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Para ello, previamente hay que eliminar todos los conocimientos, ideas y creencias que no
presenten una certeza absoluta. Por ello comienza a dudar de todo.
Con ello no niega la validez del conocimiento humano, pero quiere ponerlo en duda para hallarle
una base que lo haga evidente. Esta duda es metódica, es una exigencia del método (la primera
regla).
La primera razón son las falacias de los sentidos, quienes nos inducen a veces a error. Por eso,
pese a que sea improbable nos engañen siempre, la improbabilidad no es certeza. El testimonio
de los sentidos es dudable.
Sin embargo, podemos dudar de que las cosas sean como las percibimos, pero no de que existan.
Esto añade otra razón para dudar: la imposibilidad de distinguir la vigilia del sueño. Los sueños
amenazan por tanto mis certezas al contar con extremada viveza y no conocer que son sueños
hasta despertar. Para Descartes, puedo pensar el estado de vigilia como un sueño muy
coherente y, por tanto, dudar de la realidad externa.
Cabe a destacar que esto solo permite dudar de la existencia de cosas y del mundo, pero no de
ciertas verdades como las matemáticas, puesto que contienen algo de indudable. Por esto, se
inventa el tercer y más radical motivo de duda: tal vez exista un Dios engañador, lo cual afecta
a la propia constitución de la mente. No obstante, Dios es bondad, así que habrá que suponer la
existencia de un espíritu maligno de gran poder e inteligencia cuyo objetivo es inducirme a error.
Esta hipótesis del “genio maligno” es lo mismo que suponer que tal vez mi entendimiento sea
de tal naturaleza que se equivoca necesariamente y siempre cuando piensa captar la verdad.
Vuelve a ser una duda improbable, pero que permite dudar de todos nuestros conocimientos
(duda hiperbólica). De esta forma su duda es universal porque logra inducirla incluso en las
matemáticas.
De esta forma, nada escapa a la duda metódica. Para no caer en el escepticismo, Descartes
considerará su duda como un paso que se da con esperanza de encontrar después una verdad
indudable: la existencia del propio sujeto que piensa y duda.
Descartes establecerá este razonamiento como principio y fundamento de su sistema. Para él,
será una evidencia que se presenta a la mente, una idea clara y distinta que proviene de la
intuición intelectual.
Al dudar, pienso, y la acción de pensar implica la existencia de un ser que piensa. Por tanto, si
estoy pensando, estoy existiendo: “Cogito, ergo sum” (“Pienso, luego existo”). Esta será su
primera verdad incuestionable y será una intuición. Si pienso algo, nunca cabrá error en cuanto
a que yo lo pienso, igualmente puedo dudar de todo menos de que yo dudo. Mi existencia como
sujeto que piensa será indudable.
Así pues, el pensamiento es mi esencia en cuanto ser humano. No admite que existe otra cosa
en mí a excepción de la mente. Además, el sujeto se capta como sustancia pensante por tener,
al captarse a sí mismo como pensamiento existente, intuición de lo que es sustancia (aquello
que existe de tal manera que no necesita de ninguna otra cosa para existir).
No será solo la primera verdad y certeza, sino también el prototipo de toda verdad y toda
certeza. Mi existencia será indubitable porque la percibo con toda claridad y distinción. De aquí
deducirá su criterio de certeza: todo cuanto perciba con igual claridad y distinción será
verdadero. De este modo se establece el criterio de certeza a partir del cual se construyen el
resto de conocimientos, la norma para analizar si un juicio es verdadero o falso.
Los pensamientos del sujeto pensante toman la forma de ideas, por lo que en las ideas se
encuentran los contenidos del pensamiento. Aunque no sepa si existen las cosas físicamente,
estoy seguro de ya tenerlas en mi mente. De esta forma, el pensamiento no recae directamente
sobre las cosas, si no sobre las ideas. Esto es lo que se llama idealismo.
• Las adventicias o adquiridas: son aquellas que aparecen del provenir de la experiencia
externa, de mi percepción del mundo o de la enseñanza. Pueden resultar erróneas.
• Las facticias o artificiales: son las que fabricamos arbitrariamente nosotros mismos, las
que construye la mente a partir de otras ideas. Por esto, su validez es cuestionable.
• Las innatas o naturales: son las que el pensamiento posee en sí mismo. Nuestra mente
las ha de captar y aceptar sin modificar nada. Son las únicas evidentes, claras y distintas.
3.4. A. Dios como res infinita y argumento ontológico. 4.3. Dios como garantía de la verdad del
conocimiento y del mundo extramental.
Dentro de estas últimas encontraríamos las ideas de perfección e infinito, a partir de las cuales
argumenta la existencia de Dios. La de perfección puesto que es la idea de un ser perfecto (Dios)
y la de infinito que se corresponde a este.
Por tanto, la idea innata de Dios es la única que me permite ir más allá de mi propia subjetividad
y afirmar indudablemente que fuera de mi mente existe una realidad extramental. Así, Dios se
convertirá en garantía y fundamento del ser y del conocimiento. La existencia del mundo será
demostrada a partir de la existencia de Dios: puesto que es infinitamente bueno y veraz, no
puede permitir que me engañe al creer que el mundo existe, luego el mundo existe. Solo si Dios
existe podrá afirmarse sin temor a equivocarme que mis ideas son verdaderamente claras y
distintas y que se corresponden con algo real.
Puesto que en él existen todas las verdades eternamente establecidas por Él (matemáticas, leyes
de la naturaleza…), será un Dios geómetra, en el que encuentran su última garantía las verdades
geométricas y el orden del mundo. Así se supera la hipótesis del genio maligno.
MÉODO CARTESIANO: 4 REGLAS
Para poder llegar a conocimientos sólidos y seguros hay que hacer un uso adecuado de nuestra
capacidad racional, el cual muchas veces se aplica mal por la falta de un método correcto. Se
plantea la necesidad de que la filosofía se asiente sobre pilares sólidos, encontrando un método
seguro para alcanzar el conocimiento. Sus indagaciones le llevan a considerar la razón como
fundamento del método y de toda su filosofía.
Las distintas ciencias y los distintos saberes son manifestaciones de un saber único que proviene
en último término de una concepción unitaria de la razón. La sabiduría será única puesto que la
razón es única. Así, todos los saberes tendrán una estructura interna que los unifica y un criterio
general que permite distinguir el verdadero del falso. Además, el saber se construirá
relacionando unos conocimientos con otros en una estructura lógica deductiva, que emana de
la estructura misma de la razón.
B. La estructura de la razón
Como la razón es única, interesa conocer su estructura, su funcionamiento propio, para alcanzar
conocimientos verdaderos. Para Descartes hay dos modos del conocimiento:
• La intuición: que tiene por objeto las naturalezas simples. Es un conocimiento inmediato
que permite captar inmediatamente conceptos simples emanados de la razón misma,
sin lugar a duda. La intuición hace evidente el objeto del conocimiento porque ella
misma lo construye.
• La deducción: entre unas naturalezas simples y otras, entre unas intuiciones y otras,
aparecen conexiones que la inteligencia descubre y recorre por medio de la deducción.
Por uhco que se prolongue, no es más que una intuición sucesiva de naturalezas simples
y sus conexiones. Construye lo compuesto de lo simple. Será inventiva.
Por método entenderá el conjunto de reglas ciertas y fáciles que hacen imposible para quien las
observe exactamente tomar lo falso por verdadero y que conducen gradualmente al
conocimiento de todo lo que el ser es capaz de conocer. Entiende que es preferible que las reglas
sean pocas, pero bien elegidas y cumpliéndose estrictamente. Por ello, las reduce a cuatro reglas
fundamentales:
• Regla de la evidencia: no aceptar como verdadero lo que no se conozca como evidente.
Para ello hay que evitar la precipitación y los prejuicios hasta que el objeto se presente
a mi intelecto claro y distinto. La intuición nos da estos conocimientos.
Supuso un giro epistemológico puesto que a partir de Descartes la verdad empieza a
residir en el sujeto que conoce (verdad como evidencia).
• Regla del análisis: los problemas deben ser perfectamente determinados y reducidos a
sus elementos más simples y, así, reducir lo complejo (lo que proviene de la experiencia)
a sus partes más simples (evidentes). Obtenemos unas intuiciones primeras.
• Regla de la síntesis y del orden: proceder ordenadamente, yendo de lo simple a lo
complejo a través de la deducción. A partir de las ideas simples de la regla anterior
podemos pasar a otras ideas nuevas y más complejas, empleando la deducción de los
geómetras.
• Regla de la enumeración y la revisión: propone enumeraciones completas y revisiones
tan generales que no concluyen hasta estar seguro de no haber omitido nada. Así se
controla todo el proceso mediante la revisión.
La enumeración que comprueba el análisis y la revisión que controla la síntesis permite
ver toda de la cadena de deducciones como algo completo y evidente.
MECANICISMO
Así pues, al hacer esta distinción, pretendía salvaguardar la autonomía del alma respecto de la
materia. La ciencia imponía una concepción mecanicista y determinista del mundo material, en
el cual no queda lugar alguno para la libertad. La libertad solo podía salvaguardarse
sustrayendo el alma del mundo de la necesidad mecanicista y esto, exigía situarla como una
esfera de la realidad autónoma e independiente de la materia. Además, si el alma es una
sustancia independiente del cuerpo, no necesita de él para existir y por tanto puede ser
inmortal.
El mecanicismo que se desprende de este dualismo antropológico según el cual el alma es libre
y el cuerpo se encuentra determinado por leyes mecánicas, tuvo implicaciones de todo tipo:
El “yo” es la naturaleza más íntima y propia del ser humano y de él poseemos un conocimiento
directo, intuitivo, claro y distinto manifestado en el “yo pienso”. El yo como sustancia pensante
(res cogitans) es centro y sujeto de actividades anímicas que se reducen a 2 facultades: el
entendimiento y la voluntad.
La voluntad se caracteriza por ser libre y la libertad ocupa un lugar central en la filosofía de
Descartes:
• La existencia de la libertad es indudable: es tan evidente que será una de las nociones
primeras y máximamente comunes que hay innatas en nosotros.
• La libertad es la perfección fundamental del ser humano, puesto que le concede la
capacidad de autonomía. La libertad es exclusiva del ser humano.
• Su ejercicio constituye un elemento esencial del proyecto cartesiano: nos permite ser
dueños tanto de la naturaleza como de nuestras propias acciones.
Para Descartes cuerpo y alma son realidades distintas con naturaleza no coincidente: el cuerpo
no puede pensar y se caracteriza por la extensión mientras que el alma es inextensa y es la
esencia del ser humano, pudiendo existir sin el cuerpo. Existo mientras no deje de pensar.
Sin embargo, a pesar de esto, el grado de integración de ambas es tan estrecho que forman una
totalidad. El ser humano es una unión de ambas sustancias, que son independientes.
De la sangre se generan y circulan por ellas unas partículas muy calientes y móviles (“espíritus
animales”). Actuarán de intermediarias entre alma y cuerpo: circula como aliento, llegan al
cerebro y chocan con la pared de la glándula pineal (residencia del alma y centro de sus
operaciones).
Así, los espíritus animales transmitirán la información que sufre el cuerpo al alma durante el
choque. Las acciones del alma, en cambio, producirán una tenue reverberación de las paredes
de la glándula pineal que se traspasa a los músculos, tendones y a todas las partes del cuerpo
por los nervios.
No obstante, también afirma que el alma está realmente unida a todas las partes del cuerpo y
que no podemos decir que no exista en una cualquiera de sus partes con exclusión de las otras.
Descartes no sabía explicarlo, pero estaba seguro de esta unión. Precisamente en el alma se
hallan las pasiones que tienen un origen corpóreo, son involuntarias y, por tanto, mecánicas.
SUBSTANCIA
La duda permite a Descartes afirmar la existencia de una primera sustancia, el yo pensante. Este
descubre una segunda sustancia, Dios, ser que reúne todas las perfecciones. ¿Pero qué sucede
con el mundo exterior y mi cuerpo?
Descartes empezó explicando en qué consisten los cuerpos. La primera idea clara y distinta que
aparece en nuestra mente referida a ellos es la de extensión en el espacio según tres
dimensiones: longitud, anchura y profundidad. También parecen depender de todas las
cualidades o atributos que percibimos en ellos (dureza, peso, color…).
Sin embargo, a pesar de estar seguros de su existencia real, la duda metódica nos hace dudar de
ellos, por lo que tendrá que buscar un modo de asegurarse, ya que del análisis de la misma idea
de extensión no se deduce necesariamente su existencia.
Así, recurrirá a la bondad de Dios como garantía de nuestra idea de cuerpo extenso, al considerar
que provienen de objetos corpóreos realmente existentes: debe darse algún principio activo del
que provengan estas ideas que tenemos en nosotros.
Por esto, tiene que existir otro tipo de sustancia finita y creada: la de los cuerpos, todos ellos
con un atributo fundamental: la extensión. La materia (res extensa) constituye la tercera
sustancia de la metafísica cartesiana. No serán más que un mecanismo que fabrica
movimientos (mecanicismo). Dios aparece, así, como garantía de que a mis ideas les
corresponda un mundo, una realidad extramental.
Hay que destacar que Dios solamente garantiza la existencia de un mundo constituido
exclusivamente por la extensión y el movimiento (cualidades primarias). A partir de la
extensión y el movimiento, se deducirá la Física y las leyes generales del movimiento.
En conclusión, habrá 3 ideas claras y distintas que podamos aceptar con certeza:
El concepto de sustancia será fundamental en Descartes y, a partir de él, en todos los filósofos
racionalistas. La sustancia es una cosa que existe de tal modo que no necesita de ninguna otra
cosa para existir. Es independencia. Para evitar controversias, explica que se referirá a la
independencia mutua entre la sustancia pensante y la sustancia extensa, que no necesitan la
una de la otra para existir. Habrá una sustancia increada, Dios, y dos creadas, yo y el mundo.
El objetivo último al distinguir entre alma y cuerpo es salvaguardar la autonomía del alma
respecto de la materia. La ciencia imponía una concepción determinista y mecanicista del
mundo material, en el cual no queda lugar para la libertad. La libertad solo se salvaguardará
sustrayendo el alma del mundo de la necesidad mecanicista y esto exigía situarla como una
esfera de realidad autónoma e independiente de la materia. La autonomía del alma respecto a
la materia se justificará en la claridad y distinción con que el entendimiento percibe la
independencia de ambas. (REPETIDO)