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Nueva Revista del Pacifico

Valparaíso, (Chile), N° 37, 1992

"El día del derrumbe":


La palabra creadora

Fernando Moreno Turner


Universidad de Poitiers

Hurgando en el nivel de la anécdota, o poniendo


de manifiesto las proyecciones simbólicas y las
reminiscencias míticas, la extensa bibliografía
crítica existente sobre la obra de Juan Rulfo ha
demostrado con creces la multiplicidad y la riqueza
significativa de ese mundo poblado por murmullos,
voces y silencios'. A las interpretaciones semánticas,
que intentan un determinado sentido al discurso,
han venido a agregarse, sobre todo en esta última
década, las interpretaciones críticas o semióticas,
que pretenden explicar por qué razones
estructurales el texto puede producir dichas
interpretaciones semánticas 2 .
Considerando estas dos orientaciones recién citadas,
proponemos aquí una lectura de uno de los cuentos
menos estudiados de Juan Rulfo, "El día del

1 Vid. José Carlos González lioLro, "Bibilografla de Juan Rutfo". Cuadernos


Hispanoamericanos. 421-423. Madrid. 1985, pp. 469-490.
2 Según la distinción establecida por Umberto Eco. Les limites de
l'interprétation. Paris: Grasset, 1992. pp. 36-38. Entre los trabajos críticos
recientes sobre Rutin desiacamos: Marta Portal. Ruar«), dinámica de la
violencia. Madrid: Cultura Hispánica. 1984; José Carlos González Hotxo,
Claves narrativas de Juan Rolf°. León; Universidad de Leort, 1984: Luis
Ortega Gallada, Expresión y sentido de Juan Rulfo, Madrid: José Porrúa,
1984: Milagros Ezquerro. Juan Rulfo. Paris: L'E farrnattan. 1986.
derrumbe". Se trata de un texto que reitera algunas
de las coordenadas características del universo
narrativo del autor y que, además, contiene otras,
que contribuyen a atenuar aquellos rasgos de
soledad, abandono, pesimismo, absurdo e injusticia
que se han visto en el universo narrativo del
escritor mexicano3.

"El día del derrumbe..."

Relato de un relato, "El día del derrumbe" es, en


cierta medida, un texto delusivo. Podría incluso
decirse que su transparencia es vectora de opacidad.
El animado y cautivante diálogo que funciona como
único soporte textual, así como la evidencia de la
materia referida, envuelven y escamotean una
estructura narrativa soterrada, fundada sobre el
vaivén, el desdoblamiento y la inversión, aspectos
que se concretan a través de la confrontación entre la
verdad y la falsedad, la realidad y la apariencia, la
rectitud y la distorsión.
De hecho, es evidente que ya el título del cuento
es signo de una desviación puesto que,
contrariamente a lo que el lector podría pensar a
primera vista, poco o casi nada se nos dice, al
menos explícitamente, acerca de lo que sucedió
efectivamente el día del derrumbe. De ahí que
supongamos que un estudio más detallado (del que
sólo insinuamos un esbozo) de los distintos

3 Publicado inicialmente en Novedades, 'México en la Cultura" (334. 14 de Agosto


1955, pp.3 y 5), "E! día del derrumbe"fue incluido en El llano en llamas a
partir de la edición de 1970. La primera edición data de 1953. Cito por la edición
de Carlos Blanco Aguiriaga, Madrid: Cciledra, 1985 (Colección Letras
Hispánicas, 218), pp.151- 158. No conocemos trabajos dedicados
espccOcarnente a este cuento, sólo las páginas dedicadas a él por Donald K.
Gordon (Los cuentos de Juan Rutin Madrid: Playor, 1976. 136-144) y por
Marta Portal (op. cli, 211-218).
elementos que participan en la cadena comunicativa
(los que cuentan, qué cuentan y a quiénes cuentan)
permitiría una percepción más nítida del
funcionamiento de dicha estructura. Se trata,
repetimos, de una estructura velada bajo ese flujo de
palabras y que, por lo demás, pone en evidencia el
funcionamiento de un relato y, a la vez, construye el
texto que leemos.

"Oye. Mentón..."

Es evidente que estamos ahora a leguas de


distancia de otro relato de El llano en llamas ("Nos
han dado la tierra") en el que, sin embargo, también
aparece un personaje llamado Melitón y en el que el
narrador monologante, innominado como en el texto
que ahora nos ocupa, dice en algún momento: "No
decimos lo que pensamos. Hace ya tiempo que se
nos acabaron las ganas de hablar. Se nos acabaron
con el calor. Uno platica muy a gusto en otra
parte, pero aquí cuesta trabajo."
A pesar, entonces, de tratarse de personajes que
comparten vivencias y actitudes similares frente al
mundo, la perspectiva parece totalmente opuesta.
Como se sabe, en "El día del derrumbe" la situación
narrativa básica es la de la plática. En ausencia de
un hablante intermediario, tenemos acceso
Inmediato y directo al discurso de los personajes,
narradores que aúnan sus voces para contar una
historia a un auditorio que, al parecer, escucha
atentamente. Se puede afirmar, por lo tanto, que
este texto no es sólo un diálogo sino que, en
4 En El llano en llamas. ed.cit. p.40 Este euento fue uno de tos primeros
publicados por Juan Rae fa (en ta reuista America, 42 (31 de Agosto de 1945),
pp.19-21.
realidad, es un doble diálogo. El primero se
establece entre el narrador principal (anónimo y
que llamaremos narrador A) y su paisano Melitón,
que también ejecuta la actividad enunciativa. Se
trata de un diálogo que hasta podría calificarse de
teatral y que a su vez forma un conjunto dirigido
hacia otros personajes (llamados una vez "estos
señores", p. 153) que no responden. suscitándose así
la configuración de un segundo diálogo, esta vez
monológico, una estrategia también presente en
otros cuentos de Rulfo, como en "Luvina", por
ejemplo.
Desde un comienzo, cada uno de los hablantes
asume funciones bien precisas. El narrador A (de
quien no conocemos ni su nombre ni su oficio en
forma determinada) es quien lleva la voz cantante,
quien orienta y comenta la historia - que en el Inicio
es, sobre todo, su historia), quien recuerda de
manera pormenorizada y a veces con dificultad
(fingida o verdadera, es imposible saberlo) algunos
detalles, quien actualiza un pasado, apropiándose y
distanciándose de él. Este narrador recurre a
Melitón cuando dice haber olvidado algo, cuando no
puede continuar su discurso porque desconoce algún
punto de la historia o simplemente cuando necesita
alguna confirmación de lo dicho. El otro narrador es
Melitón. El ha sido Presidente Municipal del pueblo
y es el elemento indispensable para sostener y
completar el relato. Posee un amplio conocimiento
de su mundo, de su entorno, así como también una
memoria prodigiosa, lo que le permite reproducir el
discurso del gobernador cuando el narrador A le
cede la palabra para tal efecto_
La oralidad, el diá logo y , por ende, el vaivén
narrativo, presid e n la co mpo sición d el texto. El
relato se construye yendo del presente al pasado, de
un narrador a otro. Es un relato que escamotea
ciertos aspectos del referente contextual, situación
que se opone a la profusión de detalles con los que
se entrega la historia evocada. Así, por ejemplo, se
ignora cuál es el pueblo de los personajes, aunque se
supone que el lugar donde se encuentran en el
presente de la narración es el mismo donde se realizó
la comida en honor del gobernador. Tampoco se sabe
cuándo se produce la conversación, aunque se puede
deducir que ésta tiene lugar un año y dos o tres
meses más tarde del día en que un terremoto
sacudió la región. También se escamotea el inicio del
diálogo, puesto que el texto comienza de manera
abrupta ("-Esto pasó en septiembre. No en el
septiembre de este año sino en el del año
pasado."), situándose de lleno en un momento en
que la "conversación" parece derivar hacia el tema
que al narrador le interesa desarrollar.
Situados así en un presente indefinido e
imperfecto, nos adentramos en un pretérito
focalizado y localizable, en una situación en la que
los narradores fueron, más que actores.
espectadores. Ahora, el esquema se ha invertido. La
posesión de la palabra les otorga el carácter
protagónico, les confiere un nuevo estatuto
conforme al cual se sumen y se entregan a una
misión de presentación y de rescate de los grandes
hechos de la vida cotidiana. Quieren, pues,
actualizar aquellos episodios que no fundamentan,
pero que parecen ser el fundamento de sus
existencias, se abocan a fundar el presente
fundiéndolo con un pasado; una evocación del
pasado realizada tal vez para distraer, para llenar el
tiempo con palabras y proporcionarle un sentido.
La estructura dialógica del texto es, en verdad,
una serie casi ininterrumpida de preguntas y
respuestas. Preguntas retóricas que sólo requieren
aceptación, preguntas que solicitan una precisión o
una verificación de la información, preguntas por
medio de las cuales se piden datos (encabezadas la
mayor parte de ellas por el característico "Oye
Melitón...") , se suceden vertiginosamente,
enmarcando lo que sería una suerte de interrupción
de esta lógica narrativa: la asunción por parte de
Melitón, del papel protagónico en cuanto repetidor
de un fragmento de un discurso ajeno.
Por lo demás, llama la atención de que el diálogo
central resulte, en cierta medida, un
desdoblamiento de la historia evocada; esta parece
motivada, en gran parte, por la visita del gobernador
al pueblo y el diálogo que leemos se origina sin duda
por la visita de unos forasteros que constituyen, por
su propia condición de extranjeros, el público ideal
para la plática. Como en el presente de la
enunciación, también en la historia evocada son dos
los personajes que emiten discursos (el "catrincito",
miembro de la comitiva, y el propio gobernador).
Durante esa situación son ellos, los narradores
(entre otros), quienes escuchan los discursos, son
ellos dos de los espectadores de esa suerte de
representación que significa la llegada y la visita de
las autoridades.
En el presente del texto son los narradores
quienes se apropian de la palabra y repiten los
discursos, actualizándolos, poniéndolos en escena.
Más aún, así como el discurso del gobernador es
interrumpido en varias ocasiones por la intervención
de un borracho, la repetición de dicho discurso en
boca de Mentón es interrumpida a su vez por los
comentarios del narrador A. Pcr otro lado, e
inversamente, si la visita de la máxima autoridad
representativa del Estado es un hecho único y
excepcional, su evocación por parte de los
habitantes del pueblo ha sido frecuente y reiterada
(recuérdense las palabras de Melitón: "... lo he
repetido tantas veces que hasta resulta
fastidioso.", p.153).

"Después de los temblores cayó por aquí el gober-


nador"

Estamos en presencia de dos catástrofes, dos


perturbaciones; la primera, natural, la segunda, de
otro orden. Estos dos trastornos constituyen el
referente inmediato de la historia evocada. El punto
de partida es la relación del temblor ocurrido en la
región un día 18 de septiembre, la cual deriva
enseguida hacia la descripción pormenorizada de la
visita fugaz (algunas horas) de las autoridades (tres
días más tarde) visita que constituye la parte central
del relato y que presenta un núcleo narrativo
particular: el discurso del gobernador. En distintos
niveles y aspectos, los elementos configuradores de
estos episodios se vinculan por la presencia del
engaño, la distorsión, la apariencia, la desviación.
No está demás recordar aquí la distorsión más
evidente, que dice relación con el propósito del viaje
de las autoridades, como el narrador lo deja
claramente establecido: "La cosa es que aquello, en
lugar de ser una visita a los dolientes y a los que
habían perdido sus casas, se convirtió en una
borrachera de las buenas." (p.153). Se trata de una
situación que, por otra parte, recuerda lo sucedido
en la novela Pedro Páramo, cuando el luto por la
muerte de Susana San Juan se transforma en una
fiesta.
De la historia referida por los hablantes surgen (y
la mayor parte de las alusiones y referencias críticas
sobre este cuento lo ponen en evidencia) algunos
rasgos característicos de ese mundo campesino
propio de la narrativa de Juan Rulfo. Se advierten
así, de manera explícita o apenas soslayada, factores
tales como la religiosidad (la gente que sale de los
escombros para ir a refugiarse a la iglesia, p.151), la
violencia incontrolada (la refriega mortal
acompañada por el ritmo del Himno Nacional,
pp.157-158), el machismo (la mujer del narrador A
debe dar a luz sola, sin poder contar siquiera con la
compañía de su marido borracho, p.158). En todo
caso queda claro que el aspecto que ofrece mayor
desarrollo e interés desde el punto de vista narrativo
es el que se refiere a la relación entre el pueblo y el
poder. Es una relación caracterizada, más bien, por
la ausencia de vínculos. Se trata, en definitiva, de
una oposición que, desde la perspectiva del
discurso, está representada por la diferencia
existente entre el habla llana y espontánea de los
campesinos y el lenguaje rimbombante y retórico de
las autoridades.
Es evidente que el engaño, la distorsión, se
manifiesta con fuerza singular en el discurso del
gobernador. Se trata de una suerte de reliquia que
Mentón ha aprendido de memoria y que resulta
ser, a nuestro juicio, un paradigma del discurso
populista que ha perdido su real capacidad de
persuasión e identificación, para convertirse en un
lenguaje vacío y sin vida. Es un discurso enfático,
ridículamente solemne, solemnemente ridículo,
que contiene vocablos, citas y expresiones poco
adaptadas a las circunstancias y al nivel de los
eventuales receptores. Es un discurso rico en
epítetos y repeticiones innecesarias, formulado con
construcciones sintácticas impropias y que revela, no
sólo la distancia que lo separa de la expresión
popular, sino que revela también una apropiación
superficial de los signos, la falsa asunción de una
palabra que, en definitiva, es ajena. Además se
percibe nítidamente que este lenguaje ampuloso y
altisonante no es más que una cortina de humo
detrás de la cual se esconde un personaje vulgar y
grosero y. además, impotente (pese a su función), ya
que su presencia no impide el tumulto y las
disputas. En contrapartida, también puede
observarse que el lenguaje de los campesinos, si bien
simple y "natural", plagado de giros, expresiones y
construcciones propias del habla popular, está
plenamente asumido. Incluso en el idiolecto de los
narradores aparecen ciertos vocablos que indican el
conocimiento de un vocabulario no tan restringido
como habría de suponerse ("geólogo", "arguyendo",
"impávido", "epifoeo", por ejemplo).
El entusiasmo, la admiración, la sumisión y el
acatamiento ante un poder distorsionado,
manifestado en una presencia inútil que engendra
gastos en vez de generar soluciones, tiene también
un revés. De hecho, los campesinos a su vez
engañan a la comitiva (en forma nimia por cierto),
pero porque no tienen otra solución, porque las
condiciones materiales así lo exigen: "Porque
aunque ustedes no lo quieran creer y ellos no se
dieran cuenta, estaban comiendo carne de
venado del que por aquí abunda. Nosotros mos
reíamos cuando nos decían que estaba muy
buena la barbacoa ¿O no, Melitán?, cuando por
aquí no sabemos ni lo que es eso de barbacoa"
(p.154).
Hay otros vacíos "culturales" en el mundo de los
campesinos. Tampoco saben a quién representaba la
estatua situada en la plaza del pueblo. Uno de los
miembros de la comitiva ("el catrincito") les reveló
que se trataba de Benito Juárez. Ellos, con un
pragmatismo casi rayano en la ingenuidad, celebran
indistintamente a Hidalgo, a Morelos o a Carranza.
Se trata de una situación que puede verse como
representación de una cierta ignorancia por parte
del pueblo, aunque. bien mirado, nos parece que
puede también significar el hecho de que la
Revolución no ha llegado hasta aquellos parajes, que
no la han conocido (o la conocen sólo de oídas), que
la Revolución no ha trastornado sus condiciones de
vida. La Revolución, más aún, la Historia, es una
estatua y, como el discurso del gobernador, se ha
petrificado.
Pero la relación entre el pueblo y el poder
aparece, desde el punto de vista de los narradores,
como una reillción compleja, ambigua, en una
palabra, doble. Salta a la vista que tanto los
personajes evocados como los propios hablantes han
sido contaminados por una suerte de movimiento
generalizado de éxtasis y embeleso, de sujeción y
dependencia hacia la autoridad: "...la gente estaba
que se le reventaba el pescuezo de tanto estirarlo
para poder al gobernador" (p.152): "...allí
estábamos para servirlos, porque como dijo
Liborio, el administrador del Timbre [—dna
importa que esta recepción nos cueste lo que nos
cueste que para algo ha de servir el dinero."
(p.154): "...y luego tú, Melitón, [...]lasta te
desconocí cuando dijiste que se chorrié el
ponche, una visita como éstas no se desmerece..."
(íd). Sin embargo, también es tangible que los
campesinos tienen conciencia del engaño y de la
distorsión que representa esa visita y ese poder: "Y
eso que nomás estuvieron un día y en cuanto se
hizo de noche se fueron, si no, quien sabe hasta
qué alturas hubiéramos salido desfalcados,
aunque eso sí, estuvimos muy contentos" (p.152).
Y ante su auditorio, el narrador A insiste, con un
tono no exento de Ironía, en la inutilidad, pero
también en la necesidad de la presencia de ese poder
corporeizado en la figura del gobernador: "Todos
ustedes saben que nomás con que se presente el
gobernador, con tal de que la gente lo mire, todo
se queda arreglado [...]En viniendo él, todo se
arregla, y la gente, aunque se le haya caído la
casa encima, queda muy contenta con haberlo
conocido." (íd). Esta actitud contradictoria, este
movimiento de distanciamiento e integración se
refleja también en la relación que mantiene el
personaje con respecto a la historia evocada. Si bien
esta primera persona que asume gran parte de la
responsabilidad de lo narrado cede el paso a un
nosotros, que refleja en sentir colectivo, ésta última
se convierte también en una tercera persona plural
("ellos" . "todos", "la gente"), lo que le permite
separarse y situarse en una perspectiva de
observador y testigo, de narrador clásico, como si no
participara directamente en los sucesos referidos:
"Oye, Melitón, Por cuáles víctimas pidió é1 que
nos asilenciáramos? /Por las del epifocof -Bueno,
pues, por ésas. Después todos se sentaron,
enderezaron otra vez las mesas y siguieron
bebiendo ponche y cantando la canción esa de
`las horas de luto" (p.158). Al final del texto, la
primera persona recupera la prioridad de la
experiencia narrada.

"Como les estaba diciendo..."

La estrategia discursiva aparece determinada por


la presencia textual de un narratario. Esta
presencia es, en gran medida, responsable del modo
como se entrega el relato. En este cuento, como lo
hemos dicho anteriormente, la audiencia receptora
directa del relato oral, y su proximidad física con el
narrador, confiere al discurso una fuerte dosis de
dinamismo. Esta asistencia receptiva obliga al
hablante a considerar el impacto que su narración
puede causar en su destinatario, y a tratar de que
éste preste una atención sostenida y que considere
la importancia y la veracidad de lo relatado.
En varias oportunidades (diez, para ser precisos),
el narrador principal apela directa o tangencialmente
al otro componente de la función narrativa: "Pero
espérense" (p.151); "el temblor ese que les digo";
"Todos ustedes saben"; "Como les estaba
diciendo", "no crean ustedes que venía solo"
(p.152); "Sólo que estos señores..." (p.153): "Ya les
dirá mejor"; "aunque ustedes no lo quieran creer"
(p.153); "con eso les digo todo"; "Hubieran
visto..." (P.157). Tales formas interlocutivas tejen un
sistema de modelizaclón enunciativa, con cuyos
elementos, nos permitimos insistir, se intenta llamar
la atención del auditorio, asegurar su simpatía,
determinar una convergencia o un juicio compartido,
al mismo tiempo que quieren dejar establecido el
conocimiento cabal de los hechos y la autenticidad
de los mismos. La falta de respuesta verbal por parte
del narratario, implica la función asignada a
Melitón. En realidad, pareciera que el narrador A
no busca -ni necesita- la reacción directa del
auditorio sino la de su paisano quien, de este
modo, junto con presentar las características de un
segundo narrador cumple el papel de intermediario
y relevo necesario entre el hablante principal y el
receptor del mensaje.
El texto así construido resulta también una
puesta en escena de la acción discursiva, esto es, de
la idea de que el lenguaje realiza una función
referencial y una función performativa. En otras
palabras, que hablar es también hacer, porque el uso
del lenguaje es una actividad que incluye el acto de
decir algo, el que tiene lugar al decir algo y el que
acaece por decir algo ten la medida en que realizan
acciones socialmente relevantes que apelan ciertas
consecuencias en lo que concierne el pensar, el
sentir y el actuar de los interlocutores) . Se hace algo
cuando se dice algo y, en este caso, lo que los
narradores efectúan no es sólo una evocación por
medio de la cual distraen, advierten e Informan, sino
que también presentan la génesis y construcción de
un relato, del relato.
En efecto, desde el punto de vista de la
pragmática del acto discursivo, las palabras del
narrador A constituyen, en definitiva, un relato
plenamente elaborado, porque se trata de un discurso
que contiene y explícita, de manera coherente, las
distintas proposiciones que hacen que un relato sea
considerado como tal. Dicho de otro modo, lo que se
nos cuenta no es sólo lo que sucedió después del
terremoto del 18 de septiembre, sino que también se
ejemplifica, en filigrana, la manera
5 Vid. Jorge Lozano. Cristina Perla Marín. Gonzalo Abril. Análisis del discurso.
Hacia una semiótica del discurso, Madrid: Catedra, 1982.
como se construye un relato, todo relato: los
escombros son los cimientos, del día del derrumbe
se alzan los pilares del relato.
Esquematizando en extremo, se puede decir que
la mayor parte de los relatos comparten estructuras
de contenido similares, Según lo establecido por los
estudiosos esta estructura "canónica" incluye cinco
elementos o categorías, a saber: un exposición (que
implica la toma de posesión de la palabra narrativa,
lo que da por terminada la conversación para dar
inicio al relato propiamente tal), constituida por las
indicaciones sobre el tiempo y el lugar, sobre los
personajes y la situación inicial; una complicación
o nudo de la intriga, en la que se refieren uno o
varios acontecimientos notables en relación con la
situación inicial; una resolución o desenlace de la
intriga, sus consecuencias para los personajes; una
evaluación, en la que el narrador interrumpe el
relato para situar el interés de la historia, para
apreciarla y dramatizarla, entregando también
consideraciones provenientes de los/sus propios
personajes; una coda o moral que puede deducirse
de la historia (categoría optativa, como la
precedente)6.
Parece entonces evidente que, gracias al trabajo
del narrador A, a sus apelaciones continuas, a la
colaboración de Melitón. "El día del derrumbe" va
construyéndose gracias a dicha estructura a partir
de resumen orientativo inicial. Puede notarse, por lo
demás, la función sobresaliente desempeñada por la
6 De acuerdo ron ta tests de Laurrb y Waletzky ("Narro M'e analysbi: oral
uerstons of personal experience", en J. (beim Essays on the verbal and
visual arte. Seatle: Washington University Press, 1967), Kintseh y Van Difk
("Comment on se ra vat. el on résumc des histotres», Langages, 40, 1975),
Aciarn y Gambler ("Labor) et le recti", Cahiers de Linguistique sociale,
Untoersir de tiende Normandie, 3, 198 H. Sobre este aspecto puede laniblen
consultarse Guy Denhiere, edil., II était une raiz. Comprehension et
souvenir de recita, Presse Unioersaaires de Lile. 1984.
evaluación, lo que implica necesariamente una
constante autoreferencia, más o menos evid ente,
al propio proceso de constitución del relato. Y es
posible que esta representación de un relato, de
su estructura general, sea lo que explique el papel
protagónico realizado por el lenguaje, por las
continuas alusiones al lenguaje utilizado por el
propio narrador. En efecto, como podemos
verificarlo, cada cierto tiempo, el hablante parece
sentir la necesidad de expresarse de acuerdo con
aquellos términos que le parecen más justos y
adecuados al contenido del discurso, aquellos que
den cuenta lo más fielmente posible de la realidad
evocada. Recuérdese que el narrador A solicita a
Melitón la letra de la canción repetida durante la
fiesta (p.153), la versión literal del discurso del
gobernador (pp.155-156), una palabra específica del
discurso del acompañante ("epifoco", p.158).
También le pide ayuda para tratar de encontrar
aquel vocablo que le permitiría describir
correctamente la actitud del gobernador ante los
disturbios ("impávido", p.157). Existe pues, un
intento decidido de relatar los hechos utilizando las
palabras pertinentes, de adecuar lo mejor posible el
instrumental lingüístico a la realidad distorsionada
de la que se quiere dar cuenta. En este sentido, y
desde el punto de vista de la estructura del relato, la
coda (que es una suerte de prolepsis interna y que
no guarda una relación directa con el resto del
contenido referido) cumpliría una doble función. Por
un lado, implica la distorsión del propio mundo de
los campesinos, que reitera la ya instaurada por el
mundo del poder (la actitud poco responsable del
narrador A es semejante a la irresponsabilidad del
gobernador, la primera en el plano familiar e
individual, la segunda en el plano social), Por otro,
señala la voluntad del narrador de otorgar a su
relato la mayor veracidad posible, la mayor
coherencia informativa (la alusión al episodio del
nacimiento de su hijo le sirve como prueba
fehaciente de la exactitud de los datos entregados).
De este modo, "El día del derrumbe" organiza y
propone un doble sistema de referencialidades. La
primera es la externa, es decir, todo aquello que
tiene relación con los contenidos temático-textuales.
La segunda es la interna: es una referencialidad que
se origina en el propio texto, que se vincula con la
situación enunciativa, una cadena de deícticos cuyo
punto de arranque lo constituye la primera frase del
cuento: "Esto pasó en septiembre." (p.151). A partir
de ella se inicia el ceremonial de la verbalización,
comienza el ritual del lenguaje para aquellos
personajes que parecen vivir en y por la utilización
de la palabra, de una palabra que al recrear
realidades, está creando mundos alternativos o
complementarios. Parece evidente que para estos
personajes la prioridad está en la palabra, también
en los gestos, más que en la explicación
comprensiva ❑ la interpretación profunda de los
hechos.
Terminamos aquí una breve lectura de este doble
relato que muestra el funcionamiento de la palabra
creadora, y que también da cuenta de la doble
postura, de la inversión, de la alteración y de la
desviación del mundo. Se trata de una desviación
que los protagonistas desean entregar con las
palabras propias, con las expresiones adaptadas y
pertinentes, porque en última instancia son las
palabras las que producen este nuevo orden de
realidad que para ellos instaura la plática y para
nosotros significa el texto. Un texto literario del que
es responsable otro hablante y que en cuanto visión
alternativa es, a su manera, una forma de
desviación, de distorsión de la Historia o, por lo
menos , otra versión de ella. Así se habla del mundo
y de sus contingencias, como estos personajes de
Rulfo se dan cita con las palabras para hablarse a sí
mismos, para hablar a los otros que son también
uno mismo:
"¿O no es así Melitón?
-Eso que ni qué."

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