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TIPOS DE FALACIAS

A continuación presentamos un listado de 28 falacias. La exposición la haremos de la


siguiente manera. Primero que todo presentaremos el nombre de la falacia y un
ejemplo de la misma (verán que ubicaremos cado uno de los anteriores argumentos
en una clase de falacia). Seguidamente ofreceremos una breve explicación de la
falacia y, después, presentaremos su estructura. Con esto queremos resaltar la
característica de las falacias según la cual son argumentos lógicamente incorrectos. Y
que, por ende, la falla lógica no se encuentra en la verdad o falsedad de sus premisas
y de su conclusión, sino en la forma inválida de argumentar o, por decirlo así, en el
esquema argumentativo usado que no permite derivar la conclusión de las premisas
aducidas. Finalmente, daremos otros ejemplos de cada clase de falacia.

Argumento ad ignorantiam

Scully— ¿Que tu hermana fue abducida por alienígenas? Eso es ridículo.


Mulder— Bueno, mientras no puedas probar lo contrario, tendrás que aceptar que es
cierto. (De la serie de televisión Expediente X).

En el ejemplo anterior Mulder está fundamentando su posición, a saber, que su


hermana fue abducida por alienígenas con base en la premisa que nos dice que la
negación de esa afirmación no ha sido probada. Es decir, que es cierto que su
hermana fue abducida por alienígenas en la medida en que no se ha probado que no
ocurrió así.

Ahora bien, argumentar de esta forma es cometer la falacia del argumento por la
ignorancia o ad ignorantiam. Esta falacia consiste en afirmar que una proposición es
verdadera basándonos en que no se ha probado su falsedad. Y lo mismo a la inversa,
es decir, afirmar que una proposición es falsa porque no se ha probado su verdad. La
estructura de esta falacia es la siguiente:

No se ha probado la falsedad de P. Por lo tanto, P es verdadero.

No se ha probado la verdad de P. Por lo tanto, P es falso.

P puede ser cualquier tipo de proposición. Con esto se quiere indicar que todo
argumento construido de la forma señalada, sin importar el contenido, cometerá la
falacia ad ignorantiam. Otros ejemplos de argumentos que cometen esta falacia
serían los siguientes:

No se ha demostrado que Dios existe; por lo tanto, Dios no existe (y a la inversa).


No se ha demostrado que la telepatía no exista; por lo tanto, la telepatía existe (y a
la inversa).

Ahora bien, no sobra aclarar que no se comete la falacia ad ignorantiam cuando


existen presuposiciones a favor de la verdad o falsedad de una afirmación. Como
ocurre por ejemplo en el contexto legal del derecho penal en donde, por existir una
presunción de inocencia, según la cual toda persona es inocente hasta que no se
demuestre lo contrario, sí se puede argumentar a favor de la inocencia de un
investigado basándonos en el hecho de que su culpa no fue claramente probada. Pero
esto, se repite, se da por el establecimiento de la figura de la presunción de
inocencia.
Otro ejemplo de esta falacia es el siguiente:
“Por supuesto que no existen la telepatía y otros fenómenos síquicos. Nadie ha
demostrado evidencias de que existan”.

Pregunta compleja o presuposición de respuesta

A: ¿Ya le dejó de pegar a su esposa?


B: No!!
A: Ah, entonces eso quiere decir que usted no sólo la ha golpeado en el pasado sino
que

además lo continúa haciendo.

1. A:  ¿Ya le dejó de pegar a su esposa?


2. B:  Si!!

A: Ah, entonces eso quiere decir que usted golpeaba a su esposa en el pasado.

En la falacia de la pregunta compleja o la presuposición de respuesta se extrae una


conclusión del adversario sin que este realmente la haya aceptado. Esto se hace
mediante la formulación de una pregunta que implica la previa aceptación de algo
que no ha sido discutido. Como en el caso del ejemplo en donde la pregunta
compleja de A presupone que B golpeaba anteriormente a su esposa. Esto quiere
decir que cualquier respuesta (Si o No) equivale realmente a hacer dos afirmaciones.
Si se responde “Si”, se está afirmando “he golpeado a mi esposa en el pasado” y
“golpeo a mi esposa actualmente”. Y si se responde “No”, se está afirmando “he
golpeado a mi esposa en el pasado” y “no la golpeo actualmente”. La pregunta
compleja del ejemplo, entonces, es una pregunta que, en virtud de la forma como
está formulada, sugiere que la respuesta correcta es o bien un “si” o bien “no”;
pero, cualquiera de estas dos opciones implica aceptar que B golpeaba en el pasado a
su esposa.

La falacia de la pregunta compleja se comete, entonces, cuando se realiza una


pregunta que a) presupone una afirmación que no ha sido aceptada por el
interlocutor y b) todas las respuestas aparentes parecen aceptar esa presuposición.
La estructura de esta falacia podría ser descrita de la siguiente manera:

1. Se realiza una pregunta X (que de cualquier forma que se responda incluye la


aceptación implícita de Y, que es algo que no ha sido preguntado)

2. El interlocutor responde la pregunta X

3. De ahí se asume la respuesta de Y

De ahí que una pregunta compleja no debe tanto ser respondida, sino más bien debe
explicitarse su “complejidad”. Es decir, más que responder, lo que hay que hacer es
replicar. En nuestro ejemplo, B debió haber afirmado algo como lo siguiente:

B: Esa pregunta presupone que yo he golpeado en el pasado a mi esposa. Responda si


o no, estaría aceptando esa presuposición. Pero eso es algo que no ha sido
demostrado y que yo jamás he aceptado. Por lo tanto, su pregunta debería ser
reformulado para que empiece por preguntar si yo alguna vez he golpeado a mi
esposa.
El siguiente es otro ejemplo de la falacia de la pregunta compleja: “¿Dónde escondió
el dinero que robó?”

Argumento ad hominem

No se le puede creer a lo que dice la oposición: son puras falsedades. Después de


todo, ellos son una manada de cobardes que atacan y critican indiscriminadamente.

A: “Por todo lo anterior, usar piel de animales como vestido es algo que se debe
evitar” B: “No puedo creer en lo que dice puesto que su pantalón es de cuero de
vaca”

En los dos ejemplos referenciados se está pretendiendo fundamentar la falsedad de


una tesis basándose en premisas que no se relacionan directamente con la tesis
misma sino, más bien, con la persona que la defiende. En el primer caso, en efecto,
se está negando la verdad de las tesis de la oposición basándose en una consideración
sobre el carácter de sus miembros. De igual forma, en el segundo caso, B niega la
verdad de la afirmación de A (usar piel de animales como vestido es algo que se debe
evitar) con base en el hecho de que A lleva puesto un pantalón de cuero de vaca. En
ambos casos se está cometiendo la falacia “ad hominem” o “contra el hombre” pues
se pretende desacreditar una afirmación haciendo referencia no a la probable
falsedad de ella sino a ciertas características de quien la enuncia y defiende.

Tradicionalmente se suelen distinguir dos clases de falacias ad hominem: la falacia


ad hominem abusiva y la falacia ad hominem circunstancial.

La primera, es decir, la falacia ad hominem abusiva basa el descrédito de la tesis en


las características personales de quien la defiende; por ejemplo, sostener que una
determinada propuesta es equivocada simplemente porque la están proponiendo los
“extremistas” (sean de derecha o de izquierda). Es claro que el carácter personal de
un ser humano es lógicamente irrelevante para fundamentar la verdad o falsedad de
lo que una persona dice. La estructura de esta variante de la falacia ad hominem es
la siguiente:

1. Una persona A afirma una tesis X.


2. Una persona B critica las características personales de A. 3. De ahí se pretende
inferior que la tesis X de A es falsa.

Por su parte, la falacia ad hominem circunstancial pretende fundamentar la falsedad


de una tesis basándose en el hecho de que no es coherente con otras tesis o acciones
que parece aceptar (o al menos que debería aceptar) quien la afirma. Es claro que el
hecho de que una persona tenga un sistema de creencias incoherente, nos puede
llevar a pensar que al menos una de sus creencias es falsa; pero no nos permite saber
cuál de ellas lo es. La estructura de esta variante de la falacia ad hominem es la
siguiente:

1. Una persona A afirma una tesis X.

2. Una persona B llama la atención de que las acciones de A u otras tesis que A
sostiene son

inconsistentes con la verdad de la tesis X.


3. De ahí se pretende inferior que la tesis X de A es falsa.

Desafortunadamente este tipo de razonamientos falaces es muy común, incluso en


ambientes académicos en los que, se esperaría, las discusiones deberían llevarse de
acuerdo a los más altos criterios de racionalidad.

Este tipo de argumentación debería evitarse al menos por dos razones: primero,
preferir un adjetivo que califique la personalidad de nuestro interlocutor con base en
el cual rechazar sus afirmaciones, en vez de buscar otro tipo de razones
directamente relacionadas con el tema de lo que él afirma, revela una gran pereza
mental y un facilismo intelectual que, de por sí, es altamente criticable. Y, segundo,
los insultos tienen el efecto de anular toda posibilidad de continuar con la discusión y
el diálogo: “yo no hablo contigo porque todo lo que tu dice es falso ya que tu eres
un...”4

Otros ejemplos de falacias ad hominem son los siguientes:


“Usted no puede afirmar que mi acción es inmoral porque ha estado en la cárcel”.

“Las compañías de tabaco se equivocan cuando dicen que fumar no afecta


seriamente a tu salud, porque sólo están defendiendo sus negocios
multimillonarios”.

Accidente

Julian es una persona poco fiable. Hace días le presté mi navaja y él prometió
devolvérmela pronto. Sin embargo ahora rehúsa entregármela cuando la necesito
para asesinar a mi esposa. Me parece inconcebible que haya personas que no
cumplan sus promesas.

La falacia del accidente se comete cuando se aplica una regla general aceptada a un
caso particular, cuyas circunstancias excepcionales harían inaplicable la regla. En
nuestro ejemplo la regla general es que una persona que no cumple con sus promesas
es una persona poco fiable. Sin embargo, se pretende aplicar esa regla a un caso en
donde no se debería aplicar: la persona le prestó un cuchillo a otra, que prometió
devolvérselo; pero ahora se lo está pidiendo para asesinar a su esposa. Naturalmente
el fin con el que se quiere usar el cuchillo hace que la regla “deben cumplirse las
promesas” tenga una excepción y, por ende, no sea aplicable de la misma forma. La
estructura de esta falacia podría ser descrita así:

1. Se formula una ley general X


2. Se pretende aplicar X a unas circunstancias Y (circunstancias especiales que harían

inaplicable la ley X)
3. Se infiere la conclusión Z a partir de la aplicación de X

Queda claro entonces que la falacia del accidente consiste en aplicar una regla
general a un caso que, dadas sus particulares características, no debe aplicársele la
regla.

Todo enunciado general suele tener excepciones en la medida en que existen otros
enunciados generales que deben cumplirse también. Para volver a nuestro ejemplo
uno diría que “está bien que se deban cumplir las promesas pero también se debe
respetar la vida humana, por lo tanto Julián no está obligado a cumplir su promesa
de devolverle el cuchillo ya que sabe que éste va a ser usado para asesinar a
alguien”.

La falacia de accidente se comete también en el siguiente ejemplo:

“Puesto que todo el que gasta más de lo que gana se convierte en un delincuente
potencial, hay que tener cuidado con Jose, quien no hace otra cosa ahora que pagar
deudas.”

Causa falsa

En la vida es necesario tener siempre una actitud feliz. Hay que ver la cantidad de
gente que sufre de enfermedades catastróficas y además siempre están de mal genio
y deprimidas. De seguro que su enfermedad es causada por su constante mal genio y
depresión.

Ayer me desperté con fiebre. Y en la noche mi cara estaba llena de puntos rojos. De
seguro la fiebre me causó esos puntos.

El dolor de cabeza se me quitó cuando escuché unas canciones de Rafael; por lo


tanto, recomendaré sus discos como remedio.

Como se ve en los tres ejemplos de la falacia de causa falsa, la cuestión acá es la de


determinar la causa y el efecto de algún fenómeno en particular. En general, el error
lógico presente en toda falacia de causa falsa consiste en sostener que determinado
fenómeno es causa de otro únicamente sobre la base de que ocurrió primero o están
regularmente asociados. Es innegable que la causa de un fenómeno tiene que darse,
en el tiempo, antes del fenómeno; sin embargo, no es suficiente que un acto ocurra
antes que otro para considerarlo causa de este último. En general podríamos decir
que existen tres formas en que esta falacia se puede cometer: se puede, en primer
lugar, confundir el efecto con la causa; se puede, además, ignorar una causa común;
o, finalmente, se puede asociar erróneamente un fenómeno con otro, en una
relación causa, únicamente sobre la base de que uno de ellos ocurrió antes que el
otro. Esto da entonces, tres posibles falacias de causa falsa, que suelen llamarse a)
confundir la causa con el efecto, b) ignorar una causa común y c) Post Hoc. Estas
falacias pueden describirse con ayuda de las siguientes estructuras:

1. A y B son fenómenos que se encuentran regularmente conectados. 2. Por lo tanto,


A es la causa de B.

1. A ocurre antes de B.
2. Por lo tanto, A es la causa de B.

En el primer ejemplo se usa la primera de estas estructuras y se comete la falacia de


confundir la causa con el efecto. En dicho argumento se afirma que el no tener una
actitud feliz es la causa de que las personas tengan una enfermedad catastrófica. Y
esto se establece con base en que muchas personas que sufren de enfermedades
catastróficas no tienen una actitud feliz. Sin embargo, esto no es suficiente para
afirmar dicha relación causal, la cual, con mayor probabilidad se da al contrario; es
decir, el sufrir una enfermedad catastrófica dificulta el tener una actitud feliz.

Por su parte, el segundo ejemplo también puede considerarse como en ejemplo de


una falacia de causa falsa; sólo que allí puede que no esté confundiendo la causa con
el efecto sino que, más bien, se esté ignorando una causa común. Y todo por cometer
el error lógico de asumir que un fenómeno causa a otro simplemente porque ocurrió
antes. Es decir, en el caso de nuestro ejemplo, tanto la fiebre como los puntos rojos
pueden estar ambos causados por un tercer fenómeno que es la “causa en común” de
ambos.

Algo muy similar ocurre en el tercer ejemplo, en donde se afirma que las canciones
de Rafael fueron la causa de la curación del dolor de cabeza ya que, justo después de
escucharlas, el dolor de cabeza desapareció. Los latinos llamaban a esta forma falaz
de argumentar: Post hoc, ergo proter. Es decir, “ocurrió después de ello, por lo tanto
fue la causa”.

La falacia de la causa falsa se comete también en los siguientes casos:

“El gallo siempre canta antes de la salida del sol. Luego, el canto del gallo provoca
que salga el sol”.

“Tomé una aspirina, recé a Dios, y mi dolor de cabeza desapareció. Luego, Dios me
curó el dolor de cabeza”.

Petición de principio o Razonamiento circular

Es claro que Dios existe, pues eso lo dice la Biblia, a la cual hay que creerle por ser
palabra de Dios.

La falacia de la petición de principio, también llamada razonamiento circular,


consiste en dar por sentado, en una argumentación, lo que se quiere probar. Es
decir, ofrecer como prueba de la verdad de la conclusión, asunto que justamente se
está discutiendo, premisas que supongan tal verdad. De ahí que esta falacia pueda
ser explicada diciendo que el error consiste en partir de premisas no aceptadas por el
auditorio al cual se dirige nuestra argumentación.

La estructura de este tipo erróneo de argumentación es la siguiente:

1. Es verdad que X porque es verdad que X

En nuestro ejemplo es claro que lo que está en discusión es la existencia de Dios.


Esto es algo que no es admitido por el auditorio ante el cual se argumenta. Por lo
tanto, no se puede usar como premisa la afirmación según la cual “la Biblia habla de
la existencia de Dios”, ya que sólo una persona que ya creyera que Dios existe
admitiría la premisa de que “la Biblia habla de la existencia de Dios” como razón
para aceptar la tesis “Dios existe”.

Otro caso de petición de principio sería el siguiente: “Los estudiantes no asisten


porque no vienen a clase.”

Conclusión inatinente

Puesto que quien hace buenos fraudes en los exámenes obtiene altas notas y el
fraude es motivo de anulación, los mejores exámenes deben anularse.

La falacia de la conclusión inatinente se comete cuando se emplean premisas


verdaderas y fácilmente aceptadas que, sin embargo, no sirven para probar la
conclusión que se pretende inferir de ellas. Es lo que pasa en el argumento del
ejemplo: es verdad que quien hace buenos fraudes en los exámenes obtiene altas
notas; y, de igual forma, es verdad que el fraude es motivo de anulación, sin
embargo, esas premisas no sirven para concluir que los mejores exámenes deban
anularse. La conclusión, más bien, sería que si existen fraudes, hay algunos
estudiantes que obtienen altas notas las cuales debieron ser anuladas. Como se ve,
no hay una relación lógica entre las premisas y la conclusión; de ahí el carácter falaz
de esta forma de argumentar. La estructura de esta falacia es la siguiente:

1. Es verdad que X (en donde X es una premisa fácilmente aceptable que, sin
embargo, no tiene relación directa con la conclusión que se pretende inferir)

2. Por lo tanto Y

Esta falacia también es llamada ignoratio elenchi justamente porque la forma como
se argumenta revela que se desconoce el asunto concreto que está siendo debatido.
“Ignoratio elenchi” es una expression griega que puede traducirse, sin gran rigor,
como “ignorancia de la refutación”. En efecto, la falacia de la conclusión inatinente
o ignoratio elenchi se caracteriza por proporcionar premisas que no tienen una
relación directa con la conclusión. Por ejemplo cuando los gobiernos pretenden
justificar la implementación de una reforma tributaria particular argumentando la
necesidad de reducir el déficit fiscal. Hasta ahí se estaría cometiendo la falacia de la
conclusión inatinente, porque la premisa usada lo único que alcanzaría a probar es
que se necesita una reforma tributaria para superar el déficit fiscal; pero no
justifica, de ninguna manera, que la reforma necesitada sea justamente la que está
proponiendo el gobierno. No está justificando por ejemplo que la mejor opción es
aumentar el IVA en los productos de la canasta familiar, como efectivamente se
propone. Es en este sentido en que se dice que “se ignora la cuestión”, pues no se
argumenta con premisas claramente pertinentes para apoyar la conclusión. Sin
embargo, las premisas usadas sí son fácilmente aceptables y usualmente verdaderas;
de ahí la fuerza persuasiva de esta forma de argumentar.

Esta falacia se comete también en el siguiente argumento:

“Este es el gobierno que más apoyo le ha dado a la educación pública, pues siempre
le hemos pagado cumplidamente a los maestros”.

Ambigüedad

El fin de una cosa es su perfección; la muerte es el fin de la vida; luego, la muerte es


la perfección de la vida.

La falacia de ambigüedad se comete cuando en un mismo argumento usamos un


término, más de una vez, con distintos significados. Como se hace en el argumento
del ejemplo con el término “fin”, el cual aparece dos veces: “El fin de una cosa es su
perfección” y “la muerte es el fin de la vida”. Sin embargo, en el primer caso, es
claro que la palabra “fin” aparece como sinónimo de “objetivo”, mientras que, en el
segundo, aparece usada con el significado de “último acontecimiento”. De esta
forma, si aclaramos estos dos significados el argumento quedaría así: “El objetivo de
una cosa es su perfección; la muerte es el último acontecimiento de la vida; luego, la
muerte es la perfección de la vida”. Como se ve, el argumento era sólo
aparentemente persuasivo pues, una vez aclarados los términos ambiguos,
difícilmente persuadiría a alguien.
Esta falacia puede tomar cualquier forma; por esto omitiremos la presentación de su
estructura formal que, repetimos, podría ser cualquiera. Haremos notar en cambio
que la falacia de la ambigüedad se vale de una característica ineludible del lenguaje
humano: el hecho de que la mayoría de las palabras tengan más de un significado,
como lo vimos en el caso de la palabra “fin”. De ahí que debamos tener gran cuidado
cuando presenciamos argumentaciones en torno a palabras tan ambiguas como
democracia, justicia, paz, verdad, etc.

Como otro ejemplo de un argumento que cometa la falacia de la ambigüedad


podemos citar el siguiente:

“Todo el mundo debería pelear por lo que cree. Y como usted está en desacuerdo
con mis creencias, entonces lo voy a agarrar a golpes.”

Composición

Esta vez nuestro equipo será el mejor, puesto que este año los mejores jugadores
están en nuestro equipo.

La falacia de la composición es un argumento en donde se afirma que un todo tiene


cierta característica únicamente sobre la base de que las partes de ese todo tienen
dicha característica. De ahí que la estructura de esta falacia sea la siguiente:

1. Las partes del todo X tienen las características A, B, C, etc. 2. Por lo tanto, el
todo X tiene las características A, B, C., etc.

Esta clase de razonamientos es falaz porque del hecho de que las partes de un todo
tengan cierta característica, no se sigue que el todo mismo también la tenga. Todo
amante del fútbol sabe que no porque se contraten a los mejores jugadores, el
equipo será el mejor; de igual forma como no porque las partes de una casa (por
ejemplo los ladrillos) son livianas, se sigue que una casa es liviana. En casos como
éstos el razonamiento es falaz porque es innegable que el todo es mucho más que la
simple suma de sus partes.

Otro caso de composición sería el siguiente:

“La bicicleta esta hecha enteramente de componentes de poca masa, y por lo tanto
es muy liviana”.

División

Por segundo año consecutivo nuestro equipo fue el mejor del país. Por lo tanto, todos
los jugadores del equipo deben ser considerados como los mejores del país.

En la falacia de división la inferencia se realiza de forma opuesta a como se realiza


en la de composición. Es decir, la falacia de división es un argumento en donde se
afirma que las partes de un todo tienen ciertas características únicamente sobre la
base de que el todo posee tal característica. La estructura de esta falacia es la
siguiente:

1. El todo X tiene las características A, B, C, etc.


2. Por lo tanto, las partes de X tienen las características A, B, C., etc.
Al igual que en la falacia de composición, la argumentación es lógicamente
incorrecta porque el que el todo tenga ciertas características no implica que las
partes que lo componen también las tengan. En muchos casos, en efecto, el todo es
algo muy diferente a la simple suma de sus partes.

Otro ejemplo de falacia de división se da en el siguiente argumento:


“Las hormigas pueden destruir árboles. Luego, esta hormiga puede destruir un árbol”

Generalización apresurada

El conductor de aquél vehículo estrellado es una mujer. Lo que prueba que las
mujeres son una amenaza al volante.

Esta falacia se comete cuando se infieren principios generales de hechos muy


particulares o analizados incorrectamente. Como en el caso del ejemplo en donde a
partir de un solo caso “una mujer se estrelló”, el cual ni siquiera ha sido analizado
(pudo no ser culpa de la conductora) se pretende inferir un principio general según el
cual “las mujeres son malas conductoras”. El error lógico, entonces, reside en el
hecho de que el caso o los casos a partir de los cuales se pretende hacer la
generalización son a) muy poco representativos o b) mal analizados. Por eso, bien
podemos decir que la estructura formal de esta falacia es la siguiente:

1. La muestra M, la cual es muy pequeña o no se analiza bien, es tomada de la


población P.

2. Se infiere una conclusión C acerca de la población P con base en M.

Ahora bien, ¿qué es una muestra representativa o cuándo se analiza correctamente?


Esto es una pregunta que sólo se resuelve caso por caso. Pero es innegable, por
ejemplo, que afirmar que “Francisco es una persona odiosa porque ayer me crucé
con él y no me saludó”, es un “mal argumento” acerca del carácter de Francisco
porque “ser una persona odiosa” es una característica de largo plazo que no se puede
predicar a partir de uno o dos comportamientos reprochables; mucho menos si no se
sabe, por ejemplo, la causa de ellos. En nuestro ejemplo, Francisco podía ir de muy
mal genio o de mucho afán y por ello ni siquiera me vio.

En el siguiente diálogo se pueden observar otros ejemplos de generalización


apresurada:

Mario: Carlos: Mario:

Carlos: Mario:

Carlos:

Mario: Carlos: Mario:

Carlos: Mario:

Hace poco me di cuenta de que las feministas odian a los hombres


¿Ah si?
Si, ayer estaba en mi clase de ciencia política y una chica llamada Raquel hizo una
exposición.
¿Cuál Raquel?
“La que pertenece al grupo de Feminismo y Género. Ella dijo que todos los hombres
son cerdos sexistas. Y yo le pregunté por qué creía eso y ella dijo que porque los
últimos novios que tuvo eran todos unos cerdos sexistas
Mmm...Esa no parece una buena razón para creer que todos los hombres somos unos
cerdos
Eso fue lo que le dije
¿Y qué dijo ella?
Dijo que ya había visto suficientes hombres para darse cuenta de que todos son unos
credos. Es obvio que ella odio a los hombres.
¿Y entonces tu crees que todas las feministas son como ella?
Totalmente. Todas odian a los hombres

Falso dilema

Quien no está conmigo, está contra mí

Asi lo dice el manual de convivencia de este colegio: el cabello se usa corto. Por lo
tanto, o acepta totalmente el manual de convivencia o se cambia de colegio. ¿Le
recomiendo alguno?

Esta falacia se da cuando argumentamos sobre la base de dos alternativas en


contextos en los que razonablemente existen otras. En los anteriores ejemplos se
evidencia claramente esto. En el primero de ellos se plantean sólo dos alternativas
“o estás conmigo o estás contra mi”; para concluir seguramente que “si no estás
conmigo, entonces estás contra mí”. Naturalmente, en las relaciones personales no
existen únicamente esas dos posibilidades; criticar algún aspecto de alguien, o no
estar de acuerdo con algo, no implica necesariamente que se esté en contra de esa
persona.

El mismo error lógico se comete en el segundo caso; muy común, por lo demás, en
nuestros colegios. Si se observa con detenimiento se encontrará que la
argumentación reposa en la aceptación de estas dos posibilidades: o se está de
acuerdo completamente con el manual de convivencia o se cambia de colegio. Sin
embargo, para una persona respetuosa de los derechos de los estudiantes, tiene que
ser claro que esas no son las dos únicas posibilidades. Bien puede haber disposiciones
del manual de convivencia que yo puedo criticar e, incluso, proponer modificar sin
que esto signifique que deba cambiarme de colegio. E, incluso, puede haber
disposiciones del manual, que violenten mis derechos constitucionales
fundamentales; y, por ende, yo no esté obligado a aceptarlas. Sin que esto implique,
una vez más, que deba cambiarme de colegio.

La estructura de esta falacia es la siguiente:

1. Es verdad que X o es verdad que Y (en un contexto en el cual X y Y podrían ser


ambas falsas)

2. Y es falso

3. Por lo tanto, X es verdadero

Obsérvese con detenimiento la especial calificación que se hace en uno, en donde se


afirma que la falacia se comete en un contexto en el cual las dos alternativas
propuestas podrían ser ambas falsas. Esto quiere decir que en aquellos casos en los
que de hecho y de forma innegable las dos opciones sí son las únicas, no estaríamos
cometiendo esta falacia. Como por ejemplo en el siguiente argumento: Juan está
muerto o está vivo. Pero Juan no está muerto; por lo tanto Juan está vivo.

En cambio, el siguiente sí sería un ejemplo de falso dilema:


“¿Reelegirá usted al partido en el gobierno o le dará alas al terrorismo?”

Falacia perfeccionista

Este gobierno ha fracasado con su política educativa; aun queda 2% de niños


analfabetas.

La falacia perfeccionista se comete cuando se argumenta que cierta solución o


propuesta no debe adoptarse, así tenga una gran cantidad de bondades, sobre la base
de que no es una solución o propuesta perfecta. Es lo que ocurre en el ejemplo, en
donde se argumenta que la política educativa del gobierno no es buena porque no ha
resuelto absolutamente (al 100%) el problema del analfabetismo infantil. La
estructura de esta falacia podría describirse de la siguiente forma:

1. Se formula una idea X


2. Se señala que esa idea X no es perfecta 3. Por lo tanto, se debe rechazar X

Ahora bien, consideramos que se trata de un error lógico en la medida en que el


hecho de que una propuesta o alternativa no sea perfecto no es suficiente razón para
inferir de ahí la necesidad de descartarla, especialmente, si se trata de la mejor
solución propuesta hasta el momento.

Otro caso de falacia perfeccionista sería el siguiente:

Bueno sí, se construyó el edificio para nuestra Facultad, pero sigo creyendo que fue
una muy mala idea que no se debió haber ejecutado porque hay algunos salones que
son muy pequeños.

Negación del antecedente

Si él fuera colombiano, entonces hablaría español. Pero él no es colombiano. Por lo
tanto, no habla español.

La falacia de la negación del antecedente se da cuando, basándonos en una oración


condicional y la negación del antecedente, podemos inferir la negación del
consecuente. En el ejemplo partimos del condicional “si él fuera colombiano,
entonces hablaría español”; y de la negación del antecedente, es decir “él no es
colombiano”; y a partir de ahí se pretende inferir la negación del consecuente, a
saber, “él no habla español”. Esta forma de argumentar es lógicamente incorrecta,
sin embargo, porque aceptado el condicional, de esto no se sigue que si no es
colombiano entonces no hable español, ya que bien podría ser de otro país hispano
parlante. La estructura de esta falacia es la siguiente:

1. Si es verdad X, es verdad Y 2. No es verdad X


3. Por lo tanto, no es verdad Y
Esta forma de argumentar nos puede confundir por su gran similitud con una forma
válida de argumentar llamada modus tollens. El modus tollens consiste en partir de
un condicional y la negación de su consecuente, para inferir de ahí la negación del
antecedente. Esta sí es una forma válida de argumentar. Nuestro ejemplo, puesto en
modus tollens quedaría así:

Si él fuera colombiano, entonces hablaría español. Pero como él no habla español,
entonces no es colombiano, Es decir, de un condicional (p → q) y de la negación de
su consecuente (no q) se sigue la negación del antecedente (no p). Pero de la
negación de su antecedente (no p) no se sigue la negación de su consecuente.
Piénsese una vez más en el ejemplo: si aceptamos si una persona es colombiana
entonces habla español, del hecho de que esa persona no sea colombiana, no se sigue
que no hable español, como lo prueba el simple hecho de que venezolanos,
ecuatorianos, panameños, mexicanos, argentinos, etc., hablen español.

En el siguiente argumento también se comete la falacia de la negación del


antecedente:

“Si el Dios de la Biblia se me apareciera, personalmente, eso probaría con certeza


que la cristiandad es auténtica. Pero Dios nunca se apareció, por lo que la Biblia
debe ser una obra de la ficción”.

Afirmación del consecuente

Si él fuera colombiano, entonces hablaría español. Y de hecho habla español. Por lo
tanto es colombiano.

La falacia de la afirmación del consecuente se da cuando, basándonos en una oración


condicional y la afirmación de su consecuente, pretendemos inferir la afirmación de
su antecedente. En el ejemplo anterior, partimos del condicional “si él fuera
colombiano, entonces hablaría español”, y de la afirmación de su consecuente “él
habla español”, y se quiere inferir entonces que “él es colombiano”. Sin embargo, tal
conclusión no se sigue lógicamente de las premisas, pues se ve claramente que a
pesar de que aceptemos que si alguien es colombiano, entonces habla español, no
por esto alguien que habla español es colombiano, como fácilmente lo prueba el
simple hecho de que haya persona que hablan español (venezolanos, ecuatorianos,
panameños, mexicanos, argentinos, etc.) que no son colombianas.

La estructura de esta falacia es la siguiente: 1. Si es verdad X, es verdad Y


2. Es verdad Y
3. Por lo tanto, es verdad X

Al igual que en el caso anterior, esta forma falaz de argumentar nos puede llegar a
confundir por su gran similitud con una forma válida de argumentar: el modus
ponens. El modus ponens consiste en partir de un condicional y de la afirmación de
su antecedente para inferir de ahí la afirmación de su consecuente. Por ejemplo:

Si él fuera colombiano, entonces hablaría español. Y de hecho él es colombiano. Por
lo tanto, habla español.

Es decir, de un condicional (p 􏰁 q) y la afirmación de su antecedente (p), se sigue la


afirmación de su consecuente (q). Pero de la afirmación de su consecuente (q) no se
sigue la afirmación de su antecedente (p), como quedó explicado anteriormente.
Esta falacia se puede ver también en el siguiente argumento:

“Si el universo fue creado por un ser sobrenatural, veríamos orden y organización en
todo. Y vemos orden, no aleatoriedad; así que es claro que el universo tuvo un
creador.”

Falacia genética

¿Cómo va a ser buena la idea de fortalecer la educación pública? ¿No ves que esa idea
proviene de las principales tesis comunistas?

La falacia genética consiste en argumentar a favor de la aceptación o el rechazo de


alguna tesis únicamente sobre la base del origen de tal tesis. Es innegable que “cosas
malas pueden surgir de fuentes buenas”, y viceversa. En el argumento del ejemplo,
se pretende rechazar una tesis (“fortalecer la educación pública”) alegando que el
origen de la misma proviene de los regímenes comunistas. La estructura de esta
forma falaz de argumentar es la siguiente:

1. Se presenta el origen de alguna idea


2. A partir de ese origen se pretende concluir la verdad - bondad o falsedad – maldad
de

la idea.

Debe notarse que bien se puede considerar que un argumento que cometa la falacia
genética también está cometiendo otro tipo de falacia: por ejemplo la falacia ad
hominen o la apelación a la autoridad. Por ejemplo si se rechaza una idea con base
en la consideración según la cual esa idea se le ocurrió a alguna persona, la cual es
“una tonta”, es claro que estamos ahora en el terreno de la falacia ad hominem. Lo
mismo, si proponemos la aceptación de alguna idea argumentando su origen en
alguna autoridad no experta ni legítima; en este caso la falacia cometida sería una
apelación a la autoridad.

Otro ejemplo de falacia genética sería el siguiente:


“¿No irá a ponerse un anillo de bodas, verdad? ¿Es que no sabe que el anillo de bodas
simbolizaba en un principio las cadenas del tobillo puestas a las mujeres para evitar
que fueran lejos del marido?”

Falacia de la mala compañía

Yo no puedo apoyar la idea de que el Estado nacionalice las industrias vitales para la
sociedad. Esto fue algo que hicieron tanto Hitler como Stalin en su época.

Esta falacia se comete cuando una persona rechaza una tesis simplemente porque
nota que personas a las que ella no aprecia, la aceptan, tal como se hace en el
ejemplo al señalar que no se deben nacionalizar las industrias vitales para la
sociedad porque estaríamos haciendo lo mismo que hicieron Hitler y Stalin.

La fuerza de esta falacia radica en el hecho de que a ninguno de nosotros nos gusta
ser asociados con personas, o grupos de personas, que menospreciamos. De ahí que,
si se muestra que una persona comparte una creencia con un grupo de personas con
los que ella no siente ningún agrado, es posible que sienta la necesidad de rechazar
tal creencia. Sin embargo, es claro que el hecho de que no queramos ser asociados
con personas que no nos agradan, no es una buena razón, desde el punto de vista
lógico, para justificar el rechazo de alguna tesis. La estructura de esta falacia es la
siguiente:

1. Se señala que las personas A aceptan la tesis B 2. Por lo tanto, B debe ser falsa.

Lo falaz de esta forma de argumentar se podría evidenciar notando que los políticos
corruptos aceptan que la tierra gira alrededor del sol; más no por esto debemos
nosotros rechazar esa tesis. De cierta forma, la falacia de la mala compañía puede
ser considerada como una clase especial de falacia ad hominem.

El siguiente es otro caso de falacia de la mala compañía:

“Se que Carlos es el mejor candidato, pero no puedo votar por alguien que también
es apoyado por los comunistas.”

Falacia de la pendiente resbaladiza

Si permitimos que nuestros estudiantes vengan con el cabello largo, después querrán
venir con aretes y piercings. Y después querrán traer el cabello de todos los colores.
Y después no querrán usar uniforme. Y, por esa vía, terminarán rechazando todas las
normas sociales. Por eso no podemos permitir que nuestros estudiantes vengan al
colegio con su cabello largo.

La falacia de la pendiente resbaladiza se basa en una presuposición de que un evento


X lleva necesariamente a un evento Y, y así sucesivamente hasta llegar a una
consecuencia negativa que se debe evitar. De ahí que se concluya que se debe evitar
el primer evento X. Tal como se hace en el ejemplo, en donde se pretende rechazar
la idea de permitir que los estudiantes tengan su cabello largo a partir de la
suposición de que si eso se admite se terminará admitiendo el rechazo absoluto de
todas las normas sociales. La estructura de esta falacia es la siguiente:

1. A conduce a B.

2. B conduce a C.

3. C conduce a D.

4. D lleva a Z (una situación que debe ser evitada a toda costa)

5. Por lo tanto, debemos evitar A.

El problema lógico con esta forma de argumentar se da en que es plenamente posible


dar el primer paso sin tener que llegar a la última situación desagradable. Es decir,
para retomar el ejemplo, del hecho de que se permita a los estudiantes de un colegio
llevar el cabello largo no se sigue necesariamente que se llegará a una situación sin
ningún tipo de normas sociales.

De hecho, los colegios que suelen aceptar el cabello largo de los estudiantes
introducen otra norma más: si se lleva el cabello largo, éste se debe llevar bien
arreglado.
El error en el razonamiento descansa, entonces, en la presuposición de la
inevitabilidad de ir de A a B, de B a C, de C a D y de D a la situación desastrosa Z, sin
presentar una buena argumentación a favor de la presencia de tal inevitabilidad en
esta secuencia.

El siguiente es otro ejemplo de la falacia de la pendiente resbaladiza:

“Si legalizamos la marihuana, más personas empezarán a consumir crack y heroína, y


tendremos que legalizarlas también. En poco tiempo tendremos una nación llena de
drogadictos. Luego, no podemos legalizar la marihuana.”

Falacia moralista

¿Por qué miras para ambos lados antes de cruzar la calle? ¿No te das cuenta que esta
vía va sólo de sur a norte?

La falacia moralista se da cuando a partir de premisas referidas al “deber ser” de


algo, pretendemos inferir una conclusión acerca de la forma como ese algo “es”. En
el argumento del ejemplo, se está partiendo de un deber implícito, ya que no es que
la vía sea de un solo sentido, sino que en realidad se trata que la vía debe ser así, es
decir, los carros no deben transitar de norte a sur, pero nada en la realidad (en el
ser) impide que un carro transite efectivamente de norte a sur. Por lo tanto, del
hecho de que los carros no deban transitar de norte a sur, no se puede inferir que en
la realidad, en el ser de las cosas, no lo vayan a hacer. Entre el “ser” y el “deber”
ser hay un gran abismo, pasar de un lado al otro, sin mayor argumentación, es un
error lógico. Desgraciadamente, el mundo no es como debería ser.

La estructura de esta falacia es la siguiente:


1. Se establece una regla sobre el DEBER SER de X 2. Por lo tanto, X ES como dice la
regla

Nótese cómo esta falacia se encuentra detrás de la muy generalizada costumbre de


creer que la ley es la solución de todos nuestros problemas; es decir, que basta con
formular una ley (un deber ser) para cambiar la realidad social (el ser).

Esta falacia se cometería también en el siguiente argumento:

“El asesino no pudo haber sido un policía ya que la Policía tiene como función
proteger la vida de las personas.”

Falacia naturalista

Sentir envidia es algo natural en todos los seres humanos, por lo tanto, no se debe
reprochar a los envidiosos.

La falacia naturalista se comete de forma opuesta a la falacia moralista. Lo que


quiere decir que la falacia naturalista se da cuando de premisas referidas al “ser de
las cosas” pretendimos inferir una conclusión acerca de su “deber ser”. Como se
hace en el argumento

falaz del ejemplo, en el cual a partir de una consideración sobre el ser (sentir
envidia es algo natural en los seres humanos) se pretende inferir una conclusión
acerca del deber ser (no se debe reprochar a los envidiosos). Es un error lógico por lo
mismo que se señaló anteriormente: en principio, al menos sin una buena
justificación adicional, existe un abismo lógico entre el ser de algo y su deber ser.
Afortunadamente, en este caso, el mundo y nuestra realidad social, en particular, no
necesariamente deben ser como actualmente son.

La estructura de esta falacia es la siguiente:

1. Se establece una observación sobre el SER de X 2. Por lo tanto, X DEBE SER de esa
manera

No sobra acotar que en la historia de la filosofía se le suele atribuir a David Hume el


haber sido el primer filósofo que llamó la atención acerca de esta forma falaz de
argumentar. Para sostener esto se suele citar el siguiente pasaje del Libro III del
Tratado de la Naturaleza Humana, de Hume, que reproducimos a continuación:

En todo sistema moral de que haya tenido noticia, hasta ahora, he podido siempre observar
que el autor sigue durante cierto tiempo el modo de hablar ordinario, estableciendo la
existencia de Dios o realizando observaciones sobre los quehaceres humanos, y, de pronto,
me encuentro con la sorpresa de que, en vez de las cópulas habituales de las proposiciones:
es y no es, no veo ninguna proposición que no este conectada con un debe o un no debe. Este
cambio es imperceptible, pero resulta, sin embargo, de la mayor importancia. En efecto, en
cuanto que este debe o no debe expresa alguna nueva relación o afirmación, es necesario que
ésta sea observada y explicada y que al mismo tiempo se dé razón de algo que parece
absolutamente inconcebible, a saber: cómo es posible que esta nueva relación se deduzca de
otras totalmente diferentes. Pero como los autores no usan por lo común de esta precaución,
me atreveré a recomendarla a los lectores: estoy seguro de que una pequeña reflexión sobre
esto subvertiría todos los sistemas corrientes de moralidad, haciéndonos ver que la distinción
entre vicio y virtud, ni está basada meramente en relaciones de objetos, ni es percibida por
la razón.5

El siguiente argumento es otro ejemplo de la falacia naturalista:

“La naturaleza se caracteriza por la competencia. Los animales luchan unos contra
otros por la propiedad recursos naturales limitados. El capitalismo, la lucha
competitiva por la propiedad del capital, es sencillamente una parte inevitable de la
naturaleza humana. Es la forma en que funciona el mundo de la naturaleza. Por eso,
no tiene sentido oponerse al capitalismo”.

Postergación

Se que ustedes creen que yo soy un cruel dictador. Y parecen tener buenas pruebas a
su favor. Sin embargo, la historia me juzgará de otra manera.

La falacia de la postergación se comete cuando la única premisa que se ofrece para


apoyar una conclusión es que “el tiempo me dará la razón”, es decir, en vez de dar
razones para inferir la conclusión que se sostiene, se posterga la prueba de la verdad
de ella al afirmar que en un futuro incierto ésta “saldrá a la luz”. En el argumento
del ejemplo, no se da ninguna razón para sostener la tesis de que la persona que
argumenta no es un cruel dictador. Esta se apoya únicamente (y por encima de las
buenas razones que hay para afirmar lo contrario) en que en un futuro se verá con
claridad que tenía razón.

La estructura de esta falacia puede ser descrita así:


1. Es verdad que X
2. Aunquenosepuedaprobarahora,enunfuturoinciertoseveráconclaridadqueXesverdad.

Cuando se discute algún asunto que, por lo mismo, se encuentra en duda, lo mínimo
que se espera de las personas que participan en la discusión es que aporten las
razones que tienen para sostener su posición. De lo contrario no tiene sentido
discutir. De ahí que esta falacia, además de un error lógico, posea una falla en la
comunicación pues no tendría sentido discutir con alguien que se limitara a afirmar
que “en un futuro verán que lo que digo es cierto, así no tenga razones para
demostrarlo hoy”.

Como lo que ocurre en el siguiente ejemplo:

“Así ahora no se den cuenta, van a ver que si dejamos que aprueben esta reforma
académica, en el futuro la calidad de la universidad se afectará considerablemente”.

Apelaciones irrelevantes

Las apelaciones irrelevantes son un conjunto de falacias que se caracterizan por un


mismo aspecto: tratar de desviar la atención del interlocutor hacia información que,
aunque persuasiva, no es directamente relevante para el asunto que se está
discutiendo. En lo que sigue presentaremos una lista de diferentes formas en que
esta apelación irrelevante se puede dar. Cada una de ellas, como se verá, es un tipo
diferente de falacia.

A la Autoridad (ad verecundiam)

Recuerden que no podemos votar por el candidato de izquierda, ya que ese no le


parece bueno al sacerdote.

La falacia de la apelación a la autoridad ocurre cuando se argumenta afirmando que


determinada conclusión es verdadera sobre la base, únicamente, de que una
autoridad la considera verdadera. En el argumento del ejemplo se está diciendo que
no se puede votar por el candidato de izquierda al apoyarse en la premisa de que al
sacerdote no le parece un buen candidato. Es claro que del hecho de que al
sacerdote no le parezca bueno el candidato de izquierda no se sigue lógicamente que
éste no sea un buen candidato. La estructura de esta falacia es la siguiente:

1. La persona A aparece como una autoridad en la materia X.

2. La persona A realiza una afirmación Y sobre la materia X.

3. Por lo tanto, la afirmación Y es verdadera.

Ahora bien, hay que notar, sin embargo que no siempre que se argumenta citando a
alguna autoridad se está cometiendo esta falacia. No se podría decir, por ejemplo,
que es falaz argumentar que “me debo tomar la medicina Z porque así me lo
recomendó mi médico”. En este caso la autoridad que se cita es una autoridad
completamente confiable y, por lo tanto, es razonable creer que lo que dice es
cierto, especialmente si tenemos otras razones que lo apoyan (por ejemplo otras
opiniones de otros médicos o el testimonio de amigos quienes han sido curados con el
mismo tratamiento).
Por lo tanto, sólo se comete la falacia de apelación a la autoridad cuando se
establece que determinada conclusión es verdadera sólo porque así lo afirma alguna
persona que no tiene credenciales legítimas de autoridad en el tema que se está
discutiendo. Podríamos decir que deben cumplirse al menos cuatro condiciones para
que una apelación a la autoridad no sea falaz6:

a. La persona a la que se apela debe tener suficiente experiencia en el asunto que se


discute

En el caso de nuestro ejemplo, un sacerdote, por muy piadoso que sea, y por muy
conocedor que sea de asuntos teológicos, no es necesariamente un experto en temas
políticos. Citar la opinión de un científico, por ejemplo Albert Einstein, para apoyar
la verdad de una conclusión sobre las relaciones internacionales de los países es
cometer la falacia de apelación a la autoridad, pues si bien podría considerarse que
la Albert Einstein puede llegar a ser una autoridad en asuntos físicos, no por ello se
convierte en una autoridad en otros asuntos.

Ahora bien, el que este tipo de apelaciones tenga gran fuerza persuasiva es algo
indiscutible especialmente si se tiene en cuenta que es una maniobra publicitaria
ampliamente utilizada. Es común ver a deportistas, cantantes, árbitros, etc.,
apoyando determinado partido político o promocionando las bondades de ciertos
medicamentos o alimentos.

b. Debe existir un acuerdo más o menos generalizado entre otros expertos del tema
en cuestión.

Si hay una gran cantidad de disputas entre los expertos sobre determinado tema,
sería falaz realizar una apelación a la autoridad pues es claro que podría encontrarse
un experto que afirmará algo que otro, a su vez, negara. De ahí que en Filosofía no
puede aceptarse que algo es cierto porque, por ejemplo, así lo afirmó Kant pues
cualquiera podría señalar que eso que afirmó Kant fue negado por Nietzsche,
Wittgenstein, Husserl, etc. En campos en donde existe gran discusión, apelar a una
autoridad sería cometer una falacia pues el que una autoridad afirme que X es cierto
no sería suficiente garantía de que efectivamente X es cierto pues se pueden
encontrar otras autoridades que afirmen lo contrario.

c. El asunto en cuestión hace parte de una disciplina legítimamente constituida

Hay ciertos campos en los que así una persona reclame ser un experto, dicho reclamo
no puede ser confiable porque no se considera un área legítimamente constituida en
la que puedan existir “verdaderos expertos”. Piénsese por ejemplo si alguien
afirmara ser un experto un “curación mediante cosquillas”, y señalara que una dosis
extrema de cosquillas, según él, podría curar el cáncer. No sería razonable
argumentar que esto es cierto porque el experto así lo afirma pues el área de la que
él dice ser experto no es una disciplina legítimamente constituida, es decir, no es
considerada un área segura del conocimiento.

Ahora bien, determinar exactamente qué es una “disciplina legítimamente


constituida” es un asunto que puede presentar grandes dificultades. Sin embargo,
fácilmente puede ponerse en duda de que la astrología, la ufología, la ciencia del
tarot, y otras similares, lo sean.

d. La autoridad citada debe ser identificada


Es muy común que se afirme que algo es cierto porque así lo señalan los expertos, sin
que se identifique claramente qué expertos son. Es común que se argumente así: “leí
un libro que dice que...” o “los científicos dicen que...” o “en televisión dijeron
que...”, y otras frases similares. En todos estos casos, en donde no se puede
establecer la confiabilidad de la autoridad citada, se comete la falacia de apelación
a la autoridad.

Entre otros, podríamos señalar los siguientes ejemplos de apelación a la autoridad


que, como se verá, se apartan de las anteriores condiciones señaladas:

“Claro que él es culpable del crimen. Por algo la policía lo arrestó”.

“He leído en muchos libros que hay muchos científicos que no creen que el ser
humana haya llegado a la luna. Por lo tanto creo que la teoría de la conspiración
tiene algo de verdad.”

A la Piedad (ad misericordiam)

Profesor, usted debe subirme unas cuantas décimas, pues si supiera todos los
esfuerzos y penalidades que soporté para mantenerme en la universidad.

La apelación a la piedad se comete cuando se sostiene la veracidad o falsedad de una


afirmación únicamente sobre la base de circunstancias penosas de quien argumenta,
que buscan despertar la misericordia del interlocutor. Tal como se realiza en el
ejemplo propuesto, en donde el estudiante busca la aceptación de la tesis “usted
debe subirme unas cuantas décimas” usando como premisa una situación que busca
despertar la misericordia del profesor: los esfuerzos y penalidades que ha tenido que
soportar en la universidad; un asunto en principio irrelevante para un juicio
académico. La estructura de esta falacia la podríamos describir de la siguiente
forma:

1. Se presenta una situación P con el intento despertar la misericordia. 2. A partir de


P se pretende la verdad de X.

El error lógico radica en la irrelevancia de la situación P con respecto a la verdad de


la tesis X. En aquellos casos en donde se pueda argumentar que la situación P no es
irrelevante para X, no cometeríamos esta falacia. Como por ejemplo si un estudiante
le dijera a su profesor lo siguiente “Profesor, yo se que no presenté el examen la
semana pasada, pero yo creo que usted me debería dejar presentar un examen
supletorio porque cuando venía para el examen un bus me atropelló, y esa fue la
razón por la cual no pude llegar”. En este caso, la situación no busca tanto despertar
la misericordia del profesor sino darle a conocer una excusa válida para no haber
asistido al examen.

Como se hace en el siguiente ejemplo:


“Yo maté a mis padres con un hacha, pero por favor no me condenen; ya estoy
sufriendo mucho siendo un huérfano.”

A la Fuerza (ad baculum)

Si ustedes insisten en apoyar la ley a favor del aborto, pronto serán excomulgados.
La falacia de la apelación a la fuerza se comete cuando se pretende conseguir la
aceptación de alguna afirmación apelando para ello a la amenaza del uso de la
fuerza. En el ejemplo anterior es claro que no se está ofreciendo ninguna premisa
directamente relacionada con el tema debatido, esto es, el aborto. En vez de eso se
intenta conseguir la aceptación de la tesis “no se debe apoyar la ley a favor del
aborto” recurriendo a una amenaza: “serán excomulgados”. La estructura de esta
falacia es la siguiente:

1. Se presenta la situación Y (una amenaza hecha con la intención de producir miedo)


2. Por lo tanto X es verdadero

De esta forma, una conclusión termina siendo aceptada, no porque se hayan dado
buenas razones para ello, sino por el temor a las consecuencias negativas
provenientes de las amenazas de alguien, que se originarían en caso de no aceptarla.
Apelar a la fuerza es pues un intento de persuadir usando únicamente amenazas que,
por desgracia, suele ser una forma de argumentar usada tanto por autoridades como
por personas que las desafían. No es sino recordar que la apelación a la fuerza que
presentamos como ejemplo ha sido usada muchas veces por instituciones como la
Iglesia Católica para oponerse al avance de la ciencia (“Si no aceptas que el sol gira
alrededor de la tierra serás excomulgado”), pero también suele ser muy usada por
ciertos grupos de estudiantes que dicen querer un cambio social (“si no aceptan
nuestras propuestas nos veremos obligados a cerrar la universidad”).

De la política internacional presentamos el siguiente ejemplo de apelación a la


fuerza:

“Si Irán sostiene su derecho a usar energía atómica con fines civiles deberán
enfrentarse a las decisiones que tome la comunidad internacional. Luego Irán no
tiene derecho a usar energía atómica con fines civiles.”

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