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CONCLUSIONES FINALES

El hombre darviniano, aunque bien educado,


en el mejor de los casos ¡no es más que un mono afeitado!
W. S. Gilbert

Se ha realizado un repaso del recorrido evolutivo de los miembros de la familia homínida. Como se ha visto en la
retrospectiva histórica efectuada a propósito de los orígenes del hombre, los focos principales de interés han bas-
culado hacia determinadas direcciones, dependiendo del momento histórico (explicaciones míticas, teleológicas,
religiosas, científicas…). Esas diferentes propuestas fueron conformando los cimientos de una ciencia que ahora
pugna por desvelar los aspectos más importantes de nuestro tránsito evolutivo, la Paleoantropología.

En este texto se ha tratado de determinar si un aspecto característico de la cultura humana, como es la innova-
ción, habría sido determinante en la consolidación y progreso del género Homo.

Como ya señalarámos, acceder a una comprensión, más o menos acertada, en relación con los comienzos del
género Homo pasa por entender el proceso de aparición y desarrollo de los ancestros fósiles de los primeros
miembros de nuestro género. Aproximarnos a sus características físicas, comprender sus nichos ecológicos, sus
hábitos alimenticios y determinar grosso modo cómo eran sus pautas de comportamiento social, son aspectos que
no pueden pasar inadvertidos a la hora de estudiar, o intentar adentrarse, en lo que se ha llamado proceso de
hominización.

La aparición de los primeros miembros de nuestra familia en el continente africano, establecida por los estudios
biomoleculares entre 7/5 m.a., se caracterizó por la existencia de pocas novedades (tanto morfológicas como
conductuales) en relación con la línea de la que se separaron, la de los simios antropoides. Sus nichos ecológicos,
hábitos alimenticios y formas de organizarse socialmente no habrían sido muy diferentes a las mostradas por
los simios antropoides, como los chimpancés. Tan sólo algún rasgo físico, como un bipedismo incipiente, debió
haber sido el elemento diferenciador entre homínidos y grandes simios. No obstante, la emergencia de los pri-
meros miembros de nuestra familia se insertaría dentro de un proceso de cambios en los que unos primates se
vieron forzados a alternar diferentes tipos de ecosistemas, entre los que la paulatina aparición de la sabana habría
sido un factor de suma importancia por todo lo que ello implicó. Los homínidos habrían sido el resultado de un
proceso de selección y adaptación posterior, efectuado sobre un grupo de primates que antaño ocuparon entor-
nos más cerrados. Algunos rasgos adaptativos, como la mencionada bipedestación, habrían sido determinantes
para el posterior éxito evolutivo de la familia, pues permitió tener acceso a una variedad amplia de recursos.
Inicialmente las estructuras sociales no habrían diferido mucho de las de los simios antropoides, con estructuras
cerradas, propias de sociedades coordinadas y semicooperativas con unidades reproductoras no independientes.

A partir de hace c. 4 m.a. estas circunstancias comienzan a cambiar. Los nichos ecológicos ocupados por los
miembros de nuestra familia se ven sometidos a una mayor mutación provocada por la exacerbada tenden-
cia cambiante del clima planetario, que en África oriental se ve traducido en una progresiva aperturización y
desecación del medio en detrimento de los espacios forestales. Esto supuso la aparición de mayores demandas
adaptativas generadas por la mayor existencia de espacios de sabana (mayor presión trófica, mayor competencia
por los recursos…) y con implicaciones sociales diferentes. Por otro lado, existen evidencias que nos hablan de
ciertos cambios encefálicos, con mayores tamaños y complejidad, en algunas especies de australopitecos; junto
a ello el desarrollo de ciertas capacidades físicas plasmadas en la mejora estructural de extremidaes, como la
mano, llevan a pensar en la posibilidad de tareas manipulativas más complejas llevadas a cabo por algunos taxa
de australopitecos y que anteceden a la llegada de homínidos con mayores opciones cognitivas.

Nivel Cero
ISSN 1134-0320
ALBERTO GÓMEZ CASTANEDO

En este sentido, a partir de hace unos 2·5 m.a. la tendencia climática al enfriamiento de la Tierra, y, por consi-
guiente, a la existencia de cada vez menos masas forestales y de mayores extensiones de sabana en el continente
africano, se recrudece, y se empiezan a observar en el registro fósil nuevas especies de homínidos surgidas como
resultado de estrategias adaptativas singulares. Aparecen homínidos con mayores volúmenes cerebrales, pero
también aparecen otros hiperespecializados desde el punto de vista dental. Fundamentalmente los primeros,
miembros del género Homo, son interesantes por varios aspectos. Por un lado porque supone la aparición de un
nuevo tipo de homínido que rompe en cierto modo con la tendencia morfológica previa, pero sobre todo, porque
a este nuevo primate se le atribuyen pautas conductuales ya muy sofisticadas y que le colocan en los umbrales de
la humanidad. Destacan, sobre todo, la fabricación y uso de herramientas de piedra con unos fines específicos y
la generación de los primeros yacimientos arqueológicos. Ello nos está hablando de unas pautas de planificación
subsistencial y de grados de cohesión y relación social muy elaborados y sofisticados. Del mismo modo, en estos
homínidos se observan cambios biológicos determinantes, como el aludido crecimiento del volumen cerebral (al
que muy probablemente se le puede asociar una complejización del encéfalo o, al menos, cierta especialización
de determinadas áreas), asociado a una cada vez mayor ingesta de proteínas y grasas animales, un creciente
incremento en la duración del desarrollo biológico y un cambio en la estrategia sexual, con relaciones de corte
más estrecho, monogámico y solidario, todo ello con sus implicaciones socioculturales que tendrán su reflejo,
por ejemplo, en cuestiones de suma importancia adaptativa como la primera salida del continente originario y la
dispersión de homínidos con fechas en torno a 2 m.a. por Eurasia.

A pesar de las dificultades para precisar de forma clara cuáles podrían ser los elementos distintivos de la cultura
humana, lo que es cierto es que en estos momentos las producciones culturales, entendidas estas como pautas de
conducta perdurables aprendidas y diseminadas en un contexto social, se alejan claramente de las tradiciones
previas.

Por otro lado, los debates existentes en relación con qué homínido debería llevar la etiqueta de primer humano
(Homo habilis, Homo rudolfensis o Homo erectus/ergaster) son constantes y los criterios morfológicos y taxonómicos son
los que más se enfrentan. Además, hay ciertas líneas de pensamiento que cuestionan la posibilidad de que huma-
no sea sinónimo exclusivo de faber y consideran muy factible el hecho de que algunos homínidos, supuestamente
menos evolucionados, hubieran sido esos primeros artesanos de la piedra.

En nuestra opinión es muy importante precisar de forma fehaciente los rasgos apomórficos de cada taxón con el
objetivo de clarificar y ordenar las diferentes propuestas taxonómicas. Sin embargo, entendemos la dificultad de
tal empresa puesto que la variabilidad en el registro fósil es tan amplia como escasas son las muestras diagnósticas
de cada espécimen.

Por otro lado, desde nuestro punto de vista, hemos considerado interesante otro tipo de información que, si bien
no va a ofrecer matices anatómicos que ayuden a solucionar la problemática citada, sí pueden colaborar en in-
tentar comprender algunos aspectos relacionados con los hábitos de comportamiento de los primeros miembros
de nuestro género. Como arqueólogos el punto de referencia básico es la información procedente de la arqueolo-
gía; pero también podemos recibir ayuda de los trabajos y reflexiones procedentes de los estudios primatológicos
en los que se empiezan a involucrar nuevas disciplinas como la etología, la biología o la psicología.

La información arqueológica nos dice que en un momento determinado (c. 2·6 m.a.) algunos homínidos, que de
forma conservadora y a falta de evidencias concluyentes, vamos a considerar miembros de Homo, están traba-
jando la piedra de una forma no desarrollada hasta el momento. Si bien es cierto que muy probablemente se
hubiesen dado concentraciones de piedras, algunas de ellas, con filos activos y asociadas a primates no humanos,
como parecen reflejar los trabajos efectuados en algunos yacimientos de chimpancés de Costa de Marfil, y muy
probablemente también por parte de otros homínidos, las industrias de los yacimientos más antiguos (Gona o
Lokalalei) reflejan una complejidad no ofrecida por las acumulaciones de los chimpancés. Ello obliga a pensar
en la existencia de cambios en las pautas conductuales de los manufactores de estas industrias, pudiéndose hablar
de una cadena operativa con selección de material, transporte, talla preparada y previsión de uso posterior. Del
mismo modo, las concentraciones de restos líticos junto a restos de fauna con huellas de procesado en lugares
referenciales implica la existencia de unos patrones de comportamiento y previsión de uso que se alejan bastante
de los que motivaron las concentraciones pétreas de los chimpancés.

Estas circustancias nos llevan a buscar respuestas en relación con a qué se debió que unos homínidos concretos
generaran semejantes producciones materiales y las utilizaran posteriormente con diversos fines, siendo los eco-
nómicos los que han dejado huella temporal y los que como arqueólogos podemos estudiar.

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LOS ORÍGENES DEL GÉNERO HOMO. UNA EXPLORACIÓN DE LA INNOVACIÓN COMO MOTOR EVOLUTIVO

En este punto es cuando podemos valernos de los trabajos realizados desde diferentes ópticas, como la biología,
la etología o la psicología.

Los estudios realizados sobre los encéfalos de los primates no humanos y de los humanos muestran que en los
cerebros de los últimos se han producido una serie de cambios y reorganizaciones evolutivas que han permitido
que se desarrollen áreas que en otros primates, aunque puedan estar presentes, no reflejan la complejidad de la
de éstos. Los trabajos primatológicos han establecido que a la hora de desarrollar cultura los primates no huma-
nos pueden ser tan capaces como los humanos. Sin embargo dentro de este entramado, y relacionado con ello,
se pueden establecer diferencias de grado y, quizás, precisar algunos rasgos característicos de los humanos, como
la capacidad de acumular cultura o cierto desarrollo a la hora de transmitir información.

Desde nuestro punto de vista, la innovación habría jugado un papel muy importante en la consolidación y el
desarrollo de los miembros del género Homo. Sabemos, en relación con la capacidad de acumular cultura y de
trasmitirla de forma eficaz, que algunas capacidades favorecidas por el desarrollo neuromotriz, como la imita-
ción, habrían sido trascendentales en los humanos. Si bien es cierto que parece comprobado que los primates
no humanos tienen cierta capacidad emuladora, esta aptitud palidece si la comparamos con la eficiencia de la
nuestra. Para que la capacidad de imitar despliegue todo su potencial, algunos autores consideran que es ne-
cesario que se produzcan una serie de condiciones ontogénicas como es la presencia de la llamada “revolución
de los nueve meses”, desarrollada entre los 9 y los 12 meses de vida, que permite interpretar a los miembros de
una comunidad como seres intencionales. Esta capacidad está consolidada en los humanos modernos, asociada
esencialmente al complejo desarrollo biológico presente en nuestra especie. Sin embargo, sabemos que con Homo
erectus/ergaster la prolongación del desarrollo biológico era ya un hecho con lo que la presencia de etapas como la
niñez (quizás aún no tan prolongada como en H. sapiens) es más que factible; algunos autores también sostienen
que Homo habilis podría haber disfrutado de una incipiente niñez gracias al aumento de su volumen encefálico.
Junto a ello, la evolución del tamaño cerebral de los homínidos parece indicar cierta tendencia a la compleji-
zación de determinadas áreas corticales, vinculadas a la manipulación y al procesado de información compleja.

Todo ello podría haber favorecido el comienzo de una secuencia en la que se recogieron y mejoraron habilidades
previas (la capacidad de emular, característica de los primates no humanos, el uso de la piedra…) y añadieron
aptitudes nuevas, como una mayor eficiencia manipulativa y, posiblemente, visual. Los homínidos de este mo-
mento (c. 2·5 m.a.) habrían sido capaces de beneficiarse de las tradiciones heredadas de sus ancestros homínidos
y primates no humanos en la utilización de útiles, sólo que a partir de este momento unas capacidades más de-
sarrolladas, favorecidas por encéfalos grandes y reorganizados, les ayudaron a desarrollar pautas más creativas
e innovadoras, tanto en la fabricación de las herramientas como en el uso que le dieron a las mismas. En este
sentido, la primera industria de piedra, el Olduvayense y sus implicaciones económicas habrían surgido a partir
de un contexto de elaboración material previo, largamente observado por unos homínidos que con sus mayores
capacidades cognitivas acabaron generando un novedoso tecnocomplejo que, lejos de haber sido algo simple,
encerró pautas de producción con respuestas diferentes en función de las presiones ecológicas y sociales a las
que se vieron sometidos los homínidos. Los primeros yacimientos arqueológicos se habrían conformado como
resultado de esta tradición creativa, conllevando el desarrollo de la complejización sociocultural, lo que tuvo
importantísimas consecuencias en el posterior devenir del género Homo. Se habría entrado ya en una dinámica
sin vuelta atrás en la que la evolución cultural acumulativa se habría encargado del resto, propiciando, con el
tiempo, la aparición de complejos industriales con producciones materiales más sofisticadas y elaboradas lo que
a su vez se tradujo en mejoras de los sistemas de aprovechamiento económico y organización social.

Por lo tanto la actitud creativa e innovadora humana, extremadamente más desarrollada que en los primates
no humanos, habría sido un factor elemental en la consolidación y progreso del género Homo. La aparición de
los primeros Homo habría estado marcada por la confluencia de muy diversos factores biológicos y culturales,
pero algunos rasgos, surgidos como respuesta a diferentes presiones ecologicas y sociales, fueron determinantes
para que, tras varios millones de años, podamos seguir ocupando, con más o menos éxito, todos los rincones del
planeta.

En cualquier caso, para finalizar, estas son propuestas hipotéticas, generadas a partir de las evidencias disponibles
a día de hoy. Quizás en un futuro no muy lejano éstas puedan ser confirmadas o refutadas de plano gracias al
hallazgo y al mejor conocimiento del entramado evolutivo humano.

Nivel Cero 13 2012 173

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