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ÍNDICE
1. INTRODUCCIÓN … ……………………………………………………………………………………………………..…….. 2
3. ESTEREOTIPOS DE GÉNERO
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1. INTRODUCCIÓN
Cada 8 de marzo se celebra el Día Internacional de la Mujer Trabajadora. La
conmemoración de este día se vio definitivamente marcada por el incendio de la
fábrica textil neoyorquina Triangle Shirtwaist en 1911, provocado por el patrón
debido a las protestas realizadas por las mujeres trabajadoras en defensa de un
aumento del salario. Fueron 129 trabajadoras quienes perdieron la vida en este
siniestro, por inhalación de humo o por quemaduras, ya que las puertas fueron
bloqueadas para evitar que las trabajadoras pudieran escapar. No obstante, la
reivindicación de las opresiones que sufren las mujeres no se puede reducir a un
único día al año. La lucha por la emancipación de la mujer son todos los días.
Este año en un contexto marcado por la crisis sanitaria derivada del COVID-19,
vemos más que nunca oportuno hablar y centrarnos sobre el papel de la mujer en
la economía y particularmente, en la economía de cuidados, ya que en una
sociedad atravesada por el patriarcado y el capitalismo se ha feminizado e
invisibilizado los cuidados y la importancia de situarlos en el centro, especialmente
en tiempos de crisis. A lo largo del documento trataremos diferentes temas sobre
la economía de cuidados y la división sexual del trabajo, y cómo estas dos nos
afectan como mujeres estudiantes.
Antes de entrar en materia, es preciso abordar ciertos conceptos para el
entendimiento del conjunto del documento y para que más adelante podamos
centrarnos en la realidad de las mujeres estudiantes. Cuando hablamos de
cuidados nos referimos a todas las actividades que se realizan de manera
gratuita o remunerada, y que proporcionan cotidianamente el bienestar afectivo
y material de las personas. Pasa desde proporcionar alimentos, abrigo o higiene
personal hasta la compañía y limpieza de los hogares. Todas las personas
necesitamos una serie de cuidados para poder subsistir, aunque éstos se
intensifican más o menos a lo largo de nuestro ciclo vital según nuestra edad o
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nuestro estado de salud. Aunque en mayor o menor medida todas las personas
aportan cuidados, sin excepción todas dependemos de ellos. Por lo tanto, cuando
se habla de economía de cuidados se hace referencia al espacio de actividades,
bienes o servicios tanto materiales como sociales necesarios para la reproducción
y el mantenimiento de la vida de las personas: la alimentación, la salud, el afecto, la
educación y un entorno de vida adecuado.
La división sexual del trabajo ha hecho que históricamente todas estas tareas de
cuidados hayan sido soportadas por las mujeres debido a que este modelo de
producción capitalista permite y promueve que los medios productivos se
concentren en los hombres, relegando a las mujeres al trabajo reproductivo y de
cuidados, necesario para el sostenimiento y la continuidad del sistema. La división
sexual del trabajo es la raíz material de la desigualdad social de género, que
bajo el modelo de producción social capitalista, se acentúa.
Nuestra realidad material como mujeres estudiantes se ve marcada tanto por la
división sexual del trabajo como por la economía de cuidados. Es por ello como
el resto del documento se va a dedicar a analizar las diferentes consecuencias que
tienen ambas sobre nuestras vidas de estudiantes: la feminización de los estudios
relacionados con los cuidados, la compatibilización de los estudios con trabajo
remunerado y/o trabajo no remunerado, y cómo la pandemia ha agravado toda
esta situación.
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2. DOBLE Y TRIPLE JORNADA
Cuando hablamos de las responsabilidades que se adjudican a las mujeres,
deben desarrollar su trabajo profesional, sino que además se les adjudican las
tareas de cuidado del hogar y de la familia. Se denomina como doble jornada
porque resulta un trabajo mayor del que ya desempeñan, y que además no está
remunerado ni visibilizado.
Tradicionalmente, la imagen de la mujer se ha concebido como una persona cuyo
trabajo es mantener en buen estado el hogar y cuidar de la familia. Aunque en el
siglo XX se produjo la incorporación de las mujeres al mercado laboral, se les han
seguido asignando las tareas de cuidados que históricamente han desarrollado, por
lo que asumen ambas responsabilidades.
Pese a que recientemente cada vez existe una mayor división de las tareas del
hogar, el hombre normalmente se encarga de aquellas que son más lúdicas o que
suponen un menor esfuerzo, tanto físico como mental. Por ejemplo, mientras que
el hombre se encarga de supervisar el tiempo de ocio de los hijos, a la mujer le
corresponde encargarse de su rendimiento escolar. Según una encuesta de
Calidad de Vida en el Trabajo realizada en el año 2007, el 33'5% de las mujeres
asumen las principales responsabilidades de cuidados fuera de su horario laboral,
frente al 6% de varones.
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2.2. La triple jornada
Por su parte, la denominada 'triple jornada' se refiere al trabajo que desarrollan las
mujeres en una jornada laboral externa, el referente a las tareas de cuidados y el
esfuerzo que hacen por mantener las redes afectivas, que deja a las mujeres sin
tiempo libre para ellas mismas, con las consecuencias emocionales que esto
acarrea, y que merma claramente sus trayectorias laborales.
2.3. Consecuencias de la doble y la triple jornada
La doble y triple jornada femenina condena a las mujeres a situaciones de
precariedad, especialmente cuando ellas representan el único ingreso económico
en la unidad familiar, ya que no suele ser posible compatibilizar un trabajo con
todas las responsabilidades que caen sobre sus espaldas. Esta situación se agudiza
más aún cuando se incorporan a la ecuación personas dependientes de los
cuidados de estas mujeres.
La mencionada carga de cuidados, entendida en un marco contextual patriarcal
junto con otros muchos factores, lleva hacia la feminización de la pobreza, puesto
que las mujeres se ven obligadas a renunciar a sus aspiraciones laborales o a su
educación desde muy jóvenes para poder cumplir con las responsabilidades que
socialmente se les ha atribuido. Además, no podemos olvidar que el patriarcado
nos atraviesa de otras formas, como a través de la brecha salarial (que puede
manifestarse, entre muchos otros, a través de complementos salariales
discrecionales) o la menor predisposición a ser contratadas en igualdad de
condiciones que un candidato hombre. En términos globales, más mujeres (51’76%)
que hombres (48’24%) se encuentran en riesgo de pobreza severa con una brecha
de género de 3’52 puntos.
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Sin embargo, esta situación no solo afecta a la situación económica de las mujeres,
sino que también merma su salud, debido al gran estrés al que están sometidas y
a la falta de tiempo libre que les permitiría dedicarse al autocuidado. Según el
Informe anual del Instituto Canario de igualdad (ICI) ‘Brechas de género 2019’, las
mujeres viven más años que los hombres pero con peor salud. Además, no puede
olvidarse el fenómeno descrito por Betty Friedan en “La mística de la feminidad”
(1963), por el cual las mujeres estadounidenses de los años 50, a las cuales se les
inculcaba que realizando las tareas del hogar y de los cuidados debían sentirse
realizadas, sufrían de altos niveles de ansiedad y depresión al verse únicamente
autopercibidas como “madres” y “esposas”. Esto puede ser extrapolado a la
situación actual, en un contexto de fuerte romantización de la maternidad y el ser
una “buena mujer”.
Otra de las consecuencias de la doble y triple jornada es la dificultad de progresar
en una carrera profesional. La sobrecarga de trabajo y responsabilidades que
sufren las mujeres, además de repercutir en su salud mental y física, afecta a la
cantidad de tiempo del que disponen para otras actividades. Las mujeres
normalmente tienen menos tiempo para centrarse en su trabajo, lo que reduce sus
posibilidades de mejorar dentro del mismo y, por lo tanto, ascender o estar
empleadas en un cargo más importante. A ello se suma que tradicionalmente son
las que, en el contexto de la maternidad, primero renuncian a su carrera profesional
frente a sus parejas. Estas circunstancias derivan en que la mayor empleabilidad de
las mujeres se da en los empleos con menor autoridad, mientras que las cúpulas
organizativas están compuestas por hombres mayoritariamente. La imposibilidad
de romper esta barrera es lo que se denomina 'techo de cristal'.
La realidad que concierne a las mujeres y su relación con los cuidados se ha visto
de manera aún más clara durante la pandemia, con una acusada crisis global de
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cuidados, en la que el cuidado de personas enfermas, de niñas que no podían
asistir al colegio (asumiendo además la administración de sus tareas escolares) y
de mayores cuyos centros habían sido cerrados se ha visto claramente asumido
por las mujeres. Según el portal de empleos Bumeran, junto con la consultora
Bridge The Gap, el principal impacto de la pandemia se encuentra en aquellas
mujeres que deben trabajar desde sus hogares y que tienen hijos menores de 12
años, para las que el cuidado y la crianza es la principal tarea (16%). El 45% de las
mujeres considera que intenta conciliar la vida personal y profesional en
cuarentena, aunque no siempre con éxito, y el 21% declara que descansar es una
de las tareas que menos puede realizar. También según varios estudios realizados
por la directora del Observatorio de Políticas Familiares del IESF, las mujeres han
tenido una mayor percepción de la doble jornada, mayor conflicto en la
conciliación, mayor carga de estrés, más problemas para conciliar el sueño, más
irritabilidad y mayor afección a la salud en general.
Esta situación invita a hacer una reflexión sobre el modelo de cuidados que
necesitamos en nuestra sociedad, puesto que para conseguir una igualdad real de
oportunidades es necesario que las instituciones favorezcan la red de provisión de
cuidados de naturaleza pública, especialmente de los mayores, niños y personas
con discapacidad o diversidad funcional. No podemos únicamente confiar en una
corresponsabilidad que a día de hoy sigue estando ausente y poco practicada para
mejorar la situación de precariedad de las mujeres, sino que es necesario un
trabajo proveniente de las propias administraciones públicas en todos sus niveles.
Es necesario visibilizar y desromantizar los trabajos no remunerados que realizan
las mujeres, ya que son ellos los que sostienen el mercado productivo y la
estabilidad familiar; Es necesario exigir la corresponsabilidad y la financiación
pública necesaria para conseguir una igualdad real entre mujeres y hombres.
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3. ESTEREOTIPOS DE GÉNERO
3.1.1. Definición
Los estereotipos son un conjunto de ideas y creencias preestablecidas que tiene
un grupo social sobre otro, al que le son atribuidos de forma generalizada e
indiferenciada conductas, cualidades, habilidades o rasgos distintivos; en base a
sus diferencias.
Pueden ser positivos o negativos, pero siempre son generalizaciones. Por ello,
aunque contienen parte de verdad, ofrecen una visión distorsionada de la
realidad. Los estereotipos se encargan de magnificar o menospreciar rasgos muy
puntuales, para identificar y caracterizar a individuos en una categoría clara.
Muchas veces lo que se hace para identificar a los individuos por grupos, se
convierte en discriminación e intolerancia, alimentando el racismo, la xenofobia, el
machismo, la homofobia y la transfobia, entre otros.
Se tienden a confundir los estereotipos con los prejuicios. Los estereotipos son un
conjunto de ideas preestablecidas por el conjunto de la sociedad, que se atribuyen
a grupos de personas y pueden ser positivos o negativos. En cambio, los prejuicios
son juicios o valoraciones sin acuerdo mutuo entre personas, son individuales y
siempre negativos; muchas veces basados en los estereotipos. Aunque los
prejuicios y los estereotipos se diferencien, no cabe duda que ambos condicionan
la convivencia social, llegando a ser la base de la mayoría de las actitudes
discriminatorias.
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Al poner en práctica los estereotipos, se crean los roles sociales. Un rol social es lo
que espera la sociedad del comportamiento de un individuo en situaciones
determinadas, en función a características establecidas por los estereotipos. Los
roles determinan cómo se relacionan los individuos entre sí en diferentes ámbitos,
porque cada situación social se rige por unas normas o pautas específicas que el
individuo debe respetar para no ser rechazado o excluido por el resto.
3.1.2. Historia
Para entender los estereotipos actuales que dominan nuestro presente debemos
remontarnos a sus raíces históricas, ya que tan solo iluminando las raíces de
nuestras formas de pensar, y pensarnos, podremos conseguir desmontar los
matices más sutiles o inconscientes a la hora de deconstruir y analizar nuestros
sesgos.
Entender la historia de los estereotipos es conocer la historia de los relatos que
han justificado estos. Al ser la tradición occidental de una raíz fuertemente
judeo-cristiana comenzaremos hablando de los estereotipos y mitos típicos de esta
forma de pensamiento.
Este sistema de creencias parte de la idea de que el hombre y la mujer son de
naturalezas diferentes, asociando a la mujer con la naturaleza y lo irracional y al
hombre con la cultura y la razón. En este momento se consideraba que dentro del
alma coexistían la razón y el deseo, siendo este último una parte animal que debía
ser dominada por la razón. De esta forma pensaban que, aunque ambas fuerzas
convivían en todas las personas, en los hombres la parte racional era mayor que la
visceral, y que las mujeres, a pesar de tener intelecto, poseían uno mucho menor a
los hombres, ya que dentro de ellas la parte animal predominaba sobre la
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intelectual. Esto hacía que la jerarquía que existía en las dicotomías
naturaleza/cultura y razón/emoción, sirvieran, al relacionarlas con lo femenino y lo
masculino, para justificar la relación de dominación y opresión que los hombres
ejercían sobre las mujeres.
Estas concepciones se recogían en el libro del Génesis, ya que al explicar los
orígenes de la humanidad acababa explicando también quién era esta humanidad.
Sin embargo, este relato ha sido ampliamente interpretado a lo largo del tiempo,
dándole diversas explicaciones, ya que cada sociedad debía aplicarlo a su propio
contexto para que así pudiera justificar su sistema socio-sexual.
La religión no ha sido el único sistema de creencias a través del cual se han
justificado las diferentes desigualdades sociales. Lo que ocurre es que la
religión era en la edad media lo mismo que la ciencia y el progreso en la
modernidad. La fé en Dios para las personas de aquel momento es como la
creencia que mucha gente en la actualidad tiene hacia el dinero o el crecimiento
constante, al partir de la verdad de su existencia la religión era la mejor forma de
perpetuar el sistema social.
Esto cambió con la ilustración, ya que empezaron a surgir nuevos valores y las
personas comenzaron a depositar la producción de conocimiento en la ciencia
más que en la iglesia. Sin embargo, esto no quiere decir que mejorara la
concepción que la sociedad tenía de la mujer, ya que hasta principio de los años 70
del siglo XX los únicos que producían conocimiento canónico eran los hombres.
Que generaban información de vertientes biológicas, psicológicas, sociales y
culturales, no sólo a través de un sesgo antropocéntrico, sino también a través
de uno patriarcal. El conocimiento que supuestamente debía ser objetivo estaba
cargado de los prejuicios de las personas que lo creaban, esto provocó que
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durante años se utilizaran las teorías científicas, ya fueran sociales o no, para
explicar y justificar la posición de inferioridad en la que veían a la mujer, aunque
también sirvió para justificar el resto de diferentes opresiones existentes.
Por estos motivos debemos tener en cuenta que cualquier disciplina por muy
objetiva que pueda parecer está siendo ejecutada por personas que tiene una
cultura y unos prejuicios determinados de los que, en muchas ocasiones ni siquiera
ellos mismos son conscientes. Los estereotipos de género han tomado a lo largo
de la historia una gran variedad de formas con la intención de sobrevivir y
perpetuar las desigualdades. Por ello, es importante tener un juicio susceptible y
una visión feminista ante todas aquellas personas que intenten negar o
invisibilizar situaciones de desigualdad detrás de cualquier tipo de creencia.
3.1.3. Estereotipos de género actuales
Según el criterio de las organizaciones, el simple hecho de presencia femenina en
carreras masculinizadas es considerado como un éxito en el equilibrio de género y
en los programas implementados al respecto. Sin embargo, los resultados han
demostrado que no es suficiente con atraer a las mujeres a estos campos de
estudio, también es necesario cambiar la percepción de la profesión. Esto
significa incorporar una cultura plural que no esté basada únicamente en el mundo
masculino.
Los estereotipos actuales no afectan únicamente al elegir las carreras
profesionales, sino que también están presentes durante la realización de los
estudios, y con más intensificación al finalizarlos y comenzar la vida profesional.
Detrás de la supuestamente objetiva igualdad de oportunidades que ofrece la
meritocracia, encontramos la existencia de carreras profesionales lineales, cuya
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realidad se aleja de las posibilidades de muchas mujeres. Cuentan con un menor
número de referentes femeninos, y con relaciones que, por lo general, son más
distantes con profesores y profesionales. Además de un alejamiento social cuando
estas se muestran con ambiciones o actitudes competidoras. Mientras, estas
características son compensadas positivamente cuando se muestran en los
hombres.
Para una mayor profundidad en el aspecto insertamos un enlace de una
investigación sobre las consecuencias de la meritocracia en las mujeres que
realizan carreras técnicas: h
ttps://www.redalyc.org/pdf/3421/342130842010.pdf
A continuación, como ejercicio de reflexión dejaremos algunas de las frases que
podemos escuchar más típicamente en el ámbito estudiantil y profesional al
hablar de nuestras carreras. Y las relacionamos con algunos de los estereotipos y
creencias sociales que se ocultan detrás de estas.
➔ “No me creo que estudies eso, no te pega nada, seguro que estudias algo
de artes o humanidades”
Las mujeres que están en carreras técnicas deben cumplir con un estereotipo
particular que posee una serie de cualidades, características específicas y estigmas
que justifiquen el hecho de que esté ahí. Si no cumple con el estereotipo de chica
“friki” o “rara” no se entiende que esté cursando una carrera tecnológica. Una mujer
debe salirse de los esquemas sociales de alguna forma, porque sino no se concibe
que pueda estar interesada en carreras como por ejemplo, la ingeniería, que sale
del círculo de lo que se espera de ella.
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➔ “Claro, pero esa carrera en realidad es muy fácil ¿no?”
Desprestigio de las carreras que están socialmente feminizadas. Se minusvalora
tanto las profesiones como los estudios que han sido tradicionalmente feminizados.
Mermando el valor del tiempo invertido en trabajos de cuidado o las horas de
estudio y lectura en las humanidades, ya que se deposita el prestigio en materias
de raíz técnicas.
➔ “¿Y cómo complementas tu vida profesional y familiar? o ¿No quieres ser
madre? Una pena”
Como ha sido ampliamente comentado en este documento las mujeres tienen una
doble o incluso triple carga de trabajo, ya que a ellas les corresponde en su
mayoría el peso de los cuidados de la casa y la familia y además se espera de ella
que pueda seguir con regularidad el ritmo constante de trabajo que marca la
meritocracia. Esto hace que en muchas ocasiones las mujeres esperen a llegar al
puesto determinado que desean para tener hijos o que renuncien a llegar a altos
cargos para cuidar de su familia. Irónicamente, cuando deciden centrarse solo en
su vida laboral o simplemente no desean tener hijos, se produce un extrañamiento
en la sociedad, que llega incluso a sentir “pena” por la mujer. Estas realidades no
ocurren en los hombres, a los que no se les cuestiona su escaso peso en el
cuidado de la casa y que se ven como “libres” si llegan a una edad avanzada sin
hijos.
Podemos encontrar estereotipos masculinos y femeninos en todo el mundo. Un
estudio realizado en 30 países diferentes, detectó estereotipos comunes de ambos
géneros. El estereotipo masculino siempre iba ligado a la gran necesidad de
dominio, agresión y emprendimiento. En cambio, el estereotipo femenino envolvía
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una necesidad de cuidados y dependencia. Pese a estas similitudes entre países,
cada cultura tiende a reinterpretar los estereotipos de género, demostrando
que los estereotipos están socialmente construidos en función de las
necesidades de cada comunidad.
3.2. Feminización y masculinización de los estudios
El género sigue siendo determinante en la elección de estudios. Las mujeres
siguen estando en primera línea de la pandemia, tanto en los trabajos remunerados
como en el trabajo no remunerado de cuidados. Siguen ganando menos y tienen
trabajos más inestables. Esto se debe, en gran medida, a la feminización de
aquellos estudios relacionados con los cuidados.
Detrás de la feminización de los grados encontramos estereotipos atribuidos por
las familias o círculos cercanos y por la docencia u otras instituciones que de
manera consciente o inconsciente cronifican la desigualdad de género. Existen
numerosas variables psicosociales, es decir, factores relacionados con la cultura
o la socialización de los niños y las niñas, que influyen en la preferencia o
rechazo que tenían frente a ciertas materias.
Otro factor vital es el autoconcepto que las mujeres tienen de sí mismas, pues
estas tienden a no sentirse tan competentes o preparadas como los hombres para
estudiar, por ejemplo, algo relacionado con el ámbito tecnológico aunque durante
su recorrido por el sistema educativo esta haya sacado buenas notas en las
materias relacionadas.
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3.2.2. ¿Cómo afecta a las mujeres?
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de actividades matemáticas o científicas, pues aunque estas pueden tener mejores
resultados muestran unos niveles de ansiedad superiores al poner en marcha estas
habilidades; es decir, materias prácticas. Debido a que algunos estereotipos que
afectan a las mujeres son la debilidad o la mera utilidad de escuchar y no participar.
No obstante, en los últimos años existe un gran interés, por parte de la comunidad
educativa, en desarrollar competencias relacionadas con la inteligencia
emocional y la mejora de la autoestima, que resultan vitales no solo para
fomentar el rendimiento académico, sino para el futuro laboral.
Todas estas pautas resultan coherentes con la posterior matriculación en estudios
superiores, donde hay una clara tendencia a la feminización de aquellas ramas
relacionadas con los cuidados.
3.2.3. Gráficas y datos
Según datos del INE, las alumnas suman el 59,4% de las estudiantes
universitarias matriculadas en el curso 2019-2020. Sin embargo, no se reparten
de forma equitativa en todas las carreras.
Las mujeres son mayoría en las ramas relacionadas con Ciencias de la Salud
(más del 70%) y también en aquellos estudios pertenecientes a la rama de Artes
y Humanidades (61,6%). Por ejemplo, en el grado de Enfermería de la Universidad
de Granada hay matriculadas 690 universitarias frente a 156 universitarios. En
terapia Ocupacional hay 209 alumnas y 43 alumnos y en medicina 616 hombres
frente a 1066 mujeres. Estos patrones se repiten alrededor de las universidades
de toda España.
A nivel nacional, encontramos casos especialmente llamativos, como un 82% de
alumnas en trabajo social o un 75 % de alumnas en psicología. También es
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destacable que el número de mujeres egresadas en informática no alcanzó el 10%
del total, mientras que en Educación superó el 70%.
(Distribución del número de estudiantes de Grado y 1er y 2º Ciclo por rama de enseñanza y
sexo)
En los estudios de Máster ocurre algo similar. Las mujeres son más de la mitad de
las personas matriculadas y son mayoría en la rama de Ciencias de la Salud y Artes
y Humanidades.
(Distribución del número de estudiantes de Máster por rama de enseñanza y sexo)
Cuando llegamos al Doctorado observamos que la diferencia entre hombres y
mujeres no es tan radical, aunque seguimos viendo la masculinización de las
ingenierías y la feminización de las Ciencias de la Salud.
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(Distribución del número de estudiantes matriculados en Doctorado RD 99/2011 por rama se
enseñanza y sexo. Curso 2018-2019)
Pese a que las mujeres se ven obligadas a realizar la doble y triple jornada,
observamos que su rendimiento es superior al de los hombres, incluso en
aquellos grados dominados por ellos.
(Tasa de rendimiento en Grado por rama de enseñanza y sexo. Curso 2018-2019)
Teniendo en cuenta estos datos podemos identificar una clara distribución de
género: mujer-profesora-enfermera, hombre-ingeniero-técnico.
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4. LA SITUACIÓN DE LOS CUIDADOS EN TIEMPOS DE PANDEMIA
El confinamiento que este decreto hizo oficial, ha puesto en evidencia la
importancia que tiene el trabajo dentro de los hogares. Esto ha provocado un
considerable aumento de la carga de trabajo que recae en las mujeres. Según la
OIT las mujeres tienen a su cargo el 76,2% de todas las horas de trabajo no
remunerado, algo que se ha agudizado con la aparición del estado de alarma y
cuarentena, sobre todo en aquellas familias con hijos y familiares dependientes.
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Todo este peso recae en las mujeres como consecuencia de los roles de género,
con los que se nos educa desde pequeñas que somos las responsables de asumir
el trabajo doméstico. El cuidado del hogar y de la familia es un campo colectivo, sin
embargo, la sociedad patriarcal aliada con el capitalismo provocan que se atribuya
este rol a las mujeres. Esto además, supone un problema a la hora de entrar en el
mercado laboral, provocando, entre otras cosas, una brecha salarial o el techo de
cristal.
Además, se debe tener en cuenta la situación tan crítica y difícil de las mujeres
que vivieron la cuarentena envueltas en una situación afectiva violenta. La
cuarentena obligó a las mujeres a encerrarse junto a sus maltratadores y, como
consecuencia, la violencia de género ha aumentado en los últimos meses.
Prueba de ello es que, según el Boletín Estadístico Mensual sobre Violencia de
Género, en abril se registraron un total de 8694 llamadas al 016, la cifra más alta
en los últimos 3 años y la segunda de toda la serie histórica.
4.2. Asistencia laboral
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84,5% y el 96% según el ámbito). A su vez, el sector sanitario está constituido en
un 70% por mujeres, por lo que su implicación en la primera línea de batalla es
indiscutible.
Por si todo esto fuera poco, también conforman la mayor parte del personal de
servicio de los establecimientos de salud — como el personal de limpieza,
lavandería y comedores— y, por eso, tienen más probabilidades de estar expuestas
al virus por su alta representación en estos sectores imprescindibles e
invisibilizados.
A pesar de estas cifras, por lo general no se ven reflejadas en la toma de
decisiones a nivel nacional o mundial sobre la respuesta a la COVID-19. Una vez
más, evidenciamos como el suelo pegajoso se hace protagonista y pese a la gran
representación femenina en estos sectores, esta proporción no es en absoluto
proporcional en los altos cargos.
Todas estas cifras demuestran cómo las profesiones relacionadas con los
cuidados están altamente feminizadas y cómo las mujeres asumimos en mayor
cantidad el trabajo doméstico no remunerado, sumándose así ambos factores a
la balanza.
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4.3. OnlyFans
Por otra parte, las consecuencias de la crisis sanitaria ya se están notando,
ascendiendo en enero de este año a 66.324 mujeres entre 20 y 30 años que están
en paro. Es en estos momentos, cuando el paro entre las jóvenes aumenta y hay
una necesidad económica, donde aparecen nuevas formas de ganar dinero a
cambio de la mercantilización y cosificación del cuerpo de la mujer.
Con la llegada de la COVID-19 ha aumentado el uso de las redes sociales y
diferentes plataformas. Una de estas ha sido Only Fans, un portal de servicio web
de contenido de suscripción. El contenido que predomina en la aplicación es de
imágenes y vídeos, catalogado como entretenimiento para adultos debido a que
no existe la censura. Fue creada en 2016, pero no fue explotada hasta época de
pandemia. A partir de marzo de 2020 Only Fans ha sido capaz de sumar 30 millones
de nuevos usuarios, donde 98,5% de los usuarios son consumidores. La mayoría de
usuarios son personas de entre 20 y 35 años.
Como hemos analizado anteriormente, muchas estudiantes necesitan
compatibilizar el trabajo remunerado con el estudio, bien sea para poder
financiar gastos derivados de estos o gastos cotidianos. Only Fans se presenta
ante las jóvenes estudiantes como una oportunidad para poder ganar dinero de
una manera “rápida” y “fácil” bajo consignas neoliberales de que la mujer es quien
decide libremente el contenido que sube o que el hecho de subir ese tipo de
contenido es empoderante.
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En una sociedad donde el capitalismo saca rédito del patriarcado a través de la
mercantilización del cuerpo de la mujer, no podemos permitir que este tipo de
plataformas se vendan bajo lemas de empoderamiento y libre elección de la
mujer.
La ficción de libertad que se crea cuando se cosifica el cuerpo de la mujer consiste
en sacar a la luz el vínculo entre el mandato de trasgresión - yo hago con mi
cuerpo lo que quiero - y la lógica del mercado capitalista - acumulación y
reproducción de la riqueza -. De acuerdo con esta fórmula, el subir fotos de
cuerpos desnudo es un logro de la nueva libertad que disfrutan las mujeres. Sin
embargo, la estrategia del neoliberalismo consiste en apelar a la libre elección
como si fuera el fundamento del feminismo, restando valor al análisis de las
estructura social patriarcal que actúa determinando de forma coactiva las
elecciones de las mujeres. Es por ello que no debemos caer en justificaciones
neoliberales de falta de análisis de la alianza patriarcal y capital, y ver con ojos
críticos lo que realmente son plataformas como Only Fans, una forma más de
mercantilización del cuerpo de la mujer.
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5. DICCIONARIO
Doble jornada: Designa la doble carga de trabajo que tienen las mujeres que
participan en el mercado laboral, que además de su trabajo remunerado asumen
otra jornada laboral no remunerada referida a las tareas domésticas.
Triple jornada: Designa la triple carga de trabajo que tienen las mujeres que
participan en el mercado laboral, que además de su trabajo remunerado asumen
otras dos jornadas laborales no remuneradas, una referida a las tareas domésticas,
y otra a los cuidados a
Corresponsabilidad: Asunción por ambos miembros de la pareja de forma
equivalente de las responsabilidades derivadas del hogar y de los cuidados que
necesitan personas dependientes de la unidad familiar.
Estereotipo de género: Idea generalizada de alguien en función de su sexo
biológico, hombre o mujer.
Prejuicio: Actitudes y pensamientos negativos basados en un juicio u opinión sin
fundamentar que tiene una persona hacia un sujeto ajeno a su grupo de referencia.
Estigma: Conducta desviada de la norma social de una persona que comparte con
un grupo grupo cuyos miembros son vistos como inferiores por el resto de la
sociedad, causando rechazo social hacia estos.
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Determinismo cultural: Conjunto de normas sociales que conducen a una persona
a cumplir con el canon establecido. El determinismo bio-sexual fue superado con
la introducción del término género, pues la causa de la opresión de las mujeres no
estaba en ellas mismas sino que se debía al poder ejercido por los hombres.
Trabajo no remunerado: Es aquel trabajo por el que no se recibe ninguna
prestación por realizarlo. La mayor parte de este es llevado a cabo por mujeres
mediante labores de cuidados, especialmente tareas domésticas y atención a la
dependencia. Aunque este tipo de trabajo es fundamental para garantizar la
sustentabilidad de la vida humana, creando las condiciones necesarias para que
prospere, el mismo es infravalorado. De esta manera, los trabajos de cuidados no
son reconocidos como parte de la economía, aunque sean el pilar que la sostiene.
Sectores feminizados: Son aquellos donde la mayoría de empleadas son mujeres.
Históricamente, hay determinadas profesiones que han sido realizadas por
mujeres, como pueden ser la profesión de cuidadora de niños, enfermería, o las
labores del hogar. Y a pesar de los esfuerzos a través de los años de incluir a las
mujeres en todo tipo de sectores laborales, la realidad es que estos son más
precarios y están peor pagados.
El mito de la libre elección o patriarcado del consentimiento: Concepto feminista
que defiende que en en una sociedad con una estructura social patriarcal y
capitalista no se puede tomar una decisión bajo un pretexto de libertad. La ficción
de libertad que se crea consiste en sacar a la luz el vínculo entre el mandato de
trasgresión - yo hago con mi cuerpo lo que quiero - y la lógica del mercado
capitalista - acumulación y reproducción de la riqueza -. La estrategia del
neoliberalismo consiste en apelar a la libre elección como si fuera el fundamento
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del feminismo, restando valor al análisis de las estructura social patriarcal que
actúa determinando de forma coactiva las elecciones de las mujeres.
6. BIBLIOGRAFÍA
ABC (24/11/2020). Doble jornada de trabajo y mucho más estrés: así vivieron
el confinamiento las mujeres.
https://www.abc.es/familia/mujeres/abci-doble-jornada-trabajo-y-mucho-mas-e
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