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Traductoras
Jessibel
Another Girl
Jabes
Flor
Taywong
Myr66
Correctoras
Florpincha
Lelu
Diseño
Bella’
Lectura Final
Jessibel
Índice
Sinopsis
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Sinopsis
Se han llevado a mi padre. Me llevarán a continuación a menos que
cumpla con sus exigencias.
Cato Marino.
Siena
Mi abuela me dejó una pequeña casa fuera de Florencia. Era
vieja, una antigüedad viviente. Las tuberías eran originales, y podía
escuchar el agua corriendo por toda la casa cuando tiraba de la
cadena del inodoro. Había grietas en la piedra, y el vidrio de las
ventanas estaba tan envejecido que lucían borrosas constantemente,
independientemente de cuántas veces las limpié. Estaba a poca
distancia de la ciudad, tan cerca que nunca sentí que realmente
estaba en medio de la campiña toscana, pero me dio la tranquilidad
y la paz que ansiaba. Todas las mañanas, en primavera y verano,
podía oír a los pájaros cantar fuera de mi ventana. Había sido un
refugio para mí durante mucho tiempo desde que le había dado la
espalda a mi familia.
Pero ahora mismo, esta casa no pudo protegerme.
Corrí por la escalera de madera, los crujidos gritaban bajo mis
pies mientras me movía tan rápido como mi cuerpo podía llevarme.
No tenía sentido ser sigilosa, no cuando sabían que estaba aquí.
—Corre, perra. —Damien dirigió la persecución, con sus dos
amigos detrás de él—. Es más divertido de esta manera. —Su tono
siniestro llegó a cada extremo de la pequeña casa, como si estuviera
hablando a través de un sistema de sonido que amplificaba cada
sílaba.
—Mierda. —Logré llegar arriba y me deslicé por el piso de
madera dura hacia mi colchón. Metido entre las dos piezas de la
cama estaba el revólver que guardaba para emergencias. Había
repudiado a mi familia hace años, así que pensé que nunca lo
necesitaría.
Supongo que estaba equivocada.
Quité el seguro y me preparé para dispararle a Damien justo
entre los ojos. No era el tipo de persona que dudaba cuando apretaba
el gatillo. Era él o yo.
Ciertamente no iba a ser yo.
Damien se tomó su tiempo para subir las escaleras, sus pisadas
pesadas latían como el sonido de tambores constantes.
—Cariño, yo revisaría esa pistola si fuera tú. —Su profunda voz
recorrió el pasillo, su sonrisa era tan audible que realmente podía
verla detrás de mis ojos.
Mis manos empezaron a temblar.
Abrí el cañón y miré dentro.
Vacío.
—Tienes que estar bromeando... —Deben haber entrado en mi
casa mientras yo estaba en el trabajo, quitando todas mis balas para
que estuviera desarmada cuando vinieran por mí. Fue inteligente por
su parte, porque yo era un buena tiradora—. Maldito imbécil.
Su risa vagó por el pasillo, el sonido se hizo más fuerte porque
estaba muy cerca. Pareció moverse más lento a medida que se
acercaba, como si quisiera saborear esto todo el tiempo que pudiera.
Me acorraló como una rata, y él quería que me retorciera.
No era una rata, y no me retorcí.
Abrí mi armario y empujé todas mis cajas de zapatos hasta que
encontré mi espada, una espada samurái que me regalaron desde
Kyoto. Quité la funda y preparé la espada, lista para apuñalar a mi
atacante directamente a través del cuello como me habían enseñado.
No era una maestra de la espada, pero ciertamente sabía cómo
apuñalar a alguien.
Presioné mi espalda contra la pared y esperé a que Damien
entrara por la puerta abierta.
Damien apuntó su arma antes de moverse hacia adentro, su
arma estaba siendo sostenida a la altura de los hombros.
—Cariño, sabes que me encanta cuando corres...
Bajé mi espada rápidamente, apuntando para cortar su brazo
justo al lado del codo.
Damien debió haber estado esperando que me escondiera allí
porque me esquivó en el camino.
—Oh... y te ves enojada. —Hice un movimiento con mi espada
de nuevo.
Saltó del camino y mantuvo su arma apuntando a mi hombro
derecho.
—Y sexy. —La esquina de su boca se levantó en una sonrisa
que parecía más una burla. Estaba disfrutando demasiado de esta
manera. Su cabello negro azabache se deslizó frente a su cara y
ocultó algo de su ojo izquierdo a la vista. Era el mejor jefe de la
organización, porque amaba mucho su trabajo.
Apuñé mi espada en sus entrañas, deseando que sangrara por
todo mi piso.
Retrocedió hacia mi cama.
—Cariño, te dispararé.
—Y te apuñalaré. —Puse toda mi fuerza en el movimiento,
preparándome para conducir mi espada a través de sus entrañas y
en la pared detrás de él.
Apretó el gatillo.
No sentí la bala en mi hombro, solo el tirón de mi cuerpo en el
momento. Mi hombro sobresalía hacia atrás y mi cuerpo se movía
porque la fuerza del golpe era mucho más fuerte que mi propia
velocidad. El humo ardía de la punta de su arma. El olor era
sofocante junto con el de mi propia sangre. Bajé mi espada pero me
quedé de pie. Era la primera vez que me disparaban, y la conmoción
que se derramó sobre mi cuerpo me protegió del dolor.
Me quedé en mis dos pies, negándome a caer.
Sostuve su mirada, mis ojos se entornaron con una promesa de
muerte.
Damien dejó de sonreír, y contra su voluntad, mostró una leve
mirada de respeto.
—Maldita sea, eres terca.
—Maldita sea, eres un mal tirador. —Me había golpeado en el
hombro, fallando las arterias y órganos principales.
—No. Di en el blanco perfectamente. —Mantuvo el arma
apuntada hacia mí, esta vez entre mis ojos—. Suelta la espada. O
mueres. —El cañón no tembló mientras él me miraba—. ¿Qué va a
ser, cariño?
No quería tener nada que ver con esta vida. Cuando amaba a
mi padre, le dije que no quería tener nada que ver con su negocio. Al
poner algo de distancia entre nosotros, pensé que podría tener mi
propia vida, una reputación sin mancha para el inframundo criminal.
Parecía que me había seguido de todos modos.
—¿Que quieres de mi?
—Suelta la espada.
—¿Que quieres de mi? —siseé. La sangre estaba arruinando mi
ropa y goteaba por mi brazo. Los mareos se asentaron en mi cerebro.
Mi fuerza comenzaba a disminuir lentamente, pero me mantenía
erguida, como si tuviera algo que demostrar.
—¿Que importa? —inclinó la cabeza y entrecerró los ojos con
irritación.
—Porque necesito saber si vale la pena morir por eso.
Yo no era el tipo de persona que podría ser una prisionera
dispuesta. En lugar de rendirme, preferiría morir. Tal vez era mi
linaje familiar o mis raíces italianas, pero era la mujer más terca del
planeta. Prefiero morir que someterme a alguien.
Sacudió levemente la cabeza.
—Siempre has sido una perra loca.
—Lo tomaré como un cumplido.
La comisura de su boca se alzó de nuevo.
—Tenemos a tu padre. Si quieres salvarlo, suelta la espada.
Continué manteniendo mi postura, mi corazón latía más fuerte
en mi pecho. A mi padre lo mantenían cautivo, y si yo moría en ese
momento, no podría ayudarlo. Damien me tenía acorralada, y él lo
sabía.
—Continúa esta misión suicida y muere —dijo simplemente—.
O ven con nosotros, y vamos a llegar a un acuerdo.
—¿Trabajar un trato? —siseo—. Simplemente me llevarás y me
matarás también.
—Normalmente, sí. Pero tengo otro uso para ti. Suelta la
espada.
Mi mano quería seguir agarrando el asa, pero había dudas
plantadas en mi mente. Incluso si no había nada que pudiera hacer
para salvar a mi padre, dejarme morir ahora no era una opción. Nos
distanciamos hace mucho tiempo, pero mi lealtad nunca había
disminuido.
Dejé caer la espada.
Él sonrió ampliamente.
—Buena chica.
2
Traducido por Jessibel
Corregido por Florpincha
Siena
Los hombres detuvieron la sangre y luego cocieron las heridas
de entrada y salida, como si esto ocurriera todos los días. No me
dieron nada para el dolor, y yo era demasiado terca para preguntar.
Una gruesa pieza de gasa fue envuelta alrededor de mi hombro,
escondida debajo de mi camiseta, así que no sobresalí como un
pulgar adolorido.
Me tiraron en la parte trasera de la camioneta Escalade antes
de que me acompañaran al centro de Florencia. Eran las cinco de la
tarde, pero el sol todavía brillaba porque era verano. Nos
aventuramos por las calles estrechas hasta que nos acercamos a un
edificio antiguo. Con un toque de un botón, una puerta del garaje
subterráneo se abrió, y descendimos.
No estaba bien que me permitieran ver a dónde íbamos.
Podría haber roto la ventana con el codo y saltar del auto en
cualquier momento. Pero si realmente tenían a mi padre, correr no
era una opción. Sin importar nuestras diferencias, éramos familia. Él
bajaría su arma por mí en un instante... al menos, esperaba que lo
hiciera.
Nos adentramos en la oscuridad del garaje subterráneo. Otros
autos caros estaban estacionados en los espacios, todos eran
todoterrenos y negros. Después de estacionarnos, salimos del auto.
Los dos compañeros trataron de esposarme.
Le di una patada en la espinilla a uno de ellos.
—¿Estás bromeando? Me rendí y me dispararon.
Apretó la mandíbula antes de que me volviera a agarrar las
muñecas.
Como una yegua salvaje, lancé mi pierna hacia atrás y lo golpeé.
Damien levantó la mano.
—Déjala ir. Nada puede hacer de todos modos.
El chico finalmente me dejó ir.
Le di una patada de nuevo de todos modos, golpeándolo en el
tobillo.
No dudó en golpearme con fuerza en la mejilla, antes de darme
la espalda, haciendo que mi cuerpo girase con el impacto.
Me moví con el impulso y casi caí al suelo, pero recuperé el
equilibrio antes de que pudiera ocurrir ese evento humillante. Me
enderecé de nuevo y lo fulminé con la mirada, ignorando la sensación
de hormigueo en mi mejilla.
Señaló frente a él.
—Camina, perra.
—Sabes, me estoy cansando un poco de este apodo. —Me puse
delante de él y seguí a Damien.
Damien abrió la puerta y dirigió el camino.
—Espero que no. Te queda muy bien.
Estuve tentada de darle una patada en la parte posterior de la
rodilla, pero Damien haría algo peor que abofetearme. Ya estaba
sufriendo una herida de bala, y no quería que me dieran una
puñalada.
Él me condujo a la construcción y más allá de un bar donde los
lacayos estaban disfrutando de su bebida después de un largo día de
actividades criminales. La mayoría de ellos me miró de arriba abajo
como si fuera un juguete de los que dispondrían en algún momento
de la noche.
No va a suceder.
Me llevaron a una habitación privada. Con paredes negras y
espejos con marcos negros, se veía como una habitación privada en
un club. Había un bar allí también, pero en lugar de tener un
camarero, solo había un hombre mayor en un traje negro. Se sentó
en uno de los sillones de cuero que daba a una mesa negra de café.
Había tres vasos de whisky en la superficie.
Estaba segura de que uno de ellos era para mí.
Los matones cerraron la puerta detrás de nosotros, dejando a
los tres solos.
—Ella está herida —anunció Damien mientras entraba en la
habitación—, pero no me dio mucha elección. Sacó una espada
samurái, era muy buena para manejarla. —Se acercó a su jefe y luego
se volvió hacia mí. Él chasqueó los dedos como un hombre que llama
a su perro.
Me negué a cooperar. Probablemente me hubiera sentado por
mi propia voluntad porque el alcohol era exactamente lo que
necesitaba para enmascarar el dolor. Pero los comentarios como esos
no fueron bien recibidos. Mis ojos se entornaron, llenos de asesinato.
El hombre del traje me estudió con una expresión ilegible. Tenía
una barba gris que hacía juego con el pelo de su cabeza. Su piel
estaba bronceada y endurecida, pero parecía tener unos cincuenta
años. Su edad no había disminuido su musculatura, y llenaba bien
el traje. Todavía poseía la fuerza suficiente para ser un oponente
formidable.
—Tratamos a los invitados mejor que eso. —Se puso de pie y
luego indicó el sofá de cuero frente a él—. Estoy seguro de que tienes
sed después del día que has tenido. Damien, dale unos analgésicos
para que tome con su whisky. No es necesario que ella sufra.
Si este tipo intentara besarme el culo, no funcionaría. Si él tenía
a un demonio como Damien en su nómina, definitivamente no era
confiable. Pero el alcohol y las píldoras me estaban llamando, así que
tomé asiento. Si ellos quisieran matarme, ya lo habrían hecho,
entonces sabía que su ofrenda no había sido envenenada.
Tomé las pastillas y las tragué con el escocés. Bebí todo el vaso.
Necesitaba cada gota para calmar mis nervios. Al igual que mi padre,
no mostré miedo ante el peligro, pero un buen vaso de alcohol
siempre lo hacía un poco más fácil. Una gota se deslizó de la esquina
de mi boca, así que me la quité con el antebrazo.
—Vamos a saltarnos los juegos de poder y la mierda. Necesito a
mi padre, y tú me necesitas. Hecho. —Apoyé los codos en mis rodillas
mientras miraba al caballero sentado frente a mí. Parecía inofensivo,
como un abuelo que solo te castigaba cuando realmente lo merecías.
Pero no dejaría que la falsa amabilidad en sus ojos eclipsara quién
era realmente.
Sostuvo su vaso en la mano apoyada en su rodilla mientras me
sonreía.
—De tal padre, tal hija.
—No estoy segura de si es un cumplido o no.
Heredé la dureza de mi padre, pero no su falta de moralidad.
También tenía sus ojos, pero eso fue todo lo que se refiere a nuestros
atributos compartidos. Todo lo demás, lo recibí de mi madre, quien
había muerto hace muchos años.
—Te dejaré decidir. —Tomó un trago antes de poner el vaso
sobre la mesa.
Damien se sentó a su lado, con sus ojos depredadores pegados
a mi rostro. La lujuria y la hostilidad brillaban en su mirada. Él
quería dispararme otra vez solo para librarse de ello. Era un demonio
sin atar. No sabía qué podría hacer.
Obviamente me necesitaban para algo. De lo contrario, no
estaría viva. Si querían torturar a mi padre y castigarlo, tendría
sentido ejecutar a su única hija. Pero todavía estaba sentada allí, con
los analgésicos haciendo efecto.
—Al grano. —Tal vez era más audaz de lo normal porque sabía
que tenía algún tipo de poder en este juego.
—Conoces a Damien bien, obviamente —comenzó—. Pero no
hemos tenido el placer de reunirnos. Soy Micah.
—Y tú sabes quién soy —dije, sin molestarme con una
presentación—. ¿Dónde está mi padre?
—En el edificio. —Micah llevaba un anillo de oro en su dedo con
una esmeralda verde en el centro. Sus manos mostraron su edad, las
venas se mezclaban con las arrugas. Debe ser unos años más joven
que mi padre—. Los detalles no importan.
—Importan si quieres mi colaboración.
Mi padre me enseñó a ser siempre fuerte, independientemente
del oponente al que me enfrente. Ganar el respeto de tu enemigo era
la única salvación que recibirías. Y si tu destino era inevitable, lo
mejor era salir con honor. Era demasiado orgullosa para arrodillarme
ante alguien. Porque así fue como me criaron.
Damien sonrió lentamente.
—Tienes suerte de estar viva en este momento.
Le eché un vistazo.
—Al igual que tú.
Amplió su sonrisa aún más, odiándome pero queriéndome al
mismo tiempo. Sus ojos verdes estaban puestos en una cara bonita,
sus pómulos masculinos complementaban sus labios llenos. Era un
hombre hermoso, pero estaba tan contaminado por el mal, que su
hermosura se perdió en el camino.
Micah ignoró a su mano derecha.
—Si tu padre permanece en mi cautiverio, lo torturaré y lo
mataré.
Mantuve exactamente la misma expresión, tal como lo haría en
un juego de póker. Mi hermano era parte del negocio familiar, pero
no lo habían mencionado ni una vez. Debe haber desaparecido antes
de que pudieran llegar a él, y ahora no tenían idea de a dónde se
había escondido. Nunca me lo diría, así que no tenía sentido
preguntar.
—Lo asumí. ¿Qué quieres de mí? —No tenía habilidades
especiales ni interacción con el negocio familiar, por lo que no tenía
mucho que ofrecer. Incluso mi información era inútil porque le había
dado la espalda al comercio. Eso debería ser obvio para ellos, si
hicieron su investigación.
—Haremos un intercambio contigo —ofreció Micah—. Un
hombre por otro.
Entrecerré los ojos automáticamente, el miedo controló
involuntariamente mis reacciones. La única persona que podían
querer era mi hermano, y ese era un intercambio que me negaba a
hacer. Podrían amenazar con matarme de nuevo, y aun así no haría
una diferencia.
—Tienes un edificio lleno de hombres capaces a tu disposición.
¿Por qué me lo pides?
—Este hombre es intocable. —Micah sacó una carpeta del
interior de su chaqueta y la puso sobre la mesa entre nosotros.
No la abrí.
—Si es intocable, soy una persona terrible para preguntar.
Puede que sea una buena tiradora, pero no soy una asesina. —No
pude lograr ningún tipo de truco. Viví una vida tranquila fuera de
Florencia. Fui a trabajar todos los días a la galería, pasé tiempo con
mis amigos, tuve algunas citas aquí y allá y luego me iba a casa.
—No queremos que lo mates. —Micah acercó la carpeta a mí—.
Necesitamos a este hombre vivo. Tráelo a nosotros, y tu padre saldrá
libre.
No podía permitirme pensar en la condición de mi padre.
Probablemente estaba encerrado en una habitación sin ventanas,
con apenas un catre. Tal vez se lo merecía por su negocio, pero me
rompió el corazón imaginarlo de esa manera. Si hubiera algo que
pudiera hacer por él, lo haría.
—Como ya dije, no tengo habilidades. Soy compradora de arte.
Damien me miró con esos ojos maliciosos.
—Date más crédito, cariño.
Mantuve mi mirada en Micah para no romper la garganta de
Damien.
—¿Quién es este hombre?
Micah volvió a agarrar su vaso, pero en lugar de beber de él, lo
sostuvo en su palma.
—Cato Marino.
Ese nombre no significaba nada para mí.
Micah debe haber reconocido el vacío en mis ojos porque
elaboró una respuesta.
—Es el dueño del banco más grande del mundo. Oculta dinero
para los chinos, tiene vínculos con las bóvedas en Suiza, y la mitad
de la deuda de los Estados Unidos puede ser atribuida a él. Puede
haber bancos con nombres diferentes, pero todos ellos son propiedad
del mismo hombre.
—Jesús... ¿y crees que puedo tocar a este tipo? —Reí a pesar de
la gravedad de la situación porque era ridículo—. Es como el tipo más
rico del universo. ¿Crees que puedo acercarme a él y pedirle que
venga conmigo?
—No. —Damien me miró sin parpadear—. Pero podrías meterte
en su cama.
Ahora todo se hizo claro como el agua. Querían que abriera las
piernas y sedujera a este hombre. Querían que me acostara como
una puta. Una vez que me ganara su confianza, podría engañarlo
para que lo atraparan las manos equivocadas.
—No estoy en esa línea de negocio. —Agarré la botella de whisky
y volví a llenar mi vaso.
—Entonces será mejor que encuentres otro plan —dijo Micah—
. No importa cómo lo logres. Conseguimos a Cato Marino y tu padre
saldrá libre. Es así de simple. No hagas nada... y lo mataré. —La
actitud de caballero desapareció hace mucho tiempo, y ahora sus
verdaderos colores subieron a la superficie. Apretó su vaso con los
dedos—. Tu padre invadió nuestro territorio y fue lo suficientemente
estúpido como para cruzar la línea demasiadas veces. Tuve la
amabilidad de advertirle, pero no más.
Mi padre tenía un negocio de cigarros y los exportaba a toda
Europa. Eran de alta calidad, a veces pagaban ochenta euros solo
por uno. Pero no fue así como él hizo su dinero. Sus cigarros estaban
llenos de drogas, las drogas más finas de este hemisferio. Las traía
de contrabando donde necesitaban ir bajo el hábil disfraz. El
problema era que Micah estaba en la misma línea de trabajo, e Italia
simplemente no era lo suficientemente grande para los dos. Le
advertí a mi padre que su buena suerte se agotaría, que tomaría un
bocado más grande de lo que podía masticar. Cuando no me escuchó,
le di la espalda a mi familia, porque yo quería una vida simple.
—Eres una mujer inteligente y te respeto. —Micah acababa de
amenazarme, pero ahora había cambiado su actitud como si no
hubiera sucedido—. No aprobabas lo que él estaba haciendo. Le
advertiste que esto sucedería. Dejaste a tu familia y comenzaste de
nuevo. Desafortunadamente, el resto de tu familia no heredó la
misma inteligencia.
—Pero todavía estoy aquí contigo... así que no puedo ser tan
inteligente. —Debería haber dejado Italia. Debí haberme mudado a
Francia o a Londres. O mejor aún, debería haber cruzado el océano
y comenzar una nueva vida en América.
Micah me brindó una leve sonrisa.
—Puedes culpar a tu padre por eso.
Sí, podría culparlo por todo esto. No quería tener nada que ver
con su vida criminal, pero de alguna manera había sido arrastrada
de nuevo en ella.
—¿Qué quieres con Cato Marino? —No sabía nada acerca de
este tipo, pero sabía que no era inocente.
Si él lo fuera, Micah no correría el riesgo de que su organización
derribara a un hombre tan poderoso. Debe haber una buena razón.
—Eso es nuestro asunto. —Micah tomó un trago—. No es tuyo.
¿Por qué esperaba algo más?
—¿Y si digo que no? —Tenía todo el derecho de alejarme ahora
mismo. Le había advertido a mi padre muchas veces. Incluso cuando
mi madre fue asesinada, él no se detuvo. Esa fue la última gota que
colmó la copa para mí. Estaba cegado por la codicia y el poder. La
fortuna era más importante que su familia, más importante que la
mujer que le dio a sus hijos.
Se metió en este lío, y debería dejarlo sufrir por ello.
Damien ladeó ligeramente la cabeza, como si esa respuesta
fuera la que él esperaba.
—Entonces puedes acompañarme en mi cama. —La amenaza
era palpable, llenando el aire a nuestro alrededor e impregnando
nuestra piel. Su lujuria coincidía con su hostilidad, y no había
evidencia de un engaño—. Y cuando termine contigo, arrojaré tu
cadáver a la prisión de tu padre, desnudo y empapado por todos los
agujeros.
Como insectos que se arrastraban por mi piel, sentí que mi
cuerpo se retorcía bajo manos invisibles. Mi respiración se aceleró un
poco, y mis dedos se estremecieron automáticamente, deseando
poder agarrar un vaso y aplastarlo sobre la cabeza de Damien. Pero
ya tenía una herida de bala, y no estaba deseando otra.
Incluso si Damien no me había amenazado con esa imagen
aterradora, sabía que mi conciencia no me permitiría abandonar a
mi padre. Si él fuera alguien más, hubiera seguido luchando hasta
que la última gota de sangre saliera de mis venas, pero mi lealtad no
me permitiría doblegarme. Si lograba esto, salvaría mi vida y la de mi
padre.
Y la niña pequeña dentro de mí todavía deseaba que tuviéramos
el final de cuento de hadas que siempre quise, una vida simple
juntos.
Cenas familiares los domingos. Poniendo el árbol de Navidad
mientras la escarcha se acumulaba contra las ventanas. Tomando
vino en nuestro viñedo favorito justo cuando terminaba la cosecha.
Me sentí sola toda mi vida, incluso cuando mi familia estaba a unas
pocas millas de distancia.
—Si te traigo a Cato, ¿liberas tanto a mi padre como a mí?
Micah asintió.
—Con la condición de que tu padre cierre su negocio.
Mi padre amaba ese negocio más que a mí, pero quizás estar
encerrado por Dios sabe cuánto tiempo, lo haría cambiar de opinión.
—Bien. Pero no estoy durmiendo con él. —Haría cualquier cosa
para salvar a mi familia, pero abrir mis piernas no era un camino que
tomaría. Debe haber alguna otra manera de hacer que suceda.
—No me importa cómo lo hagas —dijo Micah—. Solo haz el
trabajo. Pero si fallas, no hay trato. Hasta que Cato Marino esté en
mi cautiverio, tu padre permanecerá aquí. Y si no puedes cumplir lo
que prometiste, me veré obligado a matarte. Y a tu padre. Entonces,
si yo fuera tú... No me tomaría tu tiempo.
Damien me sonrió.
—Pero después de que te vuelva a capturar... definitivamente
me tomaré mi tiempo.
3
Traducido por Jessibel
Corregido por Florpincha
Siena
Esto fue lo que había recibido sobre Cato Marino.
Era estúpidamente rico. Multibillonario.
Él era exitoso. No pude hacerme la idea sobre los logros de este
hombre soltero en su única vida.
Él era joven. Acababa de cumplir treinta años en marzo.
¿Cómo alguien tan joven logró tanto?
Y la revelación más sorprendente de todas... él era ardiente.
Inexplicablemente precioso. Tan hermoso que era irreal. Más de
un metro ochenta de acero, y probablemente todo el acero en sus
pantalones también. Cada imagen que vi de él mostraba sus hombros
cavernícolas, sus brazos musculosos y su cintura ajustada. Si estaba
en jeans o un traje, la dureza de su cuerpo no podía ser negada. Era
sexi de pies a cabeza, material de un modelo, no solo material
bancario.
No había planeado seducirlo para lograr mi objetivo, pero ahora
me di cuenta de que el plan no habría funcionado de todos modos.
Un multimillonario caliente como él ya estaba recibiendo demasiado
culo para manejar. Él podía tener a cualquier mujer que quisiera, así
que no había manera de que pudiera impresionarlo. Él podría
mirarme, pensar que era bonita. Pero un instante después, ya estaría
pensando en otra cosa.
Hice toda la investigación que pude, y era seguro concluir que
este hombre era impenetrable. Cada fotografía que pude encontrar
mostraba a su equipo de seguridad en el fondo. Las únicas
apariciones públicas que hizo fueron por trabajo. Su vida personal
no era revelada. Ni siquiera había una foto de él yendo a la tienda de
comestibles para comprar un poco de jugo de naranja.
No es de extrañar por qué Micah puso esto en mis hombros.
Había algunos lugares que Cato frecuentaba en Florencia, así
que decidí verlo en persona. Quizás si estudiaba a mi presa,
obtendría una mejor comprensión de cómo iba a lograr esto. Ir hacia
él con una pistola no lograría nada. Uno de sus hombres me
derribaría en un segundo. Probablemente ni siquiera podría
acercarme a él, no sin ser interceptada por uno de sus
guardaespaldas.
No tenía mucho tiempo que perder, pero tenía que tomar esto
lentamente si iba a lograr algo.
Fui a uno de sus clubes favoritos en Florencia. No tenía ni idea
de cuándo iba a mostrar su cara, así que hice una aparición tres
noches seguidas, con un vestido y tacones diferentes cada vez. El
barman pensó que era una alcohólica solitaria que rápidamente se
había convertido en una cliente habitual.
En la tercera noche, me senté sola en una mesa cuando
finalmente tuve algo de suerte. Mis manos estaban envueltas
alrededor de mi vaso de whisky mientras mis ojos observaban la
conmoción en la puerta. Los gorilas se apartaron del camino para
que Cato pudiera liderar el grupo. Con otros tres hombres guapos en
trajes, entraron al bar, con todas las cabezas girando hacia ellos
como si fueran hermosas mujeres con tacones. Las mujeres no eran
las únicas que miraban, sino que también los hombres,
probablemente envidiaban a un hombre tan rico y guapo que podía
tener a cualquier mujer que quisiera, en cualquier momento.
Se les despejó un área especial de asientos solo para ellos, y
antes de que sus musculosos culos se presionaran contra los
asientos de cuero, una sexi camarera con un vestido que apenas
cubría algo de su cuerpo, apareció de la nada para esperarlos.
Me centré en Cato e ignoré a sus tres amigos. Incluso en la
oscuridad del club, se veía exactamente igual que en sus fotografías.
Robusto, guapo y confiado. Llevaba un cuello en V gris que destacaba
sus brazos musculosos y el pecho. Sus hombros eran más anchos en
persona que en las fotos. Con ojos azules y cabello castaño, era un
hombre muy bonito. Su piel bronceada implicaba que amaba el aire
libre, a pesar de que nunca había visto una sola fotografía de él
caminando o navegando.
Continué disfrutando mi escocés mientras miraba desde mi
silla, tratando de obtener toda la información que pudiera. Los tres
hombres que estaban con él parecían ser amigos, no hombres de
seguridad. Los hombres a cargo de mantenerlo a salvo se quedaron
cerca de la entrada, sus ojos escaneaban la barra y todos los que
estaban cerca. Con suerte, no me encontraron sospechosa, solo una
mujer que se estaba debatiendo en hacer un movimiento.
Justo cuando la camarera regresaba con sus bebidas, un grupo
de mujeres se les unió. Todas bonitas y vestidas para la ocasión,
mostraron sus sonrisas y sus largas piernas, sabiendo exactamente
quién era Cato.
Asumí que un chico guapo como él era un playboy, pero no
estaba preparada para lo extremadamente mujeriego que era.
Agarró a la mujer más cercana por la muñeca y la acercó
suavemente. Sus manos guiaron las caderas sobre sus muslos hasta
que ella se sentó a horcajadas en su regazo. Luego la agarró por la
parte baja de la espalda y la atrajo para besarla, su vestido subió y
mostró su tanga negra a todos.
Los otros hombres no parecieron en absoluto sorprendidos.
El personal del bar no se apresuró y le dijo que se atuviera al
código de vestimenta.
Con mi mandíbula colgando abierta, vi a Cato besarse con una
completa extraña. Como si pudiera hacer lo que quisiera, tomó el
control sin pedir permiso. Su mano se clavó en su cabello, y la besó
a plenitud, tratándola como si la adorara en lugar de no tener idea
de quién era ella. Sus dedos acomodaron el pelo detrás de la oreja y
luego la besó.
Aunque era un cerdo total, todavía era muy caliente. Él
ciertamente sabía cómo usar esa robusta boca suya.
Terminó el beso y luego la guio suavemente hacia el asiento a
su lado. Su brazo descansaba sobre el respaldo del sofá, y se volvió
para hablar con ella, tal vez para preguntarle su nombre, pero otra
mujer se sentó a horcajadas sobre sus caderas y le robó la atención.
Luego se fue con ella.
—Jesús... —Tomé un largo trago de mi whisky.
Ella lo besó más fuerte que la mujer anterior, sus manos
acariciaron su pecho mientras se apoyaba contra su erección en sus
pantalones. Ella le mostró sus mejores movimientos, haciendo todo
lo posible para eliminar a la mujer que acababa de hacer el mismo
truco.
El beso duró un rato antes de que él la dirigiera hacia el espacio
al otro lado. Ambos brazos descansaban ahora sobre el cuero del
respaldo del sofá mientras reclamaba a las dos mujeres para pasar
la noche, una debajo de cada brazo.
—¡Guau... vaya cerdo!
Los otros chicos encontraron a sus mujeres, y luego pasaron la
noche bebiendo y hablando.
Había tenido mi parte justa de playboys, pero nada de ese
calibre. Ese hombre ni siquiera necesitaba cazar a una mujer porque
ellas lo buscaban. Todo lo que tenía que hacer era esperar treinta
segundos, y una hermosa mujer aparecería para reemplazar la
anterior. Cuando terminara la noche, probablemente llevaría a las
dos mujeres a su lugar con la intención de tener sexo con las dos.
Probablemente esperaban que pudieran llamar su atención si eran lo
suficientemente aventureras, pero como todas las demás, se habrían
ido por la mañana.
Y él olvidaría sus caras para siempre.
Justo cuando terminé mi whisky, apareció otra mujer. Ella se
sentó a horcajadas en su regazo, y comenzó otra sesión de besos.
Había estado sentada allí toda la noche sin atraer a un
admirador, mientras que Cato tenía más vaginas de la que podía
manejar.
—Demonios... necesito otro trago.
Siena
Me desagrada Cato ante mis observaciones, pero después de
nuestra breve conversación, me agradó aún menos. Era exactamente
lo que supuse que sería: un arrogante hijo de puta. No había
necesidad de sentirme culpable por mis intenciones de entregarlo a
Micah, no cuando él era tan imbécil.
Tan engreído, Jesucristo.
Quería terminar con todo esto porque no quería tratar con él,
pero cuando recordé que la vida de mi padre dependía de mí, me di
cuenta de que renunciar no era una opción. Además, tampoco quería
que Damien me violara. Esta era la mejor manera de salir de este lío,
por mi padre y por mí.
Parecía que dormir con Cato era mi única opción.
No quería hacerlo, a pesar de lo caliente que es. Era un idiota
arrogante, y eso no era sexi para mí. Me gustaba un hombre sexi
tanto como a toda mujer, aunque también necesitaba otras
cualidades, como la humildad.
Pero no me dieron el lujo de elegir en el asunto.
Cato
Estaba acostado entre Christina y Stephanie. Las ventanas del
piso al techo mostraban las brillantes luces de Florencia. La iglesia
católica de la calle estaba iluminada cada noche, como una estrella
guía para todas las almas perdidas de esta ciudad, incluyéndome.
No detuve a esa mujer al salir de mi casa.
Nadie me habló de esa manera.
Pero una vez que la rabia había pasado y me había acostado
con dos hermosas mujeres en mi cama, reflexioné sobre todo lo que
había dicho.
Si necesitas dos mujeres en tu cama todas las noches, entonces
obviamente no has conocido a ninguna mujer que pueda defenderse.
Esa podría haber sido yo, pero ahora nunca lo sabrás.
Ella plantó con éxito una semilla de duda, un indicio de
arrepentimiento. Me pregunté si, de haber pasado la noche solo con
ella, el sexo hubiera sido tan maravilloso como lo había prometido.
Supongo que ya no importaba. Nunca la volvería a ver.
Ni siquiera sabía su nombre.
Era demasiado hermosa para ser una de esas estúpidas
mujeres obsesionadas que pensaron que podían cambiarme, que
pensaron que tenían algo especial que me haría sentar cabeza y
casarme con ellas.
Nunca me casaría.
Era demasiado rico para casarme.
Las mujeres querían estar en mi cama porque yo era buen
amante. Pero accedieron a hacer tríos con la esperanza de que
significaran algo para mí, de que las consideraría lo suficientemente
aventureras y emocionantes como para ser mi esposa.
No había una sola mujer que me hubiera rechazado, hasta
ahora.
Mi teléfono vibró en la mesita de noche con una llamada, así
que cuidadosamente me acerqué a Stephanie para contestar. Nadie
me llamaba a esta hora a menos que fuera una emergencia.
Y es mejor que sea una emergencia.
Vi el nombre en la pantalla. Madre.
Salté de la cama y entré a la sala para contestar.
—Madre, ¿qué pasa? —Estaba en mi sala de estar con la mano
en la cadera, completamente desnudo. Poco a poco, me paseé,
temiendo lo peor—. ¿Estás bien?
—Siento mucho molestarte ahora, Cato. —Suspiró en el
teléfono, pero su tono no insinuaba ninguna angustia. Mi madre
siempre había sido así, inquietantemente tranquila incluso en las
situaciones más peligrosas. Me hacía imposible leerla.
—Nunca me molestas. Ahora dime. —Me paré frente a la
ventana y miré a través de la ciudad, conteniendo el aliento mientras
esperaba una respuesta.
Ella suspiró antes de responder.
—Él está aquí... y no puedo hacer que se vaya.
Sabía exactamente quién era él.
—¿Por qué diablos lo dejaste entrar?
—Dijo que quería hablar.
—Tuvo mucho tiempo para hablar contigo hace veinticinco
años. —Con la mandíbula apretada y los bíceps flexionados, comencé
a caminar nuevamente por la sala de estar—. Esa fue su
oportunidad, él la arruinó.
Tranquila como siempre, ella no se inmutó ante mi ira.
—¿Vienes, Cato?
Ella nunca tuvo que hacer esa pregunta.
—Sabes que sí.
Siena
Me senté en la mesa de la cocina de mi casa, la información y
las fotografías de Cato estaban extendidas por todas partes. Había
una bolsa de dulces abierta que estaba comiendo, junto con mi
tercera taza de café. Me senté allí, sin más ideas, y traté de pensar
en un plan.
No tengo nada.
Cato era demasiado cerdo para seducir. Era demasiado fuerte
para derribar. Y él era demasiado cauteloso para que lo interceptara.
Tuve una mayor posibilidad de volar a la luna que de hacer este
trabajo.
El último recuerdo que tenía de él flotaba en mi mente. Estaba
parado fuera del ascensor en su bóxer negro, y su pecho musculoso
se veía agitado por la rabia. Todo acerca de él era sexy, desde sus
estrechas caderas hasta sus muslos musculosos. Me miró como si yo
fuera el mayor dolor en el trasero, pero seguía siendo sexi.
¡Qué maldito cerdo!
Había tenido mi parte justa de playboys e imbéciles, pero Cato
Marino estaba a un nivel completamente nuevo.
El hombre pensaba que era Dios.
Pensó que podía hacer lo que quisiera sin explicación. Era tan
egoísta que ni siquiera consideró lo que su cita podría querer.
Probablemente llamó a otra mujer para reemplazarme al segundo que
salí de allí. Luego tuvo sexo con las dos y se olvidó de mí por
completo.
Cerdo.
Sonó mi teléfono, y alguien con quien no quería hablar estaba
en la otra línea.
—Sí, ¿Damien?
Su sonrisa era audible sobre la línea.
—Cariño, me encanta la felicidad en tu voz.
—Lo llamas felicidad. Yo lo llamo disgusto.
—Entonces, ¿qué te parece correcto? —dijo con una risita
ahogada.
Corté la persecución antes de que pudiera alargarla.
—Todavía estoy trabajando en ello. He interactuado con Cato
un par de veces, pero no he encontrado una manera de hacer que
esto funcione.
—Así que decidiste acostarte con él.
—No. Nunca dije eso.
—Lo que digas, cariño. ¿Cuándo crees que va a pasar esto?
—Realmente no lo sé —le dije bruscamente—. Me diste una
tarea que es imposible de completar.
—Eso no es un buen augurio para tu padre...
En lugar de compadecerme de mi padre por estar encerrado,
estaba furiosa con él. Si solo me hubiera escuchado, todo esto no
estaría sucediendo. Le importaba más el dinero que proteger a su
familia; ahora era yo quien arreglaba todo. Despreciaba el dinero con
cada fibra de mi ser. No me perdí una vida de lujo, no cuando tenía
tantas dificultades. Mi casita fuera de Florencia era perfecta. Tenía
dinero suficiente para todo lo que necesitaba con un presupuesto. Y
eso era más que suficiente.
—Lo resolveré, Damien.
—Está bien. Simplemente no tardes demasiado.
Terminé la llamada y coloqué mi mano en la bolsa de dulces.
Conseguí un puñado de azúcar y luego me la metí en la boca sin
preocuparme por el impacto en mi cintura. No era como si todavía
tuviera que seducir a Cato.
Mi teléfono comenzó a sonar de nuevo, esta vez con un número
que no reconocí. Contesté.
—Siena habla.
—Hola, Siena. ¿Cómo estás? —La voz profunda sobre la línea
era inherentemente familiar, llena de afecto paternal.
La imagen de Crow Barsetti apareció en mi mente, pero eso era
ridículo considerando que apenas lo conocía. Nuestras interacciones
solo duraron unos minutos. La última vez que lo vi, sentí una
atracción por él, sintiendo la misma sensación en mi pecho que
sentía por mi propio padre.
—¿Crow?
—Sí. —Habló con afecto—. Tengo un distintivo en mi voz, ¿no?
—Sí, supongo que sí. —Hace solo unos minutos que Damien me
amenazó, pero eso parecía ya hace mucho tiempo. El calor de Crow
quitó la frialdad de Damien—. ¿Cómo puedo ayudar? He estado
pensando mucho en nuestra conversación.
¿Había decidido ayudarme?
—No he cambiado mi posición al respecto. Tengo que pensar en
una gran familia. Pero pude hacer algunas llamadas y obtener
información para ti.
—¿De verdad? —pregunté, jadeando un poco—. Oh, Dios mío,
muchas gracias. Ni siquiera sé qué decir...
—Bueno, no es mucho para trabajar, pero Cato está buscando
un comprador de arte para decorar su casa en la Toscana. Eso es lo
que haces para vivir, ¿correcto?
—Sí. —No pregunté cómo lo sabía.
—Ofrecí buenas recomendaciones de ti. Dije que eras la mejor.
Él realmente había sacado su cara por mí.
—¡Guau!
—Es una forma de llegar a su hogar y una forma de llamar su
atención. No es el tipo de trabajo que su asistente puede realizar. El
arte es muy personal, por lo que tendrá que aprobar todo lo que
encuentres para él. Es lo más cerca que vas a estar.
Ya me acerqué bastante a su cama... pero eso no funcionó.
—Muchas gracias, Crow. Realmente... significa mucho para mí.
Nunca olvidaré tu amabilidad.
Estuvo en silencio por un largo tiempo, dejando que pendiera
entre nosotros.
—Sé lo importante que es la familia. También tú.
***
Estuve en la galería unos días después cuando sonó el teléfono
en el escritorio. Era un martes por la tarde, y el negocio estaba lento.
Pocas personas buscaban un comprador profesional de arte a la
mitad del día.
Respondí.
—Galería Rosa. Esta es Siena. —Tenía una lista de clientes que
conocí a través de la galería y mi trabajo era encontrar las piezas
—¿Siena Russo? —preguntó el hombre sin rodeos.
—Sí, soy ella. ¿Cómo puedo ayudarte?
—Mi jefe está buscando a alguien para decorar su casa con
piezas de arte específicas. Tiene un gusto muy particular y un
presupuesto muy grande. He investigado y parece que se ha hecho
de una gran reputación.
Gracias, Crow.
—Me halaga.
—¿Te interesa el proyecto?
Una persona normal haría un millón de preguntas, pero como
ya sabía que esto era para Cato, no lo hice.
—Mucho. Solo avísame cuando quieras empezar.
Probablemente debería reunirme con tu jefe para conocer lo que le
gusta.
—Veré si tiene tiempo. Está muy ocupado.
Sí. Ocupado siendo un cerdo.
—Sabes dónde encontrarme.
Me dirigí hacia el oeste de la Toscana y me acerqué a la gran
pared de adoquines que rodeaba la propiedad. Era un terreno
privado, y no podía ver ningún vecino a ambos lados de la carretera.
El follaje era denso y verde a pesar del calor implacable, y como
siempre, había un olor a uvas en el aire.
Me detuve en la puerta de hierro negro y observé cómo me
examinaba la seguridad. Uno se acercó a mi ventana y me pidió mi
identificación antes de que abrieran las puertas y me dejaran pasar.
Mi corazón cayó en mi estómago. Este hombre estaba vigilado
en todo momento. Necesitaría cien hombres armados si tuviera
alguna posibilidad de lograr algo, y aun así, las probabilidades no
estaban a mi favor.
Conduje por la carretera hasta su propiedad, viendo las
hectáreas de exuberante paisaje encerrado dentro de las paredes. El
equipo de seguridad de Cato parecía permanecer a lo largo del
perímetro porque su hogar real era tranquilo y silencioso. Tres pisos
de altura, era una mansión lo suficientemente grande para veinte
personas. Es difícil imaginar que vivía allí solo.
A pesar de que ciertamente no dormía solo.
Aparqué en la rotonda, recogí mis cosas y me preparé para
enfrentar al hombre con el que estallé. La mirada enojada en sus ojos
todavía estaba fresca en mi mente. Lo insulté y me fui, algo a lo que
probablemente no estaba acostumbrado. Todos se inclinaban ante él
como si fuera una especie de rey.
Puede que ni siquiera me contrate.
Él podría echarme un vistazo y ordenarme salir de su
propiedad.
Llamé a la puerta y me saludó un hombre con pantalones y una
camisa de polo.
—Usted debe ser Siena. —Un hombre de unos cincuenta años
con cabello negro y mechones blancos sonrió y mostró su hermosa
sonrisa. Su piel estaba claramente bronceada, como si atendiera las
necesidades tanto dentro como fuera de la casa—. Por favor entra.
—Gracias. —Llevaba un vestido negro con una chaqueta de
punto negra y un collar de perlas alrededor de mi cuello. Cuando
trabajaba, siempre llevaba esos dos tonos. Complementaba la
ilustración que mostraba y me hacía parecer neutral en comparación.
Mis tacones eran más altos de lo normal, lo que me dieron siete
centímetros adicionales de altura. Chocaron contra la madera
mientras me llevaba dentro.
—Estoy emocionada de estar aquí.
—Estamos emocionados de tenerte. Es una casa hermosa, pero
necesita iluminarse un poco. —Colocó su mano entre los omóplatos
y luego me guio a una habitación privada. La entrada tenía dos
escaleras en los lados opuestos, y el espacio intermedio era lo
suficientemente grande como para ser ocupado con un cóctel. Los
pisos de madera noble y las hermosas molduras la convirtieron en la
casa más hermosa que jamás haya visto.
La sala de estar tenía dos sofás con una mesa de café, junto con
otras sillas y una ventana grande que mostraba el resto de su
propiedad en la parte trasera. Olía a limpio y fresco, pero parecía una
habitación que nunca fue tocada. Probablemente fue una de las
muchas habitaciones reservadas para una conversación privada,
pero no una reunión de negocios.
—¿Café o té? —preguntó—. ¿O estás preparada para algo más
fuerte?
—Tendré lo que el señor Marino disfrute.
—Bueno, el señor Marino es un fanático del whisky.
Ya lo sabía.
—Qué coincidencia. Yo también.
Él asintió levemente.
—Ustedes dos se llevarán bien. Soy Giovanni, por cierto.
—Encantada de conocerte, Giovanni.
Salió y dejó la puerta abierta.
Organicé mis papeles y preparé mis notas, mi corazón latía en
mi pecho. Incluso si no tuviera motivos ocultos, este sería el trabajo
de mis sueños. Este lugar era enorme y, a juzgar por su elegante
decoración, solo las piezas más hermosas de arte deberían colgar en
estas paredes. Sería un honor trabajar en algo así como esto, y que
me paguen por ello.
Pero me pregunté cuál sería su reacción una vez que me viera.
Giovanni regresó unos minutos más tarde. Dejó una bandeja
con un decantador de whisky, dos vasos con un solo cubo de hielo
en cada uno, y una variedad de quesos y uvas.
—El Sr. Marino acaba de terminar con su madre. Estará dentro
de poco con usted.
—Gracias.
Después de que Giovanni se fue, me quedé quieta y sentí que
los nervios me afectaban. No había ninguna razón para dejar que su
intimidación me afectara, no cuando tenía una misión que cumplir.
La vida de mi padre estaba en peligro, por lo que incluso si él fuera
una buena persona, no cambiaría lo que sentía por la tarea.
Escuché su voz un momento después.
—Te veré más tarde, madre. —Sus pasos pesados hicieron eco
en la entrada.
El sonido de sus tacones acompañó a los de él.
—Gracias por dedicarme un tiempo, hijo. Sé lo ocupado que
estás. —Ella habló como una reina, reteniendo tanta elegancia que
la imaginé usando una tiara.
Una puerta se cerró un momento después.
Luego escuché sus pasos acercarse mientras caminaba hacia
donde me encontraba. Tan claro y fuerte que crecieron hasta que su
presencia llenó el aire. Rígido de poder y autoridad, estaba el
propietario de la habitación en el momento en que entró en ella.
Yo estaba de espaldas a él, así que no podía ver su rostro.
Él no podía ver el mío.
No se disculpó por hacerme esperar, y él tampoco se presentó,
como si anunciar su nombre era simplemente redundante. Se
comportaba como un rey, como si cada uno de sus súbditos supiera
exactamente quién era y nunca le darían la espalda.
Me puse de pie y lo enfrenté, manteniendo mi equilibrio como si
su innegable poder no tuviera ningún efecto en mí.
No se detuvo cuando reconoció mi rostro, pero hubo un destello
de sorpresa que se movió por la superficie de sus ojos. Se detuvo
cerca del sofá como si estuviera a punto de estrecharme la mano,
pero nunca extendió el saludo. Los ojos eran aún más brillantes que
antes, probablemente debido a la luz del sol que entraba por la
ventana grande. Llevaba unos vaqueros oscuros y una camiseta gris,
el tipo de ropa que se ajustaba a su cuerpo a la perfección.
Continuó mirando fijamente, sin parpadear, y su mirada era
intensa. Fue la misma mirada que habíamos compartido al otro lado
de la habitación en momentos de tranquilidad, una conversación
entera pasó entre nuestras expresiones. Tal vez estaba pensando en
nuestro beso en el bar.
Tal vez estaba pensando en cómo se sentía mi tobillo bajo las
yemas de sus dedos. O tal vez estaba pensando en echarme de su
casa en ese mismo momento.
No se sentía bien saludar o preguntar cómo estaba. No se sentía
bien decir nada en absoluto. Así que no lo hice.
Se movió al otro sofá y se sentó, bajando lentamente su gran
cuerpo frente a mí. Sin apartar sus ojos de mí, sirvió dos copas de
whisky y tomó un sorbo de uno.
Estaba tan tranquilo en la habitación que podía escuchar cada
pequeño sonido. Podía escuchar el golpeteo del cubo de hielo contra
el vidrio, el sonido del decantador cuando lo devolvió a la bandeja.
Podía escuchar el escocés girando alrededor de su boca, justo sobre
su lengua.
Dejó el vaso y me miró de nuevo, con las manos entrelazadas
entre las rodillas.
—Siena. Hermoso nombre.
Eso fue lo último que esperaba que dijera.
—Gracias.
—¿Eres de Siena?
—No. Nací aquí.
Agarró mi vaso y me lo entregó.
Acepté su oferta y tomé un trago.
Observó cada segundo de mis movimientos, centrando sus ojos
en mi boca y garganta.
Devolví el vaso a la mesa y no comencé a discutir el trabajo.
Había una buena posibilidad de que no quisiera que me quedara en
su casa por mucho tiempo.
—¿Quieres que me vaya?
Sus ojos bonitos eran la única característica suave que poseía.
El resto de él era duro y frío, como un hombre sin escrúpulos. Era
imposible leer, su expresión era siempre severa. Si él era de esa
manera intencionada o no, era un misterio.
—¿Por qué iba a querer que te vayas?
—Porque te llamé cerdo. —No había forma de que el recuerdo
de esa noche no estuviera tan fresco en su mente como lo estaba en
la mía.
Él inclinó su cabeza ligeramente.
—Soy un cerdo.
No pude detener la ligera mirada de sorpresa que mostró mi
cara.
La esquina de su boca se curvó en una sonrisa, pero sucedió
tan rápido que no estaba segura de que realmente sucediera.
—Y me gusta ser un cerdo.
Mi sonrisa no reflejaba la suya, pero no lo desprecié como antes.
Al menos era honesto acerca de quién era, incluso si se lo ofrecía sin
previo aviso.
—Sí, puedo decirlo. —Agarré mi carpeta y jugueteé con mi
pluma—. Puedo hablar sobre mis calificaciones para el trabajo, o
puedes preguntarme lo que quieras saber.
—Bien. —Juntó sus manos, y sus dedos masajearon sus
nudillos—. ¿Era esto lo que estabas buscando todo el tiempo?
Sostuve su mirada mientras mi corazón saltaba a mi garganta.
Me sentí como un espécimen bajo el microscopio mientras me
escudriñaba. Era una pregunta que no podía esquivar, y tenía que
responderla con cuidado. Él sabía que yo lo había estado siguiendo.
Él sabía que no quería dormir con él. ¿Qué otra explicación tenía que
dar? Parecía ser una extraña coincidencia que yo estuviera allí ahora,
pidiendo un trabajo soñado.
Cuando no contesté, me presionó de nuevo.
—Respóndeme.
—Tu equipo me contactó.
—Demasiada coincidencia.
—Todavía no he dado una respuesta.
Continuó masajeando sus nudillos.
—Tengo todo el día.
Cato Marino era un hombre que sospechaba demasiado como
para para escabullirse. Si no lo admitía, él seguiría cavando hasta
que encontrara mi propósito. Y mi verdadero propósito era mucho
peor que mi falso propósito. Eso era algo que no podía descubrir.
—Sí. Quería este trabajo. Quería estudiarte para averiguar qué
tipo de obra de arte te gustaría. Quería conocerte para entender tu
alma. De esa manera, cuando me acercara a ti, tendría más para
ofrecer que cualquier otra persona.
Él sostuvo mi mirada y escuchó cada sílaba que salía de mi
boca. Su reacción no fue obvia porque mantuvo sus pensamientos
íntimos herméticos.
—Eso es dedicación.
—Me tomo mi trabajo en serio.
Junto con la vida de mi padre.
—Muy en serio, si estás dispuesta a acostarte con un hombre
por eso.
Era un insulto que merecía porque eso era exactamente lo que
estaba haciendo. No quería tener nada que ver con este hombre. Si
nuestros destinos no estuvieran tan entrelazados, nunca me hubiera
molestado. Era demasiado complicado para mí. Pero no quería que
él me percibiera de esa manera, como si yo fuera realmente tan
ambiciosa.
—Esa no fue la única razón por la que quería dormir contigo.
Me observó por un largo tiempo, sus ojos permanecieron
enganchados a los míos sin inmutarse. Él no parecía complacido o
molesto por esa respuesta. Como si no hubiera dicho nada en
absoluto, cambió el tema.
—Es un gran proyecto. Espero que puedas manejarlo.
—Puedo manejar cualquier cosa.
Se puso de pie y dejó atrás su whisky. Parecía que la
conversación había terminado porque se dirigió a la puerta.
—Entonces, estás contratada.
7
Traducido por Jessibel
Corregido por Florpincha
Cato
Al igual que todos, ella quería algo de mi.
La mayoría de las mujeres querían una buena posición. La
mayoría de las mujeres querían la oportunidad de enamorarme de
ellas. La mayoría de las mujeres querían tener en sus manos mi
dinero.
Pero ninguna mujer había querido nunca un trabajo de mí.
Debería molestarme con Siena, pero en realidad, me
impresionó. Al igual que yo lo hacía, cuando ella quería algo, salió y
lo tomó. La mayoría de la gente no tendría ese tipo de estimulo y
paciencia. Ella hizo toda su investigación antes de finalmente hacer
su movimiento.
Yo había hecho lo mismo al principio de mi carrera. Estudié
todos mis objetivos antes de mudarme. Intenté aprender lo que les
gustaba y no les gustaba. Desde sus creencias religiosas hasta sus
puntos de vista económicos, sabía todo.
Ella había estado en mi radar desde la primera vez que la había
visto, así que no me sentí engañado por su estratagema. Mi guardia
siempre había estado levantada porque era una fortaleza permanente
que rodeaba mi duro exterior. Tal vez si realmente me hubiera
engañado, estaría enojado con ella. Pero no podía estarlo con una
mujer que trabajaba tan duro para conseguir lo que quería.
No sabía nada sobre la industria del arte, pero sabía que se
trataba de un proyecto multimillonario.
Cualquiera mataría por la oportunidad.
Si ella fuera un hombre, cualquiera la llamaría despiadada y
ambiciosa.
Así fue exactamente como la vi.
Mi casa toscana era relativamente nueva. Lo compré el verano
pasado y el diseñador de interiores se encargó de todos los cambios
que quería. Era un extenso proyecto, y ahora que se había
completado, necesitaba los toques finales. Mi hogar no era solo la
residencia donde pasaba los veranos, sino también era el lugar donde
invitaba a mis clientes especiales y organizaba mis cócteles. Tener
impresionantes piezas de arte en las paredes era una parte esencial
de esa experiencia. No era un aficionado al arte de ninguna manera,
pero podía apreciarlo, hasta cierto punto.
Bates y yo acabábamos de terminar de trabajar en la oficina
principal cuando Giovanni entró.
—La señorita Siena lo está esperando en el salón, señor. —En
lugar de que él usara un atuendo de mayordomo, le permití que se
vistiera casualmente como el resto del personal. Solo vestía trajes
para ocasiones especiales, así que no vi por qué necesitaba aspirar
con tres capas de ropa.
Le di un leve movimiento de comprensión con la mano.
Giovanni se fue.
Bates cerró su computadora portátil y luego la metió en su bolso
de cuero marrón.
—¿Quién es Siena?
—La compradora de arte. —Me puse de pie y terminé el resto de
mi vaso antes de dejarlo atrás.
—Bien. Ella animará el lugar. —Bates se puso la correa sobre
el hombro, con una leve sonrisa en su rostro—. O al menos tu
dormitorio.
No le había contado a mi hermano sobre mi experiencia previa
con ella.
—No creo que obtendré el honor.
—Guau. No me di cuenta de que había una mujer fuera de tu
liga.
Lo acompañé a la puerta.
—Solo creo que tenemos diferentes preferencias. —Mi miembro
necesitaba dos vaginas cada noche, dos bocas y dos traseros. A pesar
de lo impresionante que era Siena, sospechaba que una relación con
ella sería decepcionante.
—Entonces eso significa que es un juego justo. —Bates salió y
en el segundo que estuvimos a la intemperie, dejó de hablar de ella,
sabiendo que podría escuchar nuestra conversación.
Por eso no hablé más al respecto.
Bates se invitó al salón y encontró a Siena sentada en el sofá
como la última vez, con un vaso de whisky delante de ella. Se volvió
hacia mí, tenía una sonrisa satisfecha y luego siguió caminando.
—La compradora de arte.
Siena se dio la vuelta al oír su voz. Ella debe haberse dado
cuenta de que estábamos relacionados porque nuestras
características eran muy similares. Cualquier persona con ojos
podría resolverlo. Ella se levantó y le dirigió una sonrisa sin esfuerzo,
una que no era genuina pero que sin duda era hermosa. Si ella estaba
sonriendo o frunciendo el ceño, todavía tenía el mismo atractivo. Era
algo que había notado después de mirarla desde el otro lado de la
habitación.
—Hola. —Ella le estrechó la mano—. Debes ser Bates. Un placer
conocerte.
Bates le correspondió, pero tenía una mirada siniestra en sus
ojos. Era la misma expresión que usaba cuando estábamos en la
ciudad. Le gustaba lo que veía y quería más de eso. Su mano apretó
su muñeca, un poco más de lo normal, y se tomó su tiempo para
retirarse.
—El placer es mío. —Él se metió las manos en los bolsillos y
siguió mirándola.
Mi hermano y yo éramos depredadores acechando a nuestra
presa al aire libre. Habíamos compartido mujeres antes, así que no
dudaría en volver a hacerlo si estuviera interesado.
Pero sabía que Siena nunca iría a por eso.
Palmeé suavemente a mi hermano en la espalda, despidiéndolo
en silencio.
—Te veré mañana, Bates.
—Bien. —Mantuvo su mirada fija en Siena antes de finalmente
darse la vuelta y salir.
Cerró la puerta detrás de sí, así que solo quedamos los dos.
Al segundo que se fue, Siena dejó de sonreír. Ella me miró
seriamente, convirtiéndose en la fría profesional que había sido hace
unos días. Hoy, ella vestía una falda lápiz negra que abrazaba
fenomenalmente el marco de su reloj de arena y una blusa blanca.
Unas perlas colgaban alrededor de su cuello, junto a unos pendientes
de perlas. Su cabello fue retirado como de costumbre, mostrando los
contornos de su rostro femenino. Prefería cuando las mujeres
dejaban su cabello suelto, largo y delicioso alrededor de sus hombros.
A mis dedos les gustaba agarrar algo mientras sujetaba a una mujer
debajo de mí. Pero su moño elegante me atrajo de todos modos. Ella
ordenaba respeto en su silencio. Debe haber sido su postura o su
confianza natural. Me había rechazado y me había llamado cerdo,
pero todavía la encontraba fascinante.
Mis manos descansaban a mis costados mientras miraba su
cara. Sus tacones altos todavía no podían hacer que se ajustara a mi
altura, ni siquiera cerca. Pero su aplomo la hizo rivalizar en la mía.
La mayoría de las mujeres no podían tolerar mi intensidad. Se
movían nerviosamente en su lugar y parecían visiblemente nerviosas,
esperando que yo tomara las riendas y las guiara. Pero justo como
ella había advertido, Siena parecía una mujer que podía defenderse.
—Empecemos, señor Marino. —Se sentó y cruzó sus piernas,
como una princesa con una diadema invisible.
La miré fijamente, imaginándola de rodillas en lugar de en su
trasero.
—Cato está bien. —Me agaché en el sofá frente a ella.
—Prefiero llamarlo señor Marino. —Abrió su carpeta y examinó
sus notas.
Me gustó la forma en que ella se refería a mí con respeto, pero
no me gustó la forma en que me desafió.
—Cato. —Cuando se refería a mí por mi apellido, parecía que
no era más que otra persona entre la multitud. Pero cuando dijo mi
primer nombre, me fue fácil imaginar lo diferente que habría sido esa
noche si no hubiera salido corriendo.
Levantó su mirada para encontrarse con la mía, mirándome a
través del grosor de sus pestañas. Tímida pero confiada, ella era
seductora.
Exquisita.
Cuando la miré inicialmente, pensé que era hermosa como la
mayoría de las otras mujeres. Nada muy especial sobre ella. Pero su
boca inteligente y sus fuertes opiniones la hicieron mucho más
interesante de lo que había previsto.
Ella finalmente se rindió a mí.
—Cato.
Sí, definitivamente me gustó la forma en que dijo mi nombre.
—¿Hay algún artista específico que te guste? ¿Un cierto período
que quieras para que explore? ¿Quizás cada habitación o piso sea
diferente?
—Tú eres quien me ha estado estudiando. Dime tú. —¿Qué
había sacado de mí después de estudiarme durante tantas semanas?
Ella había visto mi casa en Florencia. Me había besado en una
habitación oscura. Incluso me había visto casi desnudo, había visto
la cama donde mis fantasías se hacían realidad.
Ella sostuvo mi mirada por varios segundos, pensando en cuál
sería su respuesta.
—Tengo algunas ideas para ti. Pero creo que una visita a tu casa
me dará una mejor idea de dónde debería ir todo. Traje mi cinta
métrica. Espero que no te importe si tomo algunas notas.
—No.
Se puso de pie con la carpeta en el pecho.
—Puedo hacer que Giovanni me muestre los alrededores. Estoy
segura de que estás ocupado.
Tenía otras cosas que hacer. Tenía personas a quienes llamar,
correos electrónicos que escribir, pero quedarme con ella parecía más
atractivo que todo eso.
—Solo estoy ocupado cuando quiero estar ocupado. —Salí de la
habitación y volví a la entrada.
Ella me siguió con su pluma y cinta métrica en la mano.
—He estado pensando mucho en esta habitación ya que es la
única que realmente he visto. Es lo primero que ven los huéspedes
cuando entran por la puerta, y tienes tanto espacio en esta pared que
la joya de la corona debería ir aquí. —Caminó hacia el lado izquierdo
de la habitación y miró la pared en blanco sobre la escalera—. Puedo
conseguir una escalera y obtener las dimensiones más tarde.
—Giovanni puede ayudarte con eso. —Me paré detrás de ella
con mis manos en los bolsillos de mis jeans. En lugar de mirar la
pared disponible con la misma fascinación que ella tenía, incliné mis
ojos hacia su trasero. Nunca pude ver su vestido en el suelo esa
noche. Lo más cerca que pude conseguirla desnuda fue al deslizarse
de uno de sus tacones. Ahora que la estaba mirando a la luz del día,
no se podía negar lo sexy que era, con sus largas piernas, su
respingón trasero y esos suaves hombros.
—Gracias. —Ella escribió algunas notas antes de volverse hacia
mí—. Estoy lista para ver la siguiente habitación cuando tú lo estés.
Siena
Bones se sentó frente a mí en la mesa del bar, luciendo furioso
desde el momento en que tomó asiento. Cubierto de tatuajes e
inundado de una amenaza inminente como estaba, ni siquiera sus
bonitos ojos podían hacer que pareciera inofensivo. Sus músculos
estiraron su camiseta y sus anchos hombros parecían una pared
sólida. Un vaso de whisky se estableció frente a él, y de un solo trago
lo bebió rápidamente antes de pedir otro.
—Gracias por venir. —Ahora que había hecho un recorrido por
la casa de Cato, me di cuenta de que sería imposible para mí realizar
cualquier tipo de truco, al menos con mi conjunto de habilidades.
Podría ganar un tiroteo y luchar contra un hombre adulto, pero
secuestrar a alguien tan protegido era imposible.
—No eres bienvenida. —Ambos codos descansaron sobre la
mesa, y suspiró mientras me miraba—. Solo estoy aquí como un favor
para Crow. Que sea rápido.
—¿Cómo lo conoces? —Los Barsettis parecían tener una
conexión con todos en Italia, a partir de los Skull Kings, la mafia, e
incluso los políticos.
—Es mi suegro.
Tomó un momento para procesar su confesión.
—¿Estás casado con su hija? —Bones parecía demasiado
peligroso para ser parte de la vida simple que Crow describía. Era
hostil y agresivo, un hombre con una reputación de sed de sangre.
—Sí.
—Oh... no lo sabía.
—No lo culpes por avergonzarse. Ahora sigue con ello. Mi esposa
tiene una actitud de Barsetti, así que, si salgo demasiado tarde, ella
armará un escándalo.
—Sí, por supuesto. —Saqué el dibujo en bruto que había hecho
de la casa de Cato en la Toscana. Las dimensiones no eran perfectas,
pero tenía un buen esquema del lugar.
—Observé bien la casa. Parece que hay cinco miembros del
personal en todo momento, y la pared exterior está protegida por un
detalle de seguridad de al menos treinta hombres.
Bones ni siquiera miró el esquema. Siguió mirándome,
aumentando su hostilidad.
—Estás bromeando con esta mierda, ¿verdad?
—¿Mierda? —La única manera de lograr esto era recolectando
cada onza de información posible. Tal vez la casa de Cato en Toscana
no era la mejor ubicación, pero siendo construida en Florencia era
aún peor.
Bones presionó su dedo en la página, sus ojos aún se enfocaban
en mí.
—¿Crees que vas a dominarlo y de alguna manera pasar por
alto a toda esta gente?
—Derrotarlo será la parte fácil. Nada que una jeringa no pueda
manejar.
—Entonces, ¿tu plan es arrastrar a un hombre de 90 kilos hacia
la puerta principal? —Su mandíbula se tensó notablemente, llena de
rabia.
—No. Te estoy pidiendo consejo, por eso estás aquí.
—Ya te di mi consejo. —Empujó el papel hacia mí—. ¿Quieres a
este tipo? Necesitas tener sexo con él.
—¿Y qué lograré con eso? Tendremos sexo y luego se olvidará
de mí como con todas los demás.
—Entonces, asegúrate de que no te olvide.
La última vez, justo cuando las cosas se ponían calientes y
pesadas, Cato dio un giro inesperado y esperaba que compartiera su
cama con otra mujer. A pesar de lo abierta que era, eso no era un
curso de acción que tomaría.
—Incluso si pudiera lograrlo, ¿entonces qué? Si hago que le
guste tener sexo conmigo, ¿cómo me acerca eso a salvar a mi padre?
—Cuando un hombre está obsesionado con una mujer, no
puede pensar con claridad. Es la única situación en la que puede ser
manipulado o engañado. Déjalo comiendo de tu mano y en lo
profundo de tu vagina, y podrás obtener lo que quieras.
No aprecié la forma grosera en que me habló, pero me gustó su
franqueza. No parecía el tipo de hombre quién podía hablar de otra
manera. La cruda honestidad era la única forma de vida que conocía.
—Soy una mujer experimentada, pero si Cato está obsesionado
con los tríos, no creo que haya algo especial que pueda ofrecerle. —
Ni siquiera en ropa interior con un truco pervertido bajo la manga,
no había nada que pudiera sorprenderlo.
Bones tomó un largo trago de su vaso y luego se limpió la boca
con la parte posterior de su antebrazo. Me miró con la misma
irritación en sus ojos.
—Recuerdo el momento en que me enamoré de mi esposa,
aunque no me di cuenta de lo que estaba sucediendo en ese
momento. Ella era solo una mujer que quería asesinar por venganza.
Pero la segunda vez que tuvimos sexo, se acabó el juego. Ella tomó
todo el poder, y me rendí.
Levanté una ceja.
—Espera, ¿querías asesinar a tu...?
—Sí, es una larga historia. —Le restó importancia con un gesto
de su mano—. Pero lo que quiero decir es que estaba pensando
claramente antes de meterme entre sus piernas. En el momento en
que estuve allí, todas mis ambiciones fueron destruidas. Ella se
convirtió en mi mayor obsesión. Como si fuera una droga, no pude
parar hasta que obtuve el siguiente golpe... y luego el siguiente.
—Que romántico...
Su dura expresión no cambió.
—Eso es lo que necesitas hacer con Cato.
—Lo estás simplificando. ¿Tuviste sexo con muchas mujeres
antes que con ella?
Tomó otro trago.
—Sí. Y a mí también me gustaban los tríos.
—Bueno, no puedo controlar la reacción de Cato hacia mí. La
idea de que él se obsesione conmigo parece improbable. Este tipo es
más tonto de lo que sabe qué hacer. Soy una dama con talento, pero
no hay nada que pueda hacer para impresionarlo.
—Mi esposa simplemente se quedó allí, y eso fue más que
suficiente. —Una sonrisa malvada se extendió por su rostro.
—Bueno, tal vez ella es tu alma gemela.
Su sonrisa cayó, pero la intensidad en sus ojos se profundizó.
—No creo en esa mierda.
—Entonces, ¿qué otra explicación hay? —Tampoco creía en el
amor verdadero o en las almas gemelas. Mi propio padre no protegió
a mi madre, y ahora sus enemigos me amenazaban con violarme y
matarme. Si hubiera pasado más tiempo amándonos en lugar de
tratar de ganar más poder, estaría viviendo una vida normal ahora
mismo.
Se encogió de hombros.
—Hasta este día, todavía no lo sé.
—Bueno, eso definitivamente no va a pasar con Cato. Él no es
mi tipo. Tampoco yo el suyo.
—Todas las mujeres son su tipo —dijo—. ¿Ha intentado meterte
en la cama desde entonces?
Cato no dijo mucho cuando estábamos juntos, pero
definitivamente podía sentir la tensión en la habitación. Sus ojos
siempre escudriñaron mi cuerpo, y parpadeó muy poco, a veces me
preguntaba si lo había hecho en absoluto.
—No.
—Cato es el tipo de hombre que siempre obtiene lo que quiere.
Tal vez desafiarlo sea tu boleto.
—Acabo de decir que no ha intentado seducirme.
—Eso no significa nada. Él te deseaba antes, y te fuiste. Es un
asunto pendiente para él.
—Tal vez.
—La mejor manera de sobresalir es ser diferente. Negarlo
definitivamente te hace diferente.
Traté de seguir su lógica, pero llegué a un callejón sin salida.
—¿Dijiste que necesitaba tener sexo, pero ahora me estás
diciendo que no lo haga?
—Te estoy diciendo que juegues duro para conseguirlo. Cuando
conocí a mi esposa, ella no temía despedirme. No tenía miedo de
dispararme. Se mantuvo firme cuando otras mujeres se habían
derretido. Era esa chispa que capturó mi obsesión, porque ella no me
necesitaba.
¿Qué tipo de relación era esta?
—¿Tu esposa te disparó?
Su sonrisa volvió a su rostro, llena de sinceridad.
—Sí. —Se frotó el hombro izquierdo, como si estuviera
recordando el dolor de la herida. No se podía negar el orgullo en sus
ojos, como si ese recuerdo fuera sagrado para él.
—Está bien... —No entendía cómo una relación basada en tal
violencia se convirtió en un matrimonio, pero hacer más preguntas
no me haría entender mejor—. Bueno, no voy a dispararle a Cato.
—Entonces mantenlo en tu línea, y atráelo lentamente.
—¿Y luego tener relaciones sexuales y esperar que salga bien?
—pregunté con incredulidad, despreciándome por caer tan bajo.
Nadie me juzgaría por acostarme con un hombre para salvar la vida
de mi padre, pero desearía que hubiera una mejor manera de hacerlo.
—No tienes otra opción, Siena. Incluso si tuvieras un equipo de
treinta hombres entrenados, alejarlo de su guardia y hacer el
traspaso sería imposible. No solo moriría tu padre, sino que tú
también morirías.
—Bien, si hago que esto suceda, ¿entonces qué?
—Tendrás que ganarte su confianza. Entonces los dos irán a
algún lugar juntos, solos. Haz que Damien te espere allí.
—Nunca veo a Cato ir a ninguna parte solo.
—Lo sé. —Bones asintió en acuerdo—. Es por eso que tendrá
que confiar en ti. Haz que te lleve a una cita romántica o algo así.
Todo lo que necesitas es una ventana de treinta minutos. Hacer el
intercambio y luego correr por ello.
Ese era el único plan que parecía factible. Sería inútil trazar un
escape de una de sus residencias. No había manera de que pudiera
lograr esto bajo estas circunstancias. Conseguirlo solo y lejos de sus
hombres era la única posibilidad, y para que eso sucediera,
necesitaría una razón para querer estar a solas conmigo. Dormir con
él realmente era la única forma en que esto funcionaría.
Bones me miró desde el otro lado de la mesa, examinando mi
expresión mientras agarraba el vaso frente a mí.
—Tu padre es un imbécil. Nadie te culparía si lo dejaras a su
suerte. Es su culpa que esté en esta situación, no tuya.
Me quedé mirando mi vaso mientras mis dedos sentían la
condensación en el exterior.
—Tuvo su oportunidad de alejarse, pero no lo hizo.
Crow me había dado el mismo consejo. Levanté mi mirada para
mirar a Bones de nuevo.
—Por mucho que no quiera hacer esto, no podría vivir conmigo
misma si no lo intentara. Es mi padre... mi sangre. La lealtad es lo
más importante en esta vida.
Bones abrió la boca como si fuera a discutir conmigo, pero luego
volvió a cerrarla como si hubiera cambiado de opinión. Dio un ligero
asentimiento en su lugar.
—Entiendo.
—No sé cómo Cato está mezclado en todo esto, pero estoy
empezando a sentirme mal por lo que voy a hacerle. —Él no era el
tipo de hombre que confiaba en nadie. Ni siquiera parecía tan cálido
con su propio hermano. Si lo engañara con éxito, lo destruiría. ¿Era
él inocente como yo?
—No te sientas mal por él. No es un buen hombre.
—¿Él no lo es? —susurré.
Bones negó.
—Su dinero no está limpio. Es el banquero más rico por una
razón: porque usa dinero manchado de sangre.
—¿A qué te refieres con dinero manchado de sangre?
—Actúa como el tesorero de todo el crimen organizado. Cuando
la mafia necesita dinero, lo llaman. Cuando los Skull Kings necesitan
esconder su dinero, lo llaman. Cuando necesitan pedir dinero
prestado para un negocio de armas, lo llaman. Cato Marino conoce
todos los crímenes contra la humanidad porque financia la mayoría
de ellos, y obtiene ganancias cada vez. No duda en matar a quien se
interponga en su camino. Su dedo no permanece en el gatillo por
mucho tiempo.
Sentí que un temblor se movía por mi cuerpo cuando me di
cuenta de con quién estaba tratando. Este hombre era bonito por
fuera, pero un asesino por dentro. Tenía más poder que nadie del que
hubiera oído hablar.
—No me sorprende que Damien quiera verlo muerto.
—Estoy seguro de que Cato está financiando la competencia. Si
pueden deshacerse de él, el núcleo que une a todas las
organizaciones, sería un caos. Un pase gratuito para todos. Hay
tantas personas que lo quieren más muerto que con vida.
Y sería yo quien lo haría realidad.
—Entonces, no te sientas mal. Cato Marino es tan malvado
como yo.
Después de escuchar a Bones hablar tan bien de su esposa, no
sentí miedo de él.
—No pareces tan malo.
Terminó su bebida y luego puso el vaso boca abajo sobre la
mesa.
—Confía en mí, lo soy.
9
Traducido por Jessibel
Corregido por Florpincha
Cato
No había tocado mi vaso desde el momento que me senté. Era
mi bebida favorita: escocés. Un solo cubo de hielo estaba establecido
en la parte inferior, derritiéndose lentamente y mezclándose con el
alcohol que quemaba mi garganta con cada sorbo. Cuatro de mis
hombres estaban detrás de mí, todos envueltos bajo sus chaquetas.
Claw se sentó frente a mí, con una gran cicatriz en su mejilla
izquierda. Parecía que alguien había tratado de despellejarlo vivo,
pero logró escapar. Llevaba una americana azul con una camisa gris
con cuello en forma de V debajo, y mientras estaba sentado con
gracia, no poseía un indicio de dignidad como yo. Era un matón, un
criminal y un peón.
Yo era el rey.
—Veinte por ciento.
Inclinó ligeramente la cabeza y entrecerró los ojos con
repugnancia.
—Puedes ir más bajo que eso.
—Puedo ir tan bajo o alto como quiera. —Cada habitación en la
que entré tenía una temperatura. Subió y bajó dependiendo del
estado de ánimo de los habitantes. Pero yo era el termostato. Yo era
quien controlaba todo.
Claw apretó su mandíbula ligeramente.
—Diez.
Me reí.
—Ahora son veinticinco.
Un destello de rabia brilló en sus ojos, pero mantuvo el resto
embotellado dentro de su cuerpo.
—Hiciste una oferta mucho más generosa la semana pasada.
—Eso fue para Kevin, quien pidió un préstamo mucho más
pequeño. ¿Espera que te dé doscientos cincuenta millones sin recibir
algo a cambio? Me pides que pague los costos de suficientes armas
militares para aprovisionar a todos los soldados de todo el país. Sí,
idiotas. Tiene un veinticinco por ciento de interés. Lo tomas o lo
dejas. —Mis mayores ganancias vinieron de mis conexiones con el
crimen organizado. Obtuve un alto interés en mis inversiones y, como
los delincuentes se preocupaban más por su reputación que las
personas inocentes, siempre pagaban sus deudas.
Claw sacudió su cabeza ligeramente, furioso con los términos,
pero incapaz de protestar. Si querían que esto sucediera, me
necesitaban. Todos los idiotas del inframundo me necesitaban de
una forma u otra.
—Lo tomo.
Siena
—Déjame ayudarte con eso. —Giovanni apareció de la nada y
recogió la pintura cuidadosamente envuelta en una funda de
plástico—. ¿Son para el Sr. Marino?
—Sí. Quería que los viera en persona antes de tomar su
decisión. —Tomé el siguiente más grande y lo llevé al salón. Uno por
uno, los apilamos contra las paredes cerca de la ventana para que la
luz natural golpeara los colores del lienzo.
Volví a salir para recoger mis cosas del asiento del pasajero
cuando otro auto se detuvo. Con ventanas negras y un exterior negro,
se parecía más a un tanque que a un auto. Bates salió del asiento
trasero, vestido con un traje negro con una expresión hostil en el
rostro.
No me miró ni una vez.
Se estaba cociendo mala sangre. Podía sentirlo en el aire, olerlo.
No parecía tener nada que ver conmigo, pero lo que estaba a punto
de hervir estaba muy cerca. Tuve la tentación de volver a entrar en el
coche y marcharme, pero ahora el pasaje estaba bloqueado.
Dos hombres arrastraron a otro delante de la fuente. Lo
empujaron de rodillas y retrocedieron.
¿Qué demonios estaba pasando?
Bates se puso de pie a un lado y cruzó los brazos sobre su
pecho, sus ojos estaban reservados para el hombre sentado de
rodillas sobre el hormigón.
Giovanni volvió a mi lado.
—Srta. Siena, debería entrar. —Me tocó suavemente por el codo
y me escoltó por las escaleras—. Esto no es asunto nuestro.
—¿Qué va a pasar? —parecía que iba a tener lugar una
ejecución.
Giovanni no me respondió.
En ese momento, Cato salió de la casa con una pistola en la
mano. Estaba vestido con jeans oscuros y una camiseta negra, y su
musculoso cuerpo se veía aún más grueso hoy, porque estaba
claramente enojado. Tenía sed de sangre en los ojos, y su dedo ya
estaba en el gatillo.
Oh, no.
No me miró cuando pasó y bajó las escaleras.
Giovanni me llevó adentro.
El hombre a punto de ser ejecutado empezó a suplicar por su
vida.
—Cato, por favor...
Un disparo sonó.
El sonido de la caída de un cuerpo llegó un segundo después.
Estaba de espaldas a la puerta, así que no vi la ejecución, pero
podía imaginármela vívidamente en mi mente.
Cato no dudó. No dejó que el hombre suplicara. Solo apretó el
gatillo y terminó con eso.
Controlé mi respiración, pero sentí que la adrenalina me
quemaba las venas. Bones me advirtió que este hombre era peligroso,
y esa advertencia no fue una exageración. Cato le disparó a ese
hombre por la razón que fuera, y no dudó. Cuando se diera cuenta
que yo era un fraude, ¿qué me haría?
—Limpia esto —ordenó Cato—. Y quema el cuerpo.
Esperé en el salón durante quince minutos antes de que
apareciera Cato.
Perfectamente tranquilo, como si no hubiera ejecutado a
alguien, entró y echó un vistazo a las pinturas que había desenvuelto.
Sus ojos se fijaron en cada una de ellas durante solo unos segundos
antes de sentarse y mirarme.
—Sí.
Justo cuando mi corazón se había ralentizado, se aceleró de
nuevo. Las palpitaciones no tenían nada que ver con su buen
aspecto, sino con el recuerdo de lo que pasó en su puerta hace veinte
minutos. Sabía que yo había sido testigo de todo porque había
pasado por delante de mí con el arma en la mano.
—Sí, ¿qué?
—Sí, a las pinturas. —Llevaba la misma ropa que antes, pero le
faltaba el arma.
Había estado cerca de las armas toda mi vida e incluso había
escondido algunas en mi propia casa. No me hacían sentir incómoda.
Pero el estar en presencia de alguien que podía empuñar una tan
despiadadamente, ciertamente era difícil.
—Genial. —Esperaba una discusión más larga, pero después de
la ejecución, me pareció extraño hablar de algo tan frívolo como una
obra de arte.
Debe haber detectado el malestar en mi mirada.
—Confía en mí, se lo merecía.
—¿Qué hizo? —le pregunté, sin esperar que me respondiera.
Nada de eso era asunto mío.
—Era un espía.
—Oh... —Igual que yo—. ¿Cómo te diste cuenta de eso?
Me miró durante mucho tiempo, pensé que no contestaría.
—Porque lo sé todo. No pasa nada bajo mis narices que yo no
sepa. Y si no lo sé, lo sabré muy pronto. Dirijo una dictadura, no una
democracia.
¿Debería estar aterrorizada de que me esté contando todo esto?
—¿Quieres que firme un acuerdo de confidencialidad o algo así?
Una encantadora sonrisa apareció en su rostro, como si acabara
de contar un chiste.
—¿Por qué harías eso? Si se lo cuentas a alguien, te creerán.
Pero nadie sería tan tonto como para repetirlo o imprimirlo.
Era una mujer segura de mí misma, pero nunca había
subestimado mis objetivos, hasta ahora. La vida de mi padre estaba
en juego, pero ahora no parecía que tuviera una oportunidad. Cato
Marino era un rival contra el que no tenía ninguna posibilidad.
Ninguna en absoluto.
—No me tengas miedo.
Mis ojos volvieron a los suyos, viendo la sinceridad de su
mirada.
—Nunca te tuve miedo.
—Tus ojos dicen lo contrario.
—Bueno, acaban de ver una ejecución. No puedo culparlos
exactamente.
El rabillo de su boca se levantó una vez más.
—Solo mato a la gente que es tan estúpida como para
traicionarme. No me traiciones y nunca tendrás nada que temer.
¿Era mi paranoia o parecía que me estaba amenazando? ¿Y si
ya sospechaba de mí y estaba esperando que hiciera un movimiento
definitivo? O quizás estaba leyendo demasiado entre líneas. Mantuve
una fachada indescifrable a pesar que eso era casi imposible de
hacer.
—Tú tampoco deberías traicionarme.
Su sonrisa se desvaneció lentamente, y me dio su fría mirada.
Sus brazos descansaban sobre sus muslos y sus anchos hombros
parecían anchos y poderosos. Incluso sin un arma, era un hombre
aterrador. Su belleza era una bala y su cuerpo era el cañón.
—No me atrevería. —Sus manos se juntaron y se masajeó los
nudillos mientras seguía mirándome.
Definitivamente podía sentir la intensidad entre nosotros, sentir
la potente lujuria y la hostilidad girando a nuestro alrededor. Me
excitaba y me asustaba, sintiendo dos emociones poderosas y
contradictorias al mismo tiempo.
—Deberías darme una oportunidad. Creo que lo disfrutarás. —
Lo dijo con tanta confianza, el tipo de asertividad que otro hombre no
podría reproducir. Claramente se veía a sí mismo como intocable,
como si no hubiera nada que no pudiera pedir.
Había dejado el tema las últimas veces que lo vi, pero ahora
estaba dando vueltas de nuevo. Consideré lo que dijo Bones y
mantuve a Cato a distancia.
—Me gustan los hombres.
—Estaré allí. —Se inclinó un poco más hacia delante,
acercándonos más en los dos sofás. Sus gruesos brazos estiraban
sus mangas, y su hermosa piel bronceada parecía tan deliciosa como
un caramelo. Su colonia llenó la habitación mientras estaba sentado
allí, lanzando un hechizo que se extendía por todos los rincones.
—Solo me gustan los hombres.
—¿Estás segura? ¿Alguna vez lo has probado? Muchas mujeres
con las que me he acostado no estaban entusiasmadas al principio...
pero ahora lo disfrutan.
No podía creer que hubiera un momento en el que me sintiera
culpable por engañarlo. Este tipo era un cerdo asesino. Era tan
testarudo y engreído que seguía molestándome por lo que quería en
lugar de ceder. Eso era un nuevo nivel de arrogancia.
—Muy bien. Estoy dentro.
Sus ojos se movieron notablemente, el color se escurrió de su
rostro mientras la excitación corría hacia sus ojos.
—Tú. Yo. Y un hombre de mi elección.
Al instante, la emoción desapareció. Su mandíbula se apretó un
poco, como si lo hubiera ofendido seriamente.
—¿Qué? —me burlé—. ¿Cómo lo sabrás si no lo intentas?
Cato mantuvo su mirada hostil pero no dijo nada en represalia.
No parecía que las palabras pudieran igualar la furia de sus ojos, así
que era más fácil permanecer callada. Definitivamente entendió lo
que quería decir.
Cerré mi carpeta y la puse sobre la mesa.
—Voy a colgar esto para ti. Volveré la semana que viene con un
nuevo conjunto de pinturas y cerámica que me gustaría que vieras.
—Me alejé de la mesa y agarré el primer cuadro del suelo. Tenía mis
herramientas para poder encargarme del trabajo por él.
Se acercó por detrás y luego puso suavemente su mano sobre
mi codo.
Mi impulso inicial fue luchar contra él, salir de su alcance
porque ningún hombre podía tocarme cuando se le antojaba. Pero en
vez de eso, dejé que el tacto persistiera, dejé que las puntas de sus
dedos se clavaran lentamente en mi suave piel.
—¿Sí?
Lentamente me empujó hacia él, haciéndome girar en el lugar
para que volviera a enfrentarlo. Me miró a la cara con sus ojos
brillantes y su dura mandíbula cincelada en mármol. Sus dedos aún
agarraban mi codo, los mismos que habían apretado el gatillo.
—Te estás burlando de mí.
Sus labios estaban peligrosamente cerca de los míos, y no dejé
que se acercaran más.
—Tú te burlaste de mí primero. —Fue él quien me dio el beso
más grande de mi vida antes de arrojarme a la cama con otra mujer.
Metió su mano entre mis muslos debajo del vestido y me hizo pensar
que yo era la única en su mente.
Sus ojos se movieron un poco de un lado a otro mientras
miraban a los míos. Cuando estaba tan cerca, podía oler su colonia,
sentir su presencia. Había un claro calor en él, como si fuera el sol
en su propio sistema solar. Sus dedos poco a poco se clavaron más
en mi piel a medida que se agarraba a mí.
—Eres un enigma.
—¿Yo? —pregunté, nuestros rostros aún juntos—. Soy bastante
fácil de leer porque digo lo que quiero. No te gusta porque lo que yo
quiero no es lo que tú quieres.
—¿Y qué es lo que quiero? —Su mano dejó mi codo y me tocó la
espalda. Su gran palma apretó contra mi cuerpo, sus dedos ardieron
a través de la delgada tela de mi vestido negro. Se movió más arriba
hasta que llegó a la parte de atrás de mi cabello. Se agarró a las
hebras como riendas, asegurándome en mi lugar para que yo no
fuera a ninguna parte.
Ahora ya no estaba pensando en mi plan. Ya no pensaba en
nada.
—Yo…
Él controló mi cuello y movió mi rostro hasta que mis labios se
volvieron hacia los suyos. Tenía un acceso ideal a mi boca, para un
beso perfecto que rivalizaría con el último que compartimos. Sus
brazos estaban cómodos alrededor de mi cuerpo, y sus manos
realmente se sentían como un refugio seguro.
Sería fácil sucumbir a mis hormonas, especialmente cuando
este hombre me daría el mejor sexo de mi vida, pero tenía que
concentrarme en el premio. Un buen polvo no sería suficiente.
Dejaría de pensar en mí en cuanto termináramos. Tenía que
mantenerlo a raya para asegurarme que su interés no se agotara
demasiado rápido.
Finalmente encontré la fuerza para alejarme, deteniéndome un
momento antes que sus labios pudieran presionar contra los míos.
Me di la vuelta y aclaré mi garganta, rompiendo el contacto visual
con él.
—Ya que trabajo para ti, esto debería seguir siendo profesional.
No volvió a alcanzarme, pero sus ojos brillaban como dos faros
hostiles.
—Me deseas.
—No, te deseaba. Ese momento ha llegado y se ha ido. —Me
volví hacia él, haciendo todo lo posible para parecer sincera—.
Cuando te besé en ese bar, quise ir a casa contigo. Quería una noche
de sexo increíble para pasar unas semanas hasta que encontrara mi
próxima dosis. Pero a ti te gustan algunas cosas que a mí no, así que
ese fue el final de la historia. Ahora trabajo para ti, y debería seguir
siendo profesional.
—Acabo de matar a alguien en mi entrada. No es exactamente
profesional.
Tragué el nudo en mi garganta, temiendo que fuera yo en el
futuro.
—Razón de más para que nos olvidemos de esto.
—No creo que ninguno de los dos pueda olvidar algo en lo que
no podemos dejar de pensar.
Era inútil fingir que no lo deseaba, así que dejé de decir lo
contrario. En vez de eso, tomé la pintura y me alejé de él para que no
pudiera alcanzarme de nuevo.
—Necesito volver al trabajo. Tengo que volver a Florencia para
mi cita de esta noche.
Se puso tenso en el acto, los músculos de su cuerpo se tensaron
un poco antes de engrosarse. No había posibilidad de que este
hombre se pusiera celoso, pero definitivamente había un destello de
sus fosas nasales. Estaba acostumbrado a conseguir lo que quería,
y en cuanto no lo hacía, perdía la cabeza.
—¿Tienes una cita?
—Sí. —Agarré mi nivel y un par de clavos—. Que tengas una
buena noche, Cato.
Ignoró todo lo que dije.
—¿Vas a perder el tiempo con un tipo cualquiera en vez de
conmigo?
—Bueno, estoy bastante segura de que este tipo no mata gente.
Y no creo que me vaya a sugerir entrar en un trío tampoco. —Me
dirigí a la puerta antes de que Cato pudiera decir algo más—. No me
conoces muy bien, pero no soy el tipo de chica que espera algo de un
hombre. Estoy en un momento de mi vida en el que solo quiero tener
sexo y concentrarme en mi carrera. No estoy en el mercado por nada
complicado, pero lo complicaste en el momento en que esto se
convirtió en un juego de poder enfermizo. Tú tienes tus reglas y eso
está bien, pero yo también tengo las mías.
11
Traducido por Jabes
Corregido por Lelu
Cato
Me senté en mi estudio en el último piso e hice anillos con mi
puro. No era un gran fumador, pero de vez en cuando, me permitía
el lujo. Le dio un respiro a mi garganta por la quemadura del alcohol
que bebí todo el tiempo.
Miré fijamente por la ventana y seguí pensando en la misma
mujer en la que siempre pensaba.
Siena.
Ella me engañó como nadie. Me descartó como si no tuviera
nada que perder. Me trató como si no fuera nadie, y no el apuesto
millonario que cada mujer quería en su cama. Para ella, solo era otro
tipo en la multitud. Todo lo que quería de mí era un trabajo, y ahora
que lo tenía, no quería nada más.
¿Por qué eso me hacía admirarla?
¿Por qué eso hacía que me obsesionara con ella?
No tenía idea.
Cuando se terminó mi puro, no tenía nada más que esperar.
Encender otro era tentador, pero tener a Siena en la cama esta noche
lo era aún más. No quería quebrantar mis reglas por nadie, pero ya
las había roto por ella.
Si no, estaría teniendo sexo con dos mujeres en este mismo
momento.
No lo pensé dos veces antes de meter una bala en el cráneo de
ese traidor. Mi mano no tembló y mi dedo no se sentía caliente
después de apretar el gatillo. Pero ahora seguía repitiendo mi última
conversación con Siena como si estuviera lleno de remordimientos.
Ella tenía una cita esta noche.
Porque preferiría eso que inclinarse hacia mí.
No estaba acostumbrado a eso.
Miré fijamente mi cigarro apagado por unos minutos antes de
levantarme de mi silla, asfixiado por mis pensamientos. Nunca fui la
clase de hombre que se sienta y no hace nada cuando algo le molesta.
Si alguien se me atravesaba, lo cazaba y lo mataba. Si había alguien
a quien quería, no me detenía hasta que lo tenía.
Así que, ¿por qué no estaba haciendo algo ahora?
Cuando el país entero estaba a mi disposición, podía encontrar
una aguja en un pajar instantáneamente.
Encontré a Siena en cinco minutos. Estaba cenando en un
pequeño restaurante en Florencia. Su cita era un contador. Sus
antecedentes rechinaban de limpios, tan limpios que eran sucios.
Solo los maricas no tenían nada que ocultar. Los hombres reales
tenían esqueletos de los cuales sentirse orgullosos.
Sería fácil para mí arrastrar a su cita fuera del restaurante. O
solo podría dejar caer un sobre con dinero frente a él. Mordería la
carnada como todo el mundo. Pero a Siena no le impresionaría nada
de eso. Ella probablemente me daría una bofetada.
Podría abofetearme de todos modos.
Los detecté a ambos en una mesa de la esquina. Ella se ve
hermosa en un vestido rojo con un solo bretel. Es corto con una
abertura en el muslo. Su cabello está hacia atrás de la manera en
que lo usa cuando trabajamos juntos, y la apariencia completa la
hace la mujer más hermosa de la habitación.
Me tomé un momento para mirarla fijamente antes de mirar a
su cita.
Era un tipo bien parecido. De construcción sólida con rasgos
masculinos. Tenía una barba ligera y ojos brillantes. Su camiseta se
ajustaba a sus brazos, y tenía una espalda musculosa, lo que sugería
que levantaba bastante peso. Ella definitivamente no tenía problemas
para conseguir hombres atractivos para la noche.
Tal vez en realidad no me necesitaba, después de todo.
Me acerqué a la mesa y tomé una silla contigua, poniéndola
entre ellos antes de sentarme.
Siena se giró hacia mí, y su mirada de pánico fue
indudablemente sexi.
Su cita me miró con fijeza, inexpresivo, antes de mirarla de
nuevo, buscando claramente una explicación.
Me incliné hacia atrás en la silla y crucé una de mis piernas,
dejando que mi tobillo descansara en la rodilla opuesta. Mis manos
se unieron en mi regazo, y mantuve mi atención en ella, incluso
cuando la mirada de desconcierto de su cita era probablemente
entretenida.
—Luces hermosa esta noche, Siena. —Me gustaban los tonos
oscuros que usaba en mi finca, pero la intensidad de ese vestido
complementaba su color.
Sus ojos se entornaron feroces.
—¿Qué estás haciendo aquí, Cato?
—Tomando un trago. —Levanté mi mano en el aire, e
instantáneamente, la camarera llegó y tomó mi orden—. Escocés, con
un cubo de hielo. —Mantuve mis ojos en Siena porque nadie más en
la habitación era importante.
Su cita era obviamente un cobarde porque no me dijo ni una
sola palabra.
Su belleza era mucho más evidente cuando estaba enojada. Sus
ojos se iluminaron notablemente, sus pómulos se volvieron más
pronunciados porque apretó los labios con mucha fuerza. Sus
gruesas pestañas se abrieron y se cerraron más rápido con su
frustración.
—Estoy en medio de una cita, Cato. No eres parte de esto.
La camarera regresó con mi trago, y llevé la copa a mis labios.
—Cuantos más, mejor, ¿no es cierto?
—No. —Los ojos de Siena brillaron con amenaza—. ¿Cómo te
sentirías si estropeara una de tus citas?
Sonreí ampliamente.
—Me encantaría, en realidad.
Rápida como una serpiente, ella tiró su mano hacia atrás y me
abofeteó en la cara.
Me. Abofeteó.
El golpe no dolió, pero la conmoción circuló lentamente por mis
venas hasta que la adrenalina se desbordó. Nadie nunca había hecho
una maniobra como esa además de mi madre, y eso fue hace
veinticinco años.
Bajé mi copa y la examiné con dureza, enojado y excitado al
mismo tiempo.
Su cita estaba inmóvil como una estatua.
—Acabo de asesinar a alguien. —Mis palabras se escaparon en
un suave susurro—. ¿Estás segura de querer hacer esto?
—Sí. —Solo para probar la cuestión, me abofeteó de nuevo—.
Piensas que eres el dueño del mundo, pero nunca serás mi dueño,
imbécil. Ahora vete, así Aaron y yo podemos cenar y tener sexo.
Buenas noches.
La idea de ella teniendo sexo con este tipo cuando debería estar
haciéndolo conmigo puso a prueba incluso más mi resolución. Sin
girarme hacia su cita, le exigí:
—Vete.
Se quedó quieto.
Siena no lo miró.
—No lo escuches.
Esta vez, me di la vuelta en mi silla e hice contacto visual directo
con él. Le di la misma mirada que le daba a todos mis enemigos,
asustándolo hasta la muerte con solo una sutil expresión. Mis
hombres estaban por todo el lugar, y podía matarlo con solo un
movimiento de mis dedos.
—Eres Cato Marino… —parecía que se lo estaba diciendo más
a él mismo que a Siena o a mí.
Chasqueé los dedos frente a su cara.
—Lárgate.
Esta vez, él escuchó. Empujó su silla hacia atrás y dejó el
restaurante.
Cuando me volví hacia Siena, no pude contener la mirada de
arrogancia en mi rostro.
Ahora ella me miraba como si quisiera asesinarme. El odio
quemaba en sus ojos, y su palma estaba preparándose para el
próximo golpe.
—Hazlo bien, bebé. —Nadie más tendría una oportunidad como
la que ella tenía. Nadie más hubiera sobrevivido a tal ataque. La
única razón por la que lo hizo es porque permití que sucediera.
Ella me arrebató el trago y se preparó para arrojarlo en mi cara.
No aprecio el alcohol en mi rostro y en mi ropa, así que golpeé
la copa en la mesa antes que pudiera hacer algo.
Pero ella tuvo su palma en mi cara, golpeándome tan fuerte
como la última vez.
—Eres tan…
Mi mano empuñó su cabello, y tiré de ella hacia mí por un beso.
Mi mejilla quemaba por los golpes que me dio, pero eso me excitó aún
más. Apreté su cabello en mis dedos y la sujeté con mi otro brazo
alrededor de su cintura. La apreté contra mí y besé su obstinada
boca.
Ella no luchó conmigo. En su lugar, me devolvió el beso con
repugnancia, como si se odiara a sí misma por lo que estaba
haciendo, pero no podía detenerse. Su boca no estaba distendida
como durante nuestro primer beso. Estaba dura y agresiva,
transmitiendo toda su animosidad por mí en un solo abrazo. Pero
luego su odio se suavizó, y sus labios se volvieron pesarosos. Con
labios llenos de arrepentimiento, ella me besó, sintió mi boca con la
suya como lo hizo en el bar.
El restaurante estaba lleno de gente, pero eso parecía no
importar.
Los desafiaría a decir algo.
Cuando se alejó, sus ojos estaban llenos de autodesprecio,
como si se odiara por permitir que esto sucediera. Se odiaba por
disfrutar ese beso. Se odiaba por estar aliviada de que el marica de
su cita se hubiera ido.
Mi mejilla debía estar roja porque me había golpeado muy
fuerte, pero la quemadura se sentía muy bien. Podía sentir el
contorno de su mano contra mi mejilla como si recién me hubiera
golpeado. Si me enfocaba, podía repetirlo en mi mente una y otra vez.
Cada reviviscencia hacía que mi miembro se volviera un poco más
duro. Todas las mujeres de mi vida se habían rendido ante mí,
alejando los avances de otros hombres solo en caso de que pudiera
notarlo. Se besaron conmigo en clubes y me compartieron con
extrañas. Estaban dispuestas a dejarlo todo solo por la mera
oportunidad de estar con Cato Marino.
Esta mujer no hizo nada como eso.
No le importaba una mierda quién era.
Esa era la cosa más sexy que vi jamás.
Arrojé dinero en la mesa, tomé su mano, y la empujé fuera del
restaurante, ignorando a todos los clientes que observaban nuestra
salida. Presentamos una sexi escena que nadie podía ignorar. Mi
mejilla estaba roja, y si solo todo el mundo fuera un poco más
valiente, podrían haber tomado una foto y ponerla en internet.
La llevé afuera, y mi auto se detuvo en la acera. A prueba de
balas, con cristales tintados en negro intenso, era el vehículo más
seguro del planeta. Incluso un tanque tendría problemas para
derribarlo. Con un gran asiento posterior, proporcionaba un amplio
espacio para mis largas piernas… y mis citas.
Ella apartó su mano de la mía cuando llegamos a la acera.
La dejé alejarse solo porque estaba interesado en cualquier cosa
que tuviera que decir. Mi mejilla todavía palpitaba después de ser su
saco de boxeo, y mi miembro estaba tan duro que estaba a punto de
rasgar mi bragueta. Esta mujer necesitaba estar llena con mi
miembro, necesitaba estar satisfecha de la manera en que se lo
merecía. Ahora no me importaba que ella fuera la única mujer en mi
cama esta noche. No me preocupaba que me aburriera. Mis nudillos
dolían con excitación porque no podía esperar a tener sus piernas
extendidas en mi cama.
Su cabello era un desorden por la forma en que lo empuñé, por
lo que ella sacó las pinzas que lo sostenían en su lugar y dejó que su
cabello castaño cayera alrededor de sus hombros. De inmediato
enmarcó su rostro a la perfección, como si lo hubiera planeado para
verse muy hermosa.
—Eres un imbécil, ¿lo sabes? —me increpó, luego de un ligero
movimiento de cabeza. Ella no tenía la misma rabia que antes, pero
no había duda de la intención de sus palabras.
—Sí. Lo sé. —Me paré más cerca de ella y me enfoqué en su
labio superior, la suave carne que quería besar una y otra vez. Quería
acariciar con el dorso de mis dedos el suave arco y luego sentir el
resto de su mejilla. Quería explorar a esta mujer en todas partes, ver
sus curvas hermosas bajo ese vestido ajustado. Cuando la vi al otro
lado del bar esa inolvidable noche, me olvidé de todas las mujeres
que ya estaban a mi entera disposición. Ninguna de ellas se
comparaba a esta mujer hostil.
—No puedes sabotear las citas de las personas así.
—Él pudo pelear por ti.
—¿De verdad? —Ella cruzó los brazos sobre su pecho—.
¿Contra Cato Marino?
Me encogí de hombros.
—Tú lo haces todo el tiempo.
—Eso es diferente.
—No lo creo. —Ella era la única persona en el mundo entero
que había tenido las pelotas para hacerme frente. Seguro, mi rompió
las pelotas, pero no con tanta firmeza. Ella decía lo que pensaba sin
miedo a las repercusiones, y cuando fui un imbécil durante su cita,
ella me abofeteó como me merecía—. La única persona que alguna
vez me abofeteó fue mi madre, y tenía cinco años.
Sus ojos se fijan en la marca roja en mi mejilla. El producto de
los poderosos golpes de su pequeña mano.
—No esperes que me disculpe por eso.
—No me gustarías tanto si lo hicieras. —Chasqueé los dedos a
uno de mis hombres, y abrieron la puerta trasera—. Vamos.
—¿A dónde vamos?
Mi mirada lo dijo todo.
—Expulsas a mi cita, ¿y ahora crees que tendré sexo contigo?
—Ladeó su cabeza lentamente, su cabello se balanceó con su
movimiento. Cualquier otra mujer en el mundo estaría emocionada
por ganar mi íntima atención. Este era un sueño hecho realidad, un
cuento de hadas. Pero a diferencia del resto del mundo, a Siena no le
importaba.
—Puedes tenerme también.
Puso sus ojos en blanco.
—Justo cuando creo que no puedes ser un cerdo más grande,
de alguna manera lo consigues.
Mis manos descansan en mis bolsillos mientras la miro
fijamente a la luz de la farola. Con el pelo revuelto y sus ojos
enojados, ella es la cosa más fascinante del mundo. Podría caminar
hacia mi dormitorio y ver a tres mujeres desnudas en mi cama, pero
la imagen no sería tan excitante como la expresión de su rostro.
—Puedes irte sola a casa. O puedes ir a casa conmigo.
Ella sacudió su cabeza con lentitud.
—Puedo ir a un bar y conseguir a alguien más. —Ella tenía la
clase de confianza que rivalizaba con la mía. Sabía exactamente lo
que valía, y era su dueña.
—Como podría hacerlo yo. Pero ninguno de los dos quiere eso.
—Me acerqué a ella, notando que había retrocedido. Me moví más
hasta que nuestras caras estaban juntas en la oscuridad. Una pareja
dejó el restaurante y caminaron por la acera, los tacones de la mujer
repiquetearon en el concreto. Los coches sonaban en la distancia.
Pero en lo único que podía pensar era en el sonido de su respiración,
en la manera en que sus ojos sostenían los míos en una mezcla de
deseo e incertidumbre.
Mi mano se movió alrededor de su cuello, acunándola justo en
el frente. Su pulso golpeó contra mi piel, lento y constante como si
no me temiera en lo más mínimo. Esa respuesta controlada era
excitante, la manera en que se sostenía ante un oponente como yo.
Mis dedos se movieron por la suave línea de su mandíbula antes que
presionara mi boca en la de ella. La besé con suavidad, como hice en
aquel bar todas esas semanas atrás. Me tomé mi tiempo porque no
había necesidad de apurar el final. Esta historia terminaría
exactamente como quería que terminara, con ella clavando sus
tacones en mi trasero mientras conseguía su orgasmo.
No hubo titubeo de su parte. Sus labios se separaron para mí
como sus piernas lo harían pronto. Su cálido aliento me recibió junto
con su lengua. Su mano se deslizó por mi bíceps, y masajeó mis
músculos mientras me besaba, mientras abandonaba su aversión y
disfrutaba la innegable química entre nosotros.
Nunca me habían besado de esa manera. Nunca me había
tomado el tiempo para ir despacio y apreciar el abrazo de una mujer.
Prefería que me chuparan en el asiento trasero de regreso a mi casa
mientras otra mujer succionaba mi cuello.
Pero esto era mejor.
Mi miembro estaba incómodo en mis pantalones cuanto más
apretaba contra mis jeans. La única cosa contra la que mi miembro
debería presionar era una suave y húmeda vagina. La fantasía de
hundirme profundamente en su hermoso sexo me excitó hasta el
punto de la locura, así que terminé el beso y me giré hacia la puerta.
—Entra.
Ella usualmente protestaba ante mis órdenes, pero esta vez, la
perezosa mirada en sus ojos lo dijo todo. No quería discutir más.
Quería estar sobre su espalda en mi enorme cama, con un hombre
real dándole el mejor sexo de su vida. Me dio una última mirada antes
de agachar la cabeza y entrar.
—No hagas que me arrepienta de esto.
Entorné los ojos ante el desafío.
—Nunca.
12
Traducido por Arli
Corregido por Lelu
Siena
Entramos a su propiedad en toscana, y Giovanni apareció entre
las sombras para servirle.
—Señor, yo…
—Eso puede esperar hasta mañana. —Cato ignoró a su sirviente
más leal y me llevó a la escalera. El viaje de regreso a casa lo pasamos
en una silenciosa tensión, su mano apretando mi muslo y sus ojos
mirando profundamente los míos. Él no iba a besarme mientras
esperaba el momento correcto para dejar caer toda su contención.
Giovanni desapareció otra vez, obedeciendo las órdenes de Cato.
Él inesperadamente metió sus brazos debajo de mi cuerpo,
luego me levantó hasta su pecho. Como si no pesara nada y él
pudiese mover una montaña, me cargó los tres tramos de la escalera
hasta su habitación en el último piso.
Rodeé su cuello con mis brazos y miré fijamente su atractiva
expresión, el bonito color de sus ojos y la manera en que contrastaba
con la dureza de su mandíbula. Si cualquier otro hombre hiciera una
maniobra como la que él hizo, le patearía la entrepierna y saldría
hecha una furia. Ningún hombre tuvo el derecho de controlar mi vida,
de sabotear mi noche solo porque a él no le gustase. Había muchas
cosas que no me gustaban de Cato, y su arrogancia estaba en la cima
de mi lista. Sin embargo, él era el hombre más sexi del planeta, con
esas maneras de verse bien y ese cuerpo perfectamente esculpido. Su
poder y riqueza no eran necesarios para hacerlo irresistible porque
ya lo era. Si no fuera tan atractivo y seguro de sí mismo, esto podría
ser un millón de veces más difícil, podía dormir con alguien que no
me gustase si fuera así de hermoso.
Me llevó hasta su habitación sin esfuerzo alguno y luego me
sentó en su enorme cama, la cama en la que a menudo tenía a un
montón de mujeres a la misma vez. Sexo sudoroso y pervertido
ocurría aquí todas las noches. Las mujeres que estaban dispuestas
a todo, a cosas sucias con las que nunca podría comprometerme.
Entonces, ¿penetrarme sería suficiente? ¿O él terminaría conmigo en
la mañana? Solo había una manera de saberlo.
Se arrodilló delante de mí y sostuvo mi mirada mientras me
quitaba cada uno de mis tacones. Me trató delicadamente, sus dedos
acariciaron tiernamente la suavidad de mi piel. Sus ojos azules
estaban concentrados en mi rostro, como si fuera imposible apartar
su mirada incluso por un momento.
Me gustó ver a Cato debajo de mí, un hombre fuerte de rodillas
para ayudarme. Cuando no estaba siendo un imbécil arrogante, era
un sexi caballero. Lo estudié mientras se tomaba su tiempo con las
pequeñas correas antes que ambos tacones estuvieran fuera de mis
pies. Luego lo vi presionando un beso en el interior de mi tobillo.
Cerré mis ojos automáticamente, amando la manera en que sus
suaves labios se sentían contra mi piel.
Él hizo lo mismo con el otro pie antes de trazar un camino de
besos en mis piernas y al interior de mis rodillas. Se mantuvo así,
moviéndose más y más arriba hasta que estaba entre mis muslos.
Mi respiración se aceleró, y lentamente me recosté en la cama
mientras él me inclinaba hacia atrás. Mis ojos se cerraron por un
largo rato mientras esperaba que su boca llegase al área que más me
dolía. Quizás Cato Marino me disgustaba, pero no había duda de que
lo deseaba… mucho.
Él se mantuvo moviéndose hasta que sus labios se presionaron
contra mi tanga negra. Me besó gentilmente, mi vestido era un
tumulto de tela sobre mis caderas. Me besó un poco más fuerte por
la fricción, luego tomó una profunda bocanada de aire, inhalando mi
excitación a través del encaje de mi tanga.
Él se alejó, entonces levantó su cabeza al nivel de la mía, en su
cara había una mirada de excitación tan intensa que parecía enojado.
Tomó mis caderas con sus manos, y me miró fijamente sin temor,
como si estuviese luchando por no tomarme tan duro que podría
romper la cama.
Anteriormente fui el centro de atención del deseo de un hombre,
pero ninguno me miró de la manera en que él lo hizo ahora. Esto era
solo sexo, una conquista con la que Cato estaba completamente
obsesionado, pero aún me hacía sentir la mujer más hermosa de la
tierra. Esto era más gratificante que hacer el amor con un hombre
que me haya importado. Esto era más gratificante que una llamada
sexual con un hombre que pudiera hacerme venir. Era la presa de
este hombre, y era la primera vez que disfrutaba sentirme así.
Él se irguió y luego tiró de su camiseta por encima de su cabeza.
Como la última vez, no era nada más que un hombre, nada más que
puro sexo. Sus fuertes pectorales guiaban al valle de ríos y cuencas
en su abdomen. Cerca de sus caderas había dos gruesas venas que
encabezaban el dobladillo de sus jeans. Él estaba en perfecta forma
física, con la fuerza para matar a un hombre con solo sus nudillos.
No podía alejar mis ojos de él. Mis bragas se sintieron húmedas
en un instante y cualquier incertidumbre acerca de lo que estaba
haciendo, se fue. Mis muslos ansiaban abrirse y mi sexo gritaba por
sentir cada centímetro de él dentro de mí. Esto había comenzado
como un deber, pero ahora, era la única cosa que quería hacer en el
mundo.
Se quitó el cinturón y luego sus jeans, empujándolos hacia
abajo junto con su bóxer.
Me quedé mirando fijamente su largo miembro, mis ojos
estaban concentrados y abiertos. Los penes no tenían nada de
especial, nada como para sentirme particularmente excitada por
ellos, pero maldición, este era el más hermoso que jamás he visto. No
era solo largo, sino también ancho. Su glande era prominente,
incluso sus bolas eran bonitas. Perfectamente arregladas para tomar
o chupar, este era el tipo de pene con la que estaría feliz de
atragantarme.
—Jesucristo… —No podía apartar mis ojos de ese monstruoso
miembro que se erguía tan erecto y orgulloso. Mi lengua ansiaba
sentir esa vena a lo largo de su erección y mi estómago deseaba
probar su sabor. Chupar penes no era uno de mis fetiches, pero
cuando uno ve algo como esto… estaría feliz de que me den arcadas
una y otra vez—. Ese es una hermosa pene. —Mis ojos finalmente
regresaron a los suyos.
Había llamas ardiendo en sus ojos, no de enojo, pero sí de
éxtasis. Ahora se veía como si quisiera tomarme aún más duro, meter
de golpe su miembro tan dentro de mí que me hiciese estallar. Sus
manos alcanzaron mis muslos hasta que tomó el encaje de mi tanga.
Entonces, lentamente las empujó hacia abajo, hasta que salieron por
mis tobillos. Sus ojos se quedaron viendo mi sexo, fijamente con la
misma obsesión que yo tenía por su miembro.
Él se arrodilló otra vez y presionó su boca adecuadamente entre
mis piernas. Inmediatamente cubrió mi clítoris con su lengua y me
besó más duro de lo que había besado mi boca. Inhaló
profundamente, luego aspiró su caliente aliento sobre mi área más
sensible. Él comió mi sexo como si no hubiese en el menú nada que
desease más.
Grité ahí mismo, solo porque se sentía tan increíblemente bien.
Mi cabeza se inclinó hacia atrás y miré el techo de la habitación
mientras mi visión se tornaba borrosa. Hombres me comieron antes,
pero no con este calibre. Agarré su cabello en puños con mis dedos y
me pregunté si salir de su casa esa noche había sido un error. Aún
con otra mujer ahí, el sexo habría sido increíble.
Él chupó mi clítoris un poco más fuerte antes de alejarse. Abrió
su mesa de noche y sacó un paquete de aluminio antes de volver a la
cama conmigo.
Estaba cerca de conseguir mi orgasmo cuando su boca estaba
complaciéndome, así que tener su enorme diámetro dentro de mí era
exactamente lo que quería. Pero ahora, en todo en lo que podía
pensar era en ese miembro dentro de mi boca. Nunca deseé más
chupar y explorar algo tan grande.
—Espera. —Me levanté sobre mis pies y desabroché la parte de
atrás de mi vestido así podría caer al piso, no llevaba sujetador, por
lo que ahora estaba completamente desnuda.
Los ojos de Cato fueron directo hacia mis senos.
—Yo en serio… —Me arrodillé delante de él— …en serio quiero
chupar tu miembro primero. —Ignoré al hombre y tomé sus
musculosos muslos. Él tenía piel bronceada en todas partes, junto
con el paquete de músculos debajo. Él era tan hermoso que incluso
sus pies eran sexys. Ahuequé mi lengua y abrí mi boca anchamente
antes de meterlo dentro de mí. Luego gemí, como mujer, aprecié su
longitud y espesor. Aprecié la manera en que sabía, la manera en que
podía mantenerse duro sin esfuerzo alguno. Su miembro era perfecto
y merecía ser adorado.
La expresión de Cato se endureció al mirarme fijamente. Me vio
mover su longitud dentro de mi boca antes de sacarlo lentamente. El
sexo oral era agradable de muchas maneras. Él agarró en puños mi
cabello, y sus respiraciones profundas se intensificaron lentamente
a medida que tomé hasta el fondo su longitud.
Nunca imaginé que podría estar tan entusiasmada de estar de
rodillas. Justo treinta minutos antes, pensé que él era un cerdo
arrogante. Lo había visto besarse con mujeres al azar en bares, una
tras otra. Pero ahora que estaba disfrutando de este hombre, no
podía juzgarlo. Aún sin su fortuna, era el hombre más atractivo del
planeta. Algunas mujeres probablemente no lo querían por su dinero.
Ellas solo querían esto, una noche con un hombre de verdad.
Mi lengua cubrió con más saliva toda su longitud, y lo empujé
tan dentro como podía. Solo lo hice hasta la mitad porque él no era
solo largo, era también ancho. El sexo oral era sobre hacer sentir bien
a tu compañero, pero ahora mismo, mis acciones eran
completamente egoístas. Estaba chupando su miembro porque
disfrutaba de cada segundo de eso. De hecho, sentí el mismo fuego
entre mis piernas que sentí cuando su boca estaba presionando mi
clítoris. Estaba tan excitada por su miembro que sentí una explosión
ante la vista. Solo eso me encendió mucho más que el sexo que haya
tenido con cualquier otro chico. Mis dedos se movieron entre mis
piernas y me froté a mí misma mientras continuaba chupándolo,
sabiendo que estaba a punto de explotar con su miembro en mi boca.
Cato inhaló un profundo suspiro entre sus dientes antes de tirar
de mi cabello.
—No.
Su miembro dejó mi boca, pero presioné un beso en su glande,
mis ojos estaban en él.
—Arriba.
Mi vista estaba borrosa por la excitación, y tuve que apoyarme
en sus poderosas piernas para enderezarme.
—Sobre tu espalda. —Él tomó el condón, luego procedió a
ponérselo. Lo envolvió sobre su longitud, hasta la base, dejando una
gran cavidad al final para contener todo que iba a liberar por mí.
Me moví hacia su cama Alaska extra larga y recosté mi cabeza
en una de las almohadas. Me imaginé el sexo más pervertido, algo
que no tuviera nada de misionero. Ni siquiera me importó saltarme
el sexo mientras su miembro estuviese en mi boca. Pero estaba
emocionada de sentir su grosor y longitud profundamente dentro de
mí. Nunca había llevado a un hombre más grande, y ahora tenía
miedo de no poder volver una vez que hubiéramos terminado.
Él subió hasta estar sobre mí, su gran peso hundió el colchón
mientras se movía. Su enorme miembro colgaba listo, apuntando a
mi entrada como si no pudiese esperar para estar dentro de mí. Sus
brazos inmediatamente se engancharon detrás de mis rodillas y me
separó abiertamente, como si yo necesitara estar lo más abierta y
ancha posible si iba a tomar ese monstruo entre sus piernas.
—¿Notas algo en mi cama?
Mis manos arañaron su pecho porque estaba muy ansiosa por
sexo. Nunca había deseado más que un hombre me penetrara. Lo
odié esta mañana, pero ahora, él era mi más reciente fantasía. Mis
manos se movieron en la parte trasera de su cabello, y atraje sus
labios a los míos por un beso.
—Solo cállate y tómame. —Podía saborear mi sexo en sus labios,
y la sensación solo me excitó más.
Él me besó de vuelta solo por algunos segundos.
—Tú eres la única en ella.
Recosté mi cabeza contra él y sentí mi sexo apretándose. A
diferencia de alguien más, lo disfrutaría exclusivamente toda la
noche. Tenía toda su atención, todo su afecto, y todo su miembro
para mí.
—Eso es bueno, porque no me gusta compartir. —Tomé su
longitud y apunté su glande a mi entrada.
Presionó su miembro dentro de mí e ignoró la resistencia. Su
miembro era muy grande para mi talla pequeña pero no iba a aceptar
la negativa. Empujó otra vez hasta que pasó la barrera y se encontró
con mi húmedo fondo que prácticamente estaba goteando entre mis
muslos. Luego, siguió hundiéndose, más y más hasta que la mayor
parte de su miembro estuvo profundamente dentro de mí.
Un miembro nunca se había sentido tan bien.
—Cato… —Mis manos dejaron su cabello y se deslizaron abajo
en su espalda. Mis uñas lo arañaron con entusiasmo, sin embargo
eso no podía ser controlado. Ahora era solo una mujer perdida en sus
hormonas, una mujer que solo quería estar con un hombre—.
Mierda, te sientes tan bien. —Si hubiera sabido que esto podía llegar
a ser así de bueno, lo hubiera tomado en la parte trasera de su auto
de camino hacia aquí.
Él gimió mientras comenzaba a embestirme, sus ojos se
quedaron en los míos mientras empujaba la cabecera de la cama
contra la pared.
—Maldición, este es un buen sexo.
Agarré su trasero y lo empujé más dentro de mí sintiendo de
inmediato mi clímax. No necesité más de diez embestidas para
conseguir mi orgasmo. Estuve lista para mi clímax durante los
últimos quince minutos. Era sorprendente que no explotase en el
momento en que él estuvo dentro de mí.
—Dios… —Mi cabeza se relajó en la almohada, y lo miré seguir
embistiendo dentro de mí, empujando su enorme miembro en un
ritmo perfecto—. Si… si… —Mis uñas arañaron sus brazos y mis
caderas se sacudieron contra él. Mordí mi labio inferior mientras mi
orgasmo llegaba duro. Este hombre había hecho algo que ningún otro
hombre había logrado hacer. Él me hizo llegar al orgasmo tan duro,
que no creí que esa intensidad fuera posible… y él ni siquiera lo había
intentado. Después de todo, quizás su arrogancia era apropiada.
Se quedó quieto mientras mantenía toda su longitud dentro de
mí. Con mis piernas todavía inmovilizadas y sus ojos pegados a los
míos, tenía la misma mirada de excitación con la que empezó, pero
ahora iba acompañada de un toque de tortura.
—Más te vale que no hayas terminado. Ni siquiera he empezado
todavía.
Orgasmos después y temprano en la mañana, me recosté en la
cama al lado de él, escuchando sus profundos suspiros. Se quedó
dormido rápidamente, totalmente satisfecho después de hacer que
me estremeciera con muchos orgasmos.
Abrí mis ojos y mire la hora en el reloj.
Eran las seis de la mañana.
Esa fue la mejor noche de sexo que alguna vez tuve, y podría
fácilmente recostarme aquí para siempre y solo disfrutarlo. No puedo
recordar la última vez que me sentí tan satisfecha. Ningún hombre
pudo intensificar el sexo oral y batear un cuadrangular como ese.
Cato Marino no era solo el banquero más exitoso del mundo, sino
también el amante más exitoso.
Disfruté de tener sexo con un líder criminal que asesinó a
alguien en su entrada para automóviles, y el sexo fue tan bueno que
olvidé lo peligroso que podía ser. Mi tarea era manipularlo y de alguna
manera aislarlo de su manada de seguridad, pero la operación
parecía imposible, la última noche, el sexo había sido asombroso
para mí, pero probablemente eso era habitual para él. Eso no
importaba, cuan mojada o ansiosa estaba, sus tríos y noches salvajes
siempre triunfarían sobre lo que yo podría ofrecerle.
Quizás era una mala idea.
Quizás debería irme mientras aún tuviera la oportunidad.
Quité las sábanas y cuidadosamente me deslicé al borde de la
cama. Mi plan era salir sigilosamente antes que se levantase. Quizás
desde el principio no esperaría que pasase la noche. Probablemente
me echaría a patadas si quisiera que me fuera, pero quizás él estaba
muy cansado. Tomé mi vestido del piso y comencé a ponérmelo.
—¿Acaso dije que te puedes ir? —Su voz masculina llenó la
habitación, no era áspera como debería estar por no dormir durante
horas. Él no se movió de su posición en la cama, las sábanas estaban
amontonadas en su cintura.
Mi actitud se encendió ante la insinuación.
—No. Pero no pregunté. —Este hombre podría ser increíble
entre sábanas, pero seguía siendo un imbécil a fin de cuentas. Ese
enorme y hermoso miembro no podía cambiar eso.
—Vuelve aquí, ahora. —No abrió sus ojos, como si esperara que
lo escuchara.
No era el tipo de mujer a la que le gustase escuchar eso. No lo
era ahora, ni nunca. Me abroché el vestido.
Se levantó de la cama rápidamente y vino directo hacia mí,
aproximadamente noventa kilos de músculo hostil. Estaba oscuro en
su habitación porque todas las cortinas estaban cerradas, pero no se
le dificultó encontrarme al pie de su cama. Él me agarró por la parte
trasera de mi cabello y me arrojó a la cama, mi cara golpeó las
sábanas y mi trasero quedó levantado en el aire. Su mano tomó mi
nuca y me atrapó con su peso.
—Lección aprendida. Nunca me hagas preguntarte dos veces.
—Agarró un condón de su mesa de noche y se lo puso, luego me
penetró como un animal, manteniendo mi cara presionada contra
sus sábanas mientras su enorme miembro me daba estocadas una y
otra vez.
Mi primer impulso fue pelear con él, pero una vez que su
miembro me abrió, no tomé represalias, solo lo disfruté.
Él agarró mis muñecas y las sujetó en mi espalda mientras
mantenía su peso en mi cuello. Sus embestidas eran profundas y
duras, no sensuales y gentiles como fueron anoche. Él parecía más
enojado que lujurioso, como si mi desobediencia lo enfureciera y
encendiera al mismo tiempo.
—Que te jodan, imbécil. —Mordí mi labio mientras mi cara
estaba presionada en el colchón, sintiendo su perfecto miembro
golpear en el punto exacto una y otra vez. Lo desprecié como
humano, pero amé cómo me tomaba, penetrándome de una manera
que nunca antes había sentido.
—Te estoy penetrando, nena. —Tomó la parte trasera de mi
cabello y me forzó hacia arriba, arqueando mi espalda y tratándome
como un caballo siendo controlado por riendas—. Y te tomaré
cuantas veces quiera. —Su mano se movió a mi cuello, y me apretó
duro mientras entraba de golpe en mí, su agarre casi me asfixió.
Cerré mis ojos y mordí mi labio inferior, sintiendo a mi cuerpo
traicionarme instantáneamente. Él no estuvo dentro de mí por
mucho tiempo, y aún no estaba excitada antes de que él se lanzase
contra mí. Ahora, mi sexo estaba empapado y se estrechó con él
dentro a medida que los segundos pasaban.
—Maldita sea, estás tan apretada. —Él se inclinó sobre mí y
presionó su pecho contra mi espalda, sus labios se acercaron a mi
oreja—. Libéralo, nena. Sé que quieres hacerlo.
Quise pelear contra lo que sentía porque era una mujer
orgullosa, pero cuando él se sentía tan bien entre mis piernas, eso
parecía imposible. No importaba cuán arrogante era. No importaba
si era un presuntuoso imbécil. Él hizo que llegara al orgasmo mejor
que cualquier otro hombre.
—Dios…
—Di mi nombre.
En medio de la agonía de la pasión, no pude vacilar.
—Cato.
—Bien, nena —suspiró contra mi oreja mientras se mantenía
penetrándome, mientras se mantenía dirigiendo su enorme miembro
profundamente dentro de mí.
Mi cara se movió sobre el colchón cuando terminé, las sábanas
tragándose mis gemidos finales.
Él se movió sobre mí y terminó con un gemido masculino, su
satisfacción fue audible en su profunda voz. Flotó por un momento
mientras disfrutaba de cada segundo antes que la sensación se
desvaneciera. Luego, sacó su reblandecido miembro fuera de mí y
caminó al baño.
—Voy a tomar una ducha.
Oí la puerta cerrarse detrás de él y al agua corriendo un
segundo después. Estuve en la misma posición esperando que mi
corazón se ralentizara. Ese era el tipo de sexo mañanero que nunca
tuve en toda mi vida. Era la manera perfecta de empezar el día, aún
si mi amante era un presuntuoso y controlador idiota.
Ahora que él se fue, recogí mi vestido y me alisté. No sabía si
quería que me quedase o no, pero debería irme lo más pronto posible.
Cato Marino era un adversario serio que yo no podía dominar, y
ahora temía que mis talentos no fueran suficientes. Aún si hacía que
confiase en mí, eso solo me pondría en más peligro. Porque al
segundo en que se enterase que lo estaba engañando… él podría
dispararme en la cabeza en su entrada para automóviles.
Después de trabajar todo el día en la galería, me fui a casa a las
afueras de Florida. Había un automóvil negro en el camino de
entrada, y la puerta de enfrente estaba abierta. Otra persona llamaría
inmediatamente a la policía, pero yo sabía exactamente quien había
forcejeado mi casa y entrado sin autorización en mi propiedad.
—Una llamada habría sido suficiente. —Cerré la puerta detrás
de mí y caminé dentro de la casa, sabiendo que me encontraría cara
a cara con Damien en solo unos segundos.
—Prefería ver tu bello rostro, dulzura. —Aun cuando Damien
estaba siendo cortés, sonaba malvado. Él era un espeluznante
matón, un buitre esperando asesinarme así podría echarme a un
lado.
Caminé dentro de la cocina y lo encontré en mi mesa principal.
Él se había servido una copa de vino y tenía su otro pie descansando
en la otra silla. Se veía cómodo, a pesar de estar deseando matarlo si
tuviese la oportunidad.
—¿Si? —Agarré la botella de vino en la mesa y llené una copa
para mí—. ¿La pequeña perra tiene un mensaje?
Su sonrisa se quedó pegada a su cara, pero sus ojos mostraban
un poco de irritación. Él era el siguiente al mando de Micah, y eso no
le gustaba ni un poco. Era el hombre que hacia el trabajo sucio, casi
como un conserje en una escuela.
—Tú eres la pequeña perra en esta situación.
—Discrepo. —Tomé un sorbo, luego lamí mis labios—. ¿Qué es
lo que quieres, Damien? Estoy ocupada.
—No estás lo suficientemente ocupada porque no tenemos a
Cato.
—¿Tú me exiges que atrape al hombre más rico en Italia en
algunas semanas? —Me puse de pie cerca de la barra con mi copa en
mano, inclinando mi cabeza ligeramente mientras lo examinaba—.
¿Algo que tú y Micah aún no pueden hacer? No seas ridículo.
Sacó un cuchillo de su bolsillo y lo colocó en la mesa delante de
él. Ésa era una sutil advertencia, una amenaza de cortar mi garganta
si me hacía la difícil.
—Entre tú y yo, quiero que fracases. Entonces serías toda para
mí. Penetraré tu trasero con esta hoja presionada justo en esa bonita
arteria en tu cuello.
A pesar del peligro, era inaceptable caer en el miedo. Negué
estar asustada, no dejaría a este retorcido hombre meterse bajo mi
piel. Al segundo que lo hiciera, él podría tener ventaja. Sorbí mi vino
como si no me hubiese amenazado de violarme y asesinarme.
—Te castraría antes que tengas la oportunidad.
Su sonrisa se amplificó, porque era un hijo de puta enfermo que
se metía en esto.
—Me pregunto si tu sexo es tan dulce como esa boca tuya.
—Nunca lo sabrás.
Su sonrisa se desvaneció, solo por un instante.
—¿Harás que esto ocurra o no?
Había dormido con Cato, pero no estaba cerca de conseguir
nada. Ese hombre era, de lejos, mucho más aterrador de lo que
alguna vez Damien podría esperar ser. Cato no solo era frío, sino
también controlador y dominante. Él no daba segundas
oportunidades a nadie. Al segundo en que se enterara de mi plan,
podría ser ejecutada como prisionera de guerra.
—Me estás pidiendo conseguir algo imposible.
—Entonces, no nos molestaremos en mantener con vida a tu
padre.
No importaba cuantas veces me recordase a mí misma que mi
padre merecía su destino, saber que estaba secuestrado rompía mi
corazón. Quería a mi padre libre, sin ser torturado por Micah. Él
probablemente sabía que estaba intentando salvarlo, y eso solo lo
haría sentirse peor.
—Puedo darte toda la información que tengo sobre Cato. Eso
todavía sirve de algo.
—¿Qué información? ¿Acceso a cuentas bancarias? ¿Medidas
de seguridad? ¿Códigos dentro de su residencia?
—Bueno… no.
—Entonces, ¿qué? —preguntó él, riéndose un poco—. ¿Qué
información valiosa tienes?
En ese momento, entendí que no sabía nada. El hombre era un
silencioso enigma quien difícilmente hablaba. Sus pensamientos
eran un misterio. La única cosa que conocía de él era a su miembro.
Lo conocía muy bien.
Damien apartó la mirada y sorbió su vino.
—No tienes nada que ofrecer.
—No me estás dando nada con lo que trabajar.
—Tienes una vagina, ¿cierto? Mírate. ¿Qué tan difícil es atraer
a este adicto a una vagina?
Era la única que era adicta a los penes. Cato era el hombre más
increíblemente atractivo con el que estuve alguna vez. Solo era otra
mujer en una muy larga lista de mujeres bonitas para él.
—Este chico es muy inteligente para eso. No hay manera que
pueda pasar de ser exitoso a estúpido. Elegiste al hombre equivocado
para enfadar. Yo lo vi ejecutando a alguien en su entrada para
automóviles. Deberías tener otro blanco.
Damien sacudió su cabeza.
—Tiene que ser él.
—¿Por qué?
—Porque si nosotros lo atrapamos, lo tendremos todo, y no solo
la industria de droga.
—Te estás olvidando de su hermano. —Bates era claramente
tan inteligente como Cato.
—Él será fácil de atrapar una vez que tengamos a Cato.
Estuve fuera del juego por un momento, pero sabía que Damien
estaba subestimando mucho esta tarea.
—¿Vas a cumplir o no? Debería saberlo ahora. Cuesta dinero
seguir alimentando a tu padre. Y si puedo empezar a tenerte ahora,
dejaré de perder el tiempo con este vino. —Empujó la copa y me miró
de arriba hacia abajo.
No tenía ningún truco bajo la manga o alguna idea de cómo iba
a lograr esto. Cato era muy inteligente como para caer por alguien
tan tonto. Lo dejé conquistarme en la cama, pero parecía que me
había puesto bajo su pulgar en lugar de al revés. Pero, el recuerdo de
mi padre, me hizo recordar porqué estaba luchando.
—Dame más tiempo.
No hablé con Cato desde que me fui de su casa algunos días
atrás. Quizás él estaba molesto por haberme ido. Quizás no le
importaba. No tenía idea. Dormir con él podría habernos acercado
más, pero más probablemente eso me convirtió en otra conquista de
la que podía olvidarse.
Si ése era el caso, estaba jodida.
Cuando salí de mi trabajo en la galería, caminé hacia la tienda
de comestibles para comprar algunas cosas para la cena.
Normalmente hacia algunas comidas y luego comía las sobras en el
trabajo, para ahorrar dinero, y para mantener los centímetros de mi
cintura. Caminar a la tienda era bueno, desde que normalmente me
pasaba todo el día sentada en la galería.
Estaba en la sección de comida enlatada cuando alguien
apareció a mi costado, un hombre alto con el cabello de color negro
noche. Él vestía jeans y una camiseta negra, su cabeza se inclinó
como intentando ocultar su cara. Él se me acercó, mucho para
alguien que yo estaba mirando solo de reojo.
—¿Por qué no retrocedes, amigo? —Pivoté mi cuerpo hacia él y
mantuve mi cesta entre nosotros, solo en el caso que necesitase
golpearlo con ella.
Él me miró de reojo, una enorme sonrisa burlona apareció en
su cara.
Reconocí esa sonrisa.
—¿Landon?
Él se mantuvo observando las latas de frijoles en el aparador.
—Mantén tu voz baja.
La sorpresa no había desaparecido, y la sensación más cálida
se extendió por todo el pecho. Los calurosos días de verano con
hierba recién cortada vinieron a la mente, junto con las pequeñas
bicicletas que dejábamos en la rotonda. Pensé en galletas recién
sacadas del horno en Navidad, pensé en todas las veces que
escondería mis muñecas y me obligaría a buscarlas.
—No me importa. —Coloqué la cesta en el piso, entonces me
acerque a él para darle un abrazo. Enterré mi cara en su pecho, y
pude oler su colonia, reconociéndola de inmediato—. No puedo creer
que seas tú.
Landon no me apartó, pero apenas me dio una palmadita en la
espalda.
—Cálmate, Siena. Hay personas buscándome, y sé que hay
personas que te están observando. Así que vete.
Me aparté de mala gana, con el corazón roto por no poder darle
un abrazo de verdad a mi hermano. Nunca fuimos particularmente
cercanos, pero la sangre, era la sangre. Con papá lejos, él era todo lo
que me quedaba en el mundo.
—Lo lamento… solo estaba feliz de verte.
Él sacó una lata del aparador y fingió leer la etiqueta.
—Sé lo que le pasó a papá, y sé lo que Micah y Damien te están
exigiendo que hagas. Necesitas olvidarte de eso. Quitarte de esto y
huir.
Esa era la última cosa que esperaría oír de Landon.
—¿Y dejar a papá a su suerte?
—Lo resolveré —susurró él—. No es tu problema, Siena. No
querrás involucrarte con esta vida, y no deberías tener que
ensuciarte las manos ahora. Lamento haberte involucrado desde el
principio.
Aún si quisiera huir, no podría. No había ningún lugar al cual
ir.
—¿Podemos encontrarnos en algún lugar? Ya sabes, así podría
mirarte cuando te hable. ¿Así podría abrazarte de verdad?
Puso la lata de nuevo en el estante y suspiró, su altura rebasó
la mía.
—¿Dónde? No podemos encontrarnos en tu casa.
—Un bar —sugerí—. En algún lugar en la parte trasera.
—De acuerdo. Nos encontraremos en Baron’s a las diez. —Él se
alejó sin decir otra palabra.
Quería verlo partir, pero me concentré en mirar hacia adelante.
Justo cuando mi mundo se había vuelto tan sombrío y oscuro, un
rayo de sol apareció. Mi hermano estaba huyendo porque el negocio
había sido desmantelado, y yo estaba trabajando para los enemigos
que nos quitaron todo. Pero al menos si nos tuviéramos el uno al
otro… tendríamos algo.
Landon ya estaba ahí cuando entré. Un trago estaba delante de
él, y a juzgar por su trayectoria, ese era probablemente su tercer o
cuarto vaso.
Me senté delante de él en una mesa de atrás, mis ojos lo
observaron en cámara lenta. En los últimos años, mi hermano y yo
vagamos sin rumbo, cada uno por su lado, y ahora que lo estaba
mirando, no podía entender por qué permití que eso pasara.
Él mostró una fría mirada, la misma que papá mostraba la
mayor parte del tiempo. Los dedos de Landon descansaban alrededor
de su vaso, y miraba a nuestro alrededor cada cierto tiempo,
chequeando si había miradas enemigas. Su barba se había ido, y sus
ojos verdes estaban brillantes a pesar de su tristeza.
—No te involucres con Cato Marino. Ese hombre es un
monstruo.
Sí, lo había visto de primera mano.
—Lo sé. —Cato era frío como el hielo y tan pragmático que no
parecía ser humano. Todo lo que le había importado era el sexo, el
alcohol y el dinero. Sin corazón, él no vacilaba antes de acabar con
la vida de alguien para siempre. Viajaba con una gran caravana a
todas partes a las que iba porque sabía que el mundo estaba lleno de
enemigos.
—Si él sospecha de ti, te torcerá el cuello.
—También lo sé.
Él miró alrededor del bar antes de mirarme, había hostilidad en
sus ojos.
—Entonces necesitas irte. Toma tus cosas y huye. —Alcanzó
algo dentro de su americana, sacó una gruesa envoltura llena de
dinero y la colocó en la mesa entre nosotros—. Esto debería ser más
que suficiente para lo que sea que necesites.
Era dulce que mi hermano quisiera cuidarme, pero no
necesitaba su ayuda. Empujé el dinero de regreso hacia él.
—No lo necesito, pero gracias.
Un suspiro escapó de sus labios.
—Ahora no es el momento de ser terca.
—No estoy siendo terca. No estoy dejando atrás a papá. Él no se
merece mi lealtad, pero no puedo solo dejarlo así como así.
Landon inclinó ligeramente su cabeza y miró dentro de su vaso.
—No tienes ninguna oportunidad de engañar a Cato. Solo harás
que te mate.
—Y si me mata, que así sea.
Los ojos de Landon se entornaron con hostilidad, como si esa
fuera la peor cosa que pudiera decir.
—No quiero esto. Papá no quiere esto.
—Pero somos familia y estamos juntos en esto.
Él recorrió su mano a través de su corto cabello negro, su
mandíbula aún estaba apretada con ferocidad. Nosotros siempre
golpeábamos nuestras cabezas porque éramos igual de tercos.
Landon quería ser el alfa, pero yo era mi alfa desde el día en que me
fui. Nunca fui del tipo pasiva. En lugar de llevar un bonito vestido a
una fiesta y mantener mi boca cerrada, era la que más fuerte
hablaba. Él me respetaba por eso, pero en tiempos como estos,
también me odiaba por ello.
—Es una misión suicida. Cato está en la cima de la cadena por
una razón. ¿Crees que vas a ser más lista que él?
—No sé lo que pienso ahora mismo. Lo estoy tanteando.
Landon no preguntó directamente sobre mi relación con Cato.
Sabía que estaba durmiendo con él para obtener la información que
yo quería, pero era un tema tan incómodo que no quería discutir.
—Papá no hizo los sacrificios que debería haber hecho por
nuestra familia. No tiene sentido que lo hagas ahora.
—Estoy de acuerdo. Pero si hago este trabajo, puedo tener a
papá de vuelta y podemos empezar otra vez. Tal vez podríamos irnos
a Francia y abrir una tienda de vinos o algo. Al menos, estaremos
juntos… —No me sentí completa desde que nuestra mamá falleció y
nuestra familia se disolvió. Ahí siempre estuvo una pieza perdida de
mi corazón, un vacío que nadie podía llenar.
Él me dio una mirada llena de pesar.
—Aún si pudiésemos rescatar a papá, eso es poco probable.
Ellos nos buscarán hasta que todos estemos aniquilados. Esa es la
razón por la que te estoy diciendo que este plan es estúpido. Aún si
salvas a papá, ¿luego qué?
—¿Y puedes dormir tranquilo en la noche dejándolo morir? —
desafié, negándome a creer que mi hermano pudiera ser tan cobarde.
Él sostuvo mi mirada pero no respondió.
»No voy a dejar a mi padre atrás. Admito que mi plan contra
Cato no es el mejor.
—Él te matará. —Landon apretó su vaso con las yemas de sus
dedos—. Siena, no conoces este mundo de la manera en que yo lo
hago. No entiendes de lo que esos hombres son capaces. Solo porque
eres una mujer hermosa no significa que no vayan a torturarte y
matarte. Eso no significa que no te darán la más estupenda agonía
antes de que él finalmente ponga una bala en tu cerebro. Tienes una
gran confianza que te da una irreal creencia de que puedes lograr
algo. Siena, no importa lo bien que lo hayas hecho sentir teniendo
sexo, él verá a través de ti. Él es el más inteligente, el más astuto
hombre en el mundo. Yo digo que dejes este enfoque y pensemos en
otra cosa.
Mentiría si dijera que no estaba asustada. Cada vez que estaba
en esa fortaleza, sabía que me superaban en número. Cada vez que
estaba a solas con Cato, sabía que podía hacerme lo que quisiera.
—¿Qué otra opción tenemos?
—Lo resolveremos.
—Aún si quisiera alejarme. Estoy trabajando para él ahora.
—Entonces termina el trabajo y desparece.
—No es tan fácil.
—Entonces renuncia. Consigue a alguien más para que te
reemplace.
—¿No crees que eso podría generar más sospecha? —
pregunté—. ¿Sin mencionar que lo enfadaríamos? Ya dormí con él,
así que el daño ya está hecho.
Si Landon estaba incómodo, no lo mostraba.
—¿Y cómo actúa contigo?
Me encogí de hombros.
—No hemos hablado.
Landon tomó un largo trago de su vaso.
—Entonces tu plan falló. Él es el mismo mujeriego que era
antes. Nada nuevo.
—Sí, supongo que sí.
—Así que probablemente podrías salir de esto ilesa. Solo
termina tu trabajo y vete. Mantén a Damien en el anzuelo. Quizás
podemos pensar un plan diferente mientras tanto.
—¿Qué clase de plan? —pregunté—. Tienen cientos de hombres
trabajando para ellos. ¿Qué tenemos nosotros? —Nuestro negocio,
nuestra reputación y nuestro dinero nos habían sido arrebatados.
Ahora ambos éramos víctimas sin protección. Nuestros hombres nos
habían abandonado, y ahora éramos dos lobos solitarios.
Él se encogió de hombros.
—Nos tenemos el uno al otro… algo es algo.
13
Traducido por Myr62, SOS Flor y Jabes
Corregido por Lelu
Cato
Ella dejó su vaso y luego desvió la mirada hacia la puerta
trasera. El sol se estaba poniendo, y el calor se estaba disipando
lentamente. Un suave brillo de la puesta de sol todavía llenaba la
habitación y cubría su piel con el color más hermoso.
―No estoy buscando nada serio ahora mismo. Te dije que solo
me interesa el buen sexo y mi carrera. E incluso si estuviera
buscando establecerme, no eres mi tipo.
Me tomó tiempo procesar una respuesta porque sus palabras
me tomaron por sorpresa. Como si me tirara una jarra de agua fría
en la cara, me quedé atónito. Ninguna mujer me había dicho nunca
algo así. Incluso cuando solo era un hombre con un sueño, las
mujeres me querían por más de una noche. Hizo que todos los
músculos de mi torso se tensaran tanto en ofensa como en
curiosidad. Esta mujer no se veía afectada por mi encanto y eso me
volvía loco.
―Entonces, ¿cuál es tu tipo?
―No un asesino, por ejemplo.
―Entonces vas a terminar con un marica.
Ella ignoró el insulto.
―Un hombre promedio con recursos medios.
Todo lo que querían las mujeres era un hombre rico que pudiera
comprarles el mundo. Querían buenos autos, una hermosa mansión
y un collar cubierto de una gran cantidad de diamantes. Querían
sentirse como unas reinas y casarse con un rey.
―Mierda.
Sus ojos se movieron a los míos, llenos de hostilidad.
―Todas las mujeres quieren seguridad. Todas las mujeres
quieren un hombre poderoso que pueda protegerlas.
―Solo mujeres que no pueden proveerse y protegerse a sí
mismas. ―Sus dedos se envolvieron alrededor del tallo de su copa, y
se movió nerviosamente mientras mantenía sus ojos en mí―. He
estado haciéndolo durante mucho tiempo, y soy bastante buena en
eso. Eso no es lo que busco en un hombre. Y el dinero es la raíz de
todo mal. Cuando tienes demasiado, todos lo quieren. Es imposible
saber quién realmente te quiere por ti... y quién quiere arruinarte. La
gente hará lo que sea para ponerte las manos encima... incluso
asesinar a gente inocente.
Tenía algunos comentarios imbéciles para responder, pero no
los dije porque entendí el contexto de sus palabras. Su madre había
sido asesinada por el imperio de su padre. Estar asociada a una vida
de crimen solo había destrozado a su familia. Ahora vivía sola y no
había hablado con su familia en muchos años.
―Así que, no eres mi tipo, Cato.
No había tocado mi vino desde que entré. Estaba mucho más
interesado en beberla que en dejar que el alcohol tocara mis labios.
La paranoia de Bates parecía exagerada ahora que había oído su
confesión. Esta mujer no tenía ningún truco bajo la manga. Ella
realmente solo quería un trabajo de mi parte, y eso era todo. En todo
caso, era una amenaza menor que cualquier otra persona con la que
traté.
―No te equivocas. Pero tampoco tienes razón.
Puso su mano debajo de la barbilla mientras me examinaba.
Sus gruesas pestañas hacían sus ojos aún más hermosos,
hipnóticos. Brillaban con éxtasis cuando estaba profundamente
dentro de ella, y el efecto era absolutamente impresionante.
―Con un gran poder viene una gran responsabilidad. Si eres un
hombre digno de ese poder, gobernarás sin consecuencias. Soy el
tiburón más grande del océano, la cima de la jerarquía. Yo controlo
este mundo, hasta el último detalle. Los hombres me miran por
encima del hombro, pero mi poder es intocable. Soy el hombre más
poderoso de este mundo, y nadie puede quitarme eso. Tal vez mi
status me convierta en un blanco, pero también me hace intocable.
Si una mujer estuviera a mi lado, nunca tendría que temerle a nada,
porque el mundo me sirve. ―Su padre tenía un imperio respetable
con muchos hombres, pero aun así no era rival para mí. Pensaba que
entendía la riqueza y los privilegios, pero los otros no tenían un
centavo en comparación conmigo. No tenía ni idea de cómo era el
verdadero lujo―. Puedo hacer que todos los problemas desaparezcan.
Se aferró a cada palabra sin pestañear, sin embargo no parecía
impresionada por lo que dije.
―Puedes hacer que los problemas desaparezcan, pero prefiero
no tener problemas para empezar. ―Tomó la botella y volvió a llenar
su copa―. Heredé esta casa de mi abuela. Es pequeña y pintoresca,
pero es perfecta para mí. No debo nada por ello, y el dinero que gano
con la galería es suficiente para una vida cómoda. No hay nada más
que necesite o quiera.
No tenía envidia de su actitud, pero la respetaba por ello. Le
daba el máximo nivel de poder. Si no había nada más que necesitara,
entonces no necesitaba hacer todo lo posible por nada ni por nadie.
Ella tenía el control de su vida, y no buscaba a un hombre que le
hiciera la vida más fácil. No necesitaba a nadie para nada.
Ella bebió su vino, lamiéndose los labios entre sorbos.
Era la primera vez en mi vida que quería una mujer que estaba
al borde de la indiferencia hacia mí. Ella quería acostarse conmigo,
pero no lo suficiente como para volar mi teléfono con mensajes de
texto o para aparecer en uno de mis clubes favoritos. No tenía un
motivo oculto, una fantasía de que podía convertirse en la mujer más
rica de este país. No necesitaba nada de mí, así que no significaba
nada para ella. Era bastante atractivo.
Ella se encontró con mi mirada y no parpadeó durante varios
latidos.
―¿Qué?
―Eres sexy.
―¿Yo? ―Ella inclinó la cabeza ligeramente hacia un lado.
―Sí. Tú.
Una sonrisa se formó en sus labios, y esta vez, fue genuina.
―¿Te gusta una mujer independiente?
―No tengo un tipo. ―Mientras fuera hermosa y servil, no me
importaba. Su personalidad, religión y creencias eran irrelevantes.
Nunca había prestado suficiente atención a una mujer para aprender
algo sobre ella―. Pero fui criado por una madre soltera. Trabajó
tantas horas como pudo para mantenernos a Bates y a mí. Ni una
sola vez se quejó o pareció débil. Así que tengo debilidad por una
mujer que se cuida a sí misma.
Sus ojos se suavizaron lentamente, y la sonrisa en sus labios se
desvaneció. Sus dedos descansaban contra el borde de su copa, y la
alegría que había mostrado hacía unos segundos se había ido.
―Yo no sabía eso.
―No eres muy buena acosadora.
―Supongo que no creí que tu infancia fuera importante.
―Cada niño se convierte en un hombre. Pero el hombre nunca
olvida quién era ese chico. ―No importaba lo rico que fuera ahora.
Nunca podría olvidar lo que significaba luchar. Nunca podría olvidar
las noches de invierno que no podíamos permitirnos el calor y los
veranos que no podíamos permitirnos el aire acondicionado. Nunca
pude olvidarme de recoger comida en el centro para personas sin
hogar cuando a mamá la despidieron de la fábrica de conservas. Mis
trajes eran tan caros como los coches, pero debajo de mi piel,
músculo y hueso estaba el recuerdo de dónde venía.
―Tu madre debe estar orgullosa de ti.
―Sí. ―No importaba la edad que tuviera, a mi madre parecía
gustarle cualquier oportunidad de felicitarme―. Mi padre se fue
cuando Bates y yo éramos jóvenes. Ser padre y proveedor era
demasiado difícil para él. Mi madre tenía que ser dos padres y dos
ingresos. Pero ella lo hizo funcionar y siempre nos hizo sentir
amados. Es una chica ruda... y no hay muchas mujeres como ella.
Los ojos de Siena se llenaron de emoción, como si esa historia
fuera tan conmovedora para ella como para mí.
―Eso es dulce. Supongo que ahora cuidarás de tu madre.
―Por supuesto.
―Eso es aún más dulce. ―Ella ya no parecía interesada en su
vino, solo se enfocaba en la conversación que estábamos teniendo―.
Perdí a mi mamá hace unos años. Estábamos muy unidas, y nunca
ha sido lo mismo sin ella. Siempre fue tan fuerte y decidida. Era ama
de casa, pero eso no le impedía ser mi modelo a seguir. He estado
tratando de recoger los pedazos desde que ella se fue, pero siento que
no hago ningún progreso. Cada vez que se acercan las fiestas, tengo
que empezar de nuevo.
Pude ver la devastación en sus ojos en el momento en que
mencionó a su madre. Sin un padre y un hermano en el panorama,
ella estaba realmente sola. Bates y yo no teníamos un intercambio de
corazón a corazón, pero él seguía siendo una figura prominente en
mi vida. Yo lo tenía a él y a mi madre. Parecía que ella no tenía a
nadie.
―Lo siento.
―Gracias. Ella es la razón por la que quiero mi propia familia.
Quiero ser una madre como ella.
No la conocía bien, pero podía imaginarla rodeada de tres niños.
Podía imaginármela haciendo la cena para una familia imaginaria,
todos viviendo bajo este pequeño techo. Sería estrecho, pero aún
serían felices. Mi futuro no involucraba a una esposa o hijos. Bates
y yo sabíamos que nunca podríamos casarnos, no cuando era
imposible confiar en nadie más que en el otro. Así que Siena tenía
razón, nunca podría ser su tipo.
Tomé mi copa y tomé un trago, manteniendo mis ojos en ese
cabello marrón oscuro. Su piel clara contrastaba con la oscuridad de
su cabello creando una belleza cautivadora que era imposible de
ignorar. La única razón por la que noté que me había estado
siguiendo era porque era la más impresionante mujer en la
habitación. Tendría que estar ciego para no fijarme en ella.
―¿Qué te trajo aquí esta noche, Cato? ―Sus ojos siguieron mis
movimientos cuando levanté la copa y la devolví a la mesa―.
¿Exactamente, que es lo que quieres?
Apoyé mi brazo sobre la mesa y sentí que mi reloj golpeaba
contra la superficie de madera.
―Tú. ―Podría haber salido con Bates y encontrar a alguien que
ocupara mi cama esta noche. Podría haber llamado a una de mis
chicas normales para entretenerme. En vez de eso, estaba
obsesionado con una mujer.
Me dio su habitual mirada de valentía. Ella debió haber estado
esperando esa respuesta porque no tuvo una reacción perceptible.
Esta era la segunda vez que aparecía sin previo aviso, rastreando su
ubicación porque tenía el poder de hacer lo que quisiera.
―Puede que el mundo te pertenezca, pero yo no te pertenezco.
No me gusta que me sigas en mi cita o que aparezcas así en mi
propiedad. Tienes mi número, siempre puedes llamarme.
No pude evitar que la sonrisa curvara mis labios.
―¿Así que puedes seguirme, pero no puedo hacer lo mismo
contigo?
―Te seguí en espacios públicos. Nunca invadí tu vida amorosa
ni aparecí en tu propiedad.
―Porque te habrían disparado si lo hubieras hecho.
―Lo que sea ―dijo ella―. Si me quieres, necesitas respetarme.
Esa es la única manera de que esto funciona.
Tenía todo el poder, pero ella estaba dando todos los golpes. Era
tierno. Nadie más tendría las pelotas para hacer una petición como
esa.
—Está bien.
Tomé mi copa de vino junto con la de ella y las llevé al fregadero.
La copa de su cita estaba en el fondo, gotas de vino goteaban por el
desagüe. La sola idea de que se desnudara con otro hombre me puso
furioso, así que regresé a la mesa y la miré fijamente.
Sostuvo mi mirada, sin miedo. Sentada allí con la cabeza en
alto, era una reina sin trono o corona, pero poseía tanta dignidad y
gracia que era imposible no respetarla. Podía salir con cualquier otra
mujer, pero estaba parado en su cocina, con su vino barato aún
sazonado en mis labios.
Tal vez su frialdad me quemó. Tal vez su indiferencia me fascinó.
Tal vez la única razón por la que estaba allí era porque estaba
aburrido, porque esta relación se había desarrollado de una forma
muy diferente a todas las otras.
—Podría irme ahora. Podría llevar a otra mujer a mi cama,
preferiblemente a dos. O podría quedarme aquí, contigo. ¿Qué será?
—Deslicé las manos en mis bolsillos y me paré cerca de su mesa de
comedor. Me dolía la mano por agarrarla por la nuca e inclinarla
sobre la mesa. O mejor aún, tirarla encima y embestir mi miembro
profundamente y con fuerza. La última cosa que quería era salir y
conseguir a una mujer en otra parte. Era poco interesante y aburrido,
lo mismo una y otra vez. La única mujer remotamente interesante
que había conocido estaba sentada justo frente a mí, desafiante y
hermosa. Como no quería nada que pudiera ofrecerle, no había razón
para que estuviera impresionada por mí. Solo me hizo querer
probarle que estaba equivocada.
—¿Si te pidiera que te fueras, realmente lo harías?
No hacía nada que alguien me pidiera.
—No estoy seguro. Nunca escuché a nadie antes. Pero ambos
sabemos que no quieres que me vaya, así que dejemos de fingir. —
Por arrogante que me hiciera parecer, no impedí que las palabras
salieran de mi boca.
Me miró por varios latidos de corazón, su cara de póquer era
impenetrable. Tal vez no le gustaba como persona, pero con toda
certeza le gustaba la manera en que la hacía sentir. Había conseguido
varios orgasmos sobre mi miembro toda la noche, muy
entusiasmada, como si nunca hubiera tenido tan buen sexo en toda
su vida. Me necesitaba para pasar un buen rato, me necesitaba para
compensarla por todos los hombres que la hicieron perder el tiempo.
Se puso de pie y se acercó lentamente a mí, su presencia sacaba
el aire fuera de la habitación. Con la mirada pegada a la mía, se
aproximó hasta que sus manos tocaron mis brazos musculosos. Sus
dedos sintieron las venas fibrosas y los músculos abultados. Luego
se deslizó lentamente hacia mis hombros mientras miraba mis labios.
—Quiero que te vayas antes de que me despierte en la mañana.
Me alejaba antes de que empezáramos. Era la misma actitud
que tenía con mis amantes, pero viniendo de ella, me sorprendió. Era
desechable, sin valor. Solo me hizo desearla más, me hizo querer
conquistar a esta mujer fría y volverla caliente.
—Ya veremos. —Mis manos se metieron debajo de su blusa, y
sentí la suavidad de la piel de su abdomen. Mis pulgares acariciaron
sus abdominales a través de su piel mientras presionaba mi cara más
cerca de la suya. Cuanto más sostenía su mirada, más sentía que su
fuerza se desvanecía. Era un volcán cuando tenía el control, pero al
segundo en que mis manos estuvieron en ella, estaba derrotada. Mi
boca coqueteó con la de ella, acercándose a sus labios, pero nunca
besándola. La apoyé en la mesa y luego saqué mi camiseta por la
cabeza.
Sus ojos inmediatamente adoraron mi cuerpo, su deseo ardía,
caliente. Sus palmas se plantaron contra mis pectorales, y
lentamente arrastró la punta de sus dedos hacia abajo, sintiendo los
surcos de mis músculos en los valles de mi estómago. Esa actitud
apasionada se había ido hace tiempo, y todo lo que quedaba era una
mujer llena de deseo. Igual que la última vez que estuvimos juntos,
rápidamente se convirtió en una persona diferente, como si no
hubiera otro hombre en el mundo con el que quisiera estar. Tal vez
su actitud engañaba a otras personas, pero ciertamente no me
engañaba a mí.
Incliné mi cuello hacia el suyo, sin embargo, no la besé,
burlándome a propósito.
Se inclinó para tomar mi boca, arañando mi pecho con sus
dedos.
Me negué a darle mis labios.
—Dime que me deseas.
—Sabes que te deseo.
—Dilo. —La castigaría por tentarme, la castigaría por hacerme
desearla tanto que anduve hasta aquí como un estúpido posesivo.
Sus manos se aferraron a mis hombros.
—Te deseo, Cato.
—No más hombres. Solo yo. —Nunca le había hecho esa
petición a otra mujer. Ellas parecían dejar todo en sus vidas para
enfocarse únicamente en mí. Pero esta mujer, tenía más
pretendientes en la fila cada vez que le deba la espalda. Era la clase
de mujer que no esperaba por un hombre, y eso la hacía
increíblemente atractiva.
La excitación en sus ojos murió ante mi demanda.
—No puedes hablar en serio.
—¿Alguna vez no hablo en serio? —Mi vida estaba centrada en
el trabajo y el alcohol. Tenía un pésimo sentido del humor.
—Acabo de decirte que no estoy buscando una relación.
—Yo tampoco. Pero te deseo cuando quiera. No voy a ponerme
al final de la línea cada vez que quiera un turno. —Presioné mi frente
en la suya mientras la sostenía contra la mesa. Mis dedos exploraron
sus caderas debajo de la blusa, sintiendo esa suave y sedosa piel que
quería besar por todos lados.
—No pareces monógamo.
—Porque no lo soy. —Froté mi nariz en la de ella y miré sus
labios—. Pero puedo hacer una excepción, por un corto período de
tiempo.
Una sonrisa se extendió en su rostro, una mirada conocedora
la acompañó.
—¿Qué?
Ella negó ligeramente.
—Tenía razón.
—¿Sobre qué?
—Te dije que podía manejar lo mío. Te dije que era el tipo de
amante que un hombre apenas podía manejarme por sí mismo. Te
dije que no compartía, que un hombre nunca querría compartirme.
Parecía una amenaza vacía en ese momento, pero sus palabras
me habían perseguido desde que las había dicho. Cada vez que
estaba con una mujer, me preguntaba si Siena habría sido mejor. Me
preguntaba si había cometido un error llevándola a casa con la
expectativa de un trío. Ahora que la había tenido, me di cuenta que
su amenaza fue real. Ella era un tipo especial de mujer, una que
nunca había conocido.
—Felicitaciones. Eres la primera persona que demuestra que
estoy equivocado.
Sus manos comenzaron por mis pectorales y lentamente
serpentearon hacia arriba.
—Me gusta el sabor de la victoria.
—Me gusta tú sabor. —Mis dedos jugaron con la parte superior
de sus jeans, y sigilosamente desabroché el primer botón. Mis ojos
se movieron hacia esos labios gruesos, pero todavía no los alcancé.
La idea de estar con una sola mujer no sonaba como un sacrificio.
Sonaba como una oportunidad que nunca había explorado. La
repetitividad de mi vida se había vuelto mundana, y desde que conocí
a Siena, todo parecía ser más interesante.
—Así que, no salgo con otros hombres. Eso significa que tú no
sales con otras mujeres.
—Para empezar, nunca salí con mujeres.
—Sabes a lo que me refiero. —Sus manos se arrastraron hasta
mis jeans, y los desabrochó lentamente. El botón se abrió de golpe y
luego siguió con el cierre. Lo arrastró lentamente, a lo largo de mi
duro contorno que era notable en mis bóxer. Ya sea intencional o
accidental, sus ojos se movieron hacia abajo y lamió sus labios, como
si ver mi miembro fuera exactamente lo que esperaba con más
ganas—. Solo tú y yo por unas semanas. Cuando mi proyecto esté
terminado, también nosotros. —Empujó mis jeans más allá de mis
caderas para que se deslizaran al piso. Me estaba desnudando, y
también estaba estableciendo una fecha límite sin vacilación. Un
compromiso a largo plazo era lo último que quería para mí.
Me hizo desearla más.
Enganchó sus dedos en mi bóxer y lentamente los arrastró
hacia abajo, tirando de ellos sobre mi grosor y luego bajándolos por
mis muslos. Cada centímetro se reveló con lentitud, mostrando la
vena profunda en mi eje, junto con el grosor de mi corona. Como una
mujer que podía apreciar las cosas buenas de la vida, miró mi
miembro como si fuera una obra de arte.
—No digo esto a menudo… pero tienes un hermoso pene. —Lo
miró mientras sus dedos seguían agarrados a la tela de mi bóxer. Sus
dedos se retorcieron en el lugar, su lengua se deslizó sobre su labio
superior de la manera más provocadora.
Mi mano se movió hacia su cuello, y la guíe lentamente a sus
rodillas sobre el azulejo. Me habían dado una buena mamada en el
asiento trasero de mi auto o en un baño, pero nunca había tenido
una tan espectacular como la de ella. Tenía un entusiasmo que no
podía ser replicado o falsificado. Ella era una mujer que comenzó a
disfrutarme, a complacerme.
Abrió la boca de par en par y se puso a trabajar, usando ese
cuello delgado para tomar mi longitud dentro y fuera. Aplanó su
lengua y mantuvo su boca ancha mientras me empujaba
profundamente dentro suyo. Sus manos agarraron mi bóxer y los
tiraron más abajo hasta que estuvieron alrededor de mis tobillos.
Cerró los ojos y me roció con saliva, me empapó tanto que las gotas
salpicaron el suelo de su comedor. En lugar de darme una rápida
ronda de juego previo para que pudiéramos saltar a la parte buena,
ella se ralentizó y se tomó su tiempo. Lo disfrutó incluso más que yo.
Y eso lo convirtió en la cosa más sexy del mundo.
Las mujeres querían complacerme para llamar mi atención.
Siena chupó mi miembro porque le gustaba, casi había llegado al
clímax la última vez que lo hizo. Sus uñas se clavaron en mis muslos
musculosos, y gimió incluso cuando mi miembro estaba tan
profundo que podría ahogarla.
La mejor mamada que he recibido.
Mi mano se hundió en su cabello, y miré a la mujer debajo de
mí, la vi ignorar la incomodidad de sus rodillas porque mi miembro
en su boca era muy bueno. Me había chupado muchas gargantas,
pero nunca lo habían hecho tan increíble.
—¿Amas mi pene, bebé?
Ella liberó su boca y me acarició con su mano. Una gota de
saliva goteó de la comisura de su boca y cayó al suelo.
—Sí. Mucho. —Sus dedos acariciaron mis pelotas, y ella empujó
mi longitud dentro de su garganta.
Sería tan fácil para mí entrar, liberar mi semilla caliente en la
parte posterior de su garganta para que pudiera caer en su vientre.
No había nada que amara más que una buena mamada,
sosteniéndoles la parte posterior del cuello mientras las mantenía en
su lugar para terminar. Pero esta mujer era tan buena en todo, que
quería más. Quería entrar en su boca, su sexo y su culo al mismo
tiempo.
Lástima que eso no fuera posible.
Saqué mi miembro de su boca e intenté no empujarla de nuevo
cuando ella puso esa cara decepcionada.
—Arriba.
Ella usó mis muslos como una escalera para levantarse. Sus
pantalones estaban desabrochados y la parte superior estaba
ligeramente arrugada por la forma en que la había agarrado antes.
Cuando se puso de pie, se quitó la parte superior y tenía puesto un
sostén negro de encaje, un sujetador realzador que destacaba la
belleza de sus senos naturales.
Había visto muchos senos en mi vida, pero nada en
comparación con los de ella.
Bajó sus vaqueros y los dejó caer al suelo. Lo que quedó atrás
fue una tanga negra a juego.
Sabía que ella usaba la ropa interior para su otra cita, pero
ahora era yo quien la vio.
Mi mano se deslizó por su espalda, y desabroché su sujetador
con un chasquido de mis dedos. Luego tiré de su tanga hacia abajo,
empujándola sobre sus sexys caderas para que pudiera caer a sus
tobillos. Ahora que estaba desnuda y dolorosamente hermosa, quería
tomarla tan fuerte que fuera un castigo. Quería reprenderla por traer
a otro hombre a la casa. Quería torturarla, pensando que otro
hombre podría penetrarla tan bien como yo.
Mi cuerpo estaba ansioso por acelerar las cosas, pero mis labios
lo hicieron todo más lento. Mis manos palparon sus senos perfectos,
y la besé. Mi boca se movía dolorosamente lenta, atesorando la
suavidad de sus labios y la forma en que se movían suavemente
contra los míos. Nuestra respiración llenó la habitación tranquila, y
el sol desapareció lentamente sobre el horizonte hasta que nos
quedamos en la oscuridad. Solo unas pocas luces en la casa
mantenían la habitación iluminada.
La levanté sobre la mesa del comedor y la arrastré por el borde.
Sus pezones estaban tan duros que podían afilar un cuchillo. Sus
voluptuosos senos estaban emparejados con una caja torácica
delgada, un marco de reloj de arena que podría ponerla en la portada
de una revista porno. Su vientre plano conducía a una vagina
perfectamente cuidada, muy brillante y hermosa. Ya la había
probado antes, pero ahora mi miembro solo quería penetrarla.
Tomarla por completo.
Reuní sus piernas en mis brazos y luego presioné mi miembro
dentro de su entrada, mi gran corona presionó a través de la tensión
de sus hermosos labios. Mi glande podía sentir la humedad que
estaba allí, y eso me dijo que quería que la penetrara mucho antes
de que mi miembro estuviera en su boca.
—¿Qué estás haciendo? —Ella se apoyó sobre su codo y
presionó su mano contra mi estómago, sus dedos golpearon los
gruesos surcos de músculo—. No me penetrarás sin condón.
—Si no estoy teniendo sexo con nadie más, entonces
definitivamente te estoy penetrando sin condón. —Nunca había
estado desnudo con una mujer sabiendo que ellas aprovecharían la
primera oportunidad del percance. Pero esta mujer no quería tener
nada que ver conmigo, así que no me preocupaba eso.
Ella mantuvo su mano sobre mi estómago.
—Muéstrame tus papeles, y yo te mostraré los míos. Hasta
entonces, ponte uno.
El glande de mi miembro podía sentir cuán mojada estaba,
cuánto quería conducirme dentro de ella una y otra vez. Solo sentir
unos centímetros era suficiente para hacerme ignorarla y hacerlo de
todos modos. Pero una vez que entregara mis papeles, ella sería mía
y podría tomarla tanto como quisiera.
Salí y luego me puse un condón.
—Gracias.
Tiré de ella hacia el borde de la mesa y le di un violento empuje
cuando me metí dentro. Empujé a través de su rigidez y humedad y
reclamé su sexo como mío. Ese otro chico solo deseaba ser yo.
Probablemente estaba en casa masturbándose en ese mismo
momento, deseando estar con ella en lugar de que esté conmigo.
Pero era yo quien la penetraba.
Ella giró su cabeza hacia atrás sensualmente, su largo cabello
atrapó las gotas de vino que se habían derramado de las copas. Con
los labios bien separados y un hermoso entusiasmo por la vida en
sus ojos, era una mujer que estaba siendo tomada de la manera que
le gustaba. Ella no extrañaba su antigua cita, no cuando estaba
siendo penetrada por un pene tan grande como el mío.
—Cato... me encanta tu pene. —Se agarró a mis caderas y se
empujó hacia mí, encontrando mis estocadas al arrastrar su cuerpo
más cerca. Rodó la cabeza hacia atrás, se mordió el labio y luego lo
repitió—. Qué buen pene.
Mi mano se aferró a su cuello, y la atraje hacia mí de esa
manera, controlándola completamente mientras golpeaba toda mi
longitud dentro de ella. La envestí una y otra vez, reclamando su sexo
como mío. Muy pronto, el condón no nos separaría, y yo tiraría todo
lo que había dentro de ella, convirtiéndola en la primera mujer en
tener el honor.
No podía esperar ese momento.
Se apoyó en un codo y luego tiró de mi cuello hacia el suyo para
poder besarme. Tomó mi cara cuando me dio un beso caliente, sus
piernas aún estaban separadas para que pudiera seguir tomando mi
longitud.
—Sigue penetrándome... así.
Nada era más sexy que una mujer diciendo lo que quería. Sin
vergüenza de su sexualidad, ella me usaba de la misma manera que
yo la usaba a ella. Me usaba para conseguir su orgasmo, para
meterse en un clímax abrasador que hizo que sus dedos se
encogieran.
—Ahí mismo... —Ella dejó de besarme para poder gritar, justo
en mi cara—. Cato... sí. —Apoyó su frente contra la mía y cerró los
ojos cuando terminó, su perfecto sexo apretó mi miembro como una
pitón. Ella llegó al orgasmo duro y rápido, empapándome con otra
ola de excitación—. Hazlo de nuevo. —Abrió los ojos y me lanzó una
expresión intrépida, como si mi desobediencia no fuera tolerada.
Mi miembro ya se había engrosado porque quería explotar
después de su actuación. Ver a una mujer tomar la iniciativa
mientras estaba de espaldas era algo raro. Todo lo que solían hacer
era gemir y felicitarme. Esta mujer me empujó un poco más fuerte,
me dijo cómo quería que la hiciera llegar al orgasmo.
—Puedo hacer que llegues al éxtasis tantas veces como quieras.
Dio un suave beso a mis labios, como una sutil disculpa por su
agresión.
—Te recordaré eso.
Terminamos en su cama escaleras arriba. Una pequeña cama
tamaño matrimonial en una habitación estrecha. La ventana daba al
patio trasero y a las laderas en la distancia. Ella tenía un inmenso
roble fuera de su ventana, las hojas crujían con el viento nocturno.
Un mastodonte como yo no podía estar cómodo en una cama
que apenas era lo suficientemente grande para una mujer sola, pero
lo hicimos funcionar poniéndola a ella encima de mí. Era liviana
como una pluma, así que apenas noté que estaba allí en primer lugar.
Mi mano descansó en la profunda curva de su espalda y atrapó unos
mechones de su cabello al mismo tiempo. Observé las sombras
danzar en el techo mientras sostenía a esta mujer, la mujer más
confusa del planeta.
Nunca me había quedado en la casa de una mujer, pero allí
estaba, a punto de romper su colchón con mi peso. Nunca le caí a
nadie por sorpresa sin previo aviso, nunca le pedí a una mujer que
dejara de ver a otros hombres. Me convertí en un hombre diferente
de la noche a la mañana, y no tenía idea por qué.
Finalmente, se quedó dormida encima de mí, su respiración
uniforme poseía la misma cadencia hermosa que una cascada. Era
tan pequeña y hermosa, pero su presencia magnética rivalizaba con
la mía. Hubiera sido fácil para otro hombre tomar mi lugar esta
noche, y eso de alguna manera me hizo sentir especial.
A pesar de que la palabra especial no estaba en mi vocabulario.
Respiró hondo y luego se removió, algo en sus pensamientos la
despertó. Se apartó de mi pecho y pasó los dedos por su cabello,
quitándose las largas hebras de su rostro para revelar su rímel
corrido. Con los párpados pesados y una inconfundible mirada de
cansancio, parecía lista para dormir durante días. En cambio, salió
de arriba de mi pecho y bostezó.
—Deberías irte. Tengo un día largo mañana.
Me quedé inmóvil en el lugar, no podía creer la manera sencilla
en que me echó de su casa.
Era Cato Marino.
Poseía todo, ¿y ella me estaba echando?
Cuando no hablé o me moví, se dio vuelta para mirarme, sexy
con las mantas apenas cubriendo sus firmes senos. Con la mirada
somnolienta en sus ojos, se veía incluso más hermosa que
completamente despierta. La hora que pasé complaciéndola drenó su
energía por completo.
—¿Me oíste?
—Sí. Eso no significa que te escucharé.
—Esta cama no es lo suficientemente grande para los dos.
—Puedes dormir encima de mí.
Ella se apoyó sobre su codo.
—¿Siempre tratas de quedarte a dormir cuando una mujer te
pide que te vayas?
No. Porque nunca traté de quedarme. Pateé las sábanas y me
puse de pie. Ella se quedó en la cama y tiró de las sábanas hacia sus
hombros.
—Buenas noches.
Me quedé parado, desnudo al lado de su cama, sorprendido una
vez más.
—¿No vas a acompañarme a la salida?
—Sabes dónde está la puerta principal.
Siempre pensé que era un imbécil, pero parecía que había
encontrado a mi igual.
—Tienes que cerrar la puerta después que me vaya.
—No le tengo miedo a nadie. Tengo un arma, y no tengo miedo
de usarla.
Permanecí junto a su cama, sin tener una razón para quedarme
y ninguna palabra para pronunciar. Su indiferencia me confundía.
Su frialdad me quemaba. Cualquier mujer mataría por mi atención,
pero no significaba una mierda para ella.
Me fui de su habitación y tomé mi ropa del piso de abajo. Me
puse todo y revisé el teléfono. Por supuesto, tenía diez llamadas
perdidas de varias personas. Una de ellas era Bates.
Salí y me metí en mi Bugatti, mi equipo de seguridad se separó
por el perímetro a lo largo de más de un kilómetro y medio. Conduje
alejándome y le regresé la llamada a mi hermano.
—¿Dónde estás? —preguntó al segundo que contestó.
Estaba completamente oscuro afuera, y me dirigí de regreso a
Toscana en lugar de a mi casa en Florencia. No podía conducir tanto
como quería, así que fue un placer inusual. Sin música, podía oír el
sonido del poderoso motor mientras me llevaba a través del hermoso
paisaje.
—¿Qué quieres?
—Cuando no me respondes, eso significa que estás haciendo
algo que no deberías, o haciéndoselo a alguien que no deberías.
—No te preocupes por mi pene, y no me preocuparé por el tuyo.
—No necesitas preocuparte por el mío, porque no es estúpido.
—Eso es debatible.
—De todas maneras, un rumor dice que los hermanos Beck van
a la quiebra. Sus andanzas en las reservas de petróleo se arruinaron.
La información no es pública, pero siempre tengo un hombre
adentro.
Les había prestado medio billón de dólares para financiar el
proyecto con una considerable tasa de interés a cambio. Su agenda
parecía tan simple que me quedé estupefacto de que pudieran
arruinarla.
—Con suerte, tu informante está equivocado.
—No lo está, Cato. Gastaron la mitad de la inversión, y al
parecer, se fueron. Tendremos suerte de recuperar la segunda mitad.
—Recuperarán lo que perdieron, de una manera u otra.
—Eso es mucho dinero, Cato, incluso para nosotros.
Conduje con una mano en el volante y noté las luces de los
autos detrás de mí. Era fácil verme en el medio de la nada porque
una docena de autos llenos con hombres y armas me acompañaban
a donde fuera. Incluso cuando estaba solo, nunca estaba realmente
solo.
—La gente confía en nuestro dinero porque siempre hacemos
que nuestros clientes paguen. Nos mantiene con liquidez.
Recuperaremos ese dinero de una forma u otra. Me encargaré de eso.
—O podríamos ejecutarlos.
—Matarlos es demasiado fácil. Ponerlos a trabajar es más
práctico.
—Pero tenemos que matarlos de todas maneras.
Todos sabían que era un riesgo una vez que tomaban dinero
prestado de mí. Tenía el efectivo para hacer realidad sus inversiones,
pero estaban haciendo intercambios con sus vidas. Si ellos fallaban
en cumplir con sus promesas, se enfrentaría a la tortura y la muerte.
No había excepciones.
—Sí. Lo haré yo mismo. —Había matado a tantas personas que
no me perturbaba. Eso no me quitaba el sueño. La mayoría de mis
socios de negocios eran criminales de todos modos, así que no era
como que asesiné a gente inocente. Hacía negocios con el resto del
mundo, familias que necesitaban un préstamo para comprar su
primera casa, pero eso estaba completamente separado de mis
negocios. Esa era la versión pública, la que se escribía en los
periódicos. El mundo del hampa era donde hacía mi dinero real. Era
un gánster glorificado en un traje bonito.
—Investigaré un poco más y te lo haré saber.
—Está bien. —La llamada telefónica parecía terminar, así que
estaba a punto de colgar.
—¿Estabas con la compradora de arte?
Mi dedo se desplazó del botón.
—No estoy compartiéndola, así que deja de preguntar.
Se rio entre dientes.
—No estoy interesado en compartir. Estoy interesado en
deshacerme de ella. Si resulta ser el gusano que creo que es…
—Yo mismo le meteré una bala en el cerebro.
Me senté en la sala de conferencias y me tomé mi tiempo para
disfrutar de mi cigarro. El humo llenó mis pulmones de electricidad
placentera antes que se filtrara lentamente por mi nariz. Había
terminado el papeleo, correos electrónicos y llamadas telefónicas,
pero no tenía prisa por irme. El tiempo pasó lentamente, y me senté
allí, pensando en nada.
No solo era el hombre más rico de este país, sino que también
era el más joven en lograr la hazaña. Mi madre nunca más tuvo que
preocuparse por el dinero, y mi hermano y yo nunca tendríamos que
luchar por el resto de nuestras vidas. Sentarme en la cima del mundo
debería brindarme una hermosa vista, un clímax que nunca se
desvanecía.
Pero se sentía insípido, aburrido y artificial.
¿Era esto depresión? ¿Era desesperanza? No tenía una sola
queja que hacer, pero, aun así, me sentía vacío por dentro.
¿Por qué?
Giovanni golpeó antes de abrir la puerta.
—La señorita Siena está aquí para verlo, señor.
Seguí fumando mi cigarro.
—Envíenla. —Había olvidado que ella se detendría esa tarde.
Decorar mi casa era una tarea grande que le llevaría al menos un
mes, y cada vez que pasaba de una habitación a otra, necesitaba mi
aprobación.
Ella entró un momento después, vestida de negro con perlas
blancas. Su elegancia era respetable, pero cada vez que la miraba,
me imaginaba la forma del reloj de arena, esos deliciosos senos y su
mojado sexo que podía servir a mi miembro como una profesional.
Su carpeta estaba debajo de su brazo, y ella se acomodó en el asiento
a mi izquierda, permaneciendo tan profesional como siempre.
No apagué mi cigarro como un caballero. Continué atrayendo el
humo a mis pulmones mientras la miraba, admirando a la mujer
para la que era tan indiferente que era un milagro que recordara mi
nombre.
Cruzó las piernas y abrió la carpeta sobre la mesa.
Esperé a que me dijera que apagara el cigarro.
—Pareces de mal humor hoy. —Pasó a la página correcta y luego
hizo clic en la parte superior de su pluma.
—Siempre estoy de mal humor.
Hoy en día, su cabello no estaba recogido en el rígido aspecto
de bibliotecaria. Estaba rizado y grueso, enmarcando su cara y
llegando más allá de sus hombros. Los aretes de perlas estaban en
sus lóbulos y su lápiz labial rojo brillante era el tono perfecto para su
tono de piel. Era una mujer hermosa si su cabello estaba arriba o
abajo. Podía estar vestida con un saco de patatas sin maquillaje, y yo
todavía la encontraría fascinante. Algo sobre esta mujer me volvía
salvaje, pero no me había dado cuenta de cual era esa cualidad.
Ella me vio llevar el cigarro a mis labios y exhalar el humo en el
aire.
Esperé a que me dijera que lo apagara.
—Estás siendo muy grosero.
—¿Lo soy? —Lo coloqué en el cenicero, dejando que el humo
subiera hasta el techo.
—¿No me ofreces un cigarro?
Hice mi mejor esfuerzo para ocultar la sorpresa en mi cara, pero
no pude. En lugar de fastidiarme para que fuera más saludable,
quería unirse a la diversión. Agarré otro cigarro y lo puse en mi boca
para encenderlo. Entonces se lo entregué.
Lo sostuvo entre sus dedos y respiró hondo, el humo bailó
alrededor de su boca ligeramente abierta.
Nunca había visto nada tan sexy.
Lentamente dejó que el humo blanco escapara de su boca y
nariz antes de que subiera al techo. Dio otra calada, cerrando los ojos
como si realmente lo estuviera atesorando. Luego lo puso en el
cenicero y se volvió hacia sus notas.
—La mayoría de las mujeres me piden que pare.
—La mayoría de las mujeres nunca han disfrutado de un buen
cigarro. —Volvió sus papeles hacia mí y me mostró fotos de las
nuevas pinturas que quería colgar en mis paredes—. Visité Milán el
otro día y encontré esto. Ya que tienes clientes importantes en esta
sala, pensé que deberíamos poner nuestras piezas más
impresionantes aquí.
Miré las fotos que había tomado con su teléfono, pero el flash y
la mala calidad no le hicieron justicia al trabajo.
—Tráelas aquí como las demás para que pueda verlas en
persona. —Las pinturas no eran tan importantes para mí, pero verlas
al desnudo era una forma mucho mejor de juzgar la impresión.
—No puedo hacerlo con estas. Están alojadas en el museo.
Nunca me diste un presupuesto, así que no estaba segura del rango
de precios que buscabas. Pero estas son también algunas de las
piezas más caras del mundo.
El imbécil arrogante dentro de mí quería reírse.
—El dinero no está en discusión, bebé.
—Esta sola es de diez millones de euros. —Ella señaló al
Monet—. Ha estado en este museo durante veinte años y no están
dispuestos a dejarlo ir por un euro menos.
Mi hogar toscano era un símbolo de poder, una forma sutil de
impresionar e intimidar a los hombres para los que trabajaba. No
había nada demasiado caro o extravagante.
—El precio es justo. Nos dirigiremos a Milán y veremos el cuadro
en persona.
—Bien. Solo déjame saber cuándo.
—¿Qué tal ahora?
Estaba a punto de dar una calada a su cigarro, pero lo volvió a
bajar al cenicero.
—¿En este segundo?
—Sí. —Hacía mi propio horario. Podía hacer lo que quisiera,
cuando quisiera—. Tomaremos mi avión. Podemos salir en treinta
minutos, llegar a Milán en una hora y luego cenar antes de regresar.
Siena no era tan suave como solía ser. Toda esa información la
tomó por sorpresa. Ella sabía que yo era rico, pero probablemente no
se daba cuenta de lo fácil que podía hacer que las cosas sucedieran
con un chasquido de mis dedos. Su padre tenía un imperio
impresionante, pero era empequeñecido por el mío.
—Bien. Llamaré al museo y les haré saber que vamos a ir.
Siena
Cato me penetró.
Y me penetró.
Nunca dejó de hacerlo.
Un hombre nunca me había penetrado así en toda mi vida.
Nunca me había hecho sentir tan deseada, tan sexi. Nunca me había
hecho sentir como la mujer más sexi del mundo. Sus manos siempre
estaban sobre mí, y su miembro nunca parecía ablandarse. Mientras
un hombre normal comenzaba a aburrirse, Cato parecía vigorizado.
Me fui a dormir con tanto semen entre mis piernas que manché
las sábanas por todas partes.
Mi cuerpo se despertó lentamente y noté que la luz del sol
golpeaba mis párpados. Estaba sobre mi espalda con un pesado
brazo en la cintura. Las cálidas respiraciones cayeron sobre mi cuello
mientras el gigante dormitaba a mi lado. Abrí mis ojos y miré su brazo
meticulosamente esculpido mientras se levantaba y caía sobre mi
estómago. Su poderoso cuerpo estaba a mi lado, todos los músculos,
la piel y el olor del sexo. Me abrazaba como un oso protector a su
cachorro.
Me quedé mirando su perfil, viendo que el pelo comenzaba a
llegar a lo largo de su mandíbula. Era una sombra débil, una sombra
que no había estado allí la noche anterior. Su cabello estaba
desordenado por la forma en que lo había tocado tanto. Su colonia
se había quemado en medio de la noche, siendo reemplazado por el
olor de las sábanas y mi cuerpo sudoroso.
Repetí la noche en mi cabeza, pensando en la cena íntima que
compartimos y el sexo que comenzó después. Mi propósito era
atraerlo a confianza para poder traicionarlo, pero me encontré
compadeciéndome de mi propio objetivo. Comencé a humanizarlo,
sin importar sus crímenes. Era el mejor amante que había tenido y
sabía exactamente cómo tratar a una mujer. Incluso nuestras
conversaciones eran agradables porque él era muy particular acerca
de su elección de palabras. Podía ser arrogante, pero no pasó toda la
noche hablando de sus logros. Tenía una profundidad insondable,
como la mitad del océano que se extendía por kilómetros bajo el agua.
Había una clara tristeza en su alma, un vacío que no admitía.
Entendía su vacío demasiado bien. Vi la codicia y la corrupción
destruir a mi familia. Cato no tenía una sola persona en la que
pudiera confiar porque incluso sus aliados cercanos lo apuñalarían
por la espalda si tuvieran la oportunidad.
Por supuesto, lo compadecía.
Eso también me hizo dudar de mí misma. Estaba haciendo esto
para salvar a mi padre, pero Cato no parecía el demonio que describió
Landon. Poseía vetas del mal, pero también tenía indicios de
humanidad. Le disparó a alguien sin dudarlo, pero también se hizo
cargo de su madre y habló muy bien de ella. ¿Cómo podría
vilipendiarlo cuando mi padre era culpable de los mismos crímenes?
Mi padre había asesinado a personas que se interponían en su
camino. Dio prioridad al dinero sobre mi madre. Lo sacrificó todo por
una fortuna que ni siquiera necesitaba.
Y yo fui quien arriesgó mi cuello para salvarlo.
Si lo pensaba demasiado, nada tenía sentido.
Cato respiró profundo cuando se despertó. Era un suspiro
masculino, un gemido bajo que venía de la parte posterior de su
garganta. Su mano apretó mi cadera, y antes de que abriera los ojos,
se movió sobre mí y colocó sus caderas entre mis muslos.
—¿Uh, buenos días?
Abrió los párpados y reveló sus ojos adormecidos, era una
mirada aún más sexi que cuando estaba completamente despierto.
Él inclinó sus caderas y presionó la cabeza de su corona justo entre
mis labios vaginales.
—Buenos días. —Se empujó con fuerza dentro de mí,
deslizándose a través del semen que aún quedaba de la noche
anterior.
Mis uñas se clavaron en sus brazos, y gemí cuando sentí su
violenta intrusión. Nunca antes me había penetrado un pene como
el de él. No era solo largo, sino grueso, y esas dimensiones perfectas
alcanzaron mi deseo en los lugares correctos. Era el tipo de miembro
hecho para tener sexo, perfecto en su forma y dureza.
—Dios... —Mis dedos de los pies se curvaron, y gemí contra sus
labios.
Enterró su cara en mi cuello y me tomó de la manera más
perezosa posible, su cuerpo cálido y pesado me presionó contra las
sábanas. Sus caderas se movieron, y él apoyó su cuerpo contra mi
clítoris. Ni siquiera tenía que hacer nada para encenderme porque
estaba simplemente muy bien dotado.
Ser tomada por un hombre atractivo a primera hora de la
mañana era uno de los regalos de la vida. Fue un regalo que nunca
había disfrutado realmente hasta ahora. Hubo algunos buenos
amantes en mi vida, pero ninguno como Cato. Y saltarse el condón
hizo que las sensaciones aumentaran aún más, hizo que cada empuje
fuera diez veces más placentero. Este era un hombre tan hermoso
que era doloroso, y en realidad me sentía como la mujer más
afortunada del mundo, estando debajo de él en ese momento.
Nunca tuve que preguntarme si él me haría llegar al orgasmo.
Nunca tuve que preguntarme si debería tocarme para llegar a la
meta. Cada vez que estaba dentro de mí, sabía que era lo
suficientemente hombre para acabar conmigo antes de liberarse.
Eso me hizo adorarlo.
Mis tobillos se clavaron en su trasero cuando obtuve mi
orgasmo, mis uñas se clavaron en su espalda mientras montaba la
altura que él creó entre mis piernas.
—Gracias... —Las palabras salieron de mi boca por su cuenta,
una súplica a este dios del sexo. No me di cuenta de cuánto
necesitaba ser complacida hasta que Cato vino a mi rescate. Él me
tomó de la forma en que necesitaba, tomada como cada hombre
debería.
Gruñó mientras terminaba, tirando otro montículo de
penetración profunda dentro de mí. Me llenó tanto la noche anterior
que no quedaba espacio, pero eso no le impidió que intentara darme
más. Gimió de nuevo cuando terminó, salió de mi vagina y goteó entre
mis labios.
—Tomé. Esta. Vagina. —Se deslizó fuera de mí y luego me dejó
allí. Entró en el baño y se metió en la ducha.
No me importaba la manera fría en que me usaba y luego
continuaba con su día.
Me encantaba, en realidad.
Volví a quedarme dormida, y me desperté cuando escuché su
voz en la habitación de al lado.
—Estoy en Milán.
Me senté y pasé los dedos por mi cabello. Entrecerré los ojos
para ver la hora en la mesa de noche. Eran casi la una de la tarde.
Jesús, no había dormido hasta tan tarde en… no pude recordar
cuándo fue la última vez.
—Siena y yo vimos la pintura. Y decidí comprarla. —Una taza
de café golpeó contra la mesada, como si estuviera tomando un sorbo
y la hubiera apoyado de nuevo—. Regresaré hoy, más tarde. —
Después de una larga pausa, él se volvió frío—. Lo sé, Bates. Dejaste
perfectamente clara tu opinión.
Abrí uno de sus cajones y encontré una pila de camisetas
limpias. Tomé la gris de arriba y me la puse. Era holgada alrededor
de los brazos y se extendía pasando mis rodillas. Se sentía como una
manta en lugar de una pieza de ropa. Caminé hacia la otra habitación
y encontré a Cato sentado en la mesa del comedor, mirando por la
ventana. Una taza de café estaba frente a él, el vapor iba sin rumbo
hacia el techo, y su teléfono estaba junto a él. Tenía una nueva
camiseta y jeans, con su negro cabello peinado después de la ducha.
No se giró para mirarme.
—¿Café?
—Por favor.
Caminó hacia la cocina y me sirvió una taza.
Tomé asiento en la silla frente a la suya. La luz del sol atravesó
la gran ventana y llenó la silla con el calor del verano. Sería un día
cálido y húmedo, pero el verano en Italia siempre era hermoso.
Algunas personas no podían soportarlo. Pero me encantaba. Eran los
meses de invierno los que detestaba. El sistema de calefacción de mi
casa no era tan bueno, y la chimenea no era lo suficientemente
poderosa como para expulsar el frío.
Colocó la taza frente a mí y se sentó del otro lado. Su barba
ligera se había ido, y su complexión bronceada prácticamente brilló
en el sol de la tarde. Se encorvó hacia adelante y tomó la taza con
ambas manos mientras me miraba fijamente.
Tomé un trago mientras mantenía mis ojos enfocados en los
suyos. Era el hombre más hermoso que había visto. No solo era
bonito a los ojos, sino robusto y masculino como un vaquero. Sus
raíces criminales se mostraban en su frío exterior, pero sin importar
cuántos crímenes había cometido, o cuántas vidas había tomado,
nada podía quitar el brillo en sus ojos. Todavía había un alma allí,
una soledad que era tan profunda que era imposible pasarla por alto.
—¿Con quién estabas hablando?
Tomó su café, y su expresión traicionó la molestia que sintió por
mi pregunta.
—No pregunto por ser entrometida. Solo estoy tratando de tener
una conversación.
—Entonces pregunta cómo estoy.
Dejé que el rechazo hostil se deslizara.
—Ya sé cómo estás. ¿Cuándo regresamos a Florencia?
—Cuando estés lista.
—Solo necesito una hora para ducharme y prepararme.
—Entonces, es cuándo nos iremos.
Tomé la taza con las dos manos y sentí la calidez contra las
yemas de mis dedos. Una parte de mí quería regresar a la cama y
pasar el resto de la tarde teniendo sexo. Cato me había vigorizado
con una nueva sexualidad. Nunca supe que el sexo podía ser tan
bueno, que podía ser tan simple y maravilloso. Había tenido más
intimidad con él que con cualquier otro, y mientras eso me debería
hacer sentir culpable, no lo hacía porque lo había disfrutado
demasiado.
No apartó sus ojos azules de mí ni una vez.
—Estaba hablando con Bates.
—Pensé que no era de mi incumbencia.
—No lo es. Te lo estoy diciendo ahora, porque quiero.
—O porque sabías que estabas siendo un imbécil.
En lugar de fulminarme con una mirada de odio, una pizca de
diversión se introdujo en su mirada.
—Me atrapaste.
—Cada vez que te veo interactuar con tu hermano, pareces
tenso.
—Somos hombres enfocados.
Y Cato era el hombre más intenso en el planeta.
—¿Son cercanos?
—Él es la única persona en el mundo en la que confío
implícitamente.
—¿Qué hay sobre tu madre?
—Ella no cuenta. Es una clase diferente de relación. —Tomó un
trago de su café—. Mi madre se irá en unos años. Bates y yo
estaremos lado a lado por décadas. Él es mi sangre y mi socio de
negocios. Nunca tendré esposa o hijos, así que él es la única familia
que tendré.
Ese era el pensamiento más depresivo que había oído.
—Déjame preguntarte algo. ¿No quieres una familia porque solo
no la quieres? ¿O porque piensas que no es una opción?
Bebió su café de nuevo y no contestó mi pregunta.
No lo presioné. Era estúpido oponerse a un oso que ya estaba
irritado.
—Si Bates es como tú, no sé cómo logran hacer algo. Esa es
demasiada testosterona obstinada para un solo cuarto.
—Los dos somos imbéciles. Por eso nos llevamos tan bien.
Mi hermano y yo no éramos tan cercanos, probablemente
porque éramos tan diferentes. Pero ahora, él era todo lo que tenía en
la vida.
—No le gustas. —Cato tomó otro trago largo de su café y terminó
la taza.
Me quedé quieta ante el comentario y la forma abrupta en que
lo dijo.
—No me conoce.
—No confía en ti. No quiere que pase más tiempo contigo del
necesario.
Mantuve la misma fachada de calma, pero mi corazón latía a
millones de kilómetros por minuto. Afortunadamente, él no podía
sentir mi ritmo cardíaco. De otra manera mi pulso sería un
despilfarro muerto. Distendí la declaración.
—Ninguno de los dos confía en nadie, así que eso no dice
mucho. —Tomé mi café, a pesar de que lo último que necesitaba era
cafeína. Era idiota pensar que podía manipular a alguien como Cato.
Hice más progresos de los que esperaba porque éramos monógamos
por el momento, pero al segundo que me saliera de la línea, los
hermanos Marino me atacarían en un instante.
—No confiamos en nadie por una razón. Nos mantiene vivos.
—¿De verdad te parezco peligrosa? —pregunté forzando una
risita que no sentía.
—Solo tu sexo. —Se puso de pie y tomó ambas tazas y las llevó
a la cocina.
Una vez que no me estaba mirando fijamente, dejé salir una
respiración que estaba guardada profundamente en mis pulmones.
Las yemas de mis dedos se sentían adormecidas por la adrenalina,
estaba bailando en una línea fina, arriesgando mi cuello cada día que
pasaba con Cato. Si no terminaba mi cometido pronto, él podría ir
un poco más profundo y darse cuenta exactamente quién era. O tal
vez la razón por la que Bates no confiaba en mí era porque ya sabía
exactamente quién era.
Cato
Me senté en la silla frente al escritorio con las piernas cruzadas.
Los Hermanos Beck estaban usando mi dinero para cavar en el este
en busca de petróleo, y una vez que circularon rumores de que su
empresa iba en picada, decidí hacer una visita.
A juzgar por el sudor en la frente de Connor, pensó que había
sido lo suficientemente listo como para ocultármelo.
Nadie me ocultaba una mierda.
—Sabes por qué estoy aquí. Sabes lo que va a pasar. Así que
elige tus palabras con cuidado, y no me hagas perder el tiempo. Ya
me tomé la tarde libre para volar aquí. —Mis hombres habían
irrumpido en la propiedad, tomando sus posiciones como si
estuvieran listos para ir a la guerra. Cada vez que viajaba a cualquier
lugar, tenía la clase de seguridad que un presidente envidiaría.
Connor no podía tocarme. Tamborileó sus dedos contra el
escritorio mientras se detenía, intentando pensar en la elección
correcta de las palabras.
Si se equivocaba, lo mataría, en ese mismo instante. Su
hermano sería el siguiente.
—Anticipamos mucho más petróleo.
Bien. No me iba a hacer perder el tiempo alimentándome con
mentiras.
—Eso es desafortunado. ¿Qué vas a hacer ahora?
Siguió tamborileando sus dedos.
—Tenemos algunas pistas en el área. A unas cincuenta millas
al norte.
—¿Y qué tan creíble es esa pista? —Me había puesto mi traje
negro de tres piezas, y extrañaba mis jeans y camiseta. Echaba de
menos el trabajo desde la casa porque podía usar lo que quisiera, o
nada en absoluto.
—Creíble. Pero no lo sabremos hasta que miremos.
—¿Y cuándo será eso?
—La próxima semana.
Me puse de pie y metí las manos en los bolsillos mientras me
acercaba a su escritorio.
—Ambos sabemos que no me importa si encuentras petróleo o
no. Sólo me importan los quinientos millones que te presté, con
intereses.
Connor bajó la mirada, como un perro que acababa de masticar
mis zapatos favoritos.
—Sabes lo que pasará si eso no sucede. —Continué mirándolo
fijamente, mis ojos ardían a través de su mejilla—. Sabes lo que les
pasará no sólo a ti y a tu hermano, sino a tu encantadora esposa
Rose y a tus hijas gemelas.
Sus ojos volvieron a los míos, el horror se vislumbró en su
mirada.
—Mi familia…
—Todo es garantía cuando pides prestado a Cato Marino. Te
sugiero que lo resuelvas. De lo contrario, mataré a cada miembro de
tu familia. —Golpeé la parte de atrás de mis nudillos contra su
escritorio antes de darme la vuelta—. Averigua cómo vas a conseguir
mi dinero, Connor. O empieza a escoger los ataúdes.
Cuando mi avión aterrizó, me metí en el asiento trasero de mi
auto y me sacaron del aeropuerto. Después del largo día que había
tenido, sólo había un lugar al que quería ir.
Siena.
Habíamos establecido una aventura monógama que se suponía
que no significaba nada, pero mi control sobre ella parecía
estrecharse. Dijo que no me pertenecía como me pertenecía todo lo
demás, y fue entonces cuando me di cuenta de lo mucho que odiaba
ese hecho.
Quería ser su dueño.
Desde el principio, su singularidad me llamó la atención. Cada
vez que ella me alejaba, presionaba más fuerte. Mi atracción se
convirtió en obsesión. Mi obsesión se convirtió en posesividad. Tal
vez este acuerdo se agotaría y mis intereses morirían, pero nunca
había estado tan involucrado con una sola mujer en mi vida.
Tal vez eso significaba algo.
Bates me llamó.
—¿Qué pasó?
—Connor fue directo conmigo. Me dijeron que habían
encontrado un lugar prometedor para cavar. Recibiré una
actualización en unas pocas semanas.
—¿Crees que lo hará realidad? Han quemado la mitad de
nuestro dinero.
Apoyé mi codo en el apoyabrazos mientras mi mano sostenía el
teléfono contra mi oreja. Miré por la ventana y observé cómo
desaparecía el sol en el horizonte. Eran más de las ocho de la noche,
y la noche había llegado oficialmente.
—No lo sé. Pero le dije lo que pasaría si no lo conseguía.
—¿Mencionaste a Rose y las chicas?
—Por supuesto. —En cuanto tomabas el dinero, arriesgabas a
todos los que conocías y amabas. Si los Marino no conseguían su
dinero, todo el infierno se desataría. Nadie era inmune a esas reglas.
Así era como manteníamos a nuestros clientes a raya. Era raro que
alguien corriera el riesgo que no podía correr, y siempre morían de la
misma manera—. Enviaré un folleto de ataúdes sólo para transmitir
el mensaje.
Bates se quedó callado. En lugar de colgar, dejó que el silencio
perdurara. Eso significaba que tenía más que decir, pero no sabía
cómo abordar el tema.
—¿Qué?
—Siena. Giovanni me dijo que te quedaste a dormir la otra
noche.
Vigilaba a la gente. No me gustaba que la gente me vigilara,
especialmente mi hermano.
—No es de tu incumbencia en dónde meto mi pene. No te metas
en lo que no te importa, o te quemaré con el cigarro en la mejilla.
Bates no dudó ante la amenaza.
—¿Le dijiste que sabes quién es?
—No vi el punto. Ella claramente no tenía interés en el dinero
sangriento de su familia. Confía en mí, Bates. Ella no quiere tener
nada que ver con ese estilo de vida. Desprecia el dinero y el poder. Es
feliz viviendo en una pequeña choza. Ella no quiere nada de mí. Ni
siquiera le caigo bien la mayor parte del tiempo...
—¿Entonces por qué sigue acostándose contigo?
Yo sonreí.
—Porque sé cómo satisfacerla. —Pensé en la forma en que la
había dejado esa mañana, impotente debajo de mí mientras la
forzaba a rendirse. Ver a una mujer obstinada rendirse era lo más
sexi que había visto nunca.
—¿Te ha preguntado alguna vez sobre lo que hacemos?
—Ni una sola vez.
—¿Alguna vez ha pedido algo demasiado personal?
—No, Bates. De hecho, me ha dicho lo mucho que me tiene
lástima. Sabe que tengo todo el dinero del mundo, pero ve lo aburrido
y vacío que estoy. —Nunca lo admití en su cara, pero en el momento
en que dijo esas palabras, supe que eran ciertas. Sabía que ella me
entendía de una manera que nadie más lo hacía. Cuando nos
conocimos, no estaba buscando una conexión. Pero inevitablemente
encontré una. Tal vez por eso la deseaba tanto, porque realmente me
conocía.
—Sólo estás de mal humor.
—Los estados de ánimo van y vienen. He estado así durante
mucho tiempo.
—Lo que sea. No dejes que esa perra piense que te conoce. Ella
no lo hace.
Los músculos de mis antebrazos se tensaron de inmediato en
represalia. No necesitaba defender su honor, no cuando era solo una
aventura, pero mi reacción era tan natural que me desconcertó.
—No la llames así. Lo digo en serio. —Le dije que le haría daño
a cualquiera que la lastimara. Eso se aplicaba también a mi
hermano.
Se rio en el teléfono, pero fue una risa triste.
—Jesús Jodido Cristo, Cato. Por favor, no me digas que estás
cayendo en su juego. Eres más inteligente que eso. Al menos, pensé
que lo eras...
Estaba rodeado de mentirosos y manipuladores. Mi vida giraba
en torno a estar un paso por delante de cada paso. Lo bueno de Siena
era que no había juegos. Ella solo quería una cosa de mí, y la
consiguió. El resto de nuestro tiempo era simple. Era sencillo.
Teníamos conversaciones reales que no tenían nada que ver con el
dinero o el poder.
—Buenas noches, Bates.
—Cuando llegue el momento, no seré un caballero. Seré el
imbécil que dirá: te lo dije.
A ella le dio un ataque cuando no llamé a la puerta la última
vez, pero como era sexi cuando estaba enojada, lo hice de nuevo.
Forcé la cerradura y entré.
Estaba parada en la entrada, con la pistola colgando a su lado.
Estaba furiosa como la última vez.
—¿De qué acabamos de hablar?
Me encantaba la forma en que sus ojos verdes ardían como si
estuvieran en llamas. Sus labios apretados fuertemente como si
tratara de no gritarme. Su pequeño cuerpo era una contradicción
directa con su enorme presencia. Todo acerca de ella era sexi,
incluida la forma en que sostenía el arma como si supiera cómo
usarla. Incluso la cicatriz en su hombro me excitaba.
—Mierda, eres sexi cuando estás enojada. —Agarré mi corbata
y la aflojé mientras entraba.
—Te advertí que te dispararía.
Agarré su brazo y puse el cañón justo contra mi esternón.
—Entonces hazlo.
Inmediatamente levantó el dedo del gatillo, asustada de que
pudiera jalarlo accidentalmente. La retiro y la puso sobre la mesa al
lado de la puerta.
—Hablo en serio, Cato. Deja de entrar así por la noche. Puedes
tener una llave si realmente quieres una.
—¿Quieres darme una llave? —pregunté, sorprendido de que
me lo hubiera ofrecido.
—Es mejor que tener un ataque al corazón cada vez que vienes
a la puerta. Al menos sabré que eres tú.
Sabía que ella no estaba buscando una relación, por lo que solo
había otra razón por la que ofrecía algo así. Mis ojos se entrecerraron
mientras miraba su bonita cara.
—Bebé, ¿quién te molesta?
Hubo una reacción rápida en sus ojos, pero sucedió tan rápido,
a la velocidad de una estrella fugaz, que no estaba seguro de si
realmente lo vi o no. Cruzó los brazos sobre el pecho y luego se dirigió
a la puerta para poder cerrarla.
—Nadie. Vivo aquí sola y... ¿qué diablos es eso?
Me di la vuelta y miré por la puerta abierta. Lo único que vi
fueron las luces de los autos de mi equipo de seguridad. Se extendían
por todas partes alrededor de la propiedad, manteniendo un
perímetro de una milla para que nadie pueda entrar y salir sin su
conocimiento.
—Mis chicos. Estarán allí hasta que me vaya por la mañana.
Ella asomó la cabeza y echó un vistazo alrededor, viendo las
débiles luces de sus teléfonos y automóviles.
—¿Cuántos hay?
—Cincuenta.
—¿Y se quedarán allí todo el tiempo?
—Sí. —No iba a ninguna parte sin que me siguieran. Ni siquiera
tomaba una taza de café sin ellos detrás de mí—. No necesitas estar
incómoda con ellos.
—Ugh, hay cincuenta hombres armados alrededor de mi
propiedad. Eso es bastante aterrador.
—Nunca te harían daño.
—Todavía no me gusta. —Ella regresó a la casa.
La seguí y luego cerré la puerta detrás de mí.
—¿Sería más fácil si fuéramos a tu casa? —ella agarró el arma
en la mesa y la devolvió a su escondite debajo de la mesa de café—.
Porque es bastante obvio que tienes un escuadrón completo
rodeando la propiedad.
Sería más sencillo si fuéramos a mi casa, pero había algo en su
pintoresco lugar que me gustaba. Me gustaban las pinturas que tenía
en las paredes, el ambiente que creaba con su presencia. Era
pequeña, apenas lo suficientemente grande para que un hombre de
mi tamaño se sintiera cómodo, pero aún así me gustaba.
—No te preocupes por eso. —Me saqué la corbata del cuello y la
arrojé al sofá. Saqué mi chaleco y chaqueta a continuación antes que
finalmente pudiera alcanzar mi camisa debajo.
Ella me vio desvestirme.
—¿Tuviste un gran día?
—Algo así. —Tiré mi camisa en el sofá y mantuve mis
pantalones.
Ella estaba en una camiseta sin sujetador y unos pequeños
pantalones cortos blancos. Su maquillaje se había ido, y su cabello
estaba en una cola de caballo. No se veía tan sexi como en un vestido
sin espalda y tacones, pero verla así era algo más sexi. Ella no
necesitaba nada de eso para ser totalmente caliente.
¿Qué era más sexi que eso?
Me desabroché los pantalones y me quité los zapatos.
Me vio desnudarme hasta mi bóxer.
—Entonces, ¿simplemente te vas a desnudar en mi sala de
estar?
—¿Quieres que no me desnude?
Ella apretó fuertemente los labios y no respondió.
—Tengo algunas sobras de la cena. ¿Tienes hambre?
Una mujer nunca me había ofrecido nada antes. Tal vez nunca
les di una oportunidad, pero esta era una experiencia de primera vez.
La única comida casera que he tenido fue la de mi madre.
—No tengo hambre. Pero gracias.
—¿Quieres vino o algo?
—No. Solo quiero irme a la cama.
—¿Oh? —Ella cruzó los brazos sobre su pecho—. Solo vienes
cuando quieres y…
Por mucho que me encendiera verla enojada, no estaba de
humor para hablar. Pasé todo el día en un avión, y todo lo que quería
era su sexo y una cama cómoda para tomarla. Mis manos se clavaron
en su cabello, y silencié su estado de ánimo con un beso.
Funcionó. Ella me devolvió el beso de inmediato, rendida por
mis suaves labios y la forma decidida en que la abracé. A ella le
gustaba estar a cargo de su vida, pero en cuanto estábamos juntos,
me daba las riendas. Ella actuaba como si no le importara, pero le
gustaba tener a un hombre a cargo, un hombre con autoridad
suficiente para ponerla en su lugar.
Y me gustaba tener una mujer para poner en su lugar.
La tomé en mis brazos y la llevé arriba a su habitación. Solo
pensar en lo increíble que era su sexo hizo que mi miembro se
moviera en mi bóxer. Lo había estado pensando todo el día, pensando
en el momento en que pudiera hundirme profundamente en ella.
La acosté en la cama y le quité los pantalones y las bragas. En
el momento en que desaparecieron, miré su perfecto sexo, esos labios
suculentos y esa deliciosa protuberancia. Mi bóxer golpeó el piso, y
luego presioné mi cara entre sus piernas, besando el área que extrañé
tanto. No devoré a las mujeres porque los juegos preliminares no eran
importantes para mí. Pero el sexo de Siena era demasiado intoxicante
como para ignorarlo. No lo hacía para que se sintiera bien. Lo hacía
porque quería.
Sus piernas se abrieron de par en par y gimió cuando me sintió
chupar su clítoris en mi boca. Ella se retorció ligeramente, inclinando
sus caderas para que su sexo pudiera llegar más lejos dentro de mí.
Me encantaba cómo sabía, cómo olía. Me encantaba sentir el
interior de su hendidura con mi lengua. Dos mujeres solían
aburrirme, pero esta mujer única capturaba toda mi atención, y
todas las demás fueron olvidadas.
Subí por su cuerpo y puse sus rodillas hacia atrás con mis
brazos. El misionero era aburrido como el infierno, y yo prefería tener
a una mujer boca abajo. Tener un hermoso trasero en mi cara era lo
que más quería. Pero con Siena, me gustaba besarla, mirar fijamente
sus senos y ver todas las reacciones que tenía hacia mí. Me gustaba
empujarme lo más profundo que podía y escuchar sus gemidos como
respuesta.
—¿Me extrañaste? —me hundí profundamente dentro de ella,
mi miembro empujó a través de mi saliva y su humedad mientras
descendía. No pude mantener el gemido fuera de mi voz mientras me
hundía más profundamente, finalmente penetrando su sexo, en el
que había estado pensando todo el día. Siempre había sido un
hombre apasionado que necesitaba sexo constantemente, pero ella
me elevó a un nuevo nivel.
Cuando mi miembro estuvo completamente dentro de ella, clavó
sus dedos en mi cabello.
—Sí... te extrañé. —Respiró profundamente como si fuera su
primer soplo de aire fresco. Sus dedos tiraron de mis mechones, y
sus uñas se clavaron en mi cráneo.
Había conquistado a una mujer que no era fácil de conquistar.
Puse su actitud obstinada en jaque e hice que se rindiera a mí. La
última vez que estuve con ella, establecí la dinámica de la relación y
la puse en su lugar. Ahora era más receptiva conmigo, convirtiéndose
en la mujer servil que sólo un hombre como yo podía crear.
—He estado pensando en tu sexo todo el día. —La empujé con
fuerza, meciéndola con mi impulso mientras tomaba el control de su
cabecero. Los hombres habían estado donde yo estaba antes, pero
ahora quería borrarlos, para que pensara en mí cuando aceptara un
nuevo amante.
Nunca me había emocionado estar con una mujer, mirar por la
ventanilla desde el asiento trasero del auto y fantasear con ella. Un
hombre como yo podría tener cualquier tipo de sexo que quisiera.
Podría tener mujeres en látigos y cadenas con el chasquido de un
dedo. Pero todo lo que quería era a esta mujer, a esta mujer pequeña
pero feroz.
—He estado pensando en tu pene desde el momento en que te
fuiste.
Siena
Cuando terminé de trabajar en la galería, salí y me preparé para
caminar hasta el restaurante dónde nos íbamos a encontrar. En
lugar de eso, un auto negro se estacionó, tenía todas las ventanillas
tintadas y era a prueba de balas.
El hombre en el asiento del pasajero salió del coche y abrió la
puerta de atrás para mí.
Sabía quién estaba sentado en el asiento trasero.
Me senté y vi a Cato a mi lado, con sus rodillas separadas y las
manos descansando en sus muslos. Llevaba un traje diferente al que
tenía esta mañana. Ahora era azul marino y definido como si recién
hubiera sido planchado. Sus ojos azules eran más impresionantes
cuando usaba color en su impresionante físico. Cuanto más tiempo
pasaba con él, más aterrorizada me sentía. Todo esto era solo un
ardid para obtener lo que quería, y ahora que realmente me gustaba
el hombre, estaba en una gran encrucijada.
—Nena. —Tomó mi mano y la puso sobre su muslo,
sosteniéndome como un hombre sostiene a su esposa. Su pulgar
acariciaba mis nudillos, y me sostenía con delicadeza, su enorme
mano tenía el poder de triturar la mía.
Las palabras murieron en mi garganta.
El auto nos llevó al restaurante, y entramos. Como la última
vez, nos sentamos en una sección privada alejada del resto del
público. Era tranquilo, solo el sonido se escuchaba el sonido de la
música. Ni siquiera podía escuchar a los otros asistentes del
restaurante.
Cato miró su menú.
—¿Sucede algo malo?
El pulso se aceleró en mi cuello.
—Solo estoy hambrienta.
—Entonces, ¿qué vas a pedir? Algo con queso, ¿supongo? —
Puso el menú a un lado, con una traviesa mirada en sus ojos.
Forcé una sonrisa a pesar de que mi estómago estaba lleno de
acides.
—Me conoces tan bien. —Bajé el menú y bebí mi vino. Algo
acerca de la manera en que se fue esta mañana hizo que la culpa me
asfixiara. Pensaba en mi padre todos los días, pero ahora que pasaba
la mayor parte de mi tiempo con este hombre, me sentía desgarrada.
Traicionarlo ya no se sentía correcto. Tal vez él cometió actos
criminales, pero parecía un ser humano decente para mí.
Me miró con fijeza por un largo tiempo, con su poderosa mirada
en la mía sin un solo pestañeo. Si así era como fijaba la mirada en
sus clientes, no era sorprendente que siempre obtuviera lo que
quería. Un hombre era realmente poderoso si podía negociar en
silencio. Era algo que aprendí de mi padre, pero Cato era un mejor
ejemplo de eso.
—¿Cómo estuvo el trabajo?
Mi trabajo en la galería era tan sencillo que me aburría algunas
veces.
—Bien. Encontré algunas piezas para tu casa. Te mostraré la
próxima vez que estés disponible.
—Siempre estoy disponible para ti.
Mi pulso se aceleró aún más.
—Las traeré mañana en la tarde, entonces.
—Está bien. Empaca una valija.
La única vez que me quedé a dormir había sido incómodo.
Estaba apurada por salir de allí, pero él quería que me quedara. Me
había mantenido distante e indiferente, y esa actitud funcionó bien.
Hizo que Cato se interesara más. Quizás si no hubiera sido de esa
manera, nunca hubiera sido especial para él.
—¿Debería simplemente entrar forzando la puerta?
Cuando él sonreía se veía ridículamente atractivo. Era una vista
rara porque difícilmente sonreía, y cuando lo hacía, quitaba el
aliento. Lo hacía ver más como un hombre que como un villano.
Cuando nos conocimos, era tan imbécil, pero cuando dejaba caer su
arrogancia exterior, era encantador. Era verdaderamente él, y era
obvio que no mostraba esa versión a nadie.
—Creo que eso es justo.
Tomé un sorbo de mi vino y examiné la etiqueta.
—Viñedos Barsetti de nuevo.
—No puede salir mal.
—¿Conoces a la familia Barsetti?
—Me reuní con Crow Barsetti una vez. Hace algunos años.
—¿Estabas comprando vino de él?
—No. Estaba relacionado con negocios. —Él no abundó, sin
duda porque implicaba dinero y amenazas. No compartía esa
información conmigo, probablemente solo porque no quería hablar
de eso.
—¿Cómo estuvo tu día? —pregunté para ser cortés, no porque
esperase una respuesta real.
—Fue un día más —dijo sin compromiso—. Tengo muchos
proyectos en marcha en este momento, y los mantengo a todos en
línea.
—Probablemente vas a enojarte conmigo por decir esto…
—No lo digas. —Su voz fue fría como el hielo. Sus ojos azules
tenían la misma temperatura ártica.
Me aquieté ante la manera sutil en que me amenazó, y me
recordó con quién estaba tratando.
—La vida es demasiado corta para no ser feliz. Eres tan rico que
ya no tienes que hacer nada de esto. ¿Alguna vez pensaste en
entregarle todo a tu hermano y solo alejarte? —No debería
preocuparme por su seguridad, pero había docenas de hombres que
lo querían muerto en cualquier momento. ¿Cómo podía dormir por
las noches?
—¿Quién dijo que no era feliz?
No contesté porque me parecía retórico. Tomé otro trago y le di
una mirada de complicidad.
—Bates y yo estamos juntos en esto. Nunca le daría la espalda.
—Eso es noble.
—Somos familia. Haces cualquier cosa por la familia.
—Sí… —extendí el cuello por mi padre, y la cuchilla estaba muy
cerca de cortar mi piel—. Así que, ¿qué piensas de mi cama?
Inclinó su cabeza con lentitud como si no entendiera la
pregunta.
—Sé que es pequeña y vieja. Tu cama es como… tres veces más
grande.
—Nunca le presté atención a tu cama, solo a la mujer desnuda
sobre ella.
Sonreí.
—Buena respuesta. ¿Dónde vamos a tener sexo después de
esto? ¿En mi casa o en la tuya?
Sus ojos se entornaron ante la arriesgada pregunta.
—¿Qué te parece la tuya?
—Está bien para mí. —Siempre me preocupaba que Damien
pudiera aparecerse en el momento equivocado, pero si él veía el
perímetro de cincuenta hombres, sería lo suficientemente inteligente
como para quedarse lejos y no arruinar mi plan.
—Bien. Ahora tengo el resto de la noche para considerar
exactamente cómo voy a tomarte.
Cuando salimos del restaurante, el teléfono de Cato sonó. Miró
el nombre en la pantalla antes de contestar.
—¿Qué? —escuchó lo que fuera del otro lado de la línea
mientras su auto se detenía en la cuneta—. ¿Estás seguro? Sí, estaré
allí en un segundo. —Colgó y puso el teléfono en su bolsillo—. Tengo
negocios de los que debo ocuparme.
Pensé que iba a ser sofocada por un hombre hermoso toda la
noche y la mañana siguiente. Me negaba a ser una malcriada y
quejarme al respecto, pero definitivamente estaba desilusionada.
Ahora que tenía el mejor sexo de toda mi vida como algo regular, lo
quería todo el tiempo. Quería disfrutarlo todo el tiempo que pudiera.
—Entonces te veré mañana. Buenas noches, Cato.
Continuó mirándome en la acera, sus ojos azules ardían como
fuego.
No tenía idea de lo que esa mirada significaba.
—De verdad, está bien. Lo entiendo.
Me tomó por el codo y me empujó hacia el callejón al lado del
restaurante. Era un espacio estrecho entre dos edificios, y no había
alumbrado público, así que era bastante oscuro.
—¿Qué estás haciendo?
Me guio a un rincón hasta el lugar más privado y desabrochó
su cinturón y la parte superior de sus pantalones.
—No voy a ser capaz de pensar bien hasta que no te tome. —Me
giró y me empujó contra la pared antes de levantar el vestido sobre
mi culo. Bajó las bragas sobre mis muslos.
—No sé qué clase de mujer piensas que soy, pero no soy de las
que…
Entró en mí de un empujón, su pecho se presionó contra mi
espalda mientras sostenía mis caderas. Entonces me molió contra la
pared, golpeando su miembro dentro de mí como si le importara una
mierda lo que tenía que decir.
Cerré mi boca y me agarré a la pared mientras me penetraba.
Se sentía tan bien que me pregunté si realmente era la clase de mujer
a la que le gustaba que la penetraran en un callejón. Nunca fui lo
bastante estúpida como para ir a un oscuro callejón sola, pero con
Cato aquí, no estaba para nada asustada. Lo disfruté como si
estuviéramos teniendo sexo en mi cama. Incluso si la policía nos veía,
mirarían para otro lado, porque Cato era su dueño.
Como era mi dueño.
—Maldición. —Envolvió su brazo en mi cuello y me sostuvo
contra él—. Tengo que penetrar tu dulce sexo.
—Porque es tuyo. —Me aferré a su cadera y lo guie más fuerte
dentro de mí.
Sus labios descansaron contra mi oreja, y gimió en aprobación.
—¿Soy el dueño de tú sexo, no es cierto?
—Sí.
—Soy el maldito dueño.
—Sí. —Me sostuve de la pared mientras llegaba al orgasmo, mis
dedos se cubrieron de suciedad. Mi sexo lo apretó y lo bañó con mi
humedad. Podía sentir cada sensación entre mis piernas, sentir la
celestial explosión que hizo que las puntas de mis dedos se
adormecieran.
Él no duró mucho más. Dio su golpe final antes de liberarse
dentro de mí, descargando todo su semen profundamente en mí sexo.
—Demonios, nena. —Dejó que su miembro se aflojara dentro de
mí mientras disfrutaba el resto de su clímax. Entonces salió
rápidamente y arregló sus pantalones.
Dejó que el semen goteara por mis piernas, así que lo limpié con
mis dedos y luego los lamí.
Él se quedó absolutamente quieto, mirándome como si no
pudiera creer lo que acababa de ver.
Como todavía tenía la gracia de una reina, me arreglé las bragas
y puse el vestido de nuevo sobre mis caderas. Después me acomodé
el cabello y salí como si nada hubiera pasado.
Me senté entre los dos hombres en el bar.
—Landon, este es…
—Sé quién es él —dijo Landon con frialdad—. Su reputación lo
precede.
Bones miró a mi hermano fríamente, luciendo como un demente
con todos esos tatuajes.
—Lástima que la tuya no te precede.
La tensión entre ellos dos era palpable. Tenía suficientes
problemas en mis manos, así que no necesitaba que mis únicos dos
aliados se apuñalaran el uno al otro.
—Oigan, estuve pasando mucho tiempo con Cato, y no sé qué
hacer.
Bones se giró hacia mí, con sus cejas fruncidas.
—¿Qué mierda significa eso?
—Sí —dijo Landon—. Explícate.
—Cato no es el monstruo que me hicieron creer —digo—. Tal
vez él hace cosas malas, pero no es tan malo. Él es…
—¿Me estás jodiendo con esta mierda? —pregunta Landon—.
Ese asesino mató a más personas de las que tú y yo conocimos en
toda nuestra vida. Mantiene a la mafia y a los Skull Kings en línea.
Es el que está a cargo, ¿de acuerdo?
—Tal vez hace que consigas tus orgasmos, pero eso no cambia
lo que es —dijo Bones.
Pasar todo este tiempo con Cato solo hizo que todo se
complicara. La idea de apuñalarlo por la espalda hacía enfermar mi
estómago. No lo amaba, pero con certeza me preocupaba por él.
Pasaba todo su tiempo mirando sobre su hombro, incapaz de confiar
en nadie, pero parecía que confiaba en mí. No quería arruinar eso, ni
convertirlo en un hombre más amargado.
—Creo que, en su lugar, voy a pedirle ayuda.
Todo lo que Bones hizo fue negar con su cabeza.
—Cuando te torture, será mejor que no menciones mi nombre.
—Él va a torturarte, Siena —dijo Landon—. Y te matará. Es
bueno contigo ahora porque te acuestas con él, pero en el segundo
en que se dé cuenta que todo esto era una trampa, va a en;oquecer.
Lo digo en serio.
—Él tiene razón —dice Bones—. Entiendo lo que estás haciendo,
pero no va a funcionar. Incluso si el tipo estuviera enamorado de ti,
todavía te golpeará hasta matarte y luego quebrará tu cuello. No sería
suave contigo.
—Si quieres salvar a nuestro padre, debes apegarte al plan —
dijo Landon—. No hay otra manera. Pero si crees que no puedes
lograrlo, aún hay tiempo para cambiar de opinión. Deja de verlo y
abandona esto.
No quería dejar de verlo. Y no quería abandonar a mi padre.
—¿Qué vas a hacer? —presionó Landon—. Nos estamos
quedando sin tiempo, Siena. Me sorprende que Damien te haya dado
todo un mes para calcular esto.
—No le puedo poner una trampa a Cato Marino en un día, ¿de
acuerdo? —chasqueé—. Incluso cuando viene a mi casa, trae
cincuenta hombres armados con él. Nunca está solo. Es demasiado
inteligente.
—Entonces necesitas tenerlo solo de alguna manera —dijo
Landon—. Dile que quieres llevarlo a la tumba de nuestra madre,
pero que no quieres soldados armados contigo.
Puse cara de disgusto.
—Eso es horrible. No puedo hacer eso.
—Se acerca su aniversario. Sería la cubierta perfecta,
especialmente si la revisa. —Landon sostuvo su copa, pero no tomó
un trago.
Bones estaba callado, sus ojos se movían de uno a otro.
Ya me sentía una mierda por traicionar a Cato, pero me sentiría
aún peor usando la muerte de mi madre como un ardid. Esta no era
la persona que quería ser. Incluso con la vida de mi padre en riesgo,
todavía me sentía como una persona malvada.
—Siena —presionó Landon— ¿Cómo vas a hacer?
Solo me quedaba un progenitor porque el otro había sido
asesinado. No quería perder a mi padre de la misma manera. La
familia estaba primero, y sabía que Cato haría lo mismo si la
situación fuera al revés.
—Lo haré.
Cato
Tuve una reunión en una de mis oficinas en Florencia. Fue en
el edificio de enfrente de la cafetería, donde hablé con Siena por
primera vez. Había estado leyendo un libro y acechándome como una
aficionada. Siempre supe que era inofensiva porque lo hacía sola.
Solo estaba presente en las reuniones cuando había mucho
dinero sobre la mesa. Estos hombres de Francia buscaban a alguien
que invirtiera en sus burdeles clandestinos, un mundo de sexo
encubierto. A diferencia de la trata, se trataba de prostitución. Había
pagado mucho por sexo en mi vida, así que no juzgué.
Bates entró en la habitación inesperadamente. Ni siquiera llamó
a la puerta.
—Cato, necesito hablar contigo. —La vena de su frente palpitó
peligrosamente, lo que me dijo que estaba a punto de explotar de
rabia. Lo que sea que lo hubiera enfadado, realmente lo había
enfadado.
—¿Puede esperar quince minutos? —estaba sentado frente a los
franceses, con los contratos sobre la mesa.
—No. —Miró a nuestros clientes y luego a mí—. Lo siento, no
puede.
Sabía que Bates no me interrumpiría a menos que fuera
importante, así que cooperé.
—Me disculpo, Sr. Beaumont y Sr. Champlain. ¿Le importaría
si salgo durante veinte minutos?
El Sr. Beaumont asintió.
—Por supuesto.
Les presté una tonelada de dinero, así que más valía que se
acomodaran. Salí con Bates y cerré la puerta.
—¿Qué demonios?
Bates se mudó a una sala de conferencias vacía y cerró la puerta
detrás de nosotros.
—¿Tienes idea de cómo...?
—Siena es una puta mentirosa. —Golpeó con el puño contra la
mesa, haciendo que todo temblase bajo la fuerza de su mano.
Me callé ante el insulto, pero no salté en su ayuda. Mi hermano
estaba demasiado enfurecido para eso. Debía estar haciendo esos
insultos por una razón válida.
—¿De qué estás hablando?
—Sabía que era una mentirosa. —Me apuntó con la mano al
pecho—. Maldita puta.
Mantuve mi ira bajo control a pesar que quería pegarle un
puñetazo en el rostro.
—¿Qué hizo?
—Su padre lleva desaparecido un mes.
Stefano Russo dirigía un imperio de puros. Era respetable pero
pequeño. La gente desaparecía todos los días, así que no era de
extrañar que no me llamara la atención. Pero era preocupante que
desapareciera exactamente cuándo Siena y yo comenzamos nuestra
relación.
—Investigué más a fondo y descubrí que Micah y Damien
atacaron su almacén, mataron a todos y tomaron a Stefan como
prisionero. El hermano de Siena escapó y nadie lo ha visto desde
entonces.
Mis manos descansaban en los bolsillos y tenía el rostro
tranquilo, pero mi corazón comenzó a latir con fuerza en el pecho. Mi
rabia crecía lentamente para igualar la suya, pero la mantenía
escondida bajo mi helada fachada.
—Siena dejó de hablar con su padre cuando su madre murió.
Supongo que ella lo culpó por su muerte y no quería tener nada que
ver con el negocio familiar. Pero Damien amenazó con matar a su
padre si no te entregaba.
Ahora me resultaba más difícil mantener mi expresión, fingir
que esto no significaba nada para mí. Sentí como si un cuchillo me
estuviera apuñalando en la tripa, pero aun así no pude reaccionar.
Esta mujer había estado en mi cama y la tomé como si significara
algo para mí, pero me había usado todo el tiempo.
Mierda. Fui un idiota.
—Su plan es alejarte de tus hombres para que Damien pueda
agarrarte. Entonces, harán el intercambio. —Mi hermano estaba
furioso, visiblemente enfurecido con esa vena que palpitaba en su
frente. No tenía la fuerza para mantener la calma como yo lo hacía.
Si esto le pasara a él, probablemente sería más elegante al respecto.
Pero como alguien me jodió, mi hermano, no podía ver bien.
Yo era el hombre más aterrador de este país, pero dejé que una
vagina nublara mi juicio. Ella era diferente a las otras mujeres que
conocí, y eso me intrigó. Pero ahora sabía que era diferente porque
nunca estuvo seriamente interesada en mí. Yo sólo era un animal de
granja que estaba engordando antes de la matanza.
Bates me miró fijamente mientras esperaba que dijera algo.
No tenía nada que decir. Me di la vuelta y caminé hacia la
ventana, mientras deslicé las manos en mis bolsillos.
—Será mejor que la mates.
Me quedé mirando el café de enfrente, recordando a Siena
sentada en una de las mesas. Tal vez no me había seguido por el
trabajo. Quizás me había seguido porque estaba intentando meterse
bajo mi piel todo el tiempo.
—¿Qué tan creíble es tu fuente?
—Mucho.
Todo tenía sentido, sin importar cuánto no quisiera creerlo.
Bates vino a mi lado y miró por la ventana conmigo.
—Te lo dije, imbécil. ¡Maldita sea, te lo dije!
—Sí... lo hiciste. —Estaba enojado, pero, sobre todo, me sentía
humillado. No podía creer que había permitido que alguien se
acercara tanto a mí, que alguien me engañara así. Me enamoré de
sus mentiras como un idiota.
Se volvió hacia mí, su mandíbula estaba tensa por la ira.
—Mataré a esa perra si no quieres hacerlo. Estaré encantado.
Derribar la puerta principal y dispararle entre los ojos no
sonaba como venganza suficiente.
—No.
—¿Entonces lo harás?
—Sí, eventualmente. Pero tengo una mejor idea.
—¿Rescatar a su padre para que podamos ejecutarlo delante de
ella? —preguntó, mientras sus ojos brillaron con cruda violencia.
—No. Le haré creer que me engañó. Y cuando crea que se ha
salido con la suya, seré yo quien la engañe.
—Me gusta esa idea. Dale una lección a esa perra.
Ya no sentí la necesidad de defender su honor.
—Y luego la mataré.
18
Traducido por Jabes
Corregido por Lelu
Siena
Las náuseas empeoraron porque la culpa empezó a
quebrantarme.
No podía creer que fuera a hacer esto.
Cato no se lo merecía.
Vomité cada mañana por tres días porque el miedo me estaba
matando. Tenía que elegir entre mi padre y Cato, y la elección parecía
obvia. Pero eso no me hacía sentir mejor con mi decisión.
Sólo me hacía sentir peor.
Terminé de preparar la cena cuando la puerta del frente se
abrió. Ahora sabía que no era Damien, así que la única persona que
podría invadir mi casa era Cato. Sus pasos pesados eran
inconfundibles.
—Estoy en la cocina. —Apagué la estufa y puse la comida en
dos platos.
Él rodeó la esquina y vino hacia mí, usando jeans y una
camiseta. Sus trajes lucían impecables en él, pero el fino algodón de
su camiseta era mucho mejor. Mostraba sus antebrazos cincelados.
Cuando me vio, se quedó inmóvil, con su cabeza ligeramente
inclinada y sus ojos entornados. Era la misma mirada intensa que
siempre me daba. Simplemente parecía un poco más profunda de lo
habitual.
Su mirada fija casi me hizo sentir incómoda porque se parecía
mucho a un depredador. Me hizo sentir como una gacela acorralada,
y como si él fuera el leopardo que va a desgarrarme en pedazos. No
me saludó con un beso o con una mirada llena de excitación. Solo
me miró fijamente como una estatua, como si no fuera
verdaderamente real.
Traté de disipar la tensión.
—¿Tienes hambre? —Levanté los dos platos.
Mantuvo sus ojos clavados en los míos. Sin respuesta.
—Bien… —pasé junto a él y coloqué los platos en la mesa del
comedor—. Bueno, si quieres algo, está ahí. —Me moví detrás de él y
tomé una botella de vino y dos copas. Su frío comportamiento no era
habitual, pero no quería preguntarle al respecto. Una vez que abriera
esa lata de gusanos, no sabía lo que podría salir.
Serví vino en su copa y agregué agua a la mía.
Él se unió a mí momentos después, sus ojos estaban enfocados
en los míos mientras llevaba la comida a su boca.
—¿Día largo?
—Podrías decir eso.
Seguí comiendo como si todo fuera normal, pero dentro de mi
pecho, en lo profundo, había una tormenta de emociones. La culpa
me comía viva y me quitaba el apetito. Luego me hacía vomitar la
comida que conseguía bajar en primer lugar.
Bebió su vino y siguió comiendo.
—¿Sin pistola hoy?
—Asumí que eras tú.
—No lo asumiste antes. ¿Qué cambió?
Me encogí de hombros.
—Supongo que me acostumbré.
Él masticó con lentitud, sus ojos azules estaban trabados en los
míos como dianas.
¿Siempre fue tan intenso? ¿O era sólo una tarde calurosa?
Agarré mi agua y tomé un trago.
—¿Sin vino?
—Tratando de reducir. Mi estómago ha estado resentido
últimamente.
—¿Estresada? —bebió su vino de nuevo.
—No. No estoy segura.
—Es natural que el cuerpo colapse en situaciones estresantes.
Estaba en la situación más estresante de mi vida.
—Decorar una mansión de tres pisos no es tan fácil como
parece.
—Entre otras cosas…
Ni si quiera terminé la mitad de la comida porque mi estómago
no podía soportarlo. Los calambres empeoraron en el segundo que él
entró en la casa.
—¿Está todo bien, Siena? —comió cada bocado en su plato sin
mirar sus cubiertos.
—Sí. ¿Por qué preguntas? —¿Estaba tan nerviosa?
—Dijiste que te dolía el estómago. Estás callada. No me
apuntaste con un arma. No eres exactamente tú misma esta noche.
Tampoco él.
—El aniversario de mi madre es en unos días… —No podía creer
que estaba haciendo esto. Ahora que el plan estaba en marcha. Era
hora de comprometerse con ello—. El aniversario de su muerte.
Pasaron cinco años.
Apoyó ambos codos en la mesa mientras me miraba con fijeza,
sus manos están unidas frente a él.
—Lamento mucho oír eso. Los aniversarios son difíciles.
—Los cumpleaños también. Pero esos me hacen recordarla
cuando estaba viva. Los aniversarios solo me hacen pensar en el día
en que se fue.
Él masajeó sus nudillos ligeramente mientras me miraba. A lo
largo de toda la comida, solo parpadeó un puñado de veces.
—Eso es duro.
—Ella está en el cementerio en las afueras de Florencia. Iba a ir
a visitarla. —Esperé a que se ofreciera a acompañarme. Eso lo haría
menos obvio que preguntarle directamente—. Llevarle algunas flores
o algo.
—Eso suena bien.
Tal vez no se ofrecería a ir conmigo.
—Si no estás muy ocupado, de verdad me gustaría que vinieras
conmigo. Ir sola siempre es difícil…
Sus ojos se entornaron al instante, como si la pregunta
significara algo más para él de lo que debería. Retiró los brazos de la
mesa y se recostó en la silla, con sus anchos hombros amplios como
un cartel publicitario.
—¿Quieres que vaya contigo?
—No tienes que hacerlo si no quieres… —Si no lograba
conseguir que esté solo, entonces el plan nunca funcionaría. No me
sentiría culpable por no salvar a mi padre, no cuando lo intenté. Así
que si Cato no cooperaba, no sería el fin del mundo. Él tomaría la
decisión por mí.
—No. —Se inclinó hacia adelante sobe la mesa, sus brillantes
ojos azules se posaron en los míos—. Me encantaría.
Inmediatamente mi corazón se rompió en dos. Me odié a mí
misma más que nunca. Odié a Damien por ponerme en esta
situación. Odié que Cato fuera tan estricto, que no podía pedirle
ayuda en lugar de hacer esto. No importaba que decisión tomara, era
una mala decisión.
—Gracias… —aclaré mi garganta para mantener la emoción
fuera de mi voz, pero fue inútil. Me sentí una porquería, menos que
una porquería.
Alcanzó mi mano sobre la mesa y la sostuvo.
—Bebé.
Oh dios. Su mano era tan cálida mientras envolvía la mía. Cerré
mis ojos por un breve momento, atesorando la manera en que se
sentía su afecto, pero también luché contra la culpa al mismo tiempo.
No sabía lo que él iba a decir a continuación, pero sospechaba que
mi corazón estaba a punto de fundirse en un charco enorme.
—Todo lo que dijiste acerca de mí era cierto. Estoy insatisfecho.
Estoy vacío. Tengo todo, pero no tenía nada en lo absoluto… hasta
que llegaste. Vivo en un mundo donde las mujeres solo me quieren
por sexo o dinero. Entonces te conocí y todo eso cambió. Contigo, no
tengo que mirar sobre mi hombro. Contigo, no tengo que
preguntarme cuáles son tus motivaciones. —Él sostuvo mi mirada
mientras su pulgar acarició mis nudillos—. Porque confío en ti.
La única razón por la que sigo viva es por el bebé que crece dentro de mí.
Mi bebé me salvó la vida.
Ahora soy una prisionera dentro de la fortaleza de Cato. Está enojado conmigo,
furioso cada vez que me mira. Se niega a acostarse conmigo porque ahora soy el
enemigo.
Pero lo extraño de menos... y él me extraña.
Sólo me acosté con Cato para salvar a mi padre, pero ahora significa algo para
mí. Me preocupo por él, y sé que él se preocupa por mí.
¿Puedo ganarme su perdón? ¿Puedo ganarme su confianza?
Pero incluso si lo hago, ¿me disparará de todos modos?