En el presente ensayo abordaré los temas sobre la duda metódica y la subjetividad
desde una perspectiva cartesiana. En primer lugar, para lograr mi objetivo es necesario entender que la duda metódica no es una duda dirigida al escepticismo, sino que es una duda temporal y exagerada, la cual Descartes utiliza para llegar a verdades indubitables. Con ese propósito, la duda cartesiana atravesará por tres niveles cada vez más “hiperbólicos”: fiabilidad de los sentidos, hipótesis del sueño y la hipótesis del genio maligno. El primer nivel consiste en empezar por dudar de toda fuente de conocimiento empezando por aquellas cosas que nos resultan en primera instancia más evidentes o confiables. Y esos son los conocimientos procedentes de nuestros sentidos. Sin embargo, Descartes argumenta que los sentidos no han engañado alguna vez en la vida y que, por lo tanto, ya no debemos tener confianza en aquella información brindada por los sentidos. Por ejemplo, si yo veo un lápiz dentro de un vaso de agua mis sentidos me harán creer que el lápiz ha sufrido una deformación cuando en realidad no es así. Por eso es que nuestros sentidos no pueden llegar a ser fuente de verdades indubitables. Luego, Descartes llega a un segundo nivel en el cual se plantea la hipótesis del sueño. Se nos pone la posibilidad de que estemos en sueño dentro de otro sueño. Por ejemplo, puedo pensar que en este instante estoy escribiendo en mi laptop, veo que mis dedos se mueven y veo que mi madre está al otro lado de mi cuarto. Sin embargo, Descartes se plantea lo siguiente: ¿puedo estar realmente seguro de que todo eso no es parte de un sueño? No, no puedo tener esa certeza y, en consecuencia, se anula todo el mundo externo y todo lo material se cancela, incluyendo mi cuerpo. Mi mamá puede ser solo una simple fantasía a la que le atribuí una “mente” y un “cuerpo”. Pero eso ya no importa, ahora todo puede ser producto de mi imaginación, ya nada es real para mí, he caído en el solipsismo. Es en este momento de la duda cartesiana en que todo se reduce al “yo”. A pesar de todo lo anterior, hay una cosa de la que aún no se ha podido dudar: las matemáticas. Y como el propósito es llegar a verdades indubitables también debo dudar de estas. Aquí entra a escena el momento de la hipótesis del genio maligno, con el cual se llega a un punto de duda radical o hiperbólica. Siempre he creído que el resultado de sumar veinte más veinte es cuarenta o que la suma de los ángulos de un triángulo es 180º. No obstante, Descartes con ese afán de llegar a una duda extrema se plantea la siguiente pregunta: ¿A caso no puede ser que haya un ser superior que todo este tiempo ha tratado de engañarme haciéndome dar por verdaderas aquellas creencias matemáticas, cuando en realidad el resultado de esas operaciones son otras? Sí, eso puede ser posible y, por ende, ahora tampoco puedo confiar en las matemáticas. Sin embargo, hay algo de lo que no puedo dudar en toda esta travesía y eso es que soy algo existente en tanto que soy sustancia pensante (res cogitans). A pesar de que un genio maligno este intentando engañarme constantemente, no podrá lograr que yo no sea nada, mientras yo siga pensando. Ya que en el mismo proceso del engaño sigo pensando y por tanto estoy existiendo. Además, a la vez que mi naturaleza corpórea ha sido cancelada también se han eliminado los diferentes procesos dependientes del cuerpo como el comer, digerir, nutrirme, andar, etc. Por ende, soy algo pensante, un espíritu, un entendimiento o una razón. Y en tanto que soy espíritu, soy algo que piensa, siente y duda. En última instancia, todo aquello que pueda oír, ver, sentir proviene de mí (“pienso que veo o pienso que oyó). Me pueden decir que aquellas cosas que percibo son falsas, y supongamos que sea así, al fin de cuentas, todo aquello (cosas externas) que creo percibir provienen del procesamiento de información por parte de mi mente. Soy una cosa que puede imaginar y, aunque todo aquello que imagine sea falso, no deja de provenir de mi pensamiento. De esta manera, logramos encontrar en esta parte a dos sustancias: la res cogitans y la res extensa. Por un lado, la res cogitans es mí espíritu en tanto yo como sustancia pensante y mientras soy consciente de eso. Por otro lado, la res extensa es todo aquello que tiene extensión, profundidad y que ocupa un lugar en el espacio. Por último, en la tercera meditación, Descartes da un giro total al poner en el plano la demostración de la existencia de Dios como fundamento para lograr cancelar todas las anteriores hipótesis (del sueño y del genio maligno) y demostrar que todo existía. Descartes empieza por la idea de "perfección", la cual no puede provenir de mí ni de mis sentidos, ya que yo soy un ser imperfecto y de mí no puede provenir la idea de perfección. Tampoco puede provenir de mis sentidos debido a que estos muchas veces me han engañado y que, por lo tanto, solo pueden ser fuente de engaño e imperfección. Lo único que queda es que la idea de perfección tiene que provenir necesariamente de un Dios existente. Luego, un segundo argumento es el que a una idea con una realidad objetiva le debe corresponder una cosa que posea igual o mayor realidad formal que la primera. Por lo tanto, a la idea de Dios que tengo le debe corresponder una causa con una mayor realidad formal y esta no puede provenir de mí, ya que soy un ser finito e imperfecto y Dios es un ser infinito y perfecto. Por ende, la idea de Dios (como un ser absolutamente perfecto) no puede provenir de otra cosa que no sea esa "semilla" que Él mismo implantó en mí. Por otro lado, Descartes demuestra la existencia de Dios como un ser necesariamente bondadoso y no un ser malo, ya que la maldad es adolecer de bondad y Dios no puede adolecer de algo si no, no sería Dios. Entonces, como Dios es necesariamente bueno, no puede haber permitido que me engañe y, por lo tanto, lo que mis sentidos me brindaban dejan de ser fuente de engaño y pasan a ser fuente de certeza, ya que no es posible que Dios permita que se me engañe. Además, en tanto que Dios es un ser perfecto e infinito es omnipotente y en caso que ese “genio maligno” existiera, Dios no permitiría que el genio maligno me engañe. Por ende, la hipótesis del genio maligno queda cancelada y las matemáticas vuelven a ser la fuente más importante de certeza. En conclusión, estoy a favor de la duda metódica planteada por Descartes, ya que nació con el propósito de evitar que volviéramos a caer en los dogmatismos que eran propios de la era medieval. Él solo llegó al extremo de la duda con la intención de tener verdades evidentes y no, como muchos lo dicen erróneamente, a querer caer en un escepticismo radical. Lamentablemente, eso no se pudo lograr, solo nos vasta ver como personas ahora creen ser dueños de la verdad y que el resto debemos creerles como si fuésemos unos borregos que solo imitan sin cuestionarse. Por ejemplo, personas que creen ciegamente en lo que dicen algunas “autoridades” y a las en el que muchas personas solo apoyan sin saber si lo que dicen es verdad o no. Además, si uno llega a cuestionar sus ideas, se van en contra tuya argumentando que tienen su derecho a la opinión y por lo que pueden opinar lo que quieran. Nadie niega su derecho a la libre opinión, sin embargo, lo que quería Descartes es que uno mismo llegue a esas certezas o verdades sin la necesidad de que otra persona te lo imponga o implante. Él quería que sometiéramos esas verdades a la duda metódica y poder llegar a verdades evidentes. Por otro lado, aquellos que alegan que fue culpa de Descartes el que ahora muchos hayan caído en el subjetivismo. En mi opinión, al momento de proponer la hipótesis del sueño, Descartes solo quería que nosotros no confiáramos y que nos cuestionáramos sobre aquellas cosas aparentemente muy evidentes. Su método era un método universal, por el cual todos podíamos llegar a una misma verdad, pero por nosotros mismos. Lo que la gente hizo fue malinterpretar la propuesta de Descartes y lo convirtió en el neoliberalismo actual. Aunque Descartes logró comprobar la existencia del yo como sustancia pensante, para él no fue suficiente y por eso necesito demostrar racionalmente la existencia de Dios para poder eliminar todas las anteriores hipótesis y devolverle el lugar que se merecía a la matemática. Descartes nunca estuvo en contra de la ciencia, sino que busco fundamentarla con un método único y coherente.