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1.

JOVENES FORJADORES DE ESPERANZA1

1.1. Introducción

Una de las mayores preocupaciones de los padres de familia con hijos en la juventud (20 años),
viene dada por la incertidumbre que ofrece el hecho de que sus hijos dejen el disciplinado y
organizado colegio e ingresen al mundo de la universidad y al laboral. En efecto, cuando los hijos
están en casa y en edad escolar, se facilita el conocer, moderar y encauzar aquellos factores que
gravitan sobre ellos. ¿Qué sucede con la labor educativa durante la juventud? Está inquietud será
ampliamente abordada durante esta unidad, al explorar el tesoro de la juventud para comprender
la labor de padres y educadores en la formación integral de los jóvenes que están construyendo su
propio futuro.

La presente unidad se dirige a comprender la importancia de influir positivamente en los jóvenes


y generar actitudes de liderazgo, para la construcción de un mejor futuro desde un buen presente.
Ejercer una influencia más efectiva, sobre quienes construyen la sociedad del futuro, es una tarea
que los padres deben asumir responsablemente.

1.2. ¿Educar en la juventud?

Aún existe la creencia generalizada de percibir la educación de los (las) hijos(as) como un proceso
que culmina con su emancipación de éstos; más triste aún, de hecho, muchos progenitores
abandonan el proceso una vez los hijos llegan a la edad de la adolescencia. La desafortunada
concepción de la adolescencia como edad que marca el término de la armonía familiar, para dar
paso a la época de los conflictos familiares, indudablemente es producto lógico del desconocimiento
– por lo general ingenuo-, de las innumerables posibilidades educativas que surgen en esta etapa
crítica de la existencia humana.

A partir de esa concepción, parecerá extraño presentar a los padres una alternativa educativa para
sus hijos después de la adolescencia. Por tanto, no sobra resaltar, una vez más, que la paternidad
y la maternidad genera una responsabilidad educativa con cada hijo, que sólo puede considerarse
concluida con la muerte del (de la) hijo(a), porque sólo entonces habrán terminado las posibilidades
de hacerse mejor persona. Los padres no son responsables de los actos de los hijos, sino que
deben tener la conciencia de haber hecho todo lo necesario, de haber puesto todos los medios,
para que los hijos pudieran actuar acertadamente.

1 Apartes tomados de la Aventura de Educar. Juventud. José Germán Gómez Pérez. Universidad de la Sabana. Chía. 2000. P.
153-188

1
Atender la educación supone que los educadores dejen a quien se educa en condiciones de
emprender su propio proyecto personal de vida, libremente asumido con todas las consecuencias
que conlleve. El final de la adolescencia sólo es el final de una etapa más del desarrollo de la
persona, para proseguir el crecimiento en otra etapa de la vida, la juventud. En la adolescencia
lo que ha ocurrido puede resumirse en un doble logro personal: por una parte, el descubrimiento
de la propia intimidad que genera un natural afán de independencia de los demás, para tomar las
riendas de la propia existencia; por otra, un cuestionamiento de los valores que otros han tratado de
inculcarle, para quedarse sólo con aquellos que se han encontrado razonables. Vale advertir que el
término “razonables”, significa aquellos valores que la persona encuentra valiosos en sí mismos, de
acuerdo con el cúmulo de vivencias proporcionadas por la familia -en primer lugar-, el colegio y el
medio ambiente. Si la familia ha sabido vivir coherentemente los valores que predicó al (la) hijo (a),
cabe esperar, que una vez éste(a) pase la adolescencia, éstos quedarán incorporados, pero esta
vez de modo diferente: ahora serán libremente aceptados. ¿Es éste el final del proceso educativo?
Efectivamente no.

Si la educación es en definitiva un proceso, para aprender a tomar mejores decisiones -aquellas


que más convienen a la propia naturaleza humana y a la vocación personal que toda persona debe
asumir-, no es difícil advertir que aunque en muchos aspectos generales de la vida ya se esté
en condiciones de acertar en las decisiones, muchas cuestiones fundamentales de la existencia
personal apenas comienzan a decidirse y para ellas es indispensable una ayuda orientadora. La
misión de los padres sólo ha cambiado la forma: lo que antes se logró con el ejercicio de la autoridad
en el hacer y posteriormente en el hacer pensar, ahora debe apoyarse en el hacer pensar desde
la orientación personal. Es decir, desde la generación de posibles alternativas y la previsión de las
consecuencias correspondientes, para que el(la) hijo(a), como protagonista de su futuro, esté en
mejores condiciones de decidir y que las cuestiones fundamentales como su vida de fe, la familia,
y su vida profesional, entre otras. La orientación, quede claro para los padres, no significa falta de
normas -pocas, claras e incuestionables- para los hijos mayores. Todo ser humano requiere de
normas para actuar con seguridad. Las decisiones fundamentales de la vida se toman durante la
juventud.

Los hijos han comenzado una nueva etapa de la vida y, aún en su silencio, están esperando la
ayuda orientadora de sus padres. La familia continúa siendo el mejor ámbito para crecer como
persona. No es cuestión de edad, sino de amor, y tanto requieren de él los infantes como los
adultos.

1.3. Características de la juventud

La sexta etapa de desarrollo psicosocial de Erikson, intimidad frente a aislamiento, es el tema


principal de la edad adulta temprana. Si los jóvenes adultos no son capaces de hacer compromisos
personales profundos con otros, decía Erikson, pueden aislarse y ensimismarse. Sin embargo,
necesitan de cierto aislamiento para reflexionar sobre su vida. Mientras trabajan para resolver

2
demandas conflictivas de la intimidad, y competitividad, desarrollan un sentido ético, el cual era
considerado por Erikson como el indicador de haber entrado a la edad adulta.

Los jóvenes adultos que han desarrollado un fuerte sentido del yo durante la adolescencia están
listos para fundir su identidad con la de otra persona. Erikson decía que sólo hasta que la persona
está lista para la intimidad madura, puede ocurrir la “verdadera genitalidad” la que definió como el
pensar el uno en el otro, de manera mutua en una relación amorosa.

La resolución de esta etapa produce la virtud del amor: a la cual se llega respondiendo a la vocación
natural al amor de todo ser humano: en el matrimonio en donde se tienen un cónyuge e hijos, o la
vida consagrada como en los religiosos o solteros.

1.4. Sentido de la juventud

El concepto de juventud, es un término que se deriva del vocablo latino juventus, suele entenderse
por el conjunto de edades comprendidas desde la niñez hasta la vida madura. Sin embargo, en el
contexto estudiado, por juventud sólo se entenderá la etapa de desarrollo personal que sigue a la
madurez de la adolescencia, o también, como la etapa que algunos autores llaman adolescencia
superior. A su vez, por madurez de la adolescencia o adolescencia superior, se entenderá la
superación de las crisis de la adolescencia, para dar paso al encuentro de la persona consigo
misma y con unos valores reconocidos y aceptados.

“El joven... comienza ya a comprenderse a sí mismo, está en mejores condiciones de adoptar


decisiones personales, de integrarse al mundo de los mayores. En este momento suele surgir
una conciencia de la responsabilidad en relación con el futuro... El joven, de algún modo, está
construyendo su vida”2

Esta etapa puede llegar a partir de los 16 años. Aun así, no es simple cuestión de edad. Aquí
también se entiende la juventud como virtud, como forma habitual de actuar, buena e intencional,
no sujeta a los años sino a una profunda actitud personal en que siempre se crece, donde siempre
existe la posibilidad de mejora.

“Ser joven es poder cambiar, es poseer disponibilidad total. Un joven es un hombre -o una
mujer- en potencia. Estos caracteres de la juventud la colocan en íntima relación con la
educación”3.

En contraste con la ancianidad, que puede decirse que es la edad de los recuerdos, la juventud es
la edad de los proyectos. Es propio del joven la apertura, la proyección; no está centrado(a) en el
pasado, en lo que hizo, sino en el futuro, en lo que hay por hacer, por vivir. Lo que caracteriza al

2 Castillo, Gerardo. “Los adolescentes y sus problemas”. Eunsa. Pamplona, 1984. pág. 89.
3 Pasqua, Hervé. “Juventud: una virtud sin edad”. 1991. pág. 3.

3
joven es precisamente la virtud de esperar:

“La esperanza natural surge de la energía juvenil del hombre y se agota con ella. La juventud
es causa de la esperanza. Pues la juventud tiene mucho futuro y poco pasado”4.

Ser joven es estar en condición de ser algo más, de crecer hacia dentro en la intimidad y de
proyectarse a los demás en el servicio.

Se espera del(la) joven, entonces, esta capacidad de salir de sí y de promover, de liderar, de mover,
de cambiar. Por lo mismo, resulta connatural reclamar de la juventud cierta capacidad de liderazgo
personal. Está claro que no todos los jóvenes logran desarrollar esta capacidad y que es privilegio
de muy pocos desarrollarla. ¿De qué depende? ¿Qué marca la diferencia?

1.5. El liderazgo personal

Para tratar el tema de liderazgo personal tomaremos como referencia fundamentalmente a tres
autores, aunque obviamente no son los únicos expertos, constituyen un muy buen punto de
referencia para el objetivo de esta unidad. Estos son Stephen Covey y Peter Drucker y Donald T.
Phillips.

Básicamente, el liderazgo es la capacidad personal para ser altamente efectivo en los proyectos
emprendidos. Esta capacidad genera alrededor de quien la posee un clima de prestigio que produce,
de alguna manera, una forma de dependencia en los demás respecto al ámbito de prestigio. Para
Covey, el líder no es sólo el que más hace, ni el que más se esfuerza sino, fundamentalmente, el
que va en la dirección correcta. De nada sirven los esfuerzos si se va en la dirección equivocada5.

Peter Drucker, desmitifica el liderazgo, quitándole al líder las condiciones excepcionales


habitualmente designadas bajo el término “carisma”. Para Drucker, la esencia del liderazgo no son
las capacidades especiales de las personas, sino el producto del buen desempeño de la persona.
Así mismo, es enfático en no darle calificación moral:

“El liderazgo no es de por sí ni bueno ni deseable. Es un medio, y el fin al que se dirija es la


cuestión crucial. No ha habido en la historia líderes más carismáticos que los que formaron
el trío del siglo XX, Hitler, Stalin y Mao, los que le infligieron a la humanidad más males y
padecimientos de cuantos se hayan registrado Jamás”6.

Conviene entonces matizar sobre qué tipo de líderes se pretenden hacer de los (las) jóvenes que se
están educando. Formar líderes sin criterio, puede ser más peligroso que formar mediocres. Covey
supone, como propio del líder, el criterio, por cuanto lo identifica como quien conoce la realidad.
4 Pieper, Josef. “Las virtudes fundamentales”. Madrid. Octava edición. 2003. pág. 386.
5 Covey, Stephen. “Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva”. Paidós Ibérica. Barcelona, 2009. P. 127-130.
6 Drucker, Peter. “Gerencia del Futuro”. Editorial Norma, Bogotá, 1993,.p117.

4
1.6. Las cualidades del líder

Si interesa educar a los jóvenes para el liderazgo, primero conviene aclarar qué marca la diferencia
entre un líder y el que no lo es. Una vez identificadas las condiciones requeridas, se presentará un
breve planteamiento educativo para hacerlas realidad en los hijos.

Tampoco interesa cualquier líder, sino un tipo específico: líder íntegro. Entendiendo por tal, aquel
que responde a lo que conviene a su naturaleza humana y que es fiel los principios que acepta
(asume su vocación personal en el mundo).

1.6.1. El líder desde los siete hábitos de Covey

El líder debe recorrer el camino hacia la efectividad, mediante el ascenso de dos grandes
peldaños: pasar de la dependencia de otros a la independencia y de ésta a la interdependencia.
En el paso de la dependencia a la independencia, que es básicamente independencia interior,
se ponen en práctica unos hábitos por los que se alcanza un dominio de sí mismo y de los
propios actos -ésta será una victoria privada, personal. En la siguiente escala, para pasar de la
independencia interior a la interdependencia, se pondrán en práctica hábitos en relación con
los semejantes (victoria pública, comunitaria, institucional).

A continuación, se presenta una brevísima síntesis de los siete hábitos, y un ejemplo de la


posible actuación que se esperaría de un(a) joven, que se desempeña como poseedor(a) del
hábito en cuestión.

Se proactivo
Hábito 1
Hacerse responsable de su propia vida

Comenzar con un fin en la mente


Hábito 2
Definir su misión y metas en la vida

Establecer primero lo primero


Hábito 3
Marcar prioridades y hacer primero las cosas más importantes.

Pensar Ganar-Ganar
Hábito 4 Tener una actitud de que “todos pueden ganar”

Buscar primero entender, luego ser entendido


Hábito 5 Escuchar sinceramente a los demás

Sinergizar
Hábito 6 Trabajar en equipo para lograr más

Afilar la sierra
Hábito 7 Renovarse con regularidad

5
Primer hábito: Ser proactivo.

Este hábito equivale a no esperar las mejores circunstancias para actuar. El líder, cuando debe
actuar, no espera que otro le brinde la mejor oportunidad, sino que la crea, toma la iniciativa
no simplemente de actuar, sino de asegurar que actuará mejor mediante la determinación de
acciones conjuntas, que mejoren las circunstancias de la acción. El líder, para decidir su futuro
profesional, no aguarda a que sus padres y maestros le muestren lo que podría convenirle;
él mismo indaga a éstos, los pone a pensar en su situación personal, recoge información de
las ofertas universitarias, se entera por medio de conocidos de las implicaciones del ejercicio
profesional en las opciones que considera más probables, busca -si es necesario- ayuda
profesional, para conocerse mejor a sí mismo y establecer ventajas comparativas por su perfil
de aptitudes. Y una vez que cuenta con toda la información que él mismo ha determinado,
decide sin temor a equivocarse.

Este hábito, supone desarrollar la habilidad para seleccionar entre todas las posibles
preocupaciones, aquellas en las que tiene mayor posibilidad de influir para cambiarlas a su
favor. Una idea que un líder tendrá presente para tomar iniciativas, será la categoría superior
del ser sobre el tener. En el tener siempre cabe la condición del “si tuviera...” y el líder no
puede gastarse en eso. Por contraste, si se piensa en cambiar primero lo del interior -lo que se
es-, siempre cabe la iniciativa para mejorar en algo y esto es determinable desde la persona
misma, porque siempre se puede ser mejor. Finalmente, el líder se compromete seriamente
con su mejora y mantiene su compromiso en el tiempo; y se equivoca, aprende de su error,
pero no se detiene para lamentarse.

Segundo hábito: Empezar con un fin la mente.

El líder tiene claros los valores por los que desearía ser recordado; le ha puesto un fin a su vida
y procura que las obras de cada día contribuyan de alguna manera a alcanzarlo.

“Empezar con un fin en la mente significa comenzar con una clara comprensión de destino.
Significa saber adónde se está yendo, de modo que se pueda comprender mejor dónde
se está, y dar siempre los pasos adecuados en la dirección correcta”7

El líder tiene claro que lo importante está por encima de lo urgente y no se deja engañar
por el activismo. Todo proyecto humano, por pequeño que sea, siempre existe primero en la
mente y el líder entiende la responsabilidad, no sólo como responder por las consecuencias de
sus actos, sino como la previsión de los resultados, antes de emprender u omitir una acción.
El líder tiene un enunciado claro de su misión personal y todos los roles de su vida están

7 Covey, Stephen. Op. Cit. pág. 123

6
implicados en ella. Y estos roles están jerarquizados, de tal forma, que le facilitan la toma
de decisiones, teniendo uno de ellos como centro, que equivale a decir lo más importante,
lo fundamental. Un(a) joven puede ver muchas cosas importantes en su vida, su estudio o
trabajo, sus amigos, Dios, su familia, la(el) novia(o), etc. Un(a) joven líder tiene priorizados
cada uno sus roles y actúa en consecuencia. Para desarrollar este hábito es tan importante la
elección acertada de las prioridades, como las sucesivas elecciones en las que se mantiene
firme en sus convicciones fielmente asumidas. En el(la) líder, estos criterios son los principios
que mueven su vida y son su fuente de seguridad, su tabla de navegación por el mundo, lo que
da seguridad y le conduce al puerto que se ha fijado.

Tercer hábito: Establecer primero lo primero.

Una vez se ha tomado la iniciativa de actuar y se ha verificado la dirección correcta de los


esfuerzos, es indispensable actuar. Sin las obras, los dos hábitos anteriores pierden su
sentido; y éstas sin aquellos, sería emprender una muy buena carrera hacia ninguna parte. El
hombre es un ser dotado de inteligencia y voluntad. Los dos primeros hábitos constituyen el
alimento de la inteligencia para que ésta ilumine la voluntad -ciega en sí misma-. La voluntad
firme es indispensable al líder, porque es con ella como construye el futuro que se ha fijado.
Una voluntad buena no puede confundirse con la buena voluntad, es decir, con las buenas
intenciones. Si la voluntad no está sana, libre de todo lo que la esclavice -vicios- no puede ser
herramienta eficaz.

“El grado en que hemos desarrollado nuestra voluntad independiente en la vida cotidiana
se mide por la integridad personal. Fundamentalmente, la integridad es el valor que nos
asignamos a nosotros mismos. Es nuestra capacidad para comprometernos a mantener
los compromisos con nosotros mismos, de <<hacer lo que decimos>>. Es respetarse
a uno mismo, una parte fundamental de la ética del carácter, la esencia del desarrollo
proactivo”8

No caben líderes íntegros(as) sin una disciplina interior que subordine todos los sentimientos,
impulsos y estados de ánimo a los principios con los que se está comprometido. Para desarrollar
este hábito, se requiere de la habilidad para administrar los compromisos o actividades que se
deben adelantar.

En este sentido Covey presenta el modelo llamado los cuadrantes del tiempo 9, compuesto por
dos ingredientes primarios: “importante” y “urgente”. El autor sugiere centrarse en el cuadrante
II, porque es el que dará como resultado la efectividad.

8 Ibidem. págs. 188-189. 11 Ibibem. Pág, 191.


9 Cobey, Sean. Los 7 hábitos de los adolescentes altamente efectivos. Editorial Grijalbo. 2005. P.107.

7
URGENTE NO URGENTE

I II
NO IMPORTANTE

Actividades: Actividades:
• Examen mañana • Planificación, fijar metas
• Amigos lastimados • La tarea que debe entregarse en una semana
• Llega tarde al trabajo • Ejercicio
• Proyectos que deben terminase hoy • Relaciones
• El carro se descompone • Descanso

III IV
Actividades: Actividades:
IMPORTANTE

• Llamadas telefónicas que no son importantes • Demasiada televisión


• Chats, correos • Llamadas telefónicas interminables
• Interrupciones • Demasiados juegos electrónicos
• Presión de los compañeros • Perder el tiempo

En el segundo cuadro se exponen los resultados de la atención a cada cuadrante. El desarrollo


de esta habilidad supone aprender a decir “no” porque “para trabajar en el cuadrante II hay que
ser proactivo, debido a que los cuadrantes I y IV trabajan sobre uno mismo. Para decirle sí a las
prioridades importantes del cuadrante II, hay que aprender a decirles no a otras actividades,
algunas de ellas en apariencia urgentes”10

Antes de continuar con el cuarto hábito, es preciso ubicarse dentro de la perspectiva general
de líder y su entorno. El ser humano es social por exigencia natural y no puede actuar de
espaldas a esta realidad, sin atentar contra él mismo. Sin un otro que la reconozca, la dignidad
del hombre pierde su sentido. Después de un largo período en el seno de una familia, la
persona ha desarrollado su intimidad y ha recibido ya elementos para la interacción con el
mundo fuera de su familia de origen. El proceso quedaría incompleto el proceso si no diese
esa apertura al mundo para, en el caso concreto del(la) líder, promover su construcción. Este
proceso exige un salir de sí para ocuparse de los demás. Pero no puede darse lo que no se
posee. Una vez se es dueño de sí, se puede pensar en darse a otros. El(la) líder como ya
es autónomo(a), no se queda en él(ella) mismo(a), sino que sale al encuentro de otros para
construir proyectos en común.

Los próximos tres hábitos, que marcan el paso de la independencia a la interdependencia,


son el medio para aprender a trabajar con otros, a cooperar, para abrir horizontes mucho más
ambiciosos que los de propia comodidad. Sin esto, no podría hablarse de líderes íntegros, más

10 Covey, Stephen. “Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva”. Paidós Ibérica. Barcelona, 2009. P. 127-130.

8
bien de personas egoístas, que subordinan todos los bienes posibles a su “bien” personal,
convirtiendo a quienes se encuentran a su peso en peldaños para lograr sus intereses.

Cuarto hábito: Pensar en ganar/ganar.

En las relaciones entre personas, el respeto por la dignidad propia y ajena es fundamental si
se quieren construir relaciones armónicas. El(la) líder no busca sacar utilidad de las personas
– eso en las cosas no sólo no sería nocivo sino necesario para la efectividad-, porque reconoce
que en la relación interpersonal, únicamente hay una posibilidad para que esta relación sea
buena: cuando se benefician de ella. Es una filosofía de vida que proporciona gran estabilidad
emocional en las relaciones con las personas. Se trata de ponerse de acuerdo en lo que
beneficie todas las partes involucradas, considerando todas las dimensiones que pueden
afectarse en la interacción.

Un líder es una persona de carácter y esto por tres variables básicas: la integridad personal -
hombre/mujer de principios-; la madurez, como equilibrio entre el coraje ante la injusticia y la
consideración por las personas; y la mentalidad de abundancia, es decir, la convicción personal
de que en el mundo hay mucho para todos. Es una persona que fundamenta sus relaciones
en la confianza en los demás y ella misma se hace digna de confianza; sus acciones le ganan
la credibilidad de quienes lo tratan. El(la) líder fundamenta sus relaciones cooperativas en los
acuerdos en los que se establece el objeto y la orientación de la relación, especificando los
resultados deseados, las directrices o criterios de acción, los recursos, pautas de evaluación
y las consecuencias de la evaluación obtenida. Un joven que decide salir de campamento
con un grupo de compañeros de estudio, podría simplemente invitarlos, acordar el lugar para
acampar y esperar el día indicado para partir hacia el campamento. Pero si decide ejercer el
liderazgo, actuará de tal forma que todos los participantes queden realmente beneficiados
con las actividades que conlleva este proyecto común, verificando que quienes van realmente
estén esperando lo que será la actividad tanto en la diversión como en el trabajo.

Quinto hábito: Primero comprender y después ser comprendido.

No se puede confiar en quien prescribe antes de diagnosticar. El(la) líder siempre escucha y
no simplemente oye. Pone todo su interés en captar la realidad del(la) otro(a), y lo que quiere
comunicar para poder satisfacer la necesidad por la que esa persona se ha acercado a él(ella).
No escucha simplemente para contestar sino para comprender, no sólo la pregunta, sino lo
que hay detrás de la pregunta, sin tratar de ver en la vida de los demás su propia vida, ni tratar
que otros hagan precisamente lo que él(ella) haría, sin permitirles profundizar en su situación
para que ellos mismos encuentren las respuestas.

9
Para el líder no es su protagonismo el que cuenta cuando escucha, sino el de quien abre su
intimidad; al fin de cuentas, es el otro el que tiene la responsabilidad de su propia vida, y las
respuestas autobiográficas estarán fuera de contexto. Pero también el(la) líder se ocupa en
ser comprendido(a). Como es proactivo(a) facilita el proceso de comunicación evitando las
susceptibilidades y los complejos. Entiende que el primer paso para alcanzar la comprensión
en otro es comunicarse desde la realidad del otro, desde su forma de percibir el mundo; y una
vez allí se servirá de lo que el interlocutor ya tiene claro para comunicar su mensaje. Cuando
las personas hablan desde distintos paradigmas no es posible que haya una comunicación
efectiva. Ante una exigencia que no camparte, o un permiso que le es negado por alguien que
represente autoridad para ella, una persona puede tomar muchas posturas; desde actitudes
infantiles hasta posiciones simplemente maduras. Si desea actuar como líder, lo procedente
será ubicarse primero en la posición de autoridad, con imparcialidad para analizar los hechos y
si aún así continúa en desacuerdo, podrá exponer, desde los valores que custodia la autoridad,
los motivos por los cuales considera justo el permiso pedido. Esta actuación no asegura el
permiso, pero sí genera una actitud de respeto al punto de vista ajeno.

Sexto hábito: La sinergia.

La sinergia es el principio de cooperación creativa por el que se afirma que el todo es más
que la suma de las partes. Consiste en respetar las diferencias individuales, compensar las
debilidades, construir sobre las fuerzas unidad, y valorar la competencia de quienes componen
un equipo, para abrirse a nuevas opciones de desarrollo. El(la) líder, como resultado del ejercicio
de los cinco hábitos anteriores, empieza a interactuar con otros para generar soluciones
novedosas a los problemas que se han planteado.

El(la) líder no anda a la defensiva, ni pendiente del “qué dirán”; como actúa por principios
sabe promover el recurso humano hacia su desarrollo y el de los proyectos comunes. Valora
la diferencia y por eso no subestima los puntos de vista de los demás. No rechaza sin más
las circunstancias negativas, sino que busca lo aprovechable de ellas para convertirlas en
oportunidades. En términos de sinergia positiva, las diferencias siempre juegan a favor del
proyecto común.

Séptimo hábito: Afilar la sierra.

“Significa preservar y realzar el mayor bien que usted posee: usted mismo. Significa
renovar las cuatro dimensiones de su naturaleza: la física, le espiritual, la mental y la
social, emocional...significa dar expresión a las cuatro motivaciones. Supone ejercer las

10
cuatro dimensiones de nuestra naturaleza, regular y congruentemente, de manera sabia
y equilibrada. Para hacerlo, tenemos que ser proactivos. Tomarse tiempo para “afilar la
sierra” es una actividad definida en el cuadrante II, y al cuadrante II tenemos que activarlos
nosotros mismos”

El (la) líder es una persona que se desarrolla integralmente y por eso no omite esfuerzos
por mejorar en él(ella) todo lo que es mejorable, para luego ayudar a otros a desarrollarse
también de manera integral. Un(a) líder en un día de mucho trabajo no se deja manejar por las
actividades, sino que mantiene su plan de vida a pesar de las ocupaciones. Si un día es difícil
para una persona y quiere actuar como líder, entonces intensificará aquello de su formación
personal, que le proporciona la energía necesaria para su efectividad.

1.6.2. El liderazgo según Drucker

La concepción del liderazgo, desde la perspectiva de Peter Drucker, es en el fondo muy


semejante a la de Covey. Y, aunque planteada en términos menos didácticos, permitirá ser
punto de partida para la parte final de esta unidad. En síntesis, su afirmación es que

“de los líderes se espera que den ejemplo. No deben comportarse como sabemos que
nos comportamos todos; se espera que procedan como sabemos que debemos proceder
nosotros.11

En esto coincide con Covey, en la apreciación del hombre íntegro.

Después de estudiar mucho los planteamientos de los japoneses sobre liderazgo, Drucker
afirma que ellos

“reconocen que en realidad sólo existen dos requisitos para el liderazgo. El primero es
aceptar que el rango no confiere privilegios, sino que acarrea responsabilidades. El segundo
es reconocer que los líderes...tienen que imponerse a sí mismos aquella congruencia entre
hechos y palabras, entre conducta y creencias y valores expresados, que denominamos
“integridad personal”12.

Si el(la) líder no toma conciencia de su vocación de servicio a los demás, corre el riesgo
-afirma Drucker- de volverse inflexible, convencido(a) de su infalibilidad, incapaz de cambiar.

El liderazgo es básicamente trabajo. No cualquier trabajo, es un trabajo con visión.

11 Ibid.,p.372
12 Peter Druker, op.cit.,p13

11
“La base del liderazgo eficaz está en analizar cuidadosamente la misión... definirla y fijarla
de manera clara y visible. El líder se fija metas y prioridades, establece las normas y las
mantiene. Transige, por supuesto; los líderes eficientes saben muy bien que ellos no
controlan el universo.”

El liderazgo debe der visto como responsabilidad, más bien que como privilegio. Los líderes
eficientes rara vez son “permisivos”. Pero cuando las cosas van mal -lo cual siempre ocurre-
no culpan a los demás. (...) Pero justamente porque el(la) líder eficiente sabe que él(ella), y
nadie más, es el responsable final, no teme la fortaleza de colegas y subalternos, como temen
los falsos líderes. Como él(ella) se considera responsable final de los errores que ellos puedan
cometer, también ve los triunfos de ellos como triunfos propios, no como amenazas.

Un requisito final...es que sepa ganarse la confianza de los demás; de lo contrario no habrá
seguidores, y la única definición de líder es que tiene seguidores...Confianza es la convicción
de que el líder es sincero en lo que dice. Es creer en algo muy antiguo que se llama “integridad.
El liderazgo eficaz -y esto es también muy antigua sabiduría- no se basa en ser listo; se basa
principalmente en ser consecuente”13

Drucker resume las condiciones del líder en tres condiciones, todas ellas producto del
trabajo bien hecho: la responsabilidad como servicio, la coherencia con una meta previa y
cuidadosamente definida y el prestigio por el cual se hace digno de confianza.

El líder se distingue porque establece metas, asume las responsabilidades como servicio a los
demás y se hace digno de confianza.

1.7. Líderes íntegros y virtudes humanas

A continuación, se presenta como punto de referencia, algunos de los principios del liderazgo que
aporta Donald T. Phillips, en su obra sobre el liderazgo en el expresidente norteamericano Abraham
Lincoln14 . En el fondo, coinciden de nuevo, con las visiones anteriores.

En conclusión, los autores citados reconocen la misma esencia en el líder, aunque cada uno, según
su perspectiva lo presenta de una forma diferente. Aun así, puede aceptarse como un(a) líder, a
una persona que se esfuerza por vivir de acuerdo con su naturaleza de persona: busca la verdad y
se esfuerza por obrar el bien. En otras palabras, un líder es una persona virtuosa. Conviene aclarar
un poco la idea de virtud para no confundir su esencia con las posibles caricaturas de virtud. De
la virtud habla ya Aristóteles con gran profundidad, cuando las denomina “disposiciones dignas de

13 bid.,pp.118-120
14 Donald Philips, Liderazgo, estrategias para tiempos difíciles, Ediciones Roca Ltda. Bogotá, 1995.

12
alabanza”15. Él mismo le dará a la virtud el carácter de educable:

“Las virtudes, por tanto, no nacen en nosotros ni por naturaleza ni contrariamente a ella, sino
que siendo nosotros naturalmente capaces de recibirlas, las perfeccionamos en nosotros por la
costumbre”16 .

Esto confirma la idea del liderazgo como fruto del trabajo, del esfuerzo productivo, a favor de lo
que conviene una persona en cuanto persona. A partir de estos planteamientos aristotélicos, Tomás
de Aquino se refiere a la virtud como lo propio del hombre, en cuanto es perfectible, es decir, en
potencia de ser mejor:

Un líder íntegro es una persona que en su conducta cumple las exigencias propias de su ser
personal, se comporta como persona. Las virtudes son, por tanto, la esencia de los aspectos que
recogen diversos autores sobre lo que es un líder de verdad. Detrás de las actitudes que puedan
descubrirse en un líder, siempre se encontrará una misma realidad. Esa realidad es la persona.

Es interesante que estos autores reconozcan las cualidades, las virtudes, de las personas que
reconocen como líderes íntegros, porque, en esencia, esas personas no son diferentes a las
personas comunes y corrientes -en su naturaleza-. Tanto los unos como los otros son personas
y esto les abre innumerables posibilidades. ¿Cuál es entonces la diferencia entre los unos y los
otros? Sus decisiones.

El ser humano -inteligente y libre- tiene en sus manos la responsabilidad de su propia existencia.
Y ante una vocación al perfeccionamiento de su naturaleza, puede decidir algo distinto a aquello
que le conviene a su verdadera realización. El ser humano es líder por vocación. Los deseos de
posesión, de poder, son un llamado de su naturaleza al dominio del mundo, ante el cual pueden
tomarse, tantas posturas como alternativas pueda presentar el actuar humano. Se pueden ignorar
estas tendencias naturales y resignarse a indignas situaciones; se puede convertir la tendencia en
obsesión morbosa de dominio por encima de leyes y personas; pero también se puede asumir una
postura razonable ante la vida y encontrar el verdadero sentido a estas inclinaciones naturales.

Esta postura razonable -acorde con la realidad del hombre-, es encontrar el sentido de la propia
vida, que en sí misma es misión. El descubrimiento de esta misión da dirección a los actos, genera
intencionalidad; desde esta perspectiva se descubren los principios que rigen la interacción del
hombre consigo mismo, con los demás, con los bienes temporales, y se establecen como norma
de vida. Estos son los criterios rectos y verdaderos con los que se enjuician las situaciones antes
de tomar decisiones que afecten la propia vida o la de los demás17. De la misma forma pueden
ir descubriéndose, con el estudio de las virtudes humanas, como se puede ir modelando una

15 Aristóteles, ética nicomaquea, Eiciones Universales, Bogotá, 1987. p31.


16 Ibid.,p.32
17 David Isaacas, La educación de las virtudes humanas, eunsa, pamplona,p.335.

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personalidad atractiva para las demás personas, a través de la formación de estos hábitos. Y esto
es precisamente un(a) líder: quien atrae hacia sí por su conducta. Ser íntegro, es ser completo, ser
bueno -bueno de acuerdo con las exigencias de la propia naturaleza-, es ir en camino de perfección.
Es en este camino donde está la virtud:

“la naturaleza se perfecciona con los hábitos, porque estos hacen más fácil alcanzar los fines del
hombre...Virtud es, por tanto, un fortalecimiento de la voluntad, el rendimiento positivo de la libertad.
Gracias a ella uno adquiere una fuerza que antes no tenía, y por tanto puede hacer cosas que antes
parecían imposibles. (...) La virtud consiste en estar entrenado para lo arduo y lo valioso.”18

Esto, y no otra cosa, es que especifica al líder integro. La virtud es la esencia del líder íntegro y a
ella debe todos sus logros.

En el siguiente cuadro, y a manera se síntesis, se presenta una visión integral de lo expresado


hasta ahora; para cada valor destacado en el (la) líder hay una virtud humana que comprende ese
valor y le amplía su sentido. Se trata de una misma realidad: la perfección de la persona a través
de la mejora de lo que es propio de ella, en su naturaleza.

Condiciones de un líder íntegro Virtudes humanas


correspondientes
Según Covey Según Drucker Según Phillips

Intencionalidad Misión cuidadosamente Establecer objetivos y Prudencia y responsabilidad


analizada y coherencia obtener resultados
con las metas
Primero los principios Predicar una visión e Coherencia, sinceridad,
insistir en ella

Desarrollo integral La honestidad y la inte- Orden, perseverancia,


gridad lealtad

Iniciativa y creatividad Responsabilidad asumida Fomentar la innovación Optimismo, audacia, labo-


como servicio riosidad

Trabajo cooperativo Establecer alianzas Sociabilidad, generosidad


sólidas

Relaciones armónicas Persuadir en vez de Justicia, respeto


obligar

Escucha empática Digno de confianza Mezclarse con la tropa Comprensión, flexibilidad


sencillez

18 Ricardo Yepes Stork, Fundamentos de Atropología, Eunsa, Pamplona.2009. p.170-171

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La virtud, no es sólo necesaria para aquellos que “deciden ser buenos” o tienen “madera” de líderes.
La virtud es una necesidad social, sin la cual no puede plantearse la sana convivencia; los(las)
líderes íntegros(as) sólo asumen el compromiso con estos valores, primero que otros, e invitan con
su comportamiento a buscarlos. La sociedad requiere formar personas que estén en condiciones
de obrar como líderes desde el colegio.

1.8. La misión de los padres y educadores

A los hijos conviene tratarlos, no sólo de acuerdo con lo que son, sino como lo que pueden llegar
a ser. Y esto lleva implícita una exigencia para quienes tienen la responsabilidad en la educación
de la juventud: no se puede estar en inferioridad de condiciones. Con esto se quiere decir que
cuanto hay en estas líneas de aprovechable para los jóvenes, requiere de los responsables de la
educación un ponerse en marcha en la misma dirección.

No se puede pretender educar en otro lo que no es bueno para uno, simplemente, porque es
un bien arduo, porque exige lucha personal. Las virtudes son valores, y éstos se aprenden por
vivencias, las que, a su vez, se pueden definir, como el sinnúmero de detalles de la vida diaria
que se viven en el mismo lugar donde se desarrolla la existencia. No hay nada de lo que lo rodea
que pase desapercibido para quienes se están educando. Conscientemente o no, son receptores
inadvertidos de lo que sus educadores hacen y, principalmente, de lo que son. Aquí está el reto
fundamental de todo educador: conseguir primero para él, lo que es educativamente para el otro.

Un posible punto de partida para emprender, o reemprender, esta tarea, puede ser revisar el
propio trabajo –no sólo entendido éste como actividad profesional, sino como actividad productiva.
Eso es, en términos de Covey, “afilar la sierra”. Hacer una parada para pensar en las decisiones
trascendentales siempre es buena inversión de tiempo. De ahí pueden surgir decisiones importantes,
para la educación de líderes y de los cuales siempre los educadores se benefician en primer lugar.
Buscar medios de formación, asesoría personal –humana y espiritual-, generar espacios para el
propio desarrollo integral, replantear la misión personal y correlacionarla con los diferentes roles
de la situación particular de vida, establecer espacios, para la reflexión de los temas que son
fundamentales para no actuar con ligereza, entre otras, pueden se decisiones que surgen de la
aplicación de este hábito y que, por supuesto, impactarán la vida personal de quien lo aplica y de
quienes se relacionen con él.

En definitiva, la consecuencia será empezar a aplicar en la propia vida, lo que en palabras de


García Hoz, se conoce con el nombre de, la pedagogía de la obra bien hecha.

“Si la educación para el trabajo ha de comenzar por resolver los problemas de aficionar
al trabajo y capacitar para realizarlo, la aspiración de la obra bien hecha le confiere todo
su valor a desarrollar el afán de perfección. No es aventurada la idea de que es posible

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concebir y realizar todo un sistema educativo sobre el concepto de la obra Bien Hecha”19.

Ese afán de perfección –que no es otra cosa que completar lo que conviene a la naturaleza humana-,
constituye, por cuanto se aprecia lo bueno por lo bueno y no por lo puede producir, la rectitud de
intención necesaria para ejercer liderazgo desde una vida digna de ser imitada.

La humanidad siempre ha contado con líderes -mucho antes de que se produjera literatura sobre
el tema- y los ha tenido perversos y santos. Pero ninguno se ha hecho solo, como tampoco los
nuevos líderes surgirán de la nada. Quienes tienen conciencia de las realidades fundamentales
que conlleva la existencia del hombre sobre la tierra, no pueden conformarse con ver, con ser
espectadores, a los más críticos, que hacen parte más del problema que de la solución. Ahí está el
camino -ahí ha estado siempre- pero pocos tienen la valentía de marchar por él.

Quedaría incompleta esta unidad sin la visión, sobre el liderazgo en la familia, de un hombre con
varias décadas de experiencia de investigación en el área de la Orientación Familiar, Oliveros
Fernández:

“Desde luego, es muy importante que los padres líderes sepan en qué dirección deben llevar
la a familia, y comunicar su visión de manera eficaz a los restantes miembros. Es importante lo
referente a la visión de unos padres líderes y a sus prioridades. Y, por supuesto, hay algo que
siempre ha de ser prioritario: el potencial creativo de todos los miembros de la familia.

Bernard m. Bass distingue dos tipos de liderazgo: el tradicional y el transformador. El primero


se limita a administrar los recursos de que dispone; el segundo, además de administrarlos,
crea nuevos recursos...

Se espera de los padres líderes que sean capaces de obtener un esfuerzo extraordinario de
personas ordinarias, personifican en su familia esos valores preferentes que son el trasfondo
de la cultura familiar, para el ejercicio correcto de la autoridad en la familia, lo mejor es que los
directores de las familias se empeñen en despertar sus potencialidades dormidas de líderes
(transformadores)”20.

Éste es un camino que puede recorrerse, y que requiere la energía de la juventud. Y como ésta no
se encuentra en los años, sino en el espíritu que es inmaterial, hacerse joven para la lucha será el
primer paso. Esta lucha es el camino del liderazgo; y ser líder es ser una alternativa, una propuesta
que invita a quienes están cerca de caminar en la misma dirección.

19 Víctor García Hoz, Pedagogía visible y educación invisible, Rialp, Madrid, 1987, p.112
20 Otero Oliveros Fernández . “La creatividad en la orientación familiar”. Eunsa. Pamplona, 1996. P.. 133-138.

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