su dedo
brillaba bajo las luces fluorescentes en la habitación del hospital. Hace seis meses, había
caminado por el pasillo de una iglesia en Carolina del Sur y había prometido amarme por
siempre. Había pensado que ese era el día más feliz de mi vida. Pero sujetando al pequeño
bulto rosado en mis brazos mientras su madre me miraba con tanto amor, no podía ser
superado ni siquiera por el día de nuestra boda.
—Luce como tú —dije mientras estudié el pequeño rostro de la bebé.
—También te veo en ella.
Pensé que ella estaba imaginando cosas, pero no me importó. Quería que mi hija se
luciera como su madre. Tendría dos ángeles en la tierra ahora.
—La mantendré a salvo. A ambas. Mis chicas siempre serán las personas más
importantes en mi vida. Nada vendrá antes que ustedes dos. Lo juro.
Emily rio. —Te creo.
—Gracias por esto. Por ella. Por darme esta vida.
Su mano se extendió y tocó mi cintura.
—Te amo, Kiro Manning. Gracias por mostrarme al hombre que nadie más logra
ver.
Acurruqué a mi bebé contra mi pecho y me senté en el borde de la cama. Tenía
todo en la vida ahora. No necesitaba más. Esto era todo lo que necesitaba. Todo lo que
jamás necesitaría. Mi vida estaba completa. Mi mundo era perfecto. Y nada podría apartar
nunca de mí a estos dos ángeles.
La puerta se abrió detrás de nosotros, y un doctor entró al cual había visto antes
con Harlow.
—Soy el Dr. Gavins. Soy el pediatra de guardia esta noche, y chequeé a Harlow
más temprano. Tenemos algunas preocupaciones. Detectamos un soplo cardiaco, y aunque
puede que no sea nada grave, necesitamos hacer unos exámenes más. La moveré a la
Unidad de Cuidado Intensivo neonatal. Necesita ser monitoreada por el equipo
apropiado.
Traducido por Mary Warner
Corregido por Mery St. Clair
Kiro tomó mi mano entre las suyas mientras el último reporte de Harlow
fue entregado. Había sido dada de alta del hospital ayer, por lo que Kiro consiguió
un cuarto para usarlo nosotros mientras Harlow aun estaba aquí. No podía dejarla.
Me negaba. Ella nos necesitaba.
—Ella estaba azul —dijo Kiro lentamente, mientras lo procesaba.
Había flujo de sangre excesivo desde el lado izquierdo de su pequeño
corazón hacia el lado derecho. Tenía dificultades para respirar. Inhalé
profundamente, como si así pudiera respirar por ella. Había estado respirando por
ella por nueve meses ahora. La quería de vuelta en mi interior, donde ella se
encontraba segura. Protegida.
—Va a estar bien —repetí, para calmarlo y para recordármelo a mí. Dios no
nos daría a esta bebita para amarla y luego arrebatárnosla así. Simplemente no
creía que él fuera tan cruel.
—Cateterismo cardiaco suena demasiado terrible, Emmy. ¿Por qué no
podemos sostenerla? Debe tener miedo.
No sabía que decirle. Esperaba pacientemente porque mi mamá llegara
aquí. Ella había planeado venirse una vez que llevara a Harlow a casa para así
poder ayudarme. Pero quería a mi mamá. Kiro pagó por su boleto de avión y me la
tría de camino.
—Ella sabe que la amamos. Puede sentirlo. —Tenía que creer eso, también.
Necesitaba que ella supiera que la amaba.
—Es‖demasiado‖diminuta.‖Si‖esto‖no‖funciona,‖ellos‖querr{n…‖a…‖mierda,‖
ni siquiera puedo decirlo.
Si esto no funciona, Harlow tendría que tener una cirugía. Posiblemente la
primera de muchas antes de que llegara siquiera a los tres años. Ellos nos habían
dicho todo por los últimos días. Teníamos que usar batas y máscaras y volver y
verla tres veces al día. Cada vez que tuvimos que dejarla de nuevo, lloraba.
Kiro me sostuvo, y esperábamos hasta que pudiéramos ir a verla de nuevo.
—Es una Manning. Es fuerte. Es tenaz. Y es amada. Estará bien —dije las
palabras en voz alta. Necesitaba que fuera así. Lo creía. Lo aclamaba, y no
permitiría que no fuera verdad.
Enero 1995
Traducido por Edrika
Corregido por Mery St. Clair
Fin
Abbi Glines
Abbi Glines puede ser encontrada saliendo con
estrellas de rock, paseando en su yate los fines de
semana, haciendo paracaidismo o surfeando en Maui.
Está bien, quizá ella necesita mantener su
imaginación sólo enfocada en su escritura. En el
mundo real, Abbi puede ser encontrada acerrando a
niños (que siempre suelen aparecer que no le
pertenecen a ella) a todos sus eventos sociales,
escondida bajo las sábanas con su MacBook con la
esperanza de que su marido no la descubra viendo a
Buffy en Netflix de nuevo, y escabulléndose a Barnes & Noble para pasar horas
perdida en libros.