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PRETENSIÓN DE AUTORIDAD Y TÍTULOS DE

AUTORIDAD DE CRISTO.
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LA CRISTOLOGÍA SE ENFOCA EN SABER QUE HIZO Y QUE DIJO JESÚS,
DESCUBRIR SU CONCIENCIA ¿CÓMO COMPRENDIÓ SU PERSONA Y SU
MISIÓN?.

PARA CONTESTAR VEREMOS DOS POSTURAS:

- POSITIVISMO:

Piensa que la identidad de Jesús está manifiesta en las fórmulas y títulos


que los otros le dan y que él se da a sí mismo en los evangelios, de forma
que entre el mensaje de Jesús, en donde él es el predicador, y la
cristología de la Iglesia, en la que él es objeto de la predicación, habría
una identidad total.

- EL ESCEPTICISMO HISTÓRICO:

Por el contrario, piensa que los evangelios son textos elaborados por la
Iglesia tras la Pascua y que la cristología que propone la Iglesia está en
discontinuidad con la predicación de Jesús. El sujeto predicado por la
Iglesia no sería el mismo sujeto que el predicador del Reino.

Frente a esta disyuntiva se ha explorado una tercera vía para encontrar la


continuidad entre la conciencia que Jesús tenia de sí mismo y lo que la
iglesia piensa sobre Él. Se trata de la CRISTOLOGÍA IMPLÍCITA O
CRISTOLOGÍA INDIRECTA.

No es posible una vida humana sin una


cierta auto comprensión de la existencia
y un cierto proyecto de futuro. Sin hacer
un tratado de antropología, todos
dejamos de percibir cuál es la
conciencia que tenemos de nuestra
identidad. En este sentido reconocemos
que Jesús no ha hecho afirmaciones
solemnes sobre sí mismo; no ha hecho
directamente teología ni antropología y menos cristología. Ha vivido delante de
Dios para los hombres y ha llevado a cabo una misión en coherencia y fidelidad
desde el comienzo de la predicación del Reino hasta la muerte en la cruz. En su
predicar, relacionarse, orar, hacer amistades, tratar al prójimo y enfrentarse al
futuro, va implícita una comprensión de su persona y misión.

Encontramos tal cristología implícita:

1. En su pretensión de autoridad.
2. En sus comportamientos respecto de las instituciones sagradas del judaismo. 3.
En su llamada imperativa al seguimiento.
4. En sus relaciones con los hombres y sobre todo en la rela- ción con Dios en la
oración.

a. AUTORIDAD Y LIBERTAD DE JESÚS

Los rasgos más fundamentales que caracterizan la acción pública de Jesús son la
autoridad con que propone su doctrina y la libertad con que vive frente a poderes,
instituciones y situaciones implanta en medio de sus contemporáneos como quien
tiene en sí mismo el centro de su legitimidad, el apoyo para su acción y el criterio
de su comportamiento. Tres son las características de su doctrina: novedad,
autoridad y acreditación.

La singularidad de la autoridad de Jesús la podemos descubrir comparándola con


la propia de otras figuras:

Profeta: su mensaje es oráculo de Yahvé


Sabio: propone una verdad universal adquirida por experiencia propia y ajena.
Místico: transmite la experiencia que ha tenido con Dios.

b. AUTOLEGITIMACION

- Jesús la toma de su propia doctrina.


- No necesito una teofanía como Isaías.
- No tuvo maestro como Pablo con Gamaliel.
- No necesito la aprobación de la religión o religiosos del momento.
- Muestra autoridad sobre las instituciones sagradas como ser el sábado.
- La tradición
- Preceptos de pureza
- Culto en el templo.

c. RELACIÓN CON LAS INSTITUCIONES SAGRADAS


La misma autoridad muestra Jesús en relación con las instituciones sagradas del
pueblo:

- Frente a la tradición humana, Jesús restaura la voluntad originaria de Dios (Mc


7,1-13).
- Frente a los preceptos de pureza exterior, Jesús reclama la pureza de corazón
y la intención limpia (Mc 8, 1-6).
- En las seis disputas sobre el sábado (Mc 2,23-28; 3,1-6; Lc 13,10-17; 14,1-6; Jn
5; 9) los textos muestran la doble actitud de Jesús: observancia en principio y
superioridad simultánea, para ponerlo al servicio de la curación de los hombres.
- Él es Señor del sábado, como Hijo del hombre. La reacción de los oyentes
muestra la gravedad de esta actitud de Jesús: «Saliendo los fariseos, luego se
concertaron con los herodianos contra él para prenderle» (Me 3,6). Es la misma
actitud que ha tenido frente al templo y el culto: lo ha tomado en serio y jamás lo
ha trivializado, pero lo ha «relativizado» al referirlo a su persona y a su misión.

d. ACTITUD DE JESUS ANTE LOS GRUPOS HUMANOS

Se relaciona con personas marginadas y consideradas ajenas al ordenamiento


religioso y legal vigentes, como publícanos, pecadores, extranjeros, prostitutas.
Ese acercamiento era explícitamente ejercitado como oferta del Reino a los más
alejados y a los que más lo necesitan. La oferta de amistad y la aceptación de
comensalidad con ellos eran gestos, provocativos para los defensores de la
religión moral y política establecidas, que Jesús hacía no sólo como expresión de
bondad y generosidad propias sino como revelación y otorgamiento del amor de
Dios a esos grupos. Lo que está en juego es la interpretación que se da de Dios y
de su relación con el hombre.

LA CRISTOLOGÍA EXPLICITA. IDENTIFICACIÓN ANTE


LOS APÓSTOLES Y TÍTULOS DE MAJESTAD.
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CRISTOLOGÍA EXPLICITA

Jesús es un hombre de acción, de doctrina y comportamiento implícito, pero


también encontramos en Él que su identidad es explícita. Los títulos que se le
daban a Jesús revelarían su identidad: profética, mesiánica y filial. Mostrando
de esta manera quien era y en qué sentido realizaría su misión; o sea que Jesús
era totalmente coherente en sus palabras y en sus hechos. Las palabras y las
obras que Dios realiza están completamente ligadas a la revelación confirmada en
su doctrina coherente.

RELACION DE JESUS CON SUS APOSTOLES

Jesús tuvo que dar razones suficientes de


su autoridad para convencer a sus
discípulos de todo lo que les decía,
dándoles un contenido explícito, claro y
con autoridad. Ellos verían a un Jesús con
mucho conocimiento, sabiduría y
autoridad. Jesús consideraba a sus
discípulos "sus amigos". La verdadera
amistad se manifiesta cuando
compartimos el destino y la misión. En
cuanto a nosotros lo más esencial lo
conoceremos hasta el final explícitamente. Por lo que Jesús es el gran revelador
con el hacer y el decir.

TITULOS DE MAJESTAD

Debemos distinguir:

a) Cuando se los da así mismo


b) Cuando se le atribuyen por los demás
c) Cuando se dan en el transcurso de la misión.

Todos los títulos mesiánicos anticipan dimensiones de su ser.

RELACIÓN CON DIOS

Jesús vive una relación con Dios caracterizada por la obediencia, fidelidad y
oración. La oración es el lugar de encuentro con su Padre. En arameo “ABBA”
que es el fermento de la posterior cristología, de la fe eclesial confesante de Jesús
como hijo: “Todo me ha sido entregado por mi Padre y nadie conoce al Hijo
sino El Padre y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo
quisiera revelárselo”. Se afirma que nadie conoce al Padre sino el Hijo, y este es
declarado su revelador absoluto. El termino “CIRCUNSTANCIAL” afirma la igual
naturaleza entre el Padre y el Hijo. Según los evangelios, entre Jesús y Dios solo
puede ser revelador absoluto de Dios quien con Él, comparte Ser, Conciencia y
Voluntad. Solo puede ser salvador absoluto quien comparta la vida con Dios,
porque la salvación es de Dios y no otra cosa.

JESÚS NO SE COLOCA NINGÚN TÍTULO

Jesús no se coloca ningún título pero sí hizo


méritos para lo que fue asignado. Mesías:
Jesús cumplió con el mesianismo, trae el
reino de Dios y La Salvación. Así mismo se
sintió siervo de Yahvé y fue llamado a vivir
como la profecía lo había anunciado en la
reconciliación y expiación de los pecados.
Cristo define su vida sirviendo de los demás,
brindando solidaridad a los necesitados y
ofreciendo su sacrificio. Jesús no rechazó los
diferentes títulos porque supondría un
rechazo de su propia identidad. Acepta el
título de Mesías dado por Pedro, pero lo
niega ante Caifás. La renuncia de Jesús en
aceptar expresamente el título de Mesías está en conexión con el contenido
doloroso y humilde que Él iba a imprimirle, frente al contenido nacionalista y
político que tenía para sus contemporáneos:

- Para algunos grupos judíos (los zelotas) lo primero y central del


proposito del Mesías era la soberanía de Israel.
- Para Jesús lo esencial y primordial era el Reino de Dios.

Lo anterior es el fundamento del llamado «secreto mesiánico». ¿Cómo podía


ser reconocido como Mesías alguien que relativizaba la ley y se preparaba
para asumir el destino de los crucificados?

Los sinópticos ponen en boca de Jesús 82 veces el título Hijo del hombre, utilizado
siempre por ÉL para identificarse a sí mismo, en tercera persona, como forma
enfática de su «yo». Nunca le es atribuido por los demás. Puede ser una
autodesignación, «el hombre que soy yo», y puede remitir a la figura de majestad
que encontramos en el libro de Daniel (7,13), donde tiene una dimensión
individual y a la vez comunitaria, procedencia de Dios y función de juez sobre el
mundo. El textos suman en un mismo título aspectos de gloria y de dolor, de
majestad que juzga y de humillación que va a la muerte. El Hijo del hombre será
el juez de todos, tras haber sido su compañero, siervo y solidario en la
muerte. Su juicio no será la exigencia de un ajeno que enjuicia desde fuera
sino la mostración del amor y la verdad de alguien que juzga desde dentro,
porque ha tenido una historia común con los enjuiciados. Su juicio no
pretende ajusticiar sino salvar. La identidad de Jesús permanecerá envuelta en
oscuridad hasta que la resurrección y el Espíritu Santo la revelen.

Jesús se anteponía a las figuras fundadoras (Moisés), a la sabiduría normativa


(Salomón), a los lugares sagrados (el templo). Sin reclamar explícitamente su
autorización, Jesús de hecho actuaba como si fuera el lugarteniente del
conocimiento, autoridad y juicio de Dios. Jesús se ponía ante sus oyentes en el
lugar que sólo Dios podía ocupar ante el hombre. No lo sustituía —¡tal blasfemia
estaba lejos de las intenciones de Jesús!—, pero reclamaba que Dios actuaba en
él y por él; y por consiguiente, sus acciones eran la «acción de Dios», como don,
exigencia y juicio. Conclusión: Jesús, equivalente dinámico de la autoridad de
Dios. La Iglesia, que nos ha transmitido los evangelios, partía de una evidencia: el
Jesús que predicó el Reino y el Cristo que ella anuncia resucitado es el
mismo. El mismo Dios está con él, en la fase terrestre y en la glorificada. La
continuidad, por tanto, la establecen la acción de Dios y la experiencia del Espíritu
en la Iglesia, que oye como palabras del Resucitado para ella, las que Jesús en
sus existencia terrestre dirigió a los oyentes en Galilea. El intento de mostrar esa
continuidad a la luz de los textos nace para responder a la sospecha frente a una
Iglesia que habría creado otro Jesús. La sospecha puede ser legítima, pero se
supera no por una exégesis de textos aislados, sino por la comprensión
relacionada del evangelio como texto total de la comunidad y de lo que significaron
el mensaje y la persona de Jesús entonces, con lo que han significado a lo largo
de toda la historia y están significando hoy.

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