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LA PRIMERA VERDAD: COGITO, ERGO SUM

Al enfrentarse a la duda metódica, Descartes encuentra que ninguna de las verdades


anteriores y conocidas sobrevive a los tres estadios. La duda hiperbólica, o duda del genio maligno,
ha impedido que Descartes inscriba las verdades matemáticas en la certeza, por lo tanto, ya no
resultan verdades evidentes de las que se pueda partir para establecer un cuerpo adecuado de
conocimiento.
Sin embargo, tropezamos con un pensamiento que se resiste a la duda: mientras dudo, soy
consciente de que dudo. Lo que importa no es el contenido de la sentencia “yo estoy pensando que
pienso”, cogito me cogitare. La duda del genio maligno impide que el contenido de afirmación
alguna pueda ser tomado como una verdad evidente; la cuestión es darse cuenta, no del “yo” de la
oración de relativo, sino de ese primer “yo” que emite la oración, es decir, el Yo que se da cuenta de
que la está pensando. Y ese presente perfecto es toda la sustancia del cogito: Yo estoy pensando.
Podré equivocarme acerca del contenido de mis pensamientos, porque puede que el genio maligno
esté impidiendo que llegue a verdad alguna; lo que no puede ser es que me equivoque al respecto de
que soy yo, y no mi vecino, el que los está pensando ahora, por muy erróneo que sea su contenido.
Desde ese punto de vista, es una verdad inconcusa que, con error o sin él, estoy pensando yo. Y esto
revela un importante aspecto formal de toda idea que pueda tener un sujeto: se la puede considerar
materialmente, es decir, por su contenido, y en ese aspecto cada idea tiene los caracteres de aquello
que representa, y en este aspecto bien puede ser verdadera, o bien puede ser falsa; no obstante, si se
considera formalmente (es decir, no por su contenido, sino por el hecho de que es una idea), me
pertenece, soy yo quien la piensa, y en ese aspecto es del todo imposible que sea falsa. Mis
pensamientos tienen justo ese carácter formal, que comparten con el cogito: aunque me pueda
equivocar en su contenido, en su forma es imposible que sean falsos, porque son ideas mías y no
cabe error alguno al respecto de que las pienso. El error cabrá con respecto a su contenido, porque
las cosas que me representan tal vez no sean como me las representan.
De este modo, Descartes ha llegado a la primera verdad que sobrevive a la duda. Y la
importancia de esta verdad es que no se trata de una verdad cualquiera: se va a erigir en criterio de
verdad cierta. Si una verdad ha de ser cierta, entonces tendrá que ser, por necesidad, de la misma
naturaleza que el cogito. Y Descartes comprende que esta verdad cierta tiene dos atributos
fundamentales, que ya no le abandonarán en el resto de su filosofía: claridad y distinción. Hay que
prestar especial atención a la profunda gravedad de este movimiento filosófico que efectúa
Descartes, porque evidencia la inflexión que va adquirir toda la filosofía a partir de sus propias
reflexiones: lo que se ubica en primer plano ya no es la cosa, sino la razón que la conoce. Aquello
que conozco clara y distintamente es “procul dubio”, sin duda alguna, nos dice Descartes. Esta es la
cuestión. Lo que ahora establece el criterio más fundamental y primario de verdad ya no es la cosa,
sino el modo en que la razón la piensa: y si la piensa clara y distintamente, nos dice Descartes que
se trata de una verdad evidente, de la que no cabe duda. No entraremos en los motivos por los que
ocurre esto; o no entraremos en profundidad, porque nos conducirían a lo que Descartes entiende
por trascendentalidad, y ello excedería con creces el propósito de este curso. La cuestión es que,
para Descartes, en primer lugar, se encuentra el modo en que la razón piensa las cosas, y es desde
ahí que avanzamos hacia la realidad. Por esto digo, y repito, que la cuestión con Descartes es que el
ente se inscribe en la verdad; y la verdad, a su vez, queda inscrita en la certeza, porque lo que
determina la verdad es el orden de la razón, es decir, que haya una percepción clara y distinta de las
cosas, esto es el carácter fundamental de la verdad.
Además, el cogito produce otra grave inflexión en el pensamiento que se mantendrá
prácticamente hasta nuestros días: yo estoy pensando, nos dice Descartes, y por ello es evidente que
existo, y ya podrá engañarme ese genio maligno al respecto de todos mis pensamientos, que jamás
podrá hacer que yo no sea nada, mientras estoy pensando que existo. Ya tenemos una primera
verdad evidente: y la monumental ventaja de tenerla es que, si podemos conectarla con otras ideas
de forma clara y distinta, éstas también serán, por tanto, verdades ciertas. El problema aparece
cuando nos damos cuenta de que, de todos los caracteres que poseemos, solamente uno nos parece
ahora claro y distinto: el pensamiento. La corporalidad queda aquí preterida, y la mente y la razón
pasan a ocupar un prominente primer plano, que ya no abandonarán hasta nuestros días. Pero esta
cuestión nos introduce en la teoría de la sustancia.

ÍTEMS RELEVANTES
• COGITO, ERGO SUM
• CRITERIOS DE LA VERDAD EVIDENTE
• SENTIDO DEL COGITO: SUPERACIÓN DE LA DUDA
• LA IMPORTANCIA DE ESE ESTOY PENSANDO QUE PIENSO

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