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Créditos

Traductoras
Jessibel
Another Girl
Jabes
Flor
Taywong
Myr66

Correctoras
Florpincha
Lelu

Diseño
Bella’

Lectura Final
Jessibel
Índice
Sinopsis
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Sinopsis
Se han llevado a mi padre. Me llevarán a continuación a menos que
cumpla con sus exigencias.

Derribar al hombre más poderoso de Italia.

Cato Marino.

El hombre está acompañado por su equipo de seguridad a donde


quiera que vaya. Su fuerte en la Toscana es impenetrable. Es el
hombre más paranoico del país.

Y no hay posibilidad para mí de poder derribarlo solo.

Si quiero salvar a mi padre, solo tengo una opción.

Meterme en la cama de Cato... y quedarme allí.


1
Traducido por Jessibel
Corregido por Florpincha

Siena
Mi abuela me dejó una pequeña casa fuera de Florencia. Era
vieja, una antigüedad viviente. Las tuberías eran originales, y podía
escuchar el agua corriendo por toda la casa cuando tiraba de la
cadena del inodoro. Había grietas en la piedra, y el vidrio de las
ventanas estaba tan envejecido que lucían borrosas constantemente,
independientemente de cuántas veces las limpié. Estaba a poca
distancia de la ciudad, tan cerca que nunca sentí que realmente
estaba en medio de la campiña toscana, pero me dio la tranquilidad
y la paz que ansiaba. Todas las mañanas, en primavera y verano,
podía oír a los pájaros cantar fuera de mi ventana. Había sido un
refugio para mí durante mucho tiempo desde que le había dado la
espalda a mi familia.
Pero ahora mismo, esta casa no pudo protegerme.
Corrí por la escalera de madera, los crujidos gritaban bajo mis
pies mientras me movía tan rápido como mi cuerpo podía llevarme.
No tenía sentido ser sigilosa, no cuando sabían que estaba aquí.
—Corre, perra. —Damien dirigió la persecución, con sus dos
amigos detrás de él—. Es más divertido de esta manera. —Su tono
siniestro llegó a cada extremo de la pequeña casa, como si estuviera
hablando a través de un sistema de sonido que amplificaba cada
sílaba.
—Mierda. —Logré llegar arriba y me deslicé por el piso de
madera dura hacia mi colchón. Metido entre las dos piezas de la
cama estaba el revólver que guardaba para emergencias. Había
repudiado a mi familia hace años, así que pensé que nunca lo
necesitaría.
Supongo que estaba equivocada.
Quité el seguro y me preparé para dispararle a Damien justo
entre los ojos. No era el tipo de persona que dudaba cuando apretaba
el gatillo. Era él o yo.
Ciertamente no iba a ser yo.
Damien se tomó su tiempo para subir las escaleras, sus pisadas
pesadas latían como el sonido de tambores constantes.
—Cariño, yo revisaría esa pistola si fuera tú. —Su profunda voz
recorrió el pasillo, su sonrisa era tan audible que realmente podía
verla detrás de mis ojos.
Mis manos empezaron a temblar.
Abrí el cañón y miré dentro.
Vacío.
—Tienes que estar bromeando... —Deben haber entrado en mi
casa mientras yo estaba en el trabajo, quitando todas mis balas para
que estuviera desarmada cuando vinieran por mí. Fue inteligente por
su parte, porque yo era un buena tiradora—. Maldito imbécil.
Su risa vagó por el pasillo, el sonido se hizo más fuerte porque
estaba muy cerca. Pareció moverse más lento a medida que se
acercaba, como si quisiera saborear esto todo el tiempo que pudiera.
Me acorraló como una rata, y él quería que me retorciera.
No era una rata, y no me retorcí.
Abrí mi armario y empujé todas mis cajas de zapatos hasta que
encontré mi espada, una espada samurái que me regalaron desde
Kyoto. Quité la funda y preparé la espada, lista para apuñalar a mi
atacante directamente a través del cuello como me habían enseñado.
No era una maestra de la espada, pero ciertamente sabía cómo
apuñalar a alguien.
Presioné mi espalda contra la pared y esperé a que Damien
entrara por la puerta abierta.
Damien apuntó su arma antes de moverse hacia adentro, su
arma estaba siendo sostenida a la altura de los hombros.
—Cariño, sabes que me encanta cuando corres...
Bajé mi espada rápidamente, apuntando para cortar su brazo
justo al lado del codo.
Damien debió haber estado esperando que me escondiera allí
porque me esquivó en el camino.
—Oh... y te ves enojada. —Hice un movimiento con mi espada
de nuevo.
Saltó del camino y mantuvo su arma apuntando a mi hombro
derecho.
—Y sexy. —La esquina de su boca se levantó en una sonrisa
que parecía más una burla. Estaba disfrutando demasiado de esta
manera. Su cabello negro azabache se deslizó frente a su cara y
ocultó algo de su ojo izquierdo a la vista. Era el mejor jefe de la
organización, porque amaba mucho su trabajo.
Apuñé mi espada en sus entrañas, deseando que sangrara por
todo mi piso.
Retrocedió hacia mi cama.
—Cariño, te dispararé.
—Y te apuñalaré. —Puse toda mi fuerza en el movimiento,
preparándome para conducir mi espada a través de sus entrañas y
en la pared detrás de él.
Apretó el gatillo.
No sentí la bala en mi hombro, solo el tirón de mi cuerpo en el
momento. Mi hombro sobresalía hacia atrás y mi cuerpo se movía
porque la fuerza del golpe era mucho más fuerte que mi propia
velocidad. El humo ardía de la punta de su arma. El olor era
sofocante junto con el de mi propia sangre. Bajé mi espada pero me
quedé de pie. Era la primera vez que me disparaban, y la conmoción
que se derramó sobre mi cuerpo me protegió del dolor.
Me quedé en mis dos pies, negándome a caer.
Sostuve su mirada, mis ojos se entornaron con una promesa de
muerte.
Damien dejó de sonreír, y contra su voluntad, mostró una leve
mirada de respeto.
—Maldita sea, eres terca.
—Maldita sea, eres un mal tirador. —Me había golpeado en el
hombro, fallando las arterias y órganos principales.
—No. Di en el blanco perfectamente. —Mantuvo el arma
apuntada hacia mí, esta vez entre mis ojos—. Suelta la espada. O
mueres. —El cañón no tembló mientras él me miraba—. ¿Qué va a
ser, cariño?
No quería tener nada que ver con esta vida. Cuando amaba a
mi padre, le dije que no quería tener nada que ver con su negocio. Al
poner algo de distancia entre nosotros, pensé que podría tener mi
propia vida, una reputación sin mancha para el inframundo criminal.
Parecía que me había seguido de todos modos.
—¿Que quieres de mi?
—Suelta la espada.
—¿Que quieres de mi? —siseé. La sangre estaba arruinando mi
ropa y goteaba por mi brazo. Los mareos se asentaron en mi cerebro.
Mi fuerza comenzaba a disminuir lentamente, pero me mantenía
erguida, como si tuviera algo que demostrar.
—¿Que importa? —inclinó la cabeza y entrecerró los ojos con
irritación.
—Porque necesito saber si vale la pena morir por eso.
Yo no era el tipo de persona que podría ser una prisionera
dispuesta. En lugar de rendirme, preferiría morir. Tal vez era mi
linaje familiar o mis raíces italianas, pero era la mujer más terca del
planeta. Prefiero morir que someterme a alguien.
Sacudió levemente la cabeza.
—Siempre has sido una perra loca.
—Lo tomaré como un cumplido.
La comisura de su boca se alzó de nuevo.
—Tenemos a tu padre. Si quieres salvarlo, suelta la espada.
Continué manteniendo mi postura, mi corazón latía más fuerte
en mi pecho. A mi padre lo mantenían cautivo, y si yo moría en ese
momento, no podría ayudarlo. Damien me tenía acorralada, y él lo
sabía.
—Continúa esta misión suicida y muere —dijo simplemente—.
O ven con nosotros, y vamos a llegar a un acuerdo.
—¿Trabajar un trato? —siseo—. Simplemente me llevarás y me
matarás también.
—Normalmente, sí. Pero tengo otro uso para ti. Suelta la
espada.
Mi mano quería seguir agarrando el asa, pero había dudas
plantadas en mi mente. Incluso si no había nada que pudiera hacer
para salvar a mi padre, dejarme morir ahora no era una opción. Nos
distanciamos hace mucho tiempo, pero mi lealtad nunca había
disminuido.
Dejé caer la espada.
Él sonrió ampliamente.
—Buena chica.
2
Traducido por Jessibel
Corregido por Florpincha

Siena
Los hombres detuvieron la sangre y luego cocieron las heridas
de entrada y salida, como si esto ocurriera todos los días. No me
dieron nada para el dolor, y yo era demasiado terca para preguntar.
Una gruesa pieza de gasa fue envuelta alrededor de mi hombro,
escondida debajo de mi camiseta, así que no sobresalí como un
pulgar adolorido.
Me tiraron en la parte trasera de la camioneta Escalade antes
de que me acompañaran al centro de Florencia. Eran las cinco de la
tarde, pero el sol todavía brillaba porque era verano. Nos
aventuramos por las calles estrechas hasta que nos acercamos a un
edificio antiguo. Con un toque de un botón, una puerta del garaje
subterráneo se abrió, y descendimos.
No estaba bien que me permitieran ver a dónde íbamos.
Podría haber roto la ventana con el codo y saltar del auto en
cualquier momento. Pero si realmente tenían a mi padre, correr no
era una opción. Sin importar nuestras diferencias, éramos familia. Él
bajaría su arma por mí en un instante... al menos, esperaba que lo
hiciera.
Nos adentramos en la oscuridad del garaje subterráneo. Otros
autos caros estaban estacionados en los espacios, todos eran
todoterrenos y negros. Después de estacionarnos, salimos del auto.
Los dos compañeros trataron de esposarme.
Le di una patada en la espinilla a uno de ellos.
—¿Estás bromeando? Me rendí y me dispararon.
Apretó la mandíbula antes de que me volviera a agarrar las
muñecas.
Como una yegua salvaje, lancé mi pierna hacia atrás y lo golpeé.
Damien levantó la mano.
—Déjala ir. Nada puede hacer de todos modos.
El chico finalmente me dejó ir.
Le di una patada de nuevo de todos modos, golpeándolo en el
tobillo.
No dudó en golpearme con fuerza en la mejilla, antes de darme
la espalda, haciendo que mi cuerpo girase con el impacto.
Me moví con el impulso y casi caí al suelo, pero recuperé el
equilibrio antes de que pudiera ocurrir ese evento humillante. Me
enderecé de nuevo y lo fulminé con la mirada, ignorando la sensación
de hormigueo en mi mejilla.
Señaló frente a él.
—Camina, perra.
—Sabes, me estoy cansando un poco de este apodo. —Me puse
delante de él y seguí a Damien.
Damien abrió la puerta y dirigió el camino.
—Espero que no. Te queda muy bien.
Estuve tentada de darle una patada en la parte posterior de la
rodilla, pero Damien haría algo peor que abofetearme. Ya estaba
sufriendo una herida de bala, y no quería que me dieran una
puñalada.
Él me condujo a la construcción y más allá de un bar donde los
lacayos estaban disfrutando de su bebida después de un largo día de
actividades criminales. La mayoría de ellos me miró de arriba abajo
como si fuera un juguete de los que dispondrían en algún momento
de la noche.
No va a suceder.
Me llevaron a una habitación privada. Con paredes negras y
espejos con marcos negros, se veía como una habitación privada en
un club. Había un bar allí también, pero en lugar de tener un
camarero, solo había un hombre mayor en un traje negro. Se sentó
en uno de los sillones de cuero que daba a una mesa negra de café.
Había tres vasos de whisky en la superficie.
Estaba segura de que uno de ellos era para mí.
Los matones cerraron la puerta detrás de nosotros, dejando a
los tres solos.
—Ella está herida —anunció Damien mientras entraba en la
habitación—, pero no me dio mucha elección. Sacó una espada
samurái, era muy buena para manejarla. —Se acercó a su jefe y luego
se volvió hacia mí. Él chasqueó los dedos como un hombre que llama
a su perro.
Me negué a cooperar. Probablemente me hubiera sentado por
mi propia voluntad porque el alcohol era exactamente lo que
necesitaba para enmascarar el dolor. Pero los comentarios como esos
no fueron bien recibidos. Mis ojos se entornaron, llenos de asesinato.
El hombre del traje me estudió con una expresión ilegible. Tenía
una barba gris que hacía juego con el pelo de su cabeza. Su piel
estaba bronceada y endurecida, pero parecía tener unos cincuenta
años. Su edad no había disminuido su musculatura, y llenaba bien
el traje. Todavía poseía la fuerza suficiente para ser un oponente
formidable.
—Tratamos a los invitados mejor que eso. —Se puso de pie y
luego indicó el sofá de cuero frente a él—. Estoy seguro de que tienes
sed después del día que has tenido. Damien, dale unos analgésicos
para que tome con su whisky. No es necesario que ella sufra.
Si este tipo intentara besarme el culo, no funcionaría. Si él tenía
a un demonio como Damien en su nómina, definitivamente no era
confiable. Pero el alcohol y las píldoras me estaban llamando, así que
tomé asiento. Si ellos quisieran matarme, ya lo habrían hecho,
entonces sabía que su ofrenda no había sido envenenada.
Tomé las pastillas y las tragué con el escocés. Bebí todo el vaso.
Necesitaba cada gota para calmar mis nervios. Al igual que mi padre,
no mostré miedo ante el peligro, pero un buen vaso de alcohol
siempre lo hacía un poco más fácil. Una gota se deslizó de la esquina
de mi boca, así que me la quité con el antebrazo.
—Vamos a saltarnos los juegos de poder y la mierda. Necesito a
mi padre, y tú me necesitas. Hecho. —Apoyé los codos en mis rodillas
mientras miraba al caballero sentado frente a mí. Parecía inofensivo,
como un abuelo que solo te castigaba cuando realmente lo merecías.
Pero no dejaría que la falsa amabilidad en sus ojos eclipsara quién
era realmente.
Sostuvo su vaso en la mano apoyada en su rodilla mientras me
sonreía.
—De tal padre, tal hija.
—No estoy segura de si es un cumplido o no.
Heredé la dureza de mi padre, pero no su falta de moralidad.
También tenía sus ojos, pero eso fue todo lo que se refiere a nuestros
atributos compartidos. Todo lo demás, lo recibí de mi madre, quien
había muerto hace muchos años.
—Te dejaré decidir. —Tomó un trago antes de poner el vaso
sobre la mesa.
Damien se sentó a su lado, con sus ojos depredadores pegados
a mi rostro. La lujuria y la hostilidad brillaban en su mirada. Él
quería dispararme otra vez solo para librarse de ello. Era un demonio
sin atar. No sabía qué podría hacer.
Obviamente me necesitaban para algo. De lo contrario, no
estaría viva. Si querían torturar a mi padre y castigarlo, tendría
sentido ejecutar a su única hija. Pero todavía estaba sentada allí, con
los analgésicos haciendo efecto.
—Al grano. —Tal vez era más audaz de lo normal porque sabía
que tenía algún tipo de poder en este juego.
—Conoces a Damien bien, obviamente —comenzó—. Pero no
hemos tenido el placer de reunirnos. Soy Micah.
—Y tú sabes quién soy —dije, sin molestarme con una
presentación—. ¿Dónde está mi padre?
—En el edificio. —Micah llevaba un anillo de oro en su dedo con
una esmeralda verde en el centro. Sus manos mostraron su edad, las
venas se mezclaban con las arrugas. Debe ser unos años más joven
que mi padre—. Los detalles no importan.
—Importan si quieres mi colaboración.
Mi padre me enseñó a ser siempre fuerte, independientemente
del oponente al que me enfrente. Ganar el respeto de tu enemigo era
la única salvación que recibirías. Y si tu destino era inevitable, lo
mejor era salir con honor. Era demasiado orgullosa para arrodillarme
ante alguien. Porque así fue como me criaron.
Damien sonrió lentamente.
—Tienes suerte de estar viva en este momento.
Le eché un vistazo.
—Al igual que tú.
Amplió su sonrisa aún más, odiándome pero queriéndome al
mismo tiempo. Sus ojos verdes estaban puestos en una cara bonita,
sus pómulos masculinos complementaban sus labios llenos. Era un
hombre hermoso, pero estaba tan contaminado por el mal, que su
hermosura se perdió en el camino.
Micah ignoró a su mano derecha.
—Si tu padre permanece en mi cautiverio, lo torturaré y lo
mataré.
Mantuve exactamente la misma expresión, tal como lo haría en
un juego de póker. Mi hermano era parte del negocio familiar, pero
no lo habían mencionado ni una vez. Debe haber desaparecido antes
de que pudieran llegar a él, y ahora no tenían idea de a dónde se
había escondido. Nunca me lo diría, así que no tenía sentido
preguntar.
—Lo asumí. ¿Qué quieres de mí? —No tenía habilidades
especiales ni interacción con el negocio familiar, por lo que no tenía
mucho que ofrecer. Incluso mi información era inútil porque le había
dado la espalda al comercio. Eso debería ser obvio para ellos, si
hicieron su investigación.
—Haremos un intercambio contigo —ofreció Micah—. Un
hombre por otro.
Entrecerré los ojos automáticamente, el miedo controló
involuntariamente mis reacciones. La única persona que podían
querer era mi hermano, y ese era un intercambio que me negaba a
hacer. Podrían amenazar con matarme de nuevo, y aun así no haría
una diferencia.
—Tienes un edificio lleno de hombres capaces a tu disposición.
¿Por qué me lo pides?
—Este hombre es intocable. —Micah sacó una carpeta del
interior de su chaqueta y la puso sobre la mesa entre nosotros.
No la abrí.
—Si es intocable, soy una persona terrible para preguntar.
Puede que sea una buena tiradora, pero no soy una asesina. —No
pude lograr ningún tipo de truco. Viví una vida tranquila fuera de
Florencia. Fui a trabajar todos los días a la galería, pasé tiempo con
mis amigos, tuve algunas citas aquí y allá y luego me iba a casa.
—No queremos que lo mates. —Micah acercó la carpeta a mí—.
Necesitamos a este hombre vivo. Tráelo a nosotros, y tu padre saldrá
libre.
No podía permitirme pensar en la condición de mi padre.
Probablemente estaba encerrado en una habitación sin ventanas,
con apenas un catre. Tal vez se lo merecía por su negocio, pero me
rompió el corazón imaginarlo de esa manera. Si hubiera algo que
pudiera hacer por él, lo haría.
—Como ya dije, no tengo habilidades. Soy compradora de arte.
Damien me miró con esos ojos maliciosos.
—Date más crédito, cariño.
Mantuve mi mirada en Micah para no romper la garganta de
Damien.
—¿Quién es este hombre?
Micah volvió a agarrar su vaso, pero en lugar de beber de él, lo
sostuvo en su palma.
—Cato Marino.
Ese nombre no significaba nada para mí.
Micah debe haber reconocido el vacío en mis ojos porque
elaboró una respuesta.
—Es el dueño del banco más grande del mundo. Oculta dinero
para los chinos, tiene vínculos con las bóvedas en Suiza, y la mitad
de la deuda de los Estados Unidos puede ser atribuida a él. Puede
haber bancos con nombres diferentes, pero todos ellos son propiedad
del mismo hombre.
—Jesús... ¿y crees que puedo tocar a este tipo? —Reí a pesar de
la gravedad de la situación porque era ridículo—. Es como el tipo más
rico del universo. ¿Crees que puedo acercarme a él y pedirle que
venga conmigo?
—No. —Damien me miró sin parpadear—. Pero podrías meterte
en su cama.
Ahora todo se hizo claro como el agua. Querían que abriera las
piernas y sedujera a este hombre. Querían que me acostara como
una puta. Una vez que me ganara su confianza, podría engañarlo
para que lo atraparan las manos equivocadas.
—No estoy en esa línea de negocio. —Agarré la botella de whisky
y volví a llenar mi vaso.
—Entonces será mejor que encuentres otro plan —dijo Micah—
. No importa cómo lo logres. Conseguimos a Cato Marino y tu padre
saldrá libre. Es así de simple. No hagas nada... y lo mataré. —La
actitud de caballero desapareció hace mucho tiempo, y ahora sus
verdaderos colores subieron a la superficie. Apretó su vaso con los
dedos—. Tu padre invadió nuestro territorio y fue lo suficientemente
estúpido como para cruzar la línea demasiadas veces. Tuve la
amabilidad de advertirle, pero no más.
Mi padre tenía un negocio de cigarros y los exportaba a toda
Europa. Eran de alta calidad, a veces pagaban ochenta euros solo
por uno. Pero no fue así como él hizo su dinero. Sus cigarros estaban
llenos de drogas, las drogas más finas de este hemisferio. Las traía
de contrabando donde necesitaban ir bajo el hábil disfraz. El
problema era que Micah estaba en la misma línea de trabajo, e Italia
simplemente no era lo suficientemente grande para los dos. Le
advertí a mi padre que su buena suerte se agotaría, que tomaría un
bocado más grande de lo que podía masticar. Cuando no me escuchó,
le di la espalda a mi familia, porque yo quería una vida simple.
—Eres una mujer inteligente y te respeto. —Micah acababa de
amenazarme, pero ahora había cambiado su actitud como si no
hubiera sucedido—. No aprobabas lo que él estaba haciendo. Le
advertiste que esto sucedería. Dejaste a tu familia y comenzaste de
nuevo. Desafortunadamente, el resto de tu familia no heredó la
misma inteligencia.
—Pero todavía estoy aquí contigo... así que no puedo ser tan
inteligente. —Debería haber dejado Italia. Debí haberme mudado a
Francia o a Londres. O mejor aún, debería haber cruzado el océano
y comenzar una nueva vida en América.
Micah me brindó una leve sonrisa.
—Puedes culpar a tu padre por eso.
Sí, podría culparlo por todo esto. No quería tener nada que ver
con su vida criminal, pero de alguna manera había sido arrastrada
de nuevo en ella.
—¿Qué quieres con Cato Marino? —No sabía nada acerca de
este tipo, pero sabía que no era inocente.
Si él lo fuera, Micah no correría el riesgo de que su organización
derribara a un hombre tan poderoso. Debe haber una buena razón.
—Eso es nuestro asunto. —Micah tomó un trago—. No es tuyo.
¿Por qué esperaba algo más?
—¿Y si digo que no? —Tenía todo el derecho de alejarme ahora
mismo. Le había advertido a mi padre muchas veces. Incluso cuando
mi madre fue asesinada, él no se detuvo. Esa fue la última gota que
colmó la copa para mí. Estaba cegado por la codicia y el poder. La
fortuna era más importante que su familia, más importante que la
mujer que le dio a sus hijos.
Se metió en este lío, y debería dejarlo sufrir por ello.
Damien ladeó ligeramente la cabeza, como si esa respuesta
fuera la que él esperaba.
—Entonces puedes acompañarme en mi cama. —La amenaza
era palpable, llenando el aire a nuestro alrededor e impregnando
nuestra piel. Su lujuria coincidía con su hostilidad, y no había
evidencia de un engaño—. Y cuando termine contigo, arrojaré tu
cadáver a la prisión de tu padre, desnudo y empapado por todos los
agujeros.
Como insectos que se arrastraban por mi piel, sentí que mi
cuerpo se retorcía bajo manos invisibles. Mi respiración se aceleró un
poco, y mis dedos se estremecieron automáticamente, deseando
poder agarrar un vaso y aplastarlo sobre la cabeza de Damien. Pero
ya tenía una herida de bala, y no estaba deseando otra.
Incluso si Damien no me había amenazado con esa imagen
aterradora, sabía que mi conciencia no me permitiría abandonar a
mi padre. Si él fuera alguien más, hubiera seguido luchando hasta
que la última gota de sangre saliera de mis venas, pero mi lealtad no
me permitiría doblegarme. Si lograba esto, salvaría mi vida y la de mi
padre.
Y la niña pequeña dentro de mí todavía deseaba que tuviéramos
el final de cuento de hadas que siempre quise, una vida simple
juntos.
Cenas familiares los domingos. Poniendo el árbol de Navidad
mientras la escarcha se acumulaba contra las ventanas. Tomando
vino en nuestro viñedo favorito justo cuando terminaba la cosecha.
Me sentí sola toda mi vida, incluso cuando mi familia estaba a unas
pocas millas de distancia.
—Si te traigo a Cato, ¿liberas tanto a mi padre como a mí?
Micah asintió.
—Con la condición de que tu padre cierre su negocio.
Mi padre amaba ese negocio más que a mí, pero quizás estar
encerrado por Dios sabe cuánto tiempo, lo haría cambiar de opinión.
—Bien. Pero no estoy durmiendo con él. —Haría cualquier cosa
para salvar a mi familia, pero abrir mis piernas no era un camino que
tomaría. Debe haber alguna otra manera de hacer que suceda.
—No me importa cómo lo hagas —dijo Micah—. Solo haz el
trabajo. Pero si fallas, no hay trato. Hasta que Cato Marino esté en
mi cautiverio, tu padre permanecerá aquí. Y si no puedes cumplir lo
que prometiste, me veré obligado a matarte. Y a tu padre. Entonces,
si yo fuera tú... No me tomaría tu tiempo.
Damien me sonrió.
—Pero después de que te vuelva a capturar... definitivamente
me tomaré mi tiempo.

3
Traducido por Jessibel
Corregido por Florpincha

Siena
Esto fue lo que había recibido sobre Cato Marino.
Era estúpidamente rico. Multibillonario.
Él era exitoso. No pude hacerme la idea sobre los logros de este
hombre soltero en su única vida.
Él era joven. Acababa de cumplir treinta años en marzo.
¿Cómo alguien tan joven logró tanto?
Y la revelación más sorprendente de todas... él era ardiente.
Inexplicablemente precioso. Tan hermoso que era irreal. Más de
un metro ochenta de acero, y probablemente todo el acero en sus
pantalones también. Cada imagen que vi de él mostraba sus hombros
cavernícolas, sus brazos musculosos y su cintura ajustada. Si estaba
en jeans o un traje, la dureza de su cuerpo no podía ser negada. Era
sexi de pies a cabeza, material de un modelo, no solo material
bancario.
No había planeado seducirlo para lograr mi objetivo, pero ahora
me di cuenta de que el plan no habría funcionado de todos modos.
Un multimillonario caliente como él ya estaba recibiendo demasiado
culo para manejar. Él podía tener a cualquier mujer que quisiera, así
que no había manera de que pudiera impresionarlo. Él podría
mirarme, pensar que era bonita. Pero un instante después, ya estaría
pensando en otra cosa.
Hice toda la investigación que pude, y era seguro concluir que
este hombre era impenetrable. Cada fotografía que pude encontrar
mostraba a su equipo de seguridad en el fondo. Las únicas
apariciones públicas que hizo fueron por trabajo. Su vida personal
no era revelada. Ni siquiera había una foto de él yendo a la tienda de
comestibles para comprar un poco de jugo de naranja.
No es de extrañar por qué Micah puso esto en mis hombros.
Había algunos lugares que Cato frecuentaba en Florencia, así
que decidí verlo en persona. Quizás si estudiaba a mi presa,
obtendría una mejor comprensión de cómo iba a lograr esto. Ir hacia
él con una pistola no lograría nada. Uno de sus hombres me
derribaría en un segundo. Probablemente ni siquiera podría
acercarme a él, no sin ser interceptada por uno de sus
guardaespaldas.
No tenía mucho tiempo que perder, pero tenía que tomar esto
lentamente si iba a lograr algo.
Fui a uno de sus clubes favoritos en Florencia. No tenía ni idea
de cuándo iba a mostrar su cara, así que hice una aparición tres
noches seguidas, con un vestido y tacones diferentes cada vez. El
barman pensó que era una alcohólica solitaria que rápidamente se
había convertido en una cliente habitual.
En la tercera noche, me senté sola en una mesa cuando
finalmente tuve algo de suerte. Mis manos estaban envueltas
alrededor de mi vaso de whisky mientras mis ojos observaban la
conmoción en la puerta. Los gorilas se apartaron del camino para
que Cato pudiera liderar el grupo. Con otros tres hombres guapos en
trajes, entraron al bar, con todas las cabezas girando hacia ellos
como si fueran hermosas mujeres con tacones. Las mujeres no eran
las únicas que miraban, sino que también los hombres,
probablemente envidiaban a un hombre tan rico y guapo que podía
tener a cualquier mujer que quisiera, en cualquier momento.
Se les despejó un área especial de asientos solo para ellos, y
antes de que sus musculosos culos se presionaran contra los
asientos de cuero, una sexi camarera con un vestido que apenas
cubría algo de su cuerpo, apareció de la nada para esperarlos.
Me centré en Cato e ignoré a sus tres amigos. Incluso en la
oscuridad del club, se veía exactamente igual que en sus fotografías.
Robusto, guapo y confiado. Llevaba un cuello en V gris que destacaba
sus brazos musculosos y el pecho. Sus hombros eran más anchos en
persona que en las fotos. Con ojos azules y cabello castaño, era un
hombre muy bonito. Su piel bronceada implicaba que amaba el aire
libre, a pesar de que nunca había visto una sola fotografía de él
caminando o navegando.
Continué disfrutando mi escocés mientras miraba desde mi
silla, tratando de obtener toda la información que pudiera. Los tres
hombres que estaban con él parecían ser amigos, no hombres de
seguridad. Los hombres a cargo de mantenerlo a salvo se quedaron
cerca de la entrada, sus ojos escaneaban la barra y todos los que
estaban cerca. Con suerte, no me encontraron sospechosa, solo una
mujer que se estaba debatiendo en hacer un movimiento.
Justo cuando la camarera regresaba con sus bebidas, un grupo
de mujeres se les unió. Todas bonitas y vestidas para la ocasión,
mostraron sus sonrisas y sus largas piernas, sabiendo exactamente
quién era Cato.
Asumí que un chico guapo como él era un playboy, pero no
estaba preparada para lo extremadamente mujeriego que era.
Agarró a la mujer más cercana por la muñeca y la acercó
suavemente. Sus manos guiaron las caderas sobre sus muslos hasta
que ella se sentó a horcajadas en su regazo. Luego la agarró por la
parte baja de la espalda y la atrajo para besarla, su vestido subió y
mostró su tanga negra a todos.
Los otros hombres no parecieron en absoluto sorprendidos.
El personal del bar no se apresuró y le dijo que se atuviera al
código de vestimenta.
Con mi mandíbula colgando abierta, vi a Cato besarse con una
completa extraña. Como si pudiera hacer lo que quisiera, tomó el
control sin pedir permiso. Su mano se clavó en su cabello, y la besó
a plenitud, tratándola como si la adorara en lugar de no tener idea
de quién era ella. Sus dedos acomodaron el pelo detrás de la oreja y
luego la besó.
Aunque era un cerdo total, todavía era muy caliente. Él
ciertamente sabía cómo usar esa robusta boca suya.
Terminó el beso y luego la guio suavemente hacia el asiento a
su lado. Su brazo descansaba sobre el respaldo del sofá, y se volvió
para hablar con ella, tal vez para preguntarle su nombre, pero otra
mujer se sentó a horcajadas sobre sus caderas y le robó la atención.
Luego se fue con ella.
—Jesús... —Tomé un largo trago de mi whisky.
Ella lo besó más fuerte que la mujer anterior, sus manos
acariciaron su pecho mientras se apoyaba contra su erección en sus
pantalones. Ella le mostró sus mejores movimientos, haciendo todo
lo posible para eliminar a la mujer que acababa de hacer el mismo
truco.
El beso duró un rato antes de que él la dirigiera hacia el espacio
al otro lado. Ambos brazos descansaban ahora sobre el cuero del
respaldo del sofá mientras reclamaba a las dos mujeres para pasar
la noche, una debajo de cada brazo.
—¡Guau... vaya cerdo!
Los otros chicos encontraron a sus mujeres, y luego pasaron la
noche bebiendo y hablando.
Había tenido mi parte justa de playboys, pero nada de ese
calibre. Ese hombre ni siquiera necesitaba cazar a una mujer porque
ellas lo buscaban. Todo lo que tenía que hacer era esperar treinta
segundos, y una hermosa mujer aparecería para reemplazar la
anterior. Cuando terminara la noche, probablemente llevaría a las
dos mujeres a su lugar con la intención de tener sexo con las dos.
Probablemente esperaban que pudieran llamar su atención si eran lo
suficientemente aventureras, pero como todas las demás, se habrían
ido por la mañana.
Y él olvidaría sus caras para siempre.
Justo cuando terminé mi whisky, apareció otra mujer. Ella se
sentó a horcajadas en su regazo, y comenzó otra sesión de besos.
Había estado sentada allí toda la noche sin atraer a un
admirador, mientras que Cato tenía más vaginas de la que podía
manejar.
—Demonios... necesito otro trago.

Tuve algunos amigos en altas posiciones, así que utilicé eso


para mi ventaja para obtener una audiencia con el hombre adecuado.
Un sicario.
Se especializó en matar objetivos de alto perfil y hacer que
parecieran accidentes. Se había retirado hace unos años, pero había
tenido una carrera ilustre que le valió un gran respeto. Bosco Roth
era un buen amigo de mi hermano, así que lo llamé y le pedí una
introducción a este famoso asesino.
Ahora estaba sentada en el banco en la parada de autobús en
medio de la noche. Eran las dos de la mañana, y todos estaban en
casa. La única compañía que tenía era un vagabundo durmiendo en
el callejón. El sol se había ido durante horas, pero la humedad
todavía flotaba sobre mí en la oscuridad. Estaba en jeans y una
camiseta, pero incluso eso era demasiado cálido para usar.
Escuché pasos pesados a mi izquierda, y ahí fue cuando me
volví para ver al enorme hombre cubierto de mangas de tatuajes.
Tenía una apariencia aterradora, especialmente cuando apretaba así
la mandíbula. No parecía en absoluto complacido de verme, ya que
este favor que estaba haciendo era por Bosco, no era más que un
dolor en el culo.
Me levanté y me puse de pie bajo la luz de la lámpara. Como
siempre, no mostré miedo, a pesar de que este hombre era mucho
más aterrador de lo que Damien había sido nunca.
—¿Bones?
Se detuvo frente a mí, manteniendo varios metros entre
nosotros. Éramos visibles bajo la luz de la lámpara, pero a él no
parecía importarle que nos vieran. Llevaba una camiseta negra y
unos vaqueros negros, a juego con la tinta que cubría sus brazos y
desaparecía bajo el cuello de su camisa.
—Solo estoy aquí porque Bosco es un amigo. Ya no estoy en el
juego, y no hay nada que puedas ofrecerme para que cambie de
opinión. Terminamos aquí, tengo un lugar donde estar —escupió
todo lo más rápido que pudo, ya que solo un segundo más de esta
reunión era demasiado para él.
Cuando formaba parte de mi familia, estaba acostumbrada al
lujo. Éramos una familia adinerada, así que siempre tuve todo lo que
necesitaba. Tal vez si me hubiera quedado, ese seguiría siendo el
caso, y tendría mucho más dinero para ofrecerle.
Desafortunadamente, todo lo que tenía era la escritura de mi casa,
algunas joyas que mi padre me había comprado y mi auto.
—Hay un millón de euros para ti si puedes ayudarme. —Para
mí, eso era una fortuna.
Pero basado en la frialdad de su rostro, eso fue solo unos pocos
centavos.
—Dije que no hay nada que puedas ofrecerme. Lo dije en serio.
—Metió sus manos en los bolsillos delanteros, y ahí fue cuando noté
el anillo negro tatuado en su dedo anular.
—No quiero matar a este tipo. Solo necesito llevarlo del punto A
al punto B. —Ahora que había observado a Cato con mis propios ojos,
me di cuenta de lo difícil que sería esta misión. Era imposible acceder
a él porque nunca estaba solo, y si estaba solo, probablemente
tendría una lengua de alguna mujer en su garganta. Esto estaba
completamente fuera de mi liga—. Es una misión simple.
—¿Entonces por qué me necesitas? Este no es realmente mi
fuerte... —continuó pareciendo aburrido.
—Mira, estoy mezclada con una mierda seria, y necesito ayuda.
Bones todavía lucía irritado, como si cada minuto que perdió
fuera valioso.
—Tengo un tipo que puede ayudarte. Pero un millón de euros
no va a hacerle nada.
—Entonces, ¿cuánto? —Tal vez podría conseguir un poco más
de dinero de alguna manera.
—Depende del objetivo. ¿Quién es?
Miré a nuestro alrededor para asegurarme de que estábamos
solos.
—Cato Marino.
El reconocimiento inmediatamente brilló en su mirada.
—Nadie va a recibir el golpe por menos de cien millones.
Mis ojos se abrieron de golpe.
—No puedes hablar en serio.
—Es un objetivo de alto perfil. Ni siquiera estoy seguro de que
se pueda lograr. Cien millones es una suposición conservadora.
—No tengo esa cantidad de dinero...
—Entonces no tienes a Cato. —Dio un paso atrás como si fuera
a abandonar la escena—. Tengo esposa e hijos en casa. No debería
haber venido en primer lugar.
—Espera por favor.
Se detuvo y quemó su mirada helada en la mía.
—Acabo de decirte que no puedo ayudarte. Estás sola, mujer.
—¿Podrías al menos darme un consejo? —intenté no rogar, pero
mi voz se alzó lentamente. Si nadie me ayudaba, mis probabilidades
de completar esta misión eran aún más improbables. Matar a Cato
sería una tarea mucho más fácil que entregárselo a Micah. Al menos
entonces podría esconderme en lo alto de un techo y apuntar mi
arma.
—¿Cómo capturarías a Cato y lo manejarías?
—Cato Marino es un hombre poderoso. Él tiene seguridad sobre
él en todo momento.
—Es por eso por lo que estoy pidiendo consejo. —Tal vez no
lucía inteligente en este momento, pero estaba perdiendo mi enfoque.
Él entornó sus ojos.
—No tienes una oportunidad. Si no tienes hombres ni dinero,
capturar a alguien como él no es posible. Solo tienes una opción, e
incluso entonces, probablemente no funcione.
—¿Qué? —pregunté, cruzando los brazos sobre mi pecho.
Me miró fijamente por unos segundos, con los ojos fijos y
abiertos. Ni siquiera parpadeó, añadido a su aura de hostilidad
constante.
—Acuéstate con él. Ten sexo duro.

Había una cafetería al otro lado de la calle de uno de los bancos


de Cato, y lo habían visto tomar su taza de café de la tarde allí de vez
en cuando. Había estado vestido con su traje y corbata, y parecía
como si hubiera pasado toda la mañana hablando de dinero hasta
que su cerebro estuvo frito.
Me senté en una de las mesas afuera con un café con leche y
un libro, con la esperanza de que se detuviera en algún momento de
la semana. Pasaron unos días y no hizo acto de presencia, y yo casi
había terminado con mi libro y pronto tendría que reemplazarlo.
Afortunadamente, la galería había estado lenta por las últimas dos
semanas, por lo que mi jefe no me necesitaba con tanta frecuencia
como de costumbre.
Podría seguir acechando a mi objetivo.
Finalmente, Cato Marino apareció. Eran las dos de la tarde
cuando cruzó la calle y entró en la panadería.
Podía verlo a través de las ventanas. Vestía un traje gris y una
corbata negra. Sus pantalones abrazaban su duro trasero como roca,
y se mantuvo en una postura perfecta. Se puso en fila y esperó a
ordenar mientras casualmente miraba a su lujoso reloj. Luego, frotó
sus dedos sobre la barba oscura que comenzó a aparecer a lo largo
de su cincelado mentón.
Me pregunté si se habría ido a casa con las tres mujeres del bar.
No estaría sorprendida.
Se movió al frente de la línea y pidió su orden. Dejó caer cien
euros en la jarra de propinas cuando nadie estaba mirando y luego
se apartó para esperar a que se preparara su café.
Así que el hombre era generoso.
No sabía lo que lograrían estas sesiones de acecho. No parecía
que estuviera obteniendo ningún conocimiento útil en el proceso.
Hasta ahora, todo lo que había descubierto era que se acostaba con
mujeres constantemente y se veía muy bien con un traje. También
era generoso con las propinas. Pero ninguna de esas cosas me
ayudaría a ponerlo en manos de Micah.
Y a pesar de lo bueno que estaba, no iba a acostarme con él.
Tendría que encontrar otra manera.
El barista le entregó su café, y él tomó un sorbo antes de salir y
cruzar la calle. No me miró una vez porque no me notó en el centro
de las mesas llenas. Eso funcionó a mi favor, porque si él se fijara en
mí, ya no podría seguirlo.
Lo observé mientras abría la puerta y entraba al banco, más de
un metro ochenta de músculo y pura masculinidad. El traje le
quedaba muy bien, claramente diseñado solo para él, y se movía
como un Dios en lugar de un humano. La puerta se cerró detrás de
él, y desapareció de mi vista. ¿Cómo iba a hacer esto?
Me dirigí a Barsetti Vineyards y dejé mi auto en el
estacionamiento de grava. El sol estaba alto en el cielo, y en medio
de la Toscana había vistas icónicas de la tierra que la hizo tan
famosa. El olor de los olivos estaba en el aire, junto con el suculento
aroma de las uvas en el viñedo.
Entré en la propiedad y luego me dirigí hacia el edificio
principal. Un amigo de mi padre se hizo cargo de la viña, y por lo que
podía recordar, no era solo un enólogo. Sus manos estaban tan
sucias como las de mi padre.
Me registré con su asistente antes de entrar.
La última vez que vi a Crow Barsetti, yo solo era una niña. Sus
rasgos no eran fáciles de recordar porque era demasiado joven, pero
sí recordaba sus ojos. Eran únicos con su color verde y avellana.
Ahora habían pasado décadas, y él era un hombre diferente al que
había conocido todos esos años atrás, pero sus ojos seguían siendo
los mismos.
Se levantó de detrás de su escritorio y se unió a mí cerca de la
puerta, me examinó como si estuviera tratando de ubicarme en su
mente.
—Siena Russo... ¿eres la hija de Stefan?
Tenía buena memoria.
—Me alegra que te acuerdes de mí.
—Vagamente —dijo simplemente—. ¿Cómo puedo ayudarte,
Siena? ¿Tu padre está bien?
—Eh... no realmente. —Crucé los brazos sobre mi pecho y
esperé que este hombre arriesgara todo para ayudarme. No tenía
sentido por qué lo haría, pero tenía que intentarlo. Tal vez se
compadecería de mí.
—¿Qué es? —Alto y fuerte, era un hombre que había envejecido
bien. Pasar sus días trabajando en una bodega obviamente lo había
mantenido en forma. Había fotos dispersas en su escritorio,
probablemente imágenes de su familia.
—Mi padre ha sido capturado por Micah y sus hombres. Mi
hermano está desaparecido y no estoy segura de lo que está pasando
con el negocio.
Suspiró en voz baja.
—Lamento oír eso, Siena. —Parecía sincero.
—Micah hizo un trato conmigo. Si le traigo a un hombre que él
quiere, dejará ir a mi padre. Si no lo hago... él me matará a mí y a mi
padre. —Dejé fuera la parte de la violación. Ese era un tema que
nadie quería discutir.
—¿Quién es el hombre?
—Cato Marino.
Crow suspiró mientras se frotaba la nuca.
—Entonces él te da una misión que no tienes oportunidad de
completar...
—Parece que sí.
—Lo siento, Siena. Le advertí a tu padre que debía alejarse del
negocio. Una vida criminal solo durará tanto como se acabe la suerte.
Paré mi negocio de armas cuando me casé con mi esposa. Ambos.
Quería una vida sencilla.
—Bien por ti. Desearía que mi padre hubiera hecho lo mismo.
Tal vez mi madre todavía estaría viva ahora mismo si lo hubiera
hecho.
Me lanzó una mirada llena de lástima.
—Sé que vas a pedir mi ayuda. Pero antes de que lo hagas, tengo
que hablarte de mi familia. Mi hermano y yo llevamos treinta años
administrando esta bodega. Ahora estoy preparando a mi yerno para
que se encargue de ello. Tengo dos nietos. Reid tiene dos años y Crow
Jr. uno.
Sonreí.
—Fue nombrado después de ti.
—Sí. —Su felicidad no reflejaba la mía—. He librado muchas
guerras a lo largo de mi vida. No puedo seguir haciéndolo. Lo siento
mucho, Siena. En verdad. Pero no puedo poner en peligro a mi
familia, no cuando finalmente tenemos la paz para la cual hemos
trabajado duro.
¿Cómo podría discutir con un hombre que solo quería proteger
a su familia? Había tomado la decisión correcta cuando mi padre no
lo hizo. Se había alejado de sus negocios y vinculado con criminales
para proteger a su familia. No era codicioso y egoísta como mi padre.
Había hecho la llamada correcta.
—Entiendo. —Crow Barsetti merecía la paz por la que había
luchado, y nunca le quitaría eso—. Tienes razón.
Él inclinó su cabeza ligeramente, sus ojos estaban llenos de
lástima.
—¿Quieres mi opinión?
—Por favor. —Levanté mis ojos para encontrarlo.
—Corre. —Mi corazón comenzó a palpitar—. Tu padre no
querría que arriesgaras tu vida por la suya. Él no querría que intentes
esta misión y te maten. Y si fallas, Micah te cazará. Toma el dinero
que te queda y corre.
Fue un buen consejo, el mismo consejo que le daría a cualquier
otra persona.
—Stefan tuvo la oportunidad de elegir una vida pacífica. Él no
la tomó. No deberías ser castigada por eso, Siena.
Tenía toda la razón.
—No debería ser castigada por la estupidez de mi padre. Estoy
de acuerdo contigo. Pero mi lealtad no me permitirá rendirme. Su
sangre es mi sangre. Sé que, si cambiáramos de lugar, él no se
rendiría.
—Eso es diferente. Él es tu padre. Esa es su carga, no la tuya.
Y como padre y abuelo, puedo prometerte que querría que huyeras.
Él querría que lo dejaras morir. Si mi hija estuviera en esa posición...
me gustaría que corriera tan fuerte como pudiera. Mi memoria viviría
con ella de todos modos.
Fue algo dulce de decir, especialmente porque era tan sincero.
—Todavía no puedo hacerlo. —No podía dejar que mi padre se
pudriera en esa prisión siendo torturado hasta la muerte—. Nunca
sería feliz de todas formas. Siempre me preguntaría si lo habrían
matado. Y de ser así, la culpa me perseguiría para siempre. Él no
merece mi lealtad... pero la tiene de todos modos.

Una vez que terminé de trabajar en la galería, caminé algunas


cuadras hasta que llegué al café que a Cato le gustaba frecuentar.
Esta vez, no me detuve con la esperanza de verlo. Después del largo
día que había tenido, quería un café helado y un muffin para
romperlo con la punta de los dedos.
La mayoría de la gente odiaba los veranos brutales aquí en
Florencia, pero no me importaba en absoluto. Crecí en este calor
traicionero, y no podía imaginar mi vida sin esa experiencia. Así que
tomé mi café y muffin, y me senté afuera. Tenía un cliente que me
había reclutado para decorar su casa de verano en la Toscana, y
ahora estaba estudiando imágenes de su sala de estar y comedor
para determinar el tamaño y el color de los marcos así como las
ilustraciones que complementan a cada una. Ese era mi trabajo:
encontrar ilustraciones para personas ricas. A veces la gente solo
quería cosas baratas para cubrir las paredes, pero en ocasiones, mis
clientes tenían un gusto más refinado y preferían obras maestras de
artistas locales. Esas siempre tardaban más en ubicarse, pero desde
que cobraba bien la hora, eso trabajó a mi favor.
La silla frente a mí se movió, y luego un cuerpo pesado llenó su
vacante.
Cuando mis ojos se movieron hacia arriba, aterrizaron en el
hombre que había estado cazando. Con unos ojos azules que
coincidían con el cielo de verano y una mandíbula dura que parecía
haber sido tallada con un cuchillo, el hermoso hombre que había
estado observando desde lejos se sentó frente a mí.
No me saludó con esa hermosa sonrisa con la que le había visto
dirigirse a sus mujeres. En cambio, sus ojos eran hostiles y sus labios
estaban ligeramente presionados por la diversión. No llevaba traje y
corbata como solía hacer cuando frecuentaba este lugar. Hoy, estaba
vestido con pantalones vaqueros y una camiseta verde oliva, con una
V en la parte delantera, por lo que los músculos de su pecho eran
inconfundibles. A esta distancia cercana, podía ver claramente la piel
tensa de su cuello, la tensión obvia de los músculos de su cuerpo.
Sus gafas de sol colgaban de la camiseta, y apoyó sus antebrazos en
los reposabrazos de la silla. Estaban flanqueadas por las mismas
venas que combinaban con su cuello, y él era el hombre más fuerte
y en forma que había visto. Parecía que solo hacía ejercicios y comía
proteínas. No es de extrañar que pudiera conseguir que tres mujeres
diferentes en fila se besaran con él sin siquiera hacer una
presentación.
Me había tomado por sorpresa y lo sabía a juzgar por la
insinuación de arrogancia en sus ojos, pero me negué a reconocerlo.
Mi mesa estaba llena de imágenes de una sala de estar y estaba
buscando obras de arte en línea, así que estaba claro que en realidad
estaba trabajando en algo. Nunca permití que el miedo entrara en mi
expresión, así que permanecí tan tranquila como siempre.
—Hola. —Esa fue la única respuesta que le daría. Decir la
menor cantidad posible fue lo más inteligente que se pudo hacer en
esta situación. Tal vez se había dado cuenta de que lo había estado
siguiendo. O tal vez estaba intentando conquistarme. No había una
manera real de saberlo hasta que manifestó sus intenciones.
—Mis acosadores no suelen ser mujeres jóvenes y hermosas.
Esta es una agradable sorpresa. —Se sentó hacia adelante y movió
sus antebrazos a la parte superior de la mesa. Sus manos
descansaban en mi papeleo, pero no miró hacia abajo para examinar
mi proyecto. Sus ojos estaban pegados a mí y enfocados, como si no
hubiera nada más importante en el mundo que mirarme. No
parpadeó cuando me recibió, y parecía que estaba sentado frente a
él en una reunión de negocios. No podría irme hasta que le diera lo
que quería.
Mantuve mis ojos en él mientras cerraba mi portátil.
—Gracias. Pero no soy una acosadora.
Sus ojos se entornaron ligeramente mientras me examinaba.
—No me insultes. No hay nada que ocurra a mi alrededor que
no note. —Su voz complementaba perfectamente con su apariencia.
Era profunda y aguda, como el filo de un cuchillo.
A pesar de que su suposición era totalmente precisa, no me
gustaba su arrogancia. Era el playboy engreído que asumí que era.
Todo el mundo giraba a su alrededor, y solo para él. Tal vez solo
estaba celosa de que pudiera tener sexo caliente todas las noches de
su vida cuando yo no había entrado en acción en más de un mes. O
tal vez odiaba a los hombres que pensaban que eran mejores que los
demás. Solía ser rica alguna vez. Sabía lo que pensaban los ricos,
que estaban por encima de todos.
—Tal vez si no fueras tan arrogante, te darías cuenta de que es
solo una coincidencia. No todos quieren tus pelotas.
La comisura de su boca tembló ligeramente, como si quisiera
sonreír, pero se detuvo de hacerlo.
—Si no quieres mis pelotas, ¿por qué me sigues? —En el corto
tiempo que estuvo sentado conmigo, llamó la atención de las otras
mesas. Las mujeres se giraron para mirarlo conscientes de que el
soltero más sexy de Italia había descubierto a una mujer al azar que
le gustaba.
Qué suposición equivocada era eso.
—Coincidencia.
—¿De verdad? —Inclinó su cabeza ligeramente, sus ojos azules
me penetraban agresivamente. Sus hombros se veían anchos en el
algodón de su camisa, y las venas de sus antebrazos se movían hasta
el fondo de sus bíceps—. Si no quieres mis pelotas y esto realmente
es una coincidencia, entonces nunca debería verte de nuevo. —Se
puso de pie y empujó la silla hacia atrás al mismo tiempo. Se alejó,
me dio la espalda y caminó por la acera. Su culo se veía cómodo en
sus jeans, y todas las mujeres en mi vecindad notaron exactamente
lo mismo.
No había duda de la sutil amenaza en su tono. Me dejó libre
porque su formidable poder era suficiente para ahuyentar a
cualquiera. A menos que actuara como si quisiera tener sexo con él,
no quería tener nada que ver conmigo. Si tuviera un motivo oculto,
debería mantenerme alejada de él.
Pero había un problema con eso.
No podía mantenerme alejada, no si quería que mi padre viviera.
4
Traducido por Jessibel
Corregido por Florpincha

Siena
Me desagrada Cato ante mis observaciones, pero después de
nuestra breve conversación, me agradó aún menos. Era exactamente
lo que supuse que sería: un arrogante hijo de puta. No había
necesidad de sentirme culpable por mis intenciones de entregarlo a
Micah, no cuando él era tan imbécil.
Tan engreído, Jesucristo.
Quería terminar con todo esto porque no quería tratar con él,
pero cuando recordé que la vida de mi padre dependía de mí, me di
cuenta de que renunciar no era una opción. Además, tampoco quería
que Damien me violara. Esta era la mejor manera de salir de este lío,
por mi padre y por mí.
Parecía que dormir con Cato era mi única opción.
No quería hacerlo, a pesar de lo caliente que es. Era un idiota
arrogante, y eso no era sexi para mí. Me gustaba un hombre sexi
tanto como a toda mujer, aunque también necesitaba otras
cualidades, como la humildad.
Pero no me dieron el lujo de elegir en el asunto.

Regresé a su club favorito algunas noches más tarde, esta vez


con la intención de ser notada. No hubo más observaciones que
pudiera hacer en estas condiciones. No había podido descubrir nueva
información, aparte del hecho de que él era el hombre más arrogante
del planeta.
Pero no sabía cómo usar eso para mi ventaja.
Usé uno de mis vestidos de cóctel más viejos que había
guardado en mi armario. Lo llevé a una cena especial que mi padre
había organizado y había quinientas personas allí para celebrar su
nuevo diseño de cigarro. El vestido era negro y sin espalda,
abrazando mi cuerpo justo encima de mi trasero. El frente superior
era ceñido, sin mangas y amoldaba la forma de mis tetas y mi
estómago plano. Era corto, incluso más corto en los tacones altísimos
que llevaba. Hasta este punto, nunca me había vestido para
impresionar, pero ahora tenía que intensificar mi juego. Los
diamantes estaban en mis oídos, y mi cabello estaba atrapado en un
elegante moño para que mi espalda desnuda fuera más notable.
Esperaba que Cato mordiera el anzuelo.
Asumí que me notaría si estaba impresionado o no,
simplemente porque lo había visto en esa panadería hacía solo unos
días.
No podía creer que estaba haciendo esto.
Me pondría de espaldas para lograr mis objetivos.
Si solo hubiera otra manera.
Una hora después, Cato y otro hombre entraron. Ambos,
vestidos con vaqueros y camisetas, ignoraron el código de vestimenta
de la camisa con cuello y se dirigieron a los sofás de cuero en su área
favorita. El hombre que acompañaba a Cato no había estado la
última vez, pero sus llamativos ojos azules y su constitución sólida
me dijeron que estaban relacionados. Probablemente son hermanos.
La camarera los atendió al instante, y luego llegaron sus
admiradoras. Todas hermosas y altas, llenaron los espacios vacíos en
el sofá y frotaron sus palmas contra sus muslos. Al igual que la
última vez, compartieron besos.
Su hermano estaba recibiendo el mismo nivel de acción.
Puse los ojos en blanco con tanta fuerza que en realidad me
dolió un poco la cabeza.
—Cerdos.
Quince minutos más tarde, la atención de Cato sobre sus
admiradoras comenzó a disminuir. Sus ojos escudriñaron el bar,
como si no estuviera del todo contento con su captura del día y
estuviera buscando otra cosa. Solo le tomó unos segundos para que
sus ojos se posaran en mí.
Luego nos miramos el uno al otro, por lo que pareció una
eternidad.
Él no mostró un indicio de sorpresa. No parecía enojado. En
cambio, solo parecía intenso, sus ojos sin parpadear se enfocaron en
mí como un objetivo. Sus brazos rodeaban a las dos mujeres que aún
le prodigaban afecto, pero sus ojos estaban reservados para mí.
Primero aparté la vista, no admitiendo la derrota, sino la
indiferencia. Levanté mi vaso de whisky y sorbí. No había forma en
el infierno de que caminara por allí y comenzara una conversación
con esas mujeres que arañaban sus muslos. Mi única opción era
conseguirlo a solas, y eso significaba que tenía que unirse a mí.
Dejé mi vaso y continué mirando hacia otro lado, esperando que
Cato mordiera el anzuelo.
Mi brillante plan fue saboteado cuando un hombre guapo vino
a mi mesa con un whisky en la mano.
—Parece que se te está acabando.
¿En serio? ¿Este tipo tuvo que hacer su movimiento ahora?
Surgió una sonrisa, y mantuve mi fachada tranquila, fingiendo que
este tipo no solo había arruinado una oportunidad por la que había
trabajado tan duro.
—Gracias. Eso fue amable...
—Vete. —Cato apareció en la mesa, elevándose sobre mi
invitado con unos centímetros de altura adicionales. Su profunda voz
era tan aguda, como siempre, que pareció cortar al pobre hombre
como una navaja de afeitar. Lo amenazó con su mirada y tamaño,
intimidándolo como un perro asustado.
El chico no luchó. Desapareció entre la multitud, y tomó el
whisky con él.
—Ahí va mi bebida gratis. —Mis piernas estaban cruzadas
debajo de la mesa, y apoyé mis brazos en la superficie. Mis hombros
estaban hacia atrás y mi postura estaba en equilibrio, al mando de
la situación con mi silenciosa confianza.
En lugar de sentarse frente a mí, se sentó a mi lado, su muslo
tocó el mío y su brazo presionó contra mi hombro. Con sus ojos fijos
en mí, levantó su mano sutilmente e hizo una seña a alguien que nos
estaba observando.
La camarera apareció al instante.
—Dos escoceses —dijo, todavía mirándome—. Un cubo de hielo.
Ella se alejó sin decir una palabra.
Fue incluso más intenso que la última vez que lo vi. Volví mi
mirada para encontrarme con la suya, mostrando la misma audacia
que él poseía en sus propios ojos. Por lo que yo sabía, este hombre
era rico, pero era honesto. No era un criminal que vendía drogas o
armas. Se ganaba la vida honestamente, por lo que no podía ser
demasiado peligroso.
La camarera estaba de vuelta en un instante, junto con los dos
vasos.
Agarré el mío y tomé un trago.
—Gracias.
Continuó con su mirada implacable.
—Has reclamado mi atención con éxito. Ahora, ¿qué vas a hacer
con eso? —Sus ojos se apartaron de los míos, recorriendo mi vestido
hasta que vio mis muslos desnudos debajo de la mesa.
—No estaba tratando de llamar tu atención. —Tomé otro trago,
el alcohol calmó mis nervios.
—¿De verdad? —Sus ojos azules estaban fríos como el ártico—.
¿En un vestido así?
—¿Qué pasa con mi vestido? —contesté, tomando la bebida en
mi mano.
Deslizó su mano sobre el respaldo de la silla, su brazo
musculoso derecho presionó contra los omóplatos. Su piel estaba
ardiendo, el frío cuero fue un agradable alivio. Inclinó su cara más
cerca de mí, nuestros cuerpos estaban tan juntos que no parecía que
fuéramos extraños.
—Todavía lo llevas puesto.
Me estremecí cuando las suaves palabras salieron de su lengua.
Lo dijo con tanta confianza, de una manera que ningún otro hombre
podría lograr. Había estado con hombres buenos, pero nunca había
estado con uno que poseyera tal masculinidad cruda. Cato era
definitivamente una raza de hombre diferente. Su arrogancia podría
ser atractiva, de vez en cuando.
Tomé otro trago solo para enmascarar el calor que me inundó
la cara.
—No soy el tipo de mujer que se monta en tus caderas y se
besuquea en un bar.
La parte de atrás de sus dedos se movieron hacia mi mejilla, y
él la rozó suavemente hacia mi línea del cabello. Su piel era cálida,
innatamente atractiva.
—¿Pero eres el tipo de mujer que acecha a un hombre durante
dos semanas?
Me volví hacia él, la ferocidad entró en mi mirada.
Una sonrisa lenta se formó en sus labios, la mirada tan hermosa
y tan arrogante era innegablemente sexy.
—¿Alguna vez alguien te ha dicho lo hermosa que te ves cuando
estás enojada?
Damien vino a mi mente.
—Actualmente, si.
Su sonrisa se ensanchó aún más.
—Me he metido debajo de tu piel, ¿no?
—Creo que eres un poco arrogante.
—Si crees que soy malo, deberías conocer a mi hermano.
—Eres más que suficiente.
Su sonrisa continuó, pero su mirada se agudizó.
—Tienes una boca muy floja.
—Gracias.
—Me pregunto qué más puede hacer tu boca. —Su sonrisa se
desvaneció, pero la intensidad permaneció en sus ojos. Hizo sus
movimientos uno tras otro, seduciéndome sin siquiera intentarlo. Tal
vez él era un excelente empresario, pero hacer caer las bragas era su
siguiente mejor habilidad.
—Nunca lo sabrás. —Terminé mi vaso y luego tomé un trago del
suyo.
Observó mis movimientos sin protestar cuando me serví su
bebida. Cuando el vaso estuvo de vuelta en la mesa, él movió sus
dedos bajo mi barbilla y lentamente forzó mi mirada hacia la suya.
Fácilmente podría haber luchado, pero ni siquiera lo intenté.
—Sí lo haré. —Él movió su mano en mi cabello mientras me
acercó para besarme. Acunó mi cabeza contra su palma y luego me
besó suavemente en los labios, dándome un tierno abrazo que no se
parecía en nada a lo que le dio a las otras mujeres. Esto era
determinado, suave y tan lento que hizo temblar mis piernas.
Acabo de verlo besar a esas otras mujeres hace unos minutos,
y en lugar de disgustarme por ser la tercera en la fila, todo lo que
podía pensar era en lo bien que sabía su boca. Su colonia era
puramente masculina, y cuando sentí sus músculos duros rozarme,
quise hundir mis uñas en su piel. Mis muslos se apretaron, y respiré
en su boca cuando mi mano agarró su muslo debajo de la mesa. Él
era una roca sólida bajo mis dedos, músculo puro estirando la
mezclilla. Mi boca coincidía naturalmente con su cadencia,
moviéndose más allá de la suya y recibiendo su lengua con vigor.
Chupé su labio inferior antes de darle el mío. No había nada que me
gustara de este hombre además de su apariencia, y nunca pensé que
podría tener un beso tan increíble con un hombre que apenas podía
tolerar. Nunca había experimentado una lujuria como esta, donde la
atracción física era más importante que cualquier otra cosa.
Su beso se detuvo paulatinamente. Su último abrazo fue
acompañado de una suave succión en mi labio inferior. Como si fuera
un entrenamiento intenso, me dio un buen momento para calmarme
antes de que lo terminara por completo. Alejó su rostro mientras sus
ojos seguían pegados a mis labios.
—Vámonos. —Tomó mi mano y me guio fuera de la cabina.
No apreciaba que me dijeran qué hacer. No aprecié la
suposición de que me acostaría con él solo porque me besó. Pero mis
ojos permanecieron en el premio, y me centré en por qué estaba allí
en primer lugar. Para salvar a mi padre.

Caminamos hacia el edificio y tomamos el ascensor hasta el


último piso. No había nadie en el vestíbulo y la acera estaba desierta,
así que asumí que era el propietario de todo el edificio. Un
multibillonario probablemente protegía su privacidad por encima de
todo, incluso si tenía que tirar millones en todo un edificio.
Las puertas se abrieron a una lujosa sala de estar y la música
clásica de fondo sonó.
Pero no tuve la oportunidad de mirar alrededor en busca de
pistas antes de que me tomara entre sus brazos para besarme. Su
mano agarró el lazo del cabello que lo mantenía en su lugar y luego
tiró de los pasadores restantes escondidos en mi cabello marrón. Su
boca siguió moviéndose con la mía, y era mucho más agresivo de lo
que había sido en el club. Agarró mis glúteos y luego me levantó antes
de llevarme por el pasillo.
Mis brazos rodearon su cuello, y continué besándolo, sintiendo
que mi excitación se filtraba en mis bragas. Había pasado más de un
mes desde que había tenido un hombre en mi cama, y el sexo no
había sido tan bueno. No había ninguna duda en mi mente de que
este hombre sabía cómo tener sexo, así que decidí disfrutarlo.
Exploré sus hombros y la espalda a través de la camisa de
algodón e imaginé cómo se vería en nada más que en su traje de
cumpleaños. Sería igual de hermoso, pero incluso mejor porque su
paquete probablemente era impresionante. Un hombre no podía ser
tan arrogante a menos que estuviera metiendo un gran miembro en
sus pantalones.
Me bajó a la cama y me besó durante unos segundos más antes
de levantarse y sacarse la camisa sobre la cabeza. Estaba tallado en
mármol, las líneas que separaban sus músculos eran tan profundas
que parecía una estatua. Sus pectorales eran duros y anchos, y su
estrecha cintura era un complejo despliegue de ríos y montañas de
músculos.
Ahora no era una sorpresa que pudiera tener sexo cuando
quisiera.
—Christina. —Se desabrochó los vaqueros y los dejó caer al
suelo, de modo que solo estaba en su bóxer.
No me centré en el perfil de su erección a través del material
porque me sorprendió lo que dijo.
—¿Christina?
Sus rodillas golpearon la cama, y luego se inclinó para besar a
una mujer a mi lado.
Una mujer que no había notado porque había estado demasiado
concentrada en él.
Él la besó con fuerza en la boca y luego le bajó las bragas por
las largas piernas.
Estaba demasiado sorprendida para moverme.
¿Este cretino me trajo aquí para un trío?
Después de que él terminó de besarla, se movió sobre mí y
agarró uno de mis tacones para quitármelo.
Tiré mi pie fuera de su alcance.
—¿Me estás tomando el pelo?
Se quedó quieto encima de mí, sus ojos se entornaron en mi
cara.
Ya había tenido que convencerme de que me acostara con él en
primer lugar, pero no había manera en el infierno de que pudiera
convencerme a mí misma para un trío. No haría nada para mejorar
mi agenda de todos modos. Yo era solo otro cuerpo en una cama para
cumplir sus fantasías. No había una conexión íntima que me
permitiera manipularlo. Me echaría a primera hora de la mañana, o
ni siquiera pasaría la noche. Él nunca me prestaría atención. Sería
otra muesca en su cinturón antes de pasar a la siguiente.
Probablemente ni siquiera recordaría esta noche en unas pocas
semanas.
Lo empujé con fuerza en el hombro, así que se giró sobre su
espalda.
—Eres un cerdo. El cerdo de mierda más grande que he
conocido. —Me puse de pie y salí de la habitación, furiosa porque mi
plan se iba a la mierda. Si no podía acostarme con él para salirme
con la mía, y no tenía otro truco en la manga, eso significaba que
estaba completamente sin ideas. Me moví a través de la sala de estar
y me dirigí al ascensor, sin esperar que él me detuviera.
Sus fuertes pasos sonaron detrás de mí, sus pies descalzos
golpearon la madera dura.
—¿Qué diablos fue eso?
Presioné el dedo en el botón antes de girarme.
—¿Me traes a tu casa para un trío? Llámame anticuada, pero al
menos debes preguntarle a una mujer antes de tirarla a la cama con
otra mujer.
—Me has estado siguiendo durante semanas. ¿Cuándo alguna
vez he estado con una sola mujer?
Lo vi besarse con varias, pero no sabía que se acostaba con
varias mujeres a la vez.
—Eres repugnante. —Me volví hacia el ascensor cuando las
puertas se abrieron.
Me agarró del brazo y me tiró hacia atrás.
Alejé rápidamente mi muñeca de su mano y luego le di una
palmada en la mano antes de que él pudiera agarrarme de nuevo.
—No me toques. —Entré en el ascensor.
Él me siguió y colocó su cuerpo entre las puertas para que no
pudiera ir a ninguna parte. Solo con su bóxer, me miró con ferocidad,
como si mi rabieta lo estuviera molestando.
—Sé lo que me gusta, y no me avergüenzo de ello. Todos los
hombres del mundo desean poder tener lo que yo tengo, pero no son
lo suficientemente hombres para hacer que suceda. Solo recuerda
que la próxima vez que te acuestes con alguien, él puede disfrutar
teniendo sexo contigo, pero sería mucho más feliz si hubiera dos de
ustedes.
Sacudí mi cabeza ligeramente, mi disgusto crecía cada segundo.
—Confía en mí, él no estaría pensando eso. Porque soy el tipo
de mujer que un hombre apenas puede manejar por sí mismo. Soy el
tipo de mujer que no comparte. Soy el tipo de mujer que mantiene su
atención hasta que finalmente termine con él. Si necesitas dos
mujeres en tu cama todas las noches, entonces obviamente no has
conocido a ninguna mujer que pueda defenderse. Esa podría haber
sido yo, pero ahora nunca lo sabrás.
5
Traducido por Jessibel
Corregido por Florpincha

Cato
Estaba acostado entre Christina y Stephanie. Las ventanas del
piso al techo mostraban las brillantes luces de Florencia. La iglesia
católica de la calle estaba iluminada cada noche, como una estrella
guía para todas las almas perdidas de esta ciudad, incluyéndome.
No detuve a esa mujer al salir de mi casa.
Nadie me habló de esa manera.
Pero una vez que la rabia había pasado y me había acostado
con dos hermosas mujeres en mi cama, reflexioné sobre todo lo que
había dicho.
Si necesitas dos mujeres en tu cama todas las noches, entonces
obviamente no has conocido a ninguna mujer que pueda defenderse.
Esa podría haber sido yo, pero ahora nunca lo sabrás.
Ella plantó con éxito una semilla de duda, un indicio de
arrepentimiento. Me pregunté si, de haber pasado la noche solo con
ella, el sexo hubiera sido tan maravilloso como lo había prometido.
Supongo que ya no importaba. Nunca la volvería a ver.
Ni siquiera sabía su nombre.
Era demasiado hermosa para ser una de esas estúpidas
mujeres obsesionadas que pensaron que podían cambiarme, que
pensaron que tenían algo especial que me haría sentar cabeza y
casarme con ellas.
Nunca me casaría.
Era demasiado rico para casarme.
Las mujeres querían estar en mi cama porque yo era buen
amante. Pero accedieron a hacer tríos con la esperanza de que
significaran algo para mí, de que las consideraría lo suficientemente
aventureras y emocionantes como para ser mi esposa.
No había una sola mujer que me hubiera rechazado, hasta
ahora.
Mi teléfono vibró en la mesita de noche con una llamada, así
que cuidadosamente me acerqué a Stephanie para contestar. Nadie
me llamaba a esta hora a menos que fuera una emergencia.
Y es mejor que sea una emergencia.
Vi el nombre en la pantalla. Madre.
Salté de la cama y entré a la sala para contestar.
—Madre, ¿qué pasa? —Estaba en mi sala de estar con la mano
en la cadera, completamente desnudo. Poco a poco, me paseé,
temiendo lo peor—. ¿Estás bien?
—Siento mucho molestarte ahora, Cato. —Suspiró en el
teléfono, pero su tono no insinuaba ninguna angustia. Mi madre
siempre había sido así, inquietantemente tranquila incluso en las
situaciones más peligrosas. Me hacía imposible leerla.
—Nunca me molestas. Ahora dime. —Me paré frente a la
ventana y miré a través de la ciudad, conteniendo el aliento mientras
esperaba una respuesta.
Ella suspiró antes de responder.
—Él está aquí... y no puedo hacer que se vaya.
Sabía exactamente quién era él.
—¿Por qué diablos lo dejaste entrar?
—Dijo que quería hablar.
—Tuvo mucho tiempo para hablar contigo hace veinticinco
años. —Con la mandíbula apretada y los bíceps flexionados, comencé
a caminar nuevamente por la sala de estar—. Esa fue su
oportunidad, él la arruinó.
Tranquila como siempre, ella no se inmutó ante mi ira.
—¿Vienes, Cato?
Ella nunca tuvo que hacer esa pregunta.
—Sabes que sí.

—Ella se levantará de mi polla cuando le diga que se vaya —le


dice a la directora.
Mi boca se abre, y agrando mis ojos. ¿Qué mierda?
La expresión de Burrowes se vuelve furiosa, y escucho varias
risas y bufidos alrededor de la mesa detrás de mí.
—¿Perdón? —exclama.
Pero Masen solo se apoya en mi oído. —Te veré más tarde.
Y luego se levanta, dejando que me deslice cuidadosamente de
su regazo y me ponga de pie.
No le da a nadie una segunda mirada y sale del comedor con los
tacones de Burrowes pisándole los talones.
De alguna manera, sin embargo, dudo que ella sea capaz de
detenerlo.
Como esto era personal, yo mismo conduje. Llevé a mi Bugatti
al oeste hacia el campo mientras mi equipo me seguía. Me
acompañaban a todas partes que iba. En este caso, no los necesitaba
en absoluto, pero si alguien me quería muerto, esta era una
oportunidad perfecta para atraparme solo.
No tomé riesgos.
Llamé a mi hermano en el camino ya que este era su problema
tanto como el mío.
—Bates.
Parecía completamente despierto a pesar de la hora.
—Esto debería ser bueno...
—Madre me acaba de llamar. Ese pedazo de mierda está en su
casa en este momento.
Bates sabía exactamente de quién estaba hablando sin
preguntar.
—¿Qué demonios está haciendo allí a las dos de la mañana?
—Tampoco me gusta. —Conduje con una mano en el volante y
vi los faros de la brigada de hombres detrás de mí—. Estoy a cinco
minutos de distancia. Puedes unirte si quieres, pero tengo esto bajo
control.
—Para cuando lo haga, ya estará muerto.
—Sí, probablemente tienes razón. —Pensé en mi pistola
establecida en la guantera. Estaba completamente cargada y lista
para funcionar, pero no todos los hombres merecían la misericordia
de una bala. En este caso, disparar una bala era demasiado bueno
para él.
—Déjame saber lo que pasa.
—Bien.
Colgó.
Me detuve en la casa, era una residencia toscana de dos pisos
rodeada de viñedos. En la oscuridad, la belleza era difícil de apreciar.
Tenía varios acres de tierra, una fuente en el centro de un camino
circular y una hermosa casa que había comprado para ella. Ella
prefería la campiña italiana a la ciudad para poder mantener su
jardín y disfrutar del sonido de los pájaros por la mañana. Siempre
me preocupó que estuviera demasiado lejos, especialmente en
momentos como este.
Un auto negro destartalado estaba en la rotonda, y estacioné mi
Bugatti justo detrás de él.
Enojado, asalté la puerta principal y la abrí.
—¿Dónde diablos está él? —Si me vestía con jeans y una
camiseta o un traje completo, era igualmente formidable. Si alguien
se cruzara con un miembro de mi familia, no viviría lo suficiente para
cruzar el camino de alguien más. Pasé por la entrada y la escalera
hacia la sala de estar que daba al patio trasero.
Al segundo que me miró, se estremeció.
Como un marica.
Se volvió hacia mí y levantó ambas manos.
—Solo estábamos hablando...
Le di un puñetazo tan fuerte en la cara que estuvo en el suelo
al instante. Y no se levantó de nuevo.
Mi madre se tapó la boca con la mano y se quedó sin aliento.
—Cato, podrías matarlo.
Observé su cuerpo inmóvil en el suelo.
—Eso es lo que estoy buscando.
Después de unos segundos de inmovilidad, se levantó
lentamente con los brazos y se puso de pie. La sangre brotó de su
nariz, y su piel ya estaba palideciendo. Con mi estatura y una
constitución similar, no era un hombre débil, pero yo definitivamente
era más fuerte.
—Cato...
—Acércate a mi madre de nuevo, y te mataré la próxima vez. —
Nunca hice amenazas que no quise decir, y definitivamente quise
decir esta—. Nadie vendrá a buscarte. Nadie presentará un informe
policial. Soy dueño de todo lo que hay en este país, y puedo hacerte
desaparecer sin dejar rastro. No me llames fanfarrón, imbécil. —Di
un paso hacia él, tentado de dejarle un ojo morado para
complementar esa nariz rota.
El imbécil era lo suficientemente estúpido como para volver a
hablar.
—Solo quiero...
—Le diste la espalda a mi madre y la dejaste sola criando a dos
hijos. Ella no tenía trabajo ni dinero, y tú, maldita sea, te fuiste. Eres
la definición de un cobarde. Ahora apareces en el umbral de su
puerta pidiendo dádiva. Eres patético. —Me acerqué aún más a él—.
Soy el hombre que la cuida ahora. Soy un hombre más grande de lo
que nunca serás, porque mi madre supo cómo criar a un hombre. No
te necesitábamos entonces, y no te necesitamos ahora. Vete a la
mierda.
Él sostuvo mi mirada mientras respiraba fuerte, la sangre
goteaba por sus labios. Su estructura facial era similar a la mía, y
estaba claro de quién había heredado muchos de mis rasgos. Pero él
no poseía agallas, tampoco honor.
—No estoy buscando dádiva...
—Mentira. Soy un hombre de treinta años. Ya no necesito un
padre. Llegas veinte años demasiado tarde. Mi madre no necesita un
hombre sin pelotas. No nos sirve a ninguno de nosotros. Dejaste de
ser parte de esta familia cuando nos diste la espalda. Esa puerta ha
sido cerrada y bloqueada. No hay vuelta atrás. —Señalé hacia la
puerta principal—. Ahora vete a la mierda.
Él sostuvo mi mirada un momento más antes de que finalmente
se dirigiera hacia la puerta. Se limpió la nariz con la manga de su
camisa con cuello, luego cruzó el umbral y desapareció. Algunos de
mis hombres lo escoltaban fuera del lugar y lo siguieron para ver a
dónde iba.
Me volví hacia mi madre.
—¿Estás bien?
Una bata de seda estaba atada a su cuerpo, y a pesar de la hora,
su cabello todavía tenía un estilo elegante. Le correspondía una vida
de lujo, y mantenía su apariencia elegante constantemente. Se acercó
a mí, la fatiga se mostró en las bolsas bajo sus ojos.
—Estoy bien, Cato. Gracias por venir.
—Debería haber seguridad vigilando el perímetro. —Se lo había
ofrecido a ella antes, pero nunca lo tomó. Tenía hombres vigilándome
todo el tiempo porque tenía muchos enemigos, conocidos y
desconocidos. Cualquier hombre que tuviera mi riqueza siempre era
un objetivo.
—No quiero vivir de esa manera —dijo con desdén.
—Y no quiero preocuparme por ti.
—Entonces no lo hagas. —Ella miró hacia mí, sus ojos azules
son idénticos a los míos—. Dice que se arrepiente de haberse ido...
—Porque somos ricos, madre. —A veces mi madre era inocente,
a pesar de la forma en que había sido traicionada. Quería ver lo
bueno en las personas, incluso cuando no había nada allí—. Por
supuesto, lo lamenta. Sus dos hijos han fundado la compañía
bancaria más lucrativa del mundo.
—Probablemente tienes razón... pero parece sincero.
—Parecerá sincero hasta que reciba un cheque. —Tuve la
tentación de pagarle. Darle un cheque de un millón de dólares solo
para que nos dejara en paz. Eso eran solo unos centavos para mí, y
nunca más nos molestaría. Pero tenía demasiado orgullo para darle
algo, no después de que lastimó a mi madre. No podía importarme
menos, no hubo una figura paterna en mi vida cuando estaba
creciendo. Mi madre era más que suficiente. Pero mi lealtad a ella
alimentó mi rabia.
—Tal vez. —Ella metió un mechón de cabello suelto detrás de la
oreja—. Deberías irte, hijo. Sé que tienes trabajo por la mañana.
—De acuerdo. Buenas noches.
Ella me acompañó a la puerta.
—Realmente aprecio que me cuides, Cato. No todos los hijos
serían tan generosos.
Volví mi mirada hacia ella antes de salir por la puerta,
examinando a la pequeña mujer que de alguna manera había dado a
luz a dos hijos gigantes. Trabajó las 24 horas del día para poner
comida en la mesa y un techo sobre nuestras cabezas, y de alguna
manera, siempre tuvimos una linda Navidad. Cuando Bates y yo
encontramos nuestro éxito, ni siquiera necesitábamos tener una
conversación sobre nuestra madre. La cuidamos porque era lo
correcto.
—Es lo menos que puedo hacer, madre.

Tenía una casa de tres pisos en cuarenta acres de tierra en la


Toscana. El camino se bifurcaba de la carretera principal y entraba
en un bosque de árboles que ocultaba la casa de la vista. Después de
casi un kilómetro y medio, el camino finalmente llegaba a las puertas
negras con mi apellido hecho en hierro. Una pared hecha de
adoquines rodeaba toda la propiedad, cubriendo las cuarenta
hectáreas y convirtiéndola en una joya escondida en medio del
campo. Los hombres estaban estacionados a lo largo de la pared. Ya
sea que estuviera en casa o no.
Era el lugar de encuentro perfecto para mis más grandes
clientes.
Porque no podría ser más privado.
Los clientes podrían entrar y salir sin ser vistos por otra alma
viviente. Se podrían hacer transacciones con cincuenta hombres de
guardia. Era un lugar donde podían aflojar sus lazos y refrescarse
con su bebida tantas veces como lo deseaban.
Además, no todas mis transacciones eran legales. Gané dinero
y violé la ley de muchas maneras para que eso sucediera. Escondí
dinero de varios gobiernos para fines fiscales y obtuve ganancias de
esas inversiones. Cualquier persona poderosa en este mundo venía a
mí si quería mantener su dinero a salvo y ganar más dinero.
Bates y yo acabamos de terminar una reunión con clientes de
China. Fueron conducidos por un chofer hasta la rotonda cerca de la
fuente y luego fueron guiados hasta el final de la entrada y la puerta
de hierro. Los fotógrafos y periodistas no podían seguirlos aquí, y mis
clientes siempre se mostraron complacidos y reconfortados por la
extrema privacidad, junto con toda la seguridad que controlaba la
propiedad.
Nada sucedió bajo mi vigilancia.
Me senté en la silla de cuero cerca de la ventana, con mis
piernas cruzadas y mis dedos descansando debajo de mi barbilla. Era
un brillante día de verano en la Toscana, los brillantes rayos
penetraban a través del cristal y brillaban en mi muslo. Mis dedos
callosos rozaron mi suave barbilla afeitada esa mañana.
Bates se sentó en el cómodo sillón con su vaso de escocés vacío
sobre la mesa. Estaba revisando el papeleo que habíamos discutido
con nuestros clientes. Se nos estaba dando mucho dinero para la
custodia, el cual se disfrazaría de inversiones internacionales en los
Estados Unidos. Evitamos la detección extranjera y aprovechamos
las tasas de interés. Él lamió su pulgar antes de pasar la página.
Mantuve mi mirada por la ventana, pensando en nada y a la
misma vez, en todo.
—Bates.
—¿Hmm? —Se había quitado su traje clásico, siendo
reemplazados por pantalones vaqueros y una camiseta. No
necesitábamos ropa elegante para las reuniones en este lugar. La
finca hablaba por sí misma.
—¿No se siente como la misma mierda una y otra vez? —Desde
el tercer piso, pude ver el muro de adoquines y la propiedad de mi
vecino. Los viñedos retrocedieron hasta la línea de mi propiedad, pero
su residencia real estaba demasiado lejos para ser vista.
Bates levantó la mirada de los documentos que tenía en el
regazo.
—Podrías decir eso, no es que me queje.
Cada día se sentía como un déja vu. Mi rutina era casi siempre
la misma. Me remitieron a nuevos clientes de clientes felices y luego
hice nuevos acuerdos que aumentaron mis participaciones
institucionales. Más dinero era arrojado sobre la mesa, pero la pila
siempre era tan grande que no pude verla crecer más. Como un
hombre de treinta años, había logrado todo lo que un hombre de
sesenta años solo podía soñar. Solía ser emocionante. Ahora parecía
repetitivo.
Bates volvió a levantar la mirada y entrecerró los ojos.
—Acabamos de sellar un gran acuerdo. No te sientes allí y me
digas que estás aburrido.
Lentamente giré en mi silla y lo enfrenté, forzando mi mirada
lejos de la ventana y el paisaje alrededor de mi propiedad.
Bates me miró con ojos poderosos, como un oponente en lugar
de un hermano. La carpeta estaba abierta a través de sus piernas
cruzadas, las firmas fueron recogidas.
Mi vaso estaba vacío, y mi mente estaba muerta. A lo largo de
toda la reunión, mi ritmo cardíaco no aumentó una vez. Era la misma
reunión que había tenido un millón de veces, solo que con caras
diferentes. Era la misma conversación que había tenido un millón de
veces, el mismo apretón de manos.
—Si, estoy aburrido.
Bates levantó lentamente su ceja derecha, mirándome como si
estuviera enloqueciendo. Cerró la carpeta sin apartar los ojos de mí
y la arrojó sobre la gran mesa de madera donde los hombres se
habían reunido hacía solo veinte minutos. Sus vasos vacíos aún
permanecían porque las sirvientas sabían que no debían
interrumpirnos.
—Tienes todo lo que cualquier hombre podría desear. ¿Cómo
diablos podrías aburrirte?
—Buena pregunta.
Bates se quedó en silencio mientras esperaba que yo elaborara.
Cuando no hablé, él continuó—: Las mujeres son aburridas.
No había nada malo con las mujeres en mi cama. Hermosas,
sexis y aventureras, eran exactamente lo que yo fantaseaba. Siempre
tuve sexo con dos mujeres a la vez. Lo hice carnal y animalista. Una
sola mujer también parecía algo íntimo ahora. No podía recordar la
última vez que había estado con una sola mujer. Debió haber sido
hace años.
—Supongo.
—Jesús, espero que esto no vaya a donde creo que es...
—¿Y dónde crees que es eso?
—¿Quieres una esposa?
Si estar con mujeres diferentes cada noche era aburrido,
entonces un matrimonio sería aún peor. Mi cabeza explotaría por la
repetitividad mundana.
—No. Es lo último en lo que pienso.
Bates lanzó un suspiro de alivio.
El matrimonio no estaba en las cartas para ninguno de los dos.
Era demasiado complicado. No había una sola mujer en el mundo
que no fuera tentada por nuestra riqueza. La segunda vez que la
tuviera en sus manos, la destruiría. Complicaría nuestra relación
comercial, incluso si redactáramos toda la documentación legal para
mantener sus manos fuera de la compañía en caso de divorcio. Era
algo de lo que estuvimos de acuerdo hace mucho tiempo. Hasta
ahora, ninguno de los dos luchó por cumplir nuestra promesa.
Después de tantos años de sexo, las mujeres eran todas iguales.
—Entonces, ¿cuál es tu problema, Cato?
No tenía una sola cosa de la que quejarme, y sería infantil ser
desagradecido. Mi familia luchó cuando yo era joven, y siempre me
sentiría humilde por mis años de ser pobre. Pero ahora mi vida
carecía de propósito.
—Ojalá lo supiera.
—¿Esto tiene algo que ver con lo que le pasó a mamá la otra
noche?
—No. —Me aseguré de que el imbécil se mantuviera alejado de
ella. Esta vez, puse un equipo de seguridad en sus instalaciones, a
pesar de que ella no estaba contenta con eso.
—¿Entonces de dónde viene esto?
Esos ojos verdes aparecieron en mi mente, brillantes como
esmeraldas y resaltados por la severidad de sus cejas. Tenía el cuello
más elegante, largo y delgado, con una piel hermosa. Sus labios eran
suaves como almohadas, y su pequeña lengua era tímida y atractiva
a la vez. El deseo en sus ojos se había desvanecido cuando vio a
Christina a su lado, y ese anhelo nunca regresó. Me regañó antes de
salir de mi casa, criticándome como si yo no fuera el hombre más
poderoso de este país. Fue la conversación más interesante que tuve
en un año.
—Ni idea.
6
Traducido por Jessibel
Corregido por Florpincha

Siena
Me senté en la mesa de la cocina de mi casa, la información y
las fotografías de Cato estaban extendidas por todas partes. Había
una bolsa de dulces abierta que estaba comiendo, junto con mi
tercera taza de café. Me senté allí, sin más ideas, y traté de pensar
en un plan.
No tengo nada.
Cato era demasiado cerdo para seducir. Era demasiado fuerte
para derribar. Y él era demasiado cauteloso para que lo interceptara.
Tuve una mayor posibilidad de volar a la luna que de hacer este
trabajo.
El último recuerdo que tenía de él flotaba en mi mente. Estaba
parado fuera del ascensor en su bóxer negro, y su pecho musculoso
se veía agitado por la rabia. Todo acerca de él era sexy, desde sus
estrechas caderas hasta sus muslos musculosos. Me miró como si yo
fuera el mayor dolor en el trasero, pero seguía siendo sexi.
¡Qué maldito cerdo!
Había tenido mi parte justa de playboys e imbéciles, pero Cato
Marino estaba a un nivel completamente nuevo.
El hombre pensaba que era Dios.
Pensó que podía hacer lo que quisiera sin explicación. Era tan
egoísta que ni siquiera consideró lo que su cita podría querer.
Probablemente llamó a otra mujer para reemplazarme al segundo que
salí de allí. Luego tuvo sexo con las dos y se olvidó de mí por
completo.
Cerdo.
Sonó mi teléfono, y alguien con quien no quería hablar estaba
en la otra línea.
—Sí, ¿Damien?
Su sonrisa era audible sobre la línea.
—Cariño, me encanta la felicidad en tu voz.
—Lo llamas felicidad. Yo lo llamo disgusto.
—Entonces, ¿qué te parece correcto? —dijo con una risita
ahogada.
Corté la persecución antes de que pudiera alargarla.
—Todavía estoy trabajando en ello. He interactuado con Cato
un par de veces, pero no he encontrado una manera de hacer que
esto funcione.
—Así que decidiste acostarte con él.
—No. Nunca dije eso.
—Lo que digas, cariño. ¿Cuándo crees que va a pasar esto?
—Realmente no lo sé —le dije bruscamente—. Me diste una
tarea que es imposible de completar.
—Eso no es un buen augurio para tu padre...
En lugar de compadecerme de mi padre por estar encerrado,
estaba furiosa con él. Si solo me hubiera escuchado, todo esto no
estaría sucediendo. Le importaba más el dinero que proteger a su
familia; ahora era yo quien arreglaba todo. Despreciaba el dinero con
cada fibra de mi ser. No me perdí una vida de lujo, no cuando tenía
tantas dificultades. Mi casita fuera de Florencia era perfecta. Tenía
dinero suficiente para todo lo que necesitaba con un presupuesto. Y
eso era más que suficiente.
—Lo resolveré, Damien.
—Está bien. Simplemente no tardes demasiado.
Terminé la llamada y coloqué mi mano en la bolsa de dulces.
Conseguí un puñado de azúcar y luego me la metí en la boca sin
preocuparme por el impacto en mi cintura. No era como si todavía
tuviera que seducir a Cato.
Mi teléfono comenzó a sonar de nuevo, esta vez con un número
que no reconocí. Contesté.
—Siena habla.
—Hola, Siena. ¿Cómo estás? —La voz profunda sobre la línea
era inherentemente familiar, llena de afecto paternal.
La imagen de Crow Barsetti apareció en mi mente, pero eso era
ridículo considerando que apenas lo conocía. Nuestras interacciones
solo duraron unos minutos. La última vez que lo vi, sentí una
atracción por él, sintiendo la misma sensación en mi pecho que
sentía por mi propio padre.
—¿Crow?
—Sí. —Habló con afecto—. Tengo un distintivo en mi voz, ¿no?
—Sí, supongo que sí. —Hace solo unos minutos que Damien me
amenazó, pero eso parecía ya hace mucho tiempo. El calor de Crow
quitó la frialdad de Damien—. ¿Cómo puedo ayudar? He estado
pensando mucho en nuestra conversación.
¿Había decidido ayudarme?
—No he cambiado mi posición al respecto. Tengo que pensar en
una gran familia. Pero pude hacer algunas llamadas y obtener
información para ti.
—¿De verdad? —pregunté, jadeando un poco—. Oh, Dios mío,
muchas gracias. Ni siquiera sé qué decir...
—Bueno, no es mucho para trabajar, pero Cato está buscando
un comprador de arte para decorar su casa en la Toscana. Eso es lo
que haces para vivir, ¿correcto?
—Sí. —No pregunté cómo lo sabía.
—Ofrecí buenas recomendaciones de ti. Dije que eras la mejor.
Él realmente había sacado su cara por mí.
—¡Guau!
—Es una forma de llegar a su hogar y una forma de llamar su
atención. No es el tipo de trabajo que su asistente puede realizar. El
arte es muy personal, por lo que tendrá que aprobar todo lo que
encuentres para él. Es lo más cerca que vas a estar.
Ya me acerqué bastante a su cama... pero eso no funcionó.
—Muchas gracias, Crow. Realmente... significa mucho para mí.
Nunca olvidaré tu amabilidad.
Estuvo en silencio por un largo tiempo, dejando que pendiera
entre nosotros.
—Sé lo importante que es la familia. También tú.
***
Estuve en la galería unos días después cuando sonó el teléfono
en el escritorio. Era un martes por la tarde, y el negocio estaba lento.
Pocas personas buscaban un comprador profesional de arte a la
mitad del día.
Respondí.
—Galería Rosa. Esta es Siena. —Tenía una lista de clientes que
conocí a través de la galería y mi trabajo era encontrar las piezas
—¿Siena Russo? —preguntó el hombre sin rodeos.
—Sí, soy ella. ¿Cómo puedo ayudarte?
—Mi jefe está buscando a alguien para decorar su casa con
piezas de arte específicas. Tiene un gusto muy particular y un
presupuesto muy grande. He investigado y parece que se ha hecho
de una gran reputación.
Gracias, Crow.
—Me halaga.
—¿Te interesa el proyecto?
Una persona normal haría un millón de preguntas, pero como
ya sabía que esto era para Cato, no lo hice.
—Mucho. Solo avísame cuando quieras empezar.
Probablemente debería reunirme con tu jefe para conocer lo que le
gusta.
—Veré si tiene tiempo. Está muy ocupado.
Sí. Ocupado siendo un cerdo.
—Sabes dónde encontrarme.
Me dirigí hacia el oeste de la Toscana y me acerqué a la gran
pared de adoquines que rodeaba la propiedad. Era un terreno
privado, y no podía ver ningún vecino a ambos lados de la carretera.
El follaje era denso y verde a pesar del calor implacable, y como
siempre, había un olor a uvas en el aire.
Me detuve en la puerta de hierro negro y observé cómo me
examinaba la seguridad. Uno se acercó a mi ventana y me pidió mi
identificación antes de que abrieran las puertas y me dejaran pasar.
Mi corazón cayó en mi estómago. Este hombre estaba vigilado
en todo momento. Necesitaría cien hombres armados si tuviera
alguna posibilidad de lograr algo, y aun así, las probabilidades no
estaban a mi favor.
Conduje por la carretera hasta su propiedad, viendo las
hectáreas de exuberante paisaje encerrado dentro de las paredes. El
equipo de seguridad de Cato parecía permanecer a lo largo del
perímetro porque su hogar real era tranquilo y silencioso. Tres pisos
de altura, era una mansión lo suficientemente grande para veinte
personas. Es difícil imaginar que vivía allí solo.
A pesar de que ciertamente no dormía solo.
Aparqué en la rotonda, recogí mis cosas y me preparé para
enfrentar al hombre con el que estallé. La mirada enojada en sus ojos
todavía estaba fresca en mi mente. Lo insulté y me fui, algo a lo que
probablemente no estaba acostumbrado. Todos se inclinaban ante él
como si fuera una especie de rey.
Puede que ni siquiera me contrate.
Él podría echarme un vistazo y ordenarme salir de su
propiedad.
Llamé a la puerta y me saludó un hombre con pantalones y una
camisa de polo.
—Usted debe ser Siena. —Un hombre de unos cincuenta años
con cabello negro y mechones blancos sonrió y mostró su hermosa
sonrisa. Su piel estaba claramente bronceada, como si atendiera las
necesidades tanto dentro como fuera de la casa—. Por favor entra.
—Gracias. —Llevaba un vestido negro con una chaqueta de
punto negra y un collar de perlas alrededor de mi cuello. Cuando
trabajaba, siempre llevaba esos dos tonos. Complementaba la
ilustración que mostraba y me hacía parecer neutral en comparación.
Mis tacones eran más altos de lo normal, lo que me dieron siete
centímetros adicionales de altura. Chocaron contra la madera
mientras me llevaba dentro.
—Estoy emocionada de estar aquí.
—Estamos emocionados de tenerte. Es una casa hermosa, pero
necesita iluminarse un poco. —Colocó su mano entre los omóplatos
y luego me guio a una habitación privada. La entrada tenía dos
escaleras en los lados opuestos, y el espacio intermedio era lo
suficientemente grande como para ser ocupado con un cóctel. Los
pisos de madera noble y las hermosas molduras la convirtieron en la
casa más hermosa que jamás haya visto.
La sala de estar tenía dos sofás con una mesa de café, junto con
otras sillas y una ventana grande que mostraba el resto de su
propiedad en la parte trasera. Olía a limpio y fresco, pero parecía una
habitación que nunca fue tocada. Probablemente fue una de las
muchas habitaciones reservadas para una conversación privada,
pero no una reunión de negocios.
—¿Café o té? —preguntó—. ¿O estás preparada para algo más
fuerte?
—Tendré lo que el señor Marino disfrute.
—Bueno, el señor Marino es un fanático del whisky.
Ya lo sabía.
—Qué coincidencia. Yo también.
Él asintió levemente.
—Ustedes dos se llevarán bien. Soy Giovanni, por cierto.
—Encantada de conocerte, Giovanni.
Salió y dejó la puerta abierta.
Organicé mis papeles y preparé mis notas, mi corazón latía en
mi pecho. Incluso si no tuviera motivos ocultos, este sería el trabajo
de mis sueños. Este lugar era enorme y, a juzgar por su elegante
decoración, solo las piezas más hermosas de arte deberían colgar en
estas paredes. Sería un honor trabajar en algo así como esto, y que
me paguen por ello.
Pero me pregunté cuál sería su reacción una vez que me viera.
Giovanni regresó unos minutos más tarde. Dejó una bandeja
con un decantador de whisky, dos vasos con un solo cubo de hielo
en cada uno, y una variedad de quesos y uvas.
—El Sr. Marino acaba de terminar con su madre. Estará dentro
de poco con usted.
—Gracias.
Después de que Giovanni se fue, me quedé quieta y sentí que
los nervios me afectaban. No había ninguna razón para dejar que su
intimidación me afectara, no cuando tenía una misión que cumplir.
La vida de mi padre estaba en peligro, por lo que incluso si él fuera
una buena persona, no cambiaría lo que sentía por la tarea.
Escuché su voz un momento después.
—Te veré más tarde, madre. —Sus pasos pesados hicieron eco
en la entrada.
El sonido de sus tacones acompañó a los de él.
—Gracias por dedicarme un tiempo, hijo. Sé lo ocupado que
estás. —Ella habló como una reina, reteniendo tanta elegancia que
la imaginé usando una tiara.
Una puerta se cerró un momento después.
Luego escuché sus pasos acercarse mientras caminaba hacia
donde me encontraba. Tan claro y fuerte que crecieron hasta que su
presencia llenó el aire. Rígido de poder y autoridad, estaba el
propietario de la habitación en el momento en que entró en ella.
Yo estaba de espaldas a él, así que no podía ver su rostro.
Él no podía ver el mío.
No se disculpó por hacerme esperar, y él tampoco se presentó,
como si anunciar su nombre era simplemente redundante. Se
comportaba como un rey, como si cada uno de sus súbditos supiera
exactamente quién era y nunca le darían la espalda.
Me puse de pie y lo enfrenté, manteniendo mi equilibrio como si
su innegable poder no tuviera ningún efecto en mí.
No se detuvo cuando reconoció mi rostro, pero hubo un destello
de sorpresa que se movió por la superficie de sus ojos. Se detuvo
cerca del sofá como si estuviera a punto de estrecharme la mano,
pero nunca extendió el saludo. Los ojos eran aún más brillantes que
antes, probablemente debido a la luz del sol que entraba por la
ventana grande. Llevaba unos vaqueros oscuros y una camiseta gris,
el tipo de ropa que se ajustaba a su cuerpo a la perfección.
Continuó mirando fijamente, sin parpadear, y su mirada era
intensa. Fue la misma mirada que habíamos compartido al otro lado
de la habitación en momentos de tranquilidad, una conversación
entera pasó entre nuestras expresiones. Tal vez estaba pensando en
nuestro beso en el bar.
Tal vez estaba pensando en cómo se sentía mi tobillo bajo las
yemas de sus dedos. O tal vez estaba pensando en echarme de su
casa en ese mismo momento.
No se sentía bien saludar o preguntar cómo estaba. No se sentía
bien decir nada en absoluto. Así que no lo hice.
Se movió al otro sofá y se sentó, bajando lentamente su gran
cuerpo frente a mí. Sin apartar sus ojos de mí, sirvió dos copas de
whisky y tomó un sorbo de uno.
Estaba tan tranquilo en la habitación que podía escuchar cada
pequeño sonido. Podía escuchar el golpeteo del cubo de hielo contra
el vidrio, el sonido del decantador cuando lo devolvió a la bandeja.
Podía escuchar el escocés girando alrededor de su boca, justo sobre
su lengua.
Dejó el vaso y me miró de nuevo, con las manos entrelazadas
entre las rodillas.
—Siena. Hermoso nombre.
Eso fue lo último que esperaba que dijera.
—Gracias.
—¿Eres de Siena?
—No. Nací aquí.
Agarró mi vaso y me lo entregó.
Acepté su oferta y tomé un trago.
Observó cada segundo de mis movimientos, centrando sus ojos
en mi boca y garganta.
Devolví el vaso a la mesa y no comencé a discutir el trabajo.
Había una buena posibilidad de que no quisiera que me quedara en
su casa por mucho tiempo.
—¿Quieres que me vaya?
Sus ojos bonitos eran la única característica suave que poseía.
El resto de él era duro y frío, como un hombre sin escrúpulos. Era
imposible leer, su expresión era siempre severa. Si él era de esa
manera intencionada o no, era un misterio.
—¿Por qué iba a querer que te vayas?
—Porque te llamé cerdo. —No había forma de que el recuerdo
de esa noche no estuviera tan fresco en su mente como lo estaba en
la mía.
Él inclinó su cabeza ligeramente.
—Soy un cerdo.
No pude detener la ligera mirada de sorpresa que mostró mi
cara.
La esquina de su boca se curvó en una sonrisa, pero sucedió
tan rápido que no estaba segura de que realmente sucediera.
—Y me gusta ser un cerdo.
Mi sonrisa no reflejaba la suya, pero no lo desprecié como antes.
Al menos era honesto acerca de quién era, incluso si se lo ofrecía sin
previo aviso.
—Sí, puedo decirlo. —Agarré mi carpeta y jugueteé con mi
pluma—. Puedo hablar sobre mis calificaciones para el trabajo, o
puedes preguntarme lo que quieras saber.
—Bien. —Juntó sus manos, y sus dedos masajearon sus
nudillos—. ¿Era esto lo que estabas buscando todo el tiempo?
Sostuve su mirada mientras mi corazón saltaba a mi garganta.
Me sentí como un espécimen bajo el microscopio mientras me
escudriñaba. Era una pregunta que no podía esquivar, y tenía que
responderla con cuidado. Él sabía que yo lo había estado siguiendo.
Él sabía que no quería dormir con él. ¿Qué otra explicación tenía que
dar? Parecía ser una extraña coincidencia que yo estuviera allí ahora,
pidiendo un trabajo soñado.
Cuando no contesté, me presionó de nuevo.
—Respóndeme.
—Tu equipo me contactó.
—Demasiada coincidencia.
—Todavía no he dado una respuesta.
Continuó masajeando sus nudillos.
—Tengo todo el día.
Cato Marino era un hombre que sospechaba demasiado como
para para escabullirse. Si no lo admitía, él seguiría cavando hasta
que encontrara mi propósito. Y mi verdadero propósito era mucho
peor que mi falso propósito. Eso era algo que no podía descubrir.
—Sí. Quería este trabajo. Quería estudiarte para averiguar qué
tipo de obra de arte te gustaría. Quería conocerte para entender tu
alma. De esa manera, cuando me acercara a ti, tendría más para
ofrecer que cualquier otra persona.
Él sostuvo mi mirada y escuchó cada sílaba que salía de mi
boca. Su reacción no fue obvia porque mantuvo sus pensamientos
íntimos herméticos.
—Eso es dedicación.
—Me tomo mi trabajo en serio.
Junto con la vida de mi padre.
—Muy en serio, si estás dispuesta a acostarte con un hombre
por eso.
Era un insulto que merecía porque eso era exactamente lo que
estaba haciendo. No quería tener nada que ver con este hombre. Si
nuestros destinos no estuvieran tan entrelazados, nunca me hubiera
molestado. Era demasiado complicado para mí. Pero no quería que
él me percibiera de esa manera, como si yo fuera realmente tan
ambiciosa.
—Esa no fue la única razón por la que quería dormir contigo.
Me observó por un largo tiempo, sus ojos permanecieron
enganchados a los míos sin inmutarse. Él no parecía complacido o
molesto por esa respuesta. Como si no hubiera dicho nada en
absoluto, cambió el tema.
—Es un gran proyecto. Espero que puedas manejarlo.
—Puedo manejar cualquier cosa.
Se puso de pie y dejó atrás su whisky. Parecía que la
conversación había terminado porque se dirigió a la puerta.
—Entonces, estás contratada.
7
Traducido por Jessibel
Corregido por Florpincha

Cato
Al igual que todos, ella quería algo de mi.
La mayoría de las mujeres querían una buena posición. La
mayoría de las mujeres querían la oportunidad de enamorarme de
ellas. La mayoría de las mujeres querían tener en sus manos mi
dinero.
Pero ninguna mujer había querido nunca un trabajo de mí.
Debería molestarme con Siena, pero en realidad, me
impresionó. Al igual que yo lo hacía, cuando ella quería algo, salió y
lo tomó. La mayoría de la gente no tendría ese tipo de estimulo y
paciencia. Ella hizo toda su investigación antes de finalmente hacer
su movimiento.
Yo había hecho lo mismo al principio de mi carrera. Estudié
todos mis objetivos antes de mudarme. Intenté aprender lo que les
gustaba y no les gustaba. Desde sus creencias religiosas hasta sus
puntos de vista económicos, sabía todo.
Ella había estado en mi radar desde la primera vez que la había
visto, así que no me sentí engañado por su estratagema. Mi guardia
siempre había estado levantada porque era una fortaleza permanente
que rodeaba mi duro exterior. Tal vez si realmente me hubiera
engañado, estaría enojado con ella. Pero no podía estarlo con una
mujer que trabajaba tan duro para conseguir lo que quería.
No sabía nada sobre la industria del arte, pero sabía que se
trataba de un proyecto multimillonario.
Cualquiera mataría por la oportunidad.
Si ella fuera un hombre, cualquiera la llamaría despiadada y
ambiciosa.
Así fue exactamente como la vi.
Mi casa toscana era relativamente nueva. Lo compré el verano
pasado y el diseñador de interiores se encargó de todos los cambios
que quería. Era un extenso proyecto, y ahora que se había
completado, necesitaba los toques finales. Mi hogar no era solo la
residencia donde pasaba los veranos, sino también era el lugar donde
invitaba a mis clientes especiales y organizaba mis cócteles. Tener
impresionantes piezas de arte en las paredes era una parte esencial
de esa experiencia. No era un aficionado al arte de ninguna manera,
pero podía apreciarlo, hasta cierto punto.
Bates y yo acabábamos de terminar de trabajar en la oficina
principal cuando Giovanni entró.
—La señorita Siena lo está esperando en el salón, señor. —En
lugar de que él usara un atuendo de mayordomo, le permití que se
vistiera casualmente como el resto del personal. Solo vestía trajes
para ocasiones especiales, así que no vi por qué necesitaba aspirar
con tres capas de ropa.
Le di un leve movimiento de comprensión con la mano.
Giovanni se fue.
Bates cerró su computadora portátil y luego la metió en su bolso
de cuero marrón.
—¿Quién es Siena?
—La compradora de arte. —Me puse de pie y terminé el resto de
mi vaso antes de dejarlo atrás.
—Bien. Ella animará el lugar. —Bates se puso la correa sobre
el hombro, con una leve sonrisa en su rostro—. O al menos tu
dormitorio.
No le había contado a mi hermano sobre mi experiencia previa
con ella.
—No creo que obtendré el honor.
—Guau. No me di cuenta de que había una mujer fuera de tu
liga.
Lo acompañé a la puerta.
—Solo creo que tenemos diferentes preferencias. —Mi miembro
necesitaba dos vaginas cada noche, dos bocas y dos traseros. A pesar
de lo impresionante que era Siena, sospechaba que una relación con
ella sería decepcionante.
—Entonces eso significa que es un juego justo. —Bates salió y
en el segundo que estuvimos a la intemperie, dejó de hablar de ella,
sabiendo que podría escuchar nuestra conversación.
Por eso no hablé más al respecto.
Bates se invitó al salón y encontró a Siena sentada en el sofá
como la última vez, con un vaso de whisky delante de ella. Se volvió
hacia mí, tenía una sonrisa satisfecha y luego siguió caminando.
—La compradora de arte.
Siena se dio la vuelta al oír su voz. Ella debe haberse dado
cuenta de que estábamos relacionados porque nuestras
características eran muy similares. Cualquier persona con ojos
podría resolverlo. Ella se levantó y le dirigió una sonrisa sin esfuerzo,
una que no era genuina pero que sin duda era hermosa. Si ella estaba
sonriendo o frunciendo el ceño, todavía tenía el mismo atractivo. Era
algo que había notado después de mirarla desde el otro lado de la
habitación.
—Hola. —Ella le estrechó la mano—. Debes ser Bates. Un placer
conocerte.
Bates le correspondió, pero tenía una mirada siniestra en sus
ojos. Era la misma expresión que usaba cuando estábamos en la
ciudad. Le gustaba lo que veía y quería más de eso. Su mano apretó
su muñeca, un poco más de lo normal, y se tomó su tiempo para
retirarse.
—El placer es mío. —Él se metió las manos en los bolsillos y
siguió mirándola.
Mi hermano y yo éramos depredadores acechando a nuestra
presa al aire libre. Habíamos compartido mujeres antes, así que no
dudaría en volver a hacerlo si estuviera interesado.
Pero sabía que Siena nunca iría a por eso.
Palmeé suavemente a mi hermano en la espalda, despidiéndolo
en silencio.
—Te veré mañana, Bates.
—Bien. —Mantuvo su mirada fija en Siena antes de finalmente
darse la vuelta y salir.
Cerró la puerta detrás de sí, así que solo quedamos los dos.
Al segundo que se fue, Siena dejó de sonreír. Ella me miró
seriamente, convirtiéndose en la fría profesional que había sido hace
unos días. Hoy, ella vestía una falda lápiz negra que abrazaba
fenomenalmente el marco de su reloj de arena y una blusa blanca.
Unas perlas colgaban alrededor de su cuello, junto a unos pendientes
de perlas. Su cabello fue retirado como de costumbre, mostrando los
contornos de su rostro femenino. Prefería cuando las mujeres
dejaban su cabello suelto, largo y delicioso alrededor de sus hombros.
A mis dedos les gustaba agarrar algo mientras sujetaba a una mujer
debajo de mí. Pero su moño elegante me atrajo de todos modos. Ella
ordenaba respeto en su silencio. Debe haber sido su postura o su
confianza natural. Me había rechazado y me había llamado cerdo,
pero todavía la encontraba fascinante.
Mis manos descansaban a mis costados mientras miraba su
cara. Sus tacones altos todavía no podían hacer que se ajustara a mi
altura, ni siquiera cerca. Pero su aplomo la hizo rivalizar en la mía.
La mayoría de las mujeres no podían tolerar mi intensidad. Se
movían nerviosamente en su lugar y parecían visiblemente nerviosas,
esperando que yo tomara las riendas y las guiara. Pero justo como
ella había advertido, Siena parecía una mujer que podía defenderse.
—Empecemos, señor Marino. —Se sentó y cruzó sus piernas,
como una princesa con una diadema invisible.
La miré fijamente, imaginándola de rodillas en lugar de en su
trasero.
—Cato está bien. —Me agaché en el sofá frente a ella.
—Prefiero llamarlo señor Marino. —Abrió su carpeta y examinó
sus notas.
Me gustó la forma en que ella se refería a mí con respeto, pero
no me gustó la forma en que me desafió.
—Cato. —Cuando se refería a mí por mi apellido, parecía que
no era más que otra persona entre la multitud. Pero cuando dijo mi
primer nombre, me fue fácil imaginar lo diferente que habría sido esa
noche si no hubiera salido corriendo.
Levantó su mirada para encontrarse con la mía, mirándome a
través del grosor de sus pestañas. Tímida pero confiada, ella era
seductora.
Exquisita.
Cuando la miré inicialmente, pensé que era hermosa como la
mayoría de las otras mujeres. Nada muy especial sobre ella. Pero su
boca inteligente y sus fuertes opiniones la hicieron mucho más
interesante de lo que había previsto.
Ella finalmente se rindió a mí.
—Cato.
Sí, definitivamente me gustó la forma en que dijo mi nombre.
—¿Hay algún artista específico que te guste? ¿Un cierto período
que quieras para que explore? ¿Quizás cada habitación o piso sea
diferente?
—Tú eres quien me ha estado estudiando. Dime tú. —¿Qué
había sacado de mí después de estudiarme durante tantas semanas?
Ella había visto mi casa en Florencia. Me había besado en una
habitación oscura. Incluso me había visto casi desnudo, había visto
la cama donde mis fantasías se hacían realidad.
Ella sostuvo mi mirada por varios segundos, pensando en cuál
sería su respuesta.
—Tengo algunas ideas para ti. Pero creo que una visita a tu casa
me dará una mejor idea de dónde debería ir todo. Traje mi cinta
métrica. Espero que no te importe si tomo algunas notas.
—No.
Se puso de pie con la carpeta en el pecho.
—Puedo hacer que Giovanni me muestre los alrededores. Estoy
segura de que estás ocupado.
Tenía otras cosas que hacer. Tenía personas a quienes llamar,
correos electrónicos que escribir, pero quedarme con ella parecía más
atractivo que todo eso.
—Solo estoy ocupado cuando quiero estar ocupado. —Salí de la
habitación y volví a la entrada.
Ella me siguió con su pluma y cinta métrica en la mano.
—He estado pensando mucho en esta habitación ya que es la
única que realmente he visto. Es lo primero que ven los huéspedes
cuando entran por la puerta, y tienes tanto espacio en esta pared que
la joya de la corona debería ir aquí. —Caminó hacia el lado izquierdo
de la habitación y miró la pared en blanco sobre la escalera—. Puedo
conseguir una escalera y obtener las dimensiones más tarde.
—Giovanni puede ayudarte con eso. —Me paré detrás de ella
con mis manos en los bolsillos de mis jeans. En lugar de mirar la
pared disponible con la misma fascinación que ella tenía, incliné mis
ojos hacia su trasero. Nunca pude ver su vestido en el suelo esa
noche. Lo más cerca que pude conseguirla desnuda fue al deslizarse
de uno de sus tacones. Ahora que la estaba mirando a la luz del día,
no se podía negar lo sexy que era, con sus largas piernas, su
respingón trasero y esos suaves hombros.
—Gracias. —Ella escribió algunas notas antes de volverse hacia
mí—. Estoy lista para ver la siguiente habitación cuando tú lo estés.

Mi oficina privada estaba en el tercer piso, junto con mi


habitación. No la usaba muy a menudo, y la mayoría de las veces, lo
hice para beber y reunir mis pensamientos. Tenía una gran
chimenea, una casi tan grande como la enorme en la entrada. En
una noche de invierno, el fuego furioso pareció extinguir la amargura
en mis pensamientos.
Abrí la puerta y le permití examinar la madera de caoba de mi
escritorio. Era un hermoso y profundo color, un ejemplo de excelente
artesanía italiana. Había dos sofás de cuero cerca del fuego junto con
una mesa. Los gabinetes estaban colocados a ambos lados de la
chimenea, en su mayoría llenos de alcohol. Solo había una sola
ventana en esta habitación, justo detrás del escritorio. No tenía una
gran vista como las otras habitaciones de la casa, pero así era como
lo prefería.
Se tomó su tiempo mientras absorbía el entorno de la
habitación.
—Esta habitación es diferente de todas las demás. Al menos, de
las otras oficinas.
Me apoyé en la chimenea y continué estudiándola de la forma
en que ella estudiaba mi entorno.
—Está oscuro. Taciturno.
—Soy un hombre oscuro y taciturno. —Siempre había sido así
desde que era un niño. Un terapeuta podía echarle la culpa al
abandono de mi padre, pero no creía que ese fuera el único culpable.
Desde que nací, fui un niño tranquilo. Durante la adolescencia, me
volví aún más tranquilo, escogí a mis amigos con prudencia y evitaba
el romance porque requería hablar demasiado. Bates y yo éramos
iguales en ese sentido. Probablemente por eso nos llevamos tan bien.
—No le muestras esta habitación a mucha gente, ¿verdad? —Se
giró para mirarme, sus ojos verdes complementaban la madera de mi
escritorio y piso.
Bates había estado aquí unas cuantas veces. Giovanni y los
limpiadores se detuvieron para mantenerlo ordenado. Aparte de eso,
ella parecía ser la única visitante.
—No.
—Entonces tal vez esta habitación no necesite nada. Ya tiene
mucho carácter. —Ella regresó a mí por la puerta, sosteniendo mi
mirada constantemente. Agarró su carpeta y dominó su confianza a
pesar de que estaba parada justo frente a ella. Como un soldado real,
no se intimidaba fácilmente.
En realidad, ella no se intimidó en absoluto.
—Tu decisión.
Miré las perlas que rodeaban su garganta y anhelaba agarrarlas
con fuerza. Quería liberar su collar y romperlo haciendo que las
perlas cayeran al suelo con un ruido sordo en el impacto. Luego quise
ahogar ese delgado cuello con mis labios, besarlo y absorber la piel
perfecta hasta que quedara magullada con mis marcas por todas
partes.
Ella esperó pacientemente una respuesta.
Como si no hubiera experimentado una fantasía vívida, le
respondí.
—Déjalo así. —Salí de la oficina y la guie a la última habitación
de mi casa: mi habitación. Tomó la mitad del tercer piso, con una
cama king de Alaska, una sala de estar privada, un balcón que daba
al patio y un baño que era lo suficientemente grande como para un
gimnasio.
Era la única vez que había lucido un poco incómoda en la gira.
Entró en mi habitación y miró la cama por un largo momento antes
de apreciar las estériles paredes a su alrededor. La cama estaba
hecha a medida y era importada. Medía casi tres metros por lo mismo
de ancho, perfecta para más de dos personas a la vez.
Era la razón exacta por la que la tenía.
Siena debe haber reunido esa información, pero no hizo ningún
comentario al respecto. Se movió a través de las habitaciones y
examinó los otros lugares. Escribió notas y luego se volvió a mí.
—Tienes una casa hermosa, Cato. Decorarla no debería ser un
problema, especialmente cuando se verá increíble sin importar lo que
cuelgue de las paredes.
—Gracias. —Me quedé cerca del pie de la cama, reflexionando
sobre el último beso que habíamos compartido. Salimos del ascensor,
y luego mis labios estaban sobre los de ella. La sofoqué con besos
calientes mientras la guiaba de regreso a la cama. Besé a muchas
mujeres, pero ella era excepcional.
Ella había dicho que no quería dormir conmigo solo por el
trabajo, y yo le creía. Si ese fuera el caso, ella habría pasado por eso,
incluida Christina. Pero estaba sinceramente ofendida por la idea de
compartir, y eso la alejó.
Podría deslizar mi mano en su cabello y besarla entonces, allí.
Podría arruinar las sábanas con nuestros cuerpos sudorosos. Podría
hacerla llegar al orgasmo de la forma en que fantaseaba. Pero estar
solo con una mujer no había sido mi gusto en mucho tiempo. Se
volvió demasiado aburrido para ser emocionante. Ahora siempre
tenía dos mujeres a la vez, e incluso eso se estaba volviendo tedioso.
Siena no sería diferente.
Ella escribió algunas notas y luego se volvió hacia mí.
—Dado que esta habitación es principalmente para ti, pensé
que podríamos ir con imágenes oscuras y seductoras, de mujeres y
paisajes históricos, a menos que tuvieras algo específico en mente.
Tengo algunos clientes que prefieren decorar habitaciones completas
inspiradas en un solo artista.
Escuché todo lo que ella dijo, pero realmente no lo capté.
Observé sus labios moverse y me concentré en la forma en que su
boca sexi se abría y cerraba. Los destellos de su lengua me
recordaron la forma en que se sentía en mi boca.
—Lo que creas que es mejor.

Bates se unió a mí en el bar. En lugar de ir al club de inmediato,


nos encontramos para tomar una copa en Florencia. Salí de la
Toscana porque tenía trabajo que hacer en una de nuestras oficinas
en la ciudad. Bates estaba manejando otra justo en el camino. El
problema de tener una gran empresa era que dos personas no eran
suficientes para mantenerla en funcionamiento. Ninguno de nosotros
confiaba en nadie más para delegar un trabajo de alto perfil, por lo
que siempre nos correspondió a nosotros dos.
Bates chocó su vaso contra el mío.
—¿Cómo te fue con Siena?
Ella había estado mucho en mi mente últimamente. Me
sorprendió cómo ella podía entrar a mi casa y seguir siendo
profesional, cuando nuestra reunión inicial no había sido de ese tipo.
Tal vez solo estaba tratando de conseguir un trabajo en ese momento,
pero ninguna mujer besaba así a menos que lo disfrutara. El hecho
de que no tenía idea de lo que estaba pensando o de lo que quería
era excitante. Las mujeres eran muy descaradas conmigo, se
lanzaban a mí con poco respeto por ellas mismas.
Siena era diferente.
—La llevé a recorrer la casa. Ya tiene muchas ideas. —Miré el
televisor en la esquina e ignoré a la mujer que me estaba mirando
desde el otro lado de la barra. Tenía una guía telefónica completa de
mujeres a las que podía contactar para una noche de sucio placer.
Ya no había mucha emoción en la persecución. Como un animal que
ya tenía un cadáver a su lado, no había ninguna razón para salir y
seguir cazando.
—¿Casada?
—Ni idea. —Nunca pregunté porque no me importaba si era una
mujer casada. Su esposo podía odiarme todo lo que quisiera, pero no
había nada que pudiera hacer al respecto. Si no quería que su mujer
se involucrara con otra persona, debería ser un mejor marido.
—¿Novio?
Tomé otro trago.
—¿Importa?
—Supongo que no. —Apoyó ambos brazos sobre la mesa
mientras apretaba su vaso.
Todavía quería acostarme con esta mujer, pero no tenía ningún
derecho sobre ella. Nunca había reclamado a ninguna mujer en mi
vida. Sería extraño empezar ahora.
—Pero ya que ella trabaja para mí, despídete.
—Su trabajo no durará para siempre, así que está bien.
Incluso cuando terminó, no me gustó la idea de que ella se
lanzara y tuviera sexo con mi hermano. Bates estaría dispuesto al
uno por uno, por lo que podría darle exactamente lo que quería.
—Déjalo ir, Bates.
En lugar de tomar un trago, bajó su vaso y me miró.
Sentí su mirada fija en mi cara pero la ignoré.
Él mantuvo la mirada.
—Si la quieres, ¿por qué no has hecho algo al respecto?
—Ya lo he hecho.
Ignoró su bebida por completo, mucho más interesado en
nuestra conversación, por primera vez.
—Entonces, ella realmente te rechazó. Es la primera vez, y a
Cato no le gusta.
—Eso no es lo que pasó.
—Bueno, ¿qué pasó? —Se acomodó en su taburete para poder
mirarme mejor, ignorando la televisión que estaba mirando junto con
las mujeres bonitas en el bar.
—La vi en un club. La besé. La llevé a mi casa, pero se echó a
correr cuando vio a Christina.
—Así que ella es esa clase de chica. —Él asintió levemente—.
No es del tipo aventurera.
—Supongo.
Tomé un trago
—¿Cómo terminó siendo tu compradora de arte?
—Uno de mis hombres dijo que ella era la mejor.
Bates, la persona más paranoica del planeta, hervía a fuego
lento con hostilidad.
—¿No crees que es una extraña coincidencia?
—Sí. Le pregunté lo mismo. Noté que me había estado siguiendo
durante un tiempo.
—¿Cuánto tiempo?
—Unas pocas semanas. Estaba en la panadería afuera de una
de nuestras oficinas, observándome. La tomé por sorpresa y la
confronté al respecto.
—Interesante.
—Al final, parecía que todo lo que ella quería era este trabajo.
Dijo que me estaba investigando para poder averiguar exactamente
lo que me gustaba y no me gustaba. —No era el tipo de hombre que
le creía a las personas tan fácilmente, pero su historia encajaba. Ella
estaba claramente apasionada por su trabajo, y había estado en la
galería durante muchos años—. Ella es ambiciosa y orientada, y
estaba dispuesta a hacer cualquier cosa para conseguir el trabajo.
—Excepto un trío.
Me encogí de hombros y tomé otro trago.
—No sé de ella, hombre. —Bates se volvió siniestro, la ira
lentamente llegó a sus ojos—. Nunca podemos ser demasiado
cuidadosos.
—Estoy de acuerdo. Pero creo que es inofensiva.
—Solo piensas que es inofensiva porque es hermosa.
—No. —Cuanto más hermosas eran, más peligrosas se volvían.
—La vigilaré. No confíes en ella.
—Está bien conmigo. —Mientras él no tuviera sexo con ella, no
me importaba.
—Si deseas a esta mujer, ¿por qué no hiciste un acercamiento?
Estuvo en tu casa hace unos días. —Cuando la tensión en la
conversación se desvaneció, se volvió hacia el televisor y examinó a
las personas en el bar.
—No soy un tipo de uno a uno.
—¿Ni siquiera por una noche?
Negué.
—Si me aburren dos mujeres, ¿no crees que me aburriré con
una?
Tintineó su vaso contra el mío otra vez.
—Touché.
—Y ella no cambiará de opinión.
—Debe ser una buena chica.
Parecía de esa manera. Tenía el tipo de belleza que podía
capturar el alma de casi cualquier hombre. Las curvas de su cintura
y labios no eran las únicas cosas atractivas en ella. Sus ojos me
atrajeron en lo más profundo. Tan brillantes e inteligentes. Y la forma
en que se pavoneaba en cada habitación como si fuera suya, me
hacía respetarla. En lugar de saltar a un trío que no quería, decidió
salir y buscar una mejor alternativa. Ella no era el tipo de mujer para
hacer un sacrificio por otra persona.
Y yo no era el tipo de hombre para hacer un sacrificio por nadie
más.
Tal vez el sexo sería increíble. Pero éramos demasiado tercos
para descubrirlo.
8
Traducido por Jessibel
Corregido por Florpincha

Siena
Bones se sentó frente a mí en la mesa del bar, luciendo furioso
desde el momento en que tomó asiento. Cubierto de tatuajes e
inundado de una amenaza inminente como estaba, ni siquiera sus
bonitos ojos podían hacer que pareciera inofensivo. Sus músculos
estiraron su camiseta y sus anchos hombros parecían una pared
sólida. Un vaso de whisky se estableció frente a él, y de un solo trago
lo bebió rápidamente antes de pedir otro.
—Gracias por venir. —Ahora que había hecho un recorrido por
la casa de Cato, me di cuenta de que sería imposible para mí realizar
cualquier tipo de truco, al menos con mi conjunto de habilidades.
Podría ganar un tiroteo y luchar contra un hombre adulto, pero
secuestrar a alguien tan protegido era imposible.
—No eres bienvenida. —Ambos codos descansaron sobre la
mesa, y suspiró mientras me miraba—. Solo estoy aquí como un favor
para Crow. Que sea rápido.
—¿Cómo lo conoces? —Los Barsettis parecían tener una
conexión con todos en Italia, a partir de los Skull Kings, la mafia, e
incluso los políticos.
—Es mi suegro.
Tomó un momento para procesar su confesión.
—¿Estás casado con su hija? —Bones parecía demasiado
peligroso para ser parte de la vida simple que Crow describía. Era
hostil y agresivo, un hombre con una reputación de sed de sangre.
—Sí.
—Oh... no lo sabía.
—No lo culpes por avergonzarse. Ahora sigue con ello. Mi esposa
tiene una actitud de Barsetti, así que, si salgo demasiado tarde, ella
armará un escándalo.
—Sí, por supuesto. —Saqué el dibujo en bruto que había hecho
de la casa de Cato en la Toscana. Las dimensiones no eran perfectas,
pero tenía un buen esquema del lugar.
—Observé bien la casa. Parece que hay cinco miembros del
personal en todo momento, y la pared exterior está protegida por un
detalle de seguridad de al menos treinta hombres.
Bones ni siquiera miró el esquema. Siguió mirándome,
aumentando su hostilidad.
—Estás bromeando con esta mierda, ¿verdad?
—¿Mierda? —La única manera de lograr esto era recolectando
cada onza de información posible. Tal vez la casa de Cato en Toscana
no era la mejor ubicación, pero siendo construida en Florencia era
aún peor.
Bones presionó su dedo en la página, sus ojos aún se enfocaban
en mí.
—¿Crees que vas a dominarlo y de alguna manera pasar por
alto a toda esta gente?
—Derrotarlo será la parte fácil. Nada que una jeringa no pueda
manejar.
—Entonces, ¿tu plan es arrastrar a un hombre de 90 kilos hacia
la puerta principal? —Su mandíbula se tensó notablemente, llena de
rabia.
—No. Te estoy pidiendo consejo, por eso estás aquí.
—Ya te di mi consejo. —Empujó el papel hacia mí—. ¿Quieres a
este tipo? Necesitas tener sexo con él.
—¿Y qué lograré con eso? Tendremos sexo y luego se olvidará
de mí como con todas los demás.
—Entonces, asegúrate de que no te olvide.
La última vez, justo cuando las cosas se ponían calientes y
pesadas, Cato dio un giro inesperado y esperaba que compartiera su
cama con otra mujer. A pesar de lo abierta que era, eso no era un
curso de acción que tomaría.
—Incluso si pudiera lograrlo, ¿entonces qué? Si hago que le
guste tener sexo conmigo, ¿cómo me acerca eso a salvar a mi padre?
—Cuando un hombre está obsesionado con una mujer, no
puede pensar con claridad. Es la única situación en la que puede ser
manipulado o engañado. Déjalo comiendo de tu mano y en lo
profundo de tu vagina, y podrás obtener lo que quieras.
No aprecié la forma grosera en que me habló, pero me gustó su
franqueza. No parecía el tipo de hombre quién podía hablar de otra
manera. La cruda honestidad era la única forma de vida que conocía.
—Soy una mujer experimentada, pero si Cato está obsesionado
con los tríos, no creo que haya algo especial que pueda ofrecerle. —
Ni siquiera en ropa interior con un truco pervertido bajo la manga,
no había nada que pudiera sorprenderlo.
Bones tomó un largo trago de su vaso y luego se limpió la boca
con la parte posterior de su antebrazo. Me miró con la misma
irritación en sus ojos.
—Recuerdo el momento en que me enamoré de mi esposa,
aunque no me di cuenta de lo que estaba sucediendo en ese
momento. Ella era solo una mujer que quería asesinar por venganza.
Pero la segunda vez que tuvimos sexo, se acabó el juego. Ella tomó
todo el poder, y me rendí.
Levanté una ceja.
—Espera, ¿querías asesinar a tu...?
—Sí, es una larga historia. —Le restó importancia con un gesto
de su mano—. Pero lo que quiero decir es que estaba pensando
claramente antes de meterme entre sus piernas. En el momento en
que estuve allí, todas mis ambiciones fueron destruidas. Ella se
convirtió en mi mayor obsesión. Como si fuera una droga, no pude
parar hasta que obtuve el siguiente golpe... y luego el siguiente.
—Que romántico...
Su dura expresión no cambió.
—Eso es lo que necesitas hacer con Cato.
—Lo estás simplificando. ¿Tuviste sexo con muchas mujeres
antes que con ella?
Tomó otro trago.
—Sí. Y a mí también me gustaban los tríos.
—Bueno, no puedo controlar la reacción de Cato hacia mí. La
idea de que él se obsesione conmigo parece improbable. Este tipo es
más tonto de lo que sabe qué hacer. Soy una dama con talento, pero
no hay nada que pueda hacer para impresionarlo.
—Mi esposa simplemente se quedó allí, y eso fue más que
suficiente. —Una sonrisa malvada se extendió por su rostro.
—Bueno, tal vez ella es tu alma gemela.
Su sonrisa cayó, pero la intensidad en sus ojos se profundizó.
—No creo en esa mierda.
—Entonces, ¿qué otra explicación hay? —Tampoco creía en el
amor verdadero o en las almas gemelas. Mi propio padre no protegió
a mi madre, y ahora sus enemigos me amenazaban con violarme y
matarme. Si hubiera pasado más tiempo amándonos en lugar de
tratar de ganar más poder, estaría viviendo una vida normal ahora
mismo.
Se encogió de hombros.
—Hasta este día, todavía no lo sé.
—Bueno, eso definitivamente no va a pasar con Cato. Él no es
mi tipo. Tampoco yo el suyo.
—Todas las mujeres son su tipo —dijo—. ¿Ha intentado meterte
en la cama desde entonces?
Cato no dijo mucho cuando estábamos juntos, pero
definitivamente podía sentir la tensión en la habitación. Sus ojos
siempre escudriñaron mi cuerpo, y parpadeó muy poco, a veces me
preguntaba si lo había hecho en absoluto.
—No.
—Cato es el tipo de hombre que siempre obtiene lo que quiere.
Tal vez desafiarlo sea tu boleto.
—Acabo de decir que no ha intentado seducirme.
—Eso no significa nada. Él te deseaba antes, y te fuiste. Es un
asunto pendiente para él.
—Tal vez.
—La mejor manera de sobresalir es ser diferente. Negarlo
definitivamente te hace diferente.
Traté de seguir su lógica, pero llegué a un callejón sin salida.
—¿Dijiste que necesitaba tener sexo, pero ahora me estás
diciendo que no lo haga?
—Te estoy diciendo que juegues duro para conseguirlo. Cuando
conocí a mi esposa, ella no temía despedirme. No tenía miedo de
dispararme. Se mantuvo firme cuando otras mujeres se habían
derretido. Era esa chispa que capturó mi obsesión, porque ella no me
necesitaba.
¿Qué tipo de relación era esta?
—¿Tu esposa te disparó?
Su sonrisa volvió a su rostro, llena de sinceridad.
—Sí. —Se frotó el hombro izquierdo, como si estuviera
recordando el dolor de la herida. No se podía negar el orgullo en sus
ojos, como si ese recuerdo fuera sagrado para él.
—Está bien... —No entendía cómo una relación basada en tal
violencia se convirtió en un matrimonio, pero hacer más preguntas
no me haría entender mejor—. Bueno, no voy a dispararle a Cato.
—Entonces mantenlo en tu línea, y atráelo lentamente.
—¿Y luego tener relaciones sexuales y esperar que salga bien?
—pregunté con incredulidad, despreciándome por caer tan bajo.
Nadie me juzgaría por acostarme con un hombre para salvar la vida
de mi padre, pero desearía que hubiera una mejor manera de hacerlo.
—No tienes otra opción, Siena. Incluso si tuvieras un equipo de
treinta hombres entrenados, alejarlo de su guardia y hacer el
traspaso sería imposible. No solo moriría tu padre, sino que tú
también morirías.
—Bien, si hago que esto suceda, ¿entonces qué?
—Tendrás que ganarte su confianza. Entonces los dos irán a
algún lugar juntos, solos. Haz que Damien te espere allí.
—Nunca veo a Cato ir a ninguna parte solo.
—Lo sé. —Bones asintió en acuerdo—. Es por eso que tendrá
que confiar en ti. Haz que te lleve a una cita romántica o algo así.
Todo lo que necesitas es una ventana de treinta minutos. Hacer el
intercambio y luego correr por ello.
Ese era el único plan que parecía factible. Sería inútil trazar un
escape de una de sus residencias. No había manera de que pudiera
lograr esto bajo estas circunstancias. Conseguirlo solo y lejos de sus
hombres era la única posibilidad, y para que eso sucediera,
necesitaría una razón para querer estar a solas conmigo. Dormir con
él realmente era la única forma en que esto funcionaría.
Bones me miró desde el otro lado de la mesa, examinando mi
expresión mientras agarraba el vaso frente a mí.
—Tu padre es un imbécil. Nadie te culparía si lo dejaras a su
suerte. Es su culpa que esté en esta situación, no tuya.
Me quedé mirando mi vaso mientras mis dedos sentían la
condensación en el exterior.
—Tuvo su oportunidad de alejarse, pero no lo hizo.
Crow me había dado el mismo consejo. Levanté mi mirada para
mirar a Bones de nuevo.
—Por mucho que no quiera hacer esto, no podría vivir conmigo
misma si no lo intentara. Es mi padre... mi sangre. La lealtad es lo
más importante en esta vida.
Bones abrió la boca como si fuera a discutir conmigo, pero luego
volvió a cerrarla como si hubiera cambiado de opinión. Dio un ligero
asentimiento en su lugar.
—Entiendo.
—No sé cómo Cato está mezclado en todo esto, pero estoy
empezando a sentirme mal por lo que voy a hacerle. —Él no era el
tipo de hombre que confiaba en nadie. Ni siquiera parecía tan cálido
con su propio hermano. Si lo engañara con éxito, lo destruiría. ¿Era
él inocente como yo?
—No te sientas mal por él. No es un buen hombre.
—¿Él no lo es? —susurré.
Bones negó.
—Su dinero no está limpio. Es el banquero más rico por una
razón: porque usa dinero manchado de sangre.
—¿A qué te refieres con dinero manchado de sangre?
—Actúa como el tesorero de todo el crimen organizado. Cuando
la mafia necesita dinero, lo llaman. Cuando los Skull Kings necesitan
esconder su dinero, lo llaman. Cuando necesitan pedir dinero
prestado para un negocio de armas, lo llaman. Cato Marino conoce
todos los crímenes contra la humanidad porque financia la mayoría
de ellos, y obtiene ganancias cada vez. No duda en matar a quien se
interponga en su camino. Su dedo no permanece en el gatillo por
mucho tiempo.
Sentí que un temblor se movía por mi cuerpo cuando me di
cuenta de con quién estaba tratando. Este hombre era bonito por
fuera, pero un asesino por dentro. Tenía más poder que nadie del que
hubiera oído hablar.
—No me sorprende que Damien quiera verlo muerto.
—Estoy seguro de que Cato está financiando la competencia. Si
pueden deshacerse de él, el núcleo que une a todas las
organizaciones, sería un caos. Un pase gratuito para todos. Hay
tantas personas que lo quieren más muerto que con vida.
Y sería yo quien lo haría realidad.
—Entonces, no te sientas mal. Cato Marino es tan malvado
como yo.
Después de escuchar a Bones hablar tan bien de su esposa, no
sentí miedo de él.
—No pareces tan malo.
Terminó su bebida y luego puso el vaso boca abajo sobre la
mesa.
—Confía en mí, lo soy.

9
Traducido por Jessibel
Corregido por Florpincha

Cato
No había tocado mi vaso desde el momento que me senté. Era
mi bebida favorita: escocés. Un solo cubo de hielo estaba establecido
en la parte inferior, derritiéndose lentamente y mezclándose con el
alcohol que quemaba mi garganta con cada sorbo. Cuatro de mis
hombres estaban detrás de mí, todos envueltos bajo sus chaquetas.
Claw se sentó frente a mí, con una gran cicatriz en su mejilla
izquierda. Parecía que alguien había tratado de despellejarlo vivo,
pero logró escapar. Llevaba una americana azul con una camisa gris
con cuello en forma de V debajo, y mientras estaba sentado con
gracia, no poseía un indicio de dignidad como yo. Era un matón, un
criminal y un peón.
Yo era el rey.
—Veinte por ciento.
Inclinó ligeramente la cabeza y entrecerró los ojos con
repugnancia.
—Puedes ir más bajo que eso.
—Puedo ir tan bajo o alto como quiera. —Cada habitación en la
que entré tenía una temperatura. Subió y bajó dependiendo del
estado de ánimo de los habitantes. Pero yo era el termostato. Yo era
quien controlaba todo.
Claw apretó su mandíbula ligeramente.
—Diez.
Me reí.
—Ahora son veinticinco.
Un destello de rabia brilló en sus ojos, pero mantuvo el resto
embotellado dentro de su cuerpo.
—Hiciste una oferta mucho más generosa la semana pasada.
—Eso fue para Kevin, quien pidió un préstamo mucho más
pequeño. ¿Espera que te dé doscientos cincuenta millones sin recibir
algo a cambio? Me pides que pague los costos de suficientes armas
militares para aprovisionar a todos los soldados de todo el país. Sí,
idiotas. Tiene un veinticinco por ciento de interés. Lo tomas o lo
dejas. —Mis mayores ganancias vinieron de mis conexiones con el
crimen organizado. Obtuve un alto interés en mis inversiones y, como
los delincuentes se preocupaban más por su reputación que las
personas inocentes, siempre pagaban sus deudas.
Claw sacudió su cabeza ligeramente, furioso con los términos,
pero incapaz de protestar. Si querían que esto sucediera, me
necesitaban. Todos los idiotas del inframundo me necesitaban de
una forma u otra.
—Lo tomo.

Me senté en el asiento trasero del coche blindado mientras me


escoltaban de regreso a la Toscana. Eran las tres de la mañana, pero
tenía clientes que visitaban la finca al día siguiente, así que preferiría
conducir ahora que tarde.
Bates me llamó.
—¿Come te fue?
—Veinticinco por ciento.
Bates hizo una pausa mientras dejaba que la cifra se hundiera
en su piel como el agua en una esponja.
—No podrían haber estado felices con eso.
—No. —A los Skull Kings no les gustó nada, pero como sus
bolas estaban en mi mano, no podían hacer nada al respecto.
—Mierda. Eso fue fácil.
—Demasiado fácil. —Había estado en el juego durante mucho
tiempo, y mi reputación era hacer todo el trabajo pesado. Las ofertas
llegaban a mí con poco trabajo, y obtener ofertas increíbles en las
negociaciones comerciales ya no era difícil. Miré por la ventana
mientras reflexionaba sobre una palabra en mi cabeza. Aburrido.
—Hablaremos de eso mañana después de la reunión.
—Bien.
Colgué y luego miré por la ventana hacia la oscuridad. Una vez
que Florencia estuvo detrás de mí, solo podía ver la oscuridad en el
camino a la casa. Algunas casas estaban iluminadas desde la
distancia, pero como el campo estaba dormido, éramos solo las
estrellas y yo.
Llegué a mi casa quince minutos más tarde, luego entré.
Sin importar la hora, Giovanni estaba despierto y listo para
saludarme.
—¿Cómo le fue, señor?
—Bien. —Me quité la chaqueta y se la entregué a él.
—¿Algo que pueda conseguirle? ¿O va inmediatamente a la
cama?
Me iba a la cama, pero no a dormir.
—No. Ve a dormir, Giovanni. Ha sido un día largo. —Giovanni
me sirvió a todas horas del día, e incluso cuando intenté darle un
descanso, nunca quiso tomarlo. Mantener mi hogar parecía
mantenerlo cuerdo.
—Está bien, señor.
Me dirigí a la escalera de la derecha.
Miré a Giovanni de nuevo, sabiendo que no me iba a interrumpir
a menos que fuera importante.
—No estaba seguro de si debía notificarte ahora o en la mañana,
pero... hubo una situación con uno de los hombres del equipo.
La supervivencia consistía en mantener dos ojos delante tuyo y
dos ojos detrás, en todo momento. Incluso con tantos hombres
vigilándome, nunca me sentí realmente a salvo. Mientras poseía este
tipo de poder, el resto del mundo querría quitármelo. No se puede
confiar en nadie, ni siquiera en mi mayordomo.
—Ellos piensan que ha sido infiltrado por los rusos.
La mejor manera de llegar a mí era a través de mi equipo de
seguridad. Era mi activo más fuerte pero también mi mayor
vulnerabilidad. Le pagué a mis hombres el tipo de salarios que los
harían leales hasta su último aliento. Si uno de ellos sospechaba de
alguien más, se les alentaba a presentarse.
—¿Quién?
—Jeremy. Encontraron cableado no autorizado en su uniforme.
También hizo llamadas no registradas durante su turno. La
ubicación de sus llamadas no se puede rastrear. Está claramente
comunicándose con alguien que no debería.
Cualquier actividad sospechosa era actividad culpable ante mis
ojos. Dejé claro a mis hombres que los ejecutaría yo mismo si alguna
vez sospechaba sobre algún juego sucio. No hubo tal cosa como un
juicio o una oportunidad para defender la libertad. Simplemente no
tenía tiempo para eso.
—Me encargaré de eso por la mañana.
10
Traducido por AnotherGirl
Corregido por Lelu

Siena
—Déjame ayudarte con eso. —Giovanni apareció de la nada y
recogió la pintura cuidadosamente envuelta en una funda de
plástico—. ¿Son para el Sr. Marino?
—Sí. Quería que los viera en persona antes de tomar su
decisión. —Tomé el siguiente más grande y lo llevé al salón. Uno por
uno, los apilamos contra las paredes cerca de la ventana para que la
luz natural golpeara los colores del lienzo.
Volví a salir para recoger mis cosas del asiento del pasajero
cuando otro auto se detuvo. Con ventanas negras y un exterior negro,
se parecía más a un tanque que a un auto. Bates salió del asiento
trasero, vestido con un traje negro con una expresión hostil en el
rostro.
No me miró ni una vez.
Se estaba cociendo mala sangre. Podía sentirlo en el aire, olerlo.
No parecía tener nada que ver conmigo, pero lo que estaba a punto
de hervir estaba muy cerca. Tuve la tentación de volver a entrar en el
coche y marcharme, pero ahora el pasaje estaba bloqueado.
Dos hombres arrastraron a otro delante de la fuente. Lo
empujaron de rodillas y retrocedieron.
¿Qué demonios estaba pasando?
Bates se puso de pie a un lado y cruzó los brazos sobre su
pecho, sus ojos estaban reservados para el hombre sentado de
rodillas sobre el hormigón.
Giovanni volvió a mi lado.
—Srta. Siena, debería entrar. —Me tocó suavemente por el codo
y me escoltó por las escaleras—. Esto no es asunto nuestro.
—¿Qué va a pasar? —parecía que iba a tener lugar una
ejecución.
Giovanni no me respondió.
En ese momento, Cato salió de la casa con una pistola en la
mano. Estaba vestido con jeans oscuros y una camiseta negra, y su
musculoso cuerpo se veía aún más grueso hoy, porque estaba
claramente enojado. Tenía sed de sangre en los ojos, y su dedo ya
estaba en el gatillo.
Oh, no.
No me miró cuando pasó y bajó las escaleras.
Giovanni me llevó adentro.
El hombre a punto de ser ejecutado empezó a suplicar por su
vida.
—Cato, por favor...
Un disparo sonó.
El sonido de la caída de un cuerpo llegó un segundo después.
Estaba de espaldas a la puerta, así que no vi la ejecución, pero
podía imaginármela vívidamente en mi mente.
Cato no dudó. No dejó que el hombre suplicara. Solo apretó el
gatillo y terminó con eso.
Controlé mi respiración, pero sentí que la adrenalina me
quemaba las venas. Bones me advirtió que este hombre era peligroso,
y esa advertencia no fue una exageración. Cato le disparó a ese
hombre por la razón que fuera, y no dudó. Cuando se diera cuenta
que yo era un fraude, ¿qué me haría?
—Limpia esto —ordenó Cato—. Y quema el cuerpo.
Esperé en el salón durante quince minutos antes de que
apareciera Cato.
Perfectamente tranquilo, como si no hubiera ejecutado a
alguien, entró y echó un vistazo a las pinturas que había desenvuelto.
Sus ojos se fijaron en cada una de ellas durante solo unos segundos
antes de sentarse y mirarme.
—Sí.
Justo cuando mi corazón se había ralentizado, se aceleró de
nuevo. Las palpitaciones no tenían nada que ver con su buen
aspecto, sino con el recuerdo de lo que pasó en su puerta hace veinte
minutos. Sabía que yo había sido testigo de todo porque había
pasado por delante de mí con el arma en la mano.
—Sí, ¿qué?
—Sí, a las pinturas. —Llevaba la misma ropa que antes, pero le
faltaba el arma.
Había estado cerca de las armas toda mi vida e incluso había
escondido algunas en mi propia casa. No me hacían sentir incómoda.
Pero el estar en presencia de alguien que podía empuñar una tan
despiadadamente, ciertamente era difícil.
—Genial. —Esperaba una discusión más larga, pero después de
la ejecución, me pareció extraño hablar de algo tan frívolo como una
obra de arte.
Debe haber detectado el malestar en mi mirada.
—Confía en mí, se lo merecía.
—¿Qué hizo? —le pregunté, sin esperar que me respondiera.
Nada de eso era asunto mío.
—Era un espía.
—Oh... —Igual que yo—. ¿Cómo te diste cuenta de eso?
Me miró durante mucho tiempo, pensé que no contestaría.
—Porque lo sé todo. No pasa nada bajo mis narices que yo no
sepa. Y si no lo sé, lo sabré muy pronto. Dirijo una dictadura, no una
democracia.
¿Debería estar aterrorizada de que me esté contando todo esto?
—¿Quieres que firme un acuerdo de confidencialidad o algo así?
Una encantadora sonrisa apareció en su rostro, como si acabara
de contar un chiste.
—¿Por qué harías eso? Si se lo cuentas a alguien, te creerán.
Pero nadie sería tan tonto como para repetirlo o imprimirlo.
Era una mujer segura de mí misma, pero nunca había
subestimado mis objetivos, hasta ahora. La vida de mi padre estaba
en juego, pero ahora no parecía que tuviera una oportunidad. Cato
Marino era un rival contra el que no tenía ninguna posibilidad.
Ninguna en absoluto.
—No me tengas miedo.
Mis ojos volvieron a los suyos, viendo la sinceridad de su
mirada.
—Nunca te tuve miedo.
—Tus ojos dicen lo contrario.
—Bueno, acaban de ver una ejecución. No puedo culparlos
exactamente.
El rabillo de su boca se levantó una vez más.
—Solo mato a la gente que es tan estúpida como para
traicionarme. No me traiciones y nunca tendrás nada que temer.
¿Era mi paranoia o parecía que me estaba amenazando? ¿Y si
ya sospechaba de mí y estaba esperando que hiciera un movimiento
definitivo? O quizás estaba leyendo demasiado entre líneas. Mantuve
una fachada indescifrable a pesar que eso era casi imposible de
hacer.
—Tú tampoco deberías traicionarme.
Su sonrisa se desvaneció lentamente, y me dio su fría mirada.
Sus brazos descansaban sobre sus muslos y sus anchos hombros
parecían anchos y poderosos. Incluso sin un arma, era un hombre
aterrador. Su belleza era una bala y su cuerpo era el cañón.
—No me atrevería. —Sus manos se juntaron y se masajeó los
nudillos mientras seguía mirándome.
Definitivamente podía sentir la intensidad entre nosotros, sentir
la potente lujuria y la hostilidad girando a nuestro alrededor. Me
excitaba y me asustaba, sintiendo dos emociones poderosas y
contradictorias al mismo tiempo.
—Deberías darme una oportunidad. Creo que lo disfrutarás. —
Lo dijo con tanta confianza, el tipo de asertividad que otro hombre no
podría reproducir. Claramente se veía a sí mismo como intocable,
como si no hubiera nada que no pudiera pedir.
Había dejado el tema las últimas veces que lo vi, pero ahora
estaba dando vueltas de nuevo. Consideré lo que dijo Bones y
mantuve a Cato a distancia.
—Me gustan los hombres.
—Estaré allí. —Se inclinó un poco más hacia delante,
acercándonos más en los dos sofás. Sus gruesos brazos estiraban
sus mangas, y su hermosa piel bronceada parecía tan deliciosa como
un caramelo. Su colonia llenó la habitación mientras estaba sentado
allí, lanzando un hechizo que se extendía por todos los rincones.
—Solo me gustan los hombres.
—¿Estás segura? ¿Alguna vez lo has probado? Muchas mujeres
con las que me he acostado no estaban entusiasmadas al principio...
pero ahora lo disfrutan.
No podía creer que hubiera un momento en el que me sintiera
culpable por engañarlo. Este tipo era un cerdo asesino. Era tan
testarudo y engreído que seguía molestándome por lo que quería en
lugar de ceder. Eso era un nuevo nivel de arrogancia.
—Muy bien. Estoy dentro.
Sus ojos se movieron notablemente, el color se escurrió de su
rostro mientras la excitación corría hacia sus ojos.
—Tú. Yo. Y un hombre de mi elección.
Al instante, la emoción desapareció. Su mandíbula se apretó un
poco, como si lo hubiera ofendido seriamente.
—¿Qué? —me burlé—. ¿Cómo lo sabrás si no lo intentas?
Cato mantuvo su mirada hostil pero no dijo nada en represalia.
No parecía que las palabras pudieran igualar la furia de sus ojos, así
que era más fácil permanecer callada. Definitivamente entendió lo
que quería decir.
Cerré mi carpeta y la puse sobre la mesa.
—Voy a colgar esto para ti. Volveré la semana que viene con un
nuevo conjunto de pinturas y cerámica que me gustaría que vieras.
—Me alejé de la mesa y agarré el primer cuadro del suelo. Tenía mis
herramientas para poder encargarme del trabajo por él.
Se acercó por detrás y luego puso suavemente su mano sobre
mi codo.
Mi impulso inicial fue luchar contra él, salir de su alcance
porque ningún hombre podía tocarme cuando se le antojaba. Pero en
vez de eso, dejé que el tacto persistiera, dejé que las puntas de sus
dedos se clavaran lentamente en mi suave piel.
—¿Sí?
Lentamente me empujó hacia él, haciéndome girar en el lugar
para que volviera a enfrentarlo. Me miró a la cara con sus ojos
brillantes y su dura mandíbula cincelada en mármol. Sus dedos aún
agarraban mi codo, los mismos que habían apretado el gatillo.
—Te estás burlando de mí.
Sus labios estaban peligrosamente cerca de los míos, y no dejé
que se acercaran más.
—Tú te burlaste de mí primero. —Fue él quien me dio el beso
más grande de mi vida antes de arrojarme a la cama con otra mujer.
Metió su mano entre mis muslos debajo del vestido y me hizo pensar
que yo era la única en su mente.
Sus ojos se movieron un poco de un lado a otro mientras
miraban a los míos. Cuando estaba tan cerca, podía oler su colonia,
sentir su presencia. Había un claro calor en él, como si fuera el sol
en su propio sistema solar. Sus dedos poco a poco se clavaron más
en mi piel a medida que se agarraba a mí.
—Eres un enigma.
—¿Yo? —pregunté, nuestros rostros aún juntos—. Soy bastante
fácil de leer porque digo lo que quiero. No te gusta porque lo que yo
quiero no es lo que tú quieres.
—¿Y qué es lo que quiero? —Su mano dejó mi codo y me tocó la
espalda. Su gran palma apretó contra mi cuerpo, sus dedos ardieron
a través de la delgada tela de mi vestido negro. Se movió más arriba
hasta que llegó a la parte de atrás de mi cabello. Se agarró a las
hebras como riendas, asegurándome en mi lugar para que yo no
fuera a ninguna parte.
Ahora ya no estaba pensando en mi plan. Ya no pensaba en
nada.
—Yo…
Él controló mi cuello y movió mi rostro hasta que mis labios se
volvieron hacia los suyos. Tenía un acceso ideal a mi boca, para un
beso perfecto que rivalizaría con el último que compartimos. Sus
brazos estaban cómodos alrededor de mi cuerpo, y sus manos
realmente se sentían como un refugio seguro.
Sería fácil sucumbir a mis hormonas, especialmente cuando
este hombre me daría el mejor sexo de mi vida, pero tenía que
concentrarme en el premio. Un buen polvo no sería suficiente.
Dejaría de pensar en mí en cuanto termináramos. Tenía que
mantenerlo a raya para asegurarme que su interés no se agotara
demasiado rápido.
Finalmente encontré la fuerza para alejarme, deteniéndome un
momento antes que sus labios pudieran presionar contra los míos.
Me di la vuelta y aclaré mi garganta, rompiendo el contacto visual
con él.
—Ya que trabajo para ti, esto debería seguir siendo profesional.
No volvió a alcanzarme, pero sus ojos brillaban como dos faros
hostiles.
—Me deseas.
—No, te deseaba. Ese momento ha llegado y se ha ido. —Me
volví hacia él, haciendo todo lo posible para parecer sincera—.
Cuando te besé en ese bar, quise ir a casa contigo. Quería una noche
de sexo increíble para pasar unas semanas hasta que encontrara mi
próxima dosis. Pero a ti te gustan algunas cosas que a mí no, así que
ese fue el final de la historia. Ahora trabajo para ti, y debería seguir
siendo profesional.
—Acabo de matar a alguien en mi entrada. No es exactamente
profesional.
Tragué el nudo en mi garganta, temiendo que fuera yo en el
futuro.
—Razón de más para que nos olvidemos de esto.
—No creo que ninguno de los dos pueda olvidar algo en lo que
no podemos dejar de pensar.
Era inútil fingir que no lo deseaba, así que dejé de decir lo
contrario. En vez de eso, tomé la pintura y me alejé de él para que no
pudiera alcanzarme de nuevo.
—Necesito volver al trabajo. Tengo que volver a Florencia para
mi cita de esta noche.
Se puso tenso en el acto, los músculos de su cuerpo se tensaron
un poco antes de engrosarse. No había posibilidad de que este
hombre se pusiera celoso, pero definitivamente había un destello de
sus fosas nasales. Estaba acostumbrado a conseguir lo que quería,
y en cuanto no lo hacía, perdía la cabeza.
—¿Tienes una cita?
—Sí. —Agarré mi nivel y un par de clavos—. Que tengas una
buena noche, Cato.
Ignoró todo lo que dije.
—¿Vas a perder el tiempo con un tipo cualquiera en vez de
conmigo?
—Bueno, estoy bastante segura de que este tipo no mata gente.
Y no creo que me vaya a sugerir entrar en un trío tampoco. —Me
dirigí a la puerta antes de que Cato pudiera decir algo más—. No me
conoces muy bien, pero no soy el tipo de chica que espera algo de un
hombre. Estoy en un momento de mi vida en el que solo quiero tener
sexo y concentrarme en mi carrera. No estoy en el mercado por nada
complicado, pero lo complicaste en el momento en que esto se
convirtió en un juego de poder enfermizo. Tú tienes tus reglas y eso
está bien, pero yo también tengo las mías.

11
Traducido por Jabes
Corregido por Lelu

Cato
Me senté en mi estudio en el último piso e hice anillos con mi
puro. No era un gran fumador, pero de vez en cuando, me permitía
el lujo. Le dio un respiro a mi garganta por la quemadura del alcohol
que bebí todo el tiempo.
Miré fijamente por la ventana y seguí pensando en la misma
mujer en la que siempre pensaba.
Siena.
Ella me engañó como nadie. Me descartó como si no tuviera
nada que perder. Me trató como si no fuera nadie, y no el apuesto
millonario que cada mujer quería en su cama. Para ella, solo era otro
tipo en la multitud. Todo lo que quería de mí era un trabajo, y ahora
que lo tenía, no quería nada más.
¿Por qué eso me hacía admirarla?
¿Por qué eso hacía que me obsesionara con ella?
No tenía idea.
Cuando se terminó mi puro, no tenía nada más que esperar.
Encender otro era tentador, pero tener a Siena en la cama esta noche
lo era aún más. No quería quebrantar mis reglas por nadie, pero ya
las había roto por ella.
Si no, estaría teniendo sexo con dos mujeres en este mismo
momento.
No lo pensé dos veces antes de meter una bala en el cráneo de
ese traidor. Mi mano no tembló y mi dedo no se sentía caliente
después de apretar el gatillo. Pero ahora seguía repitiendo mi última
conversación con Siena como si estuviera lleno de remordimientos.
Ella tenía una cita esta noche.
Porque preferiría eso que inclinarse hacia mí.
No estaba acostumbrado a eso.
Miré fijamente mi cigarro apagado por unos minutos antes de
levantarme de mi silla, asfixiado por mis pensamientos. Nunca fui la
clase de hombre que se sienta y no hace nada cuando algo le molesta.
Si alguien se me atravesaba, lo cazaba y lo mataba. Si había alguien
a quien quería, no me detenía hasta que lo tenía.
Así que, ¿por qué no estaba haciendo algo ahora?
Cuando el país entero estaba a mi disposición, podía encontrar
una aguja en un pajar instantáneamente.
Encontré a Siena en cinco minutos. Estaba cenando en un
pequeño restaurante en Florencia. Su cita era un contador. Sus
antecedentes rechinaban de limpios, tan limpios que eran sucios.
Solo los maricas no tenían nada que ocultar. Los hombres reales
tenían esqueletos de los cuales sentirse orgullosos.
Sería fácil para mí arrastrar a su cita fuera del restaurante. O
solo podría dejar caer un sobre con dinero frente a él. Mordería la
carnada como todo el mundo. Pero a Siena no le impresionaría nada
de eso. Ella probablemente me daría una bofetada.
Podría abofetearme de todos modos.
Los detecté a ambos en una mesa de la esquina. Ella se ve
hermosa en un vestido rojo con un solo bretel. Es corto con una
abertura en el muslo. Su cabello está hacia atrás de la manera en
que lo usa cuando trabajamos juntos, y la apariencia completa la
hace la mujer más hermosa de la habitación.
Me tomé un momento para mirarla fijamente antes de mirar a
su cita.
Era un tipo bien parecido. De construcción sólida con rasgos
masculinos. Tenía una barba ligera y ojos brillantes. Su camiseta se
ajustaba a sus brazos, y tenía una espalda musculosa, lo que sugería
que levantaba bastante peso. Ella definitivamente no tenía problemas
para conseguir hombres atractivos para la noche.
Tal vez en realidad no me necesitaba, después de todo.
Me acerqué a la mesa y tomé una silla contigua, poniéndola
entre ellos antes de sentarme.
Siena se giró hacia mí, y su mirada de pánico fue
indudablemente sexi.
Su cita me miró con fijeza, inexpresivo, antes de mirarla de
nuevo, buscando claramente una explicación.
Me incliné hacia atrás en la silla y crucé una de mis piernas,
dejando que mi tobillo descansara en la rodilla opuesta. Mis manos
se unieron en mi regazo, y mantuve mi atención en ella, incluso
cuando la mirada de desconcierto de su cita era probablemente
entretenida.
—Luces hermosa esta noche, Siena. —Me gustaban los tonos
oscuros que usaba en mi finca, pero la intensidad de ese vestido
complementaba su color.
Sus ojos se entornaron feroces.
—¿Qué estás haciendo aquí, Cato?
—Tomando un trago. —Levanté mi mano en el aire, e
instantáneamente, la camarera llegó y tomó mi orden—. Escocés, con
un cubo de hielo. —Mantuve mis ojos en Siena porque nadie más en
la habitación era importante.
Su cita era obviamente un cobarde porque no me dijo ni una
sola palabra.
Su belleza era mucho más evidente cuando estaba enojada. Sus
ojos se iluminaron notablemente, sus pómulos se volvieron más
pronunciados porque apretó los labios con mucha fuerza. Sus
gruesas pestañas se abrieron y se cerraron más rápido con su
frustración.
—Estoy en medio de una cita, Cato. No eres parte de esto.
La camarera regresó con mi trago, y llevé la copa a mis labios.
—Cuantos más, mejor, ¿no es cierto?
—No. —Los ojos de Siena brillaron con amenaza—. ¿Cómo te
sentirías si estropeara una de tus citas?
Sonreí ampliamente.
—Me encantaría, en realidad.
Rápida como una serpiente, ella tiró su mano hacia atrás y me
abofeteó en la cara.
Me. Abofeteó.
El golpe no dolió, pero la conmoción circuló lentamente por mis
venas hasta que la adrenalina se desbordó. Nadie nunca había hecho
una maniobra como esa además de mi madre, y eso fue hace
veinticinco años.
Bajé mi copa y la examiné con dureza, enojado y excitado al
mismo tiempo.
Su cita estaba inmóvil como una estatua.
—Acabo de asesinar a alguien. —Mis palabras se escaparon en
un suave susurro—. ¿Estás segura de querer hacer esto?
—Sí. —Solo para probar la cuestión, me abofeteó de nuevo—.
Piensas que eres el dueño del mundo, pero nunca serás mi dueño,
imbécil. Ahora vete, así Aaron y yo podemos cenar y tener sexo.
Buenas noches.
La idea de ella teniendo sexo con este tipo cuando debería estar
haciéndolo conmigo puso a prueba incluso más mi resolución. Sin
girarme hacia su cita, le exigí:
—Vete.
Se quedó quieto.
Siena no lo miró.
—No lo escuches.
Esta vez, me di la vuelta en mi silla e hice contacto visual directo
con él. Le di la misma mirada que le daba a todos mis enemigos,
asustándolo hasta la muerte con solo una sutil expresión. Mis
hombres estaban por todo el lugar, y podía matarlo con solo un
movimiento de mis dedos.
—Eres Cato Marino… —parecía que se lo estaba diciendo más
a él mismo que a Siena o a mí.
Chasqueé los dedos frente a su cara.
—Lárgate.
Esta vez, él escuchó. Empujó su silla hacia atrás y dejó el
restaurante.
Cuando me volví hacia Siena, no pude contener la mirada de
arrogancia en mi rostro.
Ahora ella me miraba como si quisiera asesinarme. El odio
quemaba en sus ojos, y su palma estaba preparándose para el
próximo golpe.
—Hazlo bien, bebé. —Nadie más tendría una oportunidad como
la que ella tenía. Nadie más hubiera sobrevivido a tal ataque. La
única razón por la que lo hizo es porque permití que sucediera.
Ella me arrebató el trago y se preparó para arrojarlo en mi cara.
No aprecio el alcohol en mi rostro y en mi ropa, así que golpeé
la copa en la mesa antes que pudiera hacer algo.
Pero ella tuvo su palma en mi cara, golpeándome tan fuerte
como la última vez.
—Eres tan…
Mi mano empuñó su cabello, y tiré de ella hacia mí por un beso.
Mi mejilla quemaba por los golpes que me dio, pero eso me excitó aún
más. Apreté su cabello en mis dedos y la sujeté con mi otro brazo
alrededor de su cintura. La apreté contra mí y besé su obstinada
boca.
Ella no luchó conmigo. En su lugar, me devolvió el beso con
repugnancia, como si se odiara a sí misma por lo que estaba
haciendo, pero no podía detenerse. Su boca no estaba distendida
como durante nuestro primer beso. Estaba dura y agresiva,
transmitiendo toda su animosidad por mí en un solo abrazo. Pero
luego su odio se suavizó, y sus labios se volvieron pesarosos. Con
labios llenos de arrepentimiento, ella me besó, sintió mi boca con la
suya como lo hizo en el bar.
El restaurante estaba lleno de gente, pero eso parecía no
importar.
Los desafiaría a decir algo.
Cuando se alejó, sus ojos estaban llenos de autodesprecio,
como si se odiara por permitir que esto sucediera. Se odiaba por
disfrutar ese beso. Se odiaba por estar aliviada de que el marica de
su cita se hubiera ido.
Mi mejilla debía estar roja porque me había golpeado muy
fuerte, pero la quemadura se sentía muy bien. Podía sentir el
contorno de su mano contra mi mejilla como si recién me hubiera
golpeado. Si me enfocaba, podía repetirlo en mi mente una y otra vez.
Cada reviviscencia hacía que mi miembro se volviera un poco más
duro. Todas las mujeres de mi vida se habían rendido ante mí,
alejando los avances de otros hombres solo en caso de que pudiera
notarlo. Se besaron conmigo en clubes y me compartieron con
extrañas. Estaban dispuestas a dejarlo todo solo por la mera
oportunidad de estar con Cato Marino.
Esta mujer no hizo nada como eso.
No le importaba una mierda quién era.
Esa era la cosa más sexy que vi jamás.
Arrojé dinero en la mesa, tomé su mano, y la empujé fuera del
restaurante, ignorando a todos los clientes que observaban nuestra
salida. Presentamos una sexi escena que nadie podía ignorar. Mi
mejilla estaba roja, y si solo todo el mundo fuera un poco más
valiente, podrían haber tomado una foto y ponerla en internet.
La llevé afuera, y mi auto se detuvo en la acera. A prueba de
balas, con cristales tintados en negro intenso, era el vehículo más
seguro del planeta. Incluso un tanque tendría problemas para
derribarlo. Con un gran asiento posterior, proporcionaba un amplio
espacio para mis largas piernas… y mis citas.
Ella apartó su mano de la mía cuando llegamos a la acera.
La dejé alejarse solo porque estaba interesado en cualquier cosa
que tuviera que decir. Mi mejilla todavía palpitaba después de ser su
saco de boxeo, y mi miembro estaba tan duro que estaba a punto de
rasgar mi bragueta. Esta mujer necesitaba estar llena con mi
miembro, necesitaba estar satisfecha de la manera en que se lo
merecía. Ahora no me importaba que ella fuera la única mujer en mi
cama esta noche. No me preocupaba que me aburriera. Mis nudillos
dolían con excitación porque no podía esperar a tener sus piernas
extendidas en mi cama.
Su cabello era un desorden por la forma en que lo empuñé, por
lo que ella sacó las pinzas que lo sostenían en su lugar y dejó que su
cabello castaño cayera alrededor de sus hombros. De inmediato
enmarcó su rostro a la perfección, como si lo hubiera planeado para
verse muy hermosa.
—Eres un imbécil, ¿lo sabes? —me increpó, luego de un ligero
movimiento de cabeza. Ella no tenía la misma rabia que antes, pero
no había duda de la intención de sus palabras.
—Sí. Lo sé. —Me paré más cerca de ella y me enfoqué en su
labio superior, la suave carne que quería besar una y otra vez. Quería
acariciar con el dorso de mis dedos el suave arco y luego sentir el
resto de su mejilla. Quería explorar a esta mujer en todas partes, ver
sus curvas hermosas bajo ese vestido ajustado. Cuando la vi al otro
lado del bar esa inolvidable noche, me olvidé de todas las mujeres
que ya estaban a mi entera disposición. Ninguna de ellas se
comparaba a esta mujer hostil.
—No puedes sabotear las citas de las personas así.
—Él pudo pelear por ti.
—¿De verdad? —Ella cruzó los brazos sobre su pecho—.
¿Contra Cato Marino?
Me encogí de hombros.
—Tú lo haces todo el tiempo.
—Eso es diferente.
—No lo creo. —Ella era la única persona en el mundo entero
que había tenido las pelotas para hacerme frente. Seguro, mi rompió
las pelotas, pero no con tanta firmeza. Ella decía lo que pensaba sin
miedo a las repercusiones, y cuando fui un imbécil durante su cita,
ella me abofeteó como me merecía—. La única persona que alguna
vez me abofeteó fue mi madre, y tenía cinco años.
Sus ojos se fijan en la marca roja en mi mejilla. El producto de
los poderosos golpes de su pequeña mano.
—No esperes que me disculpe por eso.
—No me gustarías tanto si lo hicieras. —Chasqueé los dedos a
uno de mis hombres, y abrieron la puerta trasera—. Vamos.
—¿A dónde vamos?
Mi mirada lo dijo todo.
—Expulsas a mi cita, ¿y ahora crees que tendré sexo contigo?
—Ladeó su cabeza lentamente, su cabello se balanceó con su
movimiento. Cualquier otra mujer en el mundo estaría emocionada
por ganar mi íntima atención. Este era un sueño hecho realidad, un
cuento de hadas. Pero a diferencia del resto del mundo, a Siena no le
importaba.
—Puedes tenerme también.
Puso sus ojos en blanco.
—Justo cuando creo que no puedes ser un cerdo más grande,
de alguna manera lo consigues.
Mis manos descansan en mis bolsillos mientras la miro
fijamente a la luz de la farola. Con el pelo revuelto y sus ojos
enojados, ella es la cosa más fascinante del mundo. Podría caminar
hacia mi dormitorio y ver a tres mujeres desnudas en mi cama, pero
la imagen no sería tan excitante como la expresión de su rostro.
—Puedes irte sola a casa. O puedes ir a casa conmigo.
Ella sacudió su cabeza con lentitud.
—Puedo ir a un bar y conseguir a alguien más. —Ella tenía la
clase de confianza que rivalizaba con la mía. Sabía exactamente lo
que valía, y era su dueña.
—Como podría hacerlo yo. Pero ninguno de los dos quiere eso.
—Me acerqué a ella, notando que había retrocedido. Me moví más
hasta que nuestras caras estaban juntas en la oscuridad. Una pareja
dejó el restaurante y caminaron por la acera, los tacones de la mujer
repiquetearon en el concreto. Los coches sonaban en la distancia.
Pero en lo único que podía pensar era en el sonido de su respiración,
en la manera en que sus ojos sostenían los míos en una mezcla de
deseo e incertidumbre.
Mi mano se movió alrededor de su cuello, acunándola justo en
el frente. Su pulso golpeó contra mi piel, lento y constante como si
no me temiera en lo más mínimo. Esa respuesta controlada era
excitante, la manera en que se sostenía ante un oponente como yo.
Mis dedos se movieron por la suave línea de su mandíbula antes que
presionara mi boca en la de ella. La besé con suavidad, como hice en
aquel bar todas esas semanas atrás. Me tomé mi tiempo porque no
había necesidad de apurar el final. Esta historia terminaría
exactamente como quería que terminara, con ella clavando sus
tacones en mi trasero mientras conseguía su orgasmo.
No hubo titubeo de su parte. Sus labios se separaron para mí
como sus piernas lo harían pronto. Su cálido aliento me recibió junto
con su lengua. Su mano se deslizó por mi bíceps, y masajeó mis
músculos mientras me besaba, mientras abandonaba su aversión y
disfrutaba la innegable química entre nosotros.
Nunca me habían besado de esa manera. Nunca me había
tomado el tiempo para ir despacio y apreciar el abrazo de una mujer.
Prefería que me chuparan en el asiento trasero de regreso a mi casa
mientras otra mujer succionaba mi cuello.
Pero esto era mejor.
Mi miembro estaba incómodo en mis pantalones cuanto más
apretaba contra mis jeans. La única cosa contra la que mi miembro
debería presionar era una suave y húmeda vagina. La fantasía de
hundirme profundamente en su hermoso sexo me excitó hasta el
punto de la locura, así que terminé el beso y me giré hacia la puerta.
—Entra.
Ella usualmente protestaba ante mis órdenes, pero esta vez, la
perezosa mirada en sus ojos lo dijo todo. No quería discutir más.
Quería estar sobre su espalda en mi enorme cama, con un hombre
real dándole el mejor sexo de su vida. Me dio una última mirada antes
de agachar la cabeza y entrar.
—No hagas que me arrepienta de esto.
Entorné los ojos ante el desafío.
—Nunca.

12
Traducido por Arli
Corregido por Lelu

Siena
Entramos a su propiedad en toscana, y Giovanni apareció entre
las sombras para servirle.
—Señor, yo…
—Eso puede esperar hasta mañana. —Cato ignoró a su sirviente
más leal y me llevó a la escalera. El viaje de regreso a casa lo pasamos
en una silenciosa tensión, su mano apretando mi muslo y sus ojos
mirando profundamente los míos. Él no iba a besarme mientras
esperaba el momento correcto para dejar caer toda su contención.
Giovanni desapareció otra vez, obedeciendo las órdenes de Cato.
Él inesperadamente metió sus brazos debajo de mi cuerpo,
luego me levantó hasta su pecho. Como si no pesara nada y él
pudiese mover una montaña, me cargó los tres tramos de la escalera
hasta su habitación en el último piso.
Rodeé su cuello con mis brazos y miré fijamente su atractiva
expresión, el bonito color de sus ojos y la manera en que contrastaba
con la dureza de su mandíbula. Si cualquier otro hombre hiciera una
maniobra como la que él hizo, le patearía la entrepierna y saldría
hecha una furia. Ningún hombre tuvo el derecho de controlar mi vida,
de sabotear mi noche solo porque a él no le gustase. Había muchas
cosas que no me gustaban de Cato, y su arrogancia estaba en la cima
de mi lista. Sin embargo, él era el hombre más sexi del planeta, con
esas maneras de verse bien y ese cuerpo perfectamente esculpido. Su
poder y riqueza no eran necesarios para hacerlo irresistible porque
ya lo era. Si no fuera tan atractivo y seguro de sí mismo, esto podría
ser un millón de veces más difícil, podía dormir con alguien que no
me gustase si fuera así de hermoso.
Me llevó hasta su habitación sin esfuerzo alguno y luego me
sentó en su enorme cama, la cama en la que a menudo tenía a un
montón de mujeres a la misma vez. Sexo sudoroso y pervertido
ocurría aquí todas las noches. Las mujeres que estaban dispuestas
a todo, a cosas sucias con las que nunca podría comprometerme.
Entonces, ¿penetrarme sería suficiente? ¿O él terminaría conmigo en
la mañana? Solo había una manera de saberlo.
Se arrodilló delante de mí y sostuvo mi mirada mientras me
quitaba cada uno de mis tacones. Me trató delicadamente, sus dedos
acariciaron tiernamente la suavidad de mi piel. Sus ojos azules
estaban concentrados en mi rostro, como si fuera imposible apartar
su mirada incluso por un momento.
Me gustó ver a Cato debajo de mí, un hombre fuerte de rodillas
para ayudarme. Cuando no estaba siendo un imbécil arrogante, era
un sexi caballero. Lo estudié mientras se tomaba su tiempo con las
pequeñas correas antes que ambos tacones estuvieran fuera de mis
pies. Luego lo vi presionando un beso en el interior de mi tobillo.
Cerré mis ojos automáticamente, amando la manera en que sus
suaves labios se sentían contra mi piel.
Él hizo lo mismo con el otro pie antes de trazar un camino de
besos en mis piernas y al interior de mis rodillas. Se mantuvo así,
moviéndose más y más arriba hasta que estaba entre mis muslos.
Mi respiración se aceleró, y lentamente me recosté en la cama
mientras él me inclinaba hacia atrás. Mis ojos se cerraron por un
largo rato mientras esperaba que su boca llegase al área que más me
dolía. Quizás Cato Marino me disgustaba, pero no había duda de que
lo deseaba… mucho.
Él se mantuvo moviéndose hasta que sus labios se presionaron
contra mi tanga negra. Me besó gentilmente, mi vestido era un
tumulto de tela sobre mis caderas. Me besó un poco más fuerte por
la fricción, luego tomó una profunda bocanada de aire, inhalando mi
excitación a través del encaje de mi tanga.
Él se alejó, entonces levantó su cabeza al nivel de la mía, en su
cara había una mirada de excitación tan intensa que parecía enojado.
Tomó mis caderas con sus manos, y me miró fijamente sin temor,
como si estuviese luchando por no tomarme tan duro que podría
romper la cama.
Anteriormente fui el centro de atención del deseo de un hombre,
pero ninguno me miró de la manera en que él lo hizo ahora. Esto era
solo sexo, una conquista con la que Cato estaba completamente
obsesionado, pero aún me hacía sentir la mujer más hermosa de la
tierra. Esto era más gratificante que hacer el amor con un hombre
que me haya importado. Esto era más gratificante que una llamada
sexual con un hombre que pudiera hacerme venir. Era la presa de
este hombre, y era la primera vez que disfrutaba sentirme así.
Él se irguió y luego tiró de su camiseta por encima de su cabeza.
Como la última vez, no era nada más que un hombre, nada más que
puro sexo. Sus fuertes pectorales guiaban al valle de ríos y cuencas
en su abdomen. Cerca de sus caderas había dos gruesas venas que
encabezaban el dobladillo de sus jeans. Él estaba en perfecta forma
física, con la fuerza para matar a un hombre con solo sus nudillos.
No podía alejar mis ojos de él. Mis bragas se sintieron húmedas
en un instante y cualquier incertidumbre acerca de lo que estaba
haciendo, se fue. Mis muslos ansiaban abrirse y mi sexo gritaba por
sentir cada centímetro de él dentro de mí. Esto había comenzado
como un deber, pero ahora, era la única cosa que quería hacer en el
mundo.
Se quitó el cinturón y luego sus jeans, empujándolos hacia
abajo junto con su bóxer.
Me quedé mirando fijamente su largo miembro, mis ojos
estaban concentrados y abiertos. Los penes no tenían nada de
especial, nada como para sentirme particularmente excitada por
ellos, pero maldición, este era el más hermoso que jamás he visto. No
era solo largo, sino también ancho. Su glande era prominente,
incluso sus bolas eran bonitas. Perfectamente arregladas para tomar
o chupar, este era el tipo de pene con la que estaría feliz de
atragantarme.
—Jesucristo… —No podía apartar mis ojos de ese monstruoso
miembro que se erguía tan erecto y orgulloso. Mi lengua ansiaba
sentir esa vena a lo largo de su erección y mi estómago deseaba
probar su sabor. Chupar penes no era uno de mis fetiches, pero
cuando uno ve algo como esto… estaría feliz de que me den arcadas
una y otra vez—. Ese es una hermosa pene. —Mis ojos finalmente
regresaron a los suyos.
Había llamas ardiendo en sus ojos, no de enojo, pero sí de
éxtasis. Ahora se veía como si quisiera tomarme aún más duro, meter
de golpe su miembro tan dentro de mí que me hiciese estallar. Sus
manos alcanzaron mis muslos hasta que tomó el encaje de mi tanga.
Entonces, lentamente las empujó hacia abajo, hasta que salieron por
mis tobillos. Sus ojos se quedaron viendo mi sexo, fijamente con la
misma obsesión que yo tenía por su miembro.
Él se arrodilló otra vez y presionó su boca adecuadamente entre
mis piernas. Inmediatamente cubrió mi clítoris con su lengua y me
besó más duro de lo que había besado mi boca. Inhaló
profundamente, luego aspiró su caliente aliento sobre mi área más
sensible. Él comió mi sexo como si no hubiese en el menú nada que
desease más.
Grité ahí mismo, solo porque se sentía tan increíblemente bien.
Mi cabeza se inclinó hacia atrás y miré el techo de la habitación
mientras mi visión se tornaba borrosa. Hombres me comieron antes,
pero no con este calibre. Agarré su cabello en puños con mis dedos y
me pregunté si salir de su casa esa noche había sido un error. Aún
con otra mujer ahí, el sexo habría sido increíble.
Él chupó mi clítoris un poco más fuerte antes de alejarse. Abrió
su mesa de noche y sacó un paquete de aluminio antes de volver a la
cama conmigo.
Estaba cerca de conseguir mi orgasmo cuando su boca estaba
complaciéndome, así que tener su enorme diámetro dentro de mí era
exactamente lo que quería. Pero ahora, en todo en lo que podía
pensar era en ese miembro dentro de mi boca. Nunca deseé más
chupar y explorar algo tan grande.
—Espera. —Me levanté sobre mis pies y desabroché la parte de
atrás de mi vestido así podría caer al piso, no llevaba sujetador, por
lo que ahora estaba completamente desnuda.
Los ojos de Cato fueron directo hacia mis senos.
—Yo en serio… —Me arrodillé delante de él— …en serio quiero
chupar tu miembro primero. —Ignoré al hombre y tomé sus
musculosos muslos. Él tenía piel bronceada en todas partes, junto
con el paquete de músculos debajo. Él era tan hermoso que incluso
sus pies eran sexys. Ahuequé mi lengua y abrí mi boca anchamente
antes de meterlo dentro de mí. Luego gemí, como mujer, aprecié su
longitud y espesor. Aprecié la manera en que sabía, la manera en que
podía mantenerse duro sin esfuerzo alguno. Su miembro era perfecto
y merecía ser adorado.
La expresión de Cato se endureció al mirarme fijamente. Me vio
mover su longitud dentro de mi boca antes de sacarlo lentamente. El
sexo oral era agradable de muchas maneras. Él agarró en puños mi
cabello, y sus respiraciones profundas se intensificaron lentamente
a medida que tomé hasta el fondo su longitud.
Nunca imaginé que podría estar tan entusiasmada de estar de
rodillas. Justo treinta minutos antes, pensé que él era un cerdo
arrogante. Lo había visto besarse con mujeres al azar en bares, una
tras otra. Pero ahora que estaba disfrutando de este hombre, no
podía juzgarlo. Aún sin su fortuna, era el hombre más atractivo del
planeta. Algunas mujeres probablemente no lo querían por su dinero.
Ellas solo querían esto, una noche con un hombre de verdad.
Mi lengua cubrió con más saliva toda su longitud, y lo empujé
tan dentro como podía. Solo lo hice hasta la mitad porque él no era
solo largo, era también ancho. El sexo oral era sobre hacer sentir bien
a tu compañero, pero ahora mismo, mis acciones eran
completamente egoístas. Estaba chupando su miembro porque
disfrutaba de cada segundo de eso. De hecho, sentí el mismo fuego
entre mis piernas que sentí cuando su boca estaba presionando mi
clítoris. Estaba tan excitada por su miembro que sentí una explosión
ante la vista. Solo eso me encendió mucho más que el sexo que haya
tenido con cualquier otro chico. Mis dedos se movieron entre mis
piernas y me froté a mí misma mientras continuaba chupándolo,
sabiendo que estaba a punto de explotar con su miembro en mi boca.
Cato inhaló un profundo suspiro entre sus dientes antes de tirar
de mi cabello.
—No.
Su miembro dejó mi boca, pero presioné un beso en su glande,
mis ojos estaban en él.
—Arriba.
Mi vista estaba borrosa por la excitación, y tuve que apoyarme
en sus poderosas piernas para enderezarme.
—Sobre tu espalda. —Él tomó el condón, luego procedió a
ponérselo. Lo envolvió sobre su longitud, hasta la base, dejando una
gran cavidad al final para contener todo que iba a liberar por mí.
Me moví hacia su cama Alaska extra larga y recosté mi cabeza
en una de las almohadas. Me imaginé el sexo más pervertido, algo
que no tuviera nada de misionero. Ni siquiera me importó saltarme
el sexo mientras su miembro estuviese en mi boca. Pero estaba
emocionada de sentir su grosor y longitud profundamente dentro de
mí. Nunca había llevado a un hombre más grande, y ahora tenía
miedo de no poder volver una vez que hubiéramos terminado.
Él subió hasta estar sobre mí, su gran peso hundió el colchón
mientras se movía. Su enorme miembro colgaba listo, apuntando a
mi entrada como si no pudiese esperar para estar dentro de mí. Sus
brazos inmediatamente se engancharon detrás de mis rodillas y me
separó abiertamente, como si yo necesitara estar lo más abierta y
ancha posible si iba a tomar ese monstruo entre sus piernas.
—¿Notas algo en mi cama?
Mis manos arañaron su pecho porque estaba muy ansiosa por
sexo. Nunca había deseado más que un hombre me penetrara. Lo
odié esta mañana, pero ahora, él era mi más reciente fantasía. Mis
manos se movieron en la parte trasera de su cabello, y atraje sus
labios a los míos por un beso.
—Solo cállate y tómame. —Podía saborear mi sexo en sus labios,
y la sensación solo me excitó más.
Él me besó de vuelta solo por algunos segundos.
—Tú eres la única en ella.
Recosté mi cabeza contra él y sentí mi sexo apretándose. A
diferencia de alguien más, lo disfrutaría exclusivamente toda la
noche. Tenía toda su atención, todo su afecto, y todo su miembro
para mí.
—Eso es bueno, porque no me gusta compartir. —Tomé su
longitud y apunté su glande a mi entrada.
Presionó su miembro dentro de mí e ignoró la resistencia. Su
miembro era muy grande para mi talla pequeña pero no iba a aceptar
la negativa. Empujó otra vez hasta que pasó la barrera y se encontró
con mi húmedo fondo que prácticamente estaba goteando entre mis
muslos. Luego, siguió hundiéndose, más y más hasta que la mayor
parte de su miembro estuvo profundamente dentro de mí.
Un miembro nunca se había sentido tan bien.
—Cato… —Mis manos dejaron su cabello y se deslizaron abajo
en su espalda. Mis uñas lo arañaron con entusiasmo, sin embargo
eso no podía ser controlado. Ahora era solo una mujer perdida en sus
hormonas, una mujer que solo quería estar con un hombre—.
Mierda, te sientes tan bien. —Si hubiera sabido que esto podía llegar
a ser así de bueno, lo hubiera tomado en la parte trasera de su auto
de camino hacia aquí.
Él gimió mientras comenzaba a embestirme, sus ojos se
quedaron en los míos mientras empujaba la cabecera de la cama
contra la pared.
—Maldición, este es un buen sexo.
Agarré su trasero y lo empujé más dentro de mí sintiendo de
inmediato mi clímax. No necesité más de diez embestidas para
conseguir mi orgasmo. Estuve lista para mi clímax durante los
últimos quince minutos. Era sorprendente que no explotase en el
momento en que él estuvo dentro de mí.
—Dios… —Mi cabeza se relajó en la almohada, y lo miré seguir
embistiendo dentro de mí, empujando su enorme miembro en un
ritmo perfecto—. Si… si… —Mis uñas arañaron sus brazos y mis
caderas se sacudieron contra él. Mordí mi labio inferior mientras mi
orgasmo llegaba duro. Este hombre había hecho algo que ningún otro
hombre había logrado hacer. Él me hizo llegar al orgasmo tan duro,
que no creí que esa intensidad fuera posible… y él ni siquiera lo había
intentado. Después de todo, quizás su arrogancia era apropiada.
Se quedó quieto mientras mantenía toda su longitud dentro de
mí. Con mis piernas todavía inmovilizadas y sus ojos pegados a los
míos, tenía la misma mirada de excitación con la que empezó, pero
ahora iba acompañada de un toque de tortura.
—Más te vale que no hayas terminado. Ni siquiera he empezado
todavía.
Orgasmos después y temprano en la mañana, me recosté en la
cama al lado de él, escuchando sus profundos suspiros. Se quedó
dormido rápidamente, totalmente satisfecho después de hacer que
me estremeciera con muchos orgasmos.
Abrí mis ojos y mire la hora en el reloj.
Eran las seis de la mañana.
Esa fue la mejor noche de sexo que alguna vez tuve, y podría
fácilmente recostarme aquí para siempre y solo disfrutarlo. No puedo
recordar la última vez que me sentí tan satisfecha. Ningún hombre
pudo intensificar el sexo oral y batear un cuadrangular como ese.
Cato Marino no era solo el banquero más exitoso del mundo, sino
también el amante más exitoso.
Disfruté de tener sexo con un líder criminal que asesinó a
alguien en su entrada para automóviles, y el sexo fue tan bueno que
olvidé lo peligroso que podía ser. Mi tarea era manipularlo y de alguna
manera aislarlo de su manada de seguridad, pero la operación
parecía imposible, la última noche, el sexo había sido asombroso
para mí, pero probablemente eso era habitual para él. Eso no
importaba, cuan mojada o ansiosa estaba, sus tríos y noches salvajes
siempre triunfarían sobre lo que yo podría ofrecerle.
Quizás era una mala idea.
Quizás debería irme mientras aún tuviera la oportunidad.
Quité las sábanas y cuidadosamente me deslicé al borde de la
cama. Mi plan era salir sigilosamente antes que se levantase. Quizás
desde el principio no esperaría que pasase la noche. Probablemente
me echaría a patadas si quisiera que me fuera, pero quizás él estaba
muy cansado. Tomé mi vestido del piso y comencé a ponérmelo.
—¿Acaso dije que te puedes ir? —Su voz masculina llenó la
habitación, no era áspera como debería estar por no dormir durante
horas. Él no se movió de su posición en la cama, las sábanas estaban
amontonadas en su cintura.
Mi actitud se encendió ante la insinuación.
—No. Pero no pregunté. —Este hombre podría ser increíble
entre sábanas, pero seguía siendo un imbécil a fin de cuentas. Ese
enorme y hermoso miembro no podía cambiar eso.
—Vuelve aquí, ahora. —No abrió sus ojos, como si esperara que
lo escuchara.
No era el tipo de mujer a la que le gustase escuchar eso. No lo
era ahora, ni nunca. Me abroché el vestido.
Se levantó de la cama rápidamente y vino directo hacia mí,
aproximadamente noventa kilos de músculo hostil. Estaba oscuro en
su habitación porque todas las cortinas estaban cerradas, pero no se
le dificultó encontrarme al pie de su cama. Él me agarró por la parte
trasera de mi cabello y me arrojó a la cama, mi cara golpeó las
sábanas y mi trasero quedó levantado en el aire. Su mano tomó mi
nuca y me atrapó con su peso.
—Lección aprendida. Nunca me hagas preguntarte dos veces.
—Agarró un condón de su mesa de noche y se lo puso, luego me
penetró como un animal, manteniendo mi cara presionada contra
sus sábanas mientras su enorme miembro me daba estocadas una y
otra vez.
Mi primer impulso fue pelear con él, pero una vez que su
miembro me abrió, no tomé represalias, solo lo disfruté.
Él agarró mis muñecas y las sujetó en mi espalda mientras
mantenía su peso en mi cuello. Sus embestidas eran profundas y
duras, no sensuales y gentiles como fueron anoche. Él parecía más
enojado que lujurioso, como si mi desobediencia lo enfureciera y
encendiera al mismo tiempo.
—Que te jodan, imbécil. —Mordí mi labio mientras mi cara
estaba presionada en el colchón, sintiendo su perfecto miembro
golpear en el punto exacto una y otra vez. Lo desprecié como
humano, pero amé cómo me tomaba, penetrándome de una manera
que nunca antes había sentido.
—Te estoy penetrando, nena. —Tomó la parte trasera de mi
cabello y me forzó hacia arriba, arqueando mi espalda y tratándome
como un caballo siendo controlado por riendas—. Y te tomaré
cuantas veces quiera. —Su mano se movió a mi cuello, y me apretó
duro mientras entraba de golpe en mí, su agarre casi me asfixió.
Cerré mis ojos y mordí mi labio inferior, sintiendo a mi cuerpo
traicionarme instantáneamente. Él no estuvo dentro de mí por
mucho tiempo, y aún no estaba excitada antes de que él se lanzase
contra mí. Ahora, mi sexo estaba empapado y se estrechó con él
dentro a medida que los segundos pasaban.
—Maldita sea, estás tan apretada. —Él se inclinó sobre mí y
presionó su pecho contra mi espalda, sus labios se acercaron a mi
oreja—. Libéralo, nena. Sé que quieres hacerlo.
Quise pelear contra lo que sentía porque era una mujer
orgullosa, pero cuando él se sentía tan bien entre mis piernas, eso
parecía imposible. No importaba cuán arrogante era. No importaba
si era un presuntuoso imbécil. Él hizo que llegara al orgasmo mejor
que cualquier otro hombre.
—Dios…
—Di mi nombre.
En medio de la agonía de la pasión, no pude vacilar.
—Cato.
—Bien, nena —suspiró contra mi oreja mientras se mantenía
penetrándome, mientras se mantenía dirigiendo su enorme miembro
profundamente dentro de mí.
Mi cara se movió sobre el colchón cuando terminé, las sábanas
tragándose mis gemidos finales.
Él se movió sobre mí y terminó con un gemido masculino, su
satisfacción fue audible en su profunda voz. Flotó por un momento
mientras disfrutaba de cada segundo antes que la sensación se
desvaneciera. Luego, sacó su reblandecido miembro fuera de mí y
caminó al baño.
—Voy a tomar una ducha.
Oí la puerta cerrarse detrás de él y al agua corriendo un
segundo después. Estuve en la misma posición esperando que mi
corazón se ralentizara. Ese era el tipo de sexo mañanero que nunca
tuve en toda mi vida. Era la manera perfecta de empezar el día, aún
si mi amante era un presuntuoso y controlador idiota.
Ahora que él se fue, recogí mi vestido y me alisté. No sabía si
quería que me quedase o no, pero debería irme lo más pronto posible.
Cato Marino era un adversario serio que yo no podía dominar, y
ahora temía que mis talentos no fueran suficientes. Aún si hacía que
confiase en mí, eso solo me pondría en más peligro. Porque al
segundo en que se enterase que lo estaba engañando… él podría
dispararme en la cabeza en su entrada para automóviles.
Después de trabajar todo el día en la galería, me fui a casa a las
afueras de Florida. Había un automóvil negro en el camino de
entrada, y la puerta de enfrente estaba abierta. Otra persona llamaría
inmediatamente a la policía, pero yo sabía exactamente quien había
forcejeado mi casa y entrado sin autorización en mi propiedad.
—Una llamada habría sido suficiente. —Cerré la puerta detrás
de mí y caminé dentro de la casa, sabiendo que me encontraría cara
a cara con Damien en solo unos segundos.
—Prefería ver tu bello rostro, dulzura. —Aun cuando Damien
estaba siendo cortés, sonaba malvado. Él era un espeluznante
matón, un buitre esperando asesinarme así podría echarme a un
lado.
Caminé dentro de la cocina y lo encontré en mi mesa principal.
Él se había servido una copa de vino y tenía su otro pie descansando
en la otra silla. Se veía cómodo, a pesar de estar deseando matarlo si
tuviese la oportunidad.
—¿Si? —Agarré la botella de vino en la mesa y llené una copa
para mí—. ¿La pequeña perra tiene un mensaje?
Su sonrisa se quedó pegada a su cara, pero sus ojos mostraban
un poco de irritación. Él era el siguiente al mando de Micah, y eso no
le gustaba ni un poco. Era el hombre que hacia el trabajo sucio, casi
como un conserje en una escuela.
—Tú eres la pequeña perra en esta situación.
—Discrepo. —Tomé un sorbo, luego lamí mis labios—. ¿Qué es
lo que quieres, Damien? Estoy ocupada.
—No estás lo suficientemente ocupada porque no tenemos a
Cato.
—¿Tú me exiges que atrape al hombre más rico en Italia en
algunas semanas? —Me puse de pie cerca de la barra con mi copa en
mano, inclinando mi cabeza ligeramente mientras lo examinaba—.
¿Algo que tú y Micah aún no pueden hacer? No seas ridículo.
Sacó un cuchillo de su bolsillo y lo colocó en la mesa delante de
él. Ésa era una sutil advertencia, una amenaza de cortar mi garganta
si me hacía la difícil.
—Entre tú y yo, quiero que fracases. Entonces serías toda para
mí. Penetraré tu trasero con esta hoja presionada justo en esa bonita
arteria en tu cuello.
A pesar del peligro, era inaceptable caer en el miedo. Negué
estar asustada, no dejaría a este retorcido hombre meterse bajo mi
piel. Al segundo que lo hiciera, él podría tener ventaja. Sorbí mi vino
como si no me hubiese amenazado de violarme y asesinarme.
—Te castraría antes que tengas la oportunidad.
Su sonrisa se amplificó, porque era un hijo de puta enfermo que
se metía en esto.
—Me pregunto si tu sexo es tan dulce como esa boca tuya.
—Nunca lo sabrás.
Su sonrisa se desvaneció, solo por un instante.
—¿Harás que esto ocurra o no?
Había dormido con Cato, pero no estaba cerca de conseguir
nada. Ese hombre era, de lejos, mucho más aterrador de lo que
alguna vez Damien podría esperar ser. Cato no solo era frío, sino
también controlador y dominante. Él no daba segundas
oportunidades a nadie. Al segundo en que se enterara de mi plan,
podría ser ejecutada como prisionera de guerra.
—Me estás pidiendo conseguir algo imposible.
—Entonces, no nos molestaremos en mantener con vida a tu
padre.
No importaba cuantas veces me recordase a mí misma que mi
padre merecía su destino, saber que estaba secuestrado rompía mi
corazón. Quería a mi padre libre, sin ser torturado por Micah. Él
probablemente sabía que estaba intentando salvarlo, y eso solo lo
haría sentirse peor.
—Puedo darte toda la información que tengo sobre Cato. Eso
todavía sirve de algo.
—¿Qué información? ¿Acceso a cuentas bancarias? ¿Medidas
de seguridad? ¿Códigos dentro de su residencia?
—Bueno… no.
—Entonces, ¿qué? —preguntó él, riéndose un poco—. ¿Qué
información valiosa tienes?
En ese momento, entendí que no sabía nada. El hombre era un
silencioso enigma quien difícilmente hablaba. Sus pensamientos
eran un misterio. La única cosa que conocía de él era a su miembro.
Lo conocía muy bien.
Damien apartó la mirada y sorbió su vino.
—No tienes nada que ofrecer.
—No me estás dando nada con lo que trabajar.
—Tienes una vagina, ¿cierto? Mírate. ¿Qué tan difícil es atraer
a este adicto a una vagina?
Era la única que era adicta a los penes. Cato era el hombre más
increíblemente atractivo con el que estuve alguna vez. Solo era otra
mujer en una muy larga lista de mujeres bonitas para él.
—Este chico es muy inteligente para eso. No hay manera que
pueda pasar de ser exitoso a estúpido. Elegiste al hombre equivocado
para enfadar. Yo lo vi ejecutando a alguien en su entrada para
automóviles. Deberías tener otro blanco.
Damien sacudió su cabeza.
—Tiene que ser él.
—¿Por qué?
—Porque si nosotros lo atrapamos, lo tendremos todo, y no solo
la industria de droga.
—Te estás olvidando de su hermano. —Bates era claramente
tan inteligente como Cato.
—Él será fácil de atrapar una vez que tengamos a Cato.
Estuve fuera del juego por un momento, pero sabía que Damien
estaba subestimando mucho esta tarea.
—¿Vas a cumplir o no? Debería saberlo ahora. Cuesta dinero
seguir alimentando a tu padre. Y si puedo empezar a tenerte ahora,
dejaré de perder el tiempo con este vino. —Empujó la copa y me miró
de arriba hacia abajo.
No tenía ningún truco bajo la manga o alguna idea de cómo iba
a lograr esto. Cato era muy inteligente como para caer por alguien
tan tonto. Lo dejé conquistarme en la cama, pero parecía que me
había puesto bajo su pulgar en lugar de al revés. Pero, el recuerdo de
mi padre, me hizo recordar porqué estaba luchando.
—Dame más tiempo.
No hablé con Cato desde que me fui de su casa algunos días
atrás. Quizás él estaba molesto por haberme ido. Quizás no le
importaba. No tenía idea. Dormir con él podría habernos acercado
más, pero más probablemente eso me convirtió en otra conquista de
la que podía olvidarse.
Si ése era el caso, estaba jodida.
Cuando salí de mi trabajo en la galería, caminé hacia la tienda
de comestibles para comprar algunas cosas para la cena.
Normalmente hacia algunas comidas y luego comía las sobras en el
trabajo, para ahorrar dinero, y para mantener los centímetros de mi
cintura. Caminar a la tienda era bueno, desde que normalmente me
pasaba todo el día sentada en la galería.
Estaba en la sección de comida enlatada cuando alguien
apareció a mi costado, un hombre alto con el cabello de color negro
noche. Él vestía jeans y una camiseta negra, su cabeza se inclinó
como intentando ocultar su cara. Él se me acercó, mucho para
alguien que yo estaba mirando solo de reojo.
—¿Por qué no retrocedes, amigo? —Pivoté mi cuerpo hacia él y
mantuve mi cesta entre nosotros, solo en el caso que necesitase
golpearlo con ella.
Él me miró de reojo, una enorme sonrisa burlona apareció en
su cara.
Reconocí esa sonrisa.
—¿Landon?
Él se mantuvo observando las latas de frijoles en el aparador.
—Mantén tu voz baja.
La sorpresa no había desaparecido, y la sensación más cálida
se extendió por todo el pecho. Los calurosos días de verano con
hierba recién cortada vinieron a la mente, junto con las pequeñas
bicicletas que dejábamos en la rotonda. Pensé en galletas recién
sacadas del horno en Navidad, pensé en todas las veces que
escondería mis muñecas y me obligaría a buscarlas.
—No me importa. —Coloqué la cesta en el piso, entonces me
acerque a él para darle un abrazo. Enterré mi cara en su pecho, y
pude oler su colonia, reconociéndola de inmediato—. No puedo creer
que seas tú.
Landon no me apartó, pero apenas me dio una palmadita en la
espalda.
—Cálmate, Siena. Hay personas buscándome, y sé que hay
personas que te están observando. Así que vete.
Me aparté de mala gana, con el corazón roto por no poder darle
un abrazo de verdad a mi hermano. Nunca fuimos particularmente
cercanos, pero la sangre, era la sangre. Con papá lejos, él era todo lo
que me quedaba en el mundo.
—Lo lamento… solo estaba feliz de verte.
Él sacó una lata del aparador y fingió leer la etiqueta.
—Sé lo que le pasó a papá, y sé lo que Micah y Damien te están
exigiendo que hagas. Necesitas olvidarte de eso. Quitarte de esto y
huir.
Esa era la última cosa que esperaría oír de Landon.
—¿Y dejar a papá a su suerte?
—Lo resolveré —susurró él—. No es tu problema, Siena. No
querrás involucrarte con esta vida, y no deberías tener que
ensuciarte las manos ahora. Lamento haberte involucrado desde el
principio.
Aún si quisiera huir, no podría. No había ningún lugar al cual
ir.
—¿Podemos encontrarnos en algún lugar? Ya sabes, así podría
mirarte cuando te hable. ¿Así podría abrazarte de verdad?
Puso la lata de nuevo en el estante y suspiró, su altura rebasó
la mía.
—¿Dónde? No podemos encontrarnos en tu casa.
—Un bar —sugerí—. En algún lugar en la parte trasera.
—De acuerdo. Nos encontraremos en Baron’s a las diez. —Él se
alejó sin decir otra palabra.
Quería verlo partir, pero me concentré en mirar hacia adelante.
Justo cuando mi mundo se había vuelto tan sombrío y oscuro, un
rayo de sol apareció. Mi hermano estaba huyendo porque el negocio
había sido desmantelado, y yo estaba trabajando para los enemigos
que nos quitaron todo. Pero al menos si nos tuviéramos el uno al
otro… tendríamos algo.
Landon ya estaba ahí cuando entré. Un trago estaba delante de
él, y a juzgar por su trayectoria, ese era probablemente su tercer o
cuarto vaso.
Me senté delante de él en una mesa de atrás, mis ojos lo
observaron en cámara lenta. En los últimos años, mi hermano y yo
vagamos sin rumbo, cada uno por su lado, y ahora que lo estaba
mirando, no podía entender por qué permití que eso pasara.
Él mostró una fría mirada, la misma que papá mostraba la
mayor parte del tiempo. Los dedos de Landon descansaban alrededor
de su vaso, y miraba a nuestro alrededor cada cierto tiempo,
chequeando si había miradas enemigas. Su barba se había ido, y sus
ojos verdes estaban brillantes a pesar de su tristeza.
—No te involucres con Cato Marino. Ese hombre es un
monstruo.
Sí, lo había visto de primera mano.
—Lo sé. —Cato era frío como el hielo y tan pragmático que no
parecía ser humano. Todo lo que le había importado era el sexo, el
alcohol y el dinero. Sin corazón, él no vacilaba antes de acabar con
la vida de alguien para siempre. Viajaba con una gran caravana a
todas partes a las que iba porque sabía que el mundo estaba lleno de
enemigos.
—Si él sospecha de ti, te torcerá el cuello.
—También lo sé.
Él miró alrededor del bar antes de mirarme, había hostilidad en
sus ojos.
—Entonces necesitas irte. Toma tus cosas y huye. —Alcanzó
algo dentro de su americana, sacó una gruesa envoltura llena de
dinero y la colocó en la mesa entre nosotros—. Esto debería ser más
que suficiente para lo que sea que necesites.
Era dulce que mi hermano quisiera cuidarme, pero no
necesitaba su ayuda. Empujé el dinero de regreso hacia él.
—No lo necesito, pero gracias.
Un suspiro escapó de sus labios.
—Ahora no es el momento de ser terca.
—No estoy siendo terca. No estoy dejando atrás a papá. Él no se
merece mi lealtad, pero no puedo solo dejarlo así como así.
Landon inclinó ligeramente su cabeza y miró dentro de su vaso.
—No tienes ninguna oportunidad de engañar a Cato. Solo harás
que te mate.
—Y si me mata, que así sea.
Los ojos de Landon se entornaron con hostilidad, como si esa
fuera la peor cosa que pudiera decir.
—No quiero esto. Papá no quiere esto.
—Pero somos familia y estamos juntos en esto.
Él recorrió su mano a través de su corto cabello negro, su
mandíbula aún estaba apretada con ferocidad. Nosotros siempre
golpeábamos nuestras cabezas porque éramos igual de tercos.
Landon quería ser el alfa, pero yo era mi alfa desde el día en que me
fui. Nunca fui del tipo pasiva. En lugar de llevar un bonito vestido a
una fiesta y mantener mi boca cerrada, era la que más fuerte
hablaba. Él me respetaba por eso, pero en tiempos como estos,
también me odiaba por ello.
—Es una misión suicida. Cato está en la cima de la cadena por
una razón. ¿Crees que vas a ser más lista que él?
—No sé lo que pienso ahora mismo. Lo estoy tanteando.
Landon no preguntó directamente sobre mi relación con Cato.
Sabía que estaba durmiendo con él para obtener la información que
yo quería, pero era un tema tan incómodo que no quería discutir.
—Papá no hizo los sacrificios que debería haber hecho por
nuestra familia. No tiene sentido que lo hagas ahora.
—Estoy de acuerdo. Pero si hago este trabajo, puedo tener a
papá de vuelta y podemos empezar otra vez. Tal vez podríamos irnos
a Francia y abrir una tienda de vinos o algo. Al menos, estaremos
juntos… —No me sentí completa desde que nuestra mamá falleció y
nuestra familia se disolvió. Ahí siempre estuvo una pieza perdida de
mi corazón, un vacío que nadie podía llenar.
Él me dio una mirada llena de pesar.
—Aún si pudiésemos rescatar a papá, eso es poco probable.
Ellos nos buscarán hasta que todos estemos aniquilados. Esa es la
razón por la que te estoy diciendo que este plan es estúpido. Aún si
salvas a papá, ¿luego qué?
—¿Y puedes dormir tranquilo en la noche dejándolo morir? —
desafié, negándome a creer que mi hermano pudiera ser tan cobarde.
Él sostuvo mi mirada pero no respondió.
»No voy a dejar a mi padre atrás. Admito que mi plan contra
Cato no es el mejor.
—Él te matará. —Landon apretó su vaso con las yemas de sus
dedos—. Siena, no conoces este mundo de la manera en que yo lo
hago. No entiendes de lo que esos hombres son capaces. Solo porque
eres una mujer hermosa no significa que no vayan a torturarte y
matarte. Eso no significa que no te darán la más estupenda agonía
antes de que él finalmente ponga una bala en tu cerebro. Tienes una
gran confianza que te da una irreal creencia de que puedes lograr
algo. Siena, no importa lo bien que lo hayas hecho sentir teniendo
sexo, él verá a través de ti. Él es el más inteligente, el más astuto
hombre en el mundo. Yo digo que dejes este enfoque y pensemos en
otra cosa.
Mentiría si dijera que no estaba asustada. Cada vez que estaba
en esa fortaleza, sabía que me superaban en número. Cada vez que
estaba a solas con Cato, sabía que podía hacerme lo que quisiera.
—¿Qué otra opción tenemos?
—Lo resolveremos.
—Aún si quisiera alejarme. Estoy trabajando para él ahora.
—Entonces termina el trabajo y desparece.
—No es tan fácil.
—Entonces renuncia. Consigue a alguien más para que te
reemplace.
—¿No crees que eso podría generar más sospecha? —
pregunté—. ¿Sin mencionar que lo enfadaríamos? Ya dormí con él,
así que el daño ya está hecho.
Si Landon estaba incómodo, no lo mostraba.
—¿Y cómo actúa contigo?
Me encogí de hombros.
—No hemos hablado.
Landon tomó un largo trago de su vaso.
—Entonces tu plan falló. Él es el mismo mujeriego que era
antes. Nada nuevo.
—Sí, supongo que sí.
—Así que probablemente podrías salir de esto ilesa. Solo
termina tu trabajo y vete. Mantén a Damien en el anzuelo. Quizás
podemos pensar un plan diferente mientras tanto.
—¿Qué clase de plan? —pregunté—. Tienen cientos de hombres
trabajando para ellos. ¿Qué tenemos nosotros? —Nuestro negocio,
nuestra reputación y nuestro dinero nos habían sido arrebatados.
Ahora ambos éramos víctimas sin protección. Nuestros hombres nos
habían abandonado, y ahora éramos dos lobos solitarios.
Él se encogió de hombros.
—Nos tenemos el uno al otro… algo es algo.

13
Traducido por Myr62, SOS Flor y Jabes
Corregido por Lelu

Cato
Ella dejó su vaso y luego desvió la mirada hacia la puerta
trasera. El sol se estaba poniendo, y el calor se estaba disipando
lentamente. Un suave brillo de la puesta de sol todavía llenaba la
habitación y cubría su piel con el color más hermoso.
―No estoy buscando nada serio ahora mismo. Te dije que solo
me interesa el buen sexo y mi carrera. E incluso si estuviera
buscando establecerme, no eres mi tipo.
Me tomó tiempo procesar una respuesta porque sus palabras
me tomaron por sorpresa. Como si me tirara una jarra de agua fría
en la cara, me quedé atónito. Ninguna mujer me había dicho nunca
algo así. Incluso cuando solo era un hombre con un sueño, las
mujeres me querían por más de una noche. Hizo que todos los
músculos de mi torso se tensaran tanto en ofensa como en
curiosidad. Esta mujer no se veía afectada por mi encanto y eso me
volvía loco.
―Entonces, ¿cuál es tu tipo?
―No un asesino, por ejemplo.
―Entonces vas a terminar con un marica.
Ella ignoró el insulto.
―Un hombre promedio con recursos medios.
Todo lo que querían las mujeres era un hombre rico que pudiera
comprarles el mundo. Querían buenos autos, una hermosa mansión
y un collar cubierto de una gran cantidad de diamantes. Querían
sentirse como unas reinas y casarse con un rey.
―Mierda.
Sus ojos se movieron a los míos, llenos de hostilidad.
―Todas las mujeres quieren seguridad. Todas las mujeres
quieren un hombre poderoso que pueda protegerlas.
―Solo mujeres que no pueden proveerse y protegerse a sí
mismas. ―Sus dedos se envolvieron alrededor del tallo de su copa, y
se movió nerviosamente mientras mantenía sus ojos en mí―. He
estado haciéndolo durante mucho tiempo, y soy bastante buena en
eso. Eso no es lo que busco en un hombre. Y el dinero es la raíz de
todo mal. Cuando tienes demasiado, todos lo quieren. Es imposible
saber quién realmente te quiere por ti... y quién quiere arruinarte. La
gente hará lo que sea para ponerte las manos encima... incluso
asesinar a gente inocente.
Tenía algunos comentarios imbéciles para responder, pero no
los dije porque entendí el contexto de sus palabras. Su madre había
sido asesinada por el imperio de su padre. Estar asociada a una vida
de crimen solo había destrozado a su familia. Ahora vivía sola y no
había hablado con su familia en muchos años.
―Así que, no eres mi tipo, Cato.
No había tocado mi vino desde que entré. Estaba mucho más
interesado en beberla que en dejar que el alcohol tocara mis labios.
La paranoia de Bates parecía exagerada ahora que había oído su
confesión. Esta mujer no tenía ningún truco bajo la manga. Ella
realmente solo quería un trabajo de mi parte, y eso era todo. En todo
caso, era una amenaza menor que cualquier otra persona con la que
traté.
―No te equivocas. Pero tampoco tienes razón.
Puso su mano debajo de la barbilla mientras me examinaba.
Sus gruesas pestañas hacían sus ojos aún más hermosos,
hipnóticos. Brillaban con éxtasis cuando estaba profundamente
dentro de ella, y el efecto era absolutamente impresionante.
―Con un gran poder viene una gran responsabilidad. Si eres un
hombre digno de ese poder, gobernarás sin consecuencias. Soy el
tiburón más grande del océano, la cima de la jerarquía. Yo controlo
este mundo, hasta el último detalle. Los hombres me miran por
encima del hombro, pero mi poder es intocable. Soy el hombre más
poderoso de este mundo, y nadie puede quitarme eso. Tal vez mi
status me convierta en un blanco, pero también me hace intocable.
Si una mujer estuviera a mi lado, nunca tendría que temerle a nada,
porque el mundo me sirve. ―Su padre tenía un imperio respetable
con muchos hombres, pero aun así no era rival para mí. Pensaba que
entendía la riqueza y los privilegios, pero los otros no tenían un
centavo en comparación conmigo. No tenía ni idea de cómo era el
verdadero lujo―. Puedo hacer que todos los problemas desaparezcan.
Se aferró a cada palabra sin pestañear, sin embargo no parecía
impresionada por lo que dije.
―Puedes hacer que los problemas desaparezcan, pero prefiero
no tener problemas para empezar. ―Tomó la botella y volvió a llenar
su copa―. Heredé esta casa de mi abuela. Es pequeña y pintoresca,
pero es perfecta para mí. No debo nada por ello, y el dinero que gano
con la galería es suficiente para una vida cómoda. No hay nada más
que necesite o quiera.
No tenía envidia de su actitud, pero la respetaba por ello. Le
daba el máximo nivel de poder. Si no había nada más que necesitara,
entonces no necesitaba hacer todo lo posible por nada ni por nadie.
Ella tenía el control de su vida, y no buscaba a un hombre que le
hiciera la vida más fácil. No necesitaba a nadie para nada.
Ella bebió su vino, lamiéndose los labios entre sorbos.
Era la primera vez en mi vida que quería una mujer que estaba
al borde de la indiferencia hacia mí. Ella quería acostarse conmigo,
pero no lo suficiente como para volar mi teléfono con mensajes de
texto o para aparecer en uno de mis clubes favoritos. No tenía un
motivo oculto, una fantasía de que podía convertirse en la mujer más
rica de este país. No necesitaba nada de mí, así que no significaba
nada para ella. Era bastante atractivo.
Ella se encontró con mi mirada y no parpadeó durante varios
latidos.
―¿Qué?
―Eres sexy.
―¿Yo? ―Ella inclinó la cabeza ligeramente hacia un lado.
―Sí. Tú.
Una sonrisa se formó en sus labios, y esta vez, fue genuina.
―¿Te gusta una mujer independiente?
―No tengo un tipo. ―Mientras fuera hermosa y servil, no me
importaba. Su personalidad, religión y creencias eran irrelevantes.
Nunca había prestado suficiente atención a una mujer para aprender
algo sobre ella―. Pero fui criado por una madre soltera. Trabajó
tantas horas como pudo para mantenernos a Bates y a mí. Ni una
sola vez se quejó o pareció débil. Así que tengo debilidad por una
mujer que se cuida a sí misma.
Sus ojos se suavizaron lentamente, y la sonrisa en sus labios se
desvaneció. Sus dedos descansaban contra el borde de su copa, y la
alegría que había mostrado hacía unos segundos se había ido.
―Yo no sabía eso.
―No eres muy buena acosadora.
―Supongo que no creí que tu infancia fuera importante.
―Cada niño se convierte en un hombre. Pero el hombre nunca
olvida quién era ese chico. ―No importaba lo rico que fuera ahora.
Nunca podría olvidar lo que significaba luchar. Nunca podría olvidar
las noches de invierno que no podíamos permitirnos el calor y los
veranos que no podíamos permitirnos el aire acondicionado. Nunca
pude olvidarme de recoger comida en el centro para personas sin
hogar cuando a mamá la despidieron de la fábrica de conservas. Mis
trajes eran tan caros como los coches, pero debajo de mi piel,
músculo y hueso estaba el recuerdo de dónde venía.
―Tu madre debe estar orgullosa de ti.
―Sí. ―No importaba la edad que tuviera, a mi madre parecía
gustarle cualquier oportunidad de felicitarme―. Mi padre se fue
cuando Bates y yo éramos jóvenes. Ser padre y proveedor era
demasiado difícil para él. Mi madre tenía que ser dos padres y dos
ingresos. Pero ella lo hizo funcionar y siempre nos hizo sentir
amados. Es una chica ruda... y no hay muchas mujeres como ella.
Los ojos de Siena se llenaron de emoción, como si esa historia
fuera tan conmovedora para ella como para mí.
―Eso es dulce. Supongo que ahora cuidarás de tu madre.
―Por supuesto.
―Eso es aún más dulce. ―Ella ya no parecía interesada en su
vino, solo se enfocaba en la conversación que estábamos teniendo―.
Perdí a mi mamá hace unos años. Estábamos muy unidas, y nunca
ha sido lo mismo sin ella. Siempre fue tan fuerte y decidida. Era ama
de casa, pero eso no le impedía ser mi modelo a seguir. He estado
tratando de recoger los pedazos desde que ella se fue, pero siento que
no hago ningún progreso. Cada vez que se acercan las fiestas, tengo
que empezar de nuevo.
Pude ver la devastación en sus ojos en el momento en que
mencionó a su madre. Sin un padre y un hermano en el panorama,
ella estaba realmente sola. Bates y yo no teníamos un intercambio de
corazón a corazón, pero él seguía siendo una figura prominente en
mi vida. Yo lo tenía a él y a mi madre. Parecía que ella no tenía a
nadie.
―Lo siento.
―Gracias. Ella es la razón por la que quiero mi propia familia.
Quiero ser una madre como ella.
No la conocía bien, pero podía imaginarla rodeada de tres niños.
Podía imaginármela haciendo la cena para una familia imaginaria,
todos viviendo bajo este pequeño techo. Sería estrecho, pero aún
serían felices. Mi futuro no involucraba a una esposa o hijos. Bates
y yo sabíamos que nunca podríamos casarnos, no cuando era
imposible confiar en nadie más que en el otro. Así que Siena tenía
razón, nunca podría ser su tipo.
Tomé mi copa y tomé un trago, manteniendo mis ojos en ese
cabello marrón oscuro. Su piel clara contrastaba con la oscuridad de
su cabello creando una belleza cautivadora que era imposible de
ignorar. La única razón por la que noté que me había estado
siguiendo era porque era la más impresionante mujer en la
habitación. Tendría que estar ciego para no fijarme en ella.
―¿Qué te trajo aquí esta noche, Cato? ―Sus ojos siguieron mis
movimientos cuando levanté la copa y la devolví a la mesa―.
¿Exactamente, que es lo que quieres?
Apoyé mi brazo sobre la mesa y sentí que mi reloj golpeaba
contra la superficie de madera.
―Tú. ―Podría haber salido con Bates y encontrar a alguien que
ocupara mi cama esta noche. Podría haber llamado a una de mis
chicas normales para entretenerme. En vez de eso, estaba
obsesionado con una mujer.
Me dio su habitual mirada de valentía. Ella debió haber estado
esperando esa respuesta porque no tuvo una reacción perceptible.
Esta era la segunda vez que aparecía sin previo aviso, rastreando su
ubicación porque tenía el poder de hacer lo que quisiera.
―Puede que el mundo te pertenezca, pero yo no te pertenezco.
No me gusta que me sigas en mi cita o que aparezcas así en mi
propiedad. Tienes mi número, siempre puedes llamarme.
No pude evitar que la sonrisa curvara mis labios.
―¿Así que puedes seguirme, pero no puedo hacer lo mismo
contigo?
―Te seguí en espacios públicos. Nunca invadí tu vida amorosa
ni aparecí en tu propiedad.
―Porque te habrían disparado si lo hubieras hecho.
―Lo que sea ―dijo ella―. Si me quieres, necesitas respetarme.
Esa es la única manera de que esto funciona.
Tenía todo el poder, pero ella estaba dando todos los golpes. Era
tierno. Nadie más tendría las pelotas para hacer una petición como
esa.
—Está bien.
Tomé mi copa de vino junto con la de ella y las llevé al fregadero.
La copa de su cita estaba en el fondo, gotas de vino goteaban por el
desagüe. La sola idea de que se desnudara con otro hombre me puso
furioso, así que regresé a la mesa y la miré fijamente.
Sostuvo mi mirada, sin miedo. Sentada allí con la cabeza en
alto, era una reina sin trono o corona, pero poseía tanta dignidad y
gracia que era imposible no respetarla. Podía salir con cualquier otra
mujer, pero estaba parado en su cocina, con su vino barato aún
sazonado en mis labios.
Tal vez su frialdad me quemó. Tal vez su indiferencia me fascinó.
Tal vez la única razón por la que estaba allí era porque estaba
aburrido, porque esta relación se había desarrollado de una forma
muy diferente a todas las otras.
—Podría irme ahora. Podría llevar a otra mujer a mi cama,
preferiblemente a dos. O podría quedarme aquí, contigo. ¿Qué será?
—Deslicé las manos en mis bolsillos y me paré cerca de su mesa de
comedor. Me dolía la mano por agarrarla por la nuca e inclinarla
sobre la mesa. O mejor aún, tirarla encima y embestir mi miembro
profundamente y con fuerza. La última cosa que quería era salir y
conseguir a una mujer en otra parte. Era poco interesante y aburrido,
lo mismo una y otra vez. La única mujer remotamente interesante
que había conocido estaba sentada justo frente a mí, desafiante y
hermosa. Como no quería nada que pudiera ofrecerle, no había razón
para que estuviera impresionada por mí. Solo me hizo querer
probarle que estaba equivocada.
—¿Si te pidiera que te fueras, realmente lo harías?
No hacía nada que alguien me pidiera.
—No estoy seguro. Nunca escuché a nadie antes. Pero ambos
sabemos que no quieres que me vaya, así que dejemos de fingir. —
Por arrogante que me hiciera parecer, no impedí que las palabras
salieran de mi boca.
Me miró por varios latidos de corazón, su cara de póquer era
impenetrable. Tal vez no le gustaba como persona, pero con toda
certeza le gustaba la manera en que la hacía sentir. Había conseguido
varios orgasmos sobre mi miembro toda la noche, muy
entusiasmada, como si nunca hubiera tenido tan buen sexo en toda
su vida. Me necesitaba para pasar un buen rato, me necesitaba para
compensarla por todos los hombres que la hicieron perder el tiempo.
Se puso de pie y se acercó lentamente a mí, su presencia sacaba
el aire fuera de la habitación. Con la mirada pegada a la mía, se
aproximó hasta que sus manos tocaron mis brazos musculosos. Sus
dedos sintieron las venas fibrosas y los músculos abultados. Luego
se deslizó lentamente hacia mis hombros mientras miraba mis labios.
—Quiero que te vayas antes de que me despierte en la mañana.
Me alejaba antes de que empezáramos. Era la misma actitud
que tenía con mis amantes, pero viniendo de ella, me sorprendió. Era
desechable, sin valor. Solo me hizo desearla más, me hizo querer
conquistar a esta mujer fría y volverla caliente.
—Ya veremos. —Mis manos se metieron debajo de su blusa, y
sentí la suavidad de la piel de su abdomen. Mis pulgares acariciaron
sus abdominales a través de su piel mientras presionaba mi cara más
cerca de la suya. Cuanto más sostenía su mirada, más sentía que su
fuerza se desvanecía. Era un volcán cuando tenía el control, pero al
segundo en que mis manos estuvieron en ella, estaba derrotada. Mi
boca coqueteó con la de ella, acercándose a sus labios, pero nunca
besándola. La apoyé en la mesa y luego saqué mi camiseta por la
cabeza.
Sus ojos inmediatamente adoraron mi cuerpo, su deseo ardía,
caliente. Sus palmas se plantaron contra mis pectorales, y
lentamente arrastró la punta de sus dedos hacia abajo, sintiendo los
surcos de mis músculos en los valles de mi estómago. Esa actitud
apasionada se había ido hace tiempo, y todo lo que quedaba era una
mujer llena de deseo. Igual que la última vez que estuvimos juntos,
rápidamente se convirtió en una persona diferente, como si no
hubiera otro hombre en el mundo con el que quisiera estar. Tal vez
su actitud engañaba a otras personas, pero ciertamente no me
engañaba a mí.
Incliné mi cuello hacia el suyo, sin embargo, no la besé,
burlándome a propósito.
Se inclinó para tomar mi boca, arañando mi pecho con sus
dedos.
Me negué a darle mis labios.
—Dime que me deseas.
—Sabes que te deseo.
—Dilo. —La castigaría por tentarme, la castigaría por hacerme
desearla tanto que anduve hasta aquí como un estúpido posesivo.
Sus manos se aferraron a mis hombros.
—Te deseo, Cato.
—No más hombres. Solo yo. —Nunca le había hecho esa
petición a otra mujer. Ellas parecían dejar todo en sus vidas para
enfocarse únicamente en mí. Pero esta mujer, tenía más
pretendientes en la fila cada vez que le deba la espalda. Era la clase
de mujer que no esperaba por un hombre, y eso la hacía
increíblemente atractiva.
La excitación en sus ojos murió ante mi demanda.
—No puedes hablar en serio.
—¿Alguna vez no hablo en serio? —Mi vida estaba centrada en
el trabajo y el alcohol. Tenía un pésimo sentido del humor.
—Acabo de decirte que no estoy buscando una relación.
—Yo tampoco. Pero te deseo cuando quiera. No voy a ponerme
al final de la línea cada vez que quiera un turno. —Presioné mi frente
en la suya mientras la sostenía contra la mesa. Mis dedos exploraron
sus caderas debajo de la blusa, sintiendo esa suave y sedosa piel que
quería besar por todos lados.
—No pareces monógamo.
—Porque no lo soy. —Froté mi nariz en la de ella y miré sus
labios—. Pero puedo hacer una excepción, por un corto período de
tiempo.
Una sonrisa se extendió en su rostro, una mirada conocedora
la acompañó.
—¿Qué?
Ella negó ligeramente.
—Tenía razón.
—¿Sobre qué?
—Te dije que podía manejar lo mío. Te dije que era el tipo de
amante que un hombre apenas podía manejarme por sí mismo. Te
dije que no compartía, que un hombre nunca querría compartirme.
Parecía una amenaza vacía en ese momento, pero sus palabras
me habían perseguido desde que las había dicho. Cada vez que
estaba con una mujer, me preguntaba si Siena habría sido mejor. Me
preguntaba si había cometido un error llevándola a casa con la
expectativa de un trío. Ahora que la había tenido, me di cuenta que
su amenaza fue real. Ella era un tipo especial de mujer, una que
nunca había conocido.
—Felicitaciones. Eres la primera persona que demuestra que
estoy equivocado.
Sus manos comenzaron por mis pectorales y lentamente
serpentearon hacia arriba.
—Me gusta el sabor de la victoria.
—Me gusta tú sabor. —Mis dedos jugaron con la parte superior
de sus jeans, y sigilosamente desabroché el primer botón. Mis ojos
se movieron hacia esos labios gruesos, pero todavía no los alcancé.
La idea de estar con una sola mujer no sonaba como un sacrificio.
Sonaba como una oportunidad que nunca había explorado. La
repetitividad de mi vida se había vuelto mundana, y desde que conocí
a Siena, todo parecía ser más interesante.
—Así que, no salgo con otros hombres. Eso significa que tú no
sales con otras mujeres.
—Para empezar, nunca salí con mujeres.
—Sabes a lo que me refiero. —Sus manos se arrastraron hasta
mis jeans, y los desabrochó lentamente. El botón se abrió de golpe y
luego siguió con el cierre. Lo arrastró lentamente, a lo largo de mi
duro contorno que era notable en mis bóxer. Ya sea intencional o
accidental, sus ojos se movieron hacia abajo y lamió sus labios, como
si ver mi miembro fuera exactamente lo que esperaba con más
ganas—. Solo tú y yo por unas semanas. Cuando mi proyecto esté
terminado, también nosotros. —Empujó mis jeans más allá de mis
caderas para que se deslizaran al piso. Me estaba desnudando, y
también estaba estableciendo una fecha límite sin vacilación. Un
compromiso a largo plazo era lo último que quería para mí.
Me hizo desearla más.
Enganchó sus dedos en mi bóxer y lentamente los arrastró
hacia abajo, tirando de ellos sobre mi grosor y luego bajándolos por
mis muslos. Cada centímetro se reveló con lentitud, mostrando la
vena profunda en mi eje, junto con el grosor de mi corona. Como una
mujer que podía apreciar las cosas buenas de la vida, miró mi
miembro como si fuera una obra de arte.
—No digo esto a menudo… pero tienes un hermoso pene. —Lo
miró mientras sus dedos seguían agarrados a la tela de mi bóxer. Sus
dedos se retorcieron en el lugar, su lengua se deslizó sobre su labio
superior de la manera más provocadora.
Mi mano se movió hacia su cuello, y la guíe lentamente a sus
rodillas sobre el azulejo. Me habían dado una buena mamada en el
asiento trasero de mi auto o en un baño, pero nunca había tenido
una tan espectacular como la de ella. Tenía un entusiasmo que no
podía ser replicado o falsificado. Ella era una mujer que comenzó a
disfrutarme, a complacerme.
Abrió la boca de par en par y se puso a trabajar, usando ese
cuello delgado para tomar mi longitud dentro y fuera. Aplanó su
lengua y mantuvo su boca ancha mientras me empujaba
profundamente dentro suyo. Sus manos agarraron mi bóxer y los
tiraron más abajo hasta que estuvieron alrededor de mis tobillos.
Cerró los ojos y me roció con saliva, me empapó tanto que las gotas
salpicaron el suelo de su comedor. En lugar de darme una rápida
ronda de juego previo para que pudiéramos saltar a la parte buena,
ella se ralentizó y se tomó su tiempo. Lo disfrutó incluso más que yo.
Y eso lo convirtió en la cosa más sexy del mundo.
Las mujeres querían complacerme para llamar mi atención.
Siena chupó mi miembro porque le gustaba, casi había llegado al
clímax la última vez que lo hizo. Sus uñas se clavaron en mis muslos
musculosos, y gimió incluso cuando mi miembro estaba tan
profundo que podría ahogarla.
La mejor mamada que he recibido.
Mi mano se hundió en su cabello, y miré a la mujer debajo de
mí, la vi ignorar la incomodidad de sus rodillas porque mi miembro
en su boca era muy bueno. Me había chupado muchas gargantas,
pero nunca lo habían hecho tan increíble.
—¿Amas mi pene, bebé?
Ella liberó su boca y me acarició con su mano. Una gota de
saliva goteó de la comisura de su boca y cayó al suelo.
—Sí. Mucho. —Sus dedos acariciaron mis pelotas, y ella empujó
mi longitud dentro de su garganta.
Sería tan fácil para mí entrar, liberar mi semilla caliente en la
parte posterior de su garganta para que pudiera caer en su vientre.
No había nada que amara más que una buena mamada,
sosteniéndoles la parte posterior del cuello mientras las mantenía en
su lugar para terminar. Pero esta mujer era tan buena en todo, que
quería más. Quería entrar en su boca, su sexo y su culo al mismo
tiempo.
Lástima que eso no fuera posible.
Saqué mi miembro de su boca e intenté no empujarla de nuevo
cuando ella puso esa cara decepcionada.
—Arriba.
Ella usó mis muslos como una escalera para levantarse. Sus
pantalones estaban desabrochados y la parte superior estaba
ligeramente arrugada por la forma en que la había agarrado antes.
Cuando se puso de pie, se quitó la parte superior y tenía puesto un
sostén negro de encaje, un sujetador realzador que destacaba la
belleza de sus senos naturales.
Había visto muchos senos en mi vida, pero nada en
comparación con los de ella.
Bajó sus vaqueros y los dejó caer al suelo. Lo que quedó atrás
fue una tanga negra a juego.
Sabía que ella usaba la ropa interior para su otra cita, pero
ahora era yo quien la vio.
Mi mano se deslizó por su espalda, y desabroché su sujetador
con un chasquido de mis dedos. Luego tiré de su tanga hacia abajo,
empujándola sobre sus sexys caderas para que pudiera caer a sus
tobillos. Ahora que estaba desnuda y dolorosamente hermosa, quería
tomarla tan fuerte que fuera un castigo. Quería reprenderla por traer
a otro hombre a la casa. Quería torturarla, pensando que otro
hombre podría penetrarla tan bien como yo.
Mi cuerpo estaba ansioso por acelerar las cosas, pero mis labios
lo hicieron todo más lento. Mis manos palparon sus senos perfectos,
y la besé. Mi boca se movía dolorosamente lenta, atesorando la
suavidad de sus labios y la forma en que se movían suavemente
contra los míos. Nuestra respiración llenó la habitación tranquila, y
el sol desapareció lentamente sobre el horizonte hasta que nos
quedamos en la oscuridad. Solo unas pocas luces en la casa
mantenían la habitación iluminada.
La levanté sobre la mesa del comedor y la arrastré por el borde.
Sus pezones estaban tan duros que podían afilar un cuchillo. Sus
voluptuosos senos estaban emparejados con una caja torácica
delgada, un marco de reloj de arena que podría ponerla en la portada
de una revista porno. Su vientre plano conducía a una vagina
perfectamente cuidada, muy brillante y hermosa. Ya la había
probado antes, pero ahora mi miembro solo quería penetrarla.
Tomarla por completo.
Reuní sus piernas en mis brazos y luego presioné mi miembro
dentro de su entrada, mi gran corona presionó a través de la tensión
de sus hermosos labios. Mi glande podía sentir la humedad que
estaba allí, y eso me dijo que quería que la penetrara mucho antes
de que mi miembro estuviera en su boca.
—¿Qué estás haciendo? —Ella se apoyó sobre su codo y
presionó su mano contra mi estómago, sus dedos golpearon los
gruesos surcos de músculo—. No me penetrarás sin condón.
—Si no estoy teniendo sexo con nadie más, entonces
definitivamente te estoy penetrando sin condón. —Nunca había
estado desnudo con una mujer sabiendo que ellas aprovecharían la
primera oportunidad del percance. Pero esta mujer no quería tener
nada que ver conmigo, así que no me preocupaba eso.
Ella mantuvo su mano sobre mi estómago.
—Muéstrame tus papeles, y yo te mostraré los míos. Hasta
entonces, ponte uno.
El glande de mi miembro podía sentir cuán mojada estaba,
cuánto quería conducirme dentro de ella una y otra vez. Solo sentir
unos centímetros era suficiente para hacerme ignorarla y hacerlo de
todos modos. Pero una vez que entregara mis papeles, ella sería mía
y podría tomarla tanto como quisiera.
Salí y luego me puse un condón.
—Gracias.
Tiré de ella hacia el borde de la mesa y le di un violento empuje
cuando me metí dentro. Empujé a través de su rigidez y humedad y
reclamé su sexo como mío. Ese otro chico solo deseaba ser yo.
Probablemente estaba en casa masturbándose en ese mismo
momento, deseando estar con ella en lugar de que esté conmigo.
Pero era yo quien la penetraba.
Ella giró su cabeza hacia atrás sensualmente, su largo cabello
atrapó las gotas de vino que se habían derramado de las copas. Con
los labios bien separados y un hermoso entusiasmo por la vida en
sus ojos, era una mujer que estaba siendo tomada de la manera que
le gustaba. Ella no extrañaba su antigua cita, no cuando estaba
siendo penetrada por un pene tan grande como el mío.
—Cato... me encanta tu pene. —Se agarró a mis caderas y se
empujó hacia mí, encontrando mis estocadas al arrastrar su cuerpo
más cerca. Rodó la cabeza hacia atrás, se mordió el labio y luego lo
repitió—. Qué buen pene.
Mi mano se aferró a su cuello, y la atraje hacia mí de esa
manera, controlándola completamente mientras golpeaba toda mi
longitud dentro de ella. La envestí una y otra vez, reclamando su sexo
como mío. Muy pronto, el condón no nos separaría, y yo tiraría todo
lo que había dentro de ella, convirtiéndola en la primera mujer en
tener el honor.
No podía esperar ese momento.
Se apoyó en un codo y luego tiró de mi cuello hacia el suyo para
poder besarme. Tomó mi cara cuando me dio un beso caliente, sus
piernas aún estaban separadas para que pudiera seguir tomando mi
longitud.
—Sigue penetrándome... así.
Nada era más sexy que una mujer diciendo lo que quería. Sin
vergüenza de su sexualidad, ella me usaba de la misma manera que
yo la usaba a ella. Me usaba para conseguir su orgasmo, para
meterse en un clímax abrasador que hizo que sus dedos se
encogieran.
—Ahí mismo... —Ella dejó de besarme para poder gritar, justo
en mi cara—. Cato... sí. —Apoyó su frente contra la mía y cerró los
ojos cuando terminó, su perfecto sexo apretó mi miembro como una
pitón. Ella llegó al orgasmo duro y rápido, empapándome con otra
ola de excitación—. Hazlo de nuevo. —Abrió los ojos y me lanzó una
expresión intrépida, como si mi desobediencia no fuera tolerada.
Mi miembro ya se había engrosado porque quería explotar
después de su actuación. Ver a una mujer tomar la iniciativa
mientras estaba de espaldas era algo raro. Todo lo que solían hacer
era gemir y felicitarme. Esta mujer me empujó un poco más fuerte,
me dijo cómo quería que la hiciera llegar al orgasmo.
—Puedo hacer que llegues al éxtasis tantas veces como quieras.
Dio un suave beso a mis labios, como una sutil disculpa por su
agresión.
—Te recordaré eso.
Terminamos en su cama escaleras arriba. Una pequeña cama
tamaño matrimonial en una habitación estrecha. La ventana daba al
patio trasero y a las laderas en la distancia. Ella tenía un inmenso
roble fuera de su ventana, las hojas crujían con el viento nocturno.
Un mastodonte como yo no podía estar cómodo en una cama
que apenas era lo suficientemente grande para una mujer sola, pero
lo hicimos funcionar poniéndola a ella encima de mí. Era liviana
como una pluma, así que apenas noté que estaba allí en primer lugar.
Mi mano descansó en la profunda curva de su espalda y atrapó unos
mechones de su cabello al mismo tiempo. Observé las sombras
danzar en el techo mientras sostenía a esta mujer, la mujer más
confusa del planeta.
Nunca me había quedado en la casa de una mujer, pero allí
estaba, a punto de romper su colchón con mi peso. Nunca le caí a
nadie por sorpresa sin previo aviso, nunca le pedí a una mujer que
dejara de ver a otros hombres. Me convertí en un hombre diferente
de la noche a la mañana, y no tenía idea por qué.
Finalmente, se quedó dormida encima de mí, su respiración
uniforme poseía la misma cadencia hermosa que una cascada. Era
tan pequeña y hermosa, pero su presencia magnética rivalizaba con
la mía. Hubiera sido fácil para otro hombre tomar mi lugar esta
noche, y eso de alguna manera me hizo sentir especial.
A pesar de que la palabra especial no estaba en mi vocabulario.
Respiró hondo y luego se removió, algo en sus pensamientos la
despertó. Se apartó de mi pecho y pasó los dedos por su cabello,
quitándose las largas hebras de su rostro para revelar su rímel
corrido. Con los párpados pesados y una inconfundible mirada de
cansancio, parecía lista para dormir durante días. En cambio, salió
de arriba de mi pecho y bostezó.
—Deberías irte. Tengo un día largo mañana.
Me quedé inmóvil en el lugar, no podía creer la manera sencilla
en que me echó de su casa.
Era Cato Marino.
Poseía todo, ¿y ella me estaba echando?
Cuando no hablé o me moví, se dio vuelta para mirarme, sexy
con las mantas apenas cubriendo sus firmes senos. Con la mirada
somnolienta en sus ojos, se veía incluso más hermosa que
completamente despierta. La hora que pasé complaciéndola drenó su
energía por completo.
—¿Me oíste?
—Sí. Eso no significa que te escucharé.
—Esta cama no es lo suficientemente grande para los dos.
—Puedes dormir encima de mí.
Ella se apoyó sobre su codo.
—¿Siempre tratas de quedarte a dormir cuando una mujer te
pide que te vayas?
No. Porque nunca traté de quedarme. Pateé las sábanas y me
puse de pie. Ella se quedó en la cama y tiró de las sábanas hacia sus
hombros.
—Buenas noches.
Me quedé parado, desnudo al lado de su cama, sorprendido una
vez más.
—¿No vas a acompañarme a la salida?
—Sabes dónde está la puerta principal.
Siempre pensé que era un imbécil, pero parecía que había
encontrado a mi igual.
—Tienes que cerrar la puerta después que me vaya.
—No le tengo miedo a nadie. Tengo un arma, y no tengo miedo
de usarla.
Permanecí junto a su cama, sin tener una razón para quedarme
y ninguna palabra para pronunciar. Su indiferencia me confundía.
Su frialdad me quemaba. Cualquier mujer mataría por mi atención,
pero no significaba una mierda para ella.
Me fui de su habitación y tomé mi ropa del piso de abajo. Me
puse todo y revisé el teléfono. Por supuesto, tenía diez llamadas
perdidas de varias personas. Una de ellas era Bates.
Salí y me metí en mi Bugatti, mi equipo de seguridad se separó
por el perímetro a lo largo de más de un kilómetro y medio. Conduje
alejándome y le regresé la llamada a mi hermano.
—¿Dónde estás? —preguntó al segundo que contestó.
Estaba completamente oscuro afuera, y me dirigí de regreso a
Toscana en lugar de a mi casa en Florencia. No podía conducir tanto
como quería, así que fue un placer inusual. Sin música, podía oír el
sonido del poderoso motor mientras me llevaba a través del hermoso
paisaje.
—¿Qué quieres?
—Cuando no me respondes, eso significa que estás haciendo
algo que no deberías, o haciéndoselo a alguien que no deberías.
—No te preocupes por mi pene, y no me preocuparé por el tuyo.
—No necesitas preocuparte por el mío, porque no es estúpido.
—Eso es debatible.
—De todas maneras, un rumor dice que los hermanos Beck van
a la quiebra. Sus andanzas en las reservas de petróleo se arruinaron.
La información no es pública, pero siempre tengo un hombre
adentro.
Les había prestado medio billón de dólares para financiar el
proyecto con una considerable tasa de interés a cambio. Su agenda
parecía tan simple que me quedé estupefacto de que pudieran
arruinarla.
—Con suerte, tu informante está equivocado.
—No lo está, Cato. Gastaron la mitad de la inversión, y al
parecer, se fueron. Tendremos suerte de recuperar la segunda mitad.
—Recuperarán lo que perdieron, de una manera u otra.
—Eso es mucho dinero, Cato, incluso para nosotros.
Conduje con una mano en el volante y noté las luces de los
autos detrás de mí. Era fácil verme en el medio de la nada porque
una docena de autos llenos con hombres y armas me acompañaban
a donde fuera. Incluso cuando estaba solo, nunca estaba realmente
solo.
—La gente confía en nuestro dinero porque siempre hacemos
que nuestros clientes paguen. Nos mantiene con liquidez.
Recuperaremos ese dinero de una forma u otra. Me encargaré de eso.
—O podríamos ejecutarlos.
—Matarlos es demasiado fácil. Ponerlos a trabajar es más
práctico.
—Pero tenemos que matarlos de todas maneras.
Todos sabían que era un riesgo una vez que tomaban dinero
prestado de mí. Tenía el efectivo para hacer realidad sus inversiones,
pero estaban haciendo intercambios con sus vidas. Si ellos fallaban
en cumplir con sus promesas, se enfrentaría a la tortura y la muerte.
No había excepciones.
—Sí. Lo haré yo mismo. —Había matado a tantas personas que
no me perturbaba. Eso no me quitaba el sueño. La mayoría de mis
socios de negocios eran criminales de todos modos, así que no era
como que asesiné a gente inocente. Hacía negocios con el resto del
mundo, familias que necesitaban un préstamo para comprar su
primera casa, pero eso estaba completamente separado de mis
negocios. Esa era la versión pública, la que se escribía en los
periódicos. El mundo del hampa era donde hacía mi dinero real. Era
un gánster glorificado en un traje bonito.
—Investigaré un poco más y te lo haré saber.
—Está bien. —La llamada telefónica parecía terminar, así que
estaba a punto de colgar.
—¿Estabas con la compradora de arte?
Mi dedo se desplazó del botón.
—No estoy compartiéndola, así que deja de preguntar.
Se rio entre dientes.
—No estoy interesado en compartir. Estoy interesado en
deshacerme de ella. Si resulta ser el gusano que creo que es…
—Yo mismo le meteré una bala en el cerebro.
Me senté en la sala de conferencias y me tomé mi tiempo para
disfrutar de mi cigarro. El humo llenó mis pulmones de electricidad
placentera antes que se filtrara lentamente por mi nariz. Había
terminado el papeleo, correos electrónicos y llamadas telefónicas,
pero no tenía prisa por irme. El tiempo pasó lentamente, y me senté
allí, pensando en nada.
No solo era el hombre más rico de este país, sino que también
era el más joven en lograr la hazaña. Mi madre nunca más tuvo que
preocuparse por el dinero, y mi hermano y yo nunca tendríamos que
luchar por el resto de nuestras vidas. Sentarme en la cima del mundo
debería brindarme una hermosa vista, un clímax que nunca se
desvanecía.
Pero se sentía insípido, aburrido y artificial.
¿Era esto depresión? ¿Era desesperanza? No tenía una sola
queja que hacer, pero, aun así, me sentía vacío por dentro.
¿Por qué?
Giovanni golpeó antes de abrir la puerta.
—La señorita Siena está aquí para verlo, señor.
Seguí fumando mi cigarro.
—Envíenla. —Había olvidado que ella se detendría esa tarde.
Decorar mi casa era una tarea grande que le llevaría al menos un
mes, y cada vez que pasaba de una habitación a otra, necesitaba mi
aprobación.
Ella entró un momento después, vestida de negro con perlas
blancas. Su elegancia era respetable, pero cada vez que la miraba,
me imaginaba la forma del reloj de arena, esos deliciosos senos y su
mojado sexo que podía servir a mi miembro como una profesional.
Su carpeta estaba debajo de su brazo, y ella se acomodó en el asiento
a mi izquierda, permaneciendo tan profesional como siempre.
No apagué mi cigarro como un caballero. Continué atrayendo el
humo a mis pulmones mientras la miraba, admirando a la mujer
para la que era tan indiferente que era un milagro que recordara mi
nombre.
Cruzó las piernas y abrió la carpeta sobre la mesa.
Esperé a que me dijera que apagara el cigarro.
—Pareces de mal humor hoy. —Pasó a la página correcta y luego
hizo clic en la parte superior de su pluma.
—Siempre estoy de mal humor.
Hoy en día, su cabello no estaba recogido en el rígido aspecto
de bibliotecaria. Estaba rizado y grueso, enmarcando su cara y
llegando más allá de sus hombros. Los aretes de perlas estaban en
sus lóbulos y su lápiz labial rojo brillante era el tono perfecto para su
tono de piel. Era una mujer hermosa si su cabello estaba arriba o
abajo. Podía estar vestida con un saco de patatas sin maquillaje, y yo
todavía la encontraría fascinante. Algo sobre esta mujer me volvía
salvaje, pero no me había dado cuenta de cual era esa cualidad.
Ella me vio llevar el cigarro a mis labios y exhalar el humo en el
aire.
Esperé a que me dijera que lo apagara.
—Estás siendo muy grosero.
—¿Lo soy? —Lo coloqué en el cenicero, dejando que el humo
subiera hasta el techo.
—¿No me ofreces un cigarro?
Hice mi mejor esfuerzo para ocultar la sorpresa en mi cara, pero
no pude. En lugar de fastidiarme para que fuera más saludable,
quería unirse a la diversión. Agarré otro cigarro y lo puse en mi boca
para encenderlo. Entonces se lo entregué.
Lo sostuvo entre sus dedos y respiró hondo, el humo bailó
alrededor de su boca ligeramente abierta.
Nunca había visto nada tan sexy.
Lentamente dejó que el humo blanco escapara de su boca y
nariz antes de que subiera al techo. Dio otra calada, cerrando los ojos
como si realmente lo estuviera atesorando. Luego lo puso en el
cenicero y se volvió hacia sus notas.
—La mayoría de las mujeres me piden que pare.
—La mayoría de las mujeres nunca han disfrutado de un buen
cigarro. —Volvió sus papeles hacia mí y me mostró fotos de las
nuevas pinturas que quería colgar en mis paredes—. Visité Milán el
otro día y encontré esto. Ya que tienes clientes importantes en esta
sala, pensé que deberíamos poner nuestras piezas más
impresionantes aquí.
Miré las fotos que había tomado con su teléfono, pero el flash y
la mala calidad no le hicieron justicia al trabajo.
—Tráelas aquí como las demás para que pueda verlas en
persona. —Las pinturas no eran tan importantes para mí, pero verlas
al desnudo era una forma mucho mejor de juzgar la impresión.
—No puedo hacerlo con estas. Están alojadas en el museo.
Nunca me diste un presupuesto, así que no estaba segura del rango
de precios que buscabas. Pero estas son también algunas de las
piezas más caras del mundo.
El imbécil arrogante dentro de mí quería reírse.
—El dinero no está en discusión, bebé.
—Esta sola es de diez millones de euros. —Ella señaló al
Monet—. Ha estado en este museo durante veinte años y no están
dispuestos a dejarlo ir por un euro menos.
Mi hogar toscano era un símbolo de poder, una forma sutil de
impresionar e intimidar a los hombres para los que trabajaba. No
había nada demasiado caro o extravagante.
—El precio es justo. Nos dirigiremos a Milán y veremos el cuadro
en persona.
—Bien. Solo déjame saber cuándo.
—¿Qué tal ahora?
Estaba a punto de dar una calada a su cigarro, pero lo volvió a
bajar al cenicero.
—¿En este segundo?
—Sí. —Hacía mi propio horario. Podía hacer lo que quisiera,
cuando quisiera—. Tomaremos mi avión. Podemos salir en treinta
minutos, llegar a Milán en una hora y luego cenar antes de regresar.
Siena no era tan suave como solía ser. Toda esa información la
tomó por sorpresa. Ella sabía que yo era rico, pero probablemente no
se daba cuenta de lo fácil que podía hacer que las cosas sucedieran
con un chasquido de mis dedos. Su padre tenía un imperio
impresionante, pero era empequeñecido por el mío.
—Bien. Llamaré al museo y les haré saber que vamos a ir.

La exposición fue cerrada al público, por lo que pudimos verla


en privado. Cada vez que hacía algo, normalmente cerraba el edificio
porque no era una persona de estar en público. No estaba
preocupado por ser asesinado o secuestrado. Simplemente me
gustaba mi propio espacio.
Siena estaba a mi lado y examinamos la obra maestra de Monet
en silencio. Las acuarelas eran impresionantes, e incluso después de
todas estas décadas, todavía era maravilloso. El tiempo no lo había
desgastado, no cuando estaba tan meticulosamente conservado. La
mayoría de los artistas famosos eran pobres y hambrientos, y
siempre me preguntaba cómo se sentirían con respecto a que su
trabajo fuera venerado y vendido por millones.
Siena estaba tranquila a mi lado, su vestido negro se detenía
sobre sus rodillas. Llevaba tacones negros que le daban varios
centímetros de altura extra. Su postura siempre era enfocada,
siempre perfecta. Parecía una modelo más que una persona
promedio. Ella tenía más elegancia que la reina misma.
—Es hermoso, ¿no? —Era distante y fría la mayor parte del
tiempo, pero en este momento, su sinceridad era cargada. Era lo
suficientemente gruesa para tener sustancia, para sentirse como un
objeto físico—. Me gustaría poder pintar.
—¿Por qué no?
—Porque soy terrible en eso —dijo con una risita—. Confía en
mí, lo he intentado. Mi trabajo se parece a la pintura con los dedos
de un niño. Para pintar algo como esto, necesitas tener una cualidad
especial. Ya sea en las manos, en la mente o en el alma... tienes que
ser distinto. Parece que muchos artistas famosos tienen déficits, pero
esas inhibiciones de alguna manera dan lugar a algo único y
hermoso.
Nunca había sido un conversador, pero me encantaba
escucharla hablar. Con otras mujeres, le hacía la menor cantidad de
preguntas posibles. Llegar a conocerlas nunca estuvo en mi lista de
tareas pendientes. Cuanto menos supiera, mejor.
—Hay otras formas de arte. Cerámica, poesía...
—Ser una compradora de arte es lo más cerca que voy a
conseguir estar. Y es el mejor trabajo que jamás podría haber pedido.
—Sus manos se juntaron en la parte delantera de su cintura
mientras se mantenía a varios centímetros de mí. Cuando no
estábamos solos en un dormitorio juntos, ella mantenía su distancia,
manteniéndose profesional entre nosotros como si no estuviéramos
durmiendo juntos—. ¿Qué piensas?
No pensé que pudiera dejar una pintura que ella admiraba
tanto. Hizo que la imagen fuera más significativa para mí, me hizo
sentir como si tuviera un pedazo de ella.
—Me lo llevo.
Volvió la cabeza hacia mí, sus hermosos ojos verdes brillaron
bajo las luces artísticas. Si alguien le pintara un retrato, lo compraría
en un abrir y cerrar de ojos, sea cual sea el precio.
—¿Estás seguro? Es una gran responsabilidad.
—¿Tener una pintura? —pregunté incrédulo.
—Esto no es solo una pintura. Es un pedazo de historia. La obra
de arte no es algo que realmente posees. Es como un hogar. Lo
mantienes por un tiempo, lo disfrutas por décadas. Pero cuando has
terminado, se lo vendes a otra persona. Para empezar, nunca es
realmente tuyo. Solo estás pagando para pedirlo prestado, por un
período de tiempo.
Odiaba escuchar a alguien hablar, pero podía escucharla por
siempre.
—No te preocupes, yo me encargaré de eso.
—Tendrá que colgarse en la pared norte para que no reciba la
luz solar directa. Siempre y cuando nadie se tope con él o algo,
debería estar bien. Si alguno de tus clientes sabe algo sobre arte, lo
reconocerán de inmediato. Y eso siempre podría ser un buen inicio
de conversación.
No había mucha conversación entre mis clientes y yo, excepto
sobre el dinero.
—Vamos a hacer la transferencia. Luego cenaremos.
—Por supuesto. —Siena salió de la sala para manejar el trato
con el gerente del museo.
Me quedé atrás y miré la pintura que acababa de comprar, algo
que me recordaría a Siena cada vez que la mirara.
La pintura sería cuidadosamente transportada en automóvil al
día siguiente, así que Siena y yo fuimos a cenar a un pequeño
restaurante, uno de mis favoritos. Giovanni llamó con anticipación y
les informó que estaría allí, así que reservaron su salón privado solo
para mí y mi cita.
Siena se sentó frente a mí con sus hombros hacia atrás y su
perfecta postura. El menú estaba abierto en sus manos y su cabello
se apoyaba naturalmente en los hombros con ligeros movimientos.
Ignoré el menú y me concentré en ella. Podría haberla llevado a
mi casa en Milán y follarla en lugar de llevarla a cenar, pero pasar la
noche con ella junto a una botella de vino no sonaba tan terrible.
Era la parte más interesante de mi día.
—Voy a pedir la lasaña. —Cerró el menú—. ¿Qué hay de ti?
—Pollo. —Llené mi copa y tomé otro sorbo.
Abrió el menú de nuevo y echó un vistazo.
—Eso no viene con queso.
—¿Y?
—¿Quién va a un restaurante italiano y ordena algo sin queso?
—Ella examinó la botella en la mesa y leyó la etiqueta—. Esta es una
buena botella de vino. ¿Eres admirador de los viñedos Barsetti?
—Ellos elaboran el mejor vino. Y no, no como queso.
—¿Intolerante a la lactosa?
—No. —No podía comer nada con grasa o carbohidratos para
mantener esta apariencia.
—Si los médicos me dijeran que no puedo comer queso, lo haría
de todas maneras. No hay consecuencia que no enfrentaría. —
Removió su vino mientras miraba alrededor del salón vacío. El otro
lado del restaurante estaba lleno de personas, pero nuestro lado
estaba casi silencioso. Había velas encendidas en las mesas vacías y
el sonido de la música clásica llegaba desde la otra habitación. Miró
por la ventana por unos segundos antes de que sus ojos regresaran
a mí.
Brillantes como gemas, sus ojos verdes eran vibrantes como el
bosque después de la lluvia de primavera. Eran tan transparentes y
brillantes, que reflejaban la luz de las velas pero también emitían su
propio brillo. No era solo una hermosa mujer, como las que se puede
encontrar por docena. Sus cualidades únicas la hacían inolvidable,
con la curva sexy de su labio superior y lo regordete del inferior. Su
belleza era fácilmente eclipsada por su aplomo. Mientras que algunas
mujeres eran vanas con respecto a su apariencia, ella simplemente
era confiada. No pensaba demasiado en la manera en que se veía,
pero tampoco demasiado poco.
Estaba tan estupefacto por su perfección que casi no me di
cuenta de que el camarero se aproximó a nuestra mesa.
—La dama tendrá la lasaña. Y yo el pollo. —Le entregué los
menús y escuché sus pasos mientras se iba.
—Entonces, ¿estás entusiasmado por tu pintura?
Dejé de pensar en ella al segundo que nos fuimos del museo.
—No hay mucho por lo que estar entusiasmado.
—Tendrás una obra maestra en tu sala de conferencias. Esa es
una declaración audaz.
—Hago declaraciones audaces todos los días.
La comisura de su boca se elevó en una sonrisa.
—¿Puedo preguntarte algo?
—Cualquier cosa. —Las conversaciones con ella nunca parecían
rancias. No divagaba como la mayoría de las personas, elegía llegar
al punto y no arrastrar los pies. No había nada más desagradable
que escuchar a alguien hablar solo para oír su propia voz.
—Ten cuidado, Cato.
—No le tengo miedo a nada. —Desde luego, no le tenía miedo a
la verdad.
—Ese hombre al que le disparaste en tu entrada… ¿De verdad
crees que se lo merecía?
No había anticipado una pregunta tan interesante. No había
anticipado su franqueza. Ninguno de mis hombres sería tan tonto
como para cuestionar la validez de mi decisión. Obviamente se sentía
cómoda jugando con fuego.
—Sí.
—¿Por qué lo hiciste?
—Tengo enemigos en Rusia. Infiltraron mi configuración de
seguridad con uno de los suyos. Fue colocado allí para espiarme,
para encontrar cualquier información que pudiera ser relevante.
Estuvo allí solo diez días antes de que mis hombres lo atraparan en
sus jugarretas. Una vez que compartieron sus sospechas conmigo,
me encargué de eso.
De repente se volvió tímida y silenciosa, el hermoso rubor de
sus mejillas se desvaneció al color de la nieve. Su postura seguía
siendo elegante, pero tenía una apariencia encogida, rígida, como si
todos sus músculos estuvieran tensos al mismo tiempo. Sus ojos
permanecieron enfocados en mí, sin pestañar por tanto tiempo, que
parecía como si hubiera olvidado cómo pestañar por completo.
—Podría haber dejado que unos de mis hombres se encargara
por mí, pero me gusta hacer el trabajo sucio.
Inclinó su cabeza y tomó una pieza de pan de la canasta. La
colocó en el plato frente a ella y arrancó un pedazo. Lo sumergió en
el plato de aceite, pero no lo puso en su boca. Era la primera vez que
se sentía nerviosa en mi presencia.
—¿Eso pasa a menudo?
—Cuando estás en la cima de la cadena alimenticia, todos
quieren lo que tienes. Algunos hombres son lo suficientemente
estúpidos como para creer que puedo ser derrocado. Esos hombres
son ejecutados de manera despiadada. Son torturados primero. Sus
familias son torturadas. Todo lo que aman es desgarrado antes de
que finalmente los saque de su miseria.
Pellizcó el pan entre las puntas de sus dedos y lo untó con más
aceite.
Observé como el color de sus mejillas se movía hacia su cuello.
Observé la forma en que perdió su confianza, como si en realidad me
temiera.
—Soy un hombre aterrador, bebé. El más terrorífico en este
país. Pero mientras no me traiciones, no tienes nada que temer. Soy
un criminal, pero no daño a los inocentes. Ellos se apegan a su
mundo, y yo me apego al mío. —Tenía el poder para hacer que
cualquier cosa sucediera, de cometer un asesinato a plena luz del
día, y la policía no me tocaría. Los reporteros no lo cubrirían para
proteger a sus amigos y familiares. El mundo entero voltearían la
cara, mientras que los dejara ser.
—Acabas de decirme que torturas gente. Creo que mi miedo es
una respuesta racional.
—Torturo mentirosos, ladrones, y estúpidos. ¿Eres una
mentirosa, ladrona o estúpida?
Se metió el pan en la boca y masticó lentamente.
—No lo creo. —Bebí el vino tinto antes de apoyar la copa de
nuevo.
Siena estaba callada ahora, su interrogatorio apenas sobrevivía
a una sencilla pregunta.
—Tienes una casa preciosa. Me disculpo por no haberlo
mencionado antes. —Había estado demasiado ocupado teniendo sexo
sobre la mesa de la cocina y en la cama como para conversar.
—Gracias. Me encanta allí. —Abandonó el resto del pan en el
plato, llenándose con un solo bocado—. Sé que es un poco pequeña,
pero creo que es del tamaño perfecto. Mientras no tenga más de dos
hijos, debería funcionar.
Ella habló de una familia como si fuera lo único en la vida que
realmente quería. No comentó otras ambiciones, como comenzar su
propia compañía o dedicarse a sus pasatiempos. Ella solo quería una
familia para vivir en esa acogedora casa.
—¿Qué? —preguntó dirigiéndose a la expresión burlona que
debería estar en mi rostro.
—Nada.
—Tenías esta mirada en tus ojos, como si estuvieras confundido
por lo que dije.
—Supongo que estoy intrigado por la seguridad en tu voz, como
si tener una familia es lo único que deseas.
—No es lo único que deseo. Pero es una de las cosas que más
quiero.
Pensé que ella era diferente a todas las mujeres que conocía. Tal
vez no lo era.
Inclinó la cabeza ligeramente, captando mi tono.
—Déjame adivinar. Eres uno de esos hombres que no quiere
casarse nunca.
—Y tú eres una de esas mujeres que tiene que casarse.
Ella se encogió de hombros.
—No tengo que casarme. Si nunca sucede, nunca sucede. Pero
quiero conocer al amor de mi vida, enamorarme perdidamente, y
dormir al lado de él por el resto de mi vida. Si eso me hace sonar
aburrida, no me importa. Si eso me hace sonar poco original, que así
sea. Casarse con el hombre equivocado suena aterrador. Podría ser
una trampa sin salida, un compromiso con la desgracia. No quiero
casarme nunca solo por el hecho de estar casada. No tendría sentido
cuando un hombre no pueda brindarme algo que no puedo
brindarme a mí misma. Pero un matrimonio con el hombre
indicado… suena como la mejor experiencia. —Ella envolvió los dedos
en el tallo de su copa y acercó el vino—. Piensa menos de mí por eso.
No me importa. No pienso menos de ti por querer ser soltero para
siempre.
—¿No piensas menos de mí? —pregunté, con una nota de
sorpresa en mi voz—. ¿No vas a decirme que todo eso cambiará
cuando conozca a la mujer adecuada?
Ella rio y negó.
—Todos somos diferentes. No todos estamos destinados a pasar
nuestras vidas con una sola persona. Estamos conectados de manera
diferente. Y en el momento en que empezamos a hacer sentir
extrañas a las personas por ser diferentes, estamos equivocados. Así
que, si quieres estar solo por el resto de tu vida, Cato, entonces
quédate solo. Si no quieres una familia, no tengas una. —Tomó un
sorbo de su vino y se lamió los labios.
Mi madre siempre me decía cómo quería que Bates y yo nos
casáramos. Dijo que incluso si supiera que mi padre iba a
abandonarla, lo haría todo de nuevo en un abrir y cerrar de ojos.
Tener todo el dinero en el mundo no se comparaba con compartir su
corazón con nosotros dos. Dijo que nunca lo entendería hasta que
tuviera mi propio hijo.
—Bates y yo hicimos un pacto, nunca casarnos.
—¿Casarse el uno con el otro? —bromeó—. Bien. No tengo
problemas con dos hombres juntos, pero sí con dos hermanos.
La comisura de mi boca se elevó en una sonrisa. Ahora que
dejamos de conversar sobre asesinatos, ella se relajó. Se convirtió en
su yo coqueto y juguetón.
—En nuestro mundo, no podemos confiar en nadie más que en
nosotros mismos. Un mal matrimonio podría afectar nuestro negocio.
Podría destruir nuestras vidas. Ninguno de los dos quiere hijos, así
que el matrimonio es innecesario.
—Así que déjame aclarar esto. —Tomó la botella y volvió a llenar
su copa—. ¿El matrimonio está fuera de discusión por el dinero? —
Puso la botella medio vacía en el centro de la mesa al lado de la vela—
. ¿El dinero manda en sus vidas tanto como para no disfrutar nada
más qué ni siquiera pueden compartirlo con alguien? —Hablaba sin
emoción, pero sin juzgar—. Mantengo lo que dije. El dinero es la raíz
de todos los males. El dinero destruye vidas. Es el monstruo que se
traga la felicidad entera. Hay tantas cosas hermosas en la vida que
son financieramente intangibles.
—Solo la gente pobre dice eso. —Era un imbécil al hacer un
comentario, pero fue lo primero que salió de mi boca. Nunca olvidaría
lo frío que solía ser en las noches de invierno sin el calentador. Nunca
olvidaría cuán crudas eran las manos de mi madre de trabajar en la
fábrica de conservas doce horas al día. El dinero había salvado a mi
familia, no la había destruido.
Ella no se mostró ofendida.
—Se supone que la riqueza te da ventajas en la vida. Pero por
lo que estás describiendo, parece que te está inhibiendo. No puedes
ir a ningún lado sin la protección de treinta hombres armados. No
puedes confiar en que una mujer te ame por ti. Hombres de todo el
mundo están tratando de infiltrarse en tus filas para engañarte. Eres
un prisionero: las paredes de tu celda, tu propio dinero. Admiro todo
lo que has logrado, pero por encima de todo, te compadezco. —Sus
bonitos ojos verdes se clavaron en los míos y, en lugar de un juicio
severo, realmente hubo pena.
Nadie me había mirado así antes. Las mujeres me admiraban.
Los hombres querían ser yo. Los ojos de mi madre brillaban con tanto
orgullo que usualmente se convertían en lágrimas. Todos pensaban
que yo tenía el mundo por una cuerda, porque lo tenía. Pero ni una
sola persona vio la soledad, el vacío y el aburrimiento.
Nadie se había dado cuenta de lo que yo no había notado.
Sin palabras, sostuve su mirada, pensando en aquellas tardes
que había fumado mi cigarro sin apenas moverme, reflexionando
sobre los momentos que le dije a mi hermano que estaba aburrido.
Él cuestionó mi cordura. ¿Cómo podría aburrirse alguien con tanto
poder y riqueza? Era una pregunta que no tenía una respuesta.
Nunca me arrepentí de todo lo que tenía o de los sacrificios que hice
para lograrlo, pero parecía que faltaba algo.
Ella no mostró una mirada victoriosa en sus ojos. Siguió
mirándome como si la conversación continuara, solo sin palabras.
Me olvidé de mi vino y todo lo demás en la habitación que nos
rodeaba. Pasaba la noche con una mujer hermosa, pero mi mente no
estaba centrada en el sexo. Era la conversación más profunda que he
tenido con otro ser humano. Su intelecto era peligroso, y su valor era
aún más sorprendente. Ella era la única persona en el mundo que
no le importaba el tamaño de mi billetera. Sin estar intimidada, me
trataba como si yo fuera alguien más.
—Éramos muy pobres cuando crecíamos. El tipo de pobreza
donde ir al médico era un lujo. Mi madre hizo un trabajo duro para
ayudarnos, quitándonos años de su vida para que pudiéramos tener
comida, ropa y un lugar seguro donde dormir. Desde que puedo
recordar, quería ser rico. Nunca quise preocuparme por mi próxima
comida, y no quería que mi madre tuviera que aguantar las tonterías
de otras personas. Mi ambición se incendió y nunca se extinguió. Tal
vez el dinero sea malo, pero no lo tendría de ninguna otra manera.
Su mirada de complicidad se desvaneció lentamente y fue
reemplazada por un brillo emocional.
—Eso es inspirador.
—Lo peor de ser pobre es ser impotente. Estás a merced de otras
personas. Las personas son mucho más malvadas que el dinero, y se
aprovecharán de ti cuando estés deprimido. Al mantener todo el
dinero, tengo todo el poder. Tal vez duermo con un ojo abierto, pero
también controlo todo lo que me rodea.
—Me parece que estás en la misma situación que antes, justo
al revés. Tienes que trabajar duro para mantener tu estatus porque
todos quieren quitártelo. Hay un punto medio que estás pasando por
alto. Puedes ser rico y seguro, pero también desaparecer del ojo
público. Puedes tener todo lo que necesites, sin mirar por encima del
hombro todo el tiempo.
La única razón por la que era paciente con ella era porque
conocía sus antecedentes. El dinero obviamente había destruido a su
familia. Su padre siguió jugando con fuego hasta que alguien lo
golpeó donde le dolía, matando a su esposa. Siena tuvo la sabiduría
de darle la espalda a ese estilo de vida y conformarse con la paz. Para
ella, no había otra opción.
—Es más complicado que eso.
—¿Lo es? —El brillo de las velas iluminó sus rasgos de la
manera más hermosa. Sus ojos esmeralda reflejaban la luz blanca,
haciéndolos brillar como adornos navideños frente a una chimenea—
. Déjame hacerte una pregunta. Y no tienes que darme una
respuesta.
Independientemente de cuál fuera su pregunta, le daría una
respuesta.
Ella inclinó la cabeza ligeramente.
—¿Eres feliz, Cato?
La definición de felicidad se perdía en mí. Mi dinero me hacía
sentir seguro. Mi poder me hacía sentirme invencible. Las mujeres
en mi cama me hacían sentir como un rey. Pero feliz... no estaba
seguro de haber sentido eso antes. Lo único cerca era ver a mi madre
cómoda y segura. A veces, cuando pasaba por la casa, la veía
cuidando su jardín, con un sombrero de sol flexible mientras se
ensuciaba las manos con el suelo. Estaba tranquila, leyendo en la
ventana por la mañana y luego preparándome limonada cuando
pasaba por una visita. Regalarle la vida que se merecía era lo único
que me hizo sentir algo. Todo lo demás era momentáneo. Hacer
dinero era emocionante, pero después de unas horas, el efecto
desaparecía. Hacer que dos mujeres llegaran al orgasmo antes,
terminaba de inflar mi ego, pero una vez que terminaba la diversión
y nos habíamos acostado, volvía a mi fría calma.
La respuesta estaba justo delante de mí.
No. No era feliz.
Nos metimos en el asiento trasero de mi coche.
—A la residencia. —Pulsé el botón y levanté la persiana entre el
conductor y nosotros. El sol de verano se había puesto, y Milán se
iluminaba con las brillantes luces de los edificios históricos y las
iglesias. Podríamos volver a mi avión y estar en casa en una hora,
pero no estaba de humor para terminar el viaje.
Siena se volvió hacia mí, con las piernas cruzadas y el cinturón
de seguridad sobre el pecho.
—¿A dónde vamos?
—A mi casa. —No iba a preguntar si eso estaba bien con ella.
Sus preferencias no importaban.
—¿No me vas a preguntar primero?
Me quedé mirando por la ventana.
—No.
Ella siguió mirando mi perfil.
—Eso es rudo.
—Trabajas para mí, ¿recuerdas?
—Sí, yo trabajo para ti. Pero no me pagan por tener sexo contigo.
Volví la cara hacia ella, notando la forma en que se veía
impresionante a pesar de la iluminación.
—Después de sentarme frente a ti en la cena toda la noche, lo
último que quiero hacer es esperar otra hora y media antes de poder
ponerte de espaldas. Quiero probar ese vino tinto en tu lengua.
Quiero recordar lo dulce que sabe tu sexo. Quiero estar dentro de ti,
follando a la mujer que me ha molestado toda la noche con su belleza.
Tal vez sea impaciente, pero tengo todo el derecho de ser impaciente.
¿Tienes algún problema con eso?
Su hostilidad se desvaneció cuando el deseo invadió su mirada.
Las señales que daba siempre eran sutiles porque no llevaba sus
sentimientos en la manga. Era demasiado orgullosa para ser obvia,
demasiado respetable para ser descifrada. Pero había indicios de sus
emociones en los movimientos sutiles que hacía y en el leve cambio
de sus ojos cuando trataba de ocultar algo.
Cuando no obtuve una respuesta, la obligué a darme una.
—¿Si?
Ella se aclaró la garganta.
—No. No tengo ningún problema con eso.
Era dueño de un edifico de cinco pisos en Milán. Después de
que lo compré había sido remodelado a una casa de tres pisos. Los
dos pisos de abajo albergaban a mi personal de seguridad y armas.
Entramos y tomamos el elevador hasta el tercer piso.
Siena miró alrededor mientras entramos en la gran sala de
estar. Con pisos de madera, sillones con suaves almohadones, y una
hermosa ventana del piso al techo que mostraba la ciudad, era más
acogedor que mi lugar en Florencia. Tengo muchas casas en
diferentes ciudades, y eso es así porque era la única manera de
garantizar verdaderamente mi seguridad. Todas mis casas eran a
pruebas de balas. Todas ellas tenían un destacamento de seguridad.
Mi propiedad privada era la única forma de controlar la situación. Ir
a un hotel, o a un lugar público me hacía vulnerable a un ataque.
Además, mis casas eran más lujosas que cualquier hotel.
Siena se deslizó de sus tacones enseguida y los dejó en el medio
del piso. Ahora era varios centímetros más baja, pero su confianza
proyectaba una altura impresionante.
Me dirigí hacia el bar.
—¿Quieres un trago?
—No.
Me di vuelta e ignoré el escocés que me estaba llamando. Sí
quería ir directo a la acción, yo también. Caminé hacia ella y vi el
color elevarse en sus mejillas. Su respiración se aceleró, la intensidad
de nuestra privacidad la hacía vibrar. Me enfrentó con la misma
confianza, pero había un toque de intensidad que no podía negarse.
Ella ya había dormido conmigo, pero parecía como si fuera la primera
vez de nuevo.
Saqué el papel de mi billetera y se lo entregué.
Ella lo desdobló y leyó los resultados. Aparentemente, mi
palabra no era lo suficientemente buena. Ella comprobó el nombre
del laboratorio así también como la fecha y me lo regresó.
—No sabía que íbamos a hacer esto ahora. No traje el mío…
—Tu palabra es suficiente. —No confiaba en nadie. Cualquier
interacción que tuve con otra persona, además de mi hermano, era
considerada sospechosa. Bates era la única persona en la que podía
confiar implícitamente. Pero algo sobre esta mujer me hizo salir de
mi zona de confort, me hizo tomar un riesgo que nunca habría
tomado con nadie más. Todo esto podría ser un ardid, pero no creía
que lo fuera. Esta mujer parecía ser real, parecía estar marcada por
la riqueza y el poder. No quería tener nada que ver con mi dinero o
conexiones. Todo lo que quería era un trabajo… y buen sexo.
—Nunca me preguntaste sobre el control de natalidad.
Tomé su muñeca y giré su brazo, revelando la leve cicatriz en el
costado de su antebrazo. Tenía un implante insertado hacía mucho
tiempo. Había sanado, pero tendría esas marcas por el resto de su
vida. Otros tipos de control de natalidad eran imposibles de detectar,
a menos que viera a una mujer tomar la píldora todos los días. Pero
esta era obvia. Solté su brazo y me moví hacia la espalda de su
vestido. Mis dedos encontraron el cierre en el borde de su cuello, y
con lentitud lo bajé, revelando su hermosa piel a lo largo de su
columna. Era tan delgada que podía ver los pequeños huesos debajo
de su piel. Sus músculos delgados se movieron ligeramente mientras
respiraba, y los más hermosos bultos emergieron de su hermosa piel.
El cierre se detuvo en la cima de su trasero, y ahí fue cuando el
vestido se soltó. Cayó al suelo a sus pies, dejándola en una tanga
negra que contrastaba con la piel clara de su magnífico trasero.
Algo que noté antes, pero nunca le había puesto atención, era
la cicatriz en su hombro derecho. Tiré del gatillo las veces suficientes
como para reconocer exactamente lo que era, una herida de bala. Le
habían disparado, y la bala la atravesó limpiamente. Había sido
cocida y sanado bien, pero la cicatriz distintiva era imposible de pasar
por alto. El daño contaba una historia, una historia que no me había
confiado. Mi curiosidad quería respuestas, e imaginé que había
recibido esa lesión años atrás cuando todavía hablaba con su padre.
Tal vez su madre había sido asesinada y Siena era la próxima víctima
en la lista, pero escapó.
Enganché mis manos bajo sus brazos y apreté sus firmes senos
mientras dejaba besos en su nuca. Mi entrepierna presionaba justo
contra su trasero, y mi miembro empujaba contra la bragueta de mis
jeans. Mis labios acariciaron su cuello y besaron el pabellón de su
oreja. Mis manos continuaron toqueteando sus hermosos senos,
sintiendo sus pezones endurecerse bajo mis atenciones. Su
respiración se aceleró, y también la mía.
—No puedo esperar para penetrarte. —Nunca había estado con
una mujer sin condón. Nunca sentí una vagina desnuda antes.
Incluso cuando perdí mi virginidad, fue con un preservativo. Pero
ahora estaba a punto de sentir a esta hermosa mujer con tanta
intimidad. Ya se sentía increíble con un condón. Se sentiría incluso
mejor cuando fuéramos solo los dos.
Sus dedos alcanzaron su tanga, y la empujó por su trasero y
sus muslos. Cayeron el resto del camino y aterrizaron alrededor de
sus tobillos.
Besé su hombro derecho y hundí mis dientes en la piel con
suavidad. Mi lengua la acarició, y mi respiración llenó el espacio que
nos rodeaba. Mi miembro estaba ansioso por estar libre de las
restricciones de mis jeans, y por entregar mi liberación
profundamente dentro de ese bonito y pequeño sexo.
Se dio vuelta, con calor en sus ojos y desesperación en sus
manos. Me sacó la camisa por encima de la cabeza y luego
desabrochó mis pantalones. Sus ojos se fijaron en mi perfección
física, las yemas de sus dedos sintieron los surcos entre mis
músculos y la dureza de mi pecho. Cada vez que ella me miraba
cuando estaba desnudo, tenía esa misma mirada, transformándose
en una pagana del sexo que no podía esperar para disfrutarme. Todas
las mujeres me miraban de esa manera, pero ella parecía realmente
disfrutarlo.
Bajó mis jeans junto con mi bóxer, cayendo de rodillas en el
proceso. Sus labios encontraron mi longitud, y ella la besó con pleno
deseo, adorando mi miembro como si fuera el regalo de Dios para las
mujeres. Succionó mis bolas en su boca y luego arrastró su lengua
hasta mi longitud antes de tomarla profundamente en su garganta.
Cerró los ojos y gimió, como tomar mi miembro no fuera nada más
que un placer.
Ninguna mujer había chupado mi miembro tan bien.
Volvió a ponerse de pie, deslizando con cuidado mi miembro a
través de su escote en el camino hacia arriba. Usó mis antebrazos
para mantener el equilibrio, confiando en mi fuerza como un pilar
para volver a su posición de pie.
Podría levantarla en mis brazos y cargarla hacia la habitación,
pero mi mano se precipitó con profundidad en su cabello e incliné su
barbilla hacia atrás para poder besarla. Fue un beso lento, lleno de
cálidas respiraciones y suaves tirones de nuestros labios. Mis ojos
estudiaron su boca mientras mis dedos empuñaban su cabello con
fuerza. La acerqué hacia mí y la besé de nuevo, mi lengua se encontró
con la de ella sensualmente. Podría estar dentro de ella en este mismo
momento, pero este excitante beso parecía ser suficiente. Por una
vez, no estaba apresurado por penetrarla. No tenía prisa por llegar a
la línea de meta. Todo lo que deseaba era esto, esta sensación de que
el tiempo estaba detenido.
Sus manos exploraron mi pecho mientras me regresaba el beso,
sintiendo los bloques de músculos duros como piedras y los firmes
bíceps de mis brazos. Sus dedos descendieron hasta que se
envolvieron alrededor de mi longitud. La apretó fuerte y luego pasó el
pulgar por la punta de la cabeza, recogiendo la gota que caía de la
superficie.
—Nunca dejé que un hombre se corriera dentro mí antes. —Me
miró, con el lápiz labial manchando su boca y el deseo profundo en
sus ojos. Mi miembro todavía estaba en sus manos mientras lo
sofocaba con su toque experimentado.
Mi miembro inmediatamente se contrajo cuando sus palabras
se registraron en mi cerebro. Ahora la deseaba aún más, quería
correrme tanto en ella que no sería capaz de contenerlo. Haría un
desastre en las sábanas, y si se levantara en el medio de la noche,
gotearía por dentro de sus muslos. Una vez que todo se hubiera ido,
solo le daría más.
Acuné su trasero con mis manos y la cargué por el pasillo. Era
ligera como una pluma y suave como un pétalo de rosa. Mis ojos
estaban fijos en los suyos mientras la llevaba a la habitación. Sabía
exactamente cómo quería tomarla, como quería tomarme el tiempo y
disfrutar de su suave sexo. La acosté en la cama, con la cabeza en la
almohada y me moví entre sus piernas. Mis rodillas separaron sus
muslos y la mantuvieron bien abierta para que mi enorme miembro
pudiera perforar esos labios vaginales. Enganché mis brazos detrás
de sus rodillas y mantuve mi rostro cerca del suyo, mi miembro
tembló con expectativa.
Respiró fuerte, aunque no me había sentido todavía. Sus uñas
se clavaron en mis bíceps, y gimió en mi cara, como si la anticipación
fuera tan buena como la verdadera cuestión.
—No me hagas esperar…
Presioné mi glande entre los labios de su vagina y empujé hacia
adentro, sintiendo como se apretaba su sexo mientras me hundía
lentamente en su cálida carne. Ella estaba húmeda y suave, incluso
más mojada que la última vez que la tuve. Su desnudo sexo era la
mejor sensación en el mundo. Nada nunca me había hecho sentir
más como un hombre. Todo el dinero y el poder en el mundo no se
podían comparar con este sentimiento. Dejé salir un gemido que sonó
más como un gruñido y seguí hundiéndome, disfrutando cada
centímetro incluso más que la última vez.
—Mierda.
Me deslicé profundamente hasta que no tenía más a dónde ir.
Mis bolas descansaban contra su culo, y sentí como todo mi cuerpo
temblaba con éxtasis. Estaba tan mojada, tan apretada, tan
jodidamente buena.
No usaría un condón nunca más.
Trabé mi mirada con la suya, viendo a esta hermosa mujer bien
extendida para poder tomar mi gran miembro. Quería tenerla así toda
la noche, derramarme tanto en ella hasta que estuviera tan irritada
que no pudiera tomarme.
Sus dedos se movieron hacia mi cabello.
—Estoy cerca… —su vagina palpitó alrededor de mí,
confirmando que su confesión era verdad. Una mujer nunca me
había deseado tanto, tan profundamente. Ellas querían ser tomada
bien y fuerte, pero Siena tenía una mirada diferente en sus ojos. Tal
vez era porque éramos solo nosotros dos y no tenía que compartirme
con nadie más.
Comencé a introducirme dentro de ella, empujando a
profundidad hasta que tiré de la cabeza de mi miembro hasta la
entrada de sus labios. Su humedad embadurnó todo mi eje e incluso
se acumuló en mis bolas. Había crema también porque su sexo
estaba produciendo todo para adaptarse a mí.
Ni siquiera la tomé fuerte o rápido. Solo me moví con lentitud,
me tomé mi tiempo y lo disfruté. Disfruté el sexo de esta mujer como
si fuera la cosa más valiosa del planeta. Habría pagado un billón de
dólares por penetrarla, para cubrir mi miembro con su sexy crema.
Cumplió con su palabra y llegó al orgasmo.
—Sí… —Su sexo me apretó como un puño de hierro, y me miró
a los ojos, mostrándome un fuego furioso. Sus suaves dedos
impulsaron a sus uñas y me arañó como un tigre—. Dios… sí. —Su
sexo me apretó un poco más fuerte y luego se liberó, su clímax
transcurrió.
Como un hombre con algo que probar, quise seguir. Quise
enviarla a otro clímax que trajera lágrimas a sus ojos. Pero todo en
lo que podía pensar era en deslizarme dentro de su sexo, derramando
todo mi semen dentro de esta mujer.
Agarró mi trasero y tiró de mi dentro de ella, sus piernas
estaban bien abiertas.
—Derrámate dentro de mí, Cato. —Sus uñas cortaron mi piel—
. Quiero sentirte mientras me sigues penetrando. —Exhaló en mi cara
sus gemidos más sexis, sus piernas estaban abiertas y su sexo tan
resbaladizo.
—Demonios. —Golpeé en ella y pegué la cabecera contra la
pared. El sonido rítmico hizo eco como un tambor de acero. Empujé
con fuerza, y sentí la explosión empezar profundamente dentro de
mí, un placer visceral que prendió fuego a todos mis nervios. Se
hundió en mis bolas, un ardor generoso que hizo que todos los
músculos de mi espalda se tensaran alrededor de mi columna.
Entonces el semen salió con una explosión, dándome la clase de
éxtasis que hacía que se me doblaran las rodillas.
—Jesús, jodido Cristo. —La empalé con mi miembro y me liberé
todo el camino dentro de ella, mi culo se tensó mientras las
convulsiones sacudían mi cuerpo. Era la primera vez que llegaba al
orgasmo a la vez que una mujer, y ahora no podía imaginarme
ninguna otra manera.
El clímax parecía durar para siempre. No fue una sacudida
rápida de placer como era usualmente. Como si la sensación se
repitiera, seguía y seguía. Mi miembro se contrajo cuando terminó
dentro de ella, y en lugar de ablandarse, seguía dura como una roca.
El sexo con ella fue tan bueno que no estaba cerca de terminar.
Comencé a empujar de nuevo, mi semen mezclado con su crema
recubrió mi miembro.
Ella agarró mi trasero y se movió conmigo.
—Cato… eso se siente tan bien.
Mi miembro se deslizó a través de la caliente humedad entre
nosotros. Estaba tan resbaladizo, con tanto semen entre nosotros. Mi
miembro estaba enterrado en la vagina más bonita que había
conocido, y lo último que quería era otra vagina para tomar. ¿Por qué
querría dos mujeres cuando esto era más de lo que podía manejar?
—Veamos cuántas orgasmos puede tomar esta vagina.
14
Traducido por SOS por Flor, Jabes y Taywong
Corregido por Lelu

Siena
Cato me penetró.
Y me penetró.
Nunca dejó de hacerlo.
Un hombre nunca me había penetrado así en toda mi vida.
Nunca me había hecho sentir tan deseada, tan sexi. Nunca me había
hecho sentir como la mujer más sexi del mundo. Sus manos siempre
estaban sobre mí, y su miembro nunca parecía ablandarse. Mientras
un hombre normal comenzaba a aburrirse, Cato parecía vigorizado.
Me fui a dormir con tanto semen entre mis piernas que manché
las sábanas por todas partes.
Mi cuerpo se despertó lentamente y noté que la luz del sol
golpeaba mis párpados. Estaba sobre mi espalda con un pesado
brazo en la cintura. Las cálidas respiraciones cayeron sobre mi cuello
mientras el gigante dormitaba a mi lado. Abrí mis ojos y miré su brazo
meticulosamente esculpido mientras se levantaba y caía sobre mi
estómago. Su poderoso cuerpo estaba a mi lado, todos los músculos,
la piel y el olor del sexo. Me abrazaba como un oso protector a su
cachorro.
Me quedé mirando su perfil, viendo que el pelo comenzaba a
llegar a lo largo de su mandíbula. Era una sombra débil, una sombra
que no había estado allí la noche anterior. Su cabello estaba
desordenado por la forma en que lo había tocado tanto. Su colonia
se había quemado en medio de la noche, siendo reemplazado por el
olor de las sábanas y mi cuerpo sudoroso.
Repetí la noche en mi cabeza, pensando en la cena íntima que
compartimos y el sexo que comenzó después. Mi propósito era
atraerlo a confianza para poder traicionarlo, pero me encontré
compadeciéndome de mi propio objetivo. Comencé a humanizarlo,
sin importar sus crímenes. Era el mejor amante que había tenido y
sabía exactamente cómo tratar a una mujer. Incluso nuestras
conversaciones eran agradables porque él era muy particular acerca
de su elección de palabras. Podía ser arrogante, pero no pasó toda la
noche hablando de sus logros. Tenía una profundidad insondable,
como la mitad del océano que se extendía por kilómetros bajo el agua.
Había una clara tristeza en su alma, un vacío que no admitía.
Entendía su vacío demasiado bien. Vi la codicia y la corrupción
destruir a mi familia. Cato no tenía una sola persona en la que
pudiera confiar porque incluso sus aliados cercanos lo apuñalarían
por la espalda si tuvieran la oportunidad.
Por supuesto, lo compadecía.
Eso también me hizo dudar de mí misma. Estaba haciendo esto
para salvar a mi padre, pero Cato no parecía el demonio que describió
Landon. Poseía vetas del mal, pero también tenía indicios de
humanidad. Le disparó a alguien sin dudarlo, pero también se hizo
cargo de su madre y habló muy bien de ella. ¿Cómo podría
vilipendiarlo cuando mi padre era culpable de los mismos crímenes?
Mi padre había asesinado a personas que se interponían en su
camino. Dio prioridad al dinero sobre mi madre. Lo sacrificó todo por
una fortuna que ni siquiera necesitaba.
Y yo fui quien arriesgó mi cuello para salvarlo.
Si lo pensaba demasiado, nada tenía sentido.
Cato respiró profundo cuando se despertó. Era un suspiro
masculino, un gemido bajo que venía de la parte posterior de su
garganta. Su mano apretó mi cadera, y antes de que abriera los ojos,
se movió sobre mí y colocó sus caderas entre mis muslos.
—¿Uh, buenos días?
Abrió los párpados y reveló sus ojos adormecidos, era una
mirada aún más sexi que cuando estaba completamente despierto.
Él inclinó sus caderas y presionó la cabeza de su corona justo entre
mis labios vaginales.
—Buenos días. —Se empujó con fuerza dentro de mí,
deslizándose a través del semen que aún quedaba de la noche
anterior.
Mis uñas se clavaron en sus brazos, y gemí cuando sentí su
violenta intrusión. Nunca antes me había penetrado un pene como
el de él. No era solo largo, sino grueso, y esas dimensiones perfectas
alcanzaron mi deseo en los lugares correctos. Era el tipo de miembro
hecho para tener sexo, perfecto en su forma y dureza.
—Dios... —Mis dedos de los pies se curvaron, y gemí contra sus
labios.
Enterró su cara en mi cuello y me tomó de la manera más
perezosa posible, su cuerpo cálido y pesado me presionó contra las
sábanas. Sus caderas se movieron, y él apoyó su cuerpo contra mi
clítoris. Ni siquiera tenía que hacer nada para encenderme porque
estaba simplemente muy bien dotado.
Ser tomada por un hombre atractivo a primera hora de la
mañana era uno de los regalos de la vida. Fue un regalo que nunca
había disfrutado realmente hasta ahora. Hubo algunos buenos
amantes en mi vida, pero ninguno como Cato. Y saltarse el condón
hizo que las sensaciones aumentaran aún más, hizo que cada empuje
fuera diez veces más placentero. Este era un hombre tan hermoso
que era doloroso, y en realidad me sentía como la mujer más
afortunada del mundo, estando debajo de él en ese momento.
Nunca tuve que preguntarme si él me haría llegar al orgasmo.
Nunca tuve que preguntarme si debería tocarme para llegar a la
meta. Cada vez que estaba dentro de mí, sabía que era lo
suficientemente hombre para acabar conmigo antes de liberarse.
Eso me hizo adorarlo.
Mis tobillos se clavaron en su trasero cuando obtuve mi
orgasmo, mis uñas se clavaron en su espalda mientras montaba la
altura que él creó entre mis piernas.
—Gracias... —Las palabras salieron de mi boca por su cuenta,
una súplica a este dios del sexo. No me di cuenta de cuánto
necesitaba ser complacida hasta que Cato vino a mi rescate. Él me
tomó de la forma en que necesitaba, tomada como cada hombre
debería.
Gruñó mientras terminaba, tirando otro montículo de
penetración profunda dentro de mí. Me llenó tanto la noche anterior
que no quedaba espacio, pero eso no le impidió que intentara darme
más. Gimió de nuevo cuando terminó, salió de mi vagina y goteó entre
mis labios.
—Tomé. Esta. Vagina. —Se deslizó fuera de mí y luego me dejó
allí. Entró en el baño y se metió en la ducha.
No me importaba la manera fría en que me usaba y luego
continuaba con su día.
Me encantaba, en realidad.
Volví a quedarme dormida, y me desperté cuando escuché su
voz en la habitación de al lado.
—Estoy en Milán.
Me senté y pasé los dedos por mi cabello. Entrecerré los ojos
para ver la hora en la mesa de noche. Eran casi la una de la tarde.
Jesús, no había dormido hasta tan tarde en… no pude recordar
cuándo fue la última vez.
—Siena y yo vimos la pintura. Y decidí comprarla. —Una taza
de café golpeó contra la mesada, como si estuviera tomando un sorbo
y la hubiera apoyado de nuevo—. Regresaré hoy, más tarde. —
Después de una larga pausa, él se volvió frío—. Lo sé, Bates. Dejaste
perfectamente clara tu opinión.
Abrí uno de sus cajones y encontré una pila de camisetas
limpias. Tomé la gris de arriba y me la puse. Era holgada alrededor
de los brazos y se extendía pasando mis rodillas. Se sentía como una
manta en lugar de una pieza de ropa. Caminé hacia la otra habitación
y encontré a Cato sentado en la mesa del comedor, mirando por la
ventana. Una taza de café estaba frente a él, el vapor iba sin rumbo
hacia el techo, y su teléfono estaba junto a él. Tenía una nueva
camiseta y jeans, con su negro cabello peinado después de la ducha.
No se giró para mirarme.
—¿Café?
—Por favor.
Caminó hacia la cocina y me sirvió una taza.
Tomé asiento en la silla frente a la suya. La luz del sol atravesó
la gran ventana y llenó la silla con el calor del verano. Sería un día
cálido y húmedo, pero el verano en Italia siempre era hermoso.
Algunas personas no podían soportarlo. Pero me encantaba. Eran los
meses de invierno los que detestaba. El sistema de calefacción de mi
casa no era tan bueno, y la chimenea no era lo suficientemente
poderosa como para expulsar el frío.
Colocó la taza frente a mí y se sentó del otro lado. Su barba
ligera se había ido, y su complexión bronceada prácticamente brilló
en el sol de la tarde. Se encorvó hacia adelante y tomó la taza con
ambas manos mientras me miraba fijamente.
Tomé un trago mientras mantenía mis ojos enfocados en los
suyos. Era el hombre más hermoso que había visto. No solo era
bonito a los ojos, sino robusto y masculino como un vaquero. Sus
raíces criminales se mostraban en su frío exterior, pero sin importar
cuántos crímenes había cometido, o cuántas vidas había tomado,
nada podía quitar el brillo en sus ojos. Todavía había un alma allí,
una soledad que era tan profunda que era imposible pasarla por alto.
—¿Con quién estabas hablando?
Tomó su café, y su expresión traicionó la molestia que sintió por
mi pregunta.
—No pregunto por ser entrometida. Solo estoy tratando de tener
una conversación.
—Entonces pregunta cómo estoy.
Dejé que el rechazo hostil se deslizara.
—Ya sé cómo estás. ¿Cuándo regresamos a Florencia?
—Cuando estés lista.
—Solo necesito una hora para ducharme y prepararme.
—Entonces, es cuándo nos iremos.
Tomé la taza con las dos manos y sentí la calidez contra las
yemas de mis dedos. Una parte de mí quería regresar a la cama y
pasar el resto de la tarde teniendo sexo. Cato me había vigorizado
con una nueva sexualidad. Nunca supe que el sexo podía ser tan
bueno, que podía ser tan simple y maravilloso. Había tenido más
intimidad con él que con cualquier otro, y mientras eso me debería
hacer sentir culpable, no lo hacía porque lo había disfrutado
demasiado.
No apartó sus ojos azules de mí ni una vez.
—Estaba hablando con Bates.
—Pensé que no era de mi incumbencia.
—No lo es. Te lo estoy diciendo ahora, porque quiero.
—O porque sabías que estabas siendo un imbécil.
En lugar de fulminarme con una mirada de odio, una pizca de
diversión se introdujo en su mirada.
—Me atrapaste.
—Cada vez que te veo interactuar con tu hermano, pareces
tenso.
—Somos hombres enfocados.
Y Cato era el hombre más intenso en el planeta.
—¿Son cercanos?
—Él es la única persona en el mundo en la que confío
implícitamente.
—¿Qué hay sobre tu madre?
—Ella no cuenta. Es una clase diferente de relación. —Tomó un
trago de su café—. Mi madre se irá en unos años. Bates y yo
estaremos lado a lado por décadas. Él es mi sangre y mi socio de
negocios. Nunca tendré esposa o hijos, así que él es la única familia
que tendré.
Ese era el pensamiento más depresivo que había oído.
—Déjame preguntarte algo. ¿No quieres una familia porque solo
no la quieres? ¿O porque piensas que no es una opción?
Bebió su café de nuevo y no contestó mi pregunta.
No lo presioné. Era estúpido oponerse a un oso que ya estaba
irritado.
—Si Bates es como tú, no sé cómo logran hacer algo. Esa es
demasiada testosterona obstinada para un solo cuarto.
—Los dos somos imbéciles. Por eso nos llevamos tan bien.
Mi hermano y yo no éramos tan cercanos, probablemente
porque éramos tan diferentes. Pero ahora, él era todo lo que tenía en
la vida.
—No le gustas. —Cato tomó otro trago largo de su café y terminó
la taza.
Me quedé quieta ante el comentario y la forma abrupta en que
lo dijo.
—No me conoce.
—No confía en ti. No quiere que pase más tiempo contigo del
necesario.
Mantuve la misma fachada de calma, pero mi corazón latía a
millones de kilómetros por minuto. Afortunadamente, él no podía
sentir mi ritmo cardíaco. De otra manera mi pulso sería un
despilfarro muerto. Distendí la declaración.
—Ninguno de los dos confía en nadie, así que eso no dice
mucho. —Tomé mi café, a pesar de que lo último que necesitaba era
cafeína. Era idiota pensar que podía manipular a alguien como Cato.
Hice más progresos de los que esperaba porque éramos monógamos
por el momento, pero al segundo que me saliera de la línea, los
hermanos Marino me atacarían en un instante.
—No confiamos en nadie por una razón. Nos mantiene vivos.
—¿De verdad te parezco peligrosa? —pregunté forzando una
risita que no sentía.
—Solo tu sexo. —Se puso de pie y tomó ambas tazas y las llevó
a la cocina.
Una vez que no me estaba mirando fijamente, dejé salir una
respiración que estaba guardada profundamente en mis pulmones.
Las yemas de mis dedos se sentían adormecidas por la adrenalina,
estaba bailando en una línea fina, arriesgando mi cuello cada día que
pasaba con Cato. Si no terminaba mi cometido pronto, él podría ir
un poco más profundo y darse cuenta exactamente quién era. O tal
vez la razón por la que Bates no confiaba en mí era porque ya sabía
exactamente quién era.

Landon me estaba esperando en la parte de atrás del bar.


Las luces estaban bajas, y pocas personas estaban bebiendo tan
tarde un martes. Landon iba completamente de negro, sosteniendo
su vaso de whisky como si fuera una muleta que necesitaba para
caminar. Apenas levantó la vista cuando me senté frente a él.
Él ya me había pedido una copa de vino.
—¿Qué pasó? —preguntó, examinando al instante mi relación
con Cato.
—Hola. Me alegro de verte también. ¿Qué hay de nuevo?
Levantó la mirada y me dirigió una mirada cruel.
—Me estoy viendo con una de las mujeres con las que solía
acostarme. Pago el alquiler y la comida con sexo y monogamia. Todo
lo que tengo es el dinero que robé de la bóveda y las cuentas. Eso es
lo nuevo conmigo, Siena. Ahora, ¿qué está pasando con Cato?
Esa era más información de la que necesitaba saber, pero como
no éramos tan cercanos, no era del todo incómodo.
—Somos exclusivos.
Las cejas fruncidas de Landon se suavizaron en una mirada de
sorpresa.
—¿Él pidió eso?
—Sí.
—¿De verdad? —dijo—. ¿Eres monógama?
—Hasta que termine de decorar su casa. Ese es el plan, al
menos.
Se frotó la mandíbula con los dedos, sintiendo la barba gruesa
que había permitido crecer desde la última vez que lo vi.
—Tu plan está funcionando. Un tipo como Cato no abandona
un estilo de vida como el suyo sin una razón.
—Estoy tan sorprendida como tú. —Pensé que sería mucho más
difícil atraer a Cato a una conexión. Este tipo podría tener a cualquier
mujer que quisiera y tantas mujeres como quisiera. Dejar eso a un
lado solo para disfrutar de mí parecía ilógico—. Pero creo que está
cansado de la rutina de la vida. Creo que está aburrido e insatisfecho.
Soy la única mujer en el mundo que le ha dicho que no. He jugado
duro para conseguirlo. He salido con otros hombres mientras tanto.
Eso no es algo a lo que esté acostumbrado, y creo que está intrigado
por eso.
—Lo que sea que estés haciendo, está funcionando.
—Sí…
—¿Crees que puedes conseguirlo en algún lugar solo? Tu casa
sería el lugar perfecto. Es tranquilo, y no hay vecinos. Damien y
Micah podrían aparecer en medio de la noche mientras él está
dormido y lo emboscan.
—Incluso cuando está en mi casa, sus hombres establecen un
perímetro alrededor de la propiedad.
—Dile que te hace sentir incómoda.
Incluso si lo hiciera, sería demasiado paranoico para llevar a
cabo el plan.
—Landon, no sé si puedo hacerlo. Me amenazó. No
directamente, pero lo hizo. Tal vez fue lo suficientemente estúpido
como para caer en mi estrategia hasta ahora, pero no creo que sea
tan tonto como para caer en esto. Bates también está contra mí. Dijo
que no le gusto ni confía en mí.
Landon sostuvo mi mirada mientras escuchaba, su mano
regresó a su vaso.
—Estoy al borde de un cuchillo. Cato claramente siente una
conexión hacia mí. Me dice cosas, y cuando veo a través de su
tontería, lo aprecia. Claramente hay algo entre nosotros, el comienzo
de algo de todos modos. Si lo traiciono y no funciona... sé que me
torturará y me matará. Me lo dijo directamente a la cara.
—Eso fue exactamente lo que te advertí.
—Entonces... creo que tengo una idea diferente.
—¿Qué? —preguntó Landon—. ¿Matarlo en su sueño y llevar su
cuerpo a Damien? Nunca lo lograrías. Y estoy seguro de que lo
quieren vivo.
—No. —Mi nueva idea era tan peligrosa como mi plan original,
pero podría tener una mejor oportunidad de éxito—. ¿Y si le cuento
a Cato sobre mi dilema? ¿Qué pasa si le digo que mi padre ha sido
secuestrado y que la única manera de salvarlo es entregándolo?
Mi hermano me dio la misma mirada que me había estado
dando toda mi vida, como si fuera la idiota más grande del planeta.
—¿Y crees que Cato se entregará felizmente para hacer tu vida
más fácil? Quizás eres buena en la cama, pero ninguna mujer es tan
buena.
—Eso no es lo que quise decir.
—Entonces, ¿qué quisiste decir? Dime cómo esta idea podría
funcionar.
—Cato Marino es el hombre más poderoso de este país. Me lo
has dicho más de una vez, y lo he visto con mis propios ojos. Él es
dueño de todo y de todos. ¿Qué pasa si le digo la verdad y le pido
ayuda? ¿Quién sería mejor para que eso suceda? Cato puede
chasquear sus dedos y nuestro padre se salvaría y Damien y Micah
estarían a dos metros de profundidad. No tendrían una oportunidad
contra él.
Cuando Landon no discutió de inmediato, significó que estaba
considerando mis palabras. Con los ojos entrecerrados y los
pensamientos enfocados, lo reflexionó.
—Eso suena como un sueño hecho realidad. Pero, ¿por qué
querría ayudarte después que admitas que todo esto fue un engaño?
Lo engañaste, y él se enamoró. Él estará tan enojado, que
probablemente te arrancará la cabeza.
—Cierto…
—Podría romperte el cuello. He oído que esa es su forma favorita
de matar gente.
Al menos sería indoloro y no haría un desastre. Me vería bonita
en mi ataúd.
—Cato nunca te perdonará por haberlo engañado. El tipo podría
estar locamente enamorado de ti, pero en el momento en que se dé
cuenta de que todo era mentira, te destrozará. Este tipo gobierna con
miedo y tortura. No eres especial. Él trata a todos sus enemigos
exactamente de la misma manera. Él no va a permitir que te hagas
la tonta.
Sabía que Cato era la máquina de matar que Landon describía,
pero también sabía que había una pequeña capa de suavidad debajo
de su duro exterior. Tenía algo bueno en él, algo de comprensión.
—Todavía creo que tengo una mejor oportunidad de decirle la
verdad que de seguir adelante con este plan. Es obvio que solo lo
hago para salvar a mi padre. No busco su dinero ni su poder.
Cualquier ser humano lo entendería.
Landon negó.
—Estoy en desacuerdo.
De todos modos, no me movería en este segundo, así que no
importaba. Todavía tenía tiempo para pensar en lo que iba a hacer.
—Tendrás que tomar una decisión pronto. Te estás quedando
sin tiempo. Damien y Micah no serán pacientes por mucho tiempo.
—Bueno, es demasiado pronto. No hay nada que pueda hacer
en este momento.
—Si el hombre solo está durmiendo contigo, diría que tienes un
poco de influencia.
—Pero cuando mi trabajo termine, habremos terminado. No
puedo estirarlo para siempre.
Landon tomó un trago.
—Míralo de esta manera. Esta es la primera vez en la vida del
hombre donde solo quiere una mujer. Pasó de los tríos a una pareja.
No solo eso, sino que él quiere que solo sean ustedes dos. Eso se
llama propiedad. Eso se llama posesividad. Eso se llama un hombre
que marca su territorio. Cuando un hombre llega a ese punto, no se
aleja. Quizás no se dé cuenta ahora, pero eventualmente lo hará. Así
que, si sigues así, eventualmente romperás su exterior. La pregunta
es, ¿tienes suficiente tiempo para eso?

Me senté en la sala de estar con una copa de vino en mi mano.


Mi portátil estaba en mis muslos, y estaba investigando la pieza de
arte que quería poner en el pasillo del segundo nivel. La casa de Cato
era tan enorme, que encontrar suficientes obras de arte para llenar
cada espacio era difícil. Después que terminara con eso, sería
prácticamente un museo. Cualquiera que tuviera el honor de visitar
su casa quedaría asombrado por las obras maestras que poseía. Solo
la pintura de Monet costó diez millones de dólares.
El sonido de la puerta principal atrajo mi atención de la
pantalla. Sonaba como si el picaporte estuviera girando o la
cerradura estuviera siendo forzada. Damien no tendría problemas en
introducirse en mi casa, así que tiré la computadora de mi regazo y
tomé el arma que mantengo escondida debajo de la mesa. Saqué el
seguro y enfrenté la puerta con mi arma apuntando y lista.
La puerta se abrió, y Cato entró.
Como si fuera el dueño del lugar.
Estaba usando unos jeans negros y una camiseta gris, y su
altura quería hacerle competencia a mi techo abovedado. Sus ojos se
movieron hacia los míos mientras cerraba la puerta detrás de él. No
estaba afectado por el arma cargada que apuntaba directo entre sus
ojos, y entró a la habitación.
—¿Qué mierda estás haciendo? —Mi corazón se desaceleró
cuando se dio cuenta que Damien no estaba aquí para dispararme
de nuevo, pero mantuve mi arma apuntando al imbécil que había
invadido mi propiedad.
Caminó directo hacia mí y dejó que el cañón del arma se
presionara contra su pecho. Sin miedo, me miró, con esa distintiva
molestia en su rostro. Acunó mi mejilla e inclinó mi cara hasta que
mis labios estaban en ángulo hacia los suyos.
—Una hermosa mujer con un arma… eso es bastante sexi. —
Presionó su boca en la mía mientras me sacaba el arma de las manos.
Mis dedos quedaron sin vida mientras dejaba que quitara el
metal de mi agarre. Su beso me inmovilizó, como si fuera yo la que
estaba siendo sostenida a punta de pistola. Su cálida boca era tan
reconfortante como la recordaba, suave y abundante. Me dio besos
intencionados que casi me hacen olvidar que irrumpió en mi casa sin
golpear a la puerta.
Tiró hacia abajo los breteles de mi vestido de verano amarillo y
lo empujó por mi pecho hasta que mis senos estaban visibles. Sus
labios no se separaron de los míos mientras él agarró mis dos pechos
en sus grandes manos y los apretó. Gimió antes de darme su lengua.
—Te extrañé, bebé.
Amaba cuan sexi se sentían sus manos mientras me tanteaba.
Tan grandes y calientes. Eran manos de hombre, grandes y callosas.
Sabían cómo manejar los pechos de una mujer, cómo apretarlos y
masajearlos hasta que me quedaba sin aliento. Sus pulgares se
movieron sobre mis pezones mientras seguía besándome.
—Di que me extrañaste.
No tenía urgencia por desobedecer. Me convertí en papilla en
sus manos, mis hormonas predominaban sobre mi rabia. Este
hombre había hecho algo imperdonable, pero lo estaba dejando
besarme y manosearme.
—Te extrañé.
Tomó mi vestido y lo empujó sobre mi cabeza, revelando mi
elección de usar una tanga blanca. Me miró con aprobación, sus
dedos se movieron por mi delgado estómago y mis amplias caderas.
Dio vuelta a su mano y con el dorso de sus dedos siguió el rastro
bajando por mi estómago hacia el vértice de mis muslos. Cuando sus
dedos alcanzaron mi clítoris, lo frotó suavemente, usando dos dedos
para proporcionar la cantidad perfecta de placer. Me tocó mejor de lo
que me tocaba yo misma, como si pudiera sentir mi propio placer.
—Dilo de nuevo.
No dudé. Mi desesperación salió sin vergüenza.
—Te extrañé.
Su boca se movió hacia la mía mientras me besaba de nuevo,
sus dedos seguían trabajando en mi clítoris con precisión. Sus dedos
frotaron más fuerte hasta que mis caderas se movieron hacia su
cuerpo.
Este hombre hacía que me desmoronara… y lo odiaba.
—No puedes entrar en mi casa de esa manera. —Lo empujé con
mi mano sobre su pecho, pero no se movió. En lugar de eso, fui yo la
que se movió hacia atrás, sus dedos se apartaron de mi clítoris—.
Hay un timbre.
—No me gustan los timbres. —Sus ojos se quedaron pegados a
mis labios, como si estuviera esperando por la próxima oportunidad
para besarme.
—Entonces golpea.
—No me gusta eso tampoco.
—Bien, así no es como esto va a funcionar. —Crucé mis brazos
sobre mi pecho, pero eso sólo hizo que mis senos se elevaran en mi
cuerpo—. Golpea, o te dispararé la próxima vez.
Una sonrisa encantadora se extendió en su rostro. Debería
molestarme, pero cada vez que mostraba esa sonrisa, era
innatamente excitante.
—Maldita sea, eres sexi.
Sacó mi arma de su bolsillo trasero y la puso en mi mesa de
café. Su camiseta vino después, antes de tirarla al suelo. Su físico
cincelado se convirtió en mi obsesión mientras se sacaba el cinturón
y dejaba caer sus jeans.
Era imposible para mí concentrarme con este hombre.
Cuando su bóxer se había ido y su ridículamente hermoso
miembro estuvo a la vista, duro y preparado, realmente perdí el tren
de mis pensamientos.
Se dirigió hacia el sofá y se recostó, con su orgulloso miembro
contra su estómago. Envolvió sus dedos en su longitud y palmeó su
muslo con la otra mano.
Debería seguir enojada con él, pero era imposible. Me puse entre
sus rodillas mientras bajaba hacia el suelo.
Antes que pudiera ponerme de rodillas para chuparlo, agarró
mi muñeca y me empujó encima de él.
—Bebé estás lo suficientemente mojada para los dos. —Me
empujó con fuerza contra su pecho, entonces dirigió su glande dentro
de mí.
Descendí lentamente, cubriendo cada centímetro de su
miembro hasta que me senté en sus bolas. Era tan largo que tuve
que levantarme para sacarlo de mí. Luego fue una larga caída de
vuelta hacia sus bolas.
Miró con fijeza mis senos mientras gemía, su mandíbula
masculina se tensaba con sus movimientos. Tomó ambas mejillas
mientras me guiaba hacia arriba y hacia abajo, haciéndome mover a
paso lento porque quería disfrutar cada rebote.
—Realmente me extrañaste… —Sus manos se movieron hacia
mis senos, y las apretó mientras yo seguí moviéndome arriba y abajo.
Habían pasado unos días desde la última vez que lo vi, y ahora
que su miembro estaba tan grueso dentro de mí, lo quería cada
noche. El sexo era bueno y la vida era corta, así que debería tomarlo
todos los días. Incluso cuando no había hecho nada, sólo sentarse
allí, era el mejor sexo que había tenido. Estaba perfectamente creado,
era uno de los favoritos de Dios. Me había arruinado para otro
hombre, porque ningún hombre podría nunca ser capaz de llenarme
de esta manera.
Fijó sus ojos en los míos, y continué rebotando sobre su
miembro. Apretó su mandíbula y liberó otro gemido mientras me
disfrutaba. Agarró mis glúteos en sus manos y me guio arriba y abajo
con más fuerza, empujando con sus caderas al mismo tiempo.
Mis brazos se envolvieron alrededor de su cuello, y descansé mi
frente en la de él.
—Cato, esto cerca…
Presionó contra mí más fuerte, con sus grandes pies empujando
contra la alfombra bajo el sillón.
—Lo sé, bebé. Tu sexo se vuelve tan apretado… tan mojado. —
Me golpeó hacia la inconciencia, enviándome a otro clímax que me
hizo olvidar que tan imbécil era. Me hizo olvidar que estaba haciendo
esto por una razón. Ahora parecía como que lo estaba tomando
porque no había otro hombre al que quería tomar.
—Sí… —Cerré mis ojos y lo disfruté, sintiéndome como una
mujer real con un hombre real dentro mío.
Dio sus empujes finales antes de tirarme hacia abajo, hacia su
regazo, profundamente hacia sus bolas, luego se derramó. Su semen
explotó dentro de mí, llenándome con todo lo que tenía. Colocó su
cara en mi cuello mientras gemía, su miembro se engrosó y se movió
dentro de mí.
—Mierda. —Me levantó mientras se ponía de pie—. Ahora quiero
mirar tu culo mientras te penetro de nuevo.

Me dormí por unas horas, y cuando abrí los ojos, me di cuenta


de que eran las nueve de la noche.
Y estaba hambrienta.
La cena había sido olvidada porque Cato se detuvo sin avisar.
Terminamos en mi cama de arriba, teniendo sexo como si hubieran
pasado semanas desde la última vez que nos vimos, no días. Ahora
tenía a un hombre hermoso a mi lado, con las sábanas enrolladas a
su cintura mientras su mano descansaba sobre su estómago.
Me levanté de la cama y volví a bajar. Su camisa estaba en el
suelo donde la había dejado, así que me la puse y entré en la cocina.
Ya había descongelado el pollo, así que añadí las especias y lo lancé
a la sartén. Después de unos cuantos ingredientes más, tenía piccata
de pollo.
—Puedes disparar, y puedes cocinar. La mujer perfecta.
Me di la vuelta para ver a Cato parado allí en sus calzoncillos
negros. Con el músculo magro saltando por todas partes, se veía aún
más sexy desnudo que con un traje completo. Apagué la sartén y
luego puse el pollo, los tomates y la pasta en dos platos.
—No sabes si puedo disparar.
—Pero manejas un arma como si pudieras. —Llevó los platos a
la mesa de la cocina.
Abrí una botella de vino y serví dos copas.
—¿Creí que eras una mujer de whisky? —Se sentó y tomó un
trago de su vino.
—Lo soy. Pero si bebiera así todo el tiempo, mi puntería sería
mala. —Me senté frente a él y luego corté mi cena.
—¿Mucha gente irrumpe en tu casa? —preguntó incrédulo.
—Nunca se sabe.
Dio unos mordiscos mientras me miraba. Al igual que cuando
estábamos teniendo sexo, me miraba con la misma insinuación de
posesividad.
—Eres una gran cocinera.
—Gracias.
—Puedes dar buen sexo. Puedes cocinar. Puedes disparar.
Triple amenaza.
—No si eres tú quien me ha molestado. Podría dispararte y luego
cocinarte.
Sonrió.
—Si me tomaras primero, probablemente no me importaría.
Cuanto más conocía a Cato Marino, más me gustaba. Fue frío y
vacío cuando lo conocí por primera vez, solo una cáscara hueca con
pocos deseos. Pero ahora era un hombre de verdad, con confianza y
sentido del humor. Incluso sonreía de vez en cuando. Era una versión
mucho mejor que la que conocí originalmente.
—Así que, no más irrumpir en mi casa, ¿de acuerdo?
—¿Por qué?
—¿Cómo que por qué? Esta es mi casa, mi propiedad y mi
privacidad.
—¿Ves mucho porno o algo así?
—Algo. No mucho. —Lo apunté con el tenedor—. Y ese no es el
punto.
Estaba a punto de dar un mordisco, pero bajó el tenedor y me
miró fijamente con una mirada ardiente.
—Guau, retrocedamos.
—¿Qué, si veo porno? A las mujeres también les gusta. Muchas
mujeres.
Bajó sus utensilios como si necesitara orientarse para
continuar la conversación.
—¿Es eso lo que estabas haciendo antes de que yo entrara?
—No. Pero no sería asunto tuyo si lo estuviera.
—¿Con qué frecuencia lo ves?
Tal vez no debería haberlo mencionado en absoluto, ya que era
lo único en lo que podía concentrarse porque era un cerdo.
—No importa.
—No veo por qué una mujer como tú tendría que verlo. Puedes
tener sexo todo lo que quieras, cuando quieras.
Me encogí de hombros.
—A veces te gusta estar solo.
Cerró los ojos por un momento, como si no pudiera soportar el
comentario que acababa de hacer.
—Jesús, me estás matando. —Agarró su copa y tomó un largo
trago—. He penetrado tu trasero con la mirada mientras te tomaba,
y ahora estoy tan duro que es como si no te hubiera penetrado dos
veces en primer lugar.
Seguí comiendo.
—Todo esto no habría pasado si hubieras llamado a la puerta.
—Aprendí la lección, no volveré a llamar nunca más. —Sus ojos
se entrecerraron sobre mí, llenos de imparable excitación.
—Bueno, si vuelves a hacer algo así, te dispararé.
—Eso solo hará que te desee más. —No parecía una amenaza
vana. Parecía como si nunca hubiera querido decir nada más en su
vida.
Rompí el contacto visual primero porque su intensidad era
demasiado. Nunca había estado con un hombre con el que no me
pudiera emparejar. Pero mi fuerza, intelecto e ingenio no eran tan
fuertes como los suyos. Este hombre tenía más poder y confianza que
yo. Tenía sexo como si hubiera ido a la escuela para ello y me hacía
llegar al orgasmo como si fuera mi alma gemela.
—Es una locura pensar que me dejaste salir de tu apartamento
esa noche.
—Sí. El mayor error que he cometido.
—Y aquí estamos... cenando juntos.
—Una cena excelente. —Terminó su plato entero y luego lo bajó
con su vino—. Nena.
Mis ojos se movieron hacia arriba para encontrarme con los
suyos, respondiendo instantáneamente al apodo que me puso en
algún momento. No me gustaban los apodos posesivos como ese, a
menos que fueran de un hombre del que estaba locamente
enamorada. Le habría dicho que parara, pero nunca lo haría.
Asintió hacia mi hombro izquierdo.
—Cuéntame cómo sucedió.
Sabía que estaba preguntando por la herida de bala. Aún era
una lesión bastante reciente, y dejaría una notable cicatriz para
siempre. Me sorprendió que no me lo hubiera preguntado hasta
ahora. Probablemente no se acostaba con muchas mujeres con
heridas de bala.
—Tuve un accidente hace mucho tiempo.
—¿Un accidente? —preguntó incrédulo—. ¿Te disparaste a ti
misma?
Así que sabía que era una herida de bala. Inventar algo no
funcionaría.
—No quiero hablar de ello, Cato. —Me giré hacia mi plato y
terminé el resto.
Mantuvo su mirada sobre mí, como si esa respuesta no fuera
suficiente.
—¿Por qué no?
—¿Quieres decirme algo profundamente personal sobre ti? —
respondí.
—Claro. ¿Qué quieres saber?
Puse los ojos en blanco, sabiendo que esto era un falso desafío.
—Solo déjalo.
—¿De verdad no puedes decírmelo? —inclinó un poco la
cabeza—. Porque si alguien te hizo eso... podría igualar el marcador.
Mis ojos se alzaron para encontrar su mirada.
Se mantuvo firme en su declaración al continuar con su mirada
profunda y dura.
Pensé en pedirle ayuda. Me preguntaba si arreglaría todos mis
problemas. Pero también me preguntaba si estaría tan furioso porque
lo hubiera usado que me matara en su lugar.
—Mis problemas no son tus problemas.
—Mientras estemos teniendo sexo, lo son. Si alguien te está
haciendo pasar un mal rato, yo puedo darles un mal rato.
Nunca había necesitado a un hombre que me protegiera, pero
la idea de tener a un hombre fuerte como Cato en mi vida me pareció
la cosa más bonita del mundo. Cato no podía ser desafiado. Era
demasiado poderoso. Ni Bones, ni Crow se meterían con él. Podría
hacer que Damien pagara por amenazarme con violarme todo el
tiempo. Podría salvar a mi padre y ponerle una pistola en la mano
para que matara a sus carceleros.
—Se hace tarde, Cato. Deberías irte. —Tomé los platos sucios y
los llevé al fregadero.
—El único lugar al que voy es a la cama. —Dejó el tema después
que yo lo descartara, y se fue de la mesa del comedor. Sus fuertes
pisadas sonaron detrás de mí, golpeando el suelo de madera dura
mientras se dirigía a las escaleras del otro lado de la casa.
Me quedé mirando fijamente al fregadero, sin saber qué hacer a
continuación.

El misionero parecía ser su posición favorita, porque era así


como, usualmente, quería tomarme. Prefería tener mis piernas
inmovilizadas hacia atrás, así él podía conducirse tan profundo como
mi cuerpo podía permitirle. Le gustaba mirar mis senos mientras él
las sacudía, le gustaba besarme cuando molía su cuerpo contra mi
clítoris.
Nunca tuve un hombre que me tomara con tanto entusiasmo
antes. Era como si este hombre no fuera a conseguir un culo en una
noche regular, como si no pudiera recoger una mujer al azar en un
bar y tener sexo duro en una hora. Me penetró como si fuera la única
mujer que quería en el mundo entero, el único lugar en el que quería
meter su miembro toda la noche.
—Cato. —Mi mano empezó en su mejilla y luego se deslizó en
su cabello. Sentí los mechones sudorosos y los empuñé mientras él
seguía golpeándome bien y fuerte.
Me besó con suavidad mientras continuaba empujando
profundamente, sus labios abundantes prodigaron una aceptación
intencional que nunca vaciló. Chupó mi labio inferior y luego me dio
su lengua, con su aliento pesado saliendo de su nariz.
Sabía que era un bueno en la cama, pero no sabía que era
semejante amante.
—Cato. —Como si nuestra conversación en la cena nunca
hubiera pasado, adoré a este hombre llamándolo por su nombre
mientras me montaba en otro clímax. No quería tener sexo con él al
principio porque era un imbécil, pero ahora pagaría un buen dinero
para tenerlo de esta manera una vez a la semana. Era tan bueno que
era indescriptible. Me hacía querer traicionarlo aún menos, porque
no quería que esto terminara.
—Esta vagina… —Hizo más lentas sus embestidas y más
profundas y fuertes mientras terminaba. Su miembro se engrosó
notablemente dentro de mí antes que se liberara. Con un fuerte
gruñido y un pequeño espasmo descendiendo por su espalda, llenó
mi hendidura con otra ronda de semen.
Salió de mí con lentitud, para asegurarse que no se pierda ni
una sola gota. Luego se acostó a mi lado en la cama, la hora tardía
arrojó al dormitorio a una completa oscuridad. Con una mano detrás
de su cabeza, él miró fijamente al techo mientras recuperaba el
aliento.
Cerré mis ojos, tan cansada y satisfecha que podía dormirme de
inmediato.
—¿Bebé?
Me giré hacia el otro lado, con mi culo hacia él.
—¿Hmm? —Podía sentir su semen filtrándose entre mis
piernas.
—Tengo que levantarme temprano mañana.
—Sabes dónde está la puerta principal. Irrumpiste hace horas.
—Mantuve mis ojos cerrados. Estaba demasiado cansada como para
voltearme siquiera y mirarlo.
—Bien. Entonces me quedaré.
—Espera, ¿qué? Pensé que te ibas.
—No. Solo quería asegurarme que no te importaba que te
despertara temprano.
—Bueno, sí me importa. Así que no lo hagas.
Su sonrisa era audible en su voz.
—Me gusta el sexo a primera hora de la mañana.
—Y a mí me gusta dormir a primera hora de la mañana. No me
despiertes.
—Trataré de no hacerlo. Pero mi pene tal vez lo haga.
Empujé mi pierna hacia atrás y lo pateé.
Se rio como si no le importara en lo absoluto.
—Buenas noches, bebé.
—Buenas noches, imbécil.

Cumplió con su palabra a la mañana siguiente. Estaba sobre


mi estómago, así que él se puso encima de mí y me folló en posición
prona. En el segundo en que su gran polla estaba profundamente
dentro de mí, me desperté por completo.
Pero no me quejé.
Me folló fuerte y rápido porque no tenía todo el tiempo del
mundo. Fue rápido y en tiempo extra. Me molió contra las sábanas y
me hizo correr antes de liberarse dentro de mí.
—Que tengas un buen día. —Salió de mí y saltó a la ducha.
Dios, era tan imbécil. Me folló cuando estaba dormida a muerte
y luego usó mi ducha cuando terminó. Un pendejo total.
Para el momento en que salió de la ducha, estaba bien despierta
e incapaz de volver a dormir, incluso aunque eran las seis de la
mañana. Nunca estaba despierta antes de las siete treinta. Puse una
jarra de café y me senté en la sala de estar en bata.
Bajó las escaleras minutos después, vestido con las mismas
ropas que usó ayer, pero todavía viéndose como de un millón de
dólares.
—¿Viniste a despedirme?
Todo lo que le di fue una mirada fulminante.
Sonrió, como si mi furia no le importara en lo más mínimo.
—Regresaré esta noche. No esperes que golpee. —Se dirigió
hacia la puerta.
Salté y lo seguí.
—Así no es como esto funciona. No puedes venir cuando se te
ocurra.
—¿Qué? ¿Tienes planes?
—No, pero…
—Entonces te veré después. —Se inclinó y me beso en la
comisura de la boca.
—Cato, no eres mi dueño, no de la manera en que eres el dueño
de todos los demás.
Se dio la vuelta, su lado divertido se había ido y su intensidad
brillaba.
—Ahí es donde te equivocas, bebé. Soy tu dueño. Soy tu dueño
desde el momento en que susurraste mi nombre y te corriste
alrededor de mi polla. Soy tu dueño desde el momento en que me
corrí dentro tuyo. Eres mi mujer, y voy y vengo como me place. —
Sostuvo mi mirada y me retó a desafiarlo.
Estaba tan enojada que no podía pensar. Así que lo abofeteé
fuerte en la cara.
Se sacudió con el golpe, y en lugar de mostrar una mirada feroz,
se volvió hacia mí como si nunca hubiera deseado nada más. Con
calma sacó su teléfono del bolsillo e hizo una llamada, su mirada
estaba pegada a la mía.
No tenía idea de lo que estaba pasando.
—Atrasa mi reunión para la una. —Colgó y devolvió el teléfono
al bolsillo.
Sabía que algo estaba por suceder. En realidad, estaba un poco
asustada.
Se acercó un paso hacia mí y se sacó la camisa por la cabeza.
Retrocedí.
Se sacó el cinturón de los jeans y lo deslizó por sus manos.
¿Qué mierda estaba pasando?
De repente me tomó por la nuca y me empujó hacia el sillón.
Mi instinto natural fue pelear, pero eso no me llevaría a ningún
lado.
Me forzó a apoyarme sobre mi estómago y ató mis manos juntas,
en la parte baja de mi espalda, con el cinturón.
—Cato, aléjate de mí. —Giré mis caderas para sacármelo de
encima.
—No. —Dejó caer sus pantalones y su bóxer, y luego subió mi
bata.
—Hablo en serio.
—Igual que yo. —Su cuerpo pesado se movió sobre el mío, y de
un empellón entró en mí con violencia, metiendo su circunferencia
en un rápido movimiento. Me agarró del pelo y me tiró hacia atrás,
forzándome a doblar mi columna y mirar hacia el techo.
Y me folló muy fuerte.
Mi cuerpo se desplazó con el movimiento, pero no podía
descansar mi cuello por la manera en la que me había puesto. Me
folló como si fuera una puta por la que había pagado. Tratándome
como si fuera solo un coño por dinero.
Y se sintió muy bien.
—Soy. Tu. Dueño. —Me golpeó tan fuerte que mi clítoris dolió
contra los almohadones—. Dilo.
Por mucho que disfrutara ser follada así, me rehusé:
—Nadie es mi dueño.
Su polla estaba tan engrosada dentro de mí, a punto de estallar
porque él odiaba y amaba mi desafío. Con la resistencia de una atleta,
siguió. Siguió follándome como si no fuera a detenerse hasta que
consiguiera lo que quería.
Sentí el clímax comenzar. No quería rendirme al placer. Eso solo
lo haría el ganador. Pero era imposible pelear. Podía sentirlo, podía
anticipar cuán bueno se sentiría.
Entonces él se detuvo.
—Dilo.
Ahí fue cuando me di cuenta lo que estaba haciendo. Esta era
su tortura. Estaría en este estado para siempre hasta que él me
permitiera liberarme, y solo con mi obediencia.
Mantuve mi boca cerrada.
Él empezó de nuevo, moliéndome fuerte en los cojines con su
enorme polla.
—Tengo todo el día, bebé.
Me mordí el labio y traté de pensar en una solución, pero mi
mente estaba tan enfocada en esa gran polla dentro de mí, que el
pragmatismo era imposible. Entonces lo sentí de nuevo, el ardiente
deseo entre mis piernas. Me hizo correrme hace una hora, pero
parecía que había sido hacía una eternidad.
Se detuvo antes que pudiera liberarme, sacando su polla por
completo. A pesar de que estaba trabajando tan duro, no estaba sin
aliento.
—Ambos sabemos cómo termina esto. —Metió su pene dentro
de mí de nuevo y puso sus labios cerca de mi oído—. Dilo.
—No… —Tiré del cinturón que rodeaba mis muñecas.
Su cuerpo goleó con fuerza contra mi culo mientras me
perforaba. Me dio todo lo que tenía, estimuló mi cuerpo por todas
partes.
Caí de nuevo.
Él se detuvo.
Grité en protesta.
—Eres un maldito imbécil. Te odio. Te odio, maldita sea…
Me folló de nuevo, tan fuerte como las veces anteriores.
—Y tú le perteneces a este imbécil. Dilo.
No quería rendirme. Pero no veía otra salida. Era un experto
controlando sus clímax. La mayoría de los hombres no podían
controlar sus reflejos, pero él era un profesional en eso.
—Por favor…
Se rió entre dientes junto a mi oreja.
—Suplicar no te llevará a ninguna parte. Ahora, dilo.
Cuando me empujó al clímax de nuevo, traté de fingir que no
sentía nada. Mantuve mi cuerpo relajado, igual que mi respiración.
Pero de alguna manera lo supo. Y sacó su polla.
Mierda, en realidad no podía ganar.
Apretó mi cuello y respiró en mi oreja, su polla húmeda se
presionaba entre las mejillas de mi culo.
—Bebé.
Agarró mi cabello y me obligó a mirarlo, la victoria se veía en
sus ojos a pesar que todavía no había cedido.
No quería que un hombre me poseyera. Mi misión era
manipularlo para obtener lo que quería. Darle lo que él quería logró
eso, pero de alguna manera sentí que le estaba entregando mi alma
al diablo.
Cato Marino era el diablo.
Puso de nuevo su polla dentro mío y con lentitud empezó a
moverse, manteniendo sus ojos en mí,
—Dilo.
Di vuelta mi cara así no tenía que mirarlo.
Me tiró hacia atrás, con los ojos llenos de regocijo.
—Eres mi dueño…
Respiró profundamente, como si esas palabras fueran
hermosas para sus oídos. Presionó su boca en la mía y me dio un
beso suave antes de enderezarse sobre mí. Entonces golpeó con
fuerza, clavándome tan bien que alcance el clímax en segundos.
—Dilo de nuevo.
Sentí el clímax golpear, y era tan bueno que valía la pena todo
el odio a mí misma.
—Eres mi dueño, Cato. Eres mi maldito dueño.
15
Traducido por Myr62
Corregido por Lelu

Cato
Me senté en la silla frente al escritorio con las piernas cruzadas.
Los Hermanos Beck estaban usando mi dinero para cavar en el este
en busca de petróleo, y una vez que circularon rumores de que su
empresa iba en picada, decidí hacer una visita.
A juzgar por el sudor en la frente de Connor, pensó que había
sido lo suficientemente listo como para ocultármelo.
Nadie me ocultaba una mierda.
—Sabes por qué estoy aquí. Sabes lo que va a pasar. Así que
elige tus palabras con cuidado, y no me hagas perder el tiempo. Ya
me tomé la tarde libre para volar aquí. —Mis hombres habían
irrumpido en la propiedad, tomando sus posiciones como si
estuvieran listos para ir a la guerra. Cada vez que viajaba a cualquier
lugar, tenía la clase de seguridad que un presidente envidiaría.
Connor no podía tocarme. Tamborileó sus dedos contra el
escritorio mientras se detenía, intentando pensar en la elección
correcta de las palabras.
Si se equivocaba, lo mataría, en ese mismo instante. Su
hermano sería el siguiente.
—Anticipamos mucho más petróleo.
Bien. No me iba a hacer perder el tiempo alimentándome con
mentiras.
—Eso es desafortunado. ¿Qué vas a hacer ahora?
Siguió tamborileando sus dedos.
—Tenemos algunas pistas en el área. A unas cincuenta millas
al norte.
—¿Y qué tan creíble es esa pista? —Me había puesto mi traje
negro de tres piezas, y extrañaba mis jeans y camiseta. Echaba de
menos el trabajo desde la casa porque podía usar lo que quisiera, o
nada en absoluto.
—Creíble. Pero no lo sabremos hasta que miremos.
—¿Y cuándo será eso?
—La próxima semana.
Me puse de pie y metí las manos en los bolsillos mientras me
acercaba a su escritorio.
—Ambos sabemos que no me importa si encuentras petróleo o
no. Sólo me importan los quinientos millones que te presté, con
intereses.
Connor bajó la mirada, como un perro que acababa de masticar
mis zapatos favoritos.
—Sabes lo que pasará si eso no sucede. —Continué mirándolo
fijamente, mis ojos ardían a través de su mejilla—. Sabes lo que les
pasará no sólo a ti y a tu hermano, sino a tu encantadora esposa
Rose y a tus hijas gemelas.
Sus ojos volvieron a los míos, el horror se vislumbró en su
mirada.
—Mi familia…
—Todo es garantía cuando pides prestado a Cato Marino. Te
sugiero que lo resuelvas. De lo contrario, mataré a cada miembro de
tu familia. —Golpeé la parte de atrás de mis nudillos contra su
escritorio antes de darme la vuelta—. Averigua cómo vas a conseguir
mi dinero, Connor. O empieza a escoger los ataúdes.
Cuando mi avión aterrizó, me metí en el asiento trasero de mi
auto y me sacaron del aeropuerto. Después del largo día que había
tenido, sólo había un lugar al que quería ir.
Siena.
Habíamos establecido una aventura monógama que se suponía
que no significaba nada, pero mi control sobre ella parecía
estrecharse. Dijo que no me pertenecía como me pertenecía todo lo
demás, y fue entonces cuando me di cuenta de lo mucho que odiaba
ese hecho.
Quería ser su dueño.
Desde el principio, su singularidad me llamó la atención. Cada
vez que ella me alejaba, presionaba más fuerte. Mi atracción se
convirtió en obsesión. Mi obsesión se convirtió en posesividad. Tal
vez este acuerdo se agotaría y mis intereses morirían, pero nunca
había estado tan involucrado con una sola mujer en mi vida.
Tal vez eso significaba algo.
Bates me llamó.
—¿Qué pasó?
—Connor fue directo conmigo. Me dijeron que habían
encontrado un lugar prometedor para cavar. Recibiré una
actualización en unas pocas semanas.
—¿Crees que lo hará realidad? Han quemado la mitad de
nuestro dinero.
Apoyé mi codo en el apoyabrazos mientras mi mano sostenía el
teléfono contra mi oreja. Miré por la ventana y observé cómo
desaparecía el sol en el horizonte. Eran más de las ocho de la noche,
y la noche había llegado oficialmente.
—No lo sé. Pero le dije lo que pasaría si no lo conseguía.
—¿Mencionaste a Rose y las chicas?
—Por supuesto. —En cuanto tomabas el dinero, arriesgabas a
todos los que conocías y amabas. Si los Marino no conseguían su
dinero, todo el infierno se desataría. Nadie era inmune a esas reglas.
Así era como manteníamos a nuestros clientes a raya. Era raro que
alguien corriera el riesgo que no podía correr, y siempre morían de la
misma manera—. Enviaré un folleto de ataúdes sólo para transmitir
el mensaje.
Bates se quedó callado. En lugar de colgar, dejó que el silencio
perdurara. Eso significaba que tenía más que decir, pero no sabía
cómo abordar el tema.
—¿Qué?
—Siena. Giovanni me dijo que te quedaste a dormir la otra
noche.
Vigilaba a la gente. No me gustaba que la gente me vigilara,
especialmente mi hermano.
—No es de tu incumbencia en dónde meto mi pene. No te metas
en lo que no te importa, o te quemaré con el cigarro en la mejilla.
Bates no dudó ante la amenaza.
—¿Le dijiste que sabes quién es?
—No vi el punto. Ella claramente no tenía interés en el dinero
sangriento de su familia. Confía en mí, Bates. Ella no quiere tener
nada que ver con ese estilo de vida. Desprecia el dinero y el poder. Es
feliz viviendo en una pequeña choza. Ella no quiere nada de mí. Ni
siquiera le caigo bien la mayor parte del tiempo...
—¿Entonces por qué sigue acostándose contigo?
Yo sonreí.
—Porque sé cómo satisfacerla. —Pensé en la forma en que la
había dejado esa mañana, impotente debajo de mí mientras la
forzaba a rendirse. Ver a una mujer obstinada rendirse era lo más
sexi que había visto nunca.
—¿Te ha preguntado alguna vez sobre lo que hacemos?
—Ni una sola vez.
—¿Alguna vez ha pedido algo demasiado personal?
—No, Bates. De hecho, me ha dicho lo mucho que me tiene
lástima. Sabe que tengo todo el dinero del mundo, pero ve lo aburrido
y vacío que estoy. —Nunca lo admití en su cara, pero en el momento
en que dijo esas palabras, supe que eran ciertas. Sabía que ella me
entendía de una manera que nadie más lo hacía. Cuando nos
conocimos, no estaba buscando una conexión. Pero inevitablemente
encontré una. Tal vez por eso la deseaba tanto, porque realmente me
conocía.
—Sólo estás de mal humor.
—Los estados de ánimo van y vienen. He estado así durante
mucho tiempo.
—Lo que sea. No dejes que esa perra piense que te conoce. Ella
no lo hace.
Los músculos de mis antebrazos se tensaron de inmediato en
represalia. No necesitaba defender su honor, no cuando era solo una
aventura, pero mi reacción era tan natural que me desconcertó.
—No la llames así. Lo digo en serio. —Le dije que le haría daño
a cualquiera que la lastimara. Eso se aplicaba también a mi
hermano.
Se rio en el teléfono, pero fue una risa triste.
—Jesús Jodido Cristo, Cato. Por favor, no me digas que estás
cayendo en su juego. Eres más inteligente que eso. Al menos, pensé
que lo eras...
Estaba rodeado de mentirosos y manipuladores. Mi vida giraba
en torno a estar un paso por delante de cada paso. Lo bueno de Siena
era que no había juegos. Ella solo quería una cosa de mí, y la
consiguió. El resto de nuestro tiempo era simple. Era sencillo.
Teníamos conversaciones reales que no tenían nada que ver con el
dinero o el poder.
—Buenas noches, Bates.
—Cuando llegue el momento, no seré un caballero. Seré el
imbécil que dirá: te lo dije.
A ella le dio un ataque cuando no llamé a la puerta la última
vez, pero como era sexi cuando estaba enojada, lo hice de nuevo.
Forcé la cerradura y entré.
Estaba parada en la entrada, con la pistola colgando a su lado.
Estaba furiosa como la última vez.
—¿De qué acabamos de hablar?
Me encantaba la forma en que sus ojos verdes ardían como si
estuvieran en llamas. Sus labios apretados fuertemente como si
tratara de no gritarme. Su pequeño cuerpo era una contradicción
directa con su enorme presencia. Todo acerca de ella era sexi,
incluida la forma en que sostenía el arma como si supiera cómo
usarla. Incluso la cicatriz en su hombro me excitaba.
—Mierda, eres sexi cuando estás enojada. —Agarré mi corbata
y la aflojé mientras entraba.
—Te advertí que te dispararía.
Agarré su brazo y puse el cañón justo contra mi esternón.
—Entonces hazlo.
Inmediatamente levantó el dedo del gatillo, asustada de que
pudiera jalarlo accidentalmente. La retiro y la puso sobre la mesa al
lado de la puerta.
—Hablo en serio, Cato. Deja de entrar así por la noche. Puedes
tener una llave si realmente quieres una.
—¿Quieres darme una llave? —pregunté, sorprendido de que
me lo hubiera ofrecido.
—Es mejor que tener un ataque al corazón cada vez que vienes
a la puerta. Al menos sabré que eres tú.
Sabía que ella no estaba buscando una relación, por lo que solo
había otra razón por la que ofrecía algo así. Mis ojos se entrecerraron
mientras miraba su bonita cara.
—Bebé, ¿quién te molesta?
Hubo una reacción rápida en sus ojos, pero sucedió tan rápido,
a la velocidad de una estrella fugaz, que no estaba seguro de si
realmente lo vi o no. Cruzó los brazos sobre el pecho y luego se dirigió
a la puerta para poder cerrarla.
—Nadie. Vivo aquí sola y... ¿qué diablos es eso?
Me di la vuelta y miré por la puerta abierta. Lo único que vi
fueron las luces de los autos de mi equipo de seguridad. Se extendían
por todas partes alrededor de la propiedad, manteniendo un
perímetro de una milla para que nadie pueda entrar y salir sin su
conocimiento.
—Mis chicos. Estarán allí hasta que me vaya por la mañana.
Ella asomó la cabeza y echó un vistazo alrededor, viendo las
débiles luces de sus teléfonos y automóviles.
—¿Cuántos hay?
—Cincuenta.
—¿Y se quedarán allí todo el tiempo?
—Sí. —No iba a ninguna parte sin que me siguieran. Ni siquiera
tomaba una taza de café sin ellos detrás de mí—. No necesitas estar
incómoda con ellos.
—Ugh, hay cincuenta hombres armados alrededor de mi
propiedad. Eso es bastante aterrador.
—Nunca te harían daño.
—Todavía no me gusta. —Ella regresó a la casa.
La seguí y luego cerré la puerta detrás de mí.
—¿Sería más fácil si fuéramos a tu casa? —ella agarró el arma
en la mesa y la devolvió a su escondite debajo de la mesa de café—.
Porque es bastante obvio que tienes un escuadrón completo
rodeando la propiedad.
Sería más sencillo si fuéramos a mi casa, pero había algo en su
pintoresco lugar que me gustaba. Me gustaban las pinturas que tenía
en las paredes, el ambiente que creaba con su presencia. Era
pequeña, apenas lo suficientemente grande para que un hombre de
mi tamaño se sintiera cómodo, pero aún así me gustaba.
—No te preocupes por eso. —Me saqué la corbata del cuello y la
arrojé al sofá. Saqué mi chaleco y chaqueta a continuación antes que
finalmente pudiera alcanzar mi camisa debajo.
Ella me vio desvestirme.
—¿Tuviste un gran día?
—Algo así. —Tiré mi camisa en el sofá y mantuve mis
pantalones.
Ella estaba en una camiseta sin sujetador y unos pequeños
pantalones cortos blancos. Su maquillaje se había ido, y su cabello
estaba en una cola de caballo. No se veía tan sexi como en un vestido
sin espalda y tacones, pero verla así era algo más sexi. Ella no
necesitaba nada de eso para ser totalmente caliente.
¿Qué era más sexi que eso?
Me desabroché los pantalones y me quité los zapatos.
Me vio desnudarme hasta mi bóxer.
—Entonces, ¿simplemente te vas a desnudar en mi sala de
estar?
—¿Quieres que no me desnude?
Ella apretó fuertemente los labios y no respondió.
—Tengo algunas sobras de la cena. ¿Tienes hambre?
Una mujer nunca me había ofrecido nada antes. Tal vez nunca
les di una oportunidad, pero esta era una experiencia de primera vez.
La única comida casera que he tenido fue la de mi madre.
—No tengo hambre. Pero gracias.
—¿Quieres vino o algo?
—No. Solo quiero irme a la cama.
—¿Oh? —Ella cruzó los brazos sobre su pecho—. Solo vienes
cuando quieres y…
Por mucho que me encendiera verla enojada, no estaba de
humor para hablar. Pasé todo el día en un avión, y todo lo que quería
era su sexo y una cama cómoda para tomarla. Mis manos se clavaron
en su cabello, y silencié su estado de ánimo con un beso.
Funcionó. Ella me devolvió el beso de inmediato, rendida por
mis suaves labios y la forma decidida en que la abracé. A ella le
gustaba estar a cargo de su vida, pero en cuanto estábamos juntos,
me daba las riendas. Ella actuaba como si no le importara, pero le
gustaba tener a un hombre a cargo, un hombre con autoridad
suficiente para ponerla en su lugar.
Y me gustaba tener una mujer para poner en su lugar.
La tomé en mis brazos y la llevé arriba a su habitación. Solo
pensar en lo increíble que era su sexo hizo que mi miembro se
moviera en mi bóxer. Lo había estado pensando todo el día, pensando
en el momento en que pudiera hundirme profundamente en ella.
La acosté en la cama y le quité los pantalones y las bragas. En
el momento en que desaparecieron, miré su perfecto sexo, esos labios
suculentos y esa deliciosa protuberancia. Mi bóxer golpeó el piso, y
luego presioné mi cara entre sus piernas, besando el área que extrañé
tanto. No devoré a las mujeres porque los juegos preliminares no eran
importantes para mí. Pero el sexo de Siena era demasiado intoxicante
como para ignorarlo. No lo hacía para que se sintiera bien. Lo hacía
porque quería.
Sus piernas se abrieron de par en par y gimió cuando me sintió
chupar su clítoris en mi boca. Ella se retorció ligeramente, inclinando
sus caderas para que su sexo pudiera llegar más lejos dentro de mí.
Me encantaba cómo sabía, cómo olía. Me encantaba sentir el
interior de su hendidura con mi lengua. Dos mujeres solían
aburrirme, pero esta mujer única capturaba toda mi atención, y
todas las demás fueron olvidadas.
Subí por su cuerpo y puse sus rodillas hacia atrás con mis
brazos. El misionero era aburrido como el infierno, y yo prefería tener
a una mujer boca abajo. Tener un hermoso trasero en mi cara era lo
que más quería. Pero con Siena, me gustaba besarla, mirar fijamente
sus senos y ver todas las reacciones que tenía hacia mí. Me gustaba
empujarme lo más profundo que podía y escuchar sus gemidos como
respuesta.
—¿Me extrañaste? —me hundí profundamente dentro de ella,
mi miembro empujó a través de mi saliva y su humedad mientras
descendía. No pude mantener el gemido fuera de mi voz mientras me
hundía más profundamente, finalmente penetrando su sexo, en el
que había estado pensando todo el día. Siempre había sido un
hombre apasionado que necesitaba sexo constantemente, pero ella
me elevó a un nuevo nivel.
Cuando mi miembro estuvo completamente dentro de ella, clavó
sus dedos en mi cabello.
—Sí... te extrañé. —Respiró profundamente como si fuera su
primer soplo de aire fresco. Sus dedos tiraron de mis mechones, y
sus uñas se clavaron en mi cráneo.
Había conquistado a una mujer que no era fácil de conquistar.
Puse su actitud obstinada en jaque e hice que se rindiera a mí. La
última vez que estuve con ella, establecí la dinámica de la relación y
la puse en su lugar. Ahora era más receptiva conmigo, convirtiéndose
en la mujer servil que sólo un hombre como yo podía crear.
—He estado pensando en tu sexo todo el día. —La empujé con
fuerza, meciéndola con mi impulso mientras tomaba el control de su
cabecero. Los hombres habían estado donde yo estaba antes, pero
ahora quería borrarlos, para que pensara en mí cuando aceptara un
nuevo amante.
Nunca me había emocionado estar con una mujer, mirar por la
ventanilla desde el asiento trasero del auto y fantasear con ella. Un
hombre como yo podría tener cualquier tipo de sexo que quisiera.
Podría tener mujeres en látigos y cadenas con el chasquido de un
dedo. Pero todo lo que quería era a esta mujer, a esta mujer pequeña
pero feroz.
—He estado pensando en tu pene desde el momento en que te
fuiste.

Su dormitorio tenía una cama tamaño queen, con un gran


ventanal justo detrás que se extendía en un rincón, un baño principal
con un lavamanos y una bañera como parte de la ducha. De ninguna
forma era lujoso, pero estaba bien decorado y reflejaba su
personalidad. Sobre su tocador había un jarrón con flores, un marco
de fotos con una foto de ella y su madre al lado. A los pies de la cama
había mantas de diferentes colores y pinturas de paisajes italianos
en las paredes. Toda la habitación era del tamaño de mi armario.
Me desperté a la mañana siguiente con ella dormida a mi lado.
Su brazo estaba enganchado a mi cintura, y su pierna estaba metida
entre mis rodillas como si yo fuera su peluche favorito.
Las mujeres se quedaban a dormir todo el tiempo, pero no se
colgaban de mi así. Necesitaba mi espacio, pero con Siena, nunca
sentí que ella invadiera demasiado mi dominio. Parecía encajar
perfectamente a mi lado, como una cerradura y una llave.
Su cola de caballo se había soltado en algún momento, y ahora
su cabello se extendía sobre mi pecho. Oscuro como la madera de un
roble, era el color más hermoso. Tenía rasgos clásicos italianos pero
con una piel pálida como un vaso de leche. Algunas pecas salpicaban
sus mejillas y sus hombros, pero las manchas solo aumentó su
atractivo. Ella era hermosa, pero real. La observé mientras planeaba
mi día. Me dirigiría a la oficina en Florencia y me ocuparía de los
negocios. Con suerte, habría terminado antes de la tarde.
Siena era la única mujer en cuya casa me quedaba. Siempre he
tenido mujeres que venían a mi casa porque era más conveniente,
pero la segunda vez que visité a Siena me sentí como en casa. Era
agradable no ser atendido por Giovanni, o ver hombres armados en
mi propiedad en forma regular. Era mi hogar, pero seguía siendo un
lugar de negocios. Esta casa era mucho más simple. Me hacía olvidar
todos los aspectos tediosos de mi vida.
Cuando ya no podía seguir tumbado, la aparté ligeramente de
mí y luego salí de la cama.
Su suspiro silencioso anunció su molestia.
—¿Sales a escondidas?
—No quería despertarte.
—No te importa despertarme. —Ella apoyó la cabeza en su
palma abierta y me miró mientras acomodaba las sabanas sobre su
pecho.
—Si no tuviera un lugar donde estar, sabes que lo haría. —Entré
en su baño y me cepillé los dientes con su cepillo antes de ponerme
el traje con el que había llegado. Estaba ligeramente arrugado porque
lo había dejado en el suelo toda la noche, pero era demasiado rico
para preocuparme por mi apariencia.
Tomé mi reloj de su tocador y lo deslicé sobre mi muñeca.
Se quedó en la cama, soñolienta y sexy bajo las sábanas.
—También tengo que ir a trabajar. Pero podría quedarme aquí
para siempre... —Ella tiró las sábanas sobre su hombro y cerró los
ojos—. Es agradable y cálido gracias a ti.
Me senté a los pies de la cama y me puse los zapatos.
—Eso podría ahorrarte dinero en el invierno.
—Mi calentador es tan viejo que realmente no funciona. Es
imposible conseguir calor aquí. Suelo usar la chimenea, pero luego
tengo que comprar la leña y luego llevarla hasta aquí... soy bastante
perezosa.
A veces olvidaba cómo era no tener todo lo que necesitaba a mi
alcance. Siempre había alguien allí para solucionar mis problemas.
—Conmigo, no necesitas un fuego. —Una vez que terminé de
vestirme, me puse de pie.
Finalmente se levantó de la cama y se puso la bata púrpura. Se
pasó los dedos por el pelo y se lo quitó de la cara cuando se acercó a
mi lado.
—Te acompaño a la puerta.
—Es muy amable de tu parte. Normalmente, no te importa un
bledo. —Metí las manos en los bolsillos mientras la miraba, viendo
esos labios gruesos que pasé toda la noche besando. Era hermosa,
tan hermosa que en realidad era doloroso mirarla.
—No lo hago. —Ella me sonrió, la alegría llegó a sus ojos—. Pero
necesito café. —Se dio la vuelta y salió de la habitación, con los pies
descalzos golpeando ligeramente el suelo de madera dura. Su cabello
se movía hacia adelante y hacia atrás con sus movimientos, las largas
hebras le llegaban a la mitad de su espalda.
Me quedé atrás incluso cuando ella ya no estaba a la vista,
entendiendo cuán emocionado estaba por esta mujer increíble. Era
lujuria combinada con respeto, y nunca antes había respetado a una
mujer. No solo me gustaba penetrarla. Me gustaba hablar con ella,
me deleitaba. Dejando de lado todas las tonterías y siendo yo mismo.
No tenía que ser Cato Marino, el asesino de corazón frío. Con ella,
podría ser solo Cato.
Me reuní con ella abajo y la encontré en la entrada.
—Nos vemos para cenar esta noche.
—¿No estás harto de mí? —Ella cruzó los brazos sobre su pecho
mientras la comisura de su boca se levantó en una sonrisa.
Mantuve mis manos en mis bolsillos a pesar de que quería
agarrarla. Quería aferrarme a la parte posterior de su cabello como
una correa. A veces quería ser suave con ella, pero la mayor parte del
tiempo quería ser el amante dictador en el que ella me había
convertido.
—¿Estás harta de mí?
Su sonrisa se desvaneció lentamente, la seriedad entró en su
mirada. Algo en mi pregunta la golpeó y ahuyentó toda la alegría que
tenía hace un momento. Su pecho se levantó cuando ella respiró
hondo
—No…
Mis dedos se movieron debajo de su barbilla, y levanté su boca
hacia la mía. Allí planté un suave beso, un abrazo que fue más suave
que cualquier otro. Mantuve mis ojos abiertos mientras miraba los
suyos, observando cómo la emoción entraba en su mirada mientras
el beso continuaba. Cuando me alejé, no parecía que ella quisiera
que el beso terminara.
—Yo tampoco.
16
Traducido SOS por Jabes y Flor
Corregido por Lelu

Siena
Cuando terminé de trabajar en la galería, salí y me preparé para
caminar hasta el restaurante dónde nos íbamos a encontrar. En
lugar de eso, un auto negro se estacionó, tenía todas las ventanillas
tintadas y era a prueba de balas.
El hombre en el asiento del pasajero salió del coche y abrió la
puerta de atrás para mí.
Sabía quién estaba sentado en el asiento trasero.
Me senté y vi a Cato a mi lado, con sus rodillas separadas y las
manos descansando en sus muslos. Llevaba un traje diferente al que
tenía esta mañana. Ahora era azul marino y definido como si recién
hubiera sido planchado. Sus ojos azules eran más impresionantes
cuando usaba color en su impresionante físico. Cuanto más tiempo
pasaba con él, más aterrorizada me sentía. Todo esto era solo un
ardid para obtener lo que quería, y ahora que realmente me gustaba
el hombre, estaba en una gran encrucijada.
—Nena. —Tomó mi mano y la puso sobre su muslo,
sosteniéndome como un hombre sostiene a su esposa. Su pulgar
acariciaba mis nudillos, y me sostenía con delicadeza, su enorme
mano tenía el poder de triturar la mía.
Las palabras murieron en mi garganta.
El auto nos llevó al restaurante, y entramos. Como la última
vez, nos sentamos en una sección privada alejada del resto del
público. Era tranquilo, solo el sonido se escuchaba el sonido de la
música. Ni siquiera podía escuchar a los otros asistentes del
restaurante.
Cato miró su menú.
—¿Sucede algo malo?
El pulso se aceleró en mi cuello.
—Solo estoy hambrienta.
—Entonces, ¿qué vas a pedir? Algo con queso, ¿supongo? —
Puso el menú a un lado, con una traviesa mirada en sus ojos.
Forcé una sonrisa a pesar de que mi estómago estaba lleno de
acides.
—Me conoces tan bien. —Bajé el menú y bebí mi vino. Algo
acerca de la manera en que se fue esta mañana hizo que la culpa me
asfixiara. Pensaba en mi padre todos los días, pero ahora que pasaba
la mayor parte de mi tiempo con este hombre, me sentía desgarrada.
Traicionarlo ya no se sentía correcto. Tal vez él cometió actos
criminales, pero parecía un ser humano decente para mí.
Me miró con fijeza por un largo tiempo, con su poderosa mirada
en la mía sin un solo pestañeo. Si así era como fijaba la mirada en
sus clientes, no era sorprendente que siempre obtuviera lo que
quería. Un hombre era realmente poderoso si podía negociar en
silencio. Era algo que aprendí de mi padre, pero Cato era un mejor
ejemplo de eso.
—¿Cómo estuvo el trabajo?
Mi trabajo en la galería era tan sencillo que me aburría algunas
veces.
—Bien. Encontré algunas piezas para tu casa. Te mostraré la
próxima vez que estés disponible.
—Siempre estoy disponible para ti.
Mi pulso se aceleró aún más.
—Las traeré mañana en la tarde, entonces.
—Está bien. Empaca una valija.
La única vez que me quedé a dormir había sido incómodo.
Estaba apurada por salir de allí, pero él quería que me quedara. Me
había mantenido distante e indiferente, y esa actitud funcionó bien.
Hizo que Cato se interesara más. Quizás si no hubiera sido de esa
manera, nunca hubiera sido especial para él.
—¿Debería simplemente entrar forzando la puerta?
Cuando él sonreía se veía ridículamente atractivo. Era una vista
rara porque difícilmente sonreía, y cuando lo hacía, quitaba el
aliento. Lo hacía ver más como un hombre que como un villano.
Cuando nos conocimos, era tan imbécil, pero cuando dejaba caer su
arrogancia exterior, era encantador. Era verdaderamente él, y era
obvio que no mostraba esa versión a nadie.
—Creo que eso es justo.
Tomé un sorbo de mi vino y examiné la etiqueta.
—Viñedos Barsetti de nuevo.
—No puede salir mal.
—¿Conoces a la familia Barsetti?
—Me reuní con Crow Barsetti una vez. Hace algunos años.
—¿Estabas comprando vino de él?
—No. Estaba relacionado con negocios. —Él no abundó, sin
duda porque implicaba dinero y amenazas. No compartía esa
información conmigo, probablemente solo porque no quería hablar
de eso.
—¿Cómo estuvo tu día? —pregunté para ser cortés, no porque
esperase una respuesta real.
—Fue un día más —dijo sin compromiso—. Tengo muchos
proyectos en marcha en este momento, y los mantengo a todos en
línea.
—Probablemente vas a enojarte conmigo por decir esto…
—No lo digas. —Su voz fue fría como el hielo. Sus ojos azules
tenían la misma temperatura ártica.
Me aquieté ante la manera sutil en que me amenazó, y me
recordó con quién estaba tratando.
—La vida es demasiado corta para no ser feliz. Eres tan rico que
ya no tienes que hacer nada de esto. ¿Alguna vez pensaste en
entregarle todo a tu hermano y solo alejarte? —No debería
preocuparme por su seguridad, pero había docenas de hombres que
lo querían muerto en cualquier momento. ¿Cómo podía dormir por
las noches?
—¿Quién dijo que no era feliz?
No contesté porque me parecía retórico. Tomé otro trago y le di
una mirada de complicidad.
—Bates y yo estamos juntos en esto. Nunca le daría la espalda.
—Eso es noble.
—Somos familia. Haces cualquier cosa por la familia.
—Sí… —extendí el cuello por mi padre, y la cuchilla estaba muy
cerca de cortar mi piel—. Así que, ¿qué piensas de mi cama?
Inclinó su cabeza con lentitud como si no entendiera la
pregunta.
—Sé que es pequeña y vieja. Tu cama es como… tres veces más
grande.
—Nunca le presté atención a tu cama, solo a la mujer desnuda
sobre ella.
Sonreí.
—Buena respuesta. ¿Dónde vamos a tener sexo después de
esto? ¿En mi casa o en la tuya?
Sus ojos se entornaron ante la arriesgada pregunta.
—¿Qué te parece la tuya?
—Está bien para mí. —Siempre me preocupaba que Damien
pudiera aparecerse en el momento equivocado, pero si él veía el
perímetro de cincuenta hombres, sería lo suficientemente inteligente
como para quedarse lejos y no arruinar mi plan.
—Bien. Ahora tengo el resto de la noche para considerar
exactamente cómo voy a tomarte.
Cuando salimos del restaurante, el teléfono de Cato sonó. Miró
el nombre en la pantalla antes de contestar.
—¿Qué? —escuchó lo que fuera del otro lado de la línea
mientras su auto se detenía en la cuneta—. ¿Estás seguro? Sí, estaré
allí en un segundo. —Colgó y puso el teléfono en su bolsillo—. Tengo
negocios de los que debo ocuparme.
Pensé que iba a ser sofocada por un hombre hermoso toda la
noche y la mañana siguiente. Me negaba a ser una malcriada y
quejarme al respecto, pero definitivamente estaba desilusionada.
Ahora que tenía el mejor sexo de toda mi vida como algo regular, lo
quería todo el tiempo. Quería disfrutarlo todo el tiempo que pudiera.
—Entonces te veré mañana. Buenas noches, Cato.
Continuó mirándome en la acera, sus ojos azules ardían como
fuego.
No tenía idea de lo que esa mirada significaba.
—De verdad, está bien. Lo entiendo.
Me tomó por el codo y me empujó hacia el callejón al lado del
restaurante. Era un espacio estrecho entre dos edificios, y no había
alumbrado público, así que era bastante oscuro.
—¿Qué estás haciendo?
Me guio a un rincón hasta el lugar más privado y desabrochó
su cinturón y la parte superior de sus pantalones.
—No voy a ser capaz de pensar bien hasta que no te tome. —Me
giró y me empujó contra la pared antes de levantar el vestido sobre
mi culo. Bajó las bragas sobre mis muslos.
—No sé qué clase de mujer piensas que soy, pero no soy de las
que…
Entró en mí de un empujón, su pecho se presionó contra mi
espalda mientras sostenía mis caderas. Entonces me molió contra la
pared, golpeando su miembro dentro de mí como si le importara una
mierda lo que tenía que decir.
Cerré mi boca y me agarré a la pared mientras me penetraba.
Se sentía tan bien que me pregunté si realmente era la clase de mujer
a la que le gustaba que la penetraran en un callejón. Nunca fui lo
bastante estúpida como para ir a un oscuro callejón sola, pero con
Cato aquí, no estaba para nada asustada. Lo disfruté como si
estuviéramos teniendo sexo en mi cama. Incluso si la policía nos veía,
mirarían para otro lado, porque Cato era su dueño.
Como era mi dueño.
—Maldición. —Envolvió su brazo en mi cuello y me sostuvo
contra él—. Tengo que penetrar tu dulce sexo.
—Porque es tuyo. —Me aferré a su cadera y lo guie más fuerte
dentro de mí.
Sus labios descansaron contra mi oreja, y gimió en aprobación.
—¿Soy el dueño de tú sexo, no es cierto?
—Sí.
—Soy el maldito dueño.
—Sí. —Me sostuve de la pared mientras llegaba al orgasmo, mis
dedos se cubrieron de suciedad. Mi sexo lo apretó y lo bañó con mi
humedad. Podía sentir cada sensación entre mis piernas, sentir la
celestial explosión que hizo que las puntas de mis dedos se
adormecieran.
Él no duró mucho más. Dio su golpe final antes de liberarse
dentro de mí, descargando todo su semen profundamente en mí sexo.
—Demonios, nena. —Dejó que su miembro se aflojara dentro de
mí mientras disfrutaba el resto de su clímax. Entonces salió
rápidamente y arregló sus pantalones.
Dejó que el semen goteara por mis piernas, así que lo limpié con
mis dedos y luego los lamí.
Él se quedó absolutamente quieto, mirándome como si no
pudiera creer lo que acababa de ver.
Como todavía tenía la gracia de una reina, me arreglé las bragas
y puse el vestido de nuevo sobre mis caderas. Después me acomodé
el cabello y salí como si nada hubiera pasado.
Me senté entre los dos hombres en el bar.
—Landon, este es…
—Sé quién es él —dijo Landon con frialdad—. Su reputación lo
precede.
Bones miró a mi hermano fríamente, luciendo como un demente
con todos esos tatuajes.
—Lástima que la tuya no te precede.
La tensión entre ellos dos era palpable. Tenía suficientes
problemas en mis manos, así que no necesitaba que mis únicos dos
aliados se apuñalaran el uno al otro.
—Oigan, estuve pasando mucho tiempo con Cato, y no sé qué
hacer.
Bones se giró hacia mí, con sus cejas fruncidas.
—¿Qué mierda significa eso?
—Sí —dijo Landon—. Explícate.
—Cato no es el monstruo que me hicieron creer —digo—. Tal
vez él hace cosas malas, pero no es tan malo. Él es…
—¿Me estás jodiendo con esta mierda? —pregunta Landon—.
Ese asesino mató a más personas de las que tú y yo conocimos en
toda nuestra vida. Mantiene a la mafia y a los Skull Kings en línea.
Es el que está a cargo, ¿de acuerdo?
—Tal vez hace que consigas tus orgasmos, pero eso no cambia
lo que es —dijo Bones.
Pasar todo este tiempo con Cato solo hizo que todo se
complicara. La idea de apuñalarlo por la espalda hacía enfermar mi
estómago. No lo amaba, pero con certeza me preocupaba por él.
Pasaba todo su tiempo mirando sobre su hombro, incapaz de confiar
en nadie, pero parecía que confiaba en mí. No quería arruinar eso, ni
convertirlo en un hombre más amargado.
—Creo que, en su lugar, voy a pedirle ayuda.
Todo lo que Bones hizo fue negar con su cabeza.
—Cuando te torture, será mejor que no menciones mi nombre.
—Él va a torturarte, Siena —dijo Landon—. Y te matará. Es
bueno contigo ahora porque te acuestas con él, pero en el segundo
en que se dé cuenta que todo esto era una trampa, va a en;oquecer.
Lo digo en serio.
—Él tiene razón —dice Bones—. Entiendo lo que estás haciendo,
pero no va a funcionar. Incluso si el tipo estuviera enamorado de ti,
todavía te golpeará hasta matarte y luego quebrará tu cuello. No sería
suave contigo.
—Si quieres salvar a nuestro padre, debes apegarte al plan —
dijo Landon—. No hay otra manera. Pero si crees que no puedes
lograrlo, aún hay tiempo para cambiar de opinión. Deja de verlo y
abandona esto.
No quería dejar de verlo. Y no quería abandonar a mi padre.
—¿Qué vas a hacer? —presionó Landon—. Nos estamos
quedando sin tiempo, Siena. Me sorprende que Damien te haya dado
todo un mes para calcular esto.
—No le puedo poner una trampa a Cato Marino en un día, ¿de
acuerdo? —chasqueé—. Incluso cuando viene a mi casa, trae
cincuenta hombres armados con él. Nunca está solo. Es demasiado
inteligente.
—Entonces necesitas tenerlo solo de alguna manera —dijo
Landon—. Dile que quieres llevarlo a la tumba de nuestra madre,
pero que no quieres soldados armados contigo.
Puse cara de disgusto.
—Eso es horrible. No puedo hacer eso.
—Se acerca su aniversario. Sería la cubierta perfecta,
especialmente si la revisa. —Landon sostuvo su copa, pero no tomó
un trago.
Bones estaba callado, sus ojos se movían de uno a otro.
Ya me sentía una mierda por traicionar a Cato, pero me sentiría
aún peor usando la muerte de mi madre como un ardid. Esta no era
la persona que quería ser. Incluso con la vida de mi padre en riesgo,
todavía me sentía como una persona malvada.
—Siena —presionó Landon— ¿Cómo vas a hacer?
Solo me quedaba un progenitor porque el otro había sido
asesinado. No quería perder a mi padre de la misma manera. La
familia estaba primero, y sabía que Cato haría lo mismo si la
situación fuera al revés.
—Lo haré.

Cuando llegué a casa, llamé a Damien.


—Oye, cariño. —Su voz detestable resonó a través del teléfono—. Te
extrañé.
Ignoré todo lo que dijo.
—No te detengas en mi casa nunca más. Cato viene y se va al
azar, y trae consigo a todo su ejército.
—Sí, me di cuenta de eso. Debes ser malditamente buena en la
cama.
Cato era el talentoso.
—No se le ha visto con otra mujer desde entonces. Eso es
bastante impresionante.
La culpa frenó mi estómago otra vez, pero esta vez, pensé que
podría vomitar.
—Pero lo que no es impresionante es el tiempo que tardaste en
juntarte. Te hemos dado más de un mes. Estamos cansados de
esperar.
Esta era una pesadilla. Pensé que darle la espalda a mi familia
me protegía de la corrupción y la violencia, pero siempre estaría
anclada al inframundo debido a mi sangre.
—Tengo una idea. Le pediré que visite la tumba de mi madre
conmigo la próxima semana, solo. Ahí es cuando lo haremos.
Damien se detuvo por un largo tiempo.
—Esa es una excelente idea, Siena. Micah estará encantado. Lo
llevas allí solo, y nosotros nos encargaremos del resto.
—¿Y mi padre? —intenté que mi voz no temblase, pero la
emoción era demasiado poderosa. Odiaba pensar en la forma en que
lo estaban tratando en ese infierno.
—Lo conseguiremos. Solo preocúpate por llevar a Cato. —Atajó.
El segundo en que la línea se cortó, corrí al inodoro, y apenas
llegué al tazón antes de vomitar.

—¿Qué piensas? —Coloqué los cuadros en la mesa para que él


pudiera verlos bien.
Cato estaba a mi lado, pero sus ojos estaban pegados a mí, no
a la obra de arte que había seleccionado para él.
—Hermosa.
Traté de ocultar mi sonrisa, pero mis labios se curvaron
inevitablemente.
—Me refiero a las pinturas. Creo que se verán bien en el salón
de arriba.
Se encogió de hombros.
—No me importa una mierda lo de las pinturas. —Se movió
frente a mí, de espaldas a las tres hermosas piezas, y colocó sus
dedos debajo de mi barbilla para poder levantar mis labios hacia los
suyos—. Me importas tú.
—Bueno, ¿los quieres o no?
—Sí. —Se inclinó y me besó suavemente en la boca—. Confío en
tu gusto, bebé.
—Esta es tu casa. El único gusto en el que debes confiar es en
el tuyo.
Su pulgar pasó por mi labio inferior antes que sus dedos se
envolvieran alrededor de mi cuello.
—Esto es de mi gusto. Retratos desnudos tuyos por toda la casa.
En cada habitación. Entonces, ¿deberíamos hacerlo a mi manera o a
tu manera?
—Bueno, no podrías pagar todos esos retratos desnudos de mí,
porque no estoy en venta.
Se acercó más mientras sus ojos se entornaban. Ahora las
emociones que antes eran misteriosas eran fáciles de leer. Su mirada
estaba llena de posesión, una pasión tan caliente que quemaba el
aire a nuestro alrededor.
—Tal vez por eso te deseo tanto, porque no puedo comprarte. —
Se movió hacia mí y me besó otra vez, su mano serpenteó en mi
cabello. Apenas hablamos sobre el trabajo durante quince minutos
antes de que se convirtiera en esto... nuestra atracción era
imparable.
Bates anunció su presencia cuando se aclaró la garganta.
—Espero no estar interrumpiendo.
Fuera de alejarse, Cato terminó el beso antes de retirarse
lentamente.
—Tendrías que ser importante para interrumpir. Y tú no eres
importante.
Bates llevaba un traje negro, peligroso y guapo como su
hermano. Tenía los mismos ojos y la misma frialdad, pero era
definitivamente más helado. Tenía las manos en los bolsillos y me
miró con evidente disgusto.
—Tengo al Sr. Wong en una llamada de conferencia. Pensé que
querrías decir algunas palabras.
Cato se alejó de mí.
—Puedes colgar esto, Siena. —Salió por la puerta.
Desafortunadamente, Bates no lo siguió. Él vino a mi lado y
miró los cuadros que seleccioné.
—Estos son encantadores.
—Gracias. —Crucé los brazos sobre mi pecho—. Creo que serán
excelentes adiciones al salón de arriba.
—Sí. Una hermosa habitación que nadie usa jamás.
Bates me había incomodado desde el día en que lo conocí, pero
no porque parecía un depredador. Él era mucho más suspicaz que
su hermano, mucho más paranoico. Yo no le gustaba ni un poco, y
era obvio. Estaba aterrorizada de que él viera a través de mí. Solo
esperaba poder salvar a mi padre antes de que llegara ese momento.
—Cato no es solo mi hermano. Él es mi mejor amigo. Él es mi
socio de negocios. No hay nadie en el mundo en el que confíe más
que él, y ese sentimiento es mutuo. —Volvió la cabeza ligeramente
hacia mí—. No entiendo su fascinación por ti, y tampoco me gusta.
Puede que mi hermano no vea a través de tus mentiras, pero yo sí.
Si crees que lo vas a jugar con él por tonto, te equivocas, porque
nunca permitiré que eso suceda. Te sacaré el corazón por el culo y te
lo meteré en esa bonita y pequeña vagina.
Antes que pudiera responder, Cato volvió a entrar en la
habitación. Debió haber captado la hostilidad en el aire porque sus
ojos se movieron de un lado a otro, como si un terremoto hubiera
golpeado y pudiera sentir las réplicas.
—¿Todo bien?
—Acabo de decirle a Siena que las pinturas son bonitas, pero
no creo que mucha gente las vea. —Como si no me hubiera
amenazado grotescamente, mintió tan fácilmente, las palabras
salieron de su lengua sin esfuerzo…
Los ojos de Cato se movieron hacia mí, como si no le creyera a
su propio hermano.
—¿Bebé?
Sospeché que Cato me creería si le contara la verdad, pero no
quería volverlo contra su propio hermano. Tal vez Bates era un
imbécil, pero estaba tratando de protegerlo. Él era leal, y justo en su
negocio. No importaba cuánto me insultara Bates, aún lo respetaba.
—Tu hermano no aprecia el arte. Sabes que no. —Le di una
sonrisa a Cato con la esperanza de que me creyera.
Cato lo hizo.
—Podría haberte dicho eso. —Su mano se movió hacia la parte
baja de mi espalda cuando se acercó a mí—. Vamos a levantar estas
pinturas. Estoy seguro de que Giovanni estaría encantado de
ayudarte.

—Oh, mi Dios. Tu cama es tan cómoda. —Giré tres veces y


llegué al borde de la cama. Después rodé de regreso hacia él.
—Estuviste en mi cama antes. —Estaba acostado sobre su
espalda con la cabeza en la almohada, su físico lucía duro revestido
con todas las protuberancias de los músculos de su cuerpo. A pesar
de sus métodos criminales, no está cubierto de cicatrices. No tiene
una herida de bala en el hombro como yo.
—Pero estaba muy ocupada siendo penetrada como para
disfrutarla.
Me acurruqué a su lado y deslicé mi pierna entre las suyas.
—¿Cómo te levantas por la mañana?
—Fácil. Pienso en ti. —Movió sus dedos entre mi cabello y
sonrío.
Le pegué juguetonamente.
—Pervertido.
—¿Soy un pervertido? —pregunta—. Yo no limpio el semen de
un hombre mientras gotea por mis muslos y entonces lo lamo.
—Eso no me hace una pervertida. Solo no quería que se
desperdiciara.
—Me alegra que pienses que mi semen es tan valioso. —Su
mano envuelve mi nuca mientras se gira de lado. Se coloco frente a
mi y presiona su frente con la mía, su pecho duro presiona contra
mis senos.
—Es un excelente semen.
Engancha mi pierna sobre su cintura y me sostiene cerca, más
cerca de lo que estuvimos nunca. Su mano lentamente roza mi
muslo, mi cadera, antes de bajar de nuevo. Cenamos hace horas, y
estamos en la cama desde entonces. Nuestras relaciones sexuales
solo se interrumpieron cuando terminamos la tercera ronda.
Ahora solo estamos acostados juntos.
—Si mi hermano fue un imbécil contigo, me disculpo. —Sus
dedos se arrastran a través de mi cabello y luego por mi nuca.
Suavemente me acaricia. Suavemente atesora cada centímetro de mi
cuerpo como si no lo hubiera explorado antes.
—No lo fue.
—Lo estás cubriendo. Eso hace que me gustes más.
—¿Por qué lo cubriría? —La culpa empieza a pesar sobre mí de
nuevo. Ya confirmé con Damien cuál sería el plan, pero estaba
acostada en la cama de Cato como si eso nunca hubiera sucedido.
—Porque somos cercanos. No quieres causar un
distanciamiento entre nosotros.
Quizás Cato era más observador de lo que me di cuenta. Solo
esperaba que no fuera tan observador.
—No te interesa mi dinero. No te interesa mi poder. Si fuera así,
me pondrías en contra de mi hermano así desconfiaría de todo lo que
él dijera. Entonces sería fácil para ti conseguir lo tuyo. En lugar de
eso, quieres preservar la relación, porque te preocupas por mí. Sé
cómo eres, nena. Si alguien se te cruza, no dudarás en cruzarlo de
regreso. Y conozco a mi hermano, es un maldito imbécil. Pero lo
soportas.
Cubrí a Bates porque él solo estaba protegiendo a su hermano.
Nunca pensé que mis acciones harían que Cato confiara más en mí,
especialmente cuando era una mentirosa. Todo esto no era real.
Estaba construido sobre mentiras. Bates podía ver eso, pero Cato no.
Me odiaba.
¿Por qué no podría haber una mejor manera?
Incluso si le dijera a Cato la verdad y lo tomara bien, Bates me
mataría.
Sabía eso con certeza.
Moví la cabeza hacia su pecho y así no tenía que encontrarme
con su mirada por más tiempo. En mi corazón, sabía que este hombre
solo fingía ser un imbécil para protegerse. Era frío con todos a su
alrededor porque él sabía que lo usarían en el segundo en que les
diera una oportunidad. Era el hombre más duro del mundo a fin de
mantener a los otros hombres duros a raya. Pero dejó caer toda su
hostilidad por mí… porque él confiaba en mí.
Dios, iba a enfermarme de nuevo.
17
Traducido por AnotherGirl
Corregido por Lelu

Cato
Tuve una reunión en una de mis oficinas en Florencia. Fue en
el edificio de enfrente de la cafetería, donde hablé con Siena por
primera vez. Había estado leyendo un libro y acechándome como una
aficionada. Siempre supe que era inofensiva porque lo hacía sola.
Solo estaba presente en las reuniones cuando había mucho
dinero sobre la mesa. Estos hombres de Francia buscaban a alguien
que invirtiera en sus burdeles clandestinos, un mundo de sexo
encubierto. A diferencia de la trata, se trataba de prostitución. Había
pagado mucho por sexo en mi vida, así que no juzgué.
Bates entró en la habitación inesperadamente. Ni siquiera llamó
a la puerta.
—Cato, necesito hablar contigo. —La vena de su frente palpitó
peligrosamente, lo que me dijo que estaba a punto de explotar de
rabia. Lo que sea que lo hubiera enfadado, realmente lo había
enfadado.
—¿Puede esperar quince minutos? —estaba sentado frente a los
franceses, con los contratos sobre la mesa.
—No. —Miró a nuestros clientes y luego a mí—. Lo siento, no
puede.
Sabía que Bates no me interrumpiría a menos que fuera
importante, así que cooperé.
—Me disculpo, Sr. Beaumont y Sr. Champlain. ¿Le importaría
si salgo durante veinte minutos?
El Sr. Beaumont asintió.
—Por supuesto.
Les presté una tonelada de dinero, así que más valía que se
acomodaran. Salí con Bates y cerré la puerta.
—¿Qué demonios?
Bates se mudó a una sala de conferencias vacía y cerró la puerta
detrás de nosotros.
—¿Tienes idea de cómo...?
—Siena es una puta mentirosa. —Golpeó con el puño contra la
mesa, haciendo que todo temblase bajo la fuerza de su mano.
Me callé ante el insulto, pero no salté en su ayuda. Mi hermano
estaba demasiado enfurecido para eso. Debía estar haciendo esos
insultos por una razón válida.
—¿De qué estás hablando?
—Sabía que era una mentirosa. —Me apuntó con la mano al
pecho—. Maldita puta.
Mantuve mi ira bajo control a pesar que quería pegarle un
puñetazo en el rostro.
—¿Qué hizo?
—Su padre lleva desaparecido un mes.
Stefano Russo dirigía un imperio de puros. Era respetable pero
pequeño. La gente desaparecía todos los días, así que no era de
extrañar que no me llamara la atención. Pero era preocupante que
desapareciera exactamente cuándo Siena y yo comenzamos nuestra
relación.
—Investigué más a fondo y descubrí que Micah y Damien
atacaron su almacén, mataron a todos y tomaron a Stefan como
prisionero. El hermano de Siena escapó y nadie lo ha visto desde
entonces.
Mis manos descansaban en los bolsillos y tenía el rostro
tranquilo, pero mi corazón comenzó a latir con fuerza en el pecho. Mi
rabia crecía lentamente para igualar la suya, pero la mantenía
escondida bajo mi helada fachada.
—Siena dejó de hablar con su padre cuando su madre murió.
Supongo que ella lo culpó por su muerte y no quería tener nada que
ver con el negocio familiar. Pero Damien amenazó con matar a su
padre si no te entregaba.
Ahora me resultaba más difícil mantener mi expresión, fingir
que esto no significaba nada para mí. Sentí como si un cuchillo me
estuviera apuñalando en la tripa, pero aun así no pude reaccionar.
Esta mujer había estado en mi cama y la tomé como si significara
algo para mí, pero me había usado todo el tiempo.
Mierda. Fui un idiota.
—Su plan es alejarte de tus hombres para que Damien pueda
agarrarte. Entonces, harán el intercambio. —Mi hermano estaba
furioso, visiblemente enfurecido con esa vena que palpitaba en su
frente. No tenía la fuerza para mantener la calma como yo lo hacía.
Si esto le pasara a él, probablemente sería más elegante al respecto.
Pero como alguien me jodió, mi hermano, no podía ver bien.
Yo era el hombre más aterrador de este país, pero dejé que una
vagina nublara mi juicio. Ella era diferente a las otras mujeres que
conocí, y eso me intrigó. Pero ahora sabía que era diferente porque
nunca estuvo seriamente interesada en mí. Yo sólo era un animal de
granja que estaba engordando antes de la matanza.
Bates me miró fijamente mientras esperaba que dijera algo.
No tenía nada que decir. Me di la vuelta y caminé hacia la
ventana, mientras deslicé las manos en mis bolsillos.
—Será mejor que la mates.
Me quedé mirando el café de enfrente, recordando a Siena
sentada en una de las mesas. Tal vez no me había seguido por el
trabajo. Quizás me había seguido porque estaba intentando meterse
bajo mi piel todo el tiempo.
—¿Qué tan creíble es tu fuente?
—Mucho.
Todo tenía sentido, sin importar cuánto no quisiera creerlo.
Bates vino a mi lado y miró por la ventana conmigo.
—Te lo dije, imbécil. ¡Maldita sea, te lo dije!
—Sí... lo hiciste. —Estaba enojado, pero, sobre todo, me sentía
humillado. No podía creer que había permitido que alguien se
acercara tanto a mí, que alguien me engañara así. Me enamoré de
sus mentiras como un idiota.
Se volvió hacia mí, su mandíbula estaba tensa por la ira.
—Mataré a esa perra si no quieres hacerlo. Estaré encantado.
Derribar la puerta principal y dispararle entre los ojos no
sonaba como venganza suficiente.
—No.
—¿Entonces lo harás?
—Sí, eventualmente. Pero tengo una mejor idea.
—¿Rescatar a su padre para que podamos ejecutarlo delante de
ella? —preguntó, mientras sus ojos brillaron con cruda violencia.
—No. Le haré creer que me engañó. Y cuando crea que se ha
salido con la suya, seré yo quien la engañe.
—Me gusta esa idea. Dale una lección a esa perra.
Ya no sentí la necesidad de defender su honor.
—Y luego la mataré.
18
Traducido por Jabes
Corregido por Lelu

Siena
Las náuseas empeoraron porque la culpa empezó a
quebrantarme.
No podía creer que fuera a hacer esto.
Cato no se lo merecía.
Vomité cada mañana por tres días porque el miedo me estaba
matando. Tenía que elegir entre mi padre y Cato, y la elección parecía
obvia. Pero eso no me hacía sentir mejor con mi decisión.
Sólo me hacía sentir peor.
Terminé de preparar la cena cuando la puerta del frente se
abrió. Ahora sabía que no era Damien, así que la única persona que
podría invadir mi casa era Cato. Sus pasos pesados eran
inconfundibles.
—Estoy en la cocina. —Apagué la estufa y puse la comida en
dos platos.
Él rodeó la esquina y vino hacia mí, usando jeans y una
camiseta. Sus trajes lucían impecables en él, pero el fino algodón de
su camiseta era mucho mejor. Mostraba sus antebrazos cincelados.
Cuando me vio, se quedó inmóvil, con su cabeza ligeramente
inclinada y sus ojos entornados. Era la misma mirada intensa que
siempre me daba. Simplemente parecía un poco más profunda de lo
habitual.
Su mirada fija casi me hizo sentir incómoda porque se parecía
mucho a un depredador. Me hizo sentir como una gacela acorralada,
y como si él fuera el leopardo que va a desgarrarme en pedazos. No
me saludó con un beso o con una mirada llena de excitación. Solo
me miró fijamente como una estatua, como si no fuera
verdaderamente real.
Traté de disipar la tensión.
—¿Tienes hambre? —Levanté los dos platos.
Mantuvo sus ojos clavados en los míos. Sin respuesta.
—Bien… —pasé junto a él y coloqué los platos en la mesa del
comedor—. Bueno, si quieres algo, está ahí. —Me moví detrás de él y
tomé una botella de vino y dos copas. Su frío comportamiento no era
habitual, pero no quería preguntarle al respecto. Una vez que abriera
esa lata de gusanos, no sabía lo que podría salir.
Serví vino en su copa y agregué agua a la mía.
Él se unió a mí momentos después, sus ojos estaban enfocados
en los míos mientras llevaba la comida a su boca.
—¿Día largo?
—Podrías decir eso.
Seguí comiendo como si todo fuera normal, pero dentro de mi
pecho, en lo profundo, había una tormenta de emociones. La culpa
me comía viva y me quitaba el apetito. Luego me hacía vomitar la
comida que conseguía bajar en primer lugar.
Bebió su vino y siguió comiendo.
—¿Sin pistola hoy?
—Asumí que eras tú.
—No lo asumiste antes. ¿Qué cambió?
Me encogí de hombros.
—Supongo que me acostumbré.
Él masticó con lentitud, sus ojos azules estaban trabados en los
míos como dianas.
¿Siempre fue tan intenso? ¿O era sólo una tarde calurosa?
Agarré mi agua y tomé un trago.
—¿Sin vino?
—Tratando de reducir. Mi estómago ha estado resentido
últimamente.
—¿Estresada? —bebió su vino de nuevo.
—No. No estoy segura.
—Es natural que el cuerpo colapse en situaciones estresantes.
Estaba en la situación más estresante de mi vida.
—Decorar una mansión de tres pisos no es tan fácil como
parece.
—Entre otras cosas…
Ni si quiera terminé la mitad de la comida porque mi estómago
no podía soportarlo. Los calambres empeoraron en el segundo que él
entró en la casa.
—¿Está todo bien, Siena? —comió cada bocado en su plato sin
mirar sus cubiertos.
—Sí. ¿Por qué preguntas? —¿Estaba tan nerviosa?
—Dijiste que te dolía el estómago. Estás callada. No me
apuntaste con un arma. No eres exactamente tú misma esta noche.
Tampoco él.
—El aniversario de mi madre es en unos días… —No podía creer
que estaba haciendo esto. Ahora que el plan estaba en marcha. Era
hora de comprometerse con ello—. El aniversario de su muerte.
Pasaron cinco años.
Apoyó ambos codos en la mesa mientras me miraba con fijeza,
sus manos están unidas frente a él.
—Lamento mucho oír eso. Los aniversarios son difíciles.
—Los cumpleaños también. Pero esos me hacen recordarla
cuando estaba viva. Los aniversarios solo me hacen pensar en el día
en que se fue.
Él masajeó sus nudillos ligeramente mientras me miraba. A lo
largo de toda la comida, solo parpadeó un puñado de veces.
—Eso es duro.
—Ella está en el cementerio en las afueras de Florencia. Iba a ir
a visitarla. —Esperé a que se ofreciera a acompañarme. Eso lo haría
menos obvio que preguntarle directamente—. Llevarle algunas flores
o algo.
—Eso suena bien.
Tal vez no se ofrecería a ir conmigo.
—Si no estás muy ocupado, de verdad me gustaría que vinieras
conmigo. Ir sola siempre es difícil…
Sus ojos se entornaron al instante, como si la pregunta
significara algo más para él de lo que debería. Retiró los brazos de la
mesa y se recostó en la silla, con sus anchos hombros amplios como
un cartel publicitario.
—¿Quieres que vaya contigo?
—No tienes que hacerlo si no quieres… —Si no lograba
conseguir que esté solo, entonces el plan nunca funcionaría. No me
sentiría culpable por no salvar a mi padre, no cuando lo intenté. Así
que si Cato no cooperaba, no sería el fin del mundo. Él tomaría la
decisión por mí.
—No. —Se inclinó hacia adelante sobe la mesa, sus brillantes
ojos azules se posaron en los míos—. Me encantaría.
Inmediatamente mi corazón se rompió en dos. Me odié a mí
misma más que nunca. Odié a Damien por ponerme en esta
situación. Odié que Cato fuera tan estricto, que no podía pedirle
ayuda en lugar de hacer esto. No importaba que decisión tomara, era
una mala decisión.
—Gracias… —aclaré mi garganta para mantener la emoción
fuera de mi voz, pero fue inútil. Me sentí una porquería, menos que
una porquería.
Alcanzó mi mano sobre la mesa y la sostuvo.
—Bebé.
Oh dios. Su mano era tan cálida mientras envolvía la mía. Cerré
mis ojos por un breve momento, atesorando la manera en que se
sentía su afecto, pero también luché contra la culpa al mismo tiempo.
No sabía lo que él iba a decir a continuación, pero sospechaba que
mi corazón estaba a punto de fundirse en un charco enorme.
—Todo lo que dijiste acerca de mí era cierto. Estoy insatisfecho.
Estoy vacío. Tengo todo, pero no tenía nada en lo absoluto… hasta
que llegaste. Vivo en un mundo donde las mujeres solo me quieren
por sexo o dinero. Entonces te conocí y todo eso cambió. Contigo, no
tengo que mirar sobre mi hombro. Contigo, no tengo que
preguntarme cuáles son tus motivaciones. —Él sostuvo mi mirada
mientras su pulgar acarició mis nudillos—. Porque confío en ti.

Cato ya no parecía estar interesado en el misionero. Todo lo que


quería era penetrarme por detrás, presionando mi cara contra las
sábanas mientras golpeaba contra mí. Siempre fue sexo duro,
contradiciendo las tiernas palabras que me dijo.
Me penetró como si me odiara.
Me gustaba, pero también extrañaba la antigua manera.
Se quedó a dormir y se fue la mañana siguiente, todavía
silencioso y sombrío. A pesar de las cosas dulces que me dijo en la
cena, su estado de ánimo parecía extraño. No parecía él mismo,
mirándome con una leve mirada de ira concentrada.
O tal vez sólo lo estaba imaginando.
La noche anterior al día que se suponía íbamos a visitar el
cementerio, Damien me llamó:
—Entonces, ¿está todo listo para proseguir?
—Sí.
—¿A qué hora llegarán?
—A las dos. —Era mitad del día cuando todos estaban
trabajando. Era tranquilo en las afueras, y con suerte, nadie estaría
allí visitando a sus seres queridos. Quería que esto fuera limpio y
fácil. A pesar de que mi estómago no había sido ninguna de esas
cosas.
—Estaremos esperando, pasando las puertas. Tendré a todos
mis hombres conmigo, así que no intentes nada.
—¿Qué podría intentar? —Les estaba llevando al hombre más
buscado—. Será mejor que mi padre esté allí, Damien.
—Cariño, soy un hombre de palabra. Solo asegúrate que él
venga solo. Si no lo hace, le dispararé a tu padre en el estómago y lo
miraré desangrarse hasta morir.
Esa era una imagen que no quería imaginar.
—Vete a la mierda, Damien. —Colgué y tiré mi teléfono a un
lado mientras me sentaba en el sofá. Temprano en la mañana, me
llegaron las náuseas. Eran tan frecuentes que me pregunté si no
había algo serio sucediendo conmigo. La culpa podía hacerles cosas
extrañas a las personas, pero ¿enfermarme tanto físicamente? Eso
no parecía probable.
Apenas dormí esa noche porque en lo único que podía pensar
era en el día siguiente. Miré por la ventana y observé como
lentamente el sol penetró las cortinas y cubrió de luz la habitación.
La noche entera había pasado, y a duras penas cerré los ojos. Me
preparé para el día e hice lo mejor posible para cubrir las bolsas bajo
mis ojos. Me veía más pálida de lo normal, como si toda la sangre se
hubiera drenado de mi cara y cuello, y me diera apariencia de
vampiro. Llevaba un vestido negro con perlas blancas alrededor de
mi cuello, era un collar que mi madre me regaló.
El dolor que normalmente sentiría por haber perdido a mi
madre estaba ausente porque sentía mucho más dolor. Cato fue
bueno conmigo, y yo estaba por tirarlo bajo un autobús. Me dijo que
yo era una de las pocas personas en el mundo en la que podía
confiar… y estaba a punto de apuñalarlo por la espalda.
Pero también de salvar a mi padre.
Estaba abajo cuando Cato entró por la puerta.
Esta vez, la dejé destrabada para que no tuviera que accionar el
mecanismo de la puerta.
—Eso fue más rápido que lo usual. —Tenía puesto un jean
negro y una camiseta negra. Hacía demasiado calor para un traje o
una chaqueta, así que su atuendo casual era apropiado. Sí el calor
no te atrapaba, lo haría la humedad.
—Me gusta medir mi tiempo. Es un desafío. —Se inclinó y me
besó suavemente en la esquina de la boca—. Te ves adorable.
—Gracias… —evité la sinceridad de sus ojos porque se sentía
erróneo disfrutarlo. Tomé el ramo de flores que había recogido de mi
jardín y lo llevé afuera.
Cato siguió detrás de mí, con su brazo envolviendo mi cintura.
—Mi chofer puede llevarnos.
—Eh, prefiero conducir, si eso está bien. No quiero visitar a mi
madre con extraños en el asiento delantero.
Cato no puso ninguna objeción mientras me condujo al viejo
auto en el camino de entrada. Era pequeño y tenía casi ocho años.
Incluso en el asiento delantero, las piernas de Cato tendrían
dificultades para acomodarse. Subió al asiento del pasajero sin
quejarse.
Encendí el auto.
—Tus cincuenta hombres van a seguirnos, ¿no es cierto?
Miró por la ventana.
—Siempre me acompañan.
—Lo sé, pero no estoy segura si eso es apropiado. Vamos al
cementerio… —escucharme hablar solo hizo que me odiara aún más.
¿Era tan obvio para él como lo era para mí?
Cato no pareció para nada desconfiado.
—Está bien. —Sacó el teléfono de sus bolsillos y llamó—:
Esperen por mí aquí. Regresaré en treinta minutos. —Regresó el
teléfono a su bolsillo y miró mi casa—. Hecho.
No esperaba que fuera tan sencillo. Esperaba una discusión
mayor, al menos algunas preguntas.
Pero Cato confiaba en mí implícitamente.
Después de un viaje corto, estábamos a tres kilómetros del
cementerio. La radio estaba apagada, y nos sentamos en un cómodo
silencio mientras mis flores yacían en el asiento de atrás. Aferré
ambas manos al volante hasta que mis nudillos se volvieron blancos,
y el aire no parecía lo suficientemente frío como para combatir con el
sudor que se formó en mi nuca.
Cato estaba tranquilo, mirando por la ventanilla sin entablar
conversación. Sus rodillas estaban separadas, y sus manos
descansaban en los muslos. Mi auto era demasiado pequeño para un
hombre de su tamaño, pero nunca insultó el pedazo de mierda que
conducía.
Mi pulso era tan potente en mi cuello, que en realidad podía
oírlo.
Me pregunté si él podía oírlo también.
Cuanto más me acercaba a las puertas, peor me sentía. Mis
entrañas me decían que esto estaba mal, y mi corazón estaba de
acuerdo. Quería salvar a mi padre, pero no quería que alguien más
tomara su lugar.
En especial Cato.
Cato había sido bueno conmigo, incluso cuando se comportaba
como un imbécil. Me respetó, me trató bien, y tenía un buen corazón.
Algunas veces su verdadero desinterés se perdía en su trabajo, pero
sabía que guardaba su corazón bajo la manga. Cuidó de su madre
cuando otros hombres serían demasiados codiciosos para compartir
su riqueza. Recibiría una bala por su hermano. Y a veces me
pregunto si no recibiría una bala por mí.
Sabía que no me amaba. Pero se preocupaba por mí.
Y yo me preocupaba por él.
Lo siento, padre. Reduje la velocidad del auto hasta que se
detuvo en el medio de la calle. Había campos alrededor nuestro y
casas en la distancia. El cielo estaba demasiado hermoso para que
una tragedia sucediera hoy. Mis dos manos aún estaban en el volante
cuando la repugnancia a mí misma me golpeó. Me odié por darle la
espalda a mi padre, pero era su culpa que estuviera allí. Le dije que
se alejara de los negocios, pero no me escuchó.
—¿Qué sucede? —Su voz era particularmente fría, un directo
contraste con el calor del verano.
Giré el volante y di la vuelta con el auto.
—Cato, hay algo que necesito decirte.
Desde la izquierda llegó un escuadrón de autos negros, junto
con un tanque por el frente. Un verdadero tanque. Doblaron en la
esquina de la carretera, escondidos de mi vista hace solo un
momento, cuando conduje en la dirección opuesta.
—¡Oh, mi dios!
Pisé los frenos, y mis ojos fueron al espejo retrovisor. Una
brigada salió del cementerio y venía para este lado, una serie de autos
igualmente blindados.
Estábamos en el medio de una guerra.
Cato se giró hacia mí, observándome de una manera tan fría
que parecía haber fragmentos de hielo en su mirada. Su mandíbula
se apretó con la misma rigidez que sus puños, y se veía tan furioso,
como si no supiera qué hacer consigo mismo. No podía decidir cómo
quería matarme, si quería estrangularme o dispararme.
—No eres tan lista como crees que eres. —Salió del auto.
El pulso en mi cuello explotó en un pánico furioso. Mi pecho no
podía mantener el ritmo con mi necesidad de aire, y la adrenalina era
tan fuerte, que pensé que podía desmayarme ahí mismo. Cato supo
de esto todo el tiempo. Pensé que lo había engañado, pero él me
engañó.
Abrió la puerta y desabrochó mi cinturón de seguridad.
—Fuera.
—Cato…
Me tomó por el cabello y me arrastró fuera del auto.
Grité mientras jalaba el cabello de mi cuero cabelludo y era
sacada del auto como un animal. Mi cuerpo golpeó el asfalto caliente,
y mis rodillas se rasparon contra la áspera superficie.
Me agarró por el cuello y me puso de pie antes de guiarme a
través de la milicia hasta su auto privado. La puerta de atrás ya
estaba abierta, y me empujó dentro, haciéndome caer en los asientos
de cuero mientras cerraba la puerta detrás de mí con un golpe.
—Mierda.
Cuando abrió la puerta del otro lado, fue cuando los disparos
empezaron.
La guerra había comenzado.
En el segundo que entró, el auto tomó la dirección opuesta,
alejándonos de la batalla que se desarrollaba dónde habíamos estado
sentados hace unos momentos.
Como si no sucediera nada en lo absoluto, Cato miró por la
ventanilla. No gritó ni chilló. No puso su puño en mi cara. Estaba
anormalmente tranquilo y callado, y eso lo hacía más aterrador.
—Cato, no es lo que parece…
Con la velocidad de un rayo, me pegó en la cara haciendo que
mi cabeza golpeara contra la ventana.
—Guarda silencio, perra.
Su mirada ártica quemó la mía, y ahora era el imbécil que
conocí hace un mes, solo que peor. Ahora era un monstruo, un
demonio. Era el Cato Marino del que todo el mundo me había
prevenido.
—Por favor escúchame.
Se movió para pegarme de nuevo.
Bloqueé su golpe y lo empujé hacia atrás.
—Cambié de opinión. Di la vuelta. No pude seguir con eso.
Puso sus dedos alrededor de mi cuello y apretó tan fuerte que
no podía respirar.
—No me importa una mierda si cambiaste de opinión. Cuando
lleguemos a mí propiedad, te voy a poner de rodillas y a ejecutar como
a todos los traidores antes de ti. Tu sangre va a escurrirse en la tierra
y le dará nueva vida a mi jardín. Tu cuerpo será arrojado en el
basurero donde pongo a mis enemigos, y te vas a pudrir como la
basura que eres.
Traté de apartar su mano, pero la falta de oxígeno me hizo débil.
No pude presentar pelea para igualarlo, incluso si estaba
completamente preparada para hacerlo.
Justo cuando estaba por desmayarme, me soltó.
—Lo hice para salvar a mi padre. Y si me rehusaba, iban a
violarme y a matarme.
Miró hacia adelante. Indiferente a mis declaraciones.
—Tu padre ya está muerto. Tal vez si fueras más inteligente, lo
habrías descubierto.
—¿Qué…?
No miró la emoción en mi rostro. Ya no se preocupaba por mí
en lo absoluto.
—Lo mataron en el segundo que lo tuvieron. Hiciste todo esto
para nada. Podrías haberme pedido ayuda en cualquier momento.
En cambio, conspiraste contra mí y de verdad creíste que tenías la
oportunidad de lograr lo imposible.
—Quería pedir tu ayuda, pero tenía miedo de que me mataras.
Miró por la ventana, sus manos descansaban en sus muslos.
—Me habrías matado, Cato. No tenía otra opción, tenía que
salvar a mi padre… pero al final, cambié de idea. No podía hacerte
eso. No te lo merecías… y no pude continuar.
—Tal vez diste la vuelta porque sabías que estaba sobre ti.
—No lo sabía.
—Nunca lo sabremos —dijo con frialdad—. Y no me importa de
cualquier manera, hiciste tú decisión y yo hice la mía. Disfruta de los
últimos minutos de vida, simplemente no te cagues en mi auto.
El auto se detuvo en la rotonda donde estaba la fuente, el lugar
exacto donde había ejecutado al traidor ruso unas semanas atrás.
Sus hombres permanecieron allí con sus armas en las caderas, y
Bates estaba en el centro, se veía incluso más enojado que Cato. Con
sus brazos cruzados sobre el pecho, miró fijamente a mi ventana
como si pudiera verme a través del vidrio negro.
Sabía que Cato no lanzaba amenazas vacías. Me arrastraría
fuera del coche y me obligaría a ponerme de rodillas como un
prisionero de guerra. Hice esto para salvar a mi padre, pero ahora me
daba cuenta, que no importaba la decisión que tomara, estaba
destinada a terminar muerta de todas maneras.
Cuando Cato detuvo el auto, los hombres abrieron la puerta y
me sacaron.
—¿Qué dije? —Bates estuvo sobre mí con rapidez. Me agarró
por el cuello y me dio un fuerte puñetazo en la cara.
Caí al suelo instantáneamente. Nunca me habían golpeado así
en mi vida. Mis labios sangraban y empezó el mareo. El dolor no me
derribó de inmediato. Fue el ímpetu del golpe.
Cato no hizo nada.
—Te dije que no jodieras con mi hermano. —Me quitó la mano
de la cara y volvió a pegarme—. Maldita puta.
Mi cabeza dio un latigazo hacia atrás por el impacto de su puño.
Ahora el dolor me golpeó, y era insoportable.
Cato agarró una pistola de uno de sus hombres.
—¡Alto!
Bates me golpeó de nuevo haciendo sangrar mi nariz.
—¡Suficiente! —Esta vez, Cato lo agarró por el brazo y lo apartó.
—!Tú deberías estar haciendo esto! —Bates soltó su brazo del
agarre—. Hacer sufrir a la perra.
—No estoy interesado. No vale la pena. —Cargó la pistola y
caminó hacia mí, con el arma colgando a su lado. No había pena en
sus ojos por la manera en que su hermano me había golpeado. En el
segundo en que los ojos de Cato se posaron en mí, esa misma rabia
se hizo cargo. Levantó la pistola y la dirigió hacia mí, apuntando
hacia mi cráneo.
Estaba en el piso como un animal, indefensa. Todo lo que podía
hacer era mirar el tambor que me daría la liberación de la muerte.
Viví mi vida de manera temeraria, pero en este momento, todo lo que
sentía era miedo. No había palabras para describir cómo me sentía
por tener un arma apuntándome de esa manera, de ver que la mano
del hombre no tembló para nada.
—Lo hice para salvar a mi padre… ¿qué otra cosa se suponía
que hiciera? —Me rehusaba a llorar o a flaquear. Mis últimos
momentos en la tierra estarían llenos de dignidad… al menos tanta
como podía poseer con la sangre empapando mi rostro.
—No me importa.
—Y habría pagado el precio por eso, y no hubiera rogado por mi
vida. —Cato era el asesino de piedra frío que se rumoraba que era.
Me tomó y compartió momentos íntimos conmigo en la cena. Pero
nada de eso importaba ahora.
Ahora que no me quedaba nada por decir, dije la única cosa que
podía importar. No estaba completamente segura si era verdad. Pero
basada en todos mis síntomas, no pude encontrar una explicación
más lógica.
—Estoy embarazada.
La pistola tembló mientras él entornó los ojos.
—Mentirosa —gritó Bates— y aún si no mientes, ¿crees que me
importa una mierda? Dos pájaros de un tiro.
El arma seguía temblando en la mano de Cato.
—Esperaba más de ti.
—No estoy mintiendo, Cato. Sabes que estuve enferma por más
de una semana.
—Por la culpa de ser una perra mentirosa.
Puse la mano sobre mi estómago, como si pudiera hacer una
diferencia.
Él, aún así, no apretó el gatillo.
Bates miró a su hermano, los brazos estaban sobre su pecho.
—Cato, mátala.
Cato continuó sosteniendo su arma, pero su resolución se
desvaneció.
—Está mintiendo —dijo Bates—. E incluso si está, ¿qué mierda
importa? Mátala o lo haré yo.
La furia se mantuvo en los ojos de Cato mientras bajaba el arma
al piso.
—Debes estar bromeando, maldición. —Bates avanzó y tomó el
arma de su mano. Me apuntó y disparó.
Cato se las arregló para alejar el arma de mi dirección en el
segundo correcto.
—¿Qué mierda estás haciendo? —Le arrebató el arma.
—Eres demasiado marica para matarla. Así que yo lo haré.
Cato vació las balas del tambor.
—No podemos.
Bates miró a su hermano furioso, con la mandíbula apretada y
sacudiendo lentamente la cabeza.
—¿Qué mierda importa, Cato? Incluso si está embarazada, y si
es tuyo, no importa una mierda. Mátalos a ambos y terminemos con
esto.
Cato bajó la voz para que sus hombres no pudieran oír sus
palabras.
—Nuestro padre nos dejó. Nos dio la espalda porque era un
cobarde. Yo no soy un cobarde. No soy como él.
Bates se quedó en silencio, sus ojos se movieron de un lado al
otro mientras miraba a su hermano.
—No es lo mismo…
—Es lo mismo. Si ella está diciendo la verdad, es mi sangre la
que está ahí. Es mi familia. No le das la espalda a tu familia.
Bates suspiró ruidosamente, furioso ante el giro de los
acontecimientos.
Cato asintió hacia uno de sus hombres.
—Consíguele una prueba de embarazo.
Ahora de verdad esperaba que estuviera embarazada. Si no lo
estaba… estaría muerta.
Bates se volvió hacia mí, con una mueca de disgusto en su cara.
Cato se acercó y se agachó para que nuestras caras estuvieran
más cerca.
—Toma la prueba. Pero si es negativo, voy a torturarte antes de
matarte. Así que, si estás mintiendo, es posible que quieras
reconsiderar.
Podía tener una muerte rápida ahora, o una dolorosa después.
—Tomaré la prueba.
Dio un paso hacia atrás y no me ayudó a ponerme de pie. Uno
de sus hombres me acompañó adentro, puso la caja en mi mano, y
luego se paró detrás de la puerta mientras me encargaba de mis
asuntos. Armados con rifles, los hombres volarían mis sesos en el
segundo que me saliera de la línea.
—Dios… por favor que sea positivo. —Oriné en el palillo y
entonces esperé que pasaran dos minutos. Siempre supe que quería
una familia, pero nunca esperé que ese momento llegara tan pronto.
Me había imaginado que estaría casada con un hombre que amara
por años antes que sucediera esto. Nunca anticipé un momento como
este, en que estar embarazada pudiera salvar mi vida.
Cuando los dos minutos pasaron, miré los resultados.
Positivo.
Gracias, dios.
Sostuve el palillo en mi mano y sentí que las lágrimas llenaban
mis ojos. Había estado en control de natalidad por años, pero de
alguna manera esto sucedió, un pequeño milagro. Mi bebé estaba a
punto de salvar mi vida. Salí con el palillo en la mano y fui escoltada
hacia el frente por hombres armados.
Cato me arrebató la prueba de las manos y leyó los resultados.
No mostró ninguna reacción.
Bates se acercó a su lado y lo leyó también.
—Mierda. —Se volvió hacia mí—. Lo hizo a propósito.
—No, no lo hice —dije con voz débil porque mis palabras no
parecían importar. No fue intencional, pero por supuesto, me veía
culpable. No podía culpar a ninguno de los dos por asumir eso—. Sé
que no me creen, pero no lo hice.
Cato miró la prueba de embarazo de nuevo, como si necesitara
comprobarlo una vez más.
Bates se veía como si quisiera estrangularme.
—Asegúrate que sea tuyo.
—Lo haré. Pero ya sé que lo es. —Cato deslizó la prueba en su
bolsillo.
Bates sacudió su cabeza y se fue.
Cato me miró fijamente, su expresión era imposible de leer.
Solía dejarme leer su alma, descifrar las emociones que trabajaba tan
duro por esconder del mundo. Pero ahora me trataba como a un
enemigo.
—Vivirás aquí conmigo hasta que llegue el bebé. No es seguro
para ti vivir sola. Si alguien te descubre, serás un blanco. Proveeré
para ti y te protegeré.
Este era el hombre que conocí. El hombre compasivo y cariñoso.
—Está bien. —No quería vivir aquí con él todo el tiempo, pero
estaba tan agradecida porque no iba a morir que no discutí.
—Pero una vez que llegue el bebé, terminaré esto. —Levantó su
arma vacía para que pudiera verla—. Disfruta de los últimos nueve
meses de tu vida. Pasarán rápido.
—¿Qué? —¿Él iba a llevarse a mi hijo y después me mataría? —
No puedes hablar en serio…
—Soy mortalmente serio. —Se acercó hacia mí, su cara casi tocó
la mía—. Mi hijo o hija vive dentro tuyo. Es lo único que me importa.
Sólo eres un vientre subrogado, y una vez que tu trabajo se haya
completado, cumplirás tu castigo.
—Cato, no puede no tener madre…
—¡Cállate!
Fue la única vez en mi vida que obedecí.
—Crecí con uno solo de mis padres, y salí bien. No te
necesitamos.
Las lágrimas salieron volando de mis ojos y mancharon mis
mejillas. La migraña detrás de los ojos no influyó en mis lágrimas. El
dolor por ser arrojada en el auto y en el concreto no tuvo nada que
ver tampoco. Pero la idea de no conocer nunca a mí bebé, pasar nueve
meses cargándolo, sólo para que se lo llevaran… era insoportable.
—Por favor, Cato. No. No me hagas esto. No puedes… por favor.
Ten misericordia.
Él mantuvo su expresión fría, inmune a mi súplica emocional.
—Te dejaré sostener al bebé una vez. Esa es la mayor
misericordia que obtendrás de mí.
Continuará en:

La única razón por la que sigo viva es por el bebé que crece dentro de mí.
Mi bebé me salvó la vida.
Ahora soy una prisionera dentro de la fortaleza de Cato. Está enojado conmigo,
furioso cada vez que me mira. Se niega a acostarse conmigo porque ahora soy el
enemigo.
Pero lo extraño de menos... y él me extraña.
Sólo me acosté con Cato para salvar a mi padre, pero ahora significa algo para
mí. Me preocupo por él, y sé que él se preocupa por mí.
¿Puedo ganarme su perdón? ¿Puedo ganarme su confianza?
Pero incluso si lo hago, ¿me disparará de todos modos?

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