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(fragmento)
G. W. Allport (Tomado del libro: “La personalidad su configuración y desarrollo”)
Parece que todo el mundo sabe qué es la personalidad, pero nadie puede describirla
con precisión. Existen centenares de definiciones. En términos generales, pueden
clasificarse en tres grupos: basadas en el efecto exterior, basadas en la estructura.
interna, positivistas. Trataremos brevemente de las primeras; luego, después de
examinar los orígenes de la palabra «personalidad»; pasaremos revista a las
definiciones de los grupos segundo y tercero.
EFECTO EXTERIOR.
Decimos de una persona que conocemos: «Le falta personalidad»; decimos de otra:
«Tiene mucha personalidad». Queremos significar, evidentemente, que la persona a
quien nos referimos produce o no produce un cierto efecto o una cierta impresión en los
demás. Frecuentemente, cuando nos piden información sobre una persona, desean que
formemos juicio sobre su «personalidad», lo que se quiere de ordinario es una
apreciación sobre la eficacia o atracción social del individuo en cuestión.
Hallamos aquí una semejanza con las definiciones a base del «efecto exterior». La
personalidad no sería una cosa que existe en el sujeto, sino la percepción que tiene otra
persona, que en este caso es el científico. Es decir, la personalidad sería meramente
«una construcción», algo que es pensado, que no existe realmente, que «no está allí».
Exagerando la nota, afirman algunos psicólogos que no debería recurrirse nunca al
concepto de personalidad, Si conocemos los «estímulos» y las «respuestas» (psicología
S-R, stimulus-response, de estímulos y respuestas), no es necesario que nos
preocupemos de una «variable intermedia», como la personalidad. Ésta es la actitud de
un behaviorismo positivista extremo. Solamente son toleradas las operaciones
exteriores, visibles, manipulables. La personalidad se desvanece y solamente queda el
método.
Éste es el objetivo de algunos psicólogos. Cabe preguntarse si siguen de este modo el
camino que les muestran las ciencias más antiguas. Los astrónomos que estudian la
estrella Arturo, ¿creen que este astro es una mera construcción de su mente, un
conjunto de datos unidos por un nombre? No. Para ellos, Arturo es un cuerpo celeste,
que, existe realmente y posee una composición y una estructura que tratan de conocer
científicamente. Cuando un biólogo diseca una planta no cree que la estructura de la
planta y su fisiología residan únicamente en sus manipulaciones.
La personalidad es todavía más difícil de estudiar que los astros o las plantas, pero la
situación es la misma. Ni el psicólogo ni los que no son psicólogos llegan a comprender
completamente una personalidad, ni tan sólo la propia, pero no se deduce de ello la
negación de la existencia de la personalidad. Al igual que el astrónomo o el biólogo,
intentamos comprender una cosa que existe en la naturaleza. Debemos adaptar en todo
lo posible nuestros métodos al objeto sin definir el objeto en términos de nuestros
deficientes métodos.
DEFINICIÓN PARA ESTE LIBRO.
No hay definiciones correctas o incorrectas. Los términos solamente pueden ser
definidos de modo que sean útiles para propósitos determinados. Para el objeto que nos
proponemos en el presente volumen, necesitamos una definición de la personalidad que
sea «esencialista». Hemos de tratar a la personalidad como una unidad que existe ante
nosotros, «que está ahí», que posee en sí una estructura interna. Toda formulación está
llena de peligros, pero, buena o mala, nuestra definición es la siguiente :
Nuestro prolongado examen del desarrollo del sí mismo, la motivación y los estilos
cognitivos nos conduce finalmente a la crucial cuestión de cómo es la personalidad
madura.
No podemos responder a esta pregunta únicamente en términos de psicología pura.
Para que podamos afirmar de una persona que es mentalmente sana, normal y madura.
debemos saber qué son la salud, la normalidad y la madurez. La psicología por sí sola
no puede decírnoslo. Está implicado hasta cierto punto el juicio ético.
Preguntaron a Freud: «¿De qué debe ser capaz una persona madura?» Respondió: «Debe ser
capaz de amar y trabajar.» Estamos de acuerdo con esta afirmación, pero
nos preguntamos: «¿Es esto todo lo que una persona normal debe ser capaz de hacer?» Otro
médico, Richard Cabot. presentó una lista doble: trabajar, amar. jugar y
adorar. Éstas son las actividades por las que vive una persona normal. Tanto si preferimos la
primera lista, como si adoptamos la segunda. nuestra elección se basa en consideraciones de
tipo ético. no en hechos científicos. La ciencia por sí sola no nos dirá nunca lo que es sano
normal o bueno.
EI mérito de este estudio consiste en permitirnos, en cierto grado por lo menos, definir
mediante algunos aspectos concretos y mensurabIes, los juicios sobre «normalidad» o
«madurez». Aunque hay en él algunas lagunas, presenta la gran ventaja de confirmar el
juicio de los profesores sobre la madurez con el análisis del laboratorio psicológico.
En un estudio ulterior de Maslow se empleó un método algo menos objetivo, pero útil.
Este autor efectuó un análisis intensivo de diversas personalidades, vivas unas e
históricas otras, que eran consideradas maduras (o, como prefiere decir Maslow,
«actualizadoras de sí mismas» ) según juicio de las personas corrientes. Se esforzó en
excluir a los individuos con fuertes tendencias neuróticas, pero halló que había
pequeñas anormalidades incluso en las personas con más evidente actualización de sí
mismas.
Resumiremos brevemente los atributos descubiertos por Maslow: .
1. Más eficiente percepción de la realidad y más fáciles relaciones con ella. Los sujetos
estudiados, como los .estudiantes de mente madura de California, juzgaban de las personas y
las situaciones acertadamente. Quizás por esta razón presentaban uniformemente las
características de no sentirse amenazados y no tener miedo a lo desconocido. A diferencia de
las personas inmaturas, no sentían «una terrible necesidad de certitud, seguridad, exactitud y
orden».
2. Aceptación de sí mismo, de los demás y de la naturaleza. Conocen bien a los hombres ya la
naturaleza humana. Aceptan las necesidades fisiológicas y los procesos naturales sin aversión
ni vergüenza, pero también aprecian las cualidades «elevadas» que completan la naturaleza
humana.
3. Espontaneidad. Maslow concede gran importancia a la capacidad de apreciar el arte, las
oportunidades y la alegría de la vida, el sabor de la vida. Los que poseen una personalidad
madura no tienen el lastre de los convencionalismos y saben ver las «experiencias culminantes»
de la vida.
4 Concentración en los problemas. Como en los estudiantes de California con puntuación
elevada, las personas estudiadas por Maslow trabajan con eficacia y persistencia en tareas
objetivas. Pueden abstraerse en el estudio de un problema sin preocuparse de sí mismas.
5. Independencia en las relaciones personales. Las personas actualizadoras de sí mismas
sienten la necesidad de retiro, son autosuficientes. Sus relaciones con amigos
y familiares no son de tipo posesivo; no hay en ellas intrusión ni aferramiento.
6. Independencia respecto a la cultura y el medio. Estrechamente relacionada con la anterior,
poseen la facultad de aceptar o no los ídolos o modas dominantes en el medio en que viven. EI
curso de su evolución no está fundamentalmente influido por halagos o críticas.
7. Apreciación libre, no convertida en rígida. Tenemos en esta característica otro aspecto de la
espontaneidad y sentido de responsabilidad que presenta el sujeto frente
a experiencias nuevas.
8. Horizontes ilimitados. La mayoría de estos sujetos muestran más o menos interés por la
naturaleza última de la realidad. Maslow llama a esta característica «mística» u «oceánica». Es
el factor religioso de la madurez.
9. Sentimiento social. Tienen un sentimiento básico de «identificación, simpatía y afecto» a pesar
de los episodios de ira o impaciencia que pueden presentar. La simpatía por otras personas y su
comprensión, parece ser uno de los primeros signos de madurez.
10. Relaciones sociales profundas, pero selectivas. Como complemento del atributo de
«independencia en las relaciones personales», hallamos que las personas actualizadoras de sí
mismas son capaces de relaciones personales muy estrechas asociadas a una mayor o menor
obstrucción del ego. El círculo de relaciones estrechas puede ser reducido, pero incluso en las
relaciones superficiales fuera de esta órbita saben mantener un trato suave, con pocas
fricciones.
II. Estructura democrática del carácter. Observó Maslow que estos sujetos sienten y muestran
generalmente «respeto por todo ser humano precisamente porque es un ser humano». También
otras investigaciones revelan que la tolerancia étnica y religiosa se asocia a otras características
de madurez.
12. Certidumbre ética. Ninguno de estos sujetos se sentía inseguro respecto a la diferencia entre
lo justo y lo injusto en la vida cotidiana. No confundían el fin con los medios y tendían firmemente
a la consecución de los fines considerados justos en sí.
13. Humor sin hostilidad. Los juegos de palabras, los chistes y el humor agresivo se hallan en
estas personas menos frecuentemente que un humorismo filosófico, que sabe tener
consideración para con los demás, qué tiende a generar Ia sonrisa más que la risa, que es
intrínseco respecto ,a la situación más bien que añadido a ella; espontáneo, no planeado. Es
frecuente que no se preste a la repetición.
14. Creatividad. Maslow destaca, como característica global típica, un atributo que no falta nunca
en estas personas: la creatividad. Su estilo de vida presenta, sin excepción, una cierta intensidad
e individualidad que da carácter a todo lo que hacen, sea un escrito o una composición, la
confección de calzado o el trabajo doméstico.
Consideremos, por ejemplo, el caso del ciudadano Sam, que vive y se agita en la gran
maquinaria que es la ciudad de Nueva York. Sus horas de inconsciencia, de sueño. las pasa en
algún punto del Bronx. Se despierta por la mañana y coge la botella de leche que le ha dejado
ante la puerta un empleado de una gran empresa de venta y reparto de productos lácteos. No
piensa conscientemente en los empleados de esta empresa, de tan vital importancia para su
salud. Después de saludar apresuradamente a la: patrona, corre a sumergirse en el vasto
sistema de transportes públicos de la ciudad, de cuyos misteriosos mecanismos nada sabe. En
la fábrica se convierte en una pieza de una maquinaria que escapa a su
comprensión. Para él, como para sus compañeros de trabajo, la empresa en la que está
empleado es una abstracción. Desempeña un papel puramente mecánico en la «creación de
excedentes» (sea lo que fuere tal cosa) y aunque él no lo sepa, su continua actividad en la
maquinaria está regulada por la «ley de la oferta y la demanda», la «disponibilidad de primeras
materias» y «la tasa de interés prevaleciente». A la semana siguiente, sin que él se entere, le
imponen una contribución para el «excedente en el mercado del trabajo». Un agente oficial le
cobra la cuota, sin que él sepa por qué, A mediodía, engulle la comida que prepara y sirve
automáticamente una monstruosa organización en la que también él es engullido
automáticamente. Después de volver a trabajar por la tarde, entra en un cine en busca de una
de las producciones para soñar sin dormir que fabrican en serie en Hollywood, con el objeto de
dar .descanso a su mente, que no ha realizado ninguna labor útil, pero está sometida a una gran
tensión. Finalmente, entra en un bar y pide los productos que se anuncian, víctima inconsciente
del ciclo publicitario.
Sam ha desplegado mucha actividad durante todo el día, una tremenda actividad,
desempeñando el papel que le corresponde en diversas áreas de actividad impersonal. Ha
pasado por varios mecanismos, ha entrado en relación automática con entidades que son
«personas jurídicas», pero no personas de carne y hueso. Las personas físicas junto a las
cuales se ha hallado eran, como él mismo, piezas insertadas en sistemas de
transmisión, demasiado cansadas para darse cuenta plenamente de lo que estaban haciendo.
Sam está implicado en diversas actividades durante todo el día, pero ¿Puede decirse que ha
participado en ellas en el sentido psicológico? Está implicado en ciclos diversos, pero su yo no
está implicado.
Los psicoanalistas han señalado la genitalidad como uno de los principales signos de una
personalidad sana. La genitalidad es la capacidad potencial de desarrollar potencia orgiástica en
relación con una persona amada de sexo opuesto, «Potencia orgiástica» no significa aquí
descargar los productos sexuales en el sentido de «vías de salida» (Kinsey), sino la comunidad
heterosexual, con plena sensibilidad genital y una descarga
de tensión global, de todo el organismo... Su idea es, evidentemente, la de que la comunidad de
clímax del orgasmo nos da el mejor ejemplo de la mutua regulación de complicados patrones de
acción, que apacigua la hostilidad generada en la continuada oposición de lo masculino y lo
femenino, de la realidad y la fantasía; del amor y el odio, del trabajo y el juego. Las relaciones
sexuales satisfactorias hacen que lo sexual sea menos obsesivo y convierten en superfluo el
control sadista.
El argumento es. persuasivo. pero .no por ello dejamos de darnos cuenta de la
existencia de excepciones. No se ha demostrado que un individuo genitalmente maduro
sea normal en todas las áreas de la vida. Tampoco se ve claro que el impulso sexual
esté tan estrechamente ligado a todas las regiones de la personalidad como requeriría
la teoría. Tenernos, finalmente, los innumerables casos de solteros y solteras y aun
personas con aberraciones sexuales cuyas obras y conducta. son tan eminentes que no
podemos considerarlas «inmaduras».
¿Qué concluimos de todo ello? Parece justificado admitir que en muchos individuos la
madurez genital se asocia a la madurez personal general. Pero, posiblemente, no
puede afirmarse que .las personas maduras no experimentan frustraciones y
desviaciones en su comportamiento relativo a los impulsos, incluyendo los ramificados
impulsos de la sexualidad. La dificultad deriva del intento de identificar la motivación
adulta casi exclusivamente con el impulso sexual. Reconocemos que tan importante
impulso, regido por el individuo de un modo maduro, puede armonizar bien con la
madurez general y reforzarla, pero no está justificado reducir todo el problema de la
madurez a la genitalidad.
SEGURIDAD EMOCIONAL (ACEPTACIÓN DE sí MISMO).
Fácilmente observamos la diferencia que existe entre la persona con equilibrio
emocional y la que es emocionalmente exaltada y presenta accesos de ira o de
apasionamiento. Incluimos en el segundo grupo a los alcohólicos ya los que tienen
arrebatos de blasfemia y obscenidad. Los egotistas, los que se abandonan a sus
pasiones, los «infantiles», no han pasado con éxito por las fases de desarrollo
normales. Todavía se hallan preocupados con algunos fragmentos de su experiencia
emocional.
Muchos autores hablan de aceptación de sí mismo. Esta característica de madurez
incluye la capacidad de evitar reacciones excesivas frente a cosas correspondí entes a
impulsos segmentarios. El individuo maduro acepta su impulso sexual y se esfuerza
cuanto puede en comportarse respecto al mismo de modo que se origine el mínimo de
conflicto consigo mismo y con la sociedad. No busca constantemente lo libidinoso, pero
tampoco es mojigato ni deprimido. Todos tenemos miedo de algunas cosas, de la
muerte y de peligros inmediatos, pero, en general, el individuo hace frente a estos
temores con aceptación. Si no ocurre así, se forma una preocupación neurótica, que
puede ser, por ejemplo, de cuchillos y otros instrumentos cortantes, de puntos elevados,
de alimentos salubres o insalubres, de medicina, etc., con supersticiones y rituales
protectivos.
Es especialmente importante la cualidad llamada «tolerancia a la frustración». Cada día
se producen cosas que irritan o contrarían. EI adulto inmaduro, como el niño, reacciona
a los contratiempos con accesos de mal humor o irritación; se queja, culpa a otras
personas, se compadece a sí mismo. En cambio, el individuo maduro tolera la
frustración. Si ha habido falta o error en él. sabe aceptar este hecho siendo «intro
punitivo» ). Espera un momento oportuno, busca un medio de sortear el obstáculo y en
caso necesario se resigna a lo inevitable. No es cierto que el individuo maduro esté
siempre tranquilo, sereno y de buen humor, pero sus fases de mal humor son
transitorias. Hasta es posible que sea por temperamento pesimista y deprimido. Pero ha
aprendido a vivir sus estados emocionales de modo que no le conduzcan a actos
impulsivos ni perjudiquen el bienestar de otras personas.
Probablemente, no podría comportarse de este modo si no hubiese desarrollado un
continuo sentido de seguridad en su vida. Las experiencias de «confianza básica» en la
primera, infancia tienen algo que ver con este desarrollo, y en fases ulteriores ha
aprendido más o menos que no todo alfilerazo contra su orgullo es una herida mortal y
que no todo temor es confirmado por un desastre. Al expansionarse el sentido de sí
mismo, se asumen nuevos riesgos y nuevas posibilidades de fracaso. Pero el individuo
maduro considera tales inseguridades con un sentido de la proporción. Aprende a ser
cauto sin dejarse dominar por el pánico. El dominio de sí mismo es reflejo del sentido de
la proporción. El sujeto maduro expresa sus opiniones y sus sentimientos guardando
consideración a las opiniones y los sentimientos de los demás. No se siente amenazado
por sus propias expresiones emocionales o por las de otras personas. Este sentido de
la proporción no es un atributo aislado de la personalidad. Se forma porque el modo de
ver las cosas es ordinariamente de tipo realístico y porque el sujeto posee valores
integrativos que rigen y encauzan los impulsos emocionales.
PERCEPCIÓN REALÍSTICA, APTITUDES y TAREAS .
Como se ha visto en el capítulo precedente, el pensamiento es parte integrante de la
personalidad. Podríamos decir que la vida de los sentimientos y las emociones es la
urdimbre y los procesos mentales elevados la trama.
También hemos visto que en la personalidad sana, las percepciones y los
conocimientos cotidianos se caracterizan en conjunto por la eficacia y la exactitud. La
persona sana posee disposiciones (sets) que conducen a la verdad en mayor grado que
en las personas inmaduras. El individuo maduro no tuerce la realidad para acomodarla
a las necesidades y las fantasías del sujeto.
¿Significa esto que nadie puede tener una mente sana y madura sin un elevado
cociente intelectual? Hay en esta afirmación una parte de verdad, pero es peligrosa. Se
requiere, evidentemente, un mínimo de memoria, de capacidad verbal (simbólica) y de
capacidad general de solución de problemas. Ser maduro implica la posesión de estas
capacidades intelectuales básicas. Pero la ecuación no es reversible. Son muchas las
personas con una elevada inteligencia a las que falta el equilibrio emocional y la
organización intelectual que constituye una personalidad madura.
El psicólogo Terman estudió un grupo de niños superdotados cuyas puntuaciones en los tests de
inteligencia eran tan altas que cada uno de ellos era literalmente «uno entre mil». No solamente
era grande su dotación intelectual, sino que, considerados en grupo, poseían ventajosas
condiciones de salud, aspecto físico, sociales y económicas.
Examinándolos veinticinco años después, se halló que las anormalidades en la organización de
la personalidad no eran menos numerosas que en la población en general del mismo grupo de
edad. La proporción de psicosis y de alcoholismo era igual a la que presentaban los individuos
de la misma edad en el conjunto de la población. Se observaron casos de mala adaptación,
incluso graves, pero es difícil comparar su extensión con la existente en la población en general.
Es cierto que en muchos de ellos se había realizado lo que prometían en su niñez. Pero, en
conjunto, preciso es admitir que una inteligencia excepcional no garantiza por sí sola la madurez.
No solamente son más verídicas las percepciones y las operaciones cognitivas exactas
y realísticas, sino el que el individuo maduro posee aptitudes apropiadas para la
solución de los problemas objetivos. Una persona, normal en otros aspectos, que no
sabe conducirse acertadamente en su profesión (intelectual o mecánica, de ama de
casa o de cualquier otra clase) no tiene la seguridad ni los medios que requiere la
madurez para la extensión de sí misma. Aunque vemos frecuentemente personas
hábiles que son inmaduras, no vemos nunca personas maduras que no posean
aptitudes orientadas a la solución de los problemas ante los que se encuentran.
Junto con la percepción verídica y la aptitud, debemos situar la capacidad de perderse a
sí mismo en la realización del trabajo. HalIamos consignada esta condición en Freud, en
Maslow y en los investigadores de California. La persona madura se centra en el
problema. Le gusta trabajar objetivamente. Significa esto que es capaz de olvidar los
impulsos egoístas de la satisfacción de los instintos, el placer, el orgullo y la defensa
durante largos períodos de tiempo mientras está absorta en su tarea. Este criterio
puede relacionarse con el objetivo de «responsabilidad», en el que insisten los
existencialistas. En el espíritu del existencialismo se hallaba Harvey Cushing el cirujano
del cerebro, cuando dijo: «El único modo de soportar la vida es tener una tarea por
completar.»
Una persona madura está en estrecho contacto con lo que llamamos «el mundo real».
Ve los objetos, las personas y las situaciones tales como son y tiene ante sí una
importante tarea.
Añadiremos algunas palabras sobre la «madurez económica». Para la mayor parte de
las personas, la lucha para ganarse la vida, para ser solvente, para hacer frente a la
dura competición económica, es el mayor requerimiento que encuentran en la vida.
Exige muchos esfuerzos y origina a menudo crisis peores que las del sexo y de la
identidad consigo mismo. No siempre los estudiantes de universidades y escuelas
superiores se dan completa cuenta del porfiado combate que deberán librar para ganar
dinero. Los jóvenes, antes de entrar en esta dura competición, parecen a veces
relajados e incluso serenos. Pero poder sustentarse a sí mismo y a una familia a un
nivel de vida que aumenta constantemente es una empresa terrible. Hacer frente a esta
difícil tarea sin ser dominado por el miedo, sin sentirse desgraciado y sin caer en una
conducta defensiva, hostil y autoengañadora es uno de los más duros tests de madurez.
AUTOOBJETIV ACIÓN: CONOCIMIENTO DE si MISMO y SENTIDO DEL HUMOR.
Decía Sócrates que hay en la vida una regla fundamental: conócete a ti mismo. Pero no
es tarea fácil. Santayana escribió: «Nada hay que requiera tanto heroísmo intelectual
como ver escrita la ecuación de uno mismo.» Lord Chesterfield estaba quizá demasiado
satisfecho de su personalidad cuando escribía a su hijo: «Me conozco a mí mismo, lo
que puedo asegurarte que no es corriente. Sé lo que puedo hacer y lo que no puedo
hacer y, por consiguiente, sé lo que debo hacer.»
Son muchos los que piensan que tienen un buen conocimiento de sí mismos. En
diversos cursos de filosofía se ha comprobado que el 96 % de los estudiantes afirman
poseer un conocimiento de sí mismo igual o superior al término medio. Solamente el 4%
admiten una posible deficiencia. Como la parte de nuestro tiempo que dedicamos a
pensar en nosotros mismos es muy grande, es confortador suponer que nuestro
pensamiento es verídico, que conocemos verdaderamente el tema.
El término inglés insight o self-insight (conocimiento profundo de sí mismo) procede de
la psiquiatría. Se dice que un paciente mental tiene insight (se da cuenta de la
situación), cuando sabe que es él (no otra persona) quien sufre desorientación.
Extendiendo su empleo a la población normal, diremos que el conocimiento de sí
mismo es una magnitud o escala en la que las diversas personas ocupan posiciones
que van desde un gran conocimiento de sí mismo a un conocimiento muy escaso o
nulo.
Son muy interesantes a este respecto las autobiografías. Algunos escritores creen que tienen el
deber de reconocer sus defectos; lo consideran una virtud. Escriben sus confesiones
«objetivamente», para que todos las lean. Sin embargo, es muy probable que reserven algunos
tabernáculos secretos en los que nadie puede penetrar, ni tan sólo ellos mismos. Hay en la vida
algunos episodios de bajeza o vergüenza que sería demasiado humillante descubrir o
simplemente contemplar interiormente. Muchas autobiografías no son otra cosa que elaboradas
autojustificaciones.
¿En qué se basa el psicólogo .para decir que un individuo tiene o no conocimiento de sí
mismo? Se ha dicho que todo individuo es de tres modos:
tal como realmente es,
tal como él cree que es,
tal como los otros creen que es.
Idealmente, el conocimiento de sí mismo se mediría por la relación entre el segundo y el
primero, es decir, por lo que el hombre cree que es en relación con lo que realmente es.
Esto nos daría una perfecta definición e índice del insight. Pero en la práctica es difícil
obtener pruebas positivas de lo que un hombre es en el sentido biofísico. Por
consiguiente, en definitiva, el índice más utilizable es la relación entre el segundo punto
y el tercero, es decir, la relación entre lo que un hombre cree que es y lo que los otros,
(especialmente el psicólogo que lo estudia) creen que es. Si el hombre objeta que todos
los demás (incluyendo al psicólogo) se equivocan, nada puede argüirse en contra de
esta opinión. La evaluación del conocimiento de sí mismo, en tal caso, no es asequible
al hombre.
Los psicólogos saben que existen ciertas correlaciones referentes al conocimiento de sí
mismo o insight. Se sabe, por ejemplo, que las personas conocedoras de sus
cualidades desfavorables son menos propensas a proyectarlas en otras personas que
los individuos desconocedores de su existencia en ellos. Además, las personas con un
buen conocimiento de sí mismas, son mejores jueces de otros individuos y es más
probable que sean aceptadas por ellos. Se ha comprobado que los individuos que
tienen un buen conocimiento de sí mismos son por término medio bastante inteligentes.
Recordemos que los estudiantes que fueron evaluados como «normales» tenían un
buen conocimiento de sí mismos.
Sentido del humor. La más destacada correlación del conocimiento de sí mismo es tal
vez el sentido del humor. En una investigación no publicada en la que los sujetos se
evaluaron unos a otros respecto a un gran número de características la correlación
entre las evaluaciones del conocimiento de sí mismo y las del sentido del humor resultó
ser de 88. Tan elevado coeficiente significa que las personalidades con un buen
conocimiento de sí mismas poseen también un elevado sentido del humor o que los
evaluadores no sabían distinguir entre ambas cualidades.
En todo caso, el resultado es importante.
La personalidad de Sócrates nos muestra la estrecha asociación de ambas características. Nos
dice la leyenda que en una representación de Las Nube,. de ARISTÓFANES, permaneció
Sócrates de pie a fin de que los divertidos espectadores pudiesen comparar su rostro con la
máscara que pretendía ridiculizarlo. Poseyendo un buen insight fue capaz de contemplar la
caricatura de un modo objetivo contribuyendo a la broma riéndose de sí mismo.
¿En qué consiste el sentido del humor? El novelista Meredith dice que es la capacidad
de reírse de lo que uno ama (incluyendo, naturalmente, al propio sujeto y a todo lo que
le pertenece). El verdadero humorista percibe en cualquier acontecimiento el contraste
entre lo que se pretendía alcanzar y lo que ha resultado.
El sentido del humor debe distinguirse netamente del mero sentido de lo cómico. Este
último lo posee casi todo el mundo, tanto los niños como los adultos. Lo que se
considera corrientemente cómico (en la escena. en las historietas ilustradas, en la
televisión) consiste por lo general en absurdos juegos de palabras o broma gruesa. En
su mayoría, se basa en ridiculizar a alguien. El impulso agresivo está muy poco
disimulado. Aristóteles, Hobbes y otros autores han visto en este «súbito
ensalzamiento» del propio yo el secreto de toda risa. Relacionado con lo cómico
agresivo (que ridiculiza a otros), hay la risa provocada por las historietas «subidas de
tono» que parece debida a la liberación de las prohibiciones. Los instintos agresivo y
sexual se hallan, al parecer, en la base de gran parte de lo que se considera cómico.
El niño pequeño tiene un agudo sentido de lo cómico, pero raramente o nunca se ríe de
sí mismo. Incluso en la adolescencia, es más fácil que los defectos exciten en el
muchacho dolor que risa. Se ha comprobado que las personas menos inteligentes, que
tienen bajos valores estéticos y teóricos, prefieren lo cómico y carecen del sentido del
humor basado en las relaciones reales de la vida.
La razón de que el conocimiento de sí mismo y el sentido del humor se presenten
asociados consiste probablemente en que se trata en el fondo de un mismo fenómeno,
que es la autoobjetivación. El hombre que tiene un gran sentido de la proporción
relativamente a sus cualidades y a sus más apreciados valores es capaz de percibir sus
incongruencias y absurdidades en ciertas situaciones.
Al igual que vimos ocurría con el insight, casi todo el mundo afirma que posee un notable sentido
del humor. Los mismos estudiantes que habían evaluado su conocimiento de sí mismos en
comparación con el término medio de las personas fueron interrogados sobre la evaluación de
su sentido del humor. Noventa y cuatro por ciento respondieron que era tan bueno o mejor que
el promedio.
STEPHEN LEACOCK ha observado el mismo hecho. En My Discovery of England escribe:
«Tiene siempre especial interés por el sentido del humor. Por ninguna otra cualidad de la mente
se muestra tan susceptible su posesor como por el sentido del humor. Un individuo reconocerá
fácilmente que no tiene oído para la música o gusto para juzgar las novelas y hasta confesará
que no se interesa por la religión. Pero todavía no he encontrado a una persona que afirmase no
tener sentido del humor. Cualquier individuo piensa de sí mismo que está excepcionalmente
dotado en este aspecto...»
En honor de la verdad, debemos reconocer que, hasta ahora, los psicólogos han tenido
muy poco éxito en la evaluación del conocimiento de sí mismo y del sentido del humor.
Se trata de aspectos muy sutiles de la personalidad, de una esfera en la que esperamos
tengan los psicólogos en el futuro más éxito del obtenido en el pasado.
Afectación. En el polo opuesto del criterio anterior hallamos la tendencia de algunas
personas a aparecer exteriormente como lo que no son. La persona en la que se
presenta este fenómeno no se da cuenta de que su engaño es transparente, de que su
«pose» no le va. Vimos que el adolescente trata de imitar a otras personas para
hacerse más importante. Pero el adulto sabe que no puede pasar por otro a menos de
hacerlo por juego.
Es cierto que la" mayoría de las personas procuran presentarse en el aspecto más
favorable posible y que pretenden a veces poseer buenas cualidades y obtener éxitos.
exagerando la verdad. Pero el individuo maduro no llega hasta el punto de que esta
táctica social choque demasiado violentamente con la verdad. El conocimiento de sí
mismo y el sentido del humor mantienen un cierto freno sobre este egoísmo.
FILOSOFÍA UNIFICADORA DE LA VIDA.
Hemos afirmado que el sentido del humor es indispensable para ver la vida de un modo
maduro. Pero no es suficiente. Una filosofía de la vida exclusivamente humorista
conduciría al cinismo. Todo sería considerado trivial, desplazado e incongruente. No se
confiaría en la razón y se rechazaría toda solución seria. El cínico puede divertirse
siguiendo este camino, pero en el fondo se siente solo porque le falta la compañía de un
objetivo en la vida.
Dirección. Un estudio psicológico sobre este tema es el de Charlotte Bühler dedicado al
examen de la biografía de muchos individuos, famosos unos y de tipo medio otros.