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La filosofía: para vivir

El derecho: para convivir


La filosofía del derecho: “para desenvolver el
Concepto del Derecho y ver cómo aparece en la vida humana” (Rudolf Stammler)

QUE ES FILOSOFIA?

1.- AMOR POR LA SABIDURIA.

2.- CONJUNTO DE REFLEXIONES SOBRE LA ESENCIA, LAS PROPIEDADES, LAS


CAUSAS Y LOS EFECTOS DE LAS COSAS NATURALES ESPECIALMENTE SOBRE EL
HOMBRE Y EL UNIVERSO.

QUE ES EL DERECHO?

1.- ES UN ORDEN NORMATIVO E INSTITUCIONAL DE LA CONDUCTA HUMANA


EN SOCIEDAD INSPIRADO EN POSTULADOS DE JUSTICIA Y CERTEZA JURIDICA,
CUYA BASE SON LAS RELACIONES SOCIALES QUE DETERMINAN SU CONTENIDO
Y CARÁCTER EN UN LUGAR Y MOMENTO DADOS.

2.- CONJUNTO DE LEYES REGLAMENTOS DE CARÁCTER PERMANENTE Y


OBLIGATORIO CREADAS POR EL ESTADO PARA LA CONSERVACION DEL ORDEN
SOCIAL.

“Todos los hombres desean por naturaleza saber”, afirmació n de Aristó teles.
Verdad que, a su vez, se corrobora desde el inicio hasta el final en la vida del
hombre; éste siempre pregunta por el ser de las cosas: ¿qué es esto? Se
pregunta el por qué y el para qué de las mismas, hasta culminar en las
preguntas: ¿qué o quién soy yo?, ¿para qué existo?, ¿cuá l es el fin de mi vivir y
de mi existir? Son las eternas preguntas sobre la esencia y la existencia de todo
lo que es y existe, incluyendo al mismo que pregunta. Todos estos
planteamientos conllevan a alguna respuesta, la cual puede satisfacer a quien
pregunta o dar origen a una nueva pregunta, que es lo que sucede con mayor
frecuencia, pues algo propio del hombre es el deseo siempre insatisfecho de
saber, que nunca se llena y nunca se hastía. En absoluto, el hombre puede decir
ya no quiero saber. Por ello, K. Popper indica que todos, hombres y mujeres,
somos filó sofos, aunque algunos lo son má s que otros.
Quizá por pereza intelectual o por conformismo existencial nos sintamos bien
con respuestas inmediatas a lo que nos aqueja y nos tranquilizan por el
momento; sin embargo, no podemos cancelar ni oponernos a la necesidad
natural de encontrar respuestas que corresponden al á mbito espiritual y que
rebasan nuestra dimensió n material. É sta es la razó n que nos motiva a hurgar
en estos dos campos del saber: la filosofía y el derecho, con la esperanza de
poder encontrar alguna luz sobre lo que buscamos.

Si bien en Los principios de filosofía dice René Descartes que ésta es “el estudio
de la Sabiduría”, y tal estudio comienza “por la investigació n de las primeras
causas, es decir, los principios”, hoy día son pocos, pero destacados, aquéllos
que utilizan un paradigma ontoló gico para tratar en el campo del derecho sus
principios fundamentales se confronta con los problemas má s importantes de
la filosofía del derecho, tales como el poder y el derecho, la justicia, los debates
sobre los conceptos del derecho y las relaciones entre el derecho y la moral.

¿Por qué estudiar sobre filosofía del derecho? Ciertamente es un tema muy
socorrido. Sin embargo, ninguna disciplina es autosuficiente para abordar su
objeto de estudio, sino que necesita del auxilio de otras disciplinas para
profundizar má s en él, y el derecho no es la excepció n, el estudiante de derecho,
en su formació n, y el profesional del derecho, en su quehacer jurídico, uno y
otro, estará n incompletos si no miran y consideran al derecho desde la filosofía,
madre y fundamento de todas las ciencias.

Ademá s, en la filosofía encontrará n la luz que los guíe para orientarse en la


ideología o corriente jurídica que má s les convenza y que los acompañ ará toda
su vida, aunque es de sabios cambiar: iuspositivismo, iusnaturalismo,
racionalismo jurídico, voluntarismo, empirismo jurídico o cualquiera otra,
formá ndose un criterio y juicio crítico sobre el derecho y tratando de ser
congruentes consigo mismos.
Por lo tanto, con fundamento en lo anterior podemos decir que la filosofía es
discusió n, reflexió n, crítica, un continuo querer salir de la duda, un eterno
cuestionamiento. Cuanto má s preguntamos, má s dudas resultan, porque el
hombre tiene de por sí la vocació n de ser filó sofo y responderá a esa llamada
alimentando cada día el deseo de saber. Y en stricto sensu, la filosofía es una
forma de vida, vivencia en la llamada permanente del ser, que moldea y marca
al hombre que la sigue.

Del Vecchio, eminente ius filó sofo italiano, define la filosofía jurídica como
la disciplina que estudia el derecho. Stammler, por su parte, la define sintética y
acertadamente de la siguiente manera: "entendemos por filosofía reflexiones
jurídicas aparece como de un valor incondicionado y universal".

La filosofía del derecho cuenta con dos problemá ticas. Definir en primer lugar
qué es filosofía y luego definir qué es derecho. Sin embargo la conjunció n de
ambos términos FILOSOFÍA + DERECHO da lugar a una nueva especialidad que
parece que se corresponde con una tarea interdisciplinar ya que lo que se trata
es de dotar de herramientas filosó ficas a la reflexió n jurídica y que se ponga al
servicio del aplicador y del sujeto de derecho dicha reflexió n en la resolució n de
dilemas prá cticos y teó ricos.

La filosofía se define como el amor por el saber. También en la idea de que la


filosofía es una reflexió n, sistemá tica y critica sobre problemas complejos
relacionados con la existencia del hombre y su devenir.

Complejidad de la palabra DERECHO. Carlos Santiago Nino postula en el


capítulo I de su Introducció n al aná lisis del derecho, en donde explica la
dificultad de conceptualizar DERECHO porque es un término ambigü o, vago y
tiene una carga emotiva positiva que dificultan su conceptualizació n.

Lo ambigü o se refiere a que la palabra Derecho puede referirse a la norma o al


sistema de normas, pero también a lo que es justo o lo que está bien y ademá s a
la facultad o atribució n que me da la norma -Yo tengo derecho a que se me
pague mi pensió n-, que algunos autores clasifican como derecho subjetivo.
Incluso derecho es sinó nimo de recto y tiene como antó nimo a ¨torcido¨ o
¨curvo¨.

Nino explica que la vaguedad del término derecho se refiere a que las
características que se establecen como esenciales o bá sicas para definir
derecho pueda que no se cumplan en todos los casos. Por ejemplo los autores
que consideran que la norma siempre quiere decir orden o mandato, ante la
evidencia que existen normas de autorizació n o normas principios

La filosofía del Derecho: Es el estudio de los conceptos propios del Derecho


desde un punto de vista filosó fico. Se ocupa de temas como la naturaleza del
Derecho y su relació n con la moral, el concepto de verdad, conocimiento y
norma jurídica.

Es una rama de la filosofía que se ocupa de perturbar al Derecho, de enjuiciarlo


críticamente a fin de indagar los fundamentos y los fines que rigen su creació n,
justificació n y aplicació n.

¿Qué es el Derecho?

¿Có mo conocemos el Derecho?

¿Có mo se debe de aplicar el Derecho?

Destacan dos corrientes dentro de la Filosofía del Derecho: la doctrina del


Derecho Natural o Iusnaturalismo y la doctrina del Derecho Positivo o
Positivismo Jurídico (en el que se distingue una postura escéptica por un lado y
por otro una vertiente metodoló gica).

RAMAS DE LA FILOSOFIA DEL DERECHO.

ONTOLOGÍA JURÍDICA: Se ocupa de describir lo que es el derecho en la vida


social humana en estrecha relació n con otros fenó menos que se dan en la
misma, con la política, con la ética, con la validez y vigencia del derecho y con el
Estado de derecho.

Una Ontología es una ciencia que estudia la naturaleza de algo. Por tanto la
Ontología Jurídica se ocupará de preguntarse qué es el Derecho. Se centra en el
estudio del Derecho y dentro de éste, investiga con qué fuentes se crearon los
pilares que dieron la posterior creació n del Derecho.

La ontología como parte de la filosofía del derecho pretende encontrar el SER


del derecho, es decir su concepto y esencia, cuá l es su origen, sus primeras
causas y principios.

GNOSEOLOGIA JURÍDICA: También llamada teoría del conocimiento, es una


rama de la filosofía que estudia la naturaleza, el origen y el alcance
del conocimiento estudia el conocimiento especialmente de la norma jurídica
del Derecho.

LA AXIOLOGÍA JURÍDICA O TEORÍA DE LA JUSTICIA


Es el estudio de los valores jurídicos en la creació n y aplicació n de normas
jurídicas. Es uno de los objetos de estudio de la Filosofía del Derecho. En
ocasiones se utilizan otros términos como Teoría del Derecho Justo o Teoría de
la Justicia, destacando la importancia del valor de la justicia en este á mbito.

Las distintas consideraciones que se pueden realizar en torno a los valores


determinan la redacció n, aprobació n, aplicació n o derogació n de normas
jurídicas. Un ejemplo es el estudio del valor de la vida y de la dignidad en
relació n con otros valores como la justicia, la responsabilidad y la libertad en
temas relativos a la pena de muerte o la cadena perpetua.

Por ejemplo, en los ordenamientos jurídicos europeos no existe la pena de


muerte, ya que el valor consistente en que "el estado no prive de la vida a sus
gobernados" es fundamental, mientras que en algunos estados de estados
unidos ese valor no existe; allí el estado puede ejecutar a sus ciudadanos sin
que ello sea un disvalor para el conjunto de la sociedad.

En clases anteriores se trató del tema de axiología jurídica, sin embargo,


considero que para entrar a hacer referencia sobre los valores que tiene
nuestra Constitució n Política de la Repú blica de Guatemala, se tiene que hacer
énfasis en dicho tema toral de la filosofía del Derecho, este tema es fundamental
y central en la filosofía del derecho, debido a que el hombre entre otras muchas
expectativas, siempre busca vivir en justicia, y quiere que haya justicia en la
vida social y en todo lo que se relaciona con ella, a la que él no puede renunciar.
Para lograr esto, es indispensable el derecho; es el instrumento y el medio
adecuado para lograr ese fin anhelado por todos. Por lo tanto, la teoría de la
justicia o axiología jurídica tendrá como objeto de estudio los valores que
fundamentan o generan el derecho y los fines que éste pretende y desea
alcanzar, así como el aná lisis crítico-valorativo del derecho positivo vigente y la
discusió n racional sobre los valores éticos que se desea ver reflejados en el
derecho para que éste pueda ser considerado como justo.

En palabras de García Má ynez, esta parte de la filosofía del derecho tiene por
objeto estudiar los valores a cuya realizació n debe tender el derecho. Todo
derecho tiene el sentido de realizar una serie de valores, por lo que la tendencia
a tal realizació n es un elemento esencial de aquél; el examen de tales valores, lo
mismo que el de su jerarquía y el de sus posibles conflictos, corresponden a la
Axiología jurídica o doctrina del deber ser del derecho. En otras palabras —
como lo indica Elías Díaz—, deberá tener en cuenta, junto a lo que es el derecho,
có mo debe ser éste. Deberá reflexionar al mismo tiempo —puntualiza E.
Ferná ndez— tanto sobre los valores del derecho existente o vigente en una
sociedad, como sobre los del derecho ideal, teniendo en cuenta que el derecho
se mueve dentro de la dialéctica de lo legal y lo justo.

Cuando se habla de axiología jurídica, se refiere a la estimació n o valoració n del


contenido de las normas que integran un ordenamiento jurídico determinado,
el problema de los valores del derecho es que las leyes nacen, se aplican y
mueren; pues el derecho positivo es cambiante y toma conciencia de que a
medida que la sociedad se hace má s compleja, las normas necesitan adaptarse a
nuevas circunstancias y, por ello, su permanencia en el tiempo es mucho má s
breve. Llevado por este cú mulo de experiencias, el ser humano se ha
preocupado por encontrar unos valores éticos que sirvan para justificar y
fundamentar el derecho y constituyan un límite a la voluntad del legislador.
FINES DEL DERECHO

Para poder precisar cuá les son los fines del derecho, es necesario preguntarse
qué busca el derecho?, cuá l es su objeto?, qué persigue?.

Partiendo de esas interrogantes se desprende una variedad de fines, sin


embargo los principalmente reconocidos por la doctrina son tres:

SEGURIDAD JURÍDICA

Es un principio universal del derecho que se entiende como prá ctica del
derecho y representa la seguridad de que se conoce o puede conocer lo previsto
como prohibido, mandado y permitido por el poder pú blico respecto de uno
para con los demá s y de los demá s para con uno. La seguridad jurídica requiere
de la existencia de un orden objetivo y eficaz que se aplique con justicia a las
relaciones interhumanas.

Desde el punto de vista subjetivo, los funcionarios a quien compete la materia,


deben respetar a toda costa el principio de legalidad, de manera que la
colectividad sepa a que atenerse en cuanto a la vigencia y aplicació n del orden
jurídico vigente, aplicació n que debe hacer en forma pronta y eficaz.

De la existencia de la seguridad jurídica, derivan tres principios fundamentales


que deben estar recogidos en la normativa de un ordenamiento jurídico:

· Irretroactividad de la ley: Es la que ninguna ley puede regir los hechos


pasados bajo la vigencia de una ley anterior, salvo en materia penal,
cuando la nueva disposició n es má s favorable al reo

· Cosa juzgada: es sobre aquel que haya recaído una sentencia


definitivamente firme no pueda ser llevado nuevamente al conocimiento
de los tribunales de justicia.

· La ignorancia de la ley: pues ninguna persona puede alegar como


justificació n su conducta ilícita, el hecho de no conocer la ley.

BIEN COMÚN
Bien comú n es el conjunto de condiciones de la vida social que permiten que las
asociaciones y cada uno de sus miembros alcancen de manera má s fá cil e
íntegra la perfecció n que les corresponde.

No es la suma de los bienes de cada uno de los miembros de la sociedad ya que


es indivisible y solo con la colaboració n de todos puede ser alcanzado,
aumentado y protegido. Afecta a la vida de todos.

El bien comú n es el conjunto de condiciones sociales, econó micas, culturales y


políticas necesarias para que se establezca un orden justo que facilite el
desarrollo y perfeccionamiento moral, cultural y econó mico de la sociedad y de
los individuos en cuanto partes integrantes de la sociedad; es decir, hace
posible el logro má s pleno que es la propia perfecció n.

El bien comú n es el bien de todos, al cual se subordinan el bien de los


particulares. El bien comú n debe primar sobre el bien individual. No consiste
en la simple suma de los bienes particulares de cada sujeto del cuerpo social.
Siendo de todos y de cada uno el bien  permanece comú n, porque es indivisible
y porque só lo juntos es posible alcanzarlo, acrecentarlo y custodiarlo, también
en vistas del futuro. Afecta la vida de todos, exige la prudencia por parte de
cada uno, y fundamentalmente por aquéllos que ejercen la autoridad.

Toda organizació n social tiene como fin lograr su propio bien consistente en el
perfeccionamiento y bienestar social y. por ende, el bien de los individuos que
la integran. El fin supremo del Derecho no puede ser otro que el de obtener el
bien que la comunidad se propone. Las características del bien comú n son las
siguientes:

-                     Es objetivo.

-                     Deriva de la naturaleza humana.

-                     Redunda en provecho de todos.

-                     Abarca a todo el hombre.

-                     Obliga al Estado.
-                     Obliga al ciudadano.

El bien comú n, comprende la esfera espiritual de la libertad, la tranquilidad y


confianza mutua, la moralidad y el respeto a los derechos humanos.

El bien comú n significa que la sociedad esté organizada o funcione de tal


manera que todos sus miembros tengan la posibilidad de realizar los valores
típicamente humanos. Esto ú nicamente se logra cuando, con la colaboració n de
todos, la sociedad logra obtener y distribuir equitativamente, en un ambiente
de paz, los medios necesarios para una vida realmente humana.

JUSTICIA

Los Romanos lo definieron como el arte de lo equitativo y de lo bueno, la


permanente voluntad de dar a cada uno lo que es suyo.

En la justicia impera por excelencia el principio de  alteridad (bilateralidad) que


implica proporcionalidad entre lo que se da a uno y se recibe del otro; siempre
deben de existir dos sujetos en la relació n para que se pueda hablar de justicia
o injusticia. La justicia es un sentimiento que está en la conciencia popular y
este sentimiento, da origen a las concepciones no solo de la justicia individual
sino también de la justicia social

DIVERSAS ACEPCIONES DE LA PALABRA JUSTICIA

Como Conocimiento: Como un cuerpo de conocimientos teó ricos dirigidos a


algo, a una acció n, a algo prá ctico. No es un conocimiento vulgar sino un
conocimiento científico.

Como Virtud: Es un conocimiento constante de darle a cada quien lo que le


corresponde. Por ser una virtud, siendo la virtud una representació n de la
justicia en el comportamiento.

Como Ideal: Debido a que el hombre y el derecho mismo quieren que se haga
justicia dentro y entre los hombres que habitan una sociedad jurídicamente
organizada.
Como Ordenamiento Jurídico: Pues posee los mecanismos idó neos de que
goza una sociedad para garantizar el cumplimiento de ese derecho en una
determinada sociedad.

ESTADO DE DERECHO

Desde la antigü edad, el problema de la relació n entre derecho y poder fue


planteado con esta pregunta: ¿Es mejor el gobierno de los hombres o el go-
bierno de las leyes? Plató n, al distinguir el buen gobierno del mal gobierno
responde: los gobernantes deben ser los servidores de las leyes “en una ciudad
donde la ley está sujeta y no tiene fuerzas, veo muy cercana su ruina; pero allí
donde la ley reina sobre los gobernantes y donde los gobernantes se hacen a sí
mismos esclavos de la ley, veo nacer allí la salvació n y, con ella todos los bienes
que los dioses otorgan a las ciudades”. Su discípulo, Aristó teles al referirse a la
Constitució n de Atenas señ alaba: “El tribunal o consejo del Areó pago era el
custodio de las leyes y supervisaba la labor de los magistrados, a fin de que
gobernaran de acuerdo y en conformidad con las leyes”. Y al iniciar en la
Política el discurso sobre las diversas constituciones moná rquicas, la pregunta
anterior se la fó rmula de esta manera: ¿es má s conveniente ser gobernado por
los mejores hombres o por las mejores leyes? A la cual responde: es preferible
que gobierne la ley que uno cualquiera de los ciudadanos, y segú n este mismo
principio, aun cuando sea mejor que gobiernen determinados hombres, ellos
deben ser designados como custodios de las leyes y como subordinados a ellas”.
La razó n de esta afirmació n, es porque la ley está libre de pasiones, las cuales
pueden torcer el gobierno aun de los hombres mejores; en cambio, las leyes son
sabiduría sin deseo.

Aristó teles dejó escrito: “Son las leyes bien establecidas las que deben tener la
soberanía y los magistrados, ya sean uno o varios, deben tenerla só lo acerca de
los puntos que las leyes no pueden tratar exactamente. Las leyes lo mismo que
los regímenes, tienen que ser necesariamente buenas o malas, justas o injustas.
Pero, al menos, una cosa es evidente: que las leyes deben establecerse en
armonía con el régimen”. Hart, añ adiría má s tarde a lo dicho por Aristó teles,
que, “la naturaleza humana no puede en modo alguno subsistir sin la asociació n
de individuos; y esa asociació n nunca podría tener lugar si no se respetaran las
leyes de la equidad y de la justicia”.
En consonancia con el pensamiento clá sico griego, la subordinació n del
príncipe a la ley fue una idea permanente en la doctrina política medieval: “El
rey no debe estar subordinado a ningú n hombre, sino a Dios y a la ley, ya que es
la ley la que hace al rey”. En la tradició n jurídica inglesa —señ ala Bobbio—, el
principio de la subordinació n del rey a la ley conduce a la doctrina de la rule of
law, o gobierno de las leyes, que es el fundamento del Estado de derecho
entendido, en su acepció n má s restringida, como el Estado cuyos poderes son
ejercidos en el á mbito de las leyes preestablecidas.

Para Santo Tomá s —el gran comentarista de Aristó teles— el regimen politicum
(régimen político) se distingue del regimen regale (régimen real) por el hecho
de que mientras el ú ltimo está caracterizado por la plenaria potestas (potestad
plena) del gobernante, el primero tiene lugar cuando quien está a la cabeza del
Estado tiene limitado su poder con base en algunas leyes de la ciudad. Será la
modernidad la que adecuará este principio del gobierno de las leyes al
paradigma de la modernidad. Locke será el representante de esta tendencia; y
escribe: “Sea cualquiera la forma de gobierno por la que se rija la comunidad
política, el poder soberano debe gobernar por medio de leyes promulgadas o
aceptadas y no por decretos improvisados o por decisiones imprevisibles”.

No todo Estado merece ser reconocido con el calificativo de Estado de derecho.


Un Estado con derecho (casi todos son así) no es, sin má s, un Estado de
derecho. É ste implica —sostiene Elías Díaz— sometimiento del Estado al
derecho, auto sometimiento a su propio derecho, regulació n y control
equilibrado de los poderes y actuaciones todas del Estado y de sus gobernantes
por medio de leyes, que deben ser creadas segú n determinados procedimientos
de indispensable, ab
Cierta y libre participació n popular, con respeto, pues, para valores y derechos
fundamentales acordes con tal organizació n institucional. El Estado
democrá tico de derecho, en cuanto idea regulativa, significa —en palabras de
Atienza— el sometimiento del Estado, del poder, a la razó n, y no de la razó n al
poder. El derecho es precisamente uno de los instrumentos de racionalizació n
del poder. Esa idea exige que las decisiones de los ó rganos pú blicos, no se
justifican simplemente en razó n de la autoridad que las dicta; sino que ademá s,
el ó rgano en cuestió n aporte razones intersubjetivamente vá lidas, a la luz de los
criterios generales de la racionalidad prá ctica y de los criterios positivizados en
el ordenamiento jurídico.

H. Kelsen, en su tiempo, ya había insistido en el sometimiento del Estado al


derecho cuando escribe: “Por de pronto debe establecerse que un Estado no
sujeto a derecho es impensable”. Sin embargo, que Estado y derecho aparezcan
indisociablemente unidos no permite afirmar —como hace este autor—, que “si
se reconoce en el Estado un orden jurídico todo Estado es un Estado de
Derecho”. La afirmació n kelseniana, permite calificar como Estados de derecho
los regímenes autoritarios a partir de una identificació n entre Estado legal y
Estado de derecho y es que “no todo Estado con derecho es Estado de derecho”.
Un ordenamiento jurídico es condició n necesaria pero no suficiente para poder
hablar de Estado de derecho pues “la existencia de un orden jurídico, de un
sistema de legalidad no autoriza a hablar sin má s de un Estado de derecho”. La
pluridimensionalidad del Estado de derecho no supone renunciar a unos
valores o principios que no son otros que los que sustentan nuestra sociedad
actual: libertad, igualdad, seguridad.

Por ello —afirma Eusebio Ferná ndez— son necesarias normas jurídicas que
protejan nuestra libertad frente a las posibles violaciones del poder político,
cuando éste va má s allá de los límites legales de su competencia; por ello son
necesarias también instituciones políticas y judiciales que controlen su
actuació n. Razó n, por demá s suficiente, para afirmar que el Estado debe ser un
Estado de derecho, en el que se acepte la subordinació n del poder político a
normas jurídicas de cará cter general y pú blicas, que nos permitan conocer las
competencias, marco y límites de su actuació n. De esta manera, la existencia del
Estado de derecho será siempre una garantía para la autonomía personal, al
mismo tiempo que dará confianza y seguridad al ciudadano en el ejercicio de
sus libertades. La idea de que la funció n de la ley no se encuentra tan só lo en la
fundamentació n, sino, por sobre todo, en la limitació n del poder del Estado, en
especial del poder de castigar, en la garantía para los ciudadanos de ser
llamados a responder só lo dentro de las fronteras de la ley. Rousseau en su
momento ya pensaba en este asunto tan importante y trascendente, cuando al
tratar de explicar qué entendía por Repú blica, escribió : “entiendo por
Repú blica todo Estado regido por leyes, cualquiera que sea la forma en que se
administre, pues só lo así el interés pú blico gobierna y la cosa pú blica tiene
alguna significació n”.

Ese binomio que no se debe escindir, poder y derecho, a través de complejos


mecanismos jurídicos y políticos que se articulan e institucionalizan, se ha
convertido en lo que desde las ú ltimas décadas ha llegado a denominarse
Estado (poder) de derecho, como algo que se ha ido inventando y construyendo
en el tiempo como propuestas coherentes para una mejor garantía, protecció n
y efectiva realizació n de exigencias sociales y morales calificadas como
derechos fundamentales. Esta vinculació n es tan esencial que hoy día es no só lo
difícil, sino casi imposible de imaginar un Estado sin derecho, sin leyes, sin
jueces, sin algo parecido a un sistema de legalidad; y esto, aunque los má rgenes
de arbitrariedad hayan tenido siempre alguna, mayor o menor efectiva y, en
todo caso, negativa presencia.

El Estado de derecho es, así, un resultado histó rico, una conquista lenta y
gradual, hecha por gentes e individuos, sectores sociales, que, frente a poderes
despó ticos o ajenos, buscaban seguridad para sus personas, sus bienes y
propiedades, y que al mismo tiempo exigen garantías y protecció n efectiva para
otras manifestaciones de su libertad.

Segú n Víctor Moreno Catena, la realizació n del Estado democrá tico de derecho
exige que los poderes pú blicos, que disponen del uso legítimo de la fuerza,
deban mantenerse dentro de los límites de la ley, de modo que cuando su
actuació n entra en conflicto con el ciudadano, ha de articularse un mecanismo
de protecció n de sus derechos frente a los excesos del poder, mediante la
intervenció n de un ó rgano independiente para componer la continua relació n
conflictiva, entre el ciudadano que quiere defender su libertad y la autoridad
cuando pretenda menoscabarla.

Uno de los fines del derecho es la seguridad. Fin, que a su vez —segú n Gregorio
Peces-Barba— se ocupa de limitar al poder, de producir certeza en sus
decisiones, de saber cuá nto puede mandar, qué niveles de fuerza puede
imponer, quiénes pueden imponer esa fuerza, con qué límites, así como saber
quién puede ejercer el poder, durante cuá nto tiempo, etc. Todas esas
dimensiones son propias del Estado de derecho.

Elías Díaz plantea esta cuestió n en términos de razón de Estado y razones del
Estado. La primera figura se caracteriza por querer auto justificar el poder
político pretendiendo operar con independencia y por encima de las leyes y/o
de la ética, haciendo caso omiso los gobiernos y los gobernantes de las normas
morales y/o de las normas jurídicas que, sin embargo, imponen y exigen a sus
subordinados. Frente al modus essendi y operandi de esta especie de Estado, lo
que los críticos de la misma demandan —señ ala este autor— es que las
instituciones políticas y sus directores y gestores actú en siempre conforme a
derecho, sujetá ndose como todos los demá s ciudadanos al ordenamiento
jurídico, y también descartando que la superior condició n de aquéllos les
autorice para actuar en política violando los preceptos éticos.

De esta manera, podemos entender in lato sensu, por Estado de derecho, un


Estado en el que los poderes pú blicos son regulados por normas generales (las
leyes fundamentales o constitucionales) y deben ser ejercidos en el á mbito de
las leyes que los regulan, salvo el derecho del ciudadano de recurrir a un juez
independiente para hacer reconocer y rechazar el abuso o exceso de poder. En
esta línea Kaufmann escribe —y estamos de acuerdo con él— que “En un
Estado autoritario el individuo no posee ningú n derecho subjetivo; no puede en
especial, elevar una demanda contra el Estado. En el Estado de derecho, por el
contrario existe una clá usula general de jurisdicció n administrativa: si alguien
es lesionado en sus derechos por parte del poder pú blico, entonces permanece
abierta ante él la vía judicial”.

Por consiguiente, só lo puede hablarse de un Estado de derecho, en la medida en


que se ha logrado estructurar un sistema de justicia, capaz de garantizar la
sumisió n del propio Estado; o, lo que es lo mismo, cuando el Estado es capaz de
hacerse justicia a sí mismo. De esta manera, el Estado de derecho puede
entenderse —segú n Alfonso Nava Negrete— como “la edificació n jurídica del
Estado, cuyos ó rganos que lo integran realizan funciones normadas por el
derecho, limitadas por la ley y controladas entre sí por un sistema de legalidad
y de justicia”. Esto, es muy importante tenerlo en cuenta, pues como bien
observa Luis Escobar de la Serna “el poder es siempre peligroso puesto que
aquéllos que lo ejercen está n siempre predispuestos a abusar del mismo. Por
ello es conveniente limitar el poder lo má s estrechamente posible”.

VALORES DE LA CONSTITUCION POLITICA DE LA REPÚBLICA DE


GUATEMALA

El preá mbulo de la Constitució n inicia invocando el nombre de Dios. De ahí, la


pregunta si es entonces la voluntad de Dios la que orienta la voluntad humana y
por lo tanto si es el Derecho Natural o el Derecho Divino, la fuente primaria de
la Constitució n.

Quizá s lo primero sería saber si todos entendemos lo mismo por Derecho


Natural, no digamos, por Derecho Divino. Es evidente que en lo que a deidades
se refiere, no hay un solo culto. Pero asumiendo que existe una noció n má s o
menos universal de lo que constituye el Derecho Natural (aquel Derecho que es
anterior a cualquier norma jurídica positiva), y que por ende es atemporal y
universal en su esencia, entonces la respuesta si el iusnaturalismo debería ser
la fuente primaria de toda Constitució n, debería responderse de manera
asertiva.

Es interesante notar que bá sicamente, só lo durante el período liberal


anticlerical comprendido entre 1879 a 1944, no se invocó el nombre de Dios
para el ejercicio del poder constituyente. Tampoco, se hizo en la Constitució n
del 45. Pero de ahí, desde la Constitució n de Bayona, la de Cá diz, la de la
Repú blica Federal de Centro América de 1824, la de 1851, la de 1956 y la de
1965, Dios es invocado como primera providencia.

Inclusive, la de Cá diz de 1812 decía: “En el nombre de Dios Todopoderoso,


Padre, Hijo y Espíritu Santo, autor y supremo legislador de la sociedad”. La
referencia histó rica de los diversos textos constitucionales que han regido a
Guatemala demuestra que la actual Constitució n, no es la primera en clamar a
Dios para dar, en su nombre, la ley suprema del país. La duda entonces podría
ser si de alguna manera, dicha invocació n no se trata má s bien de un cierto
formulismo o ritual para orientar al legislador constituyente.
Definitivamente, es necesario que la ley suprema de un Estado busque fundarse
en principios y valores. Invocar al ser supremo en la labor constituyente
significa que las personas que desarrollan dicha labor está n conscientes de la
enorme trascendencia de sus actos en la bú squeda del bien comú n. Ese bien
comú n que solamente se puede lograr si se sustenta en un incondicional
respeto en lo ú nico que todos somos absolutamente iguales: en la dignidad
humana, que es anterior a toda norma jurídica y que esta ú ltima no puede
desconocer, aunque lo intente. Si eso es Derecho Natural, definitivamente, debe
ser la fuente primordial de toda Constitució n.

La Asamblea Nacional Constituyente en representació n del pueblo y con el


objeto de promulgar la Primacía de las leyes de la Repú blica a través de la
Constitució n Política de la Repú blica de Guatemala, inicia como preá mbulo a la
ley suprema de la repú blica invocando el nombre de Dios como má xima
jerarquía a la ley humana, reconociendo que no hay ley superior a Dios, y al
organizar jurídica y políticamente al Estado de Guatemala establecen una parte
dogmá tica en la cual reconoce a la persona humana como fin del orden social y
a la familia como lo primordial y fundamental para los valores, morales y
espirituales de la sociedad y una parte material en la cual establece al Estado
como responsable del bien comú n, el orden social, la seguridad, justicia, la
igualdad de derechos, la libertad y la paz para todos los habitantes de la
Repú blica.

El preá mbulo de una Constitució n puede definirse como una declaració n


solemne de los propó sitos del constituyente que expresa los valores, principios
y necesidades de un pueblo, el cual será el ordenamiento superior que le
servirá de programació n de su futuro. Se trata de un enunciado previo a las
formulaciones de reglas y normativas numeradas de la constitució n. Se trata el
preá mbulo de la exposició n de fines y principios permanentes de una població n
con organizació n y conciencia políticas. Es por ello que debe reconocerse que
necesariamente un preá mbulo presenta un contenido ideoló gico, que refleja el
momento histó rico que vive un estado y la ideología que, por lo menos,
imaginariamente aparece como dominante.
El fin del Estado: Nuestra Constitució n dispone en su artículo 1 que “El Estado
de Guatemala se organiza para proteger a la persona y a la familia; su fin
supremo es la realizació n del bien comú n.”

De allí debemos entender que el principio fundamental de nuestra constitució n


es que la actuació n del Estado debe tender siempre a la protecció n de las
personas y de la familia, procurando siempre la realizació n del bien comú n.

Ahora bien, debemos entender que el bien comú n es un concepto complejo, que
en general puede ser entendido como aquello de lo que se benefician todos los
ciudadanos o como los sistemas sociales, instituciones y medios
socioeconó micos de los cuales todos dependemos que funcionen de manera
que beneficien a toda la gente.

De acuerdo a Renate Mayntz, todas las grandes ciencias comparten un interés


en las precondiciones necesarias para obtener un cierto fin social que es
percibido como deseable. Consecuentemente el concepto de bien comú n
contiene diferente elementos o puede ser estudiado desde diferentes
perspectivas. Por ejemplo: la riqueza general del bien comú n econó mico
(Commonwealth). El bienestar comú n o pú blico (Gemeinwohl o Intérêt
général) de la ciencia política. Y el “Bonun commune” de la tradició n europea
filosó fica o cristiana.

Las obligaciones del Estado (Los principios generales del derecho


guatemalteco): En consonancia con el fin que se persigue (bien comú n)
nuestra constitució n dispone en su artículo 2 que son deberes del Estado
“garantizarle a los habitantes de la Repú blica la vida, la libertad, la justicia, la
seguridad, la paz y el desarrollo integral de la persona”, por lo que podemos
conceptualizar dichas obligaciones o deberes como principios jurídicos
fundamentales del sistema normativo guatemalteco (Principios generales del
derecho guatemalteco)

Ademá s encontramos en el preá mbulo de nuestra constitució n, la enunciació n


de los principios axioló gicos o valores fundamentales en los cuales los
legisladores constituyentes se basaron para la elaboració n y redacció n de la
Constitució n. Así encontramos que en el preá mbulo de la Constitució n los
constituyentes plasmaron los siguientes principios axioló gicos: i) La afirmació n
de la primacía de la persona humana como sujeto y fin del orden social; ii) El
reconocimiento de la familia como génesis primario y fundamental de los
valores espirituales y morales de la sociedad; iii) El reconocimiento al Estado
como responsable de la promoció n del bien comú n; iv) La consolidació n del
régimen de legalidad; v) La seguridad; vi) La justicia; vii) La igualdad; viii) La
libertad; ix) La paz; x) La plena vigencia de los Derechos Humanos; xi)
Consolidació n de un orden institucional estable, permanente y popular; y xii) El
Estado de derecho, en donde gobernados y gobernantes procedan con absoluto
apego al Derecho.

El principio de supremacía constitucional: Este principio constitucional


regula que la constitució n política de la repú blica es la ley suprema del Estado
de Guatemala, por lo que todas las demá s normas jurídicas deben ajustar sus
disposiciones para que respeten efectivamente los mandatos constitucionales,
siendo nulas ipso jure todas aquellas disposiciones de inferior categoría que
violen, tergiversen, limiten o disminuyan disposiciones constitucionales.

Lo encontramos en el ú ltimo pá rrafo del artículo 44 que dispone que “Será n


nulas ipso jure las leyes y las disposiciones gubernativas o de cualquier otro
orden que disminuyan, restrinjan o tergiversen los derechos que la
Constitució n garantiza”

El artículo 175 por su parte dispone que “Ninguna ley podrá contrariar las
disposiciones de la Constitució n. Las leyes que violen o tergiversen los
mandatos constitucionales son nulas ipso jure”

En consonancia con lo anterior el artículo 204 establece que “Los tribunales de


justicia en toda resolució n o sentencia observará n obligadamente el principio
de que la Constitució n de la Repú blica prevalece sobre cualquier ley o tratado”

El principio de jerarquía normativa: En nuestro sistema se adopta la teoría


de Hans Kelsen sobre la sistematizació n del ordenamiento jurídico, en un
sistema basado en jerarquías de las normas jurídicas. Dicha teoría fue
implementada en Guatemala de la siguiente manera:

Se considera que existen bá sicamente cuatro grados jerá rquicos en los que se
encuentra estructurado el sistema normativo Guatemalteco: a) Normas
constitucionales (Que incluye la constitució n y las denominadas leyes
constitucionales); b) Normas ordinarias (Que comprende los decretos emitidos
por el congreso de la Repú blica mediante el procedimiento legislativo
correspondiente –leyes formales– y los decretos leyes aprobados durante los
gobiernos de facto que aú n se encuentren vigentes –leyes materiales–); c)
Normas reglamentarias (Que comprende los reglamentos y acuerdos
gubernativos emitidos para desarrollar las leyes ordinarias); y d) Normas
individualizadas (Que abarca aquellas normas aplicables solamente a un caso
concreto)

El principio de jerarquía normativa se encuentra especialmente regulado en el


artículo 9 de la Ley del Organismo Judicial, que dispone “Supremacía de la
Constitució n y jerarquía normativa. Los Tribunales observará n siempre el
principio de jerarquía normativa y de supremacía de la Constitució n Política de
la Repú blica, sobre cualquier ley o tratado, salvo los tratados o convenciones
sobre derechos humanos, que prevalecen sobre el derecho interno. Las leyes o
tratados prevalecen sobre los reglamentos. Carecen de validez las disposiciones
que contradigan una norma de jerarquía superior.”

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