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Defensa oral coloquio

Fecha: 11 de noviembre
Profesora: Echeverria Valentina
Alumna: Valle Lourdes
Temas seleccionados:
● Desarrollo, etapas, identidad:
1. Potencialidad Adolescente , Lic Liliana Palazzini.
2. Concepto de adolescencia (temprana-media-tardía).
3. Condiciones de la identidad en los adolescentes.
4. Definición de autoconcepto (niños y adolescentes).
5. Sugerencias para valorar la autoestima.
● De sin límites a limitados (Laura Kiel).
Ponencia:
Una de las tareas fundamentales que tiene el psiquismo humano para su
desarrollo es la de hacer vínculos -hacer vínculos con los otros-. El adolescente
tiene la labor de abrir y sostener una red relacional que lo comunique en sentido
productivo -con el mundo no familiar- con aquello que está más allá del entramado
vincular en el que creció y del que proviene.
Sabemos que la adolescencia señala el pasaje entre la infancia y la adultez. Tiene a
la pubertad (designa procesos biológicos, fisiológicos y hormonales) como
disparador de cambios somáticos (cambios físicos) lo que es perturbador para el
niño, pues es algo nuevo que no conoce, lo descoloca y lo obliga a resituarse ya no
siendo niño. Acá tenemos una transformación del cuerpo que es transformación
psíquica a la vez. Lo que se expande y crece, lo hace en su dimensión global: toda
persona queda en trastorno. y esto ya es adolescencia, no pubertad. Toda la
tramitación emocional y sensible a los cambios ya es trabajo adolescente.
Sin embargo, -aunque decimos que es perturbador- más lo sería si no sucediese,
pues el tiempo de la adolescencia es un tiempo de expansión: crece la capacidad de
pensamiento propio, se potencian las respuestas creativas, se produce una
apropiación de la capacidad productiva, se afirma la identificación sexual , o sea, se
cimenta (asienta) la identidad. Es tan vital que Francoise Doltó -una reconocida
psicoanalista Francesa- la llamaba “el segundo nacimiento”, homologando
(equiparando) el desapuntalamiento de los lazos familiares al abandono de la
placenta en el nacimiento, dando paso a la propia respiración.
La palabra adolescente proviene del latín adolescere que quiere decir crecer y
nada tiene que ver con padecer aunque se haya confundido esto en la idea
transmita del adolescente que “adolece”. Cada periodo de la adolescencia
(temprano, medio, tardío) muestran características propias, tanto biológicas como
psicológicas y sociales.
La adolescencia temprana, se inicia con la producción de androsterona, a veces
desde los 6-8 años lo que ocasiona la aparición de un mínimo y sedoso vello
pubiano acompañado de sudoración axilar con olor desagradable -denominado
“adrenarca”-. En niñas la aparición del brote mamario ocurre entre los 8-12 años,
además en este periodo aparece el desarrollo cognitivo de la etapa del pensamiento
formal de Piaget, el pensamiento abstracto.
El concepto de sí mismo es importante en esta etapa y se hacen a la idea que todas
las personas que lo rodean se dedican a mirar su apariencia. Comienza a sustituir el
modelo familiar por adultos externos a quienes postulan como modelo rol a seguir;
la atracción y amistad se da siempre con miembros del mismo género, a la vez que
se exhibe un marcado desinterés por el género opuesto.
La adolescencia media, se inicia con el llamado vulgarmente “estirón”, entre los 11
y 14 años en mujeres y 13-17 en varones. En esta el 95% de las mujeres menstrúan
por primera vez y los varones tienen su primera polución nocturna. El desarrollo
cognitivo de la etapa es el de analizar y cuestionar intensamente.
El concepto propio o autoimagen es cada vez más fuerte. Los conflictos internos son
frecuentes. Un adolescente que madura después de sus pares pierde autoestima e
imagen y tiene dificultades escolares.
La adolescencia tardía, en este punto la mayoría (95%) de jóvenes de 17 años han
completado su desarrollo sexual definitivo, y el resto lo hará al cumplir 18.
El sentido de la individualidad se manifiesta claramente y la detención de los
cambios físicos, permite elaborar la imagen definitiva, permitiendo mayor espacio de
tiempo para el individualismo pero también para las relaciones interpersonales.
Estas etapas atravesadas por los adolescentes cuentan con desafíos que
conllevan consigo conflictos internos difíciles de atravesar. Un aspecto central es el
desarrollo de una identidad, que ofrecerá una base sólida para la vida adulta.
Identidad se refiere a la organización de las conductas, habilidades, creencias e
historia del individuo en una imagen condescendiente (benévolo) de sí mismo;
Erikson y sus colegas han sugerido cuatro alternativas conforme hacen frente a sí
mismos y sus opciones.
● Logro de identidad: luego de considerar las opciones realistas, el individuo ha
hecho elecciones y las procura.
● Hipoteca de la identidad: aquellos que no consideran o experimentan
diferentes opciones, sino que sólo se comprometen con las metas, los
valores y estilos de vida de otras personas, por lo regular sus padres.
● Identidad difusa: no llega a conclusiones acerca de quiénes son o qué quiere
hacer con su vida, no tienen una dirección firma.
● Moratoria: hace referencia a un retraso en el compromiso con las opciones
personales y de ocupación. Este es muy común y tal vez es saludable en
adolescentes modernos. También incluye los esfuerzos activos por parte de
los adolescentes para manejar la crisis y conformar una identidad.
Adolescencia y educación.
Otro aspecto importante que debemos tener en cuenta es el autoconcepto que
tienen nuestros alumnos/as de sí mismo. En psicología el término autoconcepto se
refiere a la “composición de ideas, sentimientos y actitudes que las personas tienen
de ellas mismas”.
Los niños pequeños se ven a sí mismos en términos de su apariencia física,
nombre, acciones y aptitudes, pero no tienen una noción de sus características
permanentes o de su personalidad”. Conforme entran a la adolescencia incluyen
cualidades interpersonales y sociales como amistoso, tímido, etc.
Lo debemos tener en cuenta, ya que en la escuela el autoconcepto establece una
diferencia. Los estudiantes que son buenos en matemáticas se sentirán mejor con
respecto a sus capacidades matemáticas. Es más probable que los estudiantes con
una mayor autoestima en cierto modo tengan más éxito en la escuela. Por estos
motivos es indispensable que los y las docentes frente al aula fomenten la
autoestima de sus estudiantes, algunas forma de hacerlo son:
● Valorar y aceptar a todos los alumnos/as, por sus intentos así como por sus
logros.
● Evite comparaciones y competencias destructivas; aliente a los alumnos/as a
competir con sus propios niveles de desempeño.
● Establezca grupos de apoyo o de “compañeros de estudio” en la escuela y
enseñe a los estudiantes cómo alentar a los demás.
Los límites en la escuela.
Los cambios sociales han producido un corrimiento y deslegitimación de las
fronteras que delimitan lo que colectivamente se considera que está bien o mal, es
decir, lo que “debe ser”.
Cada sociedad, en cada momento histórico, construye un sentido para a qué cosas
decir que “no”. Esto es precisamente un pacto social o cultural. Cuando este pacto
cultural funciona, solemos creer en algo que no se justifica en sí mismo, o mejor
dicho, no necesita ser justificado ya que “las cosas son así”. Sin embargo, en
momentos en que este pacto cultural se debilita, tal como ocurre en la actualidad,
los adultos nos enfrentamos con la falta de consensos para justificar o aportar
sentido a los “no” por el lado de lo prohibido. Aquella frontera, cuya función es
recortar lo prohibido de lo permitido, resulta tan amplia, difusa que deja de percibirse
como tal.
Parte del malestar en muchas escuelas está asociada a que coexisten en la
institución concepciones y visiones en puja o en tensión. En este contexto ubicamos
los obstáculos para el sostenimiento de los límites, y hacemos hincapié en la
necesidad del diálogo para alcanzar acuerdos sobre los mensajes que queremos
transmitir.
La autora se pregunta si “las dificultades de los alumnos para acatar las normas” no
se deben en realidad a las propias dificultades para hacer comprensibles y creíbles
los mensajes. si nos ponemos por un momento en el lugar de esos chicos, vemos lo
confuso que debe resultar que cada docente que entra de su justificación para los
no que intenta sostener.
La otra parte, lo que podemos revisar, es que para muchos de nosotros está
internalizado que no se come en clase porque así lo aprendimos y así era la
escuela. Era “no” porque “no”, sin fisuras. Se nos presenta aquí la necesidad de
abrir la pregunta por el sentido, así como plantear la necesidad de algún acuerdo
institucional para hacer explícito el mensaje que le queremos legar a nuestros
alumnos.
Entendemos los límites como una operación necesaria y fundante del ser humano
cuya función es proveernos de un marco lógico para la convivencia. Porque vivimos
dentro de ciertos límites establecidos, las relaciones entre las personas resultan
reguladas y contamos con la capacidad de anticipación y previsión.
Aún cuando las transformaciones de las escuelas han sido tan profundas, la
pregunta sigue siendo lo mismo ¿Cómo ponerlos?
La palabra “límites suele acompañarse del verbo poner, como si ambos términos
fueran indisociables cuando afirmamos que “a los chicos les falta límites o que no
los tienen”, lo estamos haciendo desde cierta representación de los mismos,
asociada a la imposición, a la obediencia y a la prohibición externa. En la medida en
que la obediencia ha dejado de ser considerado una virtud o un fin en sí mismo y,
por lo tanto, la escuela ya no provee los medios para formar niños obedientes y
sumisos, seguir insistiendo en este modo de “poner límites” nos consume el mismo
esfuerzo que intentar remar contra la corriente.
Entendemos que el sentido de la escuela es permitir que cada chico encuentre sus
modos de encauzar, de manera socialmente aceptable para sí mismo, ese potencial
en bruto con el que llega.
Los límites, al igual que el lenguaje, no son una adquisición individual sino una
construcción colectiva. El sentido mismo de la sociedad y la cultura no es otro que
habilitar ciertos límites que nos permitan vivir juntos.
El desafío más grande para la escuela surge por compensar estas desigualdades en
los recursos con lo que cuentan para transformar esos impulsos primitivos en
acciones socialmente aceptables. Sabemos que no es sencilla la tarea de
enseñanza cuando muchos chicos llegan a la escuela sin la adquisición de hábitos
cotidianos como comer sentados a una mesa, sin horarios para levantarse o para
irse a dormir.
Es alentador pensar, aún en las situaciones más extremas, el pasaje por la escuela
puede hacer la diferencia. La conquista de capacidades propias del mundo afectivo
(saber esperar, tolerar las frustraciones, ponerse en el lugar del otro) es condición
necesaria para emprender una actividad intelectual.

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