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Moreno, A.; del Val, P. y Herrera, J. (2020) La sobre escolarización en educación infantil. En Gamboa, R. y
Fernández, C. (Eds.). Corporeidad y Escuela. Lógicas que (in) visibilizan intersubjetividades. Ediciones
Universitarias de Valparaíso, Valparaíso. Págs.: 21-36.
No creo que sea posible, ni deseable, reunir todas las posibilidades en un sólo y único
modelo. En contrapartida, pienso que es preciso saber superar las contradicciones para
poder pasar de un modo de descripción a otro.
Ilya Prigogine
Las presiones por hacer de la educación de los más pequeños(as) lo más parecido posible a
la escuela básica y media son presiones reales. Ninguno de los que hemos empleado tiempo
en pensar, críticamente, la educación chilena, ha inventado o ha levantado críticas infundadas
en relación a la misma. Cada vez más la educación parvularia, en general, y las educadoras
de párvulos, en particular, están presionadas desde la educación básica. Les insisten,
convocan, llaman, invitan y, ¿por qué no decirlo?, se les obliga a hacer de ese nivel educativo
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Este capítulo es producto de la investigación financiada por CONICYT / FONDECYT / REGULAR / N° proyecto
1170019 y titulada «El mapa escolar como ‘epistemicidio’ de lo educativo: comprensión de la escuela desde
los márgenes»
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Referencia bibliográfica
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Fernández, C. (Eds.). Corporeidad y Escuela. Lógicas que (in) visibilizan intersubjetividades. Ediciones
Universitarias de Valparaíso, Valparaíso. Págs.: 21-36.
algo que permita a los niños(as) adaptarse de manera rápida y eficiente a lo que
posteriormente tendrán que vivir. La educación parvularia cada vez presenta menos valor en
sí misma, pues su valor se constituye en tanto es útil a los niveles posteriores del sistema
educativo. El propósito de ello es ser coherente con la obsesión, casi exclusiva, del sistema
educativo chileno: la preparación para el mundo del trabajo que permita seguir haciendo de
los niños(as), adultos trabajadores y eficientes que sigan a su vez generando un capital
susceptible de ser aprovechado por aquellos privilegiados de la sociedad chilena (Bellei,
2015).
Es esta una educación formal, occidental y occidentalizada, cuyo único propósito es que los
más pequeños(as) sean capaces de adaptarse a un proceso, supuestamente educativo, basado
en estándares de aprendizajes que deben ser observables y cuantificables. Es esta una
educación que no requiere niños(as) autónomos, críticos y participativos, pero sí de sujetos
que sean capaz de ejercitarse mecánicamente para ser diestros en lo que el sistema escolar
les está imponiendo.
En el año 2017, la entonces subsecretaria de educación parvularia afirmó -de manera natural
y autoconvencida de estar diciento algo inequívoco- en un evento académico realizado en
Santiago de Chile cuyo eje central de conversación era el juego, lo siguiente: “…
efectivamente el juego en la educación parvularia es algo primordial, es el centro, el eje
articulador del sistema”. “Pero… no todo va a ser jugar”. Lo que estaba compartiendo era
una distinción que desde ciertos criterios educativos no existe. Nos referimos a la no
existencia, en la infancia, de la distinción entre juego y aprendizaje, entre juego y trabajo.
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Sería iluso pensar que la sobre escolarización de los niveles educativos a los que asiste la
infancia no tiene una incidencia directa en el desarrollo y en el aprendizaje de los niños y
niñas.
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Universitarias de Valparaíso, Valparaíso. Págs.: 21-36.
Esta situación, que se convierte en patológica cuando el niño y la niña finalmente ya no son
capaces de tomar ninguna decisión, se visualiza en el momento en que los propios niños y
niñas, terminan, siempre, mirando a su alrededor y preguntando: ¿puedo hacer esto o no
puedo hacerlo?; ¿lo hago ahora o lo hago después?. Pierden autonomía y, cuando ello
ocurre, lo que están perdiendo es la capacidad de aprender por sí mismos, característica
consustancial a lo humano.
Y somos los mismos adultos los que hemos generado, y nos hemos generado a nosotros
mismos, vidas poco desafiantes cubiertas de miedos que nos paralizan. La incertidumbre
propia de cualquier acto de conocimiento es desafiante para el niño(a), pero el mundo adulto
nos paraliza, producto del miedo que genera (Moreno, 2016). Esa es una cuestión que el
mundo adulto tiene incorporada, pero que el niño, desgraciadamente, la aprende por una
sobre escolarización o por una excesiva formalidad, linealidad y artificialidad del proceso
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Todos los actores sociales están incidiendo en esta lógica de la sobre escolarización como
realidad que amenaza, cotidianamente, los niveles iniciales del sistema educativo. La política
y los políticos, los medios de comunicación, las autoridades, el profesorado, las educadoras
de párvulos, la academia y las familias conforman una subjetividad individualista desde la
que la sobre escolarización es la consecuencia natural de una forma de ser y estar en el
mundo. La sobre escolarización es una característica propia de la sociedad occidental y
occidentalizada donde vivimos (Grosfoguel, 2013). En las comunidades originarias, por
ejemplo, sus cosmovisiones hacen que estén alejados, aunque no por ello no expuestos, a esa
sobre escolarización.
No podemos olvidar que la escuela es una institución relativamente reciente, que no siempre
ha existido. Surge, entre otras cosas, para dar respuesta a una necesidad del sistema
económico. Función que sigue cumpliendo actualmente. Sólo hay que observar la lógica que
sostiene la propuesta de la ‘sala cuna universal’ propuesta por el gobierno chileno actual.
Esta propuesta no está basada en el derecho a la educación de los infantes, sino en la
posibilidad de que las mujeres, que son quienes, principalmente, se hacen responsables de la
educación y el cuidado de sus hijos, puedan ingresar, con mayor comodidad, al mundo
laboral. Y ello para seguir produciendo un capital que no considera el bienestar de la
ciudadanía sino que está dirigido a la acumulación del mismo por parte de un grupo muy
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Las consecuencias que tiene esta forma de entender la vida están siendo nefastas para los
jóvenes. Es importante recordar que la tasa de suicidio adolescente en Chile es actualmente
una de más altas en el mundo (OECD, 2013). ¿Dónde se construye la esperanza? Esa
esperanza que nos permite construir un proyecto individual y colectivo desde el que vivir.
Con esto no queremos decir que la sobre escolarización sea la causante original de aquello,
pero sí que la sobre escolarización es una de las características, entre otras muchas, de un
sistema político, económico y social más centrado en el capital que en las vidas humanas. El
capitalismo es un sistema productor de muerte, nos diría Dussel (2013) y no un sistema desde
el que afimar la vida (Dussel, 2013).
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Universitarias de Valparaíso, Valparaíso. Págs.: 21-36.
Son estas características no exclusivas del proceso de sobre escolarización, aunque forman
parte de él, sino que constituyen el proceso de socialización en el que vivimos. No sólo los
niños(as) sino todos los ciudadanos. Un proceso que va dejando huellas en todos nosotros.
También en las educadoras, las familias y otros agentes sociales.
¿Por qué los papás y las mamás, aún pudiendo no poseer grandes conocimientos sobre el
proceso educativo, al llegar a los jardines infantiles y ver a sus hijos(as) jugar todo el rato,
comienzan a preocuparse? ¿Por qué juegan tanto? ¿De qué les sirve jugar? Principalmente
porque nuestra sociedad ha negado que es en el juego donde está la vida. En esa viviencia,
aprender y vivir no son dos cosas diferentes (referencias). Entonces, lo que exigen -implícita
o explícitamente- es que los jardines dejen de ser instituciones educativas y se conviertan en
escuelas. Que los niños(as) dejen de serlo para convertirse, lo antes posible, en adultos
(Calvo, 2018).
No solo los políticos o directivos son los responsables. Todos somos parte de una forma de
ser y estar en el mundo en la que estamos validando que los jardines infantiles se parezca,
cada vez más, a las escuelas. Todos somos parte del problema, no solo los que hacen las leyes
o dirigen las instituciones educativas, también los que hemos permitido que esto ocurra. Y,
por tanto, todos(as) somos parte de las posibles soluciones.
La sobre escolarización no tiene un único responsable. Buscar ese único responsable nos
conduce, inexorablemente, a un único sujeto o a un único colectivo al que señalar con ‘el
dedo’. El tema no está en buscar a un actor concreto, la formación inicial por ejemplo, sino
en entender que el sistema, en tanto tal, se constituye en y construye una lógica relacional
que es en la que debemos trabajar para resistir dicha sobre escolarización y para
transformarla, dirigiendo dicha transformación hacia la construcción de otro modo relacional
dirigido hacia mayores y mejores cuotas de justicia social, ecológica, cognitiva y educativa
para los niños(as).
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Fernández, C. (Eds.). Corporeidad y Escuela. Lógicas que (in) visibilizan intersubjetividades. Ediciones
Universitarias de Valparaíso, Valparaíso. Págs.: 21-36.
Claro está que la formación inicial es un actor relevante en este proceso. Somos nosotros
mismos, los formadores de formadores, los que también reproducimos dichos procesos de
sobre escolarización en nuestra quehacer académico (Calvo, 2018). Ello no significa que
tengamos ‘malas intenciones’ sino que estamos capturados, también, por estos procesos que
denunciamos.
Las educadoras de párvulos, al ser agentes relevantes dentro de este sistema, reproducen esa
lógica sobre escolarizante (Moreno, 2016). Y es muy relevante que tomen conciencia de que
ello está ocurriendo. Pero no deben entender que esto es un cambio personal e individual,
sino que la transformación debe hacerse, siempre, en, desde y para la comunidad.
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Universitarias de Valparaíso, Valparaíso. Págs.: 21-36.
¿Qué hacemos como educadoras, entonces, para transformar esa lógica sobre escolarizante?
Asumirse como profesionales de la educación requiere asumirse como intelectual de dicho
ámbito (Giroux, 1997). Pensar y pensarse y, sobre todo, asumirse como parte de una común-
unidad en la que se encuentra el germen de la transformación. Las y los educadoras(es) no
estamos solos para luchar contra ese ‘monstruo’ que es la sobre escolarización.
La educación, que no la escolarización, tiene que ver con que los niños y las niñas,
independientemente de la edad, vivan y experimenten con todo su ser. Vivir y experimentar
las diferentes actividades educativas no debiera tener un carácter instrumental. Hacer algo
para conseguir otra cosa. El valor educativo de la práctica pedagógica está en ella misma, en
la vivencia encarnada que conlleva dicha práctica. Los niños(as) no juegan por lo que pueden
aprender a partir de ese juego. Ellos únicamennte juegan, están en el juego con todo su ser.
La educación es el proceso a partir del cual uno, junto a otros y otras, resignifican el sentido
del vivir cotidiano ¿Cuál es el sentido que los niños y las niñas construyen de aquello que
están haciendo? El valor de algo está en el sentido que yo he construido para hacer ese algo.
Lógicamente existen sentidos mejores y sentidos peores. De lo contrario estaríamos
validando cierto relativismo cultural.
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La lógica escolar separa y dice: “ahora vamos a trabajar lo corporal, ahora vamos a tener
vivencias artísticas, y ahora vamos a tener vivencias cognitivas”. Ontológicamente eso es
una imposibilidad, pues lo que estamos haciendo es viviendo. Y en dicho vivir emerge el
todo que nos constituye.
Pongamos como ejemplo el estar sentados. Cuando uno está sentado, porque otro le obliga a
hacerlo - como ocurre habitualmente en la escuela - uno está viviendo completamente la
prohibición de ser o sentir lo que alguien le está pidiendo. Aprendemos con todo nuestro ser
que cuando estamos en un espacio y tiempo formal, hay que estar sentados y callados.
Actuamos en función del que tiene, posee y ejerce el poder de controlar las experiencias de
los otros.
Este control de la subjetividad de los otros es el que opera en el supuesto aprendizaje que
acontece en la institución escolar y escolarizante (Moreno, 2016).
Otra característica educativa, que no escolar, está relacionada con la posibilidad de entender
los procesos educativos como procesos desde los que intencionamos el establecimiento de
relaciones posibles, más que la repetición de relaciones preestablecidas por otros (Calvo,
2018). Lo que hace el niño o niña cuando está jugando, es eso: jugar. Y en ese jugar comienza
a establecer relaciones con otras experiencias. Es decir, con otras experiencias encarnadas
que han permitido, a la vez, generar ciertos conocimientos. Pareciera ser que aún estamos
pensando en el sistema educativo en función del contenido y no en función de las
posibilidades que los seres humanos generamos en nuestro vivir cotidiano.
Desde aquí, debemos asumir por ejemplo que las matemáticas no se aprenden, sino que se
viven. Lo mismo ocurre con el lenguaje, la motricidad, las ciencias sociales, etc. Entender la
institución educativa formal como un lugar en donde las personas deberíamos vivir aquello
que estamos aprendiendo, es asumir la dimensión encarnada de la vida.
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Fernández, C. (Eds.). Corporeidad y Escuela. Lógicas que (in) visibilizan intersubjetividades. Ediciones
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educación somos y en la escuela estamos, nos diría Calvo (2018). Al producirse esta falsa
dicotomía artificializamos la experiencia humana y, por consiguiente, hacemos del aprender
una artificialización que dificulta la experiencia educativa de los niños y niñas
Establecemos una relación muy clara y directa entre vivencia y sobre escolarización. Ello
tiene una consecuencia en el aprendizaje. ¿Por qué? Porque lo que hace la sobre
escolarización es impedir que los niños y niñas vivan aquello que están haciendo, es decir,
no se les permite que experimenten de manera compleja y completa los aprendizajes que la
educadora intenciona.
Cada vez que el fantasma de la sobre escolarización aparece en la educadora, ella tiende a
rigidizarse, aritificializarse, y eso no le permite mirar al niño o niña como quien es. Sino que
termina observándolo como el niño o niña modelo, la imagen de niño que tenemos, una pura
abstracción (Moreno, Rivera y Toro, 2020)
“Leer es una opción inteligente, dificil, exigente, pero gratifi- cante. Nadie
lee o estudia auténticamente si no asume, frente al texto o al objeto de la
curiosidad, la forma crítica de ser o de es- tar siendo sujeto de esa curiosidad,
sujeto de lectura, sujeto del proceso de conocer en el que se encuentra. Leer
es procurar o buscar crear la comprensión de lo leído; de ahí la importancia
de la enseñanza correcta de la lectura y de la escritura, entre otros puntos
fundamentales. Es que enseñar a leer es compro- meterse con una
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Fernández, C. (Eds.). Corporeidad y Escuela. Lógicas que (in) visibilizan intersubjetividades. Ediciones
Universitarias de Valparaíso, Valparaíso. Págs.: 21-36.
Referencias bibliográficas
Calvo, C. (2018). Del mapa escolar al territorio educativo: ‘disoñando’ la escuela desde la
educación. La Serena: Universidad de La Serena.
De Sousa Santos, B. (2019). El fin del imperio cognitivo. Madrid: Editorial Trotta.
Dussel, E. (2013). Para una política de la liberación. Buenos Aires: Las cuarenta/Gorla.
Espinoza, R. (2016). Hegel y las nuevas lógicas del Estado. Madrid: Akal.
Giroux, H. (1997). Los profesores como intelectuales. Hacia una pedagogía crítica del
aprendizaje. Madrid: Paidós.
Moreno, A. (2016). Caos y educación: del insípido orden escolar al sabroso caos educativo.
Santiago de Chile: Ediciones JUNJI.
OECD. (2013). Economic, Environmental and Social Statistics. Suicides 2013 Disponible
en: https://doi.org/10.1787/18147364
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Fernández, C. (Eds.). Corporeidad y Escuela. Lógicas que (in) visibilizan intersubjetividades. Ediciones
Universitarias de Valparaíso, Valparaíso. Págs.: 21-36.
Varela, F.; Thompson, E. y Rosch, E. (1997). De cuerpo presente. Las ciencias cognitivas y
la experiencia humana. Barcelona: Gedisa.
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