Está en la página 1de 12

El cuento de Pinocho: la conformación de la ética en la infancia a través de la

utilización del lenguaje pragmático.

Autores: Liliana Naveira – Susana La Rocca – Alicia Cambiasso Universidad


Nacional de Mar del Plata, Argentina.
Grupo de Investigación ELE: Ética, lenguaje y epistemología.
Red INFEIES

Resumen
El pensamiento filosófico y la modalidad narrativa configuran tradiciones de
pensamiento, que al transmitir los presupuestos ontológicos, epistemológicos y
axiológicos de la época conforman redes teóricas y simbólicas desde donde es posible
tener un saber sobre la infancia.
En ciertas corrientes mecanicistas los cuerpos pueden ser explicados en términos
de materia en movimiento, mientras que la mente, en tanto res cogitans a la que se
accede por intuición, no sólo escapa a la explicación mecanicista sino que la posibilita.
Mientras los cuerpos son pura extensión bajo el imperio de las leyes mecanicistas, las
mentes son pensamiento consciente, libre e intencional. En este sentido, el cuento de
Pinocho conjuga algunos aspectos de esta tradición mecanicista pero anuncia también
el giro lingüístico- pragmático que se genera posteriormente.
En el libro original, la frase del comienzo: " C'era una volta un pezzo di legno”
convierte a la res extensa de la madera en Pinocho, un muñeco sin vida, en un niño,
gracias al lenguaje. Y desde ese uso del lenguaje, que comienza mostrando un primer
proceso a través de la narración, vemos desplegarse no sólo los usos primarios de la
comunicación, desde los aspectos morfológico-sintácticos y semánticos, sino toda una
escala ponderada de cuestiones éticas insertas en la dimensión pragmática.
Carlo Collodi piensa en toscano el nombre de su personaje Pinocchio que
quiere decir piñón, es decir una "cosa de nada." (Balastro 2000) y esa expresión
destina una noción de infancia no sólo depreciada sino también escindida, en una
tradición que en su intento de explicar racionalmente el mundo, deja afuera parte de
ese mundo. Entendido de este modo, el proceso narrativo pasa de lo cuasimágico a
cubrir primero el manejo de la atención conjunta (Bruner 1997) que demanda de lo
dialógico y luego trasciende la esfera valorativa y las cuestiones éticas de la infancia,
gracias a la interacción lúdica del cuento maravilloso infantil.

1
El cuento de Pinocho: la conformación de la ética en la infancia a través de la
utilización del lenguaje pragmático.

Autores: Liliana Naveira – Susana La Rocca – Alicia Cambiasso


Universidad Nacional de Mar del Plata, Argentina

El pensamiento filosófico y la modalidad narrativa configuran tradiciones de


pensamiento, que al transmitir los presupuestos ontológicos, epistemológicos y
axiológicos de la época conforman redes teóricas y simbólicas desde donde es posible
tener un saber sobre la infancia.
En ciertas corrientes mecanicistas los cuerpos pueden ser explicados en términos
de materia en movimiento, mientras que la mente, en tanto res cogitans a la que se
accede por intuición, no sólo escapa a la explicación mecanicista sino que la posibilita.
Mientras los cuerpos son pura extensión bajo el imperio de las leyes mecanicistas, las
mentes son pensamiento consciente, libre e intencional. En este sentido, el cuento de
Pinocho conjuga algunos aspectos de esta tradición mecanicista pero anuncia también
el giro lingüístico- pragmático que se genera posteriormente.
En el libro original, la frase del comienzo: " C'era una volta un pezzo di legno”
convierte a la res extensa de la madera en Pinocho, un muñeco sin vida, en un niño,
gracias al lenguaje. Y desde ese uso del lenguaje, que comienza mostrando un primer
proceso a través de la narración, vemos desplegarse no sólo los usos primarios de la
comunicación, desde los aspectos morfológico-sintácticos y semánticos, sino toda una
escala ponderada de cuestiones éticas insertas en la dimensión pragmática.
Carlo Collodi piensa en toscano el nombre de su personaje Pinocchio que
quiere decir piñón, es decir una "cosa de nada." (Pacheco de Balbastro, G. 2000) y esa
expresión destina una noción de infancia no sólo depreciada sino también escindida, en
una tradición que en su intento de explicar racionalmente el mundo, deja afuera parte
de ese mundo. Entendido de este modo, el proceso narrativo pasa de lo cuasimágico a
cubrir primero el manejo de la atención conjunta (Bruner 1997) que demanda la
atención de los aspectos dialógicas del lenguaje y luego trasciende la esfera valorativa
y las cuestiones éticas de la infancia, gracias a la interacción lúdica del cuento
maravilloso infantil.

I. La modalidad narrativa

2
La naturaleza propia de los mitos, leyendas y cuentos fantásticos que no se
someten a la estricta y racional reflexión filosófica, aunque son subsidarios de ella, los
convierten en discursos altamente simbólicos que transitan escenarios populares,
trasmitiendo acríticamente un pensar que instituye y es instituido.
Las representaciones sobre el mundo escapan a casi todo canon y se resisten a
los permanentes procesos de generalización. La fantasía encarnada en los mitos,
cuentos y leyendas, vehiculiza la expresión de lo que falta, de lo reprimido, de lo no
encuadrado, y es otra dimensión de análisis para leer aquello que llamamos realidad.
Bruner, entre otros, ha llamado la atención acerca de la necesidad analizar los
procesos por los cuales los organismos adquieren conocimiento puesto que considera
que:
1. N o hay naturaleza humana independiente de la cultura o, dicho de otra manera, no
hay en un sentido fuerte naturaleza humana .
2. Los fenómenos psicológicos también son afectados por la cultura. Esto no significa
aceptar un relativismo cultural insuperable, ya que los significados en los que se
expresan, en la medida en que pueden ser compartidos y públicos, pueden ser
elevados al nivel intersubjetivo, que es un nivel de objetividad.
3. El llamado punto de vista de ninguna parte de Nagel , es el fiel reflejo de la
influencia de la cultura, que da cuenta de cómo conocemos y de qué manera
valoramos ese conocimiento (Bruner, 1990 p.30).
El reconocimiento del papel de la cultura en la construcción de significados
remite a la consideración de los procesos históricos en los cuales se realiza dicha
acción. La incorporación de la historia como elemento de análisis demanda la necesidad
de contar, además de un sistema conceptual, con un sistema narrativo. El sujeto, desde
esta perspectiva, si pretende dar cuenta de la realidad mediada por la cultura y el
lenguaje, debe incorporar la narrativa como un nuevo esquema explicativo que
contribuya a la posibilidad de ampliar ese campo.
“El conocimiento funciona en los seres vivos como un sistema de reglas que
permite relacionar experiencias entre sí y actuar autónomamente en relación a ciertos
fines y en determinadas circunstancias. Pero la tensión que surge entre las creencias que
hemos aceptado culturalmente y las dudas que surgen en relación a su permanencia
desencadenan la indagación para establecer nuevas creencias que atenúen la duda”
(Samaja, 2000, 131). Según Bruner, reconocer el papel constitutivo de la cultura
implica también aceptar la existencia de valores compartidos y la posibilidad de

3
modificarlos; su identificación permite explorar la perspectiva desde la que sostenemos
una cosmovisión del mundo; esto no es igual al “todo vale” y nos introduce en el
campo de la filosofía, propiamente, en el terreno de la ética.
Si se acepta que cada individuo experimenta su vida como una historia donde es
posible concebirse como una unidad compleja, en la que el sistema cognitivo es
también experiencia de la subjetividad expresada narrativamente en el lenguaje, se
comprende por qué la narrativa se ha constituido en uno de los temas de mayor interés
de la psicología contemporánea. Ella permite analizar la forma en que la experiencia
humana determina la visión del mundo que, por supuesto, incluye al mundo propio y
posibilita descubrir que la estructura del sentido común se construye sobre la base de
sistemas culturales aceptados como correctos, a tal punto que se nos presentan como
pertenecientes al reino de lo natural.
El cuento de Pinocho da cuenta de cómo un pedazo de madera se convierte en un
leño que habla. Gracias a Gepetto y a los significados que construye en relación a los
otros, sus acciones devienen éticas. Allí es entonces un niño.

II. El giro lingüístico- pragmático

Umberto Eco ha reconocido las relaciones que se evidencian el espacio


semiótico y su conexión con los aspectos culturales. Considera que el campo semiótico
contiene comportamientos comunicacionales que requieren y refieren a múltiples
sistemas de significación y que, si bien existen diferencias notorias entre la semiótica
de la comunicación y la llamada semiótica de la significación, es importante considerar
que la primera requiere de la segunda pero no se agota en ella. Ambos dominios exigen
estrategias metodológicas y categorías de análisis diferentes, pero se ligan a través de
los procesos culturales en los que surgen y remiten a un amplísimo dominio de
intereses que, en palabras de Eco convierten a la semiótica en una disciplina de
ambiciones imperialistas insoportables (Eco, 1981 p.41).
Eco trata de establecer los límites del campo semiótico y para ello se vale del
análisis de las definiciones de semiótica dadas por Saussure y Peirce. El primero
considera que el signo constituye una entidad de dos caras (significado y significante)
que se relacionan mediante reglas. Podría parecer, en este punto, que existiese una
reducción de la semiosis a los procesos de significación, pero el mismo Saussure se
encarga de aclarar que el hecho del significado siempre refiere la actividad de los

4
individuos en la sociedad y, por lo tanto, requiere necesariamente de estrategias
comunicativas.
Peirce amplia el ámbito de la semiótica aceptando que entiende por semiosis una
cooperación de tres sujetos (no necesariamente humanos, sino más bien entidades
semióticas abstractas): el signo, su objeto y su interpretante, que no requieren
obligatoriamente intencionalidad, ni tampoco artificialidad. Peirce no reduce la
semiótica a una teoría de los actos de comunicación y esto le permite aceptar como
signos otros comportamientos mediante los cuales es posible inferir algo sobre la
situación del emisor, aunque este no sea consciente de que está emitiendo señales.
Apoyando esta ampliación del campo de la semiótica Eco cita a Morris (1938), quien
afirma que la semiótica se ocupa no de algún objeto particular, sino de todos los
objetos comunes, en la medida en que estos participan en la semiosis. El destinatario
humano es la garantía metodológica y no empírica de la existencia de la significación,
pero no lo es de “la naturaleza de signo de un supuesto signo” (Eco, 1981 pp. 46-47).
Los llamados signos naturales y los signos no intencionales pueden ser objeto de
atención semiótica si hay una decisión por parte del destinatario imbuido en una
cultura, o por parte del emisor para estimular la decisión de entender dichos
comportamientos como signos.
Los límites naturales del umbral inferior del territorio semiótico, los estímulos,
las señales, y las teorías informacionales que dan cuenta de la información biológica
(como por ejemplo la genética y neurofisiológica), deben ser incluidos en el discurso
semiótico, porque este obtiene de ellos instrumentos valiosos para el análisis. También
los límites naturales del nivel superior determinados por el fenómeno cultural deben ser
tenidos en cuenta, ya que por un lado la cultura sólo manifiesta sus mecanismos
fundamentales a través del proceso semiótico, aunque no se reduzca a él y, por otro
lado, todo fenómeno cultural tiene una función significante. Los límites
epistemológicos intervienen para que el objeto de la semiótica sea “parecido a un
cristal o a una red móvil e intrincada de competencias transitorias y parciales (Eco,
1981 p.67).
Si se acepta con Eco que la investigación semiótica y, por extensión, toda
investigación, está regida por una especie de principio de indeterminación resultante de
aceptar que el universo del hablar, del significar y del comunicar está contextualizado,
también aceptaremos que este constituye el límite epistemológico más importante.
Tanto en el campo de conocimiento del sentido común como en el científico las

5
motivaciones que lo guían deben ser explicitadas para posibilitar la interpretación
crítica de todos los fenómenos y, de manera especial, los semióticos.
De la propuesta de Eco se infiere que en todo proceso semiótico deben rescatarse
relaciones entre la información, la significación y la comunicación. Para ello es
necesario tener en cuenta que el término/información significa:
a) una propiedad estadística de la fuente que designa la cantidad de
información que se transmite.
b) una selección de la información que se ha trasmitido y recibido
efectivamente y que hace referencia a los procesos comunicativos acotados
culturalmente.
Las múltiples combinaciones que se producen entre a y b remiten generalmente a
la consideración de que la significación interviene en la vida cultural y viceversa. La
propuesta de Umberto Eco permite detectar, en todo proceso semiótico, un resto de
indeterminación que debe ser tenido en cuenta a la hora de defender las afirmaciones
realizadas en nombre de una postura “objetiva”, científica o no, y en ese campo la
libertad debe ejercerse desde valoraciones que muchísimas veces son éticas y que no
pueden no ser consideradas

Desde una tradición mecanicista basada en la regularidad de las leyes, la fijeza


de la naturaleza y la previsibilidad de los fenómenos puede explicarse a Pinocho
marioneta, muñeco de madera, objeto, pero jamás “leño que habla”.

III. Cuestiones éticas insertas en la dimensión pragmática


Kart Otto Apel fundamenta a la filosofía y a la ética desde el paradigma de la
comunicación, que también refiere al otro. Considera que hablar sobre el mundo es
fundamentalmente hablar para decirle algo a alguien y entrar en relación con él.
Ambos niveles, el de la semántica y el de la pragmática, son distinguibles e irreducibles
a una unidad y no pueden someterse sin más a una legislación única que englobe a
todos los sentidos y a todos los sentires. El lenguaje tiene una dimensión dativa
irreducible, que nunca podrá comprenderse desde un análisis de lo meramente dicho.
La pragmática, que remite a la vincularidad con el otro, abre lo dicho al campo de la
intersubjetividad, propia de toda comunicación lingüísticamente mediada.
Desde esta perspectiva, Apel reformula el concepto de autonomía que había
sido entendido como el derecho de las personas de optar por sus propios intereses sin

6
restricción ni coerción. La autonomía apeliana es definida como la capacidad del
sujeto moral de elegir, e autoimponerse aquellos intereses universalizables
consensuados entre todos los que participan de una práctica. La autonomía se vuelve
comunicativa y exige la consideración de los otros sujetos autónomos con los que
interactuamos. Es autónomo aquel que manifiesta sus propios intereses (paciente,
trabajador de la salud, institución-es), pero los hace posibles sólo en
complementariedad con los intereses del otro.

El paradigma de la comunicación requiere al otro como el elemento esencial que


posibilita el diálogo en el que están presentes el yo y el otro para fundar el nosotros. La
autonomía no es simplemente el respeto a las decisiones individuales, sino el respeto a
las decisiones mediadas argumentativamente. Éstas deben ser tomadas en el contexto
de un diálogo válido que demanda ponerse en el lugar del otro, respetando las
diferencias, sin hacerlas pesar desde los lugares de poder, aceptando que es posible
lograr consensos entre todos los involucrados, o al menos sentar las bases para que esto
suceda.
Todo discurso práctico, que es el ámbito en el que se desarrollan las acciones
humanas, debe garantizar no sólo la representatividad de todos los afectados por las
consecuencias de lo que allí se decida, sino también la simetría de las partes en
conflicto. Esta tarea se desarrolla cuando los discursos prácticos han sido
institucionalizados y permiten la tematización y compensación de las diferencias.
Esta propuesta sitúa a la ética como eje transversal que:
• Sostiene y comunica el ámbito personal y el organizacional, en que se incluye
el equipo de salud,
• Defiende la imposibilidad de escindir las prácticas sociales de la reflexión
ética,
• Exige la necesidad de institucionalizar discursos prácticos que posibiliten esa
reflexión.

IV. Pinocchio, de "cosa de nada" a protagonista del giro pragmático gracias al


lenguaje.

7
Hasta aquí, el marco teórico básico del que parte el fundamento de la
conformación de la ética. A continuación, veremos cómo se plasma dicho marco a
través de la utilización del lenguaje pragmático.
Como se mencionó, Bruner postula que el juego infantil ofrece un marco de
referencia donde madre y niño pueden crear las estructuras transaccionales de
interacción conjunta, por cuanto la situación de juego posee un sorprendente grado de
orden y sistematicidad. La observación de la conducta en los primeros juegos permite
inferir que el niño se adapta rápidamente a hacer mucho a partir de muy poco, por
medio de la combinación.
Los primeros juegos de intercambio, como el del cuco, proporcionan un
andamiaje altamente restringido donde se combinan elementos para extraer significados
e inferir intenciones. Todas ellas son situaciones comunicativas de interacción, en que
el proceso se ve facilitado por la interacción lúdica.
En estos intercambios, los procedimientos de elección y adopción de roles
presentes en el formato del juego, son esenciales para que el niño logre codificar los
aspectos semánticos, apreciar el contexto interpersonal en el cual se da la interacción,
negociar el uso de interrogaciones y demandas adecuadas, y clasificar elementos por
campos semánticos comunes.
Tanto en la función nominativa primero, cuanto en la elaboración de relaciones
semánticas después, el formato parece utilizarse para circunscribir el campo de
referencia. Se advierten en la muestra intentos de codificación para :
- repetir información
- corregir a otros
- precisar atributos
- expresar el todo y las partes de un contexto dado
- jugar con rasgos de estilo
En todos los casos, el objetivo es indicar que hay una forma canónica de negociar la
referencia, y eliminar la ambigüedad. Así, en un contexto de juego, se indican las reglas
de interacción y pertenencia entre pares.
Todo juego implica una situación de interacción: en ese contexto se ofrece un
marco de negociación amplio e imaginativo, donde operaciones tales como la
nominación, repetición, intercambio de objetos y personajes permitirán trascender el
formato predecible para elaborar operaciones más complejas y adquirir un repertorio de
estrategias que pueden aplicarse a diversas situaciones, desprenderse del código

8
lingüístico contextual propio del juego y desarrollar la habilidad humana para construir
representaciones.
Si a ello le agregamos la situación narrativa, a la elaboración de estructuras de
complejización lógico- semántica se suma la estructura de meta, es decir, la posibilidad
de inferir intenciones y de contar con los medios apropiados para comunicarlas.
Así, a través de estos mecanismos, de estructura cada vez más creciente, el niño
consigue un manejo efectivo de la función referencial, primero en relación con los
formatos cotidianos para pasar después a la negociación conjunta con adultos y pares a
través del lenguaje, de una función tan compleja como es la de verbalizar el mundo que
nos rodea, y nuestro propio universo interior.
En un segundo momento, comienza a referir desde el contexto del juego el
mundo, y lo hace desde el punto de vista psicosocial, es decir, la necesidad del ser
humano de intercomunicarse es captada y elevada a rango científico y de dominio-
transmisión de mensajes por la comunicación, su dimensión pragmática.
Atento a este contenido, durante los años 2004 a 2009, se desarrolló en el grupo
de Psicolingüística y aprendizaje de la Universidad Nacional de Mar del Plata un
screening para abordar interdisciplinariamente el discurso de niños con el fin de
contribuir a la identificación de características lingüístico – pragmáticas. La base de
esta inspección de los niveles lingüístico-semántico-pragmáticos la constituyó el pedido
de narración de parte del niño de un cuento maravilloso infantil (en ese caso, el de
Caperucita Roja) con el propósito de replicar las condiciones de interacción propuestas
por Bruner, y además, con el objetivo de adentrar a los niños en las cuestiones del nivel
semántico relacional del lenguaje (palabras abstractas, categorización de términos,
dobles sentidos, chistes, ironía, polisemia, etc.) y, sobre todo, la cuestión pragmática,
es decir, los efectos esperados y buscados de los enunciados sobre el interlocutor, y
medios específicos utilizados para tal fin. Son cuestiones inherentes al nivel pragmático
la toma de turnos, la actualización de relato, la adecuación al discurso del otro, la
intención de persuasión. Alcanzamos así la articulación funcional del lenguaje (Rondal,
Serón, 1988).
Para este trabajo, proponemos incorporar el cuento de Pinocho, por cuanto
trasciende la narratividad para incorporar las cuestiones éticas. Blas Matamoro nos
dice, respecto del cuento de Pinocho:

9
“Pinocho nos lleva al mundo de la formación y las iniciaciones. La historia de
Pinocho es una aventura iniciática, en la cual el héroe infantil es sometido a una serie
de pruebas que ocurren fuera de su casa hasta que aprende un código moral que le
permite distinguir a sus padres y a identificar la ley. Entonces se convierte en un joven
«normal», perfectamente socializado” (Matamoro 2009, p: 45).

Si hemos de referirnos al modo en que narratividad y contenido aludido se


retroalimentan en el relato, debemos contemplar en Pinocho los siguientes aspectos:

1) La cuestión de la paternidad y la creación-recreación: El elemento anómalo, en


Pinocho, es que no resulta de la unión biológica padre-madre, sino que se trata de un
muñeco tallado por un ebanista. Está hecho de madera, de materia, y simbolizado por la
madera que habla. La madre se perfila en el Hada, que interviene para protegerlo en
momentos críticos y se le aparece en sueños para agradecerle su asistencia durante una
enfermedad. Al despertar, Pinocho se ha convertido en un adolescente de carne y
hueso.

2) La creación a partir de la nominación o la palabra: El mito de Pinocho se asocia con


algunas herencias épicas (Pigmalión o los personajes de El Golem, en Borges). En la
leyenda judía del gólem, un muñeco de barro es animado cuando se introduce en su
boca un papel con la palabra Shem. El lenguaje sirve entonces para animar y
autonomizar a una forma humana meramente mecánica. Pero situado en la segunda
mitad del siglo XIX, Pinocho pertenece a otra crisis de la épica. Pinocho es un nuevo
modelo humano que surge de la invención del hombre mismo, escapando a la legalidad

3) La entrada en la cultura a través del aprendizaje de la lengua escrita: Manguel hace


referencia al rito de iniciación de este personaje, y su entrada al mundo gracias a
“civilizarnos a través del lento y difícil arte de la lectura”. Y dice:

“...creo que Las aventuras de Pinocho me encantaron porque son las aventuras de un
aprendizaje. La saga de la marioneta es la que corresponde a la educación de un
ciudadano, la antigua paradoja de alguien que quiere formar parte de la sociedad
humana al tiempo que trata de averiguar quién es realmente, no como aparece a los ojos
de los demás sino a los suyos propios” (Manguel 2003,p.:60)

10
4) La incorporación de los conceptos éticos a través del resultado positivo o negativo de
las aventuras por las que transita: Es llevado engañosamente al país de Cucaña, donde
se vive sin trabajar; es sometido a una palingenesia, muerte aparente que divide su
existencia en dos (episodio de los bandidos, que lo cuelgan de la horca); la serpiente lo
somete a la prueba del miedo y el cepo, a la del dolor; convertido en burro, es vendido
y maltratado. Recibe el contenido de las enseñanzas del universo de su cultura (no
mentir, cumplir con la obligación de ir a la escuela, ganar el sustento con el trabajo
honrado, despreciar la injusticia). Para ello, se lo somete a pruebas negativas: el
hambre, la arbitrariedad, el sufrimiento, etc. Así, el principio de realidad triunfa sobre
el principio del placer (el país de los juguetes, la feria de los títeres, Jauja, etc.). 5)
Además de los poderosos formatos épico-narrativos presentes en el cuento (el exilio
iniciático de pasar de animal, monstruo o títere a ser semihumano dotado de lenguaje;
el episodio iniciático, de regreso al útero y renacimiento; la iniciación que ocurre en
sueños), gracias al desarrollo de las instancias de aprendizaje que incorporan el giro
lingüístico y el pragmático, Pinocho consigue hacer suyos los parámetros de una
sociedad en que “...se muestra como un ser responsable (...) es el campo de
entrenamiento donde uno se convierte en alguien capaz de devolverle a la sociedad sus
cuidados y atenciones. Así es como lo resume el propio Pinocho: "Hoy mismo quiero
aprender a leer; mañana, a escribir, y pasado, las cuentas. En cuanto sepa todo esto
ganaré mucho dinero y con lo primero que tenga le compraré a mi papaíto una buena
chaqueta de paño. ¿Qué digo de paño? ¡No; ha de ser una chaqueta toda bordada de oro
y plata, con botones de brillantes! ¡Bien se lo merece el pobre! ¡Es muy bueno!”
(Manguel, 2003, p.62)

Conclusión

El cuento de Pinocho puede leerse entonces, en referencia al marco teórico


enunciado al comienzo, como el proceso mediante el cual una simple marioneta
deviene en niño.
El ideal de niñez, asociado a la idea de un constructor capaz de producir
simplemente un títere marioneta, se convierte en el cuento de Pinocho en un
fenómeno de independencia capaz de generar otra cosa: un niño libre. En ese sentido, el
lenguaje media esa transformación y posibilita el acceso al mundo de los valores en el
que se actúa la ética.

11
En tanto Pinocho pasa de ser leño- madera a leño que habla es capaz de aceptar
y trasgredir normas morales que son generadas con independencia de las
regularidades del mundo físico. El proceso narrativo del cuento permite visualizar la
transformación del personaje del cuento, trascendiendo la perspectiva reduccionista del
mundo, del hombre y de la infancia que responde una tradición pre – lingüística,
atomista y mecanicista del mundo
Pinocho marioneta, se transforma en niño, en el marco de una tradición
lingüística- pragmática que demanda a lo dialógico y permite por ello acceder a la
esfera valorativa y a las cuestiones éticas de la infancia.
El nombre de Pinocchio, cosita de nada, destina una noción de restringida
infancia que, gracias a la interacción lúdica del maravilloso cuento infantil, puede ser
superada.

Referencias bibliográficas.

BORGES, J.L. (1974) "El Golem", Obras Completas. Buenos Aires: Emecé.
BRUNER J. (1990), Actos de significado. Madrid: Alianza.
BRUNER J. (1993), La elaboración del sentido. Madrid: Alianza
BRUNER , J. (1997). La educación, puerta de la cultura. Madrid: Visor.
COLLODI, C. (1995). Le avventure di Pinocchio. Perugia: Guerra. Ed. 1995
ECO, U. (1981) Tratado de semiótica. Barcelona: Lumen.
MANGUEL, A. (2003) “Cómo Pinocho aprendió a leer”. en Revista: Letras Libres:
http://www.letraslibres.com/ Octubre de 2003, pp:58-62
MATAMORO, B. (2009) “Pinocho a la luz del psicoanálisis”. Revista Cine y Letras.
ISSN 1989-858, junio del 2009.
PACHECO DE BALBASTRO, G. (2000), “Pinocho, el leño que habla”. Imaginaria.
Revista quincenal sobre literatura infantil y juvenil, Nro. 29, Buenos Aires: Educared.
PERICONI, G. et.al., (1986) El libro infantil. Cuatro propuestas críticas. Buenos Aires:
El Ateneo.
RONDAL, J.- SERON, X. (1988) Trastornos del lenguaje, I. Lenguaje oral, lenguaje
escrito, neurolingüística. Barcelona: Paidós.
SAMAJA, J. (2000) Método para fijar creencias. En E. Díaz (Ed), Aportes de la
Metodología al debate epistemológico. Buenos Aires: Posciencia, Biblos

12

También podría gustarte